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TIERRAS POR GUERRA – JULIAN SCHVINDLERMAN

No es que Israel sea provocativo; el que Israel “sea” es


provocativo.George Will, columnista del Washington Post .

1 Antes de introducirnos en la temática relativa al lugar que ocupa Israel en el


pensamiento y la teología musulmana es imperioso quebrar una percepción de
gran difusión en Occidente: el mito de que el Islam fue altamente tolerante
hacia sus minorías, incluyendo a los judíos.Puesto que solo mediante una
comprensión cabal de la actitud histórica y teológica del Islam hacia los judíos
podrá entenderse con justicia la actual hostilidad árabe-musulmana hacia el
estado judío, Israel. Líderes árabes han propagado la noción de la hermosa
coexistencia sin pausa y apologistas occidentales la han abrazado con
entusiasmo. Dijo en 1937 el Mufti de Jerusalén, Haj Amin al Huseini: “[Los
judíos] siempre han vivido previamente en países árabes en completa libertad,
como nativos del país. De hecho, el gobierno musulmán ha sido siempre
conocido por su tolerancia (...) según la historia, los judíos han tenido una
apacible y pacífica residencia durante el dominio árabe”.

2 Análogamente se expresó el titular de la OLP, Yaser Arafat, en 1968: “No


estamos en contra de los judíos (...) hemos estado viviendo uno con el otro en
paz y fraternidad, musulmanes, judíos y cristianos, por varios siglos”.

3 Unos años después, en 1973, el Rey Faisal de Arabia Saudita dio eco a este
espíritu de armonía fraternal con estas palabras: “Antes de que el estado judío
fuera creado, no existió nada que dañara las buenas relaciones entre árabes y
judíos”.

4 El representante kuwaití ante la ONU dijo ante la Asamblea General en


1975 durante el debate de la resolución “Sionismo es racismo” que “...fue solo
cuando los sionistas vinieron que, a pesar de nuestra hospitalidad hacia el
judío, mostramos hostilidad hacia el sionista”.

5 El Rey Husein de Jordania, por su parte, afirmó: “La relación que permitió a
árabes y judíos vivir juntos por siglos como vecinos y amigos ha sido
destrozada por acciones e ideas sionistas”.

6 Otros varios líderes árabes han proclamado similares frases de armoniosa


coexistencia entre ambos pueblos a lo largo de la historia.
Esta impresión no se limita al relato árabe solamente sino que encuentra
amplia difusión en círculos occidentales. Que una agenda política actúe de
agente motivador de la posición árabe es comprensible. Su objetivo es
focalizar la creación del Estado de Israel como el catalizador de un conflicto
inter-fraternal, cuyo mismo establecimiento arruinó una idílica, tranquila y
mutuamente beneficiosa relación previa. La conclusión lógica del planteo
puede sintetizarse en las siguientes palabras: remuevan el estado judío y el
hermoso vínculo perdido retornará.Quienes afirman que antes del
advenimiento del Islam en el siglo VII, judíos y árabes efectivamente gozaron
de relaciones armoniosas, están en lo cierto. Elogiosas palabras en cuanto a las
nobles cualidades de los judíos pueden encontrarse en la literatura árabe
antigua. Aquí estamos explorando, sin embargo, cómo el Islam -desde su
aparición en la escena histórica catorce siglos atrás- trató a “sus” minorías,
especialmente a los judíos. Vale acotar que la presentación pro-islámica en
algunos círculos de Occidente en torno a la relación judeo-musulmana de
siglos anteriores toma importante distancia del clásico y utópico relato árabe
arriba mencionado. La postura generalmente plantea no que hubo relaciones
armoniosas per se , sino que en comparación al trato que los judíos recibieron
en manos del Catolicismo (especialmente durante el medioevo), la actitud
islámica fue más benigna. Esta impresión es totalmente correcta. Durante el
yugo eclesiástico católico los judíos sufrieron enésimas veces más que durante
el dominio musulmán. Pero tal como observaron Dennis Prager y Joseph
Telushkin en su formidable estudio sobre el antisemitismo, Why the Jews? ,
esto dice mucho más acerca de la condición de los judíos dominados por los
cristianos que sobre el trato musulmán. En tanto que durante el dominio
musulmán los judíos raramente experimentaron las torturas, pogroms y
hogueras públicas que caracterizaron la vida de las comunidades judías
durante la Europa cristiana medieval, sus vidas bajo el Islam fueron, en el
mejor de los casos, signadas por la discriminación, la degradación y la
inseguridad.

7 Hay, sin embargo, un aspecto subyacente en esta comparación que merece


observación. El hecho de que el Islam califique como “benigno” respecto al
tratamiento al que sometió a los judíos solamente en comparación al mal
absoluto que representó el catolicismo medieval, es en sí mismo un muy
elocuente comentario sobre el particular. Puesto que indica que solo juzgado
por un estándar tan bajo puede emerger moral e históricamente limpio de su
propio pasado. Podrá decirse en la actualidad del movimiento islámico
fundamentalista Hamás que, hasta tanto no construya un Auschwitz en Gaza,
su conducta vis-à-vis los judíos es benigna respecto a la de los Nazis. Pero
solamente juzgado en función a su propio mérito puede uno genuinamente
arribar a una conclusión acerca de la naturaleza de un grupo terrorista que
eligió la auto-inmolación como método y a los judíos como su objetivo.
Hecha esta salvedad entonces, veamos que tan tolerante fue históricamente el
Islam respecto a los judíos.Desde su advenimiento en el siglo VII y hasta el
siglo siguiente, el Islam se esparció con singular rapidez ganando terreno tanto
geográfico como religioso. El primer encuentro de los guerreros musulmanes
con las cultas y ricas comunidades judías lejos estuvo de haber sido signado
por la hostilidad o por el atropello, a punto tal que los judíos ocuparon en este
período roles administrativos importantes en los nuevos territorios árabes. Si
bien el Islam casi desde su nacimiento creó una teología y una ley religiosa
repleta de elementos anti-judíos (ambas serán analizadas luego), estos -en la
era temprana del Islam- permanecieron en una dimensión teórica y raramente
se materializaron en la práctica. La posición de los judíos durante el dominio
musulmán en los primeros siglos fue de una naturaleza tal que les permitió
sobrevivir e incluso en muchos casos progresar económica y socialmente.
Túnez, Iraq, Egipto, entre otros, vieron el florecimiento de sus comunidades
judías, principalmente en el comercio y la academia, e incluso en muchos
casos los judíos también ocupaban cargos de médicos, astrónomos y
funcionarios de la corte. Pero en ningún otro país como en España alcanzaron
los judíos una posición de franca prosperidad. En su ambiente estimulante
pudieron desplegar su erudición filosófica, entre otros, Abraham Ibn Ezra,
Yehuda Halevi, Ibn Gavirol, Shmuel ha-Nagid, y Moshe ben Maimón, este
último también médico de la corte egipcia. Es oportuno destacar, sin embargo,
que no todo el período en el cual los judíos estuvieron bajo reinado musulmán
fue armonioso. Uno tan solo debe recordar que el prestigioso filósofo
Maimónides llega a Egipto huyendo de conversiones forzosas de Marruecos y
antes de allí había debido escapar con su familia de su España natal por la
misma razón. Esto evidencia instancias de persecuciones que
lamentablemente también han caracterizado el yugo islámico. Veamos unos
pocos esporádicos ejemplos:Iraq: en el siglo XI las mujeres judías debían usar
un zapato rojo y uno negro. En el siglo XIV las sinagogas de Bagdad fueron
destruidas. En el siglo XVIII los judíos de Basra fueron
asesinados.Marruecos: en el siglo XI, seis mil judíos fueron asesinados en
Fez. En el siglo XII, los judíos fueron forzados a convertirse, los ciento
cincuenta que se negaron fueron asesinados. De los conversos, aquellos que
no lograban convencer al gobernante musulmán de la sinceridad del acto de
conversión, eran exterminados, su propiedad confiscada y sus mujeres dadas a
musulmanes. En el siglo XV toda la comunidad judía fue acusada de haber
asesinado a un musulmán y solo unas pocas familias escaparon con vida del
pogrom. El siglo XVII presenció similares persecuciones.Plestina: en el siglo
XVI el Sultán Murad III legisló que mil judíos de Sfad serían deportados a
Chipre. En el siglo XVII, los judíos fueron perseguidos porque había sequía y
fueron acusados de que por tomar vino paró de llover. En el siglo XVIII
libelos de sangre estimularon más persecuciones. Durante el siglo XIX los
judíos debían pasar a un musulmán por el lado izquierdo, que es el
identificado con el diablo. Las sinagogas debían estar ubicadas en lugares
remotos, en tanto que los judíos debían rezar casi en silencio. Además debían
pagar impuestos especiales para salvaguardar la integridad física del
cementerio del Monte de los Olivos, la Tumba de Rajel camino a Belén, y
para no ser atacados en el camino a Jerusalén.Yemen: en el siglo XVII en casi
todo el país, los judíos fueron expulsados de las ciudades y aldeas. Llamados a
retornar un año más tarde, fueron confinados a ghettos fuera de las ciudades.
Durante la expulsión la sinagoga fue transformada en una mezquita. Niños
musulmanes podían arrojar piedras contra los judíos sin reprimenda alguna.
Hasta la expulsión de los judíos en 1948, los niños judíos que perdían a su
padre eran considerados propiedad del estado y convertidos al Islam.Egipto:
en el siglo once el barrio judío fue destruido, y los judíos fueron obligados a
colgar de sus cuellos bolas de dos kilos. En los siglos XIV, XV y XIX
estallaron “revueltas anti-dhimmis”. Un historiador documentó seis
persecuciones inspiradas en libelos de sangre solamente entre 1870 y
1892.También ocurrieron masacres contra las comunidades judías en Siria
(1840 y 1936), Libia (1945), Argelia (1801) y a lo largo de todo el mundo
árabe entre 1948 y 1967.Vale decir que la situación de los judíos durante la
égida musulmana conoció tanto épocas felices de bienestar y florecimiento,
como épocas negras de brutales persecuciones. Entre los dos polos opuestos
extremos (armonía y persecuciones) -ambas manifestaciones ocasionales en
catorce siglos de dominio musulmán- se encuentra una norma
primordialmente caracterizada por la intolerancia y la discriminación
religiosa. Salvo cortos períodos de florecimiento, por un lado, y violentos
pogroms, por el otro, la vida judía bajo el Islam muestra un continuo de teoría
y práctica segregacionista epitomizada por el concepto de “minoría tolerada”
o dhimma .La emigración de Mahoma a Medina es considerada el punto de
partida de la historia islámica, y el encuentro del Islam con los judíos de
Medina fue un evento central en la formación de actitudes musulmanas hacia
el pueblo judío. Considerándose a sí mismo como el último profeta del
monoteísmo mosaico, Mahoma adoptó varios elementos de la práctica judía e
instó a los judíos a abrazar la nueva fe, y ante sus ojos, la auténtica. Cuando
comenzó su reinado en Medina en el año 622, Mahoma adoptó varias
costumbres judías con la finalidad de ganar adeptos del judaísmo, cuya
validación el profeta musulmán necesitaba puesto que esta nueva religión
había emanado del Judaísmo y por consiguiente necesitaba afirmarse como un
movimiento religioso independiente. Los judíos necesariamente jugarían un
papel crucial en este aspecto dado que “ningún grupo podía validar sus
posiciones religiosas tal como podían los judíos, [ni] ningún grupo podía tan
seriamente amenazar con socavarlas tal como podían los judíos”.

8 Entre las costumbres adoptadas por Mahoma cabe mencionar rezos diarios
mirando en dirección a Jerusalén, ayuno en Iom Kipur, y algunas prácticas
alimentarias en el espíritu del Kashrut (dieta alimentaria judía). Cuando los
judíos rechazaron la nueva religión ofrecida por el profeta, Mahoma sustituyó
Jerusalén por la Meca, reemplazó el ayuno del Iom Kipur por el de Ramadán,
y dejó de lado otras prácticas judías. No se limitó a esto, sino que a partir de
este rechazo Mahoma adoptó una actitud muy hostil hacia los judíos y ventiló
públicamente su enojo. Sus furiosas reacciones fueron incluidas en el Corán
así como en el Hadith (un compendio de dichos y hechos del profeta),
otorgando de esta forma sustento divino a su antipatía antijudía, perpetuándola
en la historia y esparciéndola entre millones de seguidores. El hecho de que
los judíos no hayan sido acusados de haber crucificado al profeta musulmán
no impidió la conformación de un cuerpo teológico antisemita. Así, por
ejemplo, una famosa frase del Hadith dice: “La resurrección de los muertos no
vendrá hasta que los musulmanes guerreen con los judíos y los musulmanes
los maten (...) los árboles y piedras dirán, ´Oh musulmán, Oh Abdallah, hay
un judío detrás de mí, ven y mátalo´”

9 (esta cita figura también en la Carta de Alá, el documento fundacional del


Hamás). En el Corán uno puede encontrar las siguientes frases referidas a los
judíos, las que fueron introducidas luego de que el pueblo judío rechazara el
mensaje de Mahoma, que eclipsa completamente las positivas referencias
previamente existentes:

10 — “Han incurrido enojo de su Señor, y desdicha será puesta sobre ellos


(...) porque han descreído de las revelaciones de Alá y mataron
equivocadamente a los profetas...” (Surah III, v. 112).— “Y encontrarás en
ellos los más avaros de la humanidad...” (Surah II, v. 96).— “Debido a la mala
conducta de los judíos (...) y por su usura (...) y por devorar la riqueza de otros
pueblos con falsas pretensiones (...) Hemos preparado para aquellos que no
creen una dolorosa fatalidad...” (Surah IV, v. 160).— “Alá los ha maldecido
por su no creencia...” (Surah IV, v. 46).— “Ellos no escatimarán dolores para
corromperte. Desean no otra cosa que tu ruina. Su odio es claro...” (Surah III,
v. 117-120).— “Los más vehementes en su odio a la humanidad son los judíos
y los idólatras...” (Surah V, v. 82).— “Esparcen maldad en la tierra...” (Surah
V, v. 62-66).— “Alá luchó contra ellos. ¡Que perversos son!” (Sura IX, V.
30).Presentadas como la palabra de Alá, estas y otras citas forman la base de
la teología anti-judía del Islam. De ellas no puede desprenderse ni
remotamente un trazo de actitud tolerante hacia los no creyentes en general y
hacia los judíos en particular. El eminente profesor emérito de la Universidad
de Princeton y mundialmente renombrado orientalista, Bernard Lewis, lo
explica de esta manera:“Similarmente del lado musulmán, aducir tolerancia,
ahora tan oída por apologistas musulmanes y especialmente por apologistas
del Islam, es también nueva y de origen externo. Solo recientemente algunos
defensores del Islam han comenzado a aseverar que su sociedad en el pasado
brindó igual status a los no musulmanes. Esto no es planteado por voceros del
Islam re-emergente, e históricamente no hay duda de que están en lo cierto.
Sociedades islámicas tradicionales nunca brindaron tal igualdad ni
pretendieron haberlo hecho. De hecho, en el viejo orden, esto hubiera sido
considerado no un mérito sino un abandono de la obligación. ¿Cómo podría
uno otorgar el mismo trato a aquellos que siguen la verdadera Fe y a aquellos
que voluntariamente la rechazan? Esto sería un absurdo lógico y teológico.”

11 El Corán y el Hadith integran la base de la cual se desprende la Ley


Islámica Religiosa o Sha' aria. Dentro de ella se encuentra un concepto
particular denominado Dhimma que es aplicable a los “infieles” que residen
en territorio musulmán. Según la ley y la práctica musulmana, la Dhimma es
el pacto que regula la relación entre el estado musulmán y las comunidades no
islámicas que son “toleradas” o “protegidas” por medio de dicho pacto. Estas
minorías protegidas son denominadas ahl al-dhimma (pueblo del pacto) o más
usualmente dhimmis . Entre los infieles hay diferencias. Los idólatras deben
optar, en teoría, entre el Islam o la muerte. El resto, principalmente los judíos
y los cristianos, reciben el status de minoría tolerada y pasan a ser
considerados dhimmis . Desde ya, esta “tolerancia” dista mucho del
entendimiento moderno en cuanto al sentido del término. En el siglo VIII, el
Califa Omar, quien sucedió a Mahoma, delineó las doce leyes bajo las cuales
el dhimmi viviría como un no creyente (judío, cristiano, etc.) entre los
creyentes (musulmanes). La codificación e institucionalización de estas
regulaciones fue luego ampliada por juristas medievales en tanto que otras
nuevas reglamentaciones fueron introducidas al cuerpo jurídico musulmán con
el devenir histórico. Junto con las reglas clásicas otras muchas de ellas
nacieron en contextos geográficos y políticos determinados. Si bien las reglas
de la dhimma poseen aplicabilidad para los cristianos también, haremos
hincapié aquí en la condición particular de los judíos. De esta manera fue
definida su vida en el Islam:Los judíos tenían prohibido tocar el Corán.
Estaban obligados a usar ropas distintivas (el califa al-Rashid fue el primero
en introducir un parche amarillo como emblema distintivo de los judíos. Esto
fue en el año 807, una idea que sería posteriormente tomada por la Iglesia
Católica en el siglo XIII y por el Nazismo en el siglo XX). No podían
practicar su fe públicamente. Tenían prohibido poseer o montar caballos o
camellos dado que eran considerados algo noble. Podían montar burros fuera
de las ciudades, sentados de manera que ambas piernas estuvieran del mismo
lado, y debían desmontar solo en presencia de un musulmán. No podían beber
vino en público. Debían enterrar a sus muertos cuidando que su pena no sea
oída por los musulmanes. Para poder vivir bajo la “protección” musulmana, el
judío debía pagar un impuesto especial, la jizya . El Corán prescribe que el
pago debe ser efectuado en una ceremonia que sirva de expresión del status
inferior del dhimmi , algo materializado por golpes en el cuello o espalda. En
otras palabras, según la Sha´aria el derecho a la vida no es considerado un
derecho natural, sino un derecho que debe ser comprado anualmente al
establishment islámico. Las relaciones sexuales entre musulmanes y dhimmis
eran penalizadas con la muerte. Las sinagogas podían ser usadas para guardar
camellos y caballos de los musulmanes. La ley religiosa islámica determinó
que si un dhimmi mataba a un creyente, la pena de muerte era el castigo. Si
ocurría la inversa, el musulmán tan solo debía pagar una multa monetaria a la
familia del asesinado. Dado que el testimonio de los judíos no era aceptado en
las cortes, el derecho a la defensa era inexistente. Los judíos tenían prohibido
poseer o cargar armas o ser propietarios de tierras. No podían tener esclavos o
sirvientes y, teóricamente, no podían escribir en árabe. En cuanto a la
vivienda, los judíos eran relegados a la mellah , ghettos a-la-árabe. A su vez, el
principio de castigo colectivo era ampliamente aplicado a los dhimmis . La
menor trasgresión derivaba en brutales represalias. La “menor trasgresión”
debe ser tomada en sentido literal: por ejemplo, si un dhimmi , al montar un
burro, tenía la temeridad de sentarse sobre una montadura en lugar de sobre un
lienzo, toda la comunidad pagaba por eso, económicamente o sufriendo
vandalismo, algo tristemente usual. Un musulmán explicó en Hebrón en 1858
luego de robar a los judíos que “su derecho derivaba de tiempo inmemorial en
su familia de entrar en casas judías y reclamar contribuciones sin ninguna
rendición de cuentas”.

12 Pero donde bien reflejado quedó el espíritu de (in)tolerancia islámica hacia


el judío fue en un reporte del consulado británico en la Palestina del siglo
XIX: “El judío en Jerusalén no es estimado en valor muy por encima de un
perro (...) lo que el judío debe sufrir, por todas las manos, no puede ser
contado. Tal como un perro miserable sin dueño, es golpeado por alguien
porque se le cruzó en el camino y pateado por otro porque lloró”.

13 Karl Marx, no gran amante del pueblo judío a pesar de él mismo haber sido
judío y descendiente de una ilustre línea de rabinos, escribió un artículo en
1854 en el que expresó pena por la paupérrima situación de la comunidad
judía en Jerusalén: “nada iguala la miseria y los sufrimientos de los judíos de
Jerusalén, quienes habitan el más mugriento rincón de la ciudad, llamado
hareth al-yahoud (...) son el constante objeto de opresión e intolerancia
musulmana”.

14 La aplicación de este “contrato social” unilateral (con perdón de Jean-


Jacques Rousseau) “varió en grados de crueldad o inflexibilidad, dependiendo
del carácter del gobernante musulmán de turno. Cuando el dominio era
tiránico, la vida era esclavitud abyecta, como en Yemen, donde una de las
tareas del judío era limpiar los lavatorios de la ciudad y otro limpiar los
excrementos de los animales de las calles, sin paga y usualmente durante el
Shabat (el día del descanso judío)”.

15 Tal como explica la experta en la condición de las minorías bajo el Islam,


la académica Bat Ye'or, la protección es abolida si el dhimmi se revela contra
la ley islámica, se alía a una potencia no musulmana, rehúsa pagar la jizya ,
aleja a un musulmán de su fe, ocasiona daño a un musulmán o a su propiedad
o incurre en blasfemia.

16 Una vez que el dhimmi pierde la protección de la comunidad islámica


queda a merced de la piedad del guerrero santo. Y si esta era la vida de un
grupo “protegido” no se requiere demasiada imaginación para adivinar su
destino una vez que perdía el “ status preferencial” en tierras musulmanas. Es
interesante notar que la primera persecución de judíos en la España
musulmana aconteció en el siglo XI, inspirada precisamente por lo que fue
percibido por varios musulmanes un exceso judío del status de dhimmi que la
ley islámica asigna a los no creyentes. Esto fue en el año 1066 cuando Joseph
(hijo de Shmuel) ha-Nagid fue asesinado y luego los musulmanes atacaron a
la judería de Granada forzándola a huir para salvar sus vidas. Actualmente,
por citar dos casos, en el norte de Egipto los cristianos cópticos son
perseguidos por fundamentalistas islámicos que consideran una violación del
“contrato de protección” la decisión de esta minoría de no pagar la jizya . En
Sudán, cristianos del sur son esclavizados por musulmanes del norte. En el
año 2002, una figura religiosa prominente saudita, el jeque Saad Al-Buraik,
instó a los palestinos a esclavizar a las mujeres judías: “Sus mujeres son
legítimamente suyas, tómenlas. Dios las hizo suyas. ¿Por qué no esclavizan a
sus mujeres?”

17 En oposición al concepto universalista de los derechos humanos que


postula que todos los seres humanos nacen con derechos naturales,
fundamentales e inalienables, según el Islam los derechos del hombre tienen
un comienzo y un fin: se originan con el otorgamiento del derecho por parte
del musulmán y terminan con la abolición del mismo al momento de la
violación del contrato.

18 Aquellos derechos que no encuadran con el sistema islámico de tolerancia


son considerados ilegales, una afrenta a Alá, y deben consecuentemente ser
suprimidos. Este código legal de tratamiento a las minorías duró por más de
doce siglos en algunas regiones del reinado musulmán.En resumidas cuentas,
una vista panorámica a lo largo de la historia judía en un Medio Oriente
musulmán nos da una noción de la arbitrariedad a la que los judíos estaban
expuestos bajo mandato islámico. La existencia judía en tierras islámicas
estuvo fundamentalmente caracterizada por la discriminación, manifestada
mediante la segregación religiosa, el chantaje impositivo, la ridiculización
pública y, a veces, incluso la esclavitud. Hubo períodos de singular
prosperidad, pero la vida judía en la égida musulmana no estuvo tampoco
exenta de extrema opresión. El judío queda relegado a un status inferior y en
tanto acepte dócilmente la humillación es “tolerado”. La violación del
“contrato” trae aparejadas como principales consecuencias la destrucción de
sinagogas y asesinatos de comunidades enteras, expulsiones forzadas,
vandalismo y violaciones. Prácticamente no hubo un solo país árabe del que
los judíos no hayan tenido que huir en algún momento. El ex embajador israelí
ante la ONU, Yehuda Blum, aptamente resumió la fragilidad del mito de la
tolerancia islámica hacia los judíos con estas palabras:“Los hechos simples y
no adornados hablan más elocuentemente por la larga historia del sufrimiento
judío y persecución en tierras árabes que todos los romances idílicos e
historias ficticias que hemos oído en los discursos de algunos representantes
árabes.”

19 Frente a las continuas afirmaciones de voceros árabes en torno a la


bondadosa actitud del Islam hacia las minorías, uno no puede menos que
concluir, azorado, una de dos cosas: o bien los interlocutores árabes mienten,
o bien el concepto que poseen de la tolerancia es, para ponerlo
diplomáticamente, curioso. * Esta seudo-tolerancia islámica tiene sus raíces
en la doctrina teológica del Islam. Con estas palabras sintetizaron Prager y
Telushkin la actitud islámica hacia los judíos:“Solo mediante un
entendimiento de las profundas raíces teológicas del antisemitismo musulmán
y una comprensión de la continua historia del antisemitismo islámico puede el
actual odio musulmán contra Israel ser entendido. Solamente entonces puede
uno reconocer cuán falsas son las argumentaciones de que previamente al
Sionismo, judíos y musulmanes vivieron en armonía y que ni el Islam ni los
musulmanes alguna vez albergaron odio al judío. La creación del Estado de
Israel de ninguna manera creó el anti-judaísmo musulmán; tan solo lo
intensificó y le dio un nuevo foco.”

20 Desde la óptica del Islam existen dos regiones confrontadas: la región del
Islam ( Dar-al Islam ), donde la ley islámica prevalece, y la región de la guerra
( Dar al-Harb ), donde la infidelidad predomina. Entre el reinado del Islam y
el reinado de la infidelidad existe un “estado de guerra perpetuo,
canónicamente obligatorio, el que continuará hasta que todo el mundo acepte
el mensaje del Islam”.

21 Esta noción está basada en la creencia de que el Islam no es simplemente


una nueva religión revelada, sino la fe prevalente que ha venido a reemplazar
a las otras religiones monoteístas. En consecuencia, es obligatorio para los
seguidores del Islam esparcir su mandato por todos los confines de la tierra,
“pacíficamente de ser posible, por medio de la guerra de ser necesario”.

22 Dado que raramente otros pueblos, naciones y religiones se avengan a


voluntariamente abrazar el Islam, la Jihad (comúnmente traducida como
“guerra santa”) es el instrumento adecuado para expandir esta Pax Islámica .
En tanto la infidelidad exista, es mandato para los devotos musulmanes lanzar
una Jihad tendiente a transformar la región de los infieles en un reinado de
fidelidad a Alá. Así lo explica el académico mesooriental Majid Khadduri:“La
universalidad del Islam proveyó un elemento de unión para todos los
creyentes, dentro del mundo del Islam, y su carácter ofensivo-defensivo
produjo un estado de batalla permanentemente declarado contra el mundo
externo, el mundo de la guerra (...) Ergo , la Jihad puede ser considerada como
el instrumento del Islam para llevar adelante su objetivo primordial al
transformar a toda la gente en creyentes (...) Hasta que ese momento sea
alcanzado la Jihad , en una forma u otra, permanecerá como una obligación
permanente sobre toda la comunidad islámica (...) La Jihad, en consecuencia,
puede ser afirmada como una doctrina de permanente estado de guerra...”

23 Por su parte, el oficial religioso de más alto rango en Egipto, el jeque


Muhammad Sayyid Tantawi, de esta manera explica la importancia de la Jihad
:“ Jihad en el sendero de Alá es una virtud que une a los musulmanes en todos
los tiempos, y es una obligación sobre todo quien pueda llevarla a cabo, y
decenas de versos coránicos narran las virtudes de la Jihad en el sendero de
Alá, así como decenas de Hadiths proféticos (...) Jihad para confrontar al
enemigo y liberar la tierra saqueada es una obligación para los musulmanes en
todo tiempo y lugar.”

24 Es instructivo notar que el emblema de la Hermandad Musulmana (un


movimiento fundado en Egipto a principios del siglo XX, precursor de varias
agrupaciones fundamentalistas islámicas) está precisamente representado por
el Corán rodeado por dos espadas, simbolizando como la Jihad por medio de
la fuerza defiende la justicia encapsulada en el Corán.

25 El ethos islámico de la guerra afirma una actitud exclusivista en la que toda


creencia ajena al Islam es teológica y prácticamente rechazada. Es por esta
razón que los derechos de las minorías no musulmanas en el Medio Oriente
han sido oprimidos; brutalmente en no pocas ocasiones. La mentalidad árabe-
islámica no admite entidades no musulmanas en el Dar al-Islam . En este
contexto, el establecimiento de un estado no musulmán dentro de la región del
Islam se constituye en un insulto teológico a la “Nación de Alá”. En
consecuencia, la mera existencia de una entidad independiente judía en medio
del Dar al-Islam , habitada por un pueblo que se desencadenó de las
restrictivas leyes de la Dhimma -peor aún, por un pueblo al que el sagrado
Corán condenó a la desdicha y a la humillación- se convierte en un
contrasentido teológico de proporciones mayúsculas para los seguidores de la
“auténtica fe”. Arieh Stav articuló claramente este punto:“El Dar al-Islam se
extiende sobre un área de alrededor de catorce millones de kilómetros
cuadrados, dos veces el área de Europa, del Océano Atlántico hasta el Golfo
Pérsico, e incluye veintidós países en dos continentes. Todas las
nacionalidades y religiones minoritarias que han demandado autonomía
territorial han sido aniquiladas o reprimidas. Aquellas pocas que han
sobrevivido son reducidas en status al de dhimmi , o personas protegidas,
minorías toleradas que viven por la admisión del Islam. Dentro de la amplia
expansión de este Medio Oriente, que limita con dos océanos y tres mares,
hay una entidad soberana no islámica, el estado judío. Como si esta violación
del ethos de la jihad fuera poco, no solamente no pudieron los árabes extirpar
a Israel, sino que cada intento que probaron para aniquilar a la ‘entidad
sionista' ha sido derrotado en el campo de la batalla, una ofensa intolerable a
una civilización orgullosa (...) Las fronteras de Israel, entonces, no son la
razón de la hostilidad árabe. Esta es una aseveración absurda en todo caso,
dado que el estado judío ocupa tan solo aproximadamente 1/500 del Dar al-
Islam . La hostilidad árabe ha sido engendrada por la propia existencia de
Israel.”

26 Hemos visto antes que un dhimmi no tenía derecho a defenderse en caso de


ser atacado por un musulmán, tan solo podía pedir piedad. Al haberse
defendido exitosamente en repetidas guerras de agresión que lanzó el mundo
árabe con el declarado propósito de evaporar la existencia soberana judía en la
región, Israel violó las leyes de la Sha´aria. En otras palabras, la terquedad
israelí de no dejarse exterminar es en sí misma una afrenta al Islam. Y esta
humillación no debe tomarse a la ligera puesto que el mundo árabe en 50 años
involucró a Israel en seis guerras, implementó campañas de terrorismo a
escala mundial, orquestó maniobras políticas aislacionistas e impuso un boicot
económico contra Israel durante su infancia; un boicot de extensión terciaria,
donde no solo se abstenían los estados árabes de comerciar con Israel, ni
tampoco se limitaban a boicotear a empresas que mantenían lazos comerciales
con Israel, sino que llegaron a sancionar a compañías que comerciaban con
empresas que lidiaban con el estado judío. Hasta aquí, ya sería un significativo
agravio al orgullo nacional árabe. Pero además de sobrevivir, el estado judío
tuvo la temeridad de prosperar económicamente superando en todo indicador
económico a sus vecinos árabes; toda una osadía para un pueblo considerado
inferior y divinamente condenado a la desdicha y la humillación. El PBI anual
per cápita israelí supera al de sus vecinos combinados y, separadamente, al de
los países árabes productores de petróleo. Apenas seis millones de israelíes
producen más de $100 mil millones; mientras que más de ochenta millones de
árabes vecinos del estado judío (Egipto, Siria, el Líbano y Jordania) producen
$82 mil millones.

27 Esta brecha tenderá a ampliarse en tanto que Israel, como un país high-tech
, está muy bien posicionado para afrontar los desafíos y las oportunidades de
la economía del siglo XXI. En otras palabras, Israel es un cruel espejo del
subdesarrollo árabe.Históricamente, Palestina ha estado bajo gobierno
islámico desde el siglo XII hasta el siglo XX, cuando pasó a estar brevemente
en manos británicas y desde 1948 controlada por los judíos. La única
excepción previa fue durante el período de los cruzados pero fueron
expulsados por Saladino con la conquista de Jerusalén. Por ende, no es
sorprendente que Israel sea actualmente vista como una nueva excepción
efímera condenada a la extinción. Como hemos visto en la sección anterior,
incluso los Acuerdos de Oslo -que en Occidente fueron entendidos como el
preludio de una genuina era de reconciliación judeo-árabe- en círculos árabes
fueron en gran medida vistos como una tregua estratégica en el contexto de
una guerra aún inconclusa. El propio Yaser Arafat -quien por avenirse a
negociar con Israel fue galardonado con la distinción más noble que la
humanidad confiere a sus miembros, el premio Nobel de la Paz- en repetidas
ocasiones hizo referencias públicas al Tratado de Hudayybia, un tratado que el
Profeta musulmán firmó desde una posición de debilidad y que canceló luego
de haberse fortalecido y estar en condiciones de derrotar al enemigo. Esto
podrá sonar extraño a oídos occidentales, sin embargo, es algo que se
encuentra en perfecta armonía con la cosmovisión islámica de la historia y con
el ethos de la Jihad . Hasta que punto la presencia independiente, soberana y
libre de los judíos en la Tierra de Israel (Palestina) es teológica y mentalmente
rechazada por el mundo árabe-musulmán puede apreciarse con alarmante
claridad en las siguientes citas:· “Alá ha conferido sobre nosotros el raro
privilegio de finalizar lo que Hitler tan solo comenzó. Dejemos que empiece
la jihad . Maten a los judíos. Mátenlos a todos ellos”. Gran Mufti de Jerusalén,
Haj Amín el-Huseini, 1946.

28 · “Nuestra guerra con los judíos es una lucha vieja que comenzó con
Mahoma (...)Es nuestra obligación luchar contra los judíos por el bien de Alá
y la religión, y es nuestra obligación terminar la guerra que Mahoma
comenzó”. Del periódico Al-Ahram, 26 de noviembre de 1955.

29 · “Israel existirá y continuará existiendo hasta que el Islam lo elimine, tal


como ha eliminado lo que lo precedió” [en referencia a los cruzados]. Hassan
al-Banna, fundador de la Hermandad Musulmana en Egipto.

30 · “Seguramente el juicio de Alá está reservado para ellos [los judíos] hasta
que Palestina sea transferida del Dar al-Harb al Dar al-Islam ”. Yaser Arafat.

31· “La conquista sionista de Palestina es una afrenta a todos los musulmanes.
No puede haber ningún tipo de arreglo hasta que todo judío esté muerto o
[haya] partido”. El Rey Idris de Libia.

32· “Enemigos de Dios, enemigos de la humanidad, perros de la humanidad


(...) los judíos manifiestan en sí mismos una continuidad histórica de
cualidades malvadas (...) son hostiles a todos los valores humanos (...) la
envidia, el odio y la crueldad son inherentes a ellos (...) conspiran (...) mienten
(...) adulan a ídolos (...) son pecadores...” Pronunciamientos sobre los judíos
en la Cuarta Conferencia sobre el Estudio del Islam, Universidad Al-Azhar, El
Cairo, septiembre 1968.

33 · “Prometo aplastar a Israel y lo retornaré a la humillación y desdicha


establecidas en el Corán”. Anwar Sadat, ex presidente egipcio, 25 de abril de
1972.

34 · “Nuestra lucha con los judíos es una lucha entre la Verdad y el vacío,
entre el Islam y el Judaísmo”. Del Panfleto No. 70, distribuido por el Hamas,
febrero 1991.

35 · “La conferencia proclama que el régimen sionista es una entidad ficticia e


ilegal. Su establecimiento en el corazón del dominio islámico es un complot
del sionismo internacional (...) La entidad sionista racista es un crimen contra
la humanidad”. De una resolución adoptada por la Conferencia de Estados
Islámicos en Teherán, 20 de octubre de 1991. Cuarenta y cinco países árabes e
islámicos participaron en la misma.

36· “Todo problema en nuestra región puede ser trazado a este único dilema:
la ocupación de Dar al-Islam por judíos infieles”. Hashemi Rafsanjani,
presidente de Irán, 1991.

37· “Luchar contra los judíos e Israel es una obligación religiosa y un deber
divino”. De un documento firmado por Ibrahim Ghousha, líder del Hamas, 2
de enero de1993.

38 · “La lucha contra el Estado judío, en la que los musulmanes están


involucrados, es una continuación de la vieja lucha de los musulmanes contra
la conspiración judía contra el Islam”. Sayyd Mohammed Hussein Fadlallah,
líder espiritual del Hizbullah, 1994.

39 · “Mataremos y seremos matados, mataremos y seremos matados (...)


nuestros hermanos, héroes de la jihad islámica”. Yaser Arafat al dirigirse al
pueblo palestino al día siguiente de un atentado suicida contra un micro israelí
en la localidad de Beit Lid donde veintidós israelíes resultaron muertos.
Televisión palestina, 23 de enero de 1995.

40 · “El principal enemigo del pueblo palestino, ahora y siempre, es Israel”.


Freih Abu Meiden, Ministro de Justicia de la Autoridad Palestina, abril de
1995.

41· “No tengan piedad alguna con los judíos, no importa donde se encuentren,
en cualquier país. Luchen contra ellos, donde sea que Uds. estén. Donde sea
que los encuentren, mátenlos. Donde sea que Uds. estén, maten a esos judíos y
a esos norteamericanos que son como ellos -y aquellos que permanecen a su
lado- están todos ellos en una trinchera, contra los árabes y los musulmanes,
porque establecieron a Israel aquí, en el corazón latiente del mundo árabe, en
Palestina (...) Alá lidiará con los judíos, vuestros enemigos y los enemigos del
Islam”. Extractos de un sermón pronunciado en la mezquita Zayed bin Sultán
Aal Nahyan en Gaza por el Dr. Ahmad Abu Halabiya, ex rector de la
Universidad Islámica de Gaza, miembro del “Consejo Fatwa” de la Autoridad
Palestina. El sermón fue difundido en vivo por la televisión oficial palestina,
13 de octubre de 2000.

42 · “Los participantes afirman que la estrategia que debería ser adoptada al


lidiar con este asunto no puede estar basada en la coexistencia con el enemigo
sionista (...) sino en la erradicación del mismo de nuestra tierra”. De un
comunicado emitido al finalizar la Conferencia Pan-Islámica sobre Jerusalén,
Beirut, febrero 2001. Cuatrocientos delegados de cuarenta países árabes e
islámicos participaron en la misma.

43 A esta altura uno puede con certeza afirmar que el conflicto árabe-israelí es
indudablemente una verificación empírica del postulado teórico del Dr.
Samuel Huntington, quien en 1993 (irónicamente poco tiempo antes de la
firma de la DOP) elevó la hipótesis de que la nueva modalidad de disputa de
fines del siglo XX estaría regida por un “choque de civilizaciones”.

44 En su ensayo, publicado en Foreign Affairs , este profesor de la


Universidad de Harvard argumentó que la fuente primaria de conflictos en el
nuevo mundo no sería ideológica o económica, sino cultural. En sus palabras:
“el choque de las civilizaciones dominará la política global”. Huntington
indicó que la evolución de los conflictos en Occidente estaba llegando a su
fase final. Inicialmente signados por luchas entre monarquías y principados
(procurando expandir sus burocracias, ganar fuerza económica y capturar
territorios), dieron lugar a la creación de naciones-estados y, a partir de la
Revolución Francesa, el nuevo orden conflictivo pasó a estar regido por la
lucha entre naciones en lugar de entre príncipes. Posteriormente, como
resultado de la Revolución Rusa y la consecuente reacción occidental, los
conflictos pasaron a estar caracterizados por ideologías opuestas, tales como
el comunismo, el nazismo y la democracia liberal. Durante la Guerra Fría la
rivalidad entre las superpotencias epitomizaba una confrontación no entre
estados en el sentido europeo y clásico del término, sino entre dos ideologías
diametralmente antagónicas. Con el fin de la Guerra Fría, explicó Huntington,
la política internacional presenció la introducción del componente oriental
como un actor político e ingresó en una fase representada por la interacción
entre civilizaciones occidentales y no occidentales. Huntington detectó ocho
civilizaciones principales: occidental, confusional, japonesa, islámica, hindú,
eslávica-ortodoxa, latinoamericana y africana. Las mismas se diferencian en
función de la historia, la cultura, el lenguaje, la tradición “y lo más
importante, la religión”. Estas civilizaciones poseen diversas percepciones
respecto a Dios y el hombre, el individuo y el grupo, el estado y el ciudadano,
la familia y toda una larga gama de valores relativos a la libertad, la autoridad,
la igualdad, la jerarquía, etc. Hasta donde estas diferencias son insalvables fue
así descrito por Huntington:“Estas diferencias son el resultado de siglos. No
desaparecerán pronto. Son mucho más fundamentales que diferencias entre
ideologías políticas o regímenes políticos. Las diferencias no necesariamente
implican conflicto y los conflictos no necesariamente implican violencia.
Durante siglos, sin embargo, las diferencias entre civilizaciones han generado
los conflictos más prolongados y más violentos (...)[C]aracterísticas y
diferencias culturales son menos mutables y por ende menos fáciles de ceder y
pasibles de resolución que las [diferencias] políticas o económicas (...) En
conflictos de clase e ideológicos, la pregunta crucial era ‘¿De qué lado está
uno?´ y la gente podía y de hecho eligió de que lado estar. En conflictos entre
civilizaciones, la pregunta es ´¿Qué es uno?´ Eso está dado y no puede
modificarse. Y como sabemos, desde Bosnia hasta el Cáucaso hasta Sudán, la
respuesta errada a esa pregunta puede dar lugar a un tiro en la cabeza. Incluso
más que lo étnico, la religión discrimina filosa y exclusivamente entre la
gente. Una persona puede ser medio francés y medio árabe y simultáneamente
[ser] incluso ciudadano de dos países. Es más difícil ser medio católico y
medio musulmán.”De entre los varios ejemplos que el profesor presentó en su
ensayo, el Islam era predominante. En efecto, los musulmanes han estado o
están enfrentados con serbios ortodoxos en los Balcanes, con rusos en
Chechenia, con chinos en Asia Central, con hindúes en India, con judíos en
Israel, con budistas en Burma y Afganistán, y con cristianos en las Filipinas,
Egipto, Indonesia, Timor Oriental, Sudán y Mauritania. Además uno podría
agregar las luchas internecinas en países musulmanes tales como Pakistán,
Afganistán y Argelia; la intolerancia musulmana en el Medio Oriente y
Malasia; el descontento entre las comunidades islámicas en países
occidentales; el caso de regímenes musulmanes procurando re-islamizar sus
sociedades, tales como Irán, Afganistán (bajo los talibanes) y Sudán; la
oposición doméstica fundamentalista al poder secular en Egipto, Jordania,
Argelia y otros; y finalmente pero no menos importante, las no pocas
agrupaciones musulmanas terroristas activas a lo largo y ancho del Medio
Oriente y Asia. Es más, en la lista de veintinueve “organizaciones terroristas
foráneas” del Departamento de Estado norteamericano, once son islámicas, en
tanto que catorce de las veintiún agrupaciones declaradas ilegales por el
Ministerio de Interior británico, por sus vínculos con actividades terroristas,
también son islámicas.

45 Esta realidad llevó a Huntington a aseverar que el “Islam posee fronteras


sangrientas”. Unos años más tarde, este académico expandió su tesis en un
libro titulado El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden
mundial , en el que afianzaba este punto presentando evidencia compilada por
otros estudiosos del tema. Así, Ted Robert Gurr concluyó que, de cincuenta
conflictos etnopolíticos de 1993-1994, los musulmanes participaron en
veintiséis de ellos. Veinte de dichos conflictos acontecieron entre grupos de
diferentes civilizaciones, de los cuales quince fueron entre musulmanes y no
musulmanes. En otras palabras, hubo el triple de conflictos internacionales
con participación musulmana que conflictos entre civilizaciones no islámicas.
Asimismo, dentro del Islam, el número de conflictos fue más alto que en
cualquier otra civilización, incluidos los conflictos tribales en África.
Occidente, por su parte, presenció solo dos conflictos dentro de su civilización
y dos con otras civilizaciones. Ruth Leger Sivard catalogó veinte guerras en
curso en 1992, donde nueve de los doce conflictos entre civilizaciones eran
entre musulmanes y no musulmanes, “y una vez más los musulmanes estaban
librando más guerras que la gente de cualquier otra civilización”. Por su parte,
The New York Times identificó cincuenta y nueve conflictos étnicos en
cuarenta y ocho lugares distintos en 1993. En la mitad de tales lugares, los
musulmanes estaban enfrentados a musulmanes y a no musulmanes. De los
conflictos entre civilizaciones (treinta y uno), dos tercios comprendían a
musulmanes.

46 James Payne comprobó que las sociedades islámicas evidencian altos


grados de militarización. En los años ochenta, los países musulmanes poseían
tasas de personal militar por cada mil habitantes e índices de fuerza militar en
relación a la riqueza del país significativamente más elevados que el de los
demás países, lo que llevó al analista a concluir que “resulta absolutamente
claro que existe una relación entre Islam y militarismo”.

47 A su vez, la propensión a la violencia como medio para la resolución de


disputas internacionales ha sido usual en el mundo musulmán, han recurrido a
ella en setenta y seis oportunidades sobre un total de ciento cuarenta y dos
crisis en que estuvieron implicados entre 1928 y 1979. Asimismo, la violencia
empleada fue de alta intensidad, “recurriendo a una guerra en gran escala en el
41% de los casos en que se usó la violencia y provocando enfrentamientos
importantes en otro 38% de los casos”. A modo de comparación, mientras que
los musulmanes recurrieron a la violencia en el 53.5% de sus crisis, los
británicos lo han hecho en un 11.5%, los norteamericanos en un 17.9%, la
Unión Soviética en un 28.5% y China en un 76.9%, convirtiéndose en la única
nación que superó el uso de la violencia por parte del mundo islámico. “La
belicosidad y la violencia musulmana”, escribió Huntingon, “son hechos de
fines del siglo XX que ni musulmanes ni no musulmanes pueden negar”.

48 Charles Krauthammer expresó el punto de forma retórica: “¿Quién más


entrena hordas de suicidas fanáticos quienes van a sus muertes a gusto?”

49 En síntesis: “Dondequiera que miremos a lo largo del perímetro del Islam,


los musulmanes tienen problemas para vivir pacíficamente con sus vecinos
(...) los musulmanes constituyen aproximadamente un quinto de la población
mundial, pero en los años noventa han estado más implicados que la gente de
ninguna otra civilización en la violencia grupal. Las pruebas son aplastantes”.

50 A pesar de estar geográficamente ubicado en el Medio Oriente, Israel


pertenece ideológica y culturalmente a Occidente. Como tal, abraza las ideas
occidentales de individualismo, feminismo, liberalismo, constitucionalismo,
libertades civiles, derecho humanos, democracia, libre-mercado y libertad de
expresión, entre otras. Estas ideas ni remotamente son aceptadas -menos aún
ejercitadas- en el mundo musulmán. Como portador de estos valores, Israel
además se constituye en una amenaza cercana a los diversos regímenes
autárquicos de la región los que, para perpetuar su apego al poder, deben
precisamente alejar lo más posible de sus fronteras aquellos valores e ideas tan
normales y esparcidos en Occidente. En este sentido, el odio islámico contra
Israel puede ser considerado en el marco del más generalizado y abarcativo
desprecio por la “amenazante” cultura occidental. Obviamente hay varios
matices, diversas actitudes y diferentes reacciones dentro del Islam respecto a
Occidente. Podemos sin embargo decir que, genéricamente desde la
perspectiva musulmana predominante en la actualidad, la confrontación con
Occidente es vista como un choque cósmico entre las fuerzas del bien y las
fuerzas del mal, entre la luz y la oscuridad, entre la verdad y la falsedad. Y
“[s]i los luchadores en la guerra por el Islam, la guerra santa ´en el camino de
Dios´, están luchando por Dios”, escribió Bernard Lewis, “se deduce de esto
que sus oponentes están luchando contra Dios”.

51 Los enemigos del Islam son nada menos que el diablo encarnado, de ahí las
expresiones derogatorias, tan en boga en el mundo árabe-musulmán, que
denominan a Estados Unidos el “Gran Satán” y a Israel el “Pequeño Satán”.
Tal como correctamente señaló Lewis, el desprecio anti-occidental es tan
visceral en el Dar al-Islam que sus líderes se han aliado el siglo pasado con los
dos más grandes enemigos de Occidente: el comunismo y el nazismo. * Ni el
ateísmo soviético (con la indiscutible negación de Dios, en sí misma un
insulto al monoteísmo musulmán) ni el racismo venerado por el nazismo (con
el evidente rechazo a todo lo no-ario, que incluye a la nación musulmana),
impidieron que naciones árabes y musulmanas se aliaran -sino en todos los
casos política al menos intelectual y emocionalmente- con la URSS y la
Alemania Nazi. *Pero la escalofriante magnitud del odio musulmán contra
Occidente quedó epitomizada mediante la indescriptible atrocidad del 11 de
septiembre de 2001, cuando diecinueve terroristas musulmanes secuestraron
cuatro aviones de cabotaje norteamericanos y los estrellaron contra el
Pentágono en Washington y las Torres Gemelas del World Trade Center en
pleno Manhattan, lo que provocó el derrumbe de ambas y la muerte de
alrededor de 3.000 civiles. Este espeluznante atentado despertó la aletargada
conciencia occidental hacia el tamaño de la amenaza que enfrenta el mundo
libre. Norteamérica, como líder de la civilización occidental, había sido
brutalmente atacada. La disquisición de algunos comentaristas acerca de si
este había sido un ataque contra Estados Unidos por lo que es , o una
manifestación de protesta por lo que Estados Unidos hace , quedó quizás
desechada por una simple carta que acompañaba un envío de ántrax a un
congresista norteamericano al mes siguiente de los ataques:“No nos pueden
detener.Tenemos este ántrax.Ustedes mueren ahora.¿Tienen miedo?Muerte a
América.Muerte a Israel.Alá es grande”.

52 ¿Qué política se está cuestionando aquí? ¿Y qué política en particular


cuestionó Mualana Inyadullah, un integrante de Al-Qaida, al declarar luego
del 11 de septiembre: “Los norteamericanos aman Pepsi-Cola, nosotros
amamos la muerte”? (Compárese esto con las palabras de Ismail Haniya, uno
de los líderes del Hamas en Gaza, quien dijo que los judíos “aman la vida más
que ningún otro pueblo, y prefieren no morir”).

53 La plegaria por la muerte de Estados Unidos e Israel y el retorno de España


al gobierno musulmán que Zacarías Moussaoui, un cómplice de los ataques
del 11 de septiembre, pronunció en voz alta nada menos que en la corte que lo
estaba juzgando en Norteamérica, ilustra el hecho de que estos jihadistas
representan un choque de civilizaciones del que Estados Unidos e Israel son
los objetivos principales, pero no los únicos.
54 Según informes de la prensa, un plan para hacer estrellar un avión contra el
Big Ben en Londres el 11 de septiembre fue evitado cuando todos los vuelos
desde Londres fueron detenidos luego de conocerse las noticias del ataque en
Norteamérica.Algunos esclarecidos analistas encontraron las causas de
semejante odio en la frustración musulmana en haber perdido el lugar de
prominencia histórica gozado centurias atrás. “Su animosidad está basada en
una envidia contra el país que define la cultura global en el nuevo milenio de
la manera en que la marcha del Islam definió ´el nuevo orden mundial´
catorce siglos antes” comentó Robert Satloff, director ejecutivo del
Washington Institute for Near East Policy .

55 Amotz Asa-El, columnista del Jerusalem Post , coincidió:“Unos siglos atrás


el cristianismo era inferior a la civilización de los astrónomos, matemáticos,
doctores, ingenieros, banqueros y soldados musulmanes que conquistaron
Bisanzio, Grecia, Hungría y España. Luego, cuando los cristianos recorrieron
el mundo, colonizaron nuevos continentes y lanzaron la revolución industrial,
el mundo árabe quedó rezagado. Los infieles inventaron la imprenta, la
propulsión a vapor, el automóvil, la locomotora, el avión, el fast-food , las
telecomunicaciones y la computadora, y finalmente aterrizaron una nave
aeroespacial en el propio cuarto de luna creciente.”

56 Huntington señaló que la naturaleza violenta de las relaciones entre el


Islam y Occidente quedó evidenciada en el hecho de que el 50% de las guerras
en las que estuvieron enredados dos estados de religión diferente entre 1820 y
1929 fueron confrontaciones entre musulmanes y cristianos. “El Islam es la
única civilización que ha puesto en duda la supervivencia de Occidente, y lo
ha hecho al menos dos veces”, dijo el catedrático de Harvard.

57 Con el evento del 11 de septiembre de 2001, podemos agregar una tercer


instancia. Mas no fueron solamente occidentales quienes vieron en la
evolución de las relaciones musulmano-occidentales un choque de
civilizaciones. Incluso con anterioridad al ataque en suelo norteamericano,
varios islámicos habían observado lo mismo. Tómese a Mohammed Sid-
Ahmed, importante periodista egipcio, quien dijo en 1994: “Hay signos
inequívocos de un choque cada vez mayor entre la ética occidental judeo-
cristiana y el movimiento de renacimiento islámico, que actualmente se
extiende del Atlántico, al oeste, hasta China, al este”. Un destacado musulmán
de la India anticipó en 1992 que “está claro que la siguiente confrontación [de
Occidente] va a producirse con el mundo musulmán. Es en la extensión de las
naciones islámicas, desde el Magreb a Pakistán, donde comenzará la lucha por
un nuevo orden mundial”. Un renombrado abogado tunecino indicó que ya
estaba en curso “un conflicto entre civilizaciones”.

58 “Algunos occidentales, entre ellos el presidente Bill Clinton”, escribe


Huntington, “han afirmado que Occidente no tiene problemas con el Islam,
sino solo con los extremistas islámicos violentos. Mil cuatrocientos años de
historia demuestran lo contrario”.

59 No pocos líderes, prosigue Huntington “afirman que los musulmanes


implicados en esta cuasi-guerra son una pequeña minoría, cuya violencia
rechaza la gran mayoría de los musulmanes moderados. Esto puede ser
verdad, pero no hay pruebas que lo apoyen. Las protestas contra la violencia
anti-occidental han brillado casi totalmente por su ausencia en los países
musulmanes”.

60 Ciertamente, salvo unas pocas figuras musulmanas, nadie ha denunciado a


Osama Bin-Laden, líder de la organización Al-Qaida, responsable de los
atentados en Estados Unidos. Charles Krauthammer escribió al
respecto:“Imagine si 19 fundamentalistas cristianos asesinos hubieran
secuestrado cuatro aviones sobre Arabia Saudita y, en nombre de Dios, los
hubieran estrellado contra las ciudades santas de Meca y Medina, destruido la
santa Kaaba y matado a miles de peregrinos musulmanes inocentes. ¿Podría
alguien dudar que el mundo cristiano en su totalidad -clérigos y teólogos,
líderes y gente común- hubieran denunciado unánimente el acto? El Yankee
Stadium no podría dar lugar a los montones de curas, reverendos y rectores
-por supuesto, incluso rabinos demandarían derecho a ingresar- que hubieran
llevado a cabo un servicio de rezos de penitencia, verguenza, ostracismo y
excomunicación. El mismísmo Papa hubiera presentado su repudio a esta
traición blasfema de Cristo. Y sin embargo luego del 11 de septiembre, ¿dónde
estaban los teólogos y clérigos musulmanes, los imanes y mullahs,
levantándose para declarar que el 11 de septiembre fue un crimen contra el
Islam? ¿Dónde estuvieron las fatwas contra Osama Bin-Laden? Las voces de
las altas autoridades religiosas han permanecido escandalosamente calmas”.

61 No todas las voces permanecieron calmas; algunas se hicieron oír para


defender a Bin-Laden. Abdallah Bin Matruk al-Haddal, un clérigo del
Ministerio de Asuntos Islámicos de Arabia Saudita, declaró que “Osama Bin-
Laden es un guerrero de la jihad que implementa los principios del Islam y la
fe” y que “el no presentó una imagen distorsionada del Islam ante Occidente”.

62 Además, decenas de miles de musulmanes salieron a festejar los ataques o


a manifestarse a favor del super-terrorista en Pakistán, Bangladesh, Indonesia,
Arabia Saudita, Egipto y los territorios autónomos palestinos, entre otros
lugares. Incluso en Francia jóvenes musulmanes cantaron loas a Bin-Laden
mientras apedreaban “infieles”. En las Filipinas, 5.000 manifestantes gritaron
“que viva mucho Bin-Laden”. En Pakistán, salió a la venta mercancía con el
rostro de Bin-Laden. En Nigeria, Bin-laden ha “adquirido status de ícono”
informó Reuters . Tales niveles alcanzaron las celebraciones de los atentados
contra Norteamérica en los medios árabes, que un crítico de cine egipcio
admitió haberse sentido “avergonzado al leer casi todo, sino todo, el
comentario, principalmente en la prensa egipcia”. Hussam Khadir, miembro
de Fatah, dijo que “Bin-Laden es hoy la figura más popular en el Margen
Occidental y Gaza, segundo solamente a Arafat”. Un policía palestino lo
llamó “el más grande hombre en el mundo (...) nuestro mesías”.

63 En Kuwait, país liberado de las garras de Irak por tropas norteamericanas


en 1991, el 36% de la población justificó los atentados.

64 Según datos presentados por el experto en Islam Daniel Pipes, el 26% de


los palestinos y el 24% de los pakistaníes consideran a los atentados contra
Norteamérica consistentes con la ley islámica, en tanto que el 50% de la
población de Indonesia definió a Bin-Laden como un “guerrero justiciero”.

65 Estas cifras no son marginales; abarcan a varios millones de personas. “Tal


como estos hechos demuestran” escribió un editorial del Washington Post , “el
enemigo terrorista que los Estados Unidos y sus aliados enfrentan incluye no
solamente networks de luchadores y sus líderes sino una ideología extremista
que se ha ganado muchos seguidores”.

66 Finalmente, aseveró Huntington:“Mientras el Islam siga siendo Islam (cosa


que así será) y Occidente siga siendo Occidente (cosa que es más dudosa),
este conflicto fundamental entre dos grandes civilizaciones y formas de vida
continuará definiendo sus relaciones en el futuro lo mismo que lo ha definido
durante los últimos catorce siglos (...) El problema subyacente para Occidente
no es el fundamentalismo islámico. Es el Islam, una civilización diferente
cuya gente está convencida de la superioridad de su cultura y está obsesionada
con la inferioridad de su poder.”

67 A esta altura ya debiera resultar evidente que el conflicto árabe-israelí


trasciende la dimensión territorial a la que usualmente se lo reduce. Más bien,
epitomiza una gran confrontación religiosa, ideológica y cultural. En choque
están dos sistemas de creencias, valores, percepciones y actitudes
completamente divergentes. Jalal al-Ahmad, uno de los primeros ideólogos
del Islam fundamentalista, lo graficó como dos mundos separados, cada uno
girando sobre su propio eje de valores y alejándose cada vez más en
direcciones opuestas.

68 La apta descripción de al-Ahmad debe ser corregida en un solo punto para


caracterizar justamente la realidad islámico-israelí: más que dos mundos
orientados en distintas sendas, Israel y el Islam representan dos mundos en
colisión. Es decir, se trata de un choque de civilizaciones. Específicamente,
entonces, debiera resultar claro que por más tierras que entregue Israel las
disparidades teológicas y culturales no desaparecerán. Por cuanto que, tal
como ya ha sido mencionado y vale reiterar ahora, es la presencia
independiente judía en el Dar al-Islam , y no el tamaño geográfico de dicha
presencia, lo que resulta conceptualmente inadmisible para el mundo
musulmán. En otras palabras, desde el punto de vista del Islam, el conflicto
árabe-israelí podrá ser definitivamente resuelto solamente cuando se
materialice una -y solo una- condición: la desaparición, lisa y llana, del Estado
de Israel.A la luz de lo anteriormente expuesto, ¿cómo explicar que Turquía,
un país musulmán, mantenga activas y públicas relaciones militares con
Israel? ¿Cómo interpretar las declaraciones públicas del ex presidente de
Indonesia, otro país musulmán, a favor de mejorar los lazos entre su nación e
Israel? Es especialmente sorprendente cuando uno considera que
Abdurrahman Wahid, el ex presidente de Indonesia, es una autoridad islámica
nacional. Es más, ¿cómo conciliar la retórica islámica anti-israelí de Anwar
Sadat (“Prometo aplastar a Israel y lo retornaré a la humillación y desdicha
establecidas en el Corán”) de 1972 con su visita a Jerusalén- “el fin de la
tierra”, como él dijo- pocos años después y el ulterior acuerdo de paz firmado
con Israel? En su histórica visita, Sadat arribó a Israel acompañado por el
jeque Sha´rawi, el entonces Mufti egipcio y una eminencia reconocida
universalmente por su erudición teológica. Tal impacto generó su gesto -no
solo visitó Jerusalén sino que también rezó en la mezquita Al-Aqsa- que el
Mufti de Arabia Saudita declaró que la paz con Israel era posible en tanto
sirviera a los intereses islámicos. Otro jeque musulmán, Abdul Hadi Palazzi,
es un asiduo visitante de Israel quien sin titubear justifica la presencia judía en
la Tierra de Israel nada menos que citando al Corán: “Y desde entonces hemos
dicho a los Hijos de Israel: residan seguros en la Tierra Prometida. Y cuando
la última advertencia haya pasado, los reuniremos en una multitud juntada”
(sura 17, V. 104). Palazzi no es un clérigo menor. Estudió en la Universidad
Al-Azhar de El Cairo, posee un doctorado en Ciencias Islámicas conferido por
el Gran Mufti de Arabia Saudita, y actualmente es el imán de la comunidad
islámica italiana. ¿Cómo conciliar estos y otros casos con la evidencia antes
presentada? En primer lugar, uno debe comenzar por reconocer que estas
ocurrencias son valientes excepciones. Son profundamente significativas, y
alarmantemente atípicas. Al mismo tiempo, es importante tener presente que
el jeque Sha´rawi, luego de la firma del Acuerdo de Camp David, emitió una
fatwa (declaración religiosa) que comparaba al acuerdo de paz con Israel con
el legendario Tratado de Hudaybiyya. La misma fue notablemente publicada
en un diario egipcio, el mensaje era claro: la paz con Israel no es más que una
tregua. En cuanto a Turquía, vale acotar que es el poder militar secular, no la
masa musulmana, quien determina la orientación pro-israelí del país. Tal
como un ex presidente turco, Turgut Ozal, lo expresó: “Turquía es un estado
secular, yo no; yo soy musulmán”.

69 La adhesión turca al laicismo, de hecho, está expresada en su Constitución.


En otras palabras, al margen de la presencia musulmana, es la naturaleza
secular la que dicta los parámetros de la política exterior turca. Otra
explicación plausible podría encontrarse en el hecho de que el Islam ha sido
politizado. Por ejemplo, luego de la muerte de Sha´rawi y el asesinato de
Sadat, movimientos y países islámicos que se oponen a la paz con Israel
sostienen que relaciones pacíficas con el estado judío ya no sirven a los
intereses musulmanes. La manipulación política de una religión no es un
hecho novedoso en la historia de la humanidad. Podríamos hacer una
distinción entre el Islam, como un movimiento religioso que contribuyó
inmensamente al bienestar personal y desarrollo espiritual de millones de
personas a lo largo y ancho del mundo, por un lado, y el “islamismo”, una
interpretación fundamentalista de los postulados teológicos sumado a una
aplicación radical de los mismos, por el otro. Así, países como Jordania,
Egipto y Turquía, serían los expositores fieles del Islam “genuino”. Naciones
como Afganistán, Irán, Libia y agrupaciones como el Hizbullah, Hamas y Al-
Qaida, podrían ser vistas como desviaciones radicalizadas de la senda real. Sin
embargo, no puede ser ignorado el hecho de que el Islam es inherentemente
exclusivista y ha engendrado un fundamentalismo que goza de considerable
simpatía a lo largo y ancho del mundo musulmán. En realidad, la breve
introducción a la teología musulmana que hemos realizado atestigua una
hostilidad religiosa y una antipatía histórica que no admite ser desechada
galantemente. La aversión antijudía presente en el Islam no es un hecho
moderno, y el rechazo moderno a la existencia de Israel cruza fronteras
geográficas y afiliaciones políticas. Hay un nexo vinculante entre las palabras
del jeque Tamimi (uno de los fundadores de la agrupación Jihad Islámica),
quien, en su libro conspícuamente titulado La obliteración de Israel: un
imperativo coránico, escribe en 1982: “no accederemos a [la existencia de] un
estado judío en nuestra tierra, incluso si es solamente una aldea”, hasta las
palabras del “Mufti de Jerusalén y Palestina”, el jeque Ikrima Sabri,
pronunciadas en una entrevista con un periódico egipcio en el año 2000: “La
tierra de Palestina no es solamente Jerusalén, esta tierra se extiende desde el
río [Jordán] hasta el mar [Mediterráneo] (...) Todo palestino está, de hecho, en
un estado de Jihad”.

70 De estos jeques, el primero fundó un grupo opositor a la paz con Israel, el


segundo fue nombrado mufti por la Autoridad
Palestina, una entidad que negoció la paz con Israel. ¿No hay aquí una
incongruencia? ¿No debieran acaso detectarse diferencias en los discursos de
clérigos anti y pro paz con Israel? Basta observar como la deportación de un
solo palestino por parte de autoridades israelíes genera manifestaciones de
protesta desde Gaza hasta Bangladesh para comprender hasta que punto es
predominante el anti-israelísmo (léase anti-judaísmo) en el mundo árabe-
musulmán. Una lectura honesta de la realidad lo obliga a uno a admitir que
Israel enfrenta un movimiento que va más allá de temas y problemas
cotidianos, hay algo más profundo que toca con lo más hondo de las creencias
religiosas, valores culturales y estados mentales de toda una civilización
enojada con el Occidente e insultada con la presencia judía en “su” región. Y
si bien han existido y aún existen felices y admirables excepciones, las que
mantienen viva la esperanza de una futura convivencia pacífica, el ánimo
prevaleciente en el Dar al-Islam contemporáneo no parece estar signado por la
coexistencia y la reconciliación. Es con esta manifestación prevaleciente del
Islam -y no con las loables y esporádicas excepciones- que el estado judío
debe lidiar.

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