FILOSOFIA
MORAL
D. D. RAPHAEL
°C
e@ Fondo de Cultura EconomicaIV. EL UTILITARISMO
gCuAx es la norma de la moral? ;Qué hace buena
una accién? Una respuesta a estas preguntas nos la
da el utilitarismo. Es una visién atractiva que, me-
recidamente, goza de gran aceptacién. Segin el
utilitarismo, una accién es buena si es util para
promover la felicidad. Y la felicidad, explica la
teorfa, es una suma de placeres. El placer es bueno,
y el dolor o displacer es malo. Las acciones son
justas si producen lo que es bueno y suprimen o pre-
vienen lo que es malo; es decir, si producen felicidad
o placer y si suprimen o previenen la infelicidad o el
dolor. Mas precisamente una accién es justa, la ac-
cién que debemos hacer, si nos parece que proba-
blemente producirA la mayor felicidad posible, es
decir, si parece probable que produzca mis felici-
dad, o suprima o prevenga mas infelicidad, que
ninguna otra accién que pudiésemos hacer. Un
ejemplo sencillo puede ilustrar lo que significa esta
ligera complicacién. Si podemos causar placer a un
nifio Ievandolo a la playa, esto es bueno; pero si
podemos causar el mismo placer a dos nifios, ello
ser& obviamente mejor; asi, entre dos acciones posi-
bles, la segunda ser4 la correcta, la que deberemos
hacer.
Existe una forma de utilitarismo segiin la cual el
placer o la felicidad no es lo tinico que es bueno en
8384 LAS NORMAS DE LA MORAL
si, Segdn esta versién de la teoria, otras cosas buenas
son la virtud, el amor, el conocimiento (0 la ver-
dad) y la belleza. El utilitarismo tradicional, que
trata de simplificar las cosas todo lo que sea posible,
dice que el placer es el tinico bien intrinseco y que
estas otras cosas son valuadas por el placer, ya sea
el placer que ellas contienen en si mismas 0 el que
probablemente producirdn. Tenemos que establecer
una distincién entre el bien como medio y el bien
como fin. Si algo se aprecia por si mismo, es bue-
no como fin, intrinsecamente. Pero si algo se aprecia
por algo mas que produce, entonces es bueno como
medio. Por ejemplo, el buen café es un café disfru-
table, grato, bueno como fin; una buena percolado-
va de café es algo que hace un buen café, es buena
como medio, itil para producir algo que es bueno
por si mismo. La diferencia se hace més clara si
reflexionamos que una cosa puede ser util, buena
como medio, para producir un mal fin asi como
un buen fin. Un buen tornillo de mano es uno que
hace gritar a sus victimas; es bueno (eficiente) para
producir dolor, en lugar de placer.
El utilitarismo de todas las variedades dice que
las acciones justas son acciones titiles, buenas como
medios; que la justicia es, en realidad, una especie
de eficiencia, pero limitada a la eficiencia para fines
buenos. Apretar los tornillos de mano es una ma-
nera buena (eficiente) de causar dolor, pero su
eficiencia 0 utilidad para este propésito no lo hace
bueno. Los actos buenos son actos que son ttiles,
eficientes, para buenos propésitos o fines. El utili-
tarismo clasico dice que el tnico propésito queEL UTILITARISMO 85
cuenta es la produccién de placer o felicidad y la
supresién o prevencién del dolor o la infelicidad;
es el nico propésito que cuenta porque placer y
dolor son las tinicas cosas buenas y malas como
fines, buenas y malas en si mismas. El utilitarismo
clasico frecuentemente ha sido Hamado utilitarismo
hedonista (de hedone, palabra griega que significa
placer), pues sostiene que sélo el placer es bueno
como fin. La forma de utilitarismo que dice que
otras cosas ademas del placer (la virtud, el amor,
el conocimiento, la belleza) son buenas como fines
es llamada utilitarismo idealista. Ambas formas son
Namadas utilitarias porque ambas sostienen que la
nica razén para que un acto sea bueno en su utili-
dad para producir resultados que son buenos en si
mismos.
E] utilitarismo hedonista conviene en que la vir-
tud, el amor, el conocimiento y la belleza son bue-
nos, pero niega que su bondad sea independiente
de la bondad del placer. Dice que son buenos ya
sea porque son disfrutables (gratos) 0 porque son
medios para llegar al placer. Veamos qué dice el
argumento para cada uno de los cuatro casos.
Empecemos por la virtud. La virtud o bondad
moral puede tomar una de dos formas. Una es el
habito o disposicién de hacer lo justo porque es
justo, de actuar por un sentido del deber. La segun-
da forma es el habito o disposici6n de actuar a
partir de otros medios admirados, como bondad,
compasién o valor. El utilitarismo hedonista dice
que ambos tipos de disposicién son buenos como
medios. Ya nos ha dicho que las acciones justas86 LAS NORMAS DE LA MORAL
son evaluadas como medios, evaluadas por su uti-
lidad. El h4bito o disposicién de actuar por un
sentido del deber, de hacer las acciones justas por-
que son justas, similarmente es Util porque nos
mueve a hacer estas acciones justas (es decir, utiles).
Los motivos virtuosos, aparte del sentido del deber,
son ttiles de la misma manera. Motivos como bon-
dad, piedad y valor son apreciados porque tienden
a producir placer o suprimir el dolor o el peligro de
dolor. Una persona bondadosa es la que trata
de beneficiar a otras, de darles placer. La piedad
nos mueve a ayudar a quienes se encuentran en la
necesidad, a suprimir el dolor o la infelicidad. E1
valor es una disposicién a correr riesgos para preve-
nir peligros. El bombero entra en una casa en lla-
mas para salvar a las personas que quedaron atra-
padas en el interior. El experto en desarmar bombas
arriesga su vida para impedir dafios a otras. Si no
hay peligro en un incendio, si no hay a quien salvar
ni objetos valiosos que rescatar, no habré ninguna
virtud en precipitarse dentro de la casa en llamas
s6lo para mostrar que somos capaces de enfrentar-
nos a algo malo. El valor de la virtud, dice el uti-
litario hedonista, se encuentra en su utilidad para
aumentar la felicidad o reducir la infelicidad. Sa-
crificar nuestra propia felicidad cuando no hay
perspectivas de producir una mayor felicidad para
los demas no es admirable, sino temerario; en rea-
lidad, estrictamente hablando, es malo, pues es dis-
minuir innecesariamente la felicidad. La misma
condicién se aplica a la primera forma de virtud,
actuando por un sentido del deber. No hay nadaEL UTILITARISMO 87
admirable en un insensato sentido del deber que
hace a un Simeén el Estilita pasar su vida sentado
sobre el extremo de una columna sélo para demos-
trar que puede resistirlo. Menos admirable atin es
el perverso sentido del deber de un fanatico como
Hitler, que le mueve a causar dolor inconmensura~
ble a millones de personas por un ideal demente.
A continuacién tomemos el ejemplo del amor.
El amor es valuado, segtin el utilitarismo hedonista,
tanto por la felicidad que contiene como por la
felicidad que produce, como consecuencia. El amor
es, en si mismo, un feliz estado de espiritu y actiia
como motivo para producir felicidad al ser amado.
No hay necesidad de pensar en su valor como algo
separado del valor de la felicidad.
Veamos en tercer lugar el conocimiento. El valor
atribuido a la busca del conocimiento o de la ver-
dad vuelve a ser derivativo, de estas dos maneras,
del valor de la felicidad. La mayor parte del cono-
cimiento, aunque no todo, es util al afiadir la feli-
cidad, y la busca del conocimiento es grata en si
misma para muchas personas, porque satisface la
natural tendencia humana de la curiosidad. A veces
la busca del conocimiento, como la demostracién
de valor, no es util. Si es perfectamente claro que
un conocimiento particular no ser4 util y dara poca
satisfacci6n al investigador, el utilitario hedonista
diré que tal conocimiento no es valioso, que es una
basura trivial. El utilitario ideal, quien sostiene que
el conocimiento es bueno en si mismo, est4 obligado
a atribuir un valor a la busca de todo conocimiento,
cualquiera que sea su cardcter. Esta doctrina parece88 LAS NORMAS DE LA MORAL
admirable cuando pensamos en la investigacién de
las causas y la cura del cAncer, y perfectamente
creible cuando pensamos en la emocién de descu-
brimientos intitiles pero gratos, efectuados en la
matematica pura o la historia, pero parece mucho
menos plausible cuando leemos acerca de alguna
esforzada “investigacién” que no tiene importancia
para el investigador ni para nadie mds, emprendi-
da simplemente porque la idea de investigar se ha
puesto de moda. El utilitario hedonista no vacilaria
en condenar como iniitil semejante investigacién.
Por ultimo, tenemos el valor de la belleza, es
decir, de la apreciacién y creacién de belleza. El
utilitarismo hedonista dice que el valor de la apre-
ciacién estética se encuentra simplemente en el
hecho de que es una experiencia grata. El valor
de la creacién estética tiene un doble cardcter; es
al mismo tiempo disfrutable (habitualmente, aun-
que no siempre) para el artista que se dedica a ella,
y tiende a ser util porque su objetivo es dar un goce
estético a potenciales espectadores o publicos.
El utilitarismo hedonista presenta, asi, un argu-
mento muy persuasivo en favor de la opinién de que
el valor de los bienes “ideales” realmente se basa
en el valor del placer. El argumento no es hermé-
tico, y se le puede refutar en ciertos puntos. Por
ejemplo, en el caso de la virtud, implica que la
infelicidad de las victimas de Hitler pudo ser com-
pensada por una mayor felicidad para otros; y en
el caso de la belleza, implica que la misica de
Beethoven puede, apropiadamente, ser considerada
mejor que la de los Beatles sélo si produce mayorEL UTILITARISMO 89
placer. Por otra parte, el decidido rechazo del valor
de una conciencia pervertida, un auto-sacrificio
initil y un conocimiento trivial me parece mas sen-
sato que la visién del utilitarismo ideal, segin el
cual todo ejercicio de motivo virtuoso y todo cono-
cimiento son intrinsecamente buenos. Hay otras ra-
zones para tomar el utilitarismo hedonista clasico
mas en serio que la versién ideal. Los utilitarios
clasicos siempre trataron su teoria de la ética como
fundamento de las reformas juridicas y sociales,
mientras que la mayoria de (no todos) Jos parti-
darios del utilitarismo ideal se concentraron en va-
lores personales y estéticos, considerando que las
consecuencias practicas sociales eran demasiado re-
motas para poder hacer algtin firme enunciado. Por
ello, para proceder a exponer la posicién del utili-
tarismo hedonista clésico, supondré (aunque en
realidad no creo) que puede sostener su opinién
de que lo nico bueno en si mismo es el placer y
que todas las demas cosas buenas deben ser valua-
das, ya sea porque contienen placer o porque son
medios de placer.
Hemos de preguntar ahora, el placer de quién es
el que cuenta, y la respuesta que nos da el utilita-
rismo clasico es: el de todos y el de nadie. Tampoco,
simplemente, un placer humano. A juzgar por las
apariencias, muchos animales parecen capaces de
experimentar placer y, ciertamente, de sufrir dolor.
Segiin el hedonismo, el placer es bueno y el dolor
es malo, ocurran donde ocurran. Desde luego, las
acciones de un individuo no tendran un efecto con-
siderable sobre la felicidad de cada criatura que90 LAS NORMAS DE LA MORAL
hay en el mundo, y el utilitarismo no requiere que
una persona tome en cuenta todas las consecuencias
infinitesimales de sus posibles acciones. La teoria
me dice que, al decidir lo que haré, debo tomar en
cuenta las probables consecuencias sobre la felici-
dad y la infelicidad de todas las personas, y de otros
seres que sern considerablemente afectados. No me
pide pensar acerca de posibles efectos mindsculos e
indirectos sobre Ja situacién de las personas que se
encuentran del otro lado de la tierra.
A menudo se dice que los utilitarios clasicos adop-
taron la opinién de que todos —como un hecho y
como una necesidad psicolégica— tienen como su
constante motivo de accién un interés en su propio
maximo de felicidad. Jeremy Bentham, reconocido
jefe de los utilitarios clasicos en el siglo x1x, a veces
escribiéd como si esto fuera asi, pero creo yo que su
opinién, en realidad, era que las personas habitual-
mente actiian por motivo de interés, no que siempre
Jo hacen asi. Antes de Bentham hubo algunos es-
critores que pensaron poder combinar una psicolo-
gia egofsta con una ética utilitaria. Sostuvieron 1)
que, como hecho psicolégico, todo ser humano
acttia y necesariamente debe actuar para llevar al
maximo su propia felicidad y, 2) que, como cues-
tién de principio ético, toda persona debe actuar
de modo que Ileve al m4ximo la felicidad general.
Una sencilla combinacién de estas dos posiciones
seria incompatible. El segundo enunciado, segiin el
cual cada quien debe actuar con el propésito de
llevar al maximo la felicidad general, implica que
€s posible que actuemos a partir de un motivo desin-EL UTILITARISMO 91
teresado, tomando como fin la felicidad general,
no la nuestra. Sin embargo, la primera proposicién
implica que nunca podemos actuar por un motivo
desinteresado, sino que siempre nos moveré el inte-
rés propio. Yo no sé de ningtin utilitario que en
realidad adoptara esta posicién inconsecuente (atri-
buida a menudo a Bentham). Los utilitarios que
sostuvieron definitivamente una psicologia egoista
habitualmente tuvieron cuidado de evitar la incon-
secuencia, negando que la accién que promovia la
felicidad general fuera desinteresada. Dijeron que
un hombre prudente comprenderia que necesita
ayudar a los demds para alcanzar su maximo de
felicidad y que debia conquistar la ayuda de los
demas, haciendo cosas para ellos. Es decir, estos
filésofos tomaron como principio de prudencia el
principio ético de que cada quien debe actuar de
modo que Ileve al m4ximo la felicidad general:
cada quien debe hacer esto como medio necesario
para su propésito tltimo de Ievar al maximo su
propia felicidad. Ello implica que el principio ético,
“debemos promover la felicidad general”, en reali-
dad significa que necesariamente lo haremos si el
motivo inevitable del interés egofsta es guiado por
un entendimiento prudente de cémo favorecer me-
jor nuestro propio interés.
Algunos utilitarios evitaron esta inconsecuencia
de otra manera, con una teoria a la que podemos
llamar Utilitarismo Teolégico. Segtin esta idea, pro-
mover la felicidad general es el propésito de Dios,
quien no padece las limitaciones de la interesada
naturaleza humana. Aunque la benevolencia des-92 LAS NORMAS DE LA MORAL
interesada sea psicolégicamente imposible para los
hombres, es parte esencial de la naturaleza de Dios.
Para su desinteresado propésito, dispone que ser4
servido por seres humanos interesados, poniendo
ante ellos la perspectiva de premio o castigo por
obedecer o desobedecer sus érdenes. Las propias
érdenes est4n destinadas a revelar el propésito de
Dios, de hacer felices a todas sus criaturas. La obli-
gacién moral, segtin esta opinién, nuevamente es
prudencial. El hombre debe obedecer la voluntad
de Dios en el mismo sentido en que debe seguir
los preceptos de su médico; sera mejor para él que
Jo haga, y peor para él si no lo hace.
Tanto la versién secular como la teolégica de
esta combinacién de psicologia egoista y una norma
utilitaria de ética fueron sostenidas por algunos es-
critores en el siglo xvm; pero no constituyeron la
corriente principal del utilitarismo. Los mas céle-
bres utilitarios, antes y después de Bentham, adop-
taron la opinién de que los hombres son capaces
de actuar a partir de motivos desinteresados, asi
como de motivos interesados. Arguyeron que llega-
mos a la norma utilitaria de moral —promover la
felicidad general—, ya sea por simple benevolencia,
ya por la operacién de la simpatia con las necesi-
dades y los deseos de los demas.
En el capitulo un, escribi acerca de dos tipos de
naturalismo, uno de los cuales depende de una ver-
sién egoista de la naturaleza humana, y el otro se
basa en una versién que subraya la simpatia. Ahora,
estas dos variedades de naturalismo han reapare-
cido en lo que he dicho acerca del utilitarismo, peroEL UTILITARISMO 93
esto no significa que haya una conexién necesaria
entre naturalismo y utilitarismo. Ha habido muchos
naturalistas en la teoria ética que han adoptado
una visién egofsta de la naturaleza humana, pero
que no han suscrito una norma utilitaria de la ética.
Ha habido algunos naturalistas no egoistas que han
combinado un énfasis en la benevolencia o en la
simpatia en su visién de la psicologia humana, con
una oposicién al utilitarismo en su explicacién de
las normas de ética. También ha habido un muy
distinguico utilitario hedonista (Henry Sidgwick)
que rechazé el naturalismo como base inadecuada
para la ética. No obstante, sigue siendo cierto, como
generalizacién, que la principal corriente de utilita-
rismo ha aceptado el naturalismo, y (segéin mi en-
tendimiento de la historia del tema) el naturalismo
en su forma no egoista.
Esto no quiere decir que dichos utilitarios tengan
una altisima opinién del altruismo de la naturaleza
humana. Hubo una buena razén para que Bentham
y otros subrayaran el predominio del interés egoista.
El motivo del interés egoista afecta al utilitarismo
cuando la teoria considera la relacién de la ética
con la ley y el gobierno. Los utilitarios del siglo xrx
(Bentham y sus seguidores, especialmente James
Mill, John Stuart Mill, John Austin) se interesaron
mucho en las implicaciones sociales y politicas de
la ética, y particularmente en Ja funcién del sistema
juridico. Fueron reformadores; se les llegé a cono-
cer como los radicales filosdficos; utilizaron su
teoria filoséfica de la ética como base de un pro-
grama de reforma juridica y social. Sostuvieron que94 LAS NORMAS DE LA MORAL
la norma de la accién moralmente justa es aumen-
tar la felicidad (o reducir la infelicidad) tanto
como sea posible y para tantas personas como sea
posible: “La mayor felicidad del mayor numero”.
Pero aunque los hombres puedan seguir una norma
ética en una parte de su conducta en la vida pri-
vada, insensato resulta esperar esto de ellos en las
acciones que afectan la vida de la sociedad. En su
mayoria, la gente actiia pensando en su propia
felicidad, en su interés egoista. La principal preocu-
pacién del utilitarismo consiste en explicar que la
funcién de la ley y del gobierno es equilibrar las dos
cosas, la motivacién auto-interesada y la bisqueda
efectiva de la norma ética. Resulta prudente suponer
que los hombres generalmente actiian en su propio
provecho; entonces, gcémo hacer que sus actos sir-
van al provecho de todos, o al menos de Ia mayoria?
En el campo de la economia, los utilitarios clasicos
del siglo xx siguieron a Adam Smith, al pensar que
habia una natural armonia de intereses. Aunque
en la vida econémica cada quien busca su pro-
pia ventaja, el resultado neto es la mayor ventaja
posible para la sociedad en general. La intervencién
gubernamental en la economia perturba esta armo-
nia natural, dando por resultado menos eficiencia
y un menor producto total de la nacién. Asi, la
receta para la economia fue el laissez-faire, dejar
hacer; nada de intervencién gubernamental; liber-
tad completa. Hoy, pocos apoyarian esto. Atin los
Estados Unidos, que constituyen la mas libre de
todas las economfas nacionales de hoy, ejercen cierto
control gubernamental sobre una parte de la eco-EL UTILITARISMO 95
nomia; por ejemplo, en la politica monetaria, en
aplicar impuestos, parcialmente, para la redistribu-
cién del ingreso por medio de pagos de beneficencia
para los desempleados y los jubilados de edad avan-
zada, y en cosas vitales para la defensa como arma-
mentos nucleares y tecnologia del espacio. Pero hay
muchos economistas que creen que en general los
utilitarios tenian razén y que la intervencién gu-
bernamental en la economia causa mds mal que
bien. Por ejemplo, la mayor parte de los economis-
tas asegura que los Estados comunistas, donde casi
toda la vida econémica es controlada por el gobier-
no, la economia es menos eficiente que la de un
pais capitalista. Y muchas personas, economistas 0
legos, sostendran que en la Gran Bretafia, la nacio-
nalizacién de las minas, los ferrocarriles y las indus-
trias de la electricidad y el gas ha dado por resul-
tado menor eficiencia, por la falta de competencia;
sin embargo, estas son cuestiones en que cualquier
opinién para ser digna de respeto requerira un co-
nocimiento de los hechos econémicos. Yo me limito
a observar que los utilitarios clasicos adoptaron la
visién de laissez-faire de la economia, aunque esto
no sea impuesto por su filosofia. Adoptaron tal opi-
nién por motivos de teoria econémica.
En cuanto a otros aspectos de la vida social, los
utilitarios pensaron que no habia una armonia na-
tural de intereses. En realidad, el objeto de un sis-
tema de ley y gobierno es que, sin un sistema de
control, habrA conflicto de intereses. El propésito
del gobierno es producir una artificial armonia de
intereses. ;Cémo? Mediante un sistema de ley.96 LAS NORMAS DE LA MORAL
El propésito originario de la ley es proteger a las
personas y las propiedades. El asesinato, el asalto,
el robo, el fraude —en realidad, todos los delitos—
son dafiinos a las personas y a la sociedad en gene-
ral: disminuyen la felicidad, directamente de sus
victimas inmediatas, y también indirectamente
causando temor de semejante peligro a otros. Tales
acciones generalmente se hacen con el fin del lucro
individual. Un ladrén roba para beneficiarse. Lo
que es nocivo para la sociedad puede parecer atrac-
tivo para el individuo. He aqui un ejemplo cono-
cido de una divergencia entre los intereses indivi-
duales y los sociales. Ahora bien, si debo contar
con el comportamiento del individuo (el potencial
ladrén) como motivado por el interés egoista, la
manera de armonizar esto con el beneficio de la so-
ciedad es hacer inatractiva para el individuo la
accién que hoy encuentra atractiva. El ladrén es
atraido por la perspectiva de obtener un placer con
el dinero que roba. Pero la perspectiva de la prisién
hace inatractiva la empresa. El derecho penal afia-
de la perspectiva de algo desagradable, y asi disuade
al potencial ladrén de cometer una accién dafiina
para la sociedad. La ley, con sus sanciones (castigos
y otras penas), establece una artificial armonia del
interés privado con el ptiblico. Da al potencial
delincuente un motivo para no cometer acciones
dafiinas para la sociedad; hace inatractivas (des-
agradables) tales acciones, para él asi como para
Ta sociedad.
El principal objetivo del gobierno es asegurar el
interés (la felicidad) de la sociedad, haciendo yEL UTILITARISMO 97
aplicando leyes. Las leyes reciben su eficacia de las
sanciones: prisién, multas, requerimiento de indem-
nizar. La teoria utilitaria dice que las leyes existen
para promover la felicidad de la comunidad; las
sanciones de la ley ayudan a esta causa haciendo
que las acciones socialmente dafiinas sean inatrac-
tivas para quienes, de otra manera, serian atrafdos
por ellas. Esta teoria tiene una bella simplicidad.
Nos da una sencilla norma general de la accién
moralmente justa, y emplea el mismo sencillo prin-
cipio como razén del gobierno y de la ley.
En sus principios esenciales la teoria es una ver-
sién secularizada del utilitarismo teolégico. Segiin
el utilitarismo teolégico, Dios tiene un propésito
benévolo, la felicidad de sus criaturas, e induce
a los seres humanos incorregiblemente egoistas a
servir a este propésito benévolo mediante la prome-
sa de recompensa en el cielo por obediencia a sus
érdenes, y mediante la amenaza de castigo en el
infierno por desobediencia. Segtin el. utilitarismo
secular, el gobierno tiene (o debiera tener) un
propésito benéfico, la mayor felicidad del mayor
niimero, e induce a los particulares, que son en gran
parte aunque no entcramente auto-interesados, a
servir al interés gencral mediante la amenaza de
castigo terrenal por desobediencia a sus leyes.
Pero el utilitarismo general tiene mds que decir.
Implica un sistema penal relativamente benigno,
no severo, y asi conduce a la reforma de las leyes.
Se emplean sanciones porque amenazan con algo
doloroso o desagradable: la prisién, una multa, el
desprestigio social. Segiin el utilitarismo, todo lo98 LAS NORMAS DE LA MORAL
doloroso o desagradable es malo. Lo desagradable
del castigo sélo se justifica como mal necesario,
necesario para prevenir un mal atin mayor, un daiio
a la victima del delito, y asi a la sociedad en gene-
ral. Pero si el castigo es un mal, entonces no debe
ser mayor de lo necesario. Si puede prevenirse un
delito (un acto socialmente dafiino) mediante
un castigo menor, seria erréneo emplear uno mayor
de lo necesario, pues ello significaria producir en el
resultado total m4s dolor del que es esencial. Por
tanto, puedo disuadir a un potencial ladrén tan
eficazmente con una amenaza de prisién por tres
meses como con la amenaza de ahorcarlo (castigo
prescrito en la época de Bentham) o por la ame-
naza de prisién durante seis meses, entonces no sélo
se puede sino que se debe adoptar el castigo menor.
Seguin la teorfa utilitaria, seria moralmente injusto
infligir el castigo mas severo.
Segiin el utilitarismo, todo el sistema de justicia
legal es cuestién de utilidad. Y también lo es la
idea misma de justicia. El utilitarismo considera
el castigo como disuasivo. Otra teoria del castigo
(la teoria retributiva) sostiene que el concepto del
merecimiento debe intervenir: el castigo se justifica
porque es merecido, se debe infligir por lo que se
ha hecho en el pasado, y no (al menos, no sdlo)
por sus consecuencias al prevenir dafios en el futuro.
El utilitarismo responde que la justificacién por los
merecimientos no introduce realmente un argumen-
to distinto de la utilidad, pues el merecido depende
de la utilidad. Decimos que un hombre merece
recompensa por hacer un bien (es decir, se le debeEL UTILITARISMO 99
dar un beneficio por haber conferido un beneficio)
porque ha hecho lo que es util y porque la recom-
pensa es Util, al alentarles a él y a otros a seguir
haciendo buenas obras. De manera semejante, de-
cimos que un hombre merece castigo por causar
un mal (es decir, se le debe castigar por haber
hecho algo dafiino) porque lo que ha hecho es
contrario a la utilidad y porque el castigo es util,
al disuadirlos a él y a otros de causar dafios en el
futuro. La justicia, como otras virtudes, es evaluada
por su utilidad.
Se vera mas adelante que el utilitarismo es, a la
vez, general y particular. Se vale de una norma
simple con un atractivo obvio —promover la feli-
cidad para el mayor nimero posible— para expli-
car y unir la ética, el derecho y el gobierno. Es una
doctrina que mira hacia adelante, justificando las
cosas por referencia al futuro, y por ello parece,
claramente, una politica progresista. No es de sor-
prender que haya captado la imaginaci6n como
una filosofia moral sumamente atractiva.