1. Introducción
La Declaración Universal de Derechos Humanos, cuyos 60 años celebraremos el próximo
10 de diciembre, se apoya -como ha mencionado Carillo Salcedo citando a Jacques
Maritain- en cinco grandes valores: “la dignidad de la persona, la libertad, la igualdad y no
discriminación, la solidaridad y la justicia social, y, finalmente, la paz, ya que el verdadero
fundamento de una genuina paz no puede ser otro que el respeto efectivo de los derechos
fundamentales de todo ser humano” (Díaz, 2008,1).
A este propósito, la Declaración empieza por reconocer, como no podía ser de otro modo,
el derecho a la vida de “todo individuo” (en su artículo 3). El respeto efectivo de los
derechos fundamentales de todo ser humano que pretende la Declaración, lleva
necesariamente a que el derecho a la vida esté garantizado a todo individuo humano que
posea vida, por lo que comprende también al ser humano que todavía no ha nacido (Díaz,
2008,1).
En este contexto, el presente trabajo se ocupará del análisis constitucional del derecho a la
vida del concebido a propósito de la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) en el Exp.
n. 7435-2006-PC/TC, sobre el Anticonceptivo Oral de Emergencia (AOE). También, nos
referiremos a casos jurisdiccionales de otros países donde ha habido un pronunciamiento
sobre la constitucionalidad de ese medicamento (Díaz, 2008,1).
En similar sentido, Ciccone, citando a Serra y Colombo, dirá: «de los “datos esenciales
sobre la formación del cigoto [o embrión unicelular] y sobre el paso desde embrión
unicelular a embrión de dos células”, resulta “con toda evidencia que, en la fusión de los
gametos, comienza a ponerse en marcha como una unidad una nueva célula humana, dotada
de una nueva y exclusiva estructura de información que constituye la base de su desarrollo
posterior (…) Esta información (…) es la base de la pertenencia del cigoto a la especie
humana y de su singularidad individual o identidad, y contiene un programa codificado
completo, que le proporciona enormes potencialidades morfogenéticas, que se realizan de
modo autónomo y gradual durante el proceso epigenético rigurosamente orientado”».
(Díaz, 2008,2).
Para Serra y Colombo, el proceso de desarrollo del embrión unicelular está dotado de los
caracteres de coordinación, continuidad y gradualidad. Es «especialmente importante el
carácter de continuidad, por lo que, “desde la singamia en adelante, siempre es el mismo
individuo humano, que se construye autónomamente siguiendo un plan rigurosamente
definido, a pesar de pasar a través de estados que van siendo cualitativamente más
complejos”». (Díaz, 2008,2).
Existiendo desde la concepción un ser humano, cobra sentido que el derecho a la vida se
reconozca a partir de ese momento, por la Convención Americana de Derechos Humanos
(artículo 4, inciso 1), nuestra Constitución (artículo 2, inciso1), el Código Civil (artículo 1)
o el Código de los Niños y Adolescentes (artículo 1). (Díaz, 2008,2).
Dice la Constitución que el concebido «es sujeto de derecho en todo cuanto le favorece».
En aplicación de este precepto, podemos decir, con Fernández Segado, que es lógico que se
deba tener al concebido «por titular del derecho a su propia vida, a una vida que en cuanto
ser humano que es tiene como propia y diferente de la de su madre. Como se ha puesto de
relieve, ¿cómo le va a tener o considerar la ley respecto al favor más nuclear para él como
es permitirle nacer?». Para este autor, existe un ser humano «desde el momento de la
fecundación», «una vida existencialmente diferente a la de la madre (…), [por lo que] no
pueden establecerse distingos entre el nacido y el no nacido, por lo menos en lo que a la
titularidad del derecho a la vida se refiere». (Díaz, 2008,3).
Como ya hemos mencionado también, el Código Civil protege el derecho a la vida del
concebido, al reconocer que «la vida humana comienza con la concepción» (artículo 1). Al
respecto, ha escrito Fernández Sessarego que esta norma «se sustenta en la realidad, desde
que el concebido constituye vida humana, genéticamente individualizada, desde el instante
mismo de la concepción, o sea, a partir de la fecundación de un óvulo por un
espermatozoide». En similar sentido, Rubio Correa sostiene que «como fenómeno
biológico, la concepción es la unión del espermatozoide y el óvulo. En ese momento se ha
producido el hecho que determinará, si todo marcha normalmente en adelante, que haya un
ser humano más sobre la tierra».(Díaz, 2008,3).
Entonces, con los datos que nos alcanza la ciencia genética, en los que, como no podía ser
de otro modo, el Derecho se sustenta, desde el momento en que el óvulo es fecundado
(fusión del óvulo con el espermatozoide) estamos ya frente a un nuevo ser humano
(concebido o nasciturus), distinto al padre y a la madre, genéticamente diferente a cualquier
otro individuo e irrepetible. Nunca llegará a ser humano si no lo es ya desde entonces.
Siendo el concebido un nuevo ser humano, es titular del derecho a la vida y, por tanto, su
protección constitucional comienza desde la concepción o fecundación. No se inicia recién
con la implantación del embrión en el endometrio, hecho que ocurre en un momento
posterior (unos cuatro o cinco días después de la fecundación). Como ha afirmado
Fernández Sessarego, «el concebido, en cuanto sujeto de derecho, tiene capacidad de goce,
si bien limitada, restringida “para todo cuanto le favorece” (…) El ser capaz “para todo
cuanto le favorece” debe ser interpretado del modo más amplio. Al concebido favorecen
derechos como el de la vida, que carece se significación económica (…)». ». (Díaz,
2008,3).
En tanto que la protección constitucional del derecho a la vida se inicia con la concepción,
no sólo habría un atentado contra ese derecho en la eliminación del embrión ya implantado
en el endometrio, sino también en la acción destinada a evitar esa implantación. ». (Díaz,
2008,4).
Por este tercer efecto, entonces, el AOE puede resultar abortivo, pues si el embrión, desde
la concepción, es un ser humano titular del derecho a la vida, la acción destinada a impedir
su implantación en el útero y su consecuente muerte, es una clara vulneración de ese
derecho. En vista de ello, coincidimos con Millás Mur cuando afirma: «no se justifica en
ningún caso la AOE, pues, aunque no siempre termine eliminándose el embrión humano,
porque prime el efecto anovulario o el que impide la fertilización del óvulo por el
espermatozoide, siempre existe la posibilidad del tercer efecto: impedir la anidación del
embrión ya formado en el útero materno. En consecuencia, no se puede admitir una acción
(ingerir una sustancia) que tiene bastantes posibilidades de interrumpir la vida de un
pequeño ser humano». (Díaz, 2008,5).
El TC apoya la Sentencia bajo comentario en un informe de la Defensoría del Pueblo, que
concluye: «La AOE no tiene efecto alguno después de haberse producido la implantación,
es decir, no afecta el blastocisto ya implantado en el endometrio. Por tanto, no afecta el
embarazo ya iniciado y, en ese sentido, no es abortiva» (subrayado nuestro) .
Sin embargo, el enfoque que da la Defensoría del Pueblo es equivocado, pues no se discute
que el AOE tenga efectos abortivos por afectar al embrión ya implantado en el útero, sino
por impedir que la implantación del embrión se lleve a cabo, en tanto que, de esta forma, se
interrumpe la vida de un ser humano. Entonces, para guardar coherencia con la protección
del derecho a la vida del concebido que da la Constitución, la Defensoría del Pueblo tendría
que haber concluido que el AOE no impide la implantación del embrión en el útero y no
solo que no afecta al embrión ya implantado. (Díaz, 2008,5).
De otro lado, se argumenta que en razón que el AOE se vende en farmacias con receta
médica, por autorización dada en 2000, su no entrega gratuita en los centros de salud
públicos resultaría discriminatoria para las personas de escasos recursos económicos. Sin
embargo, no es razonable pretender superar una supuesta discriminación mediante el
reparto gratuito del AOE en los centro asistenciales estatales, pues esto haría que el Estado
pretenda conculcar una supuesta discriminación con la afectación del derecho a la vida del
concebido (por el tercer efecto del AOE), con lo cual se estaría poniendo el derecho a no
ser discriminado por encima del derecho a la vida. Ello resulta insostenible con la
coherencia que debe preservarse en el texto constitucional, conforme a los criterios
interpretativos de unidad de la Constitución y concordancia práctica , ya que, sin más, se
estaría sacrificando el derecho más importante: el derecho a la vida (en este caso, del
concebido), no obstante ser «el derecho fundamental esencial y troncal en cuanto es el
supuesto ontológico sin el que los restantes derechos no tendrían existencia posible».(Díaz,
2008,5).
Esta Sentencia menciona los tres efectos del AOE, siendo uno de ellos su actuación
«modificando el tejido endometrial produciéndose una asincronía en la maduración del
endometrio que lleva a inhibir implantación». Sobre esto, dice la Corte:
«Que el último de los efectos señalados ante el carácter plausible de la opinión científica
según la cual la vida comienza con la fecundación constituye una amenaza efectiva e
inminente al bien jurídico primordial de la vida que no es susceptible de reparación ulterior.
En efecto, todo método que impida el anidamiento debería ser considerado como abortivo.
Se configura así una situación que revela la imprescindible necesidad de ejercer la vía
excepcional del amparo para la salvaguarda del derecho fundamental en juego. (Díaz,
2008,6).
»Que esta solución condice con el principio pro homine que informa todo el derecho de los
derechos humanos» .
Como podemos apreciar, para la Corte Suprema argentina el tercer efecto (antiplantatorio)
del AOE resulta abortivo y, por tanto, inconstitucional, pues atenta contra el derecho a la
vida del concebido, en tanto que la opinión científica señala que con la fecundación
estamos ya frente a un nuevo ser humano. (Díaz, 2008,6).
«De la abundante documentación acompañada por las partes, se advierte que las drogas
Levonorgestrel, pueden evitar o retrasar la ovulación, prevenir la fertilización o “evitar que
un óvulo fertilizado se implante en la matriz o útero”. Debe destacarse al respecto que esta
cuestión no ha sido controvertida por la accionada, por el contrario ha sido expresamente
reconocido en su informe (ver fs. 125 vta. cuando en expresa referencia al medicamento
señala que su función es “…..y modificar el endometrio (capa de mucosa que recubre el
útero) de esta manera se inhibe la implantación de un huevo fecundado si ya existió
fecundación”. (Díaz, 2008,6).
(…)
»En definitiva, la acción de amparo incoada en autos para que se declare la inaplicabilidad
en todo el territorio de la provincia, del reparto de las denominadas “píldoras de
anticoncepción de emergencia ” busca en definitiva la protección de los seres en desarrollo
después de la concepción y de este modo pueda, acabado su desarrollo intrauterino, nacer a
la vida legal con todos los atributos de las personas que las normas jurídicas pertinentes le
reconocen. En este orden de ideas, no puede soslayarse un tema de innegable y esencial
trascendencia como es la vida, desviando la problemática a una cuestión que requiere
mayor prueba y debate. No, esto va más allá, esta en juego la creación misma del ser, su
nacimiento, por lo que están en juego todos los valores que surgen a partir de su propia
existencia, que comienza con la concepción. La simple duda, respecto a que una píldora
pueda ser abortiva activa la prevención, con más razón aún cuando en autos obran
elementos suficientes, respecto a la calidad de tal de la droga cuestionada. La acción debe
ser recibida». (Díaz, 2008,7)
4.2 CHILE
La Corte costarricense deja claro cuándo estamos frente a un nuevo ser humano, con la
consecuente protección de su derecho a la vida: «en cuanto ha sido concebida, una persona
es una persona y estamos ante un ser vivo, con derecho a ser protegido por el ordenamiento
jurídico» . Coherente con ello, la Corte dice que «el embrión humano es persona desde el
momento de la concepción, por lo que no puede ser tratado como objeto, para fines de
investigación, ser sometido a procesos de selección, conservado en congelación, y lo que es
fundamental para la Sala, no es legítimo constitucionalmente que sea expuesto a un riesgo
desproporcionado de muerte» . Siendo el concebido un ser humano, «no existen seres
humanos de distinta categoría jurídica, todos somos personas y lo primero que nuestra
personalidad jurídica reclama de los demás es el reconocimiento del derecho a la vida».
Como vemos, la Corte Suprema de Costa Rica tutela debidamente el derecho a la vida,
desde su inicio: el momento mismo de la fecundación; lo que le lleva a actuar en defensa de
la vida de los embriones prohibiendo la fecundación in vitro. (Díaz, 2008,8)
Como es sabido, el artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional
regula los precedentes vinculantes del TC, los cuales son de obligatorio seguimiento por
parte de los Jueces.
Así las cosas, en nuestra opinión, el Poder Judicial puede tener un criterio distinto del TC y
considerar que la AOE atenta contra el derecho a la vida del embrión, en razón de su tercer
efecto. (Díaz, 2008,9)
En único supuesto pertinente en este caso sería el a). Sin embargo, en el proceso de
cumplimiento que comentamos, el Tribunal Constitucional no ha hecho ninguna
interpretación de la Constitución, por lo que, en ningún caso, podríamos estar hablando que
la Sentencia bajo comentario constituye doctrina constitucional conforme al artículo VI del
Título Preliminar del Código Procesal Constitucional. (Díaz, 2008,9)
En consecuencia, ni conforme al artículo VI ni, mucho menos, según el artículo VII del
Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, la Sentencia bajo análisis resulta
vinculante para el Poder Judicial, ni como doctrina constitucional, ni como precedente
vinculante. (Díaz, 2008,9)
Téngase en cuenta, además, que el propio Tribunal Constitucional ha dicho que, en sus
sentencias relativas a derechos fundamentales, el grado de vinculación de éstas disminuye
si esos derechos encuentran una mejor protección en las resoluciones del Poder Judicial:
«Las decisiones del Tribunal Constitucional alcanzan el máximo grado de vinculación
cuando ofrecen una mejor protección a los derechos en cuestión, mientras que, si es posible
que en un caso concreto la interpretación realizada por el Tribunal puede ser optimizada
con la intervención de los jueces del Poder Judicial, el grado de vinculación disminuye a
efectos de incorporar la mejor interpretación que objetivamente ponga de manifiesto la
mayor protección que pueda brindar a un bien constitucional determinado» . (Díaz, 2008.9).
«El médico tiene el derecho a negarse por razones de conciencia a aconsejar alguno de los
métodos de regulación y de asistencia a la reproducción, a practicar la esterilización o a
interrumpir un embarazo. Informará sin demora de su abstención y ofrecerá, en su caso, el
tratamiento oportuno al problema por el que se le consultó. Respetará siempre la libertad de
las personas interesadas de buscar la opinión de otros médicos. Y debe considerar que el
personal que con él colabora tiene sus propios derechos y deberes».
Por tanto, en nuestra opinión, los profesionales sanitarios (médicos, enfermeras, etc.) de los
centros de salud públicos y privados, tienen derecho de objetar que se les obligue a
suministrar el AOE, y no verse perjudicados por su negativa a proporcionar tal
medicamento. Se trataría de un caso de objeción de conciencia, que debe ser respetado en
base al derecho fundamental que les reconoce el artículo 2 inciso 3 de nuestra Constitución.
(Díaz, 2008,10).
8. Reflexiones conclusivas
Hemos podido revisar la evidencia científica del inicio de la vida del ser humano, con la
concepción o fecundación. Por ello, con el reconocimiento del derecho a la vida que hace el
artículo 3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos -seguida por otros
instrumentos de derechos humanos de alcance internacional o regional y por nuestra
Constitución- se protege la vida humana desde la concepción, (Díaz, 2008,11)
También, hemos recordado que el AOE tiene como tercer efecto impedir la anidación del
embrión, del óvulo ya fecundado, cuando éste aún no se ha implantado en el útero.
Existiendo, entonces, un ser humano desde la fecundación, un medicamento que interrumpe
su desarrollo, con su consecuente muerte, es un atentado al derecho a la vida, que es, por
tanto, inconstitucional. (Díaz, 2008,11)
En cualquier caso, está en manos de todo Juez la defensa del derecho a la vida del embrión
humano frente al AOE, teniendo en cuenta que la referida Sentencia del TC no es doctrina
constitucional ni precedente vinculante, pues no se cumplen los presupuestos señalados en
los artículos VI y VII, respectivamente, del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional. (Díaz, 2008,11)
Asimismo, los médicos, enfermeras y todo personal sanitario en los centros de salud
públicos y privados, tienen derecho a plantear objeción de conciencia en caso que se les
obligue a suministrar el AOE, si consideran que este medicamento, por sus efectos
abortivos, colisiona con sus conciencias. (Díaz, 2008,11)