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LOS TEMPLARIOS

La orden de los caballeros del temple u orden templaría, nació en la


Europa medieval, precisamente, en el país de Francia en el año 1118. La
orden fue fundada por nueve caballeros franceses liderados por Hugo
Payens luego de finalizada la primer cruzada. La misión asignada a estos
caballeros fue, en un principio, la de proteger los caminos de peregrinación
a Jerusalén tras su conquista. La idea de los monjes-caballeros militares se
recibió con gran entusiasmo. Desde su fundación, la orden tuvo fines
militares, esto la diferenciaba del resto de las ordenes religiosas las cuales
habían sido fundadas como instituciones de caridad.
Nueve años después de la creación de la misma en Jerusalén, tras la
primera cruzada, en 1128 se reunió el llamado Concilio de Troyes que se
encargaría de redactar la regla para la recién nacida Orden de los Pobres
Caballeros de Cristo. En este concilio, Payens, manifestó la pobreza y
escases de soldados en la orden y la necesidad que había de que la iglesia
reconozca y legitimase a la nueva orden así, de este modo, se pueda
comenzar con la creación una milicia capaz de proteger a los peregrinos
cristianos. Finalmente en 1129, la orden fue aprobada de manera oficial por
la Iglesia Católica y Payens junto con 5 caballeros mas viajaron por Francia
e Inglaterra recogiendo donaciones y enlistando caballeros a su orden.
La Orden Templaría estaba encabezada por un gran maestre (con
rango de príncipe), por debajo del cual existían tres jerarquías: caballeros,
capellanes y sargentos.
Los primeros eran los miembros importantes: como los fundadores de
la orden, los caballeros más ricos y aquellos con influencia en la Iglesia. A
Estos eran a los unicos que se les permitía llevar la característica
vestimenta de la Orden, formada por un manto blanco con una gran cruz
latina de color rojo en su espalda. Por otro lado, los sargentos en vez de
vestir un manto blanco, debían vestir un manto negro.
El distintivo de los templarios consistía en manto blanco con una cruz
roja en el centro. A su vez, la orden también tenía un sello característico. El
sello mostraba a dos caballeros montados en un mismo caballo lo cual
simbolizaba la pobreza de la orden en sus inicios.
La dureza noble de los Templarios contrastó fuertemente con el lujo,
vanidad, codicia y violencia de los caballeros terrenales.
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CRUZADAS

Según la Real Academia Española, la palabra “CRUZADAS” engloba un


conjunto de expediciones militares contra los musulmanes con el fin de
recuperar los territorios de Tierra Santa, que se llevaron acabo durante los
siglos XI al XV.
En general, se denomina como Cruzadas a la serie de campañas,
comúnmente militares, que a partir del siglo XI se emprendieron desde el
Occidente cristiano contra los musulmanes para la recuperación de Tierra
Santa. Estas campañas se extendieron hasta el siglo XIII y se caracterizaban
por la bendición que les concedió la Iglesia, otorgando a los particulares
indulgencias espirituales y privilegios temporales a los combatientes. Con el
tiempo el término se aplicaría a cualquier guerra que se emprendiera al
servicio de la Iglesia. A su alrededor se han forjado mitos y leyendas muy
alejadas de la realidad histórica y que la literatura se ha encargado de
difundir.

LOS COMIENZOS DE LA ORDEN

El nuevo rey Balduino I, elegido después de la muerte de su hermano


y ex rey de Jerusalén, Godofredo de Bouillon, necesitaba reorganizar el
reino y al no poder destinar muchos recursos para la protección de los
caminos de peregrinaje ya que debía poner todo su empeño y recursos en
resolver las disputas culturales en el reino, se vio obligado a buscar ayuda
en una recién nacida orden. Esta necesidad que tenia de encontrar ayuda
junto con que el Payens era pariente del Conde de Champaña, el cual a su
vez era pariente del propio Balduino, llevó al rey a tomar la decisión de
poner esta tarea en manos de esta orden. El rey les concedió un lugar en su
palacio, en la Mezquita de Al-Aqsa, para que ellos pudieran reposar y
guardar sus equipos.
Cuando Balduino abandono la mezquita junto con sus aldeanos para
fijar el trono en la Torre de David, todo quedó e manos de los templarios.
Balduino escribió numerosas cartas a reyes y príncipes europeos
recomendando a la orden y pronto fue bien recibida en muchos reinos.
La orden fue creciendo en importancia, se les fueron uniendo gran
cantidad de adeptos y al poco tiempo se le otorgaron privilegios. Estos
privilegios fueron confirmados por los documentos: Omne datum optium
(1139), Milites templi (1144) y Militia dei (1145). En estos documentos se
establecía que los miembros de la orden tenia autonomía de los obispos,
solo respondían a la figura del papa; se los excluía de jurisdicción civil y
eclesiástica; se les permitía tener sus propios campesinos y sacerdotes a su
disposición; y tenían derecho de óbolo (es el derecho a reclamar las
limosnas que se recadaban en todas las Iglesias una vez al año). Además,
estos documentos les daban derechos sobre las conquistas de Tierra Santa
y les permitían construir iglesias y fortalezas por todo el Mediterráneo.

COMPOSICION DE LA ORDEN

La mayoría de los miembros de la orden se encontraban entre las


unidades mejor entrenadas de los ejércitos mientras que el resto de los
miembros no-combatientes, se encargaban de gestionar una compleja
estructura económica a lo largo del mundo cristiano creando nuevas
técnicas financieras, no por nada se dice que los templarios fueron los
primeros bancarios después de la caída de Roma.
A la hora de dar donaciones la gente lo hacía de buena gana. Algunos
lo hacían interesados en comprar indulgencias, pero otros lo hacian por el
hecho de quedar bien con la Orden. De este modo, la orden no solo
comenzó a recibir grandes sumas de dinero, sino que también recibió bienes
inmuebles, tierras, títulos, derechos e incluso pueblos y villas enteras con
los derechos y aranceles que sobre ellas caían. Muchos nobles europeos
confiaron en ellos como guardianes de sus riquezas e incluso muchos
templarios fueron usados como tesoreros reales.
Para mantener un flujo constante de dinero, la Orden tenía que tener
garantías de que el capital no fuera usurpado o robado en los largos viajes.
Con este fin se estableció en Francia una serie de redes de encomiendas
que se esparcían por prácticamente toda la geografía francesa y que no
distaban unas de otras más que un día de viaje. Con esta idea se
aseguraban de que los comerciantes durmieran siempre a resguardo bajo
techo y poder así garantizar siempre la seguridad de sus caminos.

FIN DE LA ORDEN

En 1187 parecía que los días de la orden estaban contados. Tras


sucesivas derrotas contra Saladino (sultán de Egipto), la orden se vio
obligada a retroceder en Tierra Santa y fue finalmente el 4 de julio de ese
mismo año, en la batalla de Cuernos de Hattin, donde el ejército musulmán
les propino una derrota de la que jamás pudieron recuperarse. El ejercito
cruzado formado por caballeros templarios y hospitalarios a las ordenes de
Guido de Luisgany el rey de Jerusalén y Reinaldo de Châtillon.
Reinaldo de Châtillon era un ex líder del ejército de Jerusalén el cual
en 1177, junto con Balduino IV guío a sus tropas hacia la derrota sobre
Saladino en la batalla de montgisard. En 1181 violó la tregua entre el
ejército cristiano y el musulmán atacando a caravana de mercaderes
musulmanes rompiendo así el pacto entre las dos etnias. En 1182 llevo
acabo una invasión en áfrica. Navegaron por la costa africana del mar Rojo,
atacando las pequeñas ciudades costeras por donde pasaban, y finalmente
atacaron y saquearon Aidib, el gran puerto nubio frente a La Meca. Allí
capturaron varios mercantes cargados con tesoros que procedían de Adén y
de la India y también saquearon una enorme caravana indefensa que había
pasado por el desierto procedente del valle del Nilo. Desde Aidib, los
invasores se dirigieron hasta la costa de Arabia.alli incendiaron las
embarcaciones en al-Hawra y Yambo, los puertos de Medina, y de Ar-
Raghib. Como si esto no hubiera sido poco, hundieron un barco de
peregrinos destinado a Jedda. Todo el mundo musulmán fue testigo del
horror infligido por estos cristianos. Incluso los príncipes de Alepo y Mosul,
que habían solicitado ayuda franca, estaban avergonzados de tener aliados
que hacían semejantes ultrajes a la fe. El hermano de Saladino, Malik al-
Adil, gobernador de Egipto tomó medidas. Finalmente, Reinaldo y su ejercito
fue corrido de territorio musulmán y Saladino juró que Reinaldo nunca seria
perdonado por las ofensas cometidas.
Luego de la batalla de Cuerdon de Hattin, cayó prisionero el Gran
Maestre de los templarios (Gerard de Ridefort) y Reinaldo de Châtillon,
perecieron muchos de sus caballeros, y Saladino tomó posesión de
Jerusalén. Los templarios se vieron obligados a mudar sus cuarteles
generales a San Juan de Acre (ciudad a orillas del mediterraneo en Israel).

Saladino no parecía ser el único interesado en acabar con la orden,


desde otro lugar, el Rey francés Felipe IV, el Hermoso, comenzó su campaña
para acabar con la orden. El interés de Felipe IV en acabar con la orden se
basaba no solo en las numerosas deudas que tenia Francia tras haber
solicitado dinero a los templarios para pagar el rescate del rey Luis XI tras
ser capturado por los musulmanes, sino también en el deseo del rey de
construir un Estado fuerte el cual no tenga que ceder ante las decisiones de
una orden.
Felipe IV convenció, o más bien intimido al papa Clemente V para que
este iniciara un proceso contra los templarios acusándolos de sacrilegio, de
realizar ritos paganos, de herejes. Para continuar con esta denuncia, Felipe
se sirvió de las acusaciones de Esquieu de Floyran, un espía a las órdenes
de las caronas de Francia y de Aragón.
Esquieu fue a Jaime II y le conto que tras haber compartido una celda
con un templario este le había confesado los pecado de la orden. Como
Jaime II no le creyo Esquie se dirigió a Francia. Felipe IV si le creyó y utilizó
su testimonio para iniciar las acciones en contra de la orden.
En 1307, Felipe IV mandó cartas por todo su reino con la orden de
detener a todos los templarios y de confiscar sus bienes. El Gran Maestre de
ese entonces, Jacques de Molay, fue arrestado junto con cientos de otros
templarios, quienes fueron encarcelados y obligados a confesar de las
atrocidades de las cuales se los acusaban al ser sometidos a torturas.
Estas medidas llevadas acabo por Felipe IV fueron sin el
consentimiento del papa. Los templarios eran una orden militar bajo la
orden del papa y como tal tenían un derecho Canónico y no podían ser
juzgados por una justicia ordinaria y mucho menos por un por las
investigaciones de un rey con fines corruptos. Sin embargo, las acusaciones
contra los templarios seguían siendo de importante categoría.
Posteriormente, Felipe IV entrenó y llevó a un grupo de setenta y dos
templarios a que confesaran los actos de los cuales se los acusaban en
frente del mismísimo Clemente V, de esta manera, el papa se vio obligado a
tomar cartas en el asunto y convocó a un Concilio General en Viena el 16 de
octubre de 1311 para debatir sobre la suerte de la orden. En el concilio, no
se pudo probar que los acusados hayan cometido los actos de los cuales se
los acusaban y la mayoría de los integrantes de este concilio opto por la
continuidad de la orden. Pero el papa debido a la presión y hostigamiento
del monarca francés no pudo permitir esto y optó por una medida
moderada: estableció la disolución de la orden pero no su condenamiento.
Para darle más publicidad a esta resolución, se erguió una plataforma
delante de la Catedral Notre Dame de París para la lectura de la sentencia.
Durante la lectura, el Gran Maestre, Molay, proclamó la inocencia de los
templarios y la falsedad de sus propias supuestas confesiones. Fue
arrestado inmediatamente junto a otro compañero que eligió compartir su
destino, Geoffroy de Charnay. Los dos templarios murieron tras haber sido
quemados vivos en la hoguera.
Finalmente la orden fue disuelta y sus bienes fueron repartidos entre
los diferentes estados que constituían el reino cristiano.

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