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El miedo, motor de la historia individual y colectiva

[Angel Rodríguez Kauth]


CAPÍTULO.8 | La xenofobia, una fobia muy particular

Considerad si es un hombre
Quien trabaja en el fango
Quien no conoce la pazr
Quien lucha por la mitad de un panecillo
Quien muere por un sí o por un no.
Considerad si es una mujer
Quien no tiene cabellos ni nombre
Ni fuerzas para recordarlo
Vacía la mirada y frío y el regazo
Como una rana invernal.
[PRIMO LEVI]

Dedicar un capítulo a la xenofobia no es casual. Se trata de un síntoma de patología


social que está resurgiendo en el mundo contemporáneo, en el mundo de la
globalización que, necesariamente, viene acompañado de su par dialéctico
contradictorio: la fragmentación. Del mismo modo en que el globo terráqueo -y sus
inmediaciones- se ha "globalizado" para las transacciones financieras y comerciales,
también están en proceso de fragmentación las relaciones sociales entre los
individuos, los grupos y los colectivos. Y esto no es azaroso, obedece a una antigua
ley sociológica y psicosocial que indica que mientras más un pueblo se sumerge en
la indigencia, acosado por la desocupación laboral y sus secuelas, con mayor
intensidad procura tomar distancia de los "otros", sean éstos otros individuos o
colectivos. Se los percibe como enemigos de la "integridad nacional", cosa que ya
hemos tratado en capítulos anteriores.

Un rápido recorrido por la historia reciente, la del siglo XX, nos permite observar
que aquellos países o pueblos que han sido sometidos a humillaciones bélicas -o de
cualquier otro tipo, aunque en general están referidas a derrotas guerreras- y que
las mismas trajeron consigo fuertes depresiones económicas se encuentran prestos
a resolver el ánimo de disconformidad social con la situación que se transita merced
a soluciones violentas. Así los sucesivos fracasos bélicos de los rusos en los
primeros años vigesimonónicos, dieron lugar a la Revolución Soviética, la cual en
un principio no llegó aquejada por síntomas xenófobos, pero que, como ya lo
señaláramos, cuando comenzó a sufrir -durante el stalinismo- la falta de éxito ante
sus ciudadanos, los hizo emerger a la luz. Asimismo, La derrota militar alemana e
italiana al término de la Primera Guerra Mundial provocó un clima de alto voltaje
social y político que las llevó a condiciones de intranquilidad social que concluyeron
en el nazismo y el fascismo. Especialmente en Alemania se buscó como
responsables de sus males a individuos y grupos culturales sobre los que ya se
arrastraba una fuerte carga xenófoba con anterioridad. El enemigo real, el que los
había derrotado en los campos de batalla y humillado en la paz fue desplazado
hacia un grupo cultural más débil y fácilmente visible, cual fueron los judíos, que no
solamente eran política y militarmente inofensivos, sino que estaban al alcance de
las manos para desatar las iras populares. Recién, luego que el nazismo se asentó
políticamente, entonces se hizo presente el odio hacia los vencedores de 1918 y se
clamó venganza por el humillante Tratado de Versalles en el que firmaron las
condiciones de la paz. Es ahí cuando surge la idea del "espacio vital", la toma de
más espacios geográficos aún a costa de que quienes fuesen incorporados a la
Alemania nazi resultasen más una carga que un beneficio económico, lo cual era
sustentado por Hitler, como una forma del expansionismo territorial que pretendía
para su Gran Imperio, el cual viene estrechamente asociado a la noción de "raza".
En cambio, no ocurrió lo mismo con el fascismo italiano, allí no se buscaron chivos
expiatorios en los cuales descargar culpas inexistentes. Solamente se tomó la idea
imperial, una suerte de mito del eterno retorno al antiguo y exitoso Imperio
Romano. Si bien es verdad que hubo persecuciones de judíos, éstas no fueron la
tónica del régimen, sino que simplemente se trató de satisfacer las demandas del
aliado alemán que también funcionaba para Mussolini como un Führer. Otro tanto
sucedió con los regímenes nacionalistas despóticos de Salazar en Portugal y de
Franco en España. Vale decir, no es preciso que haya una situación de decadencia
económica para que surja la xenofobia; aunque la misma sí funciona como un
facilitador emergente de aquella.

Actualmente se puede observar un resurgir de las actitudes xenófobas en buena


parte del mundo. Inclusive, muchas de ellas van asociadas a una suerte de
revisionismo histórico que pretende hacer una reinterpretación de los hechos
sucedidos durante la última Guerra Mundial. Así, se ve aparecer a personajes
triunfantes, como Heider en Austria, que afirman que el Holocausto no existió y que
todo eso es un mito elaborado por el sionismo internacional. Palabras más, palabras
menos, algo semejante ocurre en otras latitudes. Pasemos una rápida revista a la
situación.

Alemania: Continuará fingiendo -desde las cúpulas del poder, aunque apoyada por
amplias bases sociales- su arrepentimiento por los horrendos crímenes del nazismo,
aunque poco se realizará para modificar las oprobiosas condiciones de vida de los
inmigrantes. En las elecciones para el Parlamento Europeo de 1999, la extrema
derecha se apuntó en Alemania con un 4% de electores. Frente a esto, el
Presidente de la Comunidad Judía Alemana expresó: "Es la primera vez desde el fin
de la guerra [55 años] que se obtiene un éxito electoral utilizando el prejuicio
contra los extranjeros, [blandiendo la amenaza de] los millones de extranjeros
venidos del sur, que no esperan más que una señal para invadir el país". Por su
parte, el portavoz de la extrema derecha bávara aseguraba que los procesos de
inmigración podrían desembocar en una situación "... más peligrosa que la creada
por el terrorismo de los años setenta".

Ojalá me equivoque, pero es altamente probable que dicho cuatro por ciento de
electores ya haya aumentado en un par de años a cifras más alarmantes, sobre
todo teniendo en cuenta el sentimiento xenófobo que se está incubando en los
alemanes de la zona que otrora fuera dominada por los comunistas y sobre cuyas
condiciones ya nos ocuparemos más adelante.

Argentina: El nazismo como tal no existe -en términos de organización política


presentable en público- pero las expresiones xenófobas contra los inmigrantes de
países vecinos se mantendrán en aumento. La extrema derecha no tiene órganos
políticos propios ya que no los necesita -si los tuviera quedarían en descubierto con
sus propósitos, con lo cual se ganaría la condena social- y se conforma con manejar
los hilos del poder político a través de personeros e instituciones sacrosantas como
la Iglesia Católica -mediante la presencia de miembros del Opus Dei en los
gabinetes ministeriales- y las Fuerzas Armadas (Parisí, 1997); ambas
organizaciones siempre han mantenido una cordial relación con el pensamiento
nazifascista vernáculo. De perdurar la marginación de estas dos instituciones, sobre
todo la del Ejército, cuyos oficiales se sienten perseguidos con los pedidos de
enjuiciamiento a los militares homicidas de la última dictadura, entonces el
panorama se podría complicar; aunque estas amenazas no pueden impedir el
normal desenvolvimiento de la justicia para alguna vez poder conocer la verdad de
lo que ocurrió.
Respecto a la xenofobia antisemita hay hechos que resultan contradictorios en sí
mismos. A principios del año 2000, en una cancha de fútbol en la que jugaba un
equipo -Atlanta- del cual la mayoría de sus dirigentes son judíos y que está
arraigado en un barrio de preponderancia judía de Buenos Aires -Villa Crespo-, sus
jugadores e hinchada fueron verbalmente agredidos por la parcialidad contraria con
cánticos que -musicalizados- decían algo así como: "no se escuchan, no se
escuchan, son amargos, son amargos, judíos hijos de puta". Lo interesante es que
el árbitro detuvo el partido bajo amenaza de suspensión y continuó cuando los
cánticos cesaron.

Austria: Es, sin duda alguna, el país que presenta el panorama más complejo.
Luego de obtener más de un tercio de los votos en las elecciones legislativas de
1999, el Partido Popular, dirigido por el confeso admirador de los antiguos nazis, J.
Haider, se ha convertido en el mayor incordio que le ha aparecido a la Unión
Europea desde su creación, gracias a su permanente desprecio por todo lo
extranjero, incluyendo a los países que lo rodean. Luego de las elecciones la
socialdemocracia, que gobernó por 30 años, debió alejarse de la conducción para
que fuera asumida por una coalición -perdedora en los comicios- integrada por el
Partido Liberal y el Popular. Esto ha significado la llegada de la extrema derecha a
la conducción de Austria, lo cual generó una serie de reacciones encadenadas en la
comunidad europea, como así también a lo largo y ancho del planeta. El avance
desmesurado del Partido Popular, liderado por Haider, se debió -básicamente- a un
discurso en que se exacerba la xenofobia latente y su defensa del pasado nazi de
los austríacos. Hay periodistas que lo definen como un "neonazi", cuando en
realidad, los valores que afirma e intenta recuperar son los mismos que los del
antiguo nazismo, es decir, se trata de un nazi contemporáneo.

La asunción al poder de la coalición de derechas ha provocado una notable


polarización de la opinión pública austríaca, al punto que el mismo día en que
asumieron el gobierno, los funcionarios electos debieron esconderse de
muchedumbres que los esperaban para abuchearlos. El colmo de esta parodia fue
que el Presidente austríaco tenía tan poca voluntad para tomarles el juramento de
práctica que hasta les hizo firmar una carta pública -bajo el nombre de
"Responsabilidad para Austria. Futuro en el corazón de Europa"- en la cual los
nuevos gobernantes se comprometen a rechazar toda forma de discriminación e
intolerancia racial y social, a la vez que reconocen la responsabilidad austríaca en el
pasado nazi. Esto ya se puede anticipar como una traición más en la larga historia
de traiciones del nazismo.

Bélgica: El Bloque Flamenco, partido independentista de Flandes, obtuvo el 12% de


los sufragios con la consigna "Primero nuestro pueblo", durante las elecciones
legislativas celebradas en junio de 1999. Según los dirigentes del Bloque Flamenco,
los inmigrantes son los únicos culpables y responsables de la desocupación, la
inseguridad citadina y el creciente consumo de drogas en el lugar. Curiosamente,
donde tienen su más sólido bastión electoral es donde los índices de desocupación
son los más bajos del país. Esto sirve de ejemplo elocuente de cuáles pueden ser
los resultados de anticipar los temores a lo que pueda ocurrir en el futuro cercano.
No se puede dejar de recordar que los flamencos colaboraron de manera activa con
la ocupación nazi durante la Guerra, lo cual agudiza su enfrentamiento con los
valones.

Brasil: Una situación contemporánea y un panorama político menos complicado que


el argentino, aunque en lo social la población se organiza a través de movimientos
sociales -v. g., los "sim terra"- que nuclean la exigencia por la satisfacción de sus
demandas sociales y económicas. En el Brasil existe una larga historia de
coexistencia pacífica entre blancos poderosos y negros dominados, por lo que la
xenofobia no está representada nada más que en algunos grupúsculos políticos de
los territorios más ricos, ubicados en el sur y que actúan su xenofobia no en contra
de los extranjeros, sino en contra de los brasileros pobres del desértico norte, a
quienes ellos deben sostener con el pago de sus impuestos. Llegaron a emprender
una cosa tan loca como la de la Liga del Norte italiana, es decir, producir una
escisión del Estado brasileño y quedarse ellos con el trozo de mayores riquezas. Tal
delirio se dio de bruces en un plebiscito -en la década del '90- y la propuesta fue
derrotada por amplia mayoría entre los gauchos del sur.

Chile: La situación es la más complicada de la región por la insolente presencia que


ejercen las Fuerzas Armadas sobre la población civil y el gobierno de ficción que
fuera elegido por el pueblo. Sin embargo, la presencia del ex dictador y genocida
Pinochet, quien fuera devuelto por el gobierno socialista británico, para cumplir con
un pacto económico y político con los gobiernos de España, con la ex Primer
Ministro M. Thatcher (1993) -que intercedía en favor del asesino preso en Londres
argumentando acerca de los "patrióticos" servicios prestados por Pinochet durante
la Guerra de Malvinas- y con los compradores de armas chilenos; sirvió para que se
recuperara la figura política de los personeros de la ultraderecha. Por otra parte, el
desafuero que sufriera en Mayo del 2000 en su condición de Senador Vitalicio de la
Nación, podría alentar a los militares y civiles amigos del genocida a emprender
nuevas aventuras nacionalistas.

Asimismo, no debe olvidarse que tradicionalmente buena parte del pueblo chileno
ha sentido una profunda animadversión para con sus vecinos de Argentina y Perú.
Con respecto a los argentinos, sienten que éstos los quieren "correr más aún contra
el mar", para que se caigan al Océano Pacífico; lo cual los ha llevado a dislates de
tal naturaleza como intentar una guerra de conquista territorial en la década de los
setenta contra los vecinos orientales. Es decir, el panorama es complicado por la
situación de permanente persecución a que se sienten psicopolíticamente sometidos
y asediados por los países aledaños, lo que hace aumentar la xenofobia y el
patrioterismo. Con respecto al Perú, en la actualidad viven en Chile unos 60 mil
peruanos, que pasan las de Caín allí, ya que son perseguidos como los culpables del
8% de desocupación que sufren gracias a los planes económicos que en su
momento impusiera la dictadura y que no han sido modificados.

Dinamarca: Hasta 1998 la expresión política de la ultraderecha estaba sumergida


en la oscuridad ante la repulsa popular de que eran objeto y fueron ignoradas por
el electorado. Pero a partir de las elecciones realizadas ese año, el Partido del
Pueblo, representante de la ideología xenófoba, festejó por primera vez la salida de
la marginalidad y el aislamiento político al obtener -sorpresivamente- el 10% de los
sufragios, lo que llevó su representación parlamentaria a trece escaños.

España: Los nostálgicos del franquismo han hecho un corrimiento político que
aparenta ir hacia el centro, cuando se han encargado de copar los lugares
estratégicos del Partido Popular que gobierna por segunda vez consecutiva -desde
1996- en el país. Esto no significa que doce millones de españoles -que han sido
sus votantes en el 2000- pertenezcan a esa peculiar forma de expresarse el
nacionalismo, cual fuera la Falange pergeñada por el dictador F. Franco. Esto
solamente significa que una buena parte del electorado español adhiere a las
consignas de apariencia democrática, pero que detrás de ello se esconden
elementos xenófobos, como el ya comentado en el capítulo anterior de El Ejido. En
el territorio peninsular se vive un clima de relativo terror frente a las maniobras
claramente nacionalistas de la organización vasca ETA, la cual no sólo pretende la
independencia de España, sino que proyectan el alejamiento de sus tierras de todos
aquellos que no compartan el ideario vascuence. Dicen ser de izquierdas, pero sus
metodologías y estrategias han sido tomadas de la extrema derecha. Otro caso de
nacionalismos regionalistas son los de los catalanes y gallegos, pero ambos lo
plantean en el fondo más como una cuestión folklórica que esconde intereses
económicos en su base. Cosa que los convierte en probables peligros ante el resto
de las comunidades que habitan sus territorios. Por ejemplo, el notable crecimiento
económico de Cataluña se ha debido -en buena parte- a la incorporación de mano
de obra barata del sur subdesarrollado español y de inmigrantes magrebíes. Así fue
que en un poblado cercano a Barcelona, durante 1999 se produjeron episodios
semejantes a los que ocurriría un año después en El Ejido, con persecución y
ataques contra gitanos, árabes y africanos. Inclusive se llegó a exigir la expulsión
de magrebíes. Estos -por ahora- pequeños grupos de nazis se identifican a través
de la organización Alianza por la Unidad Nacional. En el año 2002 el gobierno de L.
Aznar propuso solicitar visa de entrada al país para los residentes de países
sudamericanos, amenaza que debió retirar ante la enconada queja proveniente no
sólo de los "sudacas", sino también de los inmigrantes españoles que habitan la
región desde hace años y que no necesitaron para ser bien acogidos en la misma ni
siquiera de un certificado de buena conducta. Sin embargo, tal retirada estratégica
no sería de extrañar que se imponga en un futuro próximo, cuando se convierta en
una resolución tomada por la Comunidad Europea.

Francia: El Frente Nacional, organización política que hizo crecer J. M. Le Pen se


escindió en dos partes, perdiendo atracción política en el electorado, el cual se pasó
al nacionalista RPF. El grupo tradicional de Le Pen obtuvo, en las últimas elecciones
para el Parlamento europeo, el 5,7% de los votos, mientras que el sector escindido
logró el 3,2%, lo que sumados significan un retroceso de seis puntos con respecto a
la anterior elección legislativa. No debe dejarse de tener en cuenta que tales
pérdidas electorales de la extrema derecha pueden ser consecuencia de que los
gobernantes posteriores a Miterrand hicieron suyas y pusieron en vigencia varias de
las banderas de J. M. Le Pen. De cualquier forma, si bien es cierto dicha pérdida fue
un síntoma alentador, no es prudente descuidarse ante el posible recrudecimiento
de actitudes y conductas xenófobas. Vale anotar que en las elecciones
presidenciales de 2002 Le Pen obtuvo más de 5 millones de votos, lo que le
permitió participar en la segunda vuelta electoral, ya que ganó el segundo puesto
-derrotando a la socialdemocracia- en la que alcanzó alrededor del 18% de los
votos. Entiendo que este sorpresivo resultado para todos los analistas puede haber
sido producido por los acontecimientos bélicos que se vivían en Palestina y que
buena parte de sus votos deben haber venido de los electores musulmanes que
vieron en su figura a la de un destructor de judíos (Rodriguez Kauth, 2002).

Italia: Panorama complicado. De la mano de G. C. Fini, la Alianza Nacional pretende


desmarcarse del pasado fascista del Movimiento Social Italiano que durante mucho
tiempo fue conducido por G. Almirante y que hoy lidera la nieta de Mussolini,
actualmente legisladora. Intentaron desplazar al partido de Berlusconi (Rodriguez
Kauth, 2000), Forza Italia, que en las elecciones legislativas del 2000, obtuvo un
triunfo rotundo en muchas más de las regiones esperadas. Esto lo logró el ex
Primer Ministro gracias a la derrota electoral de la Alianza Nacional en 1996 y con el
apoyo de la secesionista Liga del Norte, los "populistas alpinos", que ven con malos
ojos la integración italiana, ya que ellos, que habitan en la zona más industrializada
y rica, deben mantener con sus gabelas a los "pobres" del sur de la Península. Con
su estrategia electoral se alcanzó el objetivo de hacer caer al gobierno
socialdemócrata del ex comunista aggiornado M. D'Alemma. En Italia, incluso en la
región central, se observa un fuerte rechazo de la población por los inmigrantes de
origen albanés y por los norafricanos, a los que se percibe como los culpables del
clima de inseguridad urbana.

Japón: Ante la grave crisis económica que viene atravesando, ha habido un resurgir
del revisionismo histórico. Existen intelectuales que hacen una relectura de la
historia y afirman no tener que avergonzarse de su pasado. Aseguran que son
perras mentiras que hayan sometido a la prostitución a mujeres coreanas durante
la Segunda Guerra, ya que ellas lo hicieron "voluntariamente". Lo mismo ocurre con
la invasión a China continental a la que dicen que la ayudaban a solucionar sus
problemas. Lo grave de esto es que logran apoyos gubernamentales para
reemplazar los textos de historia, vigentes en las escuelas, por los que ellos están
construyendo.

México: Una situación por demás paradójica. Por un lado los mexicanos se llenan la
boca expresando su odio -¿envidia?- hacia los gringos (norteamericanos), pero lo
que la mayoría de ellos busca es poder cruzar el Río Grande para ingresar al tan
simultáneamente odiado y amado territorio de los EE. UU. A su vez, internamente,
mantienen una relación de ambivalencia para con los pueblos indígenas mexicanos,
ya que si bien se enorgullecen de sus culturas azteca y maya -entre otras-
homenjeándolas en un fastuoso Museo Antropológico Nacional, han tenido que
soportar la sublevación del Subcomandante Marcos para rescatar derechos
inalienables de aquellos pueblos nativos que hace años reclaman por ellos.

Noruega: El Partido del Progreso, una organización populista, se convirtió en 1997


en la segunda fuerza electoral, con el 15% de los votos y atrás del Partido
Socialdemócrata. Es notable el crecimiento de legisladores tenido: de 10 en 1995 a
25 en 1997. Su preocupación política es lograr la abolición de un artículo del Código
Penal que prohibe cualquier forma de discriminación racial. Inclusive, desde esa
organización han logrado incorporar un miembro al comité de cinco que anualmente
elige al Premio Nobel de la Paz.

Polonia: Resurge el sentimiento antisemita, muy probablemente como consecuencia


de tener en la Santa Sede un Papa polaco, aunque esto sea contradictorio con los
últimos dichos del Vaticano.

Suecia: La extrema derecha no tiene representación parlamentaria, pero los


pequeños grupos que adhieren a ella se hacen oír de manera violenta con
atentados incendiarios y con bombas contra los edificios simbólicos de la prensa y
del poder político y judicial. En 1999 han cometido el doble de crímenes raciales y
xenófobos que en 1998, alcanzando la nada despreciable cantidad de 1800. Debe
recordarse que Suecia es uno de los países que con mayor buena voluntad ha
recibido a millares de refugiados políticos latinoamericanos que buscaron exilio en
su territorio, cuando estos eran perseguidos por las dictaduras imperantes en el
Cono Sur.

Suiza: Parece seguir los pasos de Austria. En octubre de 1999 el partido que
representa la ideología de la derecha helvética obtuvo el 23% de los votos. En el
discurso de sus líderes mesiánicos se mezclan las clásicas diatribas xenófobas de la
derecha racista juntamente con las campañas emprendidas contra la presencia de
inmigrantes en el territorio y las por demás clásicas demandas en favor de la
seguridad ciudadana.

Hecho este suscinto racconto, entremos de lleno a la xenofobia. Esta no es otra


cosa que una fobia más y, éstas, han sido definidas -tanto desde la psicología como
desde la psiquiatría- como una suerte de temor respecto de "algo", la cual se
acompaña de una fuerte condición de irracionalidad (19) y que a la vez son
temporalmente persistentes y recurrentes; estos temores se encuentran inspirados
por la presencia de un objeto, o de un espacio físico predeterminado, o -dicho con
un mayor nivel de generalidad- por algunas características especiales que son
típicas de aquellos objetos o lugares en cuestión, que provocan las reacciones
fóbicas de los pacientes.

El vocablo fobia, que se puede usar tanto en su condición de sustantivo como en la


de un sufijo, el mismo lleva consigo una idea -quizás sea mejor, a los fines de su
interpretación, llamarlo sentimiento o cualidad emocional- de aversión, espanto,
rechazo o repulsa por aquello de lo cual el individuo que la padece cree que es
peligroso, o que puede llegar a significar un peligro para el que la padece. En
medicina y psiquiatría se asocia el término fobia, tanto al nombre del objeto
temido, como asimismo se lo hace respecto a un sinónimo generalmente derivado
del griego antiguo; así, por ejemplo, el temor -la fobia- a salir por las calles se
denomina también agorafobia (20). Las fobias no son una sintomatología novedosa
en la expresión de las patologías individuales, a las mismas se las reconoce desde
la antigüedad clásica a punto tal que en la propia mitología griega existía la
divinización de Fobos (21), al cual los guerreros helénicos honraban con su pleitesía
antes de la instancia misma de entrar en combate con sus enemigos; esta era una
práctica ritual que les servía, les era de utilidad, como una forma de evitar la
temible cobardía -que parece haber estado siempre presente en los soldados- de
huir llegada la hora del enfrentamiento con los adversario en el campo de batalla.

En puridad del lenguaje psicológico, la xenofobia -que aquí nos ocupa y preocupa-
no ha sido reconocida de manera específica, como tal, por los tratadistas de los
temas psiquiátricos, esto es, desde las vertientes ofrecidas por el psicoanálisis
(Laplanche y Pontalis, 1968; Kaufmann, 1993; Roudinesco y Plon, 1997), quienes
no la reconocen con ese nombre ni algo parecido. Inclusive, el propio Freud en
ninguno de su vastísimo repertorio bibliográfico hace referencia alguna al vocablo
que aquí nos convoca (22). Tampoco J. Lacan -discípulo, en tiempos posteriores, de
Freud y que dio origen a la llamada Escuela Francesa- hace cita alguna al respecto,
según el recorrido de búsqueda de términos que hiciéramos en la versión
cibernética de sus Seminarios. Curiosamente, los psicólogos y psiquiatras que
trabajan en la línea cognitivo-comportamental tampoco reconocen a la xenofobia en
ninguna parte de ése largo y extenuante catálogo de enfermedades que es el DSM-
IV, ni siquiera en el capítulo referido a las fobias "sociales".

Sin embargo, Freud sin nombrar explícitamente a la xenofobia reconoce la


existencia de una sentimiento antisemita (Freud, 1938), cuando ya anciano y
aludiendo a una presunta falta de memoria, según él mismo lo señala en el
penúltimo párrafo del escrito y lo corrobora su comentarista J. Strachey, pone en
boca de un no judío su pensamiento respecto al antisemitismo de la época. En dos
breves páginas, Freud se ocupa en destacar que las protestas contra tales episodios
brutales que estaban ocurriendo en el Continente -y también crecían en Inglaterra
donde había viajado a instalarse en búsqueda de refugio- provenían tanto de
sectores laicos como eclesiásticos, para lo cual hace notar que "... y aun su
Santidad elevó su voz". Merced a un giro verbal del locutor, hace la alabanza de las
personas judías y, asimismo, de la religión cristiana, quizás esto último un tanto
irónicamente. Pero donde se equivoca Freud de manera flagrante -tal como lo
hiciera en 1914 cuando intentó dar una explicación plausible de la Primera Guerra
Mundial (23), es cuando intenta exculpar al Papa de entonces, Pío XII. Es harta
conocida por los historiadores la posición favorable al fascismo y al nazismo del
Papa que fuera ordenado como tal cuando todavía era Monseñor Pacelli, el mismo
que firmó y acordó las bases negociadoras que condujeron al Concordato entre el
Vaticano y el Tercer Reich, en 1933, en una suerte de quid pro quo, por el cual no
me molestas y yo no te molesto. Al respecto y como muestra transcribiré el
borrador de una carta que el Papa -a cuatro días de haber sido proclamado y sin
haber aún asumido los atributos pontificios- pretendía enviarle a Hitler, cosa que
finalmente ocurrió luego de una larga discusión con cuatro obispos de habla
germana, en la que decía lo siguiente: "Al ilustre Herr Adolf Hitler, Führer y
Canciller del Reich alemán: al comienzo de Nuestro Pontificado deseamos
asegurarle que seguimos comprometidos con el bienestar espiritual del pueblo
alemán confiado a su liderazgo. [...] Durante los muchos años que vivimos en
Alemania, hicimos cuanto estaba en Nuestra mano por establecer relaciones
armoniosas entre la Iglesia y el Estado. Ahora que las responsabilidades de Nuestra
función pastoral han aumentado Nuestras oportunidades rezamos mucho más
ardientemente por el logro de ese objetivo. ¡Que la prosperidad del pueblo alemán
y sus progresos en todos los terrenos llegue, con la ayuda de Dios, a colmarse!" (24).
Obsérvense los términos laudatorios utilizados por el nuevo Papa, que la diplomacia
no exige cuando no se tiene intención de mantener cordiales relaciones con quien
reciba las misivas. Esto Freud no lo podía ignorar, como tampoco las salutaciones
que en todos sus cumpleaños -el 20 de abril- recibía el Papa del dictador y que
tomaban estado público a través de la prensa.

Pío XII fue el mismo Papa (Cornwell, 1999) que posteriormente facilitó las vías de
escape diplomático de criminales de guerra y genocidas nazis alemanes hacia
países occidentales -con la colaboración, en muchos casos, de los servicios de
inteligencia (25) británicos, franceses y norteamericanos; el mismo que generó el
camino de huida de los nazis croatas -los oustachis- en dirección a la América del
Sur, donde fueron recibidos con los brazos abiertos -más de veinte mil de ellos-
principalmente por el gobierno de Perón (Goñi, 1998). Tampoco se podía olvidar
-para nadie que estuviera medianamente informado- que, previamente, en 1933, el
doctor Müller, fue nombrado por Hitler como obispo luterano del Reich, y jefe del
movimiento confesional prusiano. Es decir, también la iglesia luterana había sido
metida en la misma bolsa corrupta por las estrategias políticas del nazismo, cosa
que Freud no podía ignorar y que provocó que también desde el lado de la Iglesia
no católica, pero sí cristiana, de Alemania, sus prelados y principales dirigentes
laicos hubiesen claudicado ante las demandas del dictador.

Retomando el vocablo que aquí nos interesa, no puedo dejar de destacar, como una
curiosidad interesante de ser marcada, que la palabra en cuestión suele figurar en
los diccionarios y tratados de ciencias sociales, como así también en los jurídicos,
como por ejemplo en S. Giner (1998) y M. Ossorio (1992); este último la define
como "Odio, repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros. Tal aversión es muy
propia de aquellos países que hacen alarde de un nacionalismo extremado, aún
cuando, en el fondo, no represente otra cosa que un sentimiento de inferioridad".
Como se puede observar de esta sintética definición, un jurista se atreve a hacer
una interpretación psicológica del fenómeno de la xenofobia -con remembranzas
adlerianas-, el cual pareciera no estar muy alejado -posiblemente- de la realidad.

Se podría argumentar que la falta de reconocimiento de esta nosología obedece a la


falta de demanda por parte de los pacientes (26) para curarse de tal enfermedad. Lo
cual no podría aparecer como disparatado si no fuera que nadie concurre a un
sociólogo o a un abogado para que le solucione sus problemas de xenofobia que lo
aquejan y, sin embargo, estos la reconocen como una grave patología social o
comunitaria.

Sin embargo, el vocablo que ahora ocupa nuestra atención comparte -en su
condición de prefijo- con las fobias que han sido tradicionalmente descriptas, la
característica común de funcionar como repulsiones, rechazos e inhibiciones ante
los objetos que la producen. Este es el caso del mecanismo utilizado por la
xenofobia, por el cual los sujetos pacientes de tal situación patológica procuran
rehuir la ansiedad que les produce la proximidad o cercanía -generalmente en la
realidad, aunque a veces puede ser fantaseada- con respecto al objeto-sujeto que
funciona, simultáneamente, como odiado y temido, de rechazo, de fuga (Bion,
1963) o de huida y que aparece en el caso particular de la xenofobia -que
normalmente no tiene presencia en las otras manifestaciones fóbicas- como el de
una lucha encarnizada por destruir al mismo (Rodriguez Kauth, 2002b).

La instalación de la lucha -como expresión de ataque- en dirección a la destrucción


del objeto provocador de la fobia es una característica particular de la xenofobia,
aunque no necesariamente en todas las conductas de los xenófobos es posible
encontrar el sentido de la lucha, ésta sería solamente la manifestación externa
violenta con que se expresan algunos grupos xenófobos (27). Debe considerarse que
también la reacción xenófoba puede ser de escape en lugar de lucha, como sucede
cuando una persona, o grupo de personas, venden sus propiedades habitacionales
porque el barrio en cuestión se está poblando de habitantes judíos, o de negros;
este fenómeno se ha podido observar -sobre todo- en los Estados Unidos, donde el
habitante prefiere hacer una mala venta -en términos económicos (Rodriguez
Kauth, 2002c)- y no continuar viviendo en cercanías de personas que a él le
resultan desagradables.

También es conveniente recordar que cuando -en párrafos anteriores- evocamos al


dios griego Fobos como uno de los orígenes etimológicos de las fobias, era para
señalar que éste convocaba a los combatientes prestos a entrar en batalla para
evitar la vergüenza y el deshonor de la huida ante el adversario en la lucha, con lo
cual la xenofobia entraría dentro del capítulo de las fobias.

Me voy a permitir solicitar disculpas al lector por atreverme a poner un poco de


tono irónico -casi de tenor sarcástico- en el desarrollo de este tema tan espinoso y
que sin dudas puede herir la sensibilidad de más de uno por sus propias
experiencias o la de familiares y/o amigos, ya que, como bien se sabe, toda ironía
tiene en la base una buena cuota de humor y, que en este caso particular de la
xenofobia, entiendo que el mismo está muy cercano a estar teñido de una cierta
tonalidad negra (28). Se trata de que, si bien es cierto, como ya lo señalara en
párrafos anteriores, la xenofobia no es una entidad nosológica reconocida -ni por la
psiquiatría ni la psicología- como un síndrome psicopatológico especial que
mereciera tratamiento intelectual por parte de los psicólogos clínicos. Sin embargo,
también es cierto que en la literatura especializada sobre las fobias ocupa un lugar
destacado y merece una especial y particular atención el fenómeno de las
"zoofobias". Por consiguiente entiendo que, o bien los tratadistas mencionados
obviaron hacer mención de la xenofobia porque -discretamente- la incluyeron en
esta segunda consideración, o bien es posible interpretar a la xenofobia a la luz de
los hallazgos científicos hechos sobre la zoofobia; ya que, en definitiva, las dos
patologías hacen referencia a temores eminentemente irracionales acerca de seres
que la biología se ha encargado de incluir dentro del ámbito del reino animal, es
decir, los humanos pueden ser tratados como los animales. Cosa que también es un
disparate, ya que nada justifica el maltrato para con los animales, aunque
pertenezcan a nuestro mismo "reino". Como aval de lo que sostengo acerca de la
relación casi sinonímica de hombre = animal, se puede recordar una antigua
película de la propaganda del nazismo y que encargara su filmación el Ministro de
Propaganda del Tercer Reich, el recordado P. J, Goebbels, en la cual se veían
escenas de personas -todas ellas caracterizadas con el estigma que les dibujaban
los nazis a los judíos como prototipos fisiognómicos de ellos- e, inmediatamente,
aparecen escenas de miles de ratas -o de ratones- corriendo y escapando por
sumideros cloacales. Estas escenas fílmicas de propaganda antijudía pueden ser
leídas como una especial forma de desplazamiento del asco que normalmente a
todos nos provocan aquellos roedores, disparado en dirección hacia los judíos que
-para el caso de la percepción de los nazis- eran un sinónimo de individuos
semejantes a ratas (29).

De tal modo -y aunque parezca paradójico- el nazismo ha dejado un valioso aporte


a la cultura universal acerca de cómo la misma puede ser prostituida y degradada,
a la par que al conocimiento psicológico en particular le dejó una valiosa enseñanza
-ya no metafórica- cual es el hecho de que cualquier desviación, perversión o
deformación psicológica que ocurra en un individuo, puede ser -en términos
probabilísticos- posible de suceder en otro o en otros seres humanos, hasta
alcanzar niveles de complejidad tal como son las naciones y los Estados cuando en
ellos se ha instalado el autoritarismo merced a la pérdida de los valores críticos de
la racionalidad.

Asimismo, no estaría de más tener en cuenta que para los xenófobos -que existir
no quepan dudas de que existen, pese a que sean ignorados por los grandes
tratadistas-, los extranjeros, las personas extrañas al endogrupo, son situados en
una posición social relativa de inferioridad a la de los propios animales de zoológico.
Y esto que vengo de sostener no es solamente un tropos irónico -leído desde la
lingüística-, debe recordarse que las zoofobias infantiles, están caracterizadas por
tener bastantes semejanzas con los temores irracionales que presentan los
miembros de algunas tribus primitivas estudiados por los antropólogos en el
Pacífico Sur. Dichas tribus se distinguen por una relativa -y a veces muy marcada-
confusión entre la figura con que representan a los hombres y a la representación
de los animales. Esto es plausible de ser observado en las representaciones de las
imágenes de lo que se conoce como arte rupestre, como así también en las
prácticas de los cultos totémicos que, muchas de aquellas tribus, aún realizan en
sus celebraciones. Es decir, el uso de la ironía no fue mera casualidad, quienes se
movilizan en función de reacciones xenófobas, es decir, con reacciones violentas y
de desprecio por los extraños, bien pueden ser considerados como individuos
salvajes y primitivos.

Retomando el tema de las fobias, se debe anticipar que intentar calificar un estado
de ánimo como de "racional" o "irracional" no es otra cosa que apelar al sentido
común, al de la vulgaridad, para explicarlo. Si algo o alguien provoca miedo, temor,
angustia o ansiedad a un protagonista es preciso bucear en las profundidades de
por qué razón -o razones- esta situación en particular produce tal sintomatología
atípica en el resto de sus congéneres. Asimismo, el objeto -sujeto para el caso de la
xenofobia- que suscita tales reacciones debe ser algo lo suficientemente cercano al
xenófobo como para tener la oportunidad de conocerlo "en vivo y en directo", a la
vez que debe guardar una distancia lo suficientemente amplia y óptima como para
no hacer imposible la vida de quien padece tal trastorno. Al respecto, solamente la
agorafobia y la claustrofobia son patologías que impiden llevar adelante una vida
relativamente normal, mientras que la zoofobia -pese a los casos relatados por
Freud, como el del pequeño Juan y los que analizaron sus continuadores- sólo
impiden algunos desplazamientos físicos ya que, en realidad, son síntomas de algo
más peligroso que el individuo está sufriendo.

En realidad, es coherente y consistente que la psiquiatría no considere a la


xenofobia como una enfermedad, ya que tradicionalmente se describe al fóbico
como a un sujeto que no carece de las facultades cognoscentes de discernimiento,
a la vez que puede reconocer intelectualmente -por lo general- que aquel objeto
que le infunde temores -a veces hasta puede llegar a situaciones de pánico- no
debiera causarle daño alguno y, en consecuencia, no tiene por qué provocarle una
ansiedad de tal intensidad como la que él padece. Sin embargo, el xenófobo ni se
avergüenza -ante sí mismo ni ante los demás- por la irracionalidad de sus temores,
ni siquiera se toma el trabajo de consideralos irracionales -a la par que jamás
acepataría tal proposición-, ya que -efectivamente- él ha tenido la oportunidad de
aprender -desde las mismas entrañas de la doctrina racista (30), ya que para aquella
ideología los extraños, los extranjeros, son personas "realmente" peligrosas para la
continuidad de la vida del xenófobo.

Y no fue un hecho casual que durante la vigencia del nazismo de Estado se


insistiera recurrentemente en la educación ideológica partidaria en general y con
particular énfasis en la formación antijudía, tanto de los jóvenes como de los niños
alemanes. Ocurre que es durante la primera infancia cuando la función de la
racionalidad cumple un papel limitado y, los temores que surgen en ese estadio de
la vida, por lo general, no son racionales para la lógica popular del sentido común.
Los niños -y también los jóvenes- suelen ser criaturas muy inseguras que reclaman
constantemente la protección de los adultos y, para eso, para protegerlos, estaba
Adolfo Hitler, quien aparecía como la figura paternal por excelencia que se hacía
cargo del cuidado de estos infantes ante el peligro que representaban los judíos
para la pureza aria, ya que en toda la maldad con que se los representaba tanto en
las imágenes gráficas como en las arengas orales, en cualquier momento y lugar
algún judío se los podían llegar a comer crudos. Pero eso lo evitaría el cuidador,
guardián y salvador de la nueva nación alemana.

Otra razón que justifica la tradicional no inclusión de la xenofobia en el vasto


capítulo de las fobias es posible encontrarla en la propia etimología del vocablo
fobia, el cual en idioma griego antiguo -homérico- significaba algo así como "tengo
miedo", o "me dispongo a huir"; cosa esta última que no ocurre con los xenófobos,
que están inmersos en un miedo irracional -aunque no lo reconozcan
explícitamente- pero que el mismo no dispone hacia la huida, en dirección a la
fuga, sino que prepara -predispone- al organismo para la lucha contra el supuesto
enemigo, sea éste potencial o real. Es decir, la fobia -en sus expresiones típicas- es
sinónimo de huida, de evitación, de alejamiento, mientras que en la xenofobia
como testimonio reactivo se convierte en sinónimo de acercamiento hacia el objeto
temido, aunque con el objetivo final de destruir al objeto pretendidamente dañino.
Mientras que en la claustrofobia -por tomar una manifestación fóbica al azar,
aunque la analogía bien puede valer para cualquier otra fobia, incluyendo a las
zoofobias- el paciente nunca ha de intentar la destrucción del espacio exterior que
lo aterroriza; en la manifestación activa, violenta de la xenofobia, el xenófobo
avanza y ataca hasta la destrucción a todo aquello que considera el objeto (sujeto)
de sus angustias y malestares, como así también el responsable del malestar de
aquellos que son sus "iguales". Sí, en cambio debe tenerse en cuenta que la
descripción de la xenofobia, como acontece con el resto de las patologías
encapsuladas como fobias, no son propiedad exclusiva de los sujetos con caracteres
de tipo obsesivos, sino que también se pueden presentar en personas con las más
diversas conformaciones particulares de su estructura de personalidad.

Todo esto -y algo más- es útil para explicar -en parte, no de una manera
totalizadora- las causas de la extensión y expansión que ha tenido el fenómeno de
la xenofobia y de los episodios xenófobos, no solamente durante la época de la
Alemania hitleriana de los nazis (Goldhagen, 1997), sino que lo ha venido haciendo
en prácticamente todo el mundo; aunque esto haya sucedido con manifestaciones
menos extremosas en magnitud de la cantidad de muertos, secuestrados y
torturados o, simplemente, haya aparecido como síntomas exquisitos de algunos
personajes delirantes que galopan enancados sobre sus delirios megalómanos -al
igual que una figura quijotesca- pero a quienes no los siguen, políticamente
hablando, ni los miembros de su propia familia.

Antes de finalizar este capítulo, cabe responder a un pregunta que se ya a estas


alturas se habrá hecho el lector. ¿Por qué razón hablar de miedo y xenofobia en el
título?. ¿Acaso no es que los xenófobos no temen -y no por haber invocado la
protección de Fobos- ya que se sienten superiores a los despreciables sujetos sobre
los que descargan su ira?. No, no es verdad, los xenófobos no son heroicos, temen
y temen mucho. No solamente están invadidos de miedos inconscientes, a los que
desplazan y niegan reiteradamente hasta llegar a la psicótica renegación, sino que
también tienen temores del enemigo. Los ataques racistas contra las minorías
despreciables no se realizan como actos individuales, siempre son hechos colectivos
en los que un grupo, una patota de "valientes", facilita la actuación individual en
tanto y cuanto le ofrece a cada uno de sus miembros la complicidad del anonimato
-lo que se denomina delito en banda o de muchedumbre- a la par que carga de
valor a cada uno de los actores; se trata de una suerte de "contagio" grupal que
libera los temores internos para envalentonarse contra el débil enemigo que, casi
nunca, está avisado de que va a ser objeto de un ataque artero. A esto debe
sumarse que los ataques contra minorías étnicas o culturales normalmente se
efectúan en horas de la noche, al amparo de la siniestra oscuridad que se convierte
en un cómplice pasivo e involuntario de la acción salvaje.

De cualquier forma y pese a que los grandes tratadistas no se hayan ocupado de la


xenofobia como una expresión particular de las fobias, en este texto continuaremos
ocupándonos de ella, no por mero capricho intelectual, sino que es el resultado de
que tanto el vocablo como aquello a lo que alude el mismo, están plenamente
incorporados al lenguaje de nuestra cotidianeidad en la sociedad contemporánea.

NOTAS

(19)
Como puede ser de irracional abrir un juicio previo respecto a una cosa o
persona sin conocerla previamente.

(20)
Del griego ágora, que significa lugar público, o la "plaza del mercado".

(21)
La moderna astronomía ha designado con el nombre de esta divinidad griega a
uno de los dos satélites del planeta Marte, aunque debido a su pequeño tamaño se
lo está considerando un asteroide capturado por la fuerza centrípeta de Marte.

(22)
Búsqueda que realizáramos en las Obras Completas de Freud en versión
multimedia según la traducción de López Ballesteros y de acuerdo a la traducción
de Strachey en Editorial Amorrortu.

(23)
Aunque sólo logró -en aquella oportunidad- deshacerse en alabanzas a los
jóvenes alemanes que iban a perder su vida en el frente de batalla.

(24)
Tomado del investigador católico, J. Cornwell (1999).

(25)
¿Que extraño eufemismo para referirse a los espías?.

(26)
Término que representa un "cultismo" y que, en un juego polisémico, intenta
"ocultar" la verdadera posición de "cliente" que ocupa quién acude a la consulta
médica o psicológica (Rodriguez Kauth y Falcón, 1997b).

(27)
Obsérvese que hablamos de "grupos" y no de individuos; esto no es casual, el
xenófobo nunca actúa en solitario, siempre lo hace al amparo de otros como él, en
patota.

(28)
El tema que estamos tratando es lo suficientemente serio y doloroso como para
permitirme este dislate; aunque, empero, entiendo que una pequeña cuota de
humor, más aún, cuando tiene que ver con una interpretación de la realidad, no
puede ser ofensiva para nadie y sí en cambio esclarecedora.

(29)
Tal efecto de presentar la imagen de los "enemigos" como seres abyectos,
tampoco fue original del nazismo, ya se la había utilizado con anterioridad, como
por ejemplo durante la época de la conquista de América en que Colón presentó a
los indígenas de las islas -ante la Corte española- como salvajes, que no sabían
hablar y hasta caníbales. Otro tanto ocurrió en las explotaciones de recursos
naturales, dónde para lograr no ser considerados como criminales, los nativos del
lugar eran representados con imágenes que incluían rasgos animales.
(30)
Obsérvese que para el resto de lo que se califica como fobia, no existen
enseñanzas previas que las justifiquen.

>>> BIBLIOGRAFÍA
NOMADAS | REVISTA CRITICA DE CIENCIAS SOCIALES Y JURIDICAS | ISSN 1578-6730 | MONOGRAFÍAS
THEORIA | PROYECTO CRÍTICO DE CIENCIAS SOCIALES - UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID

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