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ueblos nobles, los japoneses, las hormigas aristocrdticas,
No necesitan promover los pequetios privilgios, la rival.
dad, el odio mutuo, fa envidia entre fos trabajadores den
fro de la emprese porque no neeestan dividir para reinar
reinan por tradiciOn, por respetocolectivista, porque note
nen fuertes individualidades que disciplinar, porque no
lienen individuos, ni verdaderostalentos, tienen hormigas
‘aptas para copiar las ereaciones dle Occidente y nada mds.
En Occidente, sin las escalas salariales individualiza-
‘das, xin la division entre los de abajo mediante innwmera-
bes subescalas jerarquteas. ni las drdenes indiscutibles
‘que legan de arriba, las individualidades impondrian ta
‘anarquia 0 fa paralisis, y un sindicalista en la presiden
cia de una empresa solo busearta venganza colectiva con:
tra ta autoridad, elimindndota de cuajo, como bused en
uiltima instancia la oprobiosa cogestion obrera en Alema:
‘ia, los comités de empresa de ta ley Aran en Francia, fos
comités obreros italianos y su garrote, el Partido Comu-
nista, No se trata de envidia, de sana voluntad de poder y
primacta, de noble instinto de agresién, sino del poder
‘mérbido de un amor utdpico y descontrolado, que preten
de ahogar toda agresién y tado progreso,
m2
Por esa, porque mas la necesita, la sociedad aria pone
conacionte @ inconsetentemente la’ capacidad de mando
‘por eneima de cualquier otro valor, y por eso constituye é.
ta de manera inconseiente y estructural en la mujer el
principio crucial de seleccién sexual, es decir, de eleceion
del padre para sus hijo, del que se crucard con ella para
perpetuar lo mejor de ambos conjuntos de genes. Exo ya lo
intuia Freud, aunque de manera “imaginaria” como dirta
Lacan, es decir, errada, ineompleta, deformada. Freud de
fa que la mujer envidia el pene, Obviamente, lo que envi
dia es ef poder, el estatus social que da el pene, y noel pla
cer que oforga como drgano sexual, pues sean los sexdlo
gos el placer ex mayor en fa vagina y todo el cuerpo de la
mujer que en el organo viril. Por eso Lacan lo eorriglé eo
locando como objeto del deseo y por ende de fa envicia fe
‘menina, en lugar del pene, el falo, el simboto del poder vi
vil, tal como surge exe poder de la “ley del padre’, del prin
cipio de autoridad. ¥ tanto para Freud como para Lacan
a uniea eura para esa “envidia”estd en obtener un equi
talente “simbdlico del falo, un hijo, Pero esto se da justa
‘mente porque la soviedad moderna lev « la mujer @ con-
iderarse igual al hombre, y entre supuestosiguales surge
inevitablemente la envidia euando se descubre que no son
tales. No es sano que un hijo se convierta en equivalente
del falo para ta madre, en su ficeian de poder, poraue tn
‘hijo debe acatar una ley, una ra2dn —y una sola la del
padre, como bien deeta Lacan—, no dos, y menos aun una
uramente imaginaria proveniente de ia madre. La st-
puesta cura del mal femenino mediante la pariian se de-
‘mostré absolutamente errada, eon la crisis total dela fa
‘milia moderna, donde los hij no tienen gua moral alae
nna. Sila ficciin de igualdad no hubiera surgido en toe
tiempos modemos,en ugar de envidia del pene o deseo del
{alo hoy tendriamos en Occidente a admiracién y el res-
peto de la mujer oriental a su marido, yen las fabricas ta
‘adhesion del trabajador oriental a su superior.
Ta ley del padre ex tan necesaria para los hijos y la
rypropia madre como el mando del superior es necesario pa
re el trabajador, y como las naciones lideres son neceeu
‘as para la comunidad internacional, como las razas su
eriores son necesarias para las inferiores:ellas proveen el
tinieo marco donde puede desplegarse cualquier creative
dad reat. La raza amarilla mosiré todo de lo que cra ea
paz silo cuando Occidente le impuso el marco de norma
industriales,culturales y polities que le dieron la pujan:
24 que hoy tiene y permitieron que las propias tradiciones
coletivistasjerdrguicas fueran fuente de desarrollo eco
nomico y no de estancamiento, Lo contrario a esas respec,
tivas primacias individuates, nacionates y raciales veel
‘aos, fa anarquia o la igualacion por lo bapo,
Yo lea y leia y no salia de mi asombro, {Bse malaba-
rista de la perversion ideologiea se las ingeniaba para
presentar a Lacan algo asi como el fundador de una pet
cologia de Ia subordinacién gozosay el enemigo jurade de
lun supuesto progresisme freudiano! Mis. sentimientos
fran mezclados. Yo mismo haba reconocido un sesgo no
tamente conservador e inmovilista en el franeés, cuando
comeneé a lerlo en la époea de la incontenible meda fran
coargentina de los70 entre In gente que se dedicaba ala
lingdistiea. Pero verlo en un ropaje tan earivatureseo sa
cudia alguna fibra oculta, me hacia oscilar entre la indi
rnacién moral, la solidaridad eon Lacan deformado y Tain
comoda sospecha de que tal vez el ordculo de Paris de
educacidn ultracatdica y derechista nose habria indigna
do tanto de haber vivido lo sufiiente para verse asi dis:
frazado,o simplemente vestido, 61 que tanto umabs les ro.
pies extravagantes y el snobieme aristocratic. ;Bn esa
hora de triunfo aplanador del orden existent, era incon:
cebible que quienes ya ocupaban un polo conservador en
las disciplias sociales fueran reclutados eomocorifeos de
esa suerte de eselavisme democratic, eonsentide y bien
centendido que propiciaha Brackner, esa propuesta de vol.
tear la ultima maseara del orden vietoriso? ;Y a1 gente
ma
de ese grado de sofisticacién podia ser alistada en una,
postura asi, era ésta tan falsa, Lan delirante como me pa
resin?
‘Leia cada vex més agitado y bajo el nueva efeeto per
turbador de ese texto no aleanzaba a recordar como for
‘mulaba 61 conerotamente su propuesta, Busqué al final
del libro: nada sustancioso, Hurgué en otros eapitulos
Las
‘La reaecidn que vemos desde hace unos aitos en la ju
ventud, el resurgimiento del nazivimo de viejo eu puede
parecer anacréniea yen gran medida los, pero es un ana
‘ronismo necesario. Pr certo, no es necesario que retarne
fal cual el nazismo, por la sencilla razén de que ya cum
lis su comet: hay el prestigio de la sociedad jerdrqui-
fea, ef respeto por el liderazgo y la fuerza econdniica, pol
tiea y moral de las sociedades superiares, en particular
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