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Agnes Heller SOCIOLOGIA ‘DELIA Agnes Heller SOCIOLOGIA DE LA VIDA COTIDIANA Pretacio de Gyérgy Lukacs ediciones peninsula ® La edici6n original héngara fue icada émiai a | hungara fue publicada en 1970 por Akadémiai Kiado c spud lapest con el titulo A mindennapi élet. © Agnes Traducci On autorizada por la autosa a partir de las versiones ale- mana e italiana por Jost-FRANCISCO. YVARs y ENRIC PEREZ NADAL. No se permite la reproduccién total 0 parcial de este libro, ni su inclusién en un tema informatico, ni la transmision en cualquier forma 0 por cualquier medio, ya sea electrénico, mecdnico, por fotocopia, por registro 0 por otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares de copyright y de la casa editora. Cubierta de Jordi Fornas. Primera edicion: diciembre de 1977. Segunda edicién: noviembre de 1987. Propiedad de esta edicion {incluyendo la traduccion y el disefio de la cubierta): Edicions 62 s/a., Provenga 278, 08008 Barcelona. Impreso en Graficas Hurope s/a., Recared 2, 08005 Barcelona Deposito legal: B. 36.828-1987. ISBN: 84-297-1360-3. rrr Prélogo a la edicidn castellana El libro que se presenta ahora a los lectores espafioles fue realizado hace civz afos. Durante este tiempo he seguido pen- sando y trabajando sobre algunas cuestiones contenidas en él —sobre todo, en lo concerniente a la teoria de los sentimicntos y de las necesidades, Sin embargo, en estos nuevos trabajos NO se contienc nada que centradiga el contenido de la presente Sociologia de la vida cotidiana; a !o sumo se completa su discur- so extendiéndolo en otras direcciones. Per ello, no vi ninguna yaz6n para modificar cl texto original. Fueron nuiltiples los impulsos que en su momento me Ile- on a elegir precisamente lo cotidiano como tema filoséfico. ntre fos impulsos positivos quisicra citar en primer lugar las dos obras estéticas de Gyirgy Lukdcs. Tanto su obra tem- prana —la Estética de Heidelberg— como ta posterior —La pecu- liaridad de lo estético— se vinculan al persamiento cotidiano; éste representa para Lukacs la fuente primitiva del pensamiento —es deciz, del comportamiento— estético y cientifico. Ambos brotan del pensamiento cotidiano para diferenciarse y regresar luego, en el proceso de la recepcidn, al lugar de donde salicron Un imputso intelectual igualmente positivo fue para mi la cate. goria husserliana de Lebenswelt y el escepticismo con que cl padre de la fencrenologia consideré el despegue del lenguaje de la ciencia moderna con respecto a la «actitud natural». Entre los impulsos negativos no puedo menos de citar igual mente dos: Heidegger v Hegel. No podia ser de otro modo: la teoria de la vida cotidiana debia formutarse mediante una discusién directa e indirecta con cllos, si bicn partiendo respec- tivamente de una motivacién distinta. Hegel se convirtié en la figura decisiva, porque en él la vida cotidiana queda por princi- pio fuera de la filosofia. En consecuencia, el objeto de la filo- sofia es la alicnacién y cl posterior retorno del espiritu univer- sal a la historia universal. Pero en este retorno, ¢] hombre particu- lar y su vida no cuentan absolutamente para nada. El hombre particular sdlo cuenta, unicamente puede ser tema filoséfico en Hegel en la medida en que es portador del espiritu universal y, cen ello, una personalidad histérico-uuniversal. A lo sumo, la vida de los hombres adauiere significaciin en la medida en que reatizan contra su voluntad el espiritu universal: «El derecho del espiritu universal esta sobre todos los derechos particulares.» Por ello escribia Kier!egaard que la libertad individual no podia v 5 S799 OSC CEE CEE EEEECCO KV OOOO ——_——————E—EEE— TT Ww . ota objeto de la filosofia de la historia. Se trataba por tanto de claborar una concepcién teérica en Ja cual la vida del «todo» y la racional, plena de sentido, de cada hombre individual fuesen simulldneamente v, a ste ver, pensables cuando menos. En el casa de Heidegger el planteamiento de la polémica fue distinto. En Ser y Tiempo colocé, mas que ningun otro, la vida cotidiana y su andlisis en el centro de la filosoffa. Pero Heidegger describe la vida cotidiana como una vida enajenada por principio: en efecto, el punto nodal de su teoria es precisa- mente el estar arrojados a esta vida alienada. Sélo habria una salida para el individuo y sdlo en un sentido negativo: a saber, Ja eleccién del ser para Ja muerte como ser auténtico, Esto significaba por tanto que debfa elaborarse wna concepcién que, como teorfa de la vida cotidiana, no negase su afinidad con la enajenacion y, sin embargo, afirmase al mismo tiempo que junto a fa estructura intranscendible de la vida cotidiana y a pesar de ella tina vida cotidiana no alienada es también al menos con cebible. Esta tarea y esta problemAtica estaba, naturalmente, amplia- mente entrelazada con una determinacién de Ja idea del socia- Jismo. Yo sehtfa como insuficiente la formulacién de la idea del socialismo con ayuda de términos puramente estructurales, bien fueran politicos o econémicos, y atin hoy la entiendo asf. Por detras de semejantes interpretaciones creo descubrir siempre el fantasma de la filosoffa hegeliana de fa historia; con ello se pierde la promesa de una forma de vida digna del hombre. La vision de Karl Marx —ciertamente utépica~ entrafia la supre- sién de la enajenacién, la apropiacién de la riqueza social —de Ja totalidad de la cultura— por parte de cada individuo particu lar. En el espiritu de tal utopia el socialismo constituye una cualidad vital; su idea conductora es el sentido de la vida de los individuos, vy la transformacién revolucionaria de la estructura social es unicamente su instrumento. Una interpretacién det socialismo de esta indole era el valor predominante en mi libro sobre la vida cotidiana: la concrecién de este valor dominante constituye el hilo conductor de todo el discurso. Por ello, citaré aqui sélo algunos de los momentos de este discurso: la perso- nalidad individual, rica en matices, que configura por si misma su modo de vida, las comunidades libremente elegidas por los individuos, la pluralidad de las formas de vida, la convivencia democratica mediante Ja supresién de la jerarquia de relacio- nes de subordinacién y suverioridad —de la divisién social del trabajo. . Bajo el signo de Ia misma idea de valor pueden también construirse, en efecto, teorfas completamente distintas, y ele- girse, desde el punto de vista metodolégico. diversas soluciones. “Desde el punto de vista tedrico, por ¢l contrario, el libro pue- de disponerse alrededor de dos focos: la estructura de la persona- lidad y Ja estructura de las objetivaciones. La teoria de la personalidad que en él se expone polemiza con Ja tradicién Hamada «esencialistas, segan la cual el hombre consta propiamente de dos horabres: uno sustancial y otro feno- ménico. Desde este punto de vista es indiferente cémo se con- ciba la «sustancialidad», bien como caético mundo de instintos, como raz6n pura o como «ntcleo humano» no corrompido por Ja sociedad. La antropologia del presente libro descansa sobre cl supuesto de que la esencia humana no es el punto de partida ni el «nticleo» al que se superponen las influencias sociales, sino que constituye un resultado; sobre el supuesto de que el indi- viduo se encuentra desde su nacimicnto en una relacién activa con el mundo en el que nacié y de que su personalidad se forma a través de esta relacién. El individuo no puede ser nunca idéntico a Ja especie humana, pero ped: mantener una relacién consciente con ella —en este casc la »ersonalidad no es par- ticular, sino individual. La personalidad individual es el prota- gonista de este libro. Quise mostrar que cada hombre puede ser una individualidad, que puede haber también en la vida Personalidades individuales, que también la vida cotidiana puede configurarse individualmente. EI segundo foco teérico def libro es ef «escenario» de este protagonista: el mundo de las objetivaciones. La idea funda- mental de la teoria de la objetivacién es que las objetivaciones representan distintos niveles, El primer «nivel» lo constituyen el lenguaje, el sistema de hdbitos y el uso de objetos: a este nivel Jo llamo la esfera de la objetivacién que es en sf. Sin la apropiacién activa de este «nivel» no hay vida cotidiana en absoluto, pues sin ella no existe tampoco socialidad. No debe sin embargo entenderse con ello que sdlo esta esfera tiene imnortancia para la vida cotidiana. Cuanto menos enajenada es Ja vida cotidiana, en mayor grado se relaciona el hombre, dentro también de lo cotidiano, con otros niveles —superiores— de las objetivaciones. Tal superposicion de Jas relaciones con los niveles de objetivacién cotidianos y no cotidianos se considera deteni- damente desde sus distintos aspectos. Quiz4 estaria de mas mal- gastar mas palabras diciendo que el primer foco de la teoria se dirige contra Ja concepcién hegeliana y el segundo contra la heideggeriana. En cuanto al método, el libro es considerablemente analitico. La primera parte considera la vida cotidiana en una perspectiva funcional y la segunda en una perspcectiva estructural. El lector notard tal vez cierta simetria especular: lo que en la primera parte se presenta como relacién funcional del pensamiento co- tidiano y no cotidiano aparece en la segunda parte como discu- sién de la estructura del saber cotidiano y de los elementos no cotidianos de esta estructura. En ambas partes domina sin em- 7 bargo el aspecto analitico del metodo. El andlisis detallado de los problemas tedricus, fue necesario desde varios puntos de vis- ta. En primer lugar, porque estos problemas parciales desempe- fian separadamente an importante papel en las diversas disci- plinas cientificas —cn la sociologia, en la teoria del lenguaje, etcétera—, y, en consecuencia, no podian dejar de perfilarse. En segundo lugar —y tste es quizas cl punto de vista mas impor- tante— el lector debia reconocer en los problemas abstractos su propia vida y los hachos corrientes de la misma, experimentades y vividos cien veces. La frecuente redundancia de los ejemplos sirve al mismo fin. Para comprender cl libro no es necesario contar con ningun saber especializado. Fue escrito para todos los hombres que pueden y quieren pensar, que no temen plantear siempre de nuevo las preguntas infantiles: ¢Por qué esto es asi? ¢Podria ser de otra forma? AGNES HELLER Budapest, abril, 1977 Prefacio* Los estudios sobre aquello que constituye la eseucia de la vida cotidiana no han tenido una larga prehistoria, Henri Lefebvre ha redactado un trabajo monogralico sobre este conjunto de cues- tiones; yo mismo he tratado sobre ello en lo que se refiere a diversos aspectos relatives a la genesis de la posicion estética. Agnes Heller arranca de estos trabajos preparatorios, remitién- dose ampliamente a ambos, pero segun un método implicita- mente critico. Sin embargo, la carencia de una vasta «literatura» no sig- nifica en absoluto que tal conjunto de problemas sea meramente periférico o de importancia secundaria. Sino mas bien todo lo contrario, Cuando intentamos comprender o hacer comprensible efectivamente en cl sentido del método marxiano la totalidad dinamica del desarrollo social, nos encontramos con él cada vez que el razonamiento Nega realmente al nudo de la cuestion. Mas todavia, desde un punto de vista negativo ha quedado de- mostrado desde hace tiempo que en el hombre. ‘considerado Particularmente, Ja religacion inmediata con los momentos de desarrollo de la economia o del ser y devenir social completa- mente desarrollados puede clarificar solamente conexiones abs- tractas y, en su abstraccion, extraias a la vida. El decisive estado de condicionamiento en que se encuentra la totalidad de las expresiones vitales, de los modos de vida, etcétera, del hombre no puede ser descrito de un modo realista con una combinacién inmediata entre principios causales puramente objetivos y el mundo de sus efectos concretos. Las ciencias sociales de nues- tros dias, en cambio, desprecian a menudo esta zona interme- dia concreta, Aquella en la que se encuentra el nexo real, con derandola como un mundo de mera empiria que, en cuanto tal, no es digno de un andlisis cientifico en profundidad destinado a examinar las constitucior 2s internas. Pero cuando se reflexiona con !a mirada puesta en Ia realidad, resulta, por el contrario. que solamente a través de la mediacién de una esfera tal pueden ser comprendidas cientificamente las interrelaciones e interacciones entre el mundo econdmico-social y la vida humana. Los hombres —en su particuiaridad— se adaptan a las formas sociales que sus fuerzas productivas hacen + Este prefacio tue redactado por Lukacs poco antes de su muerte, acaecida en junio de 1971 ¢ ¢ ¢ ¢ X C6 6 fF FF f f £ ¢ aeeoee eer’ aot = Racer cada vez concretamente. En Ja medida en que tales adap- taciones se realizan, como de costumbre, inmediatamente en ac- tos particulares, esto se verifica precisamente en actos particula- res de hombres particulares, en el interior de grupos concretos de un Proceso social conjunto concretamente determinado. No Solo los impulsos que provocan los actos particulares son origi- nados cada vez por el ser-as{ concreto de cada conjunto econémi- co-social, sino también el campo de accién real de las decisiones entre alternativas realizables cn tales actos esta cada vez deter- minado —como campo de accién concreto— del ser-asi de socia- lidades concretas. Por consiguiente, ya que los hombres que trabajan, que consumen los productos del trabajo, en una pala- bra, Ja mayorfa de los hombres que forman parte inmediata- mente de la sociedad que asi funciona sobre base econdmica, Por consiguiente, éstos, en la mayoria de sus modos particulares de reaccionar a las pretensiones de la propia socialidad, reac- cionan en cuanto hombres particulares de manera particular; cl ser de cada sociedad surge de la totalidad de tales acciones y reacciones. Marx, en Ia erftica a Feuerbach, ha definido su esencia soste- niendo que la genericidad que se realiza en la sociedad ya no es una genericidad muda, como en el ambito ontolégico de la vida que se reproduce de un modo meramente bioldgico. La historia de la sociedad muestra que este ir mds alla de la gene- ricidad muda, bioldgica, se objetiva por ultimo en las formas ideolégicas mas clevadas: en la ciencia, filosofia, arte, ética, et- cétera. Esto significa que los hombres que forman parte de ella crean productos con la ayuda de los cuales estan en condiciones de realizar su genericidad a un nivel cada vez mis alto (cada vez menos inmediatamente particular). Este importante proceso de desarrollo del género humano seria incomprensible si intentésemos establecer una relacién in- mediata entre la base que acttia objetivamente y sus maximos resultados. No podria surgir simplemente la apariencia del actuar de una «legalidad» mecdnica, cuyo grado de abstraccién no po- dria jamas hacer realmente comprensibles en su auténtico y pre- ciso ser-as{ la génesis concreta, la esencia interna de los produc- tos concretos que de este modo alcanzan el ser, los tipos de comportamiento concretamente csenciales. Precisamente su inmediatez objctiva, que surge del modo de reaccionar y de actuar de los hombres particulares, da lugar en la vida cotidiana a una zona de mediacién, apta para superar este aparente abismo del pensamiento. Y esto de hecho es posi- ble en cuanto los contrastes aparentemente irreconciliables cn que suelen presentarse las actividades humanas cuando se da de ellas una interpretacién puramente gnoscoldgica, son en ma- yor medida consecuencias conceptuales, derivadas de una tenta- tiva de captarlas de un modo cientifico-filoséfico con la meto- 10 dologia de una posicién gnoseoldgica, que modos de manifes- tarse de Ia realidad social misma. Y precisamente esta confu- sién ontoldgica constituye un momento hist6ricamente necesario en el proceso genético del autoconocimiento de la genericidad humana, que ya no es muda. Piénsese, por ejemplo, en la ética de Kant. Cuando, en un acto ciertamente iinportante para la historia humana, se situa un comportamiento puramente ético en la praxis (como directriz de una posicién auténticamente hu- mana hacia la realidad social), se presupone que el individuo participe se eleva separdndose de la propia particularidad. Por consiguiente, en esta zona del ser el comportamiento particular y el Ctico aparecen como opuestos incompatibles. Aunque tal constatacién pueda parecer imporfante a primera vista, si fuese aplicada a la totalidad del ser social, como verdad. universalmente valida, no provocaria mas que confusion. En efec- to, la neta separacién que acabamos de esbozar nu hace mas que poner de relicve Ja contrariedad necesaria de determinados actus de la praxis cuando son considerados en referencia a su pura forma, Pero, al mismo tiempo, la naturaleza del ser social hace que cada actitud, netamente scparada, hacia la praxis, no solamente pueda (sino mas bien deba) coexistir en una misma persona, sino que a menudo se transforme ininterrumpidamente Ja una en la otra en el proceso social en su conjunto. Hasta el aislamiento extremo del comportamiento puramente ¢tico kan- tiano presupone —ontolégicamente— una multitud de sujetos puramente particulares que se apropian de esta posicién hacia la vida asumiéndola como directriz de su praxis —en principio par- tiendo naturalmente de la propia particularidad—, la cual se convierte en inevitablemente problematica a un nivel superior de genericidad. Y cuando se afirma, justamente, que estas dos posiciones son incompatibles, nos refcrimos solamente a este su homogéneo realizarse en la pura eticidac, El camino humano hacia tales realizaciones (asi como el desviarse de él) mucstra una vez mds que también estas determinaciones son en su totalidad partes integrantcs reales de la praxis humana, es decir, que en el desarrollo social siempre existen vias que pueden con- ducir de la particularidad a las formas mis altas de genericidad (y viceversa). Por consiguiente, la esencia y las funciones histérico-sociales de la vida cotidiana no suscitarian interés si ésta fuese conside- rada una esfera homogénea. Pero precisamente por esto, precisa: mente como consccuencia de su inmediato fundamentarse en los modos espontineo-particulares de reaccionar por parte de los hombres a las tareas de vida que la existencia social les plan- tea (so pena la ruina), la vida cotidiana posee una universalidad extensiva. La sociedad sdlo puede ser comprendida en su totali- dad, en su dindmica evolutiva, cuando se esta en condiciones de entender la vida cotidiana en su heterogencidad universal. La i vida cotidiana constituye la mediacién objetivo-ontoldgica entre 1a simple reproduccién espontanea de la existencia fisica y las formas mnis altas de la genericidad ahora ya consciente, preci- samente porque en ella de forma ininterrumpida las constelacio. nes mas heterogéneas hacen que los dos polos humanos de las tendencias apropiadas de 1a realidad social, la particularidad y la genericidad, acttien en su interrelacién inmediatamente dindmica. Por consiguiente, un estudio apropiado de esta esfera de la vida puede también echar luz sobre la dindmica intema del desarrollo de la gencricidad del hombre, precisamente en cuanto contribuye a hacer comprensibles aquellos procesos heterogéncos que, en la realidad social misma, dan vida realmente a Jas reali- zaciones de la geneticidad. EI presupuesto im} licitamente necesario de tales enfoques cs, por consiguiente, la superaciun de Ja homogencizacién puramen. te gnoseoldgica —y en esta unilateralidad extrana a la realidad— del proceso social en tendencias ineliminablemente heterogéneas; ésta es una via equivocada para conocer el proceso real conjunto. Sin embargo, no deben ser ignoradas las diferencias, mejor dicho las oposiciones fundantes, auténticas y por consiguiente ontolégicas. Sdélo que el conocimicnto critico de su naturaleza no debe levarse hasta negar su coexistencia real. Del hecho de que la genericidad supera la posicién ética del hombre, supera su particularidad, no debe sacarse la consecuencia de que tales conflictos no pucdan, o mas bien no deban ser combatidos en la realidad misma. No comprenderiamos nunca correctamente los Procesos reales si no estudiasemos el significado de las interrcla- ciones —basadas en la particularidad inmediata— de tales ten- dencias, precisamente en la vida cotidiana, en el teatro rea) de su_resolucién. . Asi la vida cotidiana, la forma inmediata de la genericidad dal hombre, aparece como ta base de todas las reacciones es- pontaneas de los hombres a su ambiente social, la cual a me- nudo parece actuar de una forma caética. Pero precisamente por esto esta contenida en ella la totalidad de los modos de reaccién, naturalmente no como. manifestaciones puras, sino mas bien caético-heterogéneas. Por consiguicnte quien quiera com- prender la real génesis Nistérico-social de estas reacciones, esta obligado, tanto desde el punto de vista del contenido como del método, a investigar con precisién esta zona del ser. Esta investigacién, en cuanto al modo de exposicién, puede recorrer dos caminos que aparecen como diversos, y cuya Justif cacién metodolégica depende de los objetivos concretos i la investigacion. Si se quiere Mevar a nivel conceptual Ia génesis social de determinadas formas coneretas en que se exprera a genericidad, es natural que se elija un método nenérico, lumi nando asi con claridad el camino que recorre los iversos mods de reaccionar desde cl momento en que afloran espontanea 2 hasta que adquieren una figura completa, En mi Estética —en la que he intentado mostrar de que modo la posicion estética tiene su base ontolégica en el terreno de la espontaneidad de fa vida cotidiana, pero como sin embargo, para poder realizar su nueva fisonomia historivo-social, debe ser (cunsciente o incons- cientemente) sometida —por un camino que naturalmente tam- bien esta socialmente determinado— a transfermaciones cualita- tivas fundamentales ya sea de contenido o ya sew formales—, yo he escogido este camino, Poner de relieve con fuerza semejantes tendencias evolutivas significa precisamente intentar demostrar de qué modo esta importante forma de la genericidad humana Puede surgir, necesariamente, solo sobre este terreno y como de tal modo este terreno, precisamente en el proceso de su radical devenir-otro, revela sus rasgos mas propios ¥ mas especificos. No se puede negar que con tal metodologia aunque puedan des- tacar plasticamente determinados rasgos esenciales de la vida cotidiana, sin embargo, no se esta en condiciones de exponer la totalidad de su ser especifico. Probablemente a causa de su conucimiento critico de esta situacion, Agnes Heller toma un camino muy distinto. Aunque tambien para ella las conexiones practicas ¢ historico-ontologicas de la vida cotidiana con las posiciones de valor autenticas de la genericidad (etica, filosofia arte y, natural y principalmente, pra- xis social y politica) constituyen un problema centrai en sus in- vestigaciones, su exposicion esta siempre orientada hacia las formas particulares de objetividad y de actividad de Ja vida cotidiana como totalidad especifica. La idea de genesis, que parece asi Hevada a segundo plano, reaparece, por el concrariv, enri- quecida: en ctecto, trente a todus los tenomenys importantes de la vida cutidiana se remite constantemente a aquellos procesos que, por una parte, producen tales reacciones cotidianas (inclui- da naturalmente tambien su indole interior, segun la cual pueden quedar al nive! de la particularidad o bien —eventualmente tam- bien sin climinarla— pueden implicar categorias de tipo mas ele- vado) y, por otra parte, pueden manifestarse a priori solamente sobre la base de tales situaciones. Se hace comprensible asi la extrema y paradujica heteroge- neidad de la vida colidiana: su base ontologica esia constituida por la espontancidad inherente a la naturaleca particularista de las actividades humanas que necesariamente acompahan a las reacciunes primarias de los hombres a su humanizacion y que se expresan en ella. Pero el desarrollo muestra como, incluso cn los complejos suscitados por las reacciones particulares mas primitivas, esta cada vez mas presente como tendencia objetiva, y opera necesariamente, algo mas elevado de Jo que se podria deducir de esta pura inmediatez, Y precisamente esta escala —que llega de la «pura» particularidad inmediata hasta las po- siciones mas generales y elevadas, para dejar tras sus espaldas, 13 am CC © € € t - gna expresion de la genericidad humana, todo mutismo y reali- de lao amente Como scr para-si— define la esfera ontoldgica le la vida cotidiana. Justamente en esta evidente heterogeneidad de sus componentes, en su heterogeneidad inmediata, en su «ili- mitacién», etc., que parece contradecir directamente nuestras ideas usuales sobre la «esfera de vida», Pprecisamenté aqui se expresa la auténtica constitucién ontolégica de la vida cotidiana. Slo de este modo ésta puede convertirse en el factor ontoldgico general, fundamentador, de mediacién entre «esferas de vida» diversas, delimitables. El modo «genético» de considerar la vida cotidiana, que hemos esbozado anteriormente, puede conducir en sf a los mismos resultados, aun teniendo en cuenta las diferen- cias resultantes de las diversas posiciones metodoldgicas. Dado que Agnes Heller explicita este principio mas coheren- temente que cualquier predecesor suyo, ella es la primera en ofrecernos Ja vida cotidiana, que ha legado a ser tan importante como factor de mediacién, en su verdadera figura, universal. Es decisivo a los fines de este resultado el hecho de que la Heller mantiene firmemente con in coherencia 1a prioridad del ser, sin permitirse concesiones de ningun tipo. En efecto, cualquier otro modo de ver (fundamentalmente el gnoseolégico) se encuen- tra obligado a considerar cada esfera especifica del ser sobre la base de una homogeneidad interna. Kant, por ejemplo, a causa de este postulado se ve obligado a contraponer la actividad ética a la vida cotidiana y a excluir todo paso de una a la otra. En el plano ontoldgico, por el contrario, resulta —como aparece claramente en el discurso de Agnes Heller— que el contraste, la heterogeneidad constituye realmente una de las determinacio- nes importantes del ser mismo, pero, precisamente en y a causa de la heterogeneidad de sus componentes, éste se halla en con- diciones de producir efectos inesperados reales y coneretos. Ela- borando con clandad estos caracteres paraddjicos del ser y del devenir de la vida cotidiana, Agnes Heller consigue darnos un cuadro conjunto en el cual tenemos con nitidez frente a noso- tros, no solamente las funciones de la vida cotidiana, sino la misma vida cojd‘ana en el concreto ser-asi de su génesis, de sus limites, de su actuar auténtico. Este complejo de problemas extremadainente importante de la vida social es de este modo expuesto por 4gnes Heller con mayor claridad, globalidad, con mayor disponibilidad para desarrollos ulteriores, de lo que ha- bian hecho Jos escasos autores que hasta ahora se han ocupado de tan importante tema. Esta es la raz6n por la que su escrito representa uno de los estudios mas importantes de todo el cam- po de investigacion sobre la génesis y el devenir del ser social concreto. Gyércy LukAcs Budapest, enero de 197! 4 Thr saht das Ubliche, das immerfort Vorkommende. Wir bitten Euch aber: Was nicht fremd ist, findet befremdlicht Was gewohnlich ist, findet unerklarlich! Was da iiblich ist, das soll euch erstaunen Was die Regel ist, das erkennt als Missbrauch Und wo ihr den Missbrauch erkannt habt Da schafit Abhilfe! B. BRECHT (Habéis asistido a lo cotidiano, a lo que sucede ca Pero os declaramos: {di Aquello que no es raro, encontradlo extraio. Lo que es habitual, halladio inexplicable, Que lo comin os asombre. Que la regla os parezca un abuso. Y alli donde deis con el abuso ponedle remedio.) Primera parte PARTICULARIDAD, INDIVIDUALIDAD, SOCIALIDAD Y GENEROSIDAD Die Welt ist nicht aus Brei und Mus geschaffen, Deswegen haltet euch nicht wie Schlerdffen; Harte Bissen gibt es zu kaven, Wir miisson erwiirgen oder sie verdaven. GoetHe (El mundo no esté hecho de mermelada y papilla, no os comportéis, pues, como haragenes; duros bocados hay que masticer, debemos engullirlos 0 nos ahogamnos.) anes MH. 2 1. Sobre el concepto abstracto de «vida cotidiana» _ Para reproducir la sociedad es necesario que los hombres par- ticulares se reproduzcan a si mismos como hombres particulares. La vida cotidiana es el conjunto de actividades que caracterizan la reproduccién de los hombres particulares, los cuales, a su vez, crean la posibilidad de la reproduccidn social. Ninguna sociedad puede existir sin que el hombre particular se reproduzca, asi como nadie puede existir sin reproducirse sim plemente. Por consiguiente, en toda sociedad hay una vida co! diana y todo hombre, sea cual sea su lugar ocupado en la division social del trabajo, tiene una vida cotidiana. Sin embargo, esto no quiere decir de ningun modo que el contenido y la estructura de la vida cotidiana sean idénticos en toda sociedad y para toda per- sona. La reproduccién del particular es reproduccion del hombre concreto, es decir, el hombre que en una determinada sociedad ocupa un lugar determinado en la division social del trabajo. Para la reproduccién de un esclavo le son necesarias actividades distintas de las necesarias a un ciudadano de la polis, a un pastor © a un obrero de la metropoli. En la vida cotidiana de cada hombre son poquisimas las actividades que tiene en comun con los otros hombres, y ademas éstas sdlo son idénticas en un plano muy abstracto. Todos nece- sitan dormir, pero ninguno duerme en las mismas circunstancias y por un mismo periodo de tiempo; todos tienen necesidad de alimentarse, pero no en la misma cantidad y del mismo modo. Cada uno —considerando el hombre particular en la media de la sociedad— debe ademas reproducir la especie, es decir, traer hijos al mundo. Los hombres, por consiguiente, tienen en comun entre ellos actividades que —haciendo abstraccion de su conte- nido concreto— son comunes a las de ios animales. Y se trata de las actividades que sirven para conservar el hombre en cuanto ente natural. De estos ejemplos se desprende va con claridad de qué n:odo la conservacién del particular, incluso la mds elemental —natu- ral—, es en lo concreto un hecho social. Eu efecto, hasta en las sociedades mas primitivas la conservaciin del particular requiere un gran numero de actividades muy diversas. ¢Por qué? Hemos empezado afirmando que los particulares sélo pueden reproducir la sociedad si se reproducen en cuanto particulares. Sin embargo, la reproduccién de la sociedad no tiene lugar auto- maticamente a través de la autorreproduccién del particular 19 I ee 8 ee ee Sostenemos, en consecuencia, que la vida cotidiana es la re Produccion del hombre particular. Pero, cqué significa que el Particular «se reproduce»? Todo hombre al nacer se encuentra en un mundo ya exis- tente, independientemente de él]. Este mundo se le presenta ya sconstituidor y aqui él debe conservarse y dar prueba de capa- cidad vital. El particular nace en condiciones suciales concre tas, en sistemas concretos de expectativas, dentro de institucio- nes concretas. Ante todo debe aprender a cusar» Jas cosas, apro- Piarse de los sistemas de usos y de las sistemas de expectativas, esto es, debe conservarse exactamente en el modo necesario y posible en una época determinada en el ambito de un estrato la reproduccién del hombre particular. forma también parte de ella y en mu- chos aspectos précisamente lo que no sucede todos os dias: por ejemplo, un nacimiento o una muerte. En determinadas sociedades el Erlebnis. e incluso la organizacion ceremonial de éste, forman parte ampliamente de la reps cién del particular: piénsese, durante el medicevo, en la participacion misa solemne de los domingos. Que un Erlebnis sea cotidiano 0 no, no depenae del hecho en s{_y ni siquiera de la circunstancia de que se verifique o no todos los dias, sino del contenido, de lo que se moviliza. Thomas Mann, como es sabido, escribfa cada dfa_ algunas paginas, pero esto no significa que se tratase de una «actividad cotidianas. En este caso el Erlebnis —como veremos— est4 garantizado por Ia genericidad y no por la excepcionalidad de tales accio- nes. La definicién de la vida cotidiana proporcionada por ta Filosofia vitalista, si bien no nos presenta una categoria aceptable. contiene, sin embargo, un momento importante. El Erlebnis —incluso cuando en la estructura de la ac- tividad social acompafia a una accion perfectamente cotidiana o un hecho de la vida cotidiana~ tiene una determinada afinidad con lo no cotidiano. El Erleb nis se imprime en la memoria de un modo mas profundo que lo que no es vivido interiormente, Las experiencias interiores que se verifican en ta vida co- tidiana provocan en el hombre una disponibilidad psicolégica a las reacciones del mismo tipo en las actividades no cotidianas, incluso a la catarsis. Henri Lefebvre, por el contrario, usa un criterio objetivo: ta vida cotidiana seria Ia mediadora entre la naturalidad y la socialidad det hombre, entre la na- turaleza y la sociedad. Pero esta concepcién, aun conteniendo elementos dig- nos de reflexidn, no nos ofrece una solucién satisfactoria. Es cierto, como he- mos visto, que la reproduccién del particular como ente ratural socializado se desarrolla en Ja esfera de la vida cotidiana, y es ésta nor cons.guiente, la que nos dice cémo, en qué medida y con qué contenidos se ha socializado el par- ticular como ente natural. Toda actividad directamente relacionada con la na turalidad del particular (dormir, comer, reproducirse) ¢s una actividad coti- diana. Sin embargo, tal definicién no es aceptable: por una parte, no todas Jas mediaciones entre la naturaleza y la sociedad son cotidianas, por otra, ta vida cotidiana no se agota en este papel de mediacion. sino que contiene tam: bién, y en mamero cada ver creciente, actividades relacionadas solamente con la sociedad. En cuanto a la primera objecién, basta remitir al trabajo como actividad genérica del hombre. Mas adelante veremos como el twabajo, si bien bajo determinado aspecto es parte integrante de la vida cotidiana, por otro Jado no lo es en su aspecto de actividad que proporciona las bases materiales del desarrollo social, es decir, como actividad inmediatamente genérica, En to Teferente a Li segunda objecién quisiéramos recordar simplemente 1a asimils- Gon de las costumbres, del _modo de moverse en una integracion social de. terminada, pero podemos remitirnos también a lac murmuraciones o a la me: ditacion, es decir, a categorias que no tlenen una felacidn mas estvecha con el elemento natural del particular que las actividades ne cotidianas {por ejemplo, las artisticas). 2 /RRSENTemnmnaneneeene (como sucede, por el conteario, en lay especies amuses, que wae: deen auiomaticamente con la reproduccivn de tos ant 3 pa . jombre solo pucue reproaucirse en la prince aesarroug una function en la suciedud: ta auto- S, por consiguiente, un mumerito ue la reproduc: cion de la soctedad. Por lo tanto, la vida cutidiana ue los home bres nus proporciona, af nivel de los mdividuos particuiures y en terminus muy generales, una imagen de la reprouuccion de la sociedad respectiva, de los estratos de esta sociedad. Nos. proporciona, por una parte, una imagen de la soctaliacion de ta aturalesa y, per otra, ef grado y el modo de su Aumaniza- cién. Examinando jos contenidos que la vida cotidiana de cada particular tiene en comin con la de los otros hombres, lega- mos en ultimo analisis a to no humano. El resultado sera di- verso si, por el contrario, examinamos la vida cotidiana no desde el punto de vista de los rasgos comunes, sino desde el de la relativa continuidad. En este caso constatamos que, en el pro- ceso de socializacion y de adecuacion al género (y como tendre- mos ocasién de comprobar los dos fenémenos no son mecani- camente paralelos), en la vida cotidiana se determinan nue: categorias, las cuales posteriormente o se conservan, v al menos se despliegan por algun tiempo, y por lo tanto se desarrollan, 0 bien retroceden. Es decir, la vida cotidiana también tiene una historia, Y esto es cierto no sdlo en el sentido de que las revo- luciones sociales cambian radicalmente la vida cotidiana, por lo cual bajo este aspecto ésta es un espejo de ta historia, sino también en cuanto los cambios que se han determinado en el modo de produccién a menudo (y tal vez casi siempre) se ex- Presan en ella antes de que se cumpla la revolucién social a nivel macroscépico, por lo cual bajo este otro aspecto aquélla es un fermento secreto de la historia, Marx escribe en los Gree drisse que en el siglo xvull la relacién del particular con su pro- pia capa era ya casual, como lo sera después la relacién del particular con su propia clase. sto significa que en la vida coti- diana Ja estructura interna de las capas habia cambiado ya para el particular antes de que este hecho fuese explicitado y codi- ficado por la revolucién, por el Estado y por la ordenacién jue ridica.' 1. Sobre Ja base de Io que hemos ufirmado hasta ahora, se podrian dis- cutir ya otros dos conceptos de la vida cotidiana, El primero es caracterls- tico de la filosoffa vitalista —y en parte del existencialismo—, el segundo ha sido expuesto por Henri Lefébvre en su interesante estudio dedicado al ana- lisis sociolégico de la vida cotidiana (Critique de la vie quoridienne, vol. I, Paris, Grasset, 1974; vol. I, Paris, L’Arche, 1961). ‘Seyin el primer concepto, la vida cotidiana seria sensu stricto «lo ques cede ‘cotidianamentes, es decir, seria sinénimo de gris, convencional. A) ella se contrapone lo que no sucede todos los dias, el hecho dominical, ¢l Erlebnis © experiencia vivida interiormente Pero si la vida cotidiana ¢s considerada como 20 CREE EACLE EE GEM EREECUEEECEER Gite et ear ae Por consiguiente, la reproduccién del hombre par- rE pre reproduccién de tin hombre histérico, de un particular en un mundo concreto. Para reproducirse en su singularidad un indio de América debla obligatoriamente aprender a reconocer las huellas: en caso contrario le esperaba la muerte. Por el contrario, el hombre mo- demo corre el riesgo de sufrir accidentes incluso mortales si no aprende a atravesar la carretera. Un conde puede reproducirse como particular sin haber aprendido a vestirse por si mismo; un campesino, si quiere sobrevivir, debe necesariamente apren- der a hacerlo. Sin embargo, por diferentes que puedan ser las cosas concretas y los sistemas concretos de usos, en lineas generales se puede decir que es necesario saber «usar» —en mayor o menor medida— las cosas e instituciones del mundo. en el que se nace. «En mayor o menor medida»: esta precisién no es irrele- vante. No todos aprenden a usar las cosas e instituciones, a orientarse en el marco de los sistemas de usos en igual medida. Sin embargo, cada uno debe adauirir una capacidad media, debe tener un minimo de capacidad practica en las cosas mas im- Pportantes, sin lo cual es imposible vivir. Hay que afiadir que tal adquisicién tiene lugar «naturalmente». Y aunaue no es fécil, aunaue presente diversos erados de dificultad para las diversas personas, todo hombre normal es capaz de cumolir, y en ‘efecto cumple, tal operacién. Pero volveremos después sobre el con- cepto de normalidad. La apropiacién de las cosas, de los sistemas de usos y de instituciones mo se Heva a cabo de una vez por todas, ni con- cluye cuando el particular Hega a ser adulto; 0 mejor, cuanto més desarrollada y compleja es la sociedad tanto menos esta concluida. En épocas estaticas v en las comunidades naturales (vor eiemnlo, en una comunidad de siervos de la gleba de la Alta Edad Media), una vez alcanzada Ja edad adulta, se estaba va en no- sesién del «minimo» de la vida cotidiana. Lo que segufa, era sdlo una acumulacion de exneriencias de vida, en el camno del tra- baio 0 de la comunicacién, pero va no era puesta en duda la canacidad de revroducirse por parte de los particulares. Nétese, sin embareo, que, incluso en tales sociedades, la adquisicién perdia cualouier valor cuando el particular era sacado de su ambiente natural. Por ejemplo, el que era reclutado en el ejér- cito deb‘a aprender muchas cosas nuevas para llegar a ser un buen soldado y renroducirse como particular. Cuanto mas dinamica es la sociedad, cuanto mas casual es la relacién del narticular con el ambiente en que se encuentra al nacer (especialmente desnués de la Iegada del canitatismo) tanto mAs esté oblieada el hombre a noner continvamente a prueba su caracidad vital. y esto para toda la vida, tanto menos puede darse por acabada fa apropiacién del mundo con la mayor 22 edad. El Particular, cuando cambia de ambiente, de puesto de trabajo, o incluso de capa social, se enfrenta continuamente a tareas nuevas, debe aprender nuevos sistemas de usos, adecuar- Se a nuevas costumbres, Aun mas: vive al mismo tiempo entre exigencias diametralmente opuestas, por lo que debe elaborar modelos de comportamiento paralelos y alternativos, Resumien- do, debe ser capaz de luchar durante toda la vida, dia tras dia, contra la dureza del mundo. _ No obstante, la sociedad mas dinamica, la sociedad «pura», si bien obliga al hombre a una lucha continua contra la dureza del mundo, le ofrece, al mismo tiempo, varias alternativas. Quien vive en una comunidad restringida, todavia seminatural, o se apropia de su vida cotidiana, que se le da acabada desde su nacimiento, 0 esta destinado a morir. Sus posibilidades de mo- vimiento son extremadamente limitadas. Pero desde que ha surgido la «sociedad pura», el «mundo acabado» en el que el hombre se encuentra al nacer no es idéntico al mundo con el que se encuentra en contacto directo. Después de haberse apro- piado de los usos de este mundo mas inmediato (después de haber alcanzado la edad adulta), tiene varias ocasiones para escoger por si mismo su ambiente directo (los amigos, el tipo y el puesto de trabajo, la familia, etcétera), en resumen, puede escoger un «pequefo» mundo suyo relativamente nuevo (aunque dentro de limites precisos mds o menos amplios). Prescindiendo del momento y del modo en que el hombre se apropia de las diversas capacidades (manipuladoras y orienta- doras), éstas son posteriormente ejercitadas siempre y con con- tinuidad. Lo que, obviamente, no quiere decir «cada dia». Las mujeres de determinadas épocas y capas deben aprender cos- tura, ya que de otro modo no pueden desarrollar su funcién de muieres de una determinada capa en una determinada época. La costura forma parte de su ficura de mujeres adultas, de su auto- reproduccidn, y en este sentido tiene un caracter de continuidad; pero naturalmente ellas no cosen vestidos cada dia. Entre las capacidades ejercitadas con continuidad, algunas son cotidianas en el estricto sentido det término (comer, vestirse, ir al tra- bajo, etcétera), otras, por el contrario, son caracteristicas de una fase determinada (o de ciertas fases) de la vida del par- icular (por ejemplo, siguiendo con la mujer: el cuidado de los En el Ambito de una determinada fase de la vida el conjunto (el sistema, la estructura) de las actividades cotidianas esta caracterizado, por el contrario, por la continuidad absoluta, es decir, tiene lugar precisamente «cada dia». Este constituve el fundamento respectivo del modo de vida de los varticulares. La « delimitaci4n «en el Ambito de una determinada fase de la vida» es aqui extremadamente importante, incluso cuando se exami- nan las «comunidades naturales». En estas wiltimas, en efecto, 23 el sistema de los conjunios se modifica necesariamente con las diferentes edades de lus personas (la edad contribuye a deter- minar el tipo de funcién del particular en la division del tra- bajo de la comunidad, de la tribu o incluso de la familia), En las sociedades «puras» y especialmente al nivel actual de la Produccién, el puesto asumido en la divisién del trabajo —ya «casual» respecto al nacimiento— puede ser cambiado incluso en el dmbito de una de las fases «naturales» de la vida (juventud madurez, etcétera), y en consecuencia puede también verificarse una reestructuracién mas o menos rclevante del conjunto coti- diano. Ademés las catdstrofes han creado siempre la posibitidad de un cambio radical en Ja vida cotidiana (por ejemplo, una mujer que se convierte en viuda). A partir del Renacimiento estos cambios radicales, creciendo numéricamente, preparan las revoluciones sociales, que a su vez sacuden y cambian los fun- damentos del modo de vida de todos los particulares. Sin em- bargo, las revoluciones sociales forman el modo de vida en un sentido que va mas all4 de la esfera de la vida cotidiana; Ja modificacién de ésta representa en aquéllas s6lo un momento, aunque no irrelevante. Por consiguiente, como hemos dicho, el conjunto de las acti- vidades cotidianas en el Ambito de una determinada fase de la vida esta caracterizado por una continuidad absoluta. Pero tam- bién aquf es necesario hacer una precisién, aunque en verdad no muy importante: sélo la tendencia fundamental, general, es continua de un modo absoluto. Puede suceder que se caiga en- fermo durante unas semanas o unos meses, o bien estar algunas semanas de vacaciones. Durante estos periodos la vida cotidiana se configura de un modo relativamente diverso; después de la curacién 0 del retorno de las vacaciones todo queda igual que antes: la tendencia general no ha cambiado. En la vida cotidiana el hombre se objetiva en numerosas for- mas. El hombre, formando su mundo (su ambiente inmediato), se forma también a sf mismo. El término «formar» parece aqui a primera vista exagerado; en efecto, hasta ahora hemos subra- yado siempre que la peculiaridad de las actividades cotidianas “ya que el particular madura para un mundo «acabado»— es Ja interiorizacién casi adaptativa de este mundo. En el término amadurar», hay que ponerlo de relieve, incluimos también el sentido de «educar». En la vida cotidiana se expresa no sola- mente el modo por el cual yo he aprendido de mi padre ciertas reglas de vida fundamentales, sino también el modo en el que yo las transmito a mi hijo. Yo soy representante de aquel «mun- do» en el que otros nacen. En mi educar (en el modo en que yo presento el mundo «acabado») repercutirin también mis expe- riencias personales, cuando comunico mi mundo, expreso tam- bién estas experiencias, cuando «transmito» mi mundo, contem- pordneamente me objctivo también a mi mismo en cuanto me 24 he apropiado ya de este mundo. Es evidente que esto no es sola- mente vAlido Para la educacién, sino siempre y en toda situacion de la transmision de experiencias especificas (de trabajo), cuan- do. se dan consejos e incluso se dan ejemplos conscientemente. En Mmi relacion con Ja vida cotidiana dada, en mis afectos y re flexiones respecto a estas relaciones, en la evertual «descompo- sicién» de las actividades cotidianas, nos enfrentamos, y esto subrayado, con procesos de cbjetivacién. (No nos referimos aqut a las objetivaciones en sentido estricto objetuales, como un ves- tido cosido, un fuego encendido o una sopa cocida. Hablaremos de éstas cuando estudiemos Jas relaciones entre el trabajo y Ja vida cotidiana.) : Cuando decimos que el particular se objetiva en la vida coti- diana, debemos, una vez mas, hacer una precision: el particular forma su mundo como su ambiente inmediato. La vida cotidiana se desarrolla y se refiere siempre al ambiente inmediato. El Ambito cotidiano de un rey no es el reino sino la corte. Todas las objetivaciones que no se refieren al particular o a su am- biente inmediato, trascienden lo cotidiano. Todo esto no significa que el radio de accién de las obje- tivaciones de la vida cotidiana se quede en el particular y en su ambiente inmediato. Seguidamente veremos como éste alcanza hasta las objetivaciones mds elevadas. Sin embargo, en tal caso hallamos «solamente» una repercusién, una resonancia, no una relacién directa, hallamos el fendmeno causado por una niedra lanzada al agua, no el movimiento ondulatorio provocado por una borrasca. Obviamente la metdfora se ajusta hasta clerto punto. Todas las capacidades fundamentales, los afectos y los modos de com portamiento fundamentales con fos cuales trasciendo mi am- biente v que yo remito al mundo «entero» alcanzable por mi v que vo objetivo en este mundo, en realidad yo me los he apro- piado en el curso de la vida cotidiana: ¢1 coraje (cuando de nifio he aprendido a entrar en una habitacién oscura), el autocontrol (cuando he comenzado a no poner en mi plato tos mejores bo- cados), el compromiso hacia las tareas a desarrollar y la aleeria del éxito, la consciencia de la existencia de una comunidad (por ciemplo una familia), el apeso, la sratitud. etcétera, solamente por citar algunos ciemplos de Jas esferas mas diversas. Por lo tanto, no se trata tan sélo de que la accién ciercida en mi am- hiente contimia renercutiendo de modo imperceptible e invis ble, sino también de que yo mismo, sin las canacidades de que me he apropiado en este ambiente, sin mis objetivaciones am- bientales, seria incapaz de obietivar en formas mas elevadas mis canacidades humanas. [.a vida cotidiana hace de mediadora hacia lo no cotidiano v es la escuela preparatoria de ello Estos cjemplos deberian haber mostrado ya que en la vida cotidiana la actividad con la que «formamos cl mundo» v aque- 25 o fee e = Ma con la que «nos formamos a nosotros mismos» coinciden. La fisonomia especifica del particular, la estructura fundamen. tal de su personalidad Megan a ser a través de la apropiacion de la respectiva socialidad concreta, a través de la participacion activa de ésta. Cuando decimos que esta estructura fundamen- tal surge en la vida cotidiana, no queremos afirmar que en su nacimiento formen parte tinicamente capacidades cotidianas. Ca- pacidades espirituales extraordinarias pueden intervenir no sola- mente en !a actividad directamente genérica (por ejemplo, en la actividad cientifica), sino también en el desarrollo de la perso- nalidad en el curso de la vida cotidiana (cuando se trata de valorar el contenido de la actividad cotidiana, de frenar los ma- los sentimientos, etcétera). Una funcién similar puede ser desa- rrollada por una fantasia rica, el talento, etcétera. Sin embargo, hay que repetir que aqui hablamos solamente de la estructura fundamental de la personalidad; 1a cualidad concreta de la per- sonalidad no se desarrolla tan sélo en la vida cotidiana. A me- nudo la estructura fundamental no se desarrolla mas alla de lo cotidiano —frecuentemente los hombres no ejercen ninguna ac- tividad que vaya mas alla de la vida cotidiana—, en otros casos, por el contrario, ésta aleanza un completo florecimiento preci- samente en las objetivaciones genéricas superiores. En el curso de Ia historia humana —como veremos mas ade- lante— sdlo en casos excepcionales ha sido posible a la media de los hombres una actividad genérica inmediata y, al mismo tiempo, consciente. En cuanto a la media de los hombres, por consiguiente, puede decirse con tranquilidad que la unidad de la personalidad se realiza en la vida cotidiana. (Aquellos para los cuales la actividad genérica consciente representa en cada momento el contenido esencial de la vida, realizan Ia unidad de la personalidad también en la vida cotidiana.) Para la mavoria de Jos hombres !a vida cotidiana es «la» vida. Este es cl _banco de pruebas para ver si el hombre, segun las palabras de Goethe, es e} hueso o la piel I. Descomposicién de los conceptos de «hombre particular» y «mundo» Hemos dicho que en la vida cotidiana el particular se repro- duce a sf mismo y a su mundo (el «pequefio mundo») directa- mente y el conjunto de la sociedad (el «gran mundo») de modo indirecto. Pero hemos utilizado estos conceptos de un modo to davfa muy abstracto, muy indeferenciado. Hemos aclarado ya que los conceptos de «hombre particulary y de «mundo» son histéricos, pero sin precisar las categorias especfficas de esta his- toricidad. Y esto es precisamente lo que intentaremos hacer ‘ahora. En su abstraccién tales conceptos pueden ser aplicados sin mas a las sociedades tribales indiferenciadas que preceden a la civilizacién: ? es decir, para aquellas sociedades en las que el «ambiente inmediato» (el «nequefio mundo») y el «mundo» como representante de la socialidad, como representante de la maxi- ma inteeracién social, coincidia; en las que —y esto se despren- de de lo afirmado hasta ahora— la relacién entre el particular v el ambiente v entre el narticular y la integracién social era una nica y misma relacién. Todo el transcurso de Ja vida de los particulares estaba determinado por costumbres reeuladas v por un sistema compacto de representaciones colectivas entre las que no habia nosibilidad de escoger. Su existencia de hom- bres particulares no estaba caracterizada por una relacién espe- cffica con estas replas de costumbre. sino por alain «signo par- ticular», aue podfa ser de naturaleza fisica (las piernas torcidas, las manos grandes) o bien una capacidad (escasa o notable des- treza. vista aguda o d¢bil, poca o mucha fuerza). Lévi-Strauss nos ha provorcionado un andlisis muy interesante del modo en oue tal relacién indiferenciada entre el mundo y los hombres particulares se manifiesta en la imposicién de los nombres” En Jas tribus totémicas cada uno tiene dos nombres. El primero i ‘a el lugar preciso de quien lo leva en la estructura de su 2. Esta es solamente una de las posibles interpretaciones de las _socieda- des precivilizadas. En general es arriescado sacar conclusiones definitivas sobre Ta base de la vida cotidiana de los «primitivose actuales. Los andlisis del «nar- ticulars perteneciente a pueblos primitivos recientes estan basados en fuentes muy contradictorias, Pero lo que nos interesa es poner de relieve tan sélo que el particular de las sociedades primitivas todavia no est escindido en parti- cularidad © individualidad, como sustancinmente nos confirman los autores ine rtantes (Malinowski, Mead, Lévi-Strauss). | poretClande LeviSteavss, El vensamiento salvaie, México, 1964, Fondo de Cultura Econémica, 27 tribu, el segundo se refiere a sus caracterfsticas individuales ca- suales, Este sistema muestra la ausencia de cualquier socialidad diferenciada asi como de la personalidad. El puesto ¢ " en el sis- j ema de parentesco de sangre y las caracterfsticas naturales —Que, sin embargo, responden a un objetivo social— agotan al hombre en su totalidad y determinan su vida. La primera fase decisiva en el «alejamiento de Jas barreras naturales», en la cual las integraciones surgidas sobre la base del parentesco de sangre deian de ser las interraciones mas clevadas de la sociedad, se identifica practicamente con el na- cimiento de las sociedades de clase, de Ja divisién social del trabaio, de Ja propiedad privada (diversos aspectos de un unico y mismo desarrollo); en otras palabras, con el inicio de la alie- nacién de la esencia humana. En el curso de este proceso de alienacién va diferenciandose paulatinamente la relacién entre el particular y su. mundo en la vida cotidiana. Ahora, en con- secuencia, estudiando la estructura de la vida cotidiana y, en el interior de ésta, la relacién entre el hombre particular y su mun- do, deberemos distineuir cada vez aquellos momentos los cuales, aunque surgiendo en el proceso de alienacién, forman también parte del proceso de desarrollo de Ja esencia humana y tienen por consiguiente un valor duradero, de aquellos otros momentos que hasta ahora han caracterizado de hecho la media de la vida cotidiana, pero Jos cuales no deben ser transferidos necesaria- mente a un futuro aue vrevé la superacién de Ia alienacién. Con Ja aparicién de la divisién social del trabajo, el «encon- trarse al nacer» en un ambiente social concreto, es decir, el primado de Ia anroniacién de este ambiente en la vida cotidiana. se convierte en un fendémeno de alienacién.! La divisién social del trabajo, en el sentido marxista de la categoria, comprende no sélo la que se verifica entre las clases, los estratos. Jas canas sociales, sino también todos aauellos tinos de divisién def tra- bajo que. estrechamente lieados a Ja precedente. Ja expresan v se manifiestan como divisién social del trabaio entre la ciudad v el camno, entre el trabajo fisico v el trabajo intelectual. En Tas comunidades aue nreceden a las saciedades de clase (en las tri- bus. en Ios clanes) cada particular esta en relacién con el con- junto dado. con la ftotalidad de 1a intesracién social mas ele- vada, el particular, por consieuiente, se anronia cl maximo des: rrollo humano incornorado en la intearacidn dada. Desnués de’ Ia aparicién de Ta divisién social del trabajo, e) desarrollo sené- [Be del hombre en el interior de una intesracién dada esta to- davia encarnado nor el coniunto de la unidad social, sin em- barro, ef particular ya no ptiede estar en relacién con toda fa v 4. No hay que confundir la divisién social del trabajo, que Marx a menu- do lama «naturals, con fa «divisién del trabajo social» (Marx), cuvo ejemplo ims claro es a divisién del trabajo en el interior de una hacienda. 28 integracion; en su ambiente inmediato, en su vida cotidiana, et particular no se apropia este maximo —es decir, el nivel de de~ sarroulo ue lu esencta humana cn aquel momento dado, sino jel mivel de su propio estrato, capa, clase, las habilidades, nor inas, capacidades relativas a las tunciones que, en el seno de la division social del wabajo, perlenecen a su estratu, capa, clase, etcetera. La relacion con la integracion social como ‘otalidad —criterio determinante para que jas capacidades personales se eleven al nivel de la genericidad— se convierte en una capacidad especilica de los representantes de algunas actividades intelec- tuales, individuos que pertenecen a Ja clase o estrato dominante © que provienen de sus filas. Al mismo tiempo se convierte en «privilegion de los estratos que trabajan en ja produccion de la base material de la sociedad: el trabajo como actividad basilar, generica, del hombre, como intercambio organico entre la so ciedad y la naturaleza. (Un bello analisis de la superioridad de este lipo de genericidad se encuentra en el capitulo «Seiono y servidumbre» de la Fenomenologia del Espiritu de Hegel.) En 1a historia son raros los periodos en que estos dos momentos —el desarrollo generico y el individual— se aproximan. La es- tructura de Atenas en los siglos viv a. J. y Ja de Florencia en los siglus xt11-x1V d. C, estan entre estas grandes excepciones. (No es éste el lugar para detenerse a discutir de qué modo tal estado de excepcion se expresa a traves del florecimiento de la filosofia y del arte.)* Por consiguiente, después de la aparicion de la division social del trabajo los particulares, una vez que han nacido en su «mun- do», se apropian tan solo de algunos aspectos de las capacidades gencricas que se han desarrollado en aquella epoca dada. Otros aspectos de la genericidad le son extranados, estan frente a ellos como un mundo extrano, como un mundo de costumbres, nor- mas, aspiraciones, formas y modos de vida diversos, que se contrapone a su mundo (a sus normas, costumbres, formas de vida, aspiraciones) como algo absolutamente extrafio y a me nudo incluso Hostil. La concisa expresion del Manifiesto del par- tido comunista, segun la cual la historia de la sociedad es la historia de las luchas de clases, resume tambien este proceso. Apropiarse de las habilidades del ambiente dado, madurar para el mundo dado, significa, por Jo tanto, no solamente inte- riorizar y desarrollar las capacidades humanas, sino también y al mismo tiempo —teniendo en cuenta la sociedad en su conjunto— apropiarse de la alienacion. En consecuencia, luchar contra la «dureza del mundo» significa no solamente que el hombre debe aprender a manipular las cosas, debe apropiarse 5. Ch. Agnes Heuer, Az aristorelési etika és az antik ethos (La ética de Aristételes y el ethos antiguo), Budapest, Akadémisi Kiado, 1966, y tembién ‘Agnes HEUER, A reneszdnsz ember (El hombre del Renaciiniento), Budapest, Akadémiai Kiad6, 1967. 29 Lo LeOT las costumbres y las instituciones, para poder usarlas, para Poder moverse en su propio ambiente y para poder mover «+ este ambiente, sino también que él va aprendiendo a conser- varse a si mismo y a su ambiente mmediato frente a otros am- bientes, frente a otros hombres y estratos. La exigencia de afirmarse frente a los otros no se deja sentir unicamente en la relacién reciproca entre las clases fundamen- tales. El particular se contrapone tambitn a «otros», que per tenecen a un mundo © mundos similares al suyo, durante el Proceso de reproduccién de si mismo y de su propio ambiente. La vida cotidiana de los hombres esta completamente impreg- nada de la lucha por s{ mismos que es al mismo tiempo una lucha contra otros. El comerciante en su actividad cotidiana no solo debe tener en cucnta a los compradores, sino también a los otros negociantes; el obrero falto de consciencia no lu cha solamente contra los capitalistas, también esta en compe- tencia con otros obreros. Por consiguiente, en la historia de las \ sociedades de clase la vida cotidiana es —en mayor o menor || | \ medida— también una lucha: lucha por la simple supervivencia,{! JP por un puesto mejor en el interior de la integracién dada, por un pueste en el seno del conjunto de la sociedad, cada uno se- gun sus necesidades y sus posibilidades. Y veremos mas ade- lante como la vida, en cuanto apropiacién de la alicnacién, forma (y deforma) al hombre particular. Hemos dicho que, con la aparicién de la divisién social del trabajo (de las sociedades de clase, de la propiedad privada, - de la alienacion), «mundo» y «hombre particular» se diferen- cian. Ahora estudiaremos mas de cerca este proceso y en pri- mer lugar desde el lado del «mundo». Of RE OE Cee Owe DESCOMPOSICION DE LA CATEGORIA «MUNDO» Evidentemente, no intentamos aqui descomponer la categoria «mundo» en todos sus aspectos. En lo relativo a nucstro tema, nos interesa clarificar de qué modo esta categoria se manifiesta en su relacién con el hombre particular y cn la relacién de éste con el mundo. Por consiguiente, debemos distinguir la comuni- dad, la clase (estrato), la sociedad y la genericidad. Por lo que respecta a la media de los hombres particulares en la historia de las sociedades de clase, estas categorias, con- sideradas des¢e el punto de vista de la vida cotidiana, se encucn- tran en una especie de jerarquia. Hasta el capitalismo, en el AEA EG -0..6..@ OOH x is tia. 6. Sobre este tema véase Io que dice F, ENcets en el Origen de ta familia, la propiedad privada y vl Estado, reliriéndose a la disolucion de Ia sociedad gentilic 30 Negativo), no queremos afirmar en absoluto que s hayan tenido un papel en la historia iguatmente importante que los individuos con un contenido de valor moralmente posi- tivo (o Telativamente Positivo). Ante todo, los individuos «pura- tambien ene, = ia Plano moral son muy raros; en general Tambien en este caso la motivacién cs compleja (por ejemplo, yo e _4 Principio para mi, lo cual se acompafa para mi con la tealizacion de una tarea especifica claramente genéri- ca). El individuo con un contenido de valor puramente nega- tivo es ya un caso excepcional por el hecho de que una indivi- dualidad tal esta cargada de una doble tension. ‘Viene una rela- cion tensa con el mundo, de cuyas exigencias, normas y con- venciones se desentiende, prescindiendo del hecho de que ten- gan o no valor; por otra parte tiene una relacién tensa consigo misma, dedicada como esta a «purificarse» continua y atenta- mente de toda «debilidad» (comprendidas las motivaciones mo- rales). La individualidad con un contenido de valor moralmente Positivo también puede hallarse en contlicto con el mundo (co- mo sucede en la mayoria de los casos), pero siempre por amor al mundo, a los valores del género humano; puede hallarse en conflicto consigo misma, pero por medio de sus objetivaciones cargadas de valor restablece cada vez este orden perturbado. Basta comparar los ultimos minutos de Ricardo III antes de su muerte —en los que ha perdido su yo, ha abandonado su in- dividualidad— con la muerte de Otelo, a través de Ja cual éste, por el contrario, la reencuentra y la reconstituye. El hecho de que el individuo con un contenido de valor negativo muy a menudo no se reafirnte como individuo en los momentos de prueba, ha Nevado a mantener que en este caso no se tiene ninguna indivi- dualidad. En Ja famosa escena del fundidor de botones de Peer Gynt, Ibsen quiere hacernos comprender precisamente esto. Si el contenido de la vida es la «victoria sobre el mundo» —o por- que lo consideramos totalmente malo, o simplemente porque que- remos llevar a cabo determinada motivacion particular que en- mascaramos de motivacién genérica— y nosotros somos victi- mas de él, en la mayoria de los casos esto nos lleva efectiva- mente al derrumbe. (El individuo con un contenido de valor moralmente positivo no se derrumba en las situaciones limite, porque no tiene ninguna intencién de «vencer al mundo».) En tales casos la individualidad puede efectivamente disolverse, pe- ro esto no significa que no haya existido nunca. Ademds tal derrumbe no se verifica siempre: Don Juan quita cualquier im- portancia al mundo, lo considera un juguete suyo, en funcion de una motivacién que es en realidad una motivacion generica —despreciada y reprimida en su mundo— y que él ha elevado a principio, El orden moral de ese mundo que él considera sin 62 importancia (ante todo el orden moral del mundo nuevo, bur- gues) lo vence también a él, sin embargo, aunque vencido, con- serva su propia posicion y no se arrepiente. Ernst Bloch, que sobre este tema piensa mas 0 menos como Ibsen, miega Ja indivi- dualidad también a Don Juan. «EI disoluto», es decir, e) hombre disuelto —asi califica al heroe de la opera de Mozart—, que sim- plemente se*repite en cada aventura y es incapaz de Hevar su individualidad a un plano mds elevado. En efecto, si el indivi- duo con un contenido de valor moralmente positivo es nuestro metro, debemos negar ta individualidad a quien no posee la tacul- tad de desarrollarse moralmente, de alcanzar la catarsis con un contenido de valor positivo. Sin embargo, esto —al menos en nuestra opinidn— no es un metro ontoldgico-antropologico ade- cuado; hay que decir que el individuo con un contenido de valor moralmente positivo o relativamente positivo (llamemosle indi- viduo moral) posee, como hemos visto, también caracteristicas antropologicas que no son de todas las i idividualidades. Nosotros opinamos que estas caractei.sticas se encuentran efectivamente cerca del limite que separa la capacidad de la incapacidad de alcanzar Ja catarsis; por otra parte hay que Preguntarse si después de la catarsis persiste o no la continui- dad det desarrollo de la personalidad. Para el individuo con un contenido de valor moralmente positivo la catarsis constituye una discontinuidad que en ultima instancia llega a ser parte cons- titutiva de la continuidad (Fausto). El individuo con un conte- nido de valor moralmente negativo o relativamente negativo, o es incapaz de catarsis, 0 sucumbe frente a ella, 0 bien —en caso excepcional— puede alcanzar una nueva individualidad (comen- zar desde el principio el trabajo sobre si). La autorreproduccién del particular construido en torno a la particularidad presenta conllictos en la mayoria de los casos en una sola direccién. El particular de este tipo puede entrar en conflicto con el mundo, en el que él quiere afirmarse y sa- tisfacer sus necesidades del mejor modo posible. Pero en este caso —como ya hemos mencionado— la particularidad se lamen- ta de tales conflictos, reflejados en ella bajo la forma del des- contento, La particularidad quiere una vida libre de conflictos, quiere sentirse bicn cn el mundo tal como es, si el mundo le garantiza un «puesto», pero el puesto mas grande posible. Y lu- cha por tal puesto, pero ya que a menudo sucumbe —el_mun- do es efectivamente «duro» e inhumano—, su categoria funda- mental es la preoctipacion (como lo ha analizado Marx). Tam- bién el individuo quicre sentirse bien en el mundo, pero no en el mundo tal como es, del mismo modo en que no se acepta mt siquiera a si mismo de uma forma que pueda ser considerada «definitiva», Su conflicto es por ello doble: por un lado con el mundo, o bien con determinada esfera del mundo; por otro con- sigo mismo, con su propia particularidad, y —como veremos se- 63 guidamente al cxaminar la moral— no solamente con ella. Cuan- do cl individuo choca con la «dureza» y la inhumanidad del i lo, NO quiere velar los conflictos, sino agudizarlos (hasta punto y con qué intensidad, depende de la naturaleza del conflicto). No tiene en absoluto «preocupaciones»; el individuo ~segiin Marx— estd indignado. La reproduccién det particular es un proceso unitario. Pero en este proceso reproductivo el particular llega mas de una vez a situaciones que le obligan a elegir entre los intereses y las necesidades de la particularidad y tos valores de la individua- lidad. Puedo reproducir mi individualidad en un plano mas alto apagando a un nivel inferior mis —legitimas— necesidades par- ticulares, es decir, reproduciendo mi particularidad a un nivel mis bajo; y ésta incluso puede ser la premisa. Y viceversa: pue- do reproducir mi particularidad shinchandola» a costa de mi individualidad. Asi sucede para el artista, para la individuali- dad artistica que debe por obligacién reproducirse continuamente en obras de arte cargadas de valor, Pero si —cosa notoriamente no infrecuente— el artista estd amenazado por la miseria y el hambre, se encuentra frente a una eleccién. Puede empezar a «produciry trabajos carentes de valor, correspondientes al gus- to general, y en este caso podra saciar mejor sus necesidades, mientras que sus obras se adecuardin de un modo conformista a Ja demanda de la sociedad. Habra asi «encontrado su puesto» en el mundo establecido, se habra «orientado» adecuadamente y estara en condiciones de reproducir su particularidad con ma- yor amplitud. Pero al mismo tiempo, sera cada vez menos capaz de trabajar a su nivel artistico precedente. De este modo tiene efecto a un nivel cada vez mas inferior no solo su reproduccién artistica, sino tambi‘n su reproduccién general genérico-indivi dual. (Este proceso we pérdida de ta individualidad artistica esta muy bien descrito en las Ilusiones perdidas de Balzac.) Sin embargo, los conflictos entre los valores de la indivi- dualidad y los intereses particulares, en general, no encuentran su solucién bajo la forma de un «aut-aut». El individuo puede acentuar entre sus intereses particulares aquellos que, en el cur- so de la realizacion: de los valores individuales, tienen un espacio propio (por ejemplo, la vanidad, el deseo de gloria como facto- res de creacién artistica). Estos intereses adquieren entonces un contenido peculiar en cuanto son «guiados» por Ia realizacion de la objetivacion genérica. Hemos comenzando afirmando que la vida cotidiana es la suma de las actividades necesarias para la autorreproduccion del particular, que nace en las relacioncs establecidas del mundo establecido. Después hemos analizado los conceptos de «mun- do» y de «hombre singular». Llegados a este punto debemos ver quién es el particular que se orienta en la vida cotidiana y qué cs el mundo en el que debe orientarse. 64 Afirmamos: hasta ahora, en el curso de la historia para la gran mayoria de Jas relaciones y de los estialus suciaies ei sujeto de la vida cotidiana ha sido ta particularidac. Y con mas preci. sion: el particular eorganizadu» cn torno a la particularidad ha Sido suficiente para cumplir las actividades cotidianas y para re- producirse. Esto no sigmiica que las personas que se han eleva- do mas o menos a la individualidad no hayan pudido cumplir estas tareas. Significa solamente que para el particular no ha sido necesario Hegar a ser individuo para estar a la altura de aquellas tareas, y ademas que el mundo ha ofrecidu a la media de los particulares pocas posibilidades de ordenar su vida sobre ja base de la individualidad. Millones de hombres han cumplido su trabajo, han hecho lo que habia que hacer, sin darse cuenta de su puesto en el mundo, sin tener consciencia de que sus 1a- cultades eran facultades genéricas, sin imprimir al mundo el sello de su individualidad. El sujeto de Ja vida cotidiana ha sido por consiguiente —en general, como media, tendencialmente— el hombre particular. Pero el hombre particular tambien es un ente genérico, aunque su genericidad sea objetiva y no un reflejo. Su actividad es ge- nérica ante todo por el hecho de que trabaja, produce. La en- tera riqueza del género humano, la encarnacion objetiva de la psicclogia humana, surge de la actividad de estos hombres que «vivicron dentro del mundo». Seguidamente veremus cuales son las otras objetivaciones en las que se manifiesta la genericidad. Entre tanto podemos afirmar que el particular cotidiano es el hombre particular portador de ta genericidad en-si, no refle- xionada, atin no consciente. Creemos que éste es el rasgo esen- cial de toda la prehistoria del género humano en el plano de la vida cotidiana. Pero repetimos: en la historia pretérita del género humano han existido ya integraciones en las que la reproduccion del particular ha coincidido mds o menos con la reproduccion de la individualidad. Pensamos en épocas y estratos en los cuales la comunidad representaba directamente el maximo grado de desa- rrollo de la genericidad de aquel tiempo y en los cuales la exis- tencia misma de la comunidad exigia una relacion individual con la integracién, En otras palabras, pensamos en las comunida- des democrdticas. Queremos decir desde ahora que, en nuestra opinién, estos dos rasgos :senciales son los criterios para com- prender si una sociedad (estrato, comunidad, integracién) es 0 no «productora de individuos». Pero para demostrar lo que hemos ido afirmando debemos examinar la correlacion entre hombre singular y mundo bajo algunos otros aspectos. 65 Hes 144.5 lll. El hombre particular y su mundo La correlacion entre hombre particular y mundo es una cuestién historica y, por consiguiente, una cuestion ae historia. Esta correlacion se ha manifestadu en Jas diversas suciedades, estratos, clases, con tal diversidad en lo concreto que es impo. sible describirla a nivel de generalizacién filosofica sin esque- matizarla." Por consiguiente, no haremos ninguna tentativa de describir, ni siquiera aproximativamente, los tipus mas impor- tantes de esta relacion (es decir, de esta unidad). Nos limita: remus a Mostrar en un plano muy general algunas tendencias. EL HOMBRE PARTICULAR COMO MIEMBRO DE UNA CLASE A un nivel muy general puede decirse que en la prehistoria del hombre cada particular es un hombre de una clase, es de- cir, sdlo en cuanto expresa sus propias posibilidades, valores y tendencias de clase, solo a través de tales mediaciones es un representante del género humanv, La estructura concreta de la division social del trabajo y el puesto qu’: el particular asume en ella establecen los limites dentro de Ics cuales el particular puede ser portador, representante del desarrollo gencrico. No todos consiguen llegar a ser individuos representativos, La pri- mera condicion es que la clase a la que se pertenece, de un modo o de otro, por un cierto numero de aspectos, con mayor © menor intensidad, sea una clase historica. La historia es la sustancia de la sociedad, pero la sustancia de la sociedad no es otra cosa que su continuidad. Por esto el genero humano es en su esencia histérico. Sin embargo, debe- mos distinguir las categorias de la historia en-si de las de la historia para-si, Nos enfrentamos con Ja historia en-si cuando su continuidad, en la reproduccién de la estructura econdmico- social dada, tiene lugar siempre a un mismo nivel (es de este tipo, por ejemplo, el modo de produccién asidtico, con sus es- tructuras definitivas y estaticas). Por el contrario, la historia 28. En el libro A reneszdnsz ember hemos intentado estudiar esta relacion en el contexto de una época determinada (el Renacimiento). 67 cialidades feudales, sino las del Renacimiento.) Y Podriamos remitir a los escritos de la actual Kulturkritik, cuvo problema central es la pérdida del cardcter individual por parte de la per- sonalidad burguesa. respecto de las posibilidades de desarrollo individual que la clase burguesa habia proporcionado a sus miembros en los siglos pasados. HOMBRE PARTICULAR Y GRUPO Hemos partido del hecho de que durante la prehistoria de la humanidad cada particular es miembro de una clase. Este, sin embargo. en su vida cotidiana —y en general no sélo en su vida cotidiara— no est en relacién directa con su clase, no adquiere directamente las normas, las exigencias de su clase y las propias limitaciones y limitaciones de clase. Los sistemas de exigencias sociales aparecen cada vez mas mediados por frupos concretos, por unidades en las que imperan las relaciones face-to-face, que son las determinantes. 0 lo que es lo mismo, por unidades en las que estos sistemas de exigencias estan re Presentados inmediatamente por hombres (hombres conocidos) y por relaciones humanas (estructuradas). Evidentemente esta «representacién» también puede ser contradictoria, y en especial cuando el «grupo» no es representante de una sociedad comu- nitaria (volveremos sobre este aspecto). En tales casos no es raro que el grupo presente al particular el sistema de exigencias «ideal» de la sociedad (de la clase), a pesur de que éste sea violado cada dia en el «gran» mundo. De aqui —en ciertas épo- cas, y particularmente en el capitalismo— el tipico fenémeno del particular que, apenas «entra en la vida», es decir, apenas deja tras de si los «grupos» en los cuales ha madurado (la familia, Ia escuela, el circulo de amigos), de improviso no se reconoce en este mundo y se convierte en un «desilusionado» © en una persona incapaz de vivir. Por consiguiente, en la formacién de la vida cotidiana del particular, el grupo es el factor primario en la medida en que el particular «se apropia» de Ia socialidad en éste. Sin embar- g0, seria equivocado creer que cl grupo produce las normas ¥ los usos sociales, que éstos estan compuestos por las normas y por los usos producidos por los grupos. Como hemos dicho, Jas cosas suceden exactamente al revés. El grupo, factor pri mario en la apropiacién de la vida cotidiana, no tiene ningun primado er la elaboracién de las normas y de los usos; inter viene tnicamente aqui como mediadcr. Y si éste no cumple ade- cuadamente esta funcién mediadora significa que el particular, a pesar de haberse apropiado de las normas y de los usos del 69 Paco in Seeman’ ene ga na se tempo (en esleras heteroy cneas) > a Hosottos chaacs mise ame son solamente los clases 8 ner ‘ara nosotros clases historicas patasi, ee deci eee ses ue la historia para-si. Hacer la historia ly > lases historicas, no significa en abdsoluto que las clases en cuestion y sus miembros participen activa- mente en la direccion de la historia politica de aquella época. En el medivevo los campesinos (siervos de la gleba) han sido una Clase histdrica, sin que hayan «hecho» directamente histo- ria politica, (Los personajes de los cuentos populares, como por ejemplo el hijo mas joven, inteligente, habil y bueno, pueden ser considerados «individuos representativos» de esta clase.) A partir de Marx sabemos que incluso las clases historicas puc- den desarrollarse de clase en-si a clase para-si, si bien esto no sucede siempre; e:te ultimo grado es alcanzado a través del desarrollo de la cousciencia de clase. Por otra parte, en la his- toria pasada tal consciencia no ha sido nunca alcanzada por la clase historica en su totalidad, la cual sin embargo no por ello deja de ser histérica. Por consiguiente, el hecho de que el particular sea necesa- riamente miembro de una ciase hace que, en primer lugar, exis- tan limites con los que se enfrenta en su desarrollo individual segin que la clase relativa sea o no una clase historica. Pero, al mismo tiempo, no todas las reproducciones particulares en el seno de una clase deben ser obligatoriamente individuales. Existen clases (histéricas © no) en las cuales es posible afir- marse con éxito sdlo si se reacciona frente a las tareas dadas de un modo (al menos relativamente) individual. En otros casos es precisamente la existencia de 1a clase la que elimina la nece- sidad de la reaccién individual. Evidentemente sucede también a menudo que la clase exija de sus miembros una posicién in- dividual en una esfera determinada de la existencia y en otra una posicién completamente convencional (0 sea conformista). Depende en gran parte de esto el numero de los individuos que alcancen a ser su fipo. Finalmente, es frecuente tambicn que una clase exija de ciertos sectores reacciones individuales en una fase determinada de su desarrollo, mientras que en una fase diversa las obstaculice. En la filosofia y en la literatura son numerosisimas las descripciones y. los andlisis de tales proble- mas en su concrecién. Piénsese, por ejemplo, en Jo que atirma Hegel sobre los dramas de Shakespeare: Hegel sostiene que la grandeza (y \a posibilidad de libertad) de los individuos shakes- perianos deriva det hecho de que en el ticmpo de la anarquia feudal no existia todavia un poder estatal centralizado que deli- mitase con precisién el Ambito dentro del cual era posible actuar de un modo individual. (Pero Hegel no considera que el cardc- ter de los héroes de Shakespeare ya no representa las poten- 68 Evidentemente el grupo no es importante solamente en las objetivaciones de las facultades genéricas esenciales, sino tam- bien en la de todas las facultades que pueden ser cultivadas en grupo. Un buen equipo de frontén esta en condiciones de acre- centar las capacidades personales de sus miembros; el jugador particular puede «madurar» para el grupo. La vida humana est4 llena de tales «maduraciones», incluso mucho tiempo después del periodo en el que «se alcanza la edad adulta», practicamente a lo largo de toda la vida. Si la actividad de grupo es claramente positiva en su con- tenido de valor, esto también es valido para la maduracién. Sin embargo, puede suceder que maduren capacidades de tercer o cuarto rango a expensas de fuerzas humanas esenciales, y no es ni siquiera imposible que un sintoma negativo «madure» Mevando a la formacién de grupos con contenido de valor negativo: lo que significa precisamente una degradacion (adaptacién al sis- tema de usos de los grupos criminales). De todos modos, para nosotros que analizamos la vida cotidiana, es mas importante el primer caso. Con la creciente division del trabajo. en par- ticular con su desarrollo en el seno je proceso de trabajo, su- cede cada vez mds que determinadas capacidades especificas se desarrollen a costa de la totalidad del hombre. Es cierto que el cardcter mutilador para el hombre de la divisién del trabajo no deriva de la actividad de grupo (por ejemplo, en una institu. cién organizada burocraticamente). Por otra parte, la divisi6n del trabajo también acrecienta este cardcter.” Hemos establecido asi dos criterios: la accidentalidad de la pertenencia al grupo y la peculiaridad del grupo de acrecentar las capacidades. Queremos fijar ahora la atencién en un tercer aspecto que se deriva de los precedentes: el hombre en su tota- lidad no esta nunca relacionado con un tinico grupo; un grupo (si es sdlo esto y no también una comunidad) es incapaz por principio de promover el desarrollo de todas o ni tan siquiera de las més importantes potencialidades humanas de una persona. En cuarto lugar, por tiltimo, podemos hablar de grupo sola mente si las relaciones face-to-face de un determinado numero de hombres tienen aleuna funcidn comun. Sin al menos una de tales funciones —quizds anenas delineada—, no existe grupo. Los habitantes de una casa forman un grupo sélo si ejercitan una o mds funciones comunes y si en tal contexto surgen entre ellos contactos formales y/o informales que pueden egar a ser jerdrquicos. El grupo es una categoria tan antigua como el eénero hu- mano, v precisamente por esto sorprencs que hava sido en gran parte ignorada durante milenios por las teorfas filos6ficas y filo- 2%. Con esto no queremos negar que el grupo —cuando sea una comuni- Qad— permita al particular el desarrollo multidireceional de sus capacidades. a L Ram Ae Fy Ee RM. 8rupo, no estar4 en condiciones de regular su propia vida coti- diana. Cudles sean los grupos concretos en los que el hombre se apropie de las habilidades necesarias para la vida cotidiana, depende también en gran medida de la totalidad de la sociedad y, en el interior de ésta, del puesto que el hombre asume en la division social del trabajo. Por enumerar solamente algunos ca- sos posibles: la familia (que en las comunidades tradicionales esta siempre presente y es el factor de primer plano), la aldea, el colegio, el ambiente militar, el circulo de amigos, la casa (en la que se ha alquilado una habitacién), la comunidad de apren- dices, etc. Esta enumeracién muestra que no todos los grupos son igualmente importantes para la maduracién de la persona- lidad y, ademas, cue el particular puede pertenecer al mismo tiempo a grupos diversos, que su desarrollo esta influenciado o guiado por diversos grupos. La tendencia principal de la ierar- quia entre los grupos depende siempre del lugar asumido en el seno de la estructura social, de la divisién del trabajo. Una caracteristica esencial de la pertenencia al grupo es que ésta puede ser también accidental, lo que ya puede intuirse del hecho de aue un hombre pertenece a diversos grupos. Pero accidental desde dos puntos de vista: respecto del nacimiento v respecto de la personalidad, conjuntamente o por separado. Fl hecho de gue deba ir a la escuela deriva necesariamente de Ja estructura sucial (por ejemplo, porque existe escolarizacién obli- gatoria); el tipo de escuela en la que seré inscrito, puede depen- der también de la condicién social de mis padres. Pero la es- cuela corcreta que frecuentaré, y la clase, es accidental tanto respecto de mi «nacimiento» como de mi personalidad. Mi per- tenencia 2 un determinado grupo escolar, por consiguiente, puede ser accidental, Cuando esta accidentalidad cesa, cuando mi per- sonalidad v ei :rivo determinado se encuentran reciprocamente en una correlacién orgdnico, esencial y estable (y Jos tres adie- tivos son importantes), ya no te:.emos un grupo, sino mas bien una comunidad. Hasta ahora hemos hablado, brevemente, de Ia importoncia de los grunos en la «maduracién» nara la vida cotidiana, Hav aue decir, sin embargo, que stt funcién no se limita solemente a esto, Sin la unidad estructural, oreanizada v estable de las re- laciones face-to-face, una varte de las actividades eenéric is NO es ni siauicra nensable. Ya en el trabajo, desde la cooneracién simnle, hasta las modernas escuadras y¥ eauinas de trabaio, er el funcionamiento de Ins instituciones, eri ciertas formas del desarrollo moral, ete., algunas obietivaciones no nueden tomar cuerpo si no es mediante Ia actividad de grupo. Marx en FI ca- pital, en el capitulo sobre la cooperacién, se ocupa extensamente de la influencia de la actividad de grupo en el crecimiento de ciertas facultades 70 en las Cartas sobre la educacion estetica de Schiller, o bien en el Wilhelm Meister de Goethe, etcétera. Todos estos pensad todav' os) propios todavia sabian que los nuevos fenémenos (y peligros) propios el funcionamiento por grupos derivaban de la estructura social €n su conjunto. Por el contrario los propugnadores de la sociedad burguesa (antes de la Revolucion Francesa) y sus apologetas. (después) estuvieron totalmente fascinados por la posibilidad de libertad del individuo burgués, construyeron hasta tal punto su imagen de la sociedad sobre el individuo como unidad, que Necesariamente escapé a su apreciacién el problema de la me- diacién entre el individuo y la sociedad en su totalidad. Con la sociologia positivista burguesa, la categoria de «gru- Po» alcanza un lugar central asumiendo ura especie de univer: salidad. No podemos negar un cierto grado de legitim.dad a este planteamiento, si lo comparamos con las ideologias liberales —construidas sobre el esquema interés individual /interés pt- blico— y con el marxismo vulgar, para el cual el tinico deter- minante social y el tinico medio, es decir, el ambiente del indi- viduo eran la clase y sus érganos. Pero tal planteamiento es también Jegitimo por otro aspecto. A saber: es indudable que con la socializacién del consumo y el disfrute, la categoria de «grupo» también asume objetivamente en nuestros dias una importancia cada vez mayor. Evidentemente consumo y disfrute han sido siempre sociales, en el sentido de que el hombre social ha consumido y disfrutado siempre los hienes proporcionados por la sociedad de acuerdo con los contenidos y las normas de un determinado grado de desarrollo de 1a sociedad. Sin em- bargo, la forma moderna de la sociedad implica que consumo v disfrute tengan lugar «colectivamente» o al menos en corres- pondencia con Jas exigencias que se derivan de las normas de un grupo (y no de las normas de una clase o de una comunidad). Es cierto que también en las sociedades precedentes han exis- tido el consumo o el disfrute en comtn. También en Esparta las comidas eran un acontecimiento colectivo y una parte rele yante de las fiestas (bacanales) y servia también para acrecentar cl disfrute precisamente colectivizAndolo. Sin embargo —hay que yenetirlo—, este consumo y disfrute en comtin de las comu- nidades era en cierto modo parte integrante de la vida publica. El consumo y ¢l disfrute colectivo del hombre moderno son, nor el contrario, precisamente no comunitarios, son totalmente. independientes del hombre que se relaciona en su totalidad con alvo. En este sentido (aunque no sélo en este sentido) Riesman habla con razén de emuchedumbre solitaria» ; Pero a pesar de estas slegitimaciones», dar una importancia central al grupo significa ocultar los nexos auténticos entre a particular y cl mundo. Hemos dicho va que se ha deducido a menudo el sistema de usos v de normas del conjunto social de la categorfa de «grupos, invirtiendo asi ta situacién real. B s6fico-sociales. Se ha aceptado esto como un hecho obvio que no. «requiere» ninguna westigacién filoséfica. No es dificil encon- trar la causa de esta posicion. En las sociedades mds o menos comunitarias (hasta el nacimiento de la sociedad burguesa) la comunidad misma era el primer sistema de relaciones sociales. EI hombre en su totalidad, en cuanto tal, era siempre «referido» a la comunidad; los grupos particulares —con funciones cada vez distintas— simplemente le mediaban las exigencias, la nece- sidad de capacidades de la comunidad. El gymmasion, como grupo, mediaba al adolescente ateniense el requerimiento de Ja sociedad segin la cual el hombre libre debia ser bello y de sana constitucién fisica; un grupo que se forme en un seminario eclesidstico hace madurar a los seminaristas en funcién del con- junto de exigencias teoréticas y prdcticas del catolicismo, y solamente de éste. Con el nacimiento de la sociedad burguesa —en la que la disolucién de las comunidades naturales va acompafiada por el aumento de los diversos tipos de divisién del trabajo— sola- mente los grupos representaron las formaciones sociales a las cuales todos estan obligidos a pertenccer; efectivamente, nadie estaba en condiciones de vivir fuera del grupo (incluso Robinson formé uno con Viernes en su isla) Simultancamente cl mismo hombre iba perteneciendo a un ntimero creciente de grupos, los cuales por afiadidura no eran portadores de una relacién unitaria con Ja comunidad, sino que, por el contrario, indepen- dientemente el uno del otro, tenfan ocupada, afinaban o acre- centaban cualquiera de las habilidades del particular. Este, va que para poder vivir tuvo que adaptarse a grupos que cumplian funciones diversas, result6 «escindido», o por asf decir, resulté «disuelto» en diversos roles. A falta de un elemento de media- cién que se refiriese al hombre en su totalidad, Ia totalidad unitaria del hombre se disolvié y dio paso libre a la esquizo- frenia social. La forma fundamental, y por lo que respecta a Ja vida burguesa determinante, de esta esquizofrenia social es la escisién, clarificada por Marx, entre bourgeois v citoyen. La vida puiblica, que ha dejado de ser comunitaria. tiene ocupada una sola facultad —abstracta— del hombre; si ésta funciona, cl hombre est4 a Ia altura de su «rol» de ciudadano del Estado, es decir, de su rol ptiblico. Al mismo tiempo el ciudadano «empt- rico», el hombre de familia, de propiedad, de Ja administracién privada, desarrolla roles completamente diversos e independien- tes de los del citoyen; en este Ambito las canacidades necesarias en la vida ptiblica se convierten en superfluas: aqui reina cl egofsmo aue mira solamente a la existencia. El modo en que las diversas exigencias, relativas a roles diversos, de los Brupos particulares disuelven Ia realidad humana es deserito ean modo excelente por los primeros nensadores de la Flore ‘a ur guesa. Piénsese, por ejemplo, en le Nueva Elaisa de Rousseau, 2 ee tratos 0 por miembros. Es posible que lo este, pero esto no sucede siempre. A veces es la comunidad misma la que forma Ja «masav. En ocasion de algunas celebres manilestaciones la masa ha sido movilizada como representante de una determi- nada comunidad con objetivos e intereses comunes, y por consi- guiente estaba organizada, estructurada y en absoluto era casual. Algunos autores contraponen la «masa» a la comunidad y sostienen que ¢sta aparece donde falta la comunidad. Estos —como entre otros Wright Mills— identifican un tipo de masa (Ja no estructurada, y por lo tanto facilmente manipulable y su- jeta al panico) con la masa en general y un tipo de comunidad (la democrdtica, compuesta por individuos) con la comunidad en general. Pero esto es equivocado, aunque se quiera sostener de este modo una posicién antimanipulatoria que no puede dejar de suscitar nuestra simpatia. Y es equivocado aunque hace hincapié en una caracteristica real de la masa. E) hecho es que cuando los hombres llevan a cabo una accion o reaccio- Man ante un acontecimiento «en masa», es decir, cstando juntos, los objetivos y los intereses que cada participante tiene en co miin con los otros no solamente pasan a primer plano, sino que son reforzados y sostenidos afectivamente por el eco que ellos encuentran en los demas. Aqui la situacién es, al menos en parte, diversa de la actividad de grupo. Este refuerza dete! minadas habilidades y actitudes del particular, desarrolla determ nadas caracteristicas, las hace «madurar». En las acciones de masa no hay tanto un potenciamiento de capacidades, como de afectos. A causa de la energia de arrastre de los sentimientos potenciados, el particular en el curso de la accion de masa «sus- pende» sus restantes intereses, necesidades e, incluso, sus es- cripulos particulares (y quizd no sdlo los particulares, sino tam- bién los genérico-individuales que no se muevan en el sentido de los afectos potenciados), Una tal condicién no implica nece- sariamente ta manipulabilidad ilimitada, y tanto menos cuando Ja masa esta compuesta en parte o en su totalidad por indivi- duos. En este caso la energia de arrastre de la accién de masa acttia hasta que no choca contra el «temple» del individuo. Pero si Ja masa estA compuesta por individuos menos desarrollados © por personas que no ticnen una relacién comunitaria, que bajo la presién de 16s sistemas de exigencias de diversos eru- pos son de algtin modo esquizofrénicas, selasticas», aflexibles» en sentido moralmente negativo, y si al mismo tiempo la masa no est4 estructurada, se acrecientan netamente las posibilida- des de manipulacién a consecuencia del estar juntos en masa, Jo que, como hemos visto, potencia afectivamente ciertos inte reses fundamentales. En este sentido se habla a menudo de «sociedad de masass, pero el término «masa» es utilizado de un modo completamente metaforico. En este caso no se apunta que las personas estén 18 en Eeerure, representa el grado mds bajo, mas Primitivo de la graciGn social. Cuanto mds cobra éste Portancia de por si, tanto més se clarifican la peculiaridad, el contenido, el grado de disolucién, etc., de otras formas de integracin, Pero preci. samente porque es la forma de integracién mas primitiva, el grupo es extremadamente heterogéneo incluso en el seno de una misma estructura social. Por consiguiente, de tal categoria hete- rogénea no se pueden deducir, «extraer» 0 «construirs las cate- gorias por el contrario muy homogéneas de esta ultima. Qué importancia tiene el grupo para los particulares, cuales de entre los grupos heterogéneos tienen mayor © menor importancia, cuales de entre ellos se encuentran en el escalén mas alto o més bajo de la escala jerarquica entre los grupos, cuales de en- tre ellos favorecen el desarrollo del valor y cudles, por el con- trario, conducen a la degeneracién: sobre todo esto el «grupo» como hecho, la simple existencia del grupo, no dice nada. Sola- mente su lugar y su funcién en las integraciones sociales supe- riores nos clarifican estas cosas. HOMBRE PARTICULAR Y MASA Antes de analizar la correlacién entre una de estas integra- ciones superiores (la comunidad) y el particular, dedicaremos algun espacio a la relacién entre este ultimo y la masa. Este excursus es tanto mds necesario en cuanto la pareja de catego- rias particular/masa es utilizada muy a menudo paralelamente y a veces incluso en el lugar de Ia pareja individuo/socialidad. Sobre est« tema hay que clarificar ante todo que: mientras so- ciedad, capa, nacién, clase, grupo, comunidad, son categorfas de integracién surgidas en el dmbito de una ‘nica relacién, a saber, la relacién con la sociedad estructurada, la categoria «masa» es completamente heterogénea con respecto a éstas. Masa es el estar conjuntamente de muchas personas durante una accion determinada, lo que puede comportar ya sea un «actuar en comtin» o ya sea «tn papel de comparsa». Tanto el actuar en comtin como el papel de comparsa pueden ser casuales (un incendio en un teatro) o no (una manifestacién). Por consiguicn- te, el interés v la funcién comunes no son caracteres obligatorios de Ja masa, como sucede, por el contrario, con Jos grupos, los cuales a su vez no estan caracterizados obligatoriamente por el actuar en comin o por el papel de comparsa (el trabajo de grupos puede ser subdividido en el tiempo). El grupo y la co- munidad no son nunca masa, sino que estén siempre estratifi- cados 0 «ul menos compuestos por miembros. La masa, por el contrario, en el curso de Ja accién en comin o mientras desa- rrolla el papel de comparsa puede no estar compuesta por es- 74 efectivamente juntas o que desarrollen en comparsa en sentido ffsico. Sino, por el contrario, se quiere apuntar que una sociedad dada permite exclusivamente o prevalentemente aquellas integraciones primarias que no pue- den transformarse en comunidad v que no dejan espacio a un intenso desarrollo de la individualidad, y menos todavia a un desarrollo multilateral. Nos encontramos frente a inte- graciones en las que las personas se comportan siempre «como Si» actuasen en masa, y, por afiadidura, en una masa manipu- Jada. Domina en absoluto la tendencia potencial a observar a los demas. «Si dad de masas» es por Jo tanto una expresién para indicar aquella sociedad en la aue el comportamiento aue se ha formado en los grupos constituye una posicién antiin- dividual de masa; es una metdfora para designar una sociedad manipulada, conformista. (Queremos afiadir que la considera- mos una expresién muv poco feliz. Los escritores de la Kultur- kritik de los cuales procede, en el fondo han recorido baio mano el punto de partida ontoldgico-social de Ja steoria de grupos». Pero lo aue para la sociologfa positivista era positivo, socializante, constitufa un valor, para la Kulturkritik es por el contrario una fuerza negativa, un fenémeno de alienacidn.) comin un papel de HOMBRE PARTICULAR Y COMUNIDAD Pasemos a continuacién al anélisis de la inteeracién decisiva para la estructura del coniunto social y para la formacién del narticular: la comunidad. La «comunidad» es, como hemos es- bozado va, una categorfa de Ia estructura social, de la_integra- cién. Pero hav que afiadir aue no es solamente esto. Determi- nada integracidn (la aldea, el estrato. el grupo, etcétera) puede ser una comunidad, pero no Io es obligatoriamente. Denende en cada ocasién del contenido concreto de la integracién, def modo en que las relaciones (materiales, morales) con el conjunto so- cial estan construidas y de {a relacién def particular con la integracién dada. Serfa absurdo querer conectar cada tipo de socialidad con el concepto de comunidad. Marx se ha detenido mds de una vez (trata de ello de un modo bastante amplio en los Grundrisse) a precisar cémo la socialidad no presupone necesariamente una comunidad. El hombre puede aislarse sélo en ta sociedad; et hombre aislado, el hombre no comunitario que estA en contacto con la sociedad solamente a través de la produccién y del inter- cambio de mercancias, no es menos social que el hombre co- munitario. Por el contrario, no se puede negar que Ia comu- nitariedad, 1a comunidad como categoria, en el seno de la socia- 76 _—— a ERE lidad, tenga un contenido especifico (y un valor especifico); hay que clarincar mas bien la peculiaridad de sus contenidos. La comunidad es un grupo o unidad del estraio social es- tructurada, organizada, con un orden de valores relativamente homogeneos, a la que el particular perienece necesariamente. La «necesidad» remite en este casu a dus tenomenos tunda- mentalmente distintos desde el punto de vista del desarrollo social en su conjunto, En primer jugar, la comunidad puede ser «necesaria» desde el punto de vista del oruen economico, Productivo y social de Ja sociedad en su conjunto; esto es valido cuando la produccion o la administracion de la socie- dad (pero en general ambas) se desarrollan en el ambito de algunas comunidades y cuando tal caracter comunitanio repre. senia una parte organica ineliminable de la estructura social. ~ De este tipo son Jas «comunidades naturales» que, hasta la le gada de la sociedad burguesa, eran mas o menos para cada es- trato de la sociedad las condiciones fundamentales y la unidad de tuncionamiento de la sociedad y, por consiguente, estaban mas o menos presentes en cada forma de actividad. Esto suce. de hasta que, respecto a las integraciones sociales, no termino el «alejamiento de las barreras naturales», En estas sociedades el particular «nace» necesariamente en una comunidad cuyos limites estan ya dados en el momento de su nzcimiento, Tienen una funcion completamente diversa en la estructura social aquellas comunidades que no surgen del interes de la vida material de la sociedad sino de las necesidades de la acti- vidad politica y/o del desarrollo de la individualidad, de la in- tencion consciente y de la voluntad que el particular, a traves de la integracién dada, tenga una relacién consciente con la ge- nericidad; estas comunidades estan organizadas con el fin de cumplir objetivos conscientemente genéricos. El hecho de que tales comunidades no sean necesarias para la reproduccion ma- terial de la sociedad dada no significa en absoluto que sean indi- ferentes para ella, Aunque —como ha sucedido en la mayona de las comunidades histéricamente importantes— éstas nacea para realizar los fines genéricos de determinadas integraciones, estratos o clases, tienen de todos modos valide7 social univer- sal en muchos aspectos. En primer luger orgarizan la reali- zacion del fin, despues desarrollan la consciencia individual de quien pertenece a la comunidad, ademas mediante su estructur racién de los valores proporcionan un modelo y ofrecen tam- bién una forma de vida. Citemos algunos ejemplos extraidos de sociedades netamente diversas: el «jardin de Epicuro», Cristo y sus discipulos, las secciones jacobinas, eran comunidades de este tipo. No se puede excluir que las comunidades se constituyan so bre la base de contenidos de valor negativo (comunidades fas- cistas 0, incluso, los gangs). Pero tomaremos solamente en con- 71 4 sideracién las comunidades constituidas sobre la base de un contenido de valor positivo o relativamente Positivo, ya sea Por simplicidad o ya sea porque solamente éstas son realmente importantes para el desarrollo de la sociedad. (Evidentemente esta delimitacion solo tiene sentido en el caso de comunidades Constituidas conscientemente.) Vista la «necesidad» tan variada de tales formaciones (preci- samente es esta necesidad la que diferencia Jas comunidades de los grupos), nos podriamos Preguntar si es oportuno usar aqui una unica categoria. Nosotros ereemos, sin embargo —al menos desde el punto de vista de nuestro problema: fa con- ducta de la vida cotidiana~, que esto es absolutamente legitimo, Pero para demostrarlo deberemos tomar tambien en conside- Facion otras caracteristicas de la categoria de «comunidad», Ante todo, el hecho de que ésta constituye un grupo o unidad del estrato social orgamizada y estructurada, aunque ello no signitica que se encuentre necesariamente una jerarquia. Exis- ten en efecto del mismo modo comunidades no jerarquicas (por ejemplo, el «jardin de Epicuro») y comunidades construidas jerarquicamente (por ejemplo, una banda de delincuentes), La organizacion no debe ser institucionalizada; Ja comunidad en su totalidad n> es nunca institucional, ni siquicra las comunidades naturales que se han desarrollado en Ja polis son de este tipo, como maximo disponen de instituciones (areopago). Hay que tener en cucnta ademas el hecho de que, si el grupo puede ser una comunidad, una comunidad, por el contrario, puede com: prender tambier: mas grupos y un estrato entero, Por consi guiente, para las comunidades no es importante en absoluto la re- lacion face-to-face; es importante, por el contrario, que e) caracter comunitavio se afirme también en el caso de formaciones face-to- face. (Paia los primeros cristianos la comunidad era el cristianis- mo en su totalidad; en el interior de éste, para cada cristiano su comunidad organizada sobre una base face-to-face es la Iglesia a la que pertenece.) La comunidad que establece los fines y fija jas estructuraciones de valor relativamente homogéneas esta «construida» con estas comunidades face-to-face, que son sus unidades de base; el particular se relaciona con los fines y estructuraciones de valor comunes, pero el vehiculo directo de la forma de vida es ta unidad de base de la comunidad. En el caso de la comunidad, «organizacion» y «unidad» no son criterios formales. La primera significa que la comunidad proporciona una espacio organizado para la actividad del par- ticular, La amplitud y la cualidad de este «espacio» dependen en gran parte del tipo y del contenido de la organizacion de la comunidad (algunas conceden limites restringidos al Particulas: otras estan construidas sobre una amplia iniciativa individua . De todos modos —y este aspecto es determinante Para nue problema--, todas establecen el espacio total de actividad de 78 particular, es decir, el espacio de la vida en su totalidad, de la actividad vital total del particular. Para un grupo™ es impor- tante solo el aspecto ligado al objetivo y al interes de grupo. Vara un equipo deportivo es importante la condicion tisica del jugador y por lo tanto tambien su abstinencia (porque esta estrechamente vinculada), pero no tiene ninguna importancia que el jugador pegue a su mujer. Por el contrario, la eventual pertenencia a una comunidad y el tipo de esta comunidad se expresan —siempre y nevesaridmente— en la vida cotidiana de la persona en cuestion, por su sotal estructura, comprendida ja ética. Repetimos: en la comunidad el particular se presenta como shombre total», (El concepto de ehombre total» como categoria sera tratado en la segunda parte del volumen.) De esto se desprende que el mismo hombre, que puede en principio ser miembro de un numero infinito de grupos, no puede pertenecer a muchas comunidades. Tenemos el caso tpico cuando Ja pertenencia a una tinica comunidad fija el cuadro dentro del que los hombres deben comportarse en la vida. Cier- tamente se puede pertenecer a mas (pocas) comunidades (al club jacobino y al circulo de los propios amigos), pero en este caso surge una jerarquia entre las comunidades y emerge el «mo mento predominante», es decir, la comunidad que subordina a las otras y la pertenencia a ellas (en el caso de las comunidades naturales esto sucede en general espontaneamente; en el caso de las comunidades de eleccion se verifica en la mayoria de los casos conscientemente . Liegados a este punto hay que afrontar la cuestién del siste ma de valores relativamente homogéneo, Toda comunidad po- see un sistema de valores relativamente homogeéneo; si el par- ticular lo viola, oferste a la comunidad. No le es licito violarlo ni siquiera en la vida cotidiana. El hombre de la comunidad no tiene una casa, un «refugio», en el que pueda comportarse de un modo diverso de como, mds o menos taxativamente, esta establecido por su comunidad determinada. El sistema homogéneo de valores no esta necesariamente detallado, precisado hasta el caso particular, ademas no impli- ca una jerarquia de valores rigurosa. En las comunidades «na- turales» —aquéllas en las que el hombre «nacia»— el sistema de valores era preconstituido y fijado por la comunidad. El hom- bre de la polis ateniense podia preguntarse qué accion debia ser juzgada como valerosa y cudl como moderada, pero para él no existia ninguna duda de que los valores fundamentales eran precisamente el coraje, la sabiduria, la justicia y la mode racion, Aquél que segin el juicio de la comunidad no era mo- derado 0 era un bellaco (en cada aspecto de la vida), ofendia 30. Nos referimos aqui s grupos que se unen casualmente, ¢s decir, no nos referimos a las unidades de base de las ccmunidades. 9 ala comunidad, entraba en conflicto con ella. una sociedad por el hecho de ser bella asercion carece de sentido. cia a un circulo dey vida.) Por consiguiente, mientras que el sistema de valores de foda comunidad «natural» estaba fijado, la jerarquia de valores no estaba elaborada con precision hasta el caso particular. En general, el criterio segtin el cual algunas normas estan determi- nadas solo de un modo general mientras que otras estan preci- sadas para los casos particulares (por ejemplo en el cristianis- mo, que a diferencia de Atenas en el periodo clasico, las normas estan fijadas hasta para los casos particulares), varia segun las comunidades concretas. Esto signitica que no todas las jerar- quias dan un espacio de igual amplitud al particular para orga- nizar su propia e individual jerarquia de valores, y que no en todas existe la misma posibilidad de ‘juzgar con comprension, de tener en cuenta las caracteristicas de cada uno, de moverse con «sabiduria», etcétera. Hemos afirmado que toda comunidad natural posee una je- rarquia de vatores fija (que permite un mimero mayor o menor de variantes en Ja actividad individual). Con la Hegada de la sociedad burguesa, con el desarrollo del dinamismo social, con el fin de las comunidades naturales, decae también Ja jerarquia fija de valores, no sdlo en la vida, sino también —en consecuen- cia— en la ética. No tenemos espacio para mostrar los efectos que trae consigo regularmente este proceso, Bastara indicar uno: por esta razon el concepto de felicidad, que en el mundo antiguo tenia una importancia central (e incluso en el cristianismo, don- de asume la forma de la beatitud), a partir del Renacimiento Ppierde su preeminencia; a partir de entonces la ética ya no culmina en la «felicidad» sino en la «libertad», Esta mencion ha sido necesaria en cuanto para nosotros es importante mos- trar como la homogeneidad de los valores en las comunidades de las «sociedades puras» tiene o puede tener un significado dis- tinto que en las comunidades de las sociedades naturales. Dado que las comunidades de las sociedades puras se com- ponen de hombres particulares, la homogeneidad de los valores que surge en ellas es establecida por tres Factores diferentes Uno es el fin de la comunidad, el elemento genéricoresencia con el que la comunidad se relaciona; el otro esta representado por Jas circunstancias en que opera la comunidad; oh ee finalmente, es el grado individual de desarrollo de 5, joml res que constituyen la comunidad, que «cntran» en ella. F or oo si guiente, también en este caso son posibles comunidades q jan su i s, lo precisan hasta el caso par- fijan su estructuracién de valores, lo p a el ci pare 2 fcter de individuos de las individualida ticular y ofenden el cardcter de individ Moonie catego. des ya desarrolladas (no su individualismo, que ¢s 80 (Nadie ofende co; bajo esta forma la Nadie viola las normas de pertenen. Portivo si es injusto en otros ambitos de la tia totalmente diversa), No se excluye ni siquiera el caso —ex- heme en sentido opuesto— de que un unico valor comunitano lomogenco sea la prioridad atribuida a los valores genericos, mientras gue los individuos son completamente libres de elegir an ealizarlos en su propia vida. Aqui ja unica utensa la comunidad, es decir, la unica violacion del valor homoge- tiewlaridad. Eee Por un modo de vida fundado en la par- forma de Fetenen lemente tambien aqui la comunidad como jes, como unidad fundamental de le comundad en general, plasma el modo de vida. Sin embargo, depende del individuo en qué formas concretas de vida, es decir, en que celulas de base © comunidades face-to-face, quiera realizar las mormas universales de la comunidad dada —o del genero hu- mano organizado unitariamente—; en otras palebras, el indi- viduo es libre de elegir entre las comumdades que realizan, aunque no al mismo nivel y no del mismo modo, la genericidad universal. Es bastante evidente que nosotros, cuando pensamos en jas comunidades de la sociedad del futuru, imaginamos que tendran mas 0 menos una homogencidad de valores del segundo tipo. La relacién concreta entre la personalidad y 1a comunidad se configura, por lo tanto, de un modo diverso segun las comu- nidades. Analizar estas relaciones es tarea de los historiadores. No obstante, podemos hacer una observacion, aunque muy ge- neral: en las sociedades precapitalistas todos debian pertene- cer obligatoriamente a una comunidad. La relacion con la so- ciedad podia expresarse solamente @ través de la mediacion de la comunidad. Esto no significa, naturalmente, que cada indivi- duo estuviera en relacién con la estructura social en su conjun- to exclusivamente de este modo, sino que significa que debia tener necesariamente también este tipo de relacion. Podemos afiadir incluso que, mientras que tales sociedades tradiciona- les fueron estables, la mediacion fue ejercida unicamente (0 al menos fundamentalmente) por Ja comunidad en la que el hom- bre nacia. Solo en el periodo de decadencia de las sociedades tradicionales, cuando los vinculos de las comunidades tradi- cionales se aflojaron, cuando éstas ya no ofrecian al particular una seguridad suficiente y un punto de partida valido para su orientacién, surgicron o adquiricron importancia las comuni- dades de eleccion (el ya citado «jardin de Epicuro» o Cristo y sus discipulos). En esta época se hace posible a determinadas personas —con contenido de valor positivo, y sin que renun- ciasen a su propia individualidad, sino desarrollandola— aban- donar la comunidad tradicional para entrar en nuevas comu- nidades: No es que fuese obligatorio, ya que no todas las co- munidades de eleccién exigian que se renunciase a los vinculos comunitarios tradicionales. Continuando con nuestro ejemplo: las personas que entraban a formar parte del «jardin de Epicuro», 81 Hes 144. 6 Seeeres texte: a - Ww ste testyste ate alent = Oe ey ee ee te oe he Ee no ailojaban los vy, i ban ligados desde So naciannena polls (con la “que se encontra- por el contrano, cuando Saute sing mis bien Jos retorzaban; todo et sistema de valores en eb ue habia An pablo abandeno tamente con ia nueva comunidad, “an etateta ae ae ee calmente nuevo, una nueva ideolo in Sistema de valores radi- Vida. gia y una nueva torma de bl o a para eee ote Nas, Darreras paturales tuvo como efecto Capitalists) et hombre duo de ser um ser comunitarie por nace sin convertirse en micmbro de ninguna comunidad, Cuando des- Pues Jas comunidades existen —ya sean abiertas 0 excl faciles de aicanzar Oo no— son todas, sin excepcion, ob. eto de una ure eleccion. Y el hecho de que cl hombre ye no-sea un oa oo Por macimiento, que pueda ilegar a serlo sélo poe a ‘ nm, NO es un exito del desarrollo de la humani- aac olver atras implicaria una perdida de valor. El fascismo, Jemplo, hizo ja tentativa de restaurar el criterio de «na- cimiento» en el lugac de la libre eleccion, y visto que no era posible de otra forma, uso el mito, Para sustituir a la comunidad de eleccion, apelo a la «comunidad de raza» o «de sangre» en la que cada uno nace necesariamente y gue no pucde ser ni elimimada ni elegida. Para el marxismo, por el contrario, un Pproletario, por ecyemplo, torma parte del movimiento dirigido a la lideracion del proletariado, es decir, es miembro de la co- munidad de partido, no en cuanto es proletario, sino en cuanto ha alcanzado el nivel de la consciencia de clase, en cuanto plan- tea conscientemente la liberacion de su clase y, por consiguien- te, de toda Ja humanidad (Jin gencrico), y sobre esta base se somete al sistema de valores y de exigencias de la comunidad. Nacer en el seno del proletariado lo hace solamente capaz, dado que se siente a disgusto en su alienacion, de afrontar esta tarea, de elegir esta comunidad. En este caso el nacimiento no es en absoluto vinculante. Hemos hablado hasta ahora de correlaciones entre el par- ticular y la comunidad, pero también son posibles algunas frac- ciones. La idea de que el particular y la comunidad pudiesen ser categorias autiteticas, cra completamente extrana a las socieda- des comunitarias. Era tipica, por el contrario, su armonia: el particular aceptaba espontaneamente la estructuracion de valo- res de su comunidad y precisamente haciéndolo se adaptab2 al espacio que sta le concedia. Los hombres, organizados sobre la base de la particularidad, intentaban establecer en general —casi de un modo totalmente espontanco— cl espacio gue Ia acepta- cién acritica del cuadro de las normas comunitarias Ics conce- dia para realizar sus proplos jinstintos, necesidades, deseos ¢ intereses, Quien perdia su comunidad, perdia también sus con- 82. ee diciones de vida, La pena mas grave era la expulsiun de la co munidad, lo que, en determinadas ocasiones, llevaba directamente a la muerte. Resulta claro que también entonces podian tener lugar con- trastes concretos entre el particular y la comunidad, como en efecto sucedia frecuentemente. La expulsion de la comunidad (por ejemplo, el ostracismo) era precisamente ia pena o la Pprevencion de tal contraste. Contraste que podia surgir en dos casos: cuando un individuy, precisamente a causa de la tuerza de su individualidad, pomia en peligro el equilibrio de la co- munidad elevandose por encima de los otros, o bien cuando al guien ponia sus propivs intereses particulares (el exto perso. nal, la riqueza, etc.) por encima de los intereses y tines de la comunidad y queria usar a ésta como instrumento para obte- ner sus propios objetivos. (Es evidente que en sistemas socia- les y politicos diversos eran empleados en lo concreto métodos fundamentalmente distintos para establecer cuando alguien su- peraba la «medida» determinada, cuando dejaba de ser un valor para convertirse en un desvalor pata la comunidad.) En cuanto al primer caso: la «expulsion» de las personalidades eminentes (por ejemplo, en Atenas) no es una caractenstica general de la cemocracia, sino una peculiaridad concreta surgida en las comunidades de la polis. En el segundo caso se trata ge neralmente de la expulsion de gente anonima, insignificante y carente de interés. Sin embargo, en el periodo de disgregacion de las comunidades podian existir (y efectivamente existicron: piénsese en Alcibiades) entre aquellos que consideraban la co munidad como un medio, personalidades eminentes, si bien am- bigiias. Por lo tanto, la expulsién pudo ser a veces (no obstante en la minoria de los casos) injusta y afectar a quien, por el contrario, contribuia al éxito de la comunidad (y precisamente éste era el riesgo de la’ expulsién). Las comunidades mas o menos se daban cuenta de ello, pero la posibilidad de cometer un error o una injusticia no hacia en cada caso surgir dudas sobre la legitimidad de la defensa de la comunidad. En las sociedades comunitarias Ja expulsion constituye tam- bién un juicio de valor. Al expulsado no se le da nunca Ja «ra- z6n», ni siquiera cuando el acto concreto de la expulsion haya sido injusto. La catarsis tipica de quien pertenece a una co- munidad natural es el reforno a la comunidad, por duro que pueda ser y aunque le cueste muchas humillaciones. Quien es expulsado de una comunidad natural reconoce el derecho de ésta a expulsarlo incluso cuando ¢] se siente moralmente muy superior a sus jueces. Por esta razon Sdcrates rechaz6 la huida y acept6 la pena de su polis: la muerte. | La idea de que el particular y 1a comunidad son categorias antitéticas cs un producto burgués. Tenemos aqui una apolo- gia (atin inmediata) de aquella sociedad que por primera vez, 83 como hhemos visto, ha creado la posibilidad de que el hombre sin comunidad. El presupuesto es que cualyuer aceptacion de la vida del particular a cualquter sistema de valores homo- géneo va en perjuicio de la individualidad, que el individuo auténtico solamente puede ser el abstracto productor de mer- fas, cuya socialidad es realizada post festum, a través de su mercancia, en el mercado. E! concepto de individuo se con- vierte en sinonimo de individualista, es decir —en sus mejores y mas completos ejemplares—, un individuo que cree que exclu- sivamente su autorrealizacion constituye una «actividad generi- Ca», © sea, el que afirma que ei representa el género huma- no: un monarca absoluto del desarrollo de la personalidad. Pero si miramos a la media de la sociedad advertimos que, una vez eliminada la adaptacion a la comunidad, queda simplemente el «individualismos seguro de si del egoismo particular. Con esta afirmacion no queremos en absoluto asumir la pla- taforma del romanticismo, segun la cuai solamente el mundo irrevocablemente desaparecido de las comunidades naturales pro- porcionaba al individuo auténticas posibilidades de desarrollo. Nosotros constatamos simplemente como las individualidades mas grandes y mis significativas de 1a sociedad burguesa han sido entre otras precisamente aquellas que no han «aceptado» el mundo de los hombres carentes de comunidad, que han creido que el desarrollo de la personalidad solo es realmente posible en comunidades de eleccion, en comunidades de nuevo tipo. En el inicio del desarrollo burgués hubieron ya tentativas ejempla- res. Rousseau presentaba como ideal la pequefia comunidad que los héroes de la Nueva Eloisa habian hecho surgir en Clarens, Goethe en Wilheim Meister ponia como ejemplo el colcctivo de amigos formado en torno a Lothario, Y en aquellos infelices mo- mentos de Ja historia en que a los individuos particulares no les era posible «entrar» en comunidades de este tipo, las grandes individualidades mostraron nostalgia por las comunidades per- didas, las volvieron a buscar (por poner un ejemplo sacado esta vez de la musica: el Beethoven tardio, Schubert). En las comunidades de eleccién las contradicciones concre- tas entre el particular y la comunidad se configuran evidente- mente de un modo distinto que en las naturales. Recordaremos solamente cémo —existiendo en general mas comunidades al mismo tiempo— se puede llegar y de hecho se llega a una nueva eleccién. La catarsis puede expresarse también en una nueva eleccién y no solamente en el retorno a la comunidad (aunque también quede en pic esta ultima posibilidad, mante- hniendo una notable importancia). Por este motivo en las comu- nidades de eleccién el espacio del particular puede ser mayor que en las naturales (cosa que en la practica no siempre sucede): ademas cl particular puede dar con su personalidad una im- pronta mucho més neta al contenido de la comunidad e incluso 84 ala configuracién del contenido de valor de ésta. De modo que el primer tipo de ostracismo (frente al individuo demasiado emi- nente) no tiene aqui ni sentido ni funcién; y esto sigue siendo cierto aunque en la realidad lo encontramos de manera poco frecuentemente. Por el contrario, el segundo tipo de ostracis- mo tiene una funcion, y la mantendrd mientras existan comuni- dades. El hombre que utiliza la comunidad como simple medio Para obtener sus fines particulares, sera siempre expulsado de todas las comunidades (cuando sean sanas, visales, etcetera). LA CONSCIENCIA DEL NOSOTROS Como hemos visto, la «consciencia del nosotross se desarrolla en el particular paralelamente a la consciencia del yo. Solamen- te el egofsta-individualista consciente no tiene una «consciencia del nosotros», pero esto no constituve en él e) punto de partida. sino mas hien un efecto: el efecto de la reflexion y del modo de vida. Cuando decimos que las dos consciencias se desarro- Nan paralelamente. no pretendemos negar que Ia afeciividad de la particularidad emerge con mds fuerza en la consciencia del yo. Pero también el nosotros aparece investido de la afectividad mas elemental cuando el yo se identifica con él. Lo que, evi- dentemente, no es solo valido para las comunidades. sino para cualquier integracién, incluidas las integraciones de enipo ab solutamente casuales. Después del ocasc de las comunidades na- turales. los particulares (fuesen conscientes 0 no) han intentado a menudo pertenecer a un grupo precisamente para «prolongar= de este modo su particularidad. Hasta la persona mis debil e inhdbil puede transformarse en un vencedor cuando, identifican- dose con un eauipo de fiitbol. dice: «jhemos vencido'» Hemos visto examinando el hombre particular, que la misma particularidad es una categoria homogénea. Sin embargo, los diversos afectos particulares no siempre se desarrollan el uno junto al otro sin suscitar problemas. Nos hemos detenido va sobre un punto: hemos recordado que hasta el hombre més particular tiene necesidad de dominarse para poder , ya formada, de las objetivacio- nes genéricas. Un primer tipo de teoria producido n través de la intentio Obliqua puede ser retrotraido a la experiencia a pesar de que no pueda ser Nelevador a partir de ella; "un segundo tipo por principio no admite feedback. Salvo en. sus consecuencias, Ambos tipos de teoria representan la paja cn el ojo del common sense. 103 Y precisamente por ello no es casual que en la época moderna haya existido cierta posicidn ideoldgica hacia el pensamiento co- tidiano. En la Antigtiedad cualquier tipo de pensamiento cien- {fico podia ser referido er mayor o menor medida a las experien- cias de la vida cotidiana,’ del mismo modo en que !a conducta moral ejemplar era la forma «pura» del status quo ético cotidia- no. En Jos didlogos platéxicos Sécrates parte siempre de la ex- Periencia cotidiana, del rensamiento cotidiano; y aqui esta la Premisa de su método de razonamiento que procede por pre- guntas, de su «arte mayetitico», Sécrates hace «crecer» a teoria filoséfica los hechos presentes en el pensamiento cotidiano, y pue- de tratar de teoria relative a las «ciencias naturales», a la meta- fisica, a la gnoseologia, a {a ética, a la estética o a la politica. Tal crecimiento es posible por el cardcter estdtico de la sociedad comunitaria, cardcter que se manifiesta en todo el conjunto so- cial. Apenas la sociedad se vuelve dindmica, este crecimiento se hace cada vez mas problematico; grosso modo a partir det Rena- cimiento: primeramente en la acumulacién originaria, después a niveles superiores, con el inicio del proceso infinito de la produc- cién, donde el ritmo de desarrollo se hace cada vez mas radpido. Las nuevas posibilidades (en la produccién, en la politica, etcé- tera) exigen dia tras dia reacciones nuevas, ya no existen co- munidades naturales que con su jerarquia estable de valores ofrezcan una base fija a las decisiones morales. La intentio obli- qua. la teorfa v el modo de actuar aue impugnan las experiencias cotidianas se convierten en una necesidad vital, una necesidad vital de la sociedad. En e! curso de la desantropomorfizacién de las ciencias naturales, iacluso en este campo la intentic obli- qua se hace corriente e incluso aleanza en él su culminacién. Pero el pensamiento cotidiano no puede nunca superar la inten- tio recta, en caso contrario ésta se separaria de la radio recta (de Ja estructura del pensamiento cotidiano) y de ese modo deja- tia de ser cotidiano. ; Antes del surgimiento de la sociedad dinimica existian ya esferas de realidad en las cuales emergian tinos de pensamien- to no solamente contranuestos @ la cotidianidad, sino ni siquie- ra deducibles de ella. El vensamierto jurfdico comenz6 a que- dar senarado del vensamiento cotidiano cuando la estatalidad se despego de facto de la comunidad. es decir. en el perfodo Clasico de Roma: no es raro cue Ja sociedad burguesa. entre los tinos de pensamiento clsicos, hava’ asimilado con més profun- didad el pensamiento iuridico romano. Pero en lo referente al 3. Con esto no queremos negar que en ciertas escuelas de Ia filosofin ¢s- peculativa antigua no aparezca va lp intentio obliqua no referida a ta experience Piénsese sobre todo en Ia teorfa del ser de los eléatas. La aporia . segin Ia cual Aquiles no consigue alcanzar a la tortugn, no puede rey Tada por ninguna experiencia. Las causas y caracteristicas de este de no pueden ser tratadas en este lugar. 104 eee - ” conjunto de los tipos a i - ¢ tipos de pensamiento, aquella separacién sélo se convierte en caracterfstica a partir del Renacimiento y acon- ~ tecié casi simultaneamente en la moral, en la politica. en la . astronom{fa y en la fisica. La concepcién de la relacién entre ~ moral y politica expuesta en El Principe de Maquiavelo contiene soluciones que ningun Socrates habria podido «derivar» del pen- ~ samiento de cualquier hombre cotidiano. Con la teoria de los idola, Bacon en el Novum Organon quiere extirpar metodolégica- mente del pensamiento cientifico el antropomorfismo pragma - tico del pensamiento cotidiano; Galileo proclama Ja intentio obliqua en la fisica, y no s6lo con la realidad de sus descubri- ~ mientos, sino también mediante una polémica cousciente. Que la fisica moderna desde los tiempos de Galileo «impuena» el pensa- miento cotidiano es hoy una nocién corriente. De modo que bastard indicar cémo el mismo proceso ha tenido lugar también Posteriormente en la filosofia. La racionalizacion de todo el com- ~ portamiento det hombre (en la ética de Spinoza), la derivacién de todo acto humano del egoismo (en Hobbes v sucesivamente en Helvétius), el imperativo categérico (en Kant} no son cierta- mente desantropomorfizaciones, pero son no obstante superacio- nes de las exneriencias cotidianas andlogas a las que se observan en la fisica. Lo mismo puede decirse por lo que afecta a la filo soffa de la historia de Marx (la teoria de ta alienacién). La intentio obliqua implica, repetimos, que los contenidos del pensamiento no cotidiano no pueden ser elaboradas simple mente prolongando, sistematizando los contenidos de experiencia del pensamiento cotidiano, «depurdndoloss de la narticularidad de Ja casualidad, del antropocentrismo relativo al hombre par- ticular. Pero esto no significa que los contenidos del pensamien- to no cotidiano elaborados mediante la intentio obliqua no ten- gan nada en comiin con la vida y el nensamiento cotidianos. Puesto que sobre este tema deberemos discutir todavia las cues- tiones concretas, nos limitaremos aqui a sefialar lo siguiente: hasta la postura que considera los contenidos del pensamien- to de la cotidianidad, prejuicios (y no sdélo primeras represen- taciones), generalizaciones falsas. exageradas, considera —como elemento inevitable de la vida cotidiana, como hecho— tos con- tenidos del pensamiento cotidiano. No hablaremos de las ciencias naturales modernas, porque en este terreno los problemas son distintos, Pero podemos referimos a ta teorfa de la sociedad. a Ya filosofia, La vida cotidiana y el pensamiento relacionado con ella son 1a base inmutable de Ia historia; no existe —ni puede existir— una teorfa de la sociedad que consiea ienorarlo. Si lue go sucede que se olvida este elemento se esa al absurdo. como cuando Kant afirma que no se puede negar el tener un recurso, 4. Los razonamientos de Maquiavelo y Bacon sobre este tema son analiza. dos en nuestro volumen ya citado A Reneszdnz ember. 105 es PS SSSSLLO SOCCER EOE E Ler ereererece En tal cane eo aris £ contradiccién con el concepto de recurso. » por el contrario, mas que justo apelar, contra el filésofo, a la experiencia cotidiana. Un ejemplo clasico es el de Didgenes que, como es sabido, refuté la tesis de Zenon segin la cual el movimiento serfa sélo apariencia, poniéndose a pa- sear arriba y abajo delante de él. Pero pondremos también un jJemplo contrario: no se puede legar a la filosoffa marxiana de la historia con la simple protongacién del pensamiento coti- diano, de la experiencia cotidiana. Lo que Marx escribe sobre la separacién entre el ser y la esencia, no es derivable, en su gene- ralizacion histérico-filoséfica, de ninguna experiencia cotidiana. Ninguin obrero puede alcanzar el concepto de alienacién a tra- vés de la intentio recta; pero cuando cualquier obrero ha cono- cido y asimilado tal concepcién marxiana, surgida independiente- mente de su experiencia, a través de la intentio recta, generali- zando sus propias experiencias, «depurdndolas» (por lo tanto de un modo perfectamente socrdtico) puede Megar a conocer su condicién de explotado y la explotacién de su clase, a conocer Ja alienacién, y en consecuencia también a actuar para eliminar tal estado de cosas; en suma, a la consciencia de clase. No hay ninguna teorfa filoséfica o social de un cierto peso que —con la ayuda de Ja intentio recta— no intente cambiar la vida y el Ppensamiento cotidianos; evidentemente, segtin las diversas teo- rfas, esto puede ser entendido como una autoeducacién del par- ticular 0 como el despertar de las clases a la autoconsciencia. Nos referimos ya al antropomorfismo del pensamiento co- tidiano? En el fondo de esta categorfa se contienen tres catego- sfas, que se presentan en el pensamiento cotidiano pero gene ralmente indiferenciadas: el antropologismo, el antropocentris- mo v el antronomorfismo sensu stricto. El antropologismo consiste simplemente en que en la vida y pensamiento cotidianos no se puede hacer abstraccién del ser-asf de las percepciones; no se trata de un «defector del pensamien- to cotidians; de Lecho en la practica de cada dia es indispensa- ble quedar vinculados a la percepcién humana. Podemos saber muv bien que Ja tierra gira alrededor del sol, que el sol no se «oculta» detrds de las nubes; sin embargo, son precisamente la «salida» y la «nuesta» del sol, su socultarse» tras las nubes, les que puian nuestra actividad cotidiana. Cuando sale el sol debe mos levartarnos de la cama; cuando declina cenamos; cuando se oculta tras las nubes, es prudente coger el impermeable. Para actuar correctamente no tenemos ninguna necesidad de saber 5. Cf. G, Luxtes, Estética, Barcelona, Grijalbo, 1966, val. I, cap. I, donde se hace un examen particularizado del antropomorfismo det ‘pensamiento co Qilano. No nos detenemos aqui en el pragmatismo de la vida cotidiana (y del pensamiento correspondiente), estrechamente conectado con el fenémeno aqui Trtado, porque hablarenios de eilo en la tercera parte de este volumen ana- lizando la estructura det pensamiento cotidiano. 106 * lo que sabemos. No es necesario que sepamos nada sobre la re- flexion de la luz para abstenernos de cruzar la calle cuando el semaforo. emite una Juz roja; y aunque fuésemos expertos en este campo, es siempre Ja luz concreta la que nos sefiala algo; en tales circunstancias No pensamos en todo lo que «sabemos» so bre el rojo. Con el desarrollo de la técnica las constnucciones que se derivan de la ciencia moderna est4n en continuo incremento en la vida cotidiana. Sin embargo, se convierten en partes inte- grantes de nuestro vivir v actuar cotidianos sdlo cuando nuestras percepciones relativas son antropoldgicas como en el caso de los fendmenos naturales «puros». En la actualidad no basamos nues- tra hora de levantarnos en el sol, sino en et reloj. Podemos saber © no que la hora (como duracién temporal) del reloj es también antropomérfica. La cuestién no nos interesa. Son las siete y de- bemos levantarnos: sélo esto tiene importancia en la vida cott- diana. En lugar de ir a ver si el sol esta oculto tras las nubes, escuchamos el parte meteorolégico por radio; pero esto no sij nifica que hayamos abandonado nues:ra posicién antropoldgica. Por consiguiente, el antropologismo de la vida vy del pensa- miento cotidianos conserva toda su visencia prescindiendo del grado de desarrollo de Ja ciencia y de la técnica y no hav dife- rencia entre si el sujeto de la vida cotidiana es la particularidad 9 la individualidad. Por el contrario, en lo referente al antropocentrismo debe- ™os establecer una limitacién. La vida cotidiana es la reproduc- cién inmediata del hombre particular, y por ello su teleologia estd referida al particular. Quiero conservarme a m{ mismo, mis preguntas generales sobre la vida estén en relacién con mi pro- pia vida. con mi experiencia. El «anthropos» de !a vida cotidia- na es por ello el particular que vive su vida cotidiana. El antro- pocentrismo tiene aquf un suieto distinto del de la filosofia. del arte v de la ciencia social. Estas ultimas se dirigen en primer lugar al hombre genérico (o a sus integraciones, o bien a los productos en los que se encarna la genericidad humana). Asi Pues, por lo que respecta a la genericidad nodemos decir —aun- que pueda parecer paradéjico— que la vida cotidiana en este sen- tide es muv poco antrapocéntrica. En cuanto al antronocentrismo (contrariamente al antropo- Jogismo), existe una gran diferencia entre siel suieto de la vida co- tidiana es la particularidad o la individualidad. Incluso la vida cotidiana del individuo mas evolucionado estA dirigida a conser- varse a si misma, pero algunas de sus acciones se encuentran va por encima de este plano. Ademias, desde el momento en que la individvalidad tiene una posicién distanciada hacia su propia particularidad. v dado que tal distancia deriva de su orientacién hacia la genericidad. el antrovocentrismo del individu —aunqu> estd referido al particilar— contiene una relacisn consciente con el género humano. 107 Pasemos finalmente al antropomorfismo en sentido estricto: estructura de la vida cotidiana (hablaremos de ello en el la Préximo capitulo) hace surgir en el hombre la tendencia a te. Presentarse Ja realidad en su totdlidad (Ia de la sociedad y la de la naturaleza) como andtoga a su vida cotidiana. Y afiadamos que, hasta que objetivaciones genéricas como el arte y la cien- cia no penetren en la cotidianidad, no se conviertan en partes integrantes, orgdnicas, del saber cotidiano, la «gravitacién» de la vida cotidiana conducira necesariamente a tal antropomorfis- mo. Hemos hablado de arte y de ciencia (ya sea las ciencias na- turales 0 las sociales), pero hubiésemos podido mencionar igual- mente [a filosoffa. Con esto no queremos negar que genera}- Mente estas diversas cbjetivaciones estén en una relacién distin- ta con el antropomorfismo. El arte es antropomérfico al maximo, en cuanto presenta el mundo del hombre como creacién del hombre; su antropomorfismo (asf como su antropocentrismo) estA orientado hacia la genericidad; dada esta orientacién, el arte es mds antropomérfico que el pensamicnto cotidiano. Este Ultimo —precisamente por la proveccién onaldgica de la estructu- va pragmatica de Ja vida cotidiana— a menndo es fetichista: acepta las cosas v las insfituciones como «dadas definitivamen- te», tal como son, y olvida su génesis. El arte que describe la gé- nesis de las instituciones y de las relaciones sociales, no sdlo de los individuos, normalmente contrapone al antropomorfismo «lo- cals, provincial, del p2rsamiento cotidiano un antropomorfismo esencial, elevado a la genericidad, Mientras que el pensamiento cotidiano extrapola la experiencia cotidiana inmediata, e) arte, por el contrario la pone en discusién, encuadra Ja vida, los problemas, 'os conflictos del hombre en una vida cada vez mas «total», en los problemas v conflictos de ésta. El localismo ca- sual, Ja nutidad de los «conflictos» del hombre que vive para su vida cotidiana, se revela en la confrontacién —y en propor: cién— con el todo. La elevacién a la genericidad mediante el arte y el goce artfstico (del que hablaremos seguidamente) es por consiguiente antropomérfico en cuanto supera el antropo- morfismo del pensamiento cotidiano. No tenemos espacio sufi- ciente para analizar la relacién entre la filosoffa y las ciencias sociales, por un Jado, y el pensamiento cotidiano por otro; en cada caso es posible encontrar —a pesar de todas las diferen- cias— lineas de fuerza similares a las de la relacién entre el pensamiento cotidiano v el arte. En las ciencias naturales, por el contrario —v antes de sti nacimiento a menudo en la filoso- fia de la naturaleza—, sucede de otro modo. Estas ciencias, no solamente no toleran la proyeccién analdgica de la vida coti- diana, sino que se oponen también a la proyeccion de la gene. ricidad humana en la naturaleza. Pongamos un ejemplo: si no se representa una posicién teleoldgica v si no se tiene presente v no se elabora el hecho de la alternativa, no existe arte, ni filoso- 108 fia ni ciencias de la sociedad. Por el contrario, a tendencia de. santropologizante de jas ciencias naturales excluye todo esto; Para descubrir la relacion generica con la naturaleza es necesa. aia una investigacion que haga absiraccion —o que al menos tienda a abstyaer— del genero humano. Existe una sola forma ideologica cuyo contenido esencial exi- ge una imagen del mundu construida sobre la analogia con la vida cotidiana: la religion. La idea de un mundo «completamen- te organizado» por Dis y la de la creacion se basan en el antro- pomorfismo del pensamiento cotidiano; este tipo de antropo- morfismo puede asumir formas diversas en las distintas reli- giones: el mundo de los dioses puede ser el simple retlejo del mundo de los hombres, como en las religiones de !a polis, 0 bien estar zmpliamente espiritualizado, como en el cristianismo. Sea como fuere, en toda religion existe el contacto directo entre Ja tvascendencia y el particular y, ademas, ese ccntacto es en clerta medida arbitrario (la forma mas desarrollada se encuentra en el cristianismo con las categorias de «Providencia especial» y de «gracia»), Esto no excluye naturalmente que en el intenor de las distintas religiones se desarrollen siempre relaciones gené- rico-antropemorficas (por ejemplo en la moral religiosa). Mas adelante trataremos extensamente Ja relacion entre ta religion y la vida cotidiana. Digamos aqui solamente —y solo con refe- rencia al antropomortismo— que la religion no eleva la antro- pomorfizacion de la cotidianidad a la genericidad, sino que, por el contrario, encuadra los valores genéricos en el esquema del antropomorjismo del pensamiento cotidiano. Hemos dicho que cl antropologismo del pensamiento cotidia- No representa una necesidad para todas las personas y que esto es tambien vilido para el antropocentrismo, si bien este ultimo es de diverso tipo, segiin se trate de personas particulares o indi- viduales. Llegados a este punto debemos preguntarnos si es obli- gado siempre y en cualquier época que el pensamiento cotidiano sea antropomérfico en el sentido menos lato de! concepto, del cual hemos hablado ahora. Creemos: poder responder negativamente. Los hombres no tienen necesidad de ser fildsofos o cientificos para desligarse de la proyeccién analogica sobre el mundo entero de las experien- cias inmediatas del propio ambiente inmediato y las suyas pel sonales. Si esto fuese necesario, e] antropomorfismo sensi stric~ to seria imposible de suprimir, No existira nunca un mundo en el que cada uno pueda ser cientifico, en el que cada uno pue- da liquidar su propia vida cotidiana, Para conseguir que el an- tropomorfismo sensu scricto ya no constituya la estructura fun: damental del pensamiento cotidiano, basta con que los hombres posean una imagen general del mundo, una concepcin det mur do que les permita encuadrar sus propias experiencias en los re sultados a los que han Ilevado la vida y las necesidades vitales 10 C ( CC CC C OD. OOOO 98 8 a) > . > © : e eo e a ~ e a < 2 2 s de Ia humanidad, en las experiencias de ella, en el grado de pen- trata, deena ee alcanzado por la humanidad. Que no se ricos de una Woe qu da demostrado por lus ejemplos _histo- 4 cotidiana de tal especie. Los epicureos, sin una especial preparacion cientifica, eran capaces de pensar el universo como independiente de los objetivos y de la voluntad de los hombres, y ademas —lo que es muy importante de cara a la eliminacién del antropomorfismo— eran capaces, para defi- nir su campo de accién, para definir también la posibilidad de su libertad en el mundo dado y para intentar realizarla, de aceptar Ja anulacion total del particular, de aceptar la muerte como ne- cesidad natural irrevocable, Esto ha bastado para extirpar de todo su pensamiento —e incluso de su pensamiento cotidiano— cl antropomorfismo en sentido estricto. No obstante —y se trata de una delimitacion esencial—, sOlo el individuo puede tener un pensamiento cotidiano exento de antropomortismo. Para la vida organizada en torno a la particu- Jaridad el antropomorfismo en sentido estricto constituye una necesidad, la cual es a su vez una de las bases de la necesidad religiosa. Mientras que la mayoria de los particulares sean hom- bres particuiares, mientras que a la vida cotidiana le sea sufi- ciente tener como sujeto a la particularidad, e| antropomorfis- mo en sentido estricto sera y permanecera como un cardcter ineliminable de la vida humana. Ineliminable no sdlo en las per- sonas comunes, sino también, por ejemplo, en el cientifico que subordira su propia vida cotidiana a la particularidad. Quien en su trabajo de especialista se mueve en el sentido de la desan- tropomorfizacion, puede muy bien pensar de un modo antropo- morfico en la vida cotidiana (y proyectar el antropomorfismo en aquellas esferas de la realidad que no tienen ninguna relacién con su especializacion mas especifica). Mientras que exista la necesidad religiosa y la religidn no habrd ninguna posibilidad real de liberar la vida cotidiana del pensamiento antropomérfi- co. Y la heterogeneidad del pensamiento cotidiano se expresara también en la mescoianza indiferenciada de imagenes del mundo y momentos de pensamiento desantropomorfizados y antropomér- ficos conjuntamente. VIDA COTIDIANA Y ESTRUCTURA DE LA SOCIEDAD _ Sin embargo, en la consciencia cotidiana el trabajo no sig: nifica solamente constriccién: el concepto contiene también la a esta constriccién. Trabajo es «ganarse el pan», «ganar dinero», es una actividad que debe ser cumplida para poder vi- . Fi nte, el pensamiento cotidiano entiende también por trabajo consumo, gasto. El trabajo no solamente debe ser he cho, no solamente debe ser hecho para mantenerse con vida, sino que es algo que sistemdticamente, dia tras dia, dura por un cierto perfodo de tiempo, por lo cual el trabajo consume y gasta la energia, la capacidad del hombre. Este concepto de trabajo puede ser juzgado como empirico, Parcial, pero no como estipido.’ Indudablemente no coincide con el concepto de work econémico o sociolégico, por no hablar del concejto filosdfico. Describe simplemente lo que el trabajo significa de hecho en la vida de los hombres. Tal descripcién empirica puede contrastar en alguna ocasién con el concepto cientificamente reflexionado (por ejemplo, el trabajo doméstico es considerado como trabajo, a pesar de que en la vision sociolégi- ca no lo es), pero a menudo expresa su contenido. Cuando se dice que «el trabajo es lo que se debe hacer», se habla también de la construccién objetiva de la divisién social del trabajo; la ex- presién «ganarse el pan» ilustra desde cl punto de vista del par- ticular el hecho de la produccién de valor; el consumo, el gasto (del cerebro, de los nervios, de los musculos durante el funcio- namiento de la fuerza de trabajo) era considerado ya por Marx una caracteristica importantisima del trabajo. El «empirismo» del concepto cotidiano de trabajo deriva simplemente de que el work es considerado desde el punto de vista del labour. En el curso de nuestra tentativa por fijar en el plano eco- némico y sociolégico la categoria work, se ha visto claro que work es una objetivacién inmediatamente genérica, cuyo funda- mento es el proceso de produccién, el intercambio orgdnico entre naturaleza y sociedad, y cuyo resultado es la reproduc- cién material y total de la sociedad. Los productos del trabajo. Nevan siempre el sello de la universalidad en si y no dice nada sobre el productor particular. (Si esto sucede —por ejemplo, un puente artistico— ello no afecta a la objetivacién trabajo.) El trabajo como «labour» Sabemos que la vida cotidiana es la reproduccion del par- ticular. Para reproducirse a si mismos como particulares los hombres —la mayoria de los hombres— deben efectuar tn tra- bajo. Por lo tanto el trabajo es necesario para la reproduccién 9, MAs adelante veremos algo similar cuando tratemos del concepto coti- diano de tibertad. 122 r Gel particular, en este sentido el trabajo es wia actividad cori: diana. Se nos podria objetar que han existido siempre estratos sociales de no trabajadores. Pero estos se han podido permitir el no efectuar ningun trabajo precisamente porque para los particulares de la inmensa mayoria de la sociedad el trabajo constituia una parte ineludible de la vida cotidiana Pero diciendo esto aun hemos dicho poco. Exceptuando Euro- pa y América del siglo xx, el trabajo ha sido practicameme siempre el elemento dominante de la vida cotidiana; precisa- mente en torno al trabajo estabun organizadas {as otras acti- vidades de la vida cotidiana. Los hombres han «ganado el pan con el sudor de su frente», Para un nifo o una nifia hijos de campesinos, llegar a adultos significa ante todo ser aptos para el trabajo; la mayor parte de las relaciones interpersonales sur- gia en el curso del trabajo; los matrimonios se concertaban en funcién del trabajo; los nifos eran educados para e} trabajo; una parte notable de los conceptos morales estaba concentrada sobre el trabajo; incluso las fiestas en general remitian, de un modo u otro, al trabajo. La vida cotidiana de un obrero textil estaba determinada sobre todo por el hecho de que debia tra- bajar doce horas al dia. Las formas de las otras actividades durante el tiempo restante dependian en gran medida de la cantidad de ese tiempo restante, de la entidad del desgaste du- rante el trabajo, de la posibilidad de tener tiempo libre para determinadas actividades. Indudablemente hoy el trabajo, a causa de la disminucién de los horarios y ademds del aumento de la intensidad del trabajo, tiene un puesto distinto en el conjunto de las actividades cotidianas. Durante el «tiempo libres en aumen- to es posible cledicarse a actividades cotidianas cada vez mas complejas (pero se trata solo de una postbilidad); al mismo tiempo, a causa de la mavor intensidad del trabajo, han dismi- nuido las actividades cotidianas de otro tipo desarrolladas du- rante el horario de trabajo (no se puede «interrumpir» para dialogar, comer, estrechar relaciones, cantar, etcétera). A pesar de ello, el trabajo sigue siendo parte organica de la vida coti- diana; -sin él no es posible mantenerse con vida, mientras que las otras actividades cotidianas se ordenan fundamentalmente sobre su base. | El hecho de que el trabajo sea al mismo tiempo una ocu- pacidn cotidiana y una actividad inmediatamente genérica que supera la cotidianidad, se deriva de la especificidad ontoldgica del trabaio v no tiene ninguna relacion necesaria con su aliena- cién, También otras actividades cotidianas pueden ser o son efectivamente alienadas; también la relacion entre hombre y mujer puede ser una relacion, como hemos visto, entre Posesor yw cosa pose(da o bien una relacién entre dos individuos libres; pero cea cual sca es y sigue siendo parte integrante de la vida cotidiana. El siervo de ta gleba del Mediveve, cuya cotidianidad 123 eee estaba colmada sin residuos por el trabajo, desarrollava quizas trata) gu et molars abnens a Tana ee soln) aus. gt mode ro de fabrica, que incluso trabaja Sin embargo, no es casual que Marx use el término labour en general como sinénimo de actividad alienada de trabajo. Que el trabajo sirva siempre también para conservar el particular, que sea siempre una de las actividades principales de la vida cotidiana, no nos dice si el hombre en este trabajo_se siente o no a sus anchas, si adviert: 0 no su propia actividad de traba- jo —la cual, en cuanto intercambio organico entre naturaleza y sociedad, queda siempre en el reino de la necesidad— como Ambito en el que se desarrollan ciertas capacidades suyas. No obstante, tras la aparicién de la sociedad capitalista Ja aliena- cién del trabajo se ha agudizado al extremo. Al trabajador le son sustraidos los objetos de su produccién (Marx), ademas de sus medios de produccién. Estos aparecen frente a él poseyendo una potencia social extraiia; su trabajo objetivado es producido como esencia extraha, como potencia extrafia al productor; mien- tras crece la riqueza de la sociedad cl productor se empobrece cada vez mas. Al mismo tiempo se aliena también la productivi- dad del trabajo: «El trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser.»” Como consecuencia de este hecho y de las concretas relacio- nes especificas de la industria fabril, tal como han sido anali- zadas en El capital, la actividad de trabajo se convierte en una parte inorgdnica, ta maldicién de la vida cotidiana. El trabajo, por consiguiente, «no es la satisfaccién de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo»," escribe Marx. Y también: «De esto resulta que el hombre [el trabajador] sdélo se siente libre en sus funciones animales, en el comer, beber, engendrar. y todo lo mas en aque- No que toca a la habitacién y el atavio, y en cambio en sus funciones humanas se siente como animal.»” Por ello el pro- ceso de trabajo simue siendo una actividad fundamentalmente genérica del hombre; pero, en el momento en aue el trabajo como actividad genérica que trasciende Ia cotidianidad Mega a ser totalmente alienado, Ia ejecucién de un trabajo pierde toda forma de autorrealizacién y sirve tinica y exclusivamente parr la conservacién de la existencia particular, o sea, por decirlo con palabras nuestras, para la conservacién de la particularidad. Efectivamente, cqué otra cosa es la necesidad —privada de su contenido genérico— de comer, beber, generar, sino la necesi- dad vital primaria de la particularidad? Por to tanto, la actividad 10. K. Marx, Manuscritos: economia y filosofia, op. cit, p. 108 ul. 14, p. I 12, Ibfdem. 124 de trabajo produce y reproduce cada vez el Particular, la vida Particular, 1a actvidud de trabajo auenada pivauce y reproduce por el coutrario solamente ja particularidad. £/ labour cum actividua iuboral aiuenada y la actividaa 1aoorai ae la particu faridad, parte de su especitca vida conatana, La inencion relativa a la vida personal esta presente en cada Upo de actividad de trabajo, de otro modo esta no poana ser Parte de la vida cutidiana. Sin embargo, tal intencion no con- cierne solamente al «comer, beber y generar», no esta necesa- riamente al servicio ae ia simpie conservacion de la vida. Pero el hecho de que aquella no se renera solamente a la conser- vacion de la vida no significa que ja alienacion no exista. He mos dicho ya que las necesiuades vitaies dei trabajador pro Guctivo en la sociedaa moderna —tambien en ta capitalista— se hacen cada vez mas variadas. Pero estas necesidades no son necesariamente indicios de individualidad; pueden indicar tam- bien el «ninchamientoy de la particularidad. Actualmente el obre ro —por ejemplo en America— trabaja no solamente para poder vivir, sino tambien para satisfacer el conjunto de necesidades que corresponden a la media del nivel de vida en cuestion: quiere un aparato de radio, un televisor, un automovil, una casa unifamiliar, seis lujos, etcetera. Pero mientras que las necest- dades se reduzcan a poser, mientras que la necesidad de tener domine sobre las necesidades vitales, la particularidad seguira siendo sujeto de la vida cotidiana y hasta el trabajo es Nevado a cabo en funcion de la conservacion de la particularidad, No podemos detenernos aqui en la correlacion concreta entre aliena- cién de la actividad laboral y concentracion de las necesidades en el poseer, en el interior de la estructura social en su con- junto. | La alienacion del labour no disminuye obligatoriamente ni siquiera cuando el trabajador se siente a gusto en el trabajo. La ciencia manipulada de las iwman relations que intenta precisa: mente dar una fachada agradable al iabour, pretende remover solamente el sentido de la alienacién y no Ja alienacion propia: mente dicha. O sea, la alienacion del labour no puede ser elimi- nada a través del proceso de trabajo, sino solamente con la transformacién (en direccion al comunismo) de la estructura social en su conjunto. Perspectiva histérica del trabajo Hemos dicho que el trabajo es al mismo tiempo labour y work. Estos dos momentos pertenecen a un unico proceso que puede ser observndo ya sea desde el punto de vista del desa- rollo conjunto ce la Imanidad, 0 ya sca desde el punto de vista del particular que trabaja, Pero hay que afiadir que, si 1s SPESSSSSSOHOHCEHSOEHOBORO LEBER DO EPO Fe bien es cierto que en el conjunto de la socied: lad es al mismo tiempo todo trabajo work y labour, excepcionalmente puede: naber tambien actividades lavorales en tas. que talte tino de low dos momentos. Hay que considerar puro work el «trabajo so- cial» no usual en ningun estrato social y no necesario para la reproduccton del particular (por ejemplo, los «sabados comu- Nistas»). Pero se verifica solamente en momentos hisoricos ex: cepcionales. En el estado «normal» de la reproduccién el trabajo social esta distribuido de modo que se realice a través del a. bour cotidiano. Tenemus el puro labour cuando una determi nada actividad de trabajo forma parte mas bien de la reproduc- cién cotidiana del particular como particularidad o individualidad, Pero sus productos no ilegan nunca a circular en la sociedad, no son nunca tpica y generalmente utilizables por otros y, si esto sucede, se encuentran notablemente por debajo det nivel alcan- zado en ese periodo por la produccion y la distribucién social (barro la casa, hago mufecas para los hijos de mis amigos, etcétera), Para Marx la distincién entre work y lubour es también muy importante en lo relativo a la perspectiva de una sociedad comu- nista. Sobre el tipo de work, sobre su estructura concreta, si sera simple 0 compleja, Marx tuvo ideas diversas, como también acerca de la superacion de ta divisién del trabajo. Pero acerca de la perspectiva del work resulta clara una tendencia de su pensamiento, y es que el trabajo, al menos en su especie de intercambio orgdnicu entre naturaleza y sociedad, permanecera siempre en el reino de la necesidad. Incluso sobre el futuro del labour sus ideas parecen cambiar. De joven pensaba que fos trabajos concretos cambiarian continuamente en Ja estructura de la division del trabajo; en los Grundrisse manticne que cl hombre saldra del proceso de produccién; en El capital piensa que, aun quedando en el interior del proceso de produccién, Jos trabajos seran extremadamente simplificados y requeriran me- nos horas de trabajo. Al igual que en el caso del work, también aqui, sin embargo, ¢s posible encontrar un momento de conti- nuidad: el trabajo se convertira en una necesidad vitul. No es muy probable que el Marx maduro aceptase las razones adu- cidas por Fourier sobre este punto. Por Jo menos la concepcién expuesta en los Grurdrisse contradice la idea segun la cual Jas. facultades humanas solo podrian desarrollaise en varias direc- ciones participando en el proceso social de produccién. El tra- bajo como necesidad vital significa entre otras cosas que, para que tenga lugar ese desarrollo de las capacidades, una parte de Ja vida humana serd ocupada por aquel tipo de atencion con- centrada, por esa aplicacién finalizada de las encrgias mate riales e intelectuales que caracteriza el trabajo (fisico e intelec- tual). Pero el trabajo elevado a necesidad vital no es solamente una categoria del trabajo, sino mas bien —y en primer lugar— 126 una categoria social. Presupone hombres que nu pueden vivir sin contribuir (ae agin modo) a la produccion cle bicnes, hom. bres para los cuales es impensabie usc actitud puramente «con- sumista» hacia la sociedad. El trabajo que sz... convertido en una necesidad vital presupone ante todo una actitud mora. hacia el labour de los individuos libres. Tambien en ese futuro. el hombre trabajara, en cuanto que no podra vivir sin trabajo; Pero no porque de otro modo la particularidad no podria con- servarse, sino mas bien porque sin trabajo no podra reprodu- cirse su libre individualidad. Cuando todo esto se haya verifi- cado, cesara por parte del particular toda alienacion; no inde pendientemente de la estructura del work o de las formas con- cretas del labour, ni siquiera simplemente en funcion de ellas. Teniendo en cuenta este doble aspecto de la actividad de trabajo nos enfrentamos a tres preguntas. 1. Puede el sujeto que trabaja ser puramente particular? 2. (EI trabajo puede ser realizado con una consciencia puramente cotidiana? 3. ¢Cémo tiene lugar la homogeneizacion en el proceso de trabajo? Actividad de trabajo y particularidad Ante todo debemos delimitar el sentido de la primera pre- gunta. Si la aceptasemos tan generalizada, deberiamos respon- der netamente con un no. Hemos visto mas arriba que todo hombre gular es particular y por consiguiente genérico en-si. Entre los criterios de la genericidad en-s{ dijimos, aunque sélo de pasada, que se sittan e! trabajo y el lenguaje. Debemos entrar ahora en lo especifico de la cuestién. La genericidad en-si caracteriza obviamente toda actividad humana particular, si ésta es Humana, Sin embargo, el trabajo, el lenguaje y el uso tienen una peculiaridad —que se realiza en planos diversos, pero que esta presente en los tres casos— que se deriva del contenido especifico de su genericidad.” Es decir, toda expresidn lingilistica, todo uso concreto y toda actividad de trabajo constituye una generalizacién, En los tres campos el hombre eleva sus caracteres, intentos, impulsos particulares al plano de una determinada generalidad; este plano es definido en cada ocasién por la esfera de objetivacién. Ella es la que «guia» al hombre en la generalizacién. La socialidad del hombre se manifiesta en la correspondencia con el plano de Ja objetiva- cién. Dejaremos aparte los usos, porque en la observancia 0 no de las objetivaciones relativas puede entrar ampliamente en juego la generalizacién moral 0 politica como homogeneizacion conscientemente genérica, y esto en determinados casos contra- 13. Las funciones concretas del lenguaje y del uso en la vida cotidiana seran tratadas en la tercera parte. 127 dice la generalizacién es guaje y en el traba de contrapeso, © politica en casos exce] Plo, el sabotaje consci la norma general es 1 liv; n espontancamente genérica en-si. En el len- abajo, por el contrario, esta funcion de freno, solo es desarrotlada por la gencralizacién moral Pcionales, socialmente atipicos (por ejem- iente en la industria bélica). En este caso yma general es la cOrrespondencia con el plano de ta obje ‘acion. El criterio de lv generalizacion es, en el lenguaje, la capacidad de comunicar en el determinado nivel de socialidad y, en el trabajo, la produccién del bien que satisface la nece- sidad. Por lo tanto, si interpretamos Ja primera pregunta del si- guicnte modo: el comportamiento organizado solamente sobre la particularidad, ges capaz de producir bienes que satisfagan necesidades sociales?, debemos responder atirmativamente. Pero esto no signitica que todo tipo de trabajo —especialmente si se entiende el work sobre la base de la division social del tra- bajo, o sea, en sentido. amplio— pueda ser desarrollado me- diante un comportamiento particular, sino solamente que para Nevar a cabo la inmensa mayoria de los trabajos necesarios en_el curso del desarrollo anterior de la humanidad, ha sido suficiente la existencia de hombres particulares. Ciertamente, en (odo trabajo determinadas capacidadas hu- manas son gereralizacas al nivel de la genericidad. La medida en que esto sucede depende de la naturaleza del trabajo. Cuanto mas complejo es, tanto mayores son la competencia y la refle- xién requeridas; cuanto mayores capacidades y habilidades exi- ge, en mayor grado las caracteristicas individuales y particula‘ res son gencralizadas al nivel de la genericidad. Por el contra- rio, cuanto mas sunple es el trabajo, tanto menores deben ser las habilidades concentradas para Hevarlo a cabo; cuanto mas se le puede realizar de un modo mecanico y mondtono, tanto menos o bien tanto mas unilateralmente son generalizables las caracteristicas particulares; mas aun, tanto més quedan mor- tificadas las caracteristicas particulares que en abstracto serian fecundas para el proceso de trabajo. La posibilidad de la gene- ralizacién de las caracteristicas particulares 0 bien el grado en que éstas perecen, son funciones sobre todo de la division det trabajo, dependen del lugar que asume el particular en la di- vision del trabajo determinada. En el marco de nuestro estudio no podemos adentrarnos en el analisis de la divisién del trabajo (y de sus tipos). Nos bastara poner de relieve de qué moub el trabajo alcanza el maximo grado de generalizacién unilateral y el maximo grado de embotamien- to de las caracteristicas particulares, alli donde el «lado» fisico y el intelectual del proceso de trabajo estan divididos y donde el trabajo del particular se limita a la ejecucién de su Sinico proceso de trabajo extrafdo de su contexto: esto sucedia en 128 terminadas manufacturas y en la industria moderna hasta el mite ae ta cadena de montaye." ren aa al trabajo, el lenguaje y los usus no reque cosa que seen n le an Particulandad, ho hemos hecho otra cosa que decir que ca e os no existe obligatoriamente una rela- Sion consciente Con Ia ben ricidad © con el si suugular del particu- . Podria mi siquieva existir una vida orga: Mizada sobre la particulandad.) A pesar de elio en el trabajo Shia, Siempre Presente ‘una generalizacion, 1a cual, empero, no ae aa pessonalidad, sino que constituye una generaltzacion pacidades; cuando, antes de un trabajo, quiero saber Si estoy en condiciones de hacerlo, mido siempre una o mes de mis capacidades (la tuerza, la destreza, la experiencia), pero no me refiero nunca a mi personalidad como tal. Si lo hago, quiere decir que me situo en el plano moral, o sea, que exa- mino mi relacion moral con el trabajo y no el trabajo en st y para si. Ademas del hecho de que el trabajo puede ser tambien reali- zado en una vida organizada sobre la particularidad, debemos Poner dz relieve que a menudo entre las motivaciones del tra- bajo existen motivos particulares. Entre otros casus, esto queda explicito en el concepto cotidiano de trabajo, Las personas, en general, trabajan porque de otro modo no pueden satisfacer sus necesidades vitales fundamentales, no pueden ganarse el «pan». Su ideal seria un pais de Jauja donde poder satistaces las nece- sidades sin trabajar, donde esperar el mana celestial. El propie- tario trabaja para acrecentar su patrimonio, su motivacion, por consiguiente, es poseer. La lucha por el objeto de trabajo (la tierra, los medios de produccion), por el puesto de trabajo y por Ja ascension en el trabajo, son los campos mas importantes en los que se manifiestan las motivaciones particulares. Pero todo esto, una vez mas, no significa que en la actividad laboral operen exclusivamente motivaciones particulares. Estas pueden ser tambien morales (por ejemplo, la exactitud, la per- fecciun en el trabajo es para mi un criterio de respetabilided) © bien esteticas (quisiera producir una autentica obva maestra). Esta actitud no ha desaparecido totalmente en la industria mo- derna (satisfaccion frente a un trabajo perfecto). Pero, si bien es innegable que las motivaciones son complejas, que contienen también momentos cticos y estéticos. ello no excluye la pre- sencia de la particularidad. Sobre este tema hay que detenerse todavia cn un aspecto. De la estructura teleologica del trabajo se deriva que en el proceso de trabajo sea realizado un objetivo: se «consigues realizar el producto imaginado. Y la consecucién, es decir, el it de 14, Marx nos proporciona el andlisis de este proceso en el libro primero El capital. En cuanto a la moderna cadena de montaje, cf. G FRrmmmaxn Problemes humains du machinisme industriel, Paris, Gallimard, We, p St 129 tes 1H. 9 éxito proporciona siempre placer, no sdlo en el trabaio si en todas las esteras de la vida. puede cone ni sé Por lo tanto, el éxito puede cons- tituir también una motivacion. Quien ha probado tna vez el placer de decir «lo he conseguido», afrontara de nuevo tareas andlogas —enlre otras cosas— para poder probar de nuevo la Sensacién del éxito. Naturalmente, la posibilidad de tal sensa- cién varia segun los tipos de trabajo. El trabajo y la consciencia cotidiana Nos ocuparemos a continuacién de la segunda pregunta que se refiere a si el trabajo puede ser realizado con una consciencia puramente cotidiana. Para dar una respuesta sensata a esta pregunta debemos re- ferirnos al work en su primer significado, enti¢ndase, como acti- vidad objetivante que produce valores de uso. Si partiésemos de Ja categoria de work tal como se deriva de la divisién del tra- bajo, Wegariamos » una serie infinita de absurdos 0, como mé- ximo, de distincioues irrelevantes para nuestro problema. Podemos limitarnos al primer significado de work porque, como hemos vistu, en toda la prehistoria ha side de hecho para Ja uumensa mayoria de los hombres sel» trabajo, ha Henado su vida cotidiana. Por !o tanto, si lo asumimos en este sentidy, !a resptesta es simple. La mayor parte del trabajo desarroiiado en el dmbito del proceso de produccién ha sido siempre levada a cabo con una consciencia cotidiana. Decimos, también en este caso, «la mayor parte» porque en la industria moderna, donde el aspecto intelectual y el fisico del proceso de trabajo estan escindidos, una parte de la actividad laboral intelectual (la que opera con las ciencias naturales) ya no puede ser desarrollada mediante una consciencia cotidiana. . ¢Pero qué implica nuestra afirmacién segin la cual el trabajo —teniendo en cuenta las limitaciones mencionadas— es desa- rrollado con una consciencia cotidiana? Ante todo, que en cl curso de la actividad laboral no era necesario superar la estruc- tura del pensamiento cotidiano.® En segundo lugar (y a con- secuencia ce lo anterior), que la apropiacion de la actividad de trabajo se verificaba con la simple transmision de la expe- riencia, Adeinds, que las experiencias de trabajo estaban frac- cionadas en unidades particulares, Jas cuales, aunque conecta- das entre ellas, no formaban una estructura homogénea. Y, final- mente, que los conceptos aplicables en cl trabajo eran prag- maticos y se derivaban de su funcién en el proceso de trabajo. En le industria moderna la consciencia de la actividad labo- 15. La estructura del pensamiento cotidiano es ef tema de la tercera parte del presente volumen. 130 ral va desasiéndose cada vez mas de la consciencia cotidiana : naturalmente de un modo distinto y a un aistunto nivel segun i los tipos de trabajo. Es casi imposibie prever que succuera eu fa selacion entre el trabajo y la consciencia coludiana. No obs- tante, es probable que paralelainente a ia disminucion de la se. paracion entre el aspecto intelectual y fisico del proceso de trabajo, se ira incrementando constantemente la Separacion en- tre la consciencia necesaria para trabajar en una empresa mo- derna y la consciencia cotidiana. En todo caso hay que poner de relieve que la cuestion de si 1 labour es 0 no componente de la vida coudiana no ene Naga s que ver con ia cuestion de si cl trabajo puede ser désarrullado con una consciencia cotidiana. El trabajo en cuanto a lubour forma parte inseparable de la vida cotidiana, sea cual sea la t consciencia con que es realizado. El futuro en este caso no tiene nada que decir, las cosas estan asi por principio. Tambien hoy el trabajo det cientifico tiene lugar en una odjetivacion desligada de Ja consciencia cotidiana, pero no por ello disminuye su as- pecto de actividad cotidiana, Homogeneizacion inediante el trabajo Hemos licgado por fm a ia pregunta sobre la homugeneiza- cién ca el proceso de trabajo, También en este caso para dar algun sentido a la pregunta debemos remitirnus a la primera delinicion del concepto de work, En el proceso de trabajo se esta «guiado» por 1a objetivi- dad: del material concreto, del objeto sobre el que se trabaja. Sin embargo, no se est4 nunca guiado por una es{era o por un conjunto de objetivaciones, sino siempre y solamente por el ins- trumento de trabajo concreto, por el objeto de trabajo concreiy. No porque el mundo de los objetos de trabajo no sea una esfera de objetivaciones, sino porque en el proceso de trabajo no es necesaria una relacion consciente con él. De aqui se deriva preci- samente que la generalizacion efectuada por nosotros (durante ‘ €l trabajo) respecto de nuestra persona afecta siempre a una o mis aptitudes y no a la personalidad, y mucho menos implica la straduccion» de la entera estructura de pensamiento en un medio distinto. Es decir, tenemos aqui solamente el momento psicoldgico de la homogeneizacion: concentramos todas nues- tras energias en el cumplimiento de la tarea determinada y sus- pendemos todos Jos estimulos y motivaciones que obstaculicen nuestra concentracién. Pero no nos elevamos a ninguna esfera, fa ningun conjunto de objetivaciones, ni tenemos una relacion \ consciente con la genericidad. Finalmente, estos procesos pue- den verificarse no solamente en el trabajo, sino también en el juego. En cl trabajo se lleva a cabo objetivamente una actividad 13h gencrica sin que cl «hombre entero» se mente comprumctidos, Por consiguicnte, nos enfrentamos aqui medio entre los modos de homogenciza cotidiana (por ejemplo el acto sexual zacion orientados hacia la genericidad directamente consciente (por cjemplo, el arte). Este tipo intermedio se distingue de los primeros en cuanto que esta ligado no por la necesidad, sino solamente por el objeto y por el instrumento; es distinto de los segundos porque su objeto no requiere una relacion consciente con las experiencias de vida acumuladas pot la humanidad. eleve a shombre entera- aqui con un tipo inter- cion habituales en la vida ) y los tipos de homogenei- te . n pudiésemos aislar netamente los respectivos momentos, podtia- mos afirmar que Miguel Angel, cuando se dejaba guiar por el marmol y por la escarpa, cumplia un trabajo, pero en cuanto se dejaba guiar por el «mundo» formado hasta entouces (moral, sentimiento, situacién temy oral) y por Ia relacién consciente con dl, producia arte. LA MORAL Solo hablaremos aqui de la moral en la medida que sea ne- cesario en el Ambito del analisis de la vida cotidiana." Ante todo dos consideraciones negativas. En primer lugar, no consideramos la moral como una esfera auténoma, sino como un fenémeno inmanente en cada esfera. En segundo lugar, para nosotros no es ni siguiera tdeologia. Como veremos a la moral también le es inherente un momento ideoldgico, y tiene ademas un aspecto ideoldgico: ante todo las teorias que proporcionan una interpretacién coherente de Ia moral, las éticas en sentido estricto; después los sistemas que (oralmente y por escrito) re- capitulan las exigencias morales mas importantes de determina- das épocas, los cddigos morales. Estos ultimos —y cuando se trate de individuos también las primeras— tienen también una funcién en la organizacién de la vida cotidiana. Sin embargo, la moral es sobre todo una actitud prdctica que se expresa en acciones y decisiones que conciernen a acciones. La moral es la relacién entre el comportamiento particular y la decision particular, por un lado, y las exigencias genérico- sociales, por otro. Dado que esta relacién caracteriza cada esfera de la realided, ja moral puede estar presente en cada relacién htunana, Pero dado que en correspondencia al determinado grado de desarrollo de las sociedades, las exigencias y las tareas esta- i i jtumen A szém . oncepcién de Ia ética ha sido expuesta en el vol ; aunest e Mvetkermenyiq. (De la intenclén a a consecuencia), Budapest, Magvetd, 1970. 132 rs ‘ blecidas Por la socialidad. por la genericidad son radicalmente istintas en las diversas esferas especificas !a relacicn con ellas no puede ser la misma. Tal diversidad se expresa. entre otras cosas, en los conflictos morales. _ El contenido moral de las acciones est en funcion de mak tiples factores, aunque relacionados entre ellos. Tales son: [a elevacion por encima de las motivaciones parti:ulares, ta eieccion de los fines y contenidos (valores) a los que nos elevamos sa- iiendo de la particularidad; ia constencia en la elevacién a las determinadas exigencias; y, finalmente, la capacidad de aplicar estas exigercias en el caso concreto, en la situacion particular, en cl conflicto individual Analizaremos brevemente cada uno de estos cuatro factores. La regnlacién dz las motivaciones particulares El esquema-base de Ja moral es la subordinacion de las nece: sidades. deseos, aspiraciones particulares a las exigercias so- ciales. Las formas de tal subordinacién pueden ser muy variadas. Pondremos de relieve algunas tendencias tfpicas: puede tener lugar mediante la simple represién de las motivaciones y de los afectos particulares, donde ef contenido y e! sentido de la re presidn vienen guiados por el sistema de exigencias sociales acep- tado espontaneamente; puede verificarse de un modo anélogo. pero no mediante la represién, sino mds bien en cuanto Jas necesidades narticulares, una ver aleiadas, se en.botan simple. mente y los usos acentados esnonténeamente se convierten en costumbre: puede suceder que sobre Ja base de sistemas de usos aceptedos espontdneamente, los deseos particulzres sean impulsados por canales en los que puedan expresarse libre: mente sin poner en peligro la conservacién del particular en un ambiente determinado. En todos estas casos se trata de la moral del hombre par- ticular. Pero puede también darse una relacién conscientemente distanciada del particular con su propia particularidad, en la cual él, en base al sistema de valores elegido auténomamente, plasma sus propias motivaciones v caracteristicas particulares renrimiendo algunas vy reservando a otras un certo campo de accién, pero un campo de accién tal que no impida la realizacion de los valores genéricos, Ya que en el Ambito ae ja alienacién ta vida organizada en torno a la particularidad representa la media generat. en la prehistoria de la humanidad la moral ha asumido su primera funcién casi siempre mediante la represin, la cancelaci6n espontanen 0 Ia «canalizacién» de los deseos particulares. Deberla probablement® cuedar claro ahora por qué nosotros. hemos afirma- do preferentemente que el fendmeno Namado en psicologia «com. plejo» es na reaccion particular a Ia ofensa de lu particularidad y, 133 no es ni mucho menos caracteristico de la individualidad. En su subdivision de la psique humana en tres entidades esencialmente independientes la una dc la otra —el ello, el yo y el super yo. Freud sélo tiene presente al hombre particular y, por afiadidura, de un modo ahistérico, Es decir, Freud no se da cuenta de que incluso los deseos y las necesidades son en si histéricos, y lo son tanto con referencia al género humano, como referidos al Particular, Algunos deseos que estaban todavia en pleno funcio- namiento en nuestros antepasados hoy ya no existen en abso- luto y no hay ninguna necesidad de reprimirlos, E incluso los deseos personale:; pueden extinguirse sobre la base de la cos- tumbre (pero, como hemos indicado, esto no significa que haya sido superado el nivel de comportamiento particular). Sin em: bargo, Freud ha recogido sin duda un caso efectivamente tipico: la represién del sistema motivacional particular y la —muy di- ferenciada— reaccién particular del yo particular @ esta repre- sién son fendmenos muy difundidos. Pero —repetimos— Son. fenémenos de alienacién y no la esencia ontoldgica de la psique © incluso de Ja totalidad del particular. . En cada época la sociedad ha necesitado que el particular se insertase en su sistema de exigencias, que se sometiese a l; pero la sociedad so ha necesitado nunca nada mds que el simple sometimiento; desde el punto de vista de la sociedad (prescin- diendo de unas pocas excepciones) fue indiferente que el particu lar hiciese esto como particularidad 0 como individualidad. ni. camente bajo el aspecto del desarrollo genérico es impartante que haya surgido y haya continuado existiendo incluso el indi. vidve. obstante, el sélo sometimiento de los afectos y motives Particulares a las exigencias socio-comunitarias arin no ae moral, sino simplemente la ineluctable condicién preliminar. A oni ando la exigencia es interiorizada, wee ate me srinotivacién. personal es decir, cuando la exi- cuando se cleva a motiv: » 28, dec, cuando rencia de la sociedad aparece como ta exigenc oie un modo lar dirige a st mismo y que, evidentemente, pon: veo esngntancy sone, oe ti ‘jaimitivas puede ablarse En consecuencia, en Jas iedades pri i on tan sim. solamente de una premoral. rae relaciones sociales a ple ine ples, 1 nimero ds casos powbies Jue estaba previsto sarrollarse un sistema de evigencins on eee ciewon Ihe inte. Gracianee sociales, mae. compleias. con multiples esferas, clases, sen ites, teste iz0. imposible. reciprocamente imaginar Stratos, ett ee ae ne oranicomprensivo, Por ello. sur 4 priori un sistema. de eee esrar as linens. directrices fuda- gid la necesidad social de claborar MS articulares pudiesen ser mentales que. inteviorizadas Mee as eae iereos yen los aplicadas ae ind me tales» no significa que se que- casos mds imprevistos. «Fundamentates 134 dara en lo general (en lo relativo a esferas determinadas habia exigencias estimadamente concretas), ni que se limitara el nu- mero de las exigencias. Quiere decir, por el contrario, que en cada formacién social, grupo, clase y estrato surgian exigencias que eran fundamentales para la integracion determinada, para su autoconservacién, y que los hombres, los particulares, debian apropidrselas para saber en el momento oportuno en qué direc: cién moverse, Es evidente que la heterogeneidad es solamente una de las causas que hicieron surgir la moral. La otra causa, ya citada, consiste en el hecho de que el particular, en el fondo, con el nacimiento de la sociedad de clase, cortaba el cordén umbilical con la comunidad, se convertia en una entidad auténoma (en un primer momento atin en el interior de la comunidad determi- nada); ulteriores consecuencias eran la separacién entre par- ticularidad y universalidad genérica y la consiguiente posibilidad de conflicto entre ellas. Precisamente porque el hombre particu- lar podfa tener objetivos y necesidades personales distintos de Jos de la comunidad determinada, debfa interiorizar las exigen- cias de la comunidad, y fue necesario que paralelamente al dere- cho surgiese también la moral.” Por esto cuando decimos que en la moral se expresa la acti- tud del particular hacia la exigencia genérico-social, el acento cae sobre ambos factores: tanto sobre la exigencia genérico- social como sobre la actitud especifica del particular. Aunque se trate simplemente del sometimiento de la particularidad a Tas exigencias genérico-sociales. ello no sucede sin lucha; el hombre debe «vencerse» a s{ mismo para satisfacer las exigen- cias aue ha acentado, Por subdesarrollado (respecto a la indi- vidualidad) que esté el particular. esta lucha contra sus propios instintos presenta siemnre algin raseo de individualidad: las caractertsticas narticulares de la persona particular son efecti- vamente. como hemos visto, muy variadas. La moral es interiorizada (al menos en la media social), pero es evidente ane no volurtariamente. La moral insanity no es una entidad social: cada hombre debe interiorizar una moral con un contenido determinado, de otro modo no es un hombre. Pero cuando hablamos de «contenido determinado» entramos ya en Ta segunda caracter(stica de la moral. La eleccion (decisién) de valor El hombre nace en un ambiente determinado oue transmite al particular un sistema de exigencias determinado (genérico), 17. Las exigencias morales y jurfdicas a menudo se precentan también Jn diferenctadas. 135 i Faro sucede muy raramente, Sélo en casos extremos, que ese sistema de exigencias as totalmente homédgeneo. Mas adelante asd mo en la prehistoria de Ja humanidad toda soci opera sustancialmente con dos sistemas distintos de exi- Bencias: el uno compuesto por normas abstractas, el otro de normas concretas. Ambas s6lo raramente coinciden, incluso a Sone va ciferencia se transforma en una verdadera comtradic- I. que los hombres esencialmente «siguens las nor- Pad cin ns per inferiorizan también Jas abstractas, a me- budo sin adv ir Ja diferencia (contradiccién) entre ellas. Sin , cada particular tiene ocasién de advertir tal diferencia (contradiccién) y de aceptar un sistema normativo en contrapo- sicion al otro; interiorizando el uno, rechaza el otro. La ética de los movimientos heréticos del Medioevo se orientaba en cl sistema de exigencias del Nuevo Testamento; los particulares que optaban por la herejia veian la contradiccién entre las normas concretas del cristianismo de su tiempo y las normas biblicas de las que el cristianismo habfa partido (y que fun- cionaban a partir de normas abstractas). Por consiguiente, ele- gian este sistema y rechazaban el otro." El rechazo de un sis- tema de normas (de valores) y la aceptacién de otro es siem- pre evidentemente la expresién moral de finalidades concretas y aspiraciones sociales. Cuando afirmamos que la «eleccién» de un sistema norma- tivo social forma parte también de la esencia de la moral, no pensamos solamente en la discrepancia entre exigencias-normas concretas y abstractas. También los sistemas de exigencias de clases distintas y, en el interior de éstas, de estratos distintos pueden variar; sus diferentes intereses y fines sociales impulsan al primer plano contenidos morales concretos diversos. Practi- camente en cada sociedad de la época clasica el particular era libre de elegir entre estas diferentes morales. Quien nacia pa- tricio todavia podia adecuarse a los plebeyos en sus principios y normas de comportamiento morales. Piénsese, por ejemplo, en los Gracos. Pero en las sociedades basadas en las comunidades naturales Ja diferencia de comportamientos morales no implicaba aun un relajamiento de la jerarquia de valores. Hemos dicho ya que en estas integraciones la jerarquia de valores era siempre fija. En las socicdades «puras», por cl contrario, la libertad de mo- vimiento del particular en la eleccién de su propia moral es notablemente mayor. Puede clegir no sdlo entre las morales de Jos distintos estratos, no sdlo entre las exigencias concretamente morales y las normas abstractas, sino también puede interiori- 18. Los hombres medievales en su mayorfa no sentian esta contradicehin: si alguno la percibfa, no elegia entre los dos sistemas normativos, sino que Tox conciliaba _yuxtaponiendolos. 136 zar los sistemas de exigencias éticas (tal como aparecen en las objetivaciones genéricas para-si, como el arte y la filosofia) de epocas desaparecidas desde hace mucho tiempo. y puede, en ca- fe em: ontentarse ay las reivindicaciones sociales a partir de una clase ants gor ica a la suya. En suma, en el terreno de Ja a, puede elegir su propia moral y, en el in terior de ella, elaborar una jerarquia de valores personal. Por ello, cuando se quiere juzgar la moral de un homb-e no solo se debe examinar hasta qué punto ha interiorizado un sistema normativo social, hasta qué punto ha canalizado a tra. vés de éste sus motivaciones particulares, sino ol var también el contenido de valor del sistema normativo social elegido por él, evidentemente dentro de los limites en que [a eleccién era posible, Esta ultima limitacién es muy importante, puesto que Ja eleccién siempre tiene iugaz en el interior de un de decisién. Cuando hablamos de eleccion de ia moral interiorizada, debe mos dar también un ulterior paso adelante. Pongamos el caso —abstracto— de un hombre en cundiciones de interiorizar so- lamente un unico sistema normativo social, mientras que entre norma abstracta y concreta no haya contradiccién. También en este caso no se trata de una simple adaptaciéa a un sistema normativo social, donde no tiene lugar una eleccion. Las virtudes cristianas han sido fijadas de un modo estable, sin embargo, exis- te una neta diferencia entre quien interioriza unas y quien inte- rioriza otras, entre quien se aproxima ms a la caridad y quien se aproxima mds a la persecucién de los herejes. Entre los hombres de todos los tiempos juzgamos que son mds positivos por su contenido moral aquellos en los cuales, por eleccidn per- sonal, la interiorizacion de las exigencias sociales determinadas coincide con 1a interiorizacién de un valor moral genérico,” es decir, aquellos que han interiorizado —quizd sélo prevalemente- mente o en primer lugar— aquellos valores que se mueven ob- jetivamente en la direccién del desarrollo moral del género humano (por eso Hector est4 mas cercano a los contemporancos que Aquiles). ierto campo 9, Repitamos una ver mAs que evalore es un concepto mucho mas ampli que “ater morals El ‘elsiniduo ‘surge 2 través de una eleccion de valor, pero fo serd obligatoriamente un Individuo moral Sin embargo, la elecci¢n de un Valor genérico —Incluso cuando se trata de una eleccion moral— no ev indi, ferente en el plano moral. La eleccidn de una gran pasion, por ejemplo cl amor. puede estar en contradiccién con 1a eleccién de un valo~ moral impor: fantisimo en Ja época determinada y. por tanto, en las circunstancias determi hadas, puede see tanbién juzgada moralmente como negativa. Sin embaryo contiene objetivamente un momento de valor 137 La constancia Tercera caracteristica de la moral es, como dijimos, la cons- tancia, No se trata de uno de tantos valores, sino de lo que podriamos denominar, con otras palabras, la firmeza de cardcter. Es decir, la moral comprende por su esencia no slo la supe- racién o Ja canalizacién de las motivaciones particulares y la relativa eleccién de valores a interiorizar, sino también la per- manencia de tal comportamiento. El hombre que se haya cle- vado por encima de las motivaciones particulares una vez, en un unico acto concreto, no tiene ningtin valor o tiene muy poco para la sociedad en el plano moral. Quien una vez en la vida haya dado un trozo de pan a un hambriento y luego no lo haya vuelto a hacer, quien una vez haya sido valicnte (en virtud de una motivacién especifica, por ejemplo para atraer la mirada de una mujer) pero en todas las demas circunstancias se haya mostrado un bellaco, quien no se regula con continuidad segiin Jas exigencias dadas, evidentemente no ha interiorizado nada. Sin firmeza de cardcter no hay comportamiento moral; por esto la respetamos como cualidad especificamente humana incluso cuando no esta dirigida inmediatamente a realizar fines carga- dos de valor, genéricos, El hombre que esta elevandose a la individualidad trabaja regularmente de un modo consciente para reforzar su propio cardcter. La fronesis Y finalmente la capacidad de aplicar las exigencias. Hemos dicho que la necesidad de la moral nace —entre otras cosas— precisamente porque Ia sociedad que ha devenido heterogénea era incapaz de subdividir el sistema de exigencias entre los ca- sos particulares; la funcién fundamental de la moral es por lo tanto esa «subdivisién», Lo que implica, por una parte, el encua- dramiento del caso particular cn la exigencia general. El hombre acta del modo prescrito por la exigencia y juzga a los otros adecuandos’ a la norma. Sin embargo, a causa de la infinita multiplicidad de las situaciones, del contenido personal de los conflictos y de su complejidad, tal encuadramicnto es prdc- ticamente imposible. El particular debe por sf sdlo extraer de Ja exigencia general qué y cdo es vdlido en la situacion concre- 1a. Para emitir este juicio es necesario el «sentido moral», que el intelectualizante Aristételes denomind frénesis (sabidurfa). Los sistemas de motivacién de las acciones del particular _ La relacion del comportamiento del particular con las exigen- cias gentricosociales se expresa, por lo tanto, en estos cuatro momentos, cada uno de los cuales est conectado con las tres motivaciones principales de las acciones del particular: la nece- sidad (el desco), la costumbre y el conocimiento. Tanto la nece- sidad (deseo, instinto) como {a costumbre y el conocimiento estén acompafados por los sentimientos. Pero la base afectiva mas fuerte la posee sin duda la necesidad, al menos por lo que respecta a la media de la humanidad en la historia desarrollada hasta hoy. Por ello las teurias clasicas sobre los afectos los hacen derivar también de la necesidad y sdlo post festum los Proyectan sobre la costumbre y el conocimiento. Las tres motivaciones pueden expresar el hombre particular © bien ser vehiculo de valores genéricos, de individualidad. Las combinaciones son infinitas; dar cuenta de ellas de un modo aproximativo sdélo es posible en el marco de una teoria de la personalidad. Bastara decir aqui que los tres tipos de motiva- cién en cada particular, ya sea particular o individual, forman una unidad estructurada. Por ejemplo: la interiorizacién de un sistema de exigencias sociales permite, respecto a otro, la satis- faccién de necesidades mds importantes para mi; por ello elijo éste y rechazo el otro, Soy incapaz de mantener una actitud permanente frente a determinadas necesidades; por ello en cada caso aplicaré las normas de tal modo que no dafie las necesi- dades mds importantes para mi. Puedo ser constante 0 incons- tante por costumbre; puedo juzgar un hecho por costumbre (por ejemplo, en base a Ja pura analogia); por costumbre puedo ele varme por encima de mi particularidad, o bien atenerme al primer sistema de exigencias que me he apropiady, etcétera. Pero debemos detenernos un momento sobre el conocimiento. Ante todo: para regular muestras acciones o bien para juzear las de otros, es evidentemente necesario conocer los conceptos y preceptos morales. Quien no sepa que existen el bien v el mal, no.puede distineuirlos entre sf. Ademds, para actuar rectamente en una cierta situacién (o para juzear correctamente el modo de proceder de otros), debemos conocer no sdlo nrincipios v juicios morales, sino también las circunstancias del aconteci- miento. Cuando Marx dice que la ignorancia es un demonio y por ello justamente en Ia Antigtiedad era considerada fuente de tragedias, se refiere precisamente a esta ignorancia de las cir- cunstancias. Y mds atin: cuando actuamos, intentamos prever jas consecuencias de nuestros actos (para el contenido moral de nuestros actos Ja consecuencia es tan importante al menos como Ja intencién). El «caleuloe de la consecuencia su previsién, no afecta en verdad solamente al conocimiento: factores imprevi tos (las acciones de otros, etcétera) pueden transformar acciones 139 1 efectuadas con la maxima cautel para jugar la relacién entre int eo minar también la reflexién sobre las consecuencias pre- , Porque ésta constituye uno de los factores mAs impor- tantes del comportamiento moral. Finalmente, y no en tiltimo I gar, el contenido moral de un acto (o de un juicio) esta también determinado por los conocimientos relativos al conjunto de la sociedad, a sus valores y a sus tendencias. Diciendo que 1a moral no es una esfera en sf y por consiguien- te que cada acto que requiera un comportamientd individual tiene un contenido moral, no queremos afirmar que no existan actos con aciones puramente morales. Sino, por el contrario, incluso una vida entera puede tener una motivacién moral (quiero vi en fla honestidad, mi fin es ser un hombre honesto, etcétera) y en consecuencia, tanto mis los actos particulares. Sin embargo, ia vida del particular, como sus actos, tienen en general motiva- ciones mixtas. Normalmente los hombres no quieren ser valien- tes, sino servir a su patria, vencer la batalla, defender una causa, tener éxito, alcanzar el poder, y todo esto en las «combinaciones» més variadas; por tales fines se comportan después «valiente- mente». Julieta queria ser feliz con Romeo, y precisamente por este camino se ha convertido en un modelo moral. Empezamos afirmando que el esquema primario de la moral es el sometimiento de las motivaciones particulares a las exi- gencias sociales. Por lo tanto, no es raro que todos nuestros con- ceptos morales generativen el sometimiento —que se deriva de ext- gencias y valores diversos, que concierne a sentimientos y a nece- Sidades diversos— del deseo particular. El coraje, la justicia, la’ moderacién, la bondad, el altruismo, la compasién —los ejem- plos serfan infinitos— expresan valores que se derivan del some timiento continuo (constante) de uno o més afectos particulares. En efecto, caué signifiea —en primer lugar— coraje? Nada ma que Ia superacién, en interés de algo, de la preocupacién por la propia vida, por la salud, por la propiedad; ser justos, significa sa- ber reprimir la inclinacién hacia algo, las costumbres arraigadas, Jos prejnicios; ta moderacién implica el dominio del impulso ha- cia el placer y del deseo de poseer; el altruismo es un valor por- que se da preferencia a la causa, a los Intereses, a los deseos de otros respecto de los propios. Estos conceptos morales (de valor) constituyen cl hilo conductor de la historia dol génory humane precisamente porque-hacen hincaplé en este momento basilar de Ja moral. Incluso ni en este sentido tiene importancia el hecho de que el nacimiento de cada valor (concepto) moral esté ligado a una época y que el significado de cada concepto (valor) cam- bie ampliamente en el seno del sistema de valores de una época v en la jerarquia especffica de valores de cada hombre particular. Pero la «eleccién» dél sistema de exigencias sociales no es revelada por la relacién institnida con uno o mas conceptos morales da- Ja en su contrario, No obstante, encién y consecuencia moral hay 140 dos, sino por su contenido concretu. Por ejemplo 11 fidelidad, ” una pe seoeeDto moral, significa que yo no abandono una causa incluso en las dernon 2 re cam io en las situaciones dificiles cuando tenga que ae ero la «fidclidad» en si no indica qué haré cuando te ea que afrontar el conflicto entre dos fidelidades de ¥ Hpo distintos, cuando deba decidir si ser fiel a una Persona o bier a una idea, a la patria o bien a la familia, etcetera Kant, que negaba la existencia de conilicius mora. es, examina: ba exclusivamente el rnomento primario, el sometimiento de los sentimientos particulares. Y efectivamente, si éste fuese el unico contenido de la moral, de la decision moral, no existirian conic. tos de este tipo. Habria solamente el conilicto entre la particula- ridad y la moralidad, pero que no es un conilicto moral, en cuan- to que un aspecto esta constituido por factures extramorales. Sin duda, en la vida, y sobre todo en la vida cotidiana, estos con- Nictos son numerosus y en tales casos puede ser valido incluso el imperativo categorico: elevarse por encima de la motivacion par: ticular en interés de una exigencia de valor, moral, genérica, que es realmente una maxima universal. Pero lo extrafio es que la mayor parte de las decisiones morales no cotidianas, que se ele. van por encima de la cotidianidad, no se derivan en absoluto de la simple colision entre particularidad y exigencia generico-social. En general Ja colisidn tiene lugar entre exigencias genéricas di versas, entre conceptos de valor con contenido distinto, pero am- bos conceptos de valor, entre ideales diversos que, a pesar de su diversidad, son ambos genérico-sociales. En tales casos se trata precisamente de conflictos morales, porque en ambos lados de la ecuacion existen posibilidades de accion con contenido de valor moral; aqui no se puede decidir sobre la base del imperative cate- gorico: ninguna de las dos acciones —que son distintas, pero que contienen del mismo modo valor— puede convertirse en ia ma- xima de valor universal, en cuanto la otra quedaria excluida de este modo de la decisién moral. Por otra parte, precisamente en el caso de los contlictos morales (y no de Ja simple elevacion por encima de la motivacion particular) es mny importante el signi- ficado que tiene el contenido de valor elegido para el desarrollo ge- nérico; y lo mismo puede decirse de la sabijuria tnoral, la cortecta yaloricida ae Le situacion concreta, Come hemos dicho, en la vida cotidlana aparece normalmente Ja simple elevacién por encima de las mnotivaciones particulares, En este caso se afirma netamente la norma: «frena tus dessos», y tanto mds netamente cuanto més particular es la persona. Cuan- do yo ya no lastime a mi mujer, doy un pedazo de pan al ham- briento, me resigno al mal comportamiento de mi hijo, no ie vengo de mi vecino malvado: se trata siempre de decisiones y comportamientos cotidianos primarios en los cuales, en el fondo, no existe ningtin conflicto moral. Y son éstos los que, conjunta- WL 4 5 ta y : b » » , » » ’ v - » » o o o o o e oe eo e @ e @ @ @ e ¢ Mente o ch relacion recfj nan en fa ética coti Nuesiro punto de proca con las normas concretas, predumi- na. partida ha sido que los concepto: morales en su abstracciou indican siempre la elevacion, por ove cima de Jas motivaciones particulares. Sin embargo, en ta vida cotidiana los hombres principalmente no se encuentran frenie a Conceplos morales, sino frente a juicios morales. Los conceptos morales son solamente la suma de la serie de los juicios mora- les. (En la ctica, evidentemente, el proceso se desarrolla a la in. versa, pero ¢sta ya no es moral, sino mas bien m{mesis de la moral.) La gente no aprende qué es el bien, sino solamente que fulano es bucno porque ayuda a los otros. No aprende qué es et coraje, sino solamente que mengano es valiente porque ha pega- do fuerte, no ha echado a correr, etcétera. En consecuencia, no recibe simplemente los conceptos morales, sino una interpretacion espectficu de cllos, la interpretacién especial que les es dada en el seno del sistema normativo de una determinada clase, estrato, comunidad. Si determinados sistemas de normas o de cxigencias, si un determinado sistema de usos es contradictorio, las interpreta- ciones de los conceptos morales aparecen a su vez bajo la forma de juicios morales distintos 0 incluso contradictorios. Moralidad y legalidad (la consciencia) Toda relacién de contenido moral tiene dos aspectos: uno sub- jetivo (en el sentido de «perteneciente al sujetox) y otro objetivo. A falta de una teiminologia mejor, los indicaremos con los tér- minos kantianos de moralidad, para el aspecto subjetivo, y le- galidad, para el objetivo, (Lo cual no significa que aceptemos tam- bien Ja interpretacion kantiuna de fa relacion entre estos dos fac- tores.) Moral es para nosotros la situacién que considera la copre- sencia de ambos tados, es decir, de la moralidad y de la lega- lidad. Toda accion (en la inedida en que se refiere a relaciones hu- manas esenciales), como hemos visto, tiene un contenido moral. La medida de este contenido viene representada por los cuatro momentos discutidos anteriormente. Los cuatro caracterizan Ja re- Jacién de la accién particular con las exigencias genérico-sociales que funcionan objetivamente como norma. En este sentido, pero sdlo en este sentido, el contenido moral de la accion puede Ser considerado enormativos, No sucede que este contenido se ex- plicite en la consciencia de Jos particulares también como exigen cia. El respeto a la norma puede verificarse de un modo total mente espontaneo, come sucede en general en la vida cotidiana. Examinemos ahora lys dos aspectos de un modo relativamente independiente el uno del otro. En primer lugar, el denominado caracter «normativo» estd o al menos puede estar presente en ambus lados. Para el particular la exigencia de la legalidad (no teniendo en cuenta la moralidad) es una exigeticia externa: la obligacion. La exigencia de la moralida’, por el contrano (esta vez sin tener en cuenta la legalidad), es 1a exigencia interna: el deber. Sin embargo, no hay acciones en las que solo opere uno u Otro aspecto. Una accion ejecutada eaciusivamente sobre la base de una exigencia externa, es una accion coactada. Pero no es con cebible ninguna constriccién en la que la aprobacion o la nega- cion, el consentimiento 0 el rechazo de lo que es constringido no tengan parte ningita. Otro tanto absurda es la idea de una ac- ion ejecutada eaxclusivamente sobre la base del deber. E] hom- bre extrae siempre sus valores, sus normas, sus conceptos mora- les del mundo en el que ha nacido. Incluso’ cuando se repudia el orden de los valores en su totalidad de una sociedad determinada es imposible que no se haya interiorizado algun valor parcial; y esto tendra un eco, aunque con un significado totalmente dis- tinto, en sus exigencias morales. Asi como es imposible que no haya interiorizado aquellos valores que —aunque ausentes en el sistema de valores de la sociedad determinada— estan presen- tes en los sistemas de exigencias que reflejan las objetivaciones genéricas, No existen acciones basadas sobre Ja pura moralidad © sobre la pura legalidad. Al mismo tiempo, es indudable que en las acciones particulares de los hombres predomina uno (ob- jetivo) u otro (subjetivo) momento y que la conducta de un hom- bre en su totalidad pueda estar dominada en su continuidad por la moralidad o por la legalidad. . Es evidente que para juzgar a un hombre, y también al mun- do en que ha nacido, es muy importante saber si predomina en él la moralidad o la legalidad. En las sociedades en las cuales las exigencias socio-comunitatias concretas son en mayor o menor medida vehiculos de valores genéricos, no se verilica el predo- minio de la moralidad. Una fuerte presencia de} aspecto subjetivo en las acciones con contenido moral es caracteristica de épocas en las que se hace explicita la discrepancia entre los valores so- ciales y los valores genéricos, en las que los individuos més evo- lucionados se remiten con su comportamiento a los valores gené- ricos contraponiéndolos a los sistemas de valores sociales con- cretamente dominantes. Se trata de los «moralistas». Bastara re- mitir a dos moralistas tipicos de la historia de Ja filosofia, a Sécrates y a Rousseau, para clarificar esta situacién. La base del moralismo de Sécrates era la decadencia de la polis, la pér- dida de valor de la comunidad de la polis. La de Rousseau era el hecho de que la ordenacién de los valores burgucses, tal como se iba desarrollando en Francia en el siglo xvIil, aparecia como una negacion de los valores tradicionales (y lo era efectivamente, como podemos leer en 1a clisica sintesis del Manifiesto de! Par- tido Comunista). Hay que afiadir que tanto Sécrates como Rous- seau eran conscientes de que el tipo del moralista era en cierta 143 moe aa canormale, en cuanto representa una reaccién a una situa- polis en la ae ase de fa norma. El ideal de Socrates era una era el fia Gene oe no tuviera necesidad de ser moralista (éste en una comunidad portamiento de moralista); Rousseau pensaba podriamos afte aue no necesitara «virtud», porque en ella nos ho oricntada hacia 1 n la ren lad» (mediante una actitud moral incluso esbozar tal con aad Mag) Y en la Nueva Eloisa intento NO es caracteristicg emunidad. Sin embargo, el tipo del moralista \ stico en la prehistoria de la humanidad, lo es, por el contrario, el hombre cuya moral se inclina hacia la legalidad, que simplemente interioriza valores dados sin reflexionarlos y sin distanciamiento critico. Y esto es lo que sucede generalmente en cuanto al contenido moral de las actividades cotidianas. La interiorizacién de las exigencias socio-comunitarias .hace que Ja obligacién se transforme en deber. Sin descender a los particulares, destacaremos solamente cémo tal proceso se desa- rrolla de un modo diferente segtin se trate de una vida basada en la particularidad o en Ja individualidad. Como hemos dicho, es tipico de Ia vida orientada sobre la particularidad que el par- ticular o reprime simplemente sus necesidades particulares o las canaliza hacia zonas no prohibidas. La individualidad, por el con- trario, «se educa», cultiva las cualidades que cree cargadas de va- lor y se distancia de las otras. En ella.la «sabiduria» moral esta mas desarrollada, aplica —precisamente a causa de esta sabidu- rfa— a los casos particulares los sistemas de exigencias de un modo mas eldstico, elige con mds resolucién entre los diverses valores y las diversas exigencias y tiende con mayer decisién a elaborar una jerarquia de valores propia. Una excepcién puede estar representada precisamente por el moralista, que cs sin duda una individualidad; si bien se basa en la moralidad, puede contva- ponerse a la sabiduria, al igual ~aunque de otra manera— que el hombre particular que basa su actitud en la costumbre. Dado que la moralidad significa interiorizacién de las exigen- cias genérico-sociales y dado que contiene un momento normativo, es decir, el momento de la «adecuacién» a las exigencias interio- rizadas, de ello se desprende que una de sus categorias centrales es ja consciencia. Darwin sostiene que en las comunidades pri- mitivas, donde no hay una relacién individual con las exigencias generales, donde por ello operan sistemas de exigencias que re- gulan hasta las situaciones particulares, no existen los remordi mientos de conciencia, sino simplemente el sentido de la ver- giienza. La conscienc/a sdlo es necesaria cuando el particular puc- de ser trasplantado a un ambiente distinto, a otro sistema de exir gencias sociales y esta obligado a tener fe en las viejas exigen Cias, interiorizadas por él y que se han convertido en cosa suya. Cuando esto se ha verificado, el ambiente extraio refuerza el momento de la consciencia (como narra Thomas Mann en Ia his- toria de José y de la mujer de Putifar). 144 ) A _la consciencia es, para simplificar, la comparsa de las exigen- cias genéricas en el sujeto No es el «sentido moral, m tiene una relacion necesaria con la espontaneidad. Y no es ni siquiera casual que el concepto de consciencia en numerosas lenguas est al saber (véase, por ejemplo, el latin conscientia, Soenel alow Gewissen ligado a wissen: esabers). La consciencia solo puede funcionar cuando se conocen el bien y el mal; en ella se hace ex- Plicito el saber concerniente a ambas cosas (naturalmente slo el saber referido a un bien y a un mal concretos) y en efecto Adam Smith la definio como un «juez imparcial». Imparcial quiere de cir en princer lugar que no toma partido por la particularidad, pero puede significar también que no toma posicion ni siquiera por los sistemas de exigencias que se alejan del sistema interio- rizado por el particular, que le son extvafios. Normas abstractas y concretas Las exigencias genérico-sociales se presentar al particular en dos planos distintos: en el plano de las normas abstractas y en el de las normas concretas. Simplificando se podna decir que la norma abstracta representa siempre la genericidad universal, y la norma concreta los sistemas determinados de exigencias sociales. Las normas abstractas fijan bajo la forma de prescripciones los continuos logros del desarrollo de valor humano; su vealidez uni- versal no estriba en la universalidad de los enunciados, sino en la de los contenidos. Lo cual no significa, sin embargo, que las Prescripciones fijaclas en las normas abstractas sean necesaria- mente imperecederas, que deban tener validez eterna. Se pueden hallar expresiones e incluso exigencias que han sido indispensa- bles para desarrollar determinados valores en el curso de un largo periodo —por ejemplo, en el curso de toda la prehistoria—, pero que perderian su validez en la «verdadera historia» (pode- mos decir que sin el «No robar» no seria posible ningun tipo de convivencia social y ello hasta que no haya sido superada positivamente la propiedad privada, lo que constituye todavia una perspectiva muy lejana). Las normas abstractas no surgen como tales; también ellas se presentan en el teatro de la histo- ria como exigencias concretas de una determinada sociedad al igual que las ncrmas concretas. Su cardcter abstracto emerge de su continuidad y estabilidad; a menudo s6lo en un segundo tiem- po resulta claro qué normas corresponden a la tendencia de de- sarrollo del género humano y cudles estan ligadas a una época, es decir, tienen una validez parcial. Como hemos dicho, los hombres se apropian simultaneameute de los dos tipos de normas: es decir, tanto de las prescripciones «Sé honesto» o «Sé valiente» en su abstraccién, comu de las nume- rosas exigencias concretas que se refieren al como ser honestos 145 ree 14410 €0€C€CCCCHEE “ecooeee" COCO erert © valientes. Precisamente es caracteristicu de a vida cotidiana que los hombres no tomen consciencia de la diversidad o incluso funtradiccion eutre normas concretas y abstractas, se apropian de jas ucrmas abstractas solo porque y en ja medida en que estas torman parte det sistema norimativu concreto, Por consiguente, {a (vida cotidiana es el ambito de valider de las normas con- as. £1 sistema vormativo concreto no es mas gue un sistema de usos que asuine irente al particular (0 pucde asumir) la torma de uua prescrpeion, La palabra alemana Sitte («usanza», pero tambica «moraly) expresa muy bien esta peculiaridad; utiliza- remos precisamente el concepto de «usanza» para designar el sistema de usos morales, Por el contrariv, el sistema normativo abstructo no es un sistema de usus; éste bipoteuza valores que se Manilicstan mas bien en Jos usos particulares, pero que lus usos y costumbres nv agotan, La prescripcion «Sé honesto» no puede ser expresada totalmente por ningun sistema de costumbres par- ticular, en el cual se relleja solamente la valoracion concreta de la honestidad cn el seno de uua sociedad concreta, «No ma- tar» es una de las nurmas abstractas mas conocidas; sin embar- BO, NO existe un sistema de sus sociales que en realidad la agote y ja ponga en practica totalmente. En el sistema de exigencias de cada sociedad (estrato) hay prescripciones por las cuales se debe matar, El duclo, en un cierto sistema moral concteto, es un deber; la vengenza constituye una cuestion de honor; el enemigo en cl campo ue batalla debe ser muerto. Entre normas abstractas y coneretas pueden existir incluso antagonisinos insuperables; asi algunas exigencias gencricas en las sociedades de clase no son respetadas por ningun estrato, clase o sociedad; existe incluso una exigencia precisa (derivada de la costumbre) de no respetar- las. De ahora en adelante denominaremos, por consiguicnte, mo- ral abstracta al sistema de normas abstractus que, como hemos visto, son portadoras de los valores gencrico-universales surgidos en el curso del desarrollo del género humano, El contraste entre la usanza y la moral abstracta expresa, por lo tanto, en el plano de la ética, fa discrepancia entre el desa- rrollo de las particulares sociedades de clase y de las clases con- cretas, por un lado, y los valores genérico-universales o al menos validos por un largo periodo, por otro. Hemos escrito que en Ja vida cotidiana el hombre no se da cuenta de aquella discrepancia. La elevacién por encima de la vida cotidiana esta caracterizada, desde el punto de vista ético, en primer lugar precisamente por el hecho de que el particular advierie tal-escisiGn, Este se da cuenta que cuanto él Hamaba «honestidad», cuanto ha aprendido a creer que cra «honesto», no es obligatoriamente idéntico a la «honestidad» como fal, se apercibe también de que cl duelo viola el «No maar. PSue a embargo, esto no significa (salvo en casos cxcepcional les) q 146 Particular se adecue a las exigencias absiractas de la moral abs- tracta contra la moral a la que esta habituadu. Mas bien tal con- traste pucde ser uno de los medios para revhazar un determinado sistema de usanzas y adherirse a otro 0 aceptar el primero cuns- Cientemente, para reconocer la relatividad de las custumbres, su caducidad y orientarse hacia nuevos sistemas. Con ia adhesion consciente a tal modo de ver y a las consecuencias relativas, le Moral se convierte una vez ms en parte organica de la vida coli- diana, pero de la vida cotidiana de un individuo La aitenacién de la moral El hecho de que la moral abstracta aparezca como realizable solo en parte o «absolutamente irrealizable» sin mAs, que no Pueda coincidir totalmente con ninguna usanza concreta, es una munifestacion de la alienacién de la moral. Bsta se revela no en uno u otro «aspecto» moral, sino en la estructura moral misma de las sociedades de clase en general. En efecto, ¢qué implica la divergencia entre sistemas norma- tivos concretos y abstractos? Ante todo, que el desarrollo genéri- co de los valores debe quedar fijado en lus sistemas de exigencia mas gencrales, mas abstractos, y debe tener el sello de la irrealiza- bilidad. Los valores mas universales de la humanidad se presentan en la moral abstracta como exigencias, pero exigencias que se hallan en contraposicién con la vida concreta, con las posibilida- des de vida de! hombre, que no son aplicables o lo son solamente en parte. Pero esto no significa que Ja moral abstracta sea «ele bien no traducible en realidad en el mundo donde reina «el» mal. A menudy, la afirmacioén de la moral abstracta en el mundo exis- tente es colindante con la inhumanidad. ¢Quién tendria el valor de decir a un hainbriento que se encontrase en el almacén de un rico que no debe robar? ¢Quién tendria el atrevimiento de pro- hibir a Hamlet matar al usurpador? Las exigencias abstractas de la moral abstracta, es decir, las exigencias generico-abstractas, no tienen en cuenta al hombre concreto que vive en medio de relaciones y posibilidades concretas, ni pueden tenerlo en cuenta; tales exigencias son como una espada que pende sobre la ca- beza de los mortales. Pero precisamente por *sto: jay de aquellos que quieren realmente traducir a la practica estas exigenciast Ante todo, estan condenados a muerte, en cuanto no pueden ni moverse en su ambiente, ni moverlo. En segundo lugar colocan la particularidad en una situacién espantosa —e incluso la ine dividualidad— que a fin de cuentas se nutre de la interaccién con el sistema normativo concreto, Hay que afadir ademas que no es posible eaplicary el sistema normativo abstracto por st solo; normalmente se intenta realizar una norma abstracta identificdn- dola con una determinada exigencia moral concreta. M7 ny een Pero ¢s6lo el sistema normativo abstracto es alienado? En realidad la alienacion de la moral abstracta no hace ff flejar, expresar la alienacion de i vos conte de las coca jos Sistemas normatives concretos, unitarie (ante es. § decir, las sociedades no tienen una usanza untaria (un isteina de usos relativamente unitario solo aparece cuando una comunic id ha integrauo un deterininade estrato). La ura conjunta le las costumbres de las sociedades ae clase es en gran parte la articulacién de los intereses de una clase (estrato) determinada, 0 to que es lo mismo, de las necesidades de la integracion determinada. Y ya esto, es decir, el cardcler de clase o de estrato del conjunto de los sistemas de costumbres, es un fendmeno de alienacion, Estos sistemas contienen exigen- cias de nivel y contenido radicalmente distintos, Algunos de ellos, basandose en las determinadas posibilidades de aquella clase 0 estrato, son portadores de valores mas o menos genéricos 0 real- mente genéricos; otros son casuales y expresan exslusivamente los intereses mas concretos de determinada clase 0 estrato; otros usos atin no son portadores de ningun valor y el respetarlos o re- Pudiarlos solo se convierte en un problema moral cuando Ia rela- cin individual con ellos es mas o menos importante para la clase © estrato determinado. Algunos valores esenciales para el desa- rrollo de la humanidad son conducidos a un cierto nivel mediante exigencias que son indiferentes o incluso opuestas al desarrollo moral. En el sistema de costumbres de épocas, clases © estratos determinados, las exigencias deshumanizantes pueden incluso ser prevalenies respecto de las exigencias humanizantes o relativa- mente humanizantes. Y todavia mas: es posible que existan también contradicciones en el seno de las costumbres de ciertos estratos, El particular puede encontrarse frente a exigencias de diverso tipo provenientes de la vida publica y de la privada, de Ja vida social y de la de los negocios. Los hombres de las sociedades de clase viven en sina jungla de prescripciones, exigencias y advertencias. Marx, en los Manuscritos econdmicos y filosdficos, escribe: «La moral de la Economia Politica es el lucro, el trabajo y el ahorro, la sobrie- pero la Economia Politica me promete satisfacer mis ne- cesidades. La Economia Politica de Ja moral es la riqueza con buena conciencia, con virtud, etc. Pero ¢cémo puedo ser virtuoso si no soy? ¢Como puedo tener buena conciencia si no tengo con- ciencia de nada? El hecho de que cada esfera me mida con una medida distinta y opuesta a las demas, con una medida la moral, con otra distinta la Economia Politica, se basa en la esencia de la enajenacion, porque cada una de estas esferas es una determina- da enajenacién del hombre y contempla un determinado circulo de la actividad esenciai enajenada; cada una de ellas se relaciona de forma enajenada con la otra enajenacién [...] por lo demas, tam- bién la oposicién entre Economia Politica y moral es sélo una 148 —s apariencia y no tal oposicién. La Economia Politica se limita a expresar a su manera las leyes morales »” teak este Parafo, Marx sé ocupa en primer lugar de la anti- las contredinnee stracta y costumbre, aunque no la separa de s;Gomtradicciones en el seno de los sistemas de usos, El pl trafo ts interesan '¢ sobre todo para nosotros por lo que afirma pire a te ion reciprocamenie alienada de las esferas y sobre i que en ultima instancia estas esferas estan unidas. Co- mo dijimos, la relacion alienada se expresa en el hecho de que Jas Personas normalmente ni siquiera notan. no se ‘dan cuenta de interiorizar sistemas de valores radicalmente distintos, los cuales coexisten después en la particularidad en la mas perfecta armonia. E] hombre particular no elije conscientemente entre di- versos valores, en el mejor de los casos «se las arregla» entre ellos. Pero esta coexistencia no sdlo indica su reciproca aliena- cin, sino tambien su unidaJ. Cuando se respetan los sistemas de costumbres, se respeta también la moral abstracta, as{ como esta ultima a su vez prevé el conocimiento y el reconocimiento del mundo normativo concreto. En la época de las sociedades de clase la represién o la canalizacién de las motivaciones particulares sdlo es posible por esta via. Con mayor precision: en una comunidad natural y rigida, mientras tiene lugar el sometimiento de la particularidad a las exigencias sociales. las normas abstractas y concretas apenas di- vergen, y las normas abstractas casi no estén codificadas. La primera y clasica aparicién de las normas abstractas tiene lugar en los momentos en los que deben ser integradas comunidades poco compactas, operacién para Ja cual no es suficiente la norma de la costumbre (piénsese en la funcién de los Diez Mandamien- tos en la historia del pueblo judio). Cuanto en mayor mediaa Jas comunidades estan formadas por hombres particulares. se ha- cen tanto mds necesarias las normas abstractas (mistificadas como precepto divino) para conseguir que los particulares sometan sus aspiraciones particulares al sistema de exigencias. El pre- cepto de servir al propio sefior v las costumbres conexas eran aceptables para el siervo de la gleba en e! Medioevo wnicamente en cuanto derivaban de los imperativos morales absolutos de la norma abstracta, en cuanto estaban relacionados con ella. Y ésta es una raz6n no secundaria de la enorme importancia del cristia nismo para 1a estabilizacién de las relaciones feudales. Del mis- mo modo, més tarde, el trabajo cotidiano diligente v el enrique cimiento material se convierten para el protestantismo en pres- crincinnes genéricas abstractas que son presentadas como divinas. Pero de este modo las normas abstractas v Jas concretas (las dis tintas exigencias de los usos) revelan simplemente su fundamental tnided en la reeutacién de la vida de los hombres. 2. K. Manx, Manuseritos: economia y filosofia, op cit.. pp. 61-162 339 CoOeCeeeeeeeeeoee “penne e- © © © © © © oe _ Lo que la alienacin de la moral ha significado para los par. ticulares, lo vimos va. El hombre particular que se encuentra en antagonismo con las exigencias antagénicas, pero reciprocamente Presuptestas, de la moral abstracta y de la usanza, esté él mismo alienado, Se halla frente a un complicado sistema de exigen- cias, algunas de las cuales son contradictorias, que exige de él el sometimiento de su particularidad a las diversas costumbres y not- mas. Pero esto es imposible, al menos completamente: por lo tan. to, el hombre particular prefiere «arreglarselas» en la vida. Res- Peta las normas que son necesarias para su autoconservacién, y sélo con este fin reprime o canaliza en otras direcciones sus mo- tivaciones particulares. En la medida en que ello no obstaculiza su supervivencia en un determinado ambiente, tiene también en cuenta otras exigencias. Se deja guiar por ellas en mayor o me- nor medida, pero con moderacién. El limite de tal moderacién, en el caso del hombre particular, es a la postre la opinién publi- ca. El individuo, por el contrario, no se las arregla, sino que se mueve sobre la base del saber moral, por lo que la opinién publi- ca no constituye para ¢i el mite extremo, Puede incluso con- traponerse a motivaciones que son para ésta «invisibles», es de- cir, purgadas, como también —en casos extremos— aprobar pro- pésitos y acciones que la opinién publica condena. Sin embargo, debe observarse que la moral abstracta y la costumbre no son contrapuestas solamente al punto de vista y a las motivaciones particulares; muy a menudo obstaculizan tam- bién las caracteristicas particulares, en lugar de permitir que sean cultivadas. Mediante generales y «densos» sistemas de exigen- cias impiden que el hombre se desarrolle hasta la individualidad; a menudo impiden et paso a valores y sentimientos genéricos. Los dioses tienen sed de sangre y sudor. Y la tendran mientras el hombre sdlo se encuentre frente a la moral abstracta y la cos- tumbre. . Por todo ello, hemos descritu con tonos oscuros la moral alie- nada, la moral enajenada en moral abstracta y costumbre. Sin embareo, la alienacién no es el pecado original, no debe conce- birse como un hecho puramente negativo. En efecto, en las socie- dades de clase sdlo existe esta moral alienada para regular ta particularidud orientada hacia la posesion, la acaparacion, e in: fundirle los deheres genéricos. incluso al precio de destruir valo- res genéricos. La moral, tanto en el sentido de la moral abs- tracta como en el de la costumbre, constituye una potente con. quista de la humanidad, motor y veh{culo del desarrollo de los yee cata rarén. no. son Tas fuerzas humano-sociales més nega- tivas de la historia, de las sociedades de clase, las que cons i de usos concretos (alienados) basdndose en el reco- xe aetnte de la moral abstracta; tales fuerzas, a pesar del amor- davamiento al que someten a los hombres particulares, 0 quizd 150 —<—<—_—— ee eee eanente Por ese motivo. producen siempre valores genérico- que posteriormente se convierten en tesoros inaliens- bles de la humanidad. Las fuerzas sociales m4s nesativas son Por el contrario, Ins que niegan la moral abstracta en nombre de costumbres concretas. aue nieean cualauier validez a los sis- temas de valores abstractos ovoniéndose de este modo conscien- temente al desarrollo de los valores genéricos verificados hasta aauel momento (aunque sea un desarrollo alienado). Son éstas nrecisamente las leyes morales que el fascismo declara «no vé- lidas», Thomas Mann, aludiendo al fascismo escribié: «Yo sé bien, y Dios lo sabe antes aue v9, que sus mandamientos no se ran respetados: y se transeredir4n las palabras siempre y por todas partes. Con todo. al menos cierta frialdad helada en torno al corazén deberd advertir a quienquiera oue viole una de ellas. porque aauéllas estan escritas en su carne v en su sangre v él sabe muy bien que las palabras son validas. Pero maldito sea el hombre que se alce a decir: “Las valabras va no valen.” Mal- dito quien os ensefia: “jAnimo, sed tibres de ellas! Mentid. matad v robad, fornicad, violad, conducid a wuestro padre v madre ante el juez. puesto que esto aerada al hombre, v debéis alabar mi nombre, porque os he anunciado la libertad” [...] Quien asi ha- ble, acaso sea muy fuerte, esté sentado en un trona de oro y considerado el mas sabio, noraue él sabe que !a tendencia del cora- 76n humano es nerversa desde la juventud. Pero eso es lo nico que sabe, v auien sélo esto sabe es necio como la noche. vy seria mejor para él no haber nacido. No sabe nada de aauel pacto en- tre Dios v el hombre aue nadie puede violar, ni el hombre ni Dios. puesto aue es inviolable. La sanere correrd a rios nor su tenebrosa estuvidez. sanere aue hard perder el color a las me- jillas de la humanidad [...1 Y auien mencione su nombre deberd escupir en Jas cuatro direcciones, eniuagarse la boca vy decir: “:Jamds! Que la tierra vuelva a ser la tierra, un valle de miseria, pero no un campo de carrofia.”» La moral de un mundo alienado es siempre alienada, Pero ase desprende de ello aue cada narticular hava estado siempre oblirado a aceptar esta alienaci6n o a aceptarla en el mismo grado? . Esto no serfa cierto ni siauiera si afirmisemos oue ta alie- nacién moral ha sido en cada época det mismo erado v siemore del mismo tipo. Sobre este viltimo punto hav aue observar que la separacién entre moral abstracta v esfera de los usos mora- les, por una parte, v el aislamiento recinroco de las esferas narti- culares de los usos, por otro. no son fendmenos paralelos. El : hombre nace en un mundo en el que la moral de un modo u otro, bajo tal o cual forma. y en distinta medida esta alienada, El hombre debe aceptar este hecho en un sentido determinado: no esté autorizado a juzgar Ia media de los hombres sin tener en cuenta esta alienacién. Hay que notar que se vive y se obra 151 a en un mundo en el cual el ser-asi de la esta alicnada. Hay que reconocer simplemente que en este mun: do los particulares pueden satisfacer a menudo sus propios deseos y necesidades (incluso los deseos humanos y las necesidades hu. manizadas) sélo contraponiéndose a las costumbres de aquella época determinada, y quiza también a su sistema de usos total- mente justificado histéricamente € ineludible; no se puede olvidar que ciertas contradicciones entre la moral abstracta y la cos- tumbre son inevitables, Cuando Jestis impidié la lapidacién de la adultera diciendo «Quien esté libre de pecado que tire la prime- ra piedra, acepté precisamente tal situacion.” Aquellos que al juzgar a los demas no tienen en cuenta esos hechos, aquellos que consideran la morel abstracta como valor exclusivo frente al sistema de las costumbres 0 viceversa, aquellos que contraponen la costumbre o la moral abstracta a los requerimientos de la particularidad, reaccionan de una manera alienada a ta aliena- cién moral. No obstante, sdlo en este sentido debe el particular aceptar Ja alienacién. Por lo demas, siempre es posible en Ja propia con- ducta vital, si no eliminar, si restringir en mayor o menor medida el ambito de Ja alicnacién. Para tal fin, la primera premisa es advertir las contradicciones y reconocerlas como contradiccio- nes. Hay que tender a ordenar Ja vida de tal modo que sea facti- ble buscar constantemente las posibilidades reales de actuar rec- tamente, efectuar la mejor eleccidn en la situacidn y en las cir- cunstancias dadas. Naturalmente tal actitud no alicnada hat la alienacién sélo puede tener lugar en individuos relativamente evolucionados, que han forjado ya su relacién conscierte con la genericidad y con su propia particularidad, que han elaborado ya una relacién distanciada con sus motivaciones particulares asf como con las exigencias sociales (y, obviamente, morales). Lo cual no significa que fodo individuo tenga una actitud no ali nada hacia la alienacién moral (el individuo puede también iden- tificarse con la esfera de la pura moral abstracta y, a partir de aqui, condenar todo tipo de particularidad), sino solamente que una actitud tal pueda tener lugar unicamente en un individuo. moral implica que ésta Moral cotidiana y no cotidiana (ta catarsis) La moral de Ja vida cotidiana es heterogénea como la vida co- tidiana misma. En primer lugar, el mundo en el que nacemos nos presenta innumerables reglas de comportamiento. La simple observancia de estas reglas es una prescripcién que el medio so- cial dirige a cada particular. Las reglas de comportamiento en 21, También el cristianismo Ia acepta formamente con el acto de Ia abso- tucién, 152 la vida cotidiana son concretas, prescriben con tambien el momento de la decisin). En ésta, como en las otras objetivaciones, la homogeneizacion Puede realizarse en planos diversos. Los criterios son los mi:mos: cConcentracion en la tarea, subordinacion (eventualmente parcial © total suspension) de las actividades cotidianas a la tarea. con- centracion de todas las capacidades para elevarse a la generici- dad. Por decirlo en términos de Lukacs, tambien en este casu el shombre enteramente» se convierte en un «hombre entera mente comprometido». Repetimos, la homogeneizacion moral es upica en dos casos: la decision y la asuncion consciente de la responsabilidad, es decir, cuando tomamos decisiones tales que en suesira eleccién se hace posible la generalizacién moral, y cuando sacamos las consecuencias de nuestras acciones a un nivel de generalizacion moral y de consciencia. La diferencia es naturaimente relativa. Toda decision implica que nosotros asumimos la responsabilidad de las consecuencias y, a su vez, la asuncion de la responsabilidad se extiende también a la decision (o bien al rechazo a decidir) de a que tenemos ahora las consecuencias. Por todo ello, en la decision moral que exige la homogeneiza- ion y en la asuncion de la responsabilidad el hombre se eleva totalmente por encima de su cotidianidad; en este sentido no tiene ninguna importancia la esfera de vida en la que esto sucede. Cuando Julieta decide morir antes de casarse con Parida, en ese acto se verilica exactamente la misma homogeneizacion que en Bruto cuando se suicida en Filipo, Llegados a este punto hay que observar que la homogeneizacion moral, es decir, la elevacion por encima del comportamiento cotidiano puede verificarse tam- bién en la esfera de ta vida cotidiana. Ahora debemos sacar las consecuencias del hecho de que la moral no posee una esfera propia, sino que esta presente en cada esfera. Lo cual no significa solamente que la homogeneiza- cion moral pueda verificarse en cada eslera, sino también que posce una peculiaridad propia. Cuando se trata de una esfera homogénea, el proceso de homo- geneizacién dura mientras el particular «se mueves en ella; ape- nas sale de ella, termina tambien la homogeneizacién (es decir, el particuar retorna a la vida cotidiana). Cuando, por el contra- rio, no se trata de una esfera separada, el punto de partida de la homogeneizacién no puede ser la ascension a ella, asi como su contenido no puede ser definide por la «permanencias en la es- fera, Por lo tanto, la homogeneizacién moral, en la forma a través de la cual se definen todos los criterios principales del contenido y de la funcién de este concepto, es siempre momentdnea. «Mo- 187 Mentor, en verdad, es un dato temporal aproximativo que equi- vale a eno corriente», «talto de continuidads. Si, en el momento de tomar una decision, me concentro en la generalidad moral de MI acto, se verifica la homogencizacion sea cual sea el campo en el que tiene lugar tal decision, en Ja Polttica, en ¢l derecho © en Ja vida cotidiana. Cuando la decision esta tomada, yo puedo © no sacar las consecuencias. A veces estoy obligude de hecho @ sacarlas (porque la decision es irreversible), pero desde el punto de vista moral esto no es obligatorio: puedo lamentarme, arre- Pentirme Ce mi decision basada en razones morales e intentar «dar marcha atras», Otras veces no estoy obligado a sacar las consecuencias ni siquiera de hecho (cuando la decision es reversi- ble). A menudo es mis dificil sacar las consecuencias de una de- cision generico-moral que tomarla, No es infrecuente el «arrepen- timiento irregular», cuando el particular, después que se ha verifi- cado la homogeneizacion, después de la suspension de la particu- laridad, es incwpaz de soportar las consecuencias de su decision en Ja cotidianidad o en otras esferas y retorna al estado preceden- te a la decision moral. Pero si mi decision tomada en momentos de homogeneizacion moral o mi asuncién de la responsabilidad son irreversibles no solo objetivamente, sino tambien subjetiva- mente, post festum toda mi vida cambiard. Mi jerarquia de valo- tes se ordenara ahora sobre la base del valor moral descubierto, El instante de homogeneizacion moral que no pierde sucesiva- mente validez, despues del cual no puedo vivir como antes, lo definirernos como catarsis. A pesar de su afinidad, la catarsis del arte es distinta de la catarsis en sentido rigurosamente stico. La catarsis artistica puede cambiar mi vida, pero no obligatoriamente. Asi como las expe- Tiencias interiores que provocan la catarsis son vividas por otros, asi como los conflictos son soportadus por otros (por los perso- najes de la obra de arte), yo puedo vivir junto a ellos esos con- flictus sin que ello implique necesariamente que yo saque sus consecuencias para mi vida. Dado que, por el contrario, la catar- sis ética tiene lugar en mi y conmigo, sdlo puede ser vdlida si sucesivamente, en el «despudss, contintia teniendo resonancia en las esferas mas diversas de mi vida. Hay que afiadir, sin em- bargo, gue Ia catarsis es simplemente la forma mas pura, culmi- nante, de la homogeneizacién moral, pero no la winica. Sobre la homogeneizacién moral hemos hablado solamente de Ja suspension del punto de vista particular y no del contenido de Ja eleccién, Debemos subrayar ahora que la decisién de conte- nido moral para Ja cual es necesaria la homogeneizacion tiene Jugar muy a menudo en el curso de fa superacion de los conflic- tos morales, En cstos conflictos no aparece el simple coutraste entre Jas motivaciones particulares y una cualquier exigencia ge- nérico-universal, sino fa colisién entre valores genéricos diversos, entre nornius diversas vigentes (e interiorizadas por el particular), En estas situaciones el individuo debe generalizar sus propios de Scos en el plano moral (a partir de Ja norma, de las objetivaciones imorales y en su aireccion) y elegir asi uno de los valores en colt tales aerinneant entre ellos una jerarquia. El mis extremo de le valor es el tragico, que conduce a la tragedia cuando el particular lo vive hasta el fondo. Para prevenir malos entendidos, digamos que la catarsis moral no nace obligatoria mente de los contlictos tragicos. Quedan abiertas todavia dos cuestiones (relacionadas), La primera: (no hacemos precisamente subjetiva la diferencia entre moral cotidiana y no cotidiana cuando ponemos la homogenei- zacion a criterio de esta ultima? La segunda: gqué es la generi- cidad hacia la cual se mueve la homogeneizacion, visto que la moral no posee una es(era propia separada? A la primera cuestion hemos respondido ya en el plano gene- ral en el capitulo precedente, pero ahora debemos especificar. Dijimos que 1a homogeneizacion es un criterio objetivo (aunque contiene momentos psicologicos), en cuanto es necesario para la accion social, para la actividad en la objetivacién genérica: es requerida del particular por estas objetivaciones. Ademas la homogeneizacién moral tiene una decisiva funcion ulterior: crea la sunidad moral de las diversas esferas. Como hemos escrito, la aparicion de varias morales cn las distintas esferas constituye un fendmeno de alienacion. Ahora, mediante la homogeneizacién que se verifica en cada esfera sobre la base y bajo la forma de una generalizacién moral, la unidad —de fondo, genérica— de la moral en todas las esferas alienadas se hace exphicita, del mismo modo en que una crisis econdmica hace resaltar con claridad la unidad de la economia capitalista, En efecto, si bien es cierto que la moral no posce una esfera propia, es tambien cierto que existe una objetivizacién moral. Los valores morales, que con- tienen los conceptos morales, las normas abstractas, la valoracion moral de los sentimientos, etc., tienen una vida relativamente au- ténoma bajo la forma de ideologia y regulan las acciones y las motivaciones bajo esta forma. Se podria alirmar que los con- ceptos y las normas morales forman un casiesfera, en cuanto encarnaciones de los valores constituidos en el desarrollo genéri- co-moral. La objetivacién moral es la que hace de motivacién en toda esfera, naturalmente en diversa medida y segun la esfera y la persona, Todo tipo de homogeneizacién posce (0 puede poseer) un contenido, un momento moral, aunque no esté inmediatamente Telacionada con una generalizacién de decisiones morales. No puede existir ninguna actividad politica de relieve, ninguna ob- jetivacién artistica o filosdfica, que no contenga como motivacion y/o contenido el momento de la moral (de la relacién con las ob- jetivaciones morales). Hemos dicho hasta ahora que la exister- cia de morales separadas para cada esfera es un fenomeno de 159 —_— _ alienacién, y ahora podemos ai que precisamente esta exis- , Radir tencia deriv e hablado. a de la universalidad de la moral de que hemos Todo hombre, incluso la od u Persona mis particular, tiene alguna relacion con las objetivaciones morales, que se manifiesta incluso sélo como aceptacién espontanea de las exigencias de los usos de las normas clementales. Precisamente por esto no es excepcio- nal que la forma de racionalizacién de las motivaciones y de los sentimientos particulares mas conocida sea precisamente la racio. nalizacion moral. «He sido bueno’ y los otros, por el contratio, han sido malos conmigo», «Siempre he sido justo con mis subor. dinados», «Siempre he sido leal y honrado; tu, por el contrario eres desleal y deshonesto»: este tipo de racionalizacion egotica es la maxima autoilusién y autoconfirmacién de la particularidad. La relacién distanciada det individuo con la particularidad im: plica también una distancia moral; el individuo moral hace valer tambien la verdad y la justicia frente a si mismo y lucha contra la autoconfirmacién moral. LA RELIGION La comunidad ideal La religién es una comunidad ideal, donde el acento recae sobre ambos términos de la expresién. Es una comunidad en cuanto integra, posee, una ordenacién unitaria de valores y pro- duce una «consciencia del nosotros». Es ideal en el sentido doble del término: por un lado puede existir a «contrapelo» respecto de la estructura comunitaria real de una sociedad determinada, esta en condiciones de integrar comunidades surgidas sobre bases materiales y sociales completamente diversas, 0 sea, integracio nes (clases, capas, naciones) heterogéneas; por otro, ejerce su funcién comunitaria mediante su cardcter «ideal», 0 lo que es lo mismo, ideoldgico.” Esta ideologia se expresa necesariamente me- diante las reglas de los usos que ordenan en mayor 0 menor medida la vida y el comportamiento de los hombres, pero no se convierte obligatoriamente en una institucién. La relacién rec{proca entre comunidad real ¢ ideal se confi- 23, No estamos de acuerdo con Bmile Durkheiny cuando remite todas las caracter(sticas de la religion a las religiones primitivas. Durkheim se basa en Tos ritos totémicos australianos para sacar de ellos consecuencias generates para todas las religiones Pero nosotros, tambidn en esta cuestion, preferimos ate. hemos al razonamiento de Marx, segin el cual la anatomfa del hombre nos a la clave para entender Ia anatomia del mono, y, por. tanto, basamos nuestra concepcién de ta religidn en las religiones més evolucionadas (en primer gar en el cristianismo). 160 gare ee on modo dlistinto ‘segun las sociedades y las religione> fe coment aes Primi vas a menudo coinciden; en otros casos presenta ta turma en la que se expresa la antegracion nacional (judaismo); en otrus consutuye el soporte de 1a comunidad cultural de varios Estados (Grecia) o bien re fuerza una con respecto u otra de las antegraciones existentes en el seno de esta comunidad cuitural (especindad de algunas Teligiones en la polis); pero tambien puede ser la organuacion integradora-ideologica de la lucha contra la estatahaad vigente (cristiafismo primitivo). La relacion de una misma comumdad ideal con las otras integraciones puede cambiar notablemente en ei curso de Ja historia (judaismo, cristianismo) Tenemos que hablar todavia de la funcion comunitaria de la religion. Por el momento observemos solamente que satisface siempre de este modo una necesidad social. La «comunidad ideal» existe, y bajo una forma concreta, porque juega un papel deter- minado en la reproduccién ~social y economica— de la sociedad en cuestion. Por lo tanto no es posibie cumportarse con la religion al modo de los ilustrados del siglo xvill; y ni siquiera es posible resolver los problemas de la religion simplemente mediante la critica filosofica (aunque ésta sirva para aciarar el valor o la carencia de valor de las ideas religiosas). El pensamiento reli- gioso nunca posee un valor en si, como por el contrario lo tiene el pensamiento filosofico: por lo tanto no es posible analizarlo en si, sino solamente en cuanto fundamento y factor vital de comuni- dades ideales. Pero naturalmente no queremos negar que pueda llegar a ser la tuente de un pensamiento filosofico con valor au- tonomo (desde la religion del antiguo Egipto hasta la teologia cris- tiana). Sin embargo, también en el interior de tal funcion es necesano analizar las representaciones religiosas, pues son ellas —las re- presentaciones del mundo, del hombre, de Dios, del alma, etcé tera— las que forman el nucleo ideologico de Ja comunidad ideo- logica, es decir, que la «consolida». Tratandose de representaciones colectivas de la comunidad —y por afiadidura en general coheren- tes— y dado que la relacién con ellas es el elemento que caracte- riza la pertenencia a la comunidad, indicaremos las representa: ciones que forman la ideologia religiosa como «representaciones colectivas». Las representaciones colectivas La religion es una representacién colectiva basada en la depen- dencia del hombre (de la humanidad) de lo trascendente. Por 24, Obviamente toda integracion ¢s al mismo tiempo —vista desde un unidad social distinta— una desintegracion. 161 inhuitamente variadas que sean, por radicalmente distintas que aparezcan sus tendencias mas importantes, ese momento esta siempre presente. Por esta razén la religion ha surgido cuando In dependencia C 1 «mas alla» ha asumido la forma de conscien- cia de la sumisién al «mas alld» (mitificacion de la naturaleza como «objeto» contrapuesto al hombre), y por ello existira mien- tras exista tal dependencia (en adelante bajo la forma de aliena- cion social). En los Manuscritos econdmicos y filosoficos, Marx escribe: «Un ser solo se considera independiente en cuanto es duefio de si y sélo es dueio de si en cuanto se debe a si mismo su exissencia. Un hombre que vive por gracia de otro se consi- dera a si mismo un ser dependiente. Vivo, sin embargo, total- mente por gracia de otro cuando le debo no sdlo el manteni- miento de mi vida, sino que él ademas ha creado mi vida, es Ja fuente de mi vida; y mi vida tiene necesariamente fuera de ella el fundaniento cuando no es mi propia creacién. La creacion es, por ello, una representacion muy dificilmente eliminable de la conciencia del pueblo. El ser por si mismo de la naturaleza y del hombre Je resulta inconcebible porque contradice todos Jos he- chos tangibles de la vida practica.»¥ Y también: «Sin embargo, como para el hombre socialista toda la Namada historia univer- sal no es otra cosa que la produccién del hombre por el trabajo humano, e} devenir de la naturaleza para el hombre tiene asi la prueba evidente, irrefutable, de su nacimiento de si mismo, de su proceso de originacién, Al haberse hecho evidente de una manera practica y sensible la esencialidad del hombre en Ja na- turaleza; al haberse evidenciado, prdctica y sensiblemente, el hombre para el hombre como existencia de la naturaleza y la naturaleza para el hombre como existencia del hombre, se ha hecho practicamente imposible la pregunta por un ser extratio, por un ser situado por encima de la naturaleza y del hombre (una pregunta que encicrra el reconocimiento de la no esenciali- dad de Ja naturaleza y del hombre).»* La religién es, por consiguiente, un fendmeno de alienacién, pero secuindario: es una consecuencia, una proyeccién ideolégica de la alienacion social, La forma mas corriente de esta alienacion es la idea de la dependencia de lo trascendente. Pero tal ideologia de la dependencia tiene evidentemente muchisimos contenidos con- cretos, distintos seguin las religiones. El mito de la creacién es. solamente una de las formas fenoménicas, caracteristica de las religiones «lineales», Enumeraremos ahora algunas de aquellas representaciones de la dependencia. ; , 1, La ordenacion social es una creacién de potencias tras- cendentes, 0 bien ésta es tal como es porque las Potencias trascendentes asi lo han querido o permitido. Max Weber enu- 28. K. MARX, Manuscritos: economia y filosofla, cit., p. 154. 26, Id.. p. 155. 162 mera infinitas variantes de esta idea: el mundo es bueno porque Dios lo ha hecho asi; las capas encarnan la justicia (el brahama- nismo aflade: son los meritos conseguidos en la vida precedente los que hacen que se nazca en esta 0 aquella casta). O bien: el mundo es horroroso, terrible, y constituye el castigo de Dios por los pecados cometidos (por la humanidad .» por nuestro pueblo). Una variante de esta ultima posicién: el nsundo es malo porque Dios quiere ponernos a prueba. 2 Nuestras acciones estan dirigidas, encaminadas o influen- ‘fadas por potencias trascendentes. También en este caso hay algunas variantes (de Marx Weber): todo sucede por voluntad de Divs (de los dioses), consecuentemente en nuestras acciones so- mos guiados por la mano de lo trascendente. Actuamos libre. mente pero dentro del ambito de posibilidades establecidas en la trascendencia; somos libres, pero las potencias divinas obs- taculizan nuestras acciones, intervienen, pueden transformarlas en su contrario, etcétera. 3. El sistema de valores nos viene dado por potencias tras- cendentes. Son ellas las que han establecido nuestros principios morales, el bien, lo que se debe hacer. Por lo tanto, violar estos principios es pecado. Los dioses premian y castigan nuestras acciones. El premio supremo es la vida en el mas alla, la reden- cién, la salvacion (personal o colectiva). Estas tres representaciones tipicas de la dependencia son uni- versales, es decir, se refieren a todas las acciones del hombre, y por lo tanto pueden constituir sus motivaciones. De modo que las representaciones colectivas religiosas —asi como la ontologia y la ética mediadas por ellas— impregnan todo el comportamien- to de los individuos medios de las sociedades de clase” desde la vida cotidiana hasta los modos de comportamiento directamente condicionados por la genericidad. En las acciones directamente genéricas la ideologia religiosa y sus motivaciones hacen la fun- cién de ideologias y motivaciones de las acciones consciente- mente genéricas; en Ja vida cotidiana, por el contrario —al menos en la media de los casos— cumplen la funcion de ideologias y motivaciones particulares. Los primeros cristianos, que morian por su fe en los circos romanos, los puritanos, que luchaban fanaticamente contra las tentativas de restauracion de los Estuar- do, cumplian sin duda acciones conscientemente genéricas moti- vadas, precisamente, por sus representaciones religiosas; los cam- pesinos medievales, que acogian el cristianismo como una cosa sfija» y obvia, que rezaban y trabajaban adaptandose a la reli- gidn como a un simple hecho, insertaban estas representaciones colectivas en su particularidad cotidiana. La religion moderna (al 27. Bn ese nivel de generalidad esto ya no es valido para los miembros particulares de la sociedad burguesa. No podemos detenernos aqui en las ra- zones. 163 menos en Europa) se ha convert! Ctonal y solo en casos especiticus cxcepciunales cumple la funcion de motivadora de acciones gencricas (como ep algunos sacerdotes antilascistas en su resistencia contra Hitler), Si bien es indudable que una re} Puede ser la tuerza motriz de acci hay que ana ido en gran medida en conven. Presentacion colectiva religiosa jones conscientemente genericas, q que fa religion siempre, incluso en este caso, conserva ld purticularidad. Lo cual sucede especialmente en las religiones mundiales, de modo que puede generalizarse legitima- mente. La sreligion de la reciprocidad», como escribe Max Weber, Promete una compensacién a las acciones importantes que supe- ran la particularidad inmediata: la redencion, la salvacién en el mas alld, o bien la felicidad terrena, gran consideracion para quien Heve a cabo estos actos e incluso para sus descendientes (el Dios de Jos hebreos promete gracia hasta la milésima generacion @ los que vivan segun sus mafdamientos). La abnegacion, la superacion de Ja particularidad inmediata, por lo tanto, en el caso de acciones genéricas con motivaci6n religiosa va a la par con la esperanza de una satisfaccién mds completa, mds auténtica, de las necesidades particulares. Sin embargo, no es solamente la reciprocidad la que da impulso:a esta particularidad —secun- daria— sino también Ia idea de eleccién. La actividad genérica estimulada por la religion aparece siempre acompajiada por la fe, la fe en potencias trascendentes que exigen determinada accién y que para ello han selegido» precisamente a aquella determinada persona, La consciencia que hace decir «Yo soy el elegido», «El Sefor me ha asignado esta tarea», es una consciencia que a su vez se basa en la particularidad. Kierkegaard, analizando el sacrificio de Abraham, describe con mucha agudeza este sentimiento de eleccion. Por otra parte, en las acciones conscientemente genéricas a motivacion religiosa sélo en casos excepcionales es primaria y dominante. En la historia de la humanidad prevalecen los actos cuya motivacion primaria es politico-social, mientras que la moti- vacion religiosa, swbordinada a la primera, tiene una participacién de segundo o tercer grado. Quiero liberar a mi patria y por ello rezo a Dios para que me ayude, etcétera. A menudo la motivacion religiosa es también secundaria cuando el protagonista de 1a ac- cién se considera un elegido de Dios (caso de Juana de Arco). En la motivacién fundada sobre la representacién colectiva re- ligiosa se hace pryplen tics la superacion de la particularidad y no solamente el bensamiento de a compensacién y de la reck procidad 0 el sentido de Ia eleccién, sino tambien el hecho de que Ia motivacion religiosa en la media de la sociedad representa un obstdculo para el desarrollo de la individuatidad, aunque natural mente no en la misma medida en las distintas religiones. El indi- viduo esta caracterizado por una cierta distancia frente a an propia particularidad y asi como frente a la «consciertia del 164 ee - nosotros». Las religiones no admiten por principio ninguna usta cia frente a las determinadas representaciones colectivas —acep- tadas—, en cuanto se basan en la ley y por lo tanto en lo absoluto La relacién individual con la religion, en consecuencia. solo pue- de surgir en la media social cuando una determinada religin o un modo de entenderla se encuentra ya en estado de disolucion, o sea. cuando —correlativamente— esd surgiendo una nueva religion. Asi pues, por ejemplo, Ja religion del Renacimiento conoce una infinita variedad de interpretaciones individuales. De ahi la ten- dencia —al menos en el caso de las grandes religiones mundiales— por la cual son precisamente las herejias las que favorecen el desarrollo de la individualidad; el sentimiento religioso de los primeros herejes, de aquellas personas que desarrollan conscien- temente la herejia en una ideologia, es siempre fuertemente indi- vidual. Apenas las herejias se convierten en corrientes 0 tenden- cias religiosas mds 0 menos codificadas, se va restringiendo cada vez més la posibilidad de que se forme una actitud individual. La relacién no distanciada con la «consciencia del nosotros, la actitud fideista incondicionada, en et caso de las religiones, da notable impulso al fenémeno que ya hemos descrito e indicado como prolongacién de la particularidad en la «consciencia del nosotros», La identificacién incondicionada con la «consciencia del nosotros» (sobre una base fideista) produce las mas diversas formas de fanatismo y éste a su vez engrosa la particularidad. En Jas luchas Nevadas a cabo en nombre de la «consciencia del noso- tros» se apagan el odio personal, la represalia, la venganza, y las formas mas diversas de agresividad. (Naturalmente esto no sdlo es valido para las religiones, sino también para todas las repre: sentaciones colectivas conectadas o que al menos pusden conec- tarse con una fe; y por lo tanto es igualmente valido para el nacionalismo.) Es especifico de la retigion que la identificacion con la «consciencia del nosotros» puede conducir no solamente a un comportamiento fanatico, sino también a la pasividad fatalista, al quietismo, a la aceptacién consciente de la plena sujecién a la particularidad. Religin y alienacién Como hemos visto, es idea comin de las religiones la depen- dencia del hombre de lo trascendente, y en este sentido la religion constituye el reflejo ideoldgico de Ia alienacién del eénero humano. Sin embarfo, en algunas religiones se tiende a presentar el ser humano —aunque a través de la mediacion de lo trascendente— como ser himano. Sobre todo por esta razon las divinidades aparecen a menudo bajo forma humana, asumen una figura hu- mana, recorren la pasion de la humanidad. Este tiltimo momento es particularmente importante, porque AGS waewosd “eo ow ey eee ow o o:? s s © 8 ao 88 G88 @: un Dios que asuma simplemente Ia figura del hombre no expresa atin el ser humano como ser humano. No existe ninguna religién que sepa representarse su propia divinidad bajo una forma que no sea la forma humana, o sea, con pasiones humanas, y as{ proyec- sea la forma humana, o sea, con pasiones humanas, y asf proyec- tadas en ella su reaccién y perspectiva, sus capacidades son «pro- longadas», universalizadas en la divinidad (como libertad, omni- potencia). Y finalmente también son transferidas sobre ella las aspiraciones particulares (celos, venganza). Pero dado que hoy continua siendo vdlido lo que Feuerbach escribié sobre este tema, podemos ahorrarnos profundizar en la cuestién. Sin embargo, aunque no hablemos de la proyeccién de las cualidades humanas en Ia divinidad, nos detendremos un mo- mento en el deseo de que aquel dios comparta la suerte terrena del hombre. En la religién greco-romana este deseo se manifiesta en el hecho de que pueden llegar a ser dioses hombres (héroes) que representan las aspiraciones del género humano hasta tal pun- to que lo merecen(Hércules),o bien en el hecho de que ya en el mito atico clasico son introducidos dioses a los cuales, después de actos heroicos ert favor de la humanidad, es atribuido —de un modo estilizado— el destino del hombre (Prometeo). En el bu- dismo Ia leyenda de Buda que vaga sobre la tierra posee este significado. Pero tal aspiracién se expresa del modo més claro en el cristianismo mediante Ia persona de Jesuis. No podemos estar de acuerdo con Max Weber para quien el Dios hecho hombre sirve unicamente para la satisfaccién de la necesidad de apagar la fantasia popular. Sobre este fin estaria basada la leyenda de un dios que fuese humano en todo (inch so en su particularidad) aunque no comparta en nada el destino del hombre. El acento recaerfa aqu{ mds bien en las acciones ex- traordinarias, en las liberaciones maravillosas, en las posibilidades sobrehumanas. Por el contrario, para divinidades del tipo de Prometeo o Jestis Ja fantasfa popular no es una explicacién sufi- ciente, En este caso tenemos —a mi juicio— la necesidad de que Ja leyenda disuelva la alienacidn y que la «redencién» de la huma- nidad aparezca como obra humana. Y dado que el pensamiento no llega a més, ello aparece proyectado en la espiritualidad como mivo de la unidad entre lo humano v lo divino, como mito de un dios portador de la genericidad de! hombre. ; El ejemplo mas bello y duradero lo tenemos precisamente en la figura dle Jestis. La imagen de Jesus que nos proporciona el cristianismo —en su forma clara— representa el individuo ge- nérico. Bl es un individuo que lleva en sf y encarna la esencia det género humano, Por esta razbn su fuerza de atraccién supera am- pliamente el cfrcuto de los «creventes». Su figura la debemos a Ja religion, pero el radio de accién de su personalidad va mucho mas allé de la religién. . Jestis es, pcr consiguiente, un individuo. Pero una divinidad no 166 ed | Puede ser bn individuo que se distancia de su propia particula- . esuelve el problema actuando de tal modo que sea él el representante de la genericidad pura: Jesus no tiene particularidad. Lo que no es en absoluto «naturale, He. mos puesto ya de relieve cémo los dioses hechos a imagen del hombre en general son muy particulares: vengativos, envidiosos, etcétera. El dios de los judios se autodefine como celoso: La- tona hace matar a los hijos de Niobe por envidia, En Jestis, por el contrario, no hay ningtin rasgo de envidia. celos o vengati- vidad. Al mismo tiempo, él —como representante de la gene ricidad, como chijo del hombre»— es netamente individual. In dividual y personal es su actitud hacia las leyes y los usos de su tiempo; aplica de un modo individual las leyes morales y di- vinas entonces en vigor (véase las historias de la adultera, del joven rico, de Ja pecadora arrepentida). Finalmente, también su muerte es individual, es su muerte, parte integrante de su destino. Por otra parte, la genericidad individualizada lo convierte en una fuente inagotable de obras de arte. : E} mito de Jestis no podia evitar evidentemente que el cris- tianismo se convirtiese en el representante tipivo de {a alienacién religiosa. Pero hizo surgir la paradoja a consecuencia de la cual el cristianismo como religién codificada ha estado siempre en conflicto Jatente con el mito originario de Jestis. (Lo clarifica muy bien Dostoyevski en la historia del Gran Inquisidor.) La ca. pacidad de renovacién del cristianismo en las mutables situacio- nes sociales y en las luchas de clases se deriva en gran medida del hecho de que las nuevas corrientes han podido siempre «re- tornar» a la leyenda originaria para confrontar a Jesus con el cristianismo vigente de hecho. En el plano del pensamiento (pero no en el artistico) el mito de Jestis fue superado cuando Ia filo- sofia (en el Renacimiento, pero de una forma radical sdlo en el marxismo) empezé a dominar los problemas universales de la ge- neticidad del hombre asi como ensayar las primeras tentativas por desarrollar la idea segtin la cual el hombre se crea a si mismo. La relacion de 1a religién con las objetivaciones genéricas para-si Para establecer si una accién genérica es religiosa 0 no, hay que preguntarse cudl es 1a primaria o la mds intensa en la serie de las motivaciones, v adem4s —introducimos asf un ulterior te- ma— cudl constituve la esfera de objetivacién de Ja accién. Las obietivaciones en la religién son Ios sistemas de representacio- nes colectivas y los usos, las exigencias, los cddicos mediados por éstas (comprendido el respective cédigo moral) ademés | de las instituciones. La relacién con una forma reliniosa de objeri- . vacién puede no ser religiosa primariamente, sino por ejem- 167 | plo politica, ética, cientifica, artfstica, etcétera. (La relacién de os papas del Renacimiento con la Iglesia era, por ejemplo, to- talmente politica.) Y a la inversa, la relacién con objetivaciones no religiosas puede ser exquisitamente reli i n le religiosa iconoclast), gt (piénsese en los La religién como factor regulador de la vida cotidiana La religion —aunque mediante contenido e intensidad dife- Fentes en sus diversas formas— constituye uno de los organiza. dores y reguladores (y a menudo entre los mds importantes) de la vida cotidiana. Evidentemente, el tipo y el ritmo de la vida estan regulados en ultima instancia por la actividad econémica. Sin embargo, cada religién les confiere una forma. Los puntos esen- ciales «naturales» de la vida cotidiana: nacimiento, madurez, em- parejamiento, muerte, estaban ya acompafiados en las religiones © pseudorreligiones més primitivas por una serie de ceremo- nias. Y éstas no faltaron en ninguna religion sucesiva, simplemen- te se fue introduciendo cada vez en progresién mayor un con- tenido social, ideolégico y ético (bautismo, matrimonio, sepultura eclesidstica). Pero la religién no sélo da una forma a los puntos esenciales de Ia vida cotidiana, sino también a la cotidianidad misma en el sentido estricto del término. La religion judeo-cris- tiana codifica la interrupcién del trabajo durante el «séptimo dia»; la jornada le trabajo estd articulada por plegarias y cam- panadas. Antes ce afrontar una empresa econédmica o de otro género el ciudadano de ta antigua polis se dirigia al adivino, el sefior y el campesino medieval se dirigian al sacerdote. La obser- vancia de las ceremonias religiosas da también una forma a las acciones cotidianas (por ejemplo, comer), puede ademas circun- darlas de un aura estética. Las religiones comunitarias hacen surgir una especie de situacién publica entrometi¢ndose —bien con una simple prédica, 0 bajo la forma de indicaciones concretas— en Ja vida del creyente y estableciendo que los contenidos pres- critos 0 deseados del modo de vida tengan un caracter fijo. En cuanto comunidad ideal Ja religién organiza las ceremonias de «cohesién» tanto en la vida pacifica como —y esto es importan- te— en Ja guerra. La religion contribuye a regular las acciones eco- nomicas (el cristianismo, por ejemplo, en el Medioevo prohibia la usura), regula la caridad, codifica y controla el Tespeto a los deberes familiares y extiende su poder incluso a Ja higiene y a Ja vida sexual. Vivir segtin una determinada religion significa, por Jo tanto —al menos en los periodos de su florecimiento—, no simplemente «creer» 0 solamente admitir los dogmas maxi- mos, sino al mismo tiempo orientar el modo de vida segun las exigencias y las «formas de aquella religién, Cuando una reli 168 nd gion ya no da una forma a la vi diana, sii fa convertido en una simple formalidad= nn SBNSCA ave don tisularmente tenaz es el papel de la religion como regula en el ambito de la vida sexual. Esto vale tambien para las religiones no eticas, que a veces son de sigho inverso res Pesto ae as eticas {per ejemplo, organizan orgia:,, etcetera). Un fasgo comun, de estas ultimas es que constringen la sexualidad ‘rimonio (incluso distintamente de la practica burguesa esto es obligatorio, al menos en la linea de los prin. cipios, para ambos sexos). Pero no se trata de una actitud anti sexual. No sucede asi en el judaismo y menos aun en el islamis- mo, donde incluso el paraiso promete placeres carnales propor: cionados por las huries. Pero la forma de la sexualidad puede ser solamente e] matrimonio (monogamico o poligamico). Esto es todavia mas valido para el cristianismo, donde —como escribe Max Weber— es atribuido a la virginidad un caracter carismatico (también en este caso para los dos sexos). Sin embargo, también el cristianismo juzga la virginidad sdlo como una excepcién (de ahi su cardcter carismatico), al igual que el repudio de los bienes materiales. (Lo cual no es valido para el czistianismo pri- mitivo.) Por lo tanto, ni siquiera en este caso tenemos una ac: titud adversa hacia la sexualidad, sino solamente hagia la vida se- xual desarreglada, falta de forma, extramatrimoniai; pero si existe —cosa que distingue el cristianismo del judaismo y del islamis- mo— una actitud adversa hacia el cultivo de la sexualidad, al ero- tismo. No es éste el lugar para discutir las razones por las cuales tal momento regulador de la forma de vida se ha revelado tan te- naz. Diremos solamente que, por ejemplo, numerosos principios que en el Medioevo eran parte organica de! cristianismo en cuanto regulador de la forma de vida, a partir del cambio acontecido en las relaciones economicas y sociales —a partir especialmente del nacimiento del capitalismo— se han revelado como insoste nibles. Las prescripciones de la Iglesia relativas al dinero y a su administracion fueron radicalmente borradas con la generali- zacién de la econom{a monetaria. La visita cotidiana a la igle- sia, con la aceleracion del ritmo de vida y més tarde con el desa- rrollo de la industria, se convierte (al menos para Jos habitantes de las ciudades) en una demanda absurda e itaposidle de satis facer (también por esto fue eliminada conscientemente por el pro- 28. En el volumen Egyhd és vallésos det egy mai fabvian (Iglesia y vide reigioss en une aldea actual), Budapest, Kousutn, 199, Laszlo Kardot publics ‘sus investigaciones efectuadas en una aldea de la Hungria occidental, Los ha- Ditantes son en su mayor parte protestantes, y en una pequedia parte catolicos. pero no faltan los seguidores de algunas secias. El autor he llegado « la con: Tlusién de que solo los seguidores de las secias poscen tal religiosidad que or Genizan su Vida cotidiana segun su religion; In actitud de los emis hacia Tas iglesias oficiales es totalmente convencional. 169 testantismo). Pero dado que para la economia de la sociedad .... burguesa la monogamia es tan necesaria como para la prece- ! dente sociedad feudal, la prescripcién de la sexualidad regulada €s mantenida (como prescripcién). Pero esto representa slo un aspecto del problema. El otro se deriva de Ja relacién general de la religién con la particularidad. Se ha repetido muchas veces que la religion presenta frente a la Particularidad una actitud doble: en un sentido la reprime, en otro la conserva y precisamente como consecuencia de la repre- sion. Esta funcién doble esta particularmente acentuada (de ma- nera especial en el cristianismo) frente a aquellas motivaciones particulares que se derivan de la esencia natural del hombre. Y nos referimos no solamente, como es obvio, a la sexualidad: entre los vicios capitales, ademas de la lujuria, est4 también la gula. Pero mientras que la condena de la gula no implica una relacién inmediata entre hombre y hombre, la condena de la lu juria se refiere precisamente a este tipo de relacién. En este caso Ja actitud del cristianismo hacia los instintos particulares (a ve- ces en si genéricos) ha obstaculizado durante siglos el proceso que Marx denomina de «humanizacién de la naturaleza», Los ins- tintos sddicos tan a menudo analizados por la psicologfa mo- derna y tan frecuentes precisamente en los hombres «civiliza- dos», la prevalencia vy la fijacién de estos instintos, constituyen en gran medida un efecto de las tradiciones cristianas nacidas hace un milenio y medio. La «huraanizacién de la naturaleza» nunca puede ser en la vida cotidiana la ideologia de una re.igidn: este concepto en efec- to contradice la ontologia religiosa, segtin la cual el «espfritu» tie ne supremacia sobre la «naturaleza», La humanizacién de la na- turaleza sélo puede ser un principio informador de la vida en una ontologia que parta de la autocreacién de la humanidad, que esté, por lo tanto, en oposicién de principio con Ja ontologia re- ligiosa. (La sexualidad o el erotismo elevacos a principio, como el donjuanismo clasico —descrito por Mozart—, aceptan la onto- logia religiosa aun rebeléndose contra ela en los hechos. En este caso se trata también de una supremacia, es decir, de la hegemonia de la necesidad particular y al mismo tiempo mudo- genérico sobre una actitud ¢tico-cultural histérica. Aquel que goza del erotismo como prohibicidn, acepta la ética trascendente.) Naturalmente la religién ro es nuttca el titico factor que orga- niza Ja vida cotidiana, oue te da forma. En las comunidades fa- turales —sobre todo en las comunidades campesinas— la religion tiene un rival inabatible: el mito laico, el sistema de supersticio- nes derivadas de la fe primitiva aue ha precedido a la adopcién de la religion. Esta ultima lo absorbe en parte (por ciemplo, las fiestas naturales quedan transformadas en solemnidades rel tiosas), en parte Io persigue (los procesos a las Prince mo. brujeria). Pero rivales de la religién son tambicn los eédigos mi (OO Oe CF COLE CHENIN CE ewe 170 OOOO OO OO OL TT | be rales y el derecho consuetudinario laicos, que surgieron en parte en el periodo precedente a la religion y se hallan en continuo rena- cimiento debido a las necesidades economicas de la comunidad En el caso del derecho consuetudinario lo que est& permitido y Jo que esté prohibido no coincide en absolute con lo que esta permitido o prohibido por la religion. En los tiempos en que el unico Mmite al consumo estaba dado por la capacidad receptiva del estémago, los sefiores cristianos estaban de comilona todos los dias, aunque Ja religion condenase el vicio de la gula: en base al derecho de pernada poseian a las jévenes siervas de la gleba, aunque la religion’ prohibiese la lujuria: la Iglesia no con- siguié nunca impedir las venganzas particulares admitidas por Jas leyes medievales. Otro rival de la religion es el sistema juridico estatal (especialmente a partir del nacimiento de los grandes Estados nacionales), que se entromete de igual modo en. la vida cotidiana de los hombres. Estan también el arte, que presenta un sistema de valores distinto del de la religién y —so- bre todo desde que existe el capitalismo— la ideologia filosé- fica y cientifica introducida en la vida cotidiana, as{ como la po- litica de tipo laico. Los movimientos y partidos politicos que pretenden dar forma a la vida tienen que luchar también cons- cientemente contra la religion en cuanto reguladora de la vida cotidiana (como los sindicatos surgidos en el siglo xix Pero si bien es cierto que la religién tiene siempre rivales en la organizacién de la vida cotidiana (hoy la religion presenta en este sentido una posicién casi irrelevante, especialmente en las ciudades), es también cierto que su papel no sdlo consiste en esto. Hay que hablar ahora, en efecto, de la relacién de la re- ligidn con tas actividades conscientemente genéricas. Es a menu: do la religién la que media este tipo de actividad en la vida cotidiana. La ética religiosa no es solamente una moral con- suetudinaria, sino que exige —como toda ética— ta interioriza- cién de tos principios morales. De este modo algunos valores genéricos universales pueden ser interiorizados a través de la mediacién religiosa (piénsese en et mandar-iento «no mataras»), por hombres que no superan su ambiente i imediato, que no ven mis alld de este horizonte. La religién puede inducir a la forma- cién de un juicio politico; puede proporcionar una ideologtia si- guiendo Ia cual el hombre asume una actividad de aprobacién hacia el sistema econémico-social de su ambiente (y se trata del caso m4s frecuente), pero puede también hacer reconocer la injusticia de tal sistema induciendo a plasmar o juzear la vida sobre esta base (las hereifas), Consigue hacerse mediadora del arte, como sucede en el Medioevo, cuando la iglesia v la musica que era internretada en ella se convirtié en un hecho de primera imporcancia en la vida cotidiana, Puede proporcionar ademés una idcologia universal para el modo de vida: cn general tal ideologia es pacificadora, impulsa a limar los contrastes, pero a veces 7b induce a la rebelién. Y puede también ser una ideologia que haga superar a los hombres su propia cotidianidad (durante las Buerras de religion es un fendmeno de masas, mientras que para los particulares sucede, por ejemplo, en el caso de los «ca. balleros de la fe»), Por ultimo, una observacién: la mayor influencia sobre la or- ganizacion de la vida cotidiana y sobre el modo de vivir en su conjunto es ejercida por las religiones que ademas de ser co munidades ideale; constituyen también comunidades reales. En primer lugar las. religioncs que coinciden con otra comunidad —no religiosa— que representan el aspecto ideolégico de esta Ultima (la pertenencia a una cierta estirpe o nacién); después las religiones comunitarias, ante todo el cristianismo. Este se- gundo tipo de religiones tiene una gran capacidad de dar forma a la vida cuando no se encuentra frente a rivales ideolégicos de igual rango, o bien consigue abatirlos répidamente cuando los hombres pueden tener frente a ellos una actitud relativamente libre, cuando pueden abandonar la religion, porque no se basa directamente en la comunidad econémica, sino que forma sobre todo una unidad politico-moral derivada de la concepcion det mundo, es decir, cuando se presenta en medio de otras religio- nes. Por esta razon el cristianismo primitivo, los movimientos he- réticos, el judaismo medieval o el primer protestantismo tuvie- ron un poder tan grande en la formacién de la vida cotidiana, Et destino de las religiones comunitarias «oficiales», organizadas en Iglesia —cuando existen rivales de un grado parecido o superior al suyo—, es decaer en convenciones y «dividir» por. ello, no- lens-volens, su poder en Ja vida cotidiana con aquellos rivales. POLITICA, DERECHO Y ESTADO Podemos denominur actividad politica sense lato a toda ocu- pacién desarrollada con la consciencia del nosotros en interés de una determinada integracién. El fin consciente de toda ac- tividad politica esta siempre acuiiado en la integracion determi- nada (polis, Estado, nacién, clase, estrato).” Evidentemente, tam- bién en este ambito se hallan posiciones referidas al yo (por ejem- plo, debo conquistar un cierto puesto para tener una funcion dirigente, para evar a cabo mi plan, etcétera), pero siempre relacionadas con una integracién. La actividad politica sensu stricto esta siempre dirigida al poder. Las acciones cjecutadas mediante la consciencia del nosotros que influencian el curso fe la historia, estan siempre, en mayor o menor medida, directa o in- 29. Como veremos en Ja tercera parte del volumen, se trata de objetivacior mes en-si y para-s{. 172 directamente, conectadas con la lucha de |: Para conservar u obtener el poder. (Evidentemtente, esto solamen- te es valido cuando esta presente la alienacion.) En nuestro es- Pecifico campo de investigacién, operaremos con aquel concepto en el sentido mas amplio, conscientes naturalmente de que en Ia mayoria de los casos esta tambiei y n contenida 1 gn ma la lucha por la integracion dada Actividad politica y actividad cotidiana _ La actividad politica es, por lo tanto, parte organica de ia vida cotidiana solamente cuando forma parte de la simple re Produccion del particular en su determinado puesto de la divi- sion del trabajo. Pero esto raras veces ha sucedido en la histo- ria de la humanidad. En este sentido, cuando hablamos de la ac- tividad politica nos alejamos mucho mas de la cotidianidad que en el caso de la moral o de Ja religion. Alguna moral es necesaria para la reproduccién del purticular; del mismo modo alguna re- ligiosidad 0 el ejercicio de una religion han sido Ja premisa de la reproduccion del particular en épocas en tas cuales han existdo comunidades ideales (religiosas), en las que la religién ha tenido un papel importante (aunque no exclusivo) en la organizacién de la vida cotidiana. En consecuencia, en el camino que lleva ac Ja cotidianidad a la genericidad estamos més lejos de la primera y mas préximos a la segunda —considerando las cosas desde este Angulo— cuando hablamos de politica que cuando discutumos de moral o de religion. Toda clase o estrato posee una moral; tambien la religion es. mas 0 menos caracteristica de toda clase o estrato (miéntras exista una religion). Por el contrario, la politica no siempre es ejercida con continuidad o con un grado de intensidad aproxuma- tivamente igual. Simplificando se podria decir que, mientras que la clase dominante (los estratos y capas dirigentes) hace siem- pre politica, los esiratos y las clases oprimidas o que todavia no han alcanzado el poder solo se convierten cn factores politica- mente activos cuando surge un cierto minimo de consciencia co- lectiva, es decir, cuando se comprende que existen intereses co- munes, cuando se constituye la consciencia del nosotros. Sin em- argo, el hecho de que la clase, el estrato o la capa dominantes «hacen politica» en un porcentaje muy clevado no significa to davia que sean —como sc les ha definido a menudo— clases shis- téricass, En efecto, mientras que la politica de las clases y estratos dominantes —una vez mas sdlo a grosso modo, solo con- siderando la media social— estA dirigida a mantener estables jas relaciones sociales, es decir, est orientada a la conservacién, las clases y estratos 0 capas no dominantes, apenas comienzan © hacer politica auténomamente (en un porcentaje notablemente 173 periores e in- Mestvan politicamente actives en la misma medida, Pero esta vez se mueven Paralclamente —omitiendo los contlic- fos— y se ayudan entre si. La actividad politica adquiere el ma. samo de continuidad en Jos Conilictos econdmicos (picnsese en las continuas (uchas de Jas ciudades medievales por su autonomia continuidad cuando la clase obrera se somete pasivamente a las decisiones politicas de la élite dominante (como, por ejemplo, actualmenie en los Estados Unidos), Todo esto significa solamente que los micmbros de los estra- tos y clases dominantes en cada €poca han tenido mayores po- sibilidades de ocuparse también de politica en su vida cotidiana, mientras que para los explotados y Jos carentes de poder ha sido Posible en menor grado el ejercicio de una actividad politica que transformase et statu quo. Pero no signilica que todo mien bro de la capa dirigente, de la clase dominante haya sido politica mente activo en la vida cotidiana (aparte de algunas excepcio- nes, como por ejemplo el apogeo de la antigua Polis), asi como Ja actividad politica no ha formado parte conscientemente de fa vida de todo explotado, ni siquiera en los periodas de revolu- cién o de guerra civil. La actividad politica dirigente nunca puede ser desarrollada con una consciencia cotidiang. En este caso el término «diri- gente» no se refiere a la «posicién» o al «papel», Es suficiente que el particular tenga una intluencia tal que pueda tomar decisiones Telativas a actos que conciernen a la integracion y que, dandose cuenta de esta influencia, tome corrientemente tales decisiones. EI nivel de estas ultimas, asi como su radio de accion, pueden ser extremadamente variados. Se puede decidir sobre cuestiones que afectan a un pais, a una sola ciudad, a un sindicato, etc. Pero aquellos que toman tales decisiones y Proyectan el modo de Ie- “arlas a la practica, deben conocer con exactitud el estado y el 174 grado de preparacién de su integracion, las relacione: fuerza, ¢ . s de fi bs Puntos fuertes y débiles de las clases y estratos contrapuestos. -stus conocimientos superan uotablemente los conocimientos co- tidianos. Pucden tener tambien sus raices ea las experiencias de la vida cotidiana (la aplicacion de la ciencia o de los métodos cientiticos constituye un fenomeno relativamente nue: litica), lactonar ta Pero el pensamiento cotidiano no basta para relacionar ta- les conocimientos, para extraer las consecuencias. A menudo los jefes politicos estan obligados a llevar una lucha tenaz tam- bdién contra la consciencia cotidiana de sus seguidores, en pri- mer lugar Porque éstos consideran la solucion de sus cuestio nes particulares como solucion general de la «causa». Piénsese, por ejemplo, en la tenaz lucha que tuvieron que llevar a cabo (cn general sin éxito) los cabecillas de las guerras campesinas contra los mismos campesinos, quienes juzgaban concluido su objetivo una vez quemada la casa de su propio patron; o bien en Jas dificultades a que se han enfrentado los lideres obreros para elevar la consciencia particular de los trabajadores de una fabrica al nivel de la conciencia de clase (paso de la huelga econd- mica a la politica). Lenin en ¢Qué hacer?, en el momento de ana- lizar la relacion entre espontancidad y consciencia, se ocupa pre- cisamente de esta cuestién: es decir, de la relacién reciproca entre consciencia cotidiana y consciencia de clase referida inmedia- tamente a la integracion o a la perspectiva que encarna la gene ricidad. Es suficiente este ejemplo para confirmar cuanto hemos di- cho: que la actividad politica «dirigentes no es mas que la acti- vidad politica de los humbres politicos dirigentes. Toda persona que haya alcanzado el nivel necesario para extraer sus decisiones directamente de la genericidad, es decir, que esté en condiciones de tomar decisiones politicas, y que tenga una influencia tal que le permita Nevar a la practica una determinada decision, desa- rrolla una actividad politica dirigente, aunque en el movimiento sea un simple militante. El hecho de que el pensamiento politica se eleve en mayor o menor medida por encima del pensamiento cotidiano, no com- porta obligatoriamente que en él se encuentra totalmente liqui- dado el cardcter fetichista de la consciencia cotidiana. En los contenidos fetichistas de la consciencia cotidiana ocupan un lu- gar importante los juicios y prejuicios que expresan los intereses de clase, acogidos espontdneamente por el pensamiento politico que defiende la clase determinada como integracion. Sin embargo, es necesario precisar que: el politico que acoja todo el siste- ma de prejuicios cotidianos esta abocado al fracaso. Por ejem- plo, un rasgo caracteristico de los sistemas de prejuicios coti- dianos es el pensar en términos de ingroups y ontgroups, el atribuir al propio grupo o clase las mejores cualidades y al ad- versario las peores (como ha indicado claramente Adorno en su 175 estudio sobre la personalidad autoritaria).” Puede dar por descontado que su pais, su ea su totalidad por personas valientes, ge talent es adversarios serian del primero al ultimo faltos , corrompidos y estupidos. El politico debe calcular de un modo realista las relaciones de fuerza si quiere efectivamente Nevar a la victoria la causa de su propia integracion, Mas aun, son necesarias nociones y experiencias especializadas, no cotidia- nas, el conocimiento de la estrategia y de la tactica (en sentido Politico y militar), la capacidad de valorar las posibilidades, etcé- tera. Lo cual es valido en mayor medida para el tipo de politica revolucionaria. Por decirlo con palabras de Gramsci: «Para el hombre politico toda imagen “fijada” a priori es reaccionaria: et Politico considera el movimiento en su devenir [...] su trabajo consiste precisamente en llevar a los hombres a moverse, a salir de su ser presente para legar a ser capaces de. alcanzar colectiva- mente el fin propuesto, es decir, a “conformarse” al fin.»” Pero esta diferencia es muy importante también a la inversa, es- pecialmente cuando se estudian periodos en Jos que existe un poder estatal centralizado y burocratico. Max Weber distingue tres tipos entre quienes ejercen esta actividad politica: el estadista, el politico y el funcionario. El estadista toma decisiones que afectan también a las finalidades de la integracion; el politico acepta las finalidades en cuestién y toma en el interior de éstas su decisién relativa al movimiento concreto de la integracién. Podemos aiadir que incluso esta ultima actividad no puede ser desarrollada con una consciencia cotidiana. El funcionario es un simple ejecutor. Por consiguiente, para scr funcionario estatal no es en absoluto necesario mantener una relacién inmediata con el interés de la integracién. Normalmente existe en esta pro- fesién una extensién de la consciencia particular o la conscien- cia del nosotros de la «oficina», del «orden administrativo»; el burdcrata, en el sentido peyorativo del término, se identifica con su oficina y considera a todos aquellos que juzgan desde un punto de vista externo el modo de ver de aquella oficina como extrafios e incluso como enemigos, que ofendiendo a Ia oficina le ofenden a él, el burécrata en persona, y despreciando el buré- crata, desprecian a la oficina entera de la que él es represen- tante. | . . . Por consiguiente, en Ja historia hasta nuestros dias la acti vidad politica dirigente —prescindiendo de las excepciones a superado el circulo de la vida cotidiana Con esto, sin emt are no queremos negar la accion reciproca entre la actividad poli- tica dirigente y la vida cotidiana del politico. Esta conexion va Pero un politico nunca Nacion, esté compuesta eminentes, perspicaces, 40, T. W. AvoRNo y otros, The Authoritarian personatity, I, Nueva York, Wi id sons, 1964. a ro Ne Guinsch Fetteratura ¢ vita nazionale, Roma, Editori Riuniti, 1971, p. 29. 176 ad desde Jos hechos mas simples —como por ejemplo la distribu- cion det tiempo ‘asta las cuestiones mas complejas, como el vel mode ormatne eeamiento Al vanar el contenido de valor \ £1 modo normative concreto de la actividad politica determina: a, vara tan bien en gran medida la influencia que esta eyerce < i . Sobre su contenido o sobre su intensidad. Cuando, por ejemplo, la actividad politica requiere que el par- Ucular subordine todas sus caracteristicas particulares a los fines deseados por la consciencia del nosotros, tambien la vida cotidi na cstara fucrtemente subordinada a la actividad politica. («Que me importa mi mujer, qué me importa mi hijo», dice uno de los Dos granaderos de Heine. identificandose con la causa del empe- rador derrocado.) Pero no es raro que un hombre politico (especialmente en épocas en las que la vida privada esta neta- mente separada de la publica) actue al nivel de la integracion en la esfera pohtica, subordinando incluso a esta actividad sus afec- 10s y motivaciones particulares, mientras que luego organiza el «resto» de su vida cotidiana de un modo totalmente conven- cional, al nivel medio de su tiempay de su clase. Viene después el tipo que se identifica con una causa sobre la base de una eleccién de valor, pero que al mismo tiempo conserva una cierta distancia hacia la consciencia del nosotros determinada y, partiendo de la actividad elegida, regula como individuo su propia cotidianidad, Las variantes son obviamente numerosas y Ro pensamos enumerarlas todas. Sin embargo, cuanto hemos dicho deberia ser suficiente para ilustrar la interaccion entre Jos diversos tipos de actividad politica y la estructura de la vida cotidiana. La actividad politica dirigente se enfrenta siempre con de- terminadas motivaciones particulares (pereza, falta de voluntad, cobardia, etcétera), mientras que puede coexistir pacificamente con otras (deseo de poder, vanidad, soberbia, etcétera), La inte- gracién conereta dada, el contenido de valor de la determinada fi- nalidad concreta y al mismo tiempo el riesgo preseate en la de- terminada eleccion son los factores que deciden si las motiva- ciones particulares consiguen prevalecer o si deben tener nece- sariamente una parte subordinada. El influjo de la politica sobre la vida cotidiana en general Hemos examinado hasta ahora la relacin entre la vida coti- diana y la actividad politica solamente desde el punto de vista de la relacién que media entre la actividad politica del particu: lar y su vida y pensamiento cotidianos, personales. Examinaremos ‘ahora la accion que ejerce la politica sobre la cotidianidad de los ofros, es decir, de aquellas personas que no desarrollan nunca 0 sélo excepcionalmente una actividad politica. 17 a a - . . » » » » » . - - s e . » e s . s Dado que la vida cotidiana de los hombres se desarrolla en un «mundo» determinado, todo cambio de éste repercute rt estructura de la cotidianidad. Sabemos que el particular durante rrolia en primes Wa a su ambiente inmediato y que desa- te. La vida cotidi gar las capacidades conforme a este ambien- a Cotidiana esta ampliamente intluenciada, en su modo le ser especifico, por las transformaciones de la constelacién eco- nomica y politica, y el grado de tal influencia depende del carac- ter de esta transtormacion, o sea, de si ésta es estable o excep- cional. De esto depende si al particular le basta haber «apren- dido» de una vez por todas como comportarse en la vida coti- diana, © bien si debe comenzar de nuevo tal proceso de apren- izaje. La necesidad de comenzar de nuevo el proceso de aprendizaje €s, como Caso particular, tan antigua como la historia de la hu- manidad. La mujer que ha perdido a su marido debe «aprender de nuevo» al igual que el rico que ya no posee su patrimonio, que el pobre que encuentra un tesoro, que el ciudadano expulsado de su patria en una tierra desconocida, que el naufrago, etcétera. Pero la situacién es completamente distinta cuando se trata de un estrato social entero, una nacién, una generacion, etcetera, Ja que debe aprender de nuevo. También este ultimo caso existe desde que existe 1a historia, y se verifica en presencia de catastrofes naturales de excepciona- les dimensiones (erupciones volcanicas, epidemias, eteétera), asu- miendo un cardcter estable en la guerra. En la guerra aquellos que marchan al frente Ievan una vida cotidiana distinta de quienes se quedan en casa. La necesidad de aprender de nuevo se plantea (o puede plantearse) cuando el enemigo conquista el pais introduciendo otras instituciones sociales y politicas o sim- plemente devastandolo. La cbligacién de aprender de nuevo —considerando las sociedades tradicionales— tiene bastantes ras- g0S positivos.” En efecto, cuando en el seno de la sociedad se oculta la posibilidad de nuevos modos de producir, en tales cir- cunstancias emergen a la luz de improviso y surgen de este modu nuevas capacidades productivas y nuevas instituciones. Sin embargo, antes de la sociedad burguesa sucedia muy rara- mente que las condiciones de vida de una integracion cambiasen de un modo relativamente pacifico en el seno de una sola gene- racion (para la cual era necesario aprender de nuevo). En este estado excepcional se encontraron Atenas en el siglo v aC. y Flo- rencia en el siglo xv, pero en el segundo caso se daba ya el jnicio de la reestructuracién burguesa. Pero desde que ha co- y socledad), en 42. Cf. Ferenc Toxet, Hadsereg s tdreadatom (Ejército y soc 5 Antikvitds és feudalizmus (Antigiedad y feudalismo), Budapest, Kossuth. 1969, Gonde el awior indica, sobre ta base de razonantientos marnistas, la caracterts- tica del ejército y de la guerra de promover el desarrollo de las fuerrs pro- ductivas y de las relaciones sociales 178 ee Menzado el proceso de produccién al infinito, el ritmo de los cambios economicos se ha acelerado enormemente No obstante, a pesar de ese cambio de ritmo, las revoluciones. incluida la in- dustrial, hasta el siglo xx no han sido tan rapidas como para Provocar que el cambio de la economta por $1 s6lo obligase a los hombres a «aprender de nuevos Han sido, por el contrario, las luchas politicas mas agudas, los embates politicos en la lucha por el poder entre las clases y los estratos, que desmontando la vida cotidiana tradicional, orientada hacia el pasado (lo que afecta también a la economia), han hechc necesario aprender continuamente a vivir en el sentido del futuro. Las capacidades. que ayer aun servian para guiar la orientacion en !a vida cotidia. na, se hacen inservibles al dia siguiente, son necesarias capacida- des nuevas. Aps cincuentones se encuentran frente a un mundo totalmente distinto del que vieron a la edad de veinte afos. En 4 vez de lus «expertos» ancianos, son precisamente los jovenes quie- Mes se muestran «adaptados a la vida». Desde el surgimiento de la sociedad burguesa ya no existen estratos «no tocados» por la politica; los cambios politicos ponen en cuestion la vida de todos, Esta es una raz6n no secundaria por la que —especialmente en el siglo xx— la informacion politica se ha convertido en una necesidad cotidiana, La exigencia de estar informados sobre la politica no se deriva necesariamente del deseo de desarrollar una actividad en este campo, sino de la exigencia de la particularidad de saber «qué esta sucediendo», «qué se debe hacer para que no suceda nada», «como hay que comportarse» para quedar a flote. La necesidad de estar intormados implica simplemente la cons- ciencia de que Ja politica transforma la vida cotidiana de toda persona, y a un ritmo acelerado, en el curso de una misma gene- racién. Ya no esta vigente la filosofia del despues de mi el dilu- vio: todo lo que sucede despues es conteinporaneo mio. La ideologia politica La politica sabe utilizar esta situacion, y no proporciona sola- mente simples informaciones, sino una ideologia politica, De todos modos, no hay que clvidar que siempre han existido ideologias politicas; sobre todo las clases, los estratos y las capas demi- nantes han tenido desde siempre a su disposicién teorias y f6r- mulas de autolegitimacion. | . En épocas y sociedades en las que Tos cambios politicos te- nian lugar «por encima» de la vida cotidiana de las masas y en las que los estratos «inferiores» desarrollaban una escasa activi: dad politica, la clase (estrato) dominante tenfa poco o ningun interes en difundir su ideologia del poder; en otros términos, no tenia necesidad de propaganda politica, en cuanto la «tranqui- 179 lidad» de los estratos inferiores estaba garantizada por la tra- dicion, Por las convenciones y por la costumbre. Cuando los lebeyos estaban en sefervescencias, cuando ejercian una acti. vidad politica autonoma (adversa a las fuerzas dominantes) c in- tentaban elaborar teorias propias, se les narraba alguna fabula como la de Menenio Agripa. Pero sucesivamente, de hecho pa- ralelamente al surgimiento de la sociedad burguesa, del mismo modo que entre los explotados —en primer lugar entre los obre- ros— se abre paso la exigencia de una actividad e idevlogia poli- tica, la sociedad burguesa aspira en general a la hegemonia po- ltico-ideologica. Por esto las «otras» teorias politicas, adecuada- mente aguadas, son diftutdidas conscientemente; con este fin son movilizados la Iglesia, la prensa y (a contmuacién, de un modo especial) tambien el arte. (En el siglo xx la propaganda: politica acontece principaimente a través de los medios de comunicacién de masas y asume la forma de adoctrinamiento.) La propaganda politica esta dirigida sobre todo a impedir que los descontentos de su propia vida cotidiana consideren ta vida transformable 0, peor aun, @ transformar. Quiere hacer que la gente permanezca cerrada en su marco cotidiano y no piense en lo mas minimo en superarlo. Es decir, la propaganda politica de las fuerzas domi- nantes esta dirigida a la conservacion, al «engrosamiento» de la particularidad. Las promesas electorales apelan principalmente a las necesidades particulares de los miembros de los diversos estra- tos sociales (mas pan, menos impuestos, etcetera). Es cierto que la apelacién a las necesidades particulares no constituye una no- vedad en la historia de la demagogia politica, puesto que ya existia en la antigua Atenas; sin embargo, solo ahora esta diri- gida a ta poblacion en su totulidad. Los movimientos obreros desde sus comienzos, desde la fase Puramente economica, han superado rapidamente la simple apela- cién a la particularidad. Las necesidades que se proponian satis- facer eran atin netamente particulares (pan, casa, horario de tra- bajo mas breve), pero los medios de los que se servian condu- cian a la superacion de la particularidad. Se requeria compro: miso social, solidavidad, tenacidad en la huelga, y no era cierto que estos medios lievasen rdpidamente al resultado esperado. Por Jo tanto, la participacién en la lucha puramente econdmica ya inducfa a los obreros a una nueva forma de vida cotidiana, no orientada solamente hacia la particularidad:; por esto Marx vio en Jos obreros organizados la irradiacién de ta «dignidad humana». Solo podemos hacer mencidén aqui de} hecho de que —por lo menos en Europa y en los Estados Unidos— ha cambiado ee nuevo el nexo entre contenido ideoldgico de ja lucha econémica y la conducta de la vida cotidiana. La participacién en este tipo de lucha ya no requicre la superacion de la particularidad y ya no constituye una actividad social que surge de una visién total- mente nueva de Ja sociedad en su conjunto. El fin es la satisfac- 180 — ion de las motivaciones particulares en el seno de un determ: 0 orden social. Por esta razon los movimientos economicos han podido ser rapidamente integrados en el orden economice - capitalista; en cuanto a los ideales, su propaganda ideologica No se aleja mucho de la ideologia oficial de! Estado de! bienestar. Por to tanto, el movimiento obrero en Europa $ Unidos no podra ser hoy aut 2 podia hberane : e autonome, es decir, no podra liberarse del peligro de Ja integracion en el capitalismo, mientras tenga como objetivo la satisfaccion de las necesidades particulares en su conjunto. El! movimiento obrero debe! objetivos de la esencia genérica, plantear ‘una nueva forma de vida V prepararla ya en el movimiento mismo. E! objetivo inmediato de la toma del poder deberia ser la humanizacién de la vida co tidiana de los hombres, es decir, la lucha contra la alienacion de beria pasar de ser parcial, a ser universal” Una transformacion tal solo puede tener lugar a través de masas de hombres en los cuales esté viva la exigencia de organizar de un modo individual su propia vida cotidiana, superando la particularidad. Esta es la necesidad que el movimiento obrero deberia despertar de nuevo cada vez que se plantea un objetivo y que se da un paso adelanie. Estado y derecho Hemos hablado hasta ahora de la actividad politica y de su objetivacién ideolégica. Sin embargo, la politica, como es obvio, no se objetiva solamente —ni principalmente— en ideologia, sino también en instituciones. Las instituciones son las que manuie nen unidos los estratos y las corrientes sociales mas diversas (sindicatos, partidos politicos, ligas de defensa, etcetera). Pero en una sociedad determinada Ja institucién dominante es la de la clase dominante: el Estado y, en su seno, el sistema juridico codi- ficado. Una vez mas examinaremos el derecho v ¢l Estado sélo en base de una tinica funcién, en lo referente al papel que ejer- cen en la vida cotidiana. El derecho regula ante todo 1a distribucién de los bienes producidos por Ja sociedad; regula ademas las formas de con- facto entre los hombres en base a los criterios de slicito» € silicitov. De este modo es garantizado en ultima instarcia ¢l po der de una clase, de un estrato, de una capa dominante. El dere- cho es por principio un fendmeno de alienacion, en cuanto que su anaricion como esfera auténoma esté ligada a Ja aparicién de un Estado separado de los hombres. Al mismo tiempo, el derecho, reduciendo las acciones a «lo que es licito» y «lo que 33. En este sentido el andlisis exacto de ta idevlogia de las clases, el and: isis de ln situacion, la toma de p>sicin concreia en los enfrentamientos \ con flictos politicos. Ia movilizacién de masas. Ia tactica correspondiente, etc convierten en cosas no superfluas sino, por el contracio, necesarins. . . “ . . e . . . . ‘ . . e . . . - . . . e * e e e s . e e e no es licito», es algo intrinsecamente formal. Cuanto mas evo- --++ lucionado es el derecho, tanto mas formal es; el grado maximo es alcanzado en este campo por el derecho burgués, el cual, como ha observado ingeniosamente France, prohfbe por igual al rico y al pobre el dormir bajo los puentes. Cuando decimos que el derecho es por principio un fenémeno de alienacién, no pretendemos negar con ello su extraordinaria im- portancia en el desarrollo de los valores genéricos. En el caso de la moral abstracta y de la religién hemos visto ya cémo a menudo precisamente las objetivaciones o esferas alienadas son aptus pura promover o representar determinados valores gené- ricos y para contraponerlos al hombre particular. La perspec- tiva futura del derecho se mueve también en el mismo sentido gue la de las objetivaciones y esferas analizadas precedentemente. El derecho deiard de existir cuanco cese la discrepancia entre el desarrollo particular y el desarrollo genérico. Pero existe una diferencia esencial entre el derecho y las objetivaciones o esferas discutidas anteriormente. La moral abs- tracta y la religién sdlo cumplen correctamente su funcién cuan- do sus exigencias son interiorizadas en mayor o menor medida. El derecho, por el contrario, sdlo en casos excepcionales es in- teriorizado por el hombre cotidiano, es decir, sélo excepcional- mente ios mandatos y las prohibiciones del derecho aparecen al particular como mandatos y prohibiciones morales (o bien, en tal contexto, religiosos). Cuando una prohibicién juridica no posee ninguna «carga» moral o religiosa, cuando no esta cir- cundada por un aura tal, constituye para el hombre cotidiano un hecho externo y solamente el femor de Ia pena le impide Mevar a cabo el acto ilegal. La conexién de las distintas ordenaciones juridicas con la religién y la moral o su diferenciacién de cllas es un problema de historia concreta que no podemos aqui examinar con pro- fundidad. Diremos solamente que es un problema que esta siem- pre conectado con Ia especificidad del Estado del que el determi- nado derecho debe garantizar la estabilidad, pero esta también ligado con la cuestidn de si el derecho puede ser 0 no ejercido con una consciencia cotidiana. Los juristas v el pensamiento juridico Sin adentrarnos en el analisis histérico, pongamos de reliove que el derecho constetudinario prevé una observancia aue consti- tuye una simple convencién, ésta define determinados actos como licitos v otrus como ilfcitos, y ésta también sélo estA san- cionada por la tradicién y nor Jos precedentes —de Ia religién v de la moral. En el periodo en el gue et derecho consnetu- dinario no constituye atm un sistema juridico de una gran in- 182 tegracién (Estado), puede ser conocido por cada miembro de un determinado ambiente (es efectivamente usanza, costumbre); por Jo tanto cada particular en cada caso concreto puede juzgar si ha sido respetado o no. Para esta tarea no es necesario un pensa- miento que supere el conocimiento o el pensamiento de la vida cotidiana. Ni es necesaria una «casta» separada de juristas, por- que cualquier juez elegido en cada caso —cualquier persona del pueblo— est4 en condiciones de emitir la sentencia. Por el contrario, cuando cl derecho consuetudinario se con- vierte en sistema jurfdico de una gran integracién estatal, se basa en tales y tantas refinad{simas distinciones, en una serie infinita de precedentes, que el hombre cotidiano va no est4 en condi- ciones de orientarse v por lo tanto de aplicarlo. Surge entonces Ja casta auténoma de los jurisconsultos (como en la China an- tigua), cuvos miembros penetran en el complicado tejido del derecho consuetudinario sélo después de un prolongado esti. dio, Tales conocimientos en sf no suneran el nivel de la conscien- cia cotidiana, pero son inalcanzables para el hombre cotidiano comtin. Frente a esto, la elaboracién de un derecho positivo forma- lizado, Ia Megacda de reelas jurfdicas generales a las que referir los casos concretos, incluso sin canacer las precedentes, cons: tituye un pran progreso, Este tipo de derecho requiere ya un i pensamiento jurfdico esnecffico, sunera, po® lo tanto —a través de Ia intentio recta—, el mundo del pensamiento cotidiano: nero al mismo tiemno esta situado a un nivel que todo ciudadano esc en condiciones de alcanzar. El nacimiento, a través de la intentio recta, de este perisamiento jurfdicn eeneral, tuvo una par- te extremadamente importante en Ja praxis estatual de Jas anti- guas democracias v sobre todo en Atenas" . Cuando (en Ja Roma tard{a) se formaron patrimonios masto- ‘ dénticos, v sucesivamente en cl perfodo inicial de la sociedad bur- esa, fue de nuevo necesario un estrato de juristas separado, sobre todo porque fue elaborado el derecho privado formalizado y universal con sus distinciones internas cada vez, més articula- das, Este estrato de expertos «nensaba» iurfdicamente. El jurista debja anrender a orientarse en el medio homogéneo del dere- cho, a depurar su pensamiento de la heteroreneidad del pensa- miento cotidiano vy —en Ifnea de princinio— también de su particularidad. Ya no seria nosible encontrar un Salomén que | reconociece la verdadera madre proponiendo dividir en dos par- ' tes al nifio reclamado. Fl derecho «guiaba» el pensamiento del hombre, v Ja misma acudeza individual sélo encontraba espacio | en este medio. (Fn Ia nractica las sentencias jurfdicas nunca fue ron depuradas de la particularidad, de las preferencias. de los 34. Probablemente ésta ha influido también sobre el nensemiento cientifico, produciendo ta capacidad de Megar al pensamiento cientifico abstracta 183 ee Patt ey juicios y de los prejuicios personales, y de ello hablan no sélo los escritos juridicos, sino también la literatura.) La funcidn del derecho: extincién del derecho y del Estado Siempre y en cada época el derecho —incluso en la forma de derecho consuetudinario— ha regulado la vida cotidiana de los hombres limitando la validez de los intereses del Particular a lo que es licito, Con el reforzamiento del Estado centralizado —en la historia europea con la Iegada del absolutismo— éste tuvo en este campo una participacién cada vez mas importante, des- plazando a segundo plano a Ja religion y a las relaciones de de- pendencia personal en cuanto a su funcién de plasmadores de la vida cotidiana. Cuando al vagabundo le son cortadas las orejas, como sucede en Inglaterra en tiempos de la acumulacién origi- naria, se le obliga a organizar de otro modo su vida cotidiana; cuando se comienza a castigar los robos de lefia (véase sobre este tema el articulo de Marx cn Ja «Rheinische Zeitung»)," la gen- te es obligada a renunciar a un viejo derecho consuetudinario. Hoy es casi imposible enumerar los casos infinitos en los que el Es- tado, con la ayuda del sistema juridico, regula nuestra vida coti- diana: desde el ca:tigo del delito contra la propiedad, hasta la regulacion del matr,monio y del divorcio, pasando por la asigna- cién de alimentos, por la escolarizacién obligatoria y por las nor- mas de trafico. Como hemos dicho, el derecho es un fendmeno de aliena- cién y esta siempre en ultima instancia al servicio del orden vi- gente, de la clase dominante. Pero hemos dicho también que, junto al papel de garante del poder de la clase dominante, tiene muchas otras funciones, algunas de las cuales conciernen a valo- res inmediatamente genéricos. Incluso en Ja vida cotidiana estas funciones positivas y negativas se encuentran interrelacionadas de un modo extremadamente complejo. Piénsese en el desahucio del inquilino pobre y al mismo tiempo en la seguridad social obligatoria. Mientras que la vida cotidiana del particular, consi- derando la media, se base en Ia particularidad, especialmente si no existe ninguna comunidad natural que vigile atentamente la vida cotidiana del particular, sera inevitable que la particutaridad sea regulada por el derecho, el cual en el interior del grado de ci- vilizaci6n determinado establece los confines de lo que es licito y de lo que no lo es, v también de lo que es obligatorio (las ac- ciones que es licito no cumplir). El Estado sélo podra extinguirse cuando los hombres respeten sin constricciones las normas ele- mentales sensatas (Lenin), es decir, con la aparicién de una so- 35. K. Marx, Debates sobre la ley contra los robos de tela, en Escritos politicos de juventud. 184 ciedad basada en el individuo. El Estado y el derecho socia- listas son también un Estado y un derecho alienados (Marx ha- bla de derecho burgués incluso en el socialismo).* Y dado que todo derecho no hace mas que fijar limites a la particularidad, en vez de desarrollarla en individualidad, también el derecho so- cialista no puede hacer de otro modo. El Estado socialista como maximo puede —y debe— restringir cuanto sea posible las fun- ciones negativas del derecho alicnado en la vida cotidiana (y no solamente en este ambito) y favorecer Jas positivas. Es tarea de las instituciones de la sociedad (no del Estado; socialista decla- rar la guerra a la alienacién y, dadas las condiciones ofrecidas por la base econémica, crear una estructura y una idcologia po- liticas que induzcan al particular a desarrollar su propia indivi- dualidad. Por esta via y sélo por esta via es posible que surjan también los factores subjetivos para la superacion de la aliena- cion y, por lo tanto, también para la extincién del Estado y del derecho. El movimiento social organizado que impulsa al particu- lar a desarrollar su propia individualidad, es llamado, entre otras denominaciones, «democracia socialista», . Critica de la teoria del «dejar corrern: la democracia socialista El socialismo utépico y el anarquismo que se deriva de él (por ejemplo, el de Kropotkin) han desarrollado la teoria deno- minada del «dejar correr». Sus raices se remontan al epicureis- mo del Renacimiento (la abadia de Theléme, de Rabelais), pero sélo asume ropajes tedricos en la Teoria de los cuatro movimien- tos, de Fourier, y bajo esta forma es difundida (Chernysevskij). Esta teoria sostiene que todos los pecados, los errores y las elec- ciones equivocadas de los hombres se derivan del cardcter coer- citivo del Estado, del derecho, de la religion y de la moral. Cuan- do los hombres puedan haver sus elecciones libremente, cuando deban decidir por si mismos sin constricciones, eligiran cierta- mente ef bien. La desfiguracién de las pasiones, su forma egoista son consecuencias de la constriccién. Esta idea se encuentra también en la literatura socialista. Kautsky por ejemplo (en una discusién con Trotsky), argumenta, contra la constriccion al tra- bajo, que si los hombres no tuviesen la obligacion de trabajar, eli- girian voluntariamente y de buen grado el trabajo. No es la ocasién de emprender una discusién con Kaustky so- bre este tema,” porque su tesis nace de la ilusion ingenua de que, librando a la particularidad de la presién en un solo punto, se transformaria la actitud del particular hacia la actividad que 34. En la Critica al programa de Gotha, Madrid, Ricardo Aguilera, 1968, 37. El debate entre Kautsky y Trotsky ha sido «malizado nor nosotros en el volumen A szdndékidl a kévetkezményig, op. cit. 185 CCCCCCCECLUCC! cc se ha librado de la presién. Por el contrario, es t{pico que en la sociedad suceda al revés de lo que Kautsky crefa. Si la pre _ sién que ¢rava sobre la particularidad cesa en un solo punto, Mientras que el resto de la vida del particular permanece ba- sada en la particularidad, sucede simplemente que en aquef punto se abre una vdlvula para la particularidad. Volviendo al ejemplo de Kautsky: la media de los trabaiadores no trabajarfan vo- luntariamente. La misma ingenuidad la volvemos a encontrar en el final de 1a Dama del mar, de Ibsen: la mujer no huye con su amor de juventud y permanece con el marido porque (y sdla por esta raz6n) el marido la «deja libre», le permite elegir libre. mente. En ciertos casos —en absoluto infrecuentes— es cierto que pueden acontecer situaciones en las que este «dejar libres» pro- duce el efecto esperado (por eiemplo, en la educacién de los nifios), pero sdlo si quien es dejado libre no es en sustancia particular, cuando su aspiracién hacia «lo malo» en realidad estA sélo en funcidn de la resistencia. Este «método» no es apto en absoluto cuando se trata del conjunto de la vida, de acciones continuadas. de la conducta de Ia vida cotidiana de cada hom- bre. Pero Fourier, Chernvseyski vy Kropotkin van mucho mas . allé v hablan de liquidar simultdneamente toda constriccidn (el Estado, la relirién y la moral abstracta) en todo el conjunto de Ia sociedad. En una sociedad en la cual no hubiese ninguna constriccitn dz ningtin género, sostienen estos tedricos, la vida basada en a particularidad se transformaria en una vida basada en la individualidad: sin constriccién, entre el objetivo genérico v el objetivo de rea'izar mi personalidad, seria siempre posible encontrar Jas formas de accién dptimas que Aristételes deno- mina el «justo medio». Resulta claro camo en la base de esta concepcién existe una idea vdlida v una ontologia falsa. Es una idea valida sostener que toda esfera alienada (naturalmente en ellos no se encuentra Ja palabra alienaciédn) corrobora y engrosa Ia particularidad. Ia ontologia falsa remite a Rousseau, segiin e} cual cada particular encarnaria en sf la esencia humana (también en este caso el término no es de Rousseau): el hombre viene al mundo con . todos Jos fines v las pasiones genéricos; y sdlo Ia saciedad alie- nada, la «constriccién», es la que priva a Jos varticulares de la genericidad convirtiéndolos en particulares. No ser necesario extenderse mucho para demostrar que esta on.ologia es falsa, que el hombre no nace como un conglomerado de valores esen- ciales; el hombre viene al mundo dotado solamente de caracte- risticas particulares vy de una genericidad «muda»; y es sola- mente el «mundo» el que desarrolla en I tanto Ja genericidad consciente como el comportamiento basado en la particularidad. . Y mi siquiera habra que detenerse para demostrar que no existe ninguna sociedad que pueda estar compuesta sdlo de recién 186 00 OOOO OOOO OOOO UEEEEEELOEES | nacidos; los recién nacidos estan rodeadus de hombres, que son hijos de Ja alienacién y que han organizado ya su propia vida en mayor © menor medida sobre la particularidad (as{ como han aparecido ya en ellos las aspiraciones genéricas). El socialismo debe ser construido con los hombres existentes, dice Lenin con no poca resignacién. Pero esta resignacién nos propone una farea, que no es en absoluto tan simple como los apéstoles de la teorfa del «dejar libres» han pensado. Hasta ahora no hemos ni siquiera mencionado el hecho de que junto a las instituciones estatales exista toda una serie de instituciones que no pertenecen al Estado (que pueden serle adversas ¢ indiferentes) y que influyen también en la vida co tidiana, Las instituciones religiosas no son siempre estatales (en el socialismo y en algunos paises cupitalistas Estado e Igle- sia son netamente distintos), y lo mismo puede decirse de las instituciones deportivas y culturales, los sindicatos, los partidos, las asociaciones, etcétera. En el capitalismo tampoco las insti- tuciones econémicas en general estan subordinadas al poder es- tatal. Cuanto mas «socializada» esta una sociedad determinada, cuanto menos cuentan en ella las coraunidades primarias (por ejemplo, 1a comunidad primaria institucionalizada también por el Estado: la familia), cuanto mayor es el peso de las grandes ciudades, tanto mas tupida se hace la red de las distintas ins- tituciones. Whyte jr. habla precisamente de organization man: seatin Whyte, la vida de los hombres consiste toda ella en una «adaptacidn» a las exigencias de las diversas organizaciones, de tal modo que la personalidad auténtica se pierde o no consigue desarrollarse, y el hombre se descompone en los diversos «roles» que desarrolla en las distintas instituciones. En realidad, la descomposicién del particular en sus roles no se deriva det cre- cimiento de la red institucional. Es una consecuencia de la alie- nacién peneralizada, cuya expresién es el hecho de que el par- ticular, en vez de elegir entre las organizaciones, es decir, en vez, de seleccionar la que mejor corresponde a su personalidad y desarrollar en ella su propia actividad, se somete mecdnica- mente al conformismo social, por hAbito conformista interioriza las exigencias de innumerables y diversas instituciones, y en vez, de sintetizarlas a partir de su propia personalidad, simple- mente las aplica, Jas imita, las sigue. La acaptacién a las «orga- nizaciones» constituye solamente una nueva manifestacién del comportamiento segtin el rol, del desenvolvimiento de la perso- nalidad. * Pero es tn fendmeno extremadamente tipico. Con el relaja- miento de los vinculos de las comunidades primarias, con el sureimiento de Ja «sociedad pura» y con Ja vida en Jas grandes 48, Sobre el comportamiento segn el rol cemitimos.a 4. Heuer, Historia y vida cotidiana, Bareclona, Grijalbo, 1972, pp. 123 y ss. 187 | } ciudades, el particular se hace cada vez mis solitario. Una via auténtica de salida de esta soledad podria ser proporcionada por una comunidad con un contenido de valor positivo. Pero si no hay ninguna o si el particular no la encuentra, la necesidad de comunidad del hombre solitario se adhiere a cualquier organi- zaci6n humana. Aunque esto no basta para eliminar ef2ctiva- mente la soledad (D. Riesman habla justamente de «muche- dumbre solitaria»), no obstante, es atenuada la realidad fisica de la soledad en la vita cotidiana, el estar solo. Tal realidad fisica de la soledad en la, vida cotidiana ha existido siempre, pero sélo se generaliza donde Ics hombres tienen tiempo para estar solos, donde Ja vida no esta colmada por Ja lucha y por el trabajo por la simple supervivencia: en las clases no trabajaderas (y tam- bién en este caso solamente después del relajamiento de los vinculos de las comunidades naturales). Pero hoy en dia, a causa de Jos horarios de trabajo mas breves y del aumento del deno- minado «tiempo libre», se ha convertido en un problema de masas; de ahi la evasién en las organizaciones. Pero para que el particular esté en condiciones de elegir las instituciones adap- tadas a su personalidad, de encontrar los grupos efectivamente aptos para formar una comunidad, para hacer que su tiempo libre sea un verdadero ocio, es decir, una vida cotidiana que enriquezca Ja individualidad y que contenga una actividad gené- rica, es necesario una superacién universal de la alienacién. Y viceversa: sélo el hombre que declara la guerra a la aliena- cién, que ha iniciado el camino para la superacién subjetiva. de la alienacién,” estarA en condiciones de desarrollar también en el Ambito de la alienacién objetiva actividades vitales que iran: formen su tiempo iibre en un «ocio» sensato, sdlo éste podra producir o plasmar instituciones dirigidas a liquidar Ja aliena- cién en todas las esferas de la vida. CIENCIA, ARTE Y FILOSOFIA Ciencia, arte y filusofia son objetivamente genévicas del co- nocimieito y autoconocinuento humanos. En cuanto conocimien- to y autoconocimiento consiituyen partes integrantes de la praxis humana en su conjunto, pero lo son precisamente como «acti- tudes teoréticas» hacia la realidad. Al inicio nacieron de las necesidades de Ja vida cotidiana y de las necesidades politicas de las integraciones; mas tarde, por el contrario, se hicieron auténomas como esferas de objetivaciones especificas, cuya natu- raleza es cl no posecr ya una relacidn directa con la vida coli 39, Sobre 1a superacién subjetiva de la alienacion vease e} capitulo corres pondiente de la Ontologia lukdcsiana, 188 diana de los particulares o con las necesidades inmediatas de las integraciones. Las ciencias naturales son utilizables en la técnica (aunque no desde hace mucho tiempo), pero no se trata de que se hayan convertido en ciencias naturales -gracias a su inmediata utilizabilidad. Deben su puesto en la praxis humana en su conjunto al hecho de estudiar las leyes objetivas de la naturaleza relativamente sin otros fines. La tilosofia puede con- vertirse en ideologia de estratos sociales, puede ayudar al par- ticular a organizar su propia vida. Sin embargo, la filosofia esta a la altura cde su funcién precisamente —y solo por esto puede convertirse en ideologia o dar una forma de vida— porque su contenido no se agora en el servicio de objetivos determinados, sino porque cs capaz de dar a los problemas vitales de una determinada época, de un determinado movimiento social, una forma que corresponde a las conquistas obtenidas hasta aquel momento en el desarrollo de los valores genéricos. En este sen- tido la filosofia opera efectivamente, segtin las palabras de Spinoza, «sub specie aeternitatis» a través de la catarsis, la obra de arte esta en condiciones de plasmar la vida de ias personas particulares y por lu tanto, en tal sentido, de «ensefar». Pero puede hacerlo porque da expresién a Ja autoconsciencia del desa- rrollo humano y precisamente porque su fit no es el inmiscuirse directamente en la vida, el «educar». El poder ce las puras ideo- logias en la definicién de los conflictos sociales (hablamos aqui de filosofia y de arte en el sentido de Ia concepcién lukacsiana) deriva precisamente de esta amplia perspectiva, de esta ausencia de particularidad, de este referirse al elemento humano én su con- junto, de este caracter «teorético». Pero dado que, a pesar de los rasgos comunes, estas tres formas de objetivacién tienen relaciones diversas con la vida y “cl pensamiento cotidianos, las analizaremos aqui —sdlo desde este Angulo y de modo esquematico— por separado. Las ciencias naturales y el saber cotidiano Hablando de las ciencias, afrontamos por primera vez las ciencias naturales. Las distinguimos netamente de la filosofia porque, a nuestro juicio, son de otra naturaleza y tienen funcio- nes distintas. El hecho de que a menudo fas filosoffas en cuanto «filosofias de la naturaleza» han anticipado los descubrimientos cientificos y que a veces el fildsofo y el cientifico estan unidos en la misma persona, no cambia jas cosas. Que se trata de dos saberes esencialmente distintos, era sabido incluso en la Anti- giiedad, si bien entonces no existia una ciencia natural en el sentido moderno, sino sdlo una «investigacion de la naturaleza». Aristételes pensaba que para la investigacién de la naturaleza cran necesarias capacidades mentales distintas de las necesarias 189 _~Para la filosofia; las primeras representaban el nus, las segun- das la sophia, Las ciencias naturales comprenden los conocimientos de la humanidad sobre ef mundo no humano (incluida la naturaleza fisiologica del hombre). Desde el comienzo estan orientados hacia €eCL6H4 = ja desantropomortizacion, aunque ésta no haya sido totalmente “ obtenida nunca. Por su esencia son desantropocéntricas, y cuando falta este caracier significa que nos encontramos con una obser- @ —_-vacidn natural presentada con medios filosoticos-ideologicos. Fi- halinente, su esfuerzan por desantropologizar cada vez mas, en S ir en sus investigaciones cada vez mas alld de las posibilidades . de los érganos sensoriales humanos. Todo esto nos permite con- . cluir que las ciencias naturales «impugnan» la consciencia coti- ~ Dado que ya hemos hablado de ello en la discusién sobre el @ —_-Pensamiento cotidiano, haremos aqui sélo una breve recapitula- cin de lo ya dicho. En la relacién entre pensamiento cotidiano y no cotidiano hemos distinguido cuatro tipos: * la intentio rec ta 1, que simplemente reagrupa y ordena la experiencia y los datos del pensamiento cotidiano, sin superar el nivel de este Ultimo. Veremos que este tipo de pensamiento esta presente obligatoriamente en la vida cotidiana y que, al mismo tiempo, tiene un valor precientifico en cuanto proporciona al pensa- miento cientifico materiales y datos. Por lo tanto, la intentio recta 2, parte de las experiencias o datos del pensamiento coti- diano desarrollandolos en un plano que supera su nivel. Recuér- dese que el pensamiento antiguo —tanto el relativo a la sociedad como a la naturaleza— ha surgido sobre la base de la inientio recta 2. Socrates hace deducir el teorema de Pitagoras a un es- clavo ignorante, apelando solamente a sus experiencias y a su buen sentido. Sin embargo, debe incitarlo a deducir el teorema, porque el pensamiento cotidiano por si solo es incapaz, en si y a partir de si mismo, de «salir» de las experiencias cotidianas y de las estructuras del pensamiento cotidiano a una esfera cien- tifica homogénea. Cuando Platén afirma que el punto de partida de la filosofia es la maravilla, hace una afirmacion genial. La maravilla, que no revela simplemente lo que se ha visto o expe- rimentado, sino que en lo habitual reconoce lo inhabitual, lo peculiar, es un hecho del pensamiento cotidiano que conduce mas alld de Ja cotidianidad. De aqui parte no solamente la filo- sofia, sino tcdo pensamiento fundado en Ja intentio recta 2, sea cual sea su forma, . La intentio obliqua «impugna» totalmente el pensamiento co- tidiano, es decir, no surge directamente de los resultados de las expericncias cotidianas y de los correspondientes contenidos del diana. : | 40. Como punto de partida nos hemos servido de la concepcién de N. Hart- mann, pero interpretandula de modo que podamos duplicar las dos categorias. 190 wewsenrerrer@ererfereeertrtet | pensamiento. La ciencia natural moderna se basa cumpletamente en la intentio obliqua, mientras que la investigacion de la natu- raleza todavia era posible sobre la base de 1a mtentio recta, como hemos dicho ya. Las ciencias sociales y la filosofia, por el con- trario, y también a esto nos hemos ya referido, estan caracteri- zados a menudo por la infentio obliqua, especialmente a partir del pensamiento del Renacimiento tardio. Los limites no son rigidos; tomemos un ejemplo de la economia. Aristételes habia Hegado ya a comprender que en el intercambio de mercancias debia manifestarse una especie de «igualdsd» para que las mer- cancias pudiesen ser cambiadas en las proporciones correspon- dientes; en este caso Aristoteles operé claramente con el segundo tipo de intentio recta, desarrollando las experiencias. La nocién de la economia moderna, por el contrario, seguin la cual la «igual- dad» estriba en el igual trabajo, no es deducible de ninguna experiencia, es obtenida mediante la intentio obliqua. Viveversa, en la matematica, que no es ni una ciencia social ni una ciencia natural, algunos pasos extremadamente complicados son también hoy comprensibles con la ayuda de la intentio recta, La distincion entre la intentio obliqua 1 y la intentio obli- qua 2 transcurre entre la filosofia y las ciencias sociales por un lado y la ciencia natural por otro. En efecto, en la ciencia social y en Ja filosofia, una vez que —mediante la intentio obli- qua— una verdad cientifica ha sido descubierta, ésta es adecua- damente comprensible sobre la base de las propias experiencias personales durante la vida. Esto sucede muy simplemente por: que el tema de la filosotia y de la ciencia social es la sociedad, cuyos nudos clarificados por la ciencia estan aute el hombre touos los dias (aunque de una forma fetichista). La ciencia na- tural, y especialmente la moderna, se ocupa cada vez mas a me- nudo de 1enomenos que no se encuentran en la vida cotidiana de los hombres (salvo en el trabajo, pero también soio en al- gunos contexlos especiticos), por lo cual no pueden basarse en sus expericncias coudianas para comprender tales problemas, La tentativa de Einstein e Inieid de hacer comprensible la teora de la relatividad desarroilaudo la conciencia cotidiana (usando como ejemplo el tren), no ha tenido exito; para comprender la tcoria de Ja relatividad incluso a un nivel elemental, es necesario hacer abstraccion del parangon empirico que sirve de punto de reterencia, dado que todo parangon solo consigue hacer mas diiicil la comprension. Sin embargo, no es un absurdo querer traducir los resultados de la ciencia natural al lenguaje cotidiano, pero hay que tener presente que se trata solo de una traduc- cion y, ademas, que Ja traduccion presupone la capacidad de compiender una estructura distinta de la consciencia cotidiana y la capacidad de moverse en esta estructura al menos super- hcialmente. 191 Puesto que toda disciplina de la ciencia natural posee una estructura homogenea propia, para poderse «moverr en ella cs necesaria una preparacién especifica. La fisica, la quimica 0 {a medicina deben ser aprendidas. Lo mismo podria decirse del conocimiento de la naiuraleza, aunque estaba solo en germen, ya antes del nacimiento de la intentio obliqua. Pero se nos podria | objetar que las cosas succden del mismo modo en la filosofia y en las ciencias sociales, lo que es exacto desde un ci¢rto punto de vista. Para legar a resultados significativos en la filosofia y en la ciencia social en la actuatidad hay que ser wespecialistas» al igual que en las ciencias naturales, sin embargo, atin es posible que los no especialistas produzcan razonamentos los cuales como razonamientos (no sdlc como sugestiones) puedan ser conside- rados filos6fica y cientificameme adecuados, mientras que en Jas modernas ciencias naturales esto ya no es posible. Digamos algunas palabras sobre la desfetichizacién, En las ciencias naturales la in’entio obliqua desfetichiza siempre y obli- gatoriamente (no consileramos las ideologias que, aun remi- tiéndose a los resultados obtenidos en las ciencias naturales, Pueden, sin embargo, tener un caracter netamente fetichista, es decir, pueden ser antropomorficas desde varios puntos de vista). Por el contrario, la filcsofia y la ciencia social tienen ante si otros caminos. Examinemos aqui sdlo los casos de la intentio obliqua: puede suceder que ésta eleve los hechos fetichistas de Ja vida cotidiana a la coasciencia no cotidiana (incluso los conte- nidos concretos del fetichismo de la consciencia cotidiana), que mitifique en «esencia» et ser y la consciencia fetichistas.'Es po- sible también lo contrario, es decir, que la infentio obliqua de Ja filosofia y de la ciencia ejerza precisamente la funcion de desfetichizar. Ambos casos son ideologias y satisfacen necesida- des ideoldégicas, pero el segundo no hace sdlo esto: al mismo tiempo enriquece el saber genérico. En esto pensaba Marx cuan- do afirmé que si esencia y fenémeno coincidiesen ya no scria necesaria ninguna ciencia. La filosofia y la ciencia social de al- to nivel se basan en esta eleccién con contenido de valor posi+ tivo, eleccién cuya ideologia es la desfetichizacién, de modo que hacen posible e incluso exigen un continuo enriquecimiento del saber sobre la genericidad.“ Y ahora hagamos un breve repaso de la historia de la rela- cién entre pensamiento cotidiano y cientifico. Para que surgicse el pensamicnto cientifico debian haber surgido ya en la vida cotidiana comportamientos mentales —no estructuras de pensa- miento— de las que aquél pudiese surgir. La intentio recta 1 es precisamente un comportamiento de este género, y ya hemos 41. Sobre la relacién entre ciencia social y filosofia, cf. M. Vavia, Objektiv természetkép és tdrsadalmi praxis (Imagen objetiva de la naturaleza y praxis social), en «Filozdfiai Szemle», 1967, num. 2. 192 —————_ |, rr —_—_— hablado del papel de la maravilla en ella. Lévi-Strauss afirma que la sistematizacion y el reagrupamienio (especialmente del inundo vegetal) que exced‘a ampliament: la utilizacién coti- diana han abierto a Jas tribus primitivas precivilizadas un con- glomerado de saber muerto que fue una de las preinisas indis- pensables de la denominada revolucién neolitica, !a primera po- tente revoluciOn producida en la historia de la humanidad.? Pero desde que existe un pensamiento cientifico, éste s> hatla en perenne feedback con el pensamiento cotidiano, y en diversos modos. En primer lugar toma parte en la transformacion —muy lenta— de la estructura del pensamiento cotidiano y en el pro- ceso —mucho mas rapido y facil de controlar— de enriqueci- miento de los contenidos del pensamiento de la cotidianidad. Por ejemplo, conocer y referir las informacioncs derivadas de la divulgacion cientifica es un hecho que no supera ¢! nivel tipico de las necesidades cotidianas, y es precisamente un enriqueci- miento de los contenidos del pensamiento que se derivan del pensamiento no cotidiano, Valdria la pena investigar de qué for- ma han penetrado en la consciencia cotidiana los diversos des- cubrimientos cientificus (por ejemplo, el darwinismo), qué fun- n idcolégica asumen en ella, como se convierten.en «lugares comunes», etcétera. Si se estudiase el pensamiento del actual habitante de las ciudades, se detectaria en él scguramente ma- yor numero de tesis cientificas transformadas en obviedades que supersticiones tradicionales. Estos conocimicntos «descendidos» de la ciencia y conver- tidos cn lugares comunes sélo raramente viven independientes cl uno del otro af nivel del pensamiento cotidiano; tienen también una funcién en la formacion de la imagen del mundo. Actual menie-esta funcién es (en la ensefianza) guiada conscientemente. Constituye un minimo de imagen cientifica del mundo que (al menos en Europa y en los Estados Unidos) sirve ya para la simple orientacién de la vida cotidiana. La unificacién cons- ciente de las imagenes del mundo con Jas representaciones co- lectivas (religion, moral) oiro tanto necesarias para ia orienta: cién cotidiana y, por tanto, la elecciGn consciente entre las di- versas interpretaciones del mundo tienen lugar, en el caso de que tengan lugar, en la mayoria de los casos a través de las idcologias operantes en Ia vida cotidiana. La imagen del mundo que se deriva de la ciencia no puede cumplir por si sola esta funcién. Hemos hablado hasta ahora del descenso del pensamiento cientifico a la vida cotidiana. Pero la penetracion préctica de la wee wee ee e- -ECEECCEEECLECE 42. Contrariamente a Lévi-Strauss, pensamos que ef pensamiento cientifico no ha surgido sobre todo a través de la sistematizacién de las experiencias y observaciones cotidianas, sino del pensamiento religioso, ramnificindose de éste como disciplina cientifica, Efectivamente, encontramos ya en el, aunque de forma mistica y [etichista, el segundo tipo de intentio recta. | 193 bas ciencia en la vida cotidiana es un fendmeno distinto de los que hemos _discutido ahora, aunque no independiente de ellos. La aplicacion practica de las conquistas cientificas en la vida coti- diana se verifica bajo la forma de la técnica, tanto si consi- deramos el trabajo del hombre como si consideramos la cuali- dad de los objetos que lo circundan en la vida cotidiana (el tor- To, el ascensur, etc.). En este caso, la relucién con las conquis- tas de da ciencia pertenece a la vida cotidiana y también al Pensamiento cotidiano no sdélo por el contenido, sino es- tructuralmente. Es cierto que en la vida moderna se hace cada vez mis tipico el fenémeno por el cual manejamos un nu- mero creciente de objetos de los cuales no conocemos en abso- luto el mecanismo de funcionamiento; aun mas profunda se hace la separacion, si pensamos no en el funcionamiento, sino en las leyes cientificas (por ejemplo, fisicas) sobre las que se basa el mecanismo. Sin embargo, esto es cierto sdélo relativa- mente, y no con respecto al numero abscluto de los casos, Un campesino snedieval no tenia ninguna necesidad de conocer Jas leyes de la mecanica sobre las que se basaba el funcionamiento de la rueda, para usarla o para repararla cuando estuviese rota. También un hombre de hoy puede, sin tener la mas minima idea de las caracteristicas de la electricidad, encender la luz. Pero asi como debe reparar a menudo por si solo el interrup- tor, lo que es un fendmeno paralelo al desarrollo de la técnica y a su penetracién en Ja vida cotidiana, debe saber algo mas sobre las leyes fisicas de la electricidad que cl campesino me- dieval sobre las leyes de la mecdnica: en nuestro ambiente «téc- nico» son necesarios mds conocimicntos cientificos para la con- ducta de la vida cotidiana que en cualquier otra época del pa- sado. Lo cual significa que, aunque sdlo sea para hacer «funcio- nar» sin tropiezos la estructura —puramente practica— del pen- samieuto cotidiano, se ha hecho necesario un numero mayor de contenidos del pensamiento cotidiano «derivantes» de la ciencia. ntre el knowing how y el knowing that no hay en el pensa- miento cotidiano ninguna muralla china. Entre la penetracion en la vida cotidiana de la «ciencia como pensamiento» y la prac- tica existen amplias interacciones, aunque cl primer fenémeno esta mucho mas difundido que el segundo. Hasta ahora nos hemos dedicado casi exclusivamente a la relacién entre ciencia y pensamiento cotidiano; la vida cotidiana sélo en cuanto que, a causa de la tecnificacién, exige un tipo particular de pensamiento cotidiano. Examinaremos ahora la relacién entre la actividad en el campo de las ciencias natura- les y la vida cotidiana. La ciencia natural es el saber objetivo de la humanidad sobre la naturaleza, es decir, constituye un saber genérico. Su obje- to no es el género humano; en las investigaciones de la ciencia natural el hombre no se refiere de un modo inmediato a su 194 propio yénero, sino a la naturaleza. Pero, en el curso de esta actividad, es necesario homogeneizar; chay que suspender las motivaciones particulares? ¢Se requiere una relacién consciente con algun valor genérico-social? _ Cieriamente, la homogeneizacién y la suspensién de la par- ticularidad son requeridas desde un determinado punto de vista, desde el] punto de vista del saber. Debo entrar en la esfera de la ciencia, en la estructura de una determinada disciplina cien- titica, y debo generalizar mi saber en esta esfera o estructura. Para hacer esto debo suspender la consciencia cotidiana, feti- chista, Pero el problema es aun mas complicado. Es decir, hay que preguntarse si la generalizacion de mi saber al nivel de la genericidad —aunque su tema es exclusivamente la naturaleza— no planica exigencias que van mas alla del estricto saber. O lo que es lo mismo, si la elevacién a «hombre enteramente com- Pprometido» en la ciencia no implica necesariamente momentos de valor tales que, aun estando relacionados con el saber, tocan otros valores genéricos; si la relacion cientifica con la natura- leza no ticne premisas 0 consecuencias que se originan de la relacion con valores puramente humano-genéricos. Pues bien, no- sotros creemos que las cosas se realizan precisamente de este modo, El primer momento de este tipo —comun a toda especie de ciencia y de filosofia— es la aspiracién a la verdad. En fa jerar- quia de valores de los cientificos la verdad ocupa el primer puesto. Veremos que sobre este punto no hay la mas minima diferencia entre fildsofos y cientificos: el filosofu debe garanti- zar Ja verdad con todo su comportamiento, al cientifico le «bas- ta» con enunciarla, o mejor, en la esfera cientifica no puede enunciar nada que considere falso, no cierto, errado. Garantizar la verdad exige a veces la suspensidn, el sometimiento de los intereses particulares, a menudo incluso la subordinacién de otros sentimientos y descos genéricos cargados de valor. La fra- se atribuida a Aristételes segan la cual amaba a Platén, pero amaba mds todavia a la verdad, es la sintesis clasica de esta clara norma. El primado absoluto de la verdad en la jerarquia de valores de la ciencia no aparece solamente cuando existen conflictos dramaticos, cuando un cientifico esta obligadu a poner en dis- cusién su prestigio social, su patrimonio, su seguridad para combatir prejuicios cientificos. Acontecen también casos prosai- cos. Un cientifico que una sola vez en su vida haya dicho que ha Hevado a cabo un expcrimento que en realidad no ha efec- tuado, que haya hecho publico un tnico dato no demostrado haciéndalo pasar por demostrado, seré excittido del mundo cien- tifico por el resto de sus dias, se le juzgara en adelante como un charlatin. La proclamacién de la verdad es, en efecto, un yaler moral, la primera necesidad del desarrollo cientifico. 195 Pero cuando hablamos de la responsabilidad de la ciencia y del cientifico frente al mundo, entendemos por ello algo mas. No pensamos solamente en el éxito del trabajo cientifico, ni solamente en Ja funcién de un determinado resultado en el desa- rrollo de la ciencia natural, sino también en su funcidn en el desarrollo de la humanidad en general. El trabajo de los gran- des cientificos afecta no sdlo a la ciencia, sino también al pre- sente y al futuro del género humano; y los mejores represen- lantes de estas disciplinas son mas o menos conscientes de ello. La diferencia entre Szilar, Teller y Oppenheimer no estriba en el hecho de que son fisicos distintos: esta «diferencia» no se refleja en su trabajo cientifico (como por el contrario se re- fleja en el arte de Joyce y de Thomas Mann, o bien en Ia filoso- fia de Heidegger o de Sartre). Esta «diferencia» aparece en el hecho de que se comportan de un modo distinto respecto al uso Social de sus resultados en Ia fisica, 0 sea, respecto a los con- flictos sociales. No obstante, si esta «diferencia» no se refleja en el descubrimiento fisico, ello no significa que le sea indi- ferente. La actitud inmediata de los cientificos frente a la causa de la humanidad también entra en juego en el desarrollo inter- no de las ciencias naturales (por ejemplo, en la eleccién del campo de investigacion, en la valoracién de lo que es «sensato» cn la investigacién). Pero existe un tercer aspecto que no hay que olvidar. Hemos dicho ya que en el caso del cientifico el proceso de homogeneiza- cién es guiado por la esfera cientifica determinada, que el pro- ceso a través del cual se convierte cn «hombre cnteramente comprometido» tiene lugar con Ja ayuda de la generalizacién del saber, con su elevacién por encima del saber cotidiano. Sin em- bargo, la experiencia muestra que ~—al menos en cl caso de los cientificos importantes, que realizan cosas nuevas— los factores que hacen posible esta ascensién no son solamente las capaci- dades mentales, el talento individual y la buena preparacién. Los grandes cientificos generalmente son también grandes indivi- duos. Para descubrir nuevos campos de investigacién, nucvos datos, nuevos métodos (aparte los descubrimientos casuales) son necesarias a menudo también cualidades de cardcter que supe- ran en mucho la medida de las «capacidades» necesarias para la ciencia y la posesion de un alto grado de conocimientos cien- lificos. La fuerza de caracter, in capneidnd oe wipiastir lam els copelones, el coraje civil, el rechazo de Ja tradiclén, son carac- teristicas y formas de comportamiento que caracterizan al hom- bre que se ha elevado a la individualidad. Los nuevos descu- brimientos cientificos requieren a menudo cualidades genérico- morales, incluso cuandc 2! objeto o Ja intencién de la investi- gacion no es directamente la humanidad. Todo esto no afecta a los cientificos que siguen senderos ya batidos y evan a cabo investigaciones particulares en campos ya conocidos, y menos 196 So todavia a los simples practicantes de la ciencia. Pero a menudo son precisamente las cualidades individuales y morales las que €eciden no si uno puede llegar a ser cientifico, sino a qué nivel lo sera (piénsese en Arrowsmith, de Sinclair Lewis). Las ciencias sociales como ‘deologias cientificas. La tecnologia social. La manipulacion La distincion que acabamos de hacer entre los que trabajan sobre Jo nuevo y los que siguen caminos ya transitados, que elaboran los detalles, pueden aplicarse también a los estudiosos de las ciencias sociales, Pero, distintamente que en el caso de los cientificos de Ja naturaleza, existen dos criterios para dis- tinguir la grandeza en este campo, o sea la actividad cientifica importante, de vanguardia. El descubrimiento de un nuevo cam- po de investigacién, de nuevos métodos y nuevos datos consti- tuye solamente uno de los criterios. El otro —inseparable del precedente— es el grado de radicalisrno con que el cientifico se pone a la altura de la funcién ideolégica de su ciencia, que es la definicién de los conflictos sociales. No son suticientes aqui ni las caracteristicas particulares (el talento, !a disposicién), ni las morales-individuales (constancia, valentia, paciencia, etcéte- ra). Es necesario ademias clarificar la alternativa existente en la realidad social y, en consecuencia, los nuevos descubrimientos deben ser producidos a partir de esta alternativa, a partir de la eleccién de valores. Ademés, no existe campo alguno de la praxis social en el cual la investigacién no fuera mejor si cl investizedor tuviese una relacién consciente con la genericidad. es decir, si su_tra- bajo cientifico fuese entendido también como idcologia. Esto vale naturalmente sdlo cuando esta ideologia sc basa en una cleccién de valor relativamente positiva, es decir, cuando es pro- gresista. En tal caso el resultado de Ja investigacién puede cum- plir mejor su tarea de desfetichizacién, tarea que, como hemos visto, desde Ia aparicién de la sociedad burguesa constituye uno de los criterios principales para medir el significado de todo empefio en cl campo de las ciencias sociales Haatn In ciencia social puramente especializada contiene siem- pre un mamsita de velar, HH eleeeltte dle enlal, dad que Re tema es precisamente la sociedad. Una «retirada» en la «espe- cializacién» puede representar un acto de defensa contra ideo- logias reaccionarias, haciéndose con ello «resistencia» (de los cientificos durante el fascismo), pero la mayoria de las veces tiene un caracter apologético: se contempla !a sociedad exis- tente, el statu quo, como algo «dado» del mismo modo exacta- mente con que el estudioso de las ciercias naturales considera Ja naturaleza, que debe ser estudiada, no transformada; como 197 ¢ CC COCC ¢ C C ( “ maximo se puede emplear para mejorar su «funcionamiento» (cf. las human relations consideradas una ciencia en los Esta- dos Unidos). La ciencia social que se ha replegado en la espe- cializacion No es necesariamente més fetichista que la conscien- temente ideolégica; si su punto de partida es la huida de ideo- logfas de contenido negativo, puede expresar incluso una pro- testa contra la fetichizacién. Pero cuando asume como punto de partida la estructura y funcién de Ia sociedad como «dada», su actitud aniidealégica no hace mds que reforzar con medios cien- tificos ei modo de ver fetichista cotidiano. En el fondo sdélo existe un tipo de ciencia social que no in- tervenga en la vida cotidiana: la «ciencia especializada» pura que estudia realidades nuevas (la etnologia, la lingiiistica histé- rica, etcétera). Sin embargo, también ¢sta puede «intervenir», a través del idedlogo, del propagandista, que divulga sus resul- tados y los «introduce» en Ja conciencia cotidiana con el fin de definir los conflictos sociales. No es necesario insistir en la importancia enorme que tienen las ciencias sociales primarias (ideolégicas) en Ja plasmacién de la vida cotidiana. Marx dijo a este propdsito que también la teorfa se convierte en una fuerza material cuando penetra en Jas masas. La ciencia goza en 1a conscienci1 cotidjana de un cré- dito tan elevado que incluso ideologfas totalmente no cientificas (con contenido de valor negativo) se esfuerzan por procurarse una base «cientificas para autolegitimarse (por ejemplo, el fas- cismo con la teorfa de Ja raza y otras estupideces bioldgicas). En la consciencia cotidiana de nuestros dias, Ja ciencia —tanto la natural como Ia social— constituye la m4xima autoridad. La peneiracién de la «tecnologfa» de las ciencias sociales en la vida cotidiana est4 hoy todavia en los inicios. Se quiere asi simplemente «elahorar» la metodologia para manipular a los hont- bres (naturalmente sdélo las manipulaciones «refinadas» tienen necesidad de métodos «cientificos»). En la actualidad Ja mani- pulacién técnico-cientifica apunta a las esferas de 1a vida coti- diana en relacién con la genericidad: Ja actividad laboral y la politica (sobre todo en los Estados Unidos y en menor medida en la Aiemania Occidental). Las esferas puramente «privadas» no son abordadas en absoluto © muy poco por esta manipulacién «cientffica». EstA muy difundido el temor de que por tal via sea posible hacer totalmente (v por afadidura definitivamente) con- formista tceda la vida cotidiana y de que ésta sea la perspectiva del futuro inmediato. Nosotros, por nuestra parte, nos resisti- mos a creer que los métodos técnico-«cientificos» puedan ser resolutivos en este campo: Ia manipulacién puede tener lugar también ¢svontdneamente (a través del consumo, la moda. etcé- tera), como efectivamente v en general ha sucedido hasta ahora Ademéds no creemos que se pueda manipular a los hombres en todo y para todo, sean cuales sean los métodos; las mismas per- 198 sonas que disponen de los medios de manipulacién no estan necesariamente alienadas hasta el punto de proponerse como fin la elaboracién de los métodos necesarios para una manipu- lacién total. Y aunque as{ fuese, la humanidad ha encontrado siempre las formas adecuadas para rebelarse contra las formas concretas de manipulacién; gpor qué pensar que en este caso no suceda o no puede suceder lo mismo? Aunque no somos de la opinién de que la manipulacién técnico-«cientifica» tendra se- guramente éxito y de que sea inevitable, consideramos extrema- damente importante que la ideologia cientifica, la filosoffa, entre en lucha con todos los medios contra tales tentativas de mani- pulacién y movilice a la humanidad en defensa de su propia individualidad (aunque ésta sélo se halle presente en una forma incipiente). La manipulacién técnico-«cientifica» tiende hoy a asumir to- das las funciones negativas de la religion, sin tomar sobre si las positivas. La manipulacién técnico-«cientifica» «engorda» la par- ticularidad, hincha Jas motivaciones particulares, pero incremen- tando (y permiticndo) solo aquellas que sirven para alcanzar los fines de una determinada «organizacién» (en primer lugar las organizaciones que requieren una actividad laboral). Impide las decisiones individuales (morales) en las cuestiones que afectan a la concepcién del mundo o a Ia politica; plasma habilidades e ideologias que sirven al sistema vigente sin ponerlo en discu- sién desde ningun punto de vista. Sustituye los viejos mitos por otros nuevos: Jos de la técnica de mando, de la cualificacién, Vigila 1a vida privada de los particulares, liquida su «esfera privada» o Ja somete al control social. Y todo esto no en épocas en las que la escasez de biencs requeria la propiedad privada y —como consecuencia— la regulacién moral-religiosa de la rela- cién con la propiedad privada, no en épocas en las que los va- lores genéricos podian ser conservados unicamente en contra: posicién con cleterminadas —legitimas— exigencias particulares (como ha hecho Ja religién durante milenios), sino por el con- trario en un periodo en el que ha madurado las condiciones para liquidar la propiedad privada, para formar individuos libres, para colmar el abismo entre desarrollo genérico y desarrollo in- dividual. Precisamente por esto las exigencias y las expectativas en nombre de las cuales son reprimidos deseos concretos de la particularidad (para «hincharla» en su conjunto) ya no repre- sentan de ningtin modo el desarrollo genérico y va no contienen ningiin valor genérico (de un modo distinto de la religién, que ha posefdo tales valores durante largos perfodos histéricos). La filosoffa y la ciencia social entendida ideolégicamente deben, por tanto, darse cuenta de que Ja «ciencia social» manipuladora-tec- nificada no representa més que la religién de nuestra época (y¥ repitamoslo una vez mas: sin sus valores). 199 La indispensabilidad del arte ‘ \ “EI arte” es la autoconsciencia de la humanidad: sus crea- ciones son siempre vehiculos de la genericidad para-si, y en ‘ multiples sentidos. La obra de arte es siempre inmanente: re- presenta el mundo como un mundo del hombre, como un mundo hecho por el hombre. Su jerarquia de valores refleja cl desarrollo de valores de la humanidad; en la cima de esa jerarquia se encuentran siempre aquellos individuos (sentimientos, comporta- micntos individuales) que influencian al maximo nivel ef proceso de desarrollo de la esencia genérica. Dicho con mas preci el criterio de «duracién» de una obra de arte es ta elaboracién de una jerarquia tal; si no lo ha conseguido, desaparece cn cl pozo de la historia. En consecuencia, Ja obra de arte constituye también la memoria de la humanidad. Las obras suscitadas por conflictos de épocas en la actualidad remotas pueden ser goza- das porque el hombre actual reconoce en aquellos corflictos la prehistoria de su propia vida, de su propio conflicto: a través de ellos se despierta el recuerdo de la infancia y de la juventud de la humanidad (cf. lo que escribio Marx sobre la perenne . fascinacién de los grandes poemas épicos y de las grandes tra- gedias griegas). En el proceso a través del cual surge la obra de arte, la particularidad es suspendica casi sin residuos, el medio homo- géneo del arte arrastra consigo al particular que esta trabajando en la esfcra de la gencricidad; queda obligado a snspender su particularidad y a dar al mundo de la obra de arte la impronta de su individualidad Ni siquiera en la obra de arte, es decir, en la objetivacién misma, existe lugar para ‘a mera particularidad que no se haya convertido en individualidad: Io cual no sdélo es valido por lo que afecta a la personalidad del artista, sino también para la de sus personajes. (Pensamos evidentemente en un tipo ideal de obra de arte, Las obras naturalistas son naturalistas precisa- mente porque la representacién queda fijada en la particularidad.) Se nos podria preguntar, entonces, cémo es posible conciliar todo esto con nuestra concepcién de la obra de arte como mimesis de Ja realidad, de la vida; efectivamente, en la realidad de la vida son innumerables los particulares que viven en funcién de la particularidad. Pero existe una puesta. Una obra de arte pue- de representar también una motivacién particular, pero ponién- dola en el lugar que le corresponde, o sea, en el fondo de Ja jerar- quia de valores, En segundo lugar, las vidas particulares no son simplemente retratadas por la obra de arte, sino artisticamente individualizadas: y ésta es la operacién que nosotros —entre otras cosas— definimos como creacién de tipos. 43, Nuestra concepciin general del arte se remite a fa estética de Lukies. 200 a - i Finalmente, la particularidad no solamente queda suspendida en el proceso de produccién artistica y en la objetivacién misma, sino también en la recepcién del hecho artistico, En el curso del . goce artistico el receptor se cleva a ta esfera de la genericidad al igual que el artista. Y por ello la obra de arte se presta tan bien para poner en movimiento la purificacién moral, la catarsis, . Las relaciones entre el arte y la vida cotidiana son tan va- riadas y complejas que no intentaremos ni tan siquiera ofrecer un cuadro aunque sélo sea esquemiatico. Nos limitaremos a indicar ~ los problemas mas importantes. . Como se ha dicho, no hay vida cotidiana sin arte. Esto no sélo significa, como en la analogia realizada en Ja ciencia, que en el conjunto heterogénco del pensamiento cotidiano estén presentes las condiciones pretiminares y los gérmenes del moto de ver ar- ~ tistico, sino también que el goce artistico bajo cualquier forma existe siempre y en todos. No existe ninguna formacién social ~ conocida por nosotros, no hay modo de vida en el que no sean conocidos el canto, la musica, la danza, en el que los printos no- dales de la vida cotidiana, es decir, las fiestas, no estén ligados de algun modo a manifestaciones artisticas. Incluso donde la ele- vacion a la genericidad social atin no se ha librado de la generici- dad «muda» (biolégica), esta ya presente un «medio homogéneo» peculiar que conduce a esta «elevacién», al éxtasis (éxtasis erd- tico en la danza, en la misica). En la vida cotidiana de las for- maciones mas evolucionadas prosperan cada vez mas las formas de arte en las cuales la jerarquia de valores se basa ya clara- mente en la genericidad social: sagas, mitos, fabulas, etcétera. El artista individual «se alza» por encima de esta esfera cotidiana impregnada de arte para fijar en las objetivaciones su relacién individnal con Ja genericidad. Sobre la base de las obras de arte cs posible reconstruir del modo mas seguro la ética y la imagen del mundo de cualquier época, y podemos analizar cn ellas con la maxima certeza el grado y la direccién en que se ha desarro- Hado la individualidad de una época; las obras de arte nos infor- man del modo mas veridico sobre el movimiento csci’atorio entre Jas formas de actividad cotidiana y genéricas, nos dicen si su relacién era arménica o contradictoria, etcétera, Por lo tanto, el arte es realmente «necesario», por usar la ex- presién de Ernst Fischer. Siempre y en todas partes la gente ha cantado durante el trabajo, y estos cantos pueden ayudar a recons- truir su trabajo (como ha hecho Biicher en Trabajo y ritmo). Los hombres siempre han declarado su amor, expresado sus sen- timientos mediante canciones y versos, a partir de los cuales se puede reconstruir cémo han amado y qué han sentido. Los hombres han intentado siempre eternizar lo que a ellos les pa- recia bello o significativo; a partir de tales dibujos y pin- turas se puede reconsiruir qué era para ellus belly 0, por cual- 201 b wriwrwTrlhwTrhlhCUC OOO VCE TECrlUTrTlUSOerlhlhU OCU FrChUhU TCU rmUlhcL rT rTCUhcrCTrT rrr hm quier razén, significative. No es necesario que nos detengamos en los ejemplos, que podrian ser numerosisimos, Necesidad del arte significa también que la vida cotidiana nunca ha presentado «vacfos» en este aspecto. Pueden transcu- rrir siglos sin que la ciencia alcance a determinados estratos, pero ni siquiera un decenio «sin arte». Lo han comprendido bien los cristiancs cuando han desarrollado su actividad misionera. Dado que en las canciones y danzas «paganas» vetan —no sin raz6n— un mundo de valores alejado del suyo, y dado que com- prendian que sdlo era posible desecharlo proporcionando a la gente algo distinto en su lugar, trabajaban rapidamente en este sentido (iglesias, cantos liturgicos, etcétera). La otra cara de la medalla era que, mds adelante, les sucedia también a ellos como al aprendiz de brujo de Goethe; el arte, que es necesariamente inmanente, en Ultima instancia se ha rebelado en todo momento y en todas partes contra fa religién. No nos corresponde analizar aqui cémo precisamente la «ne- cesidad» del arte ha ofrecido el espacio para la deformacién de la cultura de los sentimientos en el kitsch.“ El kitsch no es sim- plemente un arte «a un nivel mds bajo». No es en absoluto cierto que todo periodo histérico haya producido arte del mismo nivel, y no lo es en especia! por lo que afecta a los particulares géneros artisticos. Pero cuando un arte alcanza el estado que posibilita el desarrollo genérico de su tiempo (incluso cuando ese nivel no es excepcionalmente elevado), ofrece al particular —a través de sus medios homogéneos— la pdsibilidad de elevarse al plano de la genericidad de aquel periodo determinado. El kitsch, por consi- guiente, no constituye un arte de bajo nivel, sino, por el contra- rio, un «arte» cuyo sistema normativo y cuya jerarquia de valores no expresan nada de ta genericidad de su propio tiempo y que como consecuencia incluso en Jos medios artisticos (desde la gama cromatica hasta las metdforas) queda atrds respecto del nivel dado del desarrollo genérico. El kitsch es un pseudoarte que satisface de un modo falso la exigencia de la particularidad de elevarse al nivel de la genericidad: cl kitsck no eleva hacia los fines efectivamerte genéricos, sino hacia los fines que son deseos «prolongados» de la particularidad, aunque vengan circundados por el aura de la genericidad. Por fo tanto, la emocién produ- cida por el kitsch es siempre una pseudocatarsis. Pero dado que el problema del kitsch se ha planteado sélo en el Ambito de un desarrollo social especifico (antes del capitalis- mo no ha eaistido nunca), abandonamos aqui el tema. Un proble- ma mucho mds importante, de alcance mas general, es si la sus- pensién de la purticularidad en el goce artistico tiene lugar siem- pre al mismo nivel y si la extensién y ja intensidad de tal sus- 44. Sobre la diferencia entre el kitsch v las bellas artes véase G. Luxics, Estética, op. cit. 202 pensién dependen tnicamente de la profundidad y del valor de la obra de arte. La respuesta es netamente negativa. Todo fruidor de una obra de arte arrastra consigo, procedente de una vida cotidiana vivida y experimentada de un modo totalmente peculiar, un espe- cifico mundo sentimental, conocimientos especfficos y, cosa im Portantisima, juicios e ideologias peculiares sobre 1a vida y la so- ciedad, Esto es lo que Lukacs denomina el antes del goce artisti- co. Es este antes el que decide en gran medida qué tipo de obra de arte esta en condiciones de elevar completamente al particular al plano de la genericidad (0 porque estd en consonancia con Sus experiencias de vida precedentes, o porque lo perturba total- mente precisamente a causa de su contraposicién a tales expe- riencias, o porque est4 construida sobre un medio homogéneo por el cual el receptor presenta una particular inclinacién, etcétera). Sucede a menudo que una obra de arte importante casi no nos hace impacto, mientras que una obra menos significativa nos conmueve hasta la catarsis porque afronta Jos problemas fun- damentales de nuestra vida, Un cuadro puede fascinarnos porque nos recuerda a alguien que hemos amado; un drama porque los conflictos del protagonista son afines a los nuestros; una obra musical porque pone en movimiento nuestro mundo senti- mental excitado por alguna raz6n, etcétera. Por todo ello, la elevacién en cl medio homogéneo no es siempre de la maxima intensidad. Pero cuando esta elevacién no se verifica en absoluto no existe ningtin goce arttstico, por bien que podamos haber comprendido la obra de arte en un plano intelectual. Del mismo modo, es extremadamente diferenciado el después del goce artistico. La transformacién de mi vida, de mi relacién con el mundo, causada por una obra de arte no se deriva exclu- sivamente de la intensidad de una tnica y profunda emocién. La «trasposicién» inmediata de la catarsis a Ja vida cotidiana {y a la vida en general), provocada por una experiencia interior, es un fendmeno excepcional. Hay que afiadir que tal accién directa es mas frecuente en las denominadas personas incultas que no entre los que viven en medio del arte. Estos wltimos se han «habituado» a la emocidén derivada del goce artfstico (también a esto nos podemos habituar) y tras de sofisticados placeres ar- tisticos vuelven sin efecto alguno a la «vida», la cual —dicen— es «distinta» del arte. El arte por sf solo no puede humanizar la vida; pero cuando se tiene la necesidnd de humanizar la propia vida y la de los demas también a otros niveles —a nivel politico, moral, ctc¢étera— el arte proporciona un pardmetro y cumple la funcién de apoyo sentimental ¢ intelectual para operar la trans- formacién. 203 ae La belleza en ta vida cotidiana __Dedicaremos ahora algunas palabras a la belleza que se ma- nifiesta en Ja vida cotidiana. Coincidimos con Lukacs en que lo bello no es ciertamente una categoria central del arte y que, por el contrario, la belleza constituye una categorfa mucho mas am- plia que lo bello artisticu. En los Manuscritos econémicos y filo. Sdficos Marx considera una gran conquista humana el hecho de que hayamos aprendido a producir segun la belleza. «El elaborar segiin las leyes-de la belleza» no es, empero, necesariamente, crear arte. En la obra de arte esta siempre el mundo, y, por lo tan- to, constituye también sicmpre una «répresentacién del mundo», Esto, por el contrario, no es valido obligatoriamente para.crear segtin las leyes de la belleza. En todo caso esta ultima ha entrado en el mundo principalmente mediante el arte. Esto es, la obra de arte es una objetivacién objetual humana con la que tenemos una «rclacién de utilidad», cuyo valor no estriba en fo titi} (en la usabilidad), sino en algo «distinto» (como sabemos: en fa re- presentacion, cn la expresién de la relacién con los valores gené- ricos), y que a pesar de ello produce un goce sensible. Ahora bien, también la belleza esti racterizada por el hecho de situarse mas alld de la usabilidad inmediata, y esto incluso si ¢) objeto o institucién a través del cual se manifiesta es utilizable. Adermas, la belleza procura un goce sensible, que va desde el placer hasta el arrebato. Un cuchillo «bello» no sdlo puede cortar (cosa que también realiza un cuchillo feo), sino que ofrece al obscrvador algo mas que su utilidad; un «bello» funeral es bello no porque alguien sea sepultado (para esto es suficiente cualquiera), sino porque las ceremonias hablan a los hombres de un modo que su- pera la pura utilidad. La belleza es la cultura que circunda a los objetos utiles, que se manifiesta en ellos, y que, suscitando afectos y goce sensible, supera ef pragmatismo, uniéndose as{ con los valores genéricos, pero sin implicar necesariamente }a consciencia de tales valores ni una relacién consciente con ellos, La belleza es heterogénea al igual que la vida. Al agricultor cl ondulante campo de grano no le parece bello, como pensaba Chernychevski, por- que le es «titily; el hecho de que él lo sienta «bello», que lo goce como belleza, es algo mas que la utilidad, va mds alld del pragmatismo. Lo cual no significa que el sentido de Ja belleza falte en todo tino de pragmatismo o que sc le contraponga (ni es obligatorio que algo plazca «de un modo desinteresado», sino que satisfaga «mds alla del interésx). Un pintor que haya estu- diado a Gauguin consitcra bello cl mismo carnpo de grano por muy distintas razones (también superando el pragmatismo, es de- cir, no sélo porque podria salir de é1 un bello cuadro). Un habi- tante de la ciudad puede considerarlo bello porque, en contras- te con el barutlo ciudadano, le recuerda Ja paz y la guietud (una vez mas por motivos que van més alld del pragmatismo, pero 204 \

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