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ARRIBES DE SALAMANCA
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La ubicación actual de la Presa, que comenzó a perfilarse en los años de
1903 y 1906 por tres emprendedores vascos, contó con muchas vicisitudes,
aunque al final se decidieron por la ubicación más lógica: allí donde los torrentes
y la estrechez del río Duero-Douro eran más importantes: las cascada y
torrentera conocida en el siglo XVI como “Salto del Cauallero”. Sorprendente
coincidencia de emplazamiento y de topónimos, aunque menos.
Los estudiosos parecen aceptar que por el “Vado de La Verde” ya cruzó San
Francisco de Asís en el siglo XIII desde Ciudad Rodrigo camino de Oporto, y se
decidió a fundar un pequeño eremitorio en esta “Huerta de La Verde”.
“Y lo que mas admira de este rio, es que con ser mar y rio todo junto, cerca
del monesterio de Santa Marina, del Orden de San Francisco, que esta en
los términos de Aldea de Auila, se encoge, y estrecha tanto, con lleuar ya
en si todo el poder de los tios, que le pagan tributo hasta este passo, que
vun hombre de bven animo salta de vna parte a otra: como conoci yo a vn
Cauallero, que le auia visto saltar. Por esta parte es por donde va mas
temeroso y profundo”.
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“Codi”: “mirador” en la antigua “Habla de la Rivera” salmantina.
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La Huerta de Santa Marina, tan fértil y de clima
mediterráneo causaba asombro en la comarca:
Este precipicio y sus rápidos debía de contar con mucha fama en la comarca
de “de la arrivas de el Duero”, pero sobre todo en las localidades de Lagoaça,
Bruçó, Ribiella, Mieça y aldea de Auila.
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Estos riscos altos han dado en llamarse posteriormente: “Picón de Felipe”.
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En Mieza, típico pueblo de las Arribes, se recogía en los
años 50 y 60 testimonios de cómo la gente se sobrecogía los días de fuerte
tormenta por el “rugir” del Duero en estos precipicios, “llegando a temblar la
tierra”.
Esta fiereza del río hizo que la propia construcción de la Presa la sintiera...
y no la aguantó. Al comienzo del hormigonado de ésta una gigantesca avenida de
hasta 12 500 m3/segundo hizo que la obras tuvieran que retrasarse casi un año:
éstas eran las avenidas que referían los vecinos de Mieza.
En 1617 vuelve Dávila a mencionar esta leyenda del “Salto del Cauallero”
como una de las historias más nombradas de las diócesis del antiguo reino de
León.
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“La Ilustración española y americana”, nº28, p.54, 30 de julio de 1897.
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esperanza de aquellas Arribes: la vía férrea de La Fuente de
san Esteban a La Fregeneda, inaugurada sólo diez años antes.
De repente se detuvo.
Llegó a la carretera, cuya larga cinta blanqueaba por entre tierras de labor
á la claridad aun incierta de la mañana.
Hasta las ocho de la mañana nadie advertirá, que la puerta del sr. Juan no
se abre. Acudirá gente. Llamará...no responderá nadie. ¿Y quién ha de
contestar?; los muertos no hablan. Luego irá la justicia. Entrara; primero el
portal; después la sala; allí el arcón abierto y las ropas revueltas. En la alcoba, al
pie de la cama, el señor Juan con los brazos en cruz, el corazón partido de una
puñalada y los ojos abiertos, muy abiertos!...
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Y se abrazaba a mis rodillas.
¡Todavía los veo!...¡Oh, pero ellos no ven, no ven! Tengo sangre en las manos.
Me las lavaré en el primer arroyo que encuentre.
Y pensar que hace pocas horas no tenía ni unos cuántos céntimos para
matar el hambre...Él, en cambio, tierras, casas y dinero. Bastante tiempo ha
disfrutado de sus riquezas...¡Setenta años!...
Dos horas hacía que había salido del pueblo. Caminaba rápidamente, sin volver
la vista atrás, sin dirigir una sola mirada a la torre del pueblo, cuyas ventanas
parecían ojos muy abiertos que miraban a lo lejos. Al llegar cerca del pueblo N.....
se detuvo breves instantes.
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El tren correo de vapor con destino a Portugal
- ¡Al asesino!...
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Aquí es más fácil ocultarme que en el campo...¿Qué ruido es ese? Es un
vaquero que grita a sus reses...Me ocultaré entre estos carrascos. ¡Qué bien se
está aquí! Esta zanja parece una sepultura...
* * *
-¡Dios mío, dame fuerzas!...He dicho Dios mío. ¡Qué necio soy! ¡Como si Dios
oyese las súplicas de los asesinos!...¡Si fuera ya de noche!...
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que andaba, se arrastraba hacia la cumbre de los cerros, cada vez más
ásperos. El cansancio, el hambre, la sed y las heridas de los pies le hacían
detenerse; pero el pavor le daba fuerzas sobrehumanas, y seguía, seguía siempre
estampando sangrientas huellas en los peñascos. Aun su misma víctima hubiera
tenido lastima de él; tal era la expresión de angustia y dolor de su semblante
contraido.
- Los que están allí -pensó el fugitivo contemplando una lejana alquería-
no tienen miedo.
Más cruel que la áspera subida por los pizarrales de la sierra era aquel
recuerdo de sus placeres desvanecidos y de su honradez asesinada.
* * *
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Cuando el fugitivo llegó al Salto del gitano era bien
entrada la noche. El paraje no podía ser más imponente. Rocas enormes que
parecían asomarse espantadas á la profunda cortadura; plantas, que colgadas
sobre el abismo, agitaban á los impulsos del viento sus desgreñadas cabelleras;
árboles que se retorcían como de espanto al borde del tajo, y en lo hondo el
sonido amenazador del Duero...
De repente oyó voces que se acercaban; levántose como sacudido por una
corriente eléctrica. Púsose en pie sobre la roca y miró. Entre los peñascos vio
relucir de fusiles. Le buscaban...Sin duda habían servido á los perseguidores las
huellas ensangrentadas del caminante. ¿Qué hacer? Ocultarse, imposible; tratar
de huir á derecha ó izquierda, era la perdición...¡El salto del gitano!
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Transportes especiales necesarios para la construcción de la Central fueron
transportados por el ferrocarril de Lumbrales. Aquí están descendiendo por una
nueva carretera desde el “Empalme” en La Zarza de Pumareda
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El convento de Santa Marina de La Verde, en el actual poblado de Aldeadávila
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