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1. En la última década se hizo cada vez más evidente en América Latina que el
modelo educativo que por casi 100 años había servido para orientar las funciones
de los sistemas educacionales, había perdido dinamismo y significatividad
educacional, social y cultural. Todo indicaba que se había llegado a un punto de
agotamiento de un ciclo de las políticas educacionales donde lo fundamental había
consistido en la expansión matricular, cuantitativa y acelerada de unos sistemas
financiados por el Estado y gestionados por organismos fuertemente centralizados
desde el punto de vista organizativo y curricular.
La pérdida del dinamismo del modelo educativo hasta hace poco vigente parecía
residir, según la investigación lo hacía notar, en la incapacidad estructural del
modelo para conciliar, por una parte, las necesidades del crecimiento con las
deconstrucción de una mejor y más equitativa calidad de vida para todos; y, por
otra, la incapacidad para responder adecuadamente a los desafíos que a los
sistemas educativos plantean los procesos socioculturales de carácter universal
dinamizados por la revolución científica tecnológica.
Hoy consideramos que esta idea pecaba de una cierta ingenuidad, cuando no de
una insuficiente comprensión de la relación existente entre la educación y los
fenómenos sociales. En nuestros días reconocemos que las necesidades y los
problemas educativos, al igual que sus determinantes sociales y culturales, se
encuentran en permanente transformación. Un proyecto de cambio o de reforma,
por más pertinente y consecuente que sea con las situaciones que trata de
resolver o mejorar, carece de poder como para “congelar” el dinamismo de la
transformación social (cualquiera que sea el ámbito territorial en que ésta se
exprese). Por consiguiente, las intervenciones que se provocan en el sistema
debieran ser vistas como respuestas circunstanciales, provisionales,
temporalmente adecuadas, pero nunca definitivas. De aquí, el actual
debilitamiento de la fe en la eficacia de paradigmas educativos que pretenden
sobreponerse a la variedad real y virtual de las contingencias históricas.
¿Es posible acometer una Reforma Educativa sin tener a la vista una
representación modélica del estado en que se desea situar en el futuro al sistema
escolar y a las prácticas habituales de la enseñanza?
Hoy, por ejemplo, la función docente tiende a socializarse en el sentido de que las
atribuciones educadoras que tradicionalmente se concentraron en las escuelas y
fueron atribución exclusiva de los profesores, han ido siendo asumidas cada vez
más como derecho compartido por una gran diversidad de agentes sociales.
Familia, medios de comunicación, iglesias, grupos de pares, centros de padres,
gremios, sindicatos, grupos empresariales ligados a “sostenedores” de
establecimientos, servicios públicos no pedagógicos, etc., actualmente operan en
paralelo con la escuela y/o penetran de manera sustantiva a las funciones de ésta,
(con todo lo que ello implica en términos de orientación y responsabilidad pública).
Uno de los efectos más visibles de la crisis del Estado en los países de América
Latina lo constituye el proceso de descentralización creciente de los poderes
acumulados por un aparato gubernamental fuertemente centralizado y
burocratizado y, a contrapelo de ello, la transferencia gradual de la facultad de
decisión y gestión sobre la llamada “cosa pública” hacia los organismos
intermedios y de base que, en su desarrollo, ha ido cristalizando la vida social.
Este proceso de pérdida y traspaso de atribuciones del Estado comienza a
visualizarse con cierta nitidez en la región hacia la década de los años 70, luego
que el paradigma de desarrollo económico basado en la planificación central y la
sustitución de importaciones tocara su fin, sin que sus promesas se hubiesen
materializado en la estructura económica eficiente, el pleno empleo, la
redistribución equitativa del ingreso y la obtención de la dinámica de crecimiento
autosostenido que se decía.
Tres, que la vida social moderna se encuentra cruzada por procesos sociales y
políticos enteramente originales, de gran trascendencia histórica, y que acarrean
tensiones y situaciones conflictivas en la vida social, cuya superación no parece
posible lograr si se las aborda exclusivamente con los criterios de racionalidad
keynesiana inherente al modelo de Estado Benefactor o, sin que se considere una
recomposición radical y profunda del cuadro de los agentes responsables de
satisfacer las necesidades sociales fundamentales.
7. Llama la atención el hecho que en casi todos los países latinoamericanos los
modelos centralizados de la enseñanza (o de curriculum centralizado) sean
actualmente considerados obsoletos de por sí y de escaso o nulo valor para los
propósitos de mejoramiento de la calidad y equidad de la enseñanza. No resulta
entonces extraño que, por lo general, la descentralización termine asumiéndose
como una especie de ideología o panacea técnico-administrativa. Con esto queda
en la penumbra el hecho que la descentralización –en cualquiera de sus especies-
no resulta ser más que una estrategia, un medio, un procedimiento o recurso cuya
efectividad dependerá sustancialmente tanto de las condiciones históricas y
sociales del ambiente en que se la pretenda aplicar, como de los propósitos
específicos perseguidos por esa aplicación. En todos los países de América Latina
la entrega oficial de atribuciones a la escuela para elaborar sus propios planes y
programas, ha constituido una medida posterior a la descentralización de la
gestión escolar (municipalización, etc.). Sin embargo, de aquí no cabe derivar
relaciones de tipo causal entre una y otra forma de descentralización ni, tampoco,
pensar que ambas se encuentran regidas por una misma lógica.
Esto quiere decir que ninguna de estas tendencias se encierra –como era
corriente en otros tiempos- dentro de los márgenes de un determinado nivel del
sistema escolar, si bien puede ocurrir que en un cierto momento alguna de ellas
afecte más a un nivel que a otro.
El impacto global de cada tendencia hacia el interior del sistema tiene, desde
luego, otras expresiones. Por ejemplo la tendencia de proveer educación con
valores y la de impartir enseñanza transversal se ha ido proyectando desde la
educación básica hacia la educación superior, del mismo modo en que la
tendencia de hacerse públicamente responsable de los resultados de la
enseñanza efectuada (accountability) y de acreditar posesión de las competencias
y otras capacidades personales desarrolladas por la enseñanza, se ha ido
desplazando poco a poco en dirección contraria; esto es, de arriba hacia abajo del
sistema. Por lo mismo, no extraña ya que los grandes ausentes en los procesos
de reformas escolares de otras épocas como lo eran la universidad y, en general,
la educación superior, sean actualmente componentes indisociables de reformas
que con gran coherencia de sentido se proyectan sobre el sistema educacional
comprendido en su más vasta expresión. Aspectos curriculares tales como
participación activa del estudiante en su propio aprendizaje, pertinencia cultural de
los contenidos de enseñanza, educación en valores, etc., inicialmente
desarrollados a partir de necesidades de escuelas y liceos, se han ido convirtiendo
gradualmente en condiciones inherentes a la educación superior, del aprendizaje
significativo y dela educación permanente.
10. Comparando las similitudes y diferencias de las reformas que en los últimos
años se introducen en el curriculum de los sistemas educativos latinoamericanos,
es posible develar tendencias de cambio que se expresan tanto en el dominio
delas nuevas ideas sobre la función escolar y las finalidades de la enseñanza,
como en el de la estructura del curriculum y los roles de los actores educativos.
Los alcances más vastos que empieza a tener la Educación General, como no
podía ser menos, inducen cambios que extienden la duración de la escolaridad
general obligatoria, amplían el número de días de trabajo anual de las escuelas ye
l número de horas de trabajo diario. Aunque se está consciente del impacto quela
extensión del tiempo que el niño debería permanecer en la escuela elemental
tiene en el financiamiento de la enseñanza pública gratuita, los países de la región
hacen esfuerzos por introducir “una estructura académica con un nivel de
educación obligatorio de ocho o nueve años, divididos en dos o tres ciclos. Esta
educación básica se corresponde con la educación primaria y el primer ciclo de la
educación media de la estructura tradicional”. Aspiración ésta que brota en un
tiempo en que los países de alto desarrollo industrial han alcanzado una
obligatoriedad escolar de 10 años promedio (de los cuales a lo menos dos se
cumplen en el primer tramo de la enseñanza media).
En América Latina la preocupación por “salvar” una enseñanza rigurosa del saber
científico dentro del abigarramiento de objetivos que ha adquirido el currículo dela
enseñanza básica, constituye una preocupación constante. Los peligros que
potencia la pertinencia curricular y el prurito de insistir demasiado en la
convergencia que los programas escolares deben tener con los contenidos de la
cultura local, sirven a menudo de argumento para defender el rol preeminente que
debe continuar desempeñando el Estado central en el diseño curricular.
Por otra parte, esta tendencia nos ha revelado que la emergente cultura
electrónica-visual estaría no sólo otorgando primacía a la imagen en lugar del
concepto verbal, también estaría haciendo nacer en los jóvenes nuevos esquemas
formales de pensamiento para procesar la información de carácter iconográfico,
difusa y heterogénea que proviene del mundo exterior. Desde el punto de vista de
la organización del aprendizaje natural o espontáneo, la cultura electrónica-visual
ha desterrado todo orden y jerarquía. En el cerebro de niños y jóvenes –hemos
dicho en otro lugar- “los aprendizajes están discontinuados, se introducen sin
respetar el orden serial, se asimilan caprichosamente de un modo que su relación
desarticula el orden de sucesión temporal y espacial, no avanzan inferencialmente
hacia las generalizaciones crecientes y, en fin, su introducción desestructurada
deja mucho espacio para relacionar unos con otros de manera impredecible...
Todo tiende a demostrar que la cultura electrónica estaría conformando una lógica
distinta en los procesos formales del pensamiento juvenil, además de unos estilos
naturales de procesar contenidos de conciencia bastante diferentes de quienes se
socializaron dentro de una cultura de tipo alfabética”.
En suma, mientras las formas del aprendizaje natural de las nuevas generaciones
son de carácter multidireccional y de propensión holística, debido a la organización
oficial de los aparatos educativos, la enseñanza y los profesores todavía estarían
operando de acuerdo a la lógica lineal y seriada inherente a la cultura de índole
alfabético-fonética. En este sentido, el desencuentro que se estaría provocando
entre los estilos de la enseñanza y las formas naturales del aprendizaje de los
alumnos, no sólo serían causa de bajos rendimientos; también obrarían en los
desafectos estudiantiles por el trabajo de los profesores.
Con todo, el giro que hoy significa comprender el “contenido” como contenido de
aprendizaje más que como contenido de la enseñanza y, en consecuencia, poner
el acento en aquellas reacciones y cambios que ocurren en la vida interna del
alumno, y no tanto en la transferencia de datos e informaciones a memorizar, no
está ausente de críticas e incomprensiones. Así, por ejemplo, al profesor formado
en una concepción transmisiva del saber, le cuesta entender que el contenido de
la enseñanza sea algo distinto del contenido del aprendizaje, y quela “materia de
la enseñanza” (el conocimiento asignaturizado) deba ser metodológicamente
manipulada según sea el tipo de conducta psicológica (aprendizaje) que mediante
ese conocimiento se desea formar en el niño.
Como quiera que sea, el hecho cierto es que actualmente todas las grandes
reformas de planes y programas de estudio que se encuentran en desarrollo
(incluyendo entre éstas las que efectúa un país tan adherido al empirismo
filosófico como es Inglaterra), reconocen que:
El acceso personal a las comisiones del cambio curricular “se circunscribe a los
profesionales de la enseñanza; y cuando se les pregunta a estos por los criterios
que podrían afectar la toma de decisiones, señalan sus conocimientos
profesionales y su experiencia como profesores o antiguos profesores... como
resultado el margen de cambio previsto en cualquier programa normal es más bien
estrecho. Tan sólo debe contarse con ciertos progresos que no requieran cambios
considerables en ninguna enseñanza convencional. En el mejor de los casos, el
programa abrirá sus puertas a un cambio futuro, ampliando el margen de la toma
de decisiones local y aportando ideas sobre lo que podría cambiarse...”.
Constituidas estas comisiones por profesores cuyos mayores méritos consisten
por lo general en su experiencia en las metodologías de enseñanza de
asignaturas, gran parte del tiempo de trabajo se destina a negociaciones dirigidas
a impedir que los intereses corporativos de una especialidad o asignatura se vean
afectados por la preeminencia que pudiesen alcanzar otros, en la distribución del
tiempo total que los alumnos pueden dedicar a sus estudios.
Para ser efectiva, la producción del currículo regida por los principios de
autonomía del establecimiento y de colaboración depende de la existencia de un
clima psicológico (“cultura de participación”) que mueva a cada comunidad
educativa integralmente comprendida, a hacer uso responsable e imaginativo dela
libertad que se les reconoce. Desde otro punto de vista, también impone al Estado
la obligación de idear procedimientos que eviten la dispersión de las ofertas
educativas a un extremo tal que se debilitara la identidad nacional y la comunidad
de propósitos que deben mantener las unidades operativas de un sistema
educacional.
En esta búsqueda los gobiernos tienden, por una parte, a abandonar los
esquemas de la planificación curricular normativa, según la cual la autonomía
delos profesores y las escuelas estaba referida a optar entre un número acotado
de alternativas resueltas previamente por el nivel central; y, por otra, a introducir
modelos de planificación situacional de acuerdo con los cuales las opciones
curriculares de un país son construidas por cada escuela a partir de la
reformulación que las comunidades escolares hacen de directivas centrales sobre
cuestiones que tocan condiciones nacionales de la enseñanza.
Uno de los muchos puntos de contacto que cabe apreciar en buena parte de las
reformas curriculares que en el último tiempo han venido sucediéndose, se refiere
a demandas de trabajo escolar sistemático y continuo en torno de unos objetivos y
contenidos de enseñanza que, debido a su naturaleza, permean las asignaturas
del plan de estudio y traspasan los diversos componentes de la organización
escolar. Con esta innovación los sistemas escolares buscan imprimir en todos los
factores que concurren en el acto educativo –por sobre sus diferencias y
funciones- un mismo sentido y una parecida proyección. También, claro está,
procuran revestir de mayor relevancia y significatividad a la tarea escolar.
“Objetivos Fundamentales Transversales” en Chile; “Componente Fundamental del
Curriculum” en Paraguay; “Objetivos comunes de todos los niveles” en Colombia;
“Ejes Transversales del Currículum” en Honduras; “Competences transversales”
en Francia; “Contenidos Básicos Comunes de
En conclusión:
Al igual que las reformas, las tendencias del cambio curricular parecen cada vez
más responder a una racionalidad pedagógica distinta de la conocida hasta hoy.
Una racionalidad pedagógica que, como reiteradamente lo venimos destacando,
se caracterizaría por una búsqueda de convergencia –en todas las direcciones- de
Saber y de Moral. Desde la óptica del Saber, se reconocería que a los maestros
les corresponde fomentar en sus alumnos capacidades para investigar, para
construir e integrar el saber, para aplicarlo y reconstruirlo cada vez que la
experiencia lo señale. Se complementarían estas capacidades con el aprendizaje
de criterios para seleccionar información relevante y para otorgarle a esta “sentido”
académico, social y existencial; también con el deseo de dotar al niño de iniciativa,
capacidad de autoaprendizaje, de resolución de problemas y, en general, aquellas
habilidades propias del razonamiento superior.