Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Entre los brazos de los policías se asoma una mano que sostiene un celular y que apunta
hacia la boca abierta del hombre. No lleva uniforme. Quizá sea de algún reportero. Quizá
esté tratando de registrar sus gritos. Casualmente había medios informativos en la
estación ya que ese día se presentaba el operativo "Doble Muro", llevado a cabo por la
Policía de Élite de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal.
El luto
En su cocina se aprietan unas 20 mujeres, hermanas, primas y vecinas que han pasado el
día batiendo la masa. Sobre la mesa, como un regadero de naipes, se acomodan las
hojas de papatla, que envolverán los tamales. En casa de la madre del difunto se preparó
el mole negro desde la noche anterior. Se molieron las tortillas, los cocoles, los chiles y
las especias.
María Luisa viste de negro. Trata de sonreír cuando habla de su hijo, de recordar la vida
cotidiana que se apagó el 18 de enero. De su afición al chiltepín, al pan casero de nuez y
al básquetbol.
"Hubiera preferido que se hubiera estrellado y lo tuviéramos que sacar con pala, pero que
se lo hubiera hecho él", concede, mientras avanza los 100 metros que separan su casa de
la casa de su nuera Rocío, en donde Albano vivió hasta su último día. Su casa se
compone de una sala, una recámara, la cocina y un baño. La sala, que servía también de
dormitorio, se convierte en una capilla para rezar los rosarios. Las cuatro camas se apilan
en la única recámara.
Ahora de Albano sólo quedan fotos. Rocío señala en una de ellas a Albano entre un grupo
de alumnos que se gradúan como ingenieros agrónomos de la Universidad de Chapingo.
Usa traje y corbata. Aparece en el grupo de la izquierda con un peinado al estilo de los
Beatles.
La muerte de Albano Ramírez Santos está cubierta por una bruma de versiones que se
contradicen y dejan grandes huecos. Aparentemente, pretendía suicidarse en la estación
Indios Verdes del metro, deprimido por el robo de su camión. Sin embargo, Francisco
Rodríguez Román, jefe del sector de vigilancia de Indios Verdes, asegura que Albano se
acercó a él y le preguntó en dónde podría presentar una denuncia por el robo de un
camión. Rodríguez le dio las señas para llegar a la delegación Cuauhtémoc. Había que
transbordar en Hidalgo y bajarse en Revolución. Le dio las gracias y se fue. No se le veía
ninguna lesión.
A las 06:25 de la mañana, Albano se arroja a las vías del Metro Indios Verdes, de acuerdo
con la declaración del conductor, Carlos Rubio. Ya tirado en las vías, pretende embestir al
tren "como quien se echa un clavado a una alberca", agrega Rubio, quien alcanza a frenar
sin tocar al suicida.
"Sólo refería que lo dejaran en paz, que lo dejaran morir", agrega Mario García Pasos,
otro conductor que acudió a sacarlo de las vías. El relato lo retoma Francisco Rodríguez
Román, quien le había dado las señas para llegar a la delegación Cuauhtémoc. Asegura
que cuatro o cinco policías auxiliares lo metieron al cubículo del jefe de estación, en
donde Luis Enrique Villatoro, coordinador de Servicios Externos de Vigilancia del Metro, le
preguntó por qué se había lanzado a las vías.
"Porque la vida no vale nada y así iba a salir en primera plana de los periódicos",
dijo Albano, según la declaración de Rodríguez Román. Y otra nueva contradicción.
Afirma que Albano salió cojeando de la oficina del jefe de estación, en donde estuvo unos
15 minutos, pero que "en ningún momento" vio que lo hubieran lesionado.
Todo a la mitad
"Somos de familia longeva, a Albano le quedaban 45 años de vida", dice su madre con
una sonrisa. Y pone un ejemplo: la abuela de Albano, Lucía Jiménez Silva, murió de 92
años, vencida por el cáncer de colon. Si la predicción de María Luisa Santos se hubiera
cumplido, Albano estaba a la mitad de su vida, con 45 años, cuando lo mataron a golpes
en una patrulla del Distrito Federal.
En Xicotepec de Juárez queda la impresión de que Albano dejó todo a la mitad. Había
comprado un terreno para ampliar su casa, que se limita a una estancia, una recámara,
cocina y baño. En una esquina del terreno el chasis de un camión empieza a resignarse al
abandono y al óxido. El plan de Albano era comprar las piezas hasta construir un camión
y poderlo vender.
La casa de su madre, María Luisa Santos Jiménez, también está a la mitad del camino en
la cultura del esfuerzo. Su estructura interior conserva las tablas de cuando fue
construida, pero hacia fuera ya tiene las paredes de block. Falta el techo, que todavía es
de lámina de asbesto y deja pasar el calor tan bien que la ropa se tiende a secar dentro
del comedor.
Su plan, dice Rocío, era vender el camión en 140 mil pesos para echarle dos cuartos más
a la casa y convertir el chasis en camión. Al final, su idea era dejar de manejar y
dedicarse "a los fierros", buen negocio en Xicotepec de Juárez, pueblo de camioneros.
Albano también dejó a la mitad su paternidad y su condición de abuelo. Su hija Argelia
tiene 20 años; Albano chico apenas 17 y Luis Martín, 12. Su nieta, Pamela, de 8 meses,
es la única que sonríe, la única que no alcanza a comprender lo que ocurre.
En el camino vienen dos nietos. Argelia tiene cuatro meses de embarazo, los mismos que
la novia de Albano chico. El primero que nazca, si es hombre, llevará de nombre Albano,
en honor al abuelo que se quedaron sin conocer. Si es niña, Argelia le quiere poner a su
hija Alba Rocío, por sus dos padres.
Partió desde Gutiérrez Zamora, Veracruz, con 12 toneladas de naranja que nunca pudo
llevar a la Central de Abastos.
La muerte
Hay dos hechos que el Ministerio Público acreditó para consignar por homicidio a Carmelo
Campechano Granados y José de Jesús Sánchez Lemus: Albano subió con vida a la
patrulla S001029 y lo bajaron muerto o pocos minutos antes de morir a consecuencia de
los golpes. Dos sucesos cuadran en todas las declaraciones. A Albano lo trasladaron a la
agencia 50 del Ministerio Público, en Martín Carrera, y el trayecto duró entre 20 y 30
minutos. Ahí lo acabaron.
"Al encontrarse con el ahora occiso, los indiciados en el trayecto a dicha agencia
investigadora agreden físicamente al sujeto pasivo del delito", afirma la Fiscalía de
Homicidios en la querella contra Campechano y Sánchez Lemus.
El resto son contradicciones. Después de que lo sacaron de las vías, Sánchez Lemus
asegura haber escuchado en la frecuencia de radio que el director jurídico del Metro,
Gabriel Ramírez Luna, había ordenado trasladarlo al Ministerio Público por el delito de
ataque a las vías de comunicación, pues Albano habría provocado el corte de corriente
durante cuatro minutos.
Cuando rindió su declaración, Ramírez Luna dijo que en caso de intento de suicidio se
prioriza la atención médica a las víctimas, "jamás di la indicación y menos la orden de que
esta persona ( Albano) fuera trasladada al Ministerio Público". Así pues, no existió orden
de ninguna autoridad para trasladar a Albano a la agencia 50 del MP. En el trayecto a la
agencia, Carmelo Campechano se sentó a su lado izquierdo. Sánchez Lemus en el
derecho. Al volante iba Adrián Paz Nieto.
"En el traslado el hoy occiso siempre tuvo plena conciencia, tan es así que iba gritando
groserías y forcejeando con los policías antes mencionados", dice Adrián Paz en su
primera declaración, que cambiaría en dos ocasiones. En esa misma declaración, afirmó
que al llegar a la agencia 50 ya había personal del Grupo de Fuerza de Tarea para ayudar
a Campechano y Sánchez Lemus a bajar a Albano porque "estaba muy agresivo y estaba
forcejeando" y tuvieron que sujetarlo para que descendiera del vehículo.
En su primera ampliación, que hace el mismo 18 de enero, Paz ya no afirma, sino
"presume" que los policías forcejeaban con Albano, pero "nunca volteó hacia atrás para
ver cómo bajaban al ahora occiso". En su segunda ampliación, efectuada la noche del 19
de enero, Paz ya no vio nada de lo que pasaba en el asiento trasero porque había un
acrílico, aunque sí sintió movimiento en la patrulla. A Albano, dice, lo llevaban sometido
en el piso y no oponía resistencia.
Carmelo Campechano, presunto homicida, asegura que nunca se le dio golpe alguno
a Albano. "Mientras lo trasladaban al MP empezó a dormitar y quedó semiinconsciente
pero todavía respiraba", afirma. Según Campechano y Sánchez Lemus, Albano les habría
ofrecido 10 mil pesos y su camión de naranjas a cambio de que lo dejaran libre.
"El hoy occiso le manifestó al policía Campechano: 'te doy 10 varos o 20, es más, tengo
un camión con naranjas, pero déjame chispar', manifestándole el dicente que se
tranquilizara ya que si no hizo nada lo manifestara en la agencia", declara Sánchez
Lemus. Sánchez Lemus afirma que "en ningún momento lo golpearon o lo trataron mal,
toda vez que nunca lo hacen, aunado a que había muchos medios de comunicación en el
paradero".
Los policías Vicente Martínez, Amílcar Pérez y Miguel Ángel Arenas le ayudaron a bajar al
detenido, "mismos que lo venían cargando ya que estaba mal físicamente y no podía
caminar". Eran alrededor de las 08:00 de la mañana. La ambulancia 14 de la Cruz Roja
llegó a las 08:20. El paramédico Manuel Manríquez les dijo que ya estaba
muerto. Albano quedó tendido en la banqueta, afuera de la agencia 50 del Ministerio
Público, a la que nunca entró.
La querella contra Campechano y Sánchez Lemus señala la ventaja de los dos policías al
actuar conjuntamente contra el camionero, "quien al momento de los hechos se
encontraba solo, sin que tampoco actuaron en legítima defensa ni corrieron riesgo alguno
de ser muertos o heridos por el sujeto pasivo ocasionándole las lesiones que con
posterioridad le ocasionan la muerte", dice.
El dictamen del Servicio Médico Forense establece que Albano murió por el traumatismo
en el cráneo y el tórax. Cuando menos una de las tres costillas fracturadas le perforó la
pleura. Los golpes pudieron haber provenido de manos, pies, piso o pared.
En la averiguación previa, de 473 hojas, llama la atención una de las pocas declaraciones
que realiza un funcionario público ajeno a las tareas de seguridad.
Enrique Sánchez Chávez, jefe de estación en Indios Verdes, asegura que el calvario
de Albano Ramírez Santos se inició desde las instalaciones mismas del Metro, en donde
fue golpeado por policías auxiliares. A las 06:25 horas, Enrique Sánchez vio cómo dos
civiles y seis elementos de la Policía Auxiliar salieron de la estación Indios Verdes por la
puerta de acceso para personas con discapacidad. Llevaban jalando de los pies
a Albano Ramírez Santos, a quien arrastraban boca arriba.
El grupo arrastró a Albano hasta el local número 6 de primeros auxilios, un anexo ubicado
junto al cubículo del jefe de estación, de cuatro por tres metros. Ahí, el grupo creció a
unos 10 elementos policiacos. Tres policías se pararon frente a la puerta para hacer un
muro y evitar la entrada. Albano quedó tirado entre la plancha de auscultación y la pared,
cubriéndose la cara con las manos.
"Tanto las personas vestidas de civil como aproximadamente cuatro de los policías le
estaban propinando patadas a la altura del estómago y las costillas. El declarante, al ver
esta agresión a empujones y codazos logró pasar hacia el interior del anexo gritándoles:
'no sean pendejos, no lo golpeen', momento en que dejaron de patearlo. Dicha agresión
duró aproximadamente un minuto, quizá menos".
Ahí, según Enrique Sánchez, Albano pidió: "déjenme morir, soy transportista, me robaron
mis naranjas y mi camioneta". El funcionario les dijo a los policías que pediría una
ambulancia.
"Como jefes de estación valen madres, aquí la autoridad somos nosotros", le respondió
uno de los policías auxiliares para disuadirlo. Los policías se llevaron a Albano hacia la
salida de la estación, en donde se instrumentaba el operativo Doble Muro.
"Después de que se suscitaron los hechos y se retiraron los policías sí vio al señor
Francisco (Rodríguez Román) ya que intercambiaron información para realizar sus
reportes", declara.
Mi hermano no se suicidó
Es el lunes 29 de enero. Con Martín y Miguel Ramírez Santos, hermanos del difunto,
acude a las oficinas de la Procuraduría General de Justicia a recuperar el camión DINA
modelo 1982.
Martín, Miguel y Daniel son camioneros, como lo fue su hermano Albano. También su
cuñado Macario.
Martín trata de arrancar el camión pero está muerto.
Se descargó la batería. Ahora tendrá que conseguir una grúa hasta la zona de las
pirámides, en Teotihuacan, para que ahí la pueda recargar.
La familia cierra filas. Quieren dar la pelea. Tienen tres objetivos: que se castigue a los
responsables para que se dé una lección. La constitución de un fideicomiso para la viuda
y el hijo menor, de 12 años, y una indemnización.
Y lo más importante, dice su tía Victoria Santos Jiménez: que se limpie el nombre
de Albano, que Albano jamás habría intentado suicidarse.
El perfil que dibujan los Ramírez Santos de Albano es el más lejano al de un suicida. Un
padre y marido ejemplar, que gustaba de jugar básquetbol en el pueblo. Solidario,
cariñoso, responsable, con amor por la vida y muchos proyectos.
"Yo soy su voz ahora que no puede hablar", dice su hermano Martín, que se ha
encargado de contratar a los abogados, hablar con los medios y presionar a las
autoridades.
El día del homicidio, decidieron trasladarse a la Ciudad de México cuando el dueño de las
naranjas les avisó que su cargamento no había llegado. En el camino les avisaron por
celular que Albano había fallecido.
Albano chico le pidió a su madre el camión " perico" para trabajar, mantener a su hijo y
ayudarla a ella misma.
A repetir, de alguna manera, la historia de Albano, que no ejerció la carrera para tomar el
volante cuando Albano abuelo dejó a su familia.
Rocío se niega.
"Lo vamos a vender. No quiero que mis hijos hagan lo mismo. Me da mucho dolor este
camión".