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FILOSOFIA MORAL D. D. RAPHAEL °C e@ Fondo de Cultura Economica IV. EL UTILITARISMO gCuAx es la norma de la moral? ;Qué hace buena una accién? Una respuesta a estas preguntas nos la da el utilitarismo. Es una visién atractiva que, me- recidamente, goza de gran aceptacién. Segin el utilitarismo, una accién es buena si es util para promover la felicidad. Y la felicidad, explica la teorfa, es una suma de placeres. El placer es bueno, y el dolor o displacer es malo. Las acciones son justas si producen lo que es bueno y suprimen o pre- vienen lo que es malo; es decir, si producen felicidad o placer y si suprimen o previenen la infelicidad o el dolor. Mas precisamente una accién es justa, la ac- cién que debemos hacer, si nos parece que proba- blemente producirA la mayor felicidad posible, es decir, si parece probable que produzca mis felici- dad, o suprima o prevenga mas infelicidad, que ninguna otra accién que pudiésemos hacer. Un ejemplo sencillo puede ilustrar lo que significa esta ligera complicacién. Si podemos causar placer a un nifio Ievandolo a la playa, esto es bueno; pero si podemos causar el mismo placer a dos nifios, ello ser& obviamente mejor; asi, entre dos acciones posi- bles, la segunda ser4 la correcta, la que deberemos hacer. Existe una forma de utilitarismo segiin la cual el placer o la felicidad no es lo tinico que es bueno en 83 84 LAS NORMAS DE LA MORAL si, Segdn esta versién de la teoria, otras cosas buenas son la virtud, el amor, el conocimiento (0 la ver- dad) y la belleza. El utilitarismo tradicional, que trata de simplificar las cosas todo lo que sea posible, dice que el placer es el tinico bien intrinseco y que estas otras cosas son valuadas por el placer, ya sea el placer que ellas contienen en si mismas 0 el que probablemente producirdn. Tenemos que establecer una distincién entre el bien como medio y el bien como fin. Si algo se aprecia por si mismo, es bue- no como fin, intrinsecamente. Pero si algo se aprecia por algo mas que produce, entonces es bueno como medio. Por ejemplo, el buen café es un café disfru- table, grato, bueno como fin; una buena percolado- va de café es algo que hace un buen café, es buena como medio, itil para producir algo que es bueno por si mismo. La diferencia se hace més clara si reflexionamos que una cosa puede ser util, buena como medio, para producir un mal fin asi como un buen fin. Un buen tornillo de mano es uno que hace gritar a sus victimas; es bueno (eficiente) para producir dolor, en lugar de placer. El utilitarismo de todas las variedades dice que las acciones justas son acciones titiles, buenas como medios; que la justicia es, en realidad, una especie de eficiencia, pero limitada a la eficiencia para fines buenos. Apretar los tornillos de mano es una ma- nera buena (eficiente) de causar dolor, pero su eficiencia 0 utilidad para este propésito no lo hace bueno. Los actos buenos son actos que son ttiles, eficientes, para buenos propésitos o fines. El utili- tarismo clasico dice que el tnico propésito que EL UTILITARISMO 85 cuenta es la produccién de placer o felicidad y la supresién o prevencién del dolor o la infelicidad; es el nico propésito que cuenta porque placer y dolor son las tinicas cosas buenas y malas como fines, buenas y malas en si mismas. El utilitarismo clasico frecuentemente ha sido Hamado utilitarismo hedonista (de hedone, palabra griega que significa placer), pues sostiene que sélo el placer es bueno como fin. La forma de utilitarismo que dice que otras cosas ademas del placer (la virtud, el amor, el conocimiento, la belleza) son buenas como fines es llamada utilitarismo idealista. Ambas formas son Namadas utilitarias porque ambas sostienen que la nica razén para que un acto sea bueno en su utili- dad para producir resultados que son buenos en si mismos. E] utilitarismo hedonista conviene en que la vir- tud, el amor, el conocimiento y la belleza son bue- nos, pero niega que su bondad sea independiente de la bondad del placer. Dice que son buenos ya sea porque son disfrutables (gratos) 0 porque son medios para llegar al placer. Veamos qué dice el argumento para cada uno de los cuatro casos. Empecemos por la virtud. La virtud o bondad moral puede tomar una de dos formas. Una es el habito o disposicién de hacer lo justo porque es justo, de actuar por un sentido del deber. La segun- da forma es el habito o disposici6n de actuar a partir de otros medios admirados, como bondad, compasién o valor. El utilitarismo hedonista dice que ambos tipos de disposicién son buenos como medios. Ya nos ha dicho que las acciones justas 86 LAS NORMAS DE LA MORAL son evaluadas como medios, evaluadas por su uti- lidad. El h4bito o disposicién de actuar por un sentido del deber, de hacer las acciones justas por- que son justas, similarmente es Util porque nos mueve a hacer estas acciones justas (es decir, utiles). Los motivos virtuosos, aparte del sentido del deber, son ttiles de la misma manera. Motivos como bon- dad, piedad y valor son apreciados porque tienden a producir placer o suprimir el dolor o el peligro de dolor. Una persona bondadosa es la que trata de beneficiar a otras, de darles placer. La piedad nos mueve a ayudar a quienes se encuentran en la necesidad, a suprimir el dolor o la infelicidad. E1 valor es una disposicién a correr riesgos para preve- nir peligros. El bombero entra en una casa en lla- mas para salvar a las personas que quedaron atra- padas en el interior. El experto en desarmar bombas arriesga su vida para impedir dafios a otras. Si no hay peligro en un incendio, si no hay a quien salvar ni objetos valiosos que rescatar, no habré ninguna virtud en precipitarse dentro de la casa en llamas s6lo para mostrar que somos capaces de enfrentar- nos a algo malo. El valor de la virtud, dice el uti- litario hedonista, se encuentra en su utilidad para aumentar la felicidad o reducir la infelicidad. Sa- crificar nuestra propia felicidad cuando no hay perspectivas de producir una mayor felicidad para los demas no es admirable, sino temerario; en rea- lidad, estrictamente hablando, es malo, pues es dis- minuir innecesariamente la felicidad. La misma condicién se aplica a la primera forma de virtud, actuando por un sentido del deber. No hay nada EL UTILITARISMO 87 admirable en un insensato sentido del deber que hace a un Simeén el Estilita pasar su vida sentado sobre el extremo de una columna sélo para demos- trar que puede resistirlo. Menos admirable atin es el perverso sentido del deber de un fanatico como Hitler, que le mueve a causar dolor inconmensura~ ble a millones de personas por un ideal demente. A continuacién tomemos el ejemplo del amor. El amor es valuado, segtin el utilitarismo hedonista, tanto por la felicidad que contiene como por la felicidad que produce, como consecuencia. El amor es, en si mismo, un feliz estado de espiritu y actiia como motivo para producir felicidad al ser amado. No hay necesidad de pensar en su valor como algo separado del valor de la felicidad. Veamos en tercer lugar el conocimiento. El valor atribuido a la busca del conocimiento o de la ver- dad vuelve a ser derivativo, de estas dos maneras, del valor de la felicidad. La mayor parte del cono- cimiento, aunque no todo, es util al afiadir la feli- cidad, y la busca del conocimiento es grata en si misma para muchas personas, porque satisface la natural tendencia humana de la curiosidad. A veces la busca del conocimiento, como la demostracién de valor, no es util. Si es perfectamente claro que un conocimiento particular no ser4 util y dara poca satisfacci6n al investigador, el utilitario hedonista diré que tal conocimiento no es valioso, que es una basura trivial. El utilitario ideal, quien sostiene que el conocimiento es bueno en si mismo, est4 obligado a atribuir un valor a la busca de todo conocimiento, cualquiera que sea su cardcter. Esta doctrina parece 88 LAS NORMAS DE LA MORAL admirable cuando pensamos en la investigacién de las causas y la cura del cAncer, y perfectamente creible cuando pensamos en la emocién de descu- brimientos intitiles pero gratos, efectuados en la matematica pura o la historia, pero parece mucho menos plausible cuando leemos acerca de alguna esforzada “investigacién” que no tiene importancia para el investigador ni para nadie mds, emprendi- da simplemente porque la idea de investigar se ha puesto de moda. El utilitario hedonista no vacilaria en condenar como iniitil semejante investigacién. Por ultimo, tenemos el valor de la belleza, es decir, de la apreciacién y creacién de belleza. El utilitarismo hedonista dice que el valor de la apre- ciacién estética se encuentra simplemente en el hecho de que es una experiencia grata. El valor de la creacién estética tiene un doble cardcter; es al mismo tiempo disfrutable (habitualmente, aun- que no siempre) para el artista que se dedica a ella, y tiende a ser util porque su objetivo es dar un goce estético a potenciales espectadores o publicos. El utilitarismo hedonista presenta, asi, un argu- mento muy persuasivo en favor de la opinién de que el valor de los bienes “ideales” realmente se basa en el valor del placer. El argumento no es hermé- tico, y se le puede refutar en ciertos puntos. Por ejemplo, en el caso de la virtud, implica que la infelicidad de las victimas de Hitler pudo ser com- pensada por una mayor felicidad para otros; y en el caso de la belleza, implica que la misica de Beethoven puede, apropiadamente, ser considerada mejor que la de los Beatles sélo si produce mayor EL UTILITARISMO 89 placer. Por otra parte, el decidido rechazo del valor de una conciencia pervertida, un auto-sacrificio initil y un conocimiento trivial me parece mas sen- sato que la visién del utilitarismo ideal, segin el cual todo ejercicio de motivo virtuoso y todo cono- cimiento son intrinsecamente buenos. Hay otras ra- zones para tomar el utilitarismo hedonista clasico mas en serio que la versién ideal. Los utilitarios clasicos siempre trataron su teoria de la ética como fundamento de las reformas juridicas y sociales, mientras que la mayoria de (no todos) Jos parti- darios del utilitarismo ideal se concentraron en va- lores personales y estéticos, considerando que las consecuencias practicas sociales eran demasiado re- motas para poder hacer algtin firme enunciado. Por ello, para proceder a exponer la posicién del utili- tarismo hedonista clésico, supondré (aunque en realidad no creo) que puede sostener su opinién de que lo nico bueno en si mismo es el placer y que todas las demas cosas buenas deben ser valua- das, ya sea porque contienen placer o porque son medios de placer. Hemos de preguntar ahora, el placer de quién es el que cuenta, y la respuesta que nos da el utilita- rismo clasico es: el de todos y el de nadie. Tampoco, simplemente, un placer humano. A juzgar por las apariencias, muchos animales parecen capaces de experimentar placer y, ciertamente, de sufrir dolor. Segiin el hedonismo, el placer es bueno y el dolor es malo, ocurran donde ocurran. Desde luego, las acciones de un individuo no tendran un efecto con- siderable sobre la felicidad de cada criatura que 90 LAS NORMAS DE LA MORAL hay en el mundo, y el utilitarismo no requiere que una persona tome en cuenta todas las consecuencias infinitesimales de sus posibles acciones. La teoria me dice que, al decidir lo que haré, debo tomar en cuenta las probables consecuencias sobre la felici- dad y la infelicidad de todas las personas, y de otros seres que sern considerablemente afectados. No me pide pensar acerca de posibles efectos mindsculos e indirectos sobre Ja situacién de las personas que se encuentran del otro lado de la tierra. A menudo se dice que los utilitarios clasicos adop- taron la opinién de que todos —como un hecho y como una necesidad psicolégica— tienen como su constante motivo de accién un interés en su propio maximo de felicidad. Jeremy Bentham, reconocido jefe de los utilitarios clasicos en el siglo x1x, a veces escribiéd como si esto fuera asi, pero creo yo que su opinién, en realidad, era que las personas habitual- mente actiian por motivo de interés, no que siempre Jo hacen asi. Antes de Bentham hubo algunos es- critores que pensaron poder combinar una psicolo- gia egofsta con una ética utilitaria. Sostuvieron 1) que, como hecho psicolégico, todo ser humano acttia y necesariamente debe actuar para llevar al maximo su propia felicidad y, 2) que, como cues- tién de principio ético, toda persona debe actuar de modo que Ileve al m4ximo la felicidad general. Una sencilla combinacién de estas dos posiciones seria incompatible. El segundo enunciado, segiin el cual cada quien debe actuar con el propésito de llevar al maximo la felicidad general, implica que €s posible que actuemos a partir de un motivo desin- EL UTILITARISMO 91 teresado, tomando como fin la felicidad general, no la nuestra. Sin embargo, la primera proposicién implica que nunca podemos actuar por un motivo desinteresado, sino que siempre nos moveré el inte- rés propio. Yo no sé de ningtin utilitario que en realidad adoptara esta posicién inconsecuente (atri- buida a menudo a Bentham). Los utilitarios que sostuvieron definitivamente una psicologia egoista habitualmente tuvieron cuidado de evitar la incon- secuencia, negando que la accién que promovia la felicidad general fuera desinteresada. Dijeron que un hombre prudente comprenderia que necesita ayudar a los demds para alcanzar su maximo de felicidad y que debia conquistar la ayuda de los demas, haciendo cosas para ellos. Es decir, estos filésofos tomaron como principio de prudencia el principio ético de que cada quien debe actuar de modo que Ileve al m4ximo la felicidad general: cada quien debe hacer esto como medio necesario para su propésito tltimo de Ievar al maximo su propia felicidad. Ello implica que el principio ético, “debemos promover la felicidad general”, en reali- dad significa que necesariamente lo haremos si el motivo inevitable del interés egofsta es guiado por un entendimiento prudente de cémo favorecer me- jor nuestro propio interés. Algunos utilitarios evitaron esta inconsecuencia de otra manera, con una teoria a la que podemos llamar Utilitarismo Teolégico. Segtin esta idea, pro- mover la felicidad general es el propésito de Dios, quien no padece las limitaciones de la interesada naturaleza humana. Aunque la benevolencia des- 92 LAS NORMAS DE LA MORAL interesada sea psicolégicamente imposible para los hombres, es parte esencial de la naturaleza de Dios. Para su desinteresado propésito, dispone que ser4 servido por seres humanos interesados, poniendo ante ellos la perspectiva de premio o castigo por obedecer o desobedecer sus érdenes. Las propias érdenes est4n destinadas a revelar el propésito de Dios, de hacer felices a todas sus criaturas. La obli- gacién moral, segtin esta opinién, nuevamente es prudencial. El hombre debe obedecer la voluntad de Dios en el mismo sentido en que debe seguir los preceptos de su médico; sera mejor para él que Jo haga, y peor para él si no lo hace. Tanto la versién secular como la teolégica de esta combinacién de psicologia egoista y una norma utilitaria de ética fueron sostenidas por algunos es- critores en el siglo xvm; pero no constituyeron la corriente principal del utilitarismo. Los mas céle- bres utilitarios, antes y después de Bentham, adop- taron la opinién de que los hombres son capaces de actuar a partir de motivos desinteresados, asi como de motivos interesados. Arguyeron que llega- mos a la norma utilitaria de moral —promover la felicidad general—, ya sea por simple benevolencia, ya por la operacién de la simpatia con las necesi- dades y los deseos de los demas. En el capitulo un, escribi acerca de dos tipos de naturalismo, uno de los cuales depende de una ver- sién egoista de la naturaleza humana, y el otro se basa en una versién que subraya la simpatia. Ahora, estas dos variedades de naturalismo han reapare- cido en lo que he dicho acerca del utilitarismo, pero EL UTILITARISMO 93 esto no significa que haya una conexién necesaria entre naturalismo y utilitarismo. Ha habido muchos naturalistas en la teoria ética que han adoptado una visién egofsta de la naturaleza humana, pero que no han suscrito una norma utilitaria de la ética. Ha habido algunos naturalistas no egoistas que han combinado un énfasis en la benevolencia o en la simpatia en su visién de la psicologia humana, con una oposicién al utilitarismo en su explicacién de las normas de ética. También ha habido un muy distinguico utilitario hedonista (Henry Sidgwick) que rechazé el naturalismo como base inadecuada para la ética. No obstante, sigue siendo cierto, como generalizacién, que la principal corriente de utilita- rismo ha aceptado el naturalismo, y (segéin mi en- tendimiento de la historia del tema) el naturalismo en su forma no egoista. Esto no quiere decir que dichos utilitarios tengan una altisima opinién del altruismo de la naturaleza humana. Hubo una buena razén para que Bentham y otros subrayaran el predominio del interés egoista. El motivo del interés egoista afecta al utilitarismo cuando la teoria considera la relacién de la ética con la ley y el gobierno. Los utilitarios del siglo xrx (Bentham y sus seguidores, especialmente James Mill, John Stuart Mill, John Austin) se interesaron mucho en las implicaciones sociales y politicas de la ética, y particularmente en Ja funcién del sistema juridico. Fueron reformadores; se les llegé a cono- cer como los radicales filosdficos; utilizaron su teoria filoséfica de la ética como base de un pro- grama de reforma juridica y social. Sostuvieron que 94 LAS NORMAS DE LA MORAL la norma de la accién moralmente justa es aumen- tar la felicidad (o reducir la infelicidad) tanto como sea posible y para tantas personas como sea posible: “La mayor felicidad del mayor numero”. Pero aunque los hombres puedan seguir una norma ética en una parte de su conducta en la vida pri- vada, insensato resulta esperar esto de ellos en las acciones que afectan la vida de la sociedad. En su mayoria, la gente actiia pensando en su propia felicidad, en su interés egoista. La principal preocu- pacién del utilitarismo consiste en explicar que la funcién de la ley y del gobierno es equilibrar las dos cosas, la motivacién auto-interesada y la bisqueda efectiva de la norma ética. Resulta prudente suponer que los hombres generalmente actiian en su propio provecho; entonces, gcémo hacer que sus actos sir- van al provecho de todos, o al menos de Ia mayoria? En el campo de la economia, los utilitarios clasicos del siglo xx siguieron a Adam Smith, al pensar que habia una natural armonia de intereses. Aunque en la vida econémica cada quien busca su pro- pia ventaja, el resultado neto es la mayor ventaja posible para la sociedad en general. La intervencién gubernamental en la economia perturba esta armo- nia natural, dando por resultado menos eficiencia y un menor producto total de la nacién. Asi, la receta para la economia fue el laissez-faire, dejar hacer; nada de intervencién gubernamental; liber- tad completa. Hoy, pocos apoyarian esto. Atin los Estados Unidos, que constituyen la mas libre de todas las economfas nacionales de hoy, ejercen cierto control gubernamental sobre una parte de la eco- EL UTILITARISMO 95 nomia; por ejemplo, en la politica monetaria, en aplicar impuestos, parcialmente, para la redistribu- cién del ingreso por medio de pagos de beneficencia para los desempleados y los jubilados de edad avan- zada, y en cosas vitales para la defensa como arma- mentos nucleares y tecnologia del espacio. Pero hay muchos economistas que creen que en general los utilitarios tenian razén y que la intervencién gu- bernamental en la economia causa mds mal que bien. Por ejemplo, la mayor parte de los economis- tas asegura que los Estados comunistas, donde casi toda la vida econémica es controlada por el gobier- no, la economia es menos eficiente que la de un pais capitalista. Y muchas personas, economistas 0 legos, sostendran que en la Gran Bretafia, la nacio- nalizacién de las minas, los ferrocarriles y las indus- trias de la electricidad y el gas ha dado por resul- tado menor eficiencia, por la falta de competencia; sin embargo, estas son cuestiones en que cualquier opinién para ser digna de respeto requerira un co- nocimiento de los hechos econémicos. Yo me limito a observar que los utilitarios clasicos adoptaron la visién de laissez-faire de la economia, aunque esto no sea impuesto por su filosofia. Adoptaron tal opi- nién por motivos de teoria econémica. En cuanto a otros aspectos de la vida social, los utilitarios pensaron que no habia una armonia na- tural de intereses. En realidad, el objeto de un sis- tema de ley y gobierno es que, sin un sistema de control, habrA conflicto de intereses. El propésito del gobierno es producir una artificial armonia de intereses. ;Cémo? Mediante un sistema de ley. 96 LAS NORMAS DE LA MORAL El propésito originario de la ley es proteger a las personas y las propiedades. El asesinato, el asalto, el robo, el fraude —en realidad, todos los delitos— son dafiinos a las personas y a la sociedad en gene- ral: disminuyen la felicidad, directamente de sus victimas inmediatas, y también indirectamente causando temor de semejante peligro a otros. Tales acciones generalmente se hacen con el fin del lucro individual. Un ladrén roba para beneficiarse. Lo que es nocivo para la sociedad puede parecer atrac- tivo para el individuo. He aqui un ejemplo cono- cido de una divergencia entre los intereses indivi- duales y los sociales. Ahora bien, si debo contar con el comportamiento del individuo (el potencial ladrén) como motivado por el interés egoista, la manera de armonizar esto con el beneficio de la so- ciedad es hacer inatractiva para el individuo la accién que hoy encuentra atractiva. El ladrén es atraido por la perspectiva de obtener un placer con el dinero que roba. Pero la perspectiva de la prisién hace inatractiva la empresa. El derecho penal afia- de la perspectiva de algo desagradable, y asi disuade al potencial ladrén de cometer una accién dafiina para la sociedad. La ley, con sus sanciones (castigos y otras penas), establece una artificial armonia del interés privado con el ptiblico. Da al potencial delincuente un motivo para no cometer acciones dafiinas para la sociedad; hace inatractivas (des- agradables) tales acciones, para él asi como para Ta sociedad. El principal objetivo del gobierno es asegurar el interés (la felicidad) de la sociedad, haciendo y EL UTILITARISMO 97 aplicando leyes. Las leyes reciben su eficacia de las sanciones: prisién, multas, requerimiento de indem- nizar. La teoria utilitaria dice que las leyes existen para promover la felicidad de la comunidad; las sanciones de la ley ayudan a esta causa haciendo que las acciones socialmente dafiinas sean inatrac- tivas para quienes, de otra manera, serian atrafdos por ellas. Esta teoria tiene una bella simplicidad. Nos da una sencilla norma general de la accién moralmente justa, y emplea el mismo sencillo prin- cipio como razén del gobierno y de la ley. En sus principios esenciales la teoria es una ver- sién secularizada del utilitarismo teolégico. Segiin el utilitarismo teolégico, Dios tiene un propésito benévolo, la felicidad de sus criaturas, e induce a los seres humanos incorregiblemente egoistas a servir a este propésito benévolo mediante la prome- sa de recompensa en el cielo por obediencia a sus érdenes, y mediante la amenaza de castigo en el infierno por desobediencia. Segtin el. utilitarismo secular, el gobierno tiene (o debiera tener) un propésito benéfico, la mayor felicidad del mayor niimero, e induce a los particulares, que son en gran parte aunque no entcramente auto-interesados, a servir al interés gencral mediante la amenaza de castigo terrenal por desobediencia a sus leyes. Pero el utilitarismo general tiene mds que decir. Implica un sistema penal relativamente benigno, no severo, y asi conduce a la reforma de las leyes. Se emplean sanciones porque amenazan con algo doloroso o desagradable: la prisién, una multa, el desprestigio social. Segiin el utilitarismo, todo lo 98 LAS NORMAS DE LA MORAL doloroso o desagradable es malo. Lo desagradable del castigo sélo se justifica como mal necesario, necesario para prevenir un mal atin mayor, un daiio a la victima del delito, y asi a la sociedad en gene- ral. Pero si el castigo es un mal, entonces no debe ser mayor de lo necesario. Si puede prevenirse un delito (un acto socialmente dafiino) mediante un castigo menor, seria erréneo emplear uno mayor de lo necesario, pues ello significaria producir en el resultado total m4s dolor del que es esencial. Por tanto, puedo disuadir a un potencial ladrén tan eficazmente con una amenaza de prisién por tres meses como con la amenaza de ahorcarlo (castigo prescrito en la época de Bentham) o por la ame- naza de prisién durante seis meses, entonces no sélo se puede sino que se debe adoptar el castigo menor. Seguin la teorfa utilitaria, seria moralmente injusto infligir el castigo mas severo. Segiin el utilitarismo, todo el sistema de justicia legal es cuestién de utilidad. Y también lo es la idea misma de justicia. El utilitarismo considera el castigo como disuasivo. Otra teoria del castigo (la teoria retributiva) sostiene que el concepto del merecimiento debe intervenir: el castigo se justifica porque es merecido, se debe infligir por lo que se ha hecho en el pasado, y no (al menos, no sdlo) por sus consecuencias al prevenir dafios en el futuro. El utilitarismo responde que la justificacién por los merecimientos no introduce realmente un argumen- to distinto de la utilidad, pues el merecido depende de la utilidad. Decimos que un hombre merece recompensa por hacer un bien (es decir, se le debe EL UTILITARISMO 99 dar un beneficio por haber conferido un beneficio) porque ha hecho lo que es util y porque la recom- pensa es Util, al alentarles a él y a otros a seguir haciendo buenas obras. De manera semejante, de- cimos que un hombre merece castigo por causar un mal (es decir, se le debe castigar por haber hecho algo dafiino) porque lo que ha hecho es contrario a la utilidad y porque el castigo es util, al disuadirlos a él y a otros de causar dafios en el futuro. La justicia, como otras virtudes, es evaluada por su utilidad. Se vera mas adelante que el utilitarismo es, a la vez, general y particular. Se vale de una norma simple con un atractivo obvio —promover la feli- cidad para el mayor nimero posible— para expli- car y unir la ética, el derecho y el gobierno. Es una doctrina que mira hacia adelante, justificando las cosas por referencia al futuro, y por ello parece, claramente, una politica progresista. No es de sor- prender que haya captado la imaginaci6n como una filosofia moral sumamente atractiva.

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