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Es muy grato para mi estar aquí e introducir con algunos comentarios el trabajo al
cual se ha lanzado el PNUD con cierta osadía sin duda porque nos internamos en
terrenos turbulentos, que son los terrenos de la política: la discusión del Estado, de
la democracia, de su calidad, de sus logros, también de sus carencias. Por allí
algunos han visto en este trabajo algunos rasgos de pesimismo. No. Es un ejercicio
crítico del estado en que se encuentra esta maravillosa conquista latinoamericana
que es nuestra democracia. Un ejercicio crítico no es un ejercicio de pesimismo. Es
una defensa activa para encontrar los problemas y carencias que pueden convertirse
en amenazas, porque, decíamos esta mañana en otra presentación, esto que hemos
conquistado no está asegurado. Esto que hemos logrado los latinoamericanos,
pasando de tres países democráticos con regímenes democráticos hace 25 años, a
tener un continente plenamente democrático es un salto maravilloso: el salto de
poder hablar, pensar, decir, no temer; haber conquistado nada más y nada menos
que la libertad.
Esa conquista nos obliga a un ejercicio crítico desde la misma democracia. Después
de todo, una de las grandes ventajas que tiene el régimen democrático sobre los
otros regímenes es el poder de analizarse en libertad y cambiar, a diferencia de las
dictaduras que insisten en sus equivocaciones a costa de las poblaciones y
sociedades. A la democracia le es dada la capacidad de su rectificación, de su
cambio, de su transformación, por eso esto es un ejercicio prodemocrático, crítico
para la democracia, pro democracia.
Nos pareció que el hecho de que este animal que no existía en el zoológico, este
triangulo de libertad, democracia por un lado, pobreza y desigualdad por otro,
merecía una reflexión sistemática para saber a partir de esa reflexión cuáles eran los
eventuales peligros que podíamos enfrentar. ¿Hay peligros o son supuestos? ¿Son
pensamientos pesimistas o hay métodos para analizar la realidad y concluir que
realmente esos peligros existen? Pues por eso nos metimos a este análisis que
básicamente ustedes lo verán, si osan su lectura, que se compone de tres
elementos: primero un análisis llamémoslo conceptual-teórico acerca de esta noción
de que la democracia excede el voto; segundo, la recopilación de información que
nos pareció esencial para poder sostener algunas de la ideas y sobre todo detectar
las carencias mayores. Esa recolección de datos están basados en tres
instrumentos. Por un lado indicadores sobre la situación electoral de nuestros
países, lo que llamaríamos la democracia electoral. Allí el trabajo construye el
llamado índice de democracia electoral. Estos indicadores son instrumentos para
medir cuánto tenemos, cuánto aún no tenemos, cuánto carecemos, cuánto hemos
conquistado. El segundo instrumento empírico que hemos usado es medir opiniones
públicas y sobre todo nuestro capital democrático. Cuánta democracia tenemos
realmente, cuánta gente se siente coherentemente en democracia. No sólo declara
su democracia, sino ¿es realmente demócrata? Y finalmente nuestro tercer
elemento no medible sólo por los indicadores de ciudadanía social, civil y política: el
tema del poder. ¿Está el poder en los electos? ¿Estos son Estados con poder para
cumplir el mandato electoral o el poder está en otro lado? Y qué problema si el poder
está en otros lados, porque de pronto tenemos procedimientos impecables para
elegir a nuestros mandatarios. De pronto los temas que discutimos, ¿son los temas
reales que deberían ocupar el debate público? Y así el tercer instrumento empírico
que utilizamos consistió en la llamada ronda de consultas a 231 líderes sociales,
económicos de la sociedad civil y políticos de nuestro continente. No todos nuestros
grandes líderes o nuestros líderes importantes están allí, pero todos los que están,
son importantes.
¿Y qué hicimos con todo esto, con nuestra visión y nuestro debate sobre democracia
más que régimen, democracia ciudadana? Con los datos que surgían, ¿qué
hicimos? ¿Para qué usamos esto? Usamos esto, como les dije al comienzo, para
detectar el problema, intuir, dibujar, esbozar los peligros y proponer en consecuencia
una agenda de discusión. Si esto es lo que nos acecha, si esto es lo que nos
amenaza, si esto es lo que tenemos, esto es lo que tenemos que discutir. ¿Lo
estamos o no discutiendo? Encontramos que muchos de los problemas y carencias
que observamos se estaban discutiendo en nuestra América Latina pero otros no.
Sobre otros había un manto de misterio, silencio, desconocimiento, ocultamiento.
Eran temas tabúes. Nos pareció que allí había una tarea que excedía el diagnóstico,
el debate académico y que ingresaba en la propuesta de lo que hay que discutir si
queremos asegurar esta democracia que hemos alcanzado. Porque el hecho que
los golpes de estado hayan casi desparecido o desaparecido como amenaza de la
región no implica que no existan otras amenazas más sutiles, más ocultas que
disimuladas, no menos letales no menos peligrosas. Por ejemplo que una
democracia se vuelva irrelevante para los ciudadanos; que una democracia se
vuelva un rito que no cambia mi vida es un peligro; que la democracia sea percibida
no como algo sustantivo a mi destino y al destino de mis seres queridos, de mi
sociedad. Eso conlleva no al destino conocido de los abruptos golpes de
interrupciones institucionales. Esto lleva a otro peligro. Como diría Guillermo
O’Donell: la muerte lenta de la democracia, su languidecimiento. La democracia no
me es relevante.
Veamos algunos de esos datos, pantallazos, sólo para que ustedes puedan medir
más concretamente lo que vengo a decirles. Les contaba que hemos construido dos
índices que nos han ayudado mucho a atender estos problemas de logros y
carencias: uno es el índice de democracia electoral y el otro es el índice de apoyo a
la democracia. Uno nos sirve para medir cuánto hemos avanzado por lo menos en la
democracia política, en la ciudadanía política. Básicamente lo que buscamos es
saber si se ejerce el derecho al voto, si hay derecho al voto, si las elecciones son
limpias, si las elecciones son libres, los puestos que deben ser electivos están
ocupados por electos o están designados. Esto no es una pequeña tautología. En
Chile hay senadores que deberían ser electos pero no lo son, están designados y
eso es un problema serio desde el punto de vista democrático.
Estos cuatro elementos nos han permitido medir para toda América Latina cuánto
progreso se ha hecho en materia de democracia electoral básicamente midiendo
eso. Usamos la palabra electoral calificándola democracia porque también vamos a
hablar de democracia de ciudadanía al punto que el subtítulo de este trabajo es
“pasar de la democracia hacia una democracia de ciudadanos y ciudadanas”, es
como pasar de la democracia electoral a la democracia de ciudadanía. Veamos
esos números con los cuales los amenacé sutilmente hace unos minutos.
Después podemos dar un vistazo sobre Panamá más específicamente, pero déjeme
comparar esos números de grandes transformaciones con algunas patéticas
realidades. El producto interno per cápita durante esos 20 años creció 300 dólares.
Prácticamente estancado. Cierto, hubo países que crecieron sostenidamente, entre
esos Chile. Es extraño porque al mismo tiempo que Chile es uno de los países que
ha crecido 20 años, es el país en que la economía del mercado tiene menos apoyo
por parte de la población (38 por ciento). Yo cuando vi los primeros números sobre
esa medición pensé que había cierto error. Puede ser que no sean devotos de la
economía del mercado. El menor apoyo de la economía del mercado. La realidad
no es consistente, nuestra realidad no sirve cuando encuentra números así. El
problema no está en la inconsistencia de la realidad, es que nuestras explicaciones
no han podido entender esas contradicciones. Hay que buscar en nuestras
explicaciones.
Mala noticia para Panamá. Los no demócratas son más activos que los demócratas.
Panamá tiene mejores resultados que el promedio latinoamericano. Panamá está
por encima de este promedio latinoamericano. Tiene 48 por ciento de demócratas
consistentes frente a aquel 43 por ciento y sus no demócratas declarados
consistentes son 22 por ciento. Sin embargo este 22 por ciento es más activo que el
48 por ciento. Entonces cuidado. No toda participación es pro democracia. Por
supuesto que la democracia requiere el oxígeno de la participación, pero cuidado
porque en este país hay más activismo en los no demócratas que en los
demócratas.
La conclusión a la cual llegamos es que esto debe contrastarse con las razones por
las cuales estamos así. El nivel de las violaciones a los derechos humanos básicos
--esto es derecho a la vida, derecho a la integridad física, y no ser perseguido por
razones políticas-- medido entre 1 y 5 --1 es el paraíso, 5 es el infierno, es el índice
del terror-- la América Latina de los setenta tenía 3.6 por ciento. Hoy estamos en
3.7 por ciento. Europa tiene 1.1 por ciento.
Podemos hacer dos cosas con este tipo de noticia: no existen, o podemos
interrogarnos qué pasa con nuestros derechos civiles. Allí hago el salto y voy, no ya
al diagnóstico, voy a las propuestas. Hay que discutir las cosas que estamos
haciendo. Nuestras tarea no es apagar reflectores. Nuestra tarea es además
prender otras luces, otra parte de la escena que estaba en la oscuridad. Si
queremos tener la escena plenamente iluminada, tengamos en cuenta el tema del
Estado. Porque cuando hay violación a los derechos humanos, ustedes saben bien
que la violación a los derechos humanos son sólo violaciones promovidas o
producidas desde el Estado. Un individuo que mata a otro no es una violación de
derechos humanos, es un delito. Cuando este delito es cometido por el Estado
estamos frete a una violación de derechos humanos. Esta es la noción básica
introducida entre otros, por la Naciones Unidas. Por lo tanto, cuando en la América
Latina tenemos este problema que les señalo, ¿esto es exceso de Estado o es
ausencia de Estado?. El narcotráfico ¿qué es? ¿Es ausencia o exceso? El no
control sobre el territorio que tienen algunos de nuestros países, ¿ausencia o
exceso? ¿Esto es un Estado que sirve a la democracia o un Estado que no sirve a
la democracia?
Hace falta más Estado para democratizar. No, no se trata de los típicos vaivenes de
la historia. Ahora que vimos que el Estado había que desarmarlo comprobamos que
lo precisamos. ¿Entonces volvamos al Estado elefante intervensionista, generador
de los precios que teníamos en el pasado? No. El desafío es mucho más complejo.
Hay que crear una nueva vía de un Estado para la democracia. No se trata de volver
al pasado, se trata de repensar el Estado, sino estos problemas de los derechos
civiles no se resuelven. Si no hay normas en todos lados y para todos iguales no hay
democracia. El Estado no llega igual en todos lados. No al facilismo de retornar a lo
que está probadamente demostrado, sino la tarea ardua y compleja de debatir las
nuevas vías y la otra ciudadanía, la ciudadanía social, pobreza, desigualdad,
desempleo, cuestiones vitales no resueltas en América Latina durante estos 20
años.
Yo sé que estas cuestiones pueden sonarle abstractas, por eso suenan generales,
abarcan al conjunto de América Latina. Creemos que hay homogeneidad de
problemas, así como hay heterogeneidad de soluciones.
Quiero aprovechar esta ocasión para dos cosas: uno, reiterarles la invitación a leer
este trabajo sobre todo para ver si esto tiene que ver con Panamá, para ver cómo
se llama esto en Panamá, qué rostro concreto asumen estos dilemas, desafíos,
carencias y necesidades en su país y si ustedes encuentran que si existen vínculos
de la realidad a las demandas y necesidades que aquí planteamos. Y en segundo
lugar agradecer a la Unión Europea a través del director de la Comisión, porque ha
apostado la Unión a este esfuerzo. Este es un problema latinoamericano, pero
hemos encontrado en los amigos de la Unión Europea no sólo el apoyo para
financiar parte de este trabajo sino el apoyo para defender la naturaleza del desafío
que planteamos. Y entre otras cosas yo decía que no vivimos en un mundo
unipolar.