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Arte y Psicoanálisis

Louis Bourgeois: ¿ La destrucción del padre o su


suplencia ?

Si una novia desilusionada teje una trama sin fin de


excusas, odios y venganzas ante el desplante del ser
amado, una niña traicionada en su amor, por el
padre, podrá en su tramado buscar destruirlo o
sustituirlo por otro amante. La obra de Louis
Bourgeois ha tenido su origen en la creación de un
sustituto amoroso ante el desencanto sufrido
respecto de la figura de su padre. En efecto, un
hombre que ha engañado a su madre, en sus narices
y en su propia casa, con una amante que ha oficiado
de su niñera –ciertamente un sustituto de su madre
con el cual una niña no puede competir para obtener
su amor-, fue motor suficiente para generar su ira
por el esfuerzo realizado por agradar a su padre. Un
hombre del que sin embargo, ella dice que no le
agradaba

02-03-2007 - Por María Elena Domínguez

“Explicar el arte por el inconsciente me parece de lo más


sospechoso, y es lo que hacen sin embargo los analistas.
Explicar el arte por el síntoma me parece más serio.”
JACQUES LACAN, Yale University, 24 de noviembre de
1975

“Una mujer no tiene lugar como artista hasta que prueba


una y otra vez que no será eliminada”.
LOUISE BOURGEOIS

Si una novia desilusionada teje una trama sin fín de


excusas, odios y venganzas ante el desplante del ser
amado, una niña traicionada en su amor, por el padre,
podrá en su tramado buscar destruirlo o sustituirlo por otro
amante. La obra de Louis Bourgeois ha tenido su origen en
la creación de un sustituto amoroso ante el desencanto
sufrido respecto de la figura de su padre. En efecto, un
hombre que ha engañado a su madre, en sus narices y en
su propia casa, con una amante que ha oficiado de su
niñera –ciertamente un sustituto de su madre con el cual
una niña no puede competir para obtener su amor-, fue
motor suficiente para generar su ira por el esfuerzo
realizado por agradar a su padre. Un hombre del que sin
embargo, ella dice que no le agradaba.
Louise nunca ha negado esta ira, más bien se ha servido
de ella durante toda su vida. Un breve relato procurado –
por ella misma-, una fórmula, nos pone en la pista sobre
su decisión de ser escultora: "Me sentí atraída del arte
porque me aislaba de las difíciles conversaciones en las
que mi padre se jactaba de lo bueno y maravilloso que
era... Cogí un pedazo de pan blanco, lo mezclé con saliva y
moldeé una figura de mi padre. Cuando estaba hecha la
figura empecé a amputarle los miembros con un cuchillo.
Considero esto como mi primera solución escultórica. Fue
apropiada para el momento y me ayudó. Fue una
importante experiencia y determinó ciertamente mi
dirección futura" . En realidad, aniquilar al padre ha sido
el impulso que ha regido su praxis escultórica desde el
origen.
Pero la dirección se hallaba ya marcada por su madre.
Louise debía agradar a su padre, y por ello portaba su
nombre (Louis). Su madre era la promotora de dicha idea,
pero las cosas no siempre salen en la línea dispuesta.
Triangulación edípica mediante, y vuelto el padre de la
guerra, éste que ya no era el mismo. No sólo coleccionaba
esculturas de plomo y raídos tapices que le entregaba a su
madre para que reparara, sino también mujeres, todo ello
ante los ojos de la pequeña Louise. Sin embargo, su
madre, –una mujer a sabiendas engañada- aguja en
mano, buscaba enlazar a la hija con el padre, tratando de
tejer algún entramado amoroso que se anudara al ya
deteriorado, tal como ella hacía con sus tapices.
Ciertamente Louise heredó dicha tarea y, la tercera hija de
un hombre que deseaba un hijo varón, tuvo que
ingeniárselas para hacerse querer y transformarse en un
descendiente con éxito.

De allí sus colecciones. De allí la explicación de su arte por


su síntoma. Ella, que les ha reprochado a los psicoanalistas
–a Freud y Lacan-, que nada han aportado a los artistas,
que no han podido hacer nada por su tormento artístico,
ya que su necesidad sigue tan insatisfecha como su
tormento. Tiene razón.
Ella misma, ella sola, ha logrado hacerse un sustituto. Ella
misma ha anudado, vía su obra, aquello que no estaba
bien anudado. Y ha tenido éxito en esa empresa. Pero para
ello, primero ha debido soltarlo todo, desanudarlo –
ciertamente- lo ha cortado a cuchillo , y luego, lo ha vuelto
a armar, una y otra vez: destruir, reconstruir, destruir de
nuevo. Y, cada vez, en cada vuelta sobre ello, se ha hecho
un nombre, no un hombre como quería su padre: Louise
Bourgeois.
Así con el material que tenía a la mano halló su fórmula.
Su libro Destrucción del padre/Reconstrucción del padre es
una recopilación del proceso que la acompaño en la
producción de su obra. La que aquí nos interesa, The
Destruction of the Father (1974), realizada un año después
de la muerte de su marido, revela los dos temas que la
han interrogado constantemente: sexo y muerte. Su
objetivo: exorcizar el miedo. Una suerte de thérapeutique.
Ese el es tema.
La fantasía infantil es recreada en una especie de
claustrofóbica gruta iluminada por una luz roja. En su
centro una mesa cubierta por un mantel de látex resuelto
con globulares protuberancias. Techo y suelo presentan el
mismo tratamiento y generan un espacio agobiado por la
presencia de supuestos: senos, nalgas nubes, vientres que
empequeñecen al espectador. Esa era la sensación que
Louise sentía, además de miedo, cuando su padre
alardeaba en la mesa sobre sus beldades.
El subtítulo otorgado por ella a la obra The Evening Meal
(La cena) sugiere y abona la idea de un banquete
sacrificial, una suerte de festín. Fantasía en la que los hijos
convierten al padre en comida y lo devoran mientras lo
desmiembran. Exorcismo final por el que Louise se libera
del padre y del padre de sus hijos en el mismo acto.
Figuras masculinas de autoridad que le señalaban el papel
esperable para una mujer. No resulta llamativo, entonces,
que la haya realizado luego de su muerte. Y es que el
hombre con el que se ha casado y ha tenido, por supuesto,
hijos varones también la ha abandonado.
La oralidad y el sadismo recorren la escena. La cama-mesa
se convierte en un objeto que representa su vida erótica,
lugar privilegiado para el conjuro por las ofensas sufridas.
Así lo refiere la propia Louise: “La mesa donde tus padres
te hacen sufrir, la cama donde yaces con tu marido, donde
nacen tus hijos y finalmente donde has de morir” .

Y finalmente su sadismo. Sadismo que transita por su


obra. Ella refiere ser sádica por temor, y que después,
emplea su tiempo en reparar lo que ha roto . Y es que su
temor a ser dejada de lado por un hombre la ha conducido
a transformarse en Sadie-ca. Una re-creación del nombre
de su institutriz Sadie, aquella que debía enseñarle inglés,
a ella y su hermano, aquella con la que el padre la ha
engañado en sus fantasías.
De este modo, su éxito, su obra, ofician de síntoma, de
cuarto nudo. Re-anudando una y otra vez lo que no ha sido
bien anudado: esa es su estrategia para no ser dejada de
lado, para no ser eliminada aún en el circuito artístico. Así
lo expresa en la frase que hemos elegido de epígrafe. Así
ser mujer, mujer, para un hombre, se soporta en Louise en
sus dos modelos femeninos –el material que tenía a la
mano-, una aguja con ojo que repara lo destruido
maternalmente y la destrucción misma encarnada en
Sadie. Única salida-solución para no ser parecida a él. Es
por ello que si bien lo ha destruído, lo ha aniquilado en sus
fantasías y en su obra, se ha creado una suplencia . Se ha
servido del padre para re-construirse ella misma, una y
otra vez. Louise ha sabido hacer con ello, de allí su pasión
por conservar toda su obra, por colecciona sustitutos.
Bourgeois como coleccionista de espacios y memorias ,
hace de su biografía y recuerdos la arquitectura básica con
la que elabora sus trabajos. La materia prima con la que
ha ensamblado, ha anudado y se ha mostrado: cuerpo y
escultura. He allí el modo en que se ha procurado un lugar
en esa familia –por cierto no en línea recta- pero ha
logrado con su ecuación, restaurar su propio daño
restaurando, una y otra vez, su propio pasado.
Finalmente como dice la propia Louise: “cada día has de
abandonar tu pasado o aceptarlo. Si no lo puedes aceptar,
te conviertes en escultor” . “Es decir, tienes que hacer algo
sobre el tema. Si sientes la necesidad de no abandonar el
pasado, entonces debes re-crearlo. Y eso es justo lo que
yo he estado haciendo” . Y ese es el secreto de su éxito.
Su hechura.

BIBLIOGRAFÍA:

BOURGEOIS, Louise. Destrucción del padre/reconstrucción


del padre, Editorial Síntesis, Madrid, 2002.

GROSENICK, Uta (ED) “Louise Bourgeois” en Mujeres


artistas de los siglos XX y XXI, Taschen, Italia, 2003,
Pág.24-27.

GUASCH, Anna María. Del arte último del siglo XX. Del
posminimalismo a lo multicultural. Editorial Alianza Forma.
Madrid 2002.

INDART, Juan Carlos. “El signo de una degeneración


catastrófica”. Huellas, Revista de Psicoanálisis de San Luis,
Año III, Número 1(5), Biblioteca de Psicoanálisis de San
Luis “Eugenia Sokolnicka”, Diciembre de 2003, 26-55.

LACAN, Jacques. Conversación con estudiantes y


respuestas a sus preguntas, Yale University, 24 de
noviembre de 1975.

MAYAYO, Patricia. Arte hoy: Louise Bourgeois, Editorial


Nerea,

http://www.elsigma.com/site/detalle.asp?IdContenido=11372

Louis Bourgeois
La eterna niña rebelde
• ( 05/11/2004 )

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“Mi infancia nunca ha perdido su magia, nunca ha perdido su misterio y nunca ha


perdido su drama. Todos mis trabajos de los últimos 50 años tienen su origen en mi
niñez”. Louise Bourgeois nació en París el 25 de diciembre de 1911, en la casa familiar
del Boulevar Saint-Germain. Era la segunda de tres hermanos (junto a su hermana
mayor Henriette y su hermano pequeño Pierre, con quien mantuvo siempre una relación
de profundo afecto y protección). Al día siguiente, cuando su madre, Josephine,
descubrió que había tenido una segunda niña, miró a su marido, Louis Bourgeois, y le
dijo “se parece tanto a tí que debemos llamarla Louise”. Años más tarde, la propia
Louise afirmaba que seguramente ese fue el inicio de una relación con su padre donde
ella asumía el papel del hijo que él siempre quiso.

La influencia de la familia
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial su padre entró en el ejército pero en 1915 fue
herido y tuvo que volver a casa. Lo hizo acompañado de sus dos sobrinos, hijos de su
hermano muerto en la guerra, a los que Louise nunca llegó a ver como auténticos
hermanos. El negocio familiar, una galería de tapices de arte, fue la causa de que se
trasladasen a Anthony, un suburbio de París en la rivera del río Bievre, donde el agua
tenía unas cualidades perfectas para el tratamiento de los tapices. En 1929, con 18 años,
Louise obtuvo el permiso de conducir y sustituyó a la institutriz, Sadie, como chófer de
su madre. La relación con Sadie marcó profundamente a Bourgeois: su padre engañaba
a su madre, a quien Louise adoraba, con ésta mujer y éste episodio ha quedado reflejado
en muchas de sus obras (como en la cueva-instalación “Destruction of the father”,
1974). Si bien es cierto, como decía hace unos meses en una entrevista concedida a EL
CULTURAL, que ésta historia ya no le interesa: “El incidente de Sadie y mi padre es
auténtico, forma parte de mi vida, pero no es el significado de mi obra. Tiene más que
ver conmigo y con lo que ha condicionado mis relaciones con otros. Ahora estoy más
interesada en mi madre y en ser yo misma una buena madre”.

En 1932 se licenció en artes en el Lycée Fénelon y ese mismo año murió su madre.
Entre 1933 y 1937 estudió matemáticas en la Sorbona mientras asistía a la Escuela de
Bellas Artes, gracias al apoyo de su profesor Fernand Léger, ya que le permitió seguir
sus clases sin tener que pagar y descubrió su verdadera vocación de escultora, como
también comentó en la entrevista publicada en EL CULTURAL: “Fue precisamente mi
maestro Fernand Léger quien me dijo al ver mis dibujos que yo quería ser escultora”.
En este período Louise visitó multitud de estudios en Montparnasse y Montmartre, entre
ellos el de Paul Colin, con quien se fue a Moscú en 1934 en viaje de estudios, allí
conoció el comunismo y se sintió atraida por él “sólo porque molestaba a mi padre”,
dirá.

La vida en América
En 1938 se casó con el historiador de arte Robert Goldwater, a quien Louise definía
como “ante todo, un intelectual”, y se mudaron a Nueva York. Ese mismo año, en un
viaje que realizó a Francia, adoptó a Michel, su primer hijo. Le seguirían sus hermanos
Jean-Louise (1940) y Alain (1941). En América continuó su formación en el Art
Students League y en 1945 expuso por primera vez en solitario en la galería Bertha
Schaefer de Nueva York. En 1950 se reunió con un grupo de artistas denominados
“Irascibles” para protestar por la exposición de pintura americana en el Metropolitan y,
al año siguiente, el MoMA fue el primer museo en adquirir una obra suya (“Sleeping
Figure”). Este mismo año obtuvo la ciudadanía norteamericana y falleció su padre.

En 1974 comenzó a dar clases en The School of Visual Arts de Nueva York, en esta
década fue profesora en la universidad de Columbia, así como en los Cooper Union y
Goddard College. Tras unos años en la enseñanza fue distinguida por la universidad de
Yale con el título de doctor Honoris Causa en Bellas Artes en 1977. En 1982 el MoMA
le dedicó su primera retrospectiva y unos años más tarde, en 1990, tuvo lugar su primera
antológica en España, en la Fudación Antoni Tàpies de Barcelona. La notoriedad le
llegó especialmente a raiz de su participación en la Documenta de Kassel (1992) y en la
Bienal de Venecia (1993) y la valoración de sus obras oscila entre los 3.000 y los
700.000 euros. En la actualidad vive y trabaja en Nueva York, donde semanalmente
invita a artistas de todas las edades a una tertulia en su estudio.
http://www.elcultural.es/version_papel/SEMBLANZAS/11053/Louis_Bourgeois/

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