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Los mitos alrededor de Luz y Fuerza del Centro ….

Edgar Belmont1
5 de octubre 2009
EL UNIVERSAL

En las últimas semanas la situación financiera, técnica y operativa de Luz y Fuerza del
Centro y el conflicto entre la Secretaria del Trabajo y el Sindicato Mexicano de
Electricistas -en torno a la toma de nota de su dirigente- no sólo han llamado la atención de
los medios de comunicación y de la ciudadanía; sino que al articularse con el debate sobre
la “agenda de la competitividad” y la asignación del presupuesto reflejan la complejidad
que existe alrededor del sector eléctrico, en el cual existe –dicho sea de paso- una
privatización simulada que enrarece aun más el contexto de negociación.

En este escenario debemos articular distintas señales, la primera fue el anuncio del Poder
Ejecutivo de impulsar las “reformas estructurales”; de asumir sus costos políticos -
interpretado como una “amenaza” a los sectores sociales que se oponen a las “reformas
constitucionales”- y el llamado de dejar atrás los mitos, los tabúes y las ideologías que
obstaculizan la discusión sobre las reformas de fondo “que requiere el país”. La segunda
señal es que en el debate sobre el presupuesto se ha dicho, por una parte, que los
“privilegios” de los trabajadores son injustos respecto a las condiciones de los trabajadores
del sector privado y al considerar que los índices de productividad o los indicadores de
desempeño son poco meritorios para el presupuesto que demanda la empresa y que, en este
problema, los trabajadores y la organización sindical son un obstáculo para elevar la
calidad del servicio y la satisfacción del usuario. En este terreno hemos escuchado
posicionamientos viscerales como, por ejemplo, que si el gobierno enfrenta a
narcotraficantes por qué no se decide a enfrentar a los sindicalistas del SME o que al
gobierno le falta valor para acabar con el despilfarro de LyFC.

Ahora bien, éstos argumentos son controvertidos porque para atraer inversión y para
promover tarifas estables y competitivas se requiere que el Estado reoriente la política
energética en una perspectiva de largo plazo y que consolide los servicios públicos como un
incentivo para la inversión productiva, ello exige no sólo rearticular la política energética e

























































1
Dr. en sociología por la Université d’Evry Val d’Essonne y la Universidad Autónoma Metropolitana,
contacto: ebelmontc@gmail.com
industrial, sino dejar atrás los mitos y los tabúes de la sociedad de mercado y aceptar el
fracaso de las recetas neoliberales. De igual forma, es el régimen de privilegios que priva
en México, la injusta distribución de la riqueza y la pérdida de poder adquisitivo de la clase
trabajadora lo que coloca la discusión sobre lo que es injusto en otro plano y no en los
derechos contractuales. En cuanto a la calidad del servicio, los indicadores de desempeño o
los índices de productividad debe, también, darse una discusión seria al tomar en cuenta
antes que los resultados, como señala la dirigencia sindical del SME, las condiciones en las
que se produce el servicio, los medios y los recursos que se disponen en el ejercicio de la
actividad y, entre otros, las condiciones de la infraestructura eléctrica.

Lo deseable es que se creen las condiciones para rearticular compromisos sociopolíticos y


socioproductivos que permitan precisar el proyecto de la empresa pública en una
perspectiva de largo plazo; aspecto que es fundamental si consideramos que los países que
mejor han resistido a la crisis financiera son aquellos donde los servicios públicos son un
eje en el que se redimensiona el rol del Estado en la regulación del mercado, en la
promoción del equilibrio social y el papel del poder público para hacer valer el interés
general.

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