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INTRODUCCIÓN

1. Aproximaciones generales.

Puede decirse que es un tema pasado de moda, que lo que se escribió y


discutió sobre el desarrollismo permiten hacer un punto y aparte en el debate. Y es
que, si hubo algo que acaparó gran espacio de los estantes bibliotecarios sobre
todo en lo años 70s y 80s, fueron sin duda, las teorías del desarrollo. Toneladas
de libros, artículos, ensayos y revistas trataron el tema, es decir, no fueron pocos
los que le entraron a la discusión. Desde políticos, economistas e intelectuales de
“gran alcurnia”, hasta estudiantes que iniciaban su camino en la investigación, el
desarrollismo estuvo presente en el pensamiento de muchos autores, fuera como
eje principal de su trabajo o, simplemente, como referencia que no se podía pasar
por alto. Y aún cuando para muchos quedo atrás, en el siglo pasado, y que no es
ya un tema, si puede decirse así, de actualidad considerable, esto no es razón
suficiente para mandarlo al archivero. ¿Quién puede decir dónde está el punto y
aparte en el debate? ¿Quién puede decir dónde se escribió la última palabra que
da fe y testimonio de una solución? Al parecer, no hay quien pueda señalar el
dónde. Por el contrario, el debate no se ha agotado; inclusive la búsqueda por la
“receta” más corta para lograr el grado apetecible de desarrollo no se ha
desvanecido. Por lo cual América Latina mantiene una actitud emprendedora en
esa búsqueda. Y a pesar de que el surgimiento del neoliberalismo marcó nuevos
rumbos en la discusión y práctica de políticas tanto sociales como económicas y
culturales, los países latinoamericanos continúan dibujando estrategias de
desarrollo, amoldándolas poco a poco a los intereses y necesidades que el nuevo
orden mundial ha trazado.

Con el panorama de brutal devastación que había dejado la segunda guerra


mundial, el desarrollismo se encuentra con dos sucesos que serán las principales
causas de su rápida y fácil emergencia. Por un lado, con el mundo dividido
geopolítica e ideológicamente entre el capitalismo y el socialismo –o si se prefiere
entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Durante la llamada “guerra fría” las
teorías del desarrollo tuvieron un gran auge, ya fuera por la necesidad de mostrar
la superioridad en cualquier ámbito de uno de los grandes bloques hegemónicos
frente al otro, por la necesidad de superar el escenario de destrucción en el que se
hallaba casi todo el continente europeo o por la conformación y reforzamiento de
alianzas internacionales, que ayudaran en la lucha por el aniquilamiento del
bloque enemigo. De cualquier forma, la maquinaria del desarrollismo se
consolidaba poco a poco como una de las herramientas ideológicas más fuertes
del bloque capitalista en su carrera por la hegemonía.

Por otro lado, el inicio de los procesos de descolonización llevó el tema a las
regiones más recónditas del planeta, creyendo –de manera ingenua para quien
quiera decirlo así- que ya lograda la independencia política de las naciones antes
colonizadas, la libertad alcanzada marcaría una nueva dirección económica,
ideológica, política y cultural.

El desarrollismo se convirtió en el centro de atención de muchas cuestiones –


sobre todo en lo que a economía política se refiere- no sólo en América Latina,
sino que alcanzó dimensiones globales. Todo lugar y toda sociedad eran capaces
de alcanzar un alto grado de desarrollo, siempre y cuando estuvieran dispuestos a
obtenerlo. La meta que trazaba se perfilaba como una posibilidad alcanzable para
cualquiera que estuviera dispuesto a lanzarse en su carrera, por lo que su
discurso era susceptible de ser empleado por todos y para todos.

Esta idea del “desarrollo siempre posible” fue, tal vez, uno de los elementos que
más contribuyó a su rápida y fácil divulgación. La fiesta comenzaba y todo mundo
estaba invitado. Mas no debe olvidarse que con la creación y ayuda de políticas,
organismos y estrategias a nivel institucional, fueran estas gubernamentales o
académicas, tuvo mucha mayor aceptación. Inclusive, es gracias a esto que el
desarrollismo encuentra suelo fértil en su proceso de complementación y
“renovación” teórico-práctica. Desde instituciones de carácter internacional como

2
el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la misma CEPAL (Comisión
Económica Para América Latina), hasta instituciones nacionales que promueven el
desarrollo nacional, urbano o rural; estrategias como el Plan Nacional De
Solidaridad en México, tan polémico en sí mismo como del contexto en el que
surgió, junto con la inundación en pro del tema en los planes de estudio
académicos, el desarrollismo fue tomando forma.1 De esta manera, se fue
construyendo y, en otros casos reforzando –sobre todo en los países
económicamente fuertes- todo un aparato institucional que justificara, promoviera,
pero, principalmente, que legitimara la necesidad de una praxis, especialmente
política económica, acorde a esta nueva doctrina.

Toda esa ayuda –entre otras cosas- permitió que el desarrollismo gozara de un
“status científico”, pero la relación se dio también a la inversa. Por un lado, esa
pretensión de cientificidad avaló la creación y reforzamiento de todo el aparato
institucional regulador de las prácticas desarrollistas, al mismo tiempo que éstas
reforzaban esa pretensión científica. Puede verse como un condicional lógico-
hipotético en términos de suficiencia y necesidad: es suficiente con que el
desarrollo tenga un carácter científico para la construcción de un aparato
institucional y, de la otra forma, es necesaria la existencia de un aparato
institucional para exhibir su lado científico.

Hay pues una relación de complementariedad entre el interés por mostrar el


lado científico del desarrollo y el impulso institucional que permite su práctica
efectiva. En vano sería tratar de afirmar si una es más importante que la otra,
dado que en el proceso de conformación, se sirve de ambos elementos en un
mismo nivel de importancia. El resultado es un aparato de conocimiento que
1
El Plan Nacional De Solidaridad fue una de las estrategias y banderas más explotadas por el ex
presidente de México Carlos Salinas De Gortari al que definió como “ese gran árbol, de raíces y de
ramas frondosas, que habrá de cubrir con su sombra generosa a nuestros hijos y a los hijos de
nuestros hijos” (revista mexicana Proceso No. 880 p. 15, 13 de septiembre de 1993). Con este
programa –junto con el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte)- Salinas manejó
su propia imagen como la de un mandatario que llevaría a su país a la modernidad, el progreso y el
desarrollo. Para muchos, el levantamiento zapatista del 1º de enero de 1994 –mismo día en el que
entraba en vigor el TLCAN- significó el más fuerte golpe a las políticas salinistas, al desenmascarar
sus desigualdades y fracasos.

3
posibilita el ejercicio del poder por parte de quienes abanderan el desarrollo.
Como se mostrará más adelante, esta relación de complementariedad es uno de
los factores que han permitido la sobrevivencia y actualidad de las teorías del
desarrollo. No obstante, hubo quienes se resistieron a adoptar estas ideas.

En América Latina no importó que la “ciencia económica” que se ofrecía en las


universidades anglosajonas, y que dio legitimidad a los “modelos económicos”
con las que fueron formados gran parte del cuerpo gubernamental–
administrativo de nuestros países en los últimos años, había sido juzgada en
1970 -y nada menos que por el presidente de la American Economic
Association- como “irrelevante” o “científicamente inadecuada” para resolver
problemas prácticos.2

Así pues, el enfoque “científico” con que se quiere tratar al desarrollismo,


alcanza y determina las distintas esferas de lo social. El párrafo anterior nos
sugiere que tal punto de vista ha alcanzado por lo menos tres ámbitos: el
educativo, el gubernamental-administrativo y, por supuesto, el económico; sin
embargo, va más allá de éstos.

Para decirlo en términos coloquiales, el desarrollismo es una vara de medición


de casi cualquier aspecto de la vida humana, de modo que, para determinar el
crecimiento en las tasas de desarrollo de una sociedad se hace uso del
matemático método estadístico. Se mide el grado de alfabetización, de ingreso per
capita, de educación, de nutrición, etc., de cada miembro, sea de una comunidad,
región o nación. En otras palabras, cuenta con un método de instrumentalización
que supera el ámbito de la mera especulación. ¡Es completamente científico! Mide
milimétricamente y encuadra lo que está a su alcance.

La pregunta es: ¿cuál es el parámetro de medición que se aplica? Ya sea


desde la sociología, la economía, la política, la pedagogía, la filosofía, etc., la

2
Mallorquín, Carlos. Ideas e historia en torno al pensamiento económico latinoamericano. México,
Plaza y Valdés Editores, 1998, p. 12

4
respuesta es más o menos la misma. La medida universal que habrá de aplicar –o
mejor dicho, ha aplicado- la concepción desarrollista de la sociedad, es el hombre
occidental, el desarrollado, y lo hará siempre desde sus condiciones propias de
existencia y desde su propia región: Occidente.

En este caso, si vale el juego de palabras, puede decirse que en el discurso


desarrollista, el “hombre desarrollado” es la medida de todas las cosas y, a partir
de sus propias formas de concepción de la realidad en cualquier ámbito, se
juzgará, delineará y especificará quién es desarrollado y quién no. En este sentido,
más allá de pretender el despegue económico de las sociedades “necesitadas”, el
desarrollismo busca modificarlas, transformarlas totalmente, por considerarlas
anómalas, a lo que desde sí mismo “debe ser”. De manera que, las teorías del
desarrollo nos ofrecen una interpretación que proyecta dos realidades distintas: la
del desarrollo y la del subdesarrollo. Ambas realidades se hallan mediadas por el
elemento del “deber ser”, de modo que una se muestra como la deseada, y la otra
como una irregularidad en el proceso civilizatorio del nuevo orden mundial de la
humanidad.

Pero esta mirada (desarrollista) es desvergonzadamente teleológica. Primero


cabe recalcar que inicialmente estos discursos son producidos en y a partir de
la óptica de los centros industriales; por otra parte, esta mirada presupone un
saber sobre las naciones “atrasadas”.3

De modo que, éste “deber ser” se entiende como la categoría mediadora en el


discurso desarrollista, que nos permite vislumbrar los “errores” que de facto hay en
la realidad y, al mismo tiempo, muestra la necesidad de transformación del
elemento erróneo amoldándolo a los parámetros de lo que se consideraría
propiamente como el Ser, es decir, el desarrollado.

3
Ibid., p. 19.

5
Cabe entonces aclarar que dicha categoría, en el contexto desarrollista, no se
entiende como un principio transgresor a sus propias dinámicas y estructuras; por
el contrario, nos proyecta un horizonte axiológico donde los valores que desde sí
maneja no sólo serán los éticamente correctos, sino también los políticamente
adecuados. El libre comercio, por ejemplo, además de ser una de las principales
banderas en la defensa de los derechos individuales, es también un factor
determinante en la pretensión de dominación en términos de desarrollo.

La relación comparativa estará siempre presente en este discurso; el


subdesarrollado será enfrentado en todo momento por su antagonista en un
ejercicio injusto, dado que la situación en la que se encuentra el subdesarrollado
en todo momento será considerada como de inferioridad por parte del
desarrollado.4 Ya lo apuntaba esto último Rostow al decir que las sociedades
tradicionalistas se hallan en una fase “prenewtoniana” respecto al pensamiento
científico, por ejemplo.5

Contrario a las teorías y doctrinas de los pensadores del desarrollo, en América


Latina hay, por lo menos desde hace cuatro décadas, una fuerte oposición
intelectual a aquellas. Sin duda, los ejemplos más reconocidos los representan la
teoría de la dependencia, la teología de la liberación, la filosofía de la liberación y
la pedagogía del oprimido. De modo que la crítica al desarrollismo desde el
pensamiento latinoamericano ha sido bastante fecunda. A reserva de hacer un
balance de los resultados, la vigencia de muchos de sus planteamientos sigue
siendo un punto de partida en la reflexión de la realidad de nuestra América. Así
como las teorías del desarrollo han buscado trastocar los distintos ámbitos de la

4
En este sentido, desarrollado y subdesarrollado deben entenderse como categorías –con toda la
carga ideológica que conllevan- pertenecientes a un discurso que designa una identidad, aún
cuando los sujetos referidos no las asuman por ellos mismos. El discurso desarrollista le pone
nombre y etiqueta a uno y a otro de manera arbitraria desde sus propios límites, como el ingreso
per capita, nivel de escolaridad, etc.
5
Rostow, Walt Whitman. The stages of economic growth: A non-comunist manifesto. Cambridge,
University Press, 1960.

6
vida humana, de la misma manera los teóricos latinoamericanos que se oponen a
aquellas se han movido en diferentes terrenos.

Probablemente, la teoría de la dependencia y la filosofía de la liberación


significaron la barrera más fuerte a las pretensiones desarrollistas. Es importante
mencionar estas dos por la dirección que habrá de tomar este trabajo, es decir,
con orientación filosófica. En este sentido, la teoría de la dependencia, aunque no
es propiamente filosófica, adquiere relevancia aquí, puesto que, en palabras de
Ricaurte Soler, representa“un esfuerzo por estudiar económica y sociológicamente
nuestra realidad”.6 Soler también afirma que la teoría de la dependencia deja de
lado el análisis de las ideologías, como un modo de evitar una consideración
superestructural. Es importante aclarar esto último, dado que señala los límites de
dicha teoría en el análisis de la problemática del desarrollismo en la región.
Cuestión aparte es el hablar de las referencias que la filosofía latinoamericana ha
tomado de la teoría de la dependencia en su formulación crítica.7

2. El desarrollismo como experiencia histórica singular.

Asociadas con modernidad, progreso, riqueza, industrialización y bienestar, las


teorías del desarrollo ofrecían más que promesas y milagros únicos. Si bien es
cierto que la meta de las teorías del desarrollo era el desarrollo mismo –en lo que
se refiere al plano económico-, no proponían el mismo camino. En su tesis de
maestría, Roberto Carlos Hernández identifica principalmente cinco tradiciones o
propuestas de desarrollo.8

6
Citado en Cerutti Guldberg, Horacio. Hacia una metodología de la historia de las ideas
(filosóficas) en América Latina. Porrúa-UNAM, México, 1997, 2ª ed., p. 95.
7
Véase a Cerutti Guldberg, Horacio. Filosofía de la liberación latinoamericana. Tierra Firme,
F.C.E., México1992, 2ª ed., principalmente el capítulo II referente a la teoría de la dependencia.
8
Hernández López, Roberto C. Cardoso – Marini: Un debate inconcluso. Desarrollo, dependencia y
democracia en América Latina”. Tesis inédita para obtener el grado de maestría en Estudios
Latinoamericanos, UNAM, 2004.

7
1) El pensamiento económico ortodoxo, cuyo marco teórico se basa en las
propuestas de la escuela clásica, además de las contribuciones de Smith,
Ricardo, Malthus y Mill.
2) La de Marx y las versiones regionales del marxismo, con Baran y Sweezy,
Gunder Frank como principales expositores.
3) La del evolucionismo9 como una sucesión histórica, modelo propuesto por
Rostow en su obra por demás conocida.10
4) El estructuralismo de la Comisión Económica para América Latina
(CEPAL).11
5) Por último, la de la modernización como vía más corta para el desarrollo y
la democracia, con Gino Germani como representante más fuerte.

Aunque se pueden encontrar muchos puntos de acuerdo entre ellas, muchas


tesis parecidas, cada una representa una concepción distinta de desarrollo, de
sociedades y, por supuesto, de subdesarrollo. Cada una de estas teorías plantea
un camino distinto hacia lo que es considerada una sociedad, nación o cultura
desarrollada.

A pesar de que unas fueron y han sido más difundidas que otras, el apogeo que
han tenido tales teorías desde la segunda mitad del siglo XX no ha sido producto
de la casualidad. Por supuesto, se toma en cuenta que las referencias históricas
de la idea de desarrollo o progreso son extensas, pero el desarrollismo, como tal,
debe verse como una experiencia histórica singular. No es un mero discurso, sino
un “conjunto de prácticas que obedecen a ciertas reglas definidas de acuerdo con
un cuerpo de conocimientos”.12

9
En Cursivas por Roberto Carlos H.
10
Op. cit.
11
Que se identifica como la ruta hacia el desarrollo que buena parte de los estados
latinoamericanos adoptaron, principalmente en los periodos de nacionalismo y populismo.
12
Picas Contreras, Joan. “La construcción social del subdesarrollo y el discurso del subdesarrollo”,
en Los límites del desarrollo: modelos “rotos” y “modelos por construir” en América latina y África.
Francisco García y Albert Rocca eds., Icaria Institut Catala d’ Antropologia, Barcelona, España,
1999.

8
Esto último quiere decir que no es un fenómeno históricamente aislado, por el
contrario, su génesis y desenvolvimiento puede detectarse en un período histórico
específico. Si bien es cierto que la idea de progreso o de desarrollo económico ha
estado presente en distintas épocas y siglos y en diferentes culturas, no es sino
hasta mediados del siglo XX que el desarrollo deja de ser una simple meta a
alcanzar en la marcha del hombre por la historia. Se convierte en el paradigma
universal del hombre y en la última parada de éste en dicha marcha.

Se subraya este último aspecto por dos razones. En primer lugar, porque las
teorías del desarrollo y en general el discurso desarrollista nacen en el seno de
una cultura específica, la cultura occidental. Parece muy vago decir simplemente
“cultura occidental”, pero es sólo para aclarar que el discurso y prácticas
desarrollistas se dan de un modo particular en un momento histórico concreto que
no ocurren en ningún otro ni en ninguna otra cultura. Desde luego, esto no quiere
decir que culturas como las precolombinas, la romana, la renacentista u otras, no
hayan tenido nociones de crecimiento económico o de progreso. Tal vez dicha
vaguedad pueda acotarse un poco si se toma en cuenta el momento exacto de su
nacimiento: la segunda mitad del siglo XX y que se extiende hasta nuestros días.
Es a partir de esta época que se abre todo un panorama de entendimiento de las
prácticas y discursos del desarrollo, puesto que, como nos sugiere Carlos
Mallorquín en su obra antes mencionada:

el pensamiento económico convencional previo a 1945, no poseía un aparato


conceptual para explicar el funcionamiento de estas naciones salvo a
semejanza con su propia imagen.13

No quiere decir que antes de esta época no existiera la relación comparativa


entre naciones o regiones completas, todo lo contrario.14 El aparato conceptual

13
Op. cit., p. 18.
14
Por lo menos, en el caso de América Latina las discusiones al respecto están muy bien
documentadas, puede consultarse por ejemplo: Gerbi, Antonello. La disputa del Nuevo Mundo.

9
que hasta entonces había prevalecido en el esfuerzo para mostrar cierta
superioridad del hombre occidental-europeo frente a, digamos, los demás era más
bien de corte filosófico-antropológico. La igualdad, por ejemplo, del americano con
el europeo, se ponía en duda por la comparación de las capacidades humanas en
general, fueran intelectuales, artísticas, culturales, históricas, etc. Ahora, lo que se
pone en discusión son las condiciones materiales de existencia, lo cual no elimina
dicho enfoque filosófico-antropológico, en tanto que se cuestiona la “forma” en que
se ha llegado a tales condiciones. En resumidas cuentas, lo que nos insinúa
Mallorquín es que a tal enfoque se agrega el factor económico.

En segundo lugar, es importante señalar que para tratar el tema del


desarrollismo hay que considerar ciertos aspectos con el fin de aclarar y delimitar
la discusión. Cuando se habla de desarrollo, generalmente sólo se tocan algunos
aspectos, como por ejemplo el de “crecimiento económico”. Sin embargo, este no
es el único rostro que debe verse en el análisis del desarrollismo. Evidentemente,
el crecimiento económico es la meta, uno de los puntos de acuerdo, pero no el
único, puesto que “el desarrollo no es sólo crecimiento económico, sino el
crecimiento acompañado por el cambio estructural, social y económico”.15 Dicho
de otra manera, de lo que se trata es de superar la simplista visión de que
desarrollo es igual a crecimiento económico despojado de un contexto social,
político y, sobre todo, cultural.

Queremos decir que las transformaciones económicas que se operan en un


proceso de desarrollo de una economía, son la consecuencia de una
mentalidad nueva, y los cambios que se producen no se circunscriben a la sola

Historia de una polémica 1750-1900. F.C.E., México, 1995, 2ª ed (publicado por vez primera en
italiano en 1955 y, en castellano hasta 1960). León Portilla, Miguel. Coloquios y doctrina cristiana.
Instituto De Investigaciones Históricas, UNAM, México, 1986. Vale la pena mencionar también la
obra de Juan Ginés de Sepúlveda impresa por primera vez en 1550 en Roma, bajo el título
“Apologia pro libro de justis belli causis”, Tratado sobre las justas causas de la guerra contra los
indios. F.C.E., México, 1996. En la obra de Sepúlveda, en todo momento se encuentra dicho
elemento comparativo como factor determinante tanto para mostrar la inferioridad del americano
frente al europeo, como la necesidad y justeza de la guerra del segundo hacia el primero.
15
Salvatore Schiavo-Campo y Hans W. Singer, Perspectivas of económic development. Boston,
Houghton Mifflin, 1970, citado por Roberto Hernández, p. 3.

10
economía. La rebasan ampliamente hasta alcanzar a la vida de la persona […]
en todas sus facultades.16

De modo similar ocurre con la noción de progreso. Si bien al comenzar este


apartado se mencionaba que suele asociarse al desarrollismo con las nociones de
progreso o modernidad, hasta cierto punto es también necesario deslindarlo de
estos dos últimos. Cada uno de estos conceptos evoca a distintos fenómenos que,
aunque se relacionan y en ciertos casos podrían devenir unos de otros, sería un
grave error metodológico trabajarlos de la misma manera sin advertir las
diferencias entre ellos.

Vale la pena recordar que son muchos los trabajos críticos que se han realizado
alrededor de cada uno de esos fenómenos, entre los que cabe destacar, por
ejemplo, el valioso trabajo de Walter Benjamin.17 A grandes rasgos, la crítica de
Benjamin al “progreso” va dirigida especialmente en el marco de la filosofía de la
historia, en tanto que existe un dominio discursivo al interior del modelo occidental
de la historia. Los efectos negativos, los fracasos –muy comunes por cierto-, son
encubiertos en la interpretación de la historia, de modo que tal interpretación se
concentra principalmente en los triunfos del vencedor. En su tesis IX sobre
filosofía de la historia, Benjamin nos ofrece una visión de progreso bajo la imagen
de un huracán que va acumulando un montón de ruinas a su paso, lo cual no
representa otra cosa más que al vencido, al excluido por la historia.18

La diferencia entre la crítica a la idea de progreso –digamos a la manera


benjaminiana- y el desarrollismo, que por lo menos en este trabajo así se intentará
manejar, es que en la segunda se exige no dejar de lado el análisis estructural
desde el punto de vista sociopolítico y económico. De ahí, se sigue que la crítica a

16
Benavides Gómez, Leandro. El desarrollo económico: raíces culturales. Servicio de
publicaciones de la Universidad De Córdoba, España, 1997, pp. 53 – 54.
17
Benjamin, Walter. “Tesis sobre filosofía de la historia”, en Discursos interrumpidos. Taurus,
Madrid, 1992.
18
Véase a De La Garza, María Teresa. Política de la memoria. Una mirada sobre Occidente desde
el margen. Anthropos, Universidad Iberoamericana, España, 2002, pp. 12-15.

11
uno y otro fenómeno no puede ser metodológicamente similar. El terreno en el que
se moverá la crítica al desarrollismo no será entonces el de la filosofía de la
historia, sino el de la filosofía política. Esto se debe principalmente al análisis que
se efectuará del aparato institucional del desarrollismo y las relaciones de poder
que de ahí se desprenden. A diferencia del desarrollo, la idea de progreso no
contaba con un aparato similar que lo desplegara explícitamente. No había una
red institucional de “dependencias” o “secretarías” de progreso, tales como, las
secretarías de desarrollo social, urbano o de fomento económico. En otras
palabras, el progreso se sostenía de forma “implícita” en instituciones ligadas
primordialmente a las estructuras del Estado. Pero, todo ello no significa el dejar
de lado la concepción que sobre la historia tiene el desarrollismo, ni de las
condiciones históricas concretas que permiten su realización.

Siguiendo con la idea de renovación mencionada en el apartado anterior, es


necesario añadir que las tesis, mecanismos, vías y metas del desarrollo no han
sido algo acabado, sino que poco a poco han ido cambiando. Así como alguna vez
se propuso el fortalecimiento e impulso de las “burguesías nacionales” como una
medida necesaria para el desarrollo, en pleno neoliberalismo eso se aprecia como
inconcebible. Y lo mismo se ve en figuras históricas específicas, como es el caso
de Manuel Noriega, quien un día es fiel impulsor de la democracia y el desarrollo,
y al siguiente un dictador traficante de drogas, o como en el discurso que hoy día
promueve la privatización de los bienes públicos, siendo que cuarenta años antes,
estos bienes eran los únicos elementos que poseía una nación en su búsqueda de
igualdad económica frente a los grandes países capitalistas.

Es verdad, puede decirse que es “un tema pasado de moda”, pero, en muchas
ocasiones existe un abismo tan grande entre lo que puede decirse y lo que
acontece en la realidad, lo cual permite reabrir el paréntesis en la discusión.

3. El pensamiento latinoamericano en la crítica al desarrollismo.

12
La aportación de América Latina al pensamiento universal, desde cualquier
disciplina, siempre ha sido cuestionada. Ya sea que se le tache de poco original,
de inauténtico o de mera copia de lo producido por el “verdadero pensamiento
original”, europeo por cierto, el pensamiento latinoamericano es poco reconocido.

Es cierto que en el terreno de la literatura o la poesía se ha ganado mucho,


pero no así en el de las ciencias sociales en general. En una entrevista realizada
por Heinz Dieterich en septiembre de 1987, preguntaba a Mario Vargas Llosa su
opinión acerca del por qué América Latina no produce filósofos de categoría
mundial, a lo que respondió que:

[…] nosotros venimos de una tradición que es más intuitiva, instintiva,


impresionista y sentimental que racional. Nosotros producimos más imágenes
y más palabras que ideas. Los escritores que producen ideas son más bien
excepcionales en nuestra historia. […] Es por eso que se nos da más la
literatura que el pensamiento filosófico o político. […] En el campo político
repetimos esquemas, estereotipos, somos totalmente parasitarios. Es por eso,
porque la racionalidad no se da en nosotros sino de esa manera indirecta, a
través de la imagen.19

Los desvaríos de quien apoyara al peruano Alberto Fujimori a alcanzar la


presidencia de aquel país -¿ejemplo perfecto de que la racionalidad no se da
directamente?- son compartidos por tantos que, ya no es raro toparse con
afirmaciones similares. Aunque no parece ser así para Vargas Llosa, la teoría de
la dependencia vino a poner de manifiesto la importancia de la contribución teórica
de América Latina en el plano de las ciencias sociales.20 Su análisis de los
conceptos y categorías del desarrollo y subdesarrollo desde el punto de vista de la

19
Vargas Llosa, Mario. Entre palabras e ideas” en 1492-1992 La interminable conquista.
Emancipación e identidad de América Latina. Joaquín Mortiz/Planeta, Editorial El Búho, México
1990, pp. 284-285.
20
Véase la introducción de Dudley Seers. La teoría de la dependencia. Una revaluación crítica.
Trad. Mercedes Pizarro, F.C.E. México, 1987, pp. 11-19.

13
dependencia marcaron una nueva dirección y pauta en el debate. Pero, en la
actualidad no podemos olvidar que han pasado entre treinta y cuarenta años
desde su formulación, lo que obliga a preguntarnos sobre la necesidad de
continuar con el esfuerzo crítico y buscar condiciones de vida distintas y mejores a
las que el desarrollismo nos presenta. Empero, la pregunta central sigue siendo
¿qué se puede decir desde el punto de vista de la filosofía respecto de un tema
que se considera, por excelencia, propio de la ciencia política o económica?

A lo largo del siglo XX y principios de éste, la filosofía latinoamericana ha


emprendido un largo camino en la crítica a las nociones totalitaristas,
universalistas y absolutistas en las que ha devenido el pensamiento humano.
Desde las condiciones histórico-concretas del sujeto, la filosofía latinoamericana
ha planteado el estudio de la realidad, es decir, comprender la realidad desde la
realidad misma.

En este sentido, en el presente trabajo se retomará en todo momento dicha


premisa, por lo que los objetivos que se propone son los siguientes:

1) Mostrar la necesidad de continuar problematizando analítica y críticamente


el fenómeno desarrollista, desde una óptica filosófica como parte del
análisis y reflexión de la realidad en nuestra América en sentido socio-
histórico. Esta necesidad no debe verse como fragmento de un mero
discurso consignatario o panfletario, sino que, se origina en las demandas
y aspiraciones específicas de los sectores sociales más desprotegidos de
la región, a los cuales, el desarrollismo lejos de proporcionarles solución
alguna, ha agudizado sus precarias condiciones de vida.

2) Evidenciar al desarrollismo como una construcción histórica que se edifica


a través de un modelo preexistente de la sociedad, en el cual, se privilegia
una noción atomístico-individualista de conformación de la realidad socio-
histórica donde los más beneficiados son los grupos económicamente

14
privilegiados. El desarrollismo trastoca múltiples niveles de la vida humana
además del económico: políticos, culturales, axiológicos, antropológicos,
éticos, religiosos, ontológicos, pedagógicos, sexuales, etcétera. Dentro del
proceso histórico del fenómeno, se hace hincapié a partir de la década de
los ochenta hasta nuestros días por la radicalización que toma el asunto
con la entrada en vigor de las prácticas neoliberales y globalizadoras.

3) Resaltar la urgente necesidad de superar el modelo economizado de vida


que el desarrollismo ha construido con sus teorías y prácticas, creando y
dibujando modos concretos de representación de la realidad acordes a la
economía capitalista. Sólo por la acción política de los movimientos de
base donde se representen los intereses de los sectores sociales
marginados, se estará en posibilidad de crear alternativas efectivas para el
desarrollo de una vida digna. La naturaleza de tales movimientos no se
limita a localismos independientes de otros, sino que se atraviesan entre sí
en un sentido de cooperación mutua alcanzando niveles más globales.

4) Hacer un balance crítico de los movimientos políticos y obras filosóficas de


mayor impacto en América Latina en la actualidad que han abordado de
manera crítica el tema del desarrollo, en especial, la obra de Arturo
Escobar.

A fin de cumplir con dichos objetivos, se plantea la necesidad de continuar


problematizando en torno a la realidad manejada por el desarrollismo, sus
premisas, tesis, “leyes” y, por supuesto, sus conclusiones. Para dicha labor es
imprescindible acercarse a las críticas que le han hecho frente, principalmente las
que abarcan el período de finales de los 80’s con la entrada del neoliberalismo y la
globalización. Los terrenos abordados en este trabajo son: a) filosófico-político, al
investigar y analizar la visión de la realidad planteada por el desarrollismo, y de las
alternativas políticas que han surgido en oposición a dicho modelo; b) teórico-
científico, al dar cuenta de la problemática que surge al enfrentarse el discurso

15
desarrollista de corte formal con sus conceptos y categorías con la realidad
sociopolítico-económica de nuestra América.

Es imperativa a toda costa la valoración crítica de las principales categorías que


históricamente han configurado el discurso y prácticas desarrollistas, tales como,
subdesarrollo, Primer Mundo, Tercer Mundo, modernidad, tradicionalismo,
pobreza y, en las últimas décadas, neoliberalismo y globalización, entre otras. Al
analizar críticamente el marco categorial del desarrollo como discurso, se amplía
el panorama para entender su desenvolvimiento, configuración y prácticas como
construcción histórica que domina política y epistemológicamente la realidad socio
histórica (capítulo I).

En este punto, resulta imprescindible el análisis crítico de Arturo Escobar al


desarrollo, el cual, se define por tres ejes: a) las formas de conocimiento del
desarrollo que permiten su existencia al elaborarse en objetos, conceptos y
teorías; b) la práctica efectiva del desarrollo que se asienta en un sistema de
poder que regula su práctica, principalmente por medio de la gestión institucional;
c) los regímenes de representación que crean formas de subjetividad específicas
al servicio y dominio teórico-político del desarrollo (capítulo II). Estos tres ejes se
atraviesan entre sí, dando forma y posibilitando las prácticas y existencia misma
del desarrollismo. Para la superación del fenómeno, se propone la recuperación
de la noción de sujeto –entendido como pluralidad y diferencia- en todas sus
dimensiones históricas, políticas, epistemológicas y culturales, como sujeto social,
partiendo de las propuestas alternativas de sus experiencias cotidianas. Desde
luego, se reconoce los aportes del pensamiento filosófico de nuestra América y su
énfasis en dicha recuperación, tratando de distanciarse del estéril análisis
etnocéntrico.

Históricamente, la tradición filosófica occidental se ha empeñado en la negación


de elementos que en la actualidad parecen imprescindibles para la vida humana:
la naturaleza, la corporalidad y la pluralidad. Obviamente existen otros tantos que

16
se podrían añadir a la lista, sin embargo, el desarrollo ha radicalizado éstos de
manera indiscriminada bajo una aparente apertura y reconsideración: el desarrollo
sustentable, la apertura de los espacios políticos y económicos para la mujer
permitiendo su incorporación al dominio del desarrollo (como objeto indicativo de
grados de desarrollo) y, la democracia. Al problematizar cada uno de estos temas,
se pueden develar las relaciones de poder y dominio que oculta el desarrollo al
insistir en mantener una visión mercantilista y utilitarista de la naturaleza, al
mantener la doble negación de la corporalidad femenina (por ser cuerpo y ser
mujer) y, al rechazar la pluralidad y diferencia efectivas que no comparten su
visión de democracia (capítulo III). Este es el camino propuesto en el presente
trabajo y no queda más que recorrerlo.

17
CAPÍTULO I

Las bofetadas de la “mano invisible”.

Mapamundi
El mapamundi que nos enseñaron otorga
dos tercios al norte y un tercio al sur. Europa
es, en el mapa, más extensa que América
Latina, aunque en realidad, América Latina
duplica la superficie de Europa. El mapa
miente. La geografía tradicional roba el espacio,
como la economía imperial roba la riqueza, la
historia oficial roba la memoria y la cultura
formal roba la palabra.
-Eduardo Galeano-

4. El desarrollo.

Ya sea que se hable de filosofía, política, economía, historia, antropología o


cultura, pocas categorías o conceptos han logrado penetrar tanto y a tantas
conciencias como lo ha hecho el desarrollo, a tal grado, que para muchos ésta ha
sido una idea cuyo contenido ha trascendido la historia. El grado de civilidad de
casi cualquier cultura se mide ahora en términos de desarrollo, sin importar el
momento histórico en el que se desenvolvió, haciendo al mismo tiempo, referencia
a su contraparte, que aparece cual si fuera un villano a derrotar: el subdesarrollo.
Sin embargo, la idea del desarrollo-subdesarrollo no nació con el hombre y su
historia.

18
El desarrollo económico de las áreas subdesarrolladas apareció a finales de la
década de 1940 y principio de la de 1950 como un campo de estudio nuevo y
especialmente atractivo.21

Es en la época de la segunda posguerra que aparece esta relación dicotómica,


con el nacimiento de la “guerra fría”. El sentimiento anticomunista fue uno de los
elementos principales para la articulación del nuevo discurso. Al ofrecer las
teorías del desarrollo una explicación que, a diferencia de los teóricos socialistas,
no se traducía en términos de dominación o explotación, los ideólogos del bloque
occidental capitalista se lanzaron al descrédito de los enfoques marxistas. Los
argumentos iban desde afirmaciones tales como “la revolución sólo traería caos y
más pobreza”, hasta otros que incorporaban elementos teológicos al aducir que
sólo “con la ayuda de dios –y de las políticas desarrollistas, por supuesto- se
saldría adelante”. Sobra decir que, para regiones enteras donde durante tanto
tiempo habían prevalecido las situaciones de guerra, pobreza y explotación, una
propuesta con rostro pacífico era muy atractiva. Tomando en cuenta también los
factores religiosos que, como en el caso de Latinoamérica con su profesión
mayoritariamente católica, el ateísmo con que se asociaba el marxismo no era
muy bien visto.22

Había una clara división que se traducía entre las sociedades industrializadas,
fueran éstas libres o comunistas y, digamos, el resto del mundo no industrializado
o en proceso. De cualquier forma ese resto se caracterizaba por su pobreza. Ante
la situación de las naciones pobres, el peligro de sucumbir a las tentaciones del
comunismo estaba latente, por lo que para los Estados Unidos era primordial
mantener el control, del cual, el Plan Marshall sería la primera medida a tomar.

21
Hirschman, A.O. De la economía política y más allá. F.C.E., México, 1984, p. 129.
22
Cabe recordar que, para atacar al movimiento estudiantil de 1968 en México, los medios masivos
de comunicación desplegaron con éxito una campaña de desprestigio social al tacharlos de ateos.
Un significativo ejemplo de lo anterior, basado en una historia real, lo rescata Felipe Cazals en su
largometraje Canoa de 1975.

19
En poco tiempo el Plan Marshall demostró que no se trataba de solidaridad y
cooperación, sino de un buen negocio para Estados Unidos y, a un tiempo, de
una estrategia eficaz para detener el comunismo en Europa. La economía
estadounidense seguía creciendo y la de los países europeos beneficiados se
recuperaba. El Plan Marshall se convertía en el molde del desarrollo.23

El interés de Estados Unidos por Europa era evidente al asistirlos en la


recuperación económica: fortalecer el bloque capitalista frente al comunista. Dicho
fortalecimiento comprendía no sólo lo económico, sino también lo militar y, por si
fuera poco, hasta en el espinoso camino de lo ideológico, mostrándole al mundo
que su reconstrucción después de la devastación sólo era posible gracias al
capitalismo.

América Latina es un caso aparte. A la región no se le plantearía el “buen


negocio” como en el caso de Europa. Los intereses norteamericanos por este
territorio dependían de la reconstrucción de Europa en tanto naciones
colonizadoras. En otras palabras, el dominio estadounidense en América Latina
estaría dado por la mediación Europea. El mundo capitalista ganaba territorio, el
de los países colonizados, manteniendo su relación con los países colonizadores.
Se trataba de una relación desigual, pues, por un lado había cordialidad con los
colonizadores y, por otro, no se denunciaba el sometimiento al que estaban
sujetos los colonizados, sino que se solapaba. El despliegue histórico del discurso
desarrollo-subdesarrollo desde su comienzo se dio en esos términos de
desigualdad, puesto que, mientras unos eran vistos como socios comerciales,
otros no eran más que territorios a los que había que “asistir” como muestra de
cierto sentido humanitario.

Puede cuestionarse este último punto, pero para los defensores del
desarrollismo, el trato a las naciones no podía ser el mismo, en tanto que la
pobreza, atraso y la devastación en general, no tiene la misma explicación. La
situación europea en el período inmediato a la posguerra se explica por los
23
Hernández López, Roberto C., p. 26.

20
efectos de la guerra, mientras que en el caso de los llamados países del “Tercer
Mundo” se trata de una “anomalía” que arrastran con su propia historia.

El desarrollo supone una teleología en la medida en que propone que los


“nativos” serán reformados tarde o temprano. Sin embargo, al mismo tiempo,
reproduce sin cesar la separación entre los reformadores y reformados
manteniendo viva la premisa del Tercer Mundo como diferente e inferior, y de
sus pobladores como poseedores de una humanidad limitada en relación con
el europeo culto.24

La “anomalía” que padecen las sociedades consideradas como


subdesarrolladas, desde el punto de vista del desarrollismo, se explica en función
de que tales sociedades no han alcanzado la meta o el punto final trazado en la
historia, al que naturalmente todos “deberían” llegar. Las manifestaciones del
alcance de tal meta pueden verse de diferentes maneras, ya sea como
sociedades industrializadas con tecnología avanzada aplicada a la producción
tanto agrícola como industrial, con suficiente fuerza de capital u otras. De
cualquier forma, todas ellas encierran una misma idea, un mismo “telos”: el
desarrollo. La “reformación de los nativos” se orientará hacia el telos del
desarrollo, en la medida en que aquellos tomen el recto camino.

Cabe preguntarse entonces, ¿cómo es que se reproduce sin cesar la


separación entre el reformador y el reformado? Desde el instante en que
comenzaron a desplegarse las teorías del desarrollo, en todo momento estuvo
presente la separación entre dos actores que juegan un papel distinto uno del
otro. El reformador supone tener conocimiento tanto del reformado como de las
condiciones históricas que propiciaron su situación de desventaja; cree conocer
las necesidades, aspiraciones, deseos, además de las condiciones de posibilidad
que le llevarían a una “reformación” efectiva. La brecha existente entre esos dos
actores se traduce entonces en la diferencia que guardan, la cual encierra una

24
Escobar, Arturo. La invención del Tercer Mundo. Construcción y deconstrucción del desarrollo.
Edit. Norma. Bogotá, Colombia, 1996, pp. 110-111.

21
relación de inferioridad entre quienes poseen el conocimiento y los que no lo
tienen.

El desarrollismo estableció como parte de su metodología la comparación entre


lo que se considera desarrollo y subdesarrollo a diferentes niveles, sean
individuos, sociedades, comunidades, naciones, regiones o continentes, donde,
por supuesto, el punto de arranque es el desarrollo. A partir de ahí se categorizará
en uno u otro. Pero, la operatividad de tal comparación se ve comprometida al no
hacer referencia a la inferioridad de uno frente al otro, la cual no depende
solamente de lo que se considera un modo de vida moderno, sino también de las
causas que lo provocan, que, desde luego, exceden el ámbito de lo económico.
La inferioridad, que se desprende de la diferencia que impone la metodología
comparativa del desarrollismo, está más allá del mero análisis infraestructural. Es
la cultura, los valores, la vida social político-económica, la religión y hasta las
razas lo que se pone en comparación.25

Lo que estaba en juego era toda una política del conocimiento que
permitiera a los expertos clasificar problemas y formular políticas, emitir
juicios acerca de grupos sociales enteros y hasta predecir su futuro, en
síntesis, producir un régimen de verdades y normas al respecto. Nunca se
pondría énfasis en las consecuencias que esto tuvo para los grupos y países
en cuestión26.

Sin embargo, dicho conocimiento no fue producto de la reflexión, interpretación,


análisis y observación de las condiciones materiales e históricas de las
sociedades y culturas a las que se pretendía estudiar y aplicar el nuevo método.

25
Tomando en cuenta, como bien señala Arturo Escobar a lo largo de su obra, que la difusión de la
imagen del subdesarrollado por parte de los medios masivos de comunicación corresponde a la de
los latinoamericanos, asiáticos y africanos. Ya sea que luchen entre sí por las “generosas”
despensas que reparte la ONU, que se ahoguen entre ellos por la sobrepoblación o que trabajen
en la “pizca” con un salario miserable en algún rancho de California. De cualquier forma, la
representación de tales imágenes casi siempre recae en “negros”, “morenos” o “amarillos”.
26
Escobar, Arturo (1996), p. 97.

22
Es en plena “guerra fría” que las teorías del desarrollo comienzan, literalmente, a
crear sus propios conceptos y categorías con los cuales definirá su discurso.

Aún más, las nociones de “subdesarrollo” y “tercer mundo” fueron productos


discursivos del clima de la segunda posguerra. Estos conceptos no existían
antes de 1945. Aparecieron como conceptos de trabajo dentro del proceso en
el cual Occidente, y en formas distintas Oriente, se redefinió a sí mismo y al
resto del mundo.27

Entre otros conceptos y categorías, las nociones de subdesarrollo y Tercer


Mundo fueron creados a partir de la reorganización económica mundial que
desentrañaría la segunda gran guerra. En ese sentido, la realidad socioeconómica
de millones de personas alrededor del mundo, de diferentes culturas, formas de
pensamiento, valores, tradiciones históricas, etc. se entendió bajo una misma
fórmula: desarrollo-subdesarrollo. No fue reflexión o interpretación, sino acomodo
e invención. Sociedades enteras fueron puestas bajo la lupa del desarrollismo
que, moldeándose a los límites de este nuevo marco teórico, se constituyeron en
su objeto de estudio.

Existe, pues, una objetivación, una cosificación. Ya no son sujetos históricos


concretos de lo que estamos hablando, sino de objetos susceptibles a la
manipulación y dominio teórico, que la nueva racionalidad económica despliega
con su discurso. Desde este punto de vista, de lo que se trata es de una relación
sujeto-objeto, la cual se definirá principalmente de acuerdo a las manifestaciones
de un modo de vida “moderno”, esto es principalmente, por la cantidad y calidad
de las posesiones materiales a las que se tenga acceso. Tecnología,
industrialización, democracia, un alto ingreso económico (per capita),
conocimiento científico, o en casos extremos, el “vocho”, la “tele” y el “changarro”,
son todos ellos algunos signos de desarrollo.28

27
Ibid., p. 70. Sobre la cuestión del “Tercer Mundo” se volverá más adelante.
28
Vocho, tele y changarro fueron algunos de los elementos que más anhelaban los ciudadanos
mexicanos, según el presidente de este país, Vicente Fox, en el sexenio de 2000 a 2006.

23
Al modo de vida de una sociedad moderna se le opone el de las “sociedades
tradicionales”, las cuales se caracterizan básicamente por la ausencia de las
manifestaciones de la modernidad.

Sociedad tradicional es aquella cuya estructura se desarrolla dentro de una


serie limitada de funciones de producción, basadas en la ciencia, la técnica y
una actitud prenewtoniana en relación con el mundo físico. […] Se
desarrollaron diversos grados de producción; pero, a semejanza de la
agricultura, el nivel de la productividad estaba limitado por lo inaccesible de
la ciencia moderna, de sus aplicaciones y del marco intelectual.29

Esta relación de oposición resulta muchas veces difícil de identificar debido a la


ambigüedad de los términos de “modernidad” y “sociedad tradicional”. Cualquier
individuo puede ser identificado bajo una categoría o la otra; pueden incluso
convivir en un mismo espacio y tiempo. Esto último, se debe a que esta
asociación entre desarrollo y modernidad no se refleja sólo en los factores
económicos, sino que trastoca diferentes ámbitos de la vida social.

La modernidad ha sido entendida por algunos especialistas como


fragmentación, disociación, por su carácter excluyente. Pero la modernidad
no tiene una definición precisa, más aún, no es fácilmente definible, sólo es
posible acercarse a ella, para su estudio, a través de algunos de sus
atributos o conceptos comunes: racionalidad, libertad, justicia, cientificidad,
progreso, historicidad, objetividad-subjetividad, totalidad, totalizaciones,
superior, inferior, temporalidad, continuidad, retroceso, existencia,
diversidad, instituciones, Estado, nación, etnia, etc. La aparición de
principios como éstos, en un tiempo histórico, fue lo que originó una nueva
fase en el desarrollo social, económico y político. Esto es a lo que se le ha
dado el nombre de modernidad.30

29
Rostow, W. W. 1961, pp. 16-17.
30
Magallón Anaya, Mario. “La idea del hombre y del sujeto en América Latina en el mundo
globalizado”, en Historia de las ideas latinoamericanas. ¿Disciplina fenecida? del mismo autor
junto con Cerutti Guldberg, Horacio. UCM, México, 2003, p. 96.

24
El discurso del desarrollo tomó la “modernización” como una de sus principales
premisas, es decir, la superación de lo arcaico y tradicional, así como de las
condiciones que generan el atraso social, que comprende lo económico. El
desarrollo se presenta, pues, como un fenómeno que rompe con tradiciones
culturales, históricas, axiológicas, políticas, antropológicas, filosóficas, etc., al
manejar una sola noción de sujeto, que dentro del desarrollismo se entiende
únicamente bajo el paradigma del capitalismo, orientado hacia la producción, el
alto consumo en masa, la utilización moderna de la ciencia y la técnica y, por
supuesto, la democracia en oposición al comunismo.

La noción de sujeto del desarrollo rompe con otras tantas al crearse no sólo a
ella misma, sino también al construir su oposición. Al tildar de viejo, arcaico y
premoderno a otras concepciones de sujeto, los determina y categoriza dentro de
sus propios parámetros, definiendo el rumbo que deben tomar hacia la
constitución de lo que considera como el ser humano por excelencia.

Al inventar sus propias categorías, el discurso del desarrollo construyó su


objeto de estudio, que si bien en el fondo descansa en una base material (los
sujetos con historia, cultura, valores y política propios), terminó por objetivarlos en
un discurso de corte formal. La problemática se centrará ahora bajo las categorías
de “subdesarrollo”, “Tercer Mundo”, “sociedades tradicionales”, “pobreza”, entre
otras, predicándolas a diestra y siniestra a cualquier sujeto, convertido ahora en
objeto.

El discurso del desarrollo no estuvo constituido por la organización de


posibles objetos que estaban bajo su dominio, sino por la manera en que,
gracias a este conjunto de relaciones, fue capaz de crear sistemáticamente
los objetos de los que hablaba, agruparlos y disponerlos de ciertas maneras
y conferirles unidad propia.31

31
Escobar, Arturo (1996), pp. 87 – 88.

25
Para el discurso del desarrollo, el problema radica al interior del objeto. El
pobre, desnutrido, subdesarrollado, tradicionalista, ignorante, campesino -cabe
aclarar que puede tratarse de un mismo sujeto, el cual tendría todas estas
propiedades (y otras aún)- es el problema a resolver. Éste es el objeto que debe
reformarse. El desarrollismo no localizó un problema, lo creó. De manera que este
discurso inventó tanto el problema como la solución para el mismo.

Los expertos en economía, demografía, educación, salud pública y nutrición


elaboraban sus teorías, emitían sus juicios y observaciones y diseñaban sus
programas desde estos espacios institucionales […] El desarrollo avanzó
creando “anormalidades” (como “iletrados”, “subdesarrollados”,
“malnutridos”, “pequeños agricultores” y “campesinos sin tierra”), para
tratarlas y reformarlas luego. Estos enfoques habrían podido tener efectos
positivos como alivio de las restricciones materiales, pero ligados a la
racionalidad desarrollista se convirtieron, dentro de esta racionalidad, en
instrumento de poder y control.32

Por un lado, al abanderar un discurso con pretensiones de cientificidad que


reproduce incesantemente un dominio y a partir de él interpretar la realidad tanto
suya como la del “objeto”, el sujeto se presenta como aquel que otorga sentido al
mundo. Aún más, el mismo término de “sujeto”, desde un punto de vista
gnoseológico, nos remite a lo que sería propiamente Humano. Por otro lado, el
objeto se encuentra en una situación de espera, a la expectativa de que lo doten
de sentido, lo determinen, lo orienten, lo categoricen y, en general, que le den su
lugar en el mundo, labor que pretenden las teorías desarrollistas. En ese sentido,
la humanidad del subdesarrollado estará determinada por el desarrollado.

Como si se tratara de dos realidades distintas, con condiciones igualmente


distintas provocadas por fenómenos diferentes, desarrollo y subdesarrollo se
presentaran como cuestiones opuestas entre sí. La “apariencia” de tal oposición

32
Ibid., pp. 89-90.

26
se encuentra en que ninguna de ellas subsiste por sí misma. El desarrollo carece
de sentido sin su otrora, el subdesarrollo, y viceversa, posición que, por supuesto,
no comparten los desarrollistas.

La principal característica de toda la literatura [desarrollista] que discutimos


hasta ahora era, sin embargo, la visión del subdesarrollo como una ausencia
de desarrollo. El “atraso” de los países subdesarrollados era explicado por
los obstáculos que en ellos existía para su pleno desarrollo y
33
modernización.

Desde el punto de vista del desarrollismo, la culpabilidad y responsabilidad de


su situación de pobreza y atraso recae solamente en el subdesarrollado, por lo
que la premisa de la “dominación” se elimina por entero del argumento.34 Pero aún
más, el subdesarrollado no sólo es culpable de esto, sino también de mantenerse
en esa situación, incluso, hasta de querer permanecer en ella. Por lo que tal
afirmación no sólo sirve para excluir la idea de incoherencia del discurso del
desarrollo, sino también para seguir legitimando políticas de intervención que
operan en distintos niveles más allá del económico. Por ejemplo el político y
militar, si en determinado momento un gobierno o sociedad no es capaz de
garantizar las condiciones adecuadas para su desarrollo.

Esto a su vez determinará las relaciones entre ambos actores, puesto que, al no
existir culpabilidad alguna por parte del desarrollado, todo lo que haga en beneficio
del otro será bienvenido. Es un juego de representaciones que el desarrollismo
reproduce de forma constante, en donde uno se maneja casi de manera mesiánica
–en tanto que posee el conocimiento- como “salvador” de la situación y el otro
como “asistido” a la espera de la salvación.

33
Dos Santos, Theotônio. La teoría de la dependencia. Balances y perspectivas. Trad. Mónica
Bruckmann Maynetto. Edit. Plaza Janés. México, 2002, p. 20.
34
En varias ocasiones el mismo Rostow en su obra ya citada, menciona que su intención era dar
cuenta de las diferencias socioeconómicas sin necesidad de recurrir a la teoría marxista, la cual
pone énfasis en la dominación como principio motriz que permite la producción y reproducción de
las relaciones capitalistas. De ahí lo sugerente del subtítulo de la obra de Rostow: “Un manifiesto
no comunista”.

27
5. Del “Tercer” y otros mundos.

Así como con desarrollo-subdesarrollo, hablar en términos de Primer y Tercer


mundos es cosa tan común como acompañar el mole con arroz. Sin embargo,
esta historia no siempre se contó de la misma forma. Estos conceptos también
fueron producto del clima de confrontación de la guerra fría, aunque es al final de
ésta que terminan por configurarse en una relación dicotómica, con la
desaparición a finales de la década de los 80 y principios de la del 90 de lo que se
conoció como el “Segundo Mundo”, conformado principalmente por los países
socialistas de Europa del este. Lo cual se vio reflejado con la caída del “muro de
Berlín” y la “cortina de hierro”.

Con la disolución del socialismo europeo el mundo regresa al siglo XVI: las
libertades de opción filogenética se reducen a una sola. La especie humana
se queda organizada en forma dicotómica (Primer/Tercer Mundo) y
jerarquizada, desde las cúpulas del poder mundial hasta el último poblado.35

Pese a que el lugar ocupado por el Segundo Mundo nunca estuvo claro por la
constante disputa a la que se le sometió, debatiéndose entre el Primero y el
Tercero, su desaparición fue clave en la configuración conceptual del
desarrollismo. No sólo se produjo la dicotomía de la que se hablaba, sino que
también permitió la producción y reproducción de las nuevas formas de relaciones
sociales capitalistas: las del neoliberalismo y la globalización.36 Lejos de reducir la
brecha entre los países desarrollados y subdesarrollados, ésta se amplió de
manera abrupta, dado que la mayoría de los países del Segundo Mundo pasaron
a formar parte de las filas del tercero, haciendo más difícil el ascenso a la forma
de vida desarrollada, al menos en el discurso, al eliminar un escalón. La
35
García, Roberto. “El Tercer Mundo y el fin del socialismo” en 1492-1992 La interminable
conquista. Emancipación e identidad de América Latina. Joaquín Mortiz/Planeta, Editorial El Búho,
México, 1990, p. 224.
36
Cuestión a la que se volverá en el siguiente apartado.

28
jerarquización que devino con la extinción del Segundo Mundo, en las
estadísticas, produjo más pobreza y necesidades, por lo que la distancia entre
ricos y pobres también se amplió. El discurso desarrollista se encontró con una
oportunidad única de renovación, la cual no desaprovechó. Era el momento
histórico propicio para llevar al mundo entero la promesa de desarrollo, la cual era
imperativa a toda costa más que nunca.

Esta división (Primer-Tercer Mundos) se desprende del discurso desarrollista


como categorías que operan con la finalidad de determinar áreas geográficas que,
o bien cuentan con las condiciones optimas para su desarrollo o ya se consideran
como desarrolladas o, de plano, carecen de todo ello.37 En otras palabras, el
Tercer Mundo es presentado como un espacio geopolítico cuyas fronteras
albergan subjetividades carentes de las condiciones óptimas de desarrollo a
diferencia del Primer Mundo.

El discurso del desarrollo inevitablemente contiene una imaginación


geopolítica que ha dominado el significado del desarrollo y está implícita en
expresiones tales como Primer y Tercer Mundos, norte y sur, centro y
periferia. La producción social del espacio implícita en estos términos está
ligada a la producción de diferencias, subjetividades y órdenes sociales.38

Al asumir tales nociones, el desarrollismo plantea un proyecto de semejanza


entre el Primer Mundo y el Tercero, lo que dejaría al descubierto las diferencias
entre ellos y, por tanto, la necesidad del Tercero por escalar hasta el Primero. De
cualquier forma, dependiendo de sus características, unos se identificaran con el
Primer Mundo mientras que los menos afortunados con el Tercero, sin olvidar que
el juicio que determina tales identidades es principalmente económico, por lo que

37
Cabe aclarar que el concepto “Tercer Mundo” se aplica indiscriminadamente, pues no sólo
denomina a países o amplias regiones, sino a comunidades, sociedades, culturas, y por qué no
decirlo, también a tradiciones históricas, pequeñas o locales. En el caso del “Primer Mundo”, el
concepto parece tener menos flexibilidad, sea por escasez u otras razones.
38
Escobar, Arturo (1996), p. 30.

29
los países del Tercer Mundo se denominaran como tales en comparación a la
escasez de la riqueza que los países económicamente fuertes sí poseen.

Pobreza y necesidad son las características principales de los países


“tercermundistas”. Es con ellas donde cobra sentido el discurso economicista, que
reproduce la jerarquización entre países.

Esta concepción económica de la pobreza encontró un parámetro ideal en el


ingreso anual per capita. La percepción de la pobreza a escala global “no fue
más que el resultado de operaciones estadísticas comparativas, la primera
de las cuales se realizó apenas en 1940”. En 1948, cuando el Banco Mundial
definió como pobres aquellos países con ingreso per capita inferior a 100
dólares, casi por decreto, dos tercios de la población mundial fueron
transformados en sujetos pobres.39

Sin embargo, el desarrollismo hace uso del concepto de pobreza de manera tan
amplia que en ocasiones es casi imperceptible. Si tal concepto se entiende como
“carencia” de algo, entonces puede entenderse que su operatividad funciona a
distintos niveles. Una región se identifica como tercermundista, porque carece de
conocimiento científico, de tecnología, de recursos económicos, de políticas
económicas adecuadas, etc. Todo esto, por supuesto, siempre en relación a los
países ricos. Desde luego, es en el ámbito económico donde el concepto se
desenvuelve mejor, pero si al interior de todo esto lo que se encuentra es el
aspecto comparativo, los espacios sobre los que trabaja el discurso se
incrementan.

El pobre, es decir, la subjetividad carente, según este discurso, desde el punto


de vista cultural se representa como tal, en tanto que se considera
“tradicionalista”. Desde el punto de vista religioso, sus creencias están
íntimamente ligadas a su nivel de vida y a la profesión de su fe. Desde el punto de
vista político, al pobre no se le respetan en absoluto sus derechos humanos más
39
Ibid., p. 55

30
elementales, carece de las condiciones mínimas para su realización. Si seguimos
esto, desde el punto de vista antropológico, el pobre no logra ver completa su
Humanidad en tanto sujeto carente.40

La “necesidad” como característica de los países del Tercer Mundo, no es


precisamente otro cantar. Si, en comparación con los países ricos, aquellos
carecen de forma excesiva de algo, se vuelve necesario solventar tales carencias
a tal punto que éstas se eliminen, para lo cual el desarrollismo tiene la receta.
Pero, la necesidad posee otra cara. Ella en sí misma es un problema en tanto que
origina otros, como una cadena interminable a la que se le agregan cada vez más
aros. Si las necesidades no se solventan, existe descontento social, lo que puede
provocar protestas cada vez más radicales como las guerrillas, hasta llegar a la
total inestabilidad política, económica y social.

Si bien pobreza y necesidad son, para el discurso desarrollista, las


características principales del Tercer Mundo, es cierto que desde esta óptica los
problemas se producen sólo desde el interior de dicha categoría velando el papel
que desempeña el Primer Mundo.

Alrededor del mundo, la gente pobre es acusada de destruir sus entornos.


Estas acusaciones, entonces, justifican las políticas que después amenazan
la propia existencia de los grupos sociales tradicionales y de sus sistemas
productivos. Su incapacidad de adaptarse es evidencia que refuerza la idea
de que estos grupos son la causa del atraso social y económico de las áreas
rurales. Aún en las sociedades más modernas, “culpar a la víctima” de su

40
La realidad cotidiana se encuentra con ejemplos como éstos a cada momento. En una de sus
famosas “ventanas”, el escritor uruguayo Eduardo Galeano, en relación con el uso de drogas por
parte de los niños de la calle de la Ciudad de México, recoge esta singular declaración del gerente
general de la Central Camionera Del Norte de esta ciudad: “No dejamos que los niños se mueran
porque, de alguna manera, son humanos” (el subrayado es mío). Véase Galeano, Eduardo. Patas
arriba. La escuela del mundo al revés. Ediciones del Chanchito, Uruguay, 1998, p. 15.

31
propia situación y de su falta de progreso colectivo es un fenómeno bastante
común.41

La regularidad que las sociedades económicamente más avanzadas tienen de


culpar a la víctima de su situación, es un indicador que ha llevado a muchos
teóricos plantearse la posibilidad de la existencia del Tercer Mundo al interior del
Primero. Aunque esto sea posible, las premisas desarrollistas no se ven afectadas
en lo mínimo. Si los habitantes del Tercer Mundo son (somos) culpables de la
situación económica propia, entonces puede afirmarse que el Tercer Mundo se ha
construido a sí mismo. Frente a esta incapacidad por sobreponerse a los
problemas que desde tal lugar se han generado, las políticas de intervención que
buscan solucionar estos problemas no se rechazan, al contrario, son bienvenidas.

Esto último pone de manifiesto dos cosas muy importantes: primero, que el
Tercer Mundo no puede salir de su situación de desventaja sin la ayuda del
Primero, lo cual establece una diferencia entre los habitantes de uno y otro
mundo; en segundo lugar, la diferencia no es precisamente aceptada en tanto que
busca eliminarse con la promesa de desarrollo. Pese a que se reconoce la
existencia de diferencias, se niegan al considerárseles como las causas directas
del problema. Respecto a la construcción del Tercer Mundo, cabe agregar algo
más de suma importancia. Si es cierto que el término ha ganado la aceptación y
simpatía de muchos, esto no ha sido posible sin aquello extra que en gran medida
justifica su existencia y le da sentido. Las teorías del desarrollo proyectan, al
menos en el discurso, posibilidades de eliminación de las diferencias desde un
aspecto progresivo arropadas por un cuerpo de conocimientos de naturaleza
científica.

El desarrollismo, como discurso que irrumpe en la realidad determinándola y


haciéndola desde cierta óptica comprensible, trabaja a través de conceptos y
categorías que forman representaciones de lo que es, de las cuales, las
41
Barkin, David. Riqueza, pobreza y desarrollo sustentable. México: Editorial Jus y Centro De
Ecología Y Desarrollo, 1998, p. 1.

32
estadísticas e imágenes de los medios masivos de comunicación son su principal
herramienta. Son las estadísticas las que determinan quién merece tal o cual
categoría, sea la de pobre, analfabeta, hambriento, campesino o lo que sea. Al fin
y al cabo, todos entran en la noción de subdesarrollado.42 Esta afirmación puede
parecer demasiado apresurada. Sin embargo, como lo muestra Arturo Escobar en
su obra ya citada, al trabajar el desarrollismo con estos conceptos a manera de
datos estadísticos, se pierde toda posibilidad de subjetividad en ellos, lo cual
desde luego, no es una situación per se. Todos los conceptos mencionados, se
desprenden de la “visión economizada de la vida” del discurso desarrollista, por lo
que difícilmente se entenderían fuera de él. Al trabajador del campo en América
Latina, por ejemplo, se le definió como subdesarrollado unilateralmente, no por
que él mismo adoptara el término; aún más, la connotación negativa de
“campesino” es algo a lo que difícilmente estos trabajadores le encuentran
sentido.43

Las estadísticas trabajan sobre los parámetros que el discurso maneja: si


alguien tiene un ingreso per capita inferior a los cien dólares, entonces entra en la
estadística de la pobreza. Si alguien trata a la tierra que trabaja con cierto rasgo
de familiaridad, hablando de quienes se refieren a ella como su “madre”, entra en
la estadística del subdesarrollo. Desde luego, el cómo se han fijado dichos
parámetros es cuestión poco clara, pues los terrenos son muchos: económico,
nutricional, pedagógico, etc. De cualquier forma, es indispensable estudiar cada
uno de esos terrenos a fin de entender cómo opera este fenómeno del desarrollo a
su interior. ¿Qué son, pues, las estadísticas en el desarrollismo? Tecno

42
Cuestión que se manejaba en el apartado anterior. Al considerárseles como un problema o
anomalía a resolver, los sujetos en el discurso son transformados en objetos; simplemente no
entran en la definición de lo que se ha trazado como lo propiamente Humano, en tanto que no
cuentan con las condiciones óptimas para su realización. Si la providencia de la historia nos ha
marcado un camino hacia un modo de vida moderno, quién no ha seguido la ruta se ha separado
de su propia “naturaleza”, por así decirlo.
43
La connotación negativa de “campesino” se desprende de las técnicas que utiliza para la
producción y las formas de trabajo de su tierra, las cuales casi siempre carecen de la tecnología
recomendada por los “expertos”, por lo que se consideraran como arcaicas y subdesarrolladas.

33
representaciones, a través de las cuales se ha concebido y entendido el Tercer
Mundo.44

Un dicho popular reza de la siguiente manera: “una imagen vale más que mil
palabras”. Por supuesto, este caso no es la excepción. Las imágenes de pobreza,
hambruna, conflictos y demás, que transmiten los medios masivos de
comunicación, generalmente corresponden a áreas específicas, las cuales se
encuentran dentro de las fronteras de América Latina, Asia y África. Este ha sido
un factor importante en el reconocimiento de tales regiones como
subdesarrolladas y “tercermundistas”, haciendo creer que por definición en ellas
se encuentra el problema. Lo cual ha llevado a muchos autores al cuestionamiento
de qué es realmente el Tercer Mundo, cuando las imágenes se trasladan a los
países ricos. Si acaso aquél puede darse al interior del Primero. Al igual que las
estadísticas, las imágenes sirven como punto de comparación que devela las
diferencias entre una sociedad y otra, negando las condiciones y formas de vida
de quienes padecen las carencias y problemas. Al ver una escena de total
devastación y caos, nos hace apreciar más la vida moderna, además de que sirve
como incentivo para acercarse al desarrollo.

Este régimen de representaciones es productor del conocimiento que determina


tanto lo que se debe ser (desarrollado) como lo que no (subdesarrollado), así
también de los caminos a seguir para lograrlo. Crea a su vez la visión de lo que se
entiende por Tercer y Primer Mundo, configurando y determinando las relaciones
que se establecen entre ellos.

La noción de los regímenes de representación es otro principio teórico y


metodológico para examinar los mecanismos y consecuencias de la
construcción del Tercer Mundo a través de la representación. La descripción
de los regímenes de representación sobre el Tercer Mundo propiciados por
el discurso del desarrollo representa un intento por trazar las cartografías o

44
Escobar, Arturo (1996).

34
mapas de las configuraciones del conocimiento y el poder que definen el
período posterior a la segunda posguerra.45

Desarrollo, subdesarrollo, Primer Mundo y Tercer Mundo son las principales


categorías sobre las que trabaja el fenómeno del discurso del desarrollo. Son
principalmente éstas las categorías que han permitido imaginar, entender,
interpretar y concebir la realidad en nuestros días, pese a que su problematización
ha sido escasa. Su masiva aceptación ha sido un gran impedimento para dicha
labor en tanto que se consideran cuestiones en sí, otorgándoles cierto status
ontológico al imaginarlas como verdades y partir desde ellas no sólo en la
reflexión, sino también en la praxis cotidiana.46 De ahí la importancia de entender
el desarrollo como “discurso”, pues el hacerlo permite verlo como un fenómeno
histórico determinado que se origina en un punto concreto, así como su
desenvolvimiento.

Si todas las categorías mencionadas tienen una misma génesis y si se retoma


la propuesta de Arturo Escobar acerca de la “invención” del discurso desarrollista,
al menos una puerta se abre: la posibilidad de la problematización de este
discurso para inventar una alternativa.

6. Desarrollo, neoliberalismo y globalización.

Si por sí mismo resulta ya bastante problemático discutir en y con términos


como los que hasta el momento se han venido manejando, no lo es menos con los
de neoliberalismo y globalización. El uso que de ellos se ha hecho a diestra y
siniestra también ha sido de forma indiscriminada, dado que poco se repara en su
definición y/o características. Lo cierto es que existe una gran diversidad en

45
Ibid., p. 32.
46
La relación entre lo propiamente discursivo y la praxis como elementos inseparables en el
discurso del desarrollo, y la generación de conocimiento y poder que originan se tratará de forma
más amplia en el siguiente capítulo.

35
cuanto a su aceptación o rechazo. Lo que ha originado que existan diferentes
puntos de vista al respecto, puesto que para algunos, dichos fenómenos, juntos o
separados, son sinónimos de una gran bendición por los beneficios que han traído
consigo. Para otros, éstos han sido las causas y consecuencias de los grandes
males que aquejan a la humanidad entera en nuestros días.

De igual manera ocurre cuando se piensa el desarrollo al interior de dichos


términos. Las posturas varían. Según sus defensores, el desarrollismo encuentra
en el neoliberalismo y la globalización un terreno propicio para su
desenvolvimiento, mientras que para sus detractores uno y otro han significado
mayor atraso económico y desigualdad de condiciones de las naciones pobres
frente a los países ricos. Como sea, para entender las dinámicas y el
desenvolvimiento del desarrollismo en nuestros días, es necesario hacer algunos
apuntes al respecto, puesto que, en gran medida, la dirección que ha tomado la
economía política en la actualidad, en cuanto al modo de vida moderno y la visión
economizada de la vida, se ha trazado conforme a tales términos.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que no existe una relación absoluta
entre neoliberalismo y globalización, como en ocasiones pareciera mostrarse en la
extensa literatura que los aborda bajo el mismo espacio.47 Sin embargo, no hay
duda que ambos operan de manera conjunta y que comparten muchas de las
premisas y conclusiones, aunque cada uno de ellos tenga un origen distinto.48
Ambos términos se identifican comúnmente como fenómenos al interior de la vida
económica, es decir que, son determinaciones de la economía capitalista en su
fase actual, una especie de actualización de las formas, dinámicas y ordenes del
capitalismo.

47
A riesgo de que al presente trabajo pueda criticársele de lo mismo.
48
Por su parte, el origen y despliegue teórico del neoliberalismo suele situarse alrededor de los
años 70 del siglo XX, mientras que la primera manifestación de su práctica efectiva se identifica
con la dictadura de Augusto Pinchet en Chile, aunque no es sino hasta la década siguiente donde
tiene mayor auge. En cambio, el origen de la globalización suele situarse en la década de los 80 y
su período de auge comienza en la de los 90.

36
6.1. Neoliberalismo. Respecto a las características que definen al
neoliberalismo cabe apuntar que:

para lograr sus fines, los neoliberales proponían la riqueza monetaria como
valor supremo, e impusieron nuevos modos de funcionamiento del
capitalismo tanto en el centro como en la periferia, imprimiendo nuevas
formas a la mundialización: una nueva disciplina del trabajo y de la gestión
en beneficio de acreedores y accionistas, un retroceso de la intervención
estatal en materia de desarrollo y de protección social, una amplia
liberalización financiera, un crecimiento espectacular de las instituciones
financieras, la creación de nuevas relaciones entre sectores no financiero y
financiero en beneficio de este último, una nueva actitud favorable a las
fusiones y adquisiciones, el reforzamiento de los poderes y de la autonomía
de los bancos centrales obnubilados con la estabilidad de los precios.49

Una de las principales motivaciones de quien promulgara la mano invisible que


regula el mercado, Adam Smith, era proveer a la economía política el grado de
ciencia. Esta tesis será reforzada y radicalizada por los teóricos neoliberales.50
Tanto para Frederick Hayek como para Karl Popper, la teoría científica debe
descansar en “un conjunto de hipótesis deductivamente sistematizadas” cuya
aceptación o rechazo se constataría empíricamente.51 A grandes rasgos, el
método general de la ciencia propuesto por Popper se basa en la confrontación de
los enunciados básicos que componen una teoría con otros ya aceptados
empíricamente. Se trata de someter a un “test de resistencia” con la evidencia
empírica proporcionada por los enunciados básicos para corroborar la hipótesis a
tratar.52 Es importante señalar que dicho método no garantiza la veracidad de una
hipótesis, sólo la corrobora a través de su resistencia a la no falseabilidad (lo cual,
no supone su futura corroboración) por aplicación de reglas deductivas.
49
Guillén Romo, Héctor. México frente a la mundialización neoliberal. Ediciones Era, México, 2005,
p. 14.
50
Véase Gómez, Ricardo J. Neoliberalismo globalizado. Refutación y debacle. Ediciones Macchi,
Buenos Aires, Argentina, 2003. 200 pp.
51
Ibid, p. 36.
52
Véase Gómez, Ricardo J. Neoliberalismo y seudociencia. Lugar Editorial, Buenos Aires,
Argentina, 1995.

37
En el planteo popperiano, basta la lógica deductiva para llevar a cabo el
testeo empírico de la hipótesis o teorías; el método de conjeturas y
refutaciones requiere solamente de las reglas deductivas, muy especialmente
de la regla del [modus] tollendo tollens.53

En su distanciamiento respecto al neopositivismo, Popper no cree que exista una


unidad terminológica ni de las leyes entre las ciencias naturales y las sociales.
Empero, sí opta por la unidad metodológica de la contrastación empírica en todas
las ciencias.54 Esta visión hipotético-deductiva de la ciencia pretende dar cuenta
no sólo de la economía, sino de la realidad en su conjunto. El marco normativo de
la economía neoliberal se compone de tres supuestos constituyentes: ontológico,
epistemológico y ético.55

Bajo esos supuestos la composición social de la realidad sería vista a través de


una lupa atomística donde el individuo se impone por encima de la comunidad. La
sociedad sería un simple conglomerado de agentes individuales en competencia
constante por el juego de la oferta y la demanda. El mercado es la entidad que
regularía las actividades humanas y les conferiría orden, de modo que los límites
de las relaciones humanas estarían determinados por él. Sin mercado,
simplemente no hay humanidad. Por tal motivo, sería irracional pelear contra un
orden que ha devenido de un proceso histórico; adaptarse al juego y seguir sus
reglas correspondería a una actitud más lógica. Al poner énfasis en el individuo la

53
Ibid, p. 23. La regla del modus tollendo tollens se enunciaría de la siguiente forma: Si A entonces
B, no B entonces no A.
54
Pese al antineopositivismo de Popper, para Ricardo J. Gómez, su metodología no escapa de los
“fantasmas” de la inducción. Por ejemplo, al corroborar simplemente una hipótesis, el método
popperiano mide únicamente la probabilidad lógica de su veracidad, además de no garantizar su
reproducibilidad futura mediante la falseación. A éste último principio, supuestamente ineludible, se
le contradice en el caso de las ciencias sociales mediante el “principio de racionalidad”,
estableciendo que los agentes individuales siempre actúan apropiadamente a la situación, por lo
cual, pareciera que no existe completa unidad metodológica.
55
En su investigación, Ricardo J. Gómez describe el marco normativo como principal componente
del marco teórico de la economía neoliberal en su totalidad. Este marco normativo constituye-
determina las distintas esferas de estudio del modelo teórico (segundo componente del marco
teórico). Es importante puntualizar que para el autor los supuestos del marco normativo expuestos
en su obra, sólo son aplicables a la economía neoliberal.

38
única racionalidad que mediaría las relaciones sociales es la de los medios-fines,
que en una visión economicista la utilidad se enfoca hacia la ganancia. Para sus
fines, los agentes individuales deben gozar de una libertad absoluta sin
interferencias ni riendas de ningún tipo, por lo que restringir la libertad humana es
restringir el orden mismo de las cosas, del mercado. Para el neoliberalismo, la
finalidad de toda institución u organización social debería orientarse a la
maximización de las posibilidades del mercado.

Si el mercado es producto de un proceso histórico del conjunto de agentes


individuales que llega hasta nuestros días, éste no se responsabiliza por las
desigualdades sociales aunque las reconozca. Cada individuo colabora de distinta
forma al orden mercantil, unos con mayor ímpetu e interés arriesgándose más que
otros. ¿Por qué hacerse cargo de quienes no contribuyen con todas sus
posibilidades?, ¿acaso no sería injusto para quienes sí lo hacen? Bajo el
argumento de la contribución desigual, las disparidades sociales se justifican
desechando toda oportunidad de políticas públicas orientadas a la “justicia social”.
El utilitarismo de los supuestos neoliberales impiden una ética de la alteridad
efectiva tachando de irracional toda acción o pensamiento orientados hacia la
transformación. Se trata de la brutalidad de un “spencerianismo social” que se
despliega con toda fuerza.56

En el caso de América Latina, el discurso del desarrollo dio un importante


vuelco con la entrada en vigor de las tesis neoliberales, principalmente en lo que
al Estado se refiere, puesto que el desarrollo hasta ese entonces estaba
íntimamente ligado a la estructura del Estado. Un reflejo de esto puede
encontrarse con las tesis “cepalinas”, las cuales fueron adoptadas por buena parte
de los países de la región y que, en esencia, pretendían eliminar las diferencias
estructurales frente a los países ricos mediante el incremento de la
industrialización masiva de los países latinoamericanos, para lo cual la

56
Basándose en el investigador de la obra de Darwin, Patrick Tort, Ricardo J. Gómez afirma que la
aplicación de la teoría evolucionista al ámbito social debe atribuirse en realidad a Spencer. Cfr.
Gómez, Ricardo J. (2003), p. 34.

39
intervención del Estado era imprescindible en beneficio tanto del sector público
como del privado.

De forma implícita, esta estrategia requería de la participación del Estado


como agente promotor de la industrialización y la formación de capital,
regulador del mercado y la economía en su conjunto, que además de
propiciar la industrialización pudiera sacar adelante la reforma agraria,
ineludible para la elevación de la productividad, en suma, un Estado cercano
al populista que aún prevalecía por aquellos años en la región.57

Poco a poco, el Estado fue perdiendo terreno en la rectoría de la vida


económica de las naciones cediéndola a los sectores privados, principalmente de
carácter internacional –lo que se ha denominado como “empresas
transnacionales”-, ocasionando con ello un fuerte deterioro de las estructuras
estatales como los sindicatos obreros, organizaciones campesinas y, en general,
de la base política de los partidos que siguen o alguna vez estuvieron en el
poder58. La representación de la imagen del desarrollismo se exhibirá, en tiempos
de neoliberalismo, en términos de inversión privada o, para decirlo de otra forma,
el desarrollo de una nación, sociedad o región, en términos económicos, se
reflejará en la medida de la presencia que tenga el capital privado.

La entrada del neoliberalismo a la región implicó una transformación del


discurso desarrollista donde sus representaciones se asociaron a la privatización
de los bienes públicos, el derrumbe fronterizo para la apertura de mercados y
capitales y, por supuesto, mayor injerencia empresarial en la toma de decisiones
de la vida política. De manera que, un obrero afiliado a un sindicato se convierte
57
Hernández López, Roberto C. p. 85.
58
A propósito de esto, el 31 de Enero de 2008 en la ciudad de México hubo una masiva
manifestación de la que, se dice, participaron cerca de 200 mil personas exigiendo la
renegociación del capítulo agropecuario del Tratado De Libre Comercio De América Del Norte, en
donde el campo mexicano se ve en franca desventaja frente a los productos estadounidenses. En
su columna, el periodista Julio Hernández López pone énfasis en los asistentes a la manifestación,
entre los que se encontraban los sectores que históricamente han formado parte de las filas del
aparato de explotación de la “dictadura priísta”, hasta los sectores izquierdistas de México. Véase
Hernández López, Julio. “Otro Zócalo” en el periódico La Jornada, 1º de Febrero, México, 2008, p.
4.

40
en un síntoma de subdesarrollo, de igual forma, un campesino perteneciente a un
ejido.59 Al tachar de “reaccionarias” a las políticas opuestas a la privatización de
los bienes públicos y verlas como un impedimento para el desarrollo, se ponía de
manifiesto no la contradicción del discurso desarrollista como se podría sugerir 30
años atrás, sino el proceso de su constante evolución, al menos para sus
defensores. Lo cual sugiere un movimiento coyuntural por parte de las teorías del
desarrollo con las situaciones políticas a las que se enfrenta, asumiéndolas e
incorporándolas a sus esquemas.

6.2. Globalización. El caso de la globalización o “mundialización” –como


algunos autores sugieren- parece ser algo más complejo. Su origen difiere al del
neoliberalismo con unos cuantos años de diferencia.

El término globalización aparece a principios de los años ochenta en el


mundo anglosajón. Intelectuales y periodistas anglosajones comienzan a
hablar de globalización. En particular, es en la literatura dedicada a las
empresas multinacionales donde el término tiene su origen.60

En general, la globalización suele asociarse dentro del ámbito de la economía


política, que funciona como un operador junto con el neoliberalismo cuya meta
principal, es la universalización del modelo económico capitalista. De ahí su
autenticidad, pese a que Marx había asegurado que era parte de un proceso al
que tendía el capitalismo bajo el nombre de mundialización. De cualquier forma,
cabe hacer algunas puntualizaciones al respecto.

Basándose en Fernand Braudel, Héctor Guillen señala que para entender el


fenómeno de la globalización hay que distinguir la diferencia entre lo que se ha

59
Respecto a las reformas al artículo 27 de la constitución política mexicana anunciadas el 14 de
Noviembre de 1991, el presidente en turno del país, Carlos Salinas de Gortari, manifestó que éstas
constituían “una visión progresista del país”, y añadió que “la posición reaccionaria está en
pretender repetir y congelar las formas y las maneras del pasado para el campo. Lo único
reaccionario es proponer que nada cambie en el campo, que todo es intocable. Los mitos llevan
hoy pobreza al medio rural”. Revista mexicana Proceso No. 785, 18 de Noviembre de 1991, p. 10.
60
Guillén Romo, Héctor, p. 26.

41
denominado como economía-mundo y economía mundial.61 La primera se concibe
como “un mundo en sí”, es decir que, sus fronteras y alcances llegan hasta donde
comienza un nuevo modelo económico. En este caso, una economía-mundo
puede subsistir junto con otras y es además entendible sólo al interior del Estado
nación, por lo que su centro se encuentra dentro de una ciudad específica. Sus
dinámicas se entienden bajo ciertos parámetros, como el uso de una misma
moneda, fronteras definidas casi siempre correspondientes a las fronteras político-
geográficas. Por economía mundial se entendería la economía del mundo entero,
en su totalidad.

La pretensión de asemejar la globalización con la economía mundial se reforzó


con la desaparición del bloque socialista a principios de los años noventa del siglo
XX, lo que significó no sólo el triunfo de la economía capitalista, sino también su
irreversibilidad y completo dominio. A partir de entonces se manejó la idea de un
mundo globalizado económicamente, idea que se fortaleció junto con la
renovación tecnológica que permitió las comunicaciones a escala global. Sin
embargo, el uso del término globalización en la realidad es aún demasiado
abstracto, dado que la integración económica a escala global es todavía un anhelo
(para quienes lo desean, por supuesto).

Podemos afirmar que el modelo puro de “economía mundial integrada”


correspondería a un orden planetario aún inexistente en el cual estarían
ausentes las cuatro dimensiones que permiten la identificación de los
espacios económicos nacionales. En dicha economía, la integración de la
moneda y de los mercados, la movilidad de factores, la armonización de
reglas y la convergencia de políticas económicas habrían avanzado tanto
que se asistiría a la desaparición de las economías nacionales, reducidas a
simples cortes estadísticos sin significación económica.62

61
Ibid., véase principalmente el capítulo 1.
62
Ibid., p. 25.

42
Esto último no quiere decir que el proceso de globalización no esté en marcha,
pero sí puede orientarse hacia una problematización de los mitos –en sentido
peyorativo- que se han gestado alrededor del concepto, como por ejemplo, el del
carácter transnacional de las empresas privadas o la anulación total del Estado en
la vida económica.63 Respecto a esto último cabe preguntarse: ¿realmente las
empresas carecen de carácter nacional? y ¿realmente el Estado no participa ya
en la toma de decisiones en cuanto a economía se refiere? La respuesta dista
mucho de ser afirmativa. Las ganancias, beneficios, y hasta las investigaciones
que llevan a cabo las empresas tienen un destino común: su país de origen. Por
su parte, el Estado mantiene una relación abierta con las empresas, aunque sólo
sea para modificar o desaparecer algún artículo constitucional en beneficio de las
segundas. Pero, la cuestión central tiene que ver con la universalización. ¿Qué es
lo que se universaliza? El acento, suele ponerse en el carácter económico y la
estructura institucional. De entrada, no se puede negar que uno de los principales
elementos a universalizarse es el modelo económico neoliberal, con todos sus
supuestos, los cuales no pueden desligarse de otros ámbitos, los toca
necesariamente. Las ideas, patrones de conducta, valores y otras esferas de
carácter socio-cultural.

Pese a su propósito homogeneizador y des-territorializador, la globalización no


puede (¿o debe?) desentenderse de su origen occidental, si bien es cierto que
trata de desprenderse de él al pretender hacerlo universal, implantando los
valores, cultura, política e historia de la cultura europea, ese perfil eurocéntrico no
puede eliminarse. De hecho, Arturo Escobar sugiere entender la globalización más
allá de un fenómeno de radicalización y universalidad de la modernidad, con toda
la problemática que este último término lleva consigo. De lo que se trataría es de
visualizar condiciones de posibilidad para algo nuevo, prácticas políticas,
representaciones y subjetividades articuladas alrededor de ejercicios

63
Véase a Nogueira Batista, Paulo. “Cinco mitos de la globalización”, en revista Memoria. No. 117,
pp. 23-25, Noviembre, 1998.

43
transformativos.64 No obstante, el nuevo régimen de globalidad “articula intereses
económicos, militares e ideológicos en una constelación de poder hasta cierto
punto inusitada”.65

Desde el principio, la intención del desarrollismo era llevar a todo lugar y a toda
cultura la visión moderna de la vida, sólo que no se había encontrado con las
condiciones óptimas para su realización, oportunidad que se presenta con un
nuevo orden económico que trastoca las diferentes esferas de la vida humana y
se pretende mundial, que además, no encuentra oposición alguna o, por lo menos,
digna de ser considerada.66

La globalización, en voz de las empresas, ha fijado los nuevos paradigmas del


desarrollo, cambiando el modo de entender, pensar, concebir, conocer, interpretar
e imaginar la realidad. La transformación del régimen de representaciones del
desarrollo, implica una transformación del ser humano que se desprende de toda
identidad, ya sea cultural, social, nacional, hasta filosófica, para incorporarse a
una completa homogeneidad sin rostro. Se mantiene en la situación de
“subdesarrollo”, pero pertenece a la “comunidad global”. Epistemológicamente, el
mundo se concibe bajo un solo modelo, lo cual hace que el acceso al
entendimiento de éste sólo sea posible a través de un cuerpo de conocimientos
previamente fijado. Sin ton ni son, se trata de la privatización del conocimiento y
del acceso a la realidad.

Por todo esto, las configuraciones y categorías del discurso mismo también
sufren –si es que realmente se puede manejar la palabra sufrimiento- un cambio
radical. Conceptos y categorías como Primer y Tercer Mundos en plena
globalización van perdiendo fuerza día con día al quedar subsumidos dentro de la

64
Escobar, Arturo. Más allá del Tercer Mundo. Globalización y diferencia. Instituto colombiano de
antropología e historia, Universidad del Cauca, Colombia, 2005, pp. 27-28. En el siguiente capítulo
se abordará de forma más amplia sobre las posibilidades de alternativas transformadoras al interior
de la globalización.
65
Ibid, p. 12.
66
Como se sugería en el apartado anterior respecto a la desaparición del “Segundo Mundo”.

44
homogeneización de la categoría: “comunidad global”. Empero, algunos otros
siguen vigentes, su articulación en el discurso y la práctica no se ha visto
trastocada. Tal es el caso de “desarrollo” y “subdesarrollo”, que siguen operando,
pero bajo las modalidades que el nuevo orden, neoliberal y globalizado, exige.

El peligro más grave, tal vez, es el de considerar al neoliberalismo y la


globalización como fenómenos que se desenvuelven de manera inevitable e
irreversible, impidiendo su problematización y crítica. Considerarlos de dicha
manera podría desembocar en una concepción de la realidad a la manera de
Pfizer, Microsoft, Mc Donald’s, CNN, EXXON y otras más. La necesidad de
abordarlos críticamente está a la orden del día. De lo contrario, el imaginar otros
mundos posibles, ni pensarlo; plantearlos, una locura; construirlos, irreal.

45
CAPÍTULO II

Esquivando las bofetadas.

He visto nacer y morir. He asistido a un enterramiento


y a un parto. Y me ha parecido siempre que el que
llega, llega como forzado, que alguien lo empuja por
detrás, que lo echan a puntapiés y puñetazos de algún
sitio y le arrojan aquí, que por eso aparece llorando.
-León Felipe-

Foucault no ha existido nunca. Es una invención del


siglo XX, y, particularmente, de la postmodernidad.
-Ricardo Maliandi-

7. La irrupción de nuevos planteamientos teóricos.

La segunda mitad del siglo XX fue una época muy ajetreada e inestable a nivel
global en muchos aspectos de la vida humana. En geografía, mientras unos
países aparecían otros se desvanecían haciendo que los mapas cambiaran
constantemente. Asimismo, economías, ideologías, prácticas políticas y hasta
proyectos utópicos de transformación social también se evaporaron. A fin de
cuentas, la desesperanza fue lo que prevaleció en muchos. El derrumbe del
bloque socialista incumpliendo sus promesas de revolución, el fracaso de los
movimientos liberacionistas, las crisis económicas que empeoraron las situaciones
de pobreza, la creciente dependencia de los países pobres para con los ricos, las
transiciones democráticas que nunca llevaron una democracia plena para las
mayorías y tantos otros fenómenos que harían interminable la lista, dejaron un
gran desaliento en quienes desde su propia trinchera buscaban construir “otros
mundos posibles”.

46
Se dice que fue en la década de los ochenta cuando se vivieron los momentos
más críticos, lo que le valió el mote de “la década perdida”. No obstante, hubo
otros elementos que caracterizaron a dicha época. Con diferentes motivos, se
promulgó el fin de la historia, de los meta-relatos, de las ideologías y de las
utopías. De igual forma, se declaró la muerte del socialismo y, más radicalmente,
la del sujeto. La proclamación de estos elementos fueron reivindicados
principalmente por un marco teórico que se gestaba e iba tomando fuerza.
Inspirado el nombre por la obra de Lyotard, el discurso postmoderno se mostraba
como el nuevo paradigma para el análisis de la realidad bajo los esquemas
globales que la actualidad exigiría.

Las críticas a lo que Castro-Gómez denominará como “nueva sensibilidad” no


se hicieron esperar.67 Para muchos otros, el postmodernismo era expresión de un
discurso “intencionadamente paradojal, organizado sobre una metáfora radical y
agresiva: la de la muerte”.68 Lo cierto es que las características atribuidas a este
“cambio de sensibilidad” no son fácilmente definibles. Aunque el prefijo post
aduciría inmediatamente a una superación epocal de la modernidad, para el
filósofo colombiano sería un error identificarla de tal forma.

Cierto que el prefijo “pos” sugiere una periodización en el tiempo y que el libro
más conocido de Vattimo lleva justamente este nombre: el fin de la
modernidad. Pero nada más inexacto que entender este “fin” como el
cumplimiento de una época y el comienzo de otra. La postmodernidad no es lo
que viene después de la modernidad, sino que es la asunción de la conciencia
de crisis que caracteriza a la modernidad misma.69

Si tomamos en cuenta la observación de Mario Magallón sobre las dificultades


que conlleva el concepto de modernidad y su posible acercamiento para su
estudio a través de sus elementos constitutivos, entonces, el entendimiento de las

67
Castro-Gómez, Santiago. Crítica de la razón latinoamericana. Puvill libros S.A., Barcelona. 1996.
68
Roig, Arturo Andrés. Caminos de la filosofía latinoamericana. Universidad del Zulia, Maracaibo,
Venezuela, 2001, p. 135.
69
Castro-Gómez, Santiago (1996), p. 32.

47
relaciones entre la modernidad y la postmodernidad estará mediado por la manera
como se aborden los principios por él mencionados.70 En ese sentido, “la asunción
de la conciencia de crisis que caracteriza a la modernidad misma” varía de un
autor a otro, lo cual, explicaría el que algunos conciban la postmodernidad en un
sentido de superación de la modernidad bajo cierto esquema dialéctico de
continuidad.71

De cualquier forma, los rasgos comunes que comparten los teóricos del
postmodernismo se centran en la crítica del estado de la razón moderna,
dominadora y universalizante. Frente al totalitarismo moderno, los
postmodernistas proponen “una racionalidad fragmentada y débil, instalada en una
pluralidad de juegos de lenguaje, con diferentes mecanismos y contenidos de
legitimación, dado que estamos en una situación epocal diferente”.72 Esta
necesidad de afrontar teóricamente el estudio de la realidad con elementos y
esquemas funcionales para la actualidad, es uno de los puntos que comparten los
teóricos postcolonialistas con sus contemporáneos postmodernos.

La postcolonialidad como marco teórico surgió alrededor de la década de los


noventa del siglo XX, enfatizando el papel de la globalización económica como
una de las principales características de la crisis de la modernidad, la cual,
produce un sistema de colonización epistemológico regido por la lógica económica
capitalista. En plena era de la “comunidad global”, las categorías con que se solía
descifrar la realidad socio histórica, según este discurso, resultan ser caducas e
insuficientes ante las nuevas formas de dependencia generadas por el
transnacionalismo des-territorializado. En ese sentido, el estudio de la realidad de
nuestra América tendría que resituarse alrededor de los esquemas globales de

70
Véase la cita correspondiente a la nota 30 del presente trabajo.
71
A propósito de la variedad de definiciones de “postmodernidad”, especialmente en el
pensamiento filosófico latinoamericano, puede consultarse el último capítulo de la obra de Carlos
Beorlegui Historia del pensamiento filosófico latinoamericano. Una búsqueda incesante de la
identidad. Universidad de Deusto, Bilbao, España, 2004.
72
Ibid., p. 835.

48
nuestro presente, más allá del análisis basado en categorías nacionalistas,
antinacionalistas y/o regionalistas.

Tanto en los teóricos postmodernos como en los postcolonialistas predominan


los planteamientos particulares/locales frente a los universales/globales. La
fragmentación o disociación que para muchos esto suscitaría, les ha valido la
identificación de ambos paradigmas con la lógica cultural dominante a la que
supuestamente se opondrían.

¿Podemos aceptar como metas para nuestra América la “desterritorialización”


y “deshistorización” que se exige desde discursos que, más allá de las “buenas
intenciones”, resultan sospechosamente paralelos con los de las formas más
agresivas del neo-capitalismo y el neo-liberalismo actuales?73

La intención no es ahondar en el debate, tampoco de emitir juicio alguno, al


menos no todavía. De lo que se trata es de examinar los terrenos y puntos
compartidos por parte de uno de los autores que se han venido manejando y cuyo
trabajo se centra en la crítica al discurso desarrollista. Aunque Arturo Escobar no
se adhiere directamente a ninguno de estos marcos teóricos, mantiene cierta
afinidad en lo que respecta a la crítica de la razón moderna de corte eurocéntrico,
el rescate de lo particular/local, la superación de los meta-relatos y la
reivindicación de racionalidades alternativas entre otros que se expondrán a
continuación. Sólo para ejemplificar uno de los puntos compartidos, vale
mencionar que con el fin de recalcar el aspecto global de la lógica económica
moderna-capitalista, sin desprenderlo del carácter de dominación que la
acompaña, Arturo Escobar adopta el concepto de globalidad imperial.

Para acompañar el concepto de globalidad imperial […] he adoptado la


noción de colonialidad global, formulado por Walter Mignolo a partir del
concepto de colonialidad del poder de Aníbal Quijano; este concepto apunta
a la dimensión cultural y epistemológica del eurocentrismo – la supresión

73
Roig, Arturo Andrés (2001), p. 139.

49
efectiva de los conocimientos y culturas subalternas en el diseño del(os)
mundo(s), particularmente mundos regionales y locales.74

Explorado y abonado un poco el terreno, se puede echar un vistazo a las


críticas y propuestas al desarrollismo de Arturo Escobar. Por supuesto, tratando
de mantener –en la medida de lo posible- una actitud crítica al respecto.

8. Una propuesta crítica al desarrollo desde el postestructuralismo.

Suele suceder que, cuando se pretende abordar el planteamiento teórico de


cualquier autor, inmediatamente su trabajo se programe en términos de la
importancia que tiene. Ya sea por la actualidad de las propuestas o críticas
contenidas, por las posibilidades que ofrezca al debate o, por la novedad de sus
planteamientos, resulta casi imposible no formular un juicio. Con frecuencia, se
puede llegar a comparaciones entre el autor a analizar y quien analiza, con
evidentes privilegios para el segundo (al fin y al cabo es el escritor), teniendo
resultados desastrosos. El peligro de devaluar el trabajo de alguien más está muy
latente. Tratando de esquivar dicho peligro, en el caso de la crítica al discurso
desarrollista de Arturo Escobar y, a manera de justificación del por qué se maneja
aquí, cabe anotar que él mismo no se limita a simples señalamientos esbozados
de manera crítica, sino que, también podemos encontrar un planteamiento
propositivo.

El trabajo de Escobar –como él mismo lo señala- puede caracterizarse en los


lineamientos de la crítica postestructuralista al desarrollo. Se trata del estudio,
análisis y crítica de las formaciones discursivas y las prácticas en que deviene el
desarrollo, así como de las relaciones de poder-conocimiento que de ellas se
desprenden.

74
Escobar, Arturo (2005). p. 14.

50
Siguiendo la vena postestructuralista de cuestionamiento de las
epistemologías realistas (ver el trabajo de Michael Foucault para la mejor
explicación de esta tendencia teórica), el motivador principal de la crítica
postestructuralista no fue tanto el proponer otra versión del desarrollo –como
si a través del refinamiento progresivo del concepto los teóricos pudieran
llegar finalmente a una conceptualización verdadera y efectiva- sino el
cuestionar precisamente los modos en que Asia, África y Latinoamérica
llegaron a ser definidas como “subdesarrolladas” y, por consiguiente,
necesitadas de desarrollo.75

Las referencias que Escobar tiene de Foucault están presentes a lo largo de su


trabajo. El método arqueológico para el análisis del discurso delineado por el
filósofo francés, según Escobar, permite mantener cierta neutralidad, mantenerse
desligado del discurso desarrollista para el análisis de su contexto teórico y
práctico. Es esta lejanía para con el discurso lo que posibilitaría el pensar y actuar
en términos diferentes al desarrollo.

Pensar el desarrollo en términos del discurso permite concentrarse en la


dominación –como lo hacían, por ejemplo, los primeros análisis marxistas- y,
a la vez, explorar más productivamente las condiciones de posibilidad y los
efectos más penetrantes del desarrollo. [El análisis del discurso] permite
individualizar el “desarrollo” como espacio cultural envolvente y a la vez abre
la posibilidad de separarnos de él, para percibirlo de otro modo.76

Como quedara asentado en La arqueología del saber, el discurso está


dominado por elementos y reglas que lo posibilitan y le dan forma.77 En el caso
del discurso desarrollista, lo que le autoriza hablar en sus propios términos bajo
formas de expresión concretas, son las categorías que ha construido y la forma
cómo se relacionan estas. Es por sus propias reglas y dinámicas como se habla

75
Escobar, Arturo. “El postdesarrollo como concepto y práctica social”, en Mato, Daniel (coord.)
Políticas de economía, ambiente y sociedad en tiempos de globalización. Facultad de Ciencias
Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela, Caracas. 2005** p. 18
76
Escobar, Arturo (1996). p. 23.
77
Foucault, Michael. La arqueología del saber. Ed. Siglo XXI, México. 1970.

51
de una forma y no de otra, penetrando por completo en el imaginario social
dibujando formas de ver, entender y de expresar la realidad.

Para Escobar, el desarrollo se define por tres ejes que se entrelazan. Es


mediante el estudio de cada uno de ellos que se visualiza el desarrollo como un
fenómeno histórico, con características propias, que crea esferas de pensamiento
y acción.

8.1. Primer eje del desarrollo. El primer eje tiene que ver con “las formas de
conocimiento que a él se refieren, a través de las cuales llega a existir y es
elaborado en objetos, conceptos y teorías”.78 Con ayuda de disciplinas como la
economía, la sociología, la politología, la antropología, la filosofía y otras, en
ocasiones todas ellas con diferentes enfoques, el desarrollo va adquiriendo forma.
Cada una aporta los elementos que desde sí considera válidos y necesarios para
la conformación científica del desarrollo. El conocimiento que posee cada
disciplina se pone al servicio del desarrollo, en el cual, cada uno de sus
enunciados conserva la dependencia referente a la formación discursiva que le
dio lugar. Al respecto, cabe señalar, según Foucault, las diferencias existentes
entre las frases, las proposiciones y los enunciados. Para él, “mientras la
regularidad de una frase está definida por las leyes de una lengua, y la de una
proposición por las leyes de una lógica, la regularidad de los enunciados está
definida por la misma formación discursiva”.79

Al atravesar cada una de estas disciplinas -cuestión que se ha venido


señalando- el desarrollo se muestra como la solución más adecuada a una
problemática que no puede explicarse sino sólo por medio de él mismo: la
pobreza. No porque el desarrollo la produzca -como señalaban los teóricos de la
dependencia-, sino porque no hay explicación suficiente por parte de algún marco

78
Escobar, Arturo. (1996). p. 31.
79
Foucault, Michael. (1970). p. 197.

52
teórico (que haya sobrevivido o al menos no esté en agonía) que goce de la
credibilidad y aceptación de la mayoría de los especialistas.

Siguiendo esto, el desarrollo sería parte de la episteme moderna que conlleva


la economía política. Aún cuando haya diferentes enfoques y maneras de
abordarlo, al articularse alrededor de una misma episteme, todas ellas,
constituyen un saber que se vinculará tanto a la práctica discursiva como a la
ciencia formando un corpus lógicamente constituido y aceptado como tal:

en fin, un saber se define por posibilidades de utilización y de apropiación


ofrecidas por el discurso. […] Existen saberes que son independientes de las
ciencias, […] pero no existe saber sin una práctica discursiva definida; y toda
práctica discursiva puede definirse por el saber que forma. En lugar de
recorrer el eje conciencia-conocimiento-ciencia (que no puede ser liberado
del índice de la subjetividad), la arqueología recorre el eje práctica
discursiva-saber-ciencia.80

El desarrollo se presenta de múltiples formas, con rostros distintos. Sus


determinaciones dependerán en gran medida del enfoque disciplinario con que se
aborde, sin importar que se plantee desde la modernización, la democratización o
el estructuralismo. Aunque cada una de estas versiones del desarrollo opera con
un aparato de conocimientos relativamente diferente del otro, todas terminarían
por agruparse en los lineamientos del orden de la modernidad con su visión
economizada de la vida. De lo que no se podría dudar es de la existencia de un
saber, el cual todos comparten. En ese sentido, el tratamiento del problema
puede variar. Es en la solución donde no caben los vaivenes.

El aparato de conocimiento que crea el discurso construye sus objetos de


conocimiento a los que se quiere referir. Así, al detectar el problema en la
pobreza, el desarrollismo inventó sus objetos de estudio (los pobres) de manera

80
Ibid. p. 307.

53
que pudiera administrarlos política, social y culturalmente. Al respecto, explicando
a Procacci, Arturo Escobar sugiere que la pobreza:

se asociaba, correcta o incorrectamente, con rasgos como movilidad,


vagancia, independencia, frugalidad, promiscuidad, ignorancia, y la negativa
a aceptar los deberes sociales, a trabajar y a someterse a la lógica de la
expansión de las “necesidades”. Por consiguiente, la administración de la
pobreza exigía la intervención en educación, salud, higiene, moralidad,
empleo, la enseñanza de buenos hábitos de asociación, ahorro, crianza de
los hijos, y así sucesivamente.81

A simple vista, pocos se atreverían a dudar de la eficacia de estos mecanismos


para la erradicación de la pobreza. Lo difícil sería ponerse de acuerdo en el cómo
se podría lograr, lo que daría lugar a diversas teorías. En primera instancia puede
no existir consenso en la forma de abordar las problemáticas y soluciones entre
una disciplina o ciencia, e inclusive al interior de ellas mismas. Lo cual, no quiere
decir que se opongan. Por el contrario, el aparato de conocimientos del desarrollo
proyectaría un horizonte axiológico de posibilidades para la transformación social,
donde cada disciplina aportaría elementos, teorías y prácticas en la cimentación
del saber del mismo desarrollo. En realidad, el disenso le daría un rostro o, mejor
dicho, una máscara de pluralidad al desarrollo. Esto justificaría en buena medida
su constante búsqueda como un ejercicio de participación y construcción
democrática donde todos pueden colaborar, poniendo cada quien su “granito de
arena”.

A fin de cuentas, el conocimiento sobre el Tercer Mundo y sus ciudadanos


subdesarrollados derivó en su profesionalización, convirtiendo a aquellos en el
objeto de estudio de las ciencias occidentales con visiones eurocentristas. Los
criterios de verdad y validez de los argumentos del discurso desarrollista le
conferirían plena autorización para hablar -en los mismos términos- alrededor de
una política concreta de interpretación de lo “otro”. El profesional del desarrollo

81
Escobar, Arturo. (1996). p. 54.

54
ejerce una función de traductor de las culturas y prácticas de los objetos de
estudio, transformándolos en datos de investigación.

Lo que estaba en juego era toda una política del conocimiento que permitiera
a los expertos clasificar problemas y formular políticas, emitir juicios acerca
de grupos sociales enteros y hasta predecir su futuro, en síntesis, producir
un régimen de verdades y normas al respecto. Nunca se pondría el énfasis
en las consecuencias que esto tuvo para los grupos y países en cuestión.82

8.2. Segundo eje del desarrollo. El segundo eje que menciona Escobar, está
más relacionado con la práctica efectiva del desarrollo. Para que el desarrollo sea
posible en la realidad socio-histórica, más allá de un mero ideal y, en conjunción
con el aparato de conocimientos, necesita cimentarse en un sistema de poder que
regule su práctica. Las principales muestras de esto las representan las grandes
instituciones. Desde universidades, centros de investigación, instituciones
bancarias y financieras, dependencias de gobierno en todos los niveles y otras
más, las estrategias de desarrollo junto con el conocimiento que proveían se
implantaron en prácticamente todo lugar, impidiendo con ello que los más pobres
definieran por sí mismos sus propias formas de vida. Bajo la mirada del
“especialista”, el pobre se halla en una situación de ingobernabilidad incapaz de
superar él solo. Ante ese escenario caótico lo que se necesita es poner orden.

La intervención del desarrollo implicaba necesariamente la creación de un


campo institucional desde el cual los discursos eran producidos, registrados,
estabilizados, modificados y puestos en circulación.83

Es a través de los mecanismos de institucionalización del desarrollo que se


divulga y expande el conocimiento del “Tercer Mundo” y de sus posibles
soluciones. Las estrategias, programas, asistencias y recomendaciones de

82
Ibid., p. 97.
83
Ibidem.

55
desarrollo que diseñaron las instituciones, en complicidad con el ejercicio político,
definieron prácticas concretas en el desenvolvimiento del poder.

En las últimas décadas, las “recomendaciones” del Banco Mundial y el Fondo


Monetario Internacional han sido claves para el seguimiento de las políticas
desarrollistas de los países pobres, pese a que el único crecimiento obtenido de
tales recomendaciones sólo han sido los de la deuda, la pobreza y la
dependencia, simplemente aumentando el campo laboral y los datos de
investigación de los profesionales del desarrollo. Cada año los especialistas en la
materia emiten informes desde las tribunas de la ONU, la bolsa de valores, las
cámaras de representantes o el palacio presidencial, con un lenguaje de
desarrollo que no se confirma en la realidad de las mayorías. Inclusive, es común
ver a los candidatos a representantes populares exhibir -casi de manera
mesiánica- propuestas que por fin traerán el tan anhelado desarrollo. Sin
embargo, entre el desarrollo institucionalizado y las condiciones de vida de los
subdesarrollados existe un enorme abismo que no se ha podido franquear.

Al relacionarse estas dos dimensiones, el de la profesionalización y la


institucionalización del desarrollo, se constituye de manera sistemática el aparato
que regula la producción tanto de las formas de conocimiento como de poder.

Las formas de poder que han surgido no funcionan tanto por medio de la
represión, sino de la normalización; no por ignorancia sino por control del
conocimiento; no por interés humanitario, sino por la burocratización de la
acción social.84

8.3. Tercer eje del desarrollo. Por último, el tercer eje tiene que ver con los
“regímenes de representación” que se manejaron en el capítulo anterior, es decir,
con las formas de subjetividad creadas por el desarrollismo. Es en este espacio
donde convergen historias, culturas, identidades, políticas y lenguajes, al tiempo

84
Ibid., p. 109.

56
que otros desaparecen. Para Escobar, la visibilidad de Asia, África y América
Latina como subdesarrollados, tercermundistas y tradicionalistas tiene su origen
en la lógica de la modernidad europea y en las formas de colonización producidas
desde 1945. Puede parecer caduco y hasta ridículo hablar de colonialismo en
pleno siglo XXI, sobre todo, cuando abundan las imágenes video grabadas de los
movimientos de descolonización celebrando su independencia. Se podría pensar
que tal concepto no tiene lugar en la actualidad y que debería manejarse en
términos de “Estados libres asociados” como es el caso de Puerto Rico.85 Sin
embargo, “si bien es cierto que muchos aspectos del colonialismo ya han sido
superados, no por ello las representaciones del Tercer Mundo a través del
desarrollo son menos incisivas que sus homólogas coloniales y tal vez lo sean
más”.86

Las identidades que ha construido el desarrollo con su discurso, se han


impuesto de manera violenta desde una epistemología basada en la producción
de la superioridad e inferioridad de los sujetos referidos. El marco conceptual de la
modernidad, con sus determinaciones desarrollistas, ha penetrado socialmente en
las formas de entendimiento y concepción de la realidad, hasta el punto de
colonizarla. En otras palabras, la realidad está dominada por un sistema de
colonización epistémico a través del aparato de conocimientos y las formas de
regulación del poder que el desarrollo ha edificado. En ese sentido, las
subjetividades que se encuentran en el ámbito de la realidad regida por el
desarrollo, podrán manejarse de la manera que su marco teórico lo considere más
pertinente. Es ahí donde las subjetividades pasan a ser parte de las categorías
analíticas del discurso.

Por obvias razones, al construir identidades, historias y subjetividades, los


regímenes de representación buscan eliminar de manera efectiva a otras tantas

85
Pese a la retórica política que inunda el imaginario social con sus ideales de democracia y
libertad, el término “neo-colonialismo” seguramente retrataría mejor la realidad que viven países
como Puerto Rico.
86
Escobar, Arturo (1996), p. 41.

57
que no caben en sus parámetros. Las culturas que buscan reivindicar su
identidad, el papel activo de la mujer en los procesos de conformación histórica y
la construcción de formas de producción más justas y equitativas, son
constantemente atacadas, juzgadas y violentadas en el amplio sentido de la
palabra.

Como lugares de encuentro y supresión de las culturas locales, de la mujer,


la identidad y la historia, dichos regímenes de representación son lugares de
origen de la violencia. Como régimen de representación de este tipo, el
desarrollo ha estado ligado a una economía de la producción y el deseo,
pero también de las fronteras, la diferencia y la violencia.87

Al atravesarse unos con otros, esos tres ejes permiten entender el desarrollo
como una formación discursiva que opera al interior de la episteme moderna de la
economía política. Las sociedades terminaron por ser encajonadas en un sistema
de interpretación de la realidad, construido sobre la base de las concepciones
consumistas de una fórmula definida con anterioridad. De ahí que el espacio
cimentado se definiera no sólo por las relaciones con sus objetos, sino también
por las maneras como se ha llevado a la práctica sus teorías, conceptos y
estrategias.

Es evidente el agotamiento histórico de los modelos y esquemas de desarrollo.


Después de más de medio siglo de incondicional seguimiento de las estrategias
desarrollistas, el cumplimiento de sus promesas aún está lejos. Paradójicamente,
tampoco se ve próximo el fin de la era de desarrollo e, inclusive, ridículamente
continúa siendo una idea tan rentable como querer curar una pulmonía con baldes
de agua fría. El aumento de las relaciones de dominación y explotación del
sistema capitalista han sido las únicas constantes, cada vez de forma más violenta
y radical. La coherencia que envuelve al discurso desarrollista le ha favorecido, a
tal grado, que es reivindicado por los pobladores tanto del Primer Mundo como del

87
Ibid., p. 401.

58
tercero, dificultando la respuesta a la pregunta sobre quiénes participan en la
producción y reproducción de sus relaciones de poder y dominio.

Siguiendo la línea foucaultiana, para Escobar el dominio que ejerce el desarrollo


como formación discursiva no se despliega en una figura específica, por lo que,
debe tomarse como “una estrategia sin estrategas en el sentido de que nadie lo
dirige explícitamente”.88 Tanto desarrollados como subdesarrollados, al
incorporarse de una manera u otra al discurso desarrollista terminan
reproduciéndolo desde su interior. Esta participación del subdesarrollado en la
reproducción del discurso ha contribuido a la idea del desprendimiento del
postestructuralismo respecto a las críticas y análisis del desarrollo que, por
ejemplo, llevaban a cabo teóricos como los marxistas. Desde este enfoque, las
relaciones de dominación que abordaban la cuestión en términos como los de
dominador-dominado, centro-periferia o norte-sur, tendrían que ser superados, en
tanto que, su realización efectiva depende de la colaboración de todos los actores
involucrados sin que necesariamente se imponga.89

La superación de las formas de vida desarrollistas y de su epistemología


totalizadora requeriría de un esfuerzo deconstruccionista del discurso, esto es,
separarse de la práctica discursiva que ha imperado en la economía política desde
1945. Abrir una brecha de discontinuidad en el discurso, permitiría visualizar
propuestas alternativas al desarrollo y no de desarrollo como hasta ahora se ha
propuesto. Para Escobar, la diferencia de esto último no se traduce en un mero
uso preposicional, sino más bien en formas concretas de práctica política. Las
alternativas de desarrollo han ganado poco terreno en la erradicación de la
pobreza, mientras que, desde la otra opción, sería posible imaginar una era de
postdesarrollo que abarque a la sociedad en su conjunto y a las culturas que
históricamente han sido excluidas por la modernidad eurocéntrica.

88
Ibid., p. 110.
89
Escobar se refiere a los análisis tradicionales donde algunos marxistas –sin aclarar de quienes
está hablando-, sólo resaltaban el papel de los subdesarrollados como víctimas. Se podría decir,
que se trata de acabar con la visión sufriente/pasivo de los pobres.

59
Cabe preguntarse ahora, si es suficiente el análisis del discurso del desarrollo y
su crítica, para dar cuenta de la realidad que viven muchos de los pueblos,
sectores, culturas e historias de nuestra América. A este y otros cuestionamientos
se ha enfrentado la crítica postestructuralista. Arturo Escobar condensa tales
objeciones en tres puntos:

a) Dado su enfoque en el discurso, los proponentes del postdesarrollo


pasan por alto la pobreza y el capitalismo, los verdaderos problemas del
desarrollo.
b) Presentan una visión muy generalizada y esencialista del desarrollo,
mientras que en realidad hay vastas diferencias entre estrategias de
desarrollo e instituciones. Tampoco se percataron de los
cuestionamientos al desarrollo que se estaban dando localmente.
c) Romantizaron las tradiciones locales y los movimientos sociales
obviando el hecho de que lo local se encuentra configurado por
relaciones de poder.90

Está por demás decir que tales objeciones carecen de validez para Escobar.
Para el colombiano, el enfoque epistemológico del postestructuralismo y su
propuesta de postdesarrollo se desenvuelve en un marco
interpretativo/constructivista que parte del análisis del lenguaje y el sentido a
través de las relaciones de representación-discurso y conocimiento-poder.91 Es
mediante el análisis discursivo de los esquemas de la economía, la política y la
ciencia que se accede a un examen materialista, es decir que, “no puede existir un
análisis materialista que no sea al mismo tiempo un análisis discursivo”.92 Este
nexo entre la materialidad y el discurso es lo que, según Escobar, no ven los

90
Escobar, Arturo (2005**), p. 22.
91
En el mismo articulo de la cita anterior, en la página 21, Arturo Escobar presenta una tabla
comparativa entre los enfoques de los paradigmas liberal, marxista y postestructuralista del
desarrollo. Las diferencias que él marca entre una y otra teoría son enormes, aunque no aclara
cuáles son los autores, escuelas o líneas de pensamiento en los que se basa para establecer tales
diferencias. Hasta cierto punto, se podría decir que comete el pecado de ver como algo
homogéneo a estas teorías.
92
Escobar, Arturo (1996), p. 395.

60
marxistas y liberales, por lo que, llevan a cabo el primer conjunto de críticas
mencionado, lo cual, constituiría una “ingenua defensa de lo real”.93 Esto nos lleva
al segundo momento de la crítica al postestructuralismo.

Efectivamente, al menos en el caso de Escobar, no se hace referencia a las


diferencias entre las muy variadas estrategias de desarrollo y las instituciones que
las promueven, como tampoco de quienes las despliegan y las críticas a las que
se ha sometido en el terreno local. Nuestro autor reconoce la validez e importancia
de tales críticas, sin embargo, afirma que el proyecto postestructuralista aunque
no tiene la pretensión de homogeneizar el desarrollo, sí buscaría abordar su
estudio como un todo. No se trataría de “proveer una representación más precisa
de lo real”. Esto significaría caer en cierto realismo epistemológico, con todas las
consideraciones de una verdad lógica de corte eurocentrista que opera en la
episteme moderna.94

Verdad, poder y realidad son, sin duda, conceptos muy problemáticos y no lo


son menos en la intensidad de este debate. Escobar considera desmesurada la
tercera crítica y no refleja más que “el realismo crónico de muchos académicos
que invariablemente tildan de romántica cualquier crítica radical de Occidente o de
cualquier defensa de lo local”.95 Según esto, marxistas y liberales defenderían el
hecho de que el poder subyace en las condiciones materiales de existencia y en la
gente, no así en el discurso. Los intelectuales que defienden esto último,
impondrían su visión de cambio social orientado hacia la satisfacción de las
necesidades materiales definidas con anterioridad –de forma arbitraria- por ellos
mismos. Desde el punto de vista postestructuralista, frente a lo que estarían
ciegos estos actores es a las demandas y reivindicaciones concretas que la
misma gente se está haciendo, tales como “derechos culturales, identidades,
economías alternas (no abocadas a la acumulación), y otros por el estilo”.96 Para

93
Escobar, Arturo (2005**), p. 23.
94
Ibidem.
95
Ibid., p. 24.
96
Ibidem.

61
Escobar, la intelectualidad en la que se encierran los teóricos les hace hablar en
nombre de la gente y de un realismo materialista cuando, a fin de cuentas,
carecen de representatividad. Con la defensa de lo “local”, es como se podría
superar el imperialismo de la intelectualidad.

Hasta el momento, sigue pendiente la respuesta a la pregunta de los límites y


alcances de la propuesta postestructuralista. Por ahora, conviene detenerse en la
reivindicación de lo local y sus consecuencias políticas en la obra de Arturo
Escobar.

9. Hibridación cultural: una mirada local al desarrollo.

Son muchos los dichos populares, frases o refranes que nos invitan a mantener
una actitud positiva frente a las adversidades. Cosa difícil de ver o seguir cuando
la vida va de por medio. Sin embargo, como si se tratara de una invitación a no
caer en la desesperanza, Leopoldo Zea aseveraba que las crisis que sacuden al
ser humano podían ofrecer soluciones, aunque fueran parciales, a situaciones y
circunstancias infortunadas, “crisis que hacían que el hombre tomara clara
conciencia de sí mismo y, con ella, de los demás”.97 Los momentos de crisis de la
modernidad en su fase globalizadora se han caracterizado por niveles de
violencia, exclusión, marginación, sometimiento y dominación a territorios tan
vastos como nunca antes se había visto en la historia. Los efectos negativos de
los reajustes económicos golpean tan fuerte a un mexicano, como a un angoleño.
La democracia norteamericana la sufren tanto iraquíes como puertorriqueños y,
todo aquel en cualquier parte del mundo a donde lleguen las ilusiones de los
“gobiernos provisionales”. No obstante, hay quienes vislumbran oportunidades de
transformación en medio del huracán, punto que comparten algunos autores
postmodernos, postcolonialistas y postestructuralistas.

97
Zea, Leopoldo. La filosofía americana como filosofía sin más. Ed. Siglo XXI, México, 1969, p. 69.

62
Si aceptamos que el novus ordo mundial se ha generalizado a través de un
nuevo imperio que impone sus normas y patrones de conducta en lo económico,
político, social, histórico y cultural, también hay que decir que la resistencia a las
pesadillas provocadas por el “sueño americano” no ha cesado. Prueba de ello son
las protestas masivas contra el Foro Económico Mundial que desde 1999 se
efectúan casi cada año.98 De igual forma, día con día millones de personas
sobreviven con un ingreso mucho más digno, producto de la “economía informal”,
a otro que pudiera ofrecerles cualquier maquiladora. Las luchas por educación
pública y gratuita, contra las privatizaciones, por los derechos humanos, de
reivindicación cultural, religiosa e histórica, por la soberanía y la
autodeterminación de los pueblos, son tan comunes en cualquier parte. En las
universidades, instituciones, regiones, pueblos y comunidades, la resistencia se
lleva a cabo desde la trinchera que se pueda tomar.

En el caso de nuestra América, el estudio tanto de los efectos devastadores del


neoliberalismo globalizado, como de sus luchas por la emancipación política, se
ha visto envuelto en una problemática tan aguda, sobre todo, cuando “el punto de
partida es una reinterpretación de la modernidad latinoamericana”.99 Bajo los
viejos esquemas de análisis, ninguna categoría podría englobar lo que se vive
cotidianamente en la región. Lo mismo se hablaría de sociedades tradicionales y/o
modernas, como también de sociedades premodernas, antimodernas y hasta
postmodernas. La conjugación de la modernidad en las sociedades
latinoamericanas difícilmente es unívoca. Siendo rigurosos con el discurso, los
rasgos de pureza en términos de lo tradicional y lo moderno se disolverían en un
complejo de heterogeneidades culturales, a tal grado, que por la estreches de los

98
El 30 de noviembre de 1999 en la ciudad de norteamericana de Seattle tuvo lugar una de las
protestas más significativas contra la Organización Mundial de Comercio. Tres días de violencia
policial contra los manifestantes marcaron el evento. Bajo la consigna de “otros mundos posibles”,
los autodenominados altermundistas (a quienes en uno de sus tantos destellos de estupidez, el ex
mandatario mexicano Ernesto Zedillo llamó globalifóbicos), lograron detener la reunión de la OMC.
El movimiento resurgió el 16 de abril de 2000, esta vez en Washington D.C. para presentarse
desde entonces en prácticamente cualquier lugar donde se reúnan las instituciones u organismos
pro-corporativos.
99
Escobar, Arturo (1996), p. 408.

63
términos no se podría caracterizar en uno u otro. Este punto es determinante en la
argumentación de Escobar:

Latinoamérica es caracterizada por un complejo proceso de hibridación


cultural que abarca modernidades y tradiciones diversas y múltiples. Esta
hibridación, reflejada en las culturas urbanas y campesinas compuestas de
mezclas socioculturales difíciles de discernir, determina la especificidad
moderna de América Latina.100

Como propuesta, la hibridación cultural sería un mecanismo de disolución de


las determinaciones dicotómicas entre lo tradicional y lo moderno. Al entrar en
contacto con la modernidad, las sociedades “tradicionalistas del Tercer Mundo”
transforman sus relaciones y prácticas tanto culturales como políticas. Así,
sobreviven frente a los avatares y contradicciones de la modernidad. En el terreno
económico, cada vez es más común ver que la producción de las culturas locales
se extiende a regiones más lejanas, e inclusive, combinándose a elementos
transnacionales. En México, como en otros lugares del “Tercer Mundo”, pequeños
productores han decidido quebrantar las estrictas leyes del capital eliminando la
relación con los intermediarios que acaparan las ganancias. Las relaciones entre
productor y consumidor se vuelven cada vez más directas. También hay que
mencionar a quienes participan de la llamada “economía informal” en mercados
sobre ruedas o, locales y talleres improvisados, creando espacios económicos
más incluyentes. En el ámbito político, las formas de resistencia de los pueblos y
culturas marginadas asemejadas con lo tradicional, añaden a su lucha dispositivos
de alta tecnología. Crean redes de apoyo y difusión de sus demandas como medio
para la sobrevivencia cotidiana. Hasta hace algunos años, poco se sabía –o poco
se quería saber- del sureste mexicano y sus problemáticas. El uso del Internet por
parte del movimiento zapatista, nos ha permitido conocer una realidad cuyo
acceso era casi imposible por el velo gubernamental de la historia y la política
oficial.

100
Ibidem.

64
Reconocer la especificidad moderna de nuestra América en expresiones de
heterogeneidad, podría significar un nuevo rumbo en la práctica política distinta a
la del modelo desarrollista. Desde el punto de vista postestructurlista, “el concepto
de culturas híbridas ofrece una salida, aunque sea provisional, para la invención
de nuevos lenguajes”.101 Sin duda, sería un grave peligro afirmar que las culturas
del “Tercer Mundo” se mantienen estáticas o pasivas a las condiciones impuestas
por el neoliberalismo globalizado.102 El cambio es constante, al articular elementos
varios es posible una restructuración de sus características con otras que no le
son propias, obligándonos a replantear las relaciones entre lo moderno y lo
tradicional.

La hibridación implica una (re)creación cultural que puede o no ser


(re)inscrita en constelaciones hegemónicas. Las hibridaciones no pueden
elogiarse en sí mismas, con seguridad; sin embargo, podría proporcionar
oportunidades de mantener y resolver las diferencias culturales en cuanto
hecho social y político. Al efectuar transformaciones en las estrategias
normales de la modernidad, contribuyen a la producción de subjetividades
diferentes.103

Curiosamente, el reordenamiento de las relaciones de producción, bajo una


lógica homogeneizadora a escala global, ha traído consigo otro tipo de
reorganización en términos culturales atravesados por la tecnología, la ciencia y
otros elementos modernos. Todo esto, dificulta la posibilidad de mantener cierta
pureza respecto a la identidad. La migración puede hacer que un indígena del
sureste mexicano pase a formar parte de las filas de la cultura chicana o ranchera.
En ese sentido, la noción de hibridación cultural es un componente de carácter
epistemológico que, tanto para Escobar como para otros autores post, explicaría
mejor la situación cultural de las sociedades en contacto con la modernidad. Lo

101
Ibid, p. 410.
102
Aún cuando se aceptara la noción de “culturas híbridas”, tampoco se puede afirmar que toda
cultura del “Tercer Mundo” se categorizaría como tal. Cfr. Escobar, Arturo (1996).
103
Escobar, Arturo (1996), p. 412.

65
interesante aquí, es el proceso, el cómo se ha llegado a un estado de
conformación de elementos heterogéneos. Esta sería una razón más para afirmar
que el análisis de las relaciones de dominación y de poder, no puede seguir
efectuándose bajo categorías fijas.104

La deconstrucción del desarrollismo desde el enfoque discursivo, no puede


partir de consideraciones abstractas homogeneizadoras. Esta ha sido la invariable
desarrollista, sometiendo la diferencia y lo otro a los esquemas de representación
de la cultura occidental. En general, éste sería el problema con la reivindicación de
los meta-relatos y su primacía del sujeto. Aún proponiendo alternativas bajo
perfiles nacionalistas y/o regionalistas con pretensiones emancipatorias y de
liberación, desde la óptica postestructuralista de Escobar, no significarían un
cambio real. Los esencialismos identitarios terminarían por someter las diferencias
culturales a una lógica igual de homogeneizante que la criticada.

Ya debería ser claro que no existen grandes alternativas que puedan


aplicarse a todos los lugares y todas las situaciones. […] la naturaleza de las
alternativas como problema de investigación y práctica social puede
vislumbrarse mejor desde sus manifestaciones específicas en lugares
concretos.105

Las consecuencias de la prioridad de lo local frente a las macro


manifestaciones geopolíticas como Estado, nación, continentes, región, e
inclusive, modelos globales, tienen que ver tanto con el objeto de estudio para el
análisis crítico como con la práctica política concreta. La deconstrucción del
desarrollo como práctica discursiva, junto con los estudios locales, sería un punto
de arranque en la posibilidad de nuevas formas de visibilidad, representación,
conocimiento y saber. Cabe aclarar, que la propuesta de deconstrucción del
desarrollo para la visualización de “una era de postdesarrollo”, no implica una

104
Sobre la infecundidad del análisis, bajo lo que H. Cerutti llama “dialéctica interrupta”, Cf. la
sección 3ª de su Filosofar desde nuestra América. Ensayo problematizador de su modus operandi.
Porrúa-UNAM, México, 2000. 199 pp.
105
Escobar, Arturo (1996), pp. 416 - 417.

66
absoluta negación de los escenarios globales. La búsqueda de alternativas
económicas debe articularse alrededor de la diferencia cultural y de las economías
que trascienden los meros intereses del mercado y la ganancia.

Sin duda, es muy atractiva la propuesta de “culturas híbridas” como categoría


de análisis para la situación política que se vive en el “Tercer Mundo”. Pero, en el
caso del desarrollo, ¿es realmente una alternativa que rompe con la episteme
moderna de la economía política? Aunque Escobar aclara que dicha noción no
debe tomarse como una interpretación biológica, como una simple mezcla de
elementos tradicionales y modernos o como una claudicación de lo primero frente
a lo segundo, el término puede generar cierta desconfianza.

De entrada, el concepto de “hibridación” nos remite a una conjunción de dos o


más elementos donde sus componentes pueden llegar a perderse en la
combinación o mezcla. Desde luego, en el lenguaje lo híbrido respetaría el sentido
de heterogeneidad que se le quiere asignar, aunque, en el plano social el asunto
podría tomar otro rumbo. Como se ha visto, Arturo Escobar mantiene distancia de
los discursos identitarios, principalmente, con los de carácter nacionalista o
regionalista como es el caso de lo “latinoamericano”, por considerarlos parte de
una lógica homogeneizante. Si tomamos en cuenta la violencia y destrucción que
trajo consigo la constitución de los Estados nacionales para muchos grupos
pequeños, comunidades y etnias, podemos concederle la razón a Escobar.
Inclusive, la ideologización social de banderas como “lo mexicano”, lo mestizo o lo
criollo ha tenido graves consecuencias. Pero, este rechazo de la identidad puede
ser infructífero y hasta peligroso en los estudios locales como los que podría
efectuar la etnografía local. En el proceso de hibridación, tanto la identidad
reivindicada por las propias culturas como el proceso y las luchas que han llevado
a cabo para su conservación, corren el peligro de perderse. La especificidad
cultural podría quedar subsumida bajo las categorías de la hibridación. Como se
vio antes, es posible caracterizar a las comunidades zapatistas y su movimiento

67
como híbridas, sin embargo, ¿aceptarían tal denominación? Ellos mismos nos dan
una respuesta, aunque sea parcialmente.

Actualmente, la dirección política de nuestra lucha es totalmente indígena, el


100 por ciento de los miembros de los comités clandestinos revolucionarios
indígenas en todo el territorio en combate pertenecen a las etnias tzotzil,
tzeltal, chol, tojolabal y otros.106

Cabe agregar aquí un fuerte cuestionamiento de su parte.

Una pregunta: ¿servirá todo esto para que, siquiera, los “mexicanos”
aprendan a decir “Chiapas” en lugar de “Chapas” y digan “tzeltales” en lugar
de “setsales”?107

Si realmente el concepto de “culturas híbridas” presenta estos peligros y no se


están viendo fantasmas donde no los hay, entonces, ¿dónde radica la
problemática? Pareciera, que la noción mencionada no termina por romper con los
viejos vicios del intelectualismo, aquellos que terminan por clasificar la diferencia
bajo categorías analíticas. En buena medida, pese a su reivindicación, la
diferencia, la alteridad, las culturas locales o como se les quiera llamar,
continuarían bajo la mira objetivista de la intelectualidad reproduciendo relaciones
de dominación. Claro que es necesario entablar relaciones de intersubjetividad
pero, esto no quiere decir que se ignore la apropiación de dispositivos modernos
por parte de las sociedades “tradicionales”. Para la construcción de nuevas formas
de visibilidad y audibilidad, de lo que se trata, es precisamente de ver y escuchar
lo que otros nos quieren comunicar en relaciones dialógicas plenas. La mejor
forma de aprender –no estudiar- de los demás, sin duda, será como ellos mismos
se nos quieran mostrar.

106
Aunque se redactó el 6 de enero de 1994, este comunicado se dio a conocer hasta el día 18 del
mismo mes bajo el título “Composición del EZLN y condiciones para el diálogo” en el 1er tomo de
EZLN. Documentos y comunicados. Ediciones ERA, México, 1994, p. 74.
107
Ibid., p. 72. Publicado el mismo día que el comunicado anterior, éste se redactó el 13 de enero
de 1994 bajo el título “Presentación de Marcos a seis comunicados”.

68
10. Desarrollo e historia de las ideas latinoamericanas.

Arturo Escobar ha mostrado los devastadores efectos del discurso desarrollista


como un componente más de la lógica de la modernidad y, por tanto, pone de
manifiesto su especificidad histórico-cultural. La intención de su obra tiene
objetivos específicos.

Quiero cartografiar, por así decirlo, la invención del desarrollo. Sin embargo,
en vez de enfocarme en la antropología y la filosofía, contextualizo la era del
desarrollo dentro del espacio global de la modernidad, y más particularmente
desde las prácticas económicas modernas. Desde esta perspectiva, el
desarrollo puede verse como un capítulo de lo que puede llamarse
“antropología de la modernidad”.108

Esta contextualización en el espacio global de la modernidad tiene que ver con


las caracterizaciones teóricas y el modo como se ha abordado el fenómeno, de las
cuales, cuatro enfoques son los predominantes: histórico, sociológico, cultural y
filosófico.109 Según esto, los trabajos con orientación intra-moderna suelen situar
históricamente la modernidad en el siglo XVII en torno a los procesos de Reforma,
la Ilustración y la revolución francesa, consolidándose a fines del siglo XVIII con la
revolución industrial. Sociológicamente, se caracterizaría por las instituciones, en
especial el Estado-nación, y sus relaciones sociales. Por el lado cultural, la
primacía a la individualidad y universalización de la racionalidad ligadas al capital
serían las principales cualidades. Filosóficamente, la modernidad significaría el tan
ansiado triunfo de la metafísica al declarar un antropocentrismo respecto al
conocimiento y orden del mundo, separándose al fin de lo natural y lo divino, lo
cual, simbolizaría el triunfo de la racionalidad manifiesta en la cultura europea.
Desde el punto de vista de Escobar, el inconveniente radica en el giro hacia una

108
Escobar, Arturo (1996), pp. 33 - 34.
109
Escobar, Arturo. “Mundos y conocimientos de otro modo”, en la revista Tabula rasa, no. 1 enero-
diciembre de 2003, Bogotá, Colombia, pp. 51-86.

69
visión intra-moderna (eurocéntrica) de la modernidad como se han movido la
mayoría de los pensadores tanto defensores como críticos. Escobar ha
denominado esto último como “el efecto Giddens”, el cual, pasaría por alto la
alteridad efectiva respecto de la identidad europea al reducir el entendimiento de
la modernidad como una mera expansión o universalidad radical de los valores
occidentales. La orientación antropológica de su obra le permitiría mantenerse
fuera de los márgenes de tales interpretaciones, mostrando el perfil des-
territorializado, hibridizado, confrontado, desigual, heterogéneo e incluso múltiple
de la modernidad.110

Es común ver que, para llevar a cabo un proyecto de desarrollo se haga uso de
la fuerza y la violencia fácticas. En las imágenes de los medios masivos de
comunicación no sólo vemos la pobreza representada en determinados sujetos,
sino también la violencia, represión y brutalidad con que son tratados los
denominados “pobres”. La represión para Foucault es “una noción jurídico
disciplinar sea cual sea el sentido crítico que se le quiera dar”.111 Sin embargo,
para quien ha experimentado un “toletazo”, un “macanazo” o la muerte misma en
nombre del desarrollo, puede ser difícil que esto sea visto solamente como efecto
de una noción jurídico-disciplinar. El análisis del discurso y su crítica como
segmento de la modernidad eurocéntrica es una dimensión importante para la
reflexión y diagnóstico de la realidad como parte constitutiva de lo que se vive en
nuestra América, pero no es suficiente. Como lo advirtiera Ricaurte Soler, es
indispensable la incorporación del análisis de las ideologías para la investigación
de las conexiones desiguales de dependencia y, por tanto, del desarrollo.
Asimismo, la correspondencia con otros fenómenos que fomentan las relaciones
de dominación tales como la “democracia”, la “liberación”, la lucha contra el
terrorismo, la cooperación entre países, y otros que buscan mantener la
hegemonía y control de acuerdo al modo de vida norteamericano. Tampoco se
puede pasar por alto la historia de dominación que en el caso de nuestra América

110
Escobar, Arturo (2005), pp. 25 - 27.
111
Foucault, Michael. “Curso del 14 de enero de 1976”, en Microfísica del poder. 3ª ed. Julia Varela
y Fernando Alvarez-Uría (trad.), ediciones de La Piqueta, Madrid, España, 1992, p. 161.

70
lleva ya más de quinientos años. No es posible ignorar que el discurso del
desarrollo ha sido un capítulo más de esa historia, por lo que su análisis y crítica
exigiría incorporarse a la reflexión de una realidad como producto histórico,
sumergiéndose de lleno en la historicidad de la región y en sus especificidades
(sin rehuir las similitudes con otras latitudes como Asia y África).

En las críticas a la propuesta postestructuralista que se vieron antes


(específicamente en la segunda), vimos que Arturo Escobar afirmaba que el
análisis del desarrollo desde dicha óptica se hacía como un todo, sin importar
tanto la forma como se disputa localmente. ¿Acaso no importa la manera cómo el
cacique de un pueblo impone sus leyes normativizando y controlando la vida de
sus pobladores? Por supuesto que sí. El dominio fáctico se despliega desde
estructuras sociales específicas que pueden determinar a su vez las estrategias
de resistencia a seguir, las cuales, según la situación, pueden ir desde el cierre de
vías de comunicación hasta la violencia armada cuando no hay más opción. En
otras palabras, la búsqueda de alternativas al desarrollo que no tomen en cuenta
los modos como se disputa localmente, obviando o ignorando las particularidades
del control y acción del poder político, así como las diferentes instituciones y
estrategias de desarrollo, será solamente a tientas.

Es en la historia de las ideas donde podemos visualizar una propuesta


complementaria al análisis de las formaciones discursivas que tome en cuenta lo
anterior. De hecho, aunque con reservas, es algo que el pensador colombiano
tiene muy presente.

Mi propia opinión es que ambos métodos –la historia de las ideas y el estudio
de las formaciones discursivas- no son incompatibles. Mientras que el
primero presta atención a las dinámicas internas de la generación social de
las ideas en formas que el segundo método no toma en cuenta (dando con
ello la impresión, por así decirlo, de que los modelos de desarrollo son
solamente “impuestos” al Tercer Mundo y no, como realmente sucede,
producidos también desde su interior), la historia de las ideas tiende a

71
ignorar los efectos sistemáticos de la producción del discurso, el cual
estructura de modo importante lo que se considera como “ideas”.112

Nuevamente, la concepción de la historia de las ideas en Escobar tiene fuertes


referencias del pensamiento de Michael Foucault. Por demás está recordar la
crítica del francés a la disciplina referida (y en general a la noción misma de
disciplina) en su Arqueología del saber, obra de la cual conviene reproducir
algunas –aunque largas- significativas líneas.

[La historia de las ideas] toma a su cargo el campo histórico de las ciencias,
de las literaturas y de las filosofías; pero en él describe los conocimientos
que han servido de fondo empírico y no reflexivo a formalizaciones ulteriores.
Trata de encontrar la experiencia inmediata que el discurso transcribe; sigue
la génesis de lo que, a partir de las representaciones recibidas o adquiridas,
dará nacimiento a unos sistemas y a unas obras. La historia de las ideas es
entonces la disciplina de los comienzos y fines, la descripción de las
continuidades oscuras y de los retornos, la reconstitución de los desarrollos
en la forma lineal de la historia.113

La mera descripción, los meta-relatos, la asunción dialéctica, las totalizaciones,


las continuidades, el centramiento del sujeto en el discurso y otras tantas
imputaciones han creado desconfianza para con una metodología que tan
provechosa ha sido en el pensamiento filosófico latinoamericano. En ese sentido,
lo que Foucault y el mismo Escobar no advierten, es el hecho de las diferencias
que guardan entre sí la historia de las ideas entre una región y otra, por lo que su
desenvolvimiento en nuestra América mantiene una especificidad significativa
respecto de otras.114 Es importante señalar al menos cuatro puntos que le
confieren un carácter propio a la historia de las ideas (filosóficas) en nuestra
América. Por un lado, el rechazo explícito tanto a la historia idealista como a la

112
Escobar, Arturo (1996), p. 38.
113
Foucault, Michael. (1970). p. 231.
114
El objetivo del presente trabajo no es el de mostrar tales diferencias. Para entender la
especificidad de la historia de las ideas en nuestra América puede consultarse la obra conjunta de
Cerutti y Magallón, Op. cit.

72
Intelectual History, ambas marcadas por la descontextualización. A propósito,
Ricaurte Soler enfatizó tales rechazos en su conferencia inaugural del curso de
historia de las ideas en la Universidad de Panamá durante el verano de 1958.115
Por otro lado, existe un fuerte arraigo con el historicismo latinoamericano (también
con características propias) atendiendo principalmente a los sujetos
productores/portadores de ideas y que constituyen sus propias historias. A estos
tres puntos cabe agregarse un enfoque problematizador.116

La historia de las ideas latinoamericanas logra romper con la rigurosidad (no


siempre fecunda) de la filosofía académica, enriqueciéndose con los aportes de
las ciencias sociales y humanas, trabajando con el ensayo el análisis literario, las
experiencias culturales, políticas e históricas, así como con sus dimensiones y
manifestaciones simbólicas expresas en la cotidianidad.117 La realidad de nuestros
pueblos no puede ser estudiada ni criticada, mucho menos transformada, sin
atender a su propia historia, a su pasado marcado tanto por la dominación,
foránea e interna, como por sus luchas para la liberación efectiva (sin ánimo de
caer en esencialismos).118

Como se vio antes, uno de los principales ataques de la literatura post al


pensamiento filosófico latinoamericano, en general, tiene que ver con su
incapacidad de descentramiento de la noción de sujeto. Lo que no se ha tomado
en cuenta, es que el sujeto referido por buena parte de la tradición
nuestroamericana no es un absoluto del que se despliega una racionalidad
totalizadora. No es el sujeto de la racionalidad cartesiana que objetiva las

115
Soler, Ricaurte. “Criterio historiográfico para una historia del pensamiento americano” en
Estudios sobre historia de las ideas en América. Universidad de Panamá, Panamá, 1966, 2ª
edición.
116
Sobre estos puntos, puede consultarse Cerutti Guldberg, Horacio. “Historia de las ideas
filosóficas latinoamericanas” en su obra con Magallón. Op. cit. P. 41.
117
Cfr. Magallón Anaya, Mario (coord.). “Ideas políticas: la democracia realmente existente en
América latina” en Historia de las ideas: repensar la América latina. CECyDEL-UNAM, México,
2006.
118
La dominación al interior de los países pobres y su concomitante contribución al aumento de
esa pobreza, fue uno de los elementos que la teoría de la dependencia no tomó tanto en cuenta y,
por tanto, es ahí donde radica una de sus deficiencias. Cfr. Hernández López, Roberto. Op. cit.

73
relaciones sociales con los otros, al punto de llegar a dudar de su existencia. Se
trata de una pluralidad de sujetos, de racionalidades en comunicación de sus
problemáticas y posibles soluciones. Un diálogo conjunto donde la diferencia no
se diluye, sino que se afronta en un ejercicio donde la alteridad se sitúa en un
contexto histórico específico sin pretensiones de dominación, más bien de
cooperación. En este caso, la duda cartesiana no llega a tales extremos.

Es en ese contexto histórico donde el “nosotros”, como lo denomina Magallón,


no se pueden desprender de su identidad, clase, color y sexo, así como tampoco
de su nacionalidad.119 Todo lo contrario, en rebelión a los postulados de la
postmodernidad éstas se reafirman, aunque no se sabe si efectivamente es
rebeldía, pues, probablemente los alcances y pretensiones de la postmodernidad
no han excedido las fronteras académicas.

La realidad no se piensa desde ninguna parte o desde el vacío o la


neutralidad. Se piensa siempre en situación y ésta requiere examen, porque
incluye un cúmulo de aspectos: de proveniencia social, de temporalidad, de
finalidad o teleológicos, valorativos o axiológicos, de capacitación o
entrenamiento, de actitudes, hábitos o disciplinas de trabajo. Estos diversos
niveles articulados o traslapados del desde dónde permanecen
generalmente ocultos, no se explicitan y se les relega a una participación
implícita y espontánea. La propuesta es ponerlos a trabajar como
ingredientes de esta reflexión.120

El estudio de la realidad socio-histórica exige reconocer el pasado, su


reflexión, análisis y crítica a partir de un presente irritante y doloroso que husmea
las posibilidades de su transformación hacia un modelo más incluyente. ¿Cómo
exigirle a un campesino, a una ama de casa, a un estudiante, a un obrero, a un
tianguista, a una persona inmersa en la cotidianidad de la brutal exclusión de la
riqueza y de los derechos humanos más básicos, que se olvide de los elementos

119
Op. cit.
120
Cerutti Guldberg, Horacio (2000), p. 63.

74
que lo constituyen y afirman como parte de una sociedad, grupo, religión, etnia o
nación? Desde la cotidianidad, lo que se vive en las calles, pavimentadas o no,
desde los pueblos de nuestra región, en suma, desde la realidad misma, la
exigencia radica en develar ese desde dónde se ejerce el pensamiento.

El sujeto social entra en constante conflicto con la racionalidad individualista


que lo niega para la afirmación de sus derechos y demandas en pro de la
dignificación de su vida. Dicho enfrentamiento debe abordarse dialécticamente
para tratar de dar cuenta de las contradicciones y problemáticas a las que
encontrará a su paso, las cuales, serán resueltas mediante la praxis política. En su
dimensión social e histórica, la noción de sujeto abre las puertas a la actividad
política horizontal como síntesis de lo diverso respetando y promoviendo la
participación efectiva en los asuntos comunes a todos. Su declarado fenecimiento
es un obstáculo para la imaginación y articulación de las condiciones de
posibilidad para la afirmación de su vida. La racionalidad descentrada del sujeto
contribuye a la irresponsabilidad del individualismo excluyente en competencia
constante cuyo único fin es la maximización el valor de cambio y la acumulación
de bienes materiales.

De tal forma, el sujeto como miembro de una sociedad que se esfuerza por no
ser incluido dentro del “nosotros” es un “hipotético” falso, porque la realidad del
conocimiento social tiene una raíz “asertórica”, surgida de la reflexión dialéctica
sobre la praxis, de la práctica histórico social, lo que, de algún modo, incide en
la conformación del yo y del sujeto. Porque es ahí, en el “nosotros”, donde los
seres humanos se encuentran inmersos y se relacionan entre ellos y con los
otros, donde viven, aman, sienten y mueren.121

No hay duda que los cuestionamientos de la postmodernidad hacia la


racionalidad moderna han agudizado la crisis por la que atraviesa la noción
occidental de sujeto, entendido como universal, abstracto, trascendental,

121
Magallón Anaya, Mario. Modernidad alternativa: viejos retos y nuevos problemas. CECyDEL-
UNAM, México, 2006, pp. 132-133.

75
autosuficiente, individual y, por tanto, antisocial. Sus críticas han ayudado a
tambalear los cimientos de un yo que en distintos momentos ha mostrado sus
límites. Empero, la alternativa no puede sustentarse en la radicalización que
elimina toda forma posible de sujeto. Antes de lanzar defunciones al aire sin pleno
diagnóstico –o por un diagnóstico poco adecuado-, hay que atender algunos
cuestionamientos:

los filósofos, los sociólogos, los historiadores de la cultura latinoamericana,


están obligados a interrogarse sobre ¿qué son los latinoamericanos y sus
productos materiales, humanos, sociales y políticos? Sobre si ¿realmente en
las sociedades latinoamericanas se ha perdido el sujeto individual y social,
especialmente éste último? Si ¿la fragmentación de los grandes relatos
explicativos, la pulverización de los saberes, la muerte de Dios, las crisis de
los grandes paradigmas sociales y culturales ya están destruidos?122

La creciente ola de movimientos sociales con reivindicaciones culturales,


identitarias, políticas e históricas, para la dignificación de la vida diaria, cotidiana,
parece desmentir el supuesto fenecimiento del sujeto y, aún más, del sujeto social.
Articulados y agrupados colectivamente para la negociación o toma directa de los
elementos históricamente negados para la mejora de las condiciones de vida de
cualquiera, se ejerce una fuerza social en pro de los intereses comunes. Dicha
fuerza, se caracterizaría por la unidad de lo diverso, es decir que, las diferencias
constitutivas de los individuos o grupos que conforman un movimiento social, no
se disuelven en la unidad de la praxis política. Por el contrario, éstas forman parte
de los principios de resistencia y liberación de la racionalidad absoluta.

No es posible soslayar lo que desde la realidad se nos presenta, mucho menos


ignorarlo. Hay que afrontar el reto filosóficamente, es decir, de manera sistemática
y racional con miras a su entendimiento y transformación. Fuera de las
abstracciones individualizantes de la ontología moderna, pese a las objeciones de
Escobar, la confrontación dialéctica de la multiplicidad de racionalidades posibilita
122
Magallón, Anaya. Mario (2003), p. 105

76
la imaginación de un ideal al que debiera volcarse la realidad. Este reconocimiento
de las dimensiones ideales y reales en las aspiraciones de nuestra América, en un
movimiento dialéctico, marcaría las pautas del ejercicio político y, con ello, del
ejercicio filosófico, bajo el entendido que hacer filosofía es, al mismo tiempo, hacer
política.123

¿Realismo ingenuo? Para nada. Las fluctuaciones de la realidad impiden su


conocimiento fotográfico. El análisis y crítica son un ejercicio constante e
interminable obligándonos a volver al pasado y a la reconsideración del futuro. Es
en estos cambios constantes que el ejercicio reflexivo debe volverse sobre los
supuestos que tenía por dados, contraponerlos dialécticamente haciendo de la
reflexión una práctica persistente.

Si aceptamos que hacer historia de las ideas puede conducir a la posibilidad de


un filosofar sobre nuestra realidad, podemos reconocer que por su frecuente
cuestionamiento hacia sus propios fundamentos, la historia de las ideas no es una
historia de los monumentos a la manera nietzscheana y que Foucault retoma.
Mucho menos es una disciplina orientada a la mera descripción de los hechos y
las obras. Hacer historia de las ideas es una labor epistemológica y política que
problematiza al reconocer las deficiencias de la realidad socio-histórica, intentando
proyectar un desenlace que convenga a las mayorías. Es por todo ello que la
validez de la afirmación sobre la tendencia a ignorar los efectos sistemáticos de la
producción del discurso sería excesiva y no se traduciría al ejercicio referido.

123
No se trata de una mera consigna, la estrecha relación entre política y filosofía en la tradición
filosófica de nuestra América ha quedado de manifiesto a lo largo de su producción teórica, pese a
los reclamos de la tradición occidental que la suponen como “contaminante” a la pureza de un
saber desinteresado. “Para América Latina, el origen de sus ideas se encuentra en el pensamiento
humanístico del siglo XVI. El llamado escolasticismo “renacentista” se enfrentó a la problemática
que planteaba la naturaleza del hombre americano, lo cual habría de convertirse en la piedra de
toque de su filosofar […] La actitud opresiva del sistema colonial en Latinoamérica será el motor
certero y la fuente inagotable del proceso liberador. Es ésta la virtud de una dialéctica paradojal,
pero inevitable, de la opresión, asumida y pensada al convertirla en el elemento, en el suelo firme
de la lucha por la liberación; y allí donde aquélla crece, ésta se muestra con mayor precisión y
posibilidad. Es la lucha a muerte entre lo viejo y lo nuevo, entre la libertad y la servidumbre”.
Magallón Anaya, Mario. Dialéctica de la filosofía latinoamericana. Una filosofía en la historia.
Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos, UNAM, México, 1991, p. 109.

77
Esto no significa claudicación o desprecio alguno de lo local. Por supuesto que
debe tomarse en cuenta, más no hay que olvidar que las resistencias locales son
atravesadas constantemente por aspectos más globales. En su lucha por la
sobrevivencia, las sociedades en conflicto buscan el encuentro y apoyo con otras
que viven problemáticas similares, hasta cierto punto, suspendiendo su localía.124
Las macro alternativas que tanto se empeña en rechazar Escobar, tendrían lugar
no sólo en la creación de nuevas opciones políticas, sino también en la
recuperación de los espacios de intervención política que históricamente han sido
cooptados por los grupos privilegiados.125 En este punto, se refuerza la necesidad
de superación dicotómica, así como también la diferencia preposicional. La
demanda de alternativas de desarrollo son tan urgentes como las de al desarrollo.
Políticamente las segundas posibilitarían la creación de nuevos marcos teórico-
prácticos para la acción. Sin embargo, las primeras también contendrían una
capacidad transformadora si se asume la tarea de reformar los espacios políticos
para el beneficio público.

124
Los movimientos altermundistas y zapatista podrían ser muestra de ello. Otro igual de
significativo fue el que llevaron a cabo los pobladores del pueblo San Salvador Atenco en defensa
de sus tierras ejidales luego del decreto expropiatorio (22 de octubre de 2001), donde el gobierno
mexicano planeaba la construcción de un nuevo aeropuerto en las orillas de la ciudad de México.
Para los pobladores el valor de su tierra no podía cuantificarse en 500 mil pesos por hectárea,
simplemente no era cuantificable. En la resistencia por la defensa de su tierra contaron con el
apoyo de sindicatos obreros, organizaciones campesinas, urbanas, indígenas, estudiantiles,
magisteriales y armadas como el EZLN o el EPR. Se gestó un movimiento popular de base bajo la
consigna “ni hoteles, ni aviones, la tierra da frijoles”.
125
En una nota publicada el viernes 6 de enero de 2006, la CEPAL informó que aún cuando
México fue el país latinoamericano con mayor inversión extranjera, también fue uno de los países
con menor crecimiento económico de la región. Argentina, Venezuela y Brasil fueron las naciones
con mayores incrementos, e incluso, lograron disminuir significativamente el monto de su deuda
externa. Zuñiga, Juan Antonio. “México entre los países de menor crecimiento per capita en AL”,
en La Jornada, México, 6 de enero, 2006. La cercanía y aceptación de la nación mexicana con las
políticas neoliberales ha sido incondicional. Paradójicamente, el 31 de marzo de 2008 el secretario
del Tesoro de los Estados Unidos, Henry Paulson, contra las recomendaciones hechas por ese
país a otros, presentó un plan que otorgaba nuevos poderes a la Federación para la regulación del
mercado en un intento de acción centralizadora. Reuters. “Lanza el Tesoro de EU plan para regular
mercados financieros”, en La Jornada, México, 1 de abril, 2008. La finalidad de estos dos ejemplos
no es mostrar el fracaso de las políticas neoliberales, sino el replantear las relaciones de los
Estados-nación para con sus habitantes, lo que se podría traducir en la posible reutilización de las
instituciones para el beneficio social mediante la acción política.

78
La reforma del Estado, las políticas públicas y privadas en cualquier ámbito, los
planes y programas de estudio escolares, la administración de la justicia, la cultura
y la economía, todos estos y otros más, no son asuntos triviales; en la cotidianidad
el conflicto es permanente. La batalla por la reapropiación del espacio institucional
no sólo tiene la mira puesta en el palacio presidencial, sino también en los centros
educativos (con todo y bibliotecas), secretarías y hasta la más pequeña “casa de
cultura”. No es cuestión de rechazar el paradigma completo y crear nuevos. La
práctica política desde los movimientos de base persigue también la
transformación y recuperación de los ya construidos. Mandarlos al vacío sería, sin
duda, un desperdicio enorme.

De cualquier forma, como suele ocurrir, aunque no siempre, los movimientos


sociales se desenvuelven al margen de lo que se proponga en los centros
académicos. Los actores sociales que están en medio del conflicto son quienes
decidirán el rumbo y características de las alternativas, quienes las construirán
tomando –como siempre- todos los riesgos. Si se desprenden o no de su
identidad, rasgos, particularidades e historias será por decisión propia. El
intelectual debería ser sólo un colaborador más en el proceso buscando aportar
crítica, analítica y creativamente elementos provenientes de la reflexión sin que se
sobrepongan éstos a los intereses de las mayorías. Por tal motivo, el análisis que
pretenda dar cuenta de la realidad debe atender a dos elementos imprescindibles:
la cotidianidad y la historicidad.

En fin, los golpes de la mano que mece al mercado duelen cada vez más y sus
efectos se van acumulando. Por fortuna, también se incrementa la intransigencia
hacia el apego a la racionalidad neoliberal-globalizadora desde sus
manifestaciones particulares en los poblados más alejados, hasta macro
alternativas como el Mercosur y otros mercados no alineados a la economía
totalizadora. El fin de la batalla aún está lejos y las tareas se multiplican. No queda
más que hacer frente al “spencerianismo social” con la solidaridad, a la
indiferencia con la alteridad, a la mismidad con la diferencia (la cual no puede

79
descansar en el asesinato postmoderno del sujeto), al atomismo-individualista con
el “nosotros”, al fin con el comienzo, a la pasividad con la transformación, al olvido
con la historia, a la dominación con la liberación, a las chingaderas con la
responsabilidad reflexiva…, a la muerte con la vida.

80
CAPÍTULO III

Problematizaciones al respecto.

No hay problema. Al menos no para mí. Es fácil


filosofar cuando es otro el que está hecho mierda.
-Trainspotting-
[La dificultad viene cuando es uno mismo el que
está sumergido en ella]

11. Desarrollo sustentable.

Desde la antigüedad, la naturaleza ha sido subestimada por buena parte de la


filosofía occidental. Desde el idealismo de Platón, pasando por el racionalismo
cartesiano hasta el idealismo hegeliano, la naturaleza se ha identificado con la
apariencia, lo intramundano y lo contingente de la realidad sensible que se
contrapone a la Idea o la Razón. La ontología moderna ha radicalizado aún más
este punto al desvincularla de la cultura, la historia, el espíritu y la libertad.

En un intento por superar la filosofía de la naturaleza de Schelling, en su


Fenomenología del espíritu (1807) Hegel trata de construir una lógica del camino
del espíritu absoluto, no de la naturaleza.126 La lógica del sistema hegeliano, que
va del logos al espíritu, traspasa la naturaleza como momento de la negatividad
dialéctica (logos – naturaleza - espíritu) para terminar subordinándose al momento
de la identidad devenida en espíritu que se sabe a sí mismo, en espíritu

126
Hegel, G.W.F. Fenomenología del espíritu. Trad. Wenceslao Roces, Fondo de Cultura
Económica, México, 1998.

81
absoluto.127 El ser humano legitima su dominio del hábitat al someter la naturaleza
a la razón moderna, tesis que el capitalismo ha llevado al extremo.

Bajo el concepto de “materias primas” el modelo capitalista de producción


designó como bienes económicos los elementos de la naturaleza. Al
mercantilizarse, su explotación y dominio se somete a las leyes del mercado, del
valor y la ganancia. Asimismo, el balance de las consecuencias de su
sobreexplotación son vistas, en primer instante, como expresión de crisis
económica que afecta los precios y costos. Se ha establecido un esquema de
dominio epistemológico y axiológico donde la naturaleza es considerada y
valorada como un recurso económico de la producción capitalista, susceptible al
dominio de la racionalidad económica. La tierra y sus aguas, la flora y la fauna con
sus especies conocidas y por conocerse, a los ojos del capital son todos “recursos
naturales” dispuestos a explotarse. A la naturaleza se le asigna un valor de cambio
pese a no ser producida, por lo cual, se le califica como “condición de producción”.

Una “condición de producción” se define como todo lo que se trata como bien
económico, aunque no sea producido como bien según las leyes del valor y
el mercado. La fuerza de trabajo, la tierra, la naturaleza, el espacio urbano, y
así sucesivamente, encajan en esta definición.128

En la capitalización de la naturaleza se produce una contradicción al interior del


capital mismo, que lo pone en riesgo junto con la humanidad y otras tantas
especies. El capital se constituye a través y a costa de sus propias condiciones de
producción.129 No obstante, en el discurso del desarrollo se encuentra una
determinación que opera como elemento favorable para la asunción dialéctica de

127
Hyppolite, Jean. Génesis y estructura de la “Fenomenología del espíritu” de Hegel. Ediciones
Península, Barcelona, España, 1998, pp. 543-547.
128
Escobar, Arturo (1996), p. 376.
129
Ibidem. La contradicción del capital, que Marx teorizó a profundidad, es entre las fuerzas
productivas y las relaciones de producción. La contradicción del capital con sus condiciones de
producción se evidenciaría más con la crisis ambiental.

82
tal contradicción: el desarrollo sustentable.130 En las últimas dos décadas del siglo
XX se desplegó con gran éxito y aceptación la estrategia sustentable, con la cual,
se suponía se revertirían los daños causados a la naturaleza. Por supuesto, lo
exitoso de la medida nunca se tradujo en términos de la reducción del deterioro
ambiental -que por cierto, se ha agudizado con el paso de los años-, sino en la
(re)incorporación de la dimensión ecológica al capital. Cabe resaltar la apariencia
altruista con que se cubrió el discurso, razón por la cual se ha permitido su libre
desenvolvimiento en prácticamente todo el mundo.

La resignificación de la naturaleza como medio ambiente, la reinscripción de


la Tierra en el capital a través de la mirada de la ciencia, la reinterpretación
de la pobreza como efecto de la destrucción ambiental, y la confianza
renovada en la gestión y la planeación como árbitros entre la gente y la
naturaleza son todos efectos de la construcción discursiva del desarrollo
sostenible.131

En este punto, la rectoría del Estado también se ha visto mermada cediendo la


administración de los “recursos naturales” a la iniciativa privada. Al culpársele por
el mal manejo de los recursos y no ser capaz de impedir el despojo de la
naturaleza, el Estado no sólo se convierte en la peor opción administrativa, sino
que carece de la mínima autoridad moral para reclamarla. Por medio de sus
“fundaciones altruistas” y “generosos donativos” la iniciativa privada ejerce el
dominio y control de la naturaleza instalándola al servicio del capital. Al respecto,
desde hace dos décadas, bajo el concepto de “empresas socialmente

130
Un ejemplo notable es la propuesta de Francisco Almagro (profesor-investigador de la Escuela
Superior de Economía del IPN). Según él, habría que incorporar la sustentabilidad ambiental como
un indicador económico de los costos por la degradación ambiental y el agotamiento de los
recursos naturales. Al tomar en cuenta la dimensión ecológica, se vuelve necesario ampliar la
clasificación de los activos fijos, lo que permitiría la transición del PIB (producto interno bruto) al
PIBE (producto interno bruto ecológico). Almagro Vázquez, Francisco. “La dimensión ambiental en
el PIB y políticas ambientales en México” en Mundo siglo XXI, revista del Centro de Investigaciones
Económicas, Administrativas y Sociales del Instituto Politécnico Nacional, no. 6 otoño 2006, revista
trimestral. Por supuesto, la viabilidad de la propuesta se inserta en los parámetros del capital y sus
cifras. En la realidad, una transición de las categorías económicas a otras no representa alternativa
alguna, es sólo un simple cambio en las premisas del discurso que no se refleja en las condiciones
materiales de la gente a la que el capital ha empobrecido.
131
Escobar, Arturo (1996), p. 381.

83
responsables”, la administración política y de conocimiento de la ecología ha sido
asumida por empresas que buscan la compatibilidad entre el cuidado del entorno
natural y sus negocios. Desde luego, la responsabilidad social que pregonan no
asume la responsabilidad por la destrucción que ellas mismas causaron en el
pasado, sino que sólo se comprometen a no continuarla, siempre y cuando no
interfieran con sus negocios. Es una mera estrategia empresarial. En suma, la ola
de privatizaciones no pudo dejar pasar la naturaleza, donde el desarrollo
sustentable fijó el objetivo en la constante renovación de los recursos para las
dinámicas del valor y el mercado.

Ahora bien, ¿quién es el causante de tan tremendo desastre? La semiótica


desarrollista ha delegado la responsabilidad de la crisis ecológica en los pobres.
Para los desarrollados, los signos más visibles de subdesarrollo que contribuyen a
la destrucción ambiental van desde la falta de políticas ambientalistas, la
sobrepoblación, la corrupción que impide la regulación para la explotación de
recursos, las prácticas tradicionales en la agricultura, las carencias científico-
tecnológicas, hasta la misma condición de subdesarrollo. ¡Incluso en la búsqueda
de culpables el desarrollo manifiesta su disparidad! De nuevo, el pobre es el
causante directo de los males, sin embargo, la culpabilidad es todavía más radical,
pues ya no sólo lo es de su propia condición, sino la de todo el mundo.

Desde luego, todo esto significó una nueva oportunidad de intervencionismo de


los países ricos, en voz de sus empresas, hacia los territorios pobres. Los
“expertos” han vuelto a aparecer en escena con sus recomendaciones y
sugerencias revestidas con pretensiones de novedad (además de pesticidas y
otros productos supuestamente ya no tan dañinos como los anteriores que nos
habían presentado). Aunque la ausencia de los Estados Unidos en el tratado
internacional para el cuidado de la naturaleza más difundido y aceptado en los

84
últimos años, el “Protocolo de Kyoto”, no mereció más que una (re)invitación a su
incorporación por parte de la comunidad experta.132

Los círculos de la intelectualidad occidental presuponen un conocimiento


científico-objetivo de la naturaleza, sus relaciones y sus fines. Sin embargo, el
disfraz de la sustentabilidad ambiental no alcanza a cubrir sus pretensiones de
dominación bajo la unidirecionalidad de un logos excluyente, es decir, de una
ecología capitalista en constante guerra con el fantasma del tradicionalismo. Con
un saber aparentemente renovado, sin terminar de reconocer sus errores, se
estructura el aparato institucional –principalmente de carácter privado- para la
ejecución de prácticas de sujeción ambiental, profesando un control absoluto
sobre el conocimiento y sus prácticas en un claro dominio epistemológico y político
de la realidad socio histórica.133

La lógica unidireccional de la racionalidad capitalista objetiva la naturaleza en la


mismidad excluyente de sus premisas, apropiándosela como lo ajeno que no le
132
El Protocolo de Kyoto entró en vigor el 16 de febrero de 2005 con la participación de 141
países, siendo los Estados Unidos y Australia los grandes ausentes. El principal objetivo del
tratado se centra en la reducción de la emisión de gases que afectan la atmósfera y aceleran el
calentamiento global. Para muchos, el acuerdo significó un gran avance, pues, está dirigido
principalmente a los países más industrializados, dando la impresión que con la medida tomada no
sólo se detendría la destrucción de la naturaleza, sino que, por fin se responsabilizaba a los
verdaderos causantes del problema. Por supuesto, el designio de la culpa sigue descansando
sobre los hombros de los pobres y la emisión de contaminantes aumenta cada día, mostrando con
ello, que el tratado es condescendiente con la economía capitalista, lo cual, no representa
alternativa alguna. Véase el artículo “El Protocolo de Kyoto, oxígeno para el mundo” en el periódico
La Jornada, México, 16 de febrero, 2005.
133
Una de las prácticas más recurrentes del discurso de la objetivación monetaria de la naturaleza
que se ha extendido en distintas partes del mundo, pero más en los países pobres, es el
monocultivo. De igual forma, su fracaso se ha manifestado globalmente en las culturas “no
alineadas”. Un caso concreto es el de los pueblos mayas. “La fe en el monocultivo arruinó a los
campesinos, y tuvieron que recuperar, digamos, el camino maya de la diversidad agraria y del
antimonismo. Se arrepintieron de su fe en la promoción oficialista y de su falta de crítica a la
propaganda monista. Por otro lado, habían aprendido una lección importante. La dependencia de
la comercialización exclusiva y del mercado mundial representa un riesgo enorme para la
sobrevivencia”. Lenkersdorf, Carlos. Filosofar en clave tojolabal. Porrúa-UNAM, México, 2002, p.
93. Respecto al concepto de antimonismo, Lenkersdorf se refiere al rechazo de “la concentración
del poder en manos de uno solo, sea un individuo o un grupo reducido, por ejemplo un partido, una
oligarquía, un consorcio de compañías económicas o algo que se le parezca” (Ibid, p. 87). La
definición de monismo, por tanto, se refiere al “sistema que trata de reducir… todos los seres y
fenómenos del universo a elementos comunes idénticos”. Lenkersdorf adopta esta definición de la
obra de Martín Alonso, Enciclopedia del idioma, 5ª reimp., Aguilar Editor, S.A., México, 1998, p.
2887.

85
constituye a sí misma. Por tal motivo, las condiciones de posibilidad de lo natural
para la vida humana sólo tendrían sentido dentro de la visibilidad económica.

La posición oficial es que quiere controlar y “mejorar” la realidad, la


naturaleza y el cuerpo social, y lo hace según criterios de dominación,
porque no ve en la naturaleza una “compañera” con la cual hay que aprender
a convivir, sino un adversario potencial al cual hay que dominar según
criterios comerciales considerados científicos.134

Al no tomar en cuenta las dimensiones socio históricas y culturales de la


ecología, se pretende ignorar la consecuencia lógica de la depredación humana,
directa y concreta, con la natural. Generalmente, la deforestación no sólo arrasa
con el bosque, sino también con los seres humanos que habitan en él. Podría no
ser descabellado afirmar que existe, pues, una deforestación histórico-cultural
junto con la natural, promoviendo fenómenos de dominación como los cacicazgos
o, el desplazamiento de pueblos y culturas enteras para ser insertadas en el
capital de las grandes urbes. La citadina visión de la naturaleza como simple
reservorio de recursos para la producción no es compartida por miles de culturas
alrededor del mundo, para quienes la naturaleza no es un elemento ajeno, sino
que es directamente constituyente y complementario de su vida en lo inmediato.

Lejos de detener, ya no digamos de revertir la crisis ambiental, el desarrollo


sustentable es un capítulo más en las fábulas de terror y muerte de la economía
del valor. La cibercultura, los descubrimientos y desarrollo de los instrumentos
científico-tecnológicos sólo han agudizado el problema. El desciframiento
progresivo del genoma humano, la manipulación genética de los productos
alimenticios y la biotecnología, junto con otros, han producido un aparato de
conocimiento relativizado en los perfiles de la “realidad virtual”. Sus beneficios –en
caso de que exista alguno- no son del dominio público ni de sus intereses. Las
formas postmodernas de la ecología capitalista favorecen a sectores sin identidad,
nombre o arraigo alguno: las llamadas empresas transnacionales.
134
Lenkersdorf, Carlos (2002), p. 97.

86
Ahora que al parecer el destino ya nos alcanzó, marcándose así una nueva era
de apocalipticismos, las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza exigen
transformarse urgentemente. La brutal depredación humana de la naturaleza ha
excedido los límites de riesgo hasta el punto de una crisis global insospechada
que, por cierto, afecta de manera inmediata y con mayor fuerza a los sectores más
empobrecidos de cualquier sociedad. Frente al agotamiento del camino de la
mismidad eurocéntrica de la ecología capitalista, se alcanza a vislumbrar la
posibilidad de una ecología plural, de la diferencia, la cual, se opone a la
reproducción de las relaciones de poder y dominio permitiendo el acceso a los
beneficios (no en términos economicistas) de la naturaleza a las mayorías. Esta
otra particularidad ecológica intenta mantener una relación de complementariedad
con la naturaleza como constitutiva del ser humano. Busca redimensionar los
ángulos socio históricos de la ecología tratando de equilibrar las relaciones
naturaleza-humano, en un intento de resignificarlas dentro de un marco teórico-
práctico alejado de la racionalidad capitalista.

No se trata de otra forma de antropocentrismo donde se mantiene la relación


sujeto-objeto entre el ser humano y la naturaleza, sino de explorar otros terrenos
que puedan aportar nuevos sentidos a dicha relación. Tal es el caso de las
distintas culturas alrededor del mundo que conciben dicha relación en términos de
sujeto-sujeto, rechazando de manera implícita las concepciones utilitaristas y
mercantilistas de la depredación económica. Al parecer, la ecología capitalista no
está dispuesta a abandonar la unidireccionalidad de su lógica y pretende continuar
hasta el límite con la falacia de la sustentabilidad desarrollista, por tal motivo, el
voltear la mirada y los oídos a quienes proponen la transformación de las
relaciones epistemológicas y políticas con la naturaleza, con apertura a la
pluralidad y la diferencia, puede significar un hecho de vida o muerte. Atender a
los lenguajes, signos, cosmovisiones, prácticas y propuestas alternativas, podrían
presentar condiciones de posibilidad para el abandono y superación del logos
excluyente de la epistemología ecológica en una resignificación de las relaciones

87
socio históricas y culturales con la naturaleza, no como extensión ajena, sino
como constituyente imprescindible de la vida en su totalidad, en palabras de
Lenkersdorf, como compañera.

La privatización del agua en Argentina fue un duro golpe para los movimientos
de resistencia de la ecología plural, sin embargo, la esperanza revivió con el caso
de los pobladores de Cochabamba en Bolivia que entre el final de 1999 y
principios del 2000 terminaron por sacar del negocio a la Bechtel Corporation y
Edison.

12. Doble negación de la corporalidad: mujer y desarrollo.

Otra de las constantes de la tradición filosófica occidental es la negación de la


corporalidad. Ya sea como refugio de las pasiones que afectan las más sublimes
virtudes del alma o como objeto susceptible a la explotación en las fábricas el
cuerpo ha significado un obstáculo para la realización plena de la humanidad. Un
simple objeto que debe superarse por el delito de in-corporar todo aquello que
daña al hombre (con todas las connotaciones falocéntricas del término). Según
esto, la negación de la corporalidad posibilitaría el desarrollo pleno de las virtudes
humanas, sean estas intelectuales, espirituales, religiosas, culturales o históricas.
Obviamente, como ciertos discursos racistas sostienen, algunos cuerpos pueden
llegar a ser socialmente más aceptados que otros, siempre y cuando, sean
blancos, con “rasgos europeos” y masculinos. En ese sentido, muchos elementos,
discursos y fobias se pueden mezclar en tal desprecio. Tradiciones culturales,
nacionalismos, regionalismos, religiones y otros, cuando se exacerban, pueden
llegar a tomar y dar forma a determinaciones fundamentalistas excluyentes como
la xenofobia, la homofobia, el racismo o el machismo, rechazando los cuerpos
extranjeros, homosexuales, los de características físicas distintas a los del
paradigma blanco occidental y, por supuesto, al de las mujeres. Sin duda, la loza

88
que ha representado el cuerpo se radicaliza aún más en lo femenino.135 Antes,
vale la pena problematizar en torno a algunas cuestiones lógicas que, en
ocasiones, pueden llegar a crear más confusión que claridad.

En lógica formal, las conectivas más comunes entre proposiciones son la


conjunción, la disyunción, el condicional material y el bicondicional material. Su
característica principal es la posibilidad de conectar dos o más proposiciones
creando una nueva fórmula bien formada. En el lenguaje lógico, a estas
conectivas suele llamárseles “diádicas”, pues, su función es aplicable en la unión
de dos o más proposiciones. Existe otra conectiva comúnmente usada con
características diferentes que puede emplearse en una sola proposición: la
negación. Ésta es la única conectiva monádica en el lenguaje lógico formal.

En dicho lenguaje, una negación altera solamente el valor de verdad de la


proposición o fórmula a la que inmediatamente se refiere. De hecho, puede alterar
a otra conectiva siempre y cuando sea una negación, dando como resultado la
doble negación. Si el valor de verdad de una proposición cualquiera es falso, al
negarse el valor cambia a verdadero y, si se niega nuevamente, el valor de verdad
vuelve a ser falso. La doble negación de una fórmula bien formada no altera el
valor de verdad inicial de la fórmula. En otras palabras, la afirmación del valor de
una fórmula cambia al negarse y, al negarse nuevamente, el valor vuelve al
original: si el valor de p es verdadero, al negarse doblemente el valor sigue siendo
verdadero.

Los neopositivistas antepusieron el lenguaje lógico formal a lo que llamaron “el


lenguaje común”. En los trabajos de Wittgenstein, Carnap, Russell, Quine y otros,
el problema de la metafísica se derivaba de un uso incorrecto del lenguaje, sin
embargo, las leyes del lenguaje lógico pueden presentar los mismos problemas

135
Cfr. Montalvo, Sergio. Del perfecto manual misógino. Tintas editores, México, 1994. Aunque
puede criticársele a Montalvo por el hecho de no incluir en su obra las referencias y fuentes
utilizadas, no deja de ser interesante su recopilación de frases, dichos, pasajes y declaraciones
contra las mujeres en distintas personalidades a lo largo de la historia, las cuales, van desde
Schiller, Benjamin, Sartre, Balzac y Faulkner, hasta Woody Allen y The Rolling Stones.

89
que criticaron. En la realidad, una doble negación puede no alterar el valor de
verdad de una fórmula. La mujer, es doblemente negada en su corporalidad, por
ser cuerpo y, además, mujer. En este caso la segunda negación no altera el valor
de verdad de la primera, sino que la refuerza. Si el cuerpo debe ser dominado por
la razón, en la mujer se justificaría doblemente dicha afirmación.

En los universales perseguidos y aclamados por la ontología occidental, si


acaso la mujer juega algún papel, no es sino secundario. En ningún momento se
concede terreno a lo femenino en el idealismo platónico, en el racionalismo
aristotélico, en la escolástica o en el humanismo renacentista, como tampoco en
las configuraciones ontológicas del sujeto de la racionalidad cartesiana, de la
trascendentalidad kantiana o del absoluto hegeliano. El papel central está
destinado para el escalón más alto de la jerarquización ontológica de la lógica
dicotómica; aquella que reproduce oposiciones históricamente estériles y
perjudiciales al bien humano: desarrollo-subdesarrollo, alma-cuerpo, universal-
particular, racional-irracional o masculino-femenino, entre otras. Las relaciones de
producción capitalistas sustentadas en la sobreexplotación de plusvalor,
radicalizaron el desprecio de la corporalidad al mercantilizarlos como fuerza de
trabajo desechable y, aún más, en la mujer:

el sistema de dominación de los grupos masculinos que manejan el poder


político, religioso, social se fortalece con el capitalismo, que es un modelo de
mercado hegemónico que para sostenerse necesita de que parte del trabajo
no sea remunerado (el reproductivo doméstico), pero no puede reconocerlo.
Además el capitalismo es expansivo y reproduce su división entre lo público
y lo privado en todos los espacios que toca, negando la validez de
producciones y reproducciones no destinadas al mercado.136

En el régimen de representaciones del desarrollo, la mujer no tiene


aportaciones considerables a la producción del mercado capitalista. Esta

136
Gargallo, Francesca. Ideas feministas latinoamericanas. Universidad Autónoma de la Ciudad de
México, 2ª edición, México, 2006, p. 33.

90
invisibilidad deriva en una idea masculinizada del mercado y la repartición de la
riqueza hacia los hombres, relegando a la mujer a un status de mera
sobrevivencia a partir de las dádivas económicas como el “gasto familiar”.137 Si
alguna actividad laboral es llevada a cabo por mujeres, el sistema capitalista
permite el desplazamiento de la mano de obra hacia la producción varonil bajo el
lema: “es un trabajo de hombres”. Sigue presente la lógica aristotélica que exigía
el sometimiento de los seres más “débiles” en una jerarquización donde las
mujeres y los niños toman la peor parte.

Se trata, entonces, de un doble discurso donde, por un lado, nuevamente, la


racionalidad capitalista no reconoce la responsabilidad por la creciente pobreza en
el sector femenino; es en los hombros del pobre donde vuelve a recaer la culpa.
Por otro lado, ésta es una razón más que justifica las políticas intervencionistas de
los países ricos. Por tales motivos, uno de los principales indicadores de
subdesarrollo, en el que suelen basarse los estudios de los “especialistas”, es la
situación socioeconómico-política de la mujer. En este escenario, existe la
pretensión de desvanecer la corporalidad concreta en los límites de la abstracción
en forma de datos estadísticos, como tecno-representaciones de la realidad.

Algunos autores coinciden en abordar el papel de la mujer y los niños en las


relaciones de producción capitalistas, separándolo de las nociones tradicionales
de análisis para la visualización efectiva de su situación. Raff Carmen afirma que
los pobres se pueden dividir en tres categorías: los que han surgido por la pobreza
modernizada (como es el caso de los países de Europa del Este), los de las
minorías nativas alrededor del mundo y los que se engloban en la categoría de
“países subdesarrollados”.138 Ninguna de estas categorías resulta suficiente para
revelar la situación concreta de la mujer.

137
Escobar, Arturo (1996), p. 327.
138
Carmen, Raff. Desarrollo autónomo. Humanización del paisaje: una incursión en el pensamiento
y la práctica social. Trad. Eduardo E. Saxe Fernández, Editorial Universidad Nacional (EUNA),
Heredia, Costa Rica, 2004, p. 49.

91
Existe, sin embargo, un grupo aún más grande, eminentemente susceptible a
los agobiantes procesos de formación del Cuarto Mundo: se trata del grupo
de mujeres y sus hijos del Tercer Mundo, quienes tradicionalmente han sido
el “recurso olvidado” que pasa por alto –las mulas de trabajo de la fábrica,
invisibles, no reconocidas, no pagadas, no registradas.139

Aunque puede discutirse sobre la pertinencia del uso de la categoría “Cuarto


Mundo”, por estar ligada a otras tantas históricamente perjudiciales como las de
Primer, Segundo o Tercer Mundo, sin duda, es plausible la recuperación de la
dimensión femenina en el sistema de explotación capitalista. Sin embargo, se
halla una contraofensiva por parte del capitalismo destinada al encubrimiento de
tal dimensión: la apertura de espacios públicos, sobre todo políticos. Tal apertura,
al igual que en la ecología, se reviste con el velo de la democracia, empero, no
alcanza a cubrir la devastación de la producción de la pobreza. Por más puestos
públicos que se otorguen bajo un manejo femenino, la mayoría se mantienen
controlados por los varones, otorgando pocos o nulos beneficios a las mujeres. No
son más que espejismos lanzados por el sistema patriarcal político-económico.

En el fondo, subsiste la producción de la diferencia ontológica que sobrepone el


ser masculino al ser femenino. Para continuar con ello, la racionalidad globalizada,
con su supuesto respeto y apertura a la pluralidad y la diferencia, termina
diluyéndolas en la mismidad con la pretensión de la igualdad de oportunidades
para ambos sexos, obviamente, el masculino y el femenino. Las posibilidades no
abarcarían a gays, lesbianas, transexuales o bisexuales por no incorporarse a uno
de los dos sexos socialmente reconocidos. La categoría de “género” es otra más a
la que recurre el sistema de producción patriarcal que ensombrece y elimina la
diferencia. En ella no se esclarecen las necesidades, demandas, consignas,
problemáticas y, mucho menos, las posibles soluciones para la situación concreta
de las mujeres. Es el retorno de la unidireccionalidad hacia una construcción de la
identidad abstracta que ignora las exigencias concretas desde la feminidad.

139
Ibid, pp. 49-50.

92
Ligar el sistema de género con la identidad de las mujeres es atarlas a la
subordinación de los hombres. Liberarse del género es, por el contrario, una
propuesta de construcción de la propia subjetividad que implica el
reconocimiento del valor cultural y económico de cada mujer en el colectivo
femenino, y la validación del derecho a una diferencia sexual positiva y de la
desconstrucción de la occidentalización forzada.140

La alternativa no está en el intento de equilibrar la balanza entre los sexos, sino


en salirse de ella por estar controlada por un sistema falocéntrico-patriarcal. En
algunos cuerpos, las categorías pesan mucho más que en otros. Cotidianamente
se tiene que lidiar con imputaciones como subdesarrollado, pobre, campesino,
tradicionalista y mujer, acumulándose las negaciones cada vez más sin que se
eliminen por la regla de la doble negación. Las estrategias de desarrollo
económico, que han beneficiado a los más ricos, han golpeado a los más pobres
y, mucho más fuerte, a las mujeres.

Si se acepta que la búsqueda de alternativas al desarrollo debe partir de los


elementos que otorga la realidad socio histórica concreta, la que se vive
cotidianamente, la recuperación de la corporalidad es impostergable. Como
condición de posibilidad, no sólo para cualquier ámbito de la vida, sino para su
constante mejoramiento. Desde los “cuerpos que somos” se demanda y exige los
requisitos necesarios para las mejoras intelectuales, políticas, económicas,
culturales, espirituales, históricas y físicas del ser humano. Por supuesto,
atendiendo las diferencias –no diluyéndolas- físicas e históricas, y no ontológicas.
Salud, alimentación, educación, vivienda y no represión, son apenas unas de las
tantas exigencias mínimas en la cotidianidad humana.

La reflexión filosófica de nuestra América no ha permanecido ciega frente a


esto. Vale la pena recordar la controversia sostenida en Valladolid entre Juan
Ginés de Sepúlveda y el padre Las Casas como ejemplo histórico. Mientras que el
140
Gargallo, Francesca (2006), p. 43.

93
jurista orientó su argumento en la no existencia de un alma cristiana en los
indígenas, semejante a la del europeo, el segundo –entre otras razones- abogó
por las similitudes corporales entre conquistados y conquistadores, a excepción de
la barba.141 Es vital la necesidad de in-corporar el tema en el análisis y reflexión de
nuestra realidad. Las alternativas al desarrollo se llevaran –y se han llevado- a la
praxis no desde la inteligibilidad, sino a partir de los elementos físicos concretos.
De igual forma, la liberación femenina del sistema de dominación patriarcal sólo
encontrará las condiciones de posibilidad y eliminará las negaciones a través de la
afirmación de su propia corporalidad. Urge desprenderse de las actitudes
inverosímiles con que se ha tratado la cuestión y “poner el dedo en la llaga”,
después de todo, las bofetadas de la “mano invisible” también las han sentido
nuestros cuerpos.

11. Alternativas (colectivas) al desarrollo.

Para muchos, vivimos en una época de apocalipticismos marcada por la llegada


de los “falsos profetas”, de aquellos que asumen ser la solución de un presente
intolerable, la reconciliación con el pasado y la proyección de un futuro más digno.
Aunque no estemos de acuerdo con tal interpretación, no se puede obviar el
hecho de que algunos personajes se adjudican tales papeles. No proclaman el fin
de la era humana o, por lo menos, no de forma directa, pero sí el fin de la historia
y de los sujetos que la conforman, de sus esperanzas, proyectos y anhelos. Al
poder que detentan a expensas de la representatividad popular, se le
sobredimensiona en grados insospechados que rayan en lo sobrenatural o la
locura. Si el milagro más grande de la tradición judeo-cristiana fue la resurrección
de Lázaro y, tiempo después, la de su profeta más reconocido tres días después

141
Son muchos las referencias respecto a la corporalidad que se podrían rescatar en el
pensamiento de nuestra región. Véase Cerutti Guldberg, Horacio. “Preliminares hacia una
recuperación del cuerpo en el pensamiento latinoamericano contemporáneo” en la revista Anatellei.
Centro de Estudios Filosóficos y Teológicos “Villa Claret”, Córdoba, Argentina, año VII, no. 14,
diciembre 2005.

94
de su muerte, en nuestra América algunos no quedaron conformes y trataron de
superarlo con la resurrección de toda una nación.

Ante la mirada de Dios y ante el testimonio de la historia, yo quiero


proclamar: ¡Argentina, levántate y anda! Hermanas y hermanos, con una
sola voz para decirle al mundo: se levanta a la faz de la tierra una nueva y
gloriosa nación.142

Desde luego, Carlos Saúl Menem no es el único “falso profeta”. Durante más de
medio siglo otros como él han abanderado los discursos y prácticas del desarrollo
sin que se vea beneficio alguno para las mayorías empobrecidas alrededor del
mundo. El velo de las promesas incumplidas no sólo cubre la investidura
presidencial, también ha tejido los trajes sastre de banqueros, economistas,
políticos, académicos, funcionarios públicos, analistas y hasta las sotanas de
quienes, pese al fracaso histórico de sus modelos económicos, políticos y de
pensamiento, mantienen una actitud de intransigencia al seguir imponiéndolos a
costa de lo que sea, aún de la vida misma.

Para estos predicadores de la fe en el mercado capitalista, la única vía en el


camino desarrollo-subdesarrollo es la marcada por la lógica unidireccional
representada en la univocidad de un logos excluyente. Aquella que exige la
interpretación unidisciplinaria (macroeconómica) de nuestra realidad, cimentada
en sus expresiones más radicales como el atomismo-individualismo, los
monopolios, la monoproducción, el monocultivo y el machismo. Todos estos
estandartes, que configuran la representación de la realidad bajo una visión
democrática al estilo norteamericano, reducen los sujetos históricos concretos a
un individualismo para la praxis política en la vida social, como simples votantes
en períodos electorales. Cualquier otra forma de organización, sobre todo social,
es rechazada y hasta criminalizada por atentar contra el “estado de derecho”,

142
Estas “mesiánicas” palabras, que forman parte de un discurso pronunciado por el entonces
presidente argentino Carlos Saúl Menem, fueron recogidas en el documental Memoria del saqueo,
dirigido por Fernando Ezequiel Solanas en el año 2004.

95
frase que ha servido en los últimos años como justificación para la imposición
(casi siempre de manera violenta) de las políticas del régimen democrático-
capitalista, lo mismo en el pueblo de Atenco que en las calles de Buenos Aires,
Caracas o Quito.

No obstante, existen “infieles” a la racionalidad económica. Aquellos que no


creen en las promesas del desarrollo y resisten colectivamente los embates de la
mismidad etnocéntrica, cuestionan y desafían los modelos de organización y
constitución del paradigma moderno-occidental. Tal como ocurrió en la “pueblada”
del 19 de diciembre de 2001 en las calles de Buenos Aires, la insurrección no
podía simplificarse a una clase o sector social. Tras el anuncio de “estado de sitio”
por parte del entonces presidente argentino, Fernando de la Rúa, a las calles
salieron estudiantes, profesores, campesinos, trabajadores, comerciantes,
familias, grupos barriales, madres de desaparecidos durante la dictadura, etcétera.
De igual forma, ocurrió en las calles de Caracas con quienes regresaron al poder
a Hugo Chávez el 13 de abril de 2002 tras el golpe de estado fraguado por la
oposición –con apoyo de la central de inteligencia americana (CIA)- un día antes.
Entre ellos, aunque eran difícilmente reconocibles, las diferencias no se diluyeron.
Éstas también se agruparon colectivamente en la persecución de sus demandas.

El colectivo puede ser una de las formas organizacionales más viables en la


búsqueda de alternativas al desarrollo. Lo demuestran muchos de los grupos
asociados a la llamada “economía informal”, de estudios -académicos o no-, y
hasta de participación política. Para integrarse, no se necesita de credenciales o
determinaciones de carácter ideológicas. Desde luego, existen excepciones que,
generalmente, se ligan a ciertos círculos de poder, donde, para formar parte, es
necesario afiliarse a alguna otra organización.143 La idea de colectivo que aquí se
maneja, se refiere a la agrupación en distintos niveles de organización –locales,

143
Un ejemplo de esto son los “mercados sobre ruedas” o “tianguis” de la ciudad de México. Para
poder vender, los comerciantes de estos grupos tienen que afiliarse al partido político que en ese
momento se encuentra en el poder, conformando una parte considerable de su plataforma política
de base.

96
nacionales o regionales- de los empobrecidos por las prácticas desarrollistas que
buscan diseñar, imaginar y practicar alternativas diferentes desde la
heterogeneidad. Es importante diferenciar esta idea de la noción de “los
oprimidos” o de comunidad. Como lo muestra Raff Carmen, la opresión puede
adquirir múltiples formas y operar en distintos niveles, por lo que, la noción podría
no articular necesariamente las prácticas de desarrollo o desfigurar el sentido en
la amplitud de sus márgenes. Se pueden presentar problemas similares con el
término de comunidad.

Los rasgos camaleónicos del término comunidad permiten que sea


acomodado en una variedad casi infinita de bienes. Al final, todos están de
acuerdo en que comunidad significa (alguna forma de) grupo homogéneo de
apoyo.144

Al construir el desarrollo una noción de pobreza entendida como carencia de los


recursos moderno-desarrollados a través de su régimen de representaciones, el
término “empobrecimiento” reflejaría el ejercicio del poder y dominación de los
discursos y prácticas del desarrollismo sobre sujetos históricos concretos. Esto
permitiría develar la verdadera naturaleza desigual de la distribución de los
recursos donde, hasta el momento, la única transferencia ha sido la escasez
económica (además de los desechos industriales).

No es entonces el colectivo a secas, sino el de propiedades autónomas que


permita el libre ejercicio de la diferencia y la pluralidad como necesidad vital, así
como la toma de decisiones por el consenso y conformidad de sus miembros.
Como sugiere Luis Tapia en su obra, la acción colectiva se constituye como un
movimiento social que se configura por el desborde de los espacios
institucionalizados donde la política tradicional ya no responde ni resuelve a sus
necesidades y demandas.145 En la medida que los lugares de la política se han

144
Carmen, Raff (2004), p. 105.
145
Véase Tapia, Luis. Política Salvaje. Muela del Diablo Editores, Consejo Latinoamericano de
Ciencias Sociales (CLACSO), La Paz, Bolivia, 2008.

97
ampliado y hasta diversificado, al mismo tiempo se han delimitado y regulado en
los marcos de la institucionalización oficial. La acción política colectiva trasciende
los espacios y formas de las prácticas tradicionales con cuestionamientos críticos
sobre los principios de organización del Estado, gobierno y sociedad. Esta es una
característica que no debe perderse de vista: la praxis política colectiva no se
desenvuelve en un lugar específico, sino que transita entre uno y otro de los ya
establecidos, reapropiándose de aquellos que fueron neutralizados por las
estructuras del poder y, desde luego, posibilitando la creación de otros más. En
otras palabras, para la promoción y difusión de sus demandas, proyectos y fines,
quienes integran el colectivo adoptan prácticas que podrían señalarse como una
especie de “nomadismo político” en un desplazamiento fluido de los lugares
oficialmente permitidos a otros.146

Para que esto no sea un espejismo más y realmente se considere como una
alternativa viable, debe tomarse en cuenta algunos puntos problemáticos.

En el fondo de la investigación de alternativas yace el hecho claro de la


diferencia cultural. Las diferencias culturales encarnan –para bien o para
mal, cuestión importante para las políticas de investigación e intervención-
posibilidades de transformar las políticas de representación, es decir, de
transformación de la vida social misma.147

En la formulación de imágenes, discursos y prácticas del régimen de


representaciones desarrollistas, los grandes ausentes fueron los mismos a los que
se designó en la escala más baja de la jerarquización categorial, obviando las
diferencias culturales y, con ellas, la visualización de otros caminos posibles
diferentes al del desarrollismo. Se trata de un proceso semejante al del
colonialismo, donde se pretendió borrar todo rastro cultural del dominado.

146
Ibid, p. 56.
147
Escobar, Arturo (1996), p. 421.

98
La aculturación de los países “en desarrollo” a valores, tecnologías y
costumbres extrañas, con una concurrente alienación de lo propio, constituye
la materia misma que se le imprime al circuito del desarrollo. La aculturación
es el corazón mismo del negocio del desarrollo. La transferencia imperativa
se extiende sobre todo al campo de la política y la práctica del desarrollo: sin
ella, el “desarrollo” resultaría inconcebible.148

La propuesta de Escobar de integrar las diferencias culturales a la investigación


de alternativas, significaría una oportunidad de disolución del dominio
epistemológico y político del desarrollo, sin embargo, esto no será posible sin las
condiciones mínimas requeridas. En ese sentido, la autonomía abre las puertas a
la resignificación de las relaciones sociales con independencia al monismo que
articula el poder en una figura única, individual. La organización colectiva, al
regirse por sus propias leyes, encuentra las posibilidades de ejercer el poder por
sus propios miembros y medios. Este “autoempoderamiento” permitiría el ejercicio
del derecho de administración y dirección de los recursos según las conveniencias
colectivas que, para sobrevivir, trascienden los intereses individualistas.149 El
control de los recursos propios, no se traduce únicamente en el de su origen y
destino, sino en la autosuficiencia capaz de romper con el dominio
intervencionista.

En el terreno epistemológico, las oportunidades de la organización colectiva


permiten la visualización de nuevas formas de conocimiento de lo real,
desprendiéndose de las representaciones desarrollistas. Esto es algo que Arturo
Escobar enfatiza a lo largo de su obra: la necesidad de “descolonizar la realidad”
como principio para la formulación de alternativas. Es en la praxis política
autónoma de las colectividades donde podemos encontrar los elementos
enriquecedores para la concepción de una realidad, distinta, a la economizada
visión de la vida. No discriminando las diferencias, sino articulándolas a su

148
Carmen, Raff (2004), p. 57. Para Carmen, la aculturación es “cuando una cultura de origen
extranjero influye profundamente, o reemplaza, una cultura indígena” (Ibid, p. 56).
149
Autoempoderamiento se refiere a la “toma del poder” (colectiva) por parte de quienes
históricamente les ha sido negado. Ibid, pp. 112-114.

99
reflexión socio histórica y atendiendo los símbolos, lenguajes, políticas e historias
que se desenvuelven en la cotidianidad, se cimentarán las bases para formas de
pensamiento verdaderamente incluyentes. Desde luego, tal reflexión requiere
también de la colectivización interna de sus procedimientos; es indispensable
terminar con el prerrequisito de la monodisciplinariedad como forma de acceso in-
mediato de la realidad.

Liberarse del dominio epistemológico y político del desarrollo mediante la


afirmación del sujeto social organizado colectivamente, es condición de posibilidad
para nuevas formas de representación más humanas. Las luchas por la
autodeterminación de los municipios autónomos zapatistas en México, por la
defensa de la soberanía en Venezuela, por la autoafirmación identitaria en Bolivia
y Ecuador, y por la redistribución de la riqueza y nacionalización de los bienes en
Argentina, hacen factible la imaginación y diseño de alternativas. Aunque son
muchas las defunciones declaradas, el sujeto social no puede ser una lápida más
en el cementerio conceptual de la postmodernidad. Lejos estamos aún de escribir
su epitafio. Todavía no son necesarios los clamores mesiánicos. A fin de cuentas,
Argentina no estaba muerta y se levantó, pero en las calles de Buenos Aires;
anduvo, pero dando de cacerolazos. En nuestra América se están presentando
nuevas oportunidades que exigen atención y reflexión teórica. No hay lugar a la
indiferencia para los reclamos de “otros mundos posibles” o “que se vayan todos”.

100
A modo de conclusión

En el siglo XVI, uno de los argumentos esgrimidos por los conquistadores


europeos con el fin de mostrar la supuesta inferioridad de los americanos
manejaba, entre otras, la premisa sobre la total ausencia de la noción de
“propiedad privada” en los primeros pobladores. Quinientos años después, el
argumento ha sufrido pocas modificaciones a su interior. El esquema del
desarrollo considera que cuatro quintas partes de la humanidad, los pobres, no
saben qué hacer con la propiedad privada. El pobre ha sido representado como un
mal gestionador y administrados de la riqueza, el cual sólo tiene la posibilidad de
ser “asistido” por el desarrollado para la superación de su condición anómala. La
igualdad de los pueblos de nuestra América con el Ser occidental ha estado en
entredicho desde hace cinco siglos en distintos niveles, sean estos antropológicos,
políticos, sociológicos, filosóficos, culturales, históricos o, como sucede ahora con
el desarrollismo, también económicos. La inferioridad se ha convertido en el
mecanismo que justifica el intervencionismo epistemológico-político en las
relaciones de poder bajo la hipótesis de la necesaria transformación del otro.
Desde luego, todo esto genera tanto en el discurso como en la práctica una
violencia innecesaria e injustificable a todas luces, siendo el desarrollo mismo el
problema con sus mecanismos de poder e intervención en la política y el
conocimiento. Contrario a la visión imperante, la pobreza no es el producto de un
proceso natural como la teleología desarrollista pretende mostrar; como constructo
histórico es el resultado de la imaginería humana, de quienes no ven más allá de
su propia nariz.

Durante los sesenta años que hemos padecido el problema, en distintos


momentos, la economía del desarrollo ha mostrado sus límites dejando al
descubierto su inviabilidad y necesidad de superación. A lo largo del presente
trabajo, una cuestión estuvo rondando casi de manera fantasmal, apareciendo a
cada momento: ¿vale la pena continuar discutiendo sobre un tema del que tanto
se ha hablado y escrito, a veces hasta el cansancio y el hastío, como lo ha sido el

101
del desarrollo? Desgraciadamente, la respuesta se afirmó con la crisis económica
mundial que tuvo lugar en septiembre de 2008. Antes hubo por lo menos tres
manifestaciones que anunciaban el llamado crash de 2008: la crisis de los
combustibles que elevó los precios del petróleo hasta los ciento cincuenta dólares
por barril, otra de los alimentos que llegó a triplicar los precios del trigo y el arroz y,
finalmente, la de las hipotecarias con la bancarrota de Lehman Brothers que
terminó por desencadenar el pánico financiero.150 El panorama económico
después de la mega crisis es poco alentador. Tan sólo hasta el mes de noviembre
del mismo año en el país de “los sueños y las oportunidades” había por lo menos
diez millones de desempleados, dos millones de embargos hipotecarios y miles de
bancarrotas. El sueño terminó por convertirse en pesadilla y las oportunidades en
fracasos.151

Para el resto del mundo, no desarrollado, todo esto sólo puede significar una
cosa: más pobreza y el empeoramiento de las condiciones de vida. El principio del
“derrame económico” ha dejado en claro que no es la riqueza la que se derrama,
sino sólo su contraparte. Ejemplo de ello es el multimillonario rescate financiero de
los Estados Unidos dirigido a los grupos corporativos transnacionales y no a los
desempleados y sin techo que la crisis generó.152 Irónicamente, como suele
suceder, el rescate será solventado con el dinero de los contribuyentes,
convirtiéndose en burla la consigna de la cúpula política de ese país: “no es para
Wall Street, sino para Main Street”.153

150
Véase el artículo “La vida después del crash” en el periódico La Jornada, 16 de diciembre de
2008.
151
Cfr. Brooks, David (corresponsal). “Defiende Bush el neoliberalismo mientras el Estado
interviene en el sector financiero” en La Jornada, 14 de noviembre de 2008.
152
El viernes 3 de octubre de 2008, en medio de aplausos y gritos, la Cámara de Representantes
de los Estados Unidos, con 263 votos a favor y 171 en contra, aprobó un paquete económico de
700 mil millones de dólares para la estabilización del sistema bancario y económico de ese país.
En menos de una hora, el presidente de esa nación convirtió la iniciativa en ley. Brooks, David
(corresponsal) “La Cámara de Representantes de EU aprueba el rescate financiero” en La
Jornada, 4 de octubre de 2008.
153
Ibidem. “Main Street” es un eufemismo para referirse a “la gente ordinaria”, como si el banquero
fuera extra-ordinario.

102
Ante el más grande tropiezo de la economía capitalista en la historia, las
reacciones han sido diversas y no se han hecho esperar. Los defensores del
“mercado libre” arguyen que la inestabilidad sólo es pasajera, no se debe perder la
fe en el capital neoliberal. Tal es el caso de George W. Bush:

si uno busca el crecimiento económico, si busca oportunidad, si busca la


justicia social y la dignidad humana, el sistema de libre mercado es el camino.
El triunfo del capitalismo de libre mercado se ha comprobado a través del
tiempo, la geografía, la cultura y la fe. Sería un error terrible permitir que unos
pocos meses de crisis minen 60 años de éxito.154

Contrario a esta declaración y sintomático del umbral en el que nos


encontramos, el presidente de la institución más característica (y despiadada) del
capital, el Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn afirmó el
martes 16 de septiembre de 2008 que la crisis económica que se vive no tiene
precedente alguno por haberse originado en el corazón de país más
industrializado del mundo y no en la periferia.155 Por supuesto, no se puede obviar
la falta de claridad histórica de Strauss-Kahn, pues generalmente las crisis han
tenido lugar en el “mundo desarrollado”, extendiéndose después a las regiones
empobrecidas. Al menos ahora no se les culpó a estos últimos (no de manera
directa).

Para muchos otros, el marco teórico de la economía capitalista neoliberal se ha


derrumbado, también está en bancarrota. Ni la riqueza se derramó, ni la
autoregulación subsistió. La “mano invisible” se esfumó junto con los empleos y
viviendas de millones en todo el mundo. Aún más, el FMI ha recomendado con
urgencia un estímulo fiscal a la economía, traicionando así sus propios principios
de auto sustentabilidad del mercado.156 Lo cierto, es que el marco normativo de la

154
El mismo artículo de la nota 148.
155
“Sin precedente, actual crisis financiera: FMI” en La Jornada, 17 de septiembre de 2008.
156
Reuters. “Demanda el FMI gran estimulo fiscal para la economía mundial” en La Jornada, 30 de
diciembre de 2008. En franca contradicción a lo que siempre se declaró, sus defensores tratan de
restarle importancia al hecho afirmando que “la historia ha demostrado que la amenaza mayor a la

103
economía actual se ha agotado.157 El supuesto ontológico constituyente que ve en
lo social un conglomerado de agentes individuales es puesto en duda, mientras,
los expertos demandan cooperación y solidaridad con el libre mercado (sic).
Epistemológicamente, ya no suenan tan irracionales las voces que desde antes
anunciaron (sin profetismos) el colapso teórico-práctico del capital neoliberal. En
términos éticos, la brutalidad a la que llevó el spencerianismo social en aras de la
libertad también quiere ser regulado.

El crash de 2008 no es sólo de dimensiones económico-políticas, en crisis está


la visión ontológica, epistemológica, ética, cultural e histórica que de la vida tiene
el modelo desarrollista-neoliberal-globalizado desde sus propios fundamentos.

Pero, hay que ser justos y cuestionarse: ¿la crisis del modelo teórico neoliberal
se originó con el desplome económico? Por supuesto, la respuesta es no. Dicho
fenómeno sólo vino a confirmar lo que desde las prácticas cotidianas de los
empobrecidos, en su lucha por la sobrevivencia, han llevado a cabo en sesenta
años de desarrollismo. ¿Acaso las economías “informales”, las organizaciones
colectivas por la defensa de los derechos humanos, las economías alternativas
arraigadas cultural e históricamente distintas al modelo occidental y, otras tantas,
además de la pobreza desmedida, no eran ya síntomas de la crisis del paradigma
capitalista-desarrollado? En caso de que la respuesta sea afirmativa, entonces, no
se puede mantener la ceguera frente a lo que la realidad cotidiana nos presenta.
Todas esas historias concretas, no alineadas, exigen abordarse teóricamente. Su
reflexión filosófica puede enriquecer las posibilidades de una vida más digna. Para
ello, hay que derribar los muros que impiden ese contacto con lo cotidiano: el
academicismo estéril, la monodisciplinariedad, el atomismo-individualismo, el
spencerianismo social, la “corpofobia” (si se permite el neologismo), el
enfrentamiento con la naturaleza, las relaciones poder-conocimiento que
reproducen la visualización del otro como inferior y un largo etcétera. Si se opta

prosperidad económica no es el poco involucramiento del gobierno en el mercado, sino


demasiado”. Cfr. El artículo citado en las notas 148 y 151.
157
Gómez, Ricardo J. (2003).

104
por encarar el reto, la reflexión en torno a la preservación y reproducción de la
naturaleza y los cuerpos es impostergable. Lo mismo con la noción de sujeto
social organizado colectivamente para el ejercicio político cotidiano en la
búsqueda de la afirmación y dignificación de la vida.

En su obra, Raff Carmen menciona que el concepto africano de crisis guarda


una cercana relación con el chino, el cual, utiliza los ideogramas de “amenaza” y
“oportunidad” para expresarlo. Tanto la vida humana como el entorno natural
están seriamente amenazados por la insaciable y salvaje depredación financiera,
sin embargo, puede presentarse la oportunidad de transformación y creación de
modelos incluyentes, respetuosos de la diferencia bajo esquemas de organización
horizontal. Estamos ante la oportunidad de crear las condiciones de posibilidad
para nuevas formas de leer el mundo,158 para la eliminación de las prácticas
pedagógicas del desarrollo y, desde luego, para nuevas formas de visibilidad y
audibilidad diferentes al régimen de representaciones del desarrollo. 159

Las puertas para una nueva concepción del poder y su ejercicio se han abierto
de par en par. Lo mismo en el plano epistemológico para el entendimiento de la
realidad. Sin embargo, hay que ser mesurados, pues aún falta presenciar las
reconfiguraciones que en el discurso y la práctica seguramente tendrá el
desarrollismo/neoliberal/globalizado. De ahí el título de este apartado: “a modo de
conclusión”, ya que aún estamos lejos de presenciar el final del problema. Todo
indica que la situación se agudizará en grados insospechados, sin ánimo de caer
en actitudes fatalistas. Las interrogantes se multiplican: ¿cuántos y quiénes
creerán en la reconfiguración del desarrollo?, ¿cuántos y quiénes mantendrán la fe

158
Carmen, Raff (2004), p. 92.
159
En su obra, Teivo Teivainen sugiere atender las dimensiones pedagógicas de las prácticas del
desarrollo como formas de enseñanza, adoctrinamiento y disciplinamiento por parte de los
poderosos . Teivainen, Teivo. Pedagogía del poder mundial. Relaciones internacionales y
lecciones del desarrollo, en América latina. Centro de Estudios para el Desarrollo y la Participación
(CEDEP), Perú, 2003.

105
en el libre mercado?, ¿cuántos habrán de perecer en el proceso?160 y, ¿cuánto
tiempo durará esto?

Con certeza, también se abrirán nuevos causes para la reorganización social y


sus mecanismos para la exigencia de sus derechos. Esto no debe tomarse como
un mero deseo o vaticinio, sino simplemente sería ridículo pensar que las
mayorías afectadas esperaran pasivamente un giro en la situación o su completa
desaparición. Habrá que estar alertas a las historias, signos y demás
manifestaciones simbólicas que surgirán desde esa cotidianidad concreta.
Después de sesenta años, el desarrollismo aún dará mucho de qué hablar. La
reflexión filosófica en torno a este fenómeno es más urgente que nunca, tal y
como lo sugieren las declaraciones y actos de los más altos círculos de poder
económicos. Sin duda, una de las cuestiones más interesantes a pensar y
practicar es: ¿cuántos mundos se construirán, donde quepan muchos mundos?

160
En este caso, no vale la pena preguntarse por el quiénes. Es una perogrullada decir que serán
los empobrecidos.

106
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