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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia Histórico Año IV

Septiembre 2002. Nº 38

Cerramos esta serie de artículos dedicados a la "anorexia" con la cualificada


opinión médica de un especialista, nuestro colaborador de la Universidad de
Alcalá Horacio Rico.

Contenido:

Anorexia Nerviosa (Horacio Rico Lenza)


El morbo del hambre (El punto de quiebre) (Carlos Gamero Esparza)
RECORTES
La anorexia de los fuertes

Anorexia Nerviosa

Horacio Rico Lenza. Departamento de Medicina. Universidad de


Alcalá.

Los diccionarios suelen definir el "término" anorexia como palabra de uso


médico indicativo de falta de apetito, pero en el caso de la anorexia
nerviosa, no es una falta de apetito, en un sentido estricto, lo que
caracteriza la enfermedad, sino un rechazo a la alimentación.
Estadísticamente afecta del 1 al 4% de la población adolescente y joven en
general (aunque también se han descrito casos de presentación más tardía).
La edad más usual de inicio, con muy poca diferencia, es sobre los 19±5
años (Audi et al. 2002; Scalfi et al. 2002). Su incidencia es preferente en los
países occidentales y con un nivel cultural medio o superior (Simpson et al.
2002); recordemos los célebres casos de anoréxicas como la Emperatriz
Sissi y la Princesa Diana de Inglaterra. La descripción de casos en países en
desarrollo, se ha puesto en relación con la penetración cultural actual, desde
los países desarrollados. Últimamente se está describiendo un aumento de
su prevalencia en la población en general (Audi et al. 2002), y en España en
particular (Rodríguez et al. 2002). Es de predominio muy preferente
femenino, y en su etiología se "barajan" múltiples causas. Lo evidente, a
través del tiempo, es su relación con algo nervioso, o mejor dicho psíquico,
el "sentir" del sistema nervioso, lo que ha hecho que el nombre de anorexia
nerviosa persista desde su inicio.

Es una entidad clínica altamente alarmante, no sólo por el padecer crónico


del enfermo y ser su posible causa de muerte, sino por las preocupaciones y
problemas que genera en su entorno (familia, amigos, vecinos y sociedad en
general); recordemos hace poco lo ocurrido en España, con el riesgo de

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inducir la enfermedad, a través de enfatizar el tipo femenino exaltando la


figura esbelta y estilizada, pero adelgazada, de las modelos de pasarela.

Generalmente, bajo el punto de vista médico, se incluye en los


denominados "desordenes de la comida o ingesta, y/o del hábito de comer",
en los que se encuadran la anorexia nerviosa, la bulimia (entidades que
pueden cursar ocasionalmente, de forma alternativa, en el mismo paciente),
y otras alteraciones de denominación menos genérica. Su etiología, múltiple
como ya hemos comentado, incluye la existencia de factores genéticos
predisponentes, y también psicológicos, en los que una historia de trauma
psíquico o de abuso sexual en la infancia son muy importantes, así como
una disregulación química celular en el manejo de la serotonina a nivel
cerebral. También se ha puesto en relación con un trastorno obsesivo-
compulsivo (lo que no deja de ser una alteración psíquica), y más
recientemente con un posible déficit de zinc, dada la semejanza de la
anorexia nerviosa con el denominado Síndrome de Prasad, descrito por este
médico en 1963, característico del déficit de zinc y con múltiple similitud,
somática y hormonal, con la enfermedad, representados por la
malnutrición, déficit gonadal y alteraciones hematológicas del tipo de
anemia. En este sentido hay que resaltar la buena correlación observada
entre el tratamiento con sales de zinc, y la recuperación de la enfermedad
(Su & Birmingham, 2002).

Dentro de este amplio abanico de posibles causas, más enrevesado se ha


hecho el adecuado conocimiento de la enfermedad, con la reciente
descripción de varios subtipos dentro de la misma (Eddy et al. 2002), a los
que no vamos a referirnos por la falta de un consenso general sobre dicha
clasificación. También se suele relacionar el rechazo a la comida con ciertas
fobias, y/o sensación de culpabilidad por comer. Suelen ser pacientes de
comportamiento infantil, inmaduros, exigentes, retraídos y con dificultad
para formar relaciones de tipo adulto, y altamente egoístas, sin
preocuparles en absoluto la problemática que generan en su entorno. El
tema sexual suele generar incertidumbre y molesta su mención. La
cleptomanía y tendencia al suicidio, son comunes. Las manifestaciones de
las denominadas "psiconeurosis" o manías, suelen preceder a la
manifestación clínica típica de la enfermedad.

Se caracteriza la enfermedad, como hemos comentado, por un rechazo a la


alimentación, lo que conduce a un consecuente inadecuado aporte de
calorías y pérdida grave de peso (índice medio de masa corporal de 14
kg/m2 – normal de 20 a 25 kg/m2), a lo que se une, como principal
manifestación, la amenorrea o ausencia total del periodo menstrual de la
mujer, o de oligomenorrea, con sólo 3 a 6 menstruaciones al año y de poca
duración, que pueden serlo tanto primarias como secundarias. A estas
alteraciones hay que añadir múltiples anormalidades, en las que destacan
las electrocardiográficas, hipovitaminosis (A preferentemente), que
paradójicamente se acompaña de hipercarotinemía (los carotenos son
precursores de la vitamina A), y analíticamente hay anormal tolerancia a la
glucosa, cambios en los niveles séricos de los esteroides adrenales que
suelen estar aumentados, elevación de la urea, leucopenia, anemia e

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hipoplasia medular, la que de por sí puede ser causa de la leucopenia y


anemia, conjuntamente ésta unida a un déficit alimenticio de hierro.

Inicialmente las principales manifestaciones son la oligo y/o amenorrea y la


pérdida de peso. La paciente suele estar alegre y despreocupada. Suele ser
muy enérgica e hiperactiva. Un dato curioso es que ante una notable
pérdida de peso, este no suele influir precozmente en la disminución del
tejido mamario, conjuntamente a estos signos sexuales se conserva el vello
axilar y pubiano. No se observan atrofias de piel, pero si la existencia de
"lanugo" en espalda, extremidades y cara.

La enfermedad, como hemos señalado, puede ser mortal, y usualmente en


su evolución puede cursar en cuatro fases: I) la denominada activa,
caracterizada por la desnutrición, pérdida de peso y alteraciones de la
menstruación, II) la de recuperación del peso, pero en la que todavía las
pacientes son oligo y/o amenorreicas, la III) de recuperación total, y la IV)
de progresión irreversiblemente crónica que puede conducir al "exitus".
Las complicaciones de la enfermedad son múltiples, derivadas de una o
varias causas dentro de las alteraciones que induce. Una de las más
preocupantes, en la actualidad, es la pérdida secundaria de masa ósea,
considerada consecuencia tanto de la de peso (nutricional o ponderal),
como de la alteración gonadal (hormonal), pero que nosotros por estudios
recientes (Rico et al. 2002), creemos es más dependiente del peso, a través
de los estímulos biomecánicos que el peso induce sobre el hueso, dado que
éste es más determinante de la masa ósea en la mujer que el estado
gonadal. Aunque ya hace años (Biller et al.1989), se ha señalado, como
causa de la osteopenia, una etiología múltiple (hormonal, nutricional y
ponderal), pero no biomecánica. Independientemente de su causa o
etiología, lo evidente es que patogénicamente, en el mecanismo que lleva a
la misma, hay un aumento de la resorción ósea, prioritario sobre la
formación, lo que genera un balance negativo de masa ósea y consecuente
pérdida de la misma, indicado inicialmente por Passloff et al. hace ahora 10
años, en 1992, y más recientemente por otros autores (Audi et al. 2002;
Gordon et al. 2002). El estímulo biomecánico sobre el esqueleto, genera
preferentemente uno sobre la formación ósea, lo que justifica que en la
anorexia nerviosa, dada la acusada pérdida de peso y consecuentemente de
estímulo mecánico sobre el hueso, no haya una formación ósea adecuada y
sea prioritaria la resorción o destrucción ósea.

En la anorexia nerviosa, dos son las principales causas, independientemente


del mecanismo, que llevan a una menor masa ósea y consecuentemente a
padecer un mayor riesgo de desarrollar, si se consigue una larga
supervivencia, una osteoporosis. La masa ósea en la mujer se culmina
sobre los primeros 15 años de su vida (Rico et al. 1992), edad en la que
puede presentarse la enfermedad, y que puede ocasionar un menor
desarrollo en su capital óseo, el denominado pico de masa ósea. Al ser éste
menor, dada su pérdida habitual en la postmenopausia, se llega antes a la
enfermedad, a la osteoporosis. Enfermedad esta con un alto índice de
mortalidad, consecuencia de las fracturas de cadera que ocasiona, y de la
asociación observada entre una alta tasa de mortalidad y una menor masa

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ósea (Van der Klift et al. 2002).

El diagnóstico de la anorexia nerviosa no es difícil. Los primeros en darse


cuenta suelen ser los familiares, allegados o gente de su entorno que
observan la pérdida de peso de forma progresiva. La edad, el sexo (sin
olvidarse que los varones también la padecen), los antecedentes
mencionados y las complicaciones que suele haber, completan los datos
necesarios para establecer el mismo. Inicialmente no suele haber
alteraciones analíticas, éstas acostumbran a manifestarse con la progresión
de la enfermedad y dependen, tanto en su presentación como en su
número, de la gravedad de la misma. Las más usuales ya han sido
mencionadas, destacando entre ellas las derivadas del deterioro gonadal,
como son el déficit de las hormonas sexuales, que da lugar a la oligo y
amenorrea que caracteriza el cuadro clínico.

El tratamiento es amplio (Powers & Santana, 2002), no sólo comprende el


dado al paciente, en el que destaca la recuperación del peso como medida
primordial, acompañada con el tratamiento psicológico, tanto farmacológico
como de apoyo, y de las múltiples complicaciones que pueda tener el
paciente. El tratamiento de la familia y/o de las personas más allegadas a
su entorno, es primordial y obligatoriamente necesario. En todos los casos,
familiares y allegados, el apoyo psicológico es igualmente necesario de
forma obligada. Como fármacos, independientemente de los psicóticos, se
postula el uso del zinc, como hemos comentado, así como el de inositol,
aunque éste más en investigación que como fármaco consolidado.

El pronóstico de la enfermedad, depende de la imprevista inicialmente


recuperación, de las posibles recaídas, y/o de los menos casos de
mortalidad que puedan presentarse. Obviamente, las complicaciones y su
severidad, influyen grandemente en el pronóstico. Un diagnóstico precoz,
que impida una exagerada pérdida de peso y un mayor grado de
complicaciones, es lógico que se acompañará de un mejor pronóstico, por
ello la familia y el médico debe estar concienciado de su existencia en el
caso de una joven con significativa pérdida inexplicable de peso, y buen
estado de conciencia y animosidad, y debe tenerse en cuenta y
considerarse, la señalada mayor prevalencia de la misma que se está
observando.

Referencias.

Audi L, Vargas DM, Gussinye M, Yeste D, Marti G, Carrascosa A. Clinical and


biochemical determinants of bone metabolism and bone mass in adolescent female
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Gordon CM, Goodman E, Emans SJ, Grace E, Becker KA, Rosen CJ, Gundberg CM,
Leboff MS. Physiologic regulators of bone turnover in young women with anorexia
nervosa. Pediatr 2002;141:64-70
Passloff ES, Slap GB, Pertschuk MJ, Attie MF, Kaplan FS. A longitudinal study of

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Rodríguez J, Mazuelos Fernández M, López Narbona M, Sánz Rivas E, Rodado
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2002;30:643-648.

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El Morbo del Hambre


(El punto de quiebre)

De las brujas y santas anoréxicas medievales hasta las top model de


nuestro presente, la enfermedad del nuncacomer seguirá en el ojo
de la tormenta, hasta que alguien se decida a poner el dedo sobre la
llaga consumista...

Carlos Gamero Esparza. Diario OJO. Lima -- Perú

Parece muy simple. Pero la historia no ha cambiado desde la remota


antigüedad, desde mucho antes de que las hogueras inquisitoriales
castigaran el hambre de quienes dejaban de comer. La historia, en
consecuencia, puede cambiar de protagonista, de tiempo, de cultura, pero
es la misma: la de alguien que, valga redundancia, deja de comer por
alguna razón... o porque le dijeron que era pecado, o porque le queda chica
la ropa, o porque se ve "gorda", o porque se ve "fea", o porque le exigen
bajar de peso, o simplemente por moda o modorra, o como la Mafalda de
los comics, por su fobia a la sopa de mamá. Entonces, más ella que él, por
añadidura, castiga su cuerpo y su psique simplemente dejando de probar
bocado. Pocas enfermedades nerviosas compulsivas como ésta han sido tan
discutidas como polemizadas e incluso achacadas, al morbo y la locura, no
ya de alguna mente insana, sino de un entorno social intolerante, de un
medio estereotipado que también termina convirtiéndose en víctima de su
propio tabú, en una enfermedad que enferma de enfermedad, como si se
sintiera un sádico placer por el sufrimiento.

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En este debate, que sin querer queriendo inició quien escribe, hemos
tratado de penetrar en la secreta telaraña del nunca comer para conocer
sus secretos entretelones. Y todo para toparnos con más de una sorpresa.
Así vimos cómo nuestros antepasados parecen haber sido muy felices en su
inocultable gordura, reflejada en sus regordetas Venus, cuales diosas de la
vida y de la naturaleza, y de la fertilidad, madres y señoras de un mundo
que no se hacía la vida imposible o, al menos, eso era lo que trataban de
hacer. Vimos como los romanos se atragantaban con sus feroces
banquetes, pantagruélica costumbre que, de la mano del libertino Baco,
llegó hasta los púlpitos de la cristiandad para ser condenados y arrojados al
fuego de la Inquisición. Como habíamos dicho, se pasó de los dioses obesos
a los Cristos flacos, tan flacos que en algunos casos la iconografía cristiana
parecía evocar la escena que, lamentablemente, es recurrente en algunos
países del mal llamado tercer mundo: los cuerpos famélicos pasaron
entonces a engrosar el panteón de los santos y, sobre todo, de las santas,
que dejaban de comer para subir al cielo, pues resultaba evidente que la
gordura era demasiado pesada para los ángeles.

La pintura de artistas como El Bosco, Tiziano o el Greco, con sus figuras


estilizadas y larguiruchas, que hicieron mérito de grandeza a quien se veía
flaco y flaca, y las mujeres encerradas por voluntad propia o ajena en los
conventos hacían sus votos de humildad, pobreza y castidad... y otro, el
voto del hambre, marcaron una época que dejó profunda huella. Y así pasó
factura la Edad Media, entre oscuridades y terrores... y algunas luces, hasta
que los médicos árabes –con Avicena a la cabeza— primero, y los del
Renacimiento después, comenzaron a ver en estas flacuras y vómitos
forzados una verdadera enfermedad, aunque la describieron de mil formas y
propusieron los remedios más extravagantes contra lo que unos
consideraban posesión diabólica.

La ciencia médica, más tarde que temprano, descubrió el morbo de la


"dispepsia consuntiva", pero también abrió las puertas de Fausto. La
anorexia terminó bautizándose con fuego a mediados de la era del
industrialismo. De allí al absurdo Siglo de los viajes al Espacio y la locura
del tercer milenio sólo había un tiro de piedra... y de vómito. Vimos
entonces como la propia sociedad occidental fue creando un "life style"
totalmente encasillado y un "leiv motiv" que había que seguir a rajatabla. La
anorexia, aunque muchos no lo quieran reconocer por culpa de sus temores
o prejuicios, se nos presenta ahora como un grave problema sanitario "de
rabiosa actualidad", como diría el buen amigo Julio Gutiérrez. Es un
fenómeno que, si bien es y ha sido muy estudiado debido a su impacto
social, cada vez que se profundiza en ello, aumenta su misterio, la razón de
su secreto. De allí nuestra pregunta: ¿Por qué, al revés de muchas
enfermedades que han sido descifradas, la anorexia parece tenernos
anoréxicos de conocimientos en torno a su insufrible morbo?

¿Quién inventó la anorexia?

Mientras los psicólogos quieren buscar sus causas en los recovecos de la


impredecible conducta humana, los médicos la buscan entre hormonas y

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genes, y los sociólogos tratan de entender la antropología del hambre.


Todos han querido explicar cómo era posible que una Lena Zavaroni muriera
de anorexia teniéndolo todo en la vida, fama y riqueza, y mostraron su
impotencia ante el infierno de las adolescentes anoréxicas, a quienes un
mundo supuestamente civilizado, una sociedad supuestamente civilizada,
les vendió una belleza vacía. Y muchos se preguntan, entonces, ¿quién tiene
la culpa de que una prenda sea de talla 38 en vez de 40?, ¿quién tiene la
culpa de que le digan a una jovencita que tiene que ser guapa y esbelta?,
¿quién tiene la culpa de que la flacura sea gordura para muchas
adolescentes?, ¿quién tiene la culpa de que una Santa Catalina dejara de
comer para morirse de nuncacomer?, ¿quién tiene la culpa de las mujeres
quemadas vivas en el pasado por haber dicho que Dios las mantenía sin
comer?

Se ha visto también en este debate sobre la anorexia, que todavía promete


traer mucha cola, que hay dos grandes campos, dos corrientes de opinión
que en corto, mediano o largo plazo, seguro, terminarán dándose un
encontronazo. El primero de ellos es el que pretende explicar el fenómeno
utilizando enfoques médicos, algunos realmente acertados y muy
reveladores pero que, lamentablemente, no logran dar todavía en un clavo,
no llegan a responder interrogantes acuciantes, no consiguen tocar las
fibras más profundas y sensibles de la psique humana; y el otro, el que
busca entre los recovecos del ayer las respuestas del ahora del nunca
comer.En resumidas cuentas, la incertidumbre sirve de corolario a una
tragedia hecha a la dimensión de la absurdez humana.

Razonamientos, teorías y posturas especializadas diversas sobre sus causas


han medrado en el horizonte de la enfermedad; empero algunos expertos
parecen coincidir con sus colegas psicólogos e incluso antropólogos y
sociólogos sobre la parte humana del problema. Así, el doctor Horacio Rico,
profesor de la Universidad Alcalá de Henares., en su interesante artículo
sobre la anorexia nerviosa, publicado en esta misma edición de Vivat
Academia, además de mencionar entre sus causas los desarreglos
hormonales y el déficit de ciertos minerales y, entre sus consecuencias, la
pérdida de masa corporal y la osteoporosis, reconoce el factor social
(cuando habla de las influencias culturales occidentales en muchos pueblos
de Latinoamérica) como elemento determinante en el surgimiento de una
conducta anoréxica, y a la vez resalta la importancia del apoyo del propio
entorno cercano del enfermo –familia, parientes, amigos— para su
recuperación (el tratamiento psicológico, tan importante como el
farmacológico).

Este punto concuerda con las apreciaciones del doctor Rolando Pomalima,
director del Instituto Nacional de Enfermedades Mentales Honorio Delgado-
Hideyo Noguchi, de Lima–Perú, quien, en un reciente trabajo sobre la
anorexia, dice textualmente que... "los trastornos de la conducta
alimentaria son enfermedades que se vienen convirtiendo en estos
últimos años en un problema de salud pública llegando a
constituirse en una epidemia de nuestros tiempos modernos, debido
al incremento alarmante en su incidencia y prevalencia

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preferentemente en las adolescentes. Esta situación es incentivada


en nuestra sociedad por la "moda" de adelgazar tendiéndose a
convertir en una auténtica obsesión colectiva al sentirse
desgraciadas a causa de su físico y en especial de "su exceso de
peso", observándose a la vez que las edades de inicio son cada vez
más precoces, incluso antes de la pubertad", añadiendo además, en
coincidencia con otros estudiosos, que hasta la fecha "no se ha
identificado una causa concreta y única de estos trastorno, por ello
su abordaje se realiza desde una perspectiva multidimensional que
incluye factores predisponentes, precipitantes y mantenedores de
índole individual, familiar y sociocultural, tanto biológicos como
psicológicos y/o emocionales. Así mismo es un reto para la medicina
ya que es uno de los problemas de salud más graves con el que se
enfrentan estas jóvenes, planteando serios inconvenientes en su
abordaje terapéutico, siendo para ello necesario la creación de
Centros y Servicios especializados para su tratamiento, que deberían
ser abordados desde un marco multidisciplinario."

Si nos vamos por el otro extremo, nos encontraremos, por ejemplo, con la
psicóloga argentina Silvia Fendrik, para quien todo parece venir de la
profundidad del tiempo, de una fuerza que crea un mito, de un chantaje
psicosocial que ha convertido en dogma una ley no escrita... la exigencia
anodina de que hay que estar "a la moda" y ser bonita, flaca, delgada,
esbelta, voluptuosa, en fin, y con "caderas como altares" (como diría un
famoso poeta uruguayo) y cintura de avispa, mucho mejor si se llega al 90-
60-90. La periodista venezolana Eleonora Bruzual, por su parte, parece ir un
poco más allá... o tal vez más lejos, cuando culpa de esta enfermedad a la
tiranía implacable de la belleza y al estilo de vida que enseñan las "top
model" internacionales y las casas de modas: "ser delgada, flaca, casi
anoréxica, es hoy, más que una moda, una exigencia", nos dice. Para
ella, pues, la sociedad´- de la que no escapan la propia familia y los
allegados- ha impuesto estos modelos de vida como condición para lograr el
reconocimiento... de lo contrario, engordar provocará el ostracismo y la
marginación.

En torno a ello han surgido discrepantes posiciones "anti-anoréxicas


sociales", como el de la periodista colombiana Marta Morales, de la revista
Fusión, cuando manifiesta que "a las niñas de nuestras escuelas se les
enseña que deben ser listas, guapas y calladas; que su mejor baza
es la maternidad conforme, pero que un cuerpo virginal es un buen
arma en la guerra de los sexos (y un peligro en ciertas calles
oscuras)." La escritora trata de explicarse el fenómeno señalando que "las
razones del comportamiento autodestructivo de estas chicas –-que
van para estupendas pero se quedan en enfermas— son varias, y
poco tienen que ver con el martirio y la rebelión política. Hoy se
habla de insatisfacción con el propio cuerpo (¿con quien se las
enseña a compararse?), de búsqueda de la perfección (¿quién
decide lo que es ser perfectas?), de sensación de control sobre la
propia anatomía (tal vez el poder de matarse no es tan bueno). Se
culpa a una sociedad de consumo que empuja a las mujeres a

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adquirir productos dietéticos, a comprar revistas con modelos


imposibles, en gastar dinero en tiendas de ropa para maniquíes
inhumanos, a mantenerse jóvenes para siempre... Para lograr sus
objetivos, las jóvenes se remiran viendo grasas que no están, pasan
horas en los gimnasios quemando lo que ya no les queda, se niegan
a comer, compran, leen, miran escaparates, y se roban a si mismas
cualquier atisbo de madurez, incluso el de la propia sangre de
mujer." Entonces, la misma autora se responde al decir que en
realidad no hay que culpar a medio mundo sino hacer una reflexión
sobre el mundo adulto al que enviamos a las niñas a diario. "De
pensar dos veces en qué cuentos les hemos contado, qué modelos
han tenido, si se les ha dicho alguna vez que son hermosas por
existir... Se trata ahora de reflexionar si se les ha enseñado a
apreciarse por lo que son, y no por lo que parecen, si alguien se ha
atrevido a sugerirles que pasar los 40 (kilos o años es igual) no
implica haber perdido el poder de enamorar, que comer es un placer
que no deben negarse o que amar el propio cuerpo es tan bello
como desear el de otra persona. Se trata de que, si no hacemos algo
pronto, nuestras calles se seguirán llenando de niñas etéreas, sin
sonrisas, encerradas en prisiones de huesos y dolor."

Punto de quiebre

"Se ignoran las causas de la anorexia" se afirma por todas partes, a pesar
de cuanto se ha explicado sobre ella. Sin embargo, la Ciencia, terca como
sólo ella es, no se rinde tan fácilmente y sigue buscando lo incontrable.
¿Dónde están, pues, si se ha intentado todo... o casi todo? Entonces, nos
atreveríamos a decir... ¿y si se estuviera haciendo la búsqueda correcta en
el lugar incorrecto? Una turbadora posibilidad que parece estar en un punto
de quiebre entre una realidad y otra. Ésta, precisamente, parece estar en
un "algo", más subjetivo que objetivo, de la problemática humana; un rasgo
de la existencia del Hombre al que la Ciencia todavía le cuesta trabajo
comprender. Ese "algo" que parece ir de lo racional y fenomenológico a lo
más profundo de la psique o la mente. Y ese "algo" es lo que la Ciencia
debe investigar. No es el hecho de que los especialistas se pongan o no de
acuerdo en torno a sus causas, sean éstas biológicas, patológicas o
somáticas, sino en saber reconocer o aceptar, como en el dicho "a falta de
panes, buenas son tortas", la posible existencia de un origen que escapa a
las consideraciones racionales de la Ciencia, una realidad, insistimos, que
necesita unos parámetros diferentes para poder ser explicada.

La ausencia de una respuesta concreta, pues, sólo ha conseguido ahondar el


misterio y acrecentar una polémica que ha hecho las delicias de
antropólogos, sociólogos, biólogos, historiadores, psicólogos... La anorexia
es, en definitiva, una enfermedad de la que sólo conocemos sus síntomas y
sus diferentes formas de paliar sus devastadoras secuelas. Nada, hasta
ahora, ha sido capaz de levantar el velo de un comportamiento humano que
empezó como algo tan remoto y ajeno a las leyes de la percepción
científica, empezó como algo totalmente alejado de una realidad palpable,
cuya vigencia implicaba la posibilidad de alcanzar otras alturas no tan

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terrenas... o las hogueras inquisitoriales. Unas hogueras que ahora han sido
reemplazadas por el desprecio, la marginación y el ostracismo si no se
aceptan las pautas, normas, dogmas y comportamientos de una sociedad
materialista y alienante, totalmente carente de sensibilidad humana, de
compasión, de espiritualidad. ¿Qué se puede hacer, entonces, para ayudar
un poquito a la desconcertada ciencia médica que lucha por resolver la fría
historia del morbo? ¿Puede esta enfermedad, a todas luces "light", poner el
cartelito de "no resuelto" en el palmarés de la medicina moderna? ¿por qué
no se ha podido o no se puede hacer algo para que la gente entienda, para
que las adolescentes tomen conciencia del peligro que corren? Un silencio
fingidor, esa es hasta ahora la única respuesta que recibimos ante estas
apremiantes inquietudes.

Ciertamente hay voces que ya disienten de estos estilos de vida y


cuestionan los comportamientos actuales, pero, a decir verdad, pocos las
toman en cuenta; hay quienes exigen un cambio radical, pero tales reclamos
o han sido muy aislados o han terminado acallados de alguna u otra forma,
sepultados bajo toneladas de hipócrita indiferencia. Y lo particular es que
muy pocos se atreven a insistir. Es que pareciera haber una suerte de
"miedo soterrado" en torno a esta enfermedad. Hay un "no se qué" aleve
que impide que la sociedad tome conciencia de ello. Para colmo, las
mismísimas autoridades sanitarias parecen estar en el limbo - cuando no en
la Luna - y hacen poco o nada. Lo mismo se podría decir de los gobiernos
locales y nacionales en países como el Perú (ver nota), e incluso las
instituciones públicas y privadas. Pareciera que la anorexia fuera una
"patata" demasiado caliente y no la quieren tocar. Pareciera que hubiera
alguien interesado en que las cosas sigan como están. Pareciera que a
alguien le interesa mucho el desconocimiento de la gente. De otro modo
¿cómo explicar ese sospechoso silencio, esa descarada desinformación?
¿Cómo explicar, entonces, el porqué nadie hace caso a las advertencias
sobre esta enfermedad que constantemente lanzan algunos especialistas en
el comportamiento humano?

Entonces, ¿qué hacer? "Prevenir" dicen algunos. Sí, claro... "prevenir",


decimos. Pero allí está el detalle... y el problema. ¿O no lo es? Prevenir
significa muchas cosas. Significa hacer campañas de prevención con toda su
logística publicitaria. Significa, como ocurrió con los cigarrillos, llamar la
atención acerca no sólo de la enfermedad sino de todo un tinglado, de todo
un estilo de vida arraigado hace generaciones. Significa también ir contra la
corriente del "stablishment" –-el bendito "orden establecido" con el que unos
pocos sojuzgan a unos muchos; el sistema que permite que unos pocos se
enriquezcan a costa de la mayoría— y, por ende, también es ir contra las
modelos profesionales y las agencias de modelaje, contra los grandes
magnates del corte y confección, contra las pasarelas de la moda (sería una
revuelta en París y Milán), contra la industria farmacéutica y sus productos
para mantener la línea; se iría contra los fabricantes de ropa femenina,
contra las multinacionales de la cosmética y la belleza, contra los cirujanos
estéticos, contra los fabricantes de la comida "diet", contra toda una gama
industrial que ha invertido cientos de miles de millones de dólares (o de
euros) en publicidad - muchas veces ilegalmente subliminal - para mantener

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un estereotipo social consumista sobre una masa que, a su juicio, debe


permanecer sometida al capitalismo salvaje. Es una industria gigantesca
que, como un pulpo de muchos tentáculos, ha puesto todo de sí para crear
patrones de conducta en la gente, inventándole necesidades ficticias que les
permitan vender su falsa belleza. Significa ir contra los intereses creados de
quienes les conviene que persista la ignorancia del pueblo, de quienes les
conviene que las jovencitas no cambien sus esquemas mentales ni sus
estilos de vida, porque sino se irían a la quiebra...

La falla, entonces, no parece ser la enfermedad en sí, sino la parte humana


de un entramado social que la predispone. Al menos, aquí les otorgamos a
las niñas que miran los afiches de modas el beneficio de la duda.

Lima, 11 de septiembre de 2002

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NOTA: El doctor Rolando Pomalima confirmó hace poco que, efectivamente, el Ministerio
de Salud del Perú no ha realizado hasta ahora ninguna campaña de información ni de
prevención contra esta enfermedad. Algunas de sus autoridades aducen falta de recursos y
presupuesto. Lo cierto es que la desinformación en el Perú sobre la anorexia es parecida a
la de otros países de Latinoamérica... brilla por su presencia.

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Apéndice: Estadísticas

Les presento seguidamente algunas estadistícas procedentes de encuestas


realizadas por la Asociación ALUBA

RESULTADO DE ENCUESTAS EN COLEGIOS


POBLACION MASCULINA
Encuestados 90.000 estudiantes
(87-
(87-00)

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RESULTADO DE ENCUESTAS EN COLEGIOS


POBLACION FEMENINA
Encuestados 90.000 estudiantes
(87-
(87-00)

PORCENTAJE MUNDIAL EN DESORDEN ALIMENTARIO

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Fuente: ALUBA -- Buenos Aires, Argentina.

Resultados de encuestas entre la población femenina de diversos


centros de Lima- Perú

Total de Patrón
Centro Fecha Incompletas Procesadas Ednos Patología
Encuestas normal
Colegio
Salkantay Julio 2000 216 6 210 94 101 15
Lima-Perú
Colegio
Salkantay Julio 2002 216 10 206 94 101 15
Lima-Perú
Universidad
de Ciencias
Aplicadas
Julio 2000 67 5 62 33 24 5
Lima-Perú
Universidad
de San Martin Julio 2000 59 3 56 25 24 7
Lima-Perú
Universidad
Nacional
Femenina
Junio 2000 68 4 64 30 28 6
Lima-Perú
Universidad
Ricardo
Palma
Junio 2000 62 1 61 28 23 10
Lima-Perú
Universidad
San Ignacio
de Loyola
Junio 2000 67 6 61 23 32 6
Lima-Perú
Conjunto de
Universidades Junio 2000 397 24 373 168 163 42
Lima-Perú

Fuente: ALUBA -- Buenos Aires, Argentina.

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RECORTES

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La anorexia de los fuertes

Crece el número de casos de vigorexia, un trastorno del


comportamiento relacionado con la obsesión por estar musculado

J. P. Diario "El País". Valencia. Martes, 10 de septiembre de 2002

La vigorexia hunde sus raíces en la anorexia. Se trata de una alteración de


la imagen que el paciente tiene de sí mismo derivada del rechazo que siente
por su cuerpo y del deseo de acercarse a los cánones estéticos. También
está aparejada a desórdenes emocionales y sus víctimas suelen ser
personas inseguras, introvertidas, con problemas de integración y baja
autoestima. Pero se manifiesta de forma distinta a la anorexia ya que la
distorsión que percibe el enfermo de su cuerpo es opuesta. En lugar de
tener la sensación de estar siempre con kilos de más, el problema es que
nunca se encuentran suficientemente musculados.

‘La enfermedad está todavía en fase inicial’, apunta la psiquiatra y


neuróloga Teresa Lartigau en relación a los pocos casos diagnosticados. Por
su consulta ha pasado media docena de ellos arrastrados por sus padres
ante el comportamiento extraño que mostraban. No son demasiados, pero
suficientes para percibir que se trata del ‘principio de este fenómeno, como
hace años con la anorexia’.

Desde que trató el primero, hace tres años, todos ellos han sido jóvenes de
unos 20 años y chicos, ya que frente a la prevalencia femenina en la
anorexia, la aplastante mayoría de estos enfermos obsesionados por los
cuerpos musculados suelen ser hombres. ‘Llegaban a pasarse hasta siete
horas al día en un gimnasio con el único interés de ver como crecía el
músculo’, recuerda. Se trataba de personas marcados por una fuerte
personalidad obsesiva que canalizan a través del gimnasio sus
frustraciones, como Damián, de 19 años, a quien el exceso de horas en una
sala de musculación le llevó al psiquiatra. ‘Me veía bajito y enclenque, y
decidí entrar en un gimnasio’, recuerda a este diario. A sus padres no les
parecía normal que se pesara cinco y seis veces al día o que acudiera al
gimnasio cuatro horas diarias. Todo porque ‘me veía en el espejo y me
seguía viendo raquítico, a pesar de que me dijeran que estaba como un
toro’.

Así estuvo dos años, comiendo sólo pasta y fécula, y complementando esta
estricta dieta con vitaminas y aminoácidos, hasta que un especialista le hizo
entrar en razón.

Los malos hábitos alimenticios son uno de los síntomas que sirven para
detectar la enfermedad. Otros, como destaca Teresa Lartigau o el jefe de
servicio de la unidad de trastornos de la conducta alimentaria del hospital
La Fe de Valencia, Luis Rojo, es el consumo de productos dopantes
destinados a potenciar la masa muscular. Hormonas del crecimiento,
esteroides o anabolizantes son algunas de las sustancias empleadas que,
entre los efectos secundarios que pueden provocar, se encuentra el

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aumento de riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares o hepáticas.

Damián ha tenido suerte y gracias al tratamiento psiquiátrico al que sigue


acudiendo está abandonando los habitos que marcaron su vida durante dos
años. Otros no tienen tanta suerte. De un lado supone romper con el círculo
de amistad creado en el gimasio, muchas veces el único sustento afectivo
con el que cuentan. Por otro, implica combatir un comportramiento obsesivo
muy arraigado en estas personas. Teresa Lartigau recuerda el caso de un
paciente en el que el mismo comportamiento obsesivo que le hizo adelgazar
de forma descontrolada hasta convertirse en una persona anoréxica, una
vez logró salir de la enfermedad y fue ganando peso, le llevó a reconducir
su manía hacia la vigorexia, pasando de uno a otro extremo.

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).


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Copyright © 1999 Vivat Academia. ISSN: 1575-2844. Números anteriores. Año IV
Última modificación: 15-10-2002

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