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Guatemala, Guatemala, C. A.
Esta guía es la única que pueden y deben llevar impresa los catequistas. El catequista debe
tener presente los objetivos de la Catequesis y cumplirlos, mientras planifica y da la
Catequesis.
(0) Repaso breve de semana anterior o bloque dado, comentarios tarea vivencial.
(4) Reflexiono (Puede ir después de cada subtema y debe ir al final de la Catequesis - antes
del taller)
(5) Taller
Nota1: Durante la Catequesis de deben incluir las citas de “ilumina con la palabra” y se
puede complementar con la frases sugeridas a utilizar. Es obligatorio que el charlista lea
y se auxilie del YOUCAT.
1
YOUCAT #172-178, #193 y #224-247
Confirmación, Parroquia San Juan Bosco santuario Maria Auxiliadora
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Objetivos específicos
1. Experiencia de vida. Que el catequista sea capaz de trasmitir su experiencia de vida
de la reconciliación y transmita lo especial que es la unción de los enfermos.
2. Experiencia de fe: Que el catequista transmita lo con su experiencia lo importante que
es la reconciliación para las personas.
Cognoscitivo
Que comprendan la importancia de los sacramentos de sanación en sus vidas. Que entienda el
sentido de los sacramentos de curación.
Afectivo
Que no tomen la reconciliación como una obligación, si no como una forma para purificar el alma,
así mismo la unción de los enfermos.
Psicomotriz
Que los confirmandos vivan la reconciliación más seguido, que reconozcan y aprendan su
importancia en la vida del cristiano.
Citas Bíblicas
Frases
“El arrepentimiento brota del conocimiento de la verdad”. (Thomas Stearns Eliot, poeta
angloamericano)
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“Después de una caída, ¡hay que levantarse inmediatamente de nuevo! No hay que dejar ni un
momento el pecado en el corazón”. (San Juan María Vianney, cura de Ars)
“Dios valora tanto la penitencia, que la más nimia de las penitencias del mundo, si es auténtica,
le hace olvidar cualquier tipo de pecado, de modo que incluso a los demonios se les perdonarían
las culpas si pudieran tener arrepentimiento”. (San Francisco de Sales)
“Un signo del arrepentimiento sincero es alejar la ocasión”. (San Bernardo de Claraval)
“Dios lo sabe todo. De antemano ya sabe que, después de haberos confesado, volveréis a pecar.
Y, sin embargo, perdona. Va incluso tan lejos como para olvidar intencionadamente el futuro con
tal de perdonarnos”. (San Juan María Vianney, cura de Ars)
“Yo soy mucho más digno de castigo que vosotros, no temáis en confesar vuestros pecados“.
(San Juan María Vianney, cura de Ars)
“La Penitencia es el segundo Bautismo, el bautismo de las Lágrimas”. (San Gregorio Nacianceno)
“El cuidado de los enfermos debe estar ante todo y por encima de todo. Hay que servirles como
si fueran realmente Cristo”. (San Benito de Nursia)
“Sólo Cristo es el verdadero sacerdote, los demás son ministros suyos”. (Santo Tomas de
Aquino)
“El sacerdote continúa la obra de redención en la tierra”. (San Juan María Vianney, cura de Ars)
“Nuestro Redentor no quiso dejar el cuidado de los hombres, que tantos sufrimientos le causaron,
al solo cuidado de nuestra prudencia, sino que quiere actuar con nosotros”. (Santo Tomas de
Villanueva)
“¡Ama a Jesús! ¡No tengas ningún miedo! Aunque hubieras cometido todos los pecados de este
mundo, Jesús te repite a ti las palabras: Se te ha perdonado muchos pecados porque has amado
mucho”. (San Pío Pietralicina)
“Preferiría incluso el peor de los mundos cristianos antes que el mejor de los paganos, porque
en el mundo cristiano hay espacio para aquellos que en ningún mundo pagano tuvieron cabida:
los lisiados y enfermos, los ancianos y débiles. Para ellos había algo más que espacio, había
amor para los que tanto en el mundo pagano como en el mundo sin Dios se consideraban y se
consideran inútiles”. (Heinrich Böll)
“Si mirásemos cuán grande es la misericordia de Dios, nunca dejaríamos de hacer bien mientras
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pudiésemos: pues que, dando nosotros, por su amor, a los pobres lo que él mismo nos da, nos
promete ciento por uno en la bienaventuranza”. (San Juan de Dios)
Evoco
Alguna experiencia de vida (Propia o de alguien más que quieran compartir) que él/los
catequistas a cargo de la Catequesis. Dicha experiencia para mostrar con un ejemplo concreto
con respecto al tema/subtema que se esté presentando. Siempre deben haber experiencias (por
muy sencillas que sean) que vayan con la Catequesis dada.
Todos tenemos nuestros fallos y, a pesar de la permisividad actual y de la presión del ambiente
para eliminar todo sentimiento de culpa, hemos de reconocer que a veces perjudicamos, herimos
o menospreciamos a alguien, y nos damos cuenta de que debemos rectificar. ¡Efectivamente, es
tan cómodo echarle la culpa de nuestros errores a un gen que nos predispone a ello, o a la
sociedad como causante de todos nuestros males...!
Así como hemos visto signos de crecimiento en nuestra vida, existen también signos y señales
en nuestro trabajo diario, y en nuestras penas y enfermedades, Existen signos en nuestra familia,
que quizás ni nos imaginamos, el amor de nuestros papás son un signo de unión como la de
Jesús a la Iglesia, el sacerdote es un signo de servicio a la comunidad, nuestra enfermedad, nos
recuerda los padecimientos de Jesús y debemos sentirnos consolados y redimidos por su amor.
La reconciliación, es un signo de comprensión, amor y humildad, que nos une más las personas
que nos rodean y a Cristo. Estos sacramentos, ya no son de iniciación cristiana, son de nuestro
día a día, en el cual debemos celebrar el amor, el servicio la unidad y la solidaridad con los
demás.
Provocó
¿Nos hemos sentido mal por reírnos de alguien y haberle hecho daño con eso?, ¿Nos ha dado
carga de conciencia negar la ayuda en casa, sabiendo que tuve una “salida nocturna”?, ¿Qué
hacemos en nuestras por reponer nuestros errores? ¿Qué elementos y gestos utilizamos?,
¿Cada cuánto confesamos nuestras faltas? ¿Por qué lo hacemos?
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(4) Contenido
Estructura de Contenido
Los puntos clave a tratar dentro de cada Catequesis.
● Sacramentos de curación
o ¿Cuáles son y para qué son?
● El Sacramento de la reconciliación
o ¿Qué es la reconciliación?
o El pecado
o ¿Por qué lo hacemos?
o ¿Para qué lo hacemos?
o Administrar la reconciliación
● El Sacramento de la unción de los enfermos
o ¿Qué es la unción de los enfermos?
o ¿Por qué lo hacemos?
o ¿Para qué lo hacemos?
o Administrar la unción de los enfermos
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Todos los sacramentos son un encuentro con Cristo, que es él mismo el sacramento original.
La Penitencia nos reconcilia con Cristo. Mediante la Unción de los enfermos es Cristo quien
cura, fortalece y consuela.
● El Pecado2 3
Un pecado es una palabra, un acto o una intención, con la que un hombre atenta, consciente y
voluntariamente, contra el verdadero orden de las cosas, previsto así por el amor de Dios. Es un
acto contrario a la razón. Lesiona la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana.
A los ojos de la fe, ningún mal es más grave que el pecado y nada tiene peores consecuencias
para los pecadores mismos, para la Iglesia y para el mundo entero.
2
YOUCAT #67 #315
3
Ver anexo “El Pecado”
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El pecado es un acto personal. Pero nosotros tenemos una responsabilidad en los pecados
cometidos por otros cuando cooperamos a ellos:
Jesús conocía lo difícil que es perdonar para el ser humano y a la vez de pedir perdón. Por lo
que la forma más bella de explicar en el sacramento de la Penitencia es la parábola del hijo
prodigo (Lc 15).
Como el hijo, que pidió su herencia, nos perdemos. Pero Dios nos espera con un deseo infinito
de salir a nuestro encuentro. Siempre y cuando estemos dispuestos a sanar las heridas que el
pecado ha provocado en nosotros.
“El Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido” (Lc 19, 10)
Debido a la debilidad del ser humano, tanto corporal como espiritualmente, Dios nos da la
oportunidad de liberarnos atreves de los sacramentos de Sanación.
“No necesitan médicos los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a
los pecadores” (Mc 2, 17)
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El amor de Cristo se muestra en que busca a quienes están perdidos y cura a los enfermos.
Con el bautismo hemos nacido a la vida de hijos de Dios. Nos arranca el pecado original y nos
libera de la muerte. Pero no nos desata de la debilidad humana. La cual tiene inclinación hacia
el pecado. He ahí la necesidad que hay de la confección, ya que en ella encontramos la
reconciliación con nuestro Creador. Dios es misericordioso, y no desea nada más que el que
nosotros acojamos a su misericordia.
El amor de Cristo se muestra en que busca a quienes están perdidos y cura a los enfermos.
Por eso se nos dan los sacramentos de la curación y restauración, en los que nos vemos
liberados del pecado y confortados en la debilidad corporal y espiritual.
La confesión reconcilia al pecador con Dios y la Iglesia. Es como una brisa de aire fresco tras
una tormenta de verano. Un despertar radiante de verano. Es estar de nuevo en paz con Dios.
La reconciliación trae al alma bienes:
o Reconcilia con Dios, recupera en el alma la gracia santificante, devolviendo la amistad
con Dios.
o Perdona los pecados, la pena temporal consecuencia del pecado.
o Confiere la gracia sacramental específica, que es precisamente una gracia para no
recaer en los pecados acusados.
o La paz y la serenidad de la conciencia, y el consuelo espiritual
o Reconcilia con la Iglesia.
o El acrecentamiento de las fuerzas espirituales para el combate cristiano.
● Administrar del sacramento de la reconciliación y penitencia
En la confesión estamos invitados a liberarnos de nuestras ataduras con el mal, por lo que es
necesario confesar todo tipo de faltas y ofensas se han cometido contra el Amor de Dios.
El tener la edad justa para poder diferenciar el bien con el mal, o sea cuando hay conciencia del
uso de la razón plena por parte nuestra, es que la Iglesia nos invita a participar del Sacramento
de la confesión.
El arrepentimiento debe de ser personal. Debe nacer en el deseo de mejorar como persona. Se
da cuando hay una contradicción entre el Amor de Dios y nuestros pecados. Ahí debe surgir el
deseo de cambiar nuestras vidas y poner nuestra confianza en el auxilio de Dios. Y es injusto
que rompamos esa confianza y relación con Dios. Por lo que es necesario la penitencia, la
reparación de nuestros actos.
Con frecuencia se entiende mal la penitencia. No tiene nada que ver con maltratarse
(maltrato personal) o con los escrúpulos. La penitencia no es estar dando vueltas sobre
lo mala persona que soy. La penitencia nos libera y nos anima a empezar de nuevo.
El sacerdote y el sacramento
Jesús mismo perdonó los pecados a muchas personas, que incluso era más importante que
hacer milagros. Ya que a través del perdón, se visualizaba el gran signo de la llegada del Reino
de los Cielos. El poder de perdonar los pecados es único de Dios. Jesús lo hacía porque es
el Hijo de Dios. (Mc 2,5) y Él ha conferido ese poder a los presbíteros, los cuales perdonan en
nombre de Dios. (Jn 20,23)
Esta confesión, manda la Santa Madre Iglesia, que se efectué por lo menos una vez al año. Pero
en cualquier caso es necesario confesarse antes de recibir la sagrada Comunión, si se ha
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Mediante las indulgencias5, los fieles pueden alcanzar para sí mismos y también para las
almas del Purgatorio el perdón de las penas temporales, consecuencia de los pecados.
La responsabilidad que conlleva el poder liberar al hombre de sus cargas espirituales por medio
de la confesión, es tal que el presbítero tiene estrictamente prohibido decir o insinuar las faltas
confesadas. Es su deber y obligación mantenerlo en secreto. Caso contrario llevaría a la
excomunión del presbítero.
«Tus pecados te son perdonados» (Me 2,5) sólo lo pudo decir Jesús porque él es el Hijo
de Dios. Y sólo porque Jesús les ha conferido este poder pueden los presbíteros perdonar
los pecados en nombre de Jesús.
¿Por qué sólo los sacerdotes pueden perdonar pecados? (YOUCAT # 236)
Ningún hombre puede perdonar pecados a no ser que tenga un mandato de Dios para
ello y la fuerza que él le otorga. Los encargados de ello son en primer lugar el obispo y
después sus colaboradores, los sacerdotes.
Hay quien dice: Esto lo arreglo yo directamente con Dios, ¡para eso no necesito ningún
sacerdote!
Pero Dios quiere que sea de otra manera. ÉL nos conoce. Hacemos trampas con respecto a
nuestros pecados, nos gusta echar tierra sobre ciertos asuntos. Por eso Dios quiere que
expresemos nuestros pecados y que los confesemos cara a cara.
En la confesión nos sentimos cohibidos, humillados y hasta con pena. Pero es necesario superar
ello para sanar interiormente. Pues es de suma importancia que sea un sacerdote quien nos
otorgue el perdón.
Uno tiende a ser muy benevolente con uno mismo. Trata de justificar o minimizar algunos
pecados hechos. Y se es muy “suave” a la hora de juzgarse. Es preciso pues que alguien más
nos ayude a ver nuestros defectos y que vele para que nuestra carga espiritual sea más ligera.
Dios le ha concedido ese don de perdonar los pecados a las personas que han entregado su
vida para la salvación de las almas. Mismo don que Jesús le entrego a sus apóstoles y estos a
sus sucesores.
Pero a pesar de haber recibido por parte de Dios el poder de perdonar los pecados, hay ciertas
faltas que apartan totalmente al hombre de Dios. Y dado su gravedad, la pena que cae sobre el
4
Ver anexo de “El pecado”
5
Ver Anexo de “Indulgencias”.
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individuo es la Excomunión67. Este acto solo puede ser absuelto por un Obispo o dado la
gravedad únicamente por el Papa.
Recordando:
“Dios padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la Muerte y Resurrección de su
Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de
la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo.”
Con la sagrada unción de los enfermos y con la oración de los presbíteros, toda la Iglesia entera
encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado para que los alivie y los salve. Incluso
nos ánima a unirse libremente a la pasión y muerte de Cristo; y contribuir, así, al bien del Pueblo
de Dios.
El sacramento de la Unción de los enfermos tiene por fin conferir una gracia especial al cristiano
que experimenta las dificultades inherentes al estado de enfermedad grave o de vejez.
El Catecismo de la Iglesia Católica dice que “La enfermedad y el sufrimiento se han contado
siempre entre los problemas más graves que aquejan la vida humana. En la enfermedad, el
hombre experimenta su impotencia, sus límites y su finitud. Toda enfermedad puede hacernos
entrever la muerte”
“La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la
desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede también hacer a la persona más madura,
ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial para volverse hacia lo que es. Con mucha
frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a Él.” (CEC)
Desde los tiempos de los antiguos profetas surge la idea que el pecado es producto de una
desobediencia contra Dios. Que el sufrimiento es la maldición de su pecado. A su vez se le veía
como una prueba difícil en la que se podía revelar o aceptar la mano bondadosa de Dios.
Cuando Jesús se hizo hombre, nos enseñó las maravillas del amor de Dios. Y lo hizo donde
6
(del Lat. ex = fuera y communicatio = participación, comunidad): La exclusión de un católico de la
recepción de Los sacramentos. La excomunión tiene la intención de que el pecador cambie de vida y
vuelva al buen camino. (YOUCAT)
7
Ver más en YOUCAT # 237
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nuestra fragilidad nos ponía en amenaza; con el debilitamiento de nuestra vida a causa de la
enfermedad. Dios quiere que tengamos plena salud de alma y cuerpo, y a causa de ello creamos
y reconozcamos el reino de Dios que viene.
La tarea del cuidado de los enfermos fue establecida por Jesús a sus discípulos (Mt 25, 39-40
– 10,8)
Es necesario encontrar el rostro de Cristo en el anciano, niño y enfermo que sufre. De la misma
forma que Cristo se acercó a ellos, que era los excluidos y marginados por los demás. Un
cristiano verdadera, ve brotar de su corazón la necesidad de dar afecto a estas personas.
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Este sacramento se otorga para dar consuelo, paz, ánimo y fe al enfermo. De unirlo más
íntimamente con Cristo, quien le espera en el Paraíso.
La gracia especial del sacramento de la Unción de los enfermos tiene como efectos:
Este lo puede recibir el creyente que se encuentre e peligro de muerte por una situación crítica
de salud o vejez y su vida dependa de ello, es decir que esté en peligro de muerte en cualquier
forma.
Cada vez que un cristiano cae gravemente enfermo puede recibir la Santa Unción, y también
cuando, después de haberla recibido, la enfermedad se agrava. Se puede recibir varias veces
en la vida. A cualquier edad, dada la circunstancia.
Esta es administra de la siguiente forma: se le unge la frente y las manos con el óleo sagrado
(óleo bendecido por el obispo, o, en caso necesario, por el mismo presbítero que celebra) o en
otras partes del cuerpo (en Oriente), acompañado de oraciones correspondientes.
Este sacramento es celebrado por presbíteros y/u obispos. Cristo actúa a través de ellos en
virtud de orden sacerdotal.
También es necesario que se acompañe con el Viático, que se entiende por la última sagrada
comunión que recibe la persona antes de morir. La comunión es tan necesaria para la vida como
el momento en el que el ser humano se dispone a terminar su vida terrenal. Ya que le espera
una eterna comunión con Dios mismo.
Recordando:
“Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del
Espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte tu
enfermedad.”
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(5) Reflexiono
(Todas las respuestas de preferencia siempre buscar un ejemplo de vida para complementar la
respuesta)
Preguntas y Respuestas
Los siguientes puntos siempre se deben de realizar.
● Se pregunta a los confirmandos si hay dudas del tema/subtema dado.
● Plantear preguntas con compañeros.
● Y se les pregunta esta pregunta siempre (después de explicar un subtema y al final
de la Catequesis):
o ¿Qué piensan? ¿Están de acuerdo o no? ¿por qué?
Reflexión final
Se debe cerrar el tema de cómo aplicar dicho tema en nuestra vida. Deberán hacer un
compromiso (los jóvenes) y que digan el por qué de ese compromiso (de forma profunda, no
superficial). Y que indiquen la importancia del tema dado. Orientarlo siempre en Fe.
8
Estas preguntas el catequista debe hacerlas de forma directa al confirmando siempre, Todas las
preguntas se deben resolver en la reunión de catequistas previa a esta Catequesis.
9
Esta oración personal, puede ser un momento de reflexión guiada por el catequista en relación al tema,
lo presentado es una propuesta.
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10
Esta tarea es a criterio del catequista, pero si se debe dejar en toda Catequesis.
11
El misterio Pascual en los sacramentos de la iglesia.
12
Sacramento de Penitencia y de la reconciliación.
13
Sacramento de la Unción de los Enfermos.
14
El pecado
15
Sacramentos de Reconciliación y penitencia y de la unción de los enfermos.
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(11) Anexos
Definición de pecado
Un pecado es una palabra, un acto o una intención, con la que un hombre atenta, consciente y
voluntariamente, contra el verdadero orden de las cosas, previsto así por el amor de Dios.
El pecado es un acto contrario a la razón. Lesiona la naturaleza del hombre y atenta contra la
solidaridad humana. Es una palabra, un acto o una intención, con la que un hombre atenta,
consciente y voluntariamente, contra el verdadero orden de las cosas, previsto así por el amor
de Dios.
En el fondo el pecado es el rechazo de Dios y la negativa a aceptar su amor. Esto se muestra
en el desprecio de sus mandamientos. El pecado es más que un comportamiento incorrecto;
tampoco es una debilidad psíquica. En lo más hondo de su ser, todo rechazo o destrucción de
algo bueno es el rechazo del Bien por excelencia, el rechazo de Dios. En su dimensión más
honda y terrible, el pecado es la separación de Dios y con ello la separación de la fuente de la
vida. Por eso también la muerte es la consecuencia del pecado. Solamente en Jesús
comprendemos la inconmensurable dimensión del pecado: Jesús sufrió el rechazo de Dios en
su propio cuerpo. Tomó sobre sí la violencia mortal del pecado, para que no nos toque a nosotros.
Para ello tenemos la palabra Redención.
A los ojos de la fe, ningún mal es más grave que el pecado y nada tiene peores consecuencias
para los pecadores mismos, para la Iglesia y para el mundo entero.
El pecado es un acto personal. Pero nosotros tenemos una responsabilidad en los pecados
cometidos por otros cuando cooperamos a ellos:
La diversidad de pecados
Se pueden distinguir los pecados según su objeto, como en todo acto humano, o según las
virtudes a las que se oponen, por exceso o por defecto, o según los mandamientos que
quebrantan. Se los puede agrupar también según que se refieran a Dios, al prójimo o a sí
mismo; se los puede dividir en pecados espirituales y carnales, o también en pecados de
pensamiento, palabra, acción u omisión. La raíz del pecado está en el corazón del hombre,
en su libre voluntad.
La variedad de pecados es grande. La Escritura contiene varias listas. La carta a los Gálatas
opone las obras de la carne al fruto del Espíritu: “Las obras de la carne son conocidas:
fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas,
divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os
prevengo como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios”
(5,19-21; cf Rm 1, 28-32; 1 Co 6, 9-10; Ef 5, 3-5; Col 3, 5-8; 1 Tm 1, 9-10; 2 Tm 3, 2-5).
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“Conviene valorar los pecados según su gravedad. La distinción entre pecado mortal y venial,
perceptible ya en la Escritura se ha impuesto en la tradición de la Iglesia. La experiencia de los
hombres la corroboran.”
En el corazón reside también la caridad16, principio de las obras buenas y puras, a la que hiere
el pecado.
El pecado mortal destruye la caridad en el corazón del hombre por una infracción grave de
la ley de Dios; aparta al hombre de Dios, que es su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo
un bien inferior.
Pecado mortal
El pecado mortal, que ataca en nosotros el principio vital que es la caridad, necesita una nueva
iniciativa de la misericordia de Dios y una conversión del corazón que se realiza ordinariamente
en el marco del sacramento de la Reconciliación:
Para que un pecado sea mortal se requieren tres condiciones: “Es pecado mortal lo que tiene
como objeto una materia grave y que, además, es cometido con pleno conocimiento y
deliberado consentimiento”.
El pecado más grave es el que se comete por malicia, por elección deliberada del mal.
La materia grave es precisada por los Diez mandamientos según la respuesta de Jesús al joven
rico: “No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes testimonio falso, no seas injusto,
honra a tu padre y a tu madre” (Mc 10, 19). La gravedad de los pecados es mayor o menor: un
asesinato es más grave que un robo. La cualidad de las personas lesionadas cuenta también: la
violencia ejercida contra los padres es más grave que la ejercida contra un extraño.
16
La caridad es la virtud por la que nosotros, que hemos sido amados primero por Dios, nos podemos
entregar a Dios para unirnos a él y podemos aceptar a los demás, por amor a Dios, tan incondicional y
cordialmente como nos aceptamos a nosotros mismos. (YOUCAT #309)
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“Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el
Espíritu Santo no será perdonada” (Mc 3, 29; cf Mt 12, 32; Lc 12, 10).
Pecado venial
Se comete un pecado venial cuando no se observa en una materia leve la medida prescrita por
la ley moral, o cuando se desobedece a la ley moral en materia grave, pero sin pleno
conocimiento o sin entero consentimiento.
El pecado venial debilita la caridad; entraña un afecto desordenado a bienes creados; impide
el progreso del alma en el ejercicio de las virtudes y la práctica del bien moral; merece penas
temporales. El pecado venial deliberado y que permanece sin arrepentimiento, nos dispone
poco a poco a cometer el pecado mortal. No obstante, el pecado venial no nos hace contrarios
a la voluntad y la amistad divinas; no rompe la Alianza con Dios. Es humanamente reparable
con la gracia de Dios. “No priva de la gracia santificante, de la amistad con Dios, de la caridad,
ni, por tanto, de la bienaventuranza eterna”
«El hombre, mientras permanece en la carne, no puede evitar todo pecado, al menos los pecados
leves. Pero estos pecados, que llamamos leves, no los consideres poca cosa: si los tienes por
tales cuando los pesas, tiembla cuando los cuentas. Muchos objetos pequeños hacen una gran
masa; muchas gotas de agua llenan un río. Muchos granos hacen un montón. ¿Cuál es entonces
nuestra esperanza? Ante todo, la confesión...» (San Agustín).
El pecado crea una facilidad para el pecado, engendra el vicio por la repetición de actos. De
ahí resultan inclinaciones desviadas que oscurecen la conciencia y corrompen la valoración
concreta del bien y del mal. Así el pecado tiende a reproducirse y a reforzarse, pero no puede
destruir el sentido moral hasta su raíz.
Los vicios son costumbres negativas adquiridas que adormecen y oscurecen la conciencia,
abren a los hombres al mal y los predisponen al pecado.
La reiteración de pecados, incluso veniales, engendra vicios entre los cuales se distinguen
los pecados capitales.
Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios. Son la soberbia, la
avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la pereza
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Anexo1: El Pecado
Definición de pecado
Un pecado es una palabra, un acto o una intención, con la que un hombre atenta, consciente y
voluntariamente, contra el verdadero orden de las cosas, previsto así por el amor de Dios. Es un
acto contrario a la razón. Lesiona la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana.
A los ojos de la fe, ningún mal es más grave que el pecado y nada tiene peores consecuencias
para los pecadores mismos, para la Iglesia y para el mundo entero.
El pecado es un acto personal. Pero nosotros tenemos una responsabilidad en los pecados
cometidos por otros cuando cooperamos a ellos:
La diversidad de pecados
Se pueden distinguir los pecados según su objeto, como en todo acto humano, o según las
virtudes a las que se oponen, por exceso o por defecto, o según los mandamientos que
quebrantan. Se los puede agrupar también según que se refieran a Dios, al prójimo o a sí
mismo; se los puede dividir en pecados espirituales y carnales, o también en pecados de
pensamiento, palabra, acción u omisión. La raíz del pecado está en el corazón del hombre,
en su libre voluntad.
La variedad de pecados es grande. La Escritura contiene varias listas. La carta a los Gálatas
opone las obras de la carne al fruto del Espíritu: “Las obras de la carne son conocidas:
fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas,
divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os
prevengo como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios”
(5,19-21; cf Rm 1, 28-32; 1 Co 6, 9-10; Ef 5, 3-5; Col 3, 5-8; 1 Tm 1, 9-10; 2 Tm 3, 2-5).
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“Conviene valorar los pecados según su gravedad. La distinción entre pecado mortal y venial,
perceptible ya en la Escritura se ha impuesto en la tradición de la Iglesia. La experiencia de los
hombres la corroboran.”
En el corazón reside también la caridad17, principio de las obras buenas y puras, a la que hiere
el pecado.
El pecado mortal destruye la caridad en el corazón del hombre por una infracción grave de
la ley de Dios; aparta al hombre de Dios, que es su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo
un bien inferior.
o Pecado mortal
El pecado mortal, que ataca en nosotros el principio vital que es la caridad, necesita una nueva
iniciativa de la misericordia de Dios y una conversión del corazón que se realiza ordinariamente
en el marco del sacramento de la Reconciliación:
Para que un pecado sea mortal se requieren tres condiciones: “Es pecado mortal lo que tiene
como objeto una materia grave y que, además, es cometido con pleno conocimiento y
deliberado consentimiento”.
El pecado más grave es el que se comete por malicia, por elección deliberada del mal.
La materia grave es precisada por los Diez mandamientos según la respuesta de Jesús al joven
rico: “No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes testimonio falso, no seas injusto,
honra a tu padre y a tu madre” (Mc 10, 19). La gravedad de los pecados es mayor o menor: un
asesinato es más grave que un robo. La cualidad de las personas lesionadas cuenta también: la
violencia ejercida contra los padres es más grave que la ejercida contra un extraño.
“Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el
17
La caridad es la virtud por la que nosotros, que hemos sido amados primero por Dios, nos podemos
entregar a Dios para unirnos a él y podemos aceptar a los demás, por amor a Dios, tan incondicional y
cordialmente como nos aceptamos a nosotros mismos. (YOUCAT #309)
Confirmación, Parroquia San Juan Bosco santuario Maria Auxiliadora
Guatemala, Guatemala, C. A.
Espíritu Santo no será perdonada” (Mc 3, 29; cf Mt 12, 32; Lc 12, 10).
o Pecado venial
Se comete un pecado venial cuando no se observa en una materia leve la medida prescrita por
la ley moral, o cuando se desobedece a la ley moral en materia grave, pero sin pleno
conocimiento o sin entero consentimiento.
El pecado venial debilita la caridad; entraña un afecto desordenado a bienes creados; impide
el progreso del alma en el ejercicio de las virtudes y la práctica del bien moral; merece penas
temporales. El pecado venial deliberado y que permanece sin arrepentimiento, nos dispone
poco a poco a cometer el pecado mortal. No obstante, el pecado venial no nos hace contrarios
a la voluntad y la amistad divinas; no rompe la Alianza con Dios. Es humanamente reparable
con la gracia de Dios. “No priva de la gracia santificante, de la amistad con Dios, de la caridad,
ni, por tanto, de la bienaventuranza eterna”
«El hombre, mientras permanece en la carne, no puede evitar todo pecado, al menos los pecados
leves. Pero estos pecados, que llamamos leves, no los consideres poca cosa: si los tienes por
tales cuando los pesas, tiembla cuando los cuentas. Muchos objetos pequeños hacen una gran
masa; muchas gotas de agua llenan un río. Muchos granos hacen un montón. ¿Cuál es entonces
nuestra esperanza? Ante todo, la confesión...» (San Agustín).
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El pecado crea una facilidad para el pecado, engendra el vicio por la repetición de actos. De
ahí resultan inclinaciones desviadas que oscurecen la conciencia y corrompen la valoración
concreta del bien y del mal. Así el pecado tiende a reproducirse y a reforzarse, pero no puede
destruir el sentido moral hasta su raíz.
Los vicios son costumbres negativas adquiridas que adormecen y oscurecen la conciencia,
abren a los hombres al mal y los predisponen al pecado.
La reiteración de pecados, incluso veniales, engendra vicios entre los cuales se distinguen
los pecados capitales18.
Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios. Son la soberbia, la
avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la pereza.
Referencias:
18
Suma Teológica Santo Tomas de Aquino
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El sacerdote le dijo:
-Todos menos uno.
-Le aseguro, Padre, que los he cometidos todos de verdad; me siento ya en el infierno.
-El simple hecho de estar tú aquí conmigo, demuestra que no has desconfiado del perdón de
Dios. Y por no haber tú cometido ese pecado, que sería el más grave, Dios te perdona todos los
demás.
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Anexo 3: Indulgencias
Leemos en el Evangelio que, en muchas ocasiones, Jesucristo perdonó a algunas personas las
penas temporales, en atención a determinadas buenas obras (al buen ladrón, p. ej., le perdonó
toda la pena: Lc 23, 43). Este poder lo quiso dejar también a la Iglesia (Mt 18, 18) que, en virtud
de esa autoridad puede conceder indulgencias a los fieles que se encuentran bien dispuestos y
cumplen determinadas condiciones.
La doctrina y la práctica de las indulgencias en la Iglesia están estrechamente ligadas a los
efectos del sacramento de la Penitencia.
Qué son las indulgencias
La indulgencia es la remisión de la pena temporal debida por los pecados, que la Iglesia concede,
bajo ciertas condiciones, a quienes están en gracia.
"La indulgencia es la remisión19 ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados
en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por
mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con
autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos" (Pablo VI).
La doctrina y uso de las indulgencias, vigentes en la Iglesia católica desde hace muchos siglos
están fundamentados sólidamente en la revelación divina (Concilio Tridentino, Sesión XXV,
Decretum de indulgentiis).
Mediante las indulgencias, los fieles pueden alcanzar para sí mismos y también para las almas
del Purgatorio la remisión de las penas temporales, consecuencia de los pecados.
Puesto que los fieles difuntos en vía de purificación son también miembros de la misma
comunión de los santos, podemos ayudarles, entre otras formas, obteniendo para ellos
indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados.
Por eso la Iglesia no quiere solamente acudir en ayuda de este cristiano, sino también impulsarlo
a hacer a obras de piedad, de penitencia y de caridad.
"La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal debida por los pecados en
parte o totalmente”
Según la disciplina vigente de la Iglesia, hay dos tipos de indulgencia:
1. Plenaria, que perdona toda la pena temporal debida por los pecados;
2. Parcial, que sólo perdona una parte.
19
Perdón (RAE)
20
Pecado venial: El que es leve. (RAE)
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"Todo fiel puede lucrar21 para sí mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las
indulgencias tanto parciales como plenarias" (CEC)
Referencias:
PABLO PP. VI.1967. Indulgenriarum Doctrina.
Catecismo Iglesia Católica. #1471-1484
21
Conseguir uno lo que deseaba. (RAE)