Está en la página 1de 3

Hola a todos, muchas gracias por venir.

Mi nombre es Iván Moiseeff y les voy a hablar un poco


de mi último libro, Troll. Más que una lectura, esto va a ser un paseo por algunos temas que
funcionan en el texto.

Troll es un poema largo sobre un hombre que acompaña a su mujer enferma, mirando películas
de terror durante las noches de insomnio. Un día, él descubre un troll, un pequeño duende, en el
living de su casa. Decide no contárselo a nadie.

A nivel narrativo, me divertía la idea de extrapolar a la Argentina un personaje de la mitología


universal. Me gusta porque creo que cuando uno hace eso se produce un trastorno. ¿Cómo se
comportan los arquetipos del fantástico en nuestra realidad? Yo pienso, por ejemplo, ¿qué
pasaría si un poltergeist decide ocupar una casa del FONAVI que fue recién adjudicada? ¿Quién
desalojaría a quién? Yo tengo mis dudas sobre la suerte del espectro, haciendo levitar las tazas
de té, estrellando cadenas invisibles contra los azulejos del baño o lanzando sus infantiles
“buuuú, buuuú” cuando se apagan las luces. Es un tema que me atrae mucho y que pienso
desarrollar más en mi próximo libro: Mazinger Z contra la dictadura militar.

En el caso del poema, me interesaba explorar qué sucede cuando un troll aparece en una casa de
Villa Crespo, habitada por un hombre limado por la angustia y la preocupación, que son dos
estados frecuentes en esta época.

A nivel formal, busqué hacer funcionar el tiempo cinematográfico en un poema. Me interesaba


que tuviera la textura de esas películas clase B un poco bizarronas de los 80, un montaje rápido,
que te tironee a ver el cuadro siguiente o, en mi caso, a dar vuelta la página.

El horror es un género despreciado. A mí mismo no me gustaba, me parecía macabro y hasta,


incluso, un poco de “mal gusto”, con sus baldazos de sangre a cámara y sus depravaciones. Pero
hace unos años, un amigo trajo a casa una película de horror y algo se activó en mí, porque a
partir de entonces nos juntamos a ver obsesivamente películas de asesinos seriales, monstruos,
espíritus malignos, muertos vivientes...

Lo primero que me atrajo fue descubrir que es un género más profundo de lo que creía. De
hecho, está atravesado por una arteria subversiva. Los asesinos seriales, por ejemplo, matan
empresarios, cheerleaders, universitarios… O sea, a los protagonistas del sueño americano. De
alguna manera, esos psicópatas están levantando sus machetes contra todo un sistema de vida. A
partir de ahí, hay tres aspectos del terror que me parecen valiosos y que me gustaría compartir
acá.

Cuando veíamos esa sucesión de películas empecé a tener un montón de pesadillas. Algo lógico
se supone, pero no eran sueños que recogían simplemente los temas que habíamos visto la
noche anterior, llevaban otra cosa anidada en su interior.

Así, por ejemplo, yo podía soñar que estaba con mi madre durante el fin del mundo. Éramos dos
cirujas que huíamos de la ciudad, entre la turba y las casas incendiadas. En un alto, nos
refugiábamos en un galpón abandonado para planear cómo seguir. Pero lo que empezaba como
una discusión sobre hacia dónde ir, derivaba en duras recriminaciones personales. Así, el mundo
se prendía fuego y yo estaba ocupado en cambiar acusaciones hirientes con mi madre. Me
levantaba machucado por la angustia… y no precisamente por el Apocalipsis.

También me acuerdo que en ésa época soñé con mi abuela muerta, a quien quise mucho. De
nuevo era el fin del mundo y yo la descubría sentada en su cocina mientras preparaba una bolsa
con comida. “Ah, en realidad no murió”, pensaba, “se estaba escondiendo de todo este
desastre”. Pero su trato seco ante mi alegría me hacía sospechar si no había ocurrido algo entre
nosotros que yo había olvidado. Quizá no había estado tan cerca durante su agonía y ahora me
lo reprochaba, quizás entonces sentí cierta repulsión a tomarle la mano, como si ese avance de
la muerte sobre su cuerpo fuese contagioso. Me despertaba amargado. ¿Les pasó soñar con
muertos queridos? Es una sensación muy extraña.

Así, aprendí que el terror tiene una función catártica, monta una puesta en escena para que
circulen esos temores y ansiedades que preferimos guardar en el desván de los traumas.
Entonces, creo que una primera cualidad del horror es que desautomatiza, que sirve para
pensarse.

Otra cuestión interesante del horror es que casi siempre revela más de lo aparente. Sus historias
pueden leerse como un signo de los temores sociales de cada época. El conde Drácula es un
vampiro pero es también una metáfora de su circunstancia: la revolución industrial y el auge del
capitalismo. En la figura del vampirismo vibra la del nuevo actor social: el industrial, el que le
chupa la sangre a los trabajadores, el que absorbe su vitalidad. No en vano los vampiros ahora
están de moda, otra vez, gracias a series como True Blood o la famosa Crepúsculo.

También sucedía con las películas de invasiones interplanetarias durante los 50, donde los
extraterrestres representaban la paranoia anti-comunista. Es decir: seres avanzados
tecnológicamente, sin corazón, fríos, que quieren destruir “nuestro” modo de vida, el modo de
vida americano. Acá el ejemplo es, claro, Los usurpadores de cuerpos.

El gore mismo, ese desagradable hard core del terror, surge en una época muy puntual: la
guerra de Vietnam. Entonces, los noticieros de la tarde mostraban cuerpos rajados, con las
vísceras colgando; jóvenes soldados aullando en camillas mientras agitaban sus muñones
ensangrentados. Los cuerpos se veían rotos en los noticieros. Eso hoy no pasa. Hoy, las
coberturas televisivas de las guerras no muestran cadáveres desfigurados. Dicen que es por
decoro, por respeto a los muertos. En fin.

En este doble fondo que nos propone el género, ¿de qué hablan hoy estas películas? Basta con
ver Hostel, una pionera, o Saw, que es bastante mala: el horror actual está obsesionado con la
tortura. Algo que, si piensan en Abu Ghraib o Guantánamo, es bastante claro ver a qué remite.
Estamos en un mundo donde algunos presionan porque la tortura tenga un estatuto legal.

Entonces una segunda propiedad del horror que me atrapó es su capacidad de representar,
mediante metáforas y monstruos, fábulas sobre lo que nos aterra de la realidad.

Por último, el horror también encierra una posición sobre el humanismo. Nosotros crecimos con
la Revolución Francesa, con la idea de que el mal no existe. El mal es una desviación de la falta
de oportunidades, de carencias educativas, afectivas. El horror no cree en esa definición. Quizás
el materialismo no explique la razón absoluta de la dominación. Tal vez, los barones de la
guerra o quienes explotan económicamente a otros, además del beneficio económico, también
estén obteniendo un rédito mayor: el goce que emana del sometimiento.

El tercer aspecto que quiero marcar es que el horror cree en el mal y que, para hacer un mundo
mejor, tenemos que asumir de que el mal es una fuerza que nos habita, que debemos contener.
La última película de George Romero, Diario de los muertos, es muy clara al respecto. El
último cuadro es muy iluminador. La tierra se convirtió en un Apocalipsis, no hay más leyes.
Una mujer cuelga de un árbol y dos hombres se distraen con el entretenimiento más antiguo del
mundo: el ejercicio de la crueldad.

Ahora bien, para ir cerrando, ¿de qué habla Troll en este plano metafórico que siempre
transporta el horror? Van a tener que leer el libro. Puedo adelantar que Troll trata de la creencia.
Hay alguien que se ve superado por un acontecimiento, algo irrumpe en su vida que no puede
procesar con su sistema de pensamiento. Primero la mujer con la que ha elegido vivir y
envejecer es succionada por una enfermedad terminal. Luego, irrumpe un troll. ¿Qué pasa
cuando algo que nos supera, algo extra-ordinario, toca a nuestra puerta y no estamos
preparados? Y, también, ¿qué nos produce miedo hoy?

Yo les digo todo esto y después van a leer, y se van a encontrar un libro de un tipo con un
duende.

Para cerrar, voy a pedir que apaguemos las luces unos segundos. Ya que hablamos tanto del
horror, vamos a darle una atmósfera inquietante a este momento. Ya hice una suerte de “Behind
The Scenes” del libro, ahora voy a hacer el “trailer”: la lectura. Quedemos en la oscuridad,
como en esas películas donde vemos un campamento de noche y un niño cuenta una historia
espeluznante, con la linterna iluminando su cara. Un poco así, como si esos niños fuéramos
nosotros y, a nuestro alrededor, entre las ramas, alguien nos observa mientras jadea. Ese
encuadre es bien del terror, ¿no?

Bien, los sitúo. Nuestro protagonista acaba de ver un troll. No está preparado para ver algo que
no cree. Cree en la Revolución Francesa, cree en la educación, en la ciencia, en la justicia; fue a
la UBA, está claro que no cree en troles. Su mujer se muere y él ve un duende. Decide no
contárselo para preservarla del disgusto. Además, está solo y está por quedarse más solo. Tiene
que accionar. Tiene que hacer algo. ¿Qué hacer?

[ Lectura Cap. X ]

Bien, por último, un capítulo más. Es el siguiente. Es breve. Tiene sólo una línea. Es una
pregunta. Y dice así:

[ Lectura Cap. X ]

Es eso. Muchas gracias a todos por venir.

2009

También podría gustarte