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(fliegecojonera@gmail.com)
El tanque surgió como una nueva táctica del ejército inglés para quebrar el
Stalemate de la guerra de trincheras. Se puso muchísima esperanza en la nueva
arma maravillosa, que era una evolución de un tractor pobremente blindado que
debía transportar artilleros, piezas y armamentos vadeando las trincheras.
Winston Churchill, joven Lord del Almirantazgo, creía que los “caterpillar”
podrían principalmente transportar armas, romper las alambradas y dominar la
línea de fuego. Debían combinarse en ataques con infantería, humo y gas
mortal. Su primer fabricante fue William Foster & Co Ltd of Lincoln, un
manufacturero de trilladoras y máquinas de vapor móviles. Ya tenía un buen y
suculento contrato en 1914 para proveer tractores con motores de petróleo de
105 HP y vagones artilleros al ejército. De casualidad, esos tractores fueron
probados atravesando obstáculos varios, entre ellos una trinchera de 8 pies de
ancho. Se pensó que el mismo tractor podía transportar su propio puente
portátil. Se reemplazaron las tradicionales ruedas por una cadena llamada
“Centipede Tracks” (luego serían cambiadas por el modelo americano). La idea
estaba ahí. Las exigencias de Whitehall eran “to design a machine strongly
armoured, carrying powerful guns, capable of negotiating reasonable obstacles
in the battle area and crossing the opposite trenches”. Se exigía que pudiera
cruzar una trinchera de 5 pies. Nada más, ni nada menos. En 37 días bíblicos se
construyó el primer prototipo, “Little Willie”, que pesaba 14 toneladas y lo
conducían tres hombres, marchaba a una velocidad de 2 millas por hora. Hoy se
puede ver en el Bovington Tank Museum. Paradójicamente llevaba un confiable
motor diseñado por el enemigo: Daimler. El prototipo se mejoró con el “Mark I”
y la primera prueba fue un poco vergonzosa. De 49 tanques disponibles, sólo 36
estaban listos para partir; de ellos sólo dos cruzarían las complejas y profundas
trincheras alemanas. La prensa chauvinista los llamó “Steel monsters”, “Land
Cruisers”, “Hannibal’s elephant”. Uno se hizo muy famoso, lo habían bautizado
“Creme de Menthe”. El avance sólo consiguió una ganancia de 4,8 km. con un
costo de 420.000 bajas británicas (125.000 muertos). Sólo el primer día
cayeron casi 60.000 soldados ingleses, la jornada más sangrienta en la historia
militar del Reino Unido. Muchos críticos la llamaron la “Segunda Balaklava”. El
matadero continuó sin descanso cuatro meses más…
John Ronald Reuel Tolkien describía en 1945 la Segunda Guerra Mundial como
“the First War of the Machines”. De la primera guerra recordaba la matanza
mecánica y el horror del servicio activo. Muchos biógrafos explican su
monumental obra, mitad escrita y mitad pensada en medio de la mayor masacre
de la época, como producto de la experiencia de la guerra y el desencantamiento
del mundo victoriano. Es enlistado en el 11th Lancashire Fusiliers. Pasó su
primera noche en Étaples, el centro logístico de la BEF en Francia. Luego es
enviado al frente justo para la sangrienta y polémica ofensiva en la zona del
Somme. En carta a su hijo, Tolkien la llama simplemente “la carnicería”.
Después de una larga barrera de artillería británica sobre la red de trincheras,
los oficiales gritaban a las tropas: “¡No vais a necesitar vuestros fusiles; todos los
alemanes estarán muertos en sus trincheras!” Entra por primera vez en combate
entre el 14 y 16 de julio. Una compañía completa de su división desaparece en la
primera oleada del ataque contra un strong point alemán en Ovilliers. Una sola
ametralladora arrasa a los hombres. Después de una carnicería de 48 horas es
relevada del frente, sin ganancia alguna. Lo trasladan de un lado al otro del
frente (¡cuarenta y tantas veces!). En la 25º división es oficial de señales
(teniente). Ha aprendido el código Morse, el uso de señales y bengalas y los
teléfonos de campaña (el “Fullerphone”). Septiembre lo encuentra enterrado en
una trinchera en Ovillers. Para tanto horror Francia es una pobre
compensación. Salvo el vino, odia la lengua (¿se inspiró en estos babélicos
chapuceos al crear el lenguaje “Elvish”?) y la cocina francesa. Los franceses le
parecen brutales, sucios e indecentes. Sufre de “Gallophobia”. Con el bautismo
del primer ataque de tanques, su división es enviada el 26 de septiembre a
Hédauville, apoyando la penetración hacia el este. En un sucio y maloliente
dugout en Thiepval Wood revisa durante dos días y noches, en un notebook que
no abandona, un cuento con un título provisorio: “Kortirion among the trees”
(Kortirion a través de los árboles). Escribe un poema: “The Lonely Isle” (La isla
solitaria) cuando cruza el Canal de la Mancha con su regimiento. Comienza
parte del inconcluso “The Book of the Lost Tales” (El libro de los cuentos
perdidos), editado póstumamente como “El Silmarillion”. En plena guerra de
trincheras ha nacido toda su cosmogonía. En una carta al profesor L. W. Forster
(31/XII/1960) le señala: “’El Señor de los Anillos’ fue, en realidad, empezado
como obra independiente aproximadamente en 1937, y había llegado a la
taberna de Bree antes de que asomara la sombra de la segunda guerra. Quizás el
paisaje ‘Las Ciénagas de los Muertos’ y las inmediaciones de Morannon deben
algo al norte de Francia después de la Batalla del Somme”.
El último ataque, esta vez exitoso, fue contra la peligrosa saliente de “The Pope’s
Nose” a fin de septiembre. Tolkien y su compañía acaban con las letales
ametralladoras, toma más de treinta prisioneros y conversa en correcto alemán
con un joven teniente sajón a quién le ofrece agua fresca. Contrae la Trench
Fever y es relevado del servicio a fin de ese año. Volviendo a la retaguardia se
encuentran con una columna de fabulosos tanques, el arma secreta,
arrastrándose como gusanos escandalosos hacia la línea de fuego. Un oficial de
caballería herido le comenta: “Neither horses nor riders had ever seen, or heard,
any tanks before” (Ni los caballos ni los jinetes habían visto, u oído, tanques
antes). Tolkien no los olvidará: ahí estarán sus propias máquinas fantásticas,
sus propios tanques y asesinos voladores en “Silmarillon”: los dragones-gusano
como Glaurung; los Balrogs con alas. A su hijo le confesó años después que “I
took to 'escapism': or really transforming experience into another form and
symbol with Morgoth and Orcs and the Eldalië (representing beauty and grace
of life and artefact)…”. O transformaba su amarga experiencia en otra cosa… o
llegaba la locura. En noviembre de 1917 llega al hospital de Birmingham, la
ciudad donde vivió su adolescencia. Sobre un cuaderno de ejercicios escolares
escribirá un título: “Tuor y el exilio de Gondolin”. Luego lo tachará rabioso, para
escribir a continuación: “Un teniente en el Somme”. Las memorias nunca las
escribirá. No hacía falta. Su extraordinaria mitología es, al mismo tiempo, una
memoria de las trincheras y una crítica al racionalismo industrial, al orden
monárquico, a la uniformidad de masas, a la sociedad de consumo. En la
primavera de 1918 recibe la noticia que su batallón completo ha sido aniquilado
o tomado prisionero en la batalla de “Chemin des Dames” (reflejada en la
famosa película de Kubrick, “Paths of Glory”). En el Foreword a la primer
edición de “The Lord of the Rings” escribe: “One has personally to come under
the shadow of war to feel fully its opresión… By 1918 all but one of my close
friends were dead.” Uno tiene que salir de debajo de la sombra de la guerra para
sentir plenamente su opresión… Como decía un gran poeta de la guerra,
Siegfried Sassoon (que combatía junto con Robert Graves muy cerca de
Tolkien):