Está en la página 1de 45

Las crisis Capitalistas

Introducción

Según la lógica social más elemental, lo común a las distintas épocas a lo


largo del desarrollo histórico de la humanidad, ha consistido y consiste en el
simple hecho de que para vivir es necesario trabajar.

Desde el punto de vista técnico general, el acto de trabajar es una relación


entre el sujeto trabajador y los diversos objetos que encuentra en la
naturaleza, sobre los que hace recaer su acción transformadora con arreglo
a la satisfacción de determinadas necesidades vitales. Pero lo distintivo de
las sociedades humanas respecto del resto de los animales, casi desde sus
mismos orígenes, consiste en que, para ejecutar sus trabajos se han venido
valiendo de instrumentos cada vez más perfeccionados; la acción
transformadora del sujeto trabajador (sea ésta individual o colectiva) no
recae directamente sobre el objeto a transformar, sino que está mediada y
potenciada por una herramienta o medio de trabajo. En una sociedad
cualquiera, tanto los medios de trabajo (instrumentos) como las diversos
objetos a transformar (materias primas) constituyen los medios de
producción. Desde los comienzos de la historia, el progreso técnico y
económico consistió en la capacidad del sujeto trabajador para poner en
movimiento (n) una masa de medios de producción (MP) cada vez mayor
desplegando su fuerza de trabajo (FT). Los adelantos técnicos y el
desarrollo de la fuerza productiva se expresan, pues, por medio del
crecimiento de MP respecto de FT, o sea, mediante el resultado creciente
de la relación MP/FT. Esto es todo lo que -muy sintéticamente- define el
progreso del trabajo humano desde el punto de vista técnico general.

Pero el proceso de trabajo entre los seres humanos no sólo es una relación
técnica genérica. No se define únicamente por la relación entre el sujeto
trabajador y su instrumento respecto de un objeto a transformar, sino
también -y sobre todo- por una específica relación entre los hombres; se
lleva a cabo siempre en el contexto de una determinada organización social
específica. Es la organización social del trabajo la que define el modo de
producción o forma de producir. Dicho de modo más preciso: la relación
entre cada trabajador y su herramienta está condicionada por una relación
social o modo de producción, definido según el tipo de propiedad vigente en
cada sociedad.

El desarrollo típico de la sociedad occidental reconoce hasta el presente


cuatro organizaciones sociales básicas: comunismo primitivo, sociedad
esclavista, feudalismo y capitalismo. Cada una de las tres formas sociales
precedentes al capitalismo han sido -por decirlo así- un alto en el camino, un
hito o estadio en el progresivo desarrollo de las fuerzas productivas de la
humanidad. El destino de estas sociedades, tanto sus orígenes como sus
límites históricos, se han correspondido inexorablemente con la vigencia
transitoria de ciertos instrumentos o medios de trabajo, cuyas
correspondientes formas sociales de trabajar o modos de producción han
venido dando lugar al alumbramiento, desarrollo y desaparición definitiva de
esas formaciones sociales determinadas así históricamente. Lo mismo cabe
pronosticar respecto del capitalismo. En efecto, así como la difusión en el
uso de la fuerza hidráulica en la industria y el arado mecánico en el campo
acabaron en el pasado con el trabajo esclavo y el servilismo feudal, la
generalización de la robótica tiende a dejar hoy cada vez más sin sentido
económico la base social del capitalismo que es el trabajo asalariado para la
producción de capital, así como su fundamento absoluto: los vínculos
mercantiles y monetarios,. Por tanto, es el desarrollo inexorable de las
fuerzas productivas el que alumbra las bases sociales del moderno
comunismo. Esto es así, nos guste o no nos guste.

En cada una de las etapas históricas correspondientes a las formaciones


sociales precapitalistas mencionadas, los procesos de creciente
inadecuación básica entre la organización del trabajo y el desarrollo de las
fuerzas productivas operadas en su seno, tuvieron los rasgos
característicos propios de cada una de esas formaciones sociales. En el
capitalismo, esa cada vez más aguda contradicción o inadecuación entre las
relaciones de producción burguesas y las fuerzas sociales productivas, se
pone de manifiesto dramáticamente durante las crisis económicas
periódicas del sistema.

CRISIS ECONÓMICAS Y CULTURA POPULAR

Las crisis económicas son como los episodios agudos y dramáticos de las
enfermedades incurables. Pero no tienen su sede en el organismo humano
sino en el cuerpo y la mente de la sociedad capitalista. Diríase que una crisis
económica es como un cólico renal o un infarto de miocardio, pero no
individual, sino colectivo. Esta analogía entre la patología humana y la
economía política no es caprichosa ni descabellada. Incluso hay entre ellas
un nexo más que evidente y hasta una relación de causa-efecto. Está
comprobado científicamente desde hace mucho, que enfermedades
infecciosas como la tuberculosis, reconocen su origen y diagnóstico en la
organización económica de la sociedad. Sin embargo, si a cualquier persona
de cultura media - incluso médicos - se le pide hoy una definición de la
enfermedad infectocontagiosa, su respuesta invariablemente será ésta:
"...Se llama enfermedad infectocontagiosa a la ocasionada por un germen o
microbio que provoca determinadas manifestaciones clínicas...". Virchow,
médico y político alemán, fundador de la patología celular, no se canso de
insistir en la etiología u origen económico-social de numerosas
enfermedades. Normalmente, hay enfermedades de ricos y enfermedades
de pobres que en tiempos de emergencia económica se agravan al extremo.
De hecho, se cuentan por centenas de miles los que en la parte opulenta del
planeta enferman o mueren por los "efectos colaterales" de las crisis
económicas, producto de la súbita miseria relativa, sea porque los mandan al
paro o por la consecuente caída en picado de sus salarios reales y el mayor
ritmo y extensión de la jornada laboral a que son sometidos por la patronal.
En tal sentido, casi todo el mundo sabe que las consecuencias del "stress" a
raíz de la superexplotación se reconoce en el incremento descomunal de las
enfermedades profesionales, así como en los traumatismos provocados en
numerosos accidentes laborales y de carretera, miles de ellos con resultado
de muerte al cabo de cada año. Ni qué decir tiene que la estadística de
suicidios, las enfermedades mentales, la separación de las familias, la
drogadicción y la criminalidad, se disparan también durante estas
repentinas y violentas epidemias provocadas por el capitalismo. Durante las
crisis, el capitalismo demuestra su tendencia congénita a transformar
periódicamente las fuerzas productivas en fuerzas destructivas, desde el
paro y las quiebras de empresas hasta las guerras, que no son otra cosa que
la continuación de la competencia intercapitalista por medios bélicos. ¿Es
necesario recordar aquí que la crisis de principios de siglo provocó la muerte
de treinta millones de personas durante la guerra de 1914?; ¿es necesario
recordar que para salir de la crisis de los años 30 - sin abandonar el
capitalismo - la humanidad pagó el precio de 100 millones de muertos desde
Auschwitz a Hiroshima?

Es curioso. Resulta que casi no haya ser humano viviente ajeno a las artes
curativas que durante el padecimiento de cualquier enfermedad no se
interese por conocer su etiología médica y tratamiento, hasta el punto de
que gran parte de esos pacientes llegan a explicar su dolencia en detalle
demostrando el domino de los términos científicos médicos pertinentes. Sin
embargo, estas mismas personas evidencian la más absoluta ignorancia
respecto del origen, causas y soluciones definitivas a las crisis del
capitalismo.) Por qué ocurre esto? Pues, en buena parte, porque la medicina,
hasta cierto punto, es, digamos, una ciencia ideológica y políticamente
neutra. A los burgueses, a los capitalistas, no les importa que los pacientes
conozcan la causa médica de las enfermedades de su cuerpo o de su mente y
su posible curación. Pero sí les importa - y mucho - que se conozcan las
verdaderas causas de las crisis económicas y sus remedios definitivos, que
los hay.

Esto es así, porque, en realidad, es imposible que el capitalismo pueda


curarse de sus crisis; esta enfermedad social no tiene cura dentro del
sistema capitalista, forma parte de su propia naturaleza. Por tanto, la
burguesía no tiene soluciones definitivas a sus crisis ni puede tenerlas; Las
crisis son, por así decirlo, como las hemorragias a que se ven expuestos los
enfermos de hipertensión arterial. Las depresiones que acompañan a las
sangrías de capital acumulado en exceso, permiten prolongar la existencia
del enfermo, pero al mismo tiempo acercan el horizonte de su muerte, de su
derrumbe definitivo, porque las consecuencias sociales de estos episodios
económicos son cada vez más catastróficas y los sufrimientos humanos que
provocan devienen más y más insoportables.

CRISIS CAPITALISTAS Y

EDUCACIÓN POLÍTICA TRADICIONAL


DE LA VANGUARDIA OBRERA

- Padre, ¿por qué no encendemos la estufa? Tengo frío.


- Es que no tenemos carbón. Hijo mío.
- ¿Y por qué no tenemos carbón?
- Porque hay demasiado carbón.

Así explicaba la situación a su hijo un minero militante del PC polaco en


medio de la crisis capitalista de los años treinta. Según le habían enseñado
en el partido y así él mismo lo percibía, había demasiado carbón sin vender
porque los capitalistas, movidos por su ambición, sólo se preocupan de
producir para incrementar sus ganancias sin tener en cuenta el consumo de
las masas trabajadoras, producen demasiado y luego se quedan sin vender
esos excedentes, no pudiendo reanudar la producción.

Esta es la idea que sobre las crisis del capitalismo ha venido predominando
en la militancia comunista de base en todas las latitudes del planeta durante
los últimos cincuenta años, pensamiento compartido por diversas corrientes
reformistas de cuño stalinista y sus acólitos nacional-populistas
predominantes en el movimiento obrero mundial. Un ejemplo de esta
tradición ideológica se observa, por ejemplo, en el Manual de Economía
Política, del teórico y divulgador soviético P. Nikitin , quien allí define las
crisis del capitalismo por…

<<…El afán de ganancia (que) obliga a cada capitalista a acumular, a ampliar la


producción, a perfeccionar la técnica , a emplear nuevas máquinas, a
contratar más obreros y a producir más mercancías. Pero el afán de ampliar
ilimitadamente la producción no se ve respaldado por la correspondiente
ampliación del consumo. Es más, el deseo de lograr el máximo de ganancia
impulsa al capitalista a bajar los salarios y a aumentar el grado de
explotación. Pero el aumento de la explotación y la depauperación de los
trabajadores, significan la reducción relativa de la demanda solvente, la
reducción de las posibilidades de venta de las mercancías, y lleva a las crisis
económicas de superproducción…>> (P. Nikitin: op. cit. cap. 5 Ed. "Akal"/1985 Pp.
155)

Para miles de intelectuales medios y militantes contestatarios en el mundo entero


durante los últimos veinte años, Marta Harnecker pasa por ser la más fiel y
didáctica expositora del pensamiento marxista. La quincuagésima edición en lengua
castellana de su obra: "Los Conceptos Elementales del Materialismo Histórico" , así
parece indicarlo. En el capítulo III de ese libro volvemos a encontrarnos con el
lugar común de que las crisis capitalistas se producen a raíz de la inadecuación de
la producción al consumo de los trabajadores:

<<El capitalismo tiende a producir cada vez más bienes, pero para sobrevivir
debe pagar bajos salarios. Y estos bajos salarios crean una demanda limitada
de productos . Ésta es una contradicción que no tiene salida dentro del marco
capitalista., y tiende a provocar crisis periódicas de sobreproducción (…) Y
¿qué repercusión tiene esto sobre los trabajadores? Se produce el paro
forzoso, el hambre, la miseria. Y todo ello no porque escaseen las mercancías,
sino precisamente porque se han producido en exceso, sin planificación..>>
(op. cit. Edición Siglo XXI/1985)
Humberto Pérez es autor del libro "Economía política del capitalismo" publicado
por la editorial "ciencias sociales" de La Habana en 1985. Según reportan los
editores en una "nota sobre el autor", este hombre se desempeñó durante varios
años como profesor de economía política en la Escuela Nacional del Partido y en el
primer congreso del Partido Comunista de Cuba fue elegido miembro de su comité
central. Con estos antecedentes es razonable pensar que Humberto Pérez expresa
la línea del P.C.C. sobre este trascendente problema teórico. En el segundo volumen
de su obra, refiriéndose a las "causas de las crisis", Pérez reproduce el mismo
pensamiento que aquél militante comunista polaco inculcó a su hijo durante la crisis
de los años treinta en Polonia:

<<Los capitalistas producen sin tener como meta el consumo sino las ganancias.
Las fuerzas productivas no son utilizadas más allá del punto en que la plusvalía
no sólo pueda ser producida, sino también realizada. La medida de la
acumulación y la producción la da la posibilidad de enriquecimiento de los
capitalistas y no el consumo que es de por sí limitado, puesto que la mayoría
de la población consumidora está integrada por obreros y otros trabajadores
que amplían su consumo dentro de marcos muy estrechos>>

Si de verdad las crisis obedecieran al egoísmo incontrolado de los capitalistas que


en su avidez de ganancias desvinculan la producción del consumo de mercancías, el
problema podría solucionarse como vienen preconizando en todo el mundo
formaciones políticas como I.U. en España, al insistir en su estrategia de conciliar
el artículo 33 de la Constitución española que consagra la propiedad privada
capitalista, con el 131 que habla de la planificación económica. Se trata
simplemente de aplacar o contener, la "avidez" de algunos malos granburgueses,
conciliando por vía democrático parlamentaria una ganancia capitalista moderada
con las necesidades de los trabajadores. (1)A todos estos representantes de la
teoría subconsumista de las crisis -originaria del economista pequeñoburgués
Rdbbertus- que dicen hablar en nombre del marxismo, Marx les llamaba "caballeros
del ‘sencillo’ sentido común":

<<decir que las crisis provienen de la falta de un consumo en condiciones de


pagar, de la carencia de consumidores solventes, es incurrir en una tautología
cabal. El sistema capitalista no conoce otros tipos de consumidores que los que
pueden pagar, exceptuando el consumo sub forma pauperis (propio de los
indigentes) o el del "pillo". Que las mercancías sean invendibles significa
únicamente que no se han encontrado compradores capaces de pagar por ellas,
y por tanto consumidores (ya que las mercancías, en última instancia, se
compran con vistas al consumo productivo o individual. Pero si se quiere dar a
esta tautología una apariencia de fundamentación profunda diciendo que la
clase obrera recibe una parte demasiado exigua de su propio producto, y que
por ende el mal se remediaría no bien recibiera una fracción mayor de dicho
producto, no bien aumentara su salario, pues, bastará con observar que
invariablemente las crisis son preparadas por un período en el que el salario
sube de manera general y la clase obrera obtiene realiter (realmente) una
porción mayor del producto destinado al consumo. Desde el punto de vista de
estos caballeros del "sencillo" (!) sentido común, esos períodos, a la inversa,
deberían conjurar las crisis. Parece, pues que la producción capitalista implica
condiciones que no dependen de la buena o mala voluntad, condiciones que sólo
toleran momentáneamente esa prosperidad relativa de la clase obrera, y
siempre en calidad de ave de las tormentas, anunciadora de la crisis.>> (K.
Marx: "El Capital" Libro II Cap. XX)

Para poner en su sitio estas auténticas imposturas teóricas con fines políticos que
nada tienen que ver con el marxismo y con el socialismo, hay que empezar por
aclarar de qué "superproducción" habla Marx para explicar el movimiento causal de
las crisis. Desde luego, la única superproducción de mercancías que Marx implica en
su teoría de las crisis, es la que corresponde a los elementos del capital productivo
(constante y variable), no a las mercancías de consumo final individual:

<<Por ello, la superproducción de capital, y no de mercancías individuales -


pese a que la superproducción de capital implica la superproducción de
mercancías - no significa otra cosa que la superproducción de capital (...) Una
superproducción de capital jamás significa otra cosa que una superproducción
de medios de producción y medios de subsistencia que puedan actuar como
capital, es decir, que puedan ser empleados para la explotación del trabajo
con un grado de explotación dado...>> (K. Marx: "El Capital" Libro III Cap. XV)

Para Marx, el carácter del capitalismo consiste en acaparar o acumular la mayor


cantidad posible de plustrabajo y, por tanto, materializar con un capital dado el
mayor tiempo posible de trabajo directo, alargando la jornada de labor y/o
disminuyendo los costes salariales mediante el desarrollo de la productividad del
trabajo, el empleo de la cooperación, la división del trabajo, la maquinaria, el
empleo de la ciencia a tales efectos, etc. Esto se traduce en la constante
tendencia a la producción en gran escala que supera de modo permanente las
posibilidades de la demanda solvente, esto es, del mercado de bienes de consumo
final. Sobre esta base, es una ley del capitalismo que el mercado se amplíe más
lentamente que la producción, con lo que el estado permanente de la sociedad
capitalista es el de la superproducción de mercancías. Esto explica que sus
escaparates a lo largo y ancho del planeta estén siempre bien provistos aunque
centenares de millones no tengan poder adquisitivo para comprar. Por tanto, pensar
que las crisis capitalistas se producen por la superproducción de mercancías
respecto de la demanda solvente lleva lógicamente a concluir que el estado normal
del capitalismo es el de crisis permanente, algo que nada tiene que ver con la
evidencia empírica que nos ofrece el sistema. En realidad, la superproducción de
mercancías de consumo individual que se pregona en nombre de Marx como causa
de las crisis, se hace manifiesta bajo la forma de sobresaturación cuando ya ha
estallado la crisis, en plena depresión del sector de la industria de medios de
producción. Dado que la reproducción ampliada de capital supone la acumulación de
los medios de producción, el pasaje de la expansión a la crisis comienza a operarse
antes en las industrias productoras de maquinaria y materias primas que en las de
bienes de consumo individual. Lo mismo ocurre a la salida de la depresión, donde la
sobresaturación del mercado de los bienes de consumo individual no remite hasta
bien entrada la reanimación de la producción de capital, cuyas sucesivas rotaciones
en dirección a una nueva expansión, reciben todo su impulso desde la fase del
capital productivo, no desde la demanda solvente de los consumidores finales. Es la
superproducción de bienes de consumo productivo por parte de los capitalistas lo
que provoca la crisis. No lo que aquél minero comunista polaco veía erróneamente
en el hecho de que muchas familias como la suya no podían comprar carbón. Bajo el
capitalismo, los artículos de consumo más importantes son los de consumo
productivo (maquinaria y materias primas), y es la superproducción de estos bienes
lo que origina las crisis, no a la inversa, como lo sugieren quienes aplican el "simple
sentido común" a la economía política. De hecho, la mayor parte del trabajo anual
en la sociedad capitalista se gasta en la producción de capital constante para la
producción de maquinaria y materias primas, mercancías cuyos consumidores no son
obreros sino capitalistas industriales. Por tanto, es también mucho mayor el
intercambio de mercancías entre los capitalistas que entre éstos y los obreros. Y
es en el mercado de bienes de producción donde se manifiesta la superproducción
de mercancías que da lugar a las crisis.

<<El obrero sólo puede comprar, incorporarse a la demanda, con respecto a


las mercancías que entran en el consumo individual, ya que él mismo no valoriza
su trabajo ni posee tampoco, personalmente, las condiciones para su
realización, los medios de trabajo y el material para trabajar. Lo cual elimina
ya a la mayor parte de los productores (a los trabajadores mismos allí donde
la producción ha adquirido su desarrollo capitalista) como consumidores, como
compradores. (Los trabajadores) no compran materias primas ni medios de
trabajo; compran solamente medios de vida (mercancías que entran
directamente en el consumo individual). Nada por tanto más ridículo que hablar
de identidad entre productores y consumidores, ya que en una cantidad
extraordinariamente grande de trades (negocios) -todos aquellos que no se
dedican directamente a los artículos de consumo- la inmensa mayoría de
quienes intervienen en la producción se hallan absolutamente marginados de la
compra de lo producido por ellos mismos. No son consumidores directos ni
compradores de esta gran parte de productos en cuya producción intervienen
como asalariados. (K. Marx: "Teorías sobre la plusvalía" T.II. Cap. XVII -11)<<La
sociedad capitalista emplea una parte más considerable de su trabajo anual
disponible en producir medios de producción (ergo, en producir capital
constante), los cuales no se pueden resolver en rédito ni bajo la forma del
salario ni bajo la del plusvalor, sino que pueden únicamente funcionar como
capital>> (K. Marx: "El Capital " Libro II Cap. XX)

Por último, es falso que las crisis se producen porque los patronos para sobrevivir
pagan bajos salarios y por eso la demanda efectiva desciende, como sostienen
Marta Harnecker en línea con Nikitin. Al contrario, todas las observaciones
empíricas demuestran que las crisis estallan en el punto en que se verifican los más
altos salarios de cada ciclo.

La recesión internacional que se prolongó durante los años 1980-81 estalló en los
EE.UU. durante el segundo trimestre de 1979. En el diagrama pueden verse las
consecuencias del reflujo económico sobre el salario real de la clase obrera
norteamericana, con el descenso brusco registrado durante todo el año 1980. La
curva del salario real detiene su descenso en 1981 e incluso se registra un ascenso
a mediados de ese año; luego baja en aproximadamente un punto y medio hasta que
meses antes del crash bursátil ocurrido en 1987 se pone por encima de los cinco
años anteriores, los más altos valores de este ciclo atípico que corresponde al
período que va del 80 al 86. Decimos ciclo atípico porque de no mediar la acción del
gobierno de Reagan, la curva de los salarios reales hubiera seguido el curso iniciado
en 1980 -que volvió a retomar en 1987. En efecto, la recesión iniciada en 1980
había anunciado la gravedad de sus efectos sociales tanto en su amplitud
internacional como en las cifras del paro, que a fines de 1980 había superado con
creces los 30 millones de personas en los países imperialistas. A despecho de toda
la prédica monetarista de los ultraliberales, el ultraliberal gobierno de Reagan
aplicó una política neokeynesiana ortodoxa. Se trataba de detener o postergar la
recesión coynutural de 1980-81 gracias a un enorme déficit presupuestario, el
famoso "déficit spending" keynesiano, dispendioso en el gasto público, el ABC de
las políticas económicas expansivas del reformismo. Pero de sentido social
regresivo, contrario a los fines de los reformistas: redujo los gastos en seguridad
social, congeló los gastos en infraestructura, y combinó la bajada de impuestos
directos a la burguesía con el aumento espectacular de los gastos militares, lo cual
incentivó la inversión de capital vía expansión de la demanda global. Según todos los
datos disponibles, esta política explica por qué durante casi seis años, los salarios
reales norteamericanos pudieron mantenerse en torno al nivel de 1981, e incluso
aumentar levemente justo antes del crash bursátil de 1987.

(2) Queda demostrado, pues, que los bajos salarios son una consecuencia y
no la causa de las crisis. Justamente, la carga ideológica que lleva el
prejuicio burgués de echar la culpa a los trabajadores de los desajustes en
la economía capitalista, radica en el hecho empírico verificable de que las
crisis por lo general estallan en el punto más alto que la curva de salarios
dibuja a lo largo de cada ciclo.

CAUSAS DE LAS CRISIS CAPITALISTAS

Fórmula desarrollada de la conversión del dinero en capital

D -M (Mp - Ft)
- P - M' - D'
Este esquema representa la siguiente situación: cada cual con una masa de
dinero x representada por la letra D al principio de la fórmula, los
empresarios se dedican a proveerse de los medios o factores de la
producción; en primer lugar acuden al mercado de los medios de trabajo;
allí adquieren lo que técnicamente se comprende bajo este rubro: edificios,
maquinaria, mobiliario, cuya expresión de valor se conoce por la
denominación de CAPITAL FIJO; luego van al mercado de los objetos del
trabajo: materias primas para su transformación y materias auxiliares
(combustibles, lubricantes, etc.) para su consumo productivo. Tanto las
materias primas como las auxiliares constituyen la parte de la inversión en
CAPITAL CIRCULANTE. En conjunto, estas dos partes del capital (fijo y
circulante) invertidas en medios o factores de la producción (medios de
trabajo, materias primas y auxiliares) constituyen el CAPITAL
CONSTANTE (Cc) , así llamado en virtud de que durante el proceso de
trabajo, el valor o coste de estos factores se traslada al precio del nuevo
producto sin variación ninguna. Esto por una parte. Por la otra, el capitalista
invierte en fuerza de trabajo o salarios, que Marx denomina CAPITAL
VARIABLE (Cv) porque al trabajar, el obrero no sólo agrega al producto el
valor de su salario, sino al mismo tiempo un plus cuya magnitud varía según la
tasa de explotación a la que le someta el propietario de los medios de
producción. Tasa de explotación representada por Pl/Cv relación entre el
plusvalor y el capital invertido en salarios. Habiendo cumplimentado el
trámite de invertir la masa de dinero originalmente disponible por el
capitalista mediante la compra de los medios de producción (MP) y de la
fuerza de trabajo (FT) -convertidos así en capital constante (Cc) y
variable (Cv)- culmina la primera fase del proceso de conversión del dinero
en capital que aparece representada por D - M en la primera parte de la
fórmula. La segunda fase …P… comienza en el momento en que cada
empresario moviliza estos factores de la producción dentro de sus empresa,
combinándolos de la manera más adecuada a sus posibilidades y según los
condicionamientos del mercado, con arreglo a la producción y capitalización
del plusvalor. Es aquí, en el proceso de producción, donde se genera el
plusvalor que va a incrementar el valor de la masa de dinero D invertida
originalmente, convirtiéndola de tal modo virtualmente en capital bajo la
forma mercantil M’. ¿Qué sucede en esta segunda fase? En la medida en que
al trabajar desgasta los instrumentos que utiliza, el trabajador traslada el
valor de ese desgaste al nuevo producto M’. Lo mismo ocurre con las
materias primas que transforma y con las materias auxiliares que consume.
De este modo, tanto el valor del capital fijo que pierden los instrumentos al
desgastarse por el uso, como el de los componentes del capital circulante al
transformarse las materias primas y consumirse las auxiliares, reaparecen
en M’. Pero la actividad del trabajador no se limita a ir trasladando el valor
del capital constante invertido Cc a lo que va produciendo. Al mismo tiempo
que hace pasar el valor perdido por los medios de producción ya gastados al
nuevo producto mercantil M’, le agrega a éste dos nuevas magnitudes de
valor, a saber, la que corresponde a su propio salario Cv más un plus que
nada le cuesta al capitalista. Así es como el dinero se convierte en capital.
En síntesis, que una vez cumplidas las tres fases del ciclo de producción de
plusvalor, el capitalista se encuentra con un excedente de valor bajo la
forma de dinero D’ = D+D D equivalente a la diferencia entre lo que invirtió
en la primera fase del ciclo D - M y lo que obtuvo en la última fase M’ - D’.
A partir de este punto se reinicia un nuevo ciclo de acumulación sobre una
base ampliada, donde la amplitud del nuevo ciclo de rotación depende de lo
que el capitalista individual sustraiga a la masa de plusvalor para su consumo
personal.

correspondencia entre los componentes del proceso de trabajo y


del proceso de valorización

Proceso de Trabajo Proceso de Valorización

Medios de Producción Capital Constante


medios de Trabajo Fuerza de Trabajo (Capital fijo+Capital Capital Variable
(objetos) circulante)

Trabajo Trabajo

Producto Valor del Producto (Cc+Cv+Pl)

Decíamos más arriba

-que los capitalistas combinan los factores de la producción


independientemente los unos de los otros;
-que lo hacen impulsados por la común propensión universal que les imprime
la propiedad privada individual sobre los medios de producción, y
-que su objetivo consiste en optimizar la explotación del trabajo con arreglo
al máximo beneficio de su capital individual. Pero para esto tienen que pasar
por la prueba del mercado. Es en el momento del intercambio generalizado
donde cada capitalista se ve ante la inevitable situación de tener que
confrontar su producto con sus colegas. Y el mercado premia a los
capitalistas más eficaces, a los que ofrecen su producto a los menores
costes, a quienes producen en base al mayor desarrollo relativo de las
fuerzas productivas en el seno de sus empresas, a quienes son capaces de
obtener los mayores coeficientes de la relación MP/FT, a quienes son
capaces de poner en movimiento más poderosos medios de producción con el
menor empleo relativo de fuerza laboral. Aquí es donde Marx descubrió la
razón fundamental, básica, de las crisis capitalistas.
LEY DE LA TENDENCIA DECRECIENTE
DE LA TASA DE GANANCIA

Por un lado, el trabajo humano es la única fuente del valor y de la


valorización del capital, o sea, del plusvalor. Pero, por otro lado, el proceso
de acumulación discurre en una fatal dinámica determinada por la tendencia
objetiva -independiente de la voluntad de los capitalistas- a desplazar a la
mano de obra por la máquina. Así, según avanza el proceso de acumulación a
través de los sucesivos períodos de rotación, el aumento de la inversión de
capital adicional en medios de producción, es decir en la parte constante del
incremento, va siendo progresivamente mayor que la parte de ese aumento
invertida en fuerza de trabajo, en salarios, en capital variable. Aumenta la
relación Cc/Cv que Marx llama composición orgánica del capital (C.O.C.),
expresión del creciente dominio económico del capital sobre el trabajo; pero
Cc/Cv es, según vimos, la correspondencia en términos de valor de MP/FT,
que expresa el grado de desarrollo de la fuerza productiva del trabajo.

Ahora bien, esta tendencia del capital al incesante progreso de la fuerza


productiva del trabajo social y al correspondiente incremento en la C.O.C.
que determina férreamente el comportamiento de todos los burgueses, hace
que en cada periodo de rotación del capital, en cada ciclo de acumulación,
disminuya también la relación entre la masa de plusvalor Pl obtenido y el
conjunto del capital invertido Cc+Cv, es decir, la tasa general de ganancia, al
ritmo en que el trabajo vivo es reemplazado por la maquinaria. En las
conocidas fórmulas de Marx:

Tasa de ganancia

Pl
G=
Cc+Cv

De acuerdo con esta fórmula , para que se cumpla la tendencia decreciente


de la tasa de ganancia G, postulada por Marx, el crecimiento progresivo de
la masa de plusvalor Pl tiene que ser necesariamente menor que el aumento
en la C.O.C. Si ahora dividimos los términos de esta fracción por Pl tenemos:
Pl

Pl
1
G= G=
Cc+Cv Cc+Cv

Pl Pl

De esta forma se observa que para que la tasa de ganancia no baje, el


aumento en la C.O.C. no debe ser compensado por un aumento de la tasa de
plusvalor o tasa de explotación del trabajo. Dicho de otro modo, el
rendimiento o explotación del trabajo vivo en funciones tiene que
sobrepujar la paulatina disminución del plusvalor resultante del cada vez
menor incremento en el número de obreros empleados a causa del aumento
en la C.O.C., esto es, de la disminución relativa de obreros empleados. Pero
resulta que por más que mediante el empleo de maquinaria extiendan el
plustrabajo a expensas del número de obreros empleados, los capitalistas no
pueden evitar que la tasa de ganancia descienda. Es imposible, por ejemplo,
extraer de dos obreros tanto plusvalor como de 24. En efecto, si cada uno
de los 24 obreros sólo suministrara una hora de plusvalor en una jornada de
12 horas, en conjunto suministrarían 24 horas de plustrabajo, mientras que
para rendir esas mismas 24 horas de plusvalor, los dos obreros tendrían que
trabajar completamente gratis, porque todo su salario quedaría
transformado en plusvalor.

Para demostrar matemáticamente que la tasa de explotación no puede


sobreponerse a los efectos depresores del aumento en la COC sobre la tasa
de ganancia, es necesario expresar la relación G entre el plusvalor obtenido
y el capital invertido, en términos de trabajo vivo global, o sea (Cv + Pl) que
representa el total de la jornada de labor, en nuestro ejemplo 24 horas:

Pl
Cv+Pl
Pl
G= G=
Cc+Cv Cc + Cv
Cv+Pl Cv+Pl

Poniéndonos en el supuesto de que la tasa de explotación alcance el máximo


posible, es decir que el plusvalor Pl ocupe toda la jornada de labor,
entonces: Cv = 0 por lo tanto Pl =1 Reemplazando estos valores de Cv y Pl
en la última expresión de la fórmula:

1
0+1 1 1
G=
G= =
Cc 0 Cc Cc
+
0+1 1 1

Así, aun cuando el plusvalor que aportan nuestros dos obreros al capitalista
llega a ocupar las 24 horas del día, reduciendo sus salarios a un valor nulo:
Cv =0 (supuesto que les hace vivir del aire) aun así, la tasa de explotación
representada en el numerador de la fracción no puede superar el límite de 1
(el salario se transforma totalmente en plusvalor) que es el 100% de la
jornada de labor, mientras que la composición orgánica del capital
representada en el denominador puede aumentar lo que se quiera, que
cuanto más aumente más disminuye G. Queda categóricamente demostrado,
pues, que la caída de la tasa de ganancia es inevitable a medida que la
C.O.C. aumenta, independientemente de cualquier aumento de la tasa de
explotación, cuyo límite está férreamente determinado por razones
biológicas.

Como vemos, el empleo de la maquinaria para la producción de plusvalor


implica una contradicción inmanente, puesto que de los dos factores de la
masa de plusvalor obtenido por un capital de magnitud dada, un factor, la
tasa de plusvalor, sólo aumenta en la medida en que el otro factor, el
número de obreros, se reduce. (3) Esta contradicción es inherente o
consustancial a la relación capitalista y se impone a los empresarios
individuales a través de la competencia, por la mutua presión que ejercen
unos sobre otros mediante la reducción de sus costes salariales a medida
que aumenta el grado de tecnificación de sus empresas. Los capitalistas que
introducen mejoras en los métodos y medios de trabajo en sus industrias
eliminan costes de mano de obra y reducen los tiempos de producción,
logran bajar los precios de sus productos y obtienen así ganancias
extraordinarias. A expensas de sus colegas competidores. Este
comportamiento empuja a los demás a hacer lo propio. Se desata así una
dinámica del capital social global que eleva la C.O.C. y deprime la tasa de
ganancia.
SOBREACUMULACIÓN ABSOLUTA

DE CAPITAL

Cuanto mayor es la masa de plusvalor resultante de un proceso de rotación


del capital, mayor es la parte de ese capital adicional disponible para
inversión en el período de rotación siguiente. Por lo tanto, la expansión del
capital depende, en principio, de la masa de capital adicional disponible. De
hecho, de una mayor cantidad de capital invertido siempre resulta un
incremento en la masa de plusvalor obtenido. Pero la continuidad del proceso
de acumulación del capital, la decisión de continuar el proceso de inversión
por parte de los capitalistas, no depende del crecimiento en la masa
absoluta de plusvalor. Lo que determina esta decisión no es el hecho de
ganar más, sino de que el incremento de plusvalor obtenido compense la
masa incrementada de capital invertido. Y esto está determinado por la
evolución de la composición orgánica del capital y de tasa de ganancia. En
este sentido es de ley que la continuidad del proceso de acumulación se
interrumpa cuando la masa de plusvalor de un capital incrementado resulta
ser igual o menor a la del período anterior a su incremento. Por ejemplo,
cuando la masa de capital acumulado pasa de 1.000 a 1.150 unidades
monetarias. y la tasa de ganancia del 15 al 9% quiere decir que haciendo
invertido 1.000 al 15% obtuvo 150, mientras que con esos 1.150 a una tasa
del 9% pasaría a obtener sólo 103. En semejantes condiciones, la nueva
inversión del plusvalor de 150 no se realiza, porque ahora, para volver a
ganar poco más que esas 150 de plusvalor, el capitalista tendría que invertir
un capital mayor a las 1.150 disponibles. Exactamente 525 más
(1.000+150+525 = 1.675 x 9% = 150,75 ) lo cual le significa una pérdida neta
de capital. No sólo porque no le compensa sino porque no dispone de esa
masa de valor adicional, con lo que tiene que pedir un crédito, de modo que,
entonces, su ganancia no sería ya del 9% sino menos, el equivalente a la
diferencia con la tasa de interés a pagar por el préstamo. A este fenómeno
Marx le llama "Sobreacumulación absoluta de capital". Tal es la causa y
origen de las crisis. La causa es el descenso en la tasa de ganancia. El origen
es la sobreacumulación de capital, que no de mercancías de consumo final.

Hablar de sobreacumulación absoluta de capital es hablar de una masa de


valor bajo la forma de dinero que huye de la esfera de la producción de
plusvalor, que deja de producir plusvalor porque no se invierte y por tanto,
se deja de demandar trabajo adicional. Tal es el principio activo que explica
el fenómeno del exceso de capital con exceso de población o paro creciente.
Esto se produce porque la población obrera explotada se ha vuelto
demasiado pequeña respecto del capital invertido, pero al mismo tiempo
este capital deviene demasiado pequeño repecto de la población obrera
explotable.

Ahora bien, este cúmulo de capital-dinero ocioso en poder de distintos


capitalistas -que deja en el paro a una masa de asalariados determinada por
la magnitud proporcional del capital para salarios retirado de la producción-
no significa que abandone la búsqueda de la ganancia, de lo contrario dejaría
de ser capital. Esta tendencia crea los mercados especulativos típicos, como
el bursátil, donde lo que uno gana no es que lo deje de ganar otro sino que lo
pierde; al no producir plusvalor, lo que se disputa y arriesga en estos
mercados no es una ganancia -producto del trabajo asalariado- sino el propio
capital excedente de quienes participan en él, que así pasa de una manos a
otras. En esta disputa, la presión de la demanda del capital dinero sobrante
sobre las acciones provoca el insensato aumento de precios respecto de los
valores reales, que representan, lo cual finalmente desemboca en el
inevitable crash o ajuste de cuentas del valor sobre los precios.

Decíamos más arriba que las crisis son como las sangrías a que están
expuestos los enfermos de hipertensión arterial, sólo que no se trata aquí
de un descenso en el caudal sanguíneo del enfermo sino de una disminución
de la masa de valor acumulada en exceso. En efecto, el descenso tendencial
de la tasa de ganancia indica que la masa de capital en funciones se va
volviendo excesiva respecto del incremento del plusvalor obtenido en cada
período de rotación. Este proceso continúa inexorablemente hasta el punto
en que el incremento del plusvalor producido deja de compensar al capital ya
acumulado. Este es el momento y las condiciones en que cabe hablar de
crisis. Acto seguido, la desinversión consecuente provoca un exceso de
oferta, tanto en el mercado de bienes de producción como en el mercado de
trabajo. Los precios de la maquinaria y de las materias primas Cc
descienden por debajo de su valor, mientras el paro presiona sobre los
trabajadores para que acepten trabajar más por menos, con lo que Cv
también disminuye. Este es el momento de la depresión. En esta fase del
ciclo es donde, a raíz del descenso en las condiciones de vida y de trabajo
del proletariado, recién se produce la sobresaturación de bienes de
consumo, con todas las catastróficas consecuencias humanas que ello
supone. De este modo, la sangría de valor en los elementos del capital
constante Cc se combina con el descenso en los salarios Cv y el consecuente
incremento del plusvalor Pl para que la tasa de ganancia vuelva al elevarse
hasta el porcentaje que permita a los burgueses atravesar otro ciclo con un
nuevo relanzamiento de la acumulación.

++Pl
=++G

-+(Cc+Cv)

donde ++ =incremento de valor y -+ =decremento de valor

Ahora bien, durante la depresión que sigue a la crisis, la competencia


intercapitalista se agudiza, porque cada empresa trata de reducir su
participación en la pérdida general pugnando por endosársela a los demás.
De esto se sigue el estancamiento, la paralización y en muchos casos las
quiebras de innumerables empresas., incluídas muchas pequeñas y medianas
Pero al mismo tiempo, las crisis permiten sobrevivir y entrar
momentáneamente en juego a pequeños y medios capitales, que en esa fase
del ciclo toman el testigo del progreso técnico abandonado
momentáneamente por las grandes empresas. En efecto, al contrario de lo
que se piensa comunmente, por un lado, el nivel de la tasa de ganancia -que
en su curso descendente llega al punto en que los grandes capitales dejan de
ampliar su producción porque la masa de plusvalor no compensa el capital ya
acumulado- no impide sin embargo la existencia y progresión de pequeños y
medianos capitales, cuya existencia no está determinada por la tasa de
ganancia media, sino que sobreviven en medio de la crisis produciendo
incluso con una remuneración equivalente a un salario medio en tiempos
normales.

<<……la baja de la tasa de ganancia, vinculada con la acumulación,


provoca necesariamente una lucha competitiva. La compensación de la
mengua en la tasa de ganancia mediante el incremento de la masa de la
ganancia sólo tiene validez para el capital global de la sociedad y para
los grandes capitalistas sólidamente instalados. El nuevo capital
adicional que funciona en forma autónoma, no se encuentra con ninguna
de esta clase de condiciones supletorias, debe luchar por conquistarlas,
y de ese modo, la baja de la tasa de ganancia suscita la lucha de
competencia entre los capitales y no a la inversa …>> (K. Marx: "El
Capital" Libro III Cap. XV. Subrayado nuestro)

Por otro lado, el estancamiento económico provisional que afecta a los


grandes conglomerados capitalistas, achica la escala de la producción; este
hecho, combinado con el descenso de los precios de Cc y Cv por debajo de
su valor, provoca la disminución del capital mínimo necesario o exigible para
no ser excluido del reparto del plusvalor general, condiciones que abren las
puertas del mercado a empresas que en otro momento del ciclo no podrían
resistir la presión del gran capital. Quien más claramente expuso este
fenómeno, siguiendo a Marx, fue Rosa Luxemburgo en "Reforma o
revolución" :

<<Los pequeños capitales, según la tesis de Marx, juegan en el curso


del desarrollo capitalista precisamente el papel de pioneros de la
revolución técnica, y ciertamente en un doble sentido, tanto en los
nuevos métodos aplicados a ramas de la producción antiguas pero
fuertemente arraigadas, como también respecto a la creación de nuevas
ramas todavía no explotadas por los grandes capitales. (…) Al igual que
la clase obrera, la clase media capitalista encuéntrase bajo la influencia
de dos tendencias contrapuestas: una que la eleva y otra que la oprime.
Esta tendencia opresora es el alza continua de la escala de la
producción, la cual periódicamente devasta los dominios del capital
medio, descartándolo y eliminándolo una y otra vez de la competencia.
En cambio, la tendencia elevadora es la desvalorización periódica del
capital ya empleado, que motiva que la escala de la producción, según el
capital mínimo necesario descienda continuamente y durante cierto
tiempo, ocasionando también la entrada de la producción capitalista en
nuevas esferas productivas (…) Si los pequeños capitales son, pues la
vanguardia del progreso técnico, y el progreso técnico es la pulsación
vital de la producción capitalista, tendremos claramente que los
pequeños capitales constituyen un fenómeno inseparable del desarrollo
capitalista y que sólo con éste podrá desaparecer.>>(Op. cit. Cap. II)

De este modo, el capital global vuelve a recorrer el mismo círculo vicioso en


sus fases de reanimación, expansión, y auge en dirección a una nueva crisis,
pero sobre una base técnica MP/FT superior, sobre un mayor desarrollo de
las fuerzas sociales productivas. Observando el cuadro donde aparecen
correlacionadas las curvas del salario real y la productividad en los EE.UU.,
podemos comprobar que en esa ligera recuperación inducida por la política
expansionista del gobierno Reagan a partir de 1981, se generaliza el uso de
nuevas tecnologías. (4) Si ahora volvemos sobre la fórmula desarrollada que
describe cada período en el proceso de acumulación del capital:

D - M (Mp - Ft) - P - M' - D'


Puede inferirse sin mayor esfuerzo que, según avanza en el proceso
histórico de acumulación, toda vez que el capital supera los obstáculos que
se pone a sí mismo durante las crisis, el progresivo desarrollo de las fuerzas
productivas resultante de cada ciclo acelera el metabolismo del capital,
acortando más y mas el tiempo que tarda en atravesar las tres fases de
cada rotación y, por tanto, el número de rotaciones necesarias para alcanzar
la sobreacumulación absoluta que induce al dramático desenlace de nuevas
crisis y depresiones cada vez más graves en períodos cada vez más cortos,
crisis cuyas consecuencias humanas van siendo cada vez más catastróficas
en razón de la mayor masa de capital sucesivamente comprometido en ellas.

Decíamos al principio que el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo


social se expresaba en la capacidad del trabajo humano vivo FT para poner
en movimiento más y mejores medios de producción MP a raíz de las
innovaciones tecnológicas. Esto desde el punto de vista técnico-económico
general. Pero desde el punto de vista económico-social , desde el punto de
vista de la implicancia de este progreso técnico en la vida de los
productores directos, el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo
tiene que expresarse en una creciente participación de los trabajadores los
beneficios de ese progreso técnico-económico. De lo contrario, queda en
entredicho político la forma social de trabajar, el modo de producción.
Resulta decisivo, por tanto, que junto con el crecimiento de MP, también sea
reproducida en su totalidad la fuerza de trabajo FT, es decir, que el salario
real crezca en la misma medida en que crece la productividad del trabajo.
Sin embargo, según hemos visto, en el momento de la sobreacumulación
absoluta , cuando dentro de la relación entre el capital y la fuerza de
trabajo Cc/Cv fracasa la valorización, el capital comienza a reducir el nivel
de los salarios reales, o sea el precio de la fuerza de trabajo FT por debajo
de su valor. Pero al hacer esto impide la reproducción de FT en su totalidad.
Esto es lo que expresa dramáticamente la relación entre las dos curvas en el
cuadro mencionado. Si en virtud de ello la fuerza productiva más poderosa e
importante, la fuerza de trabajo humana, se ve excluida de los frutos de la
civilización en constante desarrollo, entonces simultáneamente se
demuestra que nos acercamos cada vez más a aquella situación vislumbrada
por Marx y Engels en el "Manifiesto Comunista":

<<La burguesía no es capaz de dominar, porque no es capaz de asegurar


a su esclavo la existencia ni siquiera dentro del marco de su propia
esclavitud>> (5)
Este es el marco y la dinámica objetiva ineluctable en la cual los
trabajadores son irresistiblemente arrastrados a revolucionar el sistema
de la esclavitud asalariada, razón que llevó a Marx a concluir ya en
1843 que:

<<el proletariado tendrá que hacer la revolución, lo quiera o no lo


quiera>>

LA FUNCIÓN POLÍTICA Y SOCIAL

DE LAS DISTINTAS INTERPRETACIONES

DE LAS CRISIS

La defensa de la teoría marxista de las crisis no es solamente un deber de


honestidad científica, de capacidad de comprender, explicar y prever la
marcha de la economía mundial: tiene también una función precisa en la
lucha ideológica que se está desarrollando ahora mismo en el seno de la
opinión pública, tal como en tiempos pasados a lo largo de la historia del
capitalismo toda vez que suceden hechos como los que hoy sacuden a la
sociedad en medio de la perplejidad general, empezando por quienes
gobiernan el mundo. Más aún, tiene un papel preciso en las diferenciaciones
dentro del movimiento obrero internacional, entre los que, con las formas
más diversas y las excusas más contradictorias, aceptan la crisis como
inevitable y se contentan con proponer recetas para gestionar esta crisis
con dosis graduales de austeridad, y los que quieren organizar, ampliar y
generalizar el rechazo de toda política de austeridad, la resistencia
militante y activa contra la ofensiva del Capital, la lucha contra el paro, por
la introducción inmediata de la semana de 35 horas sin reducción de sal
arios, la lucha por una alternativa anticapitalista de conjunto a la política de
austeridad.

En última instancia, aquí se oponen todos los partidarios de la colaboración


de clases y todos los que defienden de un modo irreductible la
independencia de clase del proletariado, por la cual Marx combatió toda su
vida, desde 1850.

No podemos hacer una lista exhaustiva de todas las "explicaciones" de la


crisis alternativas a la explicación marxista y nos limitaremos a referir los
esquemas ideológicos siguientes:
• La crisis sería el resultado inevitable del alza excesiva de los salarios
directos e indirectos durante la fase de auge precedente.
• Hay una versión derechista de esta "explicación" (la explicación neoclásica,
monetarista: "los trabajadores, dados los altos salarios, se sitúan fuera del
mercado de trabajo").
• Hay también una versión "de izquierda" de esta explicación: la teoría del
"aplastamiento del beneficio", que retrocediendo de Marx al economista
clásico David Ricardo, reduce la baja de la tasa de ganancia a la baja de la
tasa de plusvalía, es decir, que explican las crisis por el alza de los salarios.
• La crisis sería el resultado inevitable de la inflación, aumentada
considerablemente por las alzas de precios del petróleo en 1973 y 1975.
• La crisis sería el resultado de una conspiración de las "multinacionales", o de
una conspiración del imperialismo americano para restaurar (o consolidar) su
hegemonía sobre la economía capitalista internacional, o sobre la economía
mundial.
• La crisis no sería más que un mecanismo normal de relanzamiento y nuevo
despliegue internacional de la acumula ación de capital, que el capitalismo
está capacitado para realizar y está ya realizando.

La función de estas "explicaciones" es política y social, no científica. A


veces, su aspecto irracional toma una dimensión grotesca: así, según algunos,
en Francia (y no solamente en Francia) serían sucesivamente el alza y la baja
del precio del petróleo los causantes de la crisis, o factores considerables
de su agravación. Pero una vez que descartamos la pretensión científica de
estas "explicaciones", que es nula, no debemos concluir que carecen, de
importancia. Por el contrarío, tienen una importancia extrema porque son
instrumentos de la burguesía para obtener resultados sociopolíticos
precisos:

• Culpabilizar a la clase obrera y al movimiento obrero, como responsables de


la crisis.
• "Culpabilizar" a los jeques del petróleo o, más generalmente, a los países del
"tercer mundo", como responsables de la crisis.
• Presentar la crisis como una fatalidad a la que nadie puede sustraerse.
• Justificar las concesiones llamadas "inevitables" a los imperativos de la
austeridad, es decir, a los imperativos de la ganancia.
• Todos estos objetivos tienen un fin central: ejercer una enorme presión
sobre la clase obrera para evitar que comprendan las verdaderas causas de
las crisis, que es el capitalismo, y solamente el capitalismo, el responsable
de la crisis y que toda lucha real y eficaz contra las consecuencias
desastrosas de la crisis para las masas trabajadoras debe ser una lucha
contra el capitalismo, una lucha anticapitalista. Se trata, pues, de presionar
para impedir una lucha resuelta y consecuente contra la ofensiva
internacional de austeridad y de remilitarización, para impedir la
emergencia de una alternativa anticapitalista, socialista a la crisis, por la
cual estarían, dispuestos a combatir amplios sectores de masas.

SOBRESATURACIÓN DE CAPITAL

Y EL RECIENTE AGOSTO NEGRO EN EL SUDESTE ASIÁTICO

Estamos convencidos de que la depresión del capitalismo es muy grave, la


más grave crisis que e! capitalismo ha conocido desde su nacimiento; y la
actual crisis financiera en curso indica que todavía no ha podido salir de ella.
Decíamos que las consecuencias de las crisis van siendo humanamente más
dolorosas, cuanto mayor va siendo históricamente en cada una de ellas la
masa del capital sobrante que no encuentra aplicación productiva, porque el
plusvalor obtenido de una población explotada (cuyo crecimiento es cada vez
más menguado por el aumento en la COC) resulta demasiado pequeño. Esa
masa de capital sobrante cada vez mayor da lugar al fenómeno de la
"sobresaturación de capital", expresión acuñada por Henrik Grossmann en
una correcta extensión lógica del concepto de "sobreacumulación absoluta"
empleado por Marx en El Capital":

<<Hemos demostrado cómo la sobreacumulación absoluta, que se


expresa periódicamente en las crisis, aunque sólo en forma transitoria,
se impone en el transcurso de la acumulación de capital a través de las
oscilaciones del ciclo económico, de crisis en crisis, en un grado
progresivamente creciente, y finalmente, a un nivel elevado de la
acumulación de capital, alcanza un estado de "sobresaturación de
capital" en el cual no existen suficientes posibilidades de inversión para
el capital sobreacumulado, resultando cada vez más difícil la superación
de esta "saturación", y por ello el mecanismo capitalista se acerca a la
catástrofe final con la necesidad de un fenómeno natural. Los capitales
excedentarios e improductivos pueden preservarse provisoriamente del
derrumbe total de su propia rentabilidad sólo a través de la exportación
de capital o mediante la "actividad" temporal en el mercado de
valores.>> (Henrik Grossmann: "La Ley de la acumulación y del Derrumbe
del Sistema Capitalista" : Cap. 3 punto b) parágrafo III)

Esta dinámica que H. Grossmann ilustra en su mencionada obra mediante


profusos ejemplos históricos y cifras desde el siglo XVII, se acaba de
confirmar ahora en el súbito marasmo desatado desde agosto último con el
típico efecto "dominó" sobre Indonesia, Malasia, Corea del Sur, Filipinas y
Tailandia, que terminó por arrastrar a Japón y amenaza con abortar el
incipiente y débil reanimamiento de la economía mundial. Grossmann dice que
"para preservarse provisionalmente del derrumbe total de su propia
rentabilidad", los capitales sobreacumulados en los principales países de la
cadena imperialista emigran hacia los suburbios del sistema. Pero este
comportamiento no se explica por la rentabilidad de capitales individuales o
particulares, sino que es un problema de supervivencia del sistema en su
conjunto. En efecto, dada la composición orgánica de una masa de capital en
funciones, cuanto mayor sea la población que desde fuera del sistema cae
bajo su dominio -o sea, se transforma en población asalariada- mayor será la
masa de capital y el tiempo en que la burguesía podrá seguir acumulando sin
alcanzar el punto de la sobresaturación. Lo sucedido en los llamados "tigres
asiáticos" durante los últimos treinta años, donde gran parte de la población
de estos países abandonó la pequeña producción mercantil agraria y urbana
para vivir de un salario trabajando al servicio del capital imperialista
excedentario invertido allí, constituye una prueba categórica de la
tendencia universal del capitalismo tardío a alejar en todo lo posible el
horizonte de su crisis definitiva.

Ya en 1977, Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong, Singapur, Tailandia,


Indonesia, Malasia y Las Filipinas, exportaron productos industriales puros
por un valor de 61.000 millones de dólares, tanto como Francia. Esta cifra
fue superior en un 560% a la de 1970. En 1975, la distribución regional de
las exportaciones de productos manufacturados del "tercer mundo" era la
siguiente:

Exportación de productos manufacturados


por regiones (en % 1975)

Asia meridional 9,81


Asia oriental 60,13
América Latina 21,95
Oriente Medio y África 5,06
septentrional
África sursahariana 3,04

Fuente: "L'evolution des économies du tiers monde el l'appreis productif


francais-Commisariat au Plan, avril 1978"
Aunque la tasa de explotación vigente en Asia oriental está entre las más
altas existentes hoy día en el mundo, la masa de capital excedente que
acudió al esta región fue tan enorme, que en poco tiempo alcanzó la
sobreacumulación absoluta interrumpiendo así bruscamente el proceso de
reproducción ampliada. Sólo en 1996, la masa de capital sobrante de los
principales países imperialistas invertida en la economía de los llamados
"tigres asiáticos", fue de 93.000 millones, que vinieron a sumarse a los
47.000 invertidos en 1994 y 70.000 en 1995. Estos hechos confirman con
total rotundidad las crecientes dificultades de la burguesía en su etapa
tardía para superar los actuales niveles de sobresaturación de capital:

<<. . .en estas economías entró más dinero del que podía ser invertido
de forma rentable a un riesgo razonable>> (Alan Greespan, presidente de
la reserva Federal de EE.UU. "El País": 8/2/98)

LAS CRISIS Y EL PORVENIR DE LA HUMANIDAD

Decíamos que con una determinada composición orgánica del capital, cuanto
mayor es la masa de población que desde fuera del sistema se incorpora al
régimen del trabajo asalariado para la producción de plusvalor, más se aleja
el horizonte en el que la sobresaturación de capital desencadena el colapso
del sistema. Por el contrario, cuanto más se le reduzca al capital la masa de
población explotable, menor será la masa de capital acumulado que alcance
en menor tiempo la sobreacumulación absoluta, y menor, por tanto, el
período de tiempo entre una crisis y otra. A la luz de la actual crisis
asiática, la profundidad y extensión de la depresión del capitalismo iniciada
a fines de la década de los años sesenta, se explica, pues, principalmente,
por las dificultades de la burguesía internacional para convertir a países
superpoblados como Rusia y China en fuentes directas de producción de
plusvalor.

El hecho es que a partir de finales de la década de los sesenta, la masa de


plusvalor acumulado alcanzó tal envergadura que al capital imperialista se le
fue haciendo más y más imperativo remover todos los obstáculos que le
impedían apoderarse no sólo de la población obrera de los países del bloque
socialista, sino también de los trabajadores de las empresas públicas en los
Estados capitalistas, en especial los de su periferia. Una de las principales
causas del genocidio provocado por el rosario de dictaduras militares a lo
largo de la década de los años setenta en América Latina, es sin duda la
enorme presión de esa formidable masa de capitales inactivos en busca de
nuevas fuentes de acumulación directa de capital. Había que acabar, pues,
con el proyecto de acumulación basado en un capitalismo de Estado nacional-
burgués, sobre el cual cabalgó la ideología del antiimperialismo, por toda
América Latina, cuya forma política sintetizó en el "bloque histórico" de
poder entre la clase obrera y la pequeña y mediana burguesía de cada país
dependiente, proyecto de explotación que desde la década de los cincuenta
predominó durante más de veinte años en la periferia del sistema. Y el
cuerpo diplomático de los países imperialistas es tanto más sensible a las
sugerencias de los poderes económicos de sus países que la policía y el
ejército. El Estado español no ha sido ajeno a todo este operativo.

(6)La ideología de los DD.HH. dirigida hoy a enjuiciar y encarcelar a los


ejecutores directos de semejante monstruosidad, sólo sirve para ocultar
ante la opinión pública mundial a los verdaderos causantes del terror que se
apoderó de cientos de millones de personas de todo un continente durante
más de diez años. Así es como buena parte de la inmensa masa de valor
sobreacumulado ha encontrado aplicación productiva a instancias de lo que
se ha conocido como "capitalización de la deuda externa" (más de un billón
de dólares a fines de la década de los ochenta), consistente en saldar esa
deuda a cambio de transferir la propiedad de las empresas del Estado a
manos de los acreedores privados. De este modo, el capital imperialista ha
convertido a los trabajadores de estas empresas de los países
dependientes, en fuente directa de producción de plusvalor, atenuando así
los efectos de la crisis.

Idéntico sentido estratégico tuvo la enorme masa de capital sobrante


invertido por la burguesía internacional -especialmente la de los EE.UU.
durante la era Reagan- para financiar cada una de las iniciativas bélicas que
desbarataron sucesivamente la política exterior soviética del statu-quo.
Estas sucesivas rupturas del equilibrio internacional de fuerzas por parte
de la burguesía internacional -desde la guerra de Angola en la década de los
sesenta hasta el actual conflicto en los balcanes, pasando por la guerra de
Afganistán y la supremacia en misiles balísticos intercontinentales-
obligaron a la URSS a mantener un esfuerzo en economía de guerra
incompatible con su sistema social postcapitalista. Estos gastos , en el
contexto de los despilfarros y ausencia total de estímulos que caracterizan
toda gestión burocrática, aceleraron la inevitable bancarrota del proyecto
stalinista de construcción del socialismo. Hoy, como producto de la política
de rearme y agresión descarada de los Estados imperialistas determinada
por la necesidad de nuevas fuentes de explotación para el capital sobrante,
los cientos de miles de millones de dólares ociosos de la burguesía
internacional están en trance de revertir casi completamente las relaciones
de propiedad en los países de Europa del Este anexados por la URSS tras la
segunda guerra mundial. En la Rusia actual, este proceso es mucho más lento
por las contradicciones que provoca. No obstante, el capital internacional
está encontrando múltiples oportunidades de inversión. Según reporta la
revista "Debate Marxista", las 100.000 empresas del ex-Estado Soviético
que desde 1990 a 1994 habían pasado a manos privadas, participan del 50%
en el PIB de la nueva Rusia en tránsito regresivo al capitalismo, mientras
una buena parte de la población de ese país repta en la más absoluta miseria.
Respecto de China, el flujo de inversión directa extranjera en ese país
entre 1985 y 1990 fue de 6.400 millones de dólares anuales. Dos años
después, la progresión de esas inversiones se había casi duplicado pasando a
los 11.000 millones, para alcanzar en 1993 los 26.000 millones. Así es como
cientos de millones de trabajadores que desde la revolución de octubre
habían quedado sustraídos al dominio del capital, están quedando
nuevamente convertidos en masa de población explotable de forma
directamente capitalista.

Sin embargo, según todas las evidencias -y la devaluación en curso de las


bolsas internacionales así lo confirma- toda esta barbarie propiciada por la
presión objetiva de la multibillonaria masa de capital excedentario en busca
de nuevos contingentes de población explotable en el planeta, no parece
todavía suficiente para sacar al capitalismo internacional de la dinámica de
crecimiento lento que viene sufriendo desde finales de la década de los
sesenta. Tal es la lógica objetiva que ha precedido a los grandes cataclismos
sociales y humanos en la etapa imperialista del capitalismo. Y la consigna de
"socialismo o barbarie" no es simple literatura, sino realidad cada vez más
tangible. Desde 1914, dos guerras mundiales, innumerables guerras locales,
el ascenso periódico de dictaduras sanguinarias fascistas, semifascistas,
militares, la extensión de la tortura a más de 60 países: todo esto prueba
que la noción de "barbarie" no es abstracta, ni mixtificadora, ni
propagandística, sino que está llena de un contenido real cada vez más
dramático. Pero hoy, con el armamento y el sobrearmamento nuclear, el
dilema "socialismo o barbarie" toma una dimensión nueva, aún más precisa.
Hoy la victoria mundial del socialismo en el contexto de la crisis mundial del
capitalismo, se ha convertido en una cuestión de supervivencia física para el
género humano. El dilema a largo que es: socialismo o destrucción del género
humano. (7)
Hemos dicho a largo plazo. A corto y mediano plazo, el capital internacional
se enfrenta todavía a serios obstáculos y resistencias considerables para
poner en práctica un curso hacia la reconquista de los mercados perdidos. Y
el principal obstáculo para cambiar el sentido de semejante dinámica está
en las dificultades para convertir a Rusia y China en países de neto corte
capitalista. No hay que olvidar que un país como China alberga el 60% de la
población mundial y que buena parte del trabajo excedente creado en ese
país -lo mismo que en Vietnam y Cuba- escapa todavía parcialmente al
proceso de acumulación capitalista. Apoderarse de los medios de trabajo y
de las materias primas de estas dos inmensas regiones del mundo para
explotar directamente a sus habitantes bajo formas sociales capitalistas
puras, es lo único que podría sacar a la burguesía internacional del marasmo
actual para entrar en una nueva fase de crecimiento sostenido, como la
ocurrida tras la gran ola de destrucción y muerte provocada por la Segunda
Guerra Mundial. Pero no parece que este proceso contrarrevolucionario se
vaya a poder consumar sino a través de una tercera guerra mundial. El
movimiento de contenido estratégico claramente proburgués que hace unos
años fracasó en China durante los graves sucesos de la plaza de Tiananmen,
así como el reciente paso atrás dado por la entente imperialista en Rusia
respecto del programa de reformas procapitalistas iniciado por el ya
virtualmente agotado gobierno de Yeltsin, no deja lugar a dudas acerca de
las serias dificultades de la burguesía internacional para acabar
rápidamente por el sólo desenlace de las contradicciones internas, con el
dominio de la burocracia política rusa y china sobre gran parte de los medios
de producción en esos dos gigantescos países. Y está claro que todo lo que
este desenlace se prolongue, contribuye a que la misma duración y gravedad
de la depresión del capitalismo empuje cada vez más hacia una resolución
bélica de tales dificultades.

Estamos, pues ante la posibilidad cierta de una tercera guerra mundial. Y sin
duda no será ésta una guerra parcial de incursión imperialista sobre países
del llamado "tercer mundo" que los trabajadores de las grandes metrópolis
opulentas del sistema podamos observar impunemente por televisión, tal
como fue el caso de la llamada "Guerra del golfo". Esta guerra, como las dos
anteriores, volverá a tener por escenario principal la geografía física,
económica y poblacional de los países imperialistas que integran la OTAN.
Ahora bien, con el nivel alcanzado actualmente por el armamento -ante todo,
pero no solamente, con el armamento nuclear- habría que multiplicar ese
potencial destructor al menos por cinco respecto de la última guerra
mundial, lo que implica el riesgo real de destrucción de gran parte de la
infraestructura material y humana sobre la tierra.

Y en la perspectiva de preparación de la guerra, lo decisivo para el


imperialismo en la etapa actual es acostumbrar a las masas política e
ideológicamente a lo irracional y lo monstruoso. Este es el objetivo central
de la ofensiva ideológica en los medios de comuncación y en las
universidades burguesas, que no es solamente antimarxista, anticomunista,
antisocialista, sino que es también una campaña contra la ciencia, contra la
razón, incluso contra los ideales de la revolución burguesa y del siglo de las
luces. La barbarie de las ideas precede a la barbarie de los hechos. Y esta
barbarie de las ideas tiene su punto de arranque en la propensión burguesa
de hacer verosímil el falseamiento sistemático de la realidad social. Por eso
debe desencadenarse una fuerte ofensiva teórica para defender al
marxismo, al socialismo, a la ciencia, a la razón, de los embistes de la
estupidez política dotada de formidables medios de difusión.

Ahora bien, esta guerra no estará a la orden del día antes de que se
inflinjan serias derrotas al movimiento obrero mundial, y muy especialmente
a los trabajadores de los países que forman la cadena imperialista. Si
hacemos memoria -y la memoria debe servir para no tropezar en la misma
piedra- el curso hacia la segunda guerra mundial podría haber sido
radicalmente cambiado si las fracciones burguesas enfrentadas entonces no
hubieran aglutinado detrás de su discurso belicista a los trabajadores de
sus respectivos países. Y eso la burguesía europea y americana no pudo
lograrlo hasta que no consiguieron que sus clases subalternas aceptaran una
ofensiva de austeridad y rearme de alcance muy similar a la que nos vienen
sometiendo desde hace una década.

En este sentido, aunque no podemos decir que todo esta decidido y que
inevitablemente vamos otra vez al matadero, aunque las batallas decisivas
están todavía delante y no detrás de nosotros, aunque ciertamente no
estamos en 1933 ni en 1938, tampoco es cierto que hoy lo tengamos menos
difícil que nuestros padres y abuelos en1929. Durante los años previos al
ascenso del fascismo, (1933), el movimiento obrero mundial estaba
dominado por una idea central: el capitalismo está en crisis y la solución a
esa crisis es la planificación socialista. Eran los tiempos en que la URSS se
sustraía casi por completo a los terribles efectos del paro y la miseria
generalizados del mundo capitalista. Este espíritu objetivo esta hoy casi por
completo ausente en las filas de los trabajadores. La bancarrota del llamado
"socialismo real" pesa en estos momentos como una losa sobre la conciencia
y el ánimo del proletariado internacional. El hecho de que esta caída haya
sido prevista por la inmensa mayoría del los militantes revolucionarios desde
una perspectiva totalmente distinta, agrega un factor más de
desmoralización que tiende a paralizar cualquier contestación al sistema. De
hecho, una buena parte de quienes antes de la transición española corrían
delante de la policía franquista en nombre de un socialismo revolucionario
alternativo al stalinista, se han pasado con armas y bagajes al campo del
enemigo de clase y casi todos sus dirigentes medran hoy cómodamente
instalados en los aparatos ideológicos y políticos de la burguesía.

En este contexto nada prometedor, es responsabilidad de los trabajadores


conscientes alertar por todos los medios posibles de que la duración y
gravedad de la depresión, tiende a aumentar el riesgo de la 3a Guerra
Mundial en la medida en que la ofensiva de austeridad y de remilitarización
consiga debilitar o desarticular el movimiento de masas en los principales
países capitalistas del mundo. Porque las grandes guerras siempre parten de
la voluntad política e iniciativa de la dirigencia burguesa localizada en los
países de la cadena imperialista.

Somos perfectamente conscientes de que una respuesta puramente teórica


y propagandística como la que nosotros esgrimimos desde aquí no es
suficiente. Mientras no exista en la realidad un modelo de sociedad de
transición al socialismo que se sustraiga de manera definitiva a las
arbitrariedades políticas, a los abusos, despilfarros, desigualdades y
opresiones que se dieron durante la vigencia del llamado "socialismo real",
respuestas como la nuestra no convencerán a todo el mundo. Pero hoy no se
trata de esto. De lo que se trata es de ir creando opinión pública,
conectando con todas aquellas minorías que hoy se muestran honesta y
desprejuiciadamente preocupadas por saber lo que realmente está pasando
en el mundo, con el sincero deseo de contribuir a mejorarlo. Este es el
requisito previo para proyectarse hacia las mayorías contribuyendo a la
concienciación de la necesidad de participar masiva y comprometidamente
en la construcción del futuro de la humanidad. Ésta es, para nosotros, no la
única, pero sí la tarea más importante que están exigiendo las presentes
circunstancias de la lucha de clases en el mundo. Ir limpiando a la ciencia
social, al marxismo, de toda la porquería ideológica que se le ha vuelto a
echar encima, esgrimiendo su arsenal científico y las mejores tradiciones
del materialismo histórico, tendentes a recrear una intelectualidad
revolucionaria orgánica capaz de asumir las responsabilidades políticas
presentes con eficacia, para construir un futuro socialista que supere con
plena certidumbre teórica y firmeza política los errores del pasado.

Lo que queremos significar cuando hablamos de la necesidad de crear


opinión pública basada en la ciencia social, para una actitud colectiva general
comprometida con la realidad, es que la economía y la sociedad se han hecho
demasiado complejas y llevan consigo demasiados riesgos de catástrofes
como para ser gestionadas no importa por qué clase de "expertos" -por otra
parte cada vez menos competentes- , por cualquier tipo de élites
minoritarias. Del mismo modo nosotros creemos que esta crisis mundial es
demasiado grave como para ser dejada a merced de "leyes objetivas del
mercado" que se realizan a espaldas de la humanidad. Esta crisis sólo será
resuelta de manera que sea la última, si por lo menos una mayoría de
trabajadores toman en sus manos la gestión de sus propios asuntos, de la
economía, del Estado, de la Sociedad. Para eso, es necesario contribuir, de
momento, a que la vanguardia amplia de la clase obrera se sacuda multitud
de prejuicios introducidos en el movimiento por el enemigo de clase, y no
tenga reparos en decidirse de una vez por todas a comprender y aplicar a la
a realidad que vive, los principios de la ciencia social moderna, el
materialismo histórico.

Apéndice sobre
las crisis económicas del capitalismo

Según lo que acabamos de exponer, las crisis capitalistas operan un


movimiento contradictorio; son interrupciones de la vida económica cuyas
sangrías de valor permiten reanudar el proceso de acumulación para que la
burguesía pueda sobrevivir como clase; pero cuanto mayor es la fuerza
productiva de la sociedad a la salida de una crisis, mayor es la COC con que
se inicia el siguiente ciclo y, por tanto, más formidables los obstáculos que
la burguesía encuentra sucesivamente para hacer rentable un capital cada
vez más inflado; esto hace que las crisis se sucedan en períodos de tiempo
cada vez más breves y sus consecuencias sociales sean cada vez más graves.

Mientras no se revolucione la forma de propiedad capitalista imperante


aboliendo sus correspondientes mecanismos de explotación, será del todo
imposible evitar el curso de este movimiento objetivo cíclico en dirección a
obstaculizar de modo creciente el proceso de acumulación del capital, y en
igual medida excluir a las clases laboriosas de los beneficios derivados del
desarrollo de las fuerzas productivas.
Pero que las crisis económicas se produzcan inevitablemente según esta
lógica prevista por las leyes objetivas de la economía política del
capitalismo descubiertas por Marx, esto no supone que su comprensión se
agote en el estudio de estas leyes tal y como aparecen expuestas en "El
Capital" . Según el método de Marx, la reproducción de la realidad en el
pensamiento pasa por el criterio de las aproximaciones sucesivas a esa
realidad según se recorre el camino de lo más simple y abstracto hasta a lo
más concreto y complejo. Aunque en "El Capital" se limite a exponer la lógica
de las categorías económicas puras, la prueba de que también aquí Marx
aplica el método de las aproximaciones sucesivas está en el hecho de que
para explicar la sustancia del valor y el doble carácter del trabajo
contenido en la mercancía - en torno al cual gira la comprensión de la
economía política - Marx sustrae al lector tanto de la acción del dinero, de
los precios y del crédito, como de la oferta y la demanda. Estas categorías
recién aparecen incorporadas al análisis a partir del libro III, cuando el
creador del materialismo histórico aplica el resultado de sus investigaciones
expuestas en el libro I a la articulación entre la producción y la circulación
del capital social global en sus tres partes constitutivas: interés bancario,
renta territorial y ganancia industrial.

En este sentido, aun cuando las crisis económicas no se pueden explicar


científicamente sin el desarrollo de la teoría del valor que abarca el
concepto de sobreacumulación absoluta de capital, la comprensión de estos
fenómenos en toda su complejidad y concreción exige considerar hechos y
actos conexos, que si bien no cambian las leyes objetivas del capitalismo
descubiertas por Marx, sí pueden modificar el curso coyuntural de la
realidad o el ritmo de determinados procesos económicos. De modo que si el
deber primordial de quienes no unen el horizonte de sus vidas al día que
pasa consiste en conocer las leyes económicas puras que presiden el
movimiento de la sociedad burguesa, no es menos cierto que ese movimiento
sólo podrá ser comprendido en tanto guía para la acción transformadora de
la realidad en sus múltiples determinaciones históricas y sociales, si se lo
vincula tanto al desarrollo desigual de sus partes, como a las relaciones de
competencia, dominio y dependencia entre las diversas fracciones del
capital constituidas en Estados nacionales y de éstos con realidades
económicas y políticas que escapan total o parcialmente al dominio del
capital, así como al enfrentamiento entre las clases sociales . Cuando en
"Reforma o Revolución" Rosa Luxemburgo impugna a los oportunistas
diciendo que…
<<…la teoría, es decir, los principios del socialismo científico,
establece líneas marcadísimas para la actividad práctica, tanto con
respecto a los fines como a los medios a emplear y a la forma de
combatir>>

está pensando sin duda en la teoría de las crisis no sólo desde el punto de
vista de la pura lógica de los hechos económicos, sino también desde la
perspectiva del movimiento real de la sociedad que integra o comprende,
además de la base material del sistema o modo de producción, la
superestructura ideológica, jurídica y política:

<<Según la concepción materialista de la historia, el factor que en


última instancia determina la historia es la producción y reproducción de
la vida real. Ni Marx ni yo hemos dicho nunca más que esto. Si alguien
lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante,
convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda. La
situación económica es la base, pero los diversos factores de la
superestructura que sobre ella se levanta -las formas políticas de la
lucha de clases y sus resultados, las constituciones que, después de
ganada una batalla, redacta la clase triunfante, etc., las formas
jurídicas e incluso los reflejos de estas luchas reales en el cerebro de
los participantes, las teorías políticas, jurídicas, filosóficas, las ideas
religiosas y el desarrollo ulterior de éstas hasta convertirlas en
sistemas de dogmas- ejercen también su influencia sobre el curso de
las luchas históricas y determinan predominantemente en muchos casos
su forma. Es un juego mutuo de acciones y reacciones entre todos estos
factores (donde) acaba siempre imponiéndose como necesidad el
movimiento económico (las leyes puras del movimiento real). De otro
modo, aplicar la teoría a una época cualquiera sería más fácil que
resolver una simple ecuación de primer grado…>> (Federico Engels:
"Carta a José Bloch" del 21-22/09/1880. Lo entre paréntesis es nuestro)

Entre los componentes de la superestructura está la política económica. Su


implementación en conjunto (medidas del FMI o del Banco Mundial, por
ejemplo) o por una fracción de la burguesía, aun cuando parezca que se
integra en el movimiento de la base económica del sistema capitalista, en
realidad actúa desde fuera de él, simplemente le influye desde la
superestructura política, desde el Estado capitalista nacional o
multinacional. Uno de los cometidos de la política económica, es el de servir
de instrumento al servicio de la fracción burguesa de cualquier país
eventualmente a cargo del aparato de Estado. El otro gran cometido
consiste en modificar el curso del ciclo económico en el sentido de
ralentizarlo, acelerarlo, o desplazarlo geopolíticamente. Sin entrar
demasiado en detalle, nosotros vamos a tratar aquí el segundo de estos
cometidos, en referencia a los antecedentes más inmediatos de la actual
situación del capitalismo mundial.

El antecedente inmediato de la actual crisis financiera y bursátil fue el


crash similar ocurrido en octubre de 1987 que anunció la depresión del
período comprendido entre 1989 y 1994. Ambas olas especulativas se
explican por el carácter de la onda larga depresiva que viene sufriendo la
economía capitalista internacional desde 1974. Durante el período de lento
crecimiento que discurrió entre 1982 y 1986, los beneficios capitalistas
aumentaron considerablemente, lo cual en parte fue el resultado de los
éxitos, limitados, pero reales, conseguidos por la ofensiva de austeridad en
perjuicio de los trabajadores. Pero esta masa de beneficios no ha sido
invertida en el aparato productivo. Un estudio realizado en la por entonces
República Federal Alemana, demostró que la fracción de los beneficios
invertida productivamente en el período 1982-86 ha sido solamente del 50%
respecto del período análogo de diez años antes. Esto viene a confirmar la
teoría de la sobresaturación de capital, situación que, a la luz de esta nueva
crisis financiera, la burguesía está todavía bastante lejos de superar.

Según la línea de interpretación marxista de las crisis, esta situación lleva a


los capitales que incrementan su masa a partir de nuevos beneficios, a no
invertirlos productivamente, al menos en una buena parte. Esta es la causa
de que estos capitales adicionales se precipiten sobre los llamados
"mercados de sustitución" de carácter puramente especulativo, como es el
mercado bursátil. La acción es un título de propiedad sobre el patrimonio X
de una empresa. Cuando se dice que la acción se cotiza a "la par" quiere
decir que lo que cuesta es lo que vale, o sea que representa una parte
alícuota o proporcional del valor real de su patrimonio. Cuando la demanda
es muy grande, como ocurre con cualquier mercancía, el precio de las
acciones se pone por encima de su valor y llegan a costar bastante más de lo
que en realidad valen o representan en términos de valor patrimonial. La
mayor o menor "volatilidad" o inestabilidad del mercado bursátil, está
obviamente en relación directa con la mayor o menor diferencia entre el
precio o valor ficticio que alcanzan los títulos por la presión de la demanda y
su cotización a la par o valor real. Finalmente, cuanto más alta es la
volubilidad del mercado bursátil más desastrosas son las consecuencias del
inevitable proceso de ajuste que se inicia con el "crash".

La afluencia de capital sobrante sobre el mercado bursátil de los principales


países capitalistas en los meses previos al 19 de octubre de 1987 ha sido
calculada en 1,8 billones de dólares. Esta formidable presión sobre la
demanda de acciones, hizo aumentar el precio de todas ellas, aun cuando
unas lo hicieron más que otras. ( 8 )

El crash bursátil de 1987 estalló en los EE.UU. Por tanto, para explicar su
por qué, hay que remitirse a los indicadores más significativos de la
economía real de ese país.

Al explicar el comportamiento de la curva de los salarios respecto de la


productividad en los EE.UU, decíamos en nuestra reflexión sobre la
naturaleza de las crisis capitalistas, que la recesión internacional de 1980-
81 había sido muy grave, y que la amenaza de prolongar sus efectos sólo fue
conjurada gracias al enorme déficit presupuestario del gobierno Reagan,
motorizado por el aumento desmesurado del gasto público orientado a
beneficiar a la burguesía norteamericana en su conjunto y muy
especialmente al sector granburgués mediante la canalización de ese gasto
público a la fabricación y venta de armamento de origen nacional. La
explosión de los gastos militares supone subsidiar a los truts de armamento
con cargo al presupuesto, que la drástica compresión de los gastos sociales
no alcanzó a compensar, lo cual resultó en un creciente endeudamiento
público. Pero la demanda global ha aumentado gracias a los beneficios
derivados de la industria de armamento, que compromete directa e
indirectamente a buena parte del aparato productivo y de la población
norteamericana. Así, la deuda pública federal americana, que ha pasado de
908.000 millones de dólares en 1980 a 1,807 billones en 1985 y a 3,107
billones en 1990, ha revertido en un aumento selectivo de la demanda
interior que atrajo hacia el mercado interior americano masa ingentes de
mercancías provenientes de Japón, Alemania, Corea del sur, Taiwan, Brasil,
y en menor medida de otros países imperialistas de Europa. De ahí el
elevado déficit de la balanza comercial norteamericana.

Al abultado déficit presupuestario se le ha venido sumando, pues, el


creciente desbalance negativo de los intercambios de EE.UU. con el
extranjero, donde el valor de lo que EE.UU importa, excede
progresivamente al de las exportaciones.
Participación de los principales países imperialistas
en la exportación mundial de productos manufacturados

EE.UU JAPÓN Francia Gran Bretaña Italia


1968 20,1% 10,6% 8,2% 11,6% 7,3%
1970 18,5% 11,7% 8,7% 10,8% 7,2%
1972 16,1% 13,2% 9,3% 10,0% 7,6%
1974 17,2% 14,5% 9,3% 8,8% 6,7%
1976 17,2% 15,6% 9,7% 8,8% 7,1%
1977 15,5% 15,4% 9,9% 9,4% 7,6%
1er trimestre 1978 14,4% 16,8% 9,5% 9,9% 6,6%
2º trimestre 1978 15,1% 16,0% 9,7% 9,2% 7,8%
3er trimestre 1978 16,1% 15,8% 10,1% 9,9% 7,2%
Fuente: National Institute Economic Review, Noviembre de 1978

En el primer semestre de 1986, la economía de los principales países


capitalistas experimentó una mini-recesión de la que sólo pudo escapar Gran
Bretaña. Sin embargo, durante todo este año la producción manufacturera
logró mantenerse y en los últimos meses experimentó una recuperación que
se prolongó hasta fines de 1987. Ha sido el enorme déficit presupuestario
de los EU.UU. combinado con el desbalance de los intercambios
internacionales de este país lo que ha logrado contener la mini-recesión de
1986.

Ahora bien, la causa esencial de este deterioro económico de los EE.UU.


radica en su pérdida de competitividad en el mercado mundial durante los
últimos veinte años, especialmente respecto de Alemania y Japón. Que la
demanda interna de los EE.UU se canalice hacia productos de importación y
que la participación de los EU.UU. en las exportaciones mundiales de
productos industriales disminuya progresivamente, sólo se explica por la
histórica disminución relativa y hasta absoluta de la productividad del
trabajo en este país.
Tasa de incremento de la productividad en todos los sectores

en % sobre el año anterior

país promedio promedio previsión


1963-1973 1973-1980 1978 1979 1980
EE.UU 1,9 -0,1 0,1 -0,5 -0,5
Japón 8,7 3,4 4,3 4,5 3,5
Alemania 4,6 3,1 2,9 3,5 2,5
Francia 4,6 2,6 3,1 3 2
G. Bretaña 3 0 2,2 -0,7 -1,7
Italia 5,4 1,6 2 3,5 1,5

Este cuadro de situación es absolutamente incompatible con la supremacía


del dólar como divisa patrón de los cambios internacionales y reserva de
valor en el mundo. Pero el caso es que no hay otra divisa con respaldo real
suficiente para sustituir a esta moneda como regulador del sistema
financiero internacional. Es que el declive del dólar esta referido a una
economía todavía predominante, que en 1988 representaba el 34% de la
producción industrial de la O.C.D.E. frente al 40% del conjunto de los países
europeos y el 20% de Japón. De ahí la actual urgencia de la burguesía
europea en dar nacimiento al Euro.

Ciertamente, lo que pueda suceder en EE.UU. no tendrá las mismas


consecuencias sobre la economía mundial que cuando en 1950 este país
representaba el 62% de la producción de los países actualmente miembros
de la O.C.D.E. Pero no hay duda que una súbita adecuación del dólar a la
realidad del declive económico de EE.UU. provocaría un desorden financiero
internacional de consecuencias económicas y políticas impredecibles. Así es
como tanto la RFA como Japón han venido impidiendo artificialmente la
caída del dólar, lo que no ha sido posible más que mediante la compra cada
vez más masiva de dólares para deprimir su oferta y así compensar o
contrarrestar la tendencia a su baja. Esto supone una acumulación en
dólares que se deprecian cada vez más por efecto de la pérdida de
competitividad de los EE.UU. Si Japón poseía en 1987 reservas en dólares
por 200.000 millones, un año después perdieron un 50% de su valor. Pero si
estos países dejaran que el dólar se precipitara en caída libre, ello
produciría automáticamente la retracción violenta y masiva de sus
exportaciones a los EE.UU. y con ello, de su producción y de sus rentas,
desembocando así en la recesión.

Ante la exigencia de los capitales excedentarios aplicados a la inversión


armamentista para poner de rodillas a la burocracia soviética, el gobierno de
Reagan ha acentuado peligrosamente el declive del dólar llegando a una
situación insostenible en 1987. El enorme déficit presupuestario y de la
balanza comercial de los EE.UU. no podía ser cubierto sin el aflujo masivo y
regular de dólares provenientes del extranjero.

Pero los prestamistas internacionales estaban dispuestos a conceder


créditos a EE.UU. en una divisa con tendencia a la baja de su cotización, sólo
al precio de una tasa de interés por lo menos igual que la existente en los
mercados de Zurich, Francfort o Tokio, donde oscilan entre un 4 y un 5%,
más la tasa de inflación en EE.UU. que era en ese momento del 3% anual.
Esto quiere decir que una tasa nominal a largo plazo que cayera por debajo
del 8 o 9% podía parar el aflujo de capitales extranjeros necesarios para
salvar a los EE.UU. de una situación similar a la mejicana o a la brasileña,
esto es, la cesación de pagos de su deuda externa (se trata aquí de las
deudas comerciales de corto plazo, es decir, de las facturas de una parte de
los bienes y servicios corrientemente importados, teniendo en cuenta que
los EE.UU. no disponen ya de reservas de cambio que puedan hacer frente a
buena parte del déficit anual de la balanza comercial, que en ese momento
era de 150.000 millones de dólares.

Desde el punto de vista meramente técnico, el crash bursátil de 1987 ha


sido precipitado por el alza de los tipos de interés en los EU.UU. Fue el
resultado del famoso "acuerdo del Louvre", concluido entre las 7 grandes
potencias imperialistas con el propósito de frenar la caída del dólar (9 )

En efecto, la base objetiva de las cotizaciones bursátiles - abstracción


hecha de las oscilaciones provocadas por la oferta y la demanda - está dada
por el capital que representan los dividendos o rendimientos de cada acción
según la tasa media de interés vigente. Así, si el rendimiento anual de una
acción es de 1.000 pesetas y la tasa de interés del 5%, el valor de ese título
será de 20.000 pesetas. Si la tasa de interés fuera del 10% el valor de esa
acción bajaría a la mitad, ya que a esa tasa de interés, el rendimiento de
1.000 pesetas pasa a ser representado por un capital de 10.000 Pts. Por lo
tanto, cuando la tasa de interés sube las cotizaciones bursátiles tienden a
bajar. Esto fue lo que precipitó la huida de la masa de capitales sobrantes
invertidos en los principales mercados bursátiles del mundo.
Pero ya hemos visto que la alta volatilidad de un mercado especulativo como
el bursátil, está en relación directa con la diferencia entre el precio
(ficticio) de los títulos - artificialmente abultado por efecto de la presión
de la demanda sobre ellos - y su valor real. En tales circunstancias, cualquier
modificación sobre la base objetiva de las cotizaciones provoca el pánico
generalizado. Pánico significa terror injustificado. Esto es lo que pasó en
octubre de 1987. La caída de las cotizaciones bursátiles por el abandono
precipitado de la bolsa de billones de dólares, fue desproporcionada
respecto del aumento en las tasas de interés. Las autoridades monetarias
intervinieron masivamente en Wall Street y en Tokio para inyectar créditos
(aumentar la masa monetaria) a fin de evitar que agentes de bolsa y otras
casas financieras se vieran obligados a vender acciones a cualquier precio
por falta de liquidez en los EU.UU, así como para hacer bajar la tasa de
interés en un intento desesperado de parar aquél torbellino catastrófico
que se había provocado:

<<(…) El martes (…) 20 de octubre, la Bolsa de los EE.UU. y por


extensión todos los mercados financieros del mundo, han conocido una
de sus crisis más graves.

Sólo ahora comienzan a conocerse los detalles completos sobre lo que


ocurrió durante esa fatal semana.

Las acciones, opciones y mercados a plazo fueron casi totalmente


paralizados durante un instante crucial, el martes. Muchas acciones de
entre las más importantes, como IBM y Merck, no pudieron ser
cambiadas. Los inversores, grandes y pequeños, no pudieron vender sus
acciones: no había compradores. …Quienes determinan el mercado en la
Bolsa de Nueva York, los especialistas, se vieron sumergidos en ordenes
de venta no llevadas a cabo. Y sus haberes fueron barridos.

Muchos bancos espantados por el derrumbe del precio de las acciones


que servían de ganancia para préstamos a agentes de bolsa, se negaron
a conceder más créditos a algunos de ellos, ya en situación
desesperada. Exigieron igualmente el reembolso de ciertos préstamos
importantes, poniendo en peligro a algunas sociedades de cartera.
Algunos grandes inversores financieros, amenazados por pérdidas
catastróficas si continuaba el pánico en el mercado bursátil, exigieron
insistentemente a la bolsa de Nueva York que cerrara.
Unicamente la intervención del Banco Federal, el anuncio concertado de
programas de rescate de acciones por empresas y los movimientos
misteriosos y las posibles manipulaciones de contratos a plazo sobre la
base de un índice bursátil poco utilizado han podido salvar a los
mercados de la desintegración total.

La historia de este martes revela las grandes debilidades en el sistema


financiero de los EE.UU. y hace entrever como un espectro la
posibilidad de que una crisis como ésta vuelva golpear de nuevo>> (Wall
Street Journal: 23/12/87)

Queriendo salvar una situación coyunturalmente peligrosa para su país, el


Banco Central de los EE.UU. ha agravado la crisis financiera estructural a la
que está confrontado, poniendo de manifiesto las bases económicas
endebles del sistema capitalista mundial.

El 17 de diciembre de 1987, treinta y tres economistas de entre los más


prestigiosos del mundo capitalista, entre ellos varios neokeynesianos
publicaron una declaración proponiendo una acción concertada a los
gobiernos de los principales países capitalistas para evitar una grave crisis
económica. El llamamiento se dirigió ante todo al de los EU.UU. Para este
país, los economistas recomendaron una política de austeridad sostenida
mediante una reducción de los gastos interiores adecuada al volumen de la
producción corriente, a fin de suprimir los déficits de la balanza comercial y
del presupuesto, desde entonces hasta 1992.

Estamos en la tarea de recabar datos y literatura necesaria para poder


cuanto antes completar este documento actualizado al corriente año. En tal
sentido, nos sentiremos gratamente compensados y reconocidos ante
cualquier observación fundamentada, así como de hacernos partícipes de la
información pertinente que nuestros interlocutores consideren de interés
para este trabajo.

(1)El extremo izquierdo de esta postura es una variante del proyecto


stalinista impuesto en la URSS tras la muerte de Lenin que se mantuvo
intacto hasta 1990, cuyas reminiscencias siguen latiendo en el actual Partido
Comunista de Rusia y demás flecos del stalinismo ortodoxo subsistentes en
el mundo. Esta variante aplicada desde los tiempos de la COMINTERN a los
países capitalistas, consiste en la expropiación del gran capital para
instaurar una "república popular" que sintetice políticamente, en nombre del
socialismo, la alianza estratégica entre la pequeñoburguesía y el
proletariado con vistas a estabilizar la explotación del trabajo asalariado en
pequeña y mediana escala. El proyecto consiste en que la masa total de
asalariados del "Estado nacional y popular", se dediquen a garantizar la
sobrevivencia de la pequeña empresa capitalista, una parte de ellos desde el
sector privado de la economía nacional, produciendo directamente plusvalor
para sus pequeños patronos, la otra desde las grandes empresas
estatizadas, contribuyendo con su trabajo excedente a subvencionar la
ineficiencia típica de la pequeña producción. Un proyecto "socialista"
inspirado en Sismondi, Proudhon, Rodbertus y Lassalle, basado en el atraso
de las fuerzas productivas, cuya ineficacia económica conduce
paradójicamente al subconsumo que sus preconizadores tanto critican en la
sociedad capitalista "no planificada", sólo que aquí alcanza incluso a la
demanda solvente, como se demostró en la URSS y demás países del llamado
"socialismo real" como Cuba, donde la gente dispone de dinero para comprar,
pero no hay suficientes productos en oferta.

(2) A continuación de este documento publicamos un apéndice donde


intentamos completar la explicación del fenómeno de las crisis en el
contexto de las últimas dos décadas.

(3) La tasa de explotación Pl/s expresa el rédito o rendimiento que el


capital obtiene de cada trabajador empleado durante una jornada de labor.
Luego la masa de plusvalor resulta de multiplicar la tasa de explotación por
el número de obreros empleados.

(4) La superficie ocupada por la distancia entre las dos curvas con índice
igual a 100 en 1980 indica la masa creciente de plusvalor obtenido por la
burguesía norteamericana en 17 años, equivalente al plusvalor relativo
expresado por la curva de la productividad, más el plusvalor absoluto
determinado por la caída en los salarios reales durante el período
considerado.

(5) Téngase en cuenta aquí, como es obvio, que los parados no están
reflejados en ninguna de las dos curvas del cuadro, porque el capitalismo los
arroja del sistema, aunque en realidad permanezcan dentro de él mientras
busquen trabajo. Por tanto, siguen formando parte de la clase obrera y a
ellos también se refieren Marx y Engels en este pasaje del "Manifiesto",
sobre todo a ellos.

(6) <<España empezó a fijarse en Argentina prácticamente a partir de


1976 (año de irrupción de la última dictadura militar). Es el inicio de lo
que los empresarios españoles bautizaron con el nombre de "el milagro
argentino". En la mayor parte de los casos, el aterrizaje de las
empresas españolas en Argentina se hizo de la mano del Estado español.
En este sentido, el viaje oficial del Rey Juan Carlos abrió la espita de
muchos negocios>> Revista "Mercado" Segunda quincena de febrero de
1982).

La espita de los negocios españoles en Argentina -que no abrió el Rey sino la


Dictadura del general Videla ahora encarcelado por mediación de la justicia
española- dio paso a que, una vez conjurada la "amenaza subversiva", las
empresas españolas del INI como Standard Eléctrica, Telefónica, Intel,
Made, etc., etc., pasaran a usufructuar el apetecible mercado de la libre
explotación del trabajo asalariado en Argentina, un pastel amasado con
sangre combatiente antiimperialista y beneficios empresariales, al que la
justicia española y distintas organizaciones de DD.HH. le están poniendo la
guinda veinte años después:

<<España es hoy el principal inversor europeo de la región. Destina a


Latinoamérica más capitales que a la Unión Europea. Así, el valor de
mercado de las inversiones de Telefónica Internacional en la zona
supera los 5.000 millones de dólares y las de los principales bancos
rebasan los 4.000 millones de dólares. El Santander y el BBV son el
tercer y el cuarto bancos de América Latina por volumen de activos.
Esta penetración inversora ha estado protagonizada hasta ahora por un
número reducido de empresas; pero se han establecido bases sólidas
para que empresas de menor tamaño hagan lo propio en una región que,
más allá de los tópicos, es un diferencial (léase superganancia) atractivo
para nuestra economía. ("El País" 22/3/97 - Editorial Pp.12. Lo entre
paréntesis es nuestro.)

Las baratijas jurídicas que leguleyos como Garzón están ofreciendo al


mundo no deben nublar en nuestras conciencias el hecho de que gracias al
terrorismo de Estado que el capital internacional mandó ejecutar a fieles
sirvientes como Videla y Pinochet hace más de veinte años, España ha
pasado a ser hoy la "principal potencia inversora" en Latinoamérica después
de EE.UU. Según declaraciones del actual ministro de Economía, Rodrigo
Rato, estas inversiones constituyen "una opción estratégica" para el Estado
español. Opinión naturalmente compartida por gestores financieros como el
señor Miguel Sebastián, Director de estudios del BBV, para quien los
trabajadores de América Latina son objetos de apropiación disponible
mediante franquicias de explotación a intercambiar por otras al modo como
los niños intercambian cromos:

<<Es una estrategia de largo plazo para estar ahí durante mucho
tiempo. Una estrategia que nos va a servir a nosotros como intercambio
con otros bancos de cara a futuras alianzas. Es como tener unos
cromos: nosotros tenemos los cromos de América Latina para poder
intercambiar con otros bancos -los del norte de Europa- que tienen la
franquicia en el Este de Europa o en Asia.>> (Servicios de Investigación
de TVE)

Una estrategia en la que, desde luego, no pueden estar ausentes las FF.AA.
españolas:
<<-¿Está preparado el ejército del aire para intervenir en Kosovo?
-Está preparado para intervenir en Kosovo o allá donde los interese
nacionales lleven a nuestro Gobierno a decidir que intervengamos>>
(Teniente general Juan Antonio Lombo López: Jefe del Estado Mayor del
Ejército del Aire en declaraciones a "El País": 12/10/98 Pp. 20).

Y por supuesto que la iniciativa de jueces como Garzón y García Castellón


respecto de odiados genocidas como Videla y Pinochet, sirven hoy para que
muchos latinoamericanos estén tal vez ingenuamente hipotecando su
dignidad política y humana al precio de futuro de una realidad tanto o más
terrible, porque al saludar la actual penetración del capital imperialista
español a cambio de sentirse momentáneamente colmados en sus genuinas
aspiraciones de justicia, están contribuyendo a sentar el necesario
precedente jurisprudencial para legitimar un nuevo genocidio, según lo que,
no en vano, el Teniente General Lombo López acaba de vaticinar.

(7) En este punto podríamos plantearnos la pregunta siguiente: ¿es racional


para el capitalismo, incluso encabezado por personal político de derecha y
extrema derecha, orientarse hacia una "solución" de la crisis por la guerra
mundial nuclear? Pero esta pregunta está mal planteada, porque supone
concederle la virtud de la racionalidad a un modo de vida substancialmente
irracional, porque en una sociedad donde el comportamiento y el destino de
las gentes en circunstancias normales está determinado por algo tan
incontrolable como el mercado, y donde por mediación de la irracional
competencia intercapitalista se llega a la necesidad y posibilidad real de las
guerras, el resultado de está lógica interna no puede ser otro que la guerra.
Así las cosas, que exista efectivamente un fondo irracional en el proyecto
de guerra nuclear no implica en modo alguno que este proyecto sea
irrealizable. Auschwitz también era irracional, no sólo desde el punto de
vista humano sino desde el punto de vista de los intereses globales del
imperialismo alemán, incluso desde el punto de vista militar, de obtener el
triunfo en la guerra. Pese a ello, Auschwitz fue realizado
(8)Estos movimientos objetivos del capital son aprovechados por los
Estados burgueses de acuerdo con los grandes conglomerados económicos
implicados, para expropiar a las clases subalternas de sus ahorros. Durante
los meses previos al crash de 1987 - tal como acaba de ocurrir en España
desde principios de 1998 - ante el silencio cómplice de los partidos políticos
y de las dirigencias sindicales, las grandes empresas capitalistas británicos
hicieron profusas campañas de prensa y televisión exaltando las bondades
del llamado "capitalismo popular" para canalizar el ahorro de buena parte de
las capas medias. La política de privartización de empresas del sector
público ha sido un intento político deliberado, antisindical y antiobrero para
hacer entrar a un buen número de trabajadores en el mismo circuito. Quince
días antes del "crash" la señora Tatcher hablaba de "la verdadera
revolución inglesa" afirmando que "por primera vez hay más obreros
accionistas que sindicalistas". Quince días después, muchos pequeños
accionistas desearían sin duda no serlo. Según la memoria de la Bolsa de
Madrid, el ahorro familiar en valores bursátiles durante 1997aumentó en
casi cuatro billones y medio de pesetas, curiosamente, un valor equivalente
al desembolso del capital privado para comprar las 25 empresas del Estado
español que el gobierno del PP vendió a lo largo de estos dos últimos años.
Muchos de estos pequeños ahorristas, los que se incorporaron a última hora
contribuyendo a redondear buena parte de los cuatro billones y medio de
pesetas al carrusel del capitalismo popular montado por el Estado español y
las grandes empresas beneficiarias de la liquidación del patrimonio público,
recordarán el 17 de julio pasado como una fatídica fecha:

<<El gobierno, que en los últimos dos años había vendido 25 empresas
del Estado por un valor superior a los cuatro billones de pesetas,
enlazaba una oferta pública (de acciones) con otra, aprovechando una
coyuntura de ensueño y buscando ampliar esa capa social en Bolsa para
sustentar la tesis del capitalismo popular tantas veces anunciado. Los
datos económicos de inversión y consumo, las previsiones de beneficios
en las empresas, la mejora del desempleo, junto con la iniciativa
bancaria, han logrado que la demanda de acciones haya superado a la
oferta en todas las operaciones>> ("El País" 30/08/98 pp.43. Lo entre
paréntesis es nuestro)

Tal era la euforia que se respiraba en la bolsa hasta el 17 de julio. En los


diez días subsiguientes, el patrimonio de las 35 mayores empresas radicadas
en el Estado español se cotizaba en diez billones de pesetas menos.

(9) Esta falsa maniobra evoca la decisión de los bancos centrales de


defender contra viento y marea la cotización de la libra esterlina (ligada al
oro) antes del crash de 1929.

octubre 1998

También podría gustarte