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Arthur Schopenhauer
Primera parte
Juan Diego Moya-Bedoya*
Prolegómenos
* Prof. Juan Diego Moya Bedoya. Docente e investigador. Escuela de Filosofía, Universidad
de Costa Rica. Secciones de Historia del Pensamiento y de Metafísica.
1 Cf. la edición de Editores Mexicanos Unidos. México, D. F., 1958. De acuerdo con el
poeta Manrique, personaje protagonista de “El rayo de luna”, las cántigas, la gloria,
las féminas, etc., son vanitas vanitatum, et omnia vanitas. Quien mucho corre detrás de
semejantes garambainas, no descubre postrimeramente más que un insubstancial rayo
de luna. He aquí una metáfora de la trepidante vida humana, conatividad y asertividad
que discurren frenéticamente tras de meros fantasmas, brumas y niebla que
prontamente se esfuminan. El protagonista, quien recobra la cordura metafísica y no
es demente entreverado como sí lo es Alonso Quijano el Bueno, adquiere radical y
despiadada lucidez ante la indignante futilidad del espectáculo mundano y humano.
Nada, en realidad, merece la pena de emprenderse o perseguirse. El protagonista, una
vez desengañado y reflexivamente autoposeído, promueve la indiferencia, el
desasimiento, el no compromiso con el mundo, etc.; con pocas palabras: la ataraxia.
3 Schopenhauer no fue ajeno, en absoluto, al enfoque romántico de las bellas artes (tal y
como ha sido expuesto por Tzvetan Todorov en Teorías del símbolo, capítulo sexto [“La
crisis romántica”]) en cuanto realidades holóticas (o totalidades sistáticas, scil.:
sistemas), orgánicas, autotélicas y tautegóricas (neologismo acuñado por Samuel Taylor
Coleridge), solamente las cuales son su propia expresión adecuada, enfoque
previamente propugnado por Karl Philip Moritz, Friedrich Wilhelm Joseph Schelling
(1775-1854), etc.
Atendamos a lo escrito por Todorov:
La obra de arte se significa a sí misma mediante el juego de sus partes; es, pues, su
propia descripción, la única que puede admitir. “Las obras de arte figurativo son sus
propias descripciones, las más perfectas, y las que no pueden describirse por segunda
vez” (p. 102).
Hemos citado a partir de una versión fotocopiada (de Teorías del símbolo, capítulo sexto
[“La crisis romántica”]) en la cual no figura la fecha de edición. La adeudamos al Dr.
Jorge Andrés Camacho, quien asignó su lectura en el Seminario Herencia del
Romanticismo, dictado durante el primer semestre del año lectivo 2005 (en el Sistema
de Estudios de Postgrado de la Universidad de Costa Rica). El texto transcripto con
inmediata anterioridad figura en la página 229.
Las artes, a similitud de la filosofía y la ciencia, son los productos de la inteligencia
existente de más (plusvalía intelectiva) en una nación. Es el genio quien prohija las
1. La cosmovisión schopenhaueriana
the universe, not any the less impervious to the presence of genuine individuality for
its being arrived at any way of a kantian detour into subjectivity (di Giovanni, 1992: p.
438).
He aquí, en última instancia, el problema implicado por el afamado aserto spinoziano,
contenido en su respuesta a una epístola previa de Jarig Jelles: Quia ergo figura non
aliud, quàm determinatio, & determinatio negatio est; [...] (cf. Spinoza: Epistolae, p. 240
[líneas 13-15] del volumen cuarto de las Opera spinozianas [Heidelberg, 1925, 1972]),
apotegma que Hegel transformó en su célebre Omnis determinatio est negatio.
El spinozismo, por su parte, fue inteligido por Immanuel Kant como modalidad
emanantista del panteísmo, en acuerdo con la cual los principios noéticos finitos deben
ineluctablemente retornar a lo uno primigenio y primieval (cf. el opúsculo kantiano
intitulado El fin de todas las cosas [1794], p. 228 de la edición francesa de la editorial
Joseph Vrin, de París). Kant contaba con conocimientos en absoluto deleznables respecto
de múltiples modalidades del panteísmo, como ex. g. las tibetanas. El opúsculo
previamente referido contiene alusiones al panteísmo oriental en general, y al tibetano
en particular.
6 Sus ejemplares son cuatro: el principio de identidad, con arreglo al cual un sujeto
equivale rigurosamente a la suma de sus predicados todos (A=A); el principio de no
contradicción, el principio de tercero excluso y, finalmente, la tesis de que la verdad
consiste en la relación de un juicio con algo distinto dado fuera de él, como lo es su
razón suficiente (cf. la sección trigésima tercera del Op. cit. [Schopenhauer, 1980: p.
176]).
11 En acuerdo con el fenomenista Kant, ignoramos todo aquello que excede del ámbito
de la experiencia posible, como por ejemplo el fundamento realísimo de la causa de la
Wechselwirkung, esto es, la recíproca acción de las masas (cf. Prolegomena, lvi).
En conformidad con los Prolegomena kantianos, hemos de aceptar, como aspiremos a
realizar la integridad cognitiva, la existencia de un universo del intelecto, así como la
de un ente sumo, noúmenos ambos. Solamente en ellos descubre la razón completud y
satisfacción epistémica de especie arquitectónica y coherencial (cf. la p. 113 de la edición
inglesa de los Prolegomena [Cambridge University Press], debida a Beryl Logan). La
referida necesidad es, amén de puramente condicionada, heurística, en absoluto
constitutiva en el respecto teórico.
Von der Kette der Kausalität, welche vorwärts und ruckwärts endlos
ist, bleiben in der Natur zwei Wesen unberührt: die Materie und die
Naturkräfte. Diese beiden nämlich sind die Bedingungen der
Kausalität, während alles andere durch diese bedingt ist. Denn das
eine (die Materie) ist das, an welchem die Zustände und ihre
Veränderungen eintreten; das andere (die Naturkräfte) das, vermöge
dessen allein sie überhaupt eintreten können (Die Welt als Wille und
Vorstellung [Schopenhauer, 1989, ii: p. 63]).
Objekt aber ist das, in dessen Begriff das Mannigfaltige einer gegebenen
Anschauung vereinigt ist. Nun erfordert aber alle Vereinigung der
Vorstellungen Einheit des Bewusstseins in der Synthesis derselben (Kritik
der reinen Vernunft, B 137).
Daher wird die Erklärung der Metaphysik nach dem Begriff der
Schule sein: Sie ist das System aller Prinzipien der reinen
theoretischen Vernunfterkenntniss durch Begriffe, oder kurz gesagt:
sie ist das System der reinen theoretischen Philosophie (Kant’s
Schriften [Akademie Ausgabe], xviii, p. 261).
[...] die Materie die objetiv aufgefasste Kausalität selbst sei, in dem
ihr ganzes Wesen im Wirken überhaupt besteht, sie selbst also die
Wirksamkeit ?HNHPGEIA=Wirklichkeit) der Dinge überhaupt ist,
gleichsam das abstractum alles ihres verschiedenartigen Wirkens
(Loc. cit.).
Die Materie vereint die bestandlose Flucht der Zeit mit der starren
Unbeweglichkeit des Raumes: daher ist sie die beharrende Substanz
der wechselnden Akzidenzien. Diesen Wechsel bestimmt für jeden
Ort zu jeder Zeit die Kausalität, welche ebendadurch Zeit und Raum
verbindet und das ganze Wesen der Materie ausmacht (Die Welt als
Wille und Vorstellung [edición de 1844], Suplementos, iv,
[Schopenhauer, 1989, ii: pp. 20, 21]).