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D arío B arriera
E l poder político m unicipal y el g ob ierno de la ciudad h asta 1930 / dirig ido
por D arío B arriera. - 1a ed. - Rosario : Concejo Municipal de Rosario, 20 0 8.
v . 1, 0 p. ; 29x 21 cm .
IS B N 978-987-23558-6-9
1. A dm inistració n P ú b lica. 2. P oder P olítico. I. D arío B arriera, dir.
CD D 352
Introducción .............................................................................. 11
PRIMERA PARTE
E l eq uipam iento político del territorio
D el P ag o de los A rroy os a la ciudad de Rosario ( 1725-1852)
por D arío G . B arriera .................................................................. 21
SEGUNDA PARTE
L a ciudad y su g ob ierno antes del Concejo ( 1852-1874)
por Irene Rodríg uez ..................................................................... 71
TERCERA PARTE
L a construcció n política de una ciudad ................................... 121
por D ieg o P. Roldá n
CUARTA PARTE
E nsay os de reconfi g uració n política.
L a dé cada de 1920
por D ieg o P. Roldá n ..................................................................... 199
Pe ns a r la ciuda d y s u g ob ie rno
Ins titucione s , a dm inis tra ción, g ob ie rno y p ode r p olí tico
Cualq uier á m b ito del conocim iento y de la ex periencia tiene un
repertorio lex icog rá fi co asociado y para pensar sob re é l es preciso
refl ex ionar sob re los sentidos q ue una com unidad ling ü ística h a ido
asim ilando y acum ulando en la sem á ntica de los té rm inos. P ara pen-
sar el poder político, entonces, es necesario h urg ar en su lé x ico.
N o toda prax is política pasa por las instituciones ni deriv a en ad-
ministració n. P ero a lo larg o de la h istoria, las prá cticas de adm i-
nistració n y de g ob ierno, así com o las relaciones de poder político,
g eneraron un g ran nú m ero de instituciones. E sto q ueda dem ostra-
do por las ex periencias de las sociedades y por ello tam b ié n q ueda
contenido en la sem á ntica de las palab ras con las cuales se ab ordan
estos tem as. P or esto, antes de h acer nada con la h istoria del g ob ier-
no m unicipal y sus instituciones, antes de poner a rodar sustantiv os
y acciones q ue atrav iesan la h istoria del Concejo Municipal de Ro-
sario, es preciso h acer presente para los lectores ciertas considera-
ciones sob re los sentidos y los usos correctos y aceptados en leng ua
españ ola de alg unas palab ras clav e. V é ase el estado actual de esos
y acim ientos arq ueoló g icos, de m odo de tener presente su estrati-
g rafía a lo larg o del cam ino q ue propone este lib ro.
L a v oz Institució n rem ite al “ estab lecim iento” o a la “ fundació n de
alg o”. E n su seg unda acepció n, a una “ cosa estab lecida o fundada”
y recié n en su tercera, incluy e la idea de “ … org anism o q ue desem -
peñ a una funció n de interé s pú b lico, especialm ente b ené fi co o do-
cente”. S eg ú n el m á x im o repertorio q ue atesora la leng ua españ ola,
son instituciones “ cada una de las org aniz aciones fundam entales
de un E stado, nació n o sociedad… ” y lo son, tam b ié n, los ó rg anos
constitucionales del sob erano poder de la nació n. P ero, atenció n,
constituy en instituciones aq uellos principios o elem entos de una
ciencia o de un arte q ue h an sido m etó dicam ente org aniz ados, co-
leccionados, conserv ados y q ue continú an siendo utiliz ados por las
com unidades. Ser una institució n sig nifi ca, adem á s, contar con el
prestig io q ue confi ere la antig ü edad, lo cual, curiosam ente, inviste
a una persona o a un cuerpo com o “ institució n”. E s interesante tener
presente q ue el sentido de la prim era acepció n y a estab a presente
en instituir en el T esoro de la leng ua… q ue S eb astiá n de Cov arru-
b ias com puso en 1611 y en la v oz institució n q ue aparece en la pri-
m era edició n del D iccionario de la Real A cadem ia E spañ ola, en su
v olum en pub licado en 1734. Y q ue es recié n en 1925, en la decim o-
sex ta edició n del D iccionario de la RA E , cuando aparece, en q uinto
lug ar, la acepció n de ó rg anos constitucionales del poder sob erano
de la nació n, y má s comú nmente la monarq uía. L a idea de “ org ani-
z aciones fundam entales… ” apareció por prim era v ez en 1936 y las
ediciones de 1950 , 1984 y 1992 m uestran m odifi caciones notab les
en la concepció n de la m ism a en funció n de las defi niciones y los
ejem plos q ue se elig en: la v inculació n con el interé s pú b lico es de lo
m á s reciente ( la edició n de 1989) .
E l v erb o administrar, q ue tam b ié n prov iene de la leng ua latina,
es defi nido en leng ua españ ola casi com o sinó nimo de g ob ernar.
A sí, adm inistrar es “ g ob ernar, ejercer la autoridad o el m ando sob re
un territorio y sob re las personas q ue lo h ab itan.” E ste sentido está
presente, lo m ism o q ue el de administrar justicia, desde m uy tem -
prano en la leng ua castellana y españ ola.
S ig nifi ca, tam b ié n, dirig ir una institució n. D isponer y org aniz ar
b ienes o “ h acienda” – dig am os, m anejar la econom ía– pero tam b ié n
es sinó nim o de suministrar. A dm inistrar un m edicam ento a un en-
ferm o eq uiv ale a suministrá rselo. D esem peñ ar o ejercer un carg o
eq uiv ale a adm inistrarlo – es m uy clara esta perv iv encia en el caso
de los jueces q ue son, sob re todo, administradores de justicia. T anto
o m á s interesantes q ue é stas son las acepciones q ue v inculan este
v erb o con otorg ar un sacram ento y con g raduar o dosifi car los usos
o consum os de alg una cosa para conseg uir de la m ism a un m ay or
rendim iento – m ay or cantidad de sum inistros.
E l sustantiv o q ue corresponde a este v erb o – administració n– sirv e
para desig nar el ofi cio, al conjunto de g entes y h asta a la residen-
cia de q uien o de q uienes realiz an la acció n. S in em b arg o, a los fi nes
del asunto q ue aq uí estudiam os, lo q ue interesa es q ue supone sob re
todo la acció n y el efecto de la acció n, es decir, q ue adm inistració n in-
cluy e lo q ue se h ace y lo q ue este h acer prov oca. Y esto es im portante
porq ue, desde enfoq ues m uy diferentes de lo social – com o pueden
representar las tradiciones políticas de alg unos países protestantes
o los discursos q ue la ú ltim a dictadura m ilitar instaló en la sociedad
acerca de los g ob iernos m unicipales– se h a intentado escindir admi-
nistració n de política.
A sí, en estos y otros discursos sob re las form as del poder político,
administrar no es h acer política. S in em b arg o, el conjunto de accio-
D arío G . B arriera
Rosario, 31 de m arz o de 20 0 7
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L os h istoriadores españ oles h an discutido m uch o y desde h ace
larg o tiem po sob re la ciudad y su g ob ierno. S ob re todo, acerca del
municipio. ¿ Q ué es lo q ue h iz o q ue este tem a fuera interesante para
la h istoriog rafía ib é rica? ¿ P or q ué se h a discutido, allí, sob re la h isto-
ria de la ciudad y sob re su g ob ierno desde la producció n profesional
de conocim iento h istó rico?
D urante la ú ltim a parte del sig lo X X la h istoriog rafía h ispá nica
post-franq uista h a puesto en ev idencia el prob lem a h istó rico de la
idealiz ació n del “ m unicipio castellano m ediev al” o del “ m unicipio
foral” en el caso de Cataluñ a.5 E l orig en de esta carg a parece de-
tectarse en un confl icto de intereses q ue acom pañ ó la disolució n
del A ntig uo Ré g im en peninsular. A ciertas ob ras escritas durante el
A ntig uo Ré g im en – desde la Política para Correg idores de Castillo de
B ov adilla ( 1597) , los D iscursos de F rancesc de G ilab ert ( 1616) h asta
E l Correg idor Perfecto de G uardiola y S á ez ( 1785) o la v isió n idílica
de la org aniz ació n local del m edioev o b arceloné s en las Memorias...
de Capm any – en m ay or o m enor m edida identifi cadas con el ab so-
lutism o m oná rq uico, se opuso la producció n decim onó nica, soli-
daria con el proy ecto de un E stado N acional, dedicada a constatar
q ue la nació n ex istía desde siem pre y h ab ía ev olucionado h asta la
form a q ue presentab a en ese m om ento. D e esta m anera, en E spa-
ñ a, el estudio h istó rico de los m unicipios de la é poca m ediev al y
m oderna estuv o íntim am ente lig ado con un g ran deb ate social y
político: la naturalez a del poder local y su lug ar en el m arco de la
org aniz ació n del E stado.
A sí, com o cuenta P assola T ejedor, los tradicionalistas lev antab an
la b andera de la conserv ació n de los fueros y la defensa del feuda-
lism o y los lib erales el b lasó n de la lib ertad, q ue imponía la des-
trucció n de cualq uier privileg io y diferenciació n y a q ue aq uella só lo
podía alcanz arse por la ig ualdad. E n el interior del lib eralism o, por
su parte, se disputab a acerca de los lím ites de la centraliz ació n, en
el m arco del cual los m á s prog resistas defendían a rajatab la la auto-
nom ía m unicipal, para frenar los ex cesos del g ob ierno central, nor-
5 P A S S O L A T E J E D O R, A ntoni L a malmente en manos moderadas.6
h istoriog rafía sob re el municipio
en la E spañ a Moderna, L leida, E n el m arco de este deb ate, el clim a para la f actura de unas
1997. h istorias locales e h istorias del g ob ierno m unicipal no podía ser
6 P A S S O L A T E J E D O R, A ntoni L a m enos propicio ni m enos procliv e a la m anipulació n. L a h istorio-
h istoriog rafía... cit., pp. 34 y 35.
V é ase tam b ié n P E IRÓ MA RT Í N , g raf ía del sig lo X IX españ ol se polariz ó y descuidó el estudio de
Ig nacio L os G uardianes de la H is- la ciudad y el g ob ierno m unicipal durante la edad m oderna. L os
toria. L a h istoriog rafía acadé mi- ef ectos correctiv os q ue la h istoriog raf ía de la seg unda m itad del
ca de la Restauració n, Z arag oz a,
1995 y V A RE L A S U A N CE S -CA R- sig lo X X prov oca sob re este v acío, todav ía se h acen sentir con f uer-
P E G N A , Joaq uín L a teoría del E s- z a y , de alg una m anera, las tendencias reg ionalistas q ue sig uieron
tado en los oríg enes del constitu-
cionalismo h ispá nico. L as Cortes a la caída del f ranq uism o operaron, si b ien b enefi ciosam ente, a la
de Cá diz , CE C, Madrid, 1983. m anera de cualq uier contraof ensiv a en el á m b ito de los estudios
h istó ricos: a una h istoriog raf ía decim onó nica q ue casi canoniz a el
m unicipio m ediev al com o f uente de purez a política u olim po de la
dem ocracia, las h istoriog raf ías reg ionalistas del ú ltim o cuarto del
sig lo X X oponen una estrateg ia g enealó g ica q uiz á s tan discutib le
com o la prim era.
E l ob jetiv o de alg unos inv estig adores, tal com o lo ex presa por
ejem plo José Manuel de B ernardo A res, h a sido no solam ente apor-
tar conocim iento al cam po estrictam ente científi co, sino form ular
un punto de v ista h istó rico “ … sob re el g ran reto de nuestro tiem -
po, cual es el diseñ o para el sig lo X X I de una nuev a confi g uració n
política… ”.7 E sta discusió n y estas intenciones trasuntan, tam b ié n,
la escritura de la h istoria de las ciudades am ericanas: cuando dis-
cutim os la h istoria de estas ciudades y de sus g ob iernos discutim os
tam b ié n nuestros propios proy ectos e identidades políticas: la pre-
g unta por el tipo de ciudad q ue pensam os en el pasado inv olucra
el tipo de v alores q ue tenem os sob re la ciudad en el presente. E sto
es lo q ue sucedió en el ejem plo ab ocetado. Y nos im porta porq ue la
ciudad h ispanoam ericana fue el dispositiv o central de la conq uista,
la llav e a partir de la cual la Monarq uía Cató lica se instituy ó políti-
cam ente en territorio am ericano.
mandaron h acer los Rey es Cató licos frente a G ranada ‘para mostrar
su inq ueb rantab le voluntad de adueñ arse de la ciudad’. 8
L a intenció n de realiz ar estructuras reg ulares de manz anas y
calles distrib uidas ortog onalmente alrededor de una plaz a central
recupera claram ente la tradició n rom á nica. L a ciudad-fuerte h is-
panoam ericana, cuy os terraplenes o parapetos de b arro y m adera
m al podían im itar a las só lidas m urallas de su referente europea,
fue estab lecida con la recreació n del ó rg ano de g ob ierno q ue le co-
rrespondía. A sí, la instalació n ( aun precaria) de m unicipios – con
sus consecuencias adm inistrativ as y políticas m á s inm ediatas– era
ex h ortada y estab a considerada y a en las Instrucciones entreg adas
a Cristó b al Coló n por los Rey es Cató licos, q uienes deleg aron en el
A lm irante, Capitulació n de por m edio, los poderes necesarios para
h acerlo. L a tem prana aparició n de recom endaciones en este senti-
do tiene q ue v er con el reparto de las tierras en cará cter de recurso
m aterial y sim b ó lico, dado q ue la m ism a v inculab a a los pob ladores
con una condició n jurídica: la de v ecinos. E sta condició n, q ue se
ex plica m á s adelante, g enerab a un com plejo de derech os y ob lig a-
ciones q ue pretendía conseg uir la estab ilidad tem poral de los asen-
tam ientos: no h ab ía ciudades sin cab ildos pero no h ab ía cab ildos
sin v ecinos y , recursiv am ente, no se podía ser v ecino fuera de este
m arco.
L a prerrog ativ a del poder para fundar ciudades pertenecía a ese
g rupo de potestades q ue se trasladab an por contrato y deleg ació n:
el Rey capitulab a con un A delantado, el A delantado nom b rab a g o-
b ernadores y cedía la potestad de fundar ciudades en su nom b re,
el G ob ernador h acía reposar en su T eniente idé ntica facultad y res-
ponsab ilidad.9
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Com o en todas las ciudades erig idas por la Monarq uía Hispá nica
en territorio am ericano, en la de S anta F e se instituy ó el ó rg ano de
g ob ierno y se desig nó a los h om b res q ue ib an a encarnar las fun-
ciones de g ob ierno y justicia en el acto m ism o de su fundació n. E l
fundador, Juan de G aray , tenía potestad y autoridad deleg adas, para
desig nar, en nom b re del rey , alcaldes y reg idores para tener en justi-
cia y g ob ierno a la ciudad nuev a: en sum a, para instituir el cab ildo.
Ciudad, g ob ierno y justicia eran, en el orden jurídico-político de la
m onarq uía, indisociab les. E l conjunto de la m onarq uía se pensab a
com o un cuerpo, com o un org anismo vivo donde cada una de sus
partes, ciudades y reinos, deb ían reg irse, sino por las m ism as ley es,
sí por los m ism os principios.22
L os fundadores de ciudades no traían consig o un m anual de pro-
cedim ientos y no eran letrados de carrera; en g eneral, tam poco h a-
b ían sido m iem b ros de concejos peninsulares. Com o G aray y sus
com pañ eros lo h icieron h acia 1573 en la fundació n de S anta F e, la
m ay or parte de los conq uistadores realiz ab an estos actos seg ú n la
costumb re, es decir, seg ú n aq uello q ue su propia ex periencia, m e-
m oria o tradició n adq uirida les dictab a.
L a com posició n del cab ildo santafesino sig uió el m odelo de los
q ue funcionab an en el P erú q ue, a su v ez , se h ab ían inspirado en los
concejos castellanos. P or lo tanto, se form ó de dos alcaldes, seis re-
g idores y un escrib ano, presidido por el teniente de g ob ernador. E n
el cab ildo santafesino las elecciones eran celeb radas por los capitu-
lares salientes en la prim era sesió n de enero de cada añ o. L as m is-
m as no eran “ ab iertas”: un g rupo reducido de v ecinos se desig nab a
entre sí y no fue infrecuente la presencia de h omb res poderosos tra-
tando de im poner su propia v oluntad en el m arco de este de por sí
y a estrech o m arg en de lib ertad para eleg ir. E sto tam poco constituía
una anom alía. N i en el cab ildo santafesino, ni en ning ú n otro.
L a s otra s j us ticia s
P ero el alcalde no era el ú nico autoriz ado a adm inistrar justicia en
la ciudad. Cuando pasab a por ella un adelantado o un g ob ernador,
cualq uiera de ellos estab a inv estido, tam b ié n, de una v ara: la de jus-
ticia may or. S e prev eía q ue podían tom ar parte en asuntos ex cepcio-
nales por la im portancia del asunto o por el prestig io de las partes
q ue entrab an en disputa. P ero tam b ié n podía tocarles adm inistrar
justicia ordinaria, en casos norm ales y de poca m onta. L o m ism o su-
cedía con los tenientes de g ob ernador y estas situaciones se dab an
en S anta F e, B uenos A ires, Corrientes, Có rdob a y en otras ciudades.
P or este m otiv o, para im ag inar la com posició n de los poderes en los
sig los X V I y X V II es necesario despojarse de alg unos prejuicios. S ob re
todo, es im prescindib le olvidar de q ué m anera son las cosas desde
q ue ex isten los E stados nacionales. A lg unas ciudades fueron sedes,
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A unq ue el increm ento de la im portancia econó m ica y social del
sur santafesino fue m uy m arcado a com ienz os del sig lo X IX , su po-
b lam iento com enz ó a crecer lenta pero sostenidam ente desde el
seg undo cuarto del sig lo anterior.
¿ Có m o fue pensado y ejecutado el g ob ierno y la org aniz ació n de
los pag os del sur? Cuando en el prim er tercio del sig lo X V III inten-
taron org aniz ar institucionalm ente sus territorios de ocupació n re-
ciente, los v ecinos de S anta F e no apelaron a la fundació n de nuev as
ciudades. E sto, considerado en el contex to de lo q ue sucedía en el
resto del v irreinato peruano, a lo q ue sucedió lueg o en el oriente
entrerriano no era un h ech o natural. D urante el sig lo X V III, fue co-
rriente q ue las elites urb anas h ispanoam ericanas descomprimieran
la presió n política q ue ejercía el increm ento de h om b res con im -
pulso socialm ente ascendente – com o fue, entre otros, el caso del
territorio ch ileno– fav oreciendo la creació n de nuev as ciudades con
sus respectiv os cab ildos.
E l caso de S anta F e, en la g ob ernació n del Río de la P lata, m uestra
por el contrario la continuidad de un m odelo de org aniz ació n terri-
torial desde un centro político q ue se considerab a a sí m ism o peri-
fé rico pero q ue ex tendía su jurisdicció n sob re enorm es ex tensiones
contig uas ( donde ciertam ente no “ fl orecían” nú cleos urb anos au-
tó nom os) com o pedanías. Incluso si las distancias h acían prá ctica-
m ente im posib le el ejercicio de la adm inistració n de justicia y los
poderes de policía por un juez q ue pudiera m ov erse h asta el sitio en
un día de m arch a a pie26 la ciudad desig nó autoridades capitulares
– los alcaldes de h ermandad– cuy a jurisdicció n lleg ó a ex tenderse
h asta territorios alejados de ella una sem ana de m arch a de cab allo.
A naliz ando el pasado del territorio q ue se ex tiende al sur del río
Carcarañ á sin considerar la ciudad de Rosario com o punto de par-
tida de una retrospectiv a sino acom pañ ando las form as de acció n
y los com portam ientos de los ag entes políticos santafesinos de los
sig los X V II y X V III, parece claro q ue pensaron la org aniz ació n del
26 L as jurisdicciones de los conce-
jos castellanos solían tener una g ob ierno y el eq uipam iento político de estos territorios “ nuev os”
ex tensió n m á x im a de cinco le- concib iendo q ue la adm inistració n de la justicia era la tarea me-
g uas, distancia q ue se suponía
podía ser cub ierta de ida y v uel-
dular del b uen g ob ierno. Y lo pensaron de esta m anera h asta m uy
ta y a pie en un día por un juez entrado el sig lo X IX : la idea seg ú n la cual g ob ernar era sob re todo
pedá neo. A lg unos estudios eti- administrar justicia b ien, recta, fi el y cristianamente, surg ida del co-
m oló g icos no v inculan pedá neo
con la v oz “ pie” sino con la latina raz ó n b ajom ediev al de la Castilla cató lica, resistió ( en el im ag inario,
oppidaneus, q ue desig nab a, en la en el leng uaje y en la prá ctica) el laico y reform ista av ance de los
Rom a antig ua, a las urb es secun- B orb ones, las revolucionarias ideas de 1810 y perduró incluso m á s
darias, sujetas a otras. E n am b os
casos, las aprox im aciones eti- allá de la Constitució n N acional y de la Constitució n P rov incial,
m oló g icas coinciden en q ue el form uladas pasado el um b ral de los añ os 1850 s. L a “ separació n de
lug ar b ajo jurisdicció n del juez
pedá neo estab a sujeto a otro,
los poderes” y , en rig or, la creació n de un “ poder judicial” separado
principal. del ejercicio del g ob ierno, fue un proceso lento, m uy contradictorio
el territorio. E ntonces, a lo larg o de todo ese sig lo, el v alor estuv o 33 V é ase CA N E D O , Mariana Propie-
tarios, ocupantes y pob ladores.
dado sob re todo por la posesió n de derech os sob re la ex plotació n San N icolá s de los Arroy os, 1 6 0 0 -
del g anado alz ado. L ueg o m erecía la pena el asentam iento y las 1 8 6 0 , Mar del P lata, 20 0 0 .
activ idades asociadas con la org aniz ació n de peq ueñ as unidades
productiv as sedentarias: pero la circulació n de acciones de vaq uear
com o b ien de cam b io y h asta com o g arantía de pag o, a todo lo larg o
del sig lo y del litoral ( dado q ue h a inv olucrado a v ecinos y m erca-
deres de B uenos A ires, Corrientes y A sunció n) eran tanto o m á s fre-
cuentes y v aliosas q ue los títulos sob re tierras. E l v aq ueo de g anado
cim arró n fue la principal activ idad econó m ica h asta fi nales del si-
g lo X V II y fue m uy im portante durante todo el X V III.
E l q ue los v ecinos de S anta F e fueran propietarios de las tierras
o q ue tuv ieran derech os sob re los g anados no era sufi ciente para
aseg urar el control de la ex tensió n. L a coy untura concreta de la dis-
puta por la z ona del P ag o de los A rroy os a fi nales del sig lo X V II pue-
de relacionarse con el descenso del nú m ero de cueros ex portados
pero tam b ié n con el aum ento de los env íos de g anado en pie al A lto
P erú por parte de los v ecinos de B uenos A ires.34 A sí, las m edidas del
g ob ernador y del cab ildo b onaerense cuestionando derech os sob re
tierras y h asta proh ib iendo h acer recog idas de g anado m á s allá del
arroy o de A rrecifes35 pueden interpretarse com o una escasez relati-
va, en funció n de la utilidad q ue de su disponib ilidad ob tenían es-
tos h om b res b ien ub icados en el cab ildo, desde donde podían con-
trolar, entre otras cosas, precios y circuitos. E ntre las coy unturas de
com ienz o y fi nal del sig lo X V II puede afi rm arse q ue h ub o una g ran
34 MO U T O U K IA S , Z acarías Contra-
b ando y control colonial, CE A L ,
diferencia: durante las prim eras dé cadas del sig lo X V II parcialida-
B uenos A ires, 1988, p. 178 y ss. des calch aq uíes ( v ilos, tocag ü es, colastiné s) dev astab an las estan-
MA N A V E L L A , A nalía y CA P U T O , cias del S alado y atacab an los b ordes de la ciudad, m ientras q ue,
Marina “ L a defi nició n… ”, cit., p.
38. h acia 1680 , h ab ié ndose reducido a v arios de estos pueb los, esos epi-
35 A E CB A , X IV , acuerdo del 12 de
sodios dism inuy eron.36
m ay o.
L a discusió n jurisdiccional entre los cab ildos de S anta F e y B uenos
36 MA N A V E L L A , A nalía y CA P U T O , A ires sob re los parajes surcados por los arroy os q ue dab an al P araná
Marina “ L a defi nició n… ”, cit., p.
36 y ss. y al Río de la P lata parece h ab erse z anjado en 1721: una escritura de
37 Á L V A RE Z , Juan H istoria de Rosa-
1722 acredita q ue el arroy o llam ado “ del Medio” era tom ado com o
rio ( 1 6 8 9 -1 9 3 9 ) , U .N .R., E ditorial té rm ino de las jurisdicciones de am b as. O rig inalm ente, la de S anta
Municipal de Rosario. Rosario, F e se ex tendía h asta el arroy o de Ram allo y la de B uenos A ires h asta
1998, pp. 27-28. E l á rea al oeste
presentaría prob lem as de juris- el m á s nó rdico de “ los arroy os de G ay oso”.37
dicció n tam b ié n con la ciudad
de Có rdob a: sin em b arg o, com o L as difi cultades para com erciar con el P arag uay en tiem pos de la
la m ism a perm aneció fuera de reb elió n com unera ( 1722-1735) se h icieron sentir en S anta F e. D es-
la línea de fortines durante m á s
de sig lo y m edio, el asunto no
de entonces y h asta el fi nal del sig lo X V III, la cantidad de pob lació n
rev istió g rav edad h asta apare- estab lecida en la ciudad descendió . A l contrario, el nú m ero de per-
cer com o un asunto de límites sonas q ue se m ov ía h acia los pag os o partidos aum entó : la g ente se
interprovinciales y su resolució n
q uedó sujeta a un laudo de la desplaz ab a conform e las urg encias im puestas por las coy unturas y
S uprem a Corte de Justicia de la su desplaz am iento ib a dib ujando una tendencia centrífug a q ue se
N ació n, del 18 de junio de 1882.
D urante la m ism a dé cada se re- afi rm aría con el tiem po.
solv ió , tam b ié n, la delim itació n
territorial entre las prov incias de L a ocupació n efectiv a y la puesta en producció n del suelo del
Có rdob a y S anta F e. á rea de los arroy os se afi rm ó despué s de com enz ado el sig lo X V III,
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E l periodo q ue se ex tiende entre 1725 y 1852, se construy e retros-
pectiv am ente desde la ú ltim a fech a, q ue es la q ue asig na v alor a la
prim era. S e b uscan antecedentes de las autoridades de una ciudad
despué s de q ue é sta ex iste… Com o m uy b ien lo desarrolla D ieg o
Roldá n al fi nal de este tom o, alg unos m iem b ros del Concejo D elib e-
rante rosarino se lib raron a denodados esfuerz os de creació n h isto-
riog rá fi ca para dotar a la ciudad de un pasado m á s o m enos ilustre.
A falta de una fech a de fundació n para recordar y celeb rar, h acia
1925 se intentó – de m anera intuitiv a, pero caó tica– la celeb ració n
de un presunto b icentenario. 1725 tuv o sentido, entonces, para una
ciudad h ué rfana q ue b uscab a padres y h ub iera podido encontrar-
los, por ejem plo, en autoridades jurisdiccionales lig adas al poder de
policía rural o la justicia de cam pañ a.
Com o se dijo m á s arrib a, ning una intenció n estuv o m á s lejos de
la m ente de los m iem b ros del cab ildo santafesino q ue la de crear
una nuev a ciudad dentro de la enorm e jurisdicció n q ue G aray le h a-
b ía asig nado en 1573. E stos té rminos, asig nados sin tim idez desde
el sitio v iejo 50 leg uas h acia cada punto cardinal y , en cuanto al este,
h asta el U rug uay , con el paso del tiem po y la densifi cació n de las re-
laciones sociales y territoriales, fueron tím idam ente recortados por
el oeste y por el sur. F ue por ello q ue el eq uipam iento político del te-
rritorio al sur del Carcarañ á no se pensó b ajo la form a de la creació n
de un nuev o cuerpo político, sino desig nando un juez rural para un
á rea im precisa.
U n alcalde de h erm andad fue desig nado com o m á x im a autoridad
en el á rea. Cuando la capilla del pag o ( curato desde 1730 ) dev ino
v illa, en 1823, la Junta de Representantes le otorg ó el título de pue-
b lo y con é l, desig nó desde entonces alcaldes m ay ores q ue tuv ieron
sede efectiv a com prob ab le en la m ism a desde 1825. L a ú ltim a au-
toridad q ue concentró g ob ierno y justicia antes de q ue se otorg ara
a Rosario el título de ciudad fue el juez de paz , potestad b ajo la cual
estuv o la v illa desde la supresió n del cab ildo santafesino en 1833 y
h asta q ue se la conv irtiera en ciudad y se desig nara para encab ez ar-
la un Jefe P olítico.
E n todos los casos, tras la desig nació n de estas autoridades sub -
y acía la idea seg ú n la cual org aniz ar el territorio tenía com o princi-
pal activ idad propender a la policía ( a la conv iv encia) : refrenar los
ex cesos ( pretender de la presencia un efecto depresiv o de la delin-
cuencia) , poner en orden la cam pañ a, ev itar ab usos y , sob re todo,
g arantiz ar una recta adm inistració n de la justicia. E stas eran las ex -
pectativ as m anifi estas q ue las autoridades santafesinas alim enta-
b an tanto respecto de los coloniales alcaldes de h erm andad com o
de alcaldes m ay ores y jueces de paz . E n la prá ctica, claro está , pre-
tendieron esto y m uch o m á s: adh esió n, lealtad y un cierto g rado de
q ue “ … representab an el control urb ano de la cam pañ a. A h í com - 52 O T S CA P D E Q U Í , José María H is-
toria del D erech o E spañ ol en
partían el control con el correg idor o protector de naturales, q uien Amé rica y del D erech o Indiano,
h ab ía sido desig nado asim ism o por el Cab ildo, y con m ay ordom os Madrid, 1968, p. 156.
de B uenos A ires tenía jurisdicció n sob re unas cam pañ as q ue, h acia
fi nales del sig lo X V III y com ienz os del X IX , estab an densam ente po-
b ladas y rev estían im portancia econó m ica. P or este m otiv o, conse-
g uía q ue los desig nados en el ofi cio se h icieran carg o. A lg unas cifras
parecen apoy ar esta afi rm ació n, puesto q ue h acia 1810 el cab ildo
porteñ o h ab ía desig nado v eintidó s alcaldes de h erm andad en idé n-
tico nú m ero de distritos. S urg idos de la seg m entació n de antig uas
jurisdicciones o de la form ació n de nuev as en las z onas de frontera
g anadas a los territorios indíg enas, el nú m ero de juz g ados de paz
– jurisdicció n q ue reem plaz ó a la de los alcaldes de la h erm andad
tras la supresió n de los cab ildos de B uenos A ires y L ujá n en 1821–
era de 29 en 1822 y de 48 en 1852.56
Cerv era sostiene q ue el prim er alcalde de la h erm andad se env ió a
los A rroy os en 1733 “ … para poder interv enir en dem andas h asta 50
pesos y q ue en otras causas crim inales lev ante sum arios tray endo al
Cab ildo los autos para prov eer.”57 Y o encuentro la prim era desig na-
ció n en la sesió n de prim ero de añ o de un alcalde de la h erm andad
para los pag os de Coronda y los arroy os en 1734 ( S g to. m ay or P edro
de A cev edo) 58 y el seg undo, se defi nía, para los pag os de la otra b anda
del P araná . Hasta entonces, no se especifi cab a en las desig naciones del
cab ildo santafesino cuá l era el partido de jurisdicció n de los alcaldes
de la h erm andad. S in em b arg o, el prim ero v ino en 1725.
E l prim er alcalde de h erm andad destinado por el cab ildo santa-
fesino a la v ag a jurisdicció n del P ag o de los A rroy os, sab ía q ue en
esta plaz a no h ab ía un solo pob lado im portante, sino alg unas suer-
tes de estancia con una antig ü edad q ue no ex cedía los treinta añ os.
N o le dio, el cab ildo santafesino, ni casa ni asiento, pues no h ab ía 55 L U X -W U RM, Herná n Carlos “ U n
allí pob lado: só lo una capilla rodeada por un caserío disperso. Juan curioso padró n de notab les del
Á lv arez caracteriz ó a este prim er alcalde de h erm andad com o un P ag o de los A rroy os en 1797”, en
B oletín del Instituto Arg entino
“ … funcionario am b ulante, recorredor de cam pañ as m al delim ita- de Ciencias G enealó g icas, tom o
das… ”. X V III, nú m . 1999, B uenos A ires,
m ay o-junio 1997, p. 38.
A poco de asum ir, el 8 de enero de 1725, F rancisco de F rías – tal su 56 G E L MA N , Jorg e “ Justice, é tat et so-
nom b re– presentó al Cab ildo un peq ueñ o m em orial donde afi rm a- cié té . L e ré tab lissem ent de l’ordre
b a q ue, h ab iendo salido a recorrer el partido, no podía sab er h asta à B uenos A ires aprè s l’indepen-
dance ( 1810 ) ”, en É tudes Rurales,
dó nde lleg ab a. L ejos ib a en su pedido, el fl am ante alcalde, pidiendo nú m . 149-150 , janv ier-juin 1999,
se le aclarara no solam ente un deslinde y h asta q ué paraje lleg ab a p. 113.
su autoridad, sino adem á s “ … se le dig a por ex preso escrito [ … ] para 57 CE RV E RA , Manuel H istoria de la
q ué se q uiere”.59 E l h om b re no sab ía cual era ni su jurisdicció n ni sus ciudad y provincial de Santa F e,
U N L , S anta F e, 1979 [ 190 7] , tom o
atrib uciones. II, p. 45.
A unq ue esto ú ltim o podría ser discutib le m á s allá de la consulta 58 A G S F , A CS F , T om o X , ff.190 a 192.
puntual, puesto q ue F rías h ab ía sido electo y a alcalde de la h erm an- 59 A G S F , T om o IX , f. 219. Á L V A RE Z ,
dad por sus pares santafesinos en 1717.60 Juan H istoria de Rosario… , cit., p.
35.
Cuando en 1748 F rías m urió , cerca de la capilla de los arroy os, 60 A G S F , A CS F , T om o V II, ff. 311 a
fue enterrado de limosna – com o un v ecino pob re. F ue desig nado 313.
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L os alcaldes de la santa h erm andad fueron desig nados para el
P ag o de los A rroy os h asta 1823. A unq ue se h ab ía otorg ado a Rosario
el título de Ilustre y F iel v illa en 1823, la Junta de Representantes le
reconoció estatuto de pueb lo recié n en 1826. D urante 1824 y 1825
h ub o un impasse de autoridades residentes. S i b ien h ab ía un alcalde
m ay or desig nado para la ciudad, las pocas causas judiciales escritas
tenidas en la jurisdicció n de los A rroy os para esos dos añ os fueron
seg uidas por jueces comisionados del superior g ob ierno en v irtud de
ofi cios fi rm ados por el alcalde m ay or de la v illa.64
L os alcaldes may ores, seg ú n la ley prim era del prim er título del
q uinto lib ro de la Recopilació n de 1680 , eran sob re todo adm inis-
tradores de justicia q ue se desig nab an en ciudades q ue no eran
sede de g ob ernació n ni de correg im ientos. E ran ofi ciales de la m o-
narq uía h ispá nica. S i b ien la v oz alcalde refi ere siem pre al juez g o-
b ernador ( por su etim olog ía á rab e) el alcalde m ay or era sob re todo
un justicia may or en su distrito.65
E n las ciudades rioplatenses, q ue nunca fueron sede de correg i-
m iento, la fi g ura m á s cercana en lo q ue concierne a las funciones
fue el teniente de g ob ernador – q uien, com o é l en la P enínsula, pre-
sidía el cab ildo y estab a facultado para oír en causas de prim era ins-
tancia. E sta eq uiv alencia puede com prob arse cuando G aray realiz ó
dos nom b ram ientos ( de alcalde m ay or y de teniente g ob ernador) ,
con las m ism as atrib uciones.
S i b ien no parece h ab er g randes nov edades en m ateria de ad-
m inistració n de justicia h asta la supresió n del cab ildo a fi nales de
1832, entre 1819 y 1826 pueden detectarse dos m om entos en los
cuales la b alanz a de la tensió n entre el g ob ernador y los org anis-
m os de g ob ierno de la ciudad y de la nuev a jurisdicció n prov incial
b asculan.
E n m edio de una feroz g uerra civ il, los ejé rcitos porteñ os estab an
arrasando el territorio santafesino: B alcarce saq ueó z onas rurales
e incendió la V illa del Rosario en enero de 1819; se estab leció en el
sur del Carcarañ á y el 12 de ab ril se fi rm ó el armisticio de San L o-
64 A MHP RJ M – A T – I – 1, ex p 1-11.
renz o. E ste fue env iado al Cab ildo para su aprob ació n y del m ism o
65 T odav ía lo sig ue siendo en Co- salió fortalecido com o líder de la autonom ía prov incial E stanislao
lom b ia, donde es la suprema au-
toridad distrital seg ú n la Consti- L ó pez , q uien se separó defi nitiv am ente de A rtig as. E n julio se re-
tució n de ese país. unió una asamb lea q ue proclam ó g ob ernador a L ó pez . E ste encar-
66 T A RRA G Ó , G riselda D e la auto- g ó a la asam b lea la redacció n de un estatuto, q ue lueg o rech az ó por
nomía a la integ ració n, T om o V encontrarlo dem asiado moderno, dado q ue lim itab a enorm em ente
de la N ueva H istoria de Santa F e,
L a Capital, Rosario, 20 0 6, p. 34
las facultades del g ob ernador. P or lo tanto é l m ism o presento otro,
pero lo h iz o ante el Cab ildo, q ue lo aprob ó en ag osto de 1819.66
67 T A RRA G Ó , G riselda y B A RRIE -
RA , D arío Adió s a la Monarq uía, E ste docum ento es considerado la prim era carta constituy ente
T om o IV de la N ueva H istoria
de Santa F e, L a Capital, Rosario, de la prov incia y fue el referente de org aniz ació n institucional do-
20 0 6, ú ltim o capítulo. m inante h asta 1841, cuando se dictó la Constitució n prov incial.67
2 1 de marz o de 1 8 3 2
Al G dor
E x cmo Sr.
E l Alcalde May or q ue fi rma, impelido de la g randio-
sa necesidad q ue siente el pueb lo de su carg o, con
respecto a la falta de sellos y medidas para el mejor
reg lamento del comercio no ocultandosele al in-
frascripto q ue las poderosas atenciones de SE no le
h ab ian permitido el prefi jarse en esta medida, de la
q ueal el q ue sub scrive h iz o reminicensia a SE con fh a
mas posterior h a tomado la resolucion con esta fh a
de dirig irse a la H M tanto sob re esta solicitud q uanto
a la peticion q ue h ig ualmente h iz o a SE sob re una
q uota ascig nativa q ue le proporcione al q ue fi rma el
costo del ropag e q ue necesita para poderce precentar
con la desencia q ue req uiere el empleo q ue ex erce.
E l q ue rub rica tiene la g ran [ v] satisfaccioin de cono-
ser q ue la alta consideracion de SE penetrara lo justo
de su solicitu a la q ue lo [ sirve] estar de empelo y su
limitada fortuna.
Q uiera SE admitir la seg uridad de q ue este cauz al
poderoso es el q ue le h ase al q ue rub irica rey terar su
soclicitud la q ue pareciendole a su vez q ue h es de una
justicia espera sedig ne SE proveer como estime por
mas conb iene con arreg lo a su solicitud; admitiendo
al mismo tiempo las concideraciones del may or res-
peto, con q ue tiene el h onor de saludar a SE
V aleriano G aray
A G S F , Ministerio de G ob ierno, S ecció n G ob ierno, T om o III, f. 266
[ se conserv ó ortog rafía y g ram á tica orig inales]
78 A G S F – Ministerio de G ob ierno,
S ecció n G ob ierno, T om o III -
E x pte. 8, N otas del A lcalde May or
D e la m ism a m anera q ue lo h icieron antes los alcaldes de la h er- de la V illa del Rosario, f. 270 .
m andad y com o lo h arían lueg o los jueces de paz , los alcaldes m a- 79 A MHP RJ M – A T – E P – T om o I,
y ores de la v illa del Rosario fueron los encarg ados de elab orar los leg . 7, ex p. 3.
L os j uz g a dos de p a z
B ajo el infl ujo de Riv adav ia, la nov ísim a prov incia de B uenos A i-
res era org aniz ada judicialm ente con una serie de m edidas im ple-
m entadas por el g ob ierno de Martín Rodríg uez en 1820 y 1821.
E stas m edidas incluían la supresió n de los cab ildos de B uenos
A ires y de L ujá n, el reem plaz o de los alcaldes de la h erm andad por
jueces de paz asistidos por tenientes de alcalde en cada cuartel, la
creació n de los juz g ados de prim era instancia ( letrados) y la institu-
ció n del carg o de jefe de policía para la ciudad y la cam pañ a. 81
L o sustancial de la reform a riv adav iana fue im plem entado en
S anta F e doce añ os m á s tarde. E s prob ab le q ue en la capital de
nuestra prov incia el cab ildo sub sistiera h asta el ú ltim o día de 1832
a causa de q ue el g ob ernador L ó pez lo interpeló y se apoy ó en é l
para enfrentar a la Junta al m om ento de la redacció n del E statuto y
80 G A RA V A G L IA , Juan Carlos “ A lcal- el reg lam ento de justicia, en 1819: si b ien L ó pez no tenía, a priori,
des de la Herm andad et Jug es de sus m ejores b az as en el cab ildo, la junta de com isarios ( o de repre-
P aix à B uenos A ires ( X V IIIe-X IX e
siè cle) ”, en É tudes Rurales, nú m s.
sentantes) le presentó un proy ecto de org aniz ació n para la prov in-
149-150 , janv ier-juin 1999, pp. cia q ue seg ú n su punto de v ista cercenab a sus poderes. L ó pez v etó
99-110 . F RA D K IN , Raú l “ ¿ ‘F as- ese proy ecto, com puso otro, lo env ió a la aprob ació n de la Junta y
cinerosos’ contra ‘cajetillas’? L a
confl ictiv idad social rural en el Cab ildo y ob tuv o inm ediatam ente la aprob ació n del seg undo: de
B uenos A ires durante la dé cada esta m anera, m ientras la Junta h oradab a las funciones del cab ildo y
de 1820 y las m ontoneras fede- é ste no retenía m á s q ue alg unas funciones m unicipales y la adm i-
rales”, en Illes i Imperis, nú m . 5,
B arcelona, 20 0 1, pp. 5-33. nistració n de justicia en prim era instancia en la ciudad, el Cab ildo
81 G A RA V A G L IA , Juan Carlos “ A lcal- se g ranjeó un cierto apoy o del g ob ernador terciando en el asunto de
des… ”, cit., p. 10 4. la redacció n del estatuto q ue la Junta no v eía con b uenos ojos.
A T RIB U CIO N E S D E L J U E Z D E P A Z D E L A V IL L A
D E L RO S A RIO :
E l Reg lamento estab lecía q ue el juez de paz “ … oirá
verb almente y sentenciará en defi nitiva toda deman-
da q ue le sea peculiar, con presencia del escrib ano y
sea su valor desde la cantidad de veinticinco pesos
h asta el ciento inclusive. P odía practicar arrestos por
el té rm ino de och o días; h acer cum plir las senten-
cias q ue im ponían pena de m uerte en delitos com e-
tidos en el departam ento; aseg urab a el orden pú b li-
co; dictab a ordenanz as y reg lam entos; perseg uía a
82 N uev e fueron los h om b res q ue
los v ag os, ladrones y salteadores, h acía conserv ar el
se desem peñ aron com o jueces
aseo de las calles, atendía las ob ras pú b licas… ”.83 de paz h asta la creació n de la
ciudad de Rosario, en poco m á s
de v einte añ os: A ntonio E sq uiv el
( 1833) , Marcelino B ay o ( 1834) ,
E l á rea jurisdiccional del juez de paz de Rosario era la v illa y su P edro S anta Cruz ( 1835) , de nue-
v o B ay o ( 1835) , Matías N icolorich
jurisdicció n, desde el Carcarañ á h asta el A rroy o del Medio y desde ( 1838) , Juan José B eneg as ( 1841) ,
el P araná h asta los destacam entos m ilitares estab lecidos en el oes- Juan Manuel A lcá cer ( 1842) , por
tercera v ez B ay o ( 1847) , D á m aso
te. T am b ié n tenía a carg o el fuerte Melincué , al suroeste de la actual Centeno ( 1852) , de nuev o B ay o
delim itació n prov incial. P ara com ponerse una im ag en, se trata de ( 1853) , José María Cullen ( 1853)
una superfi cie q ue ronda las trescientas m il h ectá reas. y Manuel V idal ( 1854)
83 CO L E G IO D E A B O G A D O S O ríg e-
D eb ía nom b rar dos comisarios aux iliares en la V illa y los q ue con- nes de la Justicia en Rosario, Ro-
siderara necesarios para la cam pañ a; todos sin sueldo. S e lo nom - sario, 1993, pp. 21-22.
b rab a por un añ o y era renov ab le. L a desig nació n de los com isa-
rios aux iliares se realiz ab a por “ cuarteles” en la v illa ( al com ienz o
dos, norte y sur, y los de cam pañ a eran desig nados con los antig uos
nom b res de los pag os) .
D e la m ism a m anera q ue lo h ab ía h ech o el alcalde m ay or de la
v illa del Rosario, el fl am ante juez podía eleg ir a sus aux iliares perso-
nalm ente: si b ien é stos deb ían ser nom b rados por el g ob ierno pro-
v incial, recib ían el h onor del nom b ram iento a propuesta suy a. E s-
tos aux iliares no eran rentados y m uch o m enos letrados: se tratab a,
com o en el caso de los jueces com isionados q ue trab ajab an a la par
del alcalde m ay or, de sus h om b res de confi anz a en cada paraje.
D e esta m anera, la presencia física perm anente en el lug ar de
los alcaldes m ay ores de la v illa y de los jueces de paz y la m anera
en q ue é stos reclutab an a sus aux iliares de justicia en los parajes
entre los vecinos del distrito es q ue podem os h ab lar de una justi-
cia de prox imidad, b asada m enos en el conocim iento docto de los
instrum entos jurídicos q ue en un conocim iento local y localiz ado
de los v ínculos territoriales e interpersonales de sospech osos, acu-
sados, v íctim as y testig os. A diferencia de los antig uos alcaldes de
h erm andad, q ue eran v ecinos de la ciudad de S anta F e env iados al
pag o, los jueces de paz fueron reclutados por el g ob ierno prov incial
entre g ente q ue y a estab a asentada en la v illa y q ue tenía una cierta
presencia en la m ism a.
E n S anta F e se h ab ía h ech o y a la div isió n de la adm inistració n de
la justicia en prim era instancia entre lo civ il y lo crim inal. T am b ié n
ex istía el juez de policía, el defensor g eneral de pob res y m enores
y el juez de paz propiam ente dich o. E n el P artido de los A rroy os, el
juez de paz tenía las atrib uciones de todos é stos juntos, por eso, a
desig naciones h om ó nim as sob re distritos diferentes corresponde,
en realidad, funciones diferentes y una distinta posició n en el m ar-
co de la constelació n de los poderes. E ste es un tem a q ue v incula la
cuestió n de la distancia y la concentració n de funciones con la del
eq uipam iento político de los espacios fronteriz os.
E l eq uipam iento político territorial es m enos com plejo en m ate-
ria de creació n institucional, pero las funciones se atrib uy en, con-
centradas, en un solo ofi cio, con el fi n de poner en m arch a un pro-
ceso q ue lueg o desplieg a: deleg aciones en uno ( en g rueso) afi nan
lueg o delineando las funciones de m anera específi ca. U na de las
aristas q ue puede com poner la ex plicació n sob re el fenó m eno es-
trib a en el nú m ero de h om b res sujetos a la autoridad ( lo m ism o, por
ejem plo, q ue los m ontos en los juicios de paz ) . P ero no es la funda-
m ental: aparte la cantidad de la pob lació n, h ay q ue tom ar en cuen-
ta la densidad de las relaciones sociales y las funciones de centrali-
dad de las ciudades com o sede de poder político. U n eq uipam iento
De la v illa a la ciuda d
Hasta entonces, la org aniz ació n judicial del territorio prov incial
g irab a en torno del Reg lam ento de Justicia de 1833. E l 9 de m arz o
de 1852, la Junta de Representantes separó la cuestió n de los suel-
dos de los jueces de la redacció n de una ley de org aniz ació n judi-
cial y el 27 de m arz o de 1852 dictó una ley facultando al E jecutiv o
para “ … dictar los decretos y prov idencias q ue juz g ue conv enientes
para contener los rob os, asesinatos y dem á s desó rdenes [ … ] de-
jando a su arb itrio la pena y el modo de aplicarla a los q ue resulten
delincuentes.”87
U na carta de N icasio O roñ o, de junio de 1854 sug iere crear in-
m ediatam ente la municipalidad para Rosario y , conjuntam ente, la
separació n del poder judicial del poder político ( ex presió n q ue es-
tim a sinó nim a de ejecutivo) .88 S in em b arg o, una sanció n leg islativ a
del 30 de julio de 1854 autoriz ó al E jecutiv o para h acer reform as
políticas, adm inistrativ as y judiciales q ue req uiriera el P ueb lo y D e-
partam ento de Rosario h asta tanto la P rov incia se diera una nuev a
Constitució n.89 E ste ordenam iento fue dictado por el E jecutiv o pro-
v incial el 13 de ag osto de 1854.90
A llí se decidió q ue el ejecutiv o prov incial tendría en esa ciudad un
ag ente deleg ado, con el título de Jefe P olítico. B ajo la sub ordinació n
del Jefe P olítico se ub icab a el jefe de policía. Y se le h ab ían asig nado
com o sus aux iliares los jueces de paz y los tenientes de alcalde y los
com isarios de los distritos en q ue se h allab a div idida la cam pañ a
del D epartam ento, continuidad del periodo anterior. 91 S e institu-
y eron, adem á s, juz g ados, trib unales y ofi cios cuy a org aniz ació n se
87 P É RE Z MA RT Í N , José “ E v olu-
ex pone detalladam ente en la seg unda parte de este v olum en, sob re ció n… ”, cit., p. 215.
todo en el capítulo 7.
88 CA RRA S CO , E udoro Anales… ,
cit., p. 292
89 P É RE Z MA RT Í N , José “ E v olu-
ció n… ”, cit., p. 215.
90 E N S IN CK , O scar H istoria… , cit.,
p. 80 .
91 P ara 1856, los distritos de la
cam pañ a del D pto Rosario eran
A rroy o de L udueñ a - Ch acras del
Rosario - B ajo Hondo Cerrillos -
A rroy o S eco - Monte F lores - S a-
ladillo de la O rq ueta - A rroy o de
P av ó n - A rroy o del Medio A b ajo
- A rroy o del Medio Centro - A rro-
y o del Medio A rrib a - A rroy o del
D esm och ado A b ajo - A rroy o del
D esm och ado arrib a.