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Una niña, un sueño y una realidad…

Por: Manuel José Avendaño Vallejo

Cuando conocí a Mafalda era apenas capaz de leer y mas bien me imaginaba lo que en las tiras cómicas podría
decir… jamás me imaginé lo mucho que me sirvió desarrollar un insospechado amor por esa chiquilla de pelos
revueltos y un particular grupo de amigos que en últimas terminan por hacerla lo que es, una mujer de armas
tomar que siempre está poniéndole la cara a la vida y sobretodo enseñándonos que si es posible hablar con la
frente en alto y decir que lo que está mal está mal…

Esa niña me ha acompañado desde entonces, al principio en pequeños libros de historietas que encontré
abandonados en un cuarto con olor a viejo, destinados al olvido; quizás porque al jugar a las escondidas siempre
me gustaba encerrarme allí (a mis primitos les daba miedo el lugar y me aprovechaba de ello) o porque su
imagen me causó una enorme atracción jamás dejé de frecuentar aquel lugar hasta que descubrí que era posible
sacar aquellos libros, darles vida nuevamente. Algunos años después me acordé de la Mafalda cuando pude ver
sus historias hechas televisión, eran épocas de ídolos juveniles bastante extraños: Jugadores de futbol que
demoraban dos o tres capítulos para anotar el gol de la victoria, héroes zodiacales dispuestos a todo por una
bella mujer y la amistad que los unía, carros que hablaban... y por supuesto, mi Mafalda hecha televisión, hecha
personita de nuevo.

Ya grande comencé a verle el sentido a las historietas que tanto amaba, ellas comenzaron a develarme un
mundo en el hacían falta muchas cosas, era necesario defender algunas otras pero sobretodo, era imperante
organizarnos en torno a cuestiones tan importantes como la pobreza, la guerra o el hambre… Mafalda modelaba
mi espíritu político y me entregaba a la vida casi en ‘obra negra’, aun faltaba lo mejor. Gracias a mis extraños
gustos y al sostenido romance entre esa pequeña niña y yo he podido soportar los embates de una realidad cada
vez mas incierta, más cruel y menos humana, gracias a esa niña entiendo ahora porque la mejor herramienta de
la fuerza son los palitos para abollar democracias o el conflicto moral de miguelito con quien cuidaba de su
casa. Mafalda me abrió el camino para soñar con un mundo mejor, me hizo sentir parte de una necesidad
imperante para cambiar las cosas y tal vez fue ella la que tomándome de la mano me dejó entrever que la crítica
sin acción o propuestas serías no es mas que una destrucción estéril, pero que como todo, soñar tiene sus
riesgos.

Cuando uno sueña con un mundo mejor tiene varias opciones, la opción de Mafalda era una suerte humor
irónico en el que la verdad quedaba desnuda por la franqueza y la simplicidad de las frases de aquella hermosa
niña, esa misma opción la siguieron nobles hombres, esta vez de carne y hueso y me enseñaron que tal vez los
comics por ser lo que son pueden ser inmortales, mas la carne y los huesos son corruptibles, finitos. Para hacer
una crítica política seria no basta sino tener las ganas, la disposición, y eso lo ilustra muy bien el hermanito de
Mafalda, que desde que comenzó a hablar se vino en contra del mundo, tratando con eso de hacerse también él
un mundo menos peor.

Pero mas que las ganas lo que se necesita es la certeza de que la propia vida no está en juego, y para aquellos
que aun sin esa certeza deciden hacer lo que su corazón les dicta no queda otro título que el de héroes… con
respecto al sueño, ese sueño chiquitito y directo como la pequeña Libertad, la amiguita de Mafalda, es quizás el
sueño mas común a la humanidad, un mundo donde quepamos todos, donde la diferencia sea posible, pero la
diferencia entre soñar un mundo mejor y realizarlo es abismal, tal vez sea mas factible si pensamos en un
mundo menos peor.
La verdad aun amo a Mafalda, tanto así como para poseer una número de sus historietas, esperando con eso que
el amor que nos tenemos jamás se acabe; y la amo con toda mi alma pues fue ella quien me enseñó que en la
vida el valor para tomarnos la sopa debe sobrepasar nuestro temor a que esta tenga un sabor desagradable… y
es que para un niño es tan odioso tomarse la sopa como odioso me resulta ahora verme atrapado por la rutina
que poco a poco llena de tedio la vida. Esa disfrazada realidad que la pequeña niña nos muestra es como todo,
una forma de blindarse contra las inclemencias del hecho de existir, aunque ese blindaje es tan frágil como el
papel y a veces solo nos asegura el peligro.

Hacer crítica política del talante de Mafalda exige por lo menos una voluntad muy fuerte y una decisión de no
temerle a la muerte para la cual jamás está uno preparado, y es que la realidad es mucho mas fuerte, cuando se
enfrenta el sueño de hacer un mundo mejor con las contingencias del diario vivir solo quedan bocetos de un
mundo menos peor para todos en el que aun así la vida no es principalmente una idea universal y como todo las
susceptibilidades suelen herirse fácilmente, como tal la realidad exige de todos lo que los grandes
comprendieron bien en la historieta de Mafalda, del a realidad lo mejor es no hablar, vivir la vida sin pensar
mucho en ella asegura una vida larga… pero no una vida digna, como la de esos pequeñines, para unos
irreverentes, para mi decididamente felices.

Para poder conciliar la realidad con el sueño y las esperanzas de esa chiquilla que tanto amé y de la que aun hoy
me siento enamorado es necesario enfermarse de lo mismo que la pobre alguna vez se enfermo… es necesario
contraer el temor de tener pelos en la lengua.

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