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2014/11/17

EKONOMIA | Análisis | Reestructuración del sistema bancario

EKAI GROUP

CRITERIOS PARA EL PAGO E IMPAGO


DE LA DEUDA
Los autores del análisis consideran que el impago de una parte
considerable de la gigantesca deuda acumulada por Occidente es
una necesidad urgente si queremos salvar nuestro tejido productivo
y nuestro modelo social y económico.

No tiene sentido plantearse el impago de la deuda global sin definir una


estrategia en paralelo para la reestructuración del sistema bancario que es, a la
vez, acreedor y deudor de la gigantesca deuda acumulada por Occidente (Los
activos de las entidades de crédito de la Eurozona se encuentran aún en el
entorno del 320% sobre PIB y la deuda del conjunto de las entidades financieras
en un 128% sobre PIB, según datos a diciembre 2013). Teniendo esto en cuenta,
un primer criterio de partida debe ser -en nuestra opinión- que, en el marco de
esta reestructuración, es imprescindible respetar los derechos de los
depositantes de las entidades de crédito, ya sean ciudadanos, empresas y
organismos públicos.
A partir de este punto, es imprescindible un análisis detenido de qué deudas es
posible o es razonable no pagar. El qué, cómo y cuándo es de una trascendencia
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evidente y no es aceptable especular al respecto sin un análisis estricto de las
repercusiones de las distintas posibles medidas.

Un objetivo claro de quienes defienden la necesidad de impago es el de la


deuda acumulada -o el riesgo acumulado- con el mercado de derivados y con la
banca de inversión en general. Distintas corrientes están defendiendo de hecho,
con creciente eco, la necesidad de impago de estas deudas, a través de la
separación estricta de banca de inversión y banca comercial. Esta separación
supondría condenar a la banca de inversión a la quiebra y ello generaría
repercusiones claramente positivas -aunque también negativas- sobre las
entidades privadas o públicas con contratos de cobertura suscritos con este tipo
de entidades.
Lo que sí es cierto es que la reestructuración de la deuda global de Occidente -
como la de su sistema financiero- debe hacerse cuanto antes. Los siete años
transcurridos desde el estallido de la crisis sin hacer frente a este reto han sido
ya un desastre para nuestro tejido social y productivo. No es posible esperar a
que entidades convalecientes vayan poco a poco cayendo una detrás de otra.
Esta dinámica puede suponer décadas de estancamiento económico y quizás la
definitiva marginación de Europa en el contexto competitivo mundial.
Por todo ello, es imprescindible impulsar los mecanismos a través de los cuales
personas físicas, empresas y gobiernos se liberan de excesos de deuda que no
pueden razonablemente pagar o que lastran gravemente su viabilidad,
eficiencia o rentabilidad. El propio Fondo Monetario Internacional está haciendo
propuestas repetidas en este sentido. Como el propio FMI reconoce, la
resistencia de los gobiernos a hacer más fluidos estos procesos de reducción de
los sobreendeudamientos de empresas se deben al miedo a agravar los
problemas del sector financiero.
Una vez más, nos encontramos con políticas erróneas que se generan como
consecuencia de posicionamientos erróneos. Para EKAI Center, el punto de
partida de las políticas anti-crisis debe ser que el sistema financiero debe
adaptarse, reconvertirse o reestructurarse en todo lo que sea necesario para su
adaptación a las necesidades de la economía real. Es decir, exactamente lo
contrario de lo que Occidente lleva siete años haciendo: obligar a familias,
empresas y gobiernos a lo que sea necesario para evitar problemas a la gran
banca privada. La raíz del problema, como sabemos, no es otra sino el
sometimiento de la clase política europea al poder financiero. Pero también
este sometimiento tiene sus límites. Tarde o temprano, ya sea por una
renovación política que lleve a un verdadero liderazgo de la economía real y de

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los intereses generales o bien por una imperiosa necesidad de mera
subsistencia de la economía real -la única que, en última instancia, mantiene a
flote a los bancos- no habrá más remedio que hacer frente a la realidad.

En definitiva, ya sea partiendo del criterio de distinción entre deuda


"éticamente aceptable" y "éticamente inaceptable" o bien entre deuda que
puede o no razonablemente pagarse, las políticas destinadas al impago de una
parte sustancial de la deuda acumulada en Occidente no sólo son legítimas sino
una necesidad urgente si queremos salvar nuestro tejido productivo y nuestro
modelo social y económico.
Sin embargo, no es suficiente con apelar genéricamente a la necesidad de
impago parcial de la deuda pública o privada. Es necesario concretar qué deuda,
cuándo y cómo debe dejarse de pagar. Y, a la vez, deben establecerse las
medidas necesarias para que, en paralelo, se proceda a una reestructuración
ordenada del sistema bancario que permita absorber el coste de estos impagos
evitando -de ser posible- nuevos estallidos sistémicos.

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