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Así hablamos los chilenos. La Nación, Domingo 11 de Abril de 2004 , pag.

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Al revés del célebre título de Raymond Carver, ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?, el uso del doble sentido en el habla de
los chilenos dice mucho más de nuestra identidad de lo que podría pensarse. Esa es al menos la conclusión que arroja nuestra
familiaridad con la paradoja como un síntoma al interior del idioma. J.C. Munizaga Sociólogo, Grupo Nous

Las palabras, más que cosas a usar, son algo así como casas por habitar; las necesitamos como parte de nuestro medio ambiente. Las
palabras no nos llegan ni como instrumento de comunicación ni como ontología, sino que se nos aparecen como una extensión de
nosotros mismos. De allí que resulte provechoso llamar la atención sobre el principio de la paradoja y su acción como patrón cultural
en el uso que de ella hacemos al interior del lenguaje.

La paradoja es un atributo retórico que permite entender las situaciones de la vida bajo el prisma de la contradicción. Un lenguaje
paradojal es aquel que afirma y niega al mismo tiempo, o que afirma negando. Toda acción tiene así inmediatamente su doble en un
propósito que la contradice, y cada intención genera un doble en la acción contraria.

En Chile, esto es particularmente recurrente. Si se tiende a un fin como propósito o acción, indefectiblemente nuestro patrón cultural
genera su doble o su simulacro. Ya lo dice nuestro himno nacional: estamos constituidos merced al simulacro del paraíso, lo que viene
a ser lo mismo que habitar el doble de algo real, algo que tiene consistencia en sí mismo. ¿Y cuál es la consistencia del simulacro o de
ese doble? Pareciera que habitar precisamente en la paradoja, como una manera de camuflar la falta de fundamento, de olvidar que no
tenemos nada que nos obligue, ni tampoco nada que nos haga tomar una decisión y mantenerla, descartando la opción contraria. Más
aún: todo indica que nos placen las dos verdades al mismo tiempo, y no podemos llamar falsa a la otra. Nuestro tic cultural de fundar
la realidad en la paradoja es precisamente eso, un tic que, como los gestos físicos involuntarios, delata una singularidad y a la vez
cierto conflicto y frustración al interior de quien lo realiza. Veamos algunos ejemplos al azar .La cumbia

... ¡Mira ese barco / entrando en la bahía! / Ahí se va, se va / se va la novia mía! La perplejidad que genera la estructura de esta frase,
extraída de una popular cumbia chilena, se explica a partir de la contradicción entre la dirección del barco (acercándose al lugar desde
donde se habla) y la ruta de la amada (alejándose de ese mismo lugar). Algo dice esta cumbia acerca del sentido de la perplejidad que
campea entre nosotros, y que indica bajo la forma de la paradoja un sentido plausible de ser entendido. En este caso, el sentido de la
frase se entiende por analogía y no en forma lineal. Existe entonces un contrasentido entre la acción que señala y el propósito de la
misma: todos entendemos que el hablante resiente la pérdida de su novia (el propósito) a través de indicar una acción aparentemente
imposible, que es acercarse y alejarse al mismo tiempo. En este caso la paradoja está señalando la fuerza del enunciado, en la medida
que atrapa más al auditor que si la frase estuviera dicha en correcta literalidad.

Pase, no más Entre nosotros es común utilizar la muletilla ‘no más’ en medio de las conversaciones, la que en algunos contextos
alcanza su plena justificación “lógica” al indicar que algo o alguien debe detenerse.

Por ejemplo, cuando los padres le dicen al niño: ‘hasta ahí no más’, para avisarle de un peligro. No obstante, alcanza una alta cuota de
paradoja y su consiguiente efecto de perplejidad cuando esta muletilla se utiliza en un contexto diametralmente opuesto. Por ejemplo,
cuando invitamos a alguien al interior de un recinto, decimos: ‘pase no más’, y es evidente que allí todos entendemos el sentido
figurado que posee la expresión, cual es la de invitar a alguien con plena confianza, como una etiqueta de cordialidad. Sin embargo, su
sentido literal se contrapone al figurado, porque se está indicando un límite a la persona que se invita a pasar. Decimos literalmente
que la persona puede pasar, pero hasta allí no más, que no vaya más allá de ese límite al que lo invitamos con una amplía sonrisa y
gestos de amabilidad.

Este enunciado, en un contexto de cortesía, pone nuevamente en contradicción su propósito con la estructura gramatical, como si esta
construcción de sentidos contrapuestos pudiera lograr más efectos en las personas que si hubiera una complementariedad entre la
estructura de la frase y su sentido mentado.

Por qué no me ayudas Esta es quizás una de nuestras frases más paradojales, si es que puede haber grados en la paradoja. Cuando
la enuncia el hablante, su tono adquiere generalmente un sentido explícito de solicitud y petición, como contenido figurado, mientras
que la frase señala literalmente la sorpresa del emisor ante la negativa del otro de querer ayudar.

Nuevamente aparece aquí el tema de lo explícito y lo literal como fórmulas poco atractivas de entendimiento. La frase: ‘por qué no me
ayudas’, posee una alta complejidad como enunciado, ya que es una petición al mismo tiempo que manifiesta un rechazo, señalando la
necesidad de entendernos a través de un desencuentro entre los sentidos literales y figurados.

Los ejemplos arriba descritos ilustran un uso del doble sentido al interior del idioma y una pregunta por su necesidad: ¿por qué nos
damos a entender bajo la forma de la paradoja o de los sentidos contradictorios, cuando sería más llano y fácil seguir el sentido literal
de las oraciones? ¿Por qué hacer las cosas difíciles? ¿Por qué lo más obvio tiene que presentarse en forma camuflada?

Un sentido posible de esta paradoja que funda nuestros vínculos es precisamente marcar el encuentro de dos fuerzas contrarias. Desde
el punto de vista de su forma es una expresión de liberación respecto de la linealidad de la lógica, por lo que refiere a un sujeto libre, y
desde el punto de su contenido expresa cierta frustración y necesidad de reiterar el síntoma de la negación, lo que refiere a un sujeto
reprimido.

Tal es el síntoma de nuestra paradoja.

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