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PREGÓN DE SEMANA

SANTA
AÑO 2002

Pregonero:
Jerónimo Martínez Asensio.
Saludo.

I. Sentido del Pregón: Memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección.

Podría resultar absurdo, y posiblemente ridículo, si tenemos en cuenta lo que significa


pregonar, hacer un pregón de la Semana Santa. Pregonar es anunciar con gozo y
alegría un acontecimiento que se anhela, se espera, se desea; y que ya se acerca su
realización.

¿Cómo pregonar un acontecimiento que cada año celebramos y que todos ya sabemos
que toca celebrar en las fechas señaladas por el calendario?, ¿Cómo pregonar un
acontecimiento de pasión y muerte, todo lo contrario a la alegría y el gozo de la
forma del anuncio?. Para comprender este pregón creo necesario resituar su
significado y su contenido. No es un pregón de anuncio de algo nuevo, sino la llamada
de atención gozosa para que nos situemos ante el memorial que estarnos llamados a
celebrar. El contenido no es la pasión y muerte de Cristo, sino la Pascua de nuestra
salvación. Memorial porque los Misterios de nuestra fe, que celebramos, no son sólo
recuerdo de algo que pasó; si no, memoria, es decir, actualización de la salvación que
aquellos acontecimientos produjeron, y que se dan en el presente histórico del
hombre de hoy. La Pascua de la Resurrección que no se hace acontecimiento sin el
paso por la entrega de la pasión y la cruz.

Desde este punto de vista el auténtico pregón son las imágenes procesionadas por
nuestras calles que como catequesis populares y visuales nos anuncian los
acontecimientos que nos llevan a la gloria de la Pascua.
II. Anuncio de Liberación. Llamanda a la Conversión

Con ésta convicción me uno al mensaje del profeta Isaías y quisiera que este pregón,
al igual que la Semana Santa de Albox, sea un anuncio de Pascua, de Liberación.

El profeta se siente llamado a consolad al pueblo que vive afligido por la culpa de su
pecado:

Consolad, consolad a mi pueblo


dice vuestro Dios,
hablad al corazón de Jerusalén ...
(ls 40,1-2).

Ante la falta de sentido, la desorientación moral del hombre, el dolor y el sufrimiento


provocado por uno mismo, por su pecado, o infligido por otros, por la injusticia y la
falta de caridad; Albox hoy, como Jerusalén entones, tienen que oír, a través de las
imágenes que precesionamos y de la vida de cofrade, la llamada al consuelo. Tenemos
que hacer posible que sea revelada la gloria del Señor:

Entonces se revelará la gloria del Señor


y la verán juntos todos los hombres
-lo ha dicho la boca del Señor-
Una voz dice: ¡Grita! (ls 40,5-6).
Este "grito" comenzó al iniciarse el periodo litúrgico de la Cuaresma, y que ya era el
inicio de este pregón que ahora realizamos: "Convertios y creed en el evangelio".

La primera llamada es a la conversión, porque no hay vida cristiana sin conversión. El


evangelista S. Marcos nos lo enseña al inicio de su evangelio, Jesús, antes de llamar a
los primeros discípulos y de iniciar el anuncio de la Buena Noticia, lo primero que
realiza es una llamada a la conversión:

El primer anuncio de esta Semana Santa tiene que ser una llamada seria y constante a
la conversión. Después que Juan fue arrestado, marchó Jesús a Galilea, proclamando
la buena noticia de Dios. Decía:

-El plazo se ha cumplido.


El reino de Dios está llegando.
Convertios y creed en el evangelio.
(Mc 1, 14-15)

versión, al cambio, a la apuesta decidida y valiente por Cristo. Si no nos identificamos


con Cristo no podremos renovar un año más nuestro compromiso bautismal en la
Pascua. Los Misterios de la pasión, muerte resurrección de Cristo que con esmero
tienen que celebrar y fomentar las cofradías, ya que son su razón de ser, tienen que
llevamos tanto personal como comunitariamente a la conversión.

Pero la conversión, para que sea cristiana, es decir a Cristo y desde Cristo, tiene que
ser una conversión que nos lleve a la fe en el Evangelio. La conversión no solo para
ser más buenos, para corregir nuestros modales, para dejar de hacer el mal; la
conversión para llegar a la fe, quién no la tenga; o para fortalecerla y robustecerla,
quién la tenga débil o la viva oculta de forma vergonzante.

De esta manera nuestra conversión no se refiere tanto a cambiar cosas que hacemos
mal, cuanto cambiar nuestras actitudes para hacernos de Cristo. Ésta es la primera
preparación que todo Albox en general, y los hermanos cofrades en particular, están
llamados a realizar ante la Semana Santa y la Pascua. Por eso con el profeta grito;
Dejaos consolad por Dios, sentid cerca la Liberación que es Cristo, anunciarla
viviéndola y manifestándola desde los desfiles profesionales.

III. Sentido de la Semana Santa.

Por esto la Semana Santa, sus manifestaciones populares de fe en las procesiones no


son, ni anticuados actos de una religiosidad trasnochada, como piensan unos; ni meras
manifestaciones culturales y tradicionales, como pretenden otros; ni un carnaval
religioso como lo viven unos terceros. Los primeros desprecian con su actitud la fe
que se manifiesta en las expresiones del pueblo, los segundos pretenden vaciar de fe
la religiosidad popular, y los terceros de forma sacrílega se entretienen con las cosas
sagradas.
Los albojenses, nuestros antepasados, que con fervor y fe se constituyeron en
hermanos cofrades lo hicieron para prestar el pueblo un servicio: recordarles año tras
año dónde esta el centro y el sentido de sus vidas; los acontecimientos que les dieron
la Liberación y Salvación definitivas; el camino que conduce a la meta de la Pascua. Y
para vivir mejor la vida cristiana. Hoy vosotros hermanos cofrades de la Cofradía de
Nuestra Señora de los Dolores, de la Cofradía de S. Juan Evangelista, de la Cofradía
de Ntra. Sra. de las Angustias y de la Cofradía de Jesús Nazareno, habéis recibido la
antorcha de aquellos y tenéis la gran responsabilidad de adornar vuestra vida con las
virtudes evangélicas dando testimonio de ellas, y de adornar vuestros tronos para
mostrar a éste pueblo con vuestros pasos los Misterios de la Pasión, Muerte y
Resurrección de Cristo, fomentando así la conversión, la adhesión a Cristo, la fe, el
compromiso cristiano. Si no hacéis esto no seréis auténticas cofradías, os quedarais en
simples asociaciones que preparan un bello espectáculo de ver, pero sin ningún
sentido ni trascendencia.

IV: Celebrando los Misterios.

¡Levantar vuestra fe!, fortalecerla, animo, no dejéis pasar el tiempo, ya se acerca el


Domingo de Ramos, pórtico de la semana grande del cristiano. Las palmas ya están
preparadas, ya se oyen los cánticos y gritos:

Hosanna el Hijo de David


¡Bendito el que viene en nombre de¡ Señor!

No calléis este grito, no anuléis este canto, porque nos anuncia el acontecimiento de
la salvación. Por eso Jesús dijo:

"Os digo que, si estos callan,


gritarán las piedras" (Lc 19,40).

Con el Domingo de Ramos de la Pasión del Señor empezamos ya a saborear lo que va a


ser la Semana de Pasión: "Dios mío Dios mío ¿por qué me has abandonado?”.
Abandono, soledad, frialdad del ambiente, despojo del Cristo que atado a la columna
abre nuestro procesionar y nuestra liturgia por las calles. Sin ropa, sin discípulos,
negado por Pedro, acusado por el pueblo, preferido como víctima antes que un
verdugo como Barrabás, es atado de manos a la columna para ser ofendido, golpeado,
para ser la fiesta de aquellos que con sus látigos se divierten con Él. Manos que
curaron, que acariciaron la pobreza de las gentes, que bendijeron, que sirvieron para
partir y repartir el pan de la última cena cuando instauró la Eucaristía. Esas manos
son atadas. No quieren que sigan haciendo el bien, les molesta que esas manos
desvelen la maldad del hombre y del mundo. Pero sus cicatrices nos curaron. La
columna para el que confía en Dios no es la que utiliza el hombre para atar, para
quitar la libertad; sino que es Dios mismo: "Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza
mía, ven corriendo a ayudarme".

Pero Jesús no esta solo. No todos lo abandonan. Cómo una madre va a abandonar a su
hijo en el dolor y el sufrimiento. Cuando el Cristo de la Columna se pierde
balanceándose al son de la música por la calle de la Sacristía; su madre con llanto
desconsolado, sola, porque es La Soledad, le sigue y busca sus pasos. En la distancia,
porque no la dejan acercarse a Él, porque no la dejamos. Negro del sin sentido, negro
de muerte, negro del llanto desgarrado, viste su manto la madre con el que tapa todo
su dolor. ¡Dejadnos madre nuestra de los Dolores cobijarnos bajo tú manto!.
¡Dejadnos acompañarte con nuestros dolores, por los que tú también lloras, para
sentir el amor de una madre! ¡Dejadnos estar a tú lado para que experimentemos tú
consuelo y compartamos tú dolor!

La noche nos alcanza, oscura y silenciosa, con ambiente revuelto de murmuración por
lo que ha acontecido, nos lleva hasta la oración personal y comunitaria ante Jesús
Sacramentado en el Monumento.

Volvió y los encontró dormidos. Y dijo a Pedro:


-Simón ¿duermes?. ¿No has podido velar ni
siquiera una hora?. Velad y orad para que podáis hacer frente a la prueba;
que el espíritu está bien dispuesto, pero la carne es débil.
(Mc 14, 37-38).

Sin comentario. Orad.

Amanece el sol por La Loma y los colores vivos de la Cofradía de S. Juan Evangelista
nos invitan a acampanar a Cristo Crucificado junto con su discípulo amado, y como no
con la Madre del Primer Dolor. El sol fuerte, o el viento recio, o la lluvia fina,
acompañan en algunos años esta procesión. No son obstáculo para emprender el
camino del calvario. Calvario donde está Cristo Crucificado, sangrando, herido,
moribundo. Acontecimiento llamativo para los curiosos, para sus discípulos la hora de
la amargura. Por esto hay que vivir esta hora como la hora de la Iglesia, de la
comunidad.

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre


María la de Cleofás, y María Magdalena.
Jesús al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería,
dijo a su madre: -Mujer, ahí tienes a tu hijo.
Luego dijo al discípulo: -Ahí tienes a tu madre.
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
(Jn 19, 25-27).

Porque en esta hora tan trascendental, Jesús casi como última voluntad nos invita,
acogiendo a su madre, a vivir en comunidad, siendo una sola familia, sin divisiones ni
rencores; bastante tenemos con las cruces y calvarios que en la vida tenemos que
afrontar y superar. Sintiendo la Iglesia, la comunidad; sabiendo que no estamos solos,
que nos acompaña Cristo, la Iglesia con María, la vida es más fácil, porque la
solidaridad y fraternidad cristianas nos hace sentir el calor de la caridad y la ayuda
mutua.

Pero la cruz no deja de ser cruz. Cristo Crucificado por las calles estrechas y
encaladas de La Loma, nos recuerda lo ingratos que hemos sido y somos con Dios:
"Pueblo mío, qué te he hecho, en qué te he ofendido, respóndeme". Nos dice Dios en
la imagen de su Hijo Crucificado. Lo negamos, renegamos de Él, no nos interesa su
plan de vida para cada uno de nosotros, porque nuestra soberbia nos impide
reconocerle como necesario en nuestra vida. Constantemente estamos comiendo del
fruto prohibido del Edén, del árbol de la ciencia del bien y del mal, somos las evas y
los adanes que queremos ser dios.

También nos recuerda que la cruz forma parte de la vida cristiana. No hay vida sin
muerte. No podemos ser hombres nuevos sin morir al hombre viejo. Por eso Jesús,
éste que ahora contemplamos herido de dolores, con sangre de inocente, nos decía:
"a vino nuevo odres nuevos". No lo entendíamos, ahora muerto en la cruz, podemos
intuir lo que nos quería decir. No hay solidaridad sin entrega, justicia sin perdón,
amor sin renuncia, vida sin muerte.

Se hace tarde, los colorados solemnes y rezagados, nos dejarán sin comida. Pero, ¿no
estamos en Viernes Santo?, ¿no es día de ayuno?, ¿no se ha sacrificado Él, porque no
me puedo sacrificar yo?

Después de los oficios religiosos, interrumpidos, a veces, por los sones de la música o
el estruendo de los tambores, se abre paso la Oración en el Huerto. La palmera nos
recuerda al Domingo de Ramos, era símbolo de jubilo, anuncio de la llegada del
Mesías; ahora, es símbolo de martirio, porque ese Mesías aclamado con alegría, lo es
desde la pasión y muerte. Todos duermen, mientras él ora. Hace oración al Padre por
nosotros.

Padre, ha llegado la hora ...


Yo te ruego por ellos. No ruego por el mundo,
si no por los que tú me has dado; porque te pertenecen...
Padre santo, guarda en tu nombre a los que me has dado... (Jn 17).

Pero ellos ajenos a todo, egoístamente duermen. Nosotros también dormimos. No


somos capaces de mantener viva nuestra fe, no somos capaces de acompañar a Cristo.
Al paso de esta imagen deberíamos decir: ¡Perdónanos Señor!, no somos capaces de
mantener despierta nuestra vida cristiana, el sueño de nuestros intereses, egoísmos y
pecados nos vence.

¿Nos vamos a quedar en el suelo, vencidos, sin levantamos?. ¿No tenernos nada que
nos despierte? Sí, como siempre a la madre. ¡No la veis salir, es María Santísima de la
Esperanza! De verde y con corona, paseada bajo palio, con elegancia y humildad; nos
dice que somos llamados a la esperanza. Que podemos esperar. Que nuestra vida no
es un sin sentido, a pesar de nuestros sueños alienantes. Ella es la madre que espera.
No sabe qué, ni cómo; pero espera porque confía en Dios. Acordaos cuando llevó a su
hijo al Templo para cumplir con la ley de la purificación. Un hombre mayor, llamado
Simeón ensalzaba al niño, hablaba glorias de Él, y a María le dijo:

y a ti misma una espada te atravesará el corazón. (Lc 2)

Y María conservaba todas estas cosas en su corazón. Por eso es la mujer de la


esperanza, que nos invita a vivir en la esperanza. María Santísima de la Esperanza, a
su paso inunda nuestra vida del olor a cera y rosas, presagio de un futuro mejor.

Una esperanza marcada por el dolor y la angustia. El Hijo muerto a los pies de la
Madre, le recoge suavemente, con amor maternal, la cabeza, lo embalsama con las
lágrimas desconsoladas. Angustia de madre que tiene en brazos a su hijo muerto.
¿Qué puede hacer?, sólo apretar contra su pecho roto por el dolor al hijo que le han
asesinado.

Muchas mujeres que habían seguido a Jesús


desde Galilea para asistirlo, contemplaban la escena desde lejos.
Entre ellas, estaban María Magdalena y María,
la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos.
(Mt 27, 55-56).

Virgen de las Angustias, al pie de la cruz, recoges al autor de la Vida entre tus brazos
y en la tarde del Viernes Santo, nos lo muestras para que nosotros también lo
recibamos en nuestros brazos y apretándolo sobre nuestro pecho lloremos sobre Él
nuestra angustia. ¿Cuántas lágrimas de todos y cada uno de nosotros no caen sobre
este Cristo yacente?: enfermedades que no se curan, muertes que no comprendemos,
hambre que no se sacia, guerras que siguen derramando la sangre de Cristo en la
cruz, familias rotas por el egoísmo, matrimonios destrozados por falta de entrega y
amor mutuo, jóvenes con droga y alcohol para que no piensen, y un largo etc. con
más estaciones que el Vía crucis de Cristo en el Calvario.

La tarde va cayendo, pero no se ha acabado. Cuando parece todo tocar a su fin, no


podemos dejar de exclamar ¡Por mí lleváis Señor ese pesado madero!.

Cristo carga con la cruz, el peso de nuestras culpas es asumido por Él. Cansado, con
cara dolorida, llagado, sin Cireneo que alivie su carga, Nuestro Padre Jesús Nazareno
nos da ejemplo de aceptación humilde y generosa de su fatal destino. Pero lo
acompaña muy de cerca María Santísima de la Redención. Parece que quiere decimos
algo. Lo que nos quiere decir, una vez más la Madre, es que esa carga dolorosa de la
cruz, sobre los hombros de su Hijo, no es un sin sentido, tiene una finalidad: la
Redención. La Salvación definitiva. Bien vale esa cruz pesada si nos trae meta tan
sublime y perfecta.

Señor, que sepamos llevar nuestras cruces,


que no reneguemos de nuestro destino,
que es duro el camino,
de espinas y tropezones,
de caídas y zancadillas,
de sangre y lágrimas,
pero se hace suave y gozoso si al final estás Tú.

Se hace el silencio, la emoción está contenida, la devoción desborda. Ya es de noche,


porque se oscureció el sol.

Desde el mediodía toda la región quedó sumida en tinieblas


hasta las tres. Hacia las tres gritó Jesús con voz potente:
Elí, Elí. ¿Lemá sabaktaní?
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mt 27).
Los listos de siempre se burlan de Él ni siquiera ante la muerte de un hombre hay
compasión para los que se han instalado en el reino de su prepotencia.

Y Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, entregó su espíritu (Mt 27)

Albox como José de Arimatea recoge el cuerpo de Jesús el Viernes Santo y lo pasea
procesionalmente mostrando lo absurdo de la muerte del justo. ¿Dónde está Dios?
¿qué sentido tiene la muerte del Hijo? ¿se ha terminado todo? ¿la última palabra la
tiene la muerte?. Muchos cristianos se han instalado en el sin sentido de la muerte y
viven en la decepción. Como los discípulos de Emaús que decepcionados por los
acontecimientos, por no haber comprendido a Cristo, o haberío comprendido mal,
como un líder libertador político; vuelven a su casa, a su vida anterior de ser
discípulos. Y Cristo Resucitado se les aparece y tiene que exclamar: ¡Qué torpes sois
para comprender, y qué cerrados estáis para creer lo que dijeron los profetas!

El final no es la muerte, no es la acción del hombre que condena y mata. El final es


Dios, su voluntad eterna de salvación, por eso Dios Resucitó a su Hijo. Por eso en la
noche Santa y Gloriosa, la noche de la Pascua, este pueblo, en este templo tiene que
hacer resonar las palabras de la Vida: ¡Aleluya!, "Éste es el día en que actuó el Señor,
sea nuestra alegría y nuestro gozo; dad gracias al Señor porque es bueno, porque es
eterna su misericordia”.

Semana Santa de Albox, iluminada con los colores de sus cofradías: negro, colorao,
blanco y morao. Colorao del rojo del martirio de Cristo; morao de su Pasión; negro de
su Muerte inocente; y blanco de su Resurrección.

Bendito sea el Señor,


a Él la gloria y el honor,
por los siglos de los siglos.
Amen.

Pregón Semana Santa 2002


Jerónimo Martínez Asensio.
- Sacerdote-

Fuente: http://angustiasalbox.blogspot.com/

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