Imagen de Ciro II
Hay quienes opinan que el Cilindro de Ciro, dado a conocer en el año 539 a.C. por
Ciro El Grande del imperio aqueménida de Persia (antiguo Irán) tras conquistar
Babilonia, es el primer documento de derechos humanos. En las Naciones Unidas lo
tradujeron a 6 idiomas por considerarlo predecesor de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos. Este cilindro consta de dos piezas, que se hallan en el
Museo Británico, una desde su descubrimiento y la otra que permaneció expuesta
en la Universidad de Yale durante un tiempo.
Ciro es la forma latinizada e hispanizada del griego Κύρος (Küros), que a su vez
deriva del persa antiguo Kūruš. En persa moderno se llama کوروشKurosh.
Sobre su etimología, los autores clásicos Ctesias y Plutarco lo relacionaban con la
palabra ‘sol’, aunque los autores modernos por lo general prefieren ‘joven’ o ‘el que
humilla a su enemigo en una disputa verbal’. El epíteto «el Grande» es utilizado por
las fuentes griegas, que también lo llaman «el Viejo» (o «el Mayor»), en
contraposición al posterior Ciro el Joven.
Entre tanto, el rápido ascenso del rey persa Ciro II no pareció preocupar mucho a
sus vecinos. El rey lidio Creso pensó que tantas agitaciones en el este podían
marcar un momento propicio para extender sus dominios, así que decidió rebasar
con un ejército el río Halis, que desde hacía tiempo constituía la frontera natural
entre Lidia y el Imperio Medo.
Se dice que antes de acometer tal empresa consultó al oráculo de Delfos sobre su
conveniencia, y la respuesta fue: "Si Creso cruza el Halis, destruirá un gran
imperio".
Creso no preguntó qué imperio sería destruido, sino que inició el ataque en 547 y
no tardó en lograr la completa destrucción de su propio imperio. En efecto, las
tropas de Ciro II rechazaron fácilmente a los invasores.
Cuentan que los caballos lidios se sintieron desconcertados por el olor de los
camellos persas, lo que produjo una confusión en la batalla que Ciro II supo
aprovechar muy bien. Los lidios fueron perseguidos más allá del Halis, y
en 546 Ciro II se había adueñado de Sardes, la capital lidia.
Mientras sucedía todo esto, el rey Caldeo Nabónido permanecía ocupado en una
expedición arqueológica en las regiones desérticas del sudoeste. Cuando resultó
evidente que el siguiente paso de Ciro II sería anexionarse el Imperio Caldeo,
Nabónido entabló una alianza con Egipto, que no le reportó ningún beneficio real y,
al contrario, le sirvió de excusa al rey Persa para atacar a Caldea.
Las ciudades griegas de la costa de Asia Menor, esto es, las ciudades jónicas que
hasta entonces habían estado bajo el dominio Lidio, temieron que, en cuanto Ciro II
terminara con los Caldeos, terminaría de consolidar su victoria sobre Creso y las
anexionaría a su imperio. Bías de Priene sugirió que todos los griegos de la zona
embarcaran hacia el oeste, pero nadie le hizo caso.
Mientras tanto el rey Bimbisara ocupó el trono de Magadha, que bajo su reinado se
convirtió en el imperio más importante de la India. Se anexionó el reino de Anga,
en el este, cuya capital, Campa, tenía un puerto en el que se reunían los barcos que
navegaban el Ganges y los que recorrían el sur de la India. El nuevo rey se esforzó
por reorganizar el país. Despidió a los funcionarios incapaces, realizó viajes de
inspección, controló la construcción de carreteras y otras obras públicas. Construyó
la ciudad de Rajagrha y la convirtió en la nueva capital del reino.
En los últimos años había surgido entre ellos un nuevo ideólogo. Su nombre nos es
desconocido, pues sus escritos fueron posteriormente atribuidos al profeta Isaías,
que había vivido dos siglos antes (sin duda para darles mayor autoridad).
En efecto, los primeros capítulos del libro bíblico de Isaías se refieren a la época de
Senaquerib, mientras que a partir del capítulo 40 mencionan a Ciro. Por ello este
autor anónimo es conocido como "el segundo Isaías".
Desde el punto de vista religioso, el pensamiento del segundo Isaías supuso una
revolución sin más precedente en la historia que el del faraón Akenatón. Hasta
entonces, Yahvé era el único Dios al que podían adorar los judíos, pues Yahvé se
enojaba si adoraban a otros dioses.
El segundo Isaías afirmó que Yahvé no era sólo el Dios de los judíos, sino que era el
único Dios verdadero. Todo lo demás eran ídolos, trozos de piedra, de metal o de
madera sin ningún poder a los que resultaba estúpido adorar (además de herético,
naturalmente).
Sin duda, esta postura surgió como una defensa frente a la gran influencia que
debía de ejercer sobre los judíos la religión babilónica: la mejor manera de rebatir
la evidencia de que Marduk era mucho más poderoso que Yahvé era negar la
existencia de Marduk.
Si el templo había sido destruido y los judíos habían sido sometidos a los caldeos,
ello no se debía a que Marduk ayudaba más eficientemente a los caldeos que Yahvé
a los judíos, sino únicamente a que Yahvé había usado a los caldeos como
instrumento para castigar los pecados de los judíos, pero ahora que se habían
arrepentido Yahvé les devolvería su reino a través del Mesías. Para el segundo
Isaías, este ungido o Mesías no era sino Ciro II. El que el propio Ciro no estuviera al
corriente de este hecho carecía de importancia:
En 538 el Imperio Caldeo era ya una parte del Imperio Persa. Ciro debió de
sorprenderse mucho de la devoción que le profesaron los judíos, pero debió de
disimular y aprovecharla, pues al contrario que los asirios, el rey persa adoptó
desde el primer momento la política de tratar bien a los pueblos que conquistaba,
con tacto y diplomacia, tratando de que se sintieran cómodos dentro de lo posible.
Así, Ciro autorizó el regreso de los judíos a su tierra (aunque no se habló nunca de
fundar un reino independiente, por descontado). Si para los judíos pasó como
enviado de Yahvé, en Babilonia asumió las funciones sacerdotales propias de un rey
caldeo, y se presentó como un humilde servidor de Marduk. Así se ganó el respeto
de los sacerdotes, que mantuvieron a Babilonia leal al Imperio Persa.
Tras la muerte, las almas de los hombres que han luchado por el bien van al "mejor
de los mundos", mientras que los malos acaban en "la morada del dolor". Aquellos
cuyas buenas y malas acciones se equilibran van a un lugar llamado Hamesta-
Kan. Todos ellos esperan el cuarto periodo, cuando Ahura-Mazda destruirá a
Ahrimán, los muertos resucitarán, llegará el Salvador, Sawsyant, que los juzgará y
destruirá el infierno y a todos los condenados. El mundo será purificado y los justos
vivirán en un Universo donde sólo existirá el Bien.
En cuanto a la lengua, los persas eran un pueblo indoeuropeo, por lo que el acadio
les resultaba una lengua extraña y difícil. Ciro II mostró en todo momento una gran
admiración (tal vez real) por la cultura Caldea, pero fomentó el uso del arameo
frente al acadio, pues si bien ambas lenguas eran semíticas, al menos el arameo
tenía una base alfabética y resultaba más sencillo. Bajo la dominación persa el uso
del acadio se redujo exclusivamente al ámbito religioso.
Si bien Ciro había autorizado a los judíos a volver del exilio, lo cierto es que sólo
una minoría estuvo dispuesta a hacerlo. La mayor parte de la población judía
estaba bien instalada en Babilonia y su vida era próspera. No obstante, hubo varios
grupos de judíos que decidieron partir. El primero fue dirigido por Sebasar, al que
cierta tradición consideró hijo del derrocado rey Joaquín, si bien esto no es
sostenible.
En realidad, el retorno del exilio no fue tan idílico como los judíos habían supuesto.
En la antigua Judá habían quedado muchos hombres humildes que seguían
practicando la religión judía en su forma primitiva, completamente ajena a los
muchos cambios que ésta había sufrido en Babilonia. Los recién llegados no
reconocieron como judíos a los nativos y los llamaron samaritanos, identificándolos
con los nuevos pobladores que trajo en su día Sargón II a Israel cuando deportó a
los israelitas. Los samaritanos ofrecieron su ayuda para reconstruir el templo, pero
no fue aceptada, con lo que se generaron tensiones y recelos.
Además estaban Amón, Moab, los antiguos edomitas, ahora idumeos, y los filisteos,
que en la reconstrucción del templo vieron un resurgir del imperialismo judío.
Naturalmente, toda la región estaba bajo el dominio persa, por lo que no podían
hacer uso de la fuerza, pero sí empezaron a urdirse intrigas para indisponer a los
judíos frente a la autoridad persa. No fue difícil conseguirlo.
Por aquel entonces los judíos tenían dos profetas destacados: Ageo y Zacarías.
Ambos consideraban a Zorobabel como el Mesías (al parecer, Ciro II no dio la talla,
después de todo), así que no debió de ser difícil convencer a los persas de que los
judíos pretendían convertir en rey a Zorobabel. No conocemos los detalles, pero lo
cierto es que Zorobabel desaparece de la historia y la autorización para construir el
templo fue revocada (tal vez no por el propio Ciro II, sino por alguno de sus
funcionarios locales). Probablemente Zorobabel fue ejecutado como rebelde, pero
los autores bíblicos no consideraron oportuno mencionarlo.
En 534 fue asesinado Servio Tulio, el sexto rey de Roma. Al parecer, la conjuración
fue organizada por Lucio Tarquino, hijo del antiguo rey Tarquinio Prisco, y esposo
de una hija de Servio Tulio. El conspirador se proclamó rey inmediatamente, y
pronto fue conocido como Tarquino el Soberbio. Los romanos contaban que el
séptimo rey gobernó con un despotismo y una crueldad desconocidas hasta
entonces. Decían que nombró una guardia personal que le garantizó la impunidad
necesaria para gobernar sin más ley que su voluntad.
Los partos, por ejemplo, eran un pueblo ario cuyo nombre es de hecho una variante
de "persa". Otro grupo de arios conservaron su nombre primitivo y la región que
ocuparon recibió el nombre de Aria, que se conserva aún en el actual "Irán".
Durante la ausencia de Ciro II, su hijo mayor estaba en Babilonia como regente. Al
conocerse la muerte de su padre le sucedió en el trono sin ningún incidente, con el
nombre de Cambises II. Pronto se dirigió al este a completar los proyectos que su
padre había dejado inacabados.
Casi ciento sesenta años antes de que ni siquiera naciese el rey Ciro, Dios le
declaró al profeta Isaías que levantaría a este hombre, su pastor, para
reconstruir la ciudad, aunque en los tiempos de Isaías, Jerusalén estaba
prosperando y no sería destruida hasta 100 años después por
Nabucodonosor, rey de Babilonia.
La profecía del Señor comienza en Isaías 44:28: “Yo soy el que dice de Ciro:
“Es mi pastor y cumplirá todo lo que yo quiero, al decir a
Jerusalén: ‘Serás edificada’, y al Templo: ‘Serán puestos tus cimientos’”.
Herodoto escribió:
“Astyages, el hijo de Ciajares, se convirtió en rey. Tuvo un sueño fascinante
acerca de su hija Mandane. En su sueño vio un arroyo que fluía de ella y que
inundaba su capital además de toda Asia. Contó esta visión a los Magos, que
tenían el don de interpretación de sueños, y que le explicaron su significado,
por lo que se sintió profundamente aterrorizado . . .
A fin de evitar que esto sucediese, inmediatamente después del nacimiento de Ciro,
Astyages envió llamar a Harpago, un hombre de su propia casa y fiel al Medo, al
que le había confiado sus asuntos y a éste le dijo:
Cuando Arpagus hubo accedido de mala gana, el niño fue entregado en sus manos,
envuelto en pañales de muerte, y el llanto llegó rápidamente a su casa . . .
diciendo:
Al recibir esta orden el pastor cogió al niño en sus brazos y viajó de regreso a
donde había venido hasta que llegó junto a sus rebaños.
Con esto el pastor descubrió al bebé y se lo mostró a su mujer que, al ver lo
precioso y sano que era el pequeño, se echó a llorar y cayendo de rodillas ante su
marido, le suplicó que no matase al bebé. . . de manera que el pequeño, al que el
rey había dado ordenes de que destruyese, fue entregado a su mujer. . .”
Por lo tanto, Ciro fue criado como pastor, haciendo que se cumpliese la palabra de
Dios a Isaías.
La segunda parte de la profecía de Isaías afirma que Ciro declararía que tenía
que reconstruirse Jerusalén y el templo.
Según la Biblia, el Rey Ciro de Persia, juntamente con su aliado, Darío el Meda,
invadió el Imperio de Babilonia produciendo su ruina.
La inscripción dice: “El número de los hombres en su ejército era enorme, de modo
que se parecía a las aguas de un río, que no se pueden contar, marchando hacia
adelante, con sus armas guardadas. Sin hacer que entrase en batalla el enemigo,
pudo entrar en Babilonia sin causar un gran daño a la ciudad.
Nabónido fue entregado en sus manos, en manos del rey que no le había querido
adorar, . . . “A las ciudades sagradas, situadas a la otra orilla del río Tigris,
envié los artículos que se usaban en el santuario, haciendo que regresasen
a las ruinas de sus lugares sagrados y también permití que regresasen a
sus hogares los anteriores ciudadanos de la tierra . . . e hice un esfuerzo
por reparar sus moradas.”
Ciro marchó en dirección a Babilonia, llegando a las orillas del Gindes, un río que
tiene su nacimiento en las montañas Matienian y que fluye por la tierra de los
dardanios para ir a desembocar en el río Tigris, que a continuación continua
pasando por la ciudad de Opis y se vacía en el mar Eritreo. Puesto que el Gindes
solo se podía cruzar en barco, Ciro se detuvo al llegar junto al río.
Uno de sus caballos blancos favoritos, que llevó consigo en su marcha, salió
corriendo e intentó cruzar el río él solo, pero al galopar en el agua la corriente le
arrastró río abajo y le hundió hasta ahogarlo. Ciro se puso furioso y juró acabar
con la potencia del río, diciendo que futuras generaciones podrían cruzarlo sin ni
siquiera mojarse las rodillas.
Los planes que tenía de atacar Babilonia fueron postergados y dividió sus tropas en
dos regimientos.
Con el uso de cuerdas comenzó a marcar sectores a cada lado del río Gindes, yendo
en todas las direcciones a partir de él, planeando colocar ciento ochenta trincheras
por orilla. A continuación dio orden de que sus fuerzas se mantuviesen alertas a
ambas orillas. No tardó en convertirse en realidad su amenaza de vencer al río con
la ayuda de un gran número de obreros, pero tuvo que pagar un elevado precio,
habiendo perdido toda la estación del verano.
En aquellos momentos Ciro no supo qué hacer, porque habían transcurrido muchos
días durante los cuales se produjo poco progreso en la conquista de la ciudad. Por
último, alguien sugirió un plan de acción o es posible que a él mismo se le ocurriese
la idea, que puso en acción de la siguiente manera.
El nivel del río comenzó a descender a tal nivel que hacía posible cruzarlo. En ese
momento, el ejército persa, que había quedado atrás en Babilonia, se introdujo en
el arroyo, cuyo nivel llegaba a la mitad de la pantorrilla de los hombres y
marcharon hasta la ciudad.
Debido a que la ciudad era tan grande, los ciudadanos que se encontraban en la
parte del centro de la ciudad no fueron conscientes de lo que había sucedido, a
pesar de que las áreas exteriores de la ciudad habían caído ya, debido a que se
hallaban inmersos en una fiesta, bailando y divirtiéndose.
Expansión
Conquista de Media
Hacia el 559 a. C., Ciro II sucedió a su padre Cambises I. Según Herodoto, Ciro se
rebeló contra el soberano medo Astiages, a quien logró deponer luego de recibir el
apoyo de Harpago, comandante del ejército medo. Fuentes contemporáneas dicen,
corroborando a Herodoto, que en el año 550 a. C. (Crónica de Nabónido, o Crónica
de Babilonia Nº 7),1 o 553 a. C. (Cilindro de Sippar), Astiages atacó a Ciro, pero fue
entregado al rey persa por sus propias tropas. Ciro tomó entonces Ecbatana, la
capital de Media, y trasladó su tesoro a Persia.
Conquista de Lidia
Vaso griego que representa al rey lidio Creso, a punto de ser incinerado en una pira
por orden de Ciro.
La frontera occidental del área de influencia meda era el río Halys (Anatolia,
actual Turquía), que lo separaba del reino de Lidia. Creso, rey de Lidia, era cuñado
del depuesto Astiages, existiendo por tanto una alianza matrimonial entre los dos
reinos. Según Herodoto, consultó al oráculo de Delfos sobre la conveniencia de
atacar a los persas, y este le respondió que si lo hacía, destruiría un gran imperio.
Entonces, Creso cruzó el río Halys y se enfrentó con Ciro en Pteria, no lográndose
una victoria definitiva para ninguno de los dos bandos. Creso se retiró para pasar
las estaciones frías y esperar refuerzos de su aliado Amasis II de Egipto y de la
ciudad griega de Esparta, pero fue perseguido por los persas hasta su
capital, Sardes, y sitiado. Sardes cayó y, a punto de ser quemado en la hoguera, la
vida de Creso fue perdonada por Ciro. El gran imperio destruido terminaba siendo,
entonces, el suyo propio.
Esto es lo que narra el relato de Herodoto, que conviene tomar con cautela. En
cambio la Crónica de Nabónido nos informa que en el verano del 547 a. C., Ciro
"conquistó el país de Li[...]" y mató a su rey. Los símbolos cuneiformes que
representan el reino conquistado parecen poder interpretarse como "Lidia". El
problema está en que contradice ampliamente a Herodoto: en la estación de la
conquista de Sardes y en la muerte de Creso.
Los primeros años de la conquista persa de Lidia fueron algo tumultosos. Pacties,
lidio encargado del tesoro de Sardes, lideró una rebelión que llegó a asediar Sardes.
Esta fue reprimida por el sátrapa Mazares, quien murió al poco tiempo. Su sucesor
Harpago dirigió la conquista de las ciudades griegas de Asia Menor.
Conquista de Babilonia
El rey de Babilonia era en aquel momento Nabónido, que había pasado buena parte
de su reinado en el oasis árabe de Tema, pero había regresado a Babilonia
probablemente a raíz de la amenaza de Ciro. Las campañas contra Babilonia
parecen haber comenzado a finales de la década de 540 a. C. El primer hecho
preciso del que se tiene noticia es la victoria de Ciro sobre los babilonios en la
batalla de Opis, en el otoño de 539 a. C. Sippar se rindió, y Gobrias, gobernador
persa de Gutium, entró sin batalla3 en Babilonia el 12 de octubre del 539 a. C.,
llegando Ciro varios días más tarde. Gobrias fue designado como gobernador de
Babilonia, y se nombraron subgobernadores en las provincias menores.
Para la conquista de Babilonia, Ciro tuvo el sustancial apoyo del sacerdocio
babilonio, que estaba enfrentado con Nabónido a causa de sus reformas religiosas.
A su vez, la llegada de Ciro es celebrada por la comunidad judía de Babilonia
(Isaías 40-56).
Existe un problema sobre cuándo fueron conquistadas las provincias orientales del
Imperio, que corresponden a los actuales Afganistán, Tayikistán, Uzbekistán
y Turkmenistán. Eran habitadas por sogdianos, bactrianos y arios, pueblos de
origen iranio indoeuropeo y emparentados estrechamente con medos y persas. Son
mencionadas como satrapías (provincias) persas en el año 521 a. C. (inscripción de
Behistún), por lo que necesariamente formaban parte del Imperio de Ciro (su
sucesor Cambises II no pudo haberlas conquistado ya que sus campañas se
concentraron en Egipto). Ciro pudo haberlas heredado del reino medo, o haberlas
conquistado tras la anexión de Lidia, según se puede suponer de los historiadores
griegos Herodoto y Ctesias.
Siria y Palestina
La región de Siria-Palestina, que formaba parte del Imperio Neobabilónico, fue
subyugada pacíficamente. Ciro permitió el regreso a Jerusalén de las comunidades
judías deportadas en Babilonia (Esdras), así como, según datos arqueológicos, de
grupos de deportados arameos a su tierra de origen en Siria. Las
ciudades fenicias no ofrecieron resistencia, y se estableció una especie de
protectorado persa en ellas.
Familia real
Según una de las versiones presentadas por Herodoto, la esposa principal de Ciro
era Casandana, hija de Farnaspes, un miembro de la familia real Aqueménida. El
dato es con toda probabilidad correcto, ya que se ve en parte corroborado por
la Crónica de Nabonido, a pesar de que esta no menciona explícitamente de
Casandana. La segunda versión, que afirma que la madre de Cambises era una hija
del rey egipcio Amasis, debe ser considerada como un intento de legitimación de la
conquista de Egipto por parte de Cambises (527 a. C.). Del mismo modo, es
descartada la versión de Ctesias, según la cual la reina de Ciro era Amitis, hija del
rey medo Astiages.
Casandana dio a luz a al menos dos hijos, Cambises y Esmerdis, y una hija, Atosa.
Otras dos hijas, Artistona y una anónima, aparecen también en el relato de
Herodoto, aunque no se conoce la identidad de su madre. Tanto Atosa como
Artistona fueron sucesivamente consortes de su hermano Cambises II, del
usurpador Gaumata y de Darío I; de este último también lo fue Parmis, la única hija
de Esmerdis. Roxana, una consorte de Cambises mencionada por Ctesias, podría
así mismo tratarse de una hija de Ciro.
Una imitación del Esagila fabricó (sc. Nabonido) [...] en Ur y los demás centros de
culto.
Una y otra vez hacía lo que era pernicioso para su ciudad. A diario [...] destruía a
todos sus [súbditos] con un yugo interminable.
A Gutium y a todos los Ummanmanda (probable alusión a los medos) los hizo
vasallos suyos. Al pueblo de cabeza negra, al que (Marduk) permitió que sus manos
(de Ciro) vencieran, protegió con justicia y equidad. Marduk, el gran señor, que se
preocupa por su pueblo, miró con delectación sus buenas obras (de Ciro) y su recto
corazón.
(Marduk) le ordenó (a Ciro) que fuera a Babilonia e hizo que tomara el camino de
Babilonia. Como amigo y compañero caminó a su lado.
“El señor, que con su ayuda ha devuelto a los muertos ala vida, que en
(un momento de) desastre y opresión ha beneficiado a todos”, así lo
celebraban llenos de alegría y ensalzaban su nombre.
Yo, Ciro, rey del universo, rey poderoso, rey de Babilonia, rey de Sumer y de Acad,
rey de los cuatro cuartos, hijo de Cambises, gran rey, rey de Anshan, nieto de Ciro,
gran rey, rey de Anshan, descendiente de Teispes, gran rey, rey de Anshan, semilla
eterna de la monarquía, cuyo reinado fue amado por Bel y Nabú y cuya monarquía
tuvieron a bien que fuera agradable a sus corazones – cuando entré en Babilonia
pacíficamente, erigí, en medio de vítores y aclamaciones, la sede del señorío en el
palacio del soberano, Marduk, el gran señor, [...] a mí el gran corazón, [...]
de Babilonia, a diario me preocupé de su culto.
A los habitantes de Babilonia, [que] contra la voluntad [de los dioses...] un yugo
inapropiado para ellos, les permití que encontraran descanso a su fatiga, los liberé
de su servidumbre.
(Este texto sigue describiendo las ofrendas de culto de Ciro, la restauración de los
santuarios y el regreso a ellos de los deportados; termina con los edificios que
levantó
en Babilonia y el hallazgo que realizó de una inscripción de Assurbanipal) (Berger,
1975; TUAT, 1, pp. 407-410).
El cilindro de Ciro
La pieza está escrita, con escritura cuneiforme, y contiene una declaración del Rey
Ciro el Grande de Persia (559-529 a. C.).
Allí el rey expone sus conquistas y las medidas políticas, que muchos consideran de
valor humanístico; y hasta han llegado a considerarlo como la "Primera Declaración
de los Derechos Humanos".
Hay quienes opinan que el Cilindro de Ciro, dado a conocer en el año 539 a.C. por
Ciro El Grande del imperio aqueménida de Persia (antiguo Irán) tras conquistar
Babilonia, es el primer documento de derechos humanos.
Este cilindro consta de dos piezas, que se hallan en el Museo Británico, una desde
su descubrimiento y la otra que permaneció expuesta en la Universidad de Yale
durante un tiempo.
Abajo tenemos la foto de la tumba del Rey Ciro, el cual está mencionado en la
Biblia en Esdras y en 2Crónicas.
Reflexión:
Fuentes
Fuentes primarias
Textos cuneiformes de origen babilonio: Son sin duda las fuentes más
fiables, por ser contemporáneas. Entre ellos destacan la Crónica de Nabónido ,
el Cilindro de Ciro y el Cilindro de Sippar . Los dos primeros están escritos desde
el punto de vista de la clase sacerdotal de Babilonia, favorable a Ciro. A esto
hay que agregarle el bagaje de documentos legales, religiosos, económicos,
etc., fechados en el reinado de Ciro, que adquieren importancia central al no ser
propagandísticos.
Las inscripciones reales de Ciro halladas en Pasargadas, junto a su tumba.
Probablemente son obra en realidad del futuro rey Darío I. En un bajorrelieve
(imagen a la derecha) Ciro es representado con elementos
simbólicos elamitas, asirios y egipcios, cuando Egipto fue conquistado por el
sucesor de Ciro, Cambises II.
Autores clásicos
Herodoto (Historias): Es con diferencia la fuente griega más útil sobre Ciro.
Ctesias (Pérsica): Da una versión alternativa a Herodoto, la que se
contradice constantemente con las fuentes primarias. Sólo se conservan
fragmentos y resúmenes de Focio y Nicolás de Damasco, entre otros.
Jenofonte (Ciropedia): Aquí sólo se usa al personaje de Ciro para dar marco
a reflexiones morales y filosóficas. Presenta a Ciro como el monarca ideal.
Arriano (Anábasis)
Beroso (Historia de Babilonia), conservado sólo en fragmentos y citas de
varios autores
Cicerón (De Divinatione)
Diodoro Sículo (Biblioteca Histórica)
Dinón, conservado en citas de Ateneo de Náucratis
Estrabón (Geografía)
Flavio Josefo (Antigüedades de los judíos)
Jenofonte (Anábasis)
Platón (Leyes)
Plinio (Historia Natural)
Plutarco (Vidas Paralelas)
Pompeyo Trono (Historias Filípicas), conservado en resúmenes de Justino
La Biblia
Fuentes bibliográficas
• http://www.biblehistory.net/es/Rey_Ciro.pdf
• http://origenesis.blogspot.com/2008/03/el-cilindro-de-ciro.html
• http://es.wikipedia.org/wiki/Ciro_II_el_Grande
• http://www.educar.org/comun/derechosHumanos/cilindrodeciro.asp
• http://www.proyectosalonhogar.com/historia_universal/I_Milenio/SigloVIc.html