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José Antonio del Barrio

Leonardo
TORRES QUEVEDO
y el
ESPERANTO
José Antonio del Barrio

Leonardo
TORRES QUEVEDO
y el ESPERANTO
(Conferencia)

Conferencia pronunciada con ocasión de la


conmemoración el 150 aniversario del nacimiento
del ingeniero e inventor español Leonardo Torres
Quevedo, dentro de las jornadas organizadas en
Madrid (...... 2003) por Sociedad Estatal de
Conmemo-raciones Culturales, el Colegio de
Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y el
Consejo Superior de Investigaciones Científicas. La
conferencia ha sido publicada en un libro editado
por la citada Sociedad.

Al mia amiko Antonio Marco Botella,


pro lia laboro kaj lia helpo

ediciones
Retrato de Leonardo Torres Quevedo (1852-
1936) pintado por Sorolla en 1917. Al fondo del
retrato figuran algunos de sus inventos más
destacados: el dirigible Astra-Torres, y el husillo
sin fin de sus máquinas algébricas.

Libro-kovrilo: Iñaki Vélez (Bilbao)


Esta comunicación trata de un aspecto de D. Leonardo Torres Quevedo
que apenas ha sido considerado hasta el momento en sus biografías y que,
sin embargo, él siempre consideró con un especial interés e incluso nos
atrevemos a decir que con cariño: nos referimos a su relación con el
idioma internacional esperanto. Ello nos permitirá además entender
mejor sus intereses humanísticos, y su relación con algunas otras
personas destacadas de la época.
Pero primero es necesaria una breve introducción que nos permita
conocer el contexto y los motivos del interés de Torres Quevedo por este
idioma.

1. EL OBJETIVO DE UNA LENGUA


CIENTÍFICA UNIVERSAL
La constatación de la diversidad lingüística y de los inconvenientes que
tal situación conlleva es suficientemente antigua, sin necesidad de
remontarnos al mito de Babel u otros de características similares. La
humanidad ha considerado generalmente que tal situación era una
desgracia (a pesar de que, obviamente, también comporte aspectos
positivos desde el punto de vista cultural), y ha buscado la forma de
minimizar los riesgos e inconvenientes derivados de tal situación.
Quizás el mundo de la ciencia es uno de los que han sentido con
mayor fuerza la necesidad de contar con un instrumento común que
permitiera el intercambio de información entre los sabios de los distintos
mundos culturales, lo cual ha sido de siempre considerado como una de
las premisas fundamentales del moderno método científico.
Generalmente, este objetivo se ha conseguido mediante la utilización de
una lingua franca, de mayor poder o prestigio.
Como es conocido, en los primeros tiempos de la ciencia moderna, tal
función fue asumida por el latín, idioma común de los hombres cultos de
la época, aun cuando ya no sirviera de vehículo de expresión cotidiana
desde varios siglos atrás.
El latín, no obstante, presentaba un inconveniente muy notable: su
dificultad, de la que formaban parte esencial sus imperfecciones e
irregularidades gramaticales. Esta circunstancia, entre otras, como el
creciente prestigio de las lenguas vulgares y el fortalecimiento de los
estados nacionales, hicieron que el papel del latín como vehículo de
transmisión de los conocimientos científicos fuera disminuyendo
gradualmente.
Comenzó entonces la utilización para fines científicos de los llamados
idiomas nacionales. Sin embargo, el empleo de idiomas propios de una
nación presenta inconvenientes para la comunicación científica. En
primer lugar, el riesgo de aislamiento entre los diferentes colectivos
nacionales de la comunidad científica mundial. Pero incluso la adopción
de un único idioma de relación ocasiona problemas, derivados en
ocasiones de su dificultad y en otros casos de la posición de ventaja que
tal situación comporta para la cultura propia de tal idioma. En
consecuencia, han sido numerosos los hombres de ciencia que se han
planteado la conveniencia de recurrir a otra solución: la adopción de un
idioma universal, creado ex profeso para soslayar los inconvenientes
mencionados.
Incluso en la época en que el latín era aún el idioma de cultura
comenzaron los intentos serios de desarrollo de una lengua perfecta, que
no sólo sirviera de medio de comunicación común a la humanidad, y
especialmente a la comunidad culta europea, sino que además, por sus
características propias, permitiera la descripción del mundo real. Se trata
de las llamadas lenguas filosóficas o lenguas a priori, en las cuales cada
elemento constituyente permitía la descripción de algunas de las
características que componían el concepto nombrado.
El primer intento elaborado, y el más famoso en su tiempo, aunque
deben indicarse también sus conexiones de tipo mágico y religioso, que le
apartan un tanto de los enfoques científicos, corresponde al mallorquín
Ramon Llull y su «Ars magna», en los cuales la adopción de una
simbología común se complementa con el empleo de métodos
combinatorios sofisticados.
Entre los científicos que trabajaron en la búsqueda de una solución al
problema citado se encuentran Descartes, Leibniz y otros menos
conocidos como Jan Amos Comenius o John Wilkins. No es éste el
momento de describir con detalle estos intentos, que están tratados en
varios libros, entre los cuales, por su accesibilidad y alto nivel divulgativo
merece citarse el de Umberto Eco “La búsqueda de la lengua perfecta” 1.
La búsqueda de lenguas perfectas fracasó, en definitiva, debido
principalmente a la constatación de la dificultad para la creación de
clasificaciones a la vez exactas y estables, y a que los esfuerzos
memorísticos necesarios hacían inviable su generalización. No obstante,
no debemos despreciar las consecuencias de los esfuerzos realizados ya
que, al fin y al cabo, algunos resultados colaterales de este tipo de intentos
son, por ejemplo, la generalización de un lenguaje común en las
matemáticas, la unificación de la nomenclatura química o la
sistematización de la clasificación y nomenclatura de los seres vivos
debida a Linneo.
A partir de comienzos del siglo XIX el enfoque es distinto, y empiezan a
cobrar mayor importancia los esfuerzos para crear un idioma
universal, es decir, un instrumento de comunicación práctica, que no
necesariamente debía de ser lógico y perfecto, pero que debía cumplir la
función de facilitar la comunicación entre las personas de estados y
naciones diversos.
Uno de los primeros intentos con un pequeño éxito corresponde
precisamente a un español, Sotos Ochando, que publicó un proyecto de
lengua universal muy detallado en 1845. El proyecto tuvo un cierto éxito
en España, donde se formó una asociación y se publicó un boletín, pero
no consiguió extenderse a otros países, entre otras razones por el papel
relativamente periférico que entonces tenía nuestro país en los ámbitos
culturales 2.
En 1879 aparece el primer idioma universal que llegó a tener tras de sí
un verdadero movimiento de apoyo con extensión por una amplia área
geográfica. Su nombre era el de Volapük, y su iniciador fue el fraile
alemán Johann Martin Schleyer. Su difusión fue rapidísima,
alcanzándose cifras de seguidores y hablantes que podían contarse por
millares en pocos años, con numerosos clubes y revistas. La expansión se
vio frenada también con gran rapidez; se atribuyen dos causas principales
a esta circunstancia: la dificultad intrínseca del idioma y la actitud del
creador, que no permitió la evolución y la eliminación de las dificultades
más destacadas.
En 1887 aparece en Varsovia, escrito en idioma ruso, el que sería el
primer texto de un nuevo idioma. Su autor, el oculista de origen hebreo
Lázaro Zamenhof, lo firmó con el seudónimo de Dr. Esperanto
(literalmente, el esperanzado), nombre que pronto iba a recibir el propio
idioma 3.
Su desarrollo fue también muy rápido, demostrando que cumplía una
aspiración sentida por un amplio sector de la sociedad. Recogió apoyos
entre los anteriores hablantes del Volapuk y entre sectores diversos de la
intelectualidad europea. Entre ellos, como veremos después, el de un
grupo importante de científicos, que veían en él un vehículo común de
transmisión de conocimientos por encima de las fronteras nacionales e
idiomáticas.
El esperanto es una lengua a posteriori. Su gramática es de tipo
indoeuropeo. Su ortografía es completamente regular, y presenta rasgos
que la hacen mucho más fácil de aprender que los idiomas nacionales,
entre otros la ausencia de conjugaciones y de irregularidades. El
vocabulario se estructura mediante desinencias específicas para cada
categoría gramatical, y hace uso de un conjunto amplio de prefijos y
sufijos y de una gran facilidad para la formación de palabras compuestas,
que le dan gran versatilidad para formar vocablos a partir de un surtido
inicial de raíces. Estas raíces son tomadas de los idiomas naturales, de
acuerdo con su internacionalidad, por lo que es evidente la relativa
abundancia de términos de origen griego o latino, aunque adaptados a la
ortografía del esperanto 4.

2. EL INTERÉS DE TORRES QUEVEDO


POR EL ESPERANTO
Como se ha indicado, se sabe que Torres Quevedo se interesó por el
esperanto y hablaba el idioma.
Debemos mencionar, no obstante, que los datos de que se dispone
sobre este interés son relativamente escasos. Así, el hecho no es
mencionado en las mejores biografías existentes sobre el sabio español 5.
Tampoco existen documentos en este idioma en el archivo familiar 6.
Ha de indicarse, además, que la Guerra Civil española provocó una gran
pérdida a la memoria y la historia del idioma esperanto en nuestro país,
ya que esta conflagración produjo una ruptura en la continuidad histórica
del movimiento esperantista organizado. Una parte muy importante de
este movimiento falleció o tuvo que exiliarse tras la guerra, y sólo al cabo
de varios años pudo llevarse a cabo una reconstrucción del esperantismo
organizado. Ello ha tenido una consecuencia adicional en la pérdida de
archivos del periodo anterior, por lo que la historia de la relación con el
esperanto de algunas personas destacadas de comienzo de siglo se conoce
únicamente de forma fragmentaria 7.
Sin embargo, el interés de Torres Quevedo por el esperanto no es nada
extraño si se tienen en cuenta algunas de sus inquietudes e iniciativas que
recogen sus biografías.
Por lo que respecta a su carácter, ha sido señalado en sus biografías su
conexión con los movimientos científicos que se desarrollaban en
aquellos momentos en Europa y América. Torres Quevedo nunca fue de
esos sabios españoles que se mantienen al margen de las corrientes
científicas y culturales mundiales, y con razón ha sido señalado que
“Torres Quevedo era, rara especie, un ingeniero español universal” 8. Sus
relaciones con los científicos e inventores extranjeros, principalmente
franceses, fueron constantes, y estuvo en todo momento al tanto de los
avances que se producían más allá de las fronteras españolas.
También es destacable su interés por los temas lingüísticos, tan
importante como para merecer un capítulo específico en alguna de las
biografías dedicadas a su trayectoria.
Así, se puede mencionar, en primer lugar, su invención de un sistema
simbólico universal de descripción de las máquinas 9. Se trata de la
creación de una serie de símbolos y notaciones para la representación de
los principales componentes y de un juego de reglas de relación, que en
conjunto permiten la descripción de las máquinas, sin necesidad de
utilizar los idiomas naturales. Por cierto, que el paralelismo en el objetivo
(que no en la realización) con nuestro tema se evidencia en la descripción
que del invento hizo la Revista de Obras Públicas de 1906, en su sección
Noticias, donde se le califica de la siguiente manera: «Del estilo de las
modernas fórmulas químicas, de las del álgebra, de la lógica, etc., tiene
todas las condiciones para servir de esperanto mecánico y á tal objeto ha
sido propuesto á todas las naciones» 10.
Otro rasgo que demuestra su interés por la sistematización de la
nomenclatura científica es su participación en iniciativas para la
normalización del idioma español en este campo. Así, participó en calidad
de representante español en el Congreso Científico Internacional que tuvo
lugar en Buenos Aires en julio de 1910, donde presentó un proyecto de
Unión Internacional Hispano-Americana de Bibliografía y Tecnología
Científicas 11.
Por cierto, podemos mencionar de forma anecdótica, que el Congreso
de Buenos Aires se hizo eco también de las tendencias internaciones para
la adopción de un idioma internacional, y en su seno se debatió la
polémica existente en aquellos momentos entre los partidarios del
esperanto y el de una versión reformada, el ido, que muy poco antes había
sido recomendado en algunos círculos científicos, sin que conste que
Torres Quevedo interviniera en estas discusiones.
La Unión, que además del apoyo de Torres Quevedo fue impulsada por
el científico argentino Santiago Barabino, fracasó por falta de apoyo
institucional. No obstante, algunos años más tarde Torres Quevedo
retomaría uno de los apartados de su proyecto, la publicación de un
diccionario tecnológico en lengua castellana, que defendió con motivo de
su ingreso como socio de número en la Real Academia Española de la
Lengua en 1920 12. Su influencia permitió la creación de una Junta
Nacional de Bibliografía y Tecnología Científica, cuya presidencia ostentó
Don Leonardo. La actividad de este organismo condujo a la publicación
de dos volúmenes de un Diccionario Tecnológico Hispano-Americano,
que desgraciadamente no fue completado hasta 1983.
En cuanto al esperanto propiamente dicho, desconocemos el momento
y las circunstancias en que Don Leonardo entra en contacto con el
idioma. Nuestra primera referencia tiene lugar en Bilbao en 1906. En ese
momento los primeros esperantistas vascos tomaron algunas iniciativas
para formar un grupo local dedicado a la propaganda del idioma, que no
alcanzaron gran acogida. Torres Quevedo hizo unas declaraciones
públicas favorables al idioma ante círculos intelectuales, lo que produjo
resultados muy positivos, que ayudaron a la constitución de uno de los
grupos pioneros en el país 13.
No podemos suponer que en aquel momento dominara la lengua, ya
que en los primeros tiempos de difusión del idioma fue habitual el apoyo
al esperanto por parte de científicos destacados que veían en este idioma
la oportunidad para el uso de un medio de comunicación común, pero
que no tomaron la iniciativa en su aprendizaje, por lo que la oportunidad
tomó un carácter más bien teórico. A partir de este año, más o menos,
especialmente como consecuencia del ambiente generado por el Primer
Congreso Mundial de Esperanto, que había tenido lugar en 1905 en la
localidad francesa de Boulogne-sur-Mer, la aproximación al idioma
tendió a ser más comprometida, y a presuponer la utilización práctica del
mismo. Sobre este particular volveremos más adelante.

3. EL COMITÉ DE COOPERACIÓN
INTELECTUAL DE LA LIGA DE
NACIONES
La referencia de mayor interés en la relación de Torres Quevedo con el
esperanto es de comienzo de los años 20. Tiene lugar además en una
circunstancia que evidencia la gran proyección internacional que tenía
Don Leonardo en aquellos tiempos, y de la que no hemos encontrado
referencias en las biografías escritas sobre su trayectoria vital, y muy
pocas en la documentación general sobre su figura: nos referimos a su
participación en el Comité Internacional de Cooperación
Intelectual.
Este Comité (también se utiliza la expresión Comisión) fue instituido en
el seno de la Sociedad (o Liga) de Naciones creada tras la Primera Guerra
Mundial, como un instrumento de este organismo para facilitar las
relaciones entre los intelectuales de su tiempo, por lo que suele ser
considerado como el antecedente más directo de la actual UNESCO 14. En
un comienzo estaba formado por doce personas, escogidas entre lo más
selecto de los científicos y hombres de letras de los distintos países que
formaban el organismo. Posteriormente, el número fue aumentado a
quince. Cada persona era nombrada a título personal, por sus méritos
científicos o literarios, y no representaba a su país.
Entre los miembros que formaban parte del comité, además de
Leonardo Torres Quevedo, se encontraban intelectuales de la talla de
Albert Einstein, Hendrik Lorentz, Marie Curie, Jules Destreé, Gilbert
Murray, Gonzague de Reynold, y el filósofo francés Henri Bergson, que
fue su primer presidente. “Todos eran eminentes eruditos, algunos de
suprema eminencia en varias ramas del saber, y la primera ocasión en
que (...) se reunieron alrededor de una mesa en las oficinas de la
Sociedad, mereció ser considerada como una fecha memorable en la
historia” 15.
Las funciones que se fijó el Comité eran muy amplias 16 y entre ellas
pueden citarse, por ejemplo:
● La investigación sobre la situación del trabajo intelectual en el
mundo.
● El auxilio a los países en los que la vida intelectual corría peligro.
● El apoyo a la creación de Comités nacionales de Cooperación
Intelectual y la colaboración con las organizaciones intelectuales
internacionales.
● El estudio de las cuestiones de propiedad intelectual.
● El estudio de las cuestiones de cooperación interuniversitaria.
● La coordinación de los trabajos bibliográficos e intercambios
internacionales de publicaciones.
● La cooperación internacional para las investigaciones arqueológicas.
El Comité, desgraciadamente, fue incapaz de cumplir la ambiciosa
misión que le había sido encomendada, entre otras razones porque su
organización y estructura era muy pobre en comparación con su
finalidad. Apenas se concretó en unas reuniones anuales de sus
miembros, que carecían de todo poder para influir en los gobiernos o en
la propia Liga, y su institución “debió parecer un acto de pura fantasía a
los endurecidos políticos de aquel tiempo” 17. En 1924 se fundó un
Instituto Internacional de Cooperación Intelectual, bajo los auspicios del
Comité, con un carácter más estable, y con sede en París.
En abril de 1922 había tenido lugar en la sede de la Sociedad de
Naciones una Conferencia sobre la enseñanza del esperanto en las
escuelas, que dio como resultado un informe del Secretariado General
adoptado por la tercera Asamblea de la Sociedad en septiembre del
mismo año 18, para su envío al Comité de Cooperación Intelectual, “para
que este organismo diera su opinión sobre los distintos aspectos del
problema de la lengua internacional”.
Fue precisamente Torres Quevedo quien tomó la iniciativa,
proponiendo el primer día de la reunión la siguiente moción: “El Comité,
convencido de la utilidad que tendría un idioma auxiliar artificial para
facilitar las relaciones científicas entre los distintos pueblos, establece una
subcomisión encargada de estudiar, con la ayuda de expertos, las diversas
soluciones que le han sido propuestas” 19.
Aunque casi la mitad de los miembros del Comité eran en favorables al
esperanto 20, la moción de Torres Quevedo se encontró con la oposición
decidida de algunos otros participantes. Así, el poeta Gonzague de
Reynold apoyó el uso del latín “ya conocido por los católicos y los
intelectuales”. El ministro belga Jules Destrée afirmó que apoyaba el uso
del esperanto para el pueblo, pero no para los intelectuales. Otros
miembros preferían centrar sus esfuerzos en el aprendizaje de los idiomas
nacionales. Finalmente, otros como el profesor de Oxford Lowes
Dickinson y el matemático holandés Hendrik Lorentz preferían que el
asunto se estudiase con mayor calma y que el fondo no se decidiera en ese
momento.
No obstante, la principal oposición vino del propio presidente del
Comité, Henri Bergson, que se oponía a que el Comité estudiase el tema.
Según informaciones comprobadas en los archivos de la diplomacia
francesa, se trataba de una decisión política del gobierno francés de la
época, cuyo ministro de Instrucción Pública, Léon Bérard, había
prohibido poco antes la enseñanza del esperanto en las escuelas
francesas, y deseaba evitar la competencia que este idioma podía suponer
como la principal lengua de relación internacional, un puesto que el
francés desempeñaba sin ninguna discusión en aquellos momentos. Es
más, el propio Bergson había mostrado su apoyo personal al esperanto
una década antes.
Sin embargo, la decisión del gobierno francés era clara. Ya dos semanas
antes de la reunión el embajador francés en Berna había enviado un
mensaje al Ministerio de Asuntos Extranjeros informando sobre los
intentos de recomendar el esperanto como idioma internacional en el
seno de la Liga. No se olvidaba de señalar que el proponente de la moción
en el seno del Comité de Cooperación Intelectual era Torres Quevedo, al
que calificaba de “farouchement espérantiste” (esperantista feroz) 21.
Desde su posición como presidente del Comité, Bergson pudo utilizar
su influencia para neutralizar la propuesta de Torres Quevedo.
Empleando el pretexto de que el esperanto no estaba entre las cuestiones
que tenía previsto tratar el Comité de forma oficial, consiguió que no se
estudiara la cuestión.
El vicesecretario general de la Liga, el japonés Inazo Nitobe
manifestaría posteriormente su pesar por la decisión, expresando su
temor de que al cabo de veinte años la decisión del Comité sería
considerada ridícula, ya que su propia experiencia personal había
mostrado la importancia que el idioma había obtenido ya en aquellos
momentos.
Existían precedentes para la actitud del gobierno francés. Recordemos
que en aquellos momentos el francés era sin duda alguna el idioma de la
diplomacia y las relaciones internacionales, y que justamente la creación
de la Sociedad de Naciones había supuesto la primera amenaza a esta
hegemonía, debido a la incorporación del inglés como lengua cooficial, en
atención al papel destacado que el presidente norteamericano Wilson
había desempeñado en el nacimiento de esta organización. Ya en
diciembre del año 1920, Francia, prácticamente en solitario, se había
opuesto a una resolución que pedía medidas para favorecer la
introducción del esperanto en las escuelas; el delegado francés, Gabriel
Hanotaux, miembro de la Academia Francesa, ex ministro de asuntos
exteriores, historiador que en sus obras había glorificado el imperialismo
francés, se enfrentó a la resolución de forma agresiva, exigiendo “honor” a
su idioma, y consiguió un retraso en la aprobación de la moción 22. Al año
siguiente se presentó una nueva moción, cuyo resultado fue la conferencia
sobre la enseñanza del esperanto en las escuelas que hemos mencionado
anteriormente; de nuevo la oposición del gobierno francés impidió la
aprobación de cualquier tipo de recomendación.
Debemos tener en cuenta, además, que la política cultural era la gran
baza de Francia, que había visto disminuir su peso político, económico y
militar ya desde hacía algún tiempo. De hecho, el Comité de Cooperación
Intelectual era visto por muchos como un instrumento de la política
francesa para extender su influencia y para obtener ventajas morales e
incluso políticas, y en este sentido encontró una tácita pero constante
oposición por parte de los países anglosajones y germánicos. No es
extraño, pues, que Francia fuese especialmente beligerante en el Comité
contra un idioma que pudiese hacer frente a su incontestable hegemonía
en este campo.
La ofensiva del gobierno francés no terminó tras las maniobras en el
seno del Comité de Cooperación Intelectual. En la Cuarta Asamblea, en
septiembre de 1923, el delegado francés, que había recibido instrucciones
de su gobierno para “expulsar el esperanto de una vez por todas”, intentó
utilizar el resultado en el Comité para hacer aprobar una resolución en la
que se hacía hincapié en el aprendizaje de los idiomas nacionales, con
preferencia a una lengua auxiliar. Sin embargo, numerosas delegaciones
protestaron contra esta actitud y obligaron a retirar la resolución.
Más adelante, la Sociedad de Naciones volvería a tratar el tema del
esperanto, en conexión con las telecomunicaciones, pero no se volvería a
considerar el aspecto educativo o cultural, donde su papel podría haber
sido muy superior, como acertadamente había visto Torres Quevedo.
Según los datos existentes, en la iniciativa de Torres Quevedo había
desempeñado un papel importante el principal organizador del
movimiento esperantista español en aquellos años, Julio Mangada
Rosenörn, del que más adelante trataremos con mayor detalle. Al conocer
la existencia, objetivos y composición del Comité, publicó un artículo en
la revista «Hispana Esperantisto» 23, proponiendo a las sociedades
esperantistas de las naciones en las que había un miembro del Comité,
que se dirigieran a éstos y les informaran sobre las cuestiones
relacionadas con el esperanto, y especialmente sobre los resultados de la
Conferencia sobre la enseñanza del esperanto en las escuelas, a la que
hemos hecho referencia anteriormente. Por su parte, él informaba sobre
la posición de Torres Quevedo sobre la cuestión lingüística, recordando
que a comienzos de siglo, a la vuelta de un congreso científico
internacional en Viena, al informar a la Academia de Ciencias, había
hecho notar que a pesar del uso de tres idiomas oficiales, o precisamente
por esa razón, había sido imposible una adecuada comprensión durante
el desarrollo de las sesiones científicas. Mangada citaba al boletín de la
Academia de Ciencias, para indicar que Torres Quevedo había propuesto
el estudio del empleo de una sola lengua para los congresos científicos
internacionales. Finalizaba pidiendo a los lectores que le enviaran su
felicitación por su nombramiento como miembro del nuevo Comité. La
iniciativa de Mangada tuvo éxito, al menos en la parte que hacía
referencia a la adhesión de Don Leonardo a los objetivos del movimiento
esperantista, no sólo como puede deducirse de su actuación; también
hemos encontrado una noticia en el «Boletín Informativo de la Sociedad
Barcelonesa de Esperanto», de agosto de 1922, en el que se da cuenta de
la recepción de una carta de Torres Quevedo, agradeciendo la felicitación
de esa entidad con motivo de su nombramiento, así como las noticias e
informaciones referentes al esperanto, y asegurando que en la expresada
Comisión “encaminará sus esfuerzos a favor de los deseos de los
esperantistas y que le será muy grato que los resultados sean
satisfactorios”.

4. LA CONFERENCIA DE PARÍS SOBRE


APLICACIÓN DEL ESPERANTO EN LAS
CIENCIAS
Como es sabido, los años 1920 a 1926 fueron dedicados por Torres
Quevedo principalmente a actividades de tipo institucional. De este tipo
es el siguiente episodio relacionado con el esperanto, su participación en
la Conferencia Internacional sobre el Uso del esperanto en las Ciencias
Puras y Aplicadas, que se organizó en París en 1925.
Las iniciativas para generalizar el empleo del esperanto en las
publicaciones científicas era uno de los esfuerzos más tempranos del
movimiento esperantista. Ya en el Segundo Congreso Mundial de este
idioma, en Ginebra, se habían reunido los esperantistas interesados en
materias científicas, y en 1908 se fundó la Asociación Científica
Esperantista Internacional (ISAE, en las siglas propias), bajo la
presidencia del general Sébert, miembro de la Academia francesa de
Ciencias. Posteriormente se fundó un boletín de la asociación, donde
colaboraron científicos muy destacados de comienzos de siglo.
La asociación enmudeció en la práctica durante la Gran Guerra, pero
inmediatamente tras la conclusión de ésta se reanudaron las iniciativas
para volver a ponerla en marcha. En 1921 una mayoría de miembros de la
Academia Francesa de las Ciencias firmó una declaración favoreciendo el
uso del idioma internacional esperanto en el terreno científico y técnico.
En concreto, solicitaban:
« 1º. Que la enseñanza del esperanto, maravilla de lógica y de sencillez, se
introduzca, con carácter electivo al menos, en los programas oficiales
de las carreras de ciencias de los establecimientos de ciencias de los
establecimientos docentes.
» 2º. Que en los Congresos internacionales sea adoptado como lengua
oficial en igualdad de condiciones que los idiomas nacionales hasta el
momento en que la experiencia confirme su aptitud para ser empleado
como única lengua oficial.
» 3º. Que se llame la atención de las Casas Editoriales científicas y
técnicas acerca del interés que sería para ellas emplear el esperanto en
sus publicaciones destinadas al extranjero.
» 4º. Que los sabios y técnicos se pongan desde luego en condiciones de
servirse del Esperanto en sus relaciones con los colegas extranjeros y
les hagan saber que están ya dispuestos a emplear dicho idioma.
» Y 5º. Que se nombre una Comisión encargada de preparar y elaborar los
vocabularios en esperanto de las ciencias puras y que se invite a las
Sociedades técnicas a hacer lo mismo en lo que se refiere a la
especialidad que cultiven.»
La asociación ISAE, bajo el impulso del ingeniero francés Rollet de
l'Isle, decidió convocar una Conferencia Internacional que mostrara
las posibilidades del idioma y favoreciera el empleo que preconizaba la
declaración de los académicos franceses. Además, se aprovechó la ocasión
para celebrar simultáneamente otra conferencia para favorecer el uso del
esperanto en el comercio y la industria. Ambas tuvieron lugar del 14 al 16
de mayo de 1925, en París.
Participaron en la Conferencia algo más de 200 hombres de ciencia, de
distintos países. El gobierno español envió una representación oficial,
nombrada por Real Orden de fecha 10 de marzo de 1925 24. La componían
D. Leonardo Torres Quevedo, nombrado por el Ministerio de Instrucción
Pública, y dos ilustres militares científicos, nombrados por el Ministerio
de la Guerra: D. Vicente Inglada y D. Emilio Herrera, ninguno de ellos tan
conocido en la actualidad como merecerían, a pesar de haber sido ambos
miembros de la Academia Española de Ciencias.
De los tres,Vicente Inglada Ors (nacido en Alicante en 1879 y muerto en
1949) fue el más activo en el movimiento esperantista, y el que llevó la
representación efectiva de las instancias oficiales españolas. A él debemos
una completa descripción de las sesiones que preparó para la Real
Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, cuya
representación había llevado a la conferencia 25. Inglada era un militar
científico de reconocido prestigio, incluso a nivel internacional, en el
campo de la geología. Fue profesor de Astronomía, Geodesia y
Meteorología de la Escuela Superior de Guerra y director durante muchos
años del Observatorio Sismológico de Toledo. A finales de los años 20 fue
nombrado miembro de la Real Academia de Ciencias. Escribió numerosas
obras literarias en esperanto, y tradujo gran cantidad de piezas, entre las
que cabe destacar casi toda la producción teatral de Jacinto Benavente
[ver notas 1 y 2]. Fue miembro de la Academia de Esperanto, vicepresidente
de ISAE y también participó activamente en actividades organizativas y
de propaganda del movimiento esperantista español. 26
Por su parte, Emilio Herrera Linares tuvo una trayectoria científica
aún más destacada, y mayor vinculación con Torres Quevedo. Se trataba
de uno de los pioneros de la aviación española; había destacado en el
empleo de los globos en España, y fue más adelante uno de los primeros
pilotos españoles. Posteriormente dedicaría su atención a la investigación
científica. Fundó la primera Escuela Superior de Aerotecnia, actualmente
Escuela Superior de Ingenieros Aeronáuticos de la Universidad
Politécnica de Madrid. Estuvo entre las primeras personas que
atravesaron el océano Atlántico en dirigible. Es conocido que impulsó
muy decididamente el establecimiento de una línea regular de viajeros
entre Sevilla y Buenos Aires, iniciativa que fue uno de los principales
motivos que llevaron a Torres Quevedo a investigar el desarrollo de
dirigibles semirrígidos. También fue muy conocido su intento de viaje a la
estratosfera en globo abierto, en 1936, para lo que diseñó una de las
primeras escafandras espaciales. Su figura es, desgraciadamente, poco
conocida en la actualidad, a pesar de los esfuerzos que desarrolla la
Fundación que lleva su nombre, entre otras razones por una
extracientífica: durante la Guerra Civil permaneció leal al gobierno
republicano y posteriormente hubo de exiliarse; en los años 60 llegaría a
ser presidente del gobierno republicano en el exilio. Murió en Ginebra en
1967 27.
Las gestiones para el nombramiento oficial de los tres científicos
españoles también habían sido llevadas a cabo por Julio Mangada. Según
narró en un artículo en la revista «La Suno hispana» de marzo de 1925 28,
tras los esfuerzos realizados en colaboración con Rollet de l'Isle, logró de
las autoridades españolas tal representación. En el artículo se menciona
que Torres Quevedo apenas habla el idioma, en comparación con el alto
nivel de Inglada y el suficiente de Herrera. Las negociaciones habían sido
llevadas a cabo inicialmente sin su conocimiento, pero Torres Quevedo
aceptó agradecido, a pesar de su excesivo trabajo. Mangada da cuenta de
la conversación en la que le comunicó el nombramiento, e informa de la
actitud de Torres Quevedo hacia el esperanto «al que juzgó y juzga de
toda necesidad para la Humanidad, bajo todos los puntos de vista». Don
Leonardo cuenta también que él había sido «objeto de burlas por parte de
algunos científicos por su inclinación al Esperanto y sobre todo por
elevadas personas del corro científico del Ateneo», y que en su descargo
había hablado de su facilidad para ser aprendido por uno mismo, sin
maestro, y que había leído a sus oponentes algunos textos de una revista.
Añadió también que había estudiado algo al comienzo del siglo, aunque
por su constante labor no lo había podido practicar y seguir estudiando,
por lo que consiguió escribirlo mejor que hablarlo. Finalmente, Torres
Quevedo y Mangada recordaron al ingeniero Ricardo Codorníu, con quien
el primero correspondía constantemente, incluso acerca del Esperanto.
Recordemos que Codorníu, pionero del movimiento esperantista español,
y abuelo del inventor Juan de la Cierva, está considerado el padre de la
ingeniería forestal de nuestro país.
Volviendo a la Conferencia, ésta recibió un numeroso conjunto de
adhesiones, colectivas e individuales. Entre las primeras se encontraban,
por ejemplo, los citados ministerios españoles de Guerra e Instrucción
Pública, el Ministerio de Instrucción Pública de China, las Asociaciones
francesa y americana para el progreso de las Ciencias, la Real Academia
de Ciencias exactas, físicas y naturales de España, la Liga alemana de
Asociaciones Científicas Técnicas, entre otras muchas de distintas ramas
del saber científico, hasta un total de 230 sociedades de 37 países.
Como hemos indicado, el número de participantes individuales y
delegados de la Conferencia era de unos 200, aunque no todos hablaban
el esperanto, y se consideraban más bien partidarios o simpatizantes del
idioma. En las sesiones formales o solemnes se emplearon otras lenguas,
especialmente el francés, pero las sesiones de trabajo tuvieron lugar
íntegramente en esperanto.
Las reuniones de trabajo tuvieron lugar en la sede del Instituto
Oceanográfico, bajo la dirección del profesor Cotton, miembro de la
Academia de Ciencias y profesor de la Universidad parisina. Previamente
había tenido lugar una sesión solemne de apertura, común a las dos
conferencias, en la que habían intervenido, entre otros, los académicos
Charles Richet y Daniel Berthelot.
Las dos primeras sesiones examinaron las posibilidades de llevar a cabo
los deseos del manifiesto de los académicos franceses, y subrayaron la
necesidad de añadir a los artículos publicados en las revistas nacionales
un resumen en esperanto. Esta iniciativa la cumplieron en aquellos años
algunas revistas científicas, principalmente en Japón. En España, el
mencionado Emilio Herrera, a su vuelta del Congreso, publicó en la
revista “Madrid Científico” un artículo en castellano titulado “El
Esperanto y la Ciencia”, donde describía las principales características del
idioma, sus ventajas y perspectivas, al final del cual incluyó un resumen
en el propio idioma esperanto 29.
La tercera sesión (cada sesión ocupaba medio día) discutió la
organización y fortalecimiento de la asociación científica esperantista
ISAE.
La cuarta sesión se dedicó fundamentalmente a la iniciativa de redactar
diccionarios especializados en cada rama de las ciencias y las técnicas. En
este caso merece destacarse que como consecuencia de la iniciativa se
publicarían más adelante numerosos diccionarios técnicos. Entre ellos
podemos mencionar el diccionario de arquitectura, con traducción en
ocho lenguas, cuyo redactor fue el arquitecto cordobés Francisco
Azorín Izquierdo, que fue diputado de las Cortes Constituyentes de la
República por el Partido Socialista y ocupó otros cargos políticos y
profesionales de cierto relieve. También Herrera participó en la
elaboración de un diccionario aeronáutico, como se deduce de la
correspondencia conservada en la Fundación que lleva su nombre.
La Conferencia científica, al igual que la dedicada a la aplicación en el
comercio, tuvieron un importante eco propagandístico. Pero
sirvieron sobre todo para reforzar entre los participantes la confianza en
las posibilidades que ofrecía el esperanto en su aplicación práctica, no
sólo en teoría. La experiencia de llevar a cabo reuniones técnicas en un
plano de igualdad, con participación de personas procedentes de distintos
países, sin necesidad de intérpretes y sin que tuvieran mayor ventaja los
naturales de los estados con un idioma dominante, produjo fuerte
impresión en los asistentes, sobre todo entre los que no habían tenido la
oportunidad de asistir a reuniones esperantistas internacionales con
anterioridad.
5. UNA CONSECUENCIA LATERAL DE LA
CONFERENCIA
El entusiasmo que, según acabamos de mencionar, ocasionó la
Conferencia entre los participantes puede ser ejemplificado por una
anécdota que protagonizó Leonardo Torres Quevedo a su regreso de
París, y que tendría una importante consecuencia en el movimiento
esperantista español.
Apenas regresado, supo D. Leonardo que uno de sus mejores amigos, el
doctor Carlos Mª Cortezo, había sufrido un grave accidente de
automóvil. El Doctor Cortezo había sido Director General de Sanidad en
1899 y entre 1902 y 1904, Ministro de Instrucción Pública durante un
breve periodo en 1905. Fue presidente de la Real Academia de Medicina,
académico de la Real de la Lengua desde 1918 y era presidente del
Consejo de Estado. Gozaba de un alto prestigio social y profesional.
Pues bien, Don Leonardo le visitó en el hospital, donde le informó
sobre la Conferencia de París, y sobre los avances que el esperanto estaba
teniendo en todo el mundo. El doctor Cortezo se contagió del entusiasmo
de su visitante y le solicitó que le proporcionara material para aprender el
idioma durante su convalecencia. Así lo hizo, haciéndole llegar una
gramática de Inglada, junto con varios textos, entre ellos una traducción
de la «Iliada». D. Carlos no sólo se mostraría un alumno aventajado,
aprendiendo el idioma en un breve plazo de tiempo, sino que pocos meses
después sería nombrado presidente de la entonces denominada
Asociación Española de Esperanto 30.

6. TORRES QUEVEDO EN EL COMITÉ DE


HONOR DE LA ASOCIACIÓN
ESPERANTISTA ESPAÑOLA
El propio Torres Quevedo tendría también un papel en el movimiento
esperantista organizado en España, aunque a un nivel más simbólico.
Debemos mencionar en primer lugar que la organización de los
hablantes de esperanto en España fue durante esos años un asunto
complicado, que sufriría diversas polémicas, algunas de ellas muy ácidas,
ya que gran parte de los esperantistas españoles no estaban interesados
en una organización centralizada, bien sea por razones ideológicas, de
organización territorial o de visión sobre los objetivos del movimiento. En
1925 se había fundado la citada Asociación Española de Esperanto (HEA),
que intentaba agrupar a los esperantistas españoles que deseaban
trabajar para conseguir reconocimientos oficiales para el idioma.
El principal impulsor de la citada asociación fue el varias veces citado
Julio Mangada Rosenörn. Mangada era una personalidad muy
conocida, que tuvo una enorme influencia en el movimiento esperantista
español, hasta el punto de que puede ser considerado "el" esperantista
español por antonomasia. Tenía una visión con una fuerte carga
ideológica, ya que para él el esperanto era un medio privilegiado para
conseguir una fraternidad universal. Era militar profesional, y se interesó
por otros movimientos entonces considerados radicales, como la
masonería, el vegetarianismo, el espiritismo, etc. En los años 30
adquiriría una gran popularidad principalmente debido a dos
circunstancias de carácter político. El primero fue el llamado “incidente
de Carabanchel”, donde se enfrentó públicamente a otros militares
conservadores, en defensa de la nueva normativa republicana, y que
serviría al entonces ministro de la Guerra, Manuel Azaña, para remozar
parte de los mandos superiores del Ministerio. El segundo sería su
participación en los primeros momentos de la guerra civil, donde al
mando de la famosa “columna Mangada” participó en la defensa del
Madrid republicano, con algunas importantes victorias que le valieron la
Medalla de Oro del Ayuntamiento de Madrid y el nombramiento popular
como “general” (aunque oficialmente sólo se le reconoció el grado de
coronel).
Pues bien, en la organización de la Asociación Española de Esperanto,
bajo la influencia de Mangada, tuvo una importancia notable la búsqueda
de la respetabilidad social, mediante la atribución a personalidades
importantes de puestos en el movimiento. Como hemos indicado,
Mangada había intervenido en el nombramiento de Torres Quevedo como
representante del Ministerio de Instrucción Pública en la Conferencia de
París, y en general había influido en la búsqueda de reconocimiento en las
instancias oficiales, basándose en sus contactos profesionales y sociales.
Una manifestación de esta tendencia fue la creación de un Instituto
de Esperanto, como organismo ligado a la Asociación, que sirviera de
nexo de unión con las autoridades oficiales y desarrollara otras funciones
representativas. También fue creado un Comité de Honor de la
Asociación Española de Esperanto, formado por personas relevantes en la
Ciencia, la Literatura o las Artes, con funciones exclusivamente
honoríficas. De acuerdo con los estatutos, que fueron aprobados en el VI
Congreso Nacional de Esperanto, que tuvo lugar en Madrid en 1926, era
necesario que los integrantes del Comité “siendo españoles y hablando
Esperanto, sean mantenedores del ideal esperantista y contribuyan a la
difusión y oficialización del Esperanto por el Estado”.
Don Leonardo Torres Quevedo fue elegido miembro del Comité de
Honor de la Asociación desde un comienzo. Por el contrario, no fue
miembro del Instituto, para lo que se exigía un mayor compromiso con el
movimiento organizado.
En cualquier caso, ambos tuvieron una vida propia muy reducida,
debido a problemas organizativos de la propia asociación, y, en concreto,
no se conocen datos sobre la actividad de Torres Quevedo en estos
organismos.

7. EL ESPERANTO Y EL RECUERDO DE
TORRES QUEVEDO TRAS LA GUERRA
CIVIL
Los últimos años de la Dictadura de Primo de Rivera y especialmente el
periodo de la República vieron un gran desarrollo del esperanto como
movimiento, con un notable crecimiento del número de hablantes en
España. No tenemos datos sobre la actividad de Don Leonardo en ese
periodo, aunque podemos suponer que fue reducida, dada la avanzada
edad y su estado de salud cada vez más precario, aunque el movimiento
esperantista le continuó considerando públicamente como uno de los
suyos.
Como es sabido, Torres Quevedo falleció en plena guerra civil, en
Madrid (por cierto, en un momento en el que el alcalde de la ciudad era
otro activo esperantista, el socialista Cayetano Redondo Aceña).
Con la guerra también el movimiento esperantista sufriría un fortísimo
golpe 31. Aunque hubo hablantes del idioma en ambos lados, una clara
mayoría, incluyendo gran parte de los dirigentes del movimiento,
tomaron partido por el bando perdedor; unos fallecieron, otros debieron
ir al exilio (es el caso de los citados Herrera, Mangada o Azorín) y
finalmente otros sufrieron prisión 32.
En el año 1947, con ciertas dificultades, se reconstituyó en España el
movimiento esperantista organizado, con la creación de la Federación
Española de Esperanto (HEF). Aunque se perdió una parte de la
continuidad histórica, el nuevo movimiento no olvidó la memoria de
algunos de los pioneros previos a la guerra, y entre ellos a Leonardo
Torres Quevedo.
Así, a comienzos de 1953 se conmemoró el 100 aniversario de su
nacimiento, con la publicación en primera página de la revista oficial de la
organización, de un artículo conmemorativo, recordando su calidad de
esperantista. El artículo, con tratamiento de editorial, no estaba firmado,
pero podemos suponer que se debía a la pluma del redactor del “Boletín”,
Luis Hernández Lahuerta, destacada figura del movimiento esperantista
ya en los tiempos anteriores a la confrontación.
Otra muestra de reconocimiento, si se quiere anecdótica, la constituye
la visita que los esperantistas llevaron a cabo el 25 de julio de 1957,
durante el XVIII Congreso Nacional de Esperanto, al Instituto “Torres
Quevedo” del CSIC, donde se recordó la figura de Don Leonardo.
Finalmente, mencionaremos que este pasado año 2002 se ha
conmemorado el 150 aniversario del nacimiento de Torres Quevedo,
mediante la publicación de un artículo en el número 358 del “Boletín” de
la Federación Española de Esperanto 33.
Como puede verse, el movimiento esperantista organizado no ha cesado
de considerar a Don Leonardo como uno de sus miembros más valiosos, y
de reconocer que las características que le inspiran permiten mostrar de
forma inequívoca la universalidad, en el sentido más profundo, de la
figura de Torres Quevedo.

*****

Notas
1 ECO, Umberto (1994): “La búsqueda de la lengua perfecta en la cultura europea”, Ed.
Crítica, Barcelona, traducción de María Pons (edición original en italiano, 1993);
existe edición en bolsillo; también se ha publicado una traducción al esperanto.
2 Íbidem. Véase también: LAPENNA, Ivo; Tazio CARLEVARO y Ulrich LINS (1974):
“Esperanto en perspektivo”, Centro de Esploro kaj Dokumentado pri la Monda
Lingvo-Problemo, Rotterdam.
3 PRIVAT, Edmond (1927): “Historio de la lingvo Esperanto”, Ferdinand Hirt & Sohn,
Leipzig, 2 volúmenes.
4 Existen numerosas obras sobre el esperanto en castellano. Un buen texto
introductorio es: AULD, William (1992): “El esperanto: fenómeno de la
comunicación”, Madrida Esperanto-Liceo, Madrid, traducción de Marcos Cruz. El
escocés Auld es, probablemente, el mejor literato en esperanto vivo en la actualidad.
[Otro posterior es: VALÉN, Antonio (2004): “El esperanto, lengua y cultura”, mga,
Santander].
5 RODRÍGUEZ ALCALDE, Leopoldo (1974): “Biografía de D. Leonardo Torres
Quevedo”, Institución Cultural de Cantabria, CSIC, Diputación Provincial de
Santander; GARCÍA SANTESMASES, José (1980): “Obra e inventos de Torres
Quevedo”, Instituto de España, Madrid; GONZÁLEZ DE POSADA, Francisco (1993):
“Leonardo Torres Quevedo”, Biblioteca de la Ciencia Española. Fundación Banco
Exterior, Madrid.
6 Leonardo TORRES-QUEVEDO Y TORRES- QUEVEDO, comunicación personal.
7 MARCO BOTELLA, Antonio (1987): “Analoj de la Esperanta movado en Hispanujo”,
Zaragoza, dos volúmenes. Antonio Marco es el autor de referencia sobre la historia del
movimiento español, y sus publicaciones han conseguido paliar la discontinuidad a la
que hacíamos referencia.
8 GONZÁLEZ DE POSADA, Francisco (1986): “Leonardo Torres Quevedo: europeo
preorteguiano e ingeniero español universal”, Aula de la Cultura Científica. Amigos
de la Cultura Científica, Laredo; la cursiva es del autor.
9 TORRES QUEVEDO, Leonardo (1907): “Sobre un sistema de notaciones y símbolos
destinados a facilitar la descripción de las máquinas”. Publicado por la revista
“Ingeniería”, Madrid, imprenta de J. Palacios.
10
Citado en GONZÁLEZ DE POSADA, 1993; la cursiva es del original.
11 Véase comunicación de G. OLAGÜE DE ROS, Alfredo MENÉNDEZ NAVARRO y
Mikel ASTRAIN GALLART “La participación de Leonardo Torres Quevedo en el
proyecto de creación de un Instituto Latinoamericano de Documentación e
Información científicas: la Unión Internacional de Bibliografía y Tecnología
Científicas (1910)”, en: GONZÁLEZ DE POSADA, Francisco, editor (1991): “Actas del
II Simposio: «Leonardo Torres Quevedo: su vida, su tiempo, su obra»”, Amigos de la
Cultura Científica, Santander. Véase también GARCÍA SANTESMASES (1980),
capítulo XV y GONZÁLEZ DE POSADA (1993), capítulo 10.
12 TORRES QUEVEDO, Leonardo (1920): “Discursos leídos ante la Real Academia
Española en la recepción pública de Don Leonardo Torres y Quevedo el 31 de octubre
de 1920”. Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, Madrid.
13 MARCO (1987), volumen I, p. 24. (Nota posterior: ver referencia aquí)
14
Así puede verse en las propias publicaciones de la UNESCO o en la página web de este
organismo, en el apartado de presentación histórica.
15 WALTERS, F. P. (1971): “Historia de la Sociedad de Naciones”, Editorial Tecnos,
Madrid, traducción de Federico Fernández de Castillejo (edición original en inglés,
1960).
16 Sociedad de Naciones (1923): “La Sociedad de Naciones y la cooperación intelectual”.
Sección de Información, Secretaría de la Sociedad de Naciones, Ginebra.
17 NORTHEDGE, F. S. (1986): “The League of Nations, its life and times 1920-1946”,
Leicester University Press.
18
Sociedad de Naciones (1923): “El esperanto como lengua auxiliar internacional.
Informe de la Secretaría General a la tercera sesión, revisado por la quinta comisión
y adoptado por unanimidad por la Sociedad de Naciones el día 14 de septiembre de
1922”. Versión española editada por la Federación Zamenhof. Madrid.
19 PRIVAT, 1927; LAPENNA, 1974. Edmond Privat es la fuente de información más
directa sobre el tema; diplomático en la Sociedad de Naciones, fue también presidente
de la Asociación Universal de Esperanto.
20 LESCURE, Jean-Claude (1999): “Un imaginaire transnational? Volapük et
Espéranto vers 1880-1939”, Institut d'Etudes Politiques, París, 4 volúmenes
21 LESCURE (1999), que cita a Jean- Jacques RENOLIET, “Institut de Coopération
Intellectuelle, 1919-1940”, París, Institut Pierre Renouvin, 1995, p. 79, que a su vez se
basa en documentos del Ministerio de Asuntos Extranjeros francés.
22 LINS, Ulrich (1988): “La danĝera lingvo, studo pri la persekutoj kontrau Esperanto”,
Bleicher, Gerlingen (República Federal Alemana).
23 Revista “Hispana Esperantisto” número 57, Madrid, abril-mayo 1922. Este boletín
actuaba como órgano oficial de varias de las sociedades esperantistas organizadas en
aquellos años en el territorio español.
24 Publicada en la “Gaceta de Madrid” de 12 de marzo. La revista «La Suno hispana»
(literalmente, «El sol español», que había sustituido a «Hispana Esperantisto» como
órgano oficioso de los esperantistas españoles) lo reprodujo en la portada de su
número 96.
25 INGLADA ORS, Vicente (1925): “La Conferencia Internacional para el empleo del
Esperanto en las Ciencias públicas y aplicadas, París, 14- 16 mayo 1925”. Córdoba,
1925.
26
RODRÍGUEZ DE LA TORRE, Fernando (1982): “Vida y obra de Vicente Inglada
Ors”, Instituto de Estudios Alicantinos, Alicante.
27 Existe una biografía muy completa de Emilio Herrera: ATIENZA RIVERO, Emilio
(1994): “El general Herrera - Aeronáutica, milicia y política en la España
Contemporánea”, Fundación AENA, Madrid. Véase también: LÁZARO ÁVILA, Carlos
(2001): “Emilio Herrera, Juan de la Cierva: la aventura aeronáutica”, Nivola,
Madrid. Finalmente, podemos citar su autobiografía: HERRERA, Emilio (1986):
“Memorias”, edición a cargo de Thomas F. Glick y José M. Sánchez Ron, Ediciones de
la Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, publicado anteriormente en inglés por
la Universidad de Nuevo Méjico.
28
«La Suno hispana», 3ª época, número 94, marzo 1925. Véase también: MANGADA
ROSENÖRN, Julio (1928): “Algo sobre el movimiento esperantista español”, Madrid.
29 HERRERA, Emilio (1925): “El Esperanto y la Ciencia”, en «Madrid Científico», año
XXXII, núm. 1140, páginas 177-180.
30 MARCO BOTELLA (1987), página 197. De las circunstancias de este aprendizaje se
hicieron eco numerosas publicaciones esperantistas, incluso internacionales.
31 Véase por ejemplo: MARGAIS, Xavier (2002): “El moviment esperantista a Mallorca
(1898-1938)”, Edicions Documenta Balear, Palma, pp. 239-244.
32 No fue una situación privativa de España: el final de los años 30 y la II Guerra
Mundial ocasionaron un gravísimo quebranto al movimiento esperantista mundial,
especialmente tras la persecución sufrida por el movimiento bajo los regímenes de
Hitler, que le acusó de ser una lengua de judíos, y de Stalin, que le consideraba un
idioma de cosmopolitas. Este tema, un aspecto negro de la represión totalitaria en los
mediados del siglo XX, ha sido objeto de investigación detallada en el citado libro de
Ulrich Lins (1988).
33 MARCO BOTELLA, Antonio (2002): “Leonardo Torres Quevedo, esperantisto”, en
Boletín de Hispana Esperanto-Federacio, número 358, pp. 16-17.

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