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Historia del Concejo Municipal de Rosario

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Concejo Municipal de Rosario

Intendente Municipal de Rosario


Mig uel A . L ifsch itz

Presidente del Concejo Municipal de Rosario


Mig uel A . Z am arini

Secretario Administrativo del Concejo


Raú l F erná ndez

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E l poder polí tico
m unicipal y el g ob ierno
de la ciudad
( h asta 1930 )

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tom o I dirig ido por
D arío G . B arriera

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D arío B arriera
E l poder político m unicipal y el g ob ierno de la ciudad h asta 1930 / dirig ido
por D arío B arriera. - 1a ed. - Rosario : Concejo Municipal de Rosario, 20 0 8.
v . 1, 0 p. ; 29x 21 cm .
IS B N 978-987-23558-6-9
1. A dm inistració n P ú b lica. 2. P oder P olítico. I. D arío B arriera, dir.
CD D 352

F ech a de catalog ació n: 0 5/ 0 8/ 20 0 8

D arío G . B arriera, director


Historia del Concejo Municipal de Rosario.
T om o I. E l poder político m unicipal y el g ob ierno de la ciudad h asta 1930 .

E ditorial del Concejo Municipal de Rosario

Com posició n y diseñ o: D O G MA Com unicació n


D iseñ o de T apa: D O G MA Com unicació n

IS B N O b ra Com pleta: 978-987-23558-5-2


IS B N T om o I: 978-987-23558-6-9

Hech o el depó sito q ue prev é la L ey 11723.


© E ditorial del Concejo Municipal de Rosario

E sta 1ª edició n de 10 0 0 ejem plares fue im presa


el 30 de nov iem b re de 20 0 8.

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Archivos
A rch iv o del Museo Histó rico P rov incial de Rosario “ Julio Marc”
A rch iv o G eneral de D ig estos, O rdenanz as y E x pedientes del Concejo Municipal, Rosario
A rch iv o G eneral de la P rov incia de S anta F e, S anta F e
A rch iv o G eneral de la N ació n, B uenos A ires
B ib lioteca A rg entina, Rosario
B ib lioteca G eneral S an Martín, Rosario
D epartam ento de E studios E tnog rá fi cos y Coloniales, S anta F e

Abreviaturas y siglas más frecuentes


A E CB A : A cuerdos del E x ting uido Cab ildo de B uenos A ires
A CS F : A ctas del Cab ildo de S anta F e
A G S F : A rch iv o G eneral de la P rov incia de S anta F e
A G N : A rch iv o G eneral de la N ació n
A H: A lcalde de la Herm andad
A MHP RJ M: A rch iv o del Museo Histó rico P rov incial de Rosario “ Julio Marc”
A rt.: artículo
A T : A rch iv os de T rib unales
A v .: A v enida
B v .: B ulev ar
CA : Com isió n A dm inistradora
Cap.: Capitá n
CD : Concejo D elib erante
CE : Concejo E jecutor
D E : D epartam ento E jecutiv o
D E E C: D epartam ento de E studios E tnog rá fi cos y Coloniales
D S HCD : D iario de S esiones del Honorab le Concejo D elib erante
E C: E x pedientes Civ iles
E T HCD : E x pedientes T erm inados del Honorab le Concejo D elib erante
F CCA : F errocarril Central A rg entino
L S : L ig a del S ur
m / n: m oneda nacional
N ú m .: nú m ero
P C: P artido Com unista
P D P : P artido D em ó crata P rog resista
P E N : P oder E jecutiv o N acional
P E P : P oder E jecutiv o P rov incial
P S : P artido S ocialista
RC: Real Cé dula
RO P S F : Reg istro O fi cial de la P rov incia de S anta F e
S F : S anta F e
S g to: S arg ento
U CR: U nió n Cív ica Radical
V T CD : V ersiones T aq uig rá fi cas del Concejo D elib erante

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Í ndice

Introducción .............................................................................. 11

PRIMERA PARTE
E l eq uipam iento político del territorio
D el P ag o de los A rroy os a la ciudad de Rosario ( 1725-1852)
por D arío G . B arriera .................................................................. 21

1 Historias, Ciudades, G ob iernos ........................................... 23

2 L a ciudad de S anta F e ........................................................... 31

3 E l pob lam iento de las tierras del sur ................................... 39

4 O rg aniz ar la ex tensió n ......................................................... 49

5 E l eq uipam iento político del territorio


L a ilustre y fi el V illa del Rosario ( 1823-1852) ...................... 57

SEGUNDA PARTE
L a ciudad y su g ob ierno antes del Concejo ( 1852-1874)
por Irene Rodríg uez ..................................................................... 71

6 A l ritm o de los nuev os tiem pos ........................................... 73

7 D espué s de Caseros: las form as de la Repú b lica................ 81

8 L os v ínculos interpersonales y el poder político local....... 93

9 L a consolidació n de una elite en Rosario ........................... 10 5

TERCERA PARTE
L a construcció n política de una ciudad ................................... 121
por D ieg o P. Roldá n

10 E l g ob ierno m unicipal a fi nes del sig lo X IX ........................ 123

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11 L a intrincada form ació n del Concejo
D elib erante de Rosario ......................................................... 143

12 L a incertidum b re en tiem pos de q uietud.


U n acercam iento a la aparente inercia
norm ativ a ( 190 0 -1927) ......................................................... 161

13 L a cuestió n social y el m unicipio


en la crisis de la P rim er G uerra ............................................ 175

CUARTA PARTE
E nsay os de reconfi g uració n política.
L a dé cada de 1920
por D ieg o P. Roldá n ..................................................................... 199

14 L a Constitució n de 1921 ....................................................... 20 1

15 N uev as necesidades. N uev as políticas ................................ 217

16 Inv entar el pasado: el b icentenario de Rosario .................. 233

17 E l cam b io de ré g im en electoral ........................................... 241

18 N uev a estació n y play a de m aniob ras


del Central A rg entino ........................................................... 251

19 L a m atriz de h ierro del P lan Reg ulador .............................. 263

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Introducció n

¿ P or q ué es necesario p ensar las instituciones,


el gobierno y la p olítica?
E l poder político, su naturalez a, su funcionam iento, su dim en-
sió n relacional, son preocupaciones centrales para h istoriadores,
politó log os y soció log os de todo el m undo. P ero lo q ue realm ente
es im portante sub ray ar, para lectores inform ados y leg os, es q ue
estos prob lem as constituy en una inq uietud clav e en la ag enda de
los científi cos sociales porq ue interesan a toda la sociedad: por
adh esió n a los dog m as, por desencanto frente a los paradig m as o
por franca oposició n y enfrentam iento crítico con los distintos m o-
dos en q ue se corporiz a institucionalm ente el poder político, los
h om b res y las m ujeres – sea cual sea nuestra ocupació n, sea cual
sea la com unidad política de referencia– com partim os el h ech o de
estar preocupados por la m anera en q ue funciona esa dim ensió n de
las relaciones sociales q ue constituy e el poder político.
D e m anera conciente o inconciente, cada uno de nosotros tiene
una posició n frente a esto y elab ora supuestos o ex presa deseos sob re
su deb er ser, es decir, sob re có mo tendría q ue funcionar. Y esta m a-
nifestació n no es el fruto de una conducta antojadiz a: el poder po-
lítico es el jueg o de relaciones donde se decide una b uena parte de
la distrib ució n de los recursos m ateriales y sim b ó licos de una socie-
dad, entonces, q ue cada m iem b ro de esa sociedad se represente una
im ag en sob re el deb er ser de esas relaciones, sob re la calidad de los
m ecanism os del jueg o o sob re el destino de las decisiones q ue son su
siem pre prov isoria resultante, parece alg o sensato y deseab le.
E s por esto q ue las actitudes de conform ism o, descontento, co-
lab oració n, sab otaje, adh esió n ab ierta o con reserv as, v ig ilancia
o reb eldía frente al poder político y sus ex presiones, constituy en
una posició n y una m anifestació n respecto del tem a. Consecuen-
tem ente, los científi cos sociales – o, dich o de una m anera m enos
altisonante y m á s descriptiv a, los q ue practicamos las ciencias de
la sociedad– deb em os estar m uy atentos al m odo en q ue aparecen
estas m anifestaciones h oy y có m o lo h icieron en el pasado, porq ue
en estos frag m entos de la realidad aparecen, sin duda, los distintos
síntom as q ue sirv en para calib rar el estado del instante.

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12 Historia del Concejo Municipal de Rosario

E s im portante pensar el poder político y pensar h istó ricamente


sus instituciones, por una raz ó n m uy sencilla: é stas no son el resul-
tado de una fatalidad, no está n aq uí desde siem pre y no lo estará n
para siem pre.
L as instituciones com o el Concejo Municipal – q ue en su h ora
llev ó otros nom b res, pero q ue h oy es el q ue porta el caso q ue nos
ocupa en este lib ro– no fueron creadas ex nih ilo ni fueron el resul-
tado inevitab le del desarrollo de un g en q ue fue puesto a rodar en
O riente, en la G recia Clá sica, en la Rom a A ntig ua o en la Castilla b a-
jom ediev al. E l Concejo Municipal – com o institució n en g eneral y el
de Rosario, en particular– es el resultado de una serie de decisiones
q ue supone, sob re todo, el no h ab er tomado otras decisiones, el no
h ab er eleg ido otros cam inos. E ste lib ro está construido desde esta
perspectiv a y narra analíticam ente alg unos episodios v inculados
con esta h istoria.
L a contrib ució n de los q ue h acem os este v olum en com parte
una conv icció n: así com o el Concejo no surg ió de la nada ni de-
vino naturalm ente de instituciones “ precedentes”, no tiene la eter-
nidad por dim ensió n de futuro. S u v italidad, su prospecció n y su
raz ó n de seg uir siendo está v inculada con la ag encia de los sujetos y
las raz ones de ser de una institució n política está n v inculadas con
las relaciones sociales en su conjunto. U na institució n, para h ab er
sido, deb ió parecer adecuada en el m arco de un proy ecto: para se-
g uir siendo, deb e ser y parecer adecuada, ú til, efi caz y ex presiv a de
las relaciones q ue le dan sentido. E sta es, q uiz á s, la feliz utilidad del
pensam iento h istó rico: descartando la fatalidad del pasado, cola-
b ora a eludir la del presente y la del futuro. L a h istoria proporciona
h erram ientas para im ag inar un tiem po tridim ensional com o ob ra
en construcció n.

L os h is toria dore s , la h is toria p olí tica


y la h is toria de l p ode r p olí tico
A unq ue en E uropa se h ab la, desde los añ os 1970 s., de un “ retorno”
de la h istoria política o h asta de una “ nuev a h istoria política”, esta
moda no im pactó inm ediatam ente entre los h istoriadores arg en-
tinos. T am poco lo h iz o de m anera sim ilar entre q uienes estudian
periodos diferentes. P ara los estudiosos de la h istoria arg entina, la
h istoria política fue “ re-descub ierta” h ace poco tiem po. E ste proce-
so fue nov edoso en su m om ento, pero h oy constituy e una tenden-
cia consolidada.
E l reencuentro con la prob lem á tica política se dio de m anera di-
ferenciada seg ú n el periodo estudiado: m ientras q ue la dim ensió n
política de nuestras sociedades coloniales rioplatenses no fue en
ning ú n tiem po un tem a preferente, el ag itado sig lo X IX nunca dejó

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I ntroducció n 13

de llam ar la atenció n de los coleg as sob re procesos m á s y m enos


descollantes, desde la Rev olució n de May o h asta el canó nicam ente
denom inado periodo de org aniz ació n nacional y sus aspectos ins-
titucionales.
Hace una dé cada, poco m á s o m enos, los intercam b ios entre los
h istoriadores dedicados a lo econó m ico social y q uienes intentaron
pensar las dim ensiones política y jurídica de las sociedades colo-
niales se h an v uelto m á s frecuentes. L as m odalidades de los confl ic-
tos sociales, el interé s por la cultura jurídica y la necesidad de en-
contrar ex plicaciones para g randes e im portantes perm anencias en
m edio de lo q ue se considerab a un sig lo de cam b ios frené ticos ( el
sig lo X IX ) , av iv aron el interé s por el poder político y la adm inistra-
ció n de la justicia en las dé cadas prev ias a la Rev olució n de May o.
A ctualm ente, tam b ié n proliferan cuadros de periodiz ació n q ue no
estab lecen cortes tajantes en 1810 y el diá log o entre especialistas
de am b os periodos ( colonial e independiente) se sum a al enriq ue-
cim iento del diá log o tem á tico.1
E s curioso q ue en un país tan apasionado en la discusió n políti-
ca, en un país donde lo político div ide ag uas y despierta am ores y
odios, alg unas de sus h istoriog rafías m á s prog resistas h ay an ador-
m ecido o desv iado su atenció n del univ erso político en el estudio
de los periodos m á s rem otos de la h istoria ( esta desatenció n se “ co-
rrig e” cuando nos acercam os al presente) .
E s cierto q ue q uiz á s ese impasse perm itió una vuelta al ruedo con
ag endas de trab ajo m á s lú cidas: el antig uo y cuestionado interé s
por las instituciones políticas fue ab riendo paso a una producció n
m á s sensib le a la dim ensió n relacional del poder político. E l prota-
g onism o de las instituciones fue desplaz ado por el de los “ actores”
o los “ ag entes”. L os sab eres sob re los lug ares donde se h acía política
dejab an lug ar a la curiosidad por los sab eres sob re los sujetos q ue
h acían política, sob re sus form as de relacionarse, sob re sus form as
de entender el confl icto social y de plantear el desarrollo de los m is-
m os.
D e esta m anera, y no por un m ero descub rim iento de “ nuev as
fuentes” sino por una m odifi cació n de las m iradas, por un trab a-
jo intenso en la confecció n de los cuestionarios con los cuales se
1 S ituació n m á s auspiciosa q ue la
traz ada por E nriq ue T andeter en interpela a las fuentes de inform ació n, es q ue se h an ab andonado
“ E l período colonial en la h isto- las v iejas h istorias políticas para pasar a escrib ir h istorias del poder
riog rafía arg entina reciente”, en
E ntrepasados, nú m . 7, B uenos
político.
A ires, 1994, pp. 67-84. Má s deta-
lladam ente, sob re estos puntos,
L a h istoria de la fam ilia, la antropolog ía h istó rica y política, el es-
B A RRIE RA , D arío “ P or el cam i- tudio de las prá cticas judiciales, la h istoria de los conceptos y m u-
no de la h istoria política. Hacia ch as otras v ertientes analíticas e h istoriog rá fi cas, im pactaron sob re
una h istoria política confi g ura-
cional”, en Secuencia, nú m . 53, los h istoriadores de la política y sob re sus m odos de plantearse pro-
Mé x ico D F , 20 0 2, pp. 163 a 196. b lem as y preg untas. E sto no se m anifi esta en un lib ro, sino – y ob -

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14 Historia del Concejo Municipal de Rosario

serv ando en perspectiv a y a lo anch o– en la producció n de coleg as


de un g ran nú m ero de centros de inv estig ació n de nuestro país, a lo
larg o de m á s de una dé cada.
E ste lib ro q ue, com o su título lo sug iere, ab orda un ob jeto clá si-
co ( una institució n) y q ue deb e contar su h istoria, ex pone el m ate-
rial com o una narració n diacró nica, y en este sentido, propone una
ex periencia de lectura clá sica. S in em b arg o, los prob lem as fueron
pensados g racias a esas ex periencias h istoriog rá fi cas, q ue nos ay u-
daron a sensib iliz arnos a la h ora de identifi car los div ersos v ínculos
entre la h istoria del territorio, la h istoria de los sujetos y las com u-
nidades políticas q ue construy eron.

Pe ns a r la ciuda d y s u g ob ie rno
Ins titucione s , a dm inis tra ción, g ob ie rno y p ode r p olí tico
Cualq uier á m b ito del conocim iento y de la ex periencia tiene un
repertorio lex icog rá fi co asociado y para pensar sob re é l es preciso
refl ex ionar sob re los sentidos q ue una com unidad ling ü ística h a ido
asim ilando y acum ulando en la sem á ntica de los té rm inos. P ara pen-
sar el poder político, entonces, es necesario h urg ar en su lé x ico.
N o toda prax is política pasa por las instituciones ni deriv a en ad-
ministració n. P ero a lo larg o de la h istoria, las prá cticas de adm i-
nistració n y de g ob ierno, así com o las relaciones de poder político,
g eneraron un g ran nú m ero de instituciones. E sto q ueda dem ostra-
do por las ex periencias de las sociedades y por ello tam b ié n q ueda
contenido en la sem á ntica de las palab ras con las cuales se ab ordan
estos tem as. P or esto, antes de h acer nada con la h istoria del g ob ier-
no m unicipal y sus instituciones, antes de poner a rodar sustantiv os
y acciones q ue atrav iesan la h istoria del Concejo Municipal de Ro-
sario, es preciso h acer presente para los lectores ciertas considera-
ciones sob re los sentidos y los usos correctos y aceptados en leng ua
españ ola de alg unas palab ras clav e. V é ase el estado actual de esos
y acim ientos arq ueoló g icos, de m odo de tener presente su estrati-
g rafía a lo larg o del cam ino q ue propone este lib ro.
L a v oz Institució n rem ite al “ estab lecim iento” o a la “ fundació n de
alg o”. E n su seg unda acepció n, a una “ cosa estab lecida o fundada”
y recié n en su tercera, incluy e la idea de “ … org anism o q ue desem -
peñ a una funció n de interé s pú b lico, especialm ente b ené fi co o do-
cente”. S eg ú n el m á x im o repertorio q ue atesora la leng ua españ ola,
son instituciones “ cada una de las org aniz aciones fundam entales
de un E stado, nació n o sociedad… ” y lo son, tam b ié n, los ó rg anos
constitucionales del sob erano poder de la nació n. P ero, atenció n,
constituy en instituciones aq uellos principios o elem entos de una
ciencia o de un arte q ue h an sido m etó dicam ente org aniz ados, co-
leccionados, conserv ados y q ue continú an siendo utiliz ados por las

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I ntroducció n 15

com unidades. Ser una institució n sig nifi ca, adem á s, contar con el
prestig io q ue confi ere la antig ü edad, lo cual, curiosam ente, inviste
a una persona o a un cuerpo com o “ institució n”. E s interesante tener
presente q ue el sentido de la prim era acepció n y a estab a presente
en instituir en el T esoro de la leng ua… q ue S eb astiá n de Cov arru-
b ias com puso en 1611 y en la v oz institució n q ue aparece en la pri-
m era edició n del D iccionario de la Real A cadem ia E spañ ola, en su
v olum en pub licado en 1734. Y q ue es recié n en 1925, en la decim o-
sex ta edició n del D iccionario de la RA E , cuando aparece, en q uinto
lug ar, la acepció n de ó rg anos constitucionales del poder sob erano
de la nació n, y má s comú nmente la monarq uía. L a idea de “ org ani-
z aciones fundam entales… ” apareció por prim era v ez en 1936 y las
ediciones de 1950 , 1984 y 1992 m uestran m odifi caciones notab les
en la concepció n de la m ism a en funció n de las defi niciones y los
ejem plos q ue se elig en: la v inculació n con el interé s pú b lico es de lo
m á s reciente ( la edició n de 1989) .
E l v erb o administrar, q ue tam b ié n prov iene de la leng ua latina,
es defi nido en leng ua españ ola casi com o sinó nimo de g ob ernar.
A sí, adm inistrar es “ g ob ernar, ejercer la autoridad o el m ando sob re
un territorio y sob re las personas q ue lo h ab itan.” E ste sentido está
presente, lo m ism o q ue el de administrar justicia, desde m uy tem -
prano en la leng ua castellana y españ ola.
S ig nifi ca, tam b ié n, dirig ir una institució n. D isponer y org aniz ar
b ienes o “ h acienda” – dig am os, m anejar la econom ía– pero tam b ié n
es sinó nim o de suministrar. A dm inistrar un m edicam ento a un en-
ferm o eq uiv ale a suministrá rselo. D esem peñ ar o ejercer un carg o
eq uiv ale a adm inistrarlo – es m uy clara esta perv iv encia en el caso
de los jueces q ue son, sob re todo, administradores de justicia. T anto
o m á s interesantes q ue é stas son las acepciones q ue v inculan este
v erb o con otorg ar un sacram ento y con g raduar o dosifi car los usos
o consum os de alg una cosa para conseg uir de la m ism a un m ay or
rendim iento – m ay or cantidad de sum inistros.
E l sustantiv o q ue corresponde a este v erb o – administració n– sirv e
para desig nar el ofi cio, al conjunto de g entes y h asta a la residen-
cia de q uien o de q uienes realiz an la acció n. S in em b arg o, a los fi nes
del asunto q ue aq uí estudiam os, lo q ue interesa es q ue supone sob re
todo la acció n y el efecto de la acció n, es decir, q ue adm inistració n in-
cluy e lo q ue se h ace y lo q ue este h acer prov oca. Y esto es im portante
porq ue, desde enfoq ues m uy diferentes de lo social – com o pueden
representar las tradiciones políticas de alg unos países protestantes
o los discursos q ue la ú ltim a dictadura m ilitar instaló en la sociedad
acerca de los g ob iernos m unicipales– se h a intentado escindir admi-
nistració n de política.
A sí, en estos y otros discursos sob re las form as del poder político,
administrar no es h acer política. S in em b arg o, el conjunto de accio-

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16 Historia del Concejo Municipal de Rosario

nes – y com o h em os v isto, de efectos– q ue tienen sob re una com uni-


dad o una sociedad los actos de tom a de decisió n y de g estió n de los
recursos del com ú n ( pensem os en los E stados nacionales y en la es-
fera de im puestos, salud o serv icios del E stado) , por ejem plo, pueden
ser leg ítim am ente denom inados la administració n pú b lica.
E n la sem á ntica de la palab ra ex iste, de todos m odos, una dim en-
sió n restrictiv a: dar alg o en adm inistració n supone q ue el m arg en
de decisiones q ue el adm inistrador puede tom ar sob re el destino
de la cosa adm inistrada no es ab soluto: ex iste un propietario q ue se
reserv a el derech o de tom ar decisiones.
E n la h istoria del pensam iento sob re el poder político m unicipal,
esta sem á ntica de la administració n y sob re todo la celosa escisió n
entre administració n y política está ex presada con claridad m eri-
diana, por ejem plo, en la m atriz protestante de pensam iento socio-
ló g ico y político occidental2 pero tam b ié n, com o lo dem uestra con-
tundentem ente D ieg o Roldá n en la seg unda parte de este v olum en,
entre los m á s destacados pensadores del ré g im en jurídico m unici-
pal de nuestra ciudad. D esde L isandro de la T orre a Rafael B ielsa,3 la
concepció n del m unicipio com o un espacio de adm inistració n de
asuntos locales – lo q ue, por ciertos artilug ios arg um entativ os, sería
alg o distinto de la política– confi g uraron la consolidació n jurídica
de unos resortes inm ediatam ente necesarios. P ero, m á s tarde, la
im plantació n m ental de esta idea fue rescatada desde las antípodas
de la dem ocracia: las dictaduras suprim ieron los Concejos D elib e-
rantes y reinstalaron la fi g ura de los intendentes administradores de
los fondos locales.
E stos deb ates, aparentem ente “ só lo” doctrinarios, aparentem en- 2 V é ase sob re todo W E B E R, Max E l
te “ só lo” eruditos, im pactab an y la lab or de aq uellos productores político y el científi co [ 1918] , P re-
m iá , Mé x ico, 1982.
de sentido tenía – com o tiene h oy y siem pre– un v alor concreto en
situaciones específi cas: en los arg um entos esg rim idos, por ejem - 3 Me refi ero aq uí a los trab ajos de
D E L A T O RRE , L isandro Política
plo, en los procesos seg uidos por el pedido de destitució n q ue el Municipal ( tesis doctoral, 1888) ,
Honorab le Concejo D elib erante form uló ( entre otros) al intenden- en O b ras de L isandro de la T orre,
Hem isferio, B uenos A ires, 1954
te Cardarelli a com ienz os de los añ os 1920 s; en las interv enciones y B IE L S A , Rafael Principios de
apasionadas del edil dem oprog resista José Carreras en 1923 – re- Ré g imen Municipal [ 1930 ] , A b e-
pudiando el confi nam iento de la política m unicipal a la cuestió n ledo-P errot, B uenos A ires, 1962.
Com o lo señ ala Roldá n m á s ade-
adm inistrativ a– 4 o en la discusió n internacional de los m odelos de lante, una precoz aunq ue q uiz á s
g ob ierno de ciudad q ue se proponen a escala del g lob o desde 1980 no m uy infl uy ente crítica fue
form ulada por A lcides G reca en
en el m arco del P roy ecto Ciudad, de donde h a salido fortalecida la su D erech o y Ciencia de la Admi-
ciudad com o actor político y sus ó rg anos colectiv os de g ob ierno nistració n Municipal, Im prenta
com o productores de política. de la U niv ersidad N acional del
L itoral, S anta F e, 1937.
G ob ernar, por su parte, es un v erb o q ue im plica alg o m á s q ue una 4 V er el tratam iento de estos tem as
acció n. Condensa la desig nació n de un g rupo de acciones, q ue tras y las citas in ex tenso m á s adelan-
te, en “ E nsay os de reconfi g ura-
su aparente similitud esconde diferencias. E sto eq uiv ale a decir q ue ció n política. L a dé cada de 1920 ”,
se puede g ob ernar de m uch as m aneras, con diferentes fi nes, a partir por D ieg o Roldá n.

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I ntroducció n 17

de distintos principios, sob re div ersas m aterias, sob re desem ejan-


tes sujetos y con disím iles m edios. S e trata de un v erb o transitiv o,
adem á s, porq ue la acció n q ue desig na reclama un ob jeto.
L a ú ltim a edició n del D iccionario de la Real A cadem ia E spañ ola
asocia g ob ernar con las sig uientes acciones: mandar con autoridad,
reg ir, g uiar, dirig ir, manejar, infl uir, componer, arreg lar, sustentar
–interesantísim o arcaísm o q ue v incula el g ob ernar con la prov isió n
de alim entos– y h acer ob edecer. P ronom inaliz ado, este v erb o rem ite
al sentido de reg irse seg ú n unas normas, a comportarse…
E sta acció n, siem pre seg ú n el D iccionario, se realiz a sob re un país
o una colectiv idad política, aunq ue tam b ié n puede g ob ernarse una
nav e, un arte o un tipo de m ov im iento. E l nom b re de la acció n es
g ob ierno. P ero, com o sucede con m uch os sustantiv os en nuestra
leng ua, é ste desig na, al m ism o tiem po, el nom b re de la acció n y a
los sujetos q ue la em prenden: así, el G ob ierno, con m ay ú scula ini-
cial, está com puesto por el conjunto de los m inistros de un E sta-
do. L a m ism a palab ra sirv e, tam b ié n, para desig nar un em pleo, la
dig nidad de g ob ernador, para m entar el territorio sob re el cual un
g ob ernador tiene jurisdicció n o autoridad; unas ofi cinas, los edifi -
cios desde donde se realiz a la acció n de g ob ernar, para nom b rar el
periodo durante el cual se ex tiende el m andato de un g ob ernador…
y son sig nifi cados de g ob ierno, tam b ié n, la docilidad de un v olante,
de una nav e, el sustento y el alim ento y , com o g erm anism o, el freno
con los cuales se controla a los cab allos.
Com o a todo sustantiv o, a g ob ierno puede sum arse sentido aso-
ciando adjetiv os: así puede h ab larse de g ob iernos democrá ticos, re-
presentativos, parlamentarios, ab solutos, tirá nicos, despó ticos, dic-
tatoriales…

R estituir el sentid o d e la p olítica p oniend o


en valor el p od er p olítico
N o ex iste una ú nica defi nició n de poder, tam poco de poder po-
lítico. Y entre la m ultiplicidad de las ex istentes, no h ay una a la q ue
pueda asig ná rsele la calidad de com pletam ente satisfactoria. D e
todas m aneras, es necesario tener presente alg unas cosas: aú n si
se considera q ue el poder es una capacidad de h acer sob re o de h a-
cer h acer para, el rasg o distintiv o de este fenó m eno es su esencia
relacional. N o puede h ab larse de poder allí donde no h ay relació n.
P ara é sto es preciso q ue h ay a al menos dos sujetos. L ueg o, incluso si
falta el consenso de una de las partes, incluso si esta relació n es, en
principio, mera imposició n –caso ex trem o, con claridad una situa-
ció n de unilateralidad o de ab uso, donde se restring e la dialé ctica
de la relació n por el recurso de una de las partes a la v iolencia– la
m atriz del poder es siem pre relacional. Y esto es v erifi cab le en la

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18 Historia del Concejo Municipal de Rosario

ex periencia de las sociedades paleob ab iló nicas, la G recia descripta


y analiz ada por A ristó teles, Castilla, el v irreinato del Río de la P lata
o la Cub a socialista. P ero esta prim era certez a nos conduce, nue-
v am ente, h acia un univ erso otra v ez inasib le, y a q ue las form as de
poder, en consecuencia, se desplieg an en todo el á m b ito de las re-
laciones h um anas y , com o lo señ alara F oucault, sob re los cuerpos
de las personas. L a necesidad de afi nar el á m b ito de la b ú sq ueda
conv iene al cará cter de una ex periencia de conocim iento.
E l poder político es un tipo específi co dentro de las relaciones de
poder y se destaca por una de sus características: adopta la form a
en q ue se ex presan institucionalm ente las relaciones sociales ( por
la distrib ució n de los recursos m ateriales y sim b ó licos) , y su á m b ito
es relev ante porq ue allí se tom an decisiones vinculantes para todos
los m iem b ros de una com unidad o sociedad.
E n el á m b ito del poder político se da un proceso de tom a de de-
cisiones q ue afecta a toda la comunidad. E sto es lo q ue plantea el
m ay or atractiv o y el m ay or desafío de escog erlo com o un ob ser-
v atorio para los estudios h istó ricos y es el m otiv o por el cual, com o
lo ex presé al com ienz o de esta introducció n, todos y cada uno de
los integ rantes de una com unidad política ex presam os nuestra pre-
ocupació n sob re el m ism o, de m aneras diferentes.
T irando del h ilo de un acontecim iento, de las m iradas de la pren-
sa, de las representaciones iconog rá fi cas, de los procesos de g ene-
ració n, consolidació n y crisis de alg unas instituciones o, por q ué no,
de h istorias de fam ilias q ue log ran prev alecer durante alg ú n tiem po
controlando estos resortes sensib les, se rev ela al inv estig ador la tra-
m a de un tejido q ue, a prim era v ista, se ofrecía com o un pañ o iluso-
riam ente liso y h om og é neo.
P or este m otiv o es im portante h istoriz ar, por ejem plo, el senti-
do restrictiv o del té rm ino administració n y su pertinaz asociació n
a los m unicipios. E s aportar letra para una discusió n m á s política
q ue retó rica, q ue desnuda la dim ensió n política de la retó rica y de
la lex icog rafía de alg unos proy ectos: q uieren m unicipios adminis-
tradores los proy ectos políticos q ue pretenden m unicipios pob res
y sujetos despolitiz ados, representaciones inex istentes y g estiones
ob edientes, ciudades q ue no respondan a su cualidad h istó rica m á s
interesante, la de ser el lug ar por ex celencia de la política. D iscutir
esta retó rica de la administració n está íntim am ente lig ado a reins-
talar en el deb ate ex tenso y ab ierto un sentido am plio, positiv o, in-
clusiv o y diná m ico de lo q ue h istó ricam ente h an sido la política y el
poder político.
S ob re el fi nal del añ o 20 0 1 y a com ienz os de 20 0 2, las plaz as de
todo el país se v olv ieron centros de toma de decisiones. L as ciudades,
centro de la política, v olv ieron a sus epicentros: las plaz as. L a pla-

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I ntroducció n 19

z a es, en la tradició n occidental, el centro: los sujetos v olv ieron al


nudo de la cuestió n. E l proceso duró alg unos m eses y dem ostró q ue
el ejercicio de la política no era un asunto inasib le, pero tam poco
fá cil. N o era fá cil ponerse de acuerdo con los otros y recordam os,
en tal caso, q ue tom ar decisiones supone dialog ar, tratar de im po-
ner un punto de v ista, ceder, arg um entar, pactar, cum plir, reclam ar
el cum plim iento: recuperam os, entonces, el sentido de la política
com o activ idad. E l asam b leísm o dejó m uch os saldos positiv os. S u
aparició n en escena en un m om ento crítico, ocurrió porq ue la so-
ciedad v olv ió a sus fuentes, recordó y practicó la política com o un
h acer. L ueg o, a fuerz a y a causa de m uch as raz ones, las plaz as se
fueron v aciando. P ensar ese proceso es h arina de este costal, y h ace
parte del pan de este lib ro.
L as instituciones, form ales o inform ales, son cam pos de jueg o de
los cuales los ag entes no deb en retirarse: son las arenas donde se
discuten, en el día a día, los riesg os, la superv iv encia, los proy ectos
y los futuros posib les de nuestras propias com unidades. Com poner
la h istoria de una de nuestras instituciones – el Concejo Municipal
de Rosario– constituy e nuestro derech o. P ensar sus pasados es un
ejercicio im prescindib le para poder eleg ir direcciones h acia donde
orientar presentes y futuros.

D arío G . B arriera
Rosario, 31 de m arz o de 20 0 7

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P rim era P arte
E l eq uipam iento polí tico del territorio
D el P ag o de los A rroy os a la ciudad de Rosario
( 1725-1852)

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Historias, Ciudades,
G ob iernos

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1 por
D arío G . B arriera

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L os h istoriadores españ oles h an discutido m uch o y desde h ace
larg o tiem po sob re la ciudad y su g ob ierno. S ob re todo, acerca del
municipio. ¿ Q ué es lo q ue h iz o q ue este tem a fuera interesante para
la h istoriog rafía ib é rica? ¿ P or q ué se h a discutido, allí, sob re la h isto-
ria de la ciudad y sob re su g ob ierno desde la producció n profesional
de conocim iento h istó rico?
D urante la ú ltim a parte del sig lo X X la h istoriog rafía h ispá nica
post-franq uista h a puesto en ev idencia el prob lem a h istó rico de la
idealiz ació n del “ m unicipio castellano m ediev al” o del “ m unicipio
foral” en el caso de Cataluñ a.5 E l orig en de esta carg a parece de-
tectarse en un confl icto de intereses q ue acom pañ ó la disolució n
del A ntig uo Ré g im en peninsular. A ciertas ob ras escritas durante el
A ntig uo Ré g im en – desde la Política para Correg idores de Castillo de
B ov adilla ( 1597) , los D iscursos de F rancesc de G ilab ert ( 1616) h asta
E l Correg idor Perfecto de G uardiola y S á ez ( 1785) o la v isió n idílica
de la org aniz ació n local del m edioev o b arceloné s en las Memorias...
de Capm any – en m ay or o m enor m edida identifi cadas con el ab so-
lutism o m oná rq uico, se opuso la producció n decim onó nica, soli-
daria con el proy ecto de un E stado N acional, dedicada a constatar
q ue la nació n ex istía desde siem pre y h ab ía ev olucionado h asta la
form a q ue presentab a en ese m om ento. D e esta m anera, en E spa-
ñ a, el estudio h istó rico de los m unicipios de la é poca m ediev al y
m oderna estuv o íntim am ente lig ado con un g ran deb ate social y
político: la naturalez a del poder local y su lug ar en el m arco de la
org aniz ació n del E stado.
A sí, com o cuenta P assola T ejedor, los tradicionalistas lev antab an
la b andera de la conserv ació n de los fueros y la defensa del feuda-
lism o y los lib erales el b lasó n de la lib ertad, q ue imponía la des-
trucció n de cualq uier privileg io y diferenciació n y a q ue aq uella só lo
podía alcanz arse por la ig ualdad. E n el interior del lib eralism o, por
su parte, se disputab a acerca de los lím ites de la centraliz ació n, en
el m arco del cual los m á s prog resistas defendían a rajatab la la auto-
nom ía m unicipal, para frenar los ex cesos del g ob ierno central, nor-
5 P A S S O L A T E J E D O R, A ntoni L a malmente en manos moderadas.6
h istoriog rafía sob re el municipio
en la E spañ a Moderna, L leida, E n el m arco de este deb ate, el clim a para la f actura de unas
1997. h istorias locales e h istorias del g ob ierno m unicipal no podía ser
6 P A S S O L A T E J E D O R, A ntoni L a m enos propicio ni m enos procliv e a la m anipulació n. L a h istorio-
h istoriog rafía... cit., pp. 34 y 35.
V é ase tam b ié n P E IRÓ MA RT Í N , g raf ía del sig lo X IX españ ol se polariz ó y descuidó el estudio de
Ig nacio L os G uardianes de la H is- la ciudad y el g ob ierno m unicipal durante la edad m oderna. L os
toria. L a h istoriog rafía acadé mi- ef ectos correctiv os q ue la h istoriog raf ía de la seg unda m itad del
ca de la Restauració n, Z arag oz a,
1995 y V A RE L A S U A N CE S -CA R- sig lo X X prov oca sob re este v acío, todav ía se h acen sentir con f uer-
P E G N A , Joaq uín L a teoría del E s- z a y , de alg una m anera, las tendencias reg ionalistas q ue sig uieron
tado en los oríg enes del constitu-
cionalismo h ispá nico. L as Cortes a la caída del f ranq uism o operaron, si b ien b enefi ciosam ente, a la
de Cá diz , CE C, Madrid, 1983. m anera de cualq uier contraof ensiv a en el á m b ito de los estudios

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26 Historia del Concejo Municipal de Rosario

h istó ricos: a una h istoriog raf ía decim onó nica q ue casi canoniz a el
m unicipio m ediev al com o f uente de purez a política u olim po de la
dem ocracia, las h istoriog raf ías reg ionalistas del ú ltim o cuarto del
sig lo X X oponen una estrateg ia g enealó g ica q uiz á s tan discutib le
com o la prim era.
E l ob jetiv o de alg unos inv estig adores, tal com o lo ex presa por
ejem plo José Manuel de B ernardo A res, h a sido no solam ente apor-
tar conocim iento al cam po estrictam ente científi co, sino form ular
un punto de v ista h istó rico “ … sob re el g ran reto de nuestro tiem -
po, cual es el diseñ o para el sig lo X X I de una nuev a confi g uració n
política… ”.7 E sta discusió n y estas intenciones trasuntan, tam b ié n,
la escritura de la h istoria de las ciudades am ericanas: cuando dis-
cutim os la h istoria de estas ciudades y de sus g ob iernos discutim os
tam b ié n nuestros propios proy ectos e identidades políticas: la pre-
g unta por el tipo de ciudad q ue pensam os en el pasado inv olucra
el tipo de v alores q ue tenem os sob re la ciudad en el presente. E sto
es lo q ue sucedió en el ejem plo ab ocetado. Y nos im porta porq ue la
ciudad h ispanoam ericana fue el dispositiv o central de la conq uista,
la llav e a partir de la cual la Monarq uía Cató lica se instituy ó políti-
cam ente en territorio am ericano.

L a ciuda d h is p a noa m e rica na


Com o lo h a señ alado José L uis Rom ero, la erecció n de ciudades
en A m é rica tuv o una funció n crucial: la org aniz ació n m ilitar de la
conq uista. E s por eso q ue, en el com ienz o, antes q ue ciudades, lo
q ue se identifi ca en el m om ento posterior a la inv asió n europea son
asentam ientos con característica de “ fuerte”. L a situació n y a h ab ía
sido ob jeto de ex periencia y refl ex ió n: A lfonso X , en el sig lo X III,
v eía una estrech a relació n entre la tradició n de la castramentatio
rom ana, la prev isió n sob re asuntos m ilitares y la im plem entació n
de “ traz ados ordenados” de cam pañ as q ue podían y solían rem atar
en la fundació n o en la refundació n de una ciudad.
L a correspondencia entre esta reg ularidad antig ua con un sistem a
urb ano de calles rectas org aniz ado en torno a una plaz a com o ele-
m ento cé ntrico y característico, no era alg o ev idente de suy o. P ero
en ella conv erg ieron prá cticas sociales q ue lig an en la h istoria un
orden teó rico ( g eom é trico-ideal) con otro político ( de los cuerpos,
g eom é trico-real) . D e esta m anera, en el orden de lo g eom é trico-
real, es nítido el peso de la funció n m ilitar de los enclav es urb anos
h ispá nicos en la ú ltim a etapa de lo q ue se denom ina la reconq uis-
ta españ ola, cuando los Rey es Cató licos av anz aron sob re los reinos
m usulm anes de A ndalucía: la planta de S anta F e de G ranada, con- 7 D e B E RN A RD O A RE S , José Ma-
nuel E l poder municipal y la org a-
siderada m odelo para alg unas de las ciudades lueg o erig idas por los niz ació n política de la sociedad,
españ oles en A m é rica, se orig inó en un cam pam ento m ilitar, el q ue Có rdob a ( E spañ a) , 1998, p. 1.

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Historias, Ciudades, G ob iernos ( 17 25 - 18 5 2) 27

mandaron h acer los Rey es Cató licos frente a G ranada ‘para mostrar
su inq ueb rantab le voluntad de adueñ arse de la ciudad’. 8
L a intenció n de realiz ar estructuras reg ulares de manz anas y
calles distrib uidas ortog onalmente alrededor de una plaz a central
recupera claram ente la tradició n rom á nica. L a ciudad-fuerte h is-
panoam ericana, cuy os terraplenes o parapetos de b arro y m adera
m al podían im itar a las só lidas m urallas de su referente europea,
fue estab lecida con la recreació n del ó rg ano de g ob ierno q ue le co-
rrespondía. A sí, la instalació n ( aun precaria) de m unicipios – con
sus consecuencias adm inistrativ as y políticas m á s inm ediatas– era
ex h ortada y estab a considerada y a en las Instrucciones entreg adas
a Cristó b al Coló n por los Rey es Cató licos, q uienes deleg aron en el
A lm irante, Capitulació n de por m edio, los poderes necesarios para
h acerlo. L a tem prana aparició n de recom endaciones en este senti-
do tiene q ue v er con el reparto de las tierras en cará cter de recurso
m aterial y sim b ó lico, dado q ue la m ism a v inculab a a los pob ladores
con una condició n jurídica: la de v ecinos. E sta condició n, q ue se
ex plica m á s adelante, g enerab a un com plejo de derech os y ob lig a-
ciones q ue pretendía conseg uir la estab ilidad tem poral de los asen-
tam ientos: no h ab ía ciudades sin cab ildos pero no h ab ía cab ildos
sin v ecinos y , recursiv am ente, no se podía ser v ecino fuera de este
m arco.
L a prerrog ativ a del poder para fundar ciudades pertenecía a ese
g rupo de potestades q ue se trasladab an por contrato y deleg ació n:
el Rey capitulab a con un A delantado, el A delantado nom b rab a g o-
b ernadores y cedía la potestad de fundar ciudades en su nom b re,
el G ob ernador h acía reposar en su T eniente idé ntica facultad y res-
ponsab ilidad.9

L a ins ta la ción de la core og ra f í a : tra z a r y f unda r


L a disposició n de los elem entos en el interior del traz ado urb ano
de la ciudad resum e los tres niv eles esenciales de su planifi cació n
m aterial y sim b ó lica: g ob ierno ( cab ildo) , justicia ( plaz a y rollo) y F e
Cristiana ( Ig lesia) . L a presencia de este conjunto constituy ó una de
las form as físicas y sim b ó licas desde las cuales el g rupo conq uista-
dor org aniz ó el territorio conq uistado: fueron los puntos de refe-
rencia donde se asentaron para prev alecer en la dom inació n. U na
v ez q ue estos elem entos ex istían, sancionados en la rú b rica de un
8 A G U IL E RA RO J A S , Jav ier F unda- acta fundacional, podía h ab larse con propiedad de la ex istencia de
ció n de ciudades h ispanoamerica- una ciudad: conjunto instituido ( recué rdese el sentido q ue recupe-
nas, MA P F RE , Madrid, 1992, p. 44.
ra el diccionario de la leng ua españ ola, en la introducció n) para el
9 S eñ alado tam b ié n en B A Y L E , ejercicio de un m odo de g estió n de la política, al m arg en de una
Constantino L os cab ildos secu-
lares en la Amé rica españ ola, S a- atendib le m iseria relativ a de recursos y de nú m ero de h om b res y
pientia, Madrid, 1952, p. 20 . m ujeres.

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28 Historia del Concejo Municipal de Rosario

D e ciertos capítulos de las O rdenanz as q ue F elipe II dio en el B os-


q ue de S eg ov ia ( 1573) , se desprende q ue fundar eq uiv alía a ocupar
el territorio defi nitiv am ente.
E l “ fundador”, adem á s de señ alar los sitios para el em plaz am ien-
to de las instalaciones políticas – rollo, cab ildo e ig lesia– repartía los
“ solares” y otras franjas de tierra q ue correspondían a los v ecinos
dentro y fuera del nú cleo urb ano, el ejido y los “ té rm inos”, es de-
cir, la jurisdicció n sob re la cual el g ob ierno de la ciudad ex tendería
su “ señ orío civ il y crim inal”. S e tratab a de una superfi cie de terri-
torio h asta entonces no controlada sob re la cual, h ipoté ticam ente,
alcanz aría el accionar de sus “ justicias”, a sem ejanz a del alfoz de las
ciudades castellanas. L a presencia de b astim entos y de tierra para
g anados es fundam ental en el m ontaje jurídico de este escenario
retratado con traz os “ naturales”: la ex istencia de recursos “ a la m a-
no”, aparece com o un elem ento connatural al estab lecim iento de la
ciudad. D e esta m anera, las prim eras percepciones acerca de la ciu-
dad com o artefacto de av anz ada de m ilicias, se rodea rá pidam ente
de las connotaciones q ue la lig an a su estructuració n com o espacio
q ue, org aniz ado en torno a la ex plotació n de esos recursos, se eri-
g e com o centro de adm inistració n, m ercadeo y de prim itiv os pero
indispensab les serv icios.
E l prim er paso para la instalació n de la jurisdicció n, o el acto ini-
cial del em plaz am iento sim b ó lico de dom inio y té rm inos, era sin
duda la instalació n del rollo de la justicia. Icono de la ciudad, de su
jurisdicció n y tam b ié n de los alcances de su justicia fue, durante
el periodo colonial, el sitio preferente para las ejecuciones aleccio-
nadoras. N uestra leng ua, pró dig a en perv iv encia de arcaísm os, h a
atrapado q ue estar o ser puesto en “ la picota” – sinó nim o del rollo
de la justicia– sig ue connotando una situació n incó m oda, en la
cual, norm alm ente, el h onor del sujeto está puesto en cuestió n. In-
fam ado.
L a instalació n de “ la justicia”, acom pañ ada de la distrib ució n de
solares y de tierras en el té rm ino era sim ultá nea de la creació n de
una condició n jurídica: alg unos o todos los soldados de la h ueste
fundadora ob tenían la “ v ecindad”.

Se r v e cino e n los orí g e ne s


E n un m undo q ue se pensab a y se leg itim ab a asim é trico, la ciu-
dad, desde lueg o, producía y reproducía diferencias. U na prim era
h a sido tipifi cada por D av id B rading en los té rm inos coetá neos de
los actores, com o la “ ...div isió n m á s sim ple entre [ … ] la com unidad
h ispá nica, y los indíg enas...”.10 E ntre los prim eros, ex istía una seg un- 10 B RA D IN G , D av id Mineros y co-
merciantes en el Mé x ico b orb ó -
da distinció n, entre v ecinos ( ciudadanos) y h ab itantes ( residentes) . nico ( 1 7 6 3 -1 8 1 0 ) , F CE , Mé x ico,
“ Relativ am ente pocos h ab itantes urb anos eran v ecinos, es decir, 1983 [ L ondres, 1971] , p. 40 .

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Historias, Ciudades, G ob iernos ( 17 25 - 18 5 2) 29

dueñ os de propiedades, g eneralm ente de ascendencia españ ola o


portug uesa, a q uienes, despué s de por lo m enos cuatro añ os de re-
sidencia, los concejos m unicipales locales h ab ían desig nado para
q ue asistieran a las reuniones de em erg encia del concejo. A todos
los dem á s se les considerab a h ab itantes, y tenían lim itado poder
político y estatus leg al com o residentes de la ciudad, aun cuando
podían pertenecer a otras corporaciones.” 11

L a v ecindad era el prem io q ue el g rupo de los prim eros pob lado-


res h ab ía ob tenido a cam b io de los riesg os y h asta de los m ateriales
aportados a la ex pedició n q ue h ab ía rem atado en la fundació n. E n
Castilla tiene su v ersió n m á s antig ua en el fuero del sig lo X .12 L a con-
dició n de v ecino form ab a parte, en consecuencia, de cierta acum u-
lació n de fuerz as o recursos sim b ó licos, indispensab les en el m arco
de una sociedad b asada en las desig ualdades jurídicas y m ateriales.
11 HO B E RMA N , L ouisa S ch ell y S O - E s q ue la disposició n de recursos sim b ó licos perm itía o fav orecía
CO L O W , S usan Midg en ( com ps.)
Ciudades y Sociedad en L atino- adem á s la de los recursos m ateriales.13
amé rica Colonial, F CE , B uenos
A ires, 1993. L a v ecindad concedía derech os y preb endas pero tam b ié n g e-
12 B A Y L E , Constantino L os cab il- nerab a alg unas ob lig aciones. S i entre los prim eros se contab a el
dos..., cit., p. 61. otorg am iento de solar y tierras en situaciones de fundació n,14 pers-
13 A sí, a unos v ínculos de perte- pectiv as de ob tener cierto prov ech o econó m ico, 15 el disfrute de los
nencia o de identidad jurídica
deriv ados de la relació n entre el
b ienes com unales y la participació n relativ a en el g ob ierno local,16
h om b re y el reino o su príncipe tam b ié n ob lig ab a a prestar arm as en defensa de la ciudad y a cum -
– sú b dito, v asallo y v asallo natu- plir con carg as h onorífi cas im puestas por el priv ileg io de h acer
ral, sob re todo– se sob repone otra
condició n, a la q ue no se accedía parte del g ob ierno de la v illa. L a Monarq uía dab a pero ex ig ía: los
por v ía h ereditaria. N o ob stante, v ecinos estab an ob lig ados a tener arm as y cab allos para la defensa
com o lo h a notado María Iné s de la ciudad. S e dictaron nom b ras para arraig arlos a la tierra y para
Carz olio, ser h ijo de vecino o con-
traer m atrim onio con una h ija de ev itar los “ arreb atos de h om b re suelto”. E n esa direcció n apuntab an
vecino podía contarse com o un los req uisitos de casarse y plantar á rb oles. A cam b io, entre los b ene-
b uen antecedente a la h ora de
solicitar la v ecindad. E l av ecin-
fi cios se contab a q ue no podían ejecutá rsele por deudas las arm as
dam iento podía ser otorg ado o ni todo aq uello q ue inv olucrara su funció n de defensa de la ciudad.
solicitado, pero, en am b os casos, L as ejecuciones de b ienes se sucedieron de todos m odos y dieron
la condició n de tener una casa
pob lada – residencia en el lug ar y lug ar a las airadas protestas de v ecinos de distintas ciudades. L as
m atrim onio– era prim ordial para O rdenanz as de F elipe II ( 1573) sub ray aron la intencionalidad reg ia
acceder a tal condició n. de ex h ortar a la construcció n de edifi cios de cará cter perm anente.
14 B A Y L E , Constantino L os cab il- L a ciudad se pensab a para durar en su lug ar y para, desde ella, or-
dos… , cit., p. 67.
denar el g ob ierno.
15 RO ME RO , José L uis L atinoamé -
rica, las ciudades y las ideas, S ig lo
X X I, B uenos A ires, 1976, p. 60 .
E n las ciudades de Q uito y Cuenca ( h acia 1550 y 1562 respecti-
v am ente) , alg unas solicitudes de v ecindad dieron lug ar a v erdade-
16 CA RZ O L IO , María Iné s “ A spectos
de continuidad y de discontinui- ros trá fi cos de priv ileg ios. Ciertos h om b res, una v ez ob tenidas las
dad entre v ecindad y ciudada- concesiones de solares y cam pos de siem b ra, las pusieron en v en-
nía españ olas del sig lo X V II a la
Constitució n de 1812”, B uenos
ta de inm ediato, lo q ue no estab a perm itido.17 P rá cticas com o é sta
A ires, 20 0 1, m im eo. orig inaron la reiteració n de Reales Cé dulas q ue insistían sob re los
17 B A Y L E , Constantino L os cab il- tiem pos m ínim os de residencia ex ig ib les a q uien q uisiera ob tener
dos… , cit., p. 67. la condició n de v ecindad. E l té rm ino m ínim o, fi jado en A m é rica

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30 Historia del Concejo Municipal de Rosario

g eneralm ente en 4 añ os,18 tenía v ariaciones locales q ue difi eren en


poco, pero señ alan q uiz á s una preocupació n m ay or o ex presan una
cierta jerarq uía del m unicipio.19
U na ordenanz a de Carlos V perm ite intuir la ex istencia de otras
situaciones q ue deb ían resolv erse. “ Q ue no pueda ser eleg ido por
A lcalde el q ue no fuere v ez ino: y donde h uv iere m ilicia, lo sea el q ue
tuv iere casa pob lada.”20 L o q ue interesa de esta ex cepció n es q ue
ay uda a sub ray ar q ue la m onarq uía depositab a el g ob ierno de la
ciudad en los vecinos y , en ausencia de v ecinos, en los asentados. E n
ese sentido, la adm inistració n de los recursos del com ú n, m uch as
v eces íntim am ente im b ricados con los propios de los v ecinos, era
puesto por la m onarq uía en m anos de aq uellos q ue fueran m enos
m ó v iles, de aq uellos q ue tuv ieran la intenció n de territorializ ar sus
relaciones. E l prem io a la estab ilidad, era la posib ilidad de tom ar
decisiones y el prestig io q ue otorg ab a el pertenecer al concejo o ca-
b ildo.21

18 P ara el caso peninsular, y si-


g uiendo las O rdenanz as de P otes
( 1468) , las de A lcalá , de Monda
( 1574) , Ch ipiona ( 1477) , María
Iné s Carz olio señ ala las diferen-
cias en la ex ig encia de residencia
para estas ciudades, consistentes
en 10 , 7 ó 10 , 12 y 5 añ os respecti-
v am ente. CA RZ O L IO , María Iné s
“ A spectos...”, cit.
19 P or ejem plo el caso de P iura, en
el P erú , entre otros, donde se ex i-
g ían 5 añ os.
20 RC del E m perador D . Carlos y
la P rincesa, en su nom b re, en
V alladolid a 21 de ab ril de 1554.
Sumarios de la Recopilació n de
L ey es de Indias, 1628, L ib ro IV ,
T ítulo V , ley 12.
21 HO B E RMA N , L ouisa y S O CO -
L O W , S usan Ciudades y socie-
dad..., cit., p. 12.

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L a ciudad de
S anta F e

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2 por
D arío G . B arriera

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Com o en todas las ciudades erig idas por la Monarq uía Hispá nica
en territorio am ericano, en la de S anta F e se instituy ó el ó rg ano de
g ob ierno y se desig nó a los h om b res q ue ib an a encarnar las fun-
ciones de g ob ierno y justicia en el acto m ism o de su fundació n. E l
fundador, Juan de G aray , tenía potestad y autoridad deleg adas, para
desig nar, en nom b re del rey , alcaldes y reg idores para tener en justi-
cia y g ob ierno a la ciudad nuev a: en sum a, para instituir el cab ildo.
Ciudad, g ob ierno y justicia eran, en el orden jurídico-político de la
m onarq uía, indisociab les. E l conjunto de la m onarq uía se pensab a
com o un cuerpo, com o un org anismo vivo donde cada una de sus
partes, ciudades y reinos, deb ían reg irse, sino por las m ism as ley es,
sí por los m ism os principios.22
L os fundadores de ciudades no traían consig o un m anual de pro-
cedim ientos y no eran letrados de carrera; en g eneral, tam poco h a-
b ían sido m iem b ros de concejos peninsulares. Com o G aray y sus
com pañ eros lo h icieron h acia 1573 en la fundació n de S anta F e, la
m ay or parte de los conq uistadores realiz ab an estos actos seg ú n la
costumb re, es decir, seg ú n aq uello q ue su propia ex periencia, m e-
m oria o tradició n adq uirida les dictab a.
L a com posició n del cab ildo santafesino sig uió el m odelo de los
q ue funcionab an en el P erú q ue, a su v ez , se h ab ían inspirado en los
concejos castellanos. P or lo tanto, se form ó de dos alcaldes, seis re-
g idores y un escrib ano, presidido por el teniente de g ob ernador. E n
el cab ildo santafesino las elecciones eran celeb radas por los capitu-
lares salientes en la prim era sesió n de enero de cada añ o. L as m is-
m as no eran “ ab iertas”: un g rupo reducido de v ecinos se desig nab a
entre sí y no fue infrecuente la presencia de h omb res poderosos tra-
tando de im poner su propia v oluntad en el m arco de este de por sí
y a estrech o m arg en de lib ertad para eleg ir. E sto tam poco constituía
una anom alía. N i en el cab ildo santafesino, ni en ning ú n otro.

L a j us ticia , cla v e de l g ob ie rno loca l: los a lca lde s


L a m á s antig ua de las actas del cab ildo santafesino q ue se con-
serv a es de 1575 y corresponde a la prim era sesió n del añ o. A llí se
relata el acto sim b ó lico m á s im portante de la v ida de la ciudad: el
rito por el cual el Cab ildo renov ab a la cesió n de la capacidad de ad-
m inistrar justicia, poniendo en m anos de su encarnació n local, el
alcalde de prim er v oto, la vara de la justicia ordinaria. L os alcaldes
eran dos: uno de prim er v oto ( el q ue recib ía la v ara de la justicia) y
22 P á rrafos retom ados de B A RRIE -
otro de seg undo v oto. E stos, junto a los reg idores, deb ían g ob ernar:
RA , D arío Conq uista y coloniz a- dar ordenanz as – atrib uto de la autonom ía de los g ob iernos m unici-
ció n h ispá nica, T om o II de N ueva pales– y g uardar el orden de la conv iv encia de toda la com unidad,
H istoria de Santa F e, L a Capital-
P roh istoria E diciones, Rosario, preferentem ente con su consenso. A esto se le llam ab a, en el sig lo
20 0 6. X V I, vivir en policía. L a ausencia tem poral o la m uerte del alcalde

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34 Historia del Concejo Municipal de Rosario

im plicab an q ue el reg idor m á s antig uo lo reem plaz ara. S i, en cam -


b io, el teniente de g ob ernador se ausentab a, q uien deb ía ocuparse
de la conducció n política de la ciudad era el alcalde.
E l escrib ano era el encarg ado de reg istrar en las A ctas las discu-
siones entre alcaldes y reg idores, así com o de transcrib ir los autos
de los procesos judiciales tenidos ante el alcalde de prim er v oto,
titular de la justicia ordinaria.
E l té rm ino “ alcalde” prov iene de la leng ua á rab e. A l-Cadi era, en el
m undo m usulm á n, el juez -g ob ernador. D el alcalde de prim er v oto
se esperab a q ue ob rara en conciencia. E n la cerem onia durante la
cual se le confería su autoridad, jurab a solem nem ente q ue g uarda-
ría la eq uidad, es decir, q ue cuidaría de dar “ el derech o a las partes”.
E ste era el principio de la eq uidad, pero tam b ié n el de la justicia
distrib utiv a, q ue dab a a cada q uien lo q ue le correspondía seg ú n
su estatus. L a adm inistració n de la justicia, para ser justa, deb ía ser
asimé trica. E l b uen juez no era el q ue b uscab a “ lo justo” com o un
fi n en sí, com o si se tratara de alg o trascendente, sino el q ue dab a a
cada q uien lo suy o, de acuerdo con su posició n en unas relaciones
q ue eran fundam entalm ente asim é tricas.
L os alcaldes ordinarios podían im partir justicia en prim era ins-
tancia en pleitos sostenidos entre “ españ oles” y tam b ié n entre é stos
e indios. E n el caso de q ue sus sentencias fueran apeladas ante una
Real A udiencia, deb ían ser dev ueltas a ellos para su ejecució n. D e-
b ían sab er leer y escrib ir y alg unas ley es dadas por Carlos V y F elipe
II afi rm ab an q ue deb ía preferirse para este ofi cio a los conq uistado-
res antig uos. S eg ú n ex preso m andato de esos m onarcas, nadie q ue
h ub iera sido alcalde una v ez podía ser eleg ido nuev am ente antes de
pasados dos añ os y h ab er sido residenciado. A esta reg ulació n se la
llam ó ley del h ueco.

L a s otra s j us ticia s
P ero el alcalde no era el ú nico autoriz ado a adm inistrar justicia en
la ciudad. Cuando pasab a por ella un adelantado o un g ob ernador,
cualq uiera de ellos estab a inv estido, tam b ié n, de una v ara: la de jus-
ticia may or. S e prev eía q ue podían tom ar parte en asuntos ex cepcio-
nales por la im portancia del asunto o por el prestig io de las partes
q ue entrab an en disputa. P ero tam b ié n podía tocarles adm inistrar
justicia ordinaria, en casos norm ales y de poca m onta. L o m ism o su-
cedía con los tenientes de g ob ernador y estas situaciones se dab an
en S anta F e, B uenos A ires, Corrientes, Có rdob a y en otras ciudades.
P or este m otiv o, para im ag inar la com posició n de los poderes en los
sig los X V I y X V II es necesario despojarse de alg unos prejuicios. S ob re
todo, es im prescindib le olvidar de q ué m anera son las cosas desde
q ue ex isten los E stados nacionales. A lg unas ciudades fueron sedes,

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L a ciudad de S anta F e 35

tam b ié n, de un alcalde m ay or, funcionario real de justicia al q ue esta-


b an sujetas v arias ciudades. Cada uno de estos ofi cios – y h ub o otros
m á s– confería la autoridad para adm inistrar justicia.23
N o solam ente podía h ab er m uch os adm inistradores de justicia con
la m ism a potestad. T am b ié n h ab ía, efectiv am ente, m uch os centros
desde donde se producía derech o. E l Rey no era el ú nico capaz de
fab ricar ley es. P odían producir derech o, tam b ié n, los m unicipios, los
consejos, los g ob ernadores, los v isitadores y , adem á s, la tradició n oral:
la costumb re de la tierra form ab a parte del derech o no escrito. 24

L os ofi cios ca p itula re s


L os reg im ientos – asientos de los reg idores, h om b res eleg idos por el
rey para representar sus intereses en los concejos castellanos– h ab ían
sido introducidos en la m onarq uía, desde el sig lo X IV , com o una cuñ a
del poder del rey en los á m b itos locales. L as cró nicas insufi ciencias
econó m icas de las arcas Reg ias h icieron q ue, b ien pronto, esos ofi cios
se pusieran en v enta. P or lo tanto, el ofi cio de reg idor se patrim oniali-
z ó – es decir, pasó a ser propiedad de q uien lo com prab a. E sto, sum a-
do a la capacidad de los cab ildos para redactar norm as específi cas
q ue perm itieran su desem peñ o, conv irtió a los g ob iernos locales en
só lidas fuentes de producció n de derech o y en entidades autó nom as
de g ob ierno. L os reg im ientos se patrim onializ aron m uy tem prana-
m ente tam b ié n en S anta F e: a com ienz os del sig lo X V II, estos carg os
se ofrecían a la v enta en las alm onedas pú b licas q ue se realiz ab an
en la ciudad de L a P lata, en la A udiencia de Ch arcas. L os propieta-
rios de los asientos h acían rotar en ellos a sus parientes o deudos.
Com prar las reg idurías de un cab ildo perm itía instalar en el g ob ierno
local a h om b res q ue no podían neg ar fav ores. A unq ue suene ex trañ o,
era completamente leg al. L as ley es de la m onarq uía lo fav orecían y
lo perm itían, reposando en las diná m icas facciosas para suponer un
funcionam iento del cuerpo de todos m odos eq uilib rado…
E l cab ildo santafesino fue, tam b ié n, sede de otro tipo de funcio-
narios: ofi ciales de la Real Hacienda, alfé rez real, alg uacil m ay or de
la ciudad, alcalde prov incial de la S anta Herm andad, depositarios,
receptor de penas de Cá m ara, fi el ejecutor, etc. E x cepció n h ech a de
los tesoreros de la Real Hacienda, q ue solían v enir desde fuera de la
23 B A RRIE RA , D arío “ L a ciudad y
las v aras: justicia, justicias y ju- ciudad, incluso desde alg uno de los reinos peninsulares de la Mo-
risdicciones”, en Revista de H is- narq uía, los m ism os v ecinos q ue ocupab an alcaldías o reg im ientos
toria del D erech o, nú m . 31, B ue- se h icieron carg o, en un principio, de todas esas funciones.
nos A ires, 20 0 3.
24 Z O RRA Q U Í N B E CÚ , Ricardo E l aum ento del nú m ero de v ecinos y la com plejiz ació n del g rupo
L os Cab ildos Arg entinos, B uenos h eg em ó nico h icieron q ue, con el paso del tiem po, se crearan alg u-
A ires, 1956; T A U A N Z O Á T E G U I,
V íctor E l poder de la costumb re, nos carg os nuev os. E sto aliv iab a la carg a de tareas de alcaldes y reg i-
Madrid, 20 0 0 . dores, a la v ez q ue am pliab a la oferta de ofi cios capitulares para un

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36 Historia del Concejo Municipal de Rosario

nú m ero creciente de h om b res deseosos de ob tener participació n y


preb endas.
S anta F e desig nó su procurador antes de cum plir dos añ os. S u
funció n era la de g estionar para la ciudad cuestiones concretas
frente a autoridades de otra jurisdicció n; aparte de esta tarea, com o
m iem b ro del Cab ildo, podía presentar denuncias y ex ig ir el cum pli-
m iento de ordenanz as a otros v ecinos.
D esde 1576 puede reg istrarse la presencia de un alg uacil. E n prin-
cipio, el carg o lo desem peñ ab a un Capitular – ese añ o, el procurador
Rom ero. P ero pronto se conv irtió en un ofi cio cub ierto por m á s de
un añ o y , en g eneral, por una persona q ue no ocupab a otro carg o
sino ex cepcionalm ente, lo q ue sug iere q ue pudo h ab er sido un ofi -
cio v endib le. S u funció n era la de reprim ir rev ueltas y desob edien-
cias, y su nom b ram iento, justam ente, se h iz o al calor de los m a-
lestares producidos por los ex cesos del g ob ernador D ieg o O rtíz de
Z á rate y Mendieta y de su g ente. E l tem a del control interno de las
“ nov edades” – palab ra utiliz ada para desig nar alteraciones del orden
estab lecido– apareció con m ay or crudez a en 1581, el añ o sig uiente
al de la “ reb elió n de los siete jefes”. E se añ o se creó el carg o de alfé -
rez de la ciudad ( alfé rez real) . D e esta m anera, se corporiz ab a, en un
ofi cial de la ciudad la inv estidura de la autoridad del rey .
E l alfé rez deb ía portar el Real E standarte com o m anifestació n de
esa autoridad en nom b re de la cual se h ab ía realiz ado la represió n
de la rev uelta. E sta era una m anera de reforz ar la autoridad de la
repú b lica, a trav é s de im á g enes y cuerpos. A lo larg o de esta dé cada
se constata la aparició n del ofi cio de alcalde m ay or ( 1583) y el de
m ay ordom o de la ciudad ( 1584) , desem peñ ado por un v ecino q ue
no ocupab a en g eneral otro asiento.25
O tra funció n de im portancia se cub rió con la desig nació n de
cab ildantes en el ofi cio de fi el ejecutor. S u funció n era la de con-
trolar el respeto de los precios fi jados por el cab ildo, efectuar lan-
z am ientos ( desalojos) , ejecutar m edidas y ordenanz as del cab ildo,
inspeccionar los contenedores físicos de la m edida de la arrob a, de
los b arriles de v ino, el peso de los panes y la fi delidad de las rom a-
nas ( b alanz as) de la ciudad y de los particulares. A l principio fue un
25 E l título de alcalde m ay or q ue el
carg o ejercido de m anera rotativ a entre los reg idores, por dos m eses Cab ildo aceptó a A ntonio T om á s
cada uno, pero h acia el prim er cuarto del sig lo X V II, se transform ó en 1583, m uestra otra de las su-
perposiciones en la adm inistra-
tam b ié n en un ofi cio de cará cter anual, siem pre practicado por un ció n de la justicia: tam b ié n el al-
reg idor. D urante el sig lo X V III v olv ió a ser rotativ o. T anto esta fun- calde m ay or era “ Justicia May or”
ció n com o el asentam iento en la ciudad de un tesorero Real está n en la ciudad, ig ual q ue el tenien-
te de g ob ernador y el g ob erna-
íntim am ente relacionadas con la consolidació n de las prim eras ac- dor m ism o. E n el caso de S anta
tiv idades ag rícolas, la fab ricació n de v ino de la ciudad y , por sob re F e, adem á s, las atrib uciones de
este ofi cio se superponían b as-
todo, con el despeg ue de un com ercio entre ciudades q ue se ib a tante m asiv am ente con las del
afi rm ando lentam ente. teniente.

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L a ciudad de S anta F e 37

E x iste constancia de q ue el Cab ildo santafesino desig nó , desde


1616, alcaldes de la santa h erm andad: este ofi cio es crucial para
com prender el eq uipam iento político de los territorios “ y erm os”,
“ rurales”, “ alejados” del centro político de la ciudad colonial. S u es-
trech a relació n con la h istoria del pag o de los A rroy os h ace q ue le
dediq uem os casi com pletam ente el pró x im o capítulo.

El g ob e rna dor y s u te nie nte

A unq ue la ciudad de S anta F e, en v arias ocasiones, h ospedó y


h asta dio residencia a g ob ernadores y adelantados, nunca fue ofi -
cialm ente su sede. L a sede del g ob ernador al q ue estab a sujeta la
ciudad de S anta F e fue A sunció n, h asta 1618 y B uenos A ires, des-
pué s de ese añ o.

E l g ob ernador era un lug arteniente del v irrey y desig nab a su te-


niente en las ciudades de la prov incia. D esde tem prano se preten-
dió q ue el teniente fuera el larg o b raz o del g ob ernador en cada ciu-
dad: era la m anifestació n física de la v oluntad del g ob ernador. P ero
tam b ié n fue la prueb a m á s irrefutab le de su ausencia.

D eb ía jug ar el papel de g oz ne entre dos sitios: uno, el lug ar desde


donde era desig nado ( lo “ local”) , el otro, el lug ar donde deb ía llev ar
adelante su tarea ( lo “ prov incial”) . E ra el enlace entre el g ob ierno de
la provincia del Río de la P lata y el cab ildo de la ciudad de S anta F e.
F ue una de las tantas b isag ras q ue perm itían el funcionam iento de
la org aniz ació n política y adm inistrativ a de la Monarq uía. E ste rol
de articulador entre h oriz ontes adm inistrativ os y de g ob ierno, no
dependía ú nicam ente de las atrib uciones conferidas al carg o por la
norm ativ a, ni siq uiera por los m andatos m á s inform ales – y q uiz á s
políticam ente m á s operativ os– del g ob ernador de turno. L as dis-
tintas defi niciones de los alcances de este carg o em erg ían de estos
factores, puestos a neg ociar con los m iem b ros del g ob ierno m uni-
cipal. E stos ú ltim os estab an dispuestos a am pliar, acotar, delim itar
o ex ig ir el cum plim iento de tales o cuales req uisitos a un h om b re
q ue, por otra parte, en alg unos casos era conocido por ellos m uch o
m ejor q ue por el g ob ernador al q ue representab a.

S us funciones estab an v inculadas con el g ob ierno y con la justi-


cia, puesto q ue portab a v ara de justicia may or. P ero, sob re todo, se
esperab a de é l q ue tom ara las decisiones im posterg ab les: en una
ciudad q ue era fronteriz a, las cuestiones de armas eran cruciales.
L os asuntos de g uerra, pacifi cació n, reducció n y castig o de los na-
turales tenían, en esta ciudad q ue recié n se asentab a, capital im por-
tancia. E sto le confería autoridad y prestig io, pero tam b ié n respon-
sab ilidades y ex ig encias urg entes.

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38 Historia del Concejo Municipal de Rosario

E l teniente de g ob ernador era tam b ié n el encarg ado de nom b rar


“ ...caudillos y caporales....”, al com ienz o de esta h istoria peq ueñ os je-
fes pob rem ente arm ados q ue, ab usando del leng uaje, podría decirse
q ue com ponían las “ m ilicias” q ue la ciudad disponía para defender
sus té rm inos de ataq ues indíg enas y de b andidaje. L as cuestiones re-
lativ as a los indios com prendían los tres á m b itos de su desem peñ o:
deb ía g ob ernarlos, com b atirlos y , si fuera necesario, juz g arlos. P resi-
día las sesiones del cab ildo, donde tenía v oz y , ev entualm ente, v oto.
S u interv enció n era decisiv a cuando deb ía desem patar las v otaciones
en alg ú n asunto. E n ocasiones, cuando se los desig nab a, se le confe-
ría el poder de remover carg os del cab ildo.
E l Cab ildo podía otorg arle poderes para realiz ar una tarea espe-
cífi ca. A unq ue la representació n de la ciudad frente al g ob ernador
u otras autoridades recaía norm alm ente en un v ecino inv estido de
la fi g ura de procurador, alg unas v eces fue depositada en el m ism o
teniente de g ob ernador. E sto se deb ió , en g eneral, a raz ones prá c-
ticas: en ocasiones se aprov ech ab a un v iaje suy o a la cab ecera de la
g ob ernació n, otras la fl uidez de sus contactos.
E n diciem b re de 1619, el teniente de g ob ernador A lonso de Á v alos
fue com isionado por el Cab ildo para reclam ar y neg ociar en B uenos
A ires, ante el g ob ernador G ó ng ora, licencias de v aq uería y ordenan-
z as de v aq ueo – se tratab a de perm isos para recog er g anado cimarró n.
U n reg idor, Cristó b al de A ré v alo, im pug nó esa desig nació n y solicitó
– con é x ito– q ue la neg ociació n la realiz ara S eb astiá n de V era Mux ica,
q ue era v ecino de la ciudad… E n este caso, es m uy posib le q ue el re-
g idor A ré v alo h ay a considerado lesiv o para los intereses locales q ue
ese neg ocio fuera tratado por alg uien de confi anz a del G ob ernador,
prefi riendo q ue la representació n la realiz ase un vecino. T am b ié n es
posib le q ue tuv ieran otros neg ocios q ue tratar en B uenos A ires, y por
eso, com o sucedió en otras ocasiones, se intentab a im poner el nom -
b re de un v ecino q ue podía atender otros asuntos.
L a fi g ura del teniente no era percib ida de una m anera unív oca:
ni durante los prim eros añ os de la ciudad ( cuando siem pre fue un
v ecino) ni durante alg unas dé cadas del sig lo X V II, cuando el h om -
b re de confi anz a del g ob ernador prov enía desde B uenos A ires. S u
g estió n podía afectar intereses neg ativ am ente, pero tam b ié n podía
encontrar aliados b ien dispuestos, á v idos de aceitar sus relaciones
con la cab ecera de la g ob ernació n. E n defi nitiv a, su rol de b isag ra
entre g ob iernos – el prov incial y el local– prov ocó adh esiones y des-
contentos seg ú n fav oreciera los intereses de los unos o de los otros.
Q ueda claro q ue cuando la ciudad se v eía en apuros, se carg ab a so-
b re esta fi g ura todo el peso de la defensa de la frontera; pero cuando
la ciudad tenía q ue defender sus intereses, el larg o b raz o del g ob er-
nador q uedab a fi rm em ente atrapado entre las m uch as m anos de
los h um ildes pero poderosos v ecinos…

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E l pob lam iento de
las tierras del sur

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3 por
D arío G . B arriera

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A unq ue el increm ento de la im portancia econó m ica y social del
sur santafesino fue m uy m arcado a com ienz os del sig lo X IX , su po-
b lam iento com enz ó a crecer lenta pero sostenidam ente desde el
seg undo cuarto del sig lo anterior.
¿ Có m o fue pensado y ejecutado el g ob ierno y la org aniz ació n de
los pag os del sur? Cuando en el prim er tercio del sig lo X V III inten-
taron org aniz ar institucionalm ente sus territorios de ocupació n re-
ciente, los v ecinos de S anta F e no apelaron a la fundació n de nuev as
ciudades. E sto, considerado en el contex to de lo q ue sucedía en el
resto del v irreinato peruano, a lo q ue sucedió lueg o en el oriente
entrerriano no era un h ech o natural. D urante el sig lo X V III, fue co-
rriente q ue las elites urb anas h ispanoam ericanas descomprimieran
la presió n política q ue ejercía el increm ento de h om b res con im -
pulso socialm ente ascendente – com o fue, entre otros, el caso del
territorio ch ileno– fav oreciendo la creació n de nuev as ciudades con
sus respectiv os cab ildos.
E l caso de S anta F e, en la g ob ernació n del Río de la P lata, m uestra
por el contrario la continuidad de un m odelo de org aniz ació n terri-
torial desde un centro político q ue se considerab a a sí m ism o peri-
fé rico pero q ue ex tendía su jurisdicció n sob re enorm es ex tensiones
contig uas ( donde ciertam ente no “ fl orecían” nú cleos urb anos au-
tó nom os) com o pedanías. Incluso si las distancias h acían prá ctica-
m ente im posib le el ejercicio de la adm inistració n de justicia y los
poderes de policía por un juez q ue pudiera m ov erse h asta el sitio en
un día de m arch a a pie26 la ciudad desig nó autoridades capitulares
– los alcaldes de h ermandad– cuy a jurisdicció n lleg ó a ex tenderse
h asta territorios alejados de ella una sem ana de m arch a de cab allo.
A naliz ando el pasado del territorio q ue se ex tiende al sur del río
Carcarañ á sin considerar la ciudad de Rosario com o punto de par-
tida de una retrospectiv a sino acom pañ ando las form as de acció n
y los com portam ientos de los ag entes políticos santafesinos de los
sig los X V II y X V III, parece claro q ue pensaron la org aniz ació n del
26 L as jurisdicciones de los conce-
jos castellanos solían tener una g ob ierno y el eq uipam iento político de estos territorios “ nuev os”
ex tensió n m á x im a de cinco le- concib iendo q ue la adm inistració n de la justicia era la tarea me-
g uas, distancia q ue se suponía
podía ser cub ierta de ida y v uel-
dular del b uen g ob ierno. Y lo pensaron de esta m anera h asta m uy
ta y a pie en un día por un juez entrado el sig lo X IX : la idea seg ú n la cual g ob ernar era sob re todo
pedá neo. A lg unos estudios eti- administrar justicia b ien, recta, fi el y cristianamente, surg ida del co-
m oló g icos no v inculan pedá neo
con la v oz “ pie” sino con la latina raz ó n b ajom ediev al de la Castilla cató lica, resistió ( en el im ag inario,
oppidaneus, q ue desig nab a, en la en el leng uaje y en la prá ctica) el laico y reform ista av ance de los
Rom a antig ua, a las urb es secun- B orb ones, las revolucionarias ideas de 1810 y perduró incluso m á s
darias, sujetas a otras. E n am b os
casos, las aprox im aciones eti- allá de la Constitució n N acional y de la Constitució n P rov incial,
m oló g icas coinciden en q ue el form uladas pasado el um b ral de los añ os 1850 s. L a “ separació n de
lug ar b ajo jurisdicció n del juez
pedá neo estab a sujeto a otro,
los poderes” y , en rig or, la creació n de un “ poder judicial” separado
principal. del ejercicio del g ob ierno, fue un proceso lento, m uy contradictorio

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42 Historia del Concejo Municipal de Rosario

y por supuesto para nada ex ento de confl ictos de intereses m ate-


riales, ideoló g icos y sob re todo prá cticos. E n la prá ctica g ob ernar
continuó siendo, b á sicam ente, ordenar el territorio: y por esto, con-
tinuó siendo indispensab le h acer centro en la adm inistració n de la
justicia. Rosario es una ciudad m uy jov en, prá cticam ente nueva. S u
pasado colonial es el de una no ciudad: fue prim ero una pedanía y
lueg o un pueb lo – jurídicam ente, una v illa. Y es, por eso, un ex traor-
dinario lab oratorio para estudiar las transiciones en las form as de
poder político q ue, por elecció n de los sujetos, fue adoptando des-
de m itad del sig lo X IX h asta nuestros días.
L a ciudad de S anta F e fue un nú cleo urb ano peq ueñ o q ue, salv o
durante coy unturas precisas, m antuv o un crecim iento dem og rá fi co
m á s o m enos constante. L os m om entos críticos pueden ub icarse a
los pocos añ os de la fundació n,27 h acia los añ os 1620 s. – despué s de
una dé cada de epidem ias y fuertes m ov iliz aciones de g ente– y du-
rante las dos dé cadas q ue ab arcan el com ienz o y el fi nal del trasieg o
de la v illa ( 1650 -1670 ) . S u rol, com o lo percib ió el v iajero A carette D u
B iscay a m ediados del sig lo X V II, era el de punto de paso de la y erb a
en su cam ino desde el P arag uay a P otosí. T rafi cada por estantes y
mercaderes, puede afi rm arse q ue la ciudad no superó el m illar de
alm as sino h asta 1675, y a en su em plaz am iento actual. A com ienz os
del sig lo X V III esta pob lació n alcanz ó los 130 0 h ab itantes y h acia
1730 la sum a de su pob lació n urb ana con la de los territorios b ajo
su jurisdicció n arrojab a la cifra de 70 0 0 alm as.
E v identem ente la cifra de la pob lació n aum entab a g racias a la
incorporació n de inform ació n sob re pag os acerca de los cuales el
cab ildo santafesino h asta entonces no h ab ía recog ido datos. D esde
fi nales del sig lo X V II h asta 1730 se incorporó a los recuentos de po-
b lació n un nú m ero creciente de distritos, de g entes de estancia y de
todo g é nero de ocupantes de tierras q ue eran v isitados por los al-
caldes de la h ermandad. S in em b arg o, no todo estab a en m anos del
cab ildo: la instalació n de parroq uias y la creació n de curatos tam -
b ié n proporcionaron puntos de referencia para localiz ar pob lació n
dispersa en el cam po.
Pag o de los Arroy os desig nab a una difusa ex tensió n de tierras al
sur del río Carcarañ á , recortada al este por el curso del P araná y sur-
cada, com o su nom b re lo sug iere, por un b uen nú m ero de cursos
de ag ua m enos im portantes: los arroy os B lanco, L udueñ a ( S alinas) ,
S aladillo, F rías, S eco ( la Matanz a) , y los de G ay oso… ( P av ó n, D el
Medio y Ram allo) . E n 1730 , cuando toda la jurisdicció n santafesina
contab a con unos 7.0 0 0 h ab itantes, el pag o de Coronda reg istrab a
alrededor de 50 0 y el de los A rroy os, unos 70 0 . E n 1738, el alcalde 27 Cuando en 1577 el teniente de
B aneg as, h iz o una estim ació n a ojo de b uen cub ero, sin v isitar el lu- g ob ernador deb ió proh ib ir la sa-
lida de h om b res por falta de g en-
g ar, dado q ue y a h ab ía sido alcalde de la h erm andad allí, y reportó te para la defensa del sitio, A CS F ,
unos 121 v ecinos – lo q ue puede traducirse en unos 60 0 o 70 0 h ab i- T om o I.

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E l pob lam iento de las tierras del sur 43

tantes.28 S i se h ace caso de los datos q ue da F é lix de A z ara para 1790 ,


casi la m itad de los 12.90 0 h ab itantes de S anta F e y sus jurisdiccio-
nes, unos 6.0 0 0 , h ab itab an en el P ag o de los A rroy os.
A unq ue antes de 1689 las tierras cercanas al actual arroy o L udue-
ñ a eran m entadas com o Paraje de Salinas y el arroy o con el m ism o
nom b re, el prim er titular de las tierras donde h oy se asienta la ciu-
dad de Rosario fue un capitular con una cierta alcurnia y prob anz a
de serv icios, L uis Rom ero de P ineda. E ste v ecino de la ciudad de
S anta F e fue alcalde de la h erm andad en 1665, procurador g eneral
de la ciudad en 1679 y alcalde de seg undo v oto en 1681.29 P eticio-
nó ante el g ob ernador Joseph Herrera de S otom ay or un título de
tierra para pob lar estancia con g anados may ores y menores, h acer
sementeras y usar de ellos en lo q ue se le puede ofrecer para sustentar
su casa y familia… 30 Rom ero tenía un interé s m uy concreto por el
título sob re estas tierras y a q ue desde h acía una docena de añ os
v enía adq uiriendo derech os y acciones sob re g anado cim arró n q ue
pastab a en la z ona de los arroy os. D urante la dé cada de 1670 tuv o
diferencias y pleiteó judicialm ente con T om á s de G ay oso, otro pro-
pietario de tierras en la z ona, a causa de derech os a la acció n de
g anado en el “ rincó n del Carcarañ á ” y la “ b ajada de don L orenz o”.31
L uis Rom ero de P ineda presentó una solicitud e inform aciones
ante el cab ildo santafesino el 23 de feb rero de 1678. L os escritos y la
presentació n de testig os tenían com o fi nalidad prob ar su derech o
sob re g anado cimarró n. V arios testig os notab les ( entre ellos P ab lo
G ó m ez , Juan F erreira, A lonso F erná ndez Montiel, F rancisco A rias
G aitá n, D ieg o de Cepeda, F elipe de O roñ a y Mig uel Martín de la
Rosa) depusieron construy endo la prueb a de su derech o. L o con-
tradijo T om á s de G ay oso, q uien se considerab a accionero de ese g a-
nado y , por lo tanto, tercero perjudicado por la petició n de Rom ero
de P ineda.
T om á s de G ay oso b asab a su arg um entació n en su derech o com o
h eredero de una estancia en el arroy o de en medio camino de B uenos
Aires, q ue h ab ía pob lado en 1645 su ab uelo por v ía m aterna, Cristó -
b al Martín de B entancourd – casado con Isab el A rias Montiel, q uien
28 D E E C – S F , E C, T . X X V , leg . 179.
llev ó la m encionada estancia al m atrim onio. E n el arg um ento, h a-
b er pob lado q uiere decir q ue su ab uelo h ab ía llev ado allí los g ana-
29 A G S F – A C, IV , f. 318; V , f. 44. v y V ,
f. 96. dos. L a h erencia de la tierra y la com prob ació n de h ab er puesto allí
30 E l 29 de ag osto de 1689 le fue
anim ales q ue lueg o se reproducían lib rem ente constituían la b ase
concedida la m erced. E l acta de jurídica para construir la prueb a.
posesió n fue ex tendida en el pa-
raje del S aladillo, el 27 de feb rero S in em b arg o, un auto del correg idor A ntonio de V era Mux ica,
del m ism o añ o. N Ú Ñ E Z , T om á s J . del 2 de nov iem b re de 1677, declaró q ue el principal accionero del
O ríg enes de la Ciudad de Rosario
e H istoria de la Propiedad Raíz , g anado cim arró n ex istente entre el Carcarañ á h asta “ la Matanz a”
Rosario, 1933, pp. 24-32. ( actualm ente A rroy o S eco) era Martín de V era y A rag ó n. E n b uen
31 A G S F – A C – T om o IV , ff. 488 a 512. rom ance, V era Mux ica estab a dando por b uenos los arg um entos de

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44 Historia del Concejo Municipal de Rosario

Rom ero de P ineda, q uien h ab ía com prado la acció n sob re esos g a-


nados al capitá n P edro de V era y A rag ó n, h ijo de Martín, en B uenos
A ires el 15 de m arz o de 1677. E sto, m á s el resto de los docum entos
q ue acreditab an la posesió n sob re las tierras y sob re esos g anados
( auto del 27 de ab ril ejecutado el 11 de m ay o del m ism o añ o, otro
auto del g ob ernador Rob les am parando ese m ism o derech o) , sirv ió
a Rom ero de P ineda para apoy ar su consolidació n com o principal
accionario y propietario de estas tierras.
E stas ex tensiones al sur de la ciudad de S anta F e tenían una im -
portancia estraté g ica com o reserv a de g anado cim arró n, de g anado
de cría y , m uy pronto, h asta de productos ag rícolas. P ero no sola-
m ente para la actual capital de la prov incia. Com o lo h an señ alado
y a A nalía Manav ella y Marina Caputo, en coy unturas de escasez ,
esto irritab a la z ona donde se encontrab an el sur de la jurisdicció n
santafesina con el norte de la q ue estab a b ajo la é g ida de la ciudad
de B uenos A ires.32 E l á rea, incluso, es h om ó nim a de otra, jurisdic-
ció n de B uenos A ires. D esde 1721-22, el “ arroy o del m edio” fue de-
sig nado com o mojó n fi jo para div idir las jurisdicciones de S anta F e
y B uenos A ires sob re el Pag o de los Arroy os. L a parte al sur del A rroy o
del Medio, lueg o asociada al pueb lo de S an N icolá s de los A rroy os
( 1770 ) .33

“ Hacia 1770 , en el cam ino entre los arroy os del Me-


dio y de Ram allo, se encontrab a la pob lació n de S an
N icolá s, donde h ab ía unos 90 v ecinos. E n los alre-
dedores, a am b os costados del cam ino, v iv ían unas
70 personas, distrib uidas en 8 ranch os o ch acras.
Cultiv ab an trig o y m aíz , aunq ue sob re todo v iv ían
de la cría de g anados. T am b ié n h ab ía pulperías y
tiendas. L as tierras para el estab lecim iento de la ca-
pilla en torno de la q ue se org aniz ó el pueb lo fueron
donadas por Rafael de A g uiar en 1748. P ara 1815 se
censaron allí 70 0 personas y el pueb lo fue nom b ra-
do ciudad en 1819 por el Cong reso G eneral Consti-
tuy ente de ese añ o.”
B A RRIE RA , D arío- E conomía y Sociedad. N ueva H istoria de Santa
F e, T om o III, L a Capital, Rosario, 20 0 6, p. 165.
32 MA N A V E L L A , A nalía y CA P U T O ,
Marina “ L a defi nició n del territo-
rio en la g ob ernació n rioplaten-
Com o sucedió con los terrenos de la otra b anda del P araná a co- se. L as disputas jurisdiccionales
entre S anta F e y B uenos A ires:
m ienz os del sig lo X V II, fue la dispersió n del g anado cim arró n y la 1680 -1725”, en Avances del Cesor,
v enta del derech o y acció n de v aq ueo sob re los m ism os lo q ue otor- v ol. III, nú m . 3, Rosario, 20 0 1, p.
g ab a sentido a tener el título sob re la tierra y v olv ía sensato eq uipar 34.

el territorio. E ntonces, a lo larg o de todo ese sig lo, el v alor estuv o 33 V é ase CA N E D O , Mariana Propie-
tarios, ocupantes y pob ladores.
dado sob re todo por la posesió n de derech os sob re la ex plotació n San N icolá s de los Arroy os, 1 6 0 0 -
del g anado alz ado. L ueg o m erecía la pena el asentam iento y las 1 8 6 0 , Mar del P lata, 20 0 0 .

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E l pob lam iento de las tierras del sur 45

activ idades asociadas con la org aniz ació n de peq ueñ as unidades
productiv as sedentarias: pero la circulació n de acciones de vaq uear
com o b ien de cam b io y h asta com o g arantía de pag o, a todo lo larg o
del sig lo y del litoral ( dado q ue h a inv olucrado a v ecinos y m erca-
deres de B uenos A ires, Corrientes y A sunció n) eran tanto o m á s fre-
cuentes y v aliosas q ue los títulos sob re tierras. E l v aq ueo de g anado
cim arró n fue la principal activ idad econó m ica h asta fi nales del si-
g lo X V II y fue m uy im portante durante todo el X V III.
E l q ue los v ecinos de S anta F e fueran propietarios de las tierras
o q ue tuv ieran derech os sob re los g anados no era sufi ciente para
aseg urar el control de la ex tensió n. L a coy untura concreta de la dis-
puta por la z ona del P ag o de los A rroy os a fi nales del sig lo X V II pue-
de relacionarse con el descenso del nú m ero de cueros ex portados
pero tam b ié n con el aum ento de los env íos de g anado en pie al A lto
P erú por parte de los v ecinos de B uenos A ires.34 A sí, las m edidas del
g ob ernador y del cab ildo b onaerense cuestionando derech os sob re
tierras y h asta proh ib iendo h acer recog idas de g anado m á s allá del
arroy o de A rrecifes35 pueden interpretarse com o una escasez relati-
va, en funció n de la utilidad q ue de su disponib ilidad ob tenían es-
tos h om b res b ien ub icados en el cab ildo, desde donde podían con-
trolar, entre otras cosas, precios y circuitos. E ntre las coy unturas de
com ienz o y fi nal del sig lo X V II puede afi rm arse q ue h ub o una g ran
34 MO U T O U K IA S , Z acarías Contra-
b ando y control colonial, CE A L ,
diferencia: durante las prim eras dé cadas del sig lo X V II parcialida-
B uenos A ires, 1988, p. 178 y ss. des calch aq uíes ( v ilos, tocag ü es, colastiné s) dev astab an las estan-
MA N A V E L L A , A nalía y CA P U T O , cias del S alado y atacab an los b ordes de la ciudad, m ientras q ue,
Marina “ L a defi nició n… ”, cit., p.
38. h acia 1680 , h ab ié ndose reducido a v arios de estos pueb los, esos epi-
35 A E CB A , X IV , acuerdo del 12 de
sodios dism inuy eron.36
m ay o.
L a discusió n jurisdiccional entre los cab ildos de S anta F e y B uenos
36 MA N A V E L L A , A nalía y CA P U T O , A ires sob re los parajes surcados por los arroy os q ue dab an al P araná
Marina “ L a defi nició n… ”, cit., p.
36 y ss. y al Río de la P lata parece h ab erse z anjado en 1721: una escritura de
37 Á L V A RE Z , Juan H istoria de Rosa-
1722 acredita q ue el arroy o llam ado “ del Medio” era tom ado com o
rio ( 1 6 8 9 -1 9 3 9 ) , U .N .R., E ditorial té rm ino de las jurisdicciones de am b as. O rig inalm ente, la de S anta
Municipal de Rosario. Rosario, F e se ex tendía h asta el arroy o de Ram allo y la de B uenos A ires h asta
1998, pp. 27-28. E l á rea al oeste
presentaría prob lem as de juris- el m á s nó rdico de “ los arroy os de G ay oso”.37
dicció n tam b ié n con la ciudad
de Có rdob a: sin em b arg o, com o L as difi cultades para com erciar con el P arag uay en tiem pos de la
la m ism a perm aneció fuera de reb elió n com unera ( 1722-1735) se h icieron sentir en S anta F e. D es-
la línea de fortines durante m á s
de sig lo y m edio, el asunto no
de entonces y h asta el fi nal del sig lo X V III, la cantidad de pob lació n
rev istió g rav edad h asta apare- estab lecida en la ciudad descendió . A l contrario, el nú m ero de per-
cer com o un asunto de límites sonas q ue se m ov ía h acia los pag os o partidos aum entó : la g ente se
interprovinciales y su resolució n
q uedó sujeta a un laudo de la desplaz ab a conform e las urg encias im puestas por las coy unturas y
S uprem a Corte de Justicia de la su desplaz am iento ib a dib ujando una tendencia centrífug a q ue se
N ació n, del 18 de junio de 1882.
D urante la m ism a dé cada se re- afi rm aría con el tiem po.
solv ió , tam b ié n, la delim itació n
territorial entre las prov incias de L a ocupació n efectiv a y la puesta en producció n del suelo del
Có rdob a y S anta F e. á rea de los arroy os se afi rm ó despué s de com enz ado el sig lo X V III,

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46 Historia del Concejo Municipal de Rosario

con la instalació n de alg unos m ig rantes: el norte de S anta F e des-


pedía g ente por las continuas inv asiones de los pueb los orig inarios
del Ch aco. Hacia el sur, la estancia jesuítica de S an Mig uel del Car-
carañ á , ub icada en la m arg en derech a del río h om ó nim o, casi en el
b orde donde com enz ab a el P ag o de los A rroy os, era otro foco atrac-
tiv o para los pob ladores q ue b uscab an q uietud. Á lv arez señ aló cuá n
im portante h ab ía sido al respecto la presencia en ella del P . P rocura-
dor Mig uel de B enav ides, m uy reputado en el arte de curar. E scrib ió
el h istoriador q ue m uch os, y endo h asta é l para curar dolencias “ …
reales o im ag inarias… ” una v ez q ue v adeab an el río, q uiz á s no re-
g resab an.38 E s q ue no eran m uch os los nú cleos de pob lació n donde
pudiera encontrarse alg o de seg uridad.

O tro tipo de asentam iento lo constituy eron, durante el sig lo


X V III, las precarias instalaciones rurales llam adas fuertes m ilitares,
destinadas a friccionar con las entradas indíg enas. U b icados sob re
todo en los m á s v iejos senderos del norte – h acia la ciudad v ieja– , en
los cam inos al sur – h acia el P ag o de los A rroy os– y al oeste – h acia
Có rdob a– , conform ab an peq ueñ os cam pam entos en torno de los
cuales se ag rupab a una pob lació n inestab le: h om b res sueltos, fa-
m ilias desposeídas, g ente de paso. A lg unos h acían ranch os de b arro
y paja o, seg ú n cuenta A z ara, de tab las y cuero.

L a situació n h acía q ue aq uellos q ue se arrim ab an y no h ab ían de-


jado fam ilia en la ciudad, es decir, los desvinculados, se conv irtieran
en h ab itantes de la cam pañ a q ue b ien pronto fueron incorporados
por ch acareros y estancieros de los alrededores com o m ano de ob ra
estacional, para la ag ricultura, u ocasional, para el arreo de g anado.
E ran ú tiles, pero tam b ié n tem idos.

E stab an som etidos a sorpresiv as v isitas perió dicas de la autoridad


de la ciudad, el alcalde de la h erm andad: un juez q ue tenía com pe-
tencia sob re estos pob ladores a los q ue adm inistrab a justicia sum a-
ria. L os confl ictos q ue se suscitab an, si no h ab ían sido solucionados
a punta de cuch illo, eran atendidos por este juez de cam pañ a ( ante-
cedente del juez de paz ) en el m ism o lug ar, con un procedim iento
oral, b rev e, sin costo y sin profesionales de por m edio.

Cerca de la m encionada estancia fueron instalá ndose alg unos


pob ladores. S e tratab a de fam ilias q ue se asentab an en parcelas
sob re las cuales no tenían título, pero org aniz ab an allí sus activ i-
dades g anaderas, h ortícolas y ag rícolas. L a z ona fue ocupada por
m ig rantes de las tierras del oeste ( S antiag o del E stero, Có rdob a, “ el
T ucum á n” en g eneral) , los m encionados del norte ( alg unos b ajaron
de Corrientes y , sob re todo, de S anta F e) pero tam b ié n por h om b res
v enidos del sur ( del norte de las cam pañ as b onaerenses) . E l ritm o
de ocupació n fue m uy intenso durante todo el sig lo X V III. 38 Á L V A RE Z , Juan H istoria… , p. 35.

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E l pob lam iento de las tierras del sur 47

S eg ú n Juan Á lv arez , h acia 1757 h ab ía en la jurisdicció n de los


A rroy os unas 10 4 ch acras, siendo los distritos m á s pob lados el de
la Capilla del Rosario y el del A rroy o de P av ó n, con 21 cada uno. E l
de la capilla era el q ue producía el prom edio de faneg a de trig o por
ch acra m á s alto. L os datos de los diez m os son m á s g enerosos q ue
lo q ue las fam ilias declarab an ante los env iados del cab ildo santa-
fesino: é stos no conseg uían q ue el trig o fuera a parar a S anta F e y ,
y a desde m ediados del sig lo X V III, se q uejab an am arg am ente sob re
q ue los cosech eros env iab an carg adas carretas a B uenos A ires.39

E stos asentam ientos no eran precisam ente “ seg uros”, pero su


funcionalidad fronteriz a era ev idente: si b ien los capitulares santa-
fesinos v eían con preocupació n el desplaz am iento de la pob lació n
desde la ciudad h acia la cam pañ a, nunca presionaron sob re estos
asentam ientos m á s de la cuenta. D e su presencia dependía una
parte de la tranq uilidad de los v ecinos de la ciudad. P ero, com o se
h a señ alado y a, no toda la ex pansió n h acia el sur tuv o q ue v er con
el q ueh acer del cuerpo político santafesino: en el pob lam iento del
P ag o de los A rroy os confl uían no siem pre arm oniosam ente intere-
ses santafesinos y porteñ os, de los cab ildos y de la Ig lesia.40 E stos
39 Á L V A RE Z , Juan H istoria… , cit.,
pp. 84-85.
ag entes deb en ser pensados, entonces, en un dob le jueg o: m ientras
q ue el Cab ildo de B uenos A ires tenía pretensiones sob re estos terri-
40 S T O F F E L , E dg ar H istoria de la
Ig lesia en Santa F e, m im eo, S anta torios sin poder im poner su jurisdicció n, el ob ispado con sede en la
F e, 20 0 6, p. 15. m ism a ciudad reunía apetencia con capacidades.
41 F A S O L IN O , N icolá s “ Institucio-
nes relig iosas en S anta F e”, en E l ob ispo de B uenos A ires im pulsab a la instalació n de capillas
H istoria de las Instituciones de – aunq ue m uch as v eces fueron em plaz adas por los particulares in-
la Provincia de Santa F e, 1970 , p.
212. L os lib ros parroq uiales de la cluso sin su estím ulo– y tam b ié n la creació n de los curatos en te-
Capilla de Rosario de los A rroy os rritorios santafesinos. E n 1730 se crearon los curatos de P araná y
( o de los A rroy os) fueron apro-
b ados por el franciscano Juan
el de los A rroy os: ese m ism o añ o se “ deslindó ” su jurisdicció n y el
de A rreg ui, ob ispo de A sunció n, sig uiente se realiz ó el concurso para asig nar cura pá rroco.
cuando la v isitó el 27 de ab ril de
1734. E l curato del P ag o de los A rroy os recortó a la parroq uia de la “ U ni-
42 D onde desde 1721 h ab ía una v ersidad de todos los S antos” jurisdicció n sob re el territorio del río
capilla. MA RIO N I B E RRA , A lcira Carcarañ á al sur.41 Hacia el este lo h acía el curato de P araná – q ue-
Coronda y su Parroq uia, 1978.
S toffel, sig uiendo a Cerv era y a dando b ajo é ste el á rea de “ la otra b anda” y en 1747, con la erecció n
Marioni ( p. 11) dice q ue la reso- del curato de Coronda,42 lo q ue q uedab a al norte del Carcarañ á y al
lució n del Cab ildo E clesiá stico
de B uenos A ires erig iendo el sur y suroeste del S alado.43
curato de Coronda es del 26 de
junio de 1749. S T O F F E L , E dg ar L a acció n del ob ispado, en el caso del curato de los A rroy os, co-
H istoria… , cit. incidió con los intereses del g ob ernador: B runo Mauricio de Z ab ala
43 CA RRA S CO , E udoro Anales de la solicitó la creació n de ese curato por escrito.44 E sto tensó las relacio-
ciudad del Rosario de Santa F e,
1897.
nes entre el clero santafesino y el g ob ernador: tanto el pá rroco de
naturales com o el de españ oles resistieron la desig nació n del nuev o
44 Á L V A RE Z , Juan H istoria… , cit., p.
36. cura propietario.45 E l curato, por su parte, funcionab a alrededor de
45 CE RV E RA , Manuel Pob laciones y una capilla q ue era apenas una ch oz a, h asta q ue en 1731 se h iz o
curatos, S anta F e, 1939, p. 337. construir alg o m á s só lido.

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48 Historia del Concejo Municipal de Rosario

Juan Á lv arez y a planteó en su h ora la difi cultad q ue suponía para


la form ació n de un pueb lo alrededor de esta capilla el h ech o q ue la
propiedad de las tierras perteneciera a unas pocas personas. Mien-
tras q ue los sucesores de Rom ero de P ineda “ … no las fuesen enaje-
nando, m al podrían instalarse allí en solar propio h ab itantes ajenos
a la fam ilia. E l pueb lito com enz ó a form arse principalm ente con el
fraccionam iento de la parte norte de la estancia del citado D om ing o
G ó m ez Recio, nieto del titular de la m erced. E sa casa de D ios pró x im a,
sig nifi cab a la com odidad y descanso espiritual de oír m isa, confesar
y com ulg ar con frecuencia, y tam b ié n v ino a ser punto de encuentro
ob lig ado, a h ora fi ja, de personas q ue fuera de esa oportunidad dom i-
nical se v eían poco por v iv ir dispersas en estancias o h uertas. A llí ten-
drían lug ar en lo sucesiv o los b autism os y casam ientos, sin necesidad
de m olestos traslados a S anta F e o espera de alg una ev entual lleg ada
de sacerdotes v iajeros; el cam posanto anex o a la Capilla recib iría los
restos de los difuntos, perm itiendo piadosas v isitas a sus fam iliares; y
el tañ ido de la cam pana pondría notas am ab les en el am b iente. A ú n
en nuestros días la ig lesia es el ú nico sitio pú b lico de los peq ueñ os
pueb los de cam pañ a donde las g entes se portan decorosam ente, sin
uso de b eb idas, tab aco, naipes o palab rotas. D e tal m odo, la prim era
autoridad q ue tuv o asiento fi jo y duradero en suelo rosarino fue el
cura pá rroco.”46
A pesar de q ue se desig nó alcalde de h erm andad para el P ag o de
los A rroy os en 1725, com o escrib ió Á lv arez , la prim era autoridad q ue
se asentó en el pag o fue el pá rroco. É ste fue A m b rosio de A lz ug aray ,
b isnieto de Rom ero de P ineda y sob rino del propietario del solar do-
nado para la capilla, el capitá n G ó m ez Recio. Y h ay q ue ag reg ar, v as-
co, com o el g ob ernador q ue prom ov ió el curato.

46 Á L V A RE Z , Juan H istoria… , cit.,


pp. 38-39.

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O rg aniz ar la
ex tensió n

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4 por
D arío G . B arriera

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E l periodo q ue se ex tiende entre 1725 y 1852, se construy e retros-
pectiv am ente desde la ú ltim a fech a, q ue es la q ue asig na v alor a la
prim era. S e b uscan antecedentes de las autoridades de una ciudad
despué s de q ue é sta ex iste… Com o m uy b ien lo desarrolla D ieg o
Roldá n al fi nal de este tom o, alg unos m iem b ros del Concejo D elib e-
rante rosarino se lib raron a denodados esfuerz os de creació n h isto-
riog rá fi ca para dotar a la ciudad de un pasado m á s o m enos ilustre.
A falta de una fech a de fundació n para recordar y celeb rar, h acia
1925 se intentó – de m anera intuitiv a, pero caó tica– la celeb ració n
de un presunto b icentenario. 1725 tuv o sentido, entonces, para una
ciudad h ué rfana q ue b uscab a padres y h ub iera podido encontrar-
los, por ejem plo, en autoridades jurisdiccionales lig adas al poder de
policía rural o la justicia de cam pañ a.
Com o se dijo m á s arrib a, ning una intenció n estuv o m á s lejos de
la m ente de los m iem b ros del cab ildo santafesino q ue la de crear
una nuev a ciudad dentro de la enorm e jurisdicció n q ue G aray le h a-
b ía asig nado en 1573. E stos té rminos, asig nados sin tim idez desde
el sitio v iejo 50 leg uas h acia cada punto cardinal y , en cuanto al este,
h asta el U rug uay , con el paso del tiem po y la densifi cació n de las re-
laciones sociales y territoriales, fueron tím idam ente recortados por
el oeste y por el sur. F ue por ello q ue el eq uipam iento político del te-
rritorio al sur del Carcarañ á no se pensó b ajo la form a de la creació n
de un nuev o cuerpo político, sino desig nando un juez rural para un
á rea im precisa.
U n alcalde de h erm andad fue desig nado com o m á x im a autoridad
en el á rea. Cuando la capilla del pag o ( curato desde 1730 ) dev ino
v illa, en 1823, la Junta de Representantes le otorg ó el título de pue-
b lo y con é l, desig nó desde entonces alcaldes m ay ores q ue tuv ieron
sede efectiv a com prob ab le en la m ism a desde 1825. L a ú ltim a au-
toridad q ue concentró g ob ierno y justicia antes de q ue se otorg ara
a Rosario el título de ciudad fue el juez de paz , potestad b ajo la cual
estuv o la v illa desde la supresió n del cab ildo santafesino en 1833 y
h asta q ue se la conv irtiera en ciudad y se desig nara para encab ez ar-
la un Jefe P olítico.
E n todos los casos, tras la desig nació n de estas autoridades sub -
y acía la idea seg ú n la cual org aniz ar el territorio tenía com o princi-
pal activ idad propender a la policía ( a la conv iv encia) : refrenar los
ex cesos ( pretender de la presencia un efecto depresiv o de la delin-
cuencia) , poner en orden la cam pañ a, ev itar ab usos y , sob re todo,
g arantiz ar una recta adm inistració n de la justicia. E stas eran las ex -
pectativ as m anifi estas q ue las autoridades santafesinas alim enta-
b an tanto respecto de los coloniales alcaldes de h erm andad com o
de alcaldes m ay ores y jueces de paz . E n la prá ctica, claro está , pre-
tendieron esto y m uch o m á s: adh esió n, lealtad y un cierto g rado de

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52 Historia del Concejo Municipal de Rosario

discrecionalidad q ue, si a la distancia se nos antoja alg o ab errante,


en los tiem pos q ue corrían esos atrib utos form ab an parte de arrai-
g adas concepciones del ejercicio del poder político q ue conv iv ían
m á s o m enos incó m odam ente con los m oderniz adores atrib utos
discursiv os de prá cticas electorales y ex traordinarios cam b ios en el
lé x ico y el leng uaje político y cotidiano. N o ob stante, la concepció n
del eq uipam iento territorial ex presada en las desig naciones y los
reg lam entos de justicia de la é poca, por ejem plo, no só lo ex presa
una concepció n indivisa de los poderes sino, com o se v erá , una m á s
añ osa contig ü idad entre ó rdenes ideales y reales, entre ley es div i-
nas y terrestres, q ue atrav iesa el periodo rev olucionario y no deja de
h acerse sentir h asta entrada la seg unda m itad del sig lo X IX .

Es os funcionarios ambulantes: los a lca lde s de la s a nta


h e rm a nda d4 7
E ntre 1725 y h asta 1823, el P ag o de los A rroy os – siem pre depen-
diente de la ciudad de S anta F e– estuv o sujeto a uno de los dos al-
caldes de la santa h erm andad q ue el cab ildo santafesino desig nab a
para sus distritos “ rurales”. A sí, la prim era autoridad de la m onar-
q uía desig nada sob re estos territorios fue uno de los alcaldes de
h erm andad q ue, com o cada añ o, el cab ildo santafesino elig ió el pri-
47 L a desig nació n de é stos está re-
m er día de 1725.48 g istrada para B uenos A ires desde
160 6 y para S anta F e, desde 1616:
S e trata de un ofi cio de orig en castellano q ue fue recreado en recordar q ue no h ay actas entre
1596 y 1615.
m uch os cab ildos h ispanoam ericanos. S eg ú n las L ey es de Indias,
conv enía desig nar prov inciales o alcaldes de la h erm andad por las 48 E l acta ( T . IX , ff 216 a 218) consig -
na a Capitanes F rancisco de P á ez
distancias q ue h ay de unas pob laciones a otras y refrenar los ex ce- y F rancisco de F rías, sin aclarar
sos cometidos en lug ares y ermos, y despob lados, por la much a g ente q ue F rías lo era para los A rroy os
( esta certez a surg e de otros do-
ociosa, vag ab unda y perdida, q ue vive en ellas, con g rave detrimento cum entos, no de las actas) . L a
de los caminantes, y personas, q ue h ab itan en partes desiertas, sin desig nació n q ue especifi ca cuá l
vez indad, ni comunicació n de q uien los ay ude en las necesidades, de los alcaldes de la h erm andad
es para el P ag o de los A rroy os se
rob os, é injurias q ue padecen. 49 reg istra por prim era v ez en 1734.

A lg unos autores, en funció n de lo q ue ex presa la norm ativ a, pien- 49 Recopilació n de 1 6 8 0 , L ey 1ª , T í-


tulo 4to, L ib ro V .
san q ue este ofi cio se justifi cab a por el b andidism o o pillaje rural.50
50 V E L A CO RRE A , A ndré s Mauricio
E nsinck defi nió la h erm andad com o “ … una especie de cuadrilla o D e las instituciones penales y los
ronda de g ente arm ada, org aniz ada para la persecució n de m alh e- juicios criminales en la colonia
ch ores y salteadores de cam inos” y al alcalde de la santa h erm an- neog ranadina ( 1 7 1 8 -1 8 1 0 ) , P U J
– F ac. de Cs. Jurídicas, B og otá ,
dad com o su jefe.51 O ts Capdeq uí, precisa q ue su á m b ito de com - 20 0 0 .
petencia era “ ..la v iolencia o h eridas en despob lado con fug a del 51 E N S IN CK , O scar L uis H istoria
autor del delito, q ueb rantam iento de m orada, v iolació n, resistencia Institucional de Rosario, U N L ,
a la justicia...”.52 E duardo S ag uier, sig uiendo a S á enz V aliente, afi rm a S anta F e, 1967, p. 62.

q ue “ … representab an el control urb ano de la cam pañ a. A h í com - 52 O T S CA P D E Q U Í , José María H is-
toria del D erech o E spañ ol en
partían el control con el correg idor o protector de naturales, q uien Amé rica y del D erech o Indiano,
h ab ía sido desig nado asim ism o por el Cab ildo, y con m ay ordom os Madrid, 1968, p. 156.

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O rg aniz ar la ex tensió n 53

y capataces de ch acras y estancias.” 53 S in em b arg o, lo q ue aparece


m uy claram ente ex presado en las ley es de Indias, es la pretensió n
de ejercicio de una funció n moderadora de los ex cesos ( “ refrenar-
los”) de la g ente perdida ( la q ue no v iv ía en policía) y un aux ilio para
las “ personas q ue h ab itan en esas partes desiertas” ( las q ue viven
b ien) en las necesidades, rob os e injurias. T odo esto suponía q ue el
alcalde de la santa h erm andad fuera el justicia, lé ase, aq ué l q ue en
nom b re del rey , a la v ez juz g a y castig a sob re delitos q ue pudieran
suponer pé rdidas m ateriales o inm ateriales – com o en el caso del
h onor y la h onra. E ran eleg idos por el cab ildo – los alcaldes ordi-
narios y los reg idores– en la prim era sesió n del añ o y , com o otros
ofi cios, deb ían ser confi rm ados por el v irrey ( esto, com o y a estudié
en otros casos, era un form ulism o q ue, ocasionalm ente, podía ser
ex ig ido cuando se q uería poner palos en la rueda a alg uien) .54

Alca lde s de la h e rm a nda d de l Pa g o de los Arroy os


F rancisco F rías, F rancisco J im é nez , V alenciano J i-
m é nez , Juan G onz á lez de S etú b al, Juan de F rutos,
Juan G ó m ez Recio, P edro de A cev edo, Juan Cab ral
de Melo, José B eneg as, D ieg o de L edesm a V alderra-
m a, Juan B eró n, P edro Manuel de A rism endi, Juan
B autista de A lz ug aray , F rancisco de L oay sa y L arre-
ta, B onifacio de B arrenech ea, F rancisco P aé z , José
A ntonio Z alaz ar, S antiag o Monteneg ro, V ictoriano
G ó m ez Recio, T om á s G ay oso, Jorg e Montiel, Juan
José Morcillo B ay lador, José B onifacio de A g uiar,
D om ing o de los Ríos, Mig uel G eró nim o de A cev edo,
F rancisco A ntonio G onz á lez , P edro U rraco, José B e-
nítez , B artolom é Calderon, Juliá n A lz ug aray , L á z aro
B asualdo, P edro Rodríg uez , Mateo F erná ndez , Ig na-
cio de Ch av arria, A ntonio V á z q uez , Ram ó n A rriola,
F rancisco A ntonio. F erná ndez , G reg orio Cardoz o,
G ab ino de A cev edo, Cay etano P ortillo, José de Ro-
ch a, N icolá s Carb onell, V entura Correa, P edro Mo-
reno, José T ib urcio B eneg as, Mig uel A lcá z ar, Juan
53 S A G U IE R, E duardo L as h eg emo- Manuel de la S ierra, D ieg o Rodríg uez , Juan F erm ín
nías en el Río de la Plata colonial
y moderno. Confl ictos, g uerras y
de Z ab ala, Isidoro N og uera, Manuel V idal, F rancisco
acuerdos políticos ( 1 6 0 0 -1 8 8 0 ) , F erná ndez , A lejo G randoli, Constantino Carb onel,
edició n electró nica, Cap. 1. B ernardino Moreno, P edro S alces, F elisardo P iñ ero,
54 B A RRIE RA , D arío “ Resistir al N icolá s Cardoso de la V eg a, S antiag o Correa, F ran-
T eniente con la letra del Rey : la cisco Carb onel y A ntonio E sq uiv el
confl ictiv a relació n del Cab ildo
de S anta F e con la G ob ernació n E N S IN CK , O scar H istoria Institucional de Rosario ( 1967) , pp. 66-67.
del Río de la P lata durante los
añ os 1620 ”, en D A L L A CO RT E ,
G ab riela, G A RCÍ A J O RD Á N , P i- E n alg unos casos ser desig nado alcalde de la santa h ermandad
lar, et al. ( coords.) H omog enei- b ien podía h acer h onor al cará cter de carg a y constituir todo un
dad, diferencia y ex clusió n en
Amé rica, U B , B arcelona, 20 0 6, castig o. L ux -W urm h a caracteriz ado esta desig nació n com o una pe-
pp. 65-72. lig rosa y molesta responsab ilidad.55 D e cualq uier m odo, el cab ildo

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54 Historia del Concejo Municipal de Rosario

de B uenos A ires tenía jurisdicció n sob re unas cam pañ as q ue, h acia
fi nales del sig lo X V III y com ienz os del X IX , estab an densam ente po-
b ladas y rev estían im portancia econó m ica. P or este m otiv o, conse-
g uía q ue los desig nados en el ofi cio se h icieran carg o. A lg unas cifras
parecen apoy ar esta afi rm ació n, puesto q ue h acia 1810 el cab ildo
porteñ o h ab ía desig nado v eintidó s alcaldes de h erm andad en idé n-
tico nú m ero de distritos. S urg idos de la seg m entació n de antig uas
jurisdicciones o de la form ació n de nuev as en las z onas de frontera
g anadas a los territorios indíg enas, el nú m ero de juz g ados de paz
– jurisdicció n q ue reem plaz ó a la de los alcaldes de la h erm andad
tras la supresió n de los cab ildos de B uenos A ires y L ujá n en 1821–
era de 29 en 1822 y de 48 en 1852.56
Cerv era sostiene q ue el prim er alcalde de la h erm andad se env ió a
los A rroy os en 1733 “ … para poder interv enir en dem andas h asta 50
pesos y q ue en otras causas crim inales lev ante sum arios tray endo al
Cab ildo los autos para prov eer.”57 Y o encuentro la prim era desig na-
ció n en la sesió n de prim ero de añ o de un alcalde de la h erm andad
para los pag os de Coronda y los arroy os en 1734 ( S g to. m ay or P edro
de A cev edo) 58 y el seg undo, se defi nía, para los pag os de la otra b anda
del P araná . Hasta entonces, no se especifi cab a en las desig naciones del
cab ildo santafesino cuá l era el partido de jurisdicció n de los alcaldes
de la h erm andad. S in em b arg o, el prim ero v ino en 1725.
E l prim er alcalde de h erm andad destinado por el cab ildo santa-
fesino a la v ag a jurisdicció n del P ag o de los A rroy os, sab ía q ue en
esta plaz a no h ab ía un solo pob lado im portante, sino alg unas suer-
tes de estancia con una antig ü edad q ue no ex cedía los treinta añ os.
N o le dio, el cab ildo santafesino, ni casa ni asiento, pues no h ab ía 55 L U X -W U RM, Herná n Carlos “ U n
allí pob lado: só lo una capilla rodeada por un caserío disperso. Juan curioso padró n de notab les del
Á lv arez caracteriz ó a este prim er alcalde de h erm andad com o un P ag o de los A rroy os en 1797”, en
B oletín del Instituto Arg entino
“ … funcionario am b ulante, recorredor de cam pañ as m al delim ita- de Ciencias G enealó g icas, tom o
das… ”. X V III, nú m . 1999, B uenos A ires,
m ay o-junio 1997, p. 38.
A poco de asum ir, el 8 de enero de 1725, F rancisco de F rías – tal su 56 G E L MA N , Jorg e “ Justice, é tat et so-
nom b re– presentó al Cab ildo un peq ueñ o m em orial donde afi rm a- cié té . L e ré tab lissem ent de l’ordre
b a q ue, h ab iendo salido a recorrer el partido, no podía sab er h asta à B uenos A ires aprè s l’indepen-
dance ( 1810 ) ”, en É tudes Rurales,
dó nde lleg ab a. L ejos ib a en su pedido, el fl am ante alcalde, pidiendo nú m . 149-150 , janv ier-juin 1999,
se le aclarara no solam ente un deslinde y h asta q ué paraje lleg ab a p. 113.
su autoridad, sino adem á s “ … se le dig a por ex preso escrito [ … ] para 57 CE RV E RA , Manuel H istoria de la
q ué se q uiere”.59 E l h om b re no sab ía cual era ni su jurisdicció n ni sus ciudad y provincial de Santa F e,
U N L , S anta F e, 1979 [ 190 7] , tom o
atrib uciones. II, p. 45.
A unq ue esto ú ltim o podría ser discutib le m á s allá de la consulta 58 A G S F , A CS F , T om o X , ff.190 a 192.
puntual, puesto q ue F rías h ab ía sido electo y a alcalde de la h erm an- 59 A G S F , T om o IX , f. 219. Á L V A RE Z ,
dad por sus pares santafesinos en 1717.60 Juan H istoria de Rosario… , cit., p.
35.
Cuando en 1748 F rías m urió , cerca de la capilla de los arroy os, 60 A G S F , A CS F , T om o V II, ff. 311 a
fue enterrado de limosna – com o un v ecino pob re. F ue desig nado 313.

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O rg aniz ar la ex tensió n 55

alcalde de la h erm andad para el pag o de los A rroy os en 1736, 1742


y 1748.61
A l ig ual q ue sucedió con los curatos, la prox im idad de los arroy e-
ros del norte con B uenos A ires rá pidam ente produjo el recelo de los
santafesinos. L as autoridades de la ciudad porteñ a preferían enten-
derse directam ente con el alcalde de la h erm andad de la Capilla del
Rosario. S in em b arg o, y desde los prim eros añ os de su desig nació n,
es ev idente q ue el cab ildo santafesino esperab a de sus v ecinos des-
tacados en este partido un claro apoy o a sus propios intereses: en
1742, por ejem plo, se otorg a al propio F rancisco de F rías los poderes
sufi cientes para q ue deteng a la emb arcació n de g anado vacuno, g ra-
sa y seb o del partido de los Arroy os con destino a Có rdob a, Mendoz a,
S an Juan y B uenos A ires: se esperab a q ue la producció n de estas
estancias, realiz ada b ajo jurisdicció n santafesina, sirv iera para el
ab asto de esta ciudad y no de otras.62 L o m ism o se le com isionab a
para denunciar si lleg ab an a la capilla em b arcaciones desde el P a-
rag uay q ue no pasaran por la g uardia de S anto T om é .
E stos alcaldes conv iv ieron con otro tipo de autoridades q ue re-
cib ían ó rdenes del m ism o g ob ernador: alg unas formales –com o los
jefes de las g uardias de alg unos parajes rib ereñ os q ue ob edecían al
g ob ernador a v eces soliv iantando a sus tenientes en el cab ildo santa-
fesino– y otras informales –com o los patrones de estancia.
S in em b arg o, lo q ue era central tanto en la div isió n de los unos y
los otros así com o en la producció n de delincuentes entre los h ab i-
tantes de las cam pañ as de com ienz os del sig lo X IX era la cuestió n
de la leva.
L a principal fuente de producció n de delincuentes era, por otra
parte, la inform ació n proporcionada por los m ism os v ecinos, el ru-
m or o b ien la fama de los sujetos desv inculados. Manuel V idal, al-
calde de la h erm andad en el P ag o h acia 180 8, no lo pudo poner m á s
claro: y q ue por lo q ue respecta a limpiar el partido de ociosos, vag os
y mal entretenidos, se suplica asimismo a V E se sirviese mandar a
los mismos, ofi ciales q ue procediesen a la apreh ension de aq uellos
q ue de pú b lica voz y fama estan notados de vag amundos y ladrones
61 E n 1745 aparece otra v ez desig -
cuatreros [ … ] pero si a modo de leva se ech ase mano de estos perdi-
nado com o alcalde de la h er- dos para tenerlos sujeto en alg un ejercicio, por semejante camino se
m andad, aunq ue no dice de los limpiaría la campañ a.63
arroy os A G S F , A CS F , T om o X I, f.
251-53. L a desig nació n de 1748
en A CS F , X I, f. 420 -21.
62 S esió n del cab ildo del 3 de ab ril
de 1742 – A G S F , T om o X I, ff. 86-87
– V é ase tam b ié n la del 5 de m ay o
del m ism o añ o, A CS F , T om o X I,
ff. 87-88.
63 A G N , S anta F e, 180 7-180 9, S ala
IX , 20 -5-7.

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E l eq uipam iento polí tico
del territorio
L a ilustre y f iel V illa del
Rosario
( 1823-1852)

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5 por
D arío G . B arriera

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L os alcaldes de la santa h erm andad fueron desig nados para el
P ag o de los A rroy os h asta 1823. A unq ue se h ab ía otorg ado a Rosario
el título de Ilustre y F iel v illa en 1823, la Junta de Representantes le
reconoció estatuto de pueb lo recié n en 1826. D urante 1824 y 1825
h ub o un impasse de autoridades residentes. S i b ien h ab ía un alcalde
m ay or desig nado para la ciudad, las pocas causas judiciales escritas
tenidas en la jurisdicció n de los A rroy os para esos dos añ os fueron
seg uidas por jueces comisionados del superior g ob ierno en v irtud de
ofi cios fi rm ados por el alcalde m ay or de la v illa.64
L os alcaldes may ores, seg ú n la ley prim era del prim er título del
q uinto lib ro de la Recopilació n de 1680 , eran sob re todo adm inis-
tradores de justicia q ue se desig nab an en ciudades q ue no eran
sede de g ob ernació n ni de correg im ientos. E ran ofi ciales de la m o-
narq uía h ispá nica. S i b ien la v oz alcalde refi ere siem pre al juez g o-
b ernador ( por su etim olog ía á rab e) el alcalde m ay or era sob re todo
un justicia may or en su distrito.65
E n las ciudades rioplatenses, q ue nunca fueron sede de correg i-
m iento, la fi g ura m á s cercana en lo q ue concierne a las funciones
fue el teniente de g ob ernador – q uien, com o é l en la P enínsula, pre-
sidía el cab ildo y estab a facultado para oír en causas de prim era ins-
tancia. E sta eq uiv alencia puede com prob arse cuando G aray realiz ó
dos nom b ram ientos ( de alcalde m ay or y de teniente g ob ernador) ,
con las m ism as atrib uciones.
S i b ien no parece h ab er g randes nov edades en m ateria de ad-
m inistració n de justicia h asta la supresió n del cab ildo a fi nales de
1832, entre 1819 y 1826 pueden detectarse dos m om entos en los
cuales la b alanz a de la tensió n entre el g ob ernador y los org anis-
m os de g ob ierno de la ciudad y de la nuev a jurisdicció n prov incial
b asculan.
E n m edio de una feroz g uerra civ il, los ejé rcitos porteñ os estab an
arrasando el territorio santafesino: B alcarce saq ueó z onas rurales
e incendió la V illa del Rosario en enero de 1819; se estab leció en el
sur del Carcarañ á y el 12 de ab ril se fi rm ó el armisticio de San L o-
64 A MHP RJ M – A T – I – 1, ex p 1-11.
renz o. E ste fue env iado al Cab ildo para su aprob ació n y del m ism o
65 T odav ía lo sig ue siendo en Co- salió fortalecido com o líder de la autonom ía prov incial E stanislao
lom b ia, donde es la suprema au-
toridad distrital seg ú n la Consti- L ó pez , q uien se separó defi nitiv am ente de A rtig as. E n julio se re-
tució n de ese país. unió una asamb lea q ue proclam ó g ob ernador a L ó pez . E ste encar-
66 T A RRA G Ó , G riselda D e la auto- g ó a la asam b lea la redacció n de un estatuto, q ue lueg o rech az ó por
nomía a la integ ració n, T om o V encontrarlo dem asiado moderno, dado q ue lim itab a enorm em ente
de la N ueva H istoria de Santa F e,
L a Capital, Rosario, 20 0 6, p. 34
las facultades del g ob ernador. P or lo tanto é l m ism o presento otro,
pero lo h iz o ante el Cab ildo, q ue lo aprob ó en ag osto de 1819.66
67 T A RRA G Ó , G riselda y B A RRIE -
RA , D arío Adió s a la Monarq uía, E ste docum ento es considerado la prim era carta constituy ente
T om o IV de la N ueva H istoria
de Santa F e, L a Capital, Rosario, de la prov incia y fue el referente de org aniz ació n institucional do-
20 0 6, ú ltim o capítulo. m inante h asta 1841, cuando se dictó la Constitució n prov incial.67

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60 Historia del Concejo Municipal de Rosario

D el m ism o surg e con claridad q ue el g ob ernador retenía capaci-


dades ejecutiv as, leg islativ as y judiciales y los poderes sufi cientes
para h acer y desh acer con otros jefes prov inciales. L a antig ua junta
de representantes o de com isarios, m eng uab a las atrib uciones del
cab ildo: a su carg o q uedab a lo político y la adm inistració n de la jus-
ticia q uedab a en m anos de los alcaldes del cab ildo. E l artículo 34
afi rm ab a q ue la adm inistració n de justicia continuab a en el mismo
orden g uardado h asta el presente. S in em b arg o, el artículo 29 de este
estatuto ( q ue adem á s propug nab a la separació n de poderes...) fa-
cultab a al g ob ernador para sentenciar rev ocar o confi rm ar en ape-
lació n las causas civ iles y crim inales.
E n feb rero de 1826 esta capacidad “ de derech o” del g ob ernador
para interv enir fue recortada con la creació n del T rib unal de A lz ada
de la prov incia: pero cab e recordar q ue L ó pez , adem á s de tallar en
la elecció n de sus integ rantes, se reserv ó tanto la capacidad de re-
m ov erlos ( si esto fuera de utilidad pú b lica, art. 4) así com o de poner
el “ cú m plase” en las defi nitiv as ( art. 2) .
L a prueb a de la estrech a relació n entre este trib unal “ indepen-
diente” del poder ejecutiv o prov incial con el g ob ernador L ó pez fue
q ue los tres v ocales q ue el m ism o desig nara por decreto el 1 de ab ril
de 1826 no fueron rem ov idos h asta la desaparició n del m ism o tri-
b unal a fi nales de 1832, cuando se intentó una nuev a org aniz ació n
judicial.
L a rev olució n, q ue h ab ía introducido tantos cam b ios en las ideas
y en el v ocab ulario, no h ab ía podido h acer m uch o con alg unos ofi -
cios de la m onarq uía y sob re todo, era difícil desterrar del v ocab ula-
rio, del im ag inario y h asta de los esq uem as institucionales alg unas
desig naciones q ue, com o la del funcionario q ue estam os tratando,
aunab an g ob ierno y justicia. E n plena era rivadaviana, coex istían
en S anta F e un g ob ernador prá cticam ente om nipotente, un cab il-
do donde, h asta fi nales de 1832 se atrinch eró un sector de la elite
santafesina b astante funcional al m ism o g ob ernador, una junta de
representantes donde se ab roq uelab a corporativ am ente otro sector
de la elite m enos am ante de los priv ileg ios corporativ os de la colo-
nia pero en ab soluto sum isa a los m andatos de B uenos A ires y , en
el reg istro de instituciones destinadas al g ob ierno de la cam pañ a, la
desig nació n de alcaldes de la santa h erm andad para Coronda o P a-
raná conv iv ía con la de alcaldes m ay ores para la v illa de Rosario. E n
este escenario, h ay q ue ag reg ar q ue los alcaldes m ay ores de la v illa
del Rosario tenían b ajo su autoridad a jueces com isionados.
N o ob stante lo am puloso q ue pudiera sonar com o desig nio por
sus connotaciones peninsulares o h ispanoperuanas, el de alcalde
may or de la villa del Rosario no parece h ab er sido un carg o m uy
apetecido: en m enos de seis añ os, lo ocuparon och o h om b res y ,

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E l eq uipam iento polí tico del territorio L a ilustre y fi el V illa del Rosario ( 18 23 - 18 5 2) 61

aunq ue dos de ellos lo h icieron por dos v eces, estas reiteraciones


no parecen h ab er respondido a un auté ntico entusiasm o.68 N ing u-
no de los desig nados consig uió alcanz ar el fi nal del periodo de su
nom b ram iento: todos se fueron antes, renunciando.69 E ntre m u-
ch os papeles ofi ciales y aparentem ente ab urridos docum entos, el
Reg istro O fi cial de la P rov incia de S anta F e conserv a no só lo alg u-
nas actas de nom b ram ientos de alcaldes m ay ores, sino tam b ié n el
curioso pedido desesperado de una m adre: se trata de la m adre de
Juan José B eneg as, q ue solicitab a al g ob ernador ex im iera a su h ijo
de la pesada carg a q ue suponía la desig nació n… 70
E ntre los alcaldes m ay ores de la v illa del Rosario y los alcaldes de
h erm andad q ue el cab ildo santafesino desig nab a para el P ag o de
los A rroy os h ub o una diferencia im portante en lo q ue concierne a
la relació n entre su desig nació n y la territorialidad del ejercicio de
su ofi cio: los alcaldes m ay ores eran funcionarios conceb idos com o
residentes en la v illa y , adem á s, no recorrían personalm ente la cam -
pañ a.
E n el á m b ito de la ciudad, los alcaldes m ay ores de Rosario lev an-
tab an las sum arias por sí m ism os y tom ab an las testim oniales.71 N o
68 Juan P ab lo V idal, A ntonio E sq ui-
v el, José B ay g orri, Juan José B e- dictab an sentencias por escrito: reunían los testim onios, dab an for-
neg as, Mariano P iñ ero, Manuel m a al inform e y env iab an la causa directam ente al g ob ernador de
A lcocer, T om á s Martínez , José
V aleriano G aray lueg o nuev a-
la prov incia. Cuando alg ú n paisano de la cam pañ a req uería de los
m ente E sq uiv el y por ú ltim o de serv icios de la justicia, m andab a pedir el env ío del correspondiente
nuev o G aray . juez comisionado.72 T am b ié n solían ( y deb ían) h acer consultas a sus
69 E l fenó m eno lo h iz o notar y a E N - superiores en S anta F e – el g ob ernador y el alcalde ordinario.
S IN CK , O scar L uis H istoria insti-
tucional… , cit., p. 68. José B ay g orri, uno de los alcaldes m ay ores de la v illa, fue el autor
70 Reg istro O fi cial de la P rov incia de lo q ue q uiz á s pueda consig narse com o un curioso acto fallido
de S anta F e, T om o 1, p. 148. q ue se erig e com o fuente del estado m ental de los protag onistas
71 A MHP RJ M, A T , E P , T om o I, leg . 1, de aq uellos cam b ios institucionales e im ag inarios: el 7 de ab ril de
E x pte. 4.
1826, env iando al g ob ernador una inform ació n sob re un ab ig eato
en el pag o de S an L orenz o, fi rm ó com o alcalde m ay or de la h erm an-
72 A MHP RJ M, A T , E P , T om o I, leg . 1,
E x pte. 3, 5. dad y llam ó al nov ísim o juez de paz de S an N icolá s de los A rroy os
73 A MHP RJ M, A T , E P , T om o I, leg . 1,
“ alcalde de paz ”.73
E x pte. 5.
A diferencia de lo q ue se req uería de su h om ó nim o peninsular
74 A l respecto la leg islació n fue re- h asta el periodo b orb ó nico, este alcalde m ay or de la v illa del Ro-
copilada en la N ovísima, V II, 11,
16. N o ob stante, h ay q ue señ alar sario no deb ía ser letrado u h om b re consag rado por la ciencia y ex -
q ue “ E l sig lo X IX se inicia para los periencia, com o lo ex ig ía para aq uellos la petició n 28 de las Cortes
alcaldes m ay ores con un recorte
b rutal del niv el de conocim ien-
de Madrid de 1579.74 N ing uno de los h om b res q ue ejerció el carg o
tos al anular prá cticam ente la fue un h om b re de letras. E sto no es ex trañ o, m enos aú n si se tiene
ex ig ente preparació n acadé m i- en cuenta, por ejem plo, las discusiones q ue se desarrollab an coetá -
ca de antañ o.” de B E RN A RD O
A RE S , José Manuel E l poder mu- neam ente en el Cong reso G eneral Constituy ente. E l 24 de ab ril de
nicipal y la org aniz ació n políti- 1826, pocos días despué s de q ue B ay g orri inm ortaliz ara el confuso
ca de la sociedad, U niv ersidad
de Có rdob a, Có rdob a ( E spañ a) , estado con el cual se representab a m entalm ente ofi cios propios,
1998, p. 285. ajenos y , en sum a, la cartog rafía institucional de la cual era arte y

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62 Historia del Concejo Municipal de Rosario

parte, el m encionado Cong reso h ab ía tratado un proy ecto del dipu-


tado A costa, tendiente a prioriz ar en la selecció n para plaz as de ju-
dicatura solam ente a “ … el q ue fuera m ay or de 26 añ os cum plidos,
y letrado recib ido con seis añ os al m enos de ejercicio pú b lico.”75
Juliá n S eg undo de A g ü ero, m inistro de g ob ierno de Riv adav ia, co-
incidió con A costa en la b ú sq ueda de las m ejores aptitudes en los
candidatos, pero frenó el proy ecto a partir de dos consideraciones
prag m á ticas: q ue el G ob ierno consultab a y pedía conocim ientos
a los q ue pueden dá rselos y , ag reg ó , en ese instante, la carrera de
ab og ado se encontrab a en el país sin reb oz o. A g ü ero soltó tam b ié n
otra suerte de v erdad a g ritos: si por alg ú n sitio h ab ía q ue em pez ar,
no era é ste el de los m á s b ajos peldañ os de la justicia: la Cá m ara
de A pelaciones no h ab ía conseg uido aú n diferenciarse m uch o de
las antig uas A udiencias, “ … de m odo q ue para em pez ar a reform ar
la adm inistració n de justicia era necesario em pez ar a org aniz ar la
m ag istratura tal cual corresponde a los principios q ue se h ab ían
proclam ado… ”.76
N o era ex cepcional, entonces, q ue no fueran h om b res letrados,
pero tam poco q ue fueran h om b res de acció n. N o h ab ían aprendi-
do ley es en U niv ersidades, pero tenían conocim ientos prá cticos y
prestab an el serv icio q ue la h ora req uería.
E l carg o de alcalde m ay or no era profesionaliz ado ni rentado.
Cab e preg untarse, entonces, có m o h acían estos funcionarios para
ob tener el dinero o los recursos con los cuales m antenerse, o de q ué
m anera considerab an retrib uida la funció n q ue desem peñ ab an.
D e aq uello q ue h a q uedado reg istro, puede deducirse q ue alg uno
de sus ing resos prov enía de las percepciones q ue realiz ab an para el
g ob ierno prov incial, entre las cuales se contab a la recaudació n de
m edidas y sellos ( distrib ució n de sellos autoriz ando alm udes y v a-
ras, pesos y m edidas) .77 S eg ú n se desprende de la correspondencia
q ue el alcalde m ay or m antenía con el g ob ernador, el m ecanism o
era el sig uiente: el g ob ierno prov incial env iab a los sellos para auto-
riz ar pesos y m edidas, el alcalde realiz ab a la v isita a los pulperos ( de
q uienes prev iam ente h ab ía percib ido un g rav am en por h ab ilitació n
para todo el añ o) y les cob rab a. L ueg o env iab a la lista al g ob ernador
donde le inform ab a de lo recaudado para q ue dispong a.

75 L E V E N E , Ricardo H istoria del


D erech o Arg entino, T om o V I,
B uenos A ires, 1951, p. 226.
76 L E V E N E , Ricardo H istoria… , cit.,
p. 227.
77 A G S F – Ministerio de G ob ierno,
S ecció n G ob ierno, T om o III -
E x pte. 8, N otas del A lcalde May or
de la V illa del Rosario, f. 269.

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E l eq uipam iento polí tico del territorio L a ilustre y fi el V illa del Rosario ( 18 23 - 18 5 2) 63

E n ocasiones, el alcalde adjuntab a a la lista cartas com o esta:

2 1 de marz o de 1 8 3 2
Al G dor
E x cmo Sr.
E l Alcalde May or q ue fi rma, impelido de la g randio-
sa necesidad q ue siente el pueb lo de su carg o, con
respecto a la falta de sellos y medidas para el mejor
reg lamento del comercio no ocultandosele al in-
frascripto q ue las poderosas atenciones de SE no le
h ab ian permitido el prefi jarse en esta medida, de la
q ueal el q ue sub scrive h iz o reminicensia a SE con fh a
mas posterior h a tomado la resolucion con esta fh a
de dirig irse a la H M tanto sob re esta solicitud q uanto
a la peticion q ue h ig ualmente h iz o a SE sob re una
q uota ascig nativa q ue le proporcione al q ue fi rma el
costo del ropag e q ue necesita para poderce precentar
con la desencia q ue req uiere el empleo q ue ex erce.
E l q ue rub rica tiene la g ran [ v] satisfaccioin de cono-
ser q ue la alta consideracion de SE penetrara lo justo
de su solicitu a la q ue lo [ sirve] estar de empelo y su
limitada fortuna.
Q uiera SE admitir la seg uridad de q ue este cauz al
poderoso es el q ue le h ase al q ue rub irica rey terar su
soclicitud la q ue pareciendole a su vez q ue h es de una
justicia espera sedig ne SE proveer como estime por
mas conb iene con arreg lo a su solicitud; admitiendo
al mismo tiempo las concideraciones del may or res-
peto, con q ue tiene el h onor de saludar a SE
V aleriano G aray
A G S F , Ministerio de G ob ierno, S ecció n G ob ierno, T om o III, f. 266
[ se conserv ó ortog rafía y g ram á tica orig inales]

E l alcalde m ay or de la v illa del Rosario no solam ente refrescab a


la m em oria del g ob ernador para q ue le env iara los v itales sellos
– sin los cuales no h ab ía cob ranz a– sino q ue le pedía q uedarse con
el m onto de lo recaudado para cub rir una “ cuota asig nativ a” q ue
le perm itiera v estirse con ropas acordes a su ofi cio, com o escrib ió
V aleriano G aray , q ue tam poco desaprov ech ó la ocasió n para
recordar q ue tenía una lim itada fortuna, para poderce precentar con
la desencia q ue req uiere el empleo q ue ex erce...
L os alcaldes m ay ores no tuv ieron un asiento fi jo para desarrollar
sus tareas: el ofi cio se desem peñ ab a sin sede, no tenía una referencia
edilicia. D e esto tam b ié n nos enteram os por la correspondencia:

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64 Historia del Concejo Municipal de Rosario

el m ism o V aleriano G aray , el ú ltim o y el m á s prolífi co de los


alcaldes m ay ores de la v illa, com entab a al g ob ernador q ue se
estab a construy endo una casilla para el resg uardo en la tierra de
los Correa.78 A diferencia del alcalde de la h erm andad, no v isitab a
el partido personalm ente sino a pedido del g ob ernador. Much as
v eces no conocía personalm ente en las causas q ue se lab rab an en
los parajes de su jurisdicció n porq ue allí se env iab a a comisionados,
o jueces comisionados.
E stos jueces com isionados, aunq ue eran env iados en nom b re del
m ay or g ob ierno de la prov incia, en realidad fueron eleg idos por los
propios alcaldes m ay ores. D eb ían h acer una sum aria, tom ando las
declaraciones del caso, y rem itirlas al alcalde m ay or de la v illa para
q ue el m ism o determ inara lo q ue fuese de su superior ag rado. F ue-
ron reclutados entre la g ente de los propios parajes, g ente del lug ar,
q ue casi nunca tenía instrucció n letrada.
N o eran infrecuentes, entonces, casos com o los de Cipriano G uar-
dia, natural del paraje del A rroy o de P av ó n, q ue fue com isionado en
el partido de los A rroy os, m á s precisam ente en el paraje de P av ó n,
aunq ue no podía siq uiera escrib ir su fi rm a.79 E sta justicia, q ue se-
g uía siendo siem pre justicia y g ob ierno, era cada v ez m á s local.
Y de la ex tracció n local de jueces, com isarios y com isionados se
enorg ullecía el alcalde m ay or V aleriano G aray , q uien despué s de v i-
sitar el partido durante diez días, escrib ió al g ob ernador L ó pez

V illa del Rosario, 15 de junio de 1832


E l D epartamento se encuentra en el g ose de la mejor
felicidad para sus avitantes y estos muy satisfech os
con los jueses de sus distritos de q uienes el q ue h ab la
no tiene el menor motivo de q ueja en el desempeñ o
q ue ellos le precentan h asta la fh a pues al efecto el
infrascripto adoptó la medida de: para formular el
nomb ramiento de cada uno de estos pedaneos, orien-
tarse primero para los mas de los vecinos del distrito,
aseg urando con tiempo la vase del deceo [ v] á q ue SE
se dirig e y este h es el lucro q ue por h oy se disfruta de
h allarse todos satisfech os.
A G S F , Ministerio de G ob ierno, S ecció n G ob ierno, T O MO III, E x p.
8, f. 273.

78 A G S F – Ministerio de G ob ierno,
S ecció n G ob ierno, T om o III -
E x pte. 8, N otas del A lcalde May or
D e la m ism a m anera q ue lo h icieron antes los alcaldes de la h er- de la V illa del Rosario, f. 270 .
m andad y com o lo h arían lueg o los jueces de paz , los alcaldes m a- 79 A MHP RJ M – A T – E P – T om o I,
y ores de la v illa del Rosario fueron los encarg ados de elab orar los leg . 7, ex p. 3.

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E l eq uipam iento polí tico del territorio L a ilustre y fi el V illa del Rosario ( 18 23 - 18 5 2) 65

padrones para las elecciones de representantes, el control de los


reg im ientos de drag ones y la revista de la plaz a, donde presentab a
un inform e g eneral sob re las m ilicias. E n ausencia del com andante
m ilitar de la v illa del Rosario, el alcalde m ay or operab a com o co-
m andante interino de la m ism a. E l com andante m ilitar era el en-
carg ado de env iar la lista de los presos de la cá rcel de la v illa; estas
listas ponen de m anifi esto claram ente q ue los ex pedientes crim i-
nales corresponden a un frag m ento de la justicia adm inistrada, q ue
es la justicia ordinaria pero q ue h ab ía en la cá rcel de la v illa otra
cantidad de “ delincuentes” q ue no h ab ían sido encerrados despué s
de un proceso q ue dejara h uella escrita, sino q ue se les h ab ía ad-
m inistrado justicia sumaria. Com o sucedía tam b ié n en la cam pañ a
b onaerense, la necesidad de “ soldados” producía infractores, de-
lincuentes cuy o delito consistía en no portar papel o no tener re-
laciones territorialm ente estab les ( m atrim onio, dom icilio y ofi cio
conocidos, v ínculo con un patró n, etc.) , y esto los conv ertía en los
principales ob jetiv os de las “ lev as” para las m ilicias.80

L os j uz g a dos de p a z
B ajo el infl ujo de Riv adav ia, la nov ísim a prov incia de B uenos A i-
res era org aniz ada judicialm ente con una serie de m edidas im ple-
m entadas por el g ob ierno de Martín Rodríg uez en 1820 y 1821.
E stas m edidas incluían la supresió n de los cab ildos de B uenos
A ires y de L ujá n, el reem plaz o de los alcaldes de la h erm andad por
jueces de paz asistidos por tenientes de alcalde en cada cuartel, la
creació n de los juz g ados de prim era instancia ( letrados) y la institu-
ció n del carg o de jefe de policía para la ciudad y la cam pañ a. 81
L o sustancial de la reform a riv adav iana fue im plem entado en
S anta F e doce añ os m á s tarde. E s prob ab le q ue en la capital de
nuestra prov incia el cab ildo sub sistiera h asta el ú ltim o día de 1832
a causa de q ue el g ob ernador L ó pez lo interpeló y se apoy ó en é l
para enfrentar a la Junta al m om ento de la redacció n del E statuto y
80 G A RA V A G L IA , Juan Carlos “ A lcal- el reg lam ento de justicia, en 1819: si b ien L ó pez no tenía, a priori,
des de la Herm andad et Jug es de sus m ejores b az as en el cab ildo, la junta de com isarios ( o de repre-
P aix à B uenos A ires ( X V IIIe-X IX e
siè cle) ”, en É tudes Rurales, nú m s.
sentantes) le presentó un proy ecto de org aniz ació n para la prov in-
149-150 , janv ier-juin 1999, pp. cia q ue seg ú n su punto de v ista cercenab a sus poderes. L ó pez v etó
99-110 . F RA D K IN , Raú l “ ¿ ‘F as- ese proy ecto, com puso otro, lo env ió a la aprob ació n de la Junta y
cinerosos’ contra ‘cajetillas’? L a
confl ictiv idad social rural en el Cab ildo y ob tuv o inm ediatam ente la aprob ació n del seg undo: de
B uenos A ires durante la dé cada esta m anera, m ientras la Junta h oradab a las funciones del cab ildo y
de 1820 y las m ontoneras fede- é ste no retenía m á s q ue alg unas funciones m unicipales y la adm i-
rales”, en Illes i Imperis, nú m . 5,
B arcelona, 20 0 1, pp. 5-33. nistració n de justicia en prim era instancia en la ciudad, el Cab ildo
81 G A RA V A G L IA , Juan Carlos “ A lcal- se g ranjeó un cierto apoy o del g ob ernador terciando en el asunto de
des… ”, cit., p. 10 4. la redacció n del estatuto q ue la Junta no v eía con b uenos ojos.

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66 Historia del Concejo Municipal de Rosario

E l Cab ildo de S anta F e cesab a en sus funciones a partir del 1 de


enero de 1833, porq ue el g ob ierno prov incial lo suprim ió en octu-
b re de 1832. L a Junta de Representantes decretó , el 14 de enero de
1833, q ue el P oder E jecutiv o deb ía reg lar la adm inistració n interior
en todos sus ram os; el P oder E jecutiv o presentó un proy ecto q ue
fue conv ertido en ley el 28 de enero de ese añ o.
E sta ley es el Reg lamento Provisorio de Administració n de Justicia,
q ue fue incluido com o anex o de la Constitució n de 1841 y sob rev i-
v ió a L ó pez y a la prim era redacció n de la Constitució n N acional.
E n este Reg lamento se creab a un Juz g ado de P rim era instancia
en lo Civ il y Crim inal en la ciudad de S anta F e con jurisdicció n en
todo el territorio prov incial. T am b ié n creab a y reg ulab a la funció n
del juez de paz para la V illa del Rosario, cuy a jurisdicció n ordinaria
se ex tendía a todo el D epartam ento, con un sueldo anual de cien
pesos.82 D esde 1833, entonces, el g ob ierno “ civ il” ( no m ilitar ni re-
lig ioso) y la adm inistració n de la justicia de la V illa del Rosario y
de su partido q uedó en m anos de los “ jueces de paz ”. E sto fue así
h asta 1854, cuando se creó la jefatura política y de la m ano de la re-
org aniz ació n de la adm inistració n de la justicia a escala prov incial,
se desig nó por prim era v ez para la fl am ante ciudad de Rosario un
juz g ado civ il y crim inal.

A T RIB U CIO N E S D E L J U E Z D E P A Z D E L A V IL L A
D E L RO S A RIO :
E l Reg lamento estab lecía q ue el juez de paz “ … oirá
verb almente y sentenciará en defi nitiva toda deman-
da q ue le sea peculiar, con presencia del escrib ano y
sea su valor desde la cantidad de veinticinco pesos
h asta el ciento inclusive. P odía practicar arrestos por
el té rm ino de och o días; h acer cum plir las senten-
cias q ue im ponían pena de m uerte en delitos com e-
tidos en el departam ento; aseg urab a el orden pú b li-
co; dictab a ordenanz as y reg lam entos; perseg uía a
82 N uev e fueron los h om b res q ue
los v ag os, ladrones y salteadores, h acía conserv ar el
se desem peñ aron com o jueces
aseo de las calles, atendía las ob ras pú b licas… ”.83 de paz h asta la creació n de la
ciudad de Rosario, en poco m á s
de v einte añ os: A ntonio E sq uiv el
( 1833) , Marcelino B ay o ( 1834) ,
E l á rea jurisdiccional del juez de paz de Rosario era la v illa y su P edro S anta Cruz ( 1835) , de nue-
v o B ay o ( 1835) , Matías N icolorich
jurisdicció n, desde el Carcarañ á h asta el A rroy o del Medio y desde ( 1838) , Juan José B eneg as ( 1841) ,
el P araná h asta los destacam entos m ilitares estab lecidos en el oes- Juan Manuel A lcá cer ( 1842) , por
tercera v ez B ay o ( 1847) , D á m aso
te. T am b ié n tenía a carg o el fuerte Melincué , al suroeste de la actual Centeno ( 1852) , de nuev o B ay o
delim itació n prov incial. P ara com ponerse una im ag en, se trata de ( 1853) , José María Cullen ( 1853)
una superfi cie q ue ronda las trescientas m il h ectá reas. y Manuel V idal ( 1854)
83 CO L E G IO D E A B O G A D O S O ríg e-
D eb ía nom b rar dos comisarios aux iliares en la V illa y los q ue con- nes de la Justicia en Rosario, Ro-
siderara necesarios para la cam pañ a; todos sin sueldo. S e lo nom - sario, 1993, pp. 21-22.

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E l eq uipam iento polí tico del territorio L a ilustre y fi el V illa del Rosario ( 18 23 - 18 5 2) 67

b rab a por un añ o y era renov ab le. L a desig nació n de los com isa-
rios aux iliares se realiz ab a por “ cuarteles” en la v illa ( al com ienz o
dos, norte y sur, y los de cam pañ a eran desig nados con los antig uos
nom b res de los pag os) .
D e la m ism a m anera q ue lo h ab ía h ech o el alcalde m ay or de la
v illa del Rosario, el fl am ante juez podía eleg ir a sus aux iliares perso-
nalm ente: si b ien é stos deb ían ser nom b rados por el g ob ierno pro-
v incial, recib ían el h onor del nom b ram iento a propuesta suy a. E s-
tos aux iliares no eran rentados y m uch o m enos letrados: se tratab a,
com o en el caso de los jueces com isionados q ue trab ajab an a la par
del alcalde m ay or, de sus h om b res de confi anz a en cada paraje.
D e esta m anera, la presencia física perm anente en el lug ar de
los alcaldes m ay ores de la v illa y de los jueces de paz y la m anera
en q ue é stos reclutab an a sus aux iliares de justicia en los parajes
entre los vecinos del distrito es q ue podem os h ab lar de una justi-
cia de prox imidad, b asada m enos en el conocim iento docto de los
instrum entos jurídicos q ue en un conocim iento local y localiz ado
de los v ínculos territoriales e interpersonales de sospech osos, acu-
sados, v íctim as y testig os. A diferencia de los antig uos alcaldes de
h erm andad, q ue eran v ecinos de la ciudad de S anta F e env iados al
pag o, los jueces de paz fueron reclutados por el g ob ierno prov incial
entre g ente q ue y a estab a asentada en la v illa y q ue tenía una cierta
presencia en la m ism a.
E n S anta F e se h ab ía h ech o y a la div isió n de la adm inistració n de
la justicia en prim era instancia entre lo civ il y lo crim inal. T am b ié n
ex istía el juez de policía, el defensor g eneral de pob res y m enores
y el juez de paz propiam ente dich o. E n el P artido de los A rroy os, el
juez de paz tenía las atrib uciones de todos é stos juntos, por eso, a
desig naciones h om ó nim as sob re distritos diferentes corresponde,
en realidad, funciones diferentes y una distinta posició n en el m ar-
co de la constelació n de los poderes. E ste es un tem a q ue v incula la
cuestió n de la distancia y la concentració n de funciones con la del
eq uipam iento político de los espacios fronteriz os.
E l eq uipam iento político territorial es m enos com plejo en m ate-
ria de creació n institucional, pero las funciones se atrib uy en, con-
centradas, en un solo ofi cio, con el fi n de poner en m arch a un pro-
ceso q ue lueg o desplieg a: deleg aciones en uno ( en g rueso) afi nan
lueg o delineando las funciones de m anera específi ca. U na de las
aristas q ue puede com poner la ex plicació n sob re el fenó m eno es-
trib a en el nú m ero de h om b res sujetos a la autoridad ( lo m ism o, por
ejem plo, q ue los m ontos en los juicios de paz ) . P ero no es la funda-
m ental: aparte la cantidad de la pob lació n, h ay q ue tom ar en cuen-
ta la densidad de las relaciones sociales y las funciones de centrali-
dad de las ciudades com o sede de poder político. U n eq uipam iento

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68 Historia del Concejo Municipal de Rosario

del territorio m á s refi nado no siem pre tiene q ue v er con distancia,


ex tensió n y nú m ero de h om b res, sino con la m anera en q ue se dan
las relaciones entre estos factores. P ero lo interesante es v er có mo se
fab rica ese g rupo de h om b res q ue v an adq uiriendo com petencias
en la adm inistració n de la justicia o en el ejercicio de funciones de
policía, puesto q ue durante todo el periodo de v ida de la v illa – b ajo
la adm inistració n de los alcaldes m ay ores y lueg o los jueces de paz –
estos h om b res son seleccionados por los prim eros ( q ue son leg os)
entre los h om b res de su confi anz a en la ciudad o la cam pañ a.
U na cuenta de feb rero de 1850 , preparada por Marcelino B ay o,
juez de paz de la V illa del Rosario, perm ite ob serv ar q ue cob rab a
por el alum b rado, im ponía m ultas a pulperos, por ex h ib iciones
ob scenas, sellos, y – con un estilo q ue todav ía sob rev iv e en alg unas
instituciones– h asta recaudab a una contrib ució n de fi n de añ o. L os
jueces de paz tam b ié n em prendían leg ítim os y sum arísim os pro-
cesos q ue catalog ab an el delito com etido com o infracció n y , com o
b uenos seg uidores del artículo 1 del có dig o penal francé s, penab an
las infracciones con m ultas: los m otiv os podían ser ordinariam ente
los jueg os proh ib idos o los carneos no autoriz ados. P ero alg una v ez ,
los tex tos de los arg um entos proporcionaron m aterial para la ané c-
dota ling ü ística: L uis L ag o y a Manuel P é rez fueron condenados a
pag ar un peso de m ulta por h ab er muerto una g allina ajena.
A diferencia de los jueces de paz del pag o de Coronda y de Rincó n
– q ue só lo podían prender reos por av iso o de ofi cio, pero tenían q ue
rem itirlos inm ediatam ente a la Capital con una m inuta ( noticia) y
con av iso de los testig os del h ech o– seg ú n el Reg lamento del 28 de
enero de 1833, el de la V illa del Rosario tenía q ue seg uir el proceso
h asta un m es o h asta tom ar la confesió n del reo y rem itir la causa al
G ob ierno, q ue defi nía el juz g ado de instancia donde term inab a.
L a reg lam entació n le dejab a un g ran m arg en de decisió n pero, lo
m á s im portante, ponía en sus m anos la posib ilidad de ser indulg en-
te, lo q ue ev identem ente le otorg ab a cré dito ante los infractores o
posib les infractores. L os artículos 8 y 9 de esta ley h ab lan de la “ v ía
suav e” para cortar disturb ios. S e pedía a los jueces de paz q ue uti-
liz aran prim ero la persuasió n. S i este cam ino no resultab a conv in-
cente, podían actuar por la fuerz a por ellos m ism os o env iando una
patrulla celadora. E sta patrulla no era profesionaliz ada ni env iada
por el g ob ierno prov incial: la m ism a deb ía ser reclutada localm en-
te, entre h om b res de arm as o entre los v ecinos en g eneral. L as m e-
didas m á s ex trem as q ue podían tom ar eran las de arresto o prisió n,
seg ú n la g rav edad del h ech o.
E l juez de paz de S anta F e y el de Rosario no tenían, de h ech o,
las m ism as funciones. Con la creació n de los juz g ados de prim era
instancia y de paz , en S anta F e se creó la fi g ura del juez de policía

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E l eq uipam iento polí tico del territorio L a ilustre y fi el V illa del Rosario ( 18 23 - 18 5 2) 69

a cuy o carg o estab an las cuestiones de aseo, orden pú b lico, de la


prisió n y lo q ue se denom ina actualm ente asuntos de derech o
administrativo ( esto incluía las cuestiones de lim piez a y h asta las
de pesos y m edidas, art. 8 del cap. V I de la ley , lo q ue h acía el fi el
ejecutor colonial y lo q ue el cab ildo encarg ab a a sus diputados) .
P ero en la V illa del Rosario, com o representante del g ob ierno
prov incial só lo h ab ía un com andante m ilitar y , entonces, el juez
de paz concentrab a tam b ié n todas aq uellas atrib uciones q ue en la
capital se h ab ían depositado en el juez de policía.
P or si la sum a de funciones no fuera sufi ciente, el 21 de diciem b re
de 1852 el g ob ierno santafesino suprim ió la com andancia m ilitar del
departam ento Rosario y las atrib uciones de ese carg o se sum aron a
las no pocas q ue y a tenía el juez de paz .
E l refl ujo de acum ulació n de funciones en este carg o – al q ue co-
m enz ab an a recortar com petencias para depositarlas en otras fi g u-
ras– , inicia recié n a fi nales de ese añ o: el 28 de diciem b re de 1852,
con la instalació n del juz g ado de policía en la ciudad de Rosario, a
carg o del Coronel E stanislao Z eb allos retira de su ó rb ita las cuestio-
nes de policía. E l 7 de enero de 1853, se creó para la v illa del Rosario
el carg o de defensor de pob res y m enores – q ue ocupó por prim era
v ez D om ing o Correa. E n nov iem b re de 1853 se creó el carg o de co-
m isario g eneral, b ajo ó rdenes del juez de paz , a causa de q ue por las
m uch as tareas con las cuales estab a recarg ado el Juez de P az se h ab ía
...complicado la Administració n de justicia y h ech o difícil la pronta
ex pedició n de los asuntos judiciales, con perjuicio de pú b lico.84 Crea
una com isaría g eneral para el departam ento Rosario. E n el m ism o
docum ento se h ace referencia a la resistencia q ue los ciudadanos
tenían para desem peñ ar el carg o, q ue se increm entab an con el au-
m ento de la pob lació n. D esde entonces, recog er las “ ...g orduras [ las
sob ras de g rasa] de las reses del consum o” y prov eer v elas para las
ofi cinas del E stado, pasaron a ser ob lig ació n del com isario.
A l m om ento de la org aniz ació n política, adm inistrativ a y judicial
de la ciudad de Rosario y de su departam ento, las funciones del
juez de paz q uedaron redefi nidas com o las de un aux iliar del jefe
político a carg o de los cuarteles de la ciudad, q ue en 1856 eran seis.
84 E N S IN CK , O scar H istoria… , cit., L a adm inistració n de la justicia fue puesta b ajo la jurisdicció n de un
pp. 79-80 - RO P S F , 1889, II, 1848- “ … Juez de P rim era Instancia en lo Civ il y Crim inal con un sueldo de
1858, p. 126.
m il pesos anuales y con jurisdicció n en todo el D epartam ento… ”85
85 P É RE Z MA RT Í N , José “ E v olució n
del P oder Judicial en S anta F e”, ( lo q ue era prá cticam ente todo el actual sur de la prov incia) . A unq ue
en H istoria de las Instituciones de en la constitució n de 1841 se h ab ía creado un Supremo T rib unal ( art.
la Provincia de Santa F e, I, Pode- 50 ) para entender en seg unda instancia, é ste no funcionab a, siendo
res del E stado, S anta F e, 1967, p.
215. el g ob ernador el q ue seg uía conociendo en g rado de apelació n de las
86 P É RE Z MA RT Í N , José “ E v olu- sentencias defi nitivas.86 D e todos m odos, la Constitució n P rov incial
ció n… ”, cit., p. 216. de 1856 deb ió ser rev isada por el Cong reso de la N ació n ( art. 5 de la

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70 Historia del Concejo Municipal de Rosario

Constitució n N acional) y se cuestionaron alg unos aspectos, com o


la com posició n del T rib unal de A lz ada.

De la v illa a la ciuda d
Hasta entonces, la org aniz ació n judicial del territorio prov incial
g irab a en torno del Reg lam ento de Justicia de 1833. E l 9 de m arz o
de 1852, la Junta de Representantes separó la cuestió n de los suel-
dos de los jueces de la redacció n de una ley de org aniz ació n judi-
cial y el 27 de m arz o de 1852 dictó una ley facultando al E jecutiv o
para “ … dictar los decretos y prov idencias q ue juz g ue conv enientes
para contener los rob os, asesinatos y dem á s desó rdenes [ … ] de-
jando a su arb itrio la pena y el modo de aplicarla a los q ue resulten
delincuentes.”87
U na carta de N icasio O roñ o, de junio de 1854 sug iere crear in-
m ediatam ente la municipalidad para Rosario y , conjuntam ente, la
separació n del poder judicial del poder político ( ex presió n q ue es-
tim a sinó nim a de ejecutivo) .88 S in em b arg o, una sanció n leg islativ a
del 30 de julio de 1854 autoriz ó al E jecutiv o para h acer reform as
políticas, adm inistrativ as y judiciales q ue req uiriera el P ueb lo y D e-
partam ento de Rosario h asta tanto la P rov incia se diera una nuev a
Constitució n.89 E ste ordenam iento fue dictado por el E jecutiv o pro-
v incial el 13 de ag osto de 1854.90
A llí se decidió q ue el ejecutiv o prov incial tendría en esa ciudad un
ag ente deleg ado, con el título de Jefe P olítico. B ajo la sub ordinació n
del Jefe P olítico se ub icab a el jefe de policía. Y se le h ab ían asig nado
com o sus aux iliares los jueces de paz y los tenientes de alcalde y los
com isarios de los distritos en q ue se h allab a div idida la cam pañ a
del D epartam ento, continuidad del periodo anterior. 91 S e institu-
y eron, adem á s, juz g ados, trib unales y ofi cios cuy a org aniz ació n se
87 P É RE Z MA RT Í N , José “ E v olu-
ex pone detalladam ente en la seg unda parte de este v olum en, sob re ció n… ”, cit., p. 215.
todo en el capítulo 7.
88 CA RRA S CO , E udoro Anales… ,
cit., p. 292
89 P É RE Z MA RT Í N , José “ E v olu-
ció n… ”, cit., p. 215.
90 E N S IN CK , O scar H istoria… , cit.,
p. 80 .
91 P ara 1856, los distritos de la
cam pañ a del D pto Rosario eran
A rroy o de L udueñ a - Ch acras del
Rosario - B ajo Hondo Cerrillos -
A rroy o S eco - Monte F lores - S a-
ladillo de la O rq ueta - A rroy o de
P av ó n - A rroy o del Medio A b ajo
- A rroy o del Medio Centro - A rro-
y o del Medio A rrib a - A rroy o del
D esm och ado A b ajo - A rroy o del
D esm och ado arrib a.

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