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Antígona (a Creonte): No fue Zeus quien dio ese bando tuyo, ni la

Justicia que comparte su morada con los dioses subterráneos


definió semejantes leyes entre los hombres. Ni tampoco creía o
que tuvieran tal fuerza tus proclamas que permitieran a un
mortal transgredir las leyes no escritas e inmutables de los
dioses. Pues su vigencia no viene de ayer ni de hoy, sino de
siempre, y nadie sabe desde cuándo aparecieron.
Antígona
Sófocles
siglo V a.C.

Ismene: ¡Olvida el pasado!


Antígona: Eres joven y has visto aún poca crueldad. Ese pasado
que tú quieres que olvide, jamás permitirá ser olvidado.
Antígona
Bertold Brecht
1ª mitad siglo XX

Harpía: ¿Por qué lo hiciste, entonces, si lo sabías?


Antígona: Ya lo dije. Porque hay otra Ley, la Ley que está por
encima de los hombres y de la niña que llora, como yo cuando
lloré.
La tumba de Antígona
María Zambrano
1967
Nos encontramos en el mismo marco dramático de Antígona, el
del inicio de una posguerra, con un escenario lleno de cadáveres
mal enterrados. La autoritaria decisión de Creonte, al no dar
sepultura al cuerpo de Polinices, expresa de forma clara que, a
menudo, la forma de humillar a los derrotados es cebarse con sus
muertos. La estrategia de la ocultación de los cadáveres, el
drama de los desaparecidos, las fosas comunes colmadas de
seres anónimos, acompañan el paisaje de la posguerra de muchos
conflictos civiles... El entierro de Polinices no sólo es un acto
piadosa hacia los dioses, sino también un acto político de
conciliación. Sin él, sin la solución pacificadora sobre los muertos,
no hay guerra que pueda ser cerrada del todo. Enterrar, no es,
pues, aquí, silenciar, sino vindicar. El entierro no supone la
ocultación, sino la resolución pública de un desequilibrio político.
Sólo después de la recuperación de la dignidad del cadáver se
puede cerrar el ciclo del odio. Mientras tanto el cuerpo mal
enterrado interpela, y ahí están las Antígonas de nuestro tiempo
para no hacer callar su reclamo.
La desobediencia civil
Jordi Balló y Xavier Pérez
2005

Enterrar a sus muertos es una ley no escrita, dice Antígona, una


ley fija siempre, inmutable, que no es una ley de hoy sino una ley
eterna que nadie sabe cuándo comenzó a regir. “¡Iba yo a
pisotear esas leyes venerables, impuestas por los dioses, ante la
antojadiza voluntad de un hombre, fuera el que fuera!”, exclama.
Así habla de y con los familiares de desaparecidos bajo las
dictaduras militares que devastaron nuestros países.
Discurso Premio Cervantes
Juan Gelman
2008

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