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Alexis Bellorín
TEMA 3
ORGANISMOS PROCARIONTES
1. INTRODUCCIÓN
Vivimos en un mundo de bacterias. Los organismos más abundantes en el planeta son
precisamente los más pequeños: los millones de millones de bacterias que viven en
nuestros cuerpos, en el suelo, en el océano, en las profundidades de la corteza
terrestre. Aunque son muy pequeños, la abundancia numérica de estos organismos y
la gran cantidad de ambientes donde pueden vivir (prácticamente donde quiera que
haya agua, desde el más allá punto de ebullición de ésta, hasta muchos grados por
debajo del punto de congelamiento), hacen de las bacterias los organismos
dominantes del planeta. Ellas inauguraron la vida en la Tierra y han moldeado
progresivamente al planeta hasta convertirlo en lo que es ahora. En este tema
revisaremos brevemente las características de sus células, denominadas procariontes,
y una parte pequeña de su enorme diversidad.
Figura 1. Árbol filogenético universal donde se ilustran las tres ramas principales o dominios
(eubacterias, arqueobacterias y eucariontes) en los que se diversificó la vida en la Tierra. Modificado
de Madigan, M. T. y Marrs, B. L. 1997. Extremophiles. Scientific American, Abril 1997: 82-87.
Vimos también en el tema anterior que la divergencia de esos tres dominios ocurrió
en épocas muy remotas de la historia de la vida (Figura 2) y que se cuenta con muy
pocas evidencias para establecer exactamente en qué momento cada uno divergió y
cuáles son sus relaciones evolutivas. Sin embargo, se piensa generalmente que los
primeros organismos que evolucionaron fueron los procariontes y que éstos
organismos fueron las únicas formas de vida que predominaron en gran parte de la
historia de la vida en la Tierra, durante el Eón Arqueano y la mayor parte del
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Figura 2. Escala del tiempo geológico, mostrando las evidencias fósiles más antiguas para los eventos
claves en la evolución de la vida en al planeta. El planeta ha sido habitado únicamente por procariontes
desde que apareció la vida, hace probablemente 3,5 mma., hasta hace probablemente 1,5 mma., es
decir, prácticamente durante la mitad de la historia del planeta, en el Eón Arqueano y gran parte del
Proterozoico. Ese largo período de tiempo se corresponde con la ‘era de los procariontes’.
Figura 3. Células bacterianas teñidas con la coloración de Gram y una célula de un organismo
eucarionte. Ambas fotografías tomadas con el microscopio óptico están a la misma escala (a la
izquierda se incluye como referencia una barra de escala que representa los 200 µm de longitud). Puede
verse claramente que las células bacterianas son mucho más pequeñas con relación a la célula
eucarionte.
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Figura 4. Ejemplos de una célula procarionte (Escherichia coli) y de una célula eucarionte (fibroblasto)
fotografiadas usando el microscopio electrónico de transmisión. En la célula eucarionte se observa el
gran núcleo, o compartimiento separado por un envoltorio de doble membrana, donde se encuentra la
mayor parte del ADN de la célula. En las células procariontes no existe tal compartimiento, y el ADN
se encuentra en el citoplasma formando un nucleoide. En algunos procariontes (p.ej. Planctomyces) el
nucleoide es rodeado por una membrana simple, sin embargo, esto no constituye un núcleo verdadero.
El nombre ‘procarionte’ fue sugerido por primera vez por el protozoólogo francés
Edouard Chatton (1883–1947) en los años 1930s, aunque un concepto más claro fue
desarrollado y popularizado por los microbiólogos Roger Stanier (1916–1982) y
Cornelius van Neil (1897–1985) en 1962, luego del uso generalizado del microscopio
electrónico de transmisión. Según estos autores las células procariontes (o en otras
palabras, células bacterianas) son:
Figura 5. Modelos esquematizados de una célula procarionte y una célula eucarionte. Como se ve, en la
célula eucarionte además del núcleo, aparecen una serie de compartimientos localizados en el
citoplasma, los cuales son rodeados por membranas. Los principales compartimientos u organelos de
este tipo son el retículo endoplasmático, el aparato de Golgi y en las mitocondrias. En células
eucariontes fotosintetizadoras aparece los organelos denominados plastidios.
Figura 6. Modelo altamente esquematizado de una célula procarionte generalizada donde se muestran
los componentes mínimos: membrana plasmática, citoplasma, DNA o ADN, contenido en una región
denominada nucleoide, y ribosomas. Como se observa el ADN no es encerrado dentro de un
compartimiento específico rodeado por membranas, es decir, no existe un núcleo.
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A. Membrana plasmática:
Las células son compartimientos o celdas: sistemas altamente organizados en
constante intercambio de materia y energía con el entorno, delimitados siempre por
una delgada y delicada membrana, conocida como membrana plasmática, que les
rodea y mantiene su integridad. La membrana plasmática además de delimitar a la
célula juega funciones fundamentales para el funcionamiento celular. Por ejemplo, en
el caso de células procariontes, a través de ellas se secretan enzimas digestivas y
luego se absorben las moléculas nutritivas. En la membrana plasmática también se
ubican importantes sistemas de proteínas, como el complejo de proteínas que sintetiza
el ATP, o los complejos de proteínas que realizan la fotosíntesis, en el caso de
bacterias fotosintetizadoras, o la fosforilación oxidativa, en el caso de bacterias
organótrofas aerobias.
Figura 7. Modelo esquematizado de la bica de fosfolípido que forma las biomembranas. Los fofolípidos
forman dos capas, con las caras solubles en agua (región de los grupos fosfatos) orientadas hacia los
sistemas acuosos citoplasma y medio externo, y las cadenas hidrocarbonadas de los ácidos grasos,
insolubles en agua, orientadas hacia la parte interna de la membrana. Aparecen también numerosos tipos
de proteínas de membrana específicas, las cuales poseen muchas veces polisacáridos (carbohidratos) en
la cara externa, es decir, son glucoproteínas, que sirven para el reconocimiento de señales químicas
entre células.
Las moléculas de fosfolípidos son moléculas anfipáticas, es decir, con una región
hidrofílica (soluble en agua) diferenciada de una región hidrofóbica (insoluble en
agua), debido a su estructura química. Cada molécula de fosfolípido consiste de una
molécula de glicerol, al cual se unen dos ácidos grasos, que son cadenas
hidrocarbonadas más o menos largas hidrofóbicas, y un grupo fosfato, el cual es de
propiedades hidrofílicas. Así, en un medio acuoso, los fosfolípidos tienden a formar
natural y espontáneamente bicapas, esto es, dos hileras continuas de moléculas, con
las “cabezas” de grupos fosfatos orientados hacia ambos lados externos de la bicapa
(los lados que están en contacto con el agua) y las “colas” de ácidos grasos orientadas
hacia el interior de la bicapa, donde no interactúan directamente con el agua (Figura
8).
B. Citoplasma
El citoplasma, también denominado protoplasma, es la porción de la célula contenida
dentro de la membrana plasmática. En las células procariontes es prácticamente todo
el contenido celular. En las células eucariontes, el contenido del núcleo, denominada
nucleoplasma, constituye otra porción diferente, de manera que el citoplasma en las
células eucariontes en la región comprendida entre la membreana plasmática y el
núcleo.
Figura 9. Modelo esquematizado del citoplasma bacteriano, donde se ilustran a escala los complejos
macromoleculares que contiene (ribosomas, diferentes tipos de enzimas, ARNm, ADN, etc.).
C. ADN
Las moléculas de ADN en la gran mayoría de los organismos procariontes son
circulares, es decir, tienen la forma de un anillo, sin extremos libres, son cerradas. En
los eucariontes, al contrario el ADN aparece en la forma de moléculas lineales,
abiertas, con extremos libres, y cada una forma un cromosoma. En los procariontes
aparece una molécula de ADN principal, conocida como cromosoma bacteriano o
cromosoma procarionte, la cual contiene la mayoría de los genes que constituyen el
genoma del organismo. Esta molécula ocupa generalmente una región central de la
célula, conocida como nucleoide, la cual no tiene aspecto granular cuando es
observada al microscopio electrónico de transmisión, debido a que no poseen
ribosomas (Figura 10).
D. Ribosomas
Los ribosomas son cuerpos granulares pequeños (29 nm) abundates en el citoplasma,
consitutidos por un tipo particular de ARN con una estructura tridimensional
altamente definida y conservada, el ARN ribosomal, junto con diversas proteínas
específicas. La función de estos complejos macromoleculares es la síntesis de
proteínas, es decir, ellos “leen” la información genética contenida en el ARN
mensajero, enlanzando covalentemente un aminoácido a otro de acuerdo a las
intrucciones contenidas en el ARN (cada tres nucleótidos en el ARNm codifican un
aminoácido en la proteína que está siendo sintetizada).
Figura 13. Principio de funcionamiento de los microscopios óptico y electrónico. Em ambos casos, se
produce una imagen agrandada de un objeto manipulando por un sistema de lentes a un haz de radiación
electromagnética. En el caso del microscopio óptico la radiación es de la longitud de onda de la luz
vivisble (un “chorro de fotones”), y es amplificada por un sistema de lentes de vidrio que la refractan.
La imagen aumentada es observada directamente por el ojo humano o por una cámara fotográfica. En el
caso del microscopio electrónico, la radiación empleada es electricidad (un “corro de electrones”), la
cual es amplificada por un sistema de imanes y electroimanes. La imagen aumentada producida es
observada por una pantalla similar a un televisor e impresa en placas fotográficas.
Dado que la longitud de onda de un haz de electrones es mucho más pequeña que la
de los fotones de la luz, el microscopio electrónico posee un mayor poder de
magnificación, es decir, puede agrandar muchas más veces la imagen de un objeto
que un microscopio óptico, y también tiene un mayor poder de resolución, esto es,
una mayor capacidad de separar y mostrar claramente detalles muy pequeños de los
objetos. Algunos microscopios electrónicos pueden magnificar hasta 2 millones de
veces el tamaño real de una muestra, mientras que los mejores microscopios ópticos
llegan hasta magnificaciones máximas de 2000 veces. El microscopio electrónico fue
desarrollado en Alemania los años 1940s.
Figura 14. Imagen ampliada de un corte transversal de una mitocondria producida usando el
microscopio electrónico de transmisión (izquierda). Imagen ampliada de la superficie de una araña
producida con el microscopio electrónico de barrido (derecha).
Puesto que las células procariontes son sumamente pequeñas en su gran mayoría y
que el microscopio óptico no revela casi nada sobre su estructura, fue con el
desarrollo del microscopio electrónico que se pudo apreciar las profundas diferencias
estructurales que existen entre estas células y las células de los organismos
eucariontes.
Figura 15. Ejemplos de bacterias unicelulares (Escherichia coli) y bacterias filamentosas (Anabaena
sp.), tal como se observan con el microscopio electrónico de transmisión.
Figura 17. Células de Mycoplasma sp. fotografiadas con el microscopio electrónico de transmisión.
Como referencia al tamaño, se incluye en la fotografía una barra de escala que mide 0,5 µm.
Figura 18. Colonias de la bacteria Thiomargarita namibiensis (izquierda) y comparación de una célula
de esta bacteria (señalada por la flecha blanca) con la mosca de la fruta Drosophila melanogaster.
La división celular generalmente ocurre mediante fisión binaria, en la que una célula
da lugar a dos células hijas más o menos del mismo tamaño (Figura 21). En algunas
cianobacterias ocurre fisión múltiple, en la que una célula de mayor tamaño se divide
en numerosas células más pequeñas. Durante cada división celular el DNA
simplemente se duplica y una copia de cada molécula es transferida a cada célula hija;
sin embargo, no ocurren los cambios cíclicos característicos de la mitosis de las
células eucariontes, como por ejemplo la formación de cromosomas diferenciados ni
el sistema de microtúbulos conocido como ‘huso’.
Figura 21. Eventos generalizados que ocurren durante la fisión binaria de una célula procarionte.
Figura 22. Microfotografía con el microscopio electrónico de transmisión de dos células procariontes
(Escherichia coli) intercambiando material genético a través de una conexión denominada pilus sexual.
Tomado de Prescott et al. 2002. Microbiología. McGraw-Hill-Interamericana.
Figura 23. La bacteria nitrificadora Nitrosococcus sp. vista a través del microscopio electrónico de
transmisión.
Figura 24. La bacteria fotosintetizadora (no oxigénica) de color púrpura Chromatium sp. En la
fotografía de la izquierda se muestran las células al microcopio óptico, donde se observan los gránulos
de azufre. En la fotografía de la derecha se muestra la mancha de color púrpura donde crecen estas
bacterias en ambientes poco oxigenados, en este caso en fuentes termales del parque Yellowstone, en
USA.
Por otra parte, existen también bacterias fotosintetizadoras que producen oxígeno
libre como uno de los productos finales de la fotosíntesis. Éstas utilizan al agua como
donante de electrones y son los procariontes en general más exitosos y abundantes. Se
trata de las cianobacterias (p.ej. Synechocystis, Prochlorococcus, Oscillatoria), que
antiguamente eran conocidas también como ‘algas verdeazules’ o cianofíceas (Figura
25). Estos organismos son los responsables en última instancia del oxígeno libre
presente en la atmósfera que permite nuestra supervivencia.
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Figura 26. El procarionte organótrofo Escherichia coli, que vive normalmente en los intestinos de
humanos y animales, donde se alimenta por absorción de compuestos orgánicos simples y también
produce vitaminas y otros compuestos beneficiosos; es decir, forma parte de la ‘flora intestinal’. Bajo
ciertas condiciones, algunas cepas de esta bacteria pueden convertirse en patógenas y causar
enfermedades. De www.sientificamerican.com.
Los procariontes organótrofos que causan enfermedades en humanos han sido muy
importantes en la historia. Sin duda, la más importante en la historia la ‘peste negra’
que asoló Europa en los años 1300s y que mató cerca de un tercio de la población
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humana de ese continente para la época, esto es, 25 millones de personas. Se presume
que esta enfermedad bacteriana fue causada por la bacteria Yersinia pestis, la cual
ataca a las ratas y eventualmente se transmite al ser humano a través de picadura de
pulgas (Figura 27).
En los ambientes acuáticos, tanto agua dulce, salobre, como marina, los procariontes
son altamente abundantes flotando en el agua o depositados o enterrados sobre el
fondo. En general, los organismos acuáticos que viven flotando en la columna de agua
y que no tienen una capacidad de natación suficiente para nadar de forma
independiente a la masa de agua donde se encuentran se conocen como plancton. Así,
los procariontes acuáticos que viven suspendidos en el agua forman el
bacterioplancton (Figura 28). Así mismo, los procariontes que viven asociados al
fondo de los cuerpos de agua, ya sea enterrados en el lodo u otros sedimentos blandos,
o adheridos sobre superficies duras como plantas acuáticas, conchas de animales,
piedras, etc., son parte del bentos, formando el bacteriobentos (Figura 29)
Figura 28. El color verde de este cuerpo de agua dulce es ocasionado por procariontes planctónicos
fotosintetizadores, la cianobacteria Microcystis sp.
Figura 29. En esta agua termales crecen procariontes bentónicos adheridos a las rocas del fondo,
formando una comunidad conocida como bentos
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Figura 30. Asociadas con las raíces de muchas plantas viven bacterias organotrofas que realizan la
función de la fijación de nitrógeno, a través de la cual el nitrógeno gaseoso de la atmósfera es
convertido en amonio y de esta forma es aprovechado por las plantas. En la ilustración se muestran los
nódulos o engrosamientos en la raíz de una planta leguminosa donde se encuentran las células del
procarionte Rhizobium sp.
Figura 32. Ciclo biogeoquímico del nitrógeno, en el que diferentes grupos de bacterias juegan papeles
fundamentales. Por ejemplo, algunas convierten el nitrógeno atmosférico inerte en amonio, el cual
puede asimilado por las plantas. Otras convierten el nitrógeno orgánico contenido en las plantas,
animales y otros seres vivos en descomposición en formas inorgánicas (amonio, nitrito, nitratos) que
también pueden ser asimiladas nuevamente por las plantas. Si no fuera por estas bacterias, los procesos
de producción de nueva materia orgánica por las organismos fotosintetizadores se habrían detenido
hace mucho tiempo y el planeta Tierra sería probablemente un planeta muerto.