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El desarrollo social de un país puede ser entendido como la mejora en la calidad de vida de
todos los individuos. Naturalmente, este proceso requiere una base material que no se
desvanezca en el largo plazo, y eso hace del desarrollo económico una condición
indispensable.
La tasa de interés es el precio del crédito (y su insumo, que es el ahorro). Al igual que ocurre
con cualquier otro bien (los tomates, el petróleo, etc.), mientras más escaso es el crédito,
más caro es. Aumentar la inversión requerirá tasas de interés más bajas, lo cual se logra
con crédito más abundante.
Crédito abundante requiere que también su ‘materia prima’, el ahorro, sea abundante, pues
son esos mismos ahorros los que se canalizan en forma de préstamos a la inversión.
Ahorrar no es lo mismo que atesorar. Se ahorra cuando se pone plata en el banco, se presta
a alguien o se compra un título, bono o acción. En cambio, cuando se ponen los pesos (o
dólares) bajo el colchón, eso es atesoramiento. La diferencia fundamental está en que el
atesoramiento no genera crédito porque no se presta.
Para que haya más ahorro en lugar de más atesoramiento, hace falta confianza en el
sistema financiero (bancos y entidades financieras); confianza en que los ahorristas pueden
recuperar sus depósitos y cobrar sus acreencias sin pérdidas sustanciales de valor.
El Estado puede jugar un papel fundamental en este esquema, dañando o ayudando. Para
ayudarlo, debe contribuir a generar confianza interna y externa.
La interna se consigue protegiendo los ahorros de las crisis de liquidez bancarias y los
estallidos hiperinflacionarios. Con tipo de cambio flexible no hay peligro de crisis de liquidez,
y como la hiperinflación está ligada a las corridas devaluatorias contra el peso, entonces la
protección de los ahorros de los trabajadores se consigue manteniendo un nivel saludable
de reservas de divisas que despeje cualquier temor de mega devaluación.
“Desendeudamiento y Desarrollo”
Lic. Bruno Abriata (Economista)
Equipo de Asesores – Dip. Nac. Agustín Rossi
El otro pilar de la confianza al exterior del país es la reducción de la deuda externa pública,
ya que ello es señal de que el país no depende del crédito externo; corta la sangría de
divisas por pago de intereses al exterior y además otorga mayor autonomía a la política
monetaria al estar nominada la deuda en moneda nacional. En definitiva, disminuye las
probabilidades de incumplir en el futuro. Si mejora la imagen del Estado en el exterior,
también lo hace la de los privados argentinos, que entonces pueden acceder en mejores
condiciones al crédito.
Para reducir esta deuda deben lograrse superávits gemelos, lo cual significa que al cuidado
de la hacienda pública se le agreguen medidas de incentivo a las exportaciones (tipo de
cambio competitivo) y de protección de la industria nacional en momentos de crisis
(aranceles).
A través de todo este razonamiento fue posible apreciar cómo, una vez que ya se ha
sobrepasado un nivel de reservas que garantice la estabilidad financiera, las políticas
dirigidas a reducir el endeudamiento externo, garantizar el cumplimiento de los servicios de
deuda y emitir señales hacia los mercados de crédito mejorará las condiciones de
financiamiento para la inversión, impulsando el desarrollo económico que proveerá los
recursos necesarios para el desarrollo social.