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La sobrenaturalidad de España

La sobrenaturalidad de España
D. José María Pérez Beltrán

Las luchas que se producen en nuestro interior, y según el resultado de ella tenemos un compor-
tamiento determinado, arriesgando nuestra salvación, no son nuevas, ya que vienen desde la Creación.
En el Cielo se produjo un enfrentamiento de ángeles de luz capitaneados por San Miguel y ángeles de
Satanás, siendo estos arrojados a las tinieblas del infierno. Esto dio comienzo al misterio de la iniqui-
dad.

Satanás por sí mismo o sirviéndose de nosotros, sigue luchando para condenar nuestras almas;
Satanás y sus demonios aborrecen a los hombres, porque estamos destinados a ocupar en el Cielo los
puestos que ellos dejaron vacíos. El hombre siente cierta indiferencia hacia los ángeles. Pocos son los
que se dan cuenta de que Dios, al crear al hombre, lo ha rodeado de un mundo invisible, lleno de ánge-

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les, para que nos ayuden y nos sirvan en nuestras necesidades. Los ángeles son los canales por donde
llegan hacia nosotros los dones de Dios que los creó para que sean nuestros mensajeros, nos protejan
y ayuden en los problemas temporales. El hombre vive influido por el orden sobrenatural donde reina
Dios; El preternatural formado por los ángeles y demonios, y el natural en el que actuamos nosotros
mismos. Si estamos rodeados de espíritus buenos y malos que son libres para actuar, ¿puede sorpren-
dernos que intervengan en escenarios humanos?

Para mucha gente el diablo es un personaje absurdo, perteneciente al mundo del mito y la le-
yenda. Nombrarlo avergüenza, y, sin embargo, es una realidad. Se piensa que la situación actual no está
ahora peor que en otros momentos históricos. Pero la situación actual es diferente, porque a todas las
anomalías de conducta individual se añade algo mucho más peligroso: La desviación doctrinal de gru-
pos enteros de fieles, que se entregan en manos de Satanás, atacando la raíz misma de la Iglesia creada
por Jesucristo. La doctrina de Cristo es traicionada e incluso hay ministros suyos que ya no salen en
busca de sus ovejas perdidas, y dentro de las propias familias se ha roto el depósito de la fe cristiana que
durante generaciones se iban pasando de padres a hijos de que la tradición es fuente de verdad.

La Iglesia Católica no es una excepción siendo el más destacado exponente de esta crisis mun-
dial, que hace tambalear al mundo en sus cimientos. Vivimos un tiempo de prueba en el ámbito univer-
sal y personal, las tensiones y las expectativas han adquirido un carácter de enorme gravedad, un tiempo
de inestabilidad, de confusión babélica, de trastocamientos en los valores y jerarquías, un tiempo ver-
daderamente singular y diferente a todos los anteriores.

En el Evangelio de San Lucas, Jesús nos pone en guardia sobre el poder de Satanás:

“Simón, Simón, he aquí que Satanás os ha pedido para cribaros como al trigo, mas yo rogué
por ti para que tu fe no desfallezca, y tu una vez convertido, confirma a tus hermanos”

Jesús anuncia a los discípulos y a través de ellos a todas las generaciones venideras la gran
prueba a que serán sometidos. El Cristianismo ha de tener presente que el Papa, y con él obispos y sa-
cerdotes, y por supuesto los simples fieles, han sido pedidos por Satanás para ser cribados como el trigo.
Aunque San Lucas escribe sobre la vida de Jesús, no ha perdido actualidad en estos tiempos de crisis
que es patente para quien no quiera cerrar los ojos a la evidencia.

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El demonio en sí, engendra la abominación, discordia, contradicción, cobardía, engaño y peca-


do. Todo esto es Satanás, que hoy es coronado por nuestros políticos, nos espera ansioso para tentarnos,
para derribarnos. A todos ellos, Jesús los contempló con verdadero horror en el Huerto de los Olivos
como futuros judas que un día le venderían, le volverían a azotar y a coronarle de espinas, terminando
por crucificarle de nuevo.

La juventud anda desorientada a causa de tantos traidores que le alejan de las cosas divinas, dis-
traídos en preocupaciones sin ningún sentido, casi perdida en el polvo de la inmundicia, empobrecida,
solo les dan de beber agua impura. Muchos están sumergidos en la incredulidad, en la superstición, en
la herejía y en falsas filosofías modernas.

Satanás aprovecha de su maligno poder para formar grandes bandos que aunque aparentemente
son irreconciliables, la serpiente se agita en medio de ellos, creciendo con rapidez el paganismo que
como una mancha de aceite, se extiende e inunda a toda España.

Es algo que está en la mente de todos, estamos desorientados y esto ocurre en todos los sectores.
Hay desorientación en seglares y sacerdotes, en quienes lo confiesan sencillamente y en quienes tratan
de ocultarlo, en quien se lo plantea con sinceridad y en quien rehuye este planteamiento. Muchas veces
nos preguntamos ¿qué está pasando? Esta confusión tiene unos motivos imposibles de clasificar y está
en la profundidad de cada persona.

En nuestro interior late el corazón que nos pregunta una y otra vez ¿qué pasa con España? Creo
que lo que más nos desconcierta es no saber realmente si lo que está pasando en España es grave o no.
Unos afirman que no pasa nada, que se trata de una crisis. Otros admiten que la actualidad les conduce
a la amargura, la desconfianza e incluso a la pérdida de fe. Otros creen que lo más prudente e incluso lo
más necesario es no intervenir en nada. Todo está fatal y España desintegrándose. De este modo día a
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día nos estamos jugando nuestra propia existencia.

Desde el comienzo de la Historia de la Salvación, España siempre ha estado ligada a ella. Los
caminos y las ciudades están jalonados de recuerdos piadosos. No hay pueblo sin iglesia, ni iglesia sin
santo protector, ni rincón de España sin historia religiosa cuajada de milagros, de misterios, de exvotos,
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de manifestaciones de piedad. Dios, en el fondo del alma de España puso una asistencia permanente
del cielo. Solo una fuerza misteriosa e incomprensible para nuestra razón puede explicar este fenómeno
de supervivencia de la fe en España, que sigue a pesar del ataque del diablo, quien actúa a través de la
historia por diferentes fuerzas e ideologías.

En los momentos de crisis más ayuda Dios, ilumina las mentes de almas humildes que man-
tienen una fe ilógica desde el punto de vista humano, que hace que arranque y se extienda esa creencia
religiosa.

A España la están cambiando, asesinando, ya nos lo avisó Alfonso Guerra hace varios años.
Se difama a todo hombre digno y al mismo tiempo se ensalza y se adorna con toda clase de pedrería
preciosa al hombre demonio. La verdad es empañada hasta el punto que aparezca como mentira y la
mentira como verdad; Al sabio ignorante y al ignorante sabio. Satanás va penetrando en todas partes,
por eso es grande la confusión, vive en constante acecho sobre nosotros.

Pero nuestra fe en Dios es infinita. Él ha destinado a España un papel importante en el momento


de la criba. La salvación del mundo depende de Occidente, y la salvación de Occidente de España. Dios
protege siempre por sus hijos y Él nos pondrá guías que nos señalen el camino a seguir en medio de
las tinieblas, que el enemigo siembra buscando nuestra perdición. Esta es la labor grandiosa que Dios
coloca en nuestras manos y la enorme responsabilidad de saber administrarla. Dentro de nuestras almas
tenemos que responder a sus deseos, dejándonos modelar por la acción del Espíritu Santo con un ver-
dadero sentido sobrenatural, para despertarnos del letargo en que nos hallamos y sacarnos de nuestro
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egoísmo, indiferencia y comodidad. El carlista tiene que dar un auténtico testimonio de vida cristiana
por medio de la oración, sacrificio, humildad, amor a España, a la Madre del Cielo y vivir unidos por
la caridad de Dios.

Nos debe mover el deseo de que triunfe la obra del cielo y con los instrumentos que haya elegi-
do. Vivimos días difíciles, donde es necesario la unión de todas nuestras fuerzas para defender la gran
obra de Dios, la España Católica. España, es nuestra constante preocupación.

El común de los españoles cree con pasmosa ingenuidad que lo que se debate en nuestra hora
es: la carestía de la vida, la inestabilidad política, los peligros bélicos internacionales, la descomposi-
ción social... Es evidente que se nos está probando en la Fe, en la Esperanza y en la Caridad en forma
simultánea y desde todos los ángulos y frentes. Vivir como verdaderos católicos y buenos españoles es
una difícil y meritoria prueba, y a medida que transcurra el tiempo se hará cada vez más pesada y ago-
biante hasta que alcance el clima de lo heroico y el precio cruento del martirio. Hoy vemos como paso
a paso se le está acorralando a la cristiandad para empujarla hacia nuevas catacumbas.

Podemos contemplar que España, verdadero paladín y estandarte de la fe católica ha caído en


un laicismo total, en una indiferencia religiosa casi absoluta entronizándose por el Estado un relativis-
mo entre la Verdad y el error, entre lo justo y perverso. Esto viene a hacernos ver que España ha queda-
do a su propia suerte, sin la debida protección ni siquiera del titulado Rey de España. La prueba va a ser
durísima para la España Católica que pretende conservar su fe inmaculada. No podemos permitir que
anide en nuestro corazón ni el desaliento ni el desánimo. Tenemos que admitir que están en peligro los

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valores que le dan sentido a la vida: Fe, religión, Patria, familia, dignidad, libertad, y lo más importante,
nuestra propia salvación eterna.

Los carlistas tenemos que luchar por la defensa de esos valores, por muy humildes y desvalidos
que seamos, por muy pobres y pocos que creamos ser: hay que vivir con gran valentía el tiempo en que
Dios va a probar nuestro amor y nuestra fidelidad.

Porque somos carlistas no nos cabe en el pecho los estrechos horizontes del egoísmo, de la
desgana y la pesadumbre.

Frente a los falsos caminos del mundo, uno solo es el que conduce a la salvación: el camino que
señalaron los ángeles con cánticos de paz y siguieron los pastores en ruta hacia Belén; Una sola es la
luz: la que brota del portal. Hay un único Salvador: el nacido en forma de Niño del seno de una Virgen
más pura que el sol. El mundo puede aún escoger, pero los términos del problema son:

� Con Dios o contra Dios


� Con los pastores y los magos, o con Herodes.

La conquista de España para Cristo era empresa difícil, pero el Espíritu Santo escogió un após-
tol predilecto de Jesús, uno de los tres confidentes que contemplaron la gloria de Jesucristo en el Tabor,
y testigo de su agonía en el huerto.

Santiago, espíritu valiente y decidido está dispuesto a beber un cáliz tan amargo como el del
Maestro. A los que tiene que convertir son gentes aguerridas y batalladoras. Semejante ha de ser el
espíritu de su apóstol: intrépido y acometedor. Tanto lo era Santiago, que mereció el sobre nombre de
“Hijo del Trueno”. El “Hijo del Trueno” es el rayo, y el rayo es rápido, ardiente y destructor. Así tenía
que ser quien destruyera el paganismo en territorio español.

El ángel del Señor condujo al apóstol y a sus discípulos hacia la ciudad de Zaragoza, y después
desapareció. María, la Madre de Dios, orando en Jerusalén se le apareció Jesús, pidiéndole que fuese a
España y visitara a Santiago en Zaragoza, para consolar su corazón afligido y cansado.

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Los ángeles traían una pequeña columna de mármol, la Madre de Dios le expresó la necesidad
de construir un Templo, donde por su intercesión serían alcanzadas cuantas gracias se pidieran “con fe y
devoción”, y en testimonio de esta verdad y promesa quedaría allí esa columna y colocada sobre ella, la
imagen de la Reina del Cielo, perseverando la fe hasta el fin del mundo. Así quedó establecido el primer
Templo mariano de la tierra, aquí en España.

Todo el patronazgo de Santiago tiene un sentido histórico único y una sola dirección: la defensa
de nuestra fe religiosa, como el más preciado bien de España. En general, nuestra creencia en la predi-
cación de Santiago en España, en la traslación de sus restos a Compostela y en sus milagrosas interven-
ciones en nuestras luchas, ha tenido una relación constante con el vigor de nuestra fe.

España, desde el primer momento, empezó a sentir en su interior, la conciencia de su misión


ecuménica de apostolado en todas las empresas universales del espíritu, y a ella se lanzó con sus me-
jores hombres y con todas sus fuerzas, haciéndole intervenir en la cristianización del mundo de una
manera decisiva.

Las terribles persecuciones de Decio, Valeriano, y Diocleciano reafirmaron la fe de los espa-


ñoles dándole a la Iglesia mártires y santos, que sirvieron de ejemplo y estímulo a miles y miles de
cristianos deseosos de seguir el mismo camino.

En el año 309,se reunió el Concilio de Iliberis (Elvira) en Granada, el más antiguo de la Iglesia.
Por influencia del obispo cordobés, Osio, se acabaron las persecuciones hacia los cristianos, y en el año
312 se proclamó el Edicto de Milán. Osio, en el concilio de Nicea, escribió el Credo, o símbolo de los
apóstoles, y desde entonces, toda la cristiandad proclama la fe de Cristo con palabras de un español.

Otro español, San Dámaso, al ser nombrado Vicario de Cristo en la tierra, fijó la sede de San
Pedro en Roma y junto con el emperador Teodosio, nacido en Segovia, convirtió el Imperio Romano
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en el primer Estado Católico del mundo. Poco a poco, España empieza ha intervenir en los momentos
cruciales decidiendo la victoria hacia la Santa Madre Iglesia, Única encargada de definir y predicar el
Evangelio.

Del Concilio III de Toledo brotaba, formada ya para todos los siglos, la nación española, aque-
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lla sería la unidad eterna, el ser histórico de España. El ángel que cayó por su desobediencia hacia Dios,
viendo que la salvación se extendía por la tierra, fue buscando un lugar donde poder combatir a los
ángeles fieles a Dios. Fijó sus infernales propósitos en Arabia y aunque los cristianos eran numerosos
se encontraban en una situación espiritual lamentable: desorden, anarquía, rivalidades continuas sobre
puntos dogmáticos. Arabia, desierta en su casi totalidad, estaba habitada por tribus beduinas nómadas,
y misioneros ambulantes que ordinariamente estaban mal preparados para su misión, propagando doc-
trinas incorrectas.

Satanás, siendo ángel, tiene el mismo poder que todos, deseando cortar la influencia y, por
tanto, la existencia de sus enemigos; aprovecha la inquietud religiosa de Mahoma, y se le aparece,
comunicándole que es el arcángel San Gabriel, “el mensajero de Dios”, el mismo que anunció a María
la encarnación del Hijo de Dios. No es de extrañar que Mahoma, un hombre sediento de Dios, fuera
totalmente engañado por esa visión que le hace creer que él, Mahoma, es el enviado definitivo de Dios,
después de Moisés y Jesucristo. Allí donde la Iglesia iba extendiendo el Amor de Dios, los hombres
retrocedían ante el empuje a sangre y fuego que impuso el Islam.

En el año 711, debido a la corrupción del pueblo, Satanás se aprovechó de este caos para apo-
derarse de casi toda la Península, y en una sola batalla los árabes, anteriormente cristianos, derrumban
todo el poderío visigótico.

Al paso de la caballería musulmana, España se estremece; ha caído la semilla de Leandro e


Isidoro. El invasor ha llegado a la imperial Toledo, donde un día se forjara la unidad religiosa. El infiel
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que lucha en tierra cristiana, a los que una traición abrió las puertas, penetra en todas las ciudades con
ímpetu avasallador.

España está a punto de perecer. El mundo cristiano de Occidente, lleno de asombro, contempla
desde el otro lado de los Pirineos lo que parece un siniestro prodigio.

Las fuerzas de la Iniquidad no contaron que la mismísima Madre de Dios se les iba a oponer
y aquella que vino a Zaragoza les esperó junto a una cueva que se alza en el vientre de un montículo,
en Covadonga (Asturias). Allí, al mando de miles de ángeles hizo brotar en el corazón de los hispanos-
godos la fe en el destino de España, y entonces, todos juntos, resuelven cooperar, con la gracia de Dios,
en la defensa de la Salvación de la Humanidad. Lo que habían emprendido aquellos españoles era una
Cruzada religiosa, dando comienzo la Reconquista. De aquel templo de la cueva, donde se erigió un
altar a la Virgen María, surgió en el año 718 Don Pelayo, rey de España, que sujetando con una mano su
espada y con la otra el pendón de la Cruzada, dio comienzo a la etapa bélica más larga de la historia.

El Ángel del mal no entendió bien que pasaba, toda su obra empezó a derrumbarse ante el em-
puje inicial de unas pocas almas que le presentaron batalla. El que se disfrazó de ángel anunciador se
encontró con los verdaderos ángeles de luz, que daban el auxilio sobrenatural a los españoles llevándo-
los a la victoria en defensa de la Cristiandad.

Toda la responsabilidad y todo el honor de la Cruzada contra el Islamismo, corresponden única


y exclusivamente a los españoles.

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Por todas partes se rescataban imágenes que habían sido escondidas ante el empuje invasor,
y todas, por mediación divina consolidaban la fe entre los cristianos y conseguían óptimos frutos de
favor.

Durante los ocho siglos de la Reconquista se luchó contra todo el imperio islámico, que Satanás
enviaba continuamente para destrozar la obra de Dios. Por España, la Europa de la Edad Media puede
ser cristiana. Sin nuestro empuje, sin nuestro heroísmo hubieran ido más allá de los Pirineos. Dios
permitió esta lucha, y la hizo larga y penosa para que España se forjase como nación. Dios, Creador del
mundo, tiene sus planes respecto a éste, y los lleva a la práctica como Él quiere, y en la forma que lo
estima conveniente.

Los reyes católicos, Fernando e Isabel, fueron designados por la Providencia para llevar a Es-
paña a cumplir su nueva misión. Ellos son los verdaderos fundadores de la grandeza española, tuvieron
fuerzas suficientes para que, una vez establecida la unidad se diera fin a la Reconquista, dando fortaleza
al ímpetu del alma española permitiéndola acometer la mayor empresa que el género humano proyectó
y realizó en toda la historia del mundo: El descubrimiento, conquista y evangelización de América.

España, habiendo expulsado a los invasores, la Providencia como premio a su lucha le ofreció
un nuevo campo de acción, donde el número de almas que se podía ganar para Dios era tan inmenso
como el fuego que empujaba aquellos corazones, dispuestos a dar la vida a cambio de las conversiones.
Una legión de misioneros, héroes y santos debidos a su intrepidez y valentía fueron el reflejo del espíritu
de caballería y del heroísmo aún reinante en la España del siglo XV.

En el otro extremo del mundo se presenta toda una civilización dominada por el mal. Supuestos
dioses, sedientos de sangre, sumergían a pueblos indígenas en el más degradante paganismo. Sacrificios
humanos, canibalismo, sodomías y las hechicerías eran las pasiones dominares de las almas y de los
cuerpos que habitaban en esta enorme región, donde reinaba el mismísimo diablo.

Una vez más se iban a enfrentar la Madre de Dios con los ángeles caídos, produciéndose con
tremenda dureza esta lucha a la llegada de los españoles. Satanás estaba asombrado como pudieron
llegar allí, a sus dominios, aquellos cruzados que le expulsaron de España. El Amor de Dios era impa-
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rable y aquél apóstol que recibió la visita de María a orillas del Ebro, desde el primer momento ayudó
a sus protegidos, y con legiones de ángeles realizaba apariciones milagrosas poniéndose al frente de los
bravos españoles que terminaron la Reconquista.

España entera participó de esta gran gesta, el Nuevo Mundo no fue levantado solamente por
quienes pisaron materialmente su suelo, también por sus pensadores y sus labriegos, sus hidalgos, sus
teólogos y sus artesanos, por todos aquellos que desde aquí legislaban y corregían, alentaban y prepa-
raban soldados y frailes para lanzarlos al otro lado del mar. El 12 de diciembre de 1531, la Virgen de
Guadalupe se aparece ante el indio Juan Diego, y le pide que se edifique un templo para allí mostrar
y dar todo su Amor a las nuevas almas conquistadas para Su Hijo. En lo sucesivo habrá solamente un
pueblo, no hay vencedores ni vencidos, unificándose e integrándose todos en la ferviente devoción a la
Virgen del Tepeyac.

Ramiro de Maeztu nos habla muy claramente: “La misión histórica de los pueblos hispánicos
consiste en decirle a todos los pueblos de la tierra que si quieren pueden salvarse, y que su salvación
depende de su fe y voluntad”.

El diablo, después de perder todo un continente, decidió aniquilar a ese pueblo que estaba
protegido por el manto de la Virgen, y comenzó a trabajar en su destrucción, sabiendo la importancia
que estaba adquiriendo en la salvación de las almas. España volvió a salvar a la civilización parando la
Reforma, alentando y sosteniendo en todos los terrenos a la Contrarreforma, y dejando a Europa, si no
unida, por lo menos equilibrada. Y también en esta empresa fue España entera la que sostuvo la lucha.
Fueron sus soldados en Alemania y en Flandes, sus teólogos en Trento, santos, sus inquisidores, y sus
humildes españoles en el arraigo de su fe, en la perseverancia de su obediencia a la Iglesia, y en su vida
cristiana a machamartillo los que sostuvieron victoriosamente toda lucha.

La creación de la Compañía de Jesús por San Ignacio constituye una “milicia” para combatir
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todos los enemigos espirituales y dispuesta para luchar contra toda herejía. El día 7 de octubre de 1571,
en Lepanto, Don Juan de Austria al mando de la escuadra cristiana recorría las naves diciendo “Cristo
es Vuestro General, mantened la gloria de vuestra patria. Mostrémonos caballeros y cristianos”. Con la
ayuda de la Virgen, España salvó al mundo del peligro de los turcos.
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España fue entonces el imperio más grande que ha habido en la tierra, mucho más grande que el
de Alejandro y el de Roma, siendo Felipe II uno de los reyes con mayor responsabilidad de la Historia.
El ángel caído se asombra por todo esto, no logra abrir fisuras en la católica España, entonces concibe el
ataque por la mentira. Creador de la Masonería propagó la Leyenda Negra, y ésta empezó a extenderse
por el odio de los protestantes holandeses, acompañados por ingleses, franceses e incluso italianos que
no podían admitir una defensa tan obstinada y eficaz de nuestros ideales hispánicos. Esta influencia
hizo que muchos españoles llegaran a renegar de su patria, y dejar poco a poco de sentir la alegría y el
orgullo de ser español. La flecha que contenía este veneno alcanzó el alma de España, y desde entonces
estamos siendo cribados.

Esa criba hará separación entre los que tienen verdadera fe y quienes solo parecen tenerla;
Entre los que creen a autoridades humanas y entre los que quieren someter su inteligencia a Dios, sin
importarles las doctrinas de los hombres. Ante tanta prevaricación, tanto sacrilegio, tanta claudicación,
tanta apostasía, traiciones, asesinatos... apetece a veces pedir al cielo que mande legiones de ángeles
para castigar, arrasar y reconstruir España, pero entonces no se cumplirían las profecías de estos tiem-
pos apocalípticos y hasta que llegue la Mujer vestida de Sol, que aplaste la cabeza de la serpiente, las
profecías tienen que cumplirse.

Esta descristianización de España ha producido numerosas revoluciones que siempre la iba


vilipendiando más. La historia sigue su curso y llegó el año del Señor de 1833,el Rey Carlos V alzó
la bandera de la Legitimidad. Durante todo el siglo XIX y aprovechando cruentas luchas, se realizó el
inmenso robo de las desamortizaciones, empobreciendo al pueblo que poco a poco fue empujado hacia
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el anarquismo y el socialismo ateo, abriendo otro frente contra el Cielo. Una tras otras fueron sucedién-
dose diferentes Constituciones, donde a escondidas hacían desaparecer la Tradición Católica, España
iba muriendo silenciosamente. El Carlismo siempre ha estado en primera línea de fuego combatiendo a
los enemigos de la Libertad.

La iniquidad consecuente de la importancia que tenían para la salvación de las almas fue idean-
do la manera de acabar con los hidalgos de la Tradición. Mientras teníamos la figura de Rey, ese era
nuestro abanderado, con sus problemas que había que resolver, pero estas dificultades eran materiales,
no espirituales. Las fuerzas del mal no descansaron ni un momento y el Rey del Cielo y la tierra envió
multitudes de ángeles para ayudar a la Causa, pero el Carlismo también tenía que ser cribado.

El Diablo sometió a España y se extendió por todos los rincones, a lo largo de todo el siglo
XIX se gestan todos los elementos que entrarían en conflicto el 18 de julio de 1936. Iglesias profanadas,
incendiadas, el Corazón de Jesús fusilado, obispos asesinados, miles de sacerdotes y religiosos cazados
como animales junto a seglares fieles a Dios. Satanás estaba eufórico, sorprendiéndole el resurgimiento
carlista. Aquellos Tercios que iban precedidos por los Cristos de madera, portados por los cristóforos,
los sargentos-cruz, aquellos nuevos cruzados le combatían todas las tardes con el rezo del Rosario, en-
trando en combate después de recibir a Dios en sus corazones, siendo el temor de las hordas rojas. El
infierno comprendió que la única manera de acabar con el Carlismo era en la lucha espiritual y esperó el
momento favorable. Todo era cuestión de tiempo, solo se tenía que esperar y ese día llegó.

En agosto de 1955, un hombre excepcional, un alma de una espiritualidad tremenda, con una

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comunicación constante con Dios, D. Manuel Fal Conde, fue cesado en el cargo de Jefe Delegado, la
brecha se había abierto y aunque aquellos sucesores de D. Manuel lucharon por la Causa todo había
cambiado. El Carlismo tenía grandes masas pero en el interior poco a poco, sin que lo advirtieran, fue
entrando la ponzoña de la serpiente.

En 1964 Carlos-Hugo se casó en Roma con Irene de Holanda, perteneciente a una familia de
raíces masónicas, por lo tanto la Masonería, creada por el diablo, logró deslizarse a través del amor de
los contrayentes, hasta la mismísima cúpula del Carlismo.

En 1969 la criba estaba en pleno proceso, la infiltración de personas ajenas al Tradicionalismo


aprovechaban la nueva postura doctrinal de D. Carlos- Hugo. Montejurra había dejado de ser una con-
memoración carlista para convertirse en plataforma de exaltación separatista, de socialismo autogestio-
nario, defensa de ETA y protección de organizaciones marxistas. El averno logró su objetivo.

Las cruces labradas que serpenteaban la subida a Irache hasta la cumbre de Montejurra eran
para rezar por los requetés muertos y por todos los que en las guerras carlistas les precedieron en el
camino del cielo. En cada una de las estaciones estaban grabados los nombres de los Tercios, hasta
completar los sesenta y cinco en la XIV estación. Todas son testigos del sacrificio de aquellos cruzados
que tanto trabajo le dieron a los ángeles del mal. Pero a Montejurra ya no se podía ir a rezar, el diablo
se burlaba, la profanación era un hecho que iba en aumento, cada vez con mayor descaro.

El 9 de mayo de 1976, solo un móvil eminentemente religioso y patriótico determinó a los car-
listas leales acudir a la montaña sagrada y allí fueron con las banderas de España y los blancos guiones
de San Andrés tremolando al viento y allí se encontraron con las banderas rojas y separatistas acaudi-
lladas por Carlos-Hugo, hasta trece organizaciones marxistas acudieron a la cita, entre ellas el Partido
Comunista Español, Movimiento Comunista, Joven Guardia Roja...

Las banderas rojas no pudieron ondear en la cumbre de Montejurra, porque un puñado de va-
lientes requetés lo evitaron, pero la Causa había sido profundamente herida. No es cierto que dos fac-
ciones se enfrentasen. La coacción moral y sicológica causó un quebranto gravísimo, orquestando toda
una campaña organizada por los comunistas en unión con unos traidores. El llamado Partido Carlista se
integró en un Frente Popular con todo tipo de organizaciones enemigas.
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El Príncipe de las tinieblas estaba jubiloso, lo había conseguido pero los ángeles de Dios si-
guieron en el frente de combate y ayudando a los leales se celebró, en mayo de 1986, el Congreso de la
Unidad que supuso la restauración de la Comunión Tradicionalista Carlista. La lucha, de nuevo, había
comenzado.

Por eso tenemos que seguir con la fe que Cristo nos pide, pero hay que pedirla, hay que de-
searla, seguir las pisadas de Dios por la tierra para ponernos en condiciones de creer sin dudar. Como
carlistas, tenemos la fuerza y la seguridad de transmitirla a los demás para que todos los que nos rodeen
vean sobre nosotros la Providencia de Dios.

Aunque hace más de un siglo se levantó la bandera de la legitimidad aquí seguimos y a pesar de
que han tratado inútilmente de hacernos desaparecer, no lo consiguen porque somos un ejército de cora-
zones que laten al unísono y que llegaremos donde nosotros queramos, porque la sangre que nos alienta
es aquella que viene, sin haberse corrompido, de aquellos hombres y mujeres que hicieron de este solar
patrio el más grande, el más noble, el más digno, el más creyente y el más heroico del mundo.

La esperanza es fácil cuando la fe ha prendido en nosotros, esperar confiados y tranquilos,


porque estamos seguros de la solución al problema más difícil que el diablo nos presenta, con la fe nos
tenemos que sentir protegidos con una gran coraza, ante la que nadie podrá dañarnos, con una gran
voluntad levantaremos la misma bandera que nuestros padres para ayudar a España a volver a creer y a
esperar de Dios lo que El quiera enviarnos, bueno o aparentemente malo, pero siempre conveniente para
nosotros y así conseguiremos luchar con Fe, vencer con Esperanza y sufrir con Amor.

No podemos enterrar los talentos que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros, aunque sólo
tengamos uno hay que luchar para ofrecerle dos y esforzarnos para un tercero. Cuando nos encontremos
en la engañosa tristeza de nuestro esfuerzo, nuestros labios tienen que rezar esta oración:
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“Señor, esperaré en Ti y no seré defraudado”.

A nosotros nos ha tocado ser testigos del abismo en que se encuentra esta generación, nos ha
tocado vivir estos difíciles momentos, pero tenemos la suerte de hacernos dignos de la gran recompensa
de Dios y de España, de recordar a todos que somos carlistas, sinónimos de invencibles. No nos tienen
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que importar los rugidos y las amenazas de los que cobardemente quieren hundir más a España, ni los
que pasivos y como muñecos se cruzan de brazos haciéndonos creer que son una alternativa, cuando
sólo es una manera más de actuar la serpiente. Todos tienen la consigna de descatolizar, ateizar a Espa-
ña. Suelen cambiar el método pero el objetivo principal sigue siendo el mismo: arrancar a Dios del alma
de España, enterrar la cultura católica y amordazar la Iglesia.

Los gobiernos se suceden con estas ideas obsesivas: leyes sobre el aborto, condenando a nues-
tra Patria a no participar más de la Creación de Dios; el divorcio destructor de la familia, por lo tanto
de la fuente donde brota la entrega y el sacrificio, ósea el Amor. Despenalización de la blasfemia, de-
fendiendo a su vez toda religión satánica; prohíben rendir honores al Santísimo y, sin embargo, hoy los
rinden al paso de banderas enemigas de la Hispanidad; la corrupción de la sociedad, la propagación de
las drogas, la pornografía; todo está dirigido y encauzado hacia la destrucción del hombre y su separa-
ción del Redentor.

La manipulación del pensamiento se lleva a cabo a través de la manipulación de la palabra. Los


partidos políticos nos hacen creer que tienen ideas propias sobre cuestiones importantes y, repitiendo
machaconamente sus consignas, nos hacen sucumbir a la fuerza mágica del lenguaje, consiguiendo que
muchos vicios, que solo merecen la repulsa general, se vayan viendo como algo natural. Todos son
culpables de lo mismo, porque han urdido un gran complot contra la Iglesia de Cristo, siendo el mis-
mo Satanás quien dirige la maniobra, introduciéndose y corrompiendo las conciencias. La fuerza del
enemigo es enorme porque ha logrado el poder del dinero. Los enemigos de Dios controlan los bancos,
las finanzas, imponen los créditos, alzan a su antojo los intereses, destrozan la economía y aniquilan
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La sobrenaturalidad de España

naciones enteras, disponen de una fuerza asombrosa, gozando de un poder indudablemente perverso.
Lo que no lograron con las armas en la Cruzada del 36 lo quieren obtener ahora y por desgracia lo están
consiguiendo. Gran culpabilidad tienen todos aquellos que engañando a los españoles les hicieron votar
afirmativamente una Constitución atea y anticatólica, apresurándose así a subirse al tren que llegaba
arrollador, para hacerse olvidar todo lo que habían abusado, en su provecho exclusivo, durante el perio-
do anterior a la transición.

Nos corresponde a los carlistas acabar con tanto atropello, tanto ataque a la religión, tantas
manifestaciones contra la Iglesia. Tenemos que dar la cara, valientemente, ahora mas que nunca hay
que hacer frente sin temores ni vergüenza, a una sociedad sometida al agnosticismo y la indiferencia
religiosa que esta matando a España. El tiempo apremia, otra vez ha llegado la hora de los héroes y de
los mártires y si Dios quiere que España se riegue con nuestra sangre, su purificación crecerá mas de-
prisa, tenemos que sacudir nuestro letargo y demostrar al mundo que no se ha acabado la raza hispana
de los Pelayos. Tenemos que reconquistar España. El bien y el mal están riñendo una dura batalla, los
carlistas tenemos que acabar con las medias tintas, con las hipocresías, con las ordenes que vienen del
extranjero.

Es un duelo a muerte el que se esta verificando en nuestros días, que vivimos llenos de tristezas
y tenemos que convertirlos en hechos heroicos que nos produzcan una honda emoción y nos hagan con-
fiar ciegamente en el triunfo de una Causa que tiene guerreros carlistas que no solo estamos animados
por un espíritu, sino que también sabemos rezar. Carlistas que llevamos sobre el pecho, como única
armadura contra el enemigo, la medalla de un Cristo o una Virgen, que si alguna vez son manchadas

de la Comunión Tradicionalista Carlista (CTC)


Servicio de Prensa y Documentación
de sangre serán guardadas como reliquias por las sucesivas descendencias de carlistas. Desde el Cielo
nos ayudaran con sus súplicas todos los que han llegado antes que nosotros. Tenemos que convertirnos
en espíritus llenos de Fe y andar sobre las aguas como Pedro pero sin hundirnos en ella, ya que no hay
nada que temer, pero si eso nos ocurre decir como él: “Señor, sálvanos”.

Nuestro lema es centenario, siendo el que sirvió de grito de combate en las viejas guerras car-
listas: DIOS- PATRIA- REY.

Mientras existamos no tendremos otro lema y no puede ser otro porque él refleja exactamente
nuestro ideario. Católicos porque colocamos sobre todas las cosas a Dios. Españoles porque encima de
todas las humanas cosas ponemos a la Patria y Monárquicos por convicción, por principio. La unidad
de la Patria necesita apoyarse en tres grandes unidades, unidad católica, unidad nacional y unidad de
mando poniendo como índice y aspiración suprema la Monarquía Tradicional coronada por el Rey.

Caballeros de ese ideal. Cruzados de la Fe, soldados de la Patria, voluntarios del Rey; por estos
ideales tenemos que luchar, la verdad clara, entera, por delante. Nuestro lema, firmes y decididos lo
hemos proclamado siempre, por este ideal los carlistas han sufrido cárceles, deportaciones, confisca-
ciones, pobrezas y destierros; por la Causa vivimos, gracias a nuestra intransigencia no tenemos que
avergonzarnos de nada. Así somos. El que nos quiera que nos siga, el que nos odie que nos abandone,
no engañamos a nadie. Mas de cien años de perseverancia, de integridad fielmente mantenida. Mas de
cien años de vida limpia, sin contagio: ésta es la explicación de la dilatada existencia del Carlismo.

El que pueda y esté decidido a luchar por España, que se aliste a nuestras filas; el que por su
edad, salud u ocupaciones no pueda alistarse, que contribuya con sus medios materiales y espirituales.
Cada cual en su puesto, esperando el resurgimiento del Carlismo.

Somos los paladines de España, estamos en el puesto de Honor.

Todo por DIOS, por ESPAÑA y el REY LEGITIMO.

¡!! VIVA CRISTO REY ¡!! ¡!! VIVA ESPAÑA ¡!! ¡!! VIVA EL CARLISMO ¡!!

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