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Ruptura y presencia, son los dos ladrillos con los que se construye la
catedral del Evangelio, en la que la pobreza es, más aún que las condiciones del
ascetismo, el signo eficaz. Rechazar a Montecassino es, en el caso de Tomás, el
equivalente del gesto de Francisco de Asís; rechazo de la estabilidad y de la
certeza del pan cotidiano, a cambio de la incertidumbre en todos los aspectos de
la vida, incluso los más lícitos. La opción que las órdenes mendicantes hicieron
en sus inicios fue la de desolidarizarse con el feudalismo por medio de la
violencia evangélica y no ideológica, es decir, extraer de sus pesados
comportamientos feudales la libertad de la Palabra de Dios. Defendiendo esta
actitud, el doctor angélico se erigirá como maestro de la vida espiritual 1 . Este
“evangelismo” no sólo engendra una institución, sino que, homogénea a esta
institución, una doctrina, o más bien “una nueva forma de pensar, de razonar,
de fundar la teología y de explicitar la religión” (Daniel-Rops). Ruptura y
presencia, pues, conforman la paradoja del cristiano en el mundo, de su
presencia divina en toda realidad humana, tanto la más carnal como la más
espiritual, no sólo juega en el plano de la acción, individual y colectiva, sino que
se extiende, según la lógica total de la Encarnación y del Espíritu, a la cultura de
la inteligencia. ¿Las consecuencias de todo esto? Desde la emancipación de las
quien se le preguntó dónde había aprendido tanto, respondió: en las cosas que no saben
mentir”.
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Averroes como un “muy noble filósofo y maestro del pensamiento” La verdadera crisis vendrá
con el “averroísmo latino” de Siger de Brabante.
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Así y todo, uno de los aspectos más obvios que se pone de manifiesto con
esa manera de proceder es la imagen que del mundo tenía Santo Tomás, la
imago mundi que, a su vez, es deudora de su época. Y en esta época, como ya lo
hemos subrayado, Aristóteles es plenamente aceptado como maestro de
pensamiento (~ 1267); sin embargo, además de las innegables consecuencias del
pensamiento del estagirita en la teología cristiana, Aristóteles se muestra
también como el filósofo natural que era. Es Buenaventura quien se pone en
guardia contra las concepciones aristotélicas, no tanto atacando las bases de su
pensamiento filosófico, sino atendiendo a las consecuencias de éste. Denuncia
como errores en la fe las tesis de la eternidad del mundo, de la necesidad de las
leyes de la naturaleza, del determinismo psicológico, de la impersonalidad de
las inteligencias humanas.
12A este respecto, Santo Tomás emplea el bien conocido método agustiniano de Del maestro.
13 La tradición dice que en este punto Tomás declaró sobre los filósofos que, para el destino
religioso del hombre, saben menos que una viejecita en la simplicidad de su fe.
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Esto, para cualquier lector del libro del Génesis era, al menos, una
oposición de hecho; pero para los teólogos agustinianos era la negación de la
contingencia radical de la creatura y el vaciamiento del misterio profundo de la
dependencia de ésta, base de toda espiritualidad. ¿Cómo sale adelante Tomás?
Para él, el hecho de un comienzo del mundo en el tiempo, enseñado por las
Escrituras, no puede prejuzgar el análisis racional del ser creado, que se
construye a partir de una metafísica del movimiento. El creyente debe “creer”
en la creación temporal; el filósofo, como tal, mantiene, sin contradecir su fe, la
verdad de sus principios. La relación de dependencia frente a Dios, fundamento
de toda religión, y antes que nada de la religión interior, no se califica por un
cambio, por episodios temporales, dejados a su contingencia, sino por la
interioridad de una referencia ontológica necesaria, más allá de toda
temporalidad. El sabio tiene toda la libertad del método para investigar, según
sus leyes, la génesis del mundo. He aquí la vía apofática defendida por Santo
Tomás: las relaciones teándricas no son de igual a igual y la deuda es de la
creatura para con su creador, no al revés. 14
14 “De Dios no podemos saber lo que es, sino solamente lo que no es y qué relación sostiene con
él todo el resto”. (S. Th. I, q.3).
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