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Hoy he conocido a una mujer. Quisiera decir que no es como todas, pero lo es. Lo nico que la diferencia es esa mirada que me da queriendo besar mi boca o no estoy seguro si es la misma mirada que pone al querer que sea yo quien le arranque la ropa.
Se ha levantado de su silla, trae un vestido con un corte que se le ha visto hasta lo que me llevara a la gloria, sonre al caminar como si fuese reina de belleza y pues si as fuera, en mi reino ganara.
Sonre, se sienta, se suelta el cabello, se inclina, se sirve ms vino, me mira, la miro, sonro y le digo: "quieres ms?", acercando haca ella mi copa de vino. Me observa, se acerca y susurra: "si me lleva al cielo contigo, no quiero ms. Lo quiero todo". Agarro su copa, le rozo las manos, me mira, la miro, ahora soy yo quien est nervioso. Le digo mi nombre y ella responde: "crees que esta noche eso sea lo que me importe?". Sonro, me acerco, le toco su pierna, esa donde estaba el corte de su vestido que me llevara a la gloria. La abre, la cierra, la abre, la cierra y justo cuando mis dedos ya han llegado al cielo, las cierra y aprieta.
Sonre, sonro, se acerca a mi odo, me dice bajito: "te quiero poquito". La miro y me mira, me fijo en su escote y ella bajo la mesa, me tiene en sus manos. Sudado y nervioso, me sirve ms vino, mientras mis dedos seguan rozando sus labios. Se acerca y pregunta: "me tomo tu copa?". Sonro, me acerco, le meto mis dedos y con un orgasmo me dice: "ya me hiciste sudar". La veo y le digo: "ya lo s por tus nervios".
De repente en el saln, donde ya no ramos ella y yo, alguien grita: "Laura!" Y ella responde: "aqu estoy, mi amor". Sonre, la miro, se acerca y me dice:
"hasta luego". Se para, se aleja y saluda a ese hombre. La abraza y la dirige hacia afuera. Volteo y volteo y la vuelo a mirar, y justo ah, cuando ella voltea, me guia el ojo y sonre queriendo decir: "hasta ahora sigo siendo la perversa que un da te hizo amar".
Y as fue como record, que ya la haba besado, contado los lunares, descubierto sus secretos y hasta dedicado mis canciones.
Sonro, no seguro de saber si ella sonre tambin, alzo mi copa, bebo un poquito, pido la cuenta, me paro y me marcho. No sin antes dejar en esa mesa, un poema escrito en una servilleta, donde lo nico que deca era: "Hasta la prxima, perversa".