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comisaría. Su mirada, eso era lo que le había convencido. En tan larga vida profesional
había visto de todo, mucha clase de gente, y distinguía perfectamente a quien decía
estupideces e invenciones. Aunque pareciese una fantasía, lo que aquel hombre le había
contado había encendido una misteriosa luz roja dentro de él. El hombre se había
instinto le decía que hiciese caso a lo ilógico, y por eso se desplazó hasta el lugar con un
- Yo estaba sentado cerca del puente del Alamillo en una amplia terraza que hay
celeridad, por lo que había más gente disfrutando del inicio de la noche. Había
la noche. Soy músico, y suelo trabajar por la zona, así que se bien de qué va la
quitarles la vista de encima de un modo u otro. La primera vez que los observé
que te hacen entornar la cara como por un resorte, porque has notado algo que te
es. Iban todos de negro riguroso de la cabeza a los pies, informales, pero de
negro, ropa nada cara ni llamativa, sin piercings ni tattus, sin botellas ni nada en
sus manos, miradas perdidas, ausentes, brazos bajos… sin alegría a lo largo de
toda su palidez, pese a que ninguno pasaba de los 20 años. Todos tenían el
menos a la moda. A la cabeza iba un chico extraño, con el pelo hacia arriba,
y en verdad resultaba hipnótico. Tenía los ojos tan oscuros por las órbitas que
pensé que estaba maquillado, pero no estoy seguro del todo. Era muy blanco de
tez, lo cual aumentaba el extraño efecto, aunque la verdad, todos lo eran. ¿Sabe?
No crucé la mirada ni un momento con ese chaval, pero estoy seguro de que de
como un aguijonazo en los ojos. No me comporto así nunca, pero el reflejo fue
instintivo. Nada mas cruzar la calle se dirigieron hacia mi ubicación, directos a pasar
por la amplia acera que se extendía detrás de mi, entre el banquito de piedra que
cruzaron por el frente, con lo que pude verlos con todo detalle. Y eran… distintos. No se
explicar lo que en ellos vi que me hizo sentir tanto rechazo, pero sin duda había algo allí
y en una cantidad grande. No soy asustadizo para nada, pero estaba sucediendo algo que
no entendía, y repito, no había nada a primera vista que estuviese fuera de lo común,
Entonces la vi. Iba al final del todo, cogida del brazo por uno de los chicos, que la
miraba además con toda su atención y algo que más que una sonrisa parecía un rictus.
Era una muchacha gordita, rubia, con una falda vaquera y algo rojo por encima, una
camiseta o así. No encajaba para nada entre los demás. También iba en silencio, pero no
era como los otros. Ella, y no me pregunte porque no se que decir a esto, era en todo lo
que yo comprendo una chica normal, saludable. Deje que me exprese aunque ahora
resulte confuso, pero más tarde lo entenderemos con suerte. Ella era una niña del lado
bueno, eso es lo que percibí, una de los nuestros, con una considerable dosis de vida,
como sus dedos se clavaban en la carne llena de juventud de aquel brazo desnudo, con
fuerza, haciendo presa de tal modo que resultaba imposible zafarse. Ella tampoco lo
intentaba, desde luego, pero la escena era fuerte para quien se fijase, de una violencia
medida. Las uñas del muchacho eran largas, y bastante descuidadas, muy fuertes. Le
decía algo al oído, pero ella no cambiaba el gesto, que estaba a medio camino entre la
orquestado para no llamar para nada la atención. Pensé que igual iban a las
concentraciones de Alamillo, muy populares en esas fechas entre los chavales sin
ocupación que se ponían hasta arriba de todo, pero lo descarté de inmediato. Éstos no
iban allí, sino a la zona de la ribera del Guadalquivir, junto al río, a algún lugar solitario,
porque se perdieron por una zona que no lleva más allá, por donde no hay sitio para
pedía auxilio más allá de su propia alma. No pregunte como, pero me llegó una especie
de flash, un fogonazo que me dio a entender lo que ya saben, el motivo por el que les
Seguramente fueron los ojos… pero algo me gritó desde lo profundo de su alma que…
No archive el caso como otras veces sin duda ha sucedido. Busque y encontrará.
- ¡¡Señor!! – era la voz del agente Márquez, que llamaba desde el lado del muro
de defensa. – ¡Mire esto! – señalaba con el dedo índice embutido en sus guantes
de látex.
escrita con algo negro que no era pintura, aparecía escrita una palabra. Una sóla y única
palabra: ECLEISIA.
análisis se enteró de que la sustancia negra del texto era sangre de muerto, y que estaba
escrita sobre grasa humana fresca perfectamente untada en el cemento, como con un
Pese a las misteriosas pruebas, muy a su pesar tuvo que cerrar el caso dada la ausencia
de más datos, pero a veces iba a tomar algo a la terraza de aquel lugar frente al Alamillo.
Era un lugar fresco y agradable. Allí lo observaba todo sin esperar nada. Pensar que
pudiese haber alimañas sueltas entre los jóvenes, confundiéndose con ellos,