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LA DEMOCRACIA EN LA DOCTRINA DE LA IGLESIA Por José Maria Permuy Rey Es verdad que Juan Pablo II ha afirmado en alguna ocasién que la democracia puede ser una forma de gobierno que se adecue a la naturaleza del hombre y que la Iglesia aprecia el sistema democritico. Ahora bien, hay que comprender qué quiere decir exactamente la Iglesia cuando habla asf de la democracia. Pio XII, en uno de sus famosos radiomensajes, dejé claro que la Iglesia no estaba en contra de la democracia, pero siempre y cuando amparase 0 al menos respetase en su legislacién las exigencias morales derivadas de la ley natural y la verdad revelada De hecho la Iglesia ha sostenido siempre que este respeto es condicién sine qua non para que pueda hablarse de una sana y verdadera democracia. Tanto Pio XII como el actual Pontifice han advertido que si los Estados democraticos admiten y recogen en su ordenamiento juridico principios o disposiciones contrarios a la ley natural —aun cuan- do dimanaran de la Hamada soberania popular-, estarian incurriendo, en realidad, en el mas descarado totalitarismo. Hay verdades absolutas —como la existencia y la Soberania de Dios 0 el cardcter tras- cendente de la persona humana~ que no se pueden negar, ignorar 0 poner en duda; hay derechos humanos naturales y fundamentales -como el derecho a la vida desde la fecundacién hasta la muerte natural que no se pueden conculcar; y hay normas mora- les inmutables, universales, eternas e indiscutibles -como el mandamiento de no matar al inocente- que no se pueden transgredir, y ni siquiera tolerar, aunque el consenti- miento o el mandato de una mayoria postule lo contrario. La Iglesia estima la democracia como accién benéfica del Estado en favor del pue- blo, y como mecanismo de participacién del pueblo en el gobierno del Estado. La democracia concebida como accién benéfica del Estado en favor del pueblo implica que el Estado no puede pretender absorber o acaparar, sino que debe apoyar y estimular, las actividades culturales, benéficas, econémicas, etc. que otros cuerpos sociales intermedios —entre el Estado y el individuo- pueden Ilevar a cabo por si mis- mos; pero en todo caso si ha de vigilar y poner los medios para que tales actividades se desarrollen dentro de los Ifmites del bien comtin y del respeto a las leyes justas y a los derechos fundamentales, y ejercer una funcién supletoria en aquellos casos en que la iniciativa privada no quiera 0 no sea capaz de hacerse cargo de actividades que, sin embargo, pueden ser necesarias 0 muy beneficiosas para la sociedad. En esto consiste el principio de subsidariedad. Pero esto no significa que el Estado deba desempefiar un papel de mero mantenedor del orden. El Estado puede ~y en algunos casos debe- ser propietario, sobre todo de aquellas empresas relacionadas con sectores que pueden ser de alto interés nacional. Por ejem- plo, todas las relacionadas con la Defensa (investigacién tecnolégica, comunicaciones, armamento...). El Estado puede ~y la Iglesia, desde Le6n XIII lo aconseja~ promover la difusin de la propiedad, no s6lo de la vivienda sino también de los medios de produccién, entre el mayor ntimero posible de trabajadores. Para ello parece conveniente que el Estado pueda controlar de alguna manera el crédito bancario u ofrecer é1 mismo préstamos ase- quibles a los trabajadores que quieran formar una empresa cooperativa o adquirir un piso. Es necesario que el Estado cuide de que todos 1os trabajadores reciban un salario justo que les sea suficiente para procurarse el alimento, cobijo, salud, educacién y ocio para si mismos y para sus familias; y un minimo de estabilidad laboral que les permita ahorrar. Es bueno que el Estado facilite la participacién de los trabajadores en los bene- ficios de las empresas a las que ellos aportan su esfuerzo material o intelectual. Es razo- nable también que el Estado disminuya la presion fiscal sobre las empresas, pero con la condicién de que los beneficios obtenidos por éstas como consecuencia de la rebaja de impuestos sean destinados a la creaci6n de nuevos puestos de trabajo y a la mejora de las retribuciones de los empleados. Todo esto forma parte del derecho que la Iglesia atri- buye al Estado de regular las condiciones para que toda propiedad privada cumpla su funcién social. 458 Sesi6n del Congreso de los Diputados. En este sentido se puede hablar de una democratizacién econdmica, pues como denuncia Le6n XIII en su enciclica Rerwn Novarwm, la acumulacién de todas las rique- zas en manos de unos pocos hacen que estos pocos tengan realmente el dominio sobre la economfa y Ia politica de las naciones. Le6n XIII -y cuarenta afios mas tarde lo recordard su sucesor Pio XI-, llega a reco- mendar que el Estado se ocupe preferentemente de las clases mas pobres y necesitadas, y particularmente de los asalariados, porque los ricos ya tienen medios suficientes con que protegerse a sf mismos. Ctra tarea importante en la que al Estado le es dado intervenir -garantizado el res- peto a la libertad de ensefianza dentro de sus justos limites, y en colaboracién con la Iglesia, Maestra de Verdad-, es la educacién de los ciudadanos, sobre todo de las gene- raciones j6venes, en una nueva mentalidad, distinta de la materialista, hedonista y con- sumista que hoy impera, sin la cual sera dificil que la sociedad cambie, por més transformaciones estructurales que se pretendan realizar. Hasta aqui lo que la Iglesia entiende por accién benéfica del Estado sobre la socie- dad. Pero la Iglesia pide més. La Iglesia pide un gobierno del pueblo, para el pueblo, pero ademis con el pueblo. Pero el pueblo, en buena Doctrina Catélica, no es la masa, no es un mero agregado de individuos. El pueblo son, si, los individuos; pero también las familias, las asociaciones profesionales, los sindicatos, los municipios, las regiones...; es decir, toda una compleja red de cuerpos intermedios que son los que forman el tej do social, los que dan vida a una comunidad nacional, y que deben tener su voz y su parte en los designios politicos de la Nacién y del Estado. Estos cuerpos intermedios pueden y deben ser cauces naturales de representaci6n y de participacién en una demo- cracia sana dentro de una sociedad bien vertebrada. Esta es la democracia que proclama y defiende como opcién legitima la Iglesia Catélica. Ahora bien, tiene algo que ver esta concepcién catdlica de la democracia con los actuales paises autodenominados democriticos? Las democracias hoy conocidas, zreconocen los preceptos de la ley moral, los dere- chos fundamentales de las personas y, sobre todo, los derechos de Dios, de los que deri- van los deberes de las sociedades para con la verdadera Religion y la unica Iglesia de Cristo, tal como ensefian el Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Catolica? La respuesta es negativa. Los regimenes democraticos de nuestros dias se fundamentan —como ha denunciado insistentemente Juan Pablo II- en el escepticismo religioso y en el relativismo episte- molégico y ético, y divinizan la voluntad general, otorgandole cardcter infalible e impe- cable para decidir en cada momento lo que es verdadero, lo que es justo y lo que es bueno, prescindiendo de su subordinacién al orden moral objetivo El laicismo, la despenalizacién del aborto y la eutanasia, la legalizacién del divorcio, la homologacién de las parejas de hecho con el verdadero matrimonio, la proteccién legal del homosexualismo, la distribucién y propaganda institucional de anticoncepti- vos, la financiacién de programas para el control artificial de la natalidad en los paises del llamado Tercer Mundo, las ilimitadas libertades de prensa, culto y catedra, el agno: ticismo de Estado, son signos evidentes -y al mismo tiempo consecuencias— del predo- minio de ese relativismo inherente a la ideologfa liberal -mil veces condenada por la Iglesia que inspira nuestras modernas y actuales democracias, que eminentes prelados —sin excluir al mismo Obispo de Roma- no han dudado en calificar recientemente de delictivas, tirénicas, criminales, inicuas, totalitarias y hasta satdnicas. Luego la primera condicién, basica para que se pueda hablar de democracia legiti- ma, no se cumple. Las democracias hoy conocidas, ,se preocupan por hacer llegar a las capas popula- res més necesitadas y desprotegidas la accién benéfica del Estado? Todo parece indicar mis bien que no. Sino, ,cémo es posible, sobre todo en las democracias occidentales, que gozando de tantos recursos econémicos y tal cantidad de riquezas, puedan existir todavia millones de pobres, muchos de ellos sin hogar, sin cobertura sanitaria, sin ali- mento suficiente? ¢Cémo es posible la existencia de millones de parados? ¢Cémo son posibles los salarios de miseria y los contratos por horas que imposibilitan el ahorro y los planes de futuro, y dificultan el matrimonio y la formacién de nuevas familias? {C6mo es posible todo esto sabiendo que cada afio los Bancos y las grandes empresas obtienen mayores beneficios? ,Cémo es posible todo esto conociendo lo que cobran nuestros politicos y la clase burocratica que pulula alrededor de ellos? Las democracias hoy conocidas, ;son el fruto de la participacin de los ciudadanos que a través de los cauces naturales de convivencia, de los cuerpos sociales intermedios, eligen a sus representantes y participan activamente en la elaboracién de las propuestas y de las soluciones posibles a sus problemas més inmediatos? ,O son més bien «parti- tocracias», esto es, dictaduras de partidos compuestos por una base sin capacidad deci- soria y una cipula dirigente que elabora los programas y elige a sus propios candidatos sin contar con las sugerencias, no ya de los cuerpos intermedios de la sociedad, sino tan siquiera de sus propios militantes y votantes? ‘Aun reconociendo que entre unas y otras pueda haber algunas diferencias, y el peli- gro que encierran las generalizaciones, ciertamente no parece que las «democracias» vigentes en el mundo cumplan ninguna de las exigencias requeridas por la Iglesia para que puedan considerarse auténticas sanas democracias, y sf todas las caracteristicas pro- pias de Estados tirdnicos y absolutistas. 426 Recortar el gasto .........0.ee ee 427 . Tomo 10- Ai Xl Jlio-Agosto 2000 Mito, creencia, religion ........... 429 El Padrenuestro Edita: Padre jno nos dejes caer Hermandad de la Santa Cruz y Santa Maria enlatentacién! .......... Hae) del Vale de los Caidos Algo hay que hacer con Franco .... 445 JUNTA DE GOBIERNO La Historia falseada ............. 450 Presta Luis Suérez Ferandez Confideneias navarras (XIX) ...... 453 Nous La democracia en la doctrina Jesis Lépez-Cancio Feréndez de la Iglesia . . 457 Seoretario General Brotes de renovaci6n ...........-+ 461 Emilio Alvarez Frias Vocales se dol IETAG he 464 Seo ee Eugenio Briones Blasco, Ferando Cadalso Preciado, Consideraciones ...........-.0 45 467 Enrique Hemana Tezanes, Rafe Luna Gin, Puntos de vista ............- -. 470 José M. Martin Nacha, Juan Mayor dela Tor, F Dalmacio Negro Pavén, Gregori Puente Cari, Algunas observaciones ..........- 473 | peceo A. Pua dea Hara, José Puede Casado, A Europa le falla un ideal: el suyo .. 475 Fernando de la Sota Salazar, Juan Tora Gonzalez. ae a Director La Cruzada y los martires de E: 471 a Cruzada y los martires de Espaiia AR tas Los martires de Nembra......... 481 onl Filatelia 2000 cal n® 79 - aj ied. - 28008 Mackid 700 aniversario de la Villa de Bilbao 484 Tole. 91426-2315, Carta de Buenos Aires ..........- 486 Fees emai: Libros y revistas ..... ai ts 489 4 Impresion Castillo de Loarre ..........-. . 495 pou ‘tes Grficas DEAN, sal. - Coslada (Mad) Portada: Hayedo Valle de Ordesa (Huesca) Pee oa Pye eps Contraportada: Castillo de Loarre (Huesca) ee ALTAR MAYOR se llama el pico desde el cual se tom6 la decisién de elegir el monticulo rocoso de «La Nava» para construir, en él, el monumento a la reconciliaci6n de los espafioles mediante el hermanamiento de los cafdos en guerra fraticida. Es, pues, una atalaya importante dentro del significado del Valle; por ello hemos tomado su nombre para esta publicaci6n.

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