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REDACCIÓN
Magdalena Cámpora
Susana Fernández Sachaos
Diego Ribeira
Luis H. Biondini
Luis Ángel Della Giovanna
Raúl Lavalle
nº 3 - 2009
1
ÍNDICE
2
SOBRE EL ÁYAX DE YANNIS RITSOS
MERCEDES SCHAEFER
3
entre los rebaños y reses del ejército. Vuelto a sus facultades y al caer en
la cuenta de su absurda acción y del modo en que ha sido burlado, ya no
sólo por mano humana, ve en la muerte la única salida capaz de salvar su
honor mancillado. La conducta del Áyax de Sófocles es comprensible si
se tiene en consideración la pervivencia dentro del carácter trágico, del
ideal heroico al que el personaje continúa aferrado y del cual es, a la vez,
defensor y representante. En el momento en que el héroe conoce que ha
sido humillado, adquiere inmediata conciencia de la insignificancia de
una vida sin honra y elige, entonces, el suicidio.
En noviembre de 2008, es publicado póstumamente el Áyax del
poeta y dramaturgo griego Yannis Ritsos, nacido en Monemvasia en el
año 1909 y muerto en Atenas en 1990. Enmarcado dentro de una
estructura dramática, Ritsos expone en boca del propio Áyax un
monólogo ininterrumpido que abarca casi la totalidad del contenido de la
obra. Al acabar el héroe el soliloquio que pronuncia la madrugada antes
de morir, la voz del narrador se manifiesta brevemente en una didascalia
final en cuya escena irrumpe un marinero para anunciar la muerte de su
patrón.
En el drama de Ritsos, el argumento extraído del material mítico
es idéntico al de su antecesor. También aquí el ilustre guerrero ha sido
desplazado en la herencia de la armadura aquilea y también ha atacado
los rebaños de las tropas al intentar y creer ir contra Odiseo y los jefes
del ejército aqueo. Pero estas circunstancias decisivas en la vida presente
del héroe dan ocasión a que éste se detenga a contemplar, indagar y
cuestionar su pasado. Si en el Áyax de Sófocles el presente deshonroso
no podía sostenerse por resultar incongruente frente a un pasado
colmado de gloria, aquí, también el pasado visto desde la perspectiva de
quien se entrega voluntariamente a la muerte pierde el sentido y se torna
insignificante e intrascendente. El Áyax de Ritsos no se suicida, como el
de Sófocles, porque la condición trágica y patética del presente arrasa
con el ideal épico distintivo del pasado sino porque ni siquiera el pasado
heroico justifica la existencia; así, movido por las circunstancias
externas que le suceden, el protagonista discurre y reflexiona sobre el
universal humano.
La obra de Ritsos se abre con la imagen del héroe recluido en un
espacio cerrado, enfermizo, que se corresponde e incluso configura a
partir de la propia visión de este hombre que, profundamente aturdido,
sufre violentos delirios y es asaltado por los fantasmas de su imaginación
que produce continuos desvaríos. El hombre que surge a las claras ante
el espectador, y que permanecerá en escena hasta el momento final en
que huye para darse muerte, es presentado en deplorable estado,
yaciendo en el suelo entre cacerolas, platos rotos, bueyes y corderos
degollados, vistiendo una túnica manchada de sangre; pero es, no
4
obstante sus circunstancias, megalósomos, ‘grande en cuanto al cuerpo’,
y polydýnamos (p. 6), ‘de mucha fuerza.’
Aunque el Áyax de Ritsos nace en un contexto temporalmente
reciente, las palabras que escoge para su obra, que es
predominantemente lírica, parecerían evocar, incluso revivir, aquella
otra edad en que se sitúa su modelo. Este héroe desvalido, como se
observa en la misma didascalia inicial, tiene en su rostro una expresión
de impotencia y de tristeza, que es málista anármoste; que está en gran
desarmonía con las dimensiones de su cuerpo.
Conocemos de sobra la capital importancia que para el griego
tenía el sentido de la simetría y la proporción, el hecho de que la
perfección consistía no en la superación de lo físico como instancia
obstaculizadora del desarrollo espiritual sino en la necesaria juntura de
las partes que, como un conjunto de piezas disímiles, se ensamblan y
acomodan en aras del justo equilibrio. Pero el antiguo héroe, que había
combatido impetuoso en las filas aqueas, yace ahora anarmostós,
desarmonizado, discordante. Tiempo después del amanecer, preso en el
interior de su tienda, Áyax comienza su monólogo:
5
resplandecía el camino y parecía yo inmenso; de
todos lados
me veían. ¿Cómo volver? Aún mi sombra
me desamparaba. (p. 16)
La luna
inmensa iba trazando círculos ,
abriendo pozos secos para que yo cayera.
No podía
caminar ni estarme quieto. (p. 16)
6
diferentes y que, sin embargo, resultan alumbradoras de otros tiempos,
permanecen. Pero el Áyax del siglo de Pericles evoca antes de morir a su
patria, el esplendor de Salamina, el suelo sagrado de su tierra y la ilustre
Atenas. El Áyax de Ritsos es acaso, la tragedia del total desamparo. El
héroe también recuerda su patria en Salamina pero sólo “sus mañanas
demacradas con niebla y con llovizna” (p. 40).
MERCEDES SCHAEFER
7
EL VIAJE DE PENÉLOPE
CLAUDIA MOLINÉ
Era una tarde calma y no corría siquiera una brisa leve. Penélope
extendió las velas sobre las rocas y colocó una piedra sobre cada
esquina. Sabía que en poco tiempo se secarían. El sol acariciaba con
calor aunque pronto sería de noche. Penélope lo sintió sobre la piel, que
le quemaba, y se sintió cansada después de subir la cuesta con la canasta
llena. Transpiraba. Sabía que podría haber delegado la tarea en su
esclava Dafne, pero secar las velas era algo que hacía con placer. Se
sentó junto a la higuera a esperar. No había sombra, pero ella gozaba el
momento de soledad, allí en la colina, mirando hacia donde Odiseo
había ido, detrás de donde se escondía el sol. Abajo veía entrar en la
bahía los últimos pesqueros. En la playa los pescadores guardaban las
redes y los niños colgaban los pescados a secar en fila. Si la vista no la
engañaba, por la senda iba Alcis, el amigo de su hijo Telémaco, con el
burro de su padre cargado de leña fina. Bajo la parra los hombres
conversaban. Hasta creía distinguir a Odiseo gesticulando con los
brazos, siempre tan efusivo. La vida parecía estar detenida y en paz.
8
olivo que era su lecho nupcial, Odiseo luchaba, ya no contra esos
enemigos, sino contra sus pesadillas y su insomnio y, para vencerlos le
relataba a Penélope todo lo vivido. Y ella lo sostenía en brazos amorosos
mientras él revivía aterrado sus recuerdos y hablaba y hablaba hasta que
el agotamiento lo obligaba a cerrar los ojos.
9
que él había vuelto todos los esclavos respondían a la autoridad de él, y
ella reinaba sólo en su mundo de mujeres, en la intimidad de sus
habitaciones. Pero, desde que escuchaba las historias de Odiseo, esas
habitaciones se le hacían cada vez más pequeñas, más encerradas. La
conversación, cada vez más aburrida, la vida cotidiana, cada vez más
estrecha. Había días en que no podía ni sostener la aguja del bordado, tan
grande era la inquietud que la invadía.
10
que relataba era verdad. Odiseo, ella lo sabía, tendía a exagerar, pero a
ella le divertía que lo hiciera.
11
estaño oían una canción leve, casi imperceptible, tenue, en un idioma
desconocido hasta entonces.
12
TOMO DEL MUNDO
LUCIANA ROMANO1
1
Agradecemos a la autora, escritora galardonada por sus cuentos y por un guión
cinematográfico, el permiso para publicar este bello poema, que dice loas al misterio de
la belleza. Ella se goza en el instante y en la búsqueda cuidadosa. Lo tomamos de:
Luciana Romano. Vapor de foto. Buenos Aires, Alhucema, 2006, p. 40.
13
LA REESCRITURA MITOLÓGICA DE ADÁN
BUENOSAYRES EN LA DRAMATURGIA
ARGENTINA1
Un texto-faro
Adán Buenosayres se constituye en un referente privilegiado para
la puesta en marcha de una indagación comparatística transmodalizada
(transposición de género literario). Se origina de esta manera un
“diálogo” entre la obra marechaliana y cierto “corpus” de la dramaturgia
1
Publicado originalmente en: Fundación Leopoldo Marechal – Universidad de Buenos
Aires. Cincuentenario de Adán Buenosayres; Estudios, testimonios, bio-cronologías (I
Jornadas Nacionales de Leopoldo Marechal; 20 y 21 nov. 1998). Buenos Aires, 2000.
Agradecemos al autor y a la señora María de los Ángeles Marechal, hija del escritor, el
habernos permitido incluir aquí este artículo.
14
nacional mediante el recurso mitológico vertebrador y su registro
humorístico/paródico.1
La reescritura mitológica de AdánBuenosayres se hace evidente
en la dramaturgia argentina apartir de los años ’50. esta articulación se
realiza en relación con el entrecruzamiento de códigos y la incorporación
de ideologemas.
Se puede advertir que el “texto-faro”2 marechaliano aporta a otro
género (teatral) una multiplicidad de “mitologemas”,3 y que ya desde su
propia génesis propone una concepción del mundo como representación.
En su meditación sobre la Edad de Hierro, Adán reflexiona acerca del
misterio de la tierra: “…como si este globo no fuera sino el ‘teatro de
una comedia divina’, cuyo escenario se cambiaba según lo requería el
libreto. ¿Y ahora? Un final de acto, sin duda: El cielo será retirado como
un libro que se arrolla” (Adán Buenosayres, 111-112).
La cosmovisión marechaliana es “neobarroca”, en el sentido de
categoría metahistórica del espíritu, en concordancia con la idea que
Eugenio D’Ors había elaborado sobre lo barroco. De tal forma, al mundo
como representación teatrales le suma la conformación del confuso
laberinto, el caos (Buenos Aires babilónica) y aspectos teratológicos
(Adán monstruo dual, Polifemo, Paleogogo).4
Fiestas públicas, máscaras, payasos y disforías adquieren un
valor de camouflage en el itinerario adánico, en donde actores y
espectadores se fusionan en el infierno cacodélphico en una extraña
alquimia.
En la segunda espira de Cacodelphia, la de la lujuria, el petiso
Bertini analiza el problema sexual de Buenos Aires en un ámbito
cinematográfico-teatral, ante un vasto auditorio, “las tres cuartas partes
de la ciudad” (Adán Buenosayres, 365), según el astrólogo Schultze.
En la octava espira (Ciudad de la Soberbia) Frank y Amundsen,
el ventrílocuo y su autómata, el Homo Sapiens, “discurren” sobre la
evolución de la humanidad; aquí el teatro está descrito como “una
1
La concepción marechaliana humorístico-paródica la consideramos un sistema de
estrategia discursivas, un sistema perspectivante de su discurso que vertebra un sentido.
2
Considero texto-faro no a un modelo o a una fuente preestablecidos. Se trata de una
herramienta de trabajo que al transmodalizarse (me refiero estrictamente a este estudio)
adquiere un valor concreto, a pesar de que su valor instrumental es potencial; un
“agujero negro” o región que debido a su enorme intensidad gravitatoria conlleva la
capacidad de “capturar”. Singularidad-texto de cuyo horizonte de sucesos no es posible
escapar. Sería interesante, en la literatura argentina, realizar un relevamiento de textos-
faro, lo cual, indudablemente, nos induciría a re-pensar ciertos textos desvalorizados o
marginados.
3
Los mitemas o unidades mínimas de significado mítico, al construir un esquema
localizable en otras obras, general mitologemas.
4
La teratología, practicada por Marechal casi como una ciencia social, requeriría un
estudio especial a lo largo de toda su producción.
15
entrada igual a la de los cinematógrafos de barrio (…) una platea
desbordante de público que aguardaba en silencio frente al corrido telón
del escenario” (Adán Buenosayres, 542).
Transmodalización de mitologemas
Observamos que a partir de los años ’50 comienza a perfilarse en
la dramaturgia nacional un acercamiento al ancestro mitológico desde
diferentes ópticas. La reescritura de mitos se adscribe a una tendencia
“no naturalista”, a la postración de una realidad más profunda
entroncada con lo mitológico aludido/oculto. Desde el texto propuesto
como “faro”, y sin dejar de reconocer las resonancias en la Argentina de
escritores como Anouilh, Giraudoux o Gide, indagaremos en lo que
Javier de Navascués reconoce como un “entrecruzamiento de códigos”:
“La mezcla de códigos, el épico culto y el porteño popular contrastan
humorísticamente hasta en el lenguaje de los dioses (…) la comicidad
del pastiche heroico-cómico viene dada, en buena medida, por el choque
del estilo.” Si a esta consideración le añadimos un “efecto”, elaborado
por Marechal en Cuadernos de navegación en su teoría de la “catarsis
cósmica”, nos situamos en una coordenada propicia para focalizar esos
aspectos en una parte importante de obras teatrales.
Adán Buenosayres, cuya intención épica es indubitable, impele al
mito vertebrador de un doble movimiento: desacralización de lo mítico y
mitificación de lo humano. En el Libro Sexto, la aparición del “linyera”
(hombre de la cruz; Adán Buenosayres, 315-316) “mediatiza” dichos
movimientos y es en este poder mediador donde radica, a nuestro juicio,
la gran fuerza de Adán Buenosayres. El texto-faro, como potencialidad,
es “transmodalizado”, en lo que G. Genette denomina “transposición
formal” y es reescrito por medio de transposiciones diegéticas
(transformaciones témporo-espaciales) y pragmáticas (modificaciones de
la acción).
Las transposiciones diegéticas aluden a la constitución de un
“imaginario social”1 y en un proceso histórico podemos incluir las
Antífonas de Anouilh, del propio Marechal (estrenada en 1951) y la más
reciente Antígona furiosa (1922) de Griselda Gambaro. Se trata pues de
construcciones (o reconstrucciones) de “ideologemas” encubiertas por la
herencia mitológica y se recurre, de manera oblicua, a translaciones
arquetípicas, a fin de eludir –como ocurrió en la Argentina– sistemas
represivos y censuras medievales. En consecuencia esta estrategia
discursiva llega con fuerza incluso a los años ’90 con La casa sin
sosiego de Griselda Gambaro, obra de múltiples códigos expresivos
convergentes. Reconocemos aquí un heterotexto que se apropia y
1
La teratología, practicada por Marechal casi como una ciencia social, requeriría un
estudio especial a lo largo de toda su producción.
16
transforma otros textos, construido a través del tema de los
“desaparecidos” durante la última dictadura militar.
En un itinerario plagado de símbolos, Juan-Orfeo, el protagonista
de la obra, intenta echar luz a la oscuridad que envuelve la desaparición
de Teresa-Eurídice. El guía del viaje es un personaje cuyo nombre es
Bobo, una verdadera caricatura del astrólogo Schulze, el “raro Virgilio”
marechaliano. La inserción del ideologema “represión” re-instala en la
sociedad argentina (en otro tiempo escritural) la vigencia estratégica del
registro mítico-paródico y G. Gambaro re-edita el mito orfeico como
práctica transtextual, como “confrontación y parodia de los discursos
precedentes”, en concordancia con la postura del crítico Valentín Cricco.
Es necesario efectuar un relevamiento de ciertos códigos e
ideologemas presentes en la dramaturgia nacional a fin de re-actualizar
el texto-faro. En 1956, con La peste viene de Melos de Osvaldo Dragún
(en un registro más sombrío que irónico) se denuncia, mediante mitemas
relevantes, un espacio social y político; en este marco, la misma
“dialoga” con una obra fundamental del siglo XIX: El gigante Amapolas
de Juan Bautista Alberdi, de intención política contra el régimen rosista,
aunque sin el substrato mitológico de aquella.
En 1949, Eduardo Mallea en La representación de los
aficionados1 recurre al artificio de una obra dentro de otra, de dos tramas
paralelas que se armonizan en contrapunto. Sugestivamente, la obra
seleccionada por los aficionados lleva por título “Todo está permitido”,
creándose un paralelismo humorístico entre la Roma imperial y la
Buenos Aires de la época peronista.
La apelación a diversas formas de humor, profundizando y
morigerando el “signo trágico” de los acontecimientos (Cuaderno de
navegación, 165-169) adquiere vigencia en autores como Dragún, Monti
o Somigliana.2 El desgranamiento de características y modalidades del
teatro clásico en la dramaturgia nacional no se presenta esquematizado.
Desde el texto-faro se recrea un “universo teatral” a través de la sátira, la
farsa, la caricatura o la menipea.
La transposición se evidencia en tres aspectos: la nominalización
arquetípica (Orfeo, Apolo, Musas, Circe), la utilización de elementos
formales (elementos corales) y la tematización de unidades simbólico-
míticas. Orfeo, en un itinerario metafísico-ideológico, es el referente de
mayor proyección nacional.
1
El “juego” propuesto por Eduardo Mallea, estructurado polifónicamente, se traducen
un polemismo sin resolución de los conflictos; es decir, se afirma la horizontalidad
ideológica de las conciencias.
2
Carlos Somigliana se inicia en el teatro con Amarillo, ingeniosa evocación de la Roma
de los tribunos y de la audaz Cornelia Graco. En esta atmósfera renueva temas y
personajes de su actualidad.
17
En 1964, Alberto Rodríguez Muñoz con Los tangos de Orfeo
reinstala la simbiosis danza popular/mito orfeico, lo cual ya había sido
esbozado por el mismo autor dos años antes (El tango del ángel).El
“pobre Orfeo de bolsillo”, parodia marechaliana, adquiere en la obra de
Rodríguez Muñoz un matiz irónico y expresionista.
Marechal desnuda a sus antihéroes arrabaleros de su carnadura
mítica dentro de una poética que propone una “sátira del malevaje”. La
reflexión sobre el tango se impregna, de este modo, de cierta nostalgia
metafísica: “En aquel instante profirió Del Solar su grito de alarma y en
ese punto fue donde Pereda comenzó a silbar el tango La Chacarita,
señal de cuidado en él, ya que lo silbaba pocas veces y sólo cuando
recorría las calles nocturnas de La Paterna o de Villa Soldati, meditando
en las futuras encarnaciones del taita porteño” (Adán Buenosayres, 140).
Se advierte aquí la voluntad fundacional de Marechal, que es
también propia de las vanguardias: la recuperación de los mitos de
origen. En efecto, el tango (mito de lo porteño) se convierte en
“mediador” entre lo profano y lo metafísico, en el doble movimiento
señalado. Como afirma Ángel Núñez, “El Adán Buenosayres toma ese
corpus poeticum tanguero, lo reelabora, cargándolo de una dimensión
religiosa (doña Cloto) y lo critica en la Excursión al Suburbio, cuyos
personajes centrales son los compadres orilleros Juan José Robles,
Rivera, Flores y Di Pasquo (que integran el Parnaso de la Criolledad)
(…) La burla del Parnaso queda a cargo de Adán, Schultze, Tesler y
Amundsen, quienes, bastante entrados en copas, se ríen de los que
consideran falsos héroes.” Se produce, en consecuencia, lo que Julia
Kristeva designa con el nombre de “parapragmatismo”,1 una
“confrontación” entre defensores/detractores de la música popular, y esta
situación es re-elaborada por el dramaturgo Rodríguez Muñoz frente a la
incipiente crisis tanguera de los años ’60.
1
La absorción de una multiplicidad de textos es designada por Julia Kristeva como
“parapragmatismo.”
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de valores y tradiciones e informa al espectador de un “estado de crisis.”
En efecto se experimenta un cambio de perspectiva socio-política y se
desmitifica la figura del guapo palermitano, que había perdido entidad en
aquella época y que, a diferencia del de otros arrabales (influidos por la
inmigración), se lo rescataba en “estado de pureza.” Observamos el tono
irónico con resabios cáusticos que adquieren las voces (el malevaje-
coro) frente al ataúd del “caudillo y taita” don Pancho Morales:
VOCES: –Con sus más y con sus menos, don Pancho Morales
supo ser un varón bien templao…
–En taba, nadie le mataba el punto (…)
–En las elecciones del 95, el diputado don Lucio Salcedo se
hacía lenguas al mentar su coraje (…)
–¡Pucha que estaba bien relacionao el finadito!
–A rey muerto… rey puesto. (Primer Acto, Cuadro I, 27-28)
19
“modernos” (pantalón largo a los quince años, motocicleta, un partido
político) y su aventura, como la de Adán, asume la forma de un viaje
simbólico. Como expresa Juan Cirlot, “desde el punto de vista espiritual,
el viaje no es nunca la mera traslación en el espacio, sino la tensión de la
búsqueda y de cambio que determina el movimiento y la experiencia que
se derivan del mismo. En consecuencia, estudiar, investigar, buscar
intensamente lo nuevo y profundo, son modalidades de viajar o, si se
quiere, equivalentes espirituales y simbólicos del viaje. Los héroes son
siempre viajeros, es decir, inquietos.”1
En este viaje, el mitema “cruce del umbral del regreso” (en el
caso de Apolo Garmendia) deja atrás los obstáculos, las “pruebas” en los
campos de concentración, la muerte de su madre y el rescate de su reloj
empeñado. El “regreso” del “héroe transfigurado” (hijo de Apolo)
traduce pues un desdoblamiento, reconocido por el hijo-Prometeo:
1
Partiendo del Diccionario de símbolos de Juan Cirlot, elaboré en forma
pormenorizada la teoría del viaje simbólico, en el trabajo “Poética del exilio y fin de
siglo”, XII Simposio Internacional de Literatura, Instituto Literario y Cultural
Hispánico, Los Ángeles, 1995.
20
TIEMPO, VOCES Y RESONANCIAS EN “LA LECCIÓN
DE CANTO” DE KATHERINE MANSFIELD
LUIS ÁNGEL DELLA GIOVANNA
1
Mansfield, Katherine (2005). Un viaje imprudente y otros cuentos. Buenos Aires,
Losada.
2
Filinich, M. (2007). Enunciación. Buenos Aires, Eudeba.
3
Genette, G. (1972). Figures III. Paris, Seuil.
21
Señorita Meadows indica a sus alumnas cómo deben entonar los
versos de la canción, casualmente un “lamento” –nada más acorde
con su estado anímico– y, a su vez, evoca momentos vividos con su
prometido y lamenta la ruptura de la relación. El ritmo narrativo
también se enriquece con los diálogos y las elipsis.
3. Por último, la frecuencia temporal en este relato, que lo hace por
momentos “repetitivo”: el contenido de la última carta de Basil
repercute en diferentes instantes en que la profesora intenta dar su
clase.
1
Ricoeur, P. (1965). Tiempo y narración. Configuración del tiempo en el relato de
ficción. Tomo II. México, Siglo XXI.
22
verso, la tristeza del invierno, hagan sonar la palabra tristeza
como si un viento frío soplara a través de ella.”
El lamento (reflejo del estado anímico del personaje en casi toda
el texto):
“¡Rápido! ¡Ah, las rosas del placer se marchitan
tan rápido!
Pronto el otoño se rendirá a la tristeza del invierno.
Las voces de la protagonista y su enamorado:
–La mujer del director insiste en invitarme a cenar. Es un
fastidio. No dispongo de una noche para mí solo en ese
lugar.
–¿No puedes negarte?
–Bueno, sí, pero a un hombre en mi situación no le
convendría caer mal.
La carta de Basil:
“Estoy más y más convencido de que casarnos sería un
error. Y no es porque no te quiera. Te quiero tanto como
soy capaz de amar a una mujer pero, a decir verdad, he
llegado a la conclusión de que el matrimonio no es para
mí…”
La señorita Wyatt:
“–Debo advertirle que aquí no les está permitido a las
maestras recibir telegramas en horas de clase, salvo que
se trate de algo sumamente grave como algún
fallecimiento, un accidente grave o algo por el estilo. Las
buenas noticias, señorita Meadows siempre pueden
esperar, y usted lo sabe.”
La canción habitual de la página 32 (reflejo del estado de ánimo
del personaje al final del texto):
“Aquí venimos hoy de flores colmadas
Y canastas de frutas con cintas adornadas
Pa-a-ra felicitar…”
“¡Cielo santo, qué podría ser más trágico que ese lamento! Cada
nota era un suspiro, un sollozo, un gemido de horrible pesadumbre.”
“En alas de la esperanza, del amor, de la alegría, la señorita
Meadows voló de regreso al salón de música, subió por el pasillo y los
escalones hasta el estrado donde estaba el piano.”
23
que las niñas deben interpretar, los momentos de felicidad vividos por
los enamorados. Pero repararemos en un objeto en especial: el
crisantemo amarillo. Según el diccionario de símbolos, el “crisantemo”
es “ante todo un símbolo solar”, “…mediador entre el Cielo y la Tierra”;
“otras homofonías permiten asociarlo a las nociones de duración, de
permanencia, de estabilidad y también de la totalidad. Símbolo de
alegría, belleza y perfección.”, “emblema de la sencillez, de la
espontaneidad natural y discreta de los taoístas…”1 Por su parte, el color
amarillo está considerado como el color de la eternidad, como el oro es
el metal de la eternidad; el color de la luz y de la intuición.
1
Chevalier, Jean (1993). Diccionario de los símbolos. Barcelona, Herder.
24
KIKÍ DIMULÁ: “SEÑAL DE RECONOCIMIENTO”
MARÍA INÉS ALMAZÁN
SEÑAL DE RECONOCIMIENTO
25
generaciones de bellas estatuas,
buena cosecha de inmovilidad.
Hace muchos siglos que te conozco
y por las manos que tienes atadas
te digo mujer.1
KIKÍ DIMULÁ
1
Kikí Dimulá. 31 poemas (sel., intr. notas y trad. Nina Anghelidis y Carlos Spinedi).
Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1998, p. 37.
26
En la escritura de la poetisa se registra la figura de la mujer-
reflejo según estas lo han sido a través de la historia, una imagen en el
discurso falocéntrico. Por lo tanto en su enunciación recurre a las
imágenes de la estatua o la pintura para reflejarse en Otro y, en la
inversión que ejerce el ojo en el proceso de mirar –en este caso imagen
ecfrástica1– se apropia de los cuerpos escritos por el discurso de voz
masculina. Ellos se convertirán en el espacio desde el cual construirán
su escritura de mujer. Al emerger el discurso feminista, surge la voz
femenina. Las escritoras re-construyen las imágenes que han heredado
de la literatura masculina y encuentran el espacio de enunciación para re-
significar, a través de su mirada de mujer, el mundo, las cosas, sus
relaciones con los otros.
1
Esto es, relativa a la ékphrasis, voz griega que designa una descripción literaria de una
obra plástica. El ejemplo más conocido es el del escudo de Aquiles, que Homero
describe en la Ilíada.
2
Nos referimos al que comienza: “Este que ves, engaño colorido.” Puede verse:
http://www.poesiaspoemas.com/sor-juana-ines-de-la-cruz/este-que-ves-engano-
colorido.
3
Nos referimos al que comienza: “Mientras por competir con tu cabello.” Puede verse:
http://users.ipfw.edu/jehle/poesia/mientras.htm.
27
sujetos iguales, objetos de amor (1997), queda planteada la posibilidad
de restablecer y entrar en la relación yo/tú, seres sociales, en relación
dialógica cultural.
28
FRANK T. J. MACKEY, ¿DISCÍPULO DE OVIDIO?
DIEGO RIBEIRA
29
y no poca importancia hay en que sea cómplice fiel de tus callados
deseos”)1
1
Sigo la traducción de Juan Antonio González Iglesias en Ovidio: Amores – Arte de
amar, Madrid, Cátedra, 2000.
30
inglés o español o lo que fuere, para darnos cuenta de que en realidad, y
en contra de nuestra primera hipótesis, Frank no es discípulo de Ovidio.
Lo que sucede es que no hemos cambiado en lo esencial, que nuestros
pasos de baile siguen siendo los mismos de siempre.
DIEGO RIBEIRA
31