Está en la página 1de 120
Clasicos Marymar El principe Utovie EI Nogro det Narciso El dieslo de Ana Frank Ast hablaba Zaratustra El anticristo Hiporiéa, Bartleby ef escriblente En preparacién: Kyra Kiratina Saschka Yeguley Maquiavelo Tomas Moro Joseph Conrad ‘Ana Frank F. Nietzsche F, Nietescho: F. Hélderlin H. Maluilio Panait Istrat L. Andreiev Friedrich Holderlin HIPERION EL EREMITA EN GRECIA Nota_preliminar: PAUL ZECH i Epilogo HECTOR RAURICH ae Ediciones Marymar Titulo de ta obra cn eb original: Hy PERION Oder der remit in Griechentand Tradluccidn del alemin por ALICIA MOLINA ¥ VEDIy ¥ RODRIGO RUDNA 808.3 Halderlin, Friedrich, 1770-1843 Hiperién — El eremita en Grecia. Traduccién, Alicia Molina y Vedia y Rodrigo Rudna # °° Buenos Aites, Marymar, 1976. 243 p. 18,Sem. (Col. Clisicos Marymar) IL. Rudna, IL. Molina y Vedia, Alicia ML Titulo La reproduccién total v parcial de este libro en form iéntica 0 moditicada, cscrita a nxiquiva par cl sistema mudtigraph, -mimedgrato, impress. ete. fio. autorizada or tos cditores sola “dewehunreservaden Chslquier © by Marymar Ediciones, S.A, Chile 1432 - Buenos Aires Queda hecho el depésito que estadlece ts Ley 11.729 Empreso en Argentina Printed iw degentina [-— > NOTA PRELIMINAR {Qué son los dioses y su esplritu yo no los hago conocer? Empépocizs Cuando Hélderlin se encontré con Hegsl en la famosa universidad de Titbingen, que hatia dedo @ los alemanes durante dos siglos una ilusire suce- sign de hombres de grandeza espiritual, y se adhirié @ aque! “Club de los amigos de Kant” donde se lefa, analizaba y discutia las obras filossficas, cldsicas modernas, se encontraba, una vez mds, an un estado que él solia designar con la palabra “disonarcia”, En el circuio de sus amigos anteriores, a los cuales pertenectan especialmente Ludwig Neuffer y Franz Magenau, y que salieron de la universidad én 1789, se habla ocupado casi exclusivamente de la Eteratura alemana, poniendo en ef centro de sus refleviones o Klopstock, Goethe y los poctas dei “Goettunger Haine bund” (Liga det Bosque de Goettingen). Akora, en cambio, como consecusncia de la unién con Hegel, se enconiré en otra esfera: en la de la Antigiiedad. Hegel le animé @ estudiar a Platén y Esquile, a Ho- mero y Herdclito, y a ocuparse més intimamente de Kant. Ahora Hegel, encantado del enorme entusiasmo de Holderlin por el estudio, observa en él, a treuds de conversaciones de todas lax noches, que se prolongan Aasta el amanecer, un testimonio viviente de lo tras- 19 NOTA PRELIMINAR cendental. Para entenderlo bien: Hegel, el futuro fundador de la filosofia absoluta, se muestra en su poesta Bleusis a Hélderlin en ta drbita de su amigo serdjico. Los “risterios” filoséficos que se tejen en- tre estas dos almas fundamentalmente diferentes pron lo se refuerzan y extionden considerablemente, gra~ cias al joven pero asombrosamente sogae Priede Withelm Schelling, quien se agrega, come tercara de Jos amigos, en ef afio 1790. Sabemos, por cartat y notas de los tres jévenes, eémo, influidos por la obra de Kant La religién Aentre de fos-limites de ta razén, se alejaban de ta “Ateologia ortodoxa, para inclinarse’ més intensivamen- Moa la filosofia, con la eoluntad claramente formada de dedicarse con todas sus fuersa: a la formacisn » al mejoramiento del género humeno. Etvhecko de que el prusion mas oriental, Kant haya visto en ta Revolactin Francesa el cambio dei estado mecdnico al estado orgénico, acepidadolo como una nueva finalided, favorecié les inguietudes con gue los corazones y los cerebro de aston tres jeven aprendieron y recogieron los acontecimisutos incudi tos que fe desartolilaian més alld del Rin. Yn parece hoy casi natural que se formaran una idea propia de los sucesos que jeriurbatan o todo al mundo civilieade, que le convirtierrm en ideal abso- tuto y que trateran cle realizar este ideal tarsbléa en Aleniania, De Schelling, por cierto, hemos aprendide cudn raipidamente. abandoné este ideal; pero no pudo Nevar ¢ Holderlin consigo, ounque lo procurd rape tidas veces, Entonces 12 inclind, apoyéndolo on sus teon rlas, hacia ese movimiento, gue mds tarde se desen- mutearé como ia reaccién més negra, que domind esclauizé a Alemienia durante muchos dscenici 9 que Finalmente condujo a la ragedia de 1842. Tampoco Hegel, que finalmente se ale3é, a forma NOTA PRELIMINAR a verdaderamente turbulenta, de la idea pura de ta Revolucién Francesa, logré que Hélderlin renegara de “los ideales jurados hasta la muerte”. Ciertamente Hélderlin se apartd de ellos durante algunos meses, por acontecimientos particulares, y se ocups de nuevo de ta filosofia de Leibniz, que unia, en el concepto de la armonia, bajo el nombre de “amar”, ta jerarquia neoplaténica de las cosas, desde Io terrestre hasta ta divinidad, Inspirado en esto, aunque no conmovido hasta las profundidades de su conocimiento, Hélderlin ya en aquella época provectaba una novela, sin haber encontrado, sin em- bargo, la figura de Higerién como protagonista, En verso se elevaba primero hasta las lejanias etéreas de le Venus Urania, 9 todos los ideales concebidos en este estado de dnimo coneurren a formar la idea, iguaimente indeterminada, de un “genio de Grecia”. Este desencadenamiento de su espiritu tenia que tees sus consecuencias. Primeramente en su vida pri- vada, Sin ningiin motivo exterior rompid sus rela. iones con Luita Nest, aunque le dijo: “Hasta mas old de la tumba duraré mi amor indisoluble”. Volvia ef “tiempo de tas disonancias”, del cual se salvd leyendo por tres veces Les bandidos de Schi- ler; esto le recordé “los identes de la tbertad, sélo transitoriamente dejados de lado”. Finalmente, ef aliento revolucionario det Don Carlos alizé el fuego lento para convertirlo en una Uama ardiente. De ma- wera que fus solamente Hélderlin el que permanecié fiel al ideal de sw jucentud, hasta el ctimplimiento de ta misién impueste por el sentido trdgico de la aida, Cuando todavia luchaba con la comprensién de los scontecimientos que se sucedian en Francia y que nmovian Aasta las dltimas floras, ya babi 0 fa cabeza de Robespierre, El gran viaje de Termidor, seguramente no previsto, influys sim dude on Ia idea 12 NOTA PRELIMINAR de Hilderlin de que la lucha por los derechos det hombre no podia estar terminada por el hecho de que al movimiento revelucionario hubiese entrado en las ofas del orden burgués, trayendo a Napolein al imperialismo, Los jévenes idealistas alemanes hablan sojiado con la eliminacién de la discordia alemana, interior y exterior, por medio de le prosecucién de la revolucién. Napolesn impidis el cumplimiento de es tas esperanzas. Nos parece necesario tener en cuenta tite hecho, primero para comprender mejor lo que movié a Hélderlin a proyectar y formar el Hiperion, Y también para comprender lo que sucede hoy en Europa, Aqui debe separarse causa y efecto, para descifrar lo “bueno” y lo “malo” en todas sus con- secuencias. Ast, bajo la influencia de la idea de que ta gran Revolucion Francesa no se desarrollé en sus efector ulteriores. (especialmente en Europa) en las format que habian esperado los jévenes intelectuales de Alen mania, nacié en Hélderlin el proyecto del Hipericn. En al afio 1792 se habla por primera vez de que Hélderlin esta trabajando con un Hiperién, “que me parece que promete mucho. Ex un seiior que ama la libertad, un verdadero griego, leno de firmes prin- cipios que me gusta especialmente oir...” (Asi dice’ una carta de Magenau, el amigo de Tiibingen, a Statudlin, ebogede y editor del Musenalmanach, “Al- manaque de las Musas”, de Stuttgart). Este mismo Stacudlin era también quien habia di- rigido a Hélderlin con énfasis hacia Rousseau, des puds de haber visitado, segiin la costumbre de aquel tiempo, la tumba de Rousseau y de haber jurado alll vivir en las teorias de este hombre, “el mar grande de Occidente”, y “sacrificar la vide y la fortuna” para el desarrolio de esas ideas. EL auxiliar de la universidad de Tiibingen, Phi- Hp Conz, quien en aquel tiempo también era es NOTA PRELIMINAR 13 mado como poeta, ensefié a Hélderlin que lo esencial del ideal de Rousseau,:la sencillez y la armonia, ya habjan sido una realidad en la juventud de la hu- manidad, puesto que los atenionses vivfan en él como en una especie de culto divino Después de los proyectos siempre renovades de su novela Hiperidn, en los aftos 1792-1794, Hélderlin sc decidié a empezar a eicribirla, Al principio destinaba {a obra para el “placer estético”, con lo que queria decir que el Hiperién “debe ocupar ef sentido del gusto por medio de un conjunte de ideas y-sensacio. nes mds bien que la razén por medio de un desarrollo psicologico regular”. Esta formulacion demuestra bien claro cudn fuertemente inftuia atin la estdtica de Kane en el ejercicio de su arte. Parece que los “principios firmes” de que Magenau hablaba se reficren espe- cialmente a la concepcién heroica del pocta, obtenida eu el estudio de los antiguos, y que habia desarrollado en las conversaciones con los amigos, y también ew sus poemas “Al genio de la audavia” y “Al destino”, Por'lo demés, estos poemar fueron los que le ayuda. ron a encontrar el camino hacia Schiller y a ganarlo baa si, Hextado por la “benevolencia inesperada” di Schiller, continué ta labor, temporariamenie inte- trumpida en el “ensayo”, hasta terminar aquei “Fray. mente” que Schiller publicd en Thalia del atu 170%, ¥ que lamé Ia atencién de fos entendidos. El contenido de este fragmento puede reducirse a una breve [érmula material de la siguiente manera: “Hiperién, enemizo declarado de toda cosa interme- dia entre “alzo” y “nada”, busca con toda energia, y con la fuerza de conocimientos recién adguirides, fa satisfaccin de sus ansias en la fraternizacién con les hombres. Aunque pone todo su esfucszo para pe- netrar, con los sentidos despiertos y sin prejuticias, hasta las regioncs en las que aun lo cotidiano ie pare. n NOTA PRELIMINAR ce al principio extrafio, se decepeiona sin embargo y sionte que la pobreza de las citcunstancias sélo podrd ser remediada por un cambio completo de los hom bres y de su ambiente, Como los obstéculos mas in- ereibles so oponen a al (agul encontramos ya las pri- meras alusiones al fin problematico de ta Revolucién Francesa), abandona la escena en una desolacién atormentadora, De un letargo improductive, Jo despierta ef amor a una donceila itamada Melite (el modelo para ta posterior Didtima). Sin embargo, Melits no tiene, para sus impetuosas pretensiones, Ia comprensién que él, desconociendo su cardeter, bus- taba en ella. Bila quiere silo la felicidad de wn amor que promete duracién, no al azar jortuite de un abra~ zo en el enajenamiento. “7Bs precito que ambos nos exarniuemos primero!” Con esta contestacién, gue infldma mds atin sus demandas, le induce a viajar fara ast aprender a juzgar claramente, En este di Werro medio forzado, no se siente muy hien, y aua- que vuelve un poco mds tranquilo, no a sa interior. Desde este penoso estaite intermedi ede en otro extremo: vuelve a le filosofia con un celo enfermizo y nervioso, para buscar en ella to “Gnico vivo”, que na encontraba en los hombre: 0s. Pero como era un “hijo innaro de fe nacuraieza”, y buscaba y encontraba en ella revelactones, volu a epasionarte de manera tan fuerte que se entregd a ella con todos sus sentides “Parecta que desde af interior del bosque se lemasen, desde lax profundt dades de la tierra y del mar me gritaien: “gPor qué no me quieres @ mi?’ En verdad, el problema que trataba de resolver Héldertin no puede solucionarse sin mds ni mds con el motive de ta unided saluadora “hombre y natu taleza”, La vieja interrogacién, aunque encubierta por un velo, existe y continta torturande sus pense mientos. El fragmento. termina con la “miscntropia NOTA PRELIMINAR 15 sublime” dz Kant: se puede perder el gusto por el movimiento del hombre actual, pero wunca Ia fe on al hombre mismo. Sin embatgo, apenas habla aparecido en Thalia y habia sido considerado por Ia exttica profesional co- mo “prueba muy prometedora de talento”, cuando Hélderlin decidié, después de una frolongada ms ditacién, sacar el Hiperién de le jorma de fragmento para reconstruirlo en una forma nueva. Pare esto ‘ligié el estilo epistolar. En aquel tiempo estaba toda- va en la drbita del cvangelio de 1a naturaleza de Rousseau, y solamente en los pertodes de depresién recordé fos acontecimientos de Francia y ta idea de liberara los alemanes de le esclavitud. El nuevo Hi- perién comienza donde termind el “fragmento”. Hiperién aparece ahora como un eremita en las colinas del istmo de Corinto, Allé le conmueve pri- meramente la idea: “EL hombre es un dios cuando sueia, pero un mendigo cuando piensa”. Esto equi- vale ye casi a un abandono de las especulaciones de Fichie, lo cual, sin embargo, na significa ain al aban- dono de Kant y Schiller, Primeramente Auyd del orden de las leyes cldsicas hacia Ia embriaguez dio. nisiaca, le cual reconoce como inico valor la belteca, pero fa esperanza de reuliews & fade bajo las ruinas de Atenas. En este momento critica encuentrs al viejo Ade mas, quien quiere hacer de él un renovador del mundo. Pero otra vez son los hombres los que le interesan més, y a los cuales é quiere atociarse, para vivir como elles deben vivir, sin poder mirar, sin embargo, esta vide como un estado de felicidad. No puede jaltarle un nueco desengaiio, porque los medios que wa Hiperién no son adecuades al fin. Conmo- vido hasta lo Rondo de su ser, pues parece conven- eido de la incurabilidad det mundo, sin duder tedavia de sf mismo, trate de reemplacar estw pérdida de su 16 NOTA PRELIMINAR Jin primitive por la posesin de una bella olma hus mana solitaria, Encuentra a cite hombre en la per- sona de Alabanda, En Alabanda arde la llama de la libertad. Esta lama también enciende a Hiperidn. Ambos sienten que se complementan bien uno a otro en sus ansias » fervores, No se necesita gran arte de persuasién para. convencer a este joven de que pla- near no es nada, y obrar, en cambio, lo es todo, ""/Li- berarés, conmigo la patria!” Con estas palabra de Alabanda se sella la “alianza” de vida o muerte. Esta parte de la novela aparecié primeramente tomo libro independiente; sin embargo, esto no sig- nificaba que estaba pensada como terminacién de ia obra. Hélderlin declard, ya en el prélogo: “La solt- ciin de las disonancias dentro de un cardcter dado no es materia de razonamiento ni de vano placer... Latnento que por ahora no puedan todos formarse ain un concepto del plan. Péro el segundo tomo se- ‘guird tan pronto como sea posible...” Al dar esta promesa, Hélderlin no sabia atin, con seguridad, hacia dénde cambiaria el cardcter de Hi- perién. El cambio se produjo. Pero Hiélderlin mismo era el menos contento con este cambio, al menos con el resultado, Pues ya estaba con un pie en la drbite del problema de Empédocles, que estaba impregnado de otro aire, Est re decir que al mismo tiem po se hubiera alejado de las ideas de la Revolucién Francesa. Solamente le parecia —llevado mds alld de las teorlas de Fichte por su penetracién interior, siempre en la drbila de Kanl— una necesidad ur gente buscar una platajorma mds elevada para sus nuevas valoraciones, La definiciin de destino le ocu- pa constantemente, ¢, influido por Hegel, arriesga el salto desde el punto de vista critico hacia #t dogma absoluto, Durante mucho tiempo Hélderlin ha sido llamado un panteista (aun Dilthey le lama asi) y 50 le con NOTA PRELIMINAR W sideraba completamente dependiente del pensamien- to de Schelling. Esto no se comprende hoy, pues, sin duda, el pantelsmo es la petrificacidn, en la idea, de la vena poética. Y en las odas de Hilderlin, por ejemplo, la mitelogta griega ya no es sdlo medio de expresibn, como todavia en Sckiller-y después en los dos Schlegel, sino que se ha vuelto nueva experiencia vital, 1 Cuando Hélderlin publicaba sus primeres versos, Jena no era todavia ta “metrdpolis del romantitismo alemdn”, y la ingeniosa “Egeria” del momento cra aiin una joven viuda que se debatia contra el desting dz un matrimonio malogrado: la seffora Carolina Boehmer. Sdlo mds tarde se convirtié en Carolina Schlegel-Schelling, nombre con que entré ei ta his- toria de la literatura alemana. : Hilderlin se revelé a tos apdstoles del romanticis- mo alemdn sdlo con el fragmento del Hiperidn. Es mérito indudable de los dos Schlegel el haber con- templado y aceptado al joven porta como pertene- ciente a ellos solamente y haber comprendido. ente- ramente su importancia para ta literatura, En aquel tiempo escribié Friedrich von Schlegel en el “Ateneo” palabras que valen arin hoy: “Hat- derlin es uno de los diamantes mds nobles en [a coro~ na-del romanticismo alemdn”. Goethe, al leer esta frase, sacudié malhumorado la cabeza y repitié su Juicio anterior sobre las primeras poesias de Hlder- lin: "Si ef mundo encuentra placer en que cerebros confuses se aniden allt donde hasta ahora tenian su lugar la claridad y la mesura, nosotros no queremos ser cémplices de la desgracia, Nada posee ste joven que pueda con ef tiempo convertine en 'alento, y sélo muestra la erupcién impetuosa de un dnimo sin 18 NOTA PRELIMINAR firmesa y de un espivitu ol que le falta dignidad y disciptina. Cuando aparecié la primera parte def Hinetién ‘1797, en la editorial dv Cotte, en Stuttgart), que exolté fuertemente las dnimos de fa juveniud Iiera- ria alemana, Goethe se conformé con un juicio rads suaue, pero siempre condicionade: “Hay que tratar de guiar a Hélderlin hacia eaminos més moderados; si esto se consigue, entonces tal ver se pueda esperar de él olgo perfecto”. ‘Sin hacernes culpables aqul de la menor exag ciéa, nos permitimes afirmar gue el Hipert ser consideredo, por sus fundamentos y mm amp! (mds alld de sw materia propia), por sus valores & y estéticas, como 1a obra revolucionaria més pu rofunda de los alemanes nr condensé en la in- Se sabe que la materic que terpretacién de Hildertin del en [a segunda parte deb sucesos de contra fa tivanfa de los surcos en el af pstas buchos, ta intsveencidn dew —Rusia—-, concretade en la aparici Finperirt, juuge on fe.pel ipstiortontisime. Sin ember go, ne 1 ef ventide de Lo unten: yue se hicheron fos revolucionarier griego:, de una ayuda de porte de Rusia. Pensatan, heciendo abstraccism de la Rusia absobutivia, en la ereceidn ds une propia “Repibliea Nacional La accién del Hipesion de Hélderlin se des muchas partes de la historia, Sus parsonaiz- op indefenso: ante [a intervencion de un tererrs, ® vocada por ies revolucionarios, Conjsen sie sultado de la batalla finaly... en ef da sigui NOTA PRELIMINAR 19 Ahora bien, cuando, después de ta dustruccién de la armada turca por la armada imperial rusa, Hél- derlin-Hiperién hace la declaracién: “Asi un ve neno envenena al olro...”, ¢pucde pretenderse atin zon rasén que este Hilderlin sea un raméntico reac. elonerio? Exe reprocke (que le hizo en 1892 un eritico de literatura del partido socialisia) no suede hacerse a Haldertin, Ni siguiera se justificarta con respecto al joven Hegel, quien reconocid la corcepcién genial del Hiperién con palabras entusiastas y ponsideré al impetu revolucionario de la obra como apto pare la manifestacin de una nueva idea del estado. (No da una “nueva religién”, como Dilthey concluys vocadaments). No ex del todo improbable que justa- mente el Hipetién haya inspirade al joven Hegel la frase siguiente: “Puede haber un pueblo libre séto cuando la razin hays recobrado su realidad como espiritu moral que pueda tener la avdacia de tomar su forma pura en iu propia tierra 9 con su propia majestad...” Completamente errénea me parece la opinidn de Friedrich Gundolf (per lo demés tan comprensivo intérprete de la possta de Héldertin) sobre el june damento ético del poeta al decidirse a la creacién del Hiperién, Gundolf cree on ta necesidad de establecer que [a influencta de la Revolucién Francesa sobre lderlin debe considerarse no como “vivencia ori- ginaria” (Urerlebnis), sino como adguisicién educa: Hea (Bildungserlebnis); comprueban eso todas les partes de la novela que describen el movimiento re- volucicnario de las griegos; estas partes son, en cual- quier respecto, las mas débiles de la novela, porque les falta una relacién intima con les, acontecimizn- tos. Contra esto podemos (jy debemos!) argumentar que cu cada aspecto de ta novela ta figura dominante 20 NOTA PRELINI de Hiperién representa a Hélderlin mismo. fl se ha pintado tan exactamente que, cada vez que la accién sobrepasd sus propias experiencias, paré el trabajo, debiendo dejar pasar largos intervalos para concen- trarse y-encontrarse de nuevo. También Norbert von Hellingrath, el meritorio editor de la primera edicién completa y critica de las obras de Hélderlin, considera, como centro de le intuicién arlistica y de la elaboracién formal, las “tensiones animicas” que sacan sus impulsos y fuerzas de las profundidades inmensas de ta “mistica difica”. Con otras palabras: de una esfera de valores que busca el sentido del mundo, no en el pensar, sino en el “intuir”, en el presentir y adivinor del doble Yo en el ser humano. Norbert von Hellingrath demuestra esta opinién (que no podemos compartir de ninguna manera) con el comportamiento de Hiperién en aguella hora en que Didtima, amada y al mismo tiempo arrestrada ala desgracia por dl, contrae una grave enfermedad mental (como consecuencia de la belleza de su alnia) y muere, y cuando él entonces, enterado de la mu te, toma la decision de volver a Alemania para vivir en adelante en [a naturaleza, que le salvar de todo desvio de lo humano. En su conciencia, por cierto, resuena la pérdida de Didtima durante mucho iem- po, y la siente como peng amarga. Este anonadamien- to causado por la amargura explica también le 12 nuncia a Alernania, dspera, pero sin embargo escrita con la sangre de;,su corazén, que irrité a Hegel de tal manera que arrojé un florero antiguo contra la pared y permanecié despierto toda la noche para es- cribir a Hdlderlin una violenta carta de protesta, que, sin embargo, abandond por la mafiana, tragindose su ira. Que el propio Hélderlin no estaba contento con ef desenlace del Hiperién, pero que tampoco se atrevid NOTA PRELIMINAR 2 a escribir una tercera parte, lo demuestra la reaper tura del problema de Hiperién en otra figura, @ sa- ber en La muerte de Empédocles. En esta tragedia, el “héroe”, al precipitarse en el crdter del Etna, se arro- ja, “sin ser llamado”, al corazdn de la naturaleza, 0 no vale para Hiperidn, sino parz la mis. ima, la frase: “El que sufrié ta muerte como , se restablece sélo entre los dioses”. Didtina muere Ia muerte de amor de las mujeres metafisicamente Hernas, y de la misma manera murieron también la Mignon de Goethe y la Liana de Jean Paul. Hilderlin no extrajo la tltima consecuencia, es- pécialmente en el sentido ético, de hacer morir al ami- go Alabanda, y a la amada Distima, no en libertad, sino como victimas forzadar de Hiperién, quien, por su parte, deberla haber procedido como Werther; ademds se lo prohibid Ia situacién fijada al prin- cipio de la novela. ‘Ahora queremos extraer del Hiperién des de tas sentencias mas importantes que los contemporéneos de Hélderlin han reprobado ¢ interpretado mal, y que después fueron la causa inmediaia del malentendido ltimo mds grave, no solamente sobre el “liperién, sino ademas sobre la misién poética y la persona de Hélderlin 1) “jLa guerra justa anima a cualquier alma!” Esta es la contestacién de Hiperién a la adver- tencia de Diétima: ";Conquistards, y olvidaras para qué has conguistade!” Obtendrds, si es mucho, por Ia fuerza un estado libre, y después dirs: “¢Pare rue edifiqué?” ¥ al final precuntards, canscdo de la vida: “Ahora, cdénde estdis, ideales de ta jusentud?” 2) “En verdad, era un proyecto exiraorcinario el de construir mi Eliseo por medio de una banda de ladrones...” Esta segunda jrase ta dice Hiperién después de fa ocupacién de Misitra (Esparia) por ios revo. i | i 22 NOTA PRELIMINAR tucionarios, seguida de actos de violencia contra sus habitantes, una sucesién de caqueot, asesinatos & incendios. Un ecpectdculo terrible, del cual Hipe~ 188n se aparta indignado y Heno de asco. Piensa en fas palabras bellas y clevadas que habia pronunciado poco antes de marchar hacia Misistra, para vencer fas dudas que Diétima tenia con reshecto al éxito de la empresa: “Wendrén tus hombres, pnaturalesa? Un pueblo rejuvenecido te rejuvenecerd también a fi; quedards como su novia, y la antigua unién de los espiritus se renovard contige. No habré sino una belleca, y la humanidad y la naturaleze se unirén en una divinidad que lo abrazaré todo”, Pues bien, ef hecho de que Hilderlin-Hiperién debla conuencerse de que no ss puede establecer un estado nuevo con hombres nuevos por medio do ina “banda de ladrones*, ha servido para que un bidgrajo de ta nueva escuela alemana sacara la conclusién, con una visible alusién contra la repiie blica alemana de Weimar, que “Héldertin, en prin- cipio, no queria ningiin retorne de los tumultos de la Revolucién Francesa, ninguna Grecia nueva, sine al restablecimiento de la conducta nérdiconheroica en Alemania, conducta que estaba degradada a pasct de Goethe y Schiller, Sdlo habla fracasado porque no habia Uegado atin el tiempo para a...” Si fuera verdad esta tosis, entonces quedaria jus- Hfieada, hoy mds que en aquel tiempo, la frase de Holderlin: “En verdad, era un proyecto extraordi- nario ef de construir mi Eliseo por medio de una banda de ladrones”. E igualmente ettaria justificado el tiltimo capitulo de a novela. Me parece que el colmo de la interbretacién ine lencionalmente maligna del contenido espiritwal del Hiperién Aa sido alcanzado’ por Ludwig Klages. En su libro Del Eros césmico, $2 encuentran algunas sentencias que tratan de explicar el fenémeno del NOTA PRELIMINAR 23 hombre trdgico, que Hélderlin representa, en la for- ma mds pura, en su Hiperin: “Le misiin poética de Hilderlin era trdgica porque presupeso en sus contempordneos algo qué, por su estructura prin colégica, no podian poser; por eso debia también terminar on forma trégica su vida... De manera que del resplandor entre dos obscuridades surge la obra poética de Hélderlin como un simbolo de to eterno... En mi opinién, esta interpretacién de la misién de Holdertin tiene sus ratces sbio en to filoséfico-especu- Iativo. La mencién del caos del “Apeirén” de Ana. ximandro como oscuridad primera (come segunda oreuridad se entiende el miedo de perder todos los valores de la vida en el no-valor infinito, es decir, fa muerte) es también una mera especulaciin que se deduce de las pelabras de Hélderlin: “;Ah, si hu- Siera una bandera, unas Termépilas donde pudiera vacrificar honrosamente todo el amor solitario que Ko me sitve ya para nada!” También Heidegger elude voluntariamente ese ca- rdcter sevolucionario del poeta Hélderlin, gue para nosotros es el rasgo esencial, y considera ta evoca- cién de Grecia (como unidad de espiritu, cultura y naturaleza) “el simbola eterno de la lucha de Hél- derlin contra la confusién de walores a que el mundo ha Hegado por la gran Revolucién Francesa”... Se ve ast una vez més hasta dénde puede Wever ia uni- formacién del individuo en un estado totelitario. IV Una participacién decisiva en ta formacién det Hiperién corresponde @ algunas personas gre no de» hemos dejar de mencionar aqui, en putte por ra. toner histdrico-literarizs con respecto a ia vida de 24 NOTA PRELIMINAR Hélderlin mismo, y en parte porque las estaciones de lo pottico que estas personas pasaron en fnsima amistad con Hélderlin son. de importancia para el andlisis de las diferentes redacciones del Hiperién. En este sentido hay que nombrar primero al ami- g0 de estudios de Titbingen, Ludwig Neufjer. A é le comunicd Hélderlin, en varias cartas, las dificul- tades interiores y exteriores que se le oponfan en la composicién del “Fragmento” y cudn intensamente estaba luchando para dar forma artistica a la ma- teria, Asi Hilderlin le escribid en agosto del aio 1793 la siguiente frase significativa: “Si mi Hipe- Hién completo no es tres veces mejor que el “Frag- mento”, lo arrojaré al fuego sin vacilar...” ¥ el 10 de octubre de 1794 le hizo saber: “La mayor parte de, las horas de Jas mafanas se me pasaron en este vérano con mi novela... Casi he terminado el pri- mer libro. Apenas si queda und sola linea de mi priv mer ensayo. El gran paso de la juventud al hombre maduro, del afecto a la razén, del reino de la fanta- sia al de la verdad’y la libertad, me parece que me rece una elaboracién tan lenta...”* Cuando Héldertin escribid esta carta, ya estaba como institutor en la casa de Carlota Kalb en Wal- thershausen. El nombre de este Carlota Kalb y su papel dentre de Is literctura clemana estd Uzado @ los nombres de Schiller y Jean Paul, con los cuales es- taba en relacion de intima amistad. Por la interven- cin de Schiller, ef pobre graduado en- teologia y candidato a pastor Hélderlin obtuvo al puesto de institutor, encargado de la educacién del tinico hijo de Carlota, Para el joven Hélderlin era un caso di= ficil, pues el nifio padecia de graves perturbaciones mentales, y él consiguid, si no la curacién (para eso su estancia en Walthershausen fue demasiado corta), por lo menos una mejoria temporaria. “Pero —eseri. be Hélderlin a su madre el 16 de enero de 1795—~ NOTA PRELIMINAR 3 la obstinacidn del nifio alcanz6 ‘un grado que casi me privd de mi propia salud, de toda serenidad, y también de la actividad de mis fuerzas intelectua- es...” De ta madre de este nifo dice Rahel Varnhagen en sus Memorias que fue la mujer més modema de su tiempo. La amplitud espiritual, filosdfica y pui- colégica de esta extraordinaria mujer se hace espe. clalmente visible en su relacién con el joven Hol. derlin, @ menudo atormentado por el abatiniento y la tristeza. Ella tuvo una influencia importante so- bre la formacién de la primera parte del Hiperién, pues ef poeta le comunicé su trabajo linea por linea, aceptando sus consejos amistosamente, Carlota Kalb envid también el manuscrito a su amigo Schiller, y le indujo a enviar la obra, “que sin duda alguna én- contrard tu admiracién, pues se mucve enteramente en las esferas de tu espiritu”, al editor Cotta, Toda- ula en ef afio 1801 estaba én correspondencia con Holderlin, y también le visits en la Torre de Tite Bingen, esta mujer, ton gravemente maltratada por {a vida y casi cizga, visitd al poeta, que ya estaba en- vuelto én la niebla mental y no se acordaba de ella. Cuando Hilderlin eva alumno de Fichte en Jena, 4¢ le junté un joven diplomédtico, que mds tard: per. tenecié @ la corte de Hombure, llamado Isaaz von Sinclair. Este joven noble, especialmente atrcido por sus versos, tomé efica interés en la precaria situa. cidn material de Holderlin, sin ofender su extrema sensibilidad. Von Sinclair introdujo a Hélderlin en la casa del banquero de Frankfurt Jakob Friedrich Gontard, y se to recomendd como institutor. Vere. mos en seguida qué cambio decisive significé este hogar para el Hiperién y para el mismo Hélderlin, De cualguier modo, fue el mismo von Sinclair el que, despuds de la répida renuncia al puesto de ins titutor —renuncia mds forzada que voluntaria—, lo 26 NOTA PRELIMINAR Hevd consigo @ Homburg para que se restableciera, sin preocupaciones, de lot penasos acontecimientor de Frankfurt. Y si ahora decimos que fue especial mente Susetie Gontard la que tuvo la participacion mds decision an la terminaciéa de ta segunda parte del Hiperién, es cari decir demasiado poco. La amis: tad Intima con esta mujer tan cillta y sensible dio al poeta la fuerza para desarvollarse enteramente. A ella tenemos que agradecer las maravillosas Odas de Frankfurt, yue constituyen la cumbre de la ode dlemana. Cémo Hélderlin vio y sintié a esta mujer, se encuentra exprecado, aparte del Hiperién, ya en “jSer sagrado! He turbado a menudo tu durea serentdad divina, y de lor dolores mds sooretos y profundos de has aprendide mucho de mi...” Susette, la “graciosa musa dle su eorazén y Diétima, en ta novela lo amante de Hi Fon sia 1 tan sélide ¢ intima como tat sez se encontrard sda en ‘a vida y en la poesia de Dante Bectriz, En cierto modo puede también pen: Wagner y Matilde Werendonck, de enya at Gi6 ef Tristén, Susette Contard, quo jo 'tecié a la edad de 24 ator «causa de une injecién y stucco on srrespondencia peligrosa con Hélderiin haste ef tltimo ake de stu oe da, ingresé en Ta titeratura como Didtime. De las castas de Hélderlin g su Distima conoce- mos solamente tres borradores, En cambio, las cartas de Diétina a Héldestin, que originariamente se crssan perdidas, estén conservadas en su totalidad. Una 20 rienta lejana del poeta las publicé a principios te este siglo. Destruyeron en ta forma mas mequivoca et sine nimero de leyenda que se hablan formade en ef NOTA PRELIMINAR ar curso de los afios sobre las relaciones de lor dos amantes, No es ninguna exageracién afirmar gue aquella #2. peracién forzada (e injustificada) haya arrastrade @ ambos hacia las mds graves perturbacione:. v Cudn alto et mismo Hélderlin estimaba el Hipe- Hn, declardndolo como su “devocionario”, aun en les dias de la "prisién celeste”, cuando ya la enfer medad lo consumia y desde el expejo te miraba con tna musca el seftor Scardanelli. ..1, fo sabemos por et primer arttculo biogrdfico que se publicé, todavia en vida del poeta, de Wilhelm Waiblinger, La vida, Ja poesia y la demencia de Hélderlin, 1830, “Puede vcuparse durante dias enteros de su Hiperisn. Cien veces, al wisitarle, lz ofa ya desde afuera declamario en voz alta. Su dufasis era grande y ei Hiperiin es. aha slempre abierto, muchas veces me lo les. Cuan- do terminaba un pasaje, empezaba a exclarar, can una gesticulacién uehemente: “74h, hermoso, her mox0, Majestad!” Los ojos enor de légrimas con une emocién gue durd horas enteras, tomé nota de ja teiripresién del Hiperion, que aparecié en 1822 Cuando el poeta enferme, poco antes de ser inter= nado en la clinica de Autenrieth en Tiibingen, leys a! elogio extraordinario gue Joseph Goerres hizo del Hipetién en Aurora (1805), dijo @ Isaac von Sine clair: “No deseubras a este noble amigo con ninguna palabra, que ef rugido de las olas estigias no quiere * HSlderlin mismo, tn su cafermedad, se did’ el nombre ge “Scardanclli”, presenténdose asi también a sus. visitas suando Ja obscusidad purpares que envolvia su expicitu Je daba unas pocas horas claras. 28 NOTA PRELIMINAR cesar en mis oldos. jQue contintie pensando en el Hiperién, y no en el autor!” Pocos ‘anos mas tarde Joseph Goerres conocié la situacién del poeta, a quien dedicé estas lineas: “;Po- bre Hiperién, pobre poela! No tenias ningiin amor gue te salvara de los poderes teriibles; el pufto te aplasté... Un dguila bate convulsivamente sus elas heridas; los chicos malos de Ia calle 1a persiguen y la cazan; pero quien conozca su tiempo y tenga un alma en el pecho, la seguird doloridamente con los ojos cuando pasa aleteando, siempre ansiosa de lle- gar al sol”. No hay sino ef solitario y sus visiones sofiadas, “Co- mo hombre era imposible entre los hombres...”, asf dijo Nietzsche de Herdclito. Pero con mds razén hu- biera podido decirlo del pocta Halderlin, tan similar delespiritu. Pues su nostalgia de los griegos, nacida en un pais de los sueitos “donde el cielo se abre sin nubes y la luz pura y blanca corre con pies dgiles”; su Sensibilidad de la naturaleza, exaltada hasta la iden- lificacién mistica, més alld de lo empirico, hacia la sustancia creadora, hacia imdgenes y més imagenes surgidas de las olas de las eternas transformaciones..., todas estas tensiones, formadas de amargura y dolor, siempre en inguietud, siempre en emocion, este des- tino de éxtasis y lagrimas, son, una vez mas y siempre, Heréclito. Ninguno de sus contempordneos pudo compren- der sobre qué vida flotaba su espiritu antes de que le acosaran les oscuridades y turbaciones del "sefior Scardanelli”. CRoNotocia DE LOS HECHOS MAS IMPORTANTES DE La vipa pe Horpeauin 1770: EL 20 de marzo nacié Johana Christian Friedrich Hélderlin ea Lauffen, sobre el Neckar, hijo del NOTA PRELIMINAR 29 maestro del claustro Heinrich’ Friedrich Héléertin y de Johanna Christiane Heyn. + Fallecimiento éel. padre + Nuevo casamionto de 1a madre con el conscjero de camara Gock, alealde de Nirtingen. 1786: Halderlin entra en el "Seminario Superior” en Maul- brena. 1768; El bachiller Holdertin entra en Ja universidad de Tibingen. Estudia teologia, filosofia clésiew e his- tora. 1791; Amistad de Hélderlin con Hegel y Schelling en la universidad de Tubingen. 1793: Examen final ante e} consistorio eclesidstico de Stutt- art. Conoee a Schiller en Lucwigsburg. 1794: Obtiene, con intervenciéa de Schiller, un presto de institutor en Ja casa de Carlota von Kalb en Wal- tershausen 1795: Se waslada a Jena. Estudia en Ia universidad tem- poralmente escucha Tas clases de Fichte; hace amiss tad con Tsaae von Sinclair. 1796: Entra en la casa Gentard, en Frankiurt, como ins- titutor. Ama apasionadamente & la sefiora de Ia ca sa, Surette Gontard (Diétima). 1797; Encuentro con Goethe en Frankfurt. + Héldertin sale de Tx casa Gontard en Frankfurt y s tadlada a Homburg, proteside por Sinctair. 1802: En ensro Hélderlin viaja a través de Suiza y Mega a Burdeos, Alli toma el puesto de instittor en la cata del cdntul Meyer. El 22 de junio muere Disti- ma (Susette Gontard). Hélderlin regresa enferme mentalmente. Restablecido, viaja a Ulm y Regens- burg en compaiia de von Sinclair 1804; Nuevos ataques de demencia y exaltacién de nimo en Homburg. 1806: Por consejo de Schelling, Sinclair teva al enfermo 20 107: rant 1823 1843: NOTA PRELIMINAR 2 Tibingca al sanatorio de Autenrieth (para en- formes mentalea). A consecaencia de Ja declaractin de una consulta de médicos acerca de la incurabilidad de Héldetlin, ei puesto al cuidado del carpintero Zimmer, em Tabingea. 1822: Mejoramiente aparente en la enfermedad de Holderlin. Se oeupa de mésica y temporariamente de aus recuerdos y poesias a Diétims 7930; Wilhelm Walblinger, Bettina von Arnim y August Withelma Seblegel visitan al enfermo Hal- derlin. EL7 de junio fallesis Haldesti pletaments apagado. coon el expfrit come Binurocnavia Dz Las oaras DE Hocopazi 1792/98: Himmos a tor Sdeates de le humanidad. En eb 1828: 1846: 1897 Musenalmanach de Staeudtin, Tabingen iperién (Fragmento). Ea Thalia, publiceda por Schiller + Miperisn o cf ereosita en Grecia (parte 1). Stutt. gant 1900: La musrte de Empédoctes (cuatto versiones). Hiberién o eb eremita en Geocin parte 13). Stutte gar, Las tregedias de Séfectes. (Edipa Rey y Antigona.} Frankfurt del Main, Las canciones triunfates pltices y olbmpicas de Plax doro (en teaduecién libre), Hiberidn 0 al eremita an Grecia, 2 edicién. Stutt- art, Paema: livieos, publieados por Ludwig Uhland y Gustav Schwab, Obras completas, publicadas por Christoph Theodor Schwab, Stuttgart Poctlas completar, pubticadas por B. Litemaen. 1910: NOTA PRELIMINAR 31 Cartes ercogidas. Jena. 1918/25: Obras completas, Primera edicién erftica © his. 1821: Las 1830: 1048: 1870 1890: 1892: 1907: 1910) 1919; 19202 1925 tories. Tomos I-VI. Publicedas por Norbert von ‘Hellingrath. Be Lar cartas de Diésima e Halderlin, pudticadas por Vittor, Leipsig. OpRAS mis ImPoRTANTES Sonne HBLDERLIN Waiblinger, Wihelm: La vide, poesla 9 demencia de Haiderlin, Stuttgart. Jong, Alexander: Hétderlin wus obras, Leipaig. Haym, Rudolph: La esevels romdntica en Ale mania. Be Liumann, Berthold: Hétdarlin (biografia). Leipz Dikthey, Wilhelm: La vide y le poesia, Breslau. Zinkernagel, Friedrich: La historia del “Hipesién"” de Héldertin, Hamburgo, Zeck, Paul: Estudios sobre iélderlin. Efberfeld. Grolinann, Adolf ven: El “Hiperibn” de H3lderlia. Munich, Trommmler, Bs Hélderin enfermo. Munich, Zweig, Stefan: Le tucha contra «! Demonio. Leipzig: Pan. Zines PREFACIO Non coerceri maximo, contineri minimo, divinum est. Mr cusraria dar a los alemanes la seguridad de que este libro seré de su agrado. Pero temo que algunos Jo iean como se lee un compendio, atribu- yendo demasiada importancia al fabule docet, y que les otros lo tomen demasiado a la ligera, de suerte que ni unos ni otros Jo comprendan. Quien se contenta con aspirar el perfume de una flor no la conoce, y quien la corta solamente para estudiarla, tampoco Ia conoce. Ni la sola reflexién, ni el placer solo pueden resolver las disonancias de cierto género. Los lugares que fueron escenario de lo que va a leerse mo presentan en ef nada muy nuevo, y 3 este especto confieso que una vez tuve la ingenuidad de pensar en variazlos en el libro; pero no tardé en convencerme de que eran los Gnicos que: convenian al cardcter elegiaco de Hiperién, y no puedo evitar un sentimiento de vergiieriza a'la idea de que el posible juicio del piiblico hubiese estado a punto de inspirarme una ductilidad tan extremada. Lamente que, por el instante, no sea posible a todos mis lectores pronunciarse sobre mi intencién; pero este primer volumen seri seguido de un se gundo muy en breve. LIBRO PRIMERO HIPERION A BELARMINO Ex asapo suelo de mi patria es de nuevo para mf un motivo de alegria y de tristeza, Me encuentro ahora otra vez, todas las mafianss, en las alturas del istmo de Corinto, y mi pensa- miento, como uaa abeja entre las flores, vuela a do de aqui para allé entre los mares que, 3 derecha ¢ izguierda, mantienen Ja freseura al pie de mis montafias soleadas. 10 de exton dos golfos sobre todo habria rego: cijade mi corazén, de haber vivido en sus orillas un tuillar de afios antes. Alli, entre fos, explendores salvajes del Helicén Parnaso, donde fos primeros destellos de la auro- ‘a juegan alrededor de clen curmbres nevadas, y la Gcliciosa jianura de Sicione avanzaba, con Ja aluves de un dios vencedor, el magnifico golfo resplande- ciente hacia la més, alegre de las ciudades, ta joven, into, esparciendo a los pies de su favorita las ri- quezas de todos les paises. Pero, ga qué pensar en tales cosas? Tos aullides del chacal, que deja ofr su grito kigubre entre Jas ruinas de’ los monumentos Antiques, me arrancan bruscamente de mi ensuefo, iFeliz el hombre gue encuentra su alegria y su nerza en ta prosperidad de su patria! A mi, cuando wien me recuerda ia mia, parece como si me hun. se en cl barro de un pentano, © viere cerrarse core mi ta tapa de un féretro; y si me can el nom- 36 FRIEDRICH HOLDERLIN bre de griego, tengo la impresién de un collar de Perro que me apretase la garganta, ‘Mira, mi querido Belarmino, cuando por acaso una palabra se me escapaba y, en un momento de ira, me subla una ligrima a los ojos, en seguida venian hacia mi algunos de esos buenos apéstoles que entre vosotros, los alemanes, surgen como fantasmas a vuestro lado cuando menos lo. pensiis, satisfechos de encontrar a algim infortunado de alma melan- célica a quien ofrecer sus maxima, y creian conso- larme diciéndome: “Obra, pues, en lugar de que- jarte”” jPluguiera al cielo que no lo hubiese hecho nun- cal jCudntas més esperanzas tendria ahora! jOlvida, olvida que hay hombres, ch mi pobre corazén desgraciado, atormentado y mil veeos repe- do! ¥ vuelve al lugar de donde vienes, al seno de la Naturaleza inmutablemente serena y hermosa HIPERION A BELARMINO No poseo una sola cosa de la que pueda decir: esto es mio. Los seres que me son queridos estén lejos de mi o muerto, y ya vor algiina me habla de ellos. ‘Mis trabajos aqui en la tierra han terminado. 1Los emprendi leno de ardor, costironme mtchos sudo- res de sangre, y no he enriquecido el mundo con un solo chavo. Desconocido y solitario, vuelve y vago como en un vasto comenterio por mi patria, donde tal vez me espera el puiial del cazador para quien los griegos somos, como la caza de los bosques, un motivo de alegria. Pero ti, oh Sol, brillas todavia en el ciclo! FY ti, Tierra, atin continiias verdeviendo! Los rios todavia h HIPERION a7 hacen correr sus aguas hacia el mat, y los arboles, frondosos atin se estremecen a la brisa del mediodia, Los cantos voluptuosos de la primavera mecen mis sombrios pensamientos. La vida, que todo lo reanima en ¢] universo, nutre y sacia hasta 1s embriagucz mi pobre alma hambrienta. jOh feliz Naturaleza! No sé lo que siento cuando elevo mis miradas hacia tus bellezas, pero nada me deleita tanto, joh la mas amada de las bienamadas!, como las lagrimas que vierto al contemolart. Mi ser entero calla y escucha cuando el dulce aliento del céfiro me acaricia el pecho. Mis miradas, perdidas a lo lejos en el azur del cielo, van del éter fa las profundidades de la mar sagrada, y me parece como si un espiritu familiar me acogiese en sus bra- zos, como si el dolor del aislamiento se confundiera con la vida de la Divinidad. Formar un solo ser con todo lo que vive, sno es vivir como los dioses y poser el cielo en la tierra? Ser una sola cosa con tado lo aue vive, volver. por un olvido de si mismo. al Todo de la Naturaleza, es alcanzar el més alto grado de pensamiento v de gczo, es estar en la cumbre saerada de la montafia, en el reposo eterno, donde la hora ultima del dia vierde su calor abrumador y el trueno no hace ofr va su vo7, nde lat aquae ardorosas del mar ondulan como los trigales bajo la brisa. Formar una sola cosa con todo lo que vive, significa que la virtud abandona su armadura de rigores y la inteligencia humana su cetro, y todos los vensa- mientos se borran en presencia de este universo eter- namente uno, como frente a Urania se desvanecen las leyes que ponen trabas al genio del artista: sig- nifica que el Destino inexorable abdica su’ soberania, y la Muerte rompe el pacto que la lizaba 2 todos los, seres, y la union indiscluble y la juventud eterna embellecen el mundo. | | | 38 FRIEDRICH HOLDERLIN A menudo me elevo hasta esa cumbre, Belarmino, Pero un instante de reflexién basta a derribarme, Pienso, y me encuentro, como antes, solo, con today Jas tribulaciones del ser mortal; y ese asilo que mi alma creia haber hallado: el universo eternamente uno, desaparece y I Naturaleza no me abre sus brazos, y permanezco ante ella como un extraio, sin comprenderia, (Dios mio! ;Ojalé no hubiera frecuentado jamés vuestras escuelas! La ciencia que segui por las mil revueltas de sus Taberintos, que fui lo bastante loco para esperar con mai juvenil ilusién que confirmara mis alegrias més puras, ha hecho mi desgracia, Asi fue como en medio de vosotros me volvi razo- neble, y aprendi cabalmente a diferenciarme de lo que'me rodea, 2 tal punta que me encuentro aislado medio de Jas belictas del mundo, proscrito del Jardin de fn Naturaleza en el que habia crecido y prosperado; y he aquf que ahora me seco al sol de mediodia, Si, no cabe duda: el hombre es us dios cuando se entrega & sus suefios, y un pobre ser cuando se pone a rellexionar; ya poco que el entusiasmo decrezca, helo abi en Ia actitud del hijo prédigo que su padre de i ites gue 2 almas caritativas le dieron de pasada, HIPERION A BELARMINO Te agradezco que me pidieras que te hable de mi, trayendo asi a mi memoria el tiempo pasado. Ello me volvid a Grecia, donde deseaba vivir en Tos lugares que vieron los juegos. de mi infanci Como el trabajador que se entrega al sueio repa- rador, ini alma atormentada gusta a menudo de abis- marse en las reminiscencias de un pasade inocente. HIPERION 39 iOh dulce quietud de la infancia! ;Quietud ce- lestial! j Cudntas veces me detengo ante ti, en muda contemplacién, Neno del deseo de volver a encon- trarte con el pensamicnto, Pero, jay!, sélo hemos conservado nociones exactas de le que, malo antes, se ha tornado bueno ahora; de nuestra infancia, de nuestra inocencia, no sabemos ya nada. Cuando yo era todavia un nifito juicioso, que ignoraba todo lo que nos rodea, gno era acaso algo més de lo que soy ahora, después de taatas tribula. clones, meditaciones y [uches interiores? Si, no cabe duda, mientras no se ha vestido con la piel de camaleén del hombre, el nifio es el mis feliz de los seres, Es por entero 41 mismo, y en ello estd su encanto, La coercién de las reglas y las leyes de Destino no lo han deformado. Sélo en e! nifio reside la libertad. En él reina también la paz; atin no entré ea con. flicto consigo mismo, Colmado de riquezas, conoce su coraaén ¢ ignora las miserias de la existencia. Como no sabe qué es la Muerte, es la inmortalidad. Desgraciadamente, es un estado al que los hombres no sabrian acomodarse. Es preciso que lo que leva en sf de divino se humanice, que aprenda por si no gue los he: con una ficstin Por aso, antes que la Naturaleza Io aleje de su paraiso, los hombres lo arrancan de é mediante la lisonja 0 la violencia, y lo evan a campos malditos donde, como ellos, habré de consumirse trabajando con el sudor de su frente. Lo que no impide que el momento en que el des- pertar se produce sea también deleitoso, al menos cuando no se nos despierta inoportunamente. jOh dias sagrados aquéllos en que, por ver pri mera, suestra alma emprende el vuelo, cuando en el impetu agi y ardiente de les afios mozos nos serti- mos entre los esplendores de la Naturaleca como la 40 FRIEDRICH HOLDERLIN florecilla que se abre a los rayos del sol naciente, tendiendo sus pétalos hacia el ciclo infinito! iCuantas veces vagué por estas montafias y estas riberas! ;Cuantas veces me detuve, con el corazén palpitante de emocién, sobre las cumbres de Tina, desde donde seguia con la vista los halcones, las gar. as y los audaces esquifes, de aspecto tan alegre, per- diéndose en el horizonte! Alla, me decfa, all irds ti también; y sentia la sensacién del que, sofocado por el ardor del sol, se sumerge en un baiio refrescante o se humedece Ia frente con un agua espumante Luego, regresaba a casa suspirando y pensaba: *;Si hubiesen’ transcurrido siquiera mis aiios de apren- dizaje!” ; Pobre inocente! Estos afios todavia no Mevan tra- zas de concluir, ;Y pensar que el hombre, cuando Joven,.se:imagina siempre tan préximo a si objeto! Tal es la més bella de las ilusiones que nos da Ia Naturaleza, para sostener nuestra alma en sus desfa- Necimientos, A menudo, cuando. estaba tendido entre las flores, calentindome a Ios rayos tibios del sol pri. maveral, con la mirada perdida en el azul del ciclo gue envolvia la tierra, o cuando me sentaba en la montafia, a la sombra de los olmos o los sauces después de un refrescante aguacero, y las tamas se hallaban ain estremecidas nor su contacto con el cielo, y sobre el bosque empavado por la lluvia pasa- ban nubes doradas, o cuando el astro de la tarde, simbolo de paz, ascendia en el horizonte con sus compajieros siempre jévenes, los otros héroes celestes, simbolos de la vida jperpetiia, que vela moverse sin esfuerzo a través del espacio etéreo, con una eterna regularidad, y la paz del universo me rodeaba rego- Gijando mi corazén hasta el punto de hacerle pres. tar oido atento a todos los ruidos sin saber exacta- mente lo que me sucedia... entonces, sublan a mis labios estas palabras: “Padre nuestro del cielo, zme HIPERION 4 amas?" Y ofa su respuesta en mi alma feliz y serenada, (Oh td, a quien se alzaba mi voz como si estu- Vieras encima de las estrellas, Ta, a quien yo llamaba Creador del Cielo y de la’ Tierra, idolo amigo de is afios, mozas: T& no me guardards rencot por- que te haya olvidado!. ¢Por qué este mundo no es lo bastante pobre para obligarnos a buscar a algiin otro fuera de él? Si esta magnifica Naturaleza tiene realmente un padye, 2no Jo tendra también el corazén del nifio? ¢No es El el fondo de su ser? Pero, gacaso lo poses yo? ¢Lo conozco, acaso? A veces me parece verlo; pero entonces un nuevo terror se apodera de mf, como si viera mi propio Tostro, coma si Jo sintiera a £1, al Espiritu del Mundo; y despierto, y veo tan sélo ‘mis manos, asidas una 2 otra, HIPERION A BELARMINO ¢Sabes hasta qué punto se amaron Platén y Estela? Bues bien, asi amé yo y fui amado, ; Ah, qué feliz mortal era entonces! Seguramente, es muy agradable ver que seres igua- les se reiinen; pero hay algo divino en el acto un gran hombre elevando a otros seres mas peque- fios hasta él. Una palabra amable del corazén de un homb-e va- liente, una sonrisa bajo la cual se disimula cl devo- rante esplendor del espiritu, es a la vez poco y mu- cho; lo mismo que una de esas palabras magicas, inofensivas en apariencia, que en sus modestas sila- bas ocultan la vida y Ia muerte: como una fuente espiritual que brota de las profundidades de la mon- taa, cuyas aguas de una limpidez criétalina nos comunican Ia.fuerza misteriosa tierra. Por el contrario, ;con qué odio miro a todos esos 2 FRIEDRICH HOLDERLIN birbaros que se figuran cuerdos porque ya no tienen corazén, a esos seres brutales qué, so pretexto de dis. Ciplinar la razin, destruyen de mil modos fo que Puede tener de bello la fuventud! jBondad divinal ¢No se diria que son como el buho que quisiera ahuyentar a Jos aguiluchos de su nido para ensefiarles el camino hacia el sol? Perdéname, espiritu de mi Adams, de haber pen- sado en esas gentes en presencia tuys. Pero tal es al fruto de neestra experiencia: no podemoe represen: tamos lo perfecto, sin ver en seguida Ja deformitied contraria, iAb, si s6lo ti estuvieras pretente siempre en mi Pensamfento, infortunado semidids, #6, y todo lo que Hene tu nobleza y tu grandeza!... ‘Aquél a quien gayuelves en tu calma y en tu fuerza, atleta y com- baliente, aquél a quien haces el don ce tu amor y de a sabiduria, jhuya o sea lo que ti fuiste! A tut lado, no cabria ni bajeza ni debilidad. iGuantas veces no te senti a sai lado, siera largo tiempo que estabas lejos de mit Pé ilmminabas con > claridad, reconfortandome a tal Punto que mi corszén helado recobraba su fatido, como esas fuentes secas que se reaniman cuando ef Gielo Jas toca, En esos momentos, habria queride ir a esconder mi felicidad hasta on le- cetsellas, pata resguardaria Je la mancilla de cuanto me :odeaba, ‘Yo habia crecide como una planta de vid sin tutor, Suyos sarinientos se extienden por el suelo al aan TG sabes cuantas nobles cualidades se pierden on nosotros por no haber sido utilizadas, Yo errsba a ia ventura como un alma en pena; me aplicaba » todo Y todo me absorbia; pero esto no duré mucha, y mis fuerzas, torpemente dispersadas, se agotaron en es. fuerzos vanos, Todo me daba la conciencia de mi nada, de mi incapacidad para hallar mi camino. En ese estado me encontré Adamas. HIPERION 8 Durante largo tiempo habiase aplicado con arte ¥ Paciencia a su cometido ef mundo que lamamos civilizado; pero éste era y siguié siendo de piedra y de madera; en el mejor dé los casos tomaba Ia noble forma humana exterformente; pero esto no era fo que necesitabs mi Adamas; Jo que é! buscaba era hombres, y por desgracia su arte era insuficiente para procurérselos. En atros tiempos habian existide tos que su pobre erte era ya incapaz de darle, y de sobre se daba él cuenta de ello. El sabia también donde hablan existiso, Y queria ir allf e interrogar su genio bajo lor escombros, entreteniendo can su compafia, los ocios de su soledad, Y asi fue a Grecis, donde yo fo encontré Me parece verlo todavia, cuando vino hacia m{ cca su aire pensative y sontionte; todavia cigo su saludo y sus preguntas, “Como ura for cvya suavidad aplaca el tumutto @e los senticos y devuelve fa serenidad al alma ex gouitase. ante ii : Y yo mbmo gno era como un eco de w silen- cieso entusissmo? ¢No resonaban en mi las melodias de todo si er? Tal era él, tal yo mismo; y semejante una divinidad a mis ojos i Qué iepotencia sobrecoge el celo de los hombres més fervientes en presencia de un entusianno iw compartide! Este no se contenta con ser superficie, no se apo. dera de rosotros tan pronto aqui, tan pronto allé, se burla cel tiempo y de los medics, no hay para él ni ley, ni coercidn, ni razén; nos aferra en un ins. tante, no importa dénde, en la cumbre de las mon- tafias Jo mismo que en el fondo de los valles, y, antes gue sintsmos su presencia, ante que nos ‘hayamos dado cuenta de lo que nos pasa, he aqui que ha transformado ya para nosotros todas [as cosas en, belleza y en felicidad, i iFeliz aquel que desde los primeros aio: de su “4 FRIEDRICH HOLDERLIN Juventud encuentra un corazén noble en su camino! {Qué hermosos, qué inolvidables dias, calmacios de las alegrias de la’amistad y de las mis dulces aten: nes! Tan pronto Adamas me iniciaba en el mundo de Jos héroes de Plutarco, tan pronto me hacia pene- trar en las regiones maravillosas habitadas por los dioses de Grecia; a veces regulaba y calmaba, con una moderacién caleulada, el ardor impulsive de mis afios mozos; a veces también escalibamos juntos Ia cuesta de la montafia durante el dia, para cortar flores en Ja maleza, en el bosque, y recoger el musgo salvaje de las rocas, o bien, cuando era de noche, para contemplar sobre nuestra cabeza los astros sagrados, y en la medida de nuestra int tratar de comprenderlos, {Qué sentimiento de bienestar exquisito siente el alma que encuentra en si los elementos de su fuerza, que toma conciencia de si misma, y se apega mis estrechamente a lo que ama, mientras, poco a poco, nuestro espiritu se arma para la lucha! Yo sentia como triplicado su ascendiente sobre mf, cuando, semejantes a los mane: del vasado, escald- bamos, altives y gozosos, pero también irritados y tristes, las faldas del Athos, y pasando de alli a la otra vertiente nos embarcibamos pare el Helespents, Rodas, y las gargantas del Ténaro, a través de Ia multitud de islas apacibles. Mas tarde, cuando fa nostalgia nos impulsé hacia la costa para penetrar en el interior del pais, nos internamos hasta el cora- z6n drido del viejo Peloponeso y las riberas solita- rias del Eurotas. (Ab, esos valles muertos de Elida, de Nemea y de Olimpia!... Cuando, apoyados en uns columna del templo de Jiipiter, en ef que ya nadie piensa, rodeados de lau- eles, de rosas y pervincas, contemulibamos el Jecho salvaje del rio, la primavera renaciente y el sol eter. NHIPERION 6 namente joven nos recordaban que alli también habia habido, en otros tiempos, hombres, hoy desapareci- dos, cuya noble naturaleza no habia dejado mis rastro que los fragmentos visibles de un templo, © una visién de muerte grabada en la memoria, En- tonces, yo me sentaba junto a él, tristemente, y me distrafa en quitar el musgo del pedestal de un semi- diés, o retiraba de las ruinas el hombro de mirmol Ge Un hétoe, o libraba un arquitrabe de las zarzas y maleza que’ medio lo sepultaban, Entretantc, mi buen Adamas dibujaba cl paisaje, cuya vista recon fortante era como el consuelo de un amigo en aque- Ila ruinas a las que servia de marco: las lomes cu- biertas de trigo, de olivares, los rebafios de cabras, agarradas a las rocas de la montafia; el bosque de olmos que se precipitaba de fa cima al valle, la !agar~ tija que jugeba a nuestros pies y las moscas que, en Ia calma del mediodia, nos envolvian con su zumbido, jAh, mi querido Belarmino! ;Cémo me gustarfz con- tarte: todas estas cosas tan exactamente como lo hhubiera hecho el mismo Néstor! Pero yo atravieso el pasado como un espigador atraviesa un campo des- pués de la siega cosechada por su propietario, reco- giendo tan sélo las briznas de vaja. Te dirfa cimo un dia en que, estando a su lado sobre las alturas de Delos, subi con él las antiguas gradas de mirmol que conducen a la muralla de granite del Cintho, fue uno de los dias mas tristes de mi vida. Alli habi- taba antes cl dios Sol, al pie de esas rocas celestes en que, como una nube de oro, toda la Grecia con- gregada lo rodeaba con su esplendor. Como Aquiles en la Estigia, los jévenes se sumergian en el gozo y cl entusiasmo y resurgian invencibles como dioses, En los bosques y en los templos sus almas. desperta- ban, cada una resonando al contacto de Ia otra, con- servando preciosamente en si los acordes delicicsos. Mas zpara qué hablar de todo eso? ;Como si atin 46 FRIEDRICH HOLDERLIN Pudiéramos formarnos alguna idea de aquellos tiem. pos! jAy!, bajo el peso de la maldiciin que nos abruma ni siquiera nos es permitido seguir un belle suefio. El presente, como el cietzo que supla aullanda, Pasa sobre los brotes apenas retofiados de nuestra alma, y Tos seca a medida que se van abrienda, ;¥ sin embargo, qué dia radiante el que me vié sobre al Cintho! No se habla disipade «! crepisculo de ia mafiana y ya estébamos en In cumbre, Entonces, se ‘os aparecié en su eterna juventud el viejo dior Sel, contento y sereno; como siempre, el inmortal Titin escalé ef cielo, con Jos millares de alegrios gue recela, y envié su sonrisa 2 su pais desolado; a aquellos templos, a aquellas columnas que el Desting ‘habia derribado a sus pies, como esos pétzlos secon de fas rots’ que el nifio arranca despreocupadamente del arbusto al pasar y esparce por el suelo “jS€ como E1!, exclamé Adamas, tomando mi mano y tendiéndola hacia el dios; y oa este instante me parecié como si la brisa de fa mafiana nos levane tase en sus alas Hevandonos en pos del sagrado astro, que se fanzaba hicia ei cenit, cordial, grande y mara. villoso, Henando al mundo y'a nosottes con su fuerza Todo mi ser interior se entristece y se regocija todavia con cada una de jas palabras que me decia entonces Adamas, y cuando, algunas veces, siento Jo que ai mismo debié sentir ‘antes, apenas si lego a comprender ini miseria, {Qué puede realmente per- der el hombre cuando se encuentra asi en su propio mundo? Todo esta en nosotros. 2Se oreocapa el hewn bre entonces del cabello que cae de su cabera? ;Por qué lucha para esclavizarse, cuando podria ser un dios? “Ti ests destinado a la soledad, amigo mio”, me decia también Adamas por aquella época; “serds como la grulla abandonada por sus compaieras en la HIPERION a7 mala estacién, mientras van a buscar Ie. primavera en _pafses lejanos”. ‘Yeo, mi pobre amigo, e To que hace que hasta en el seo de la opulencia seamos pobres, porque nos es imposible vivir solos, porque el amor persiste en nosotros mientras somos de este mundo. ;Devuélveme a mi Adamas y ven con los que me pertenecen, para que este viejo mundo, con las bellezas que contiene, se renueve én nosoiros, y nos juntemos y unamos en los brazos de nuestra divinidad, la Naturaleza! De ese modo, no conoceré la miseria, ae Pero, te lo suplico: que nadie diga que e! Destina nos separa, Somos nosattos, zlo oyes?, nosotros los que gustamos in verdadero placer Ianedndonos a las tinieblas de Io desconocido, afrontando: da frialdad de Jos extratios de otro mundo, Si fuese posible, hasta dejariamos las regiones que alumbra el sol, para pre- cipitarnos més all4 de los limites a que legan tos eametas. ;Ahi, no hay patria capaz de retener al hombre que Hleva en si el salvaje deseo de las pere- grinaciones, JLo mismo gue los rayos del sol secan las plantas terrestres que hiecferon crecer, el honibre ani- quila las tiernas flores que su corazén hizo nacer: los goces del parentesco y del amor. : Diriase casi que Je guardo rencor a mi buen Ada- ‘mas por haberme dejado; pero no, no se lo guardo. aNo me dijo, ademds, que volveria? Se dice gue en el fondo del Asia yace ovulto un Pueblo de rara perfeccién, A él sin duda se dejé evar por su esperanza. Yo lp acompané hesta Nios, Fueron nos dias de amargura. Seguramente que yo habia aprendido a soportar el dolor, pero, para una tal separacién, no encontré fuerzas en mi. i Cada instante que nes acercaba a la hora dltima, mostraba mis hasta qué punto mi ser se hallaba inti- mamente unido al suyo. Mi alma se esforzaba en A 48 FRIEDRICH HOLDERLIN retenerlo como el moribundo retiene Ia vida que siente escaparscle. Pasamos todavia algunos dias junto a Ja tumba de Homero, y Nios fue ya para mi la més sagrada de Jas islas, Al fin, nos arrancamos de Jos brazos uno del otro, A fuerza de luchar, mi corazén se habia cansado, y en el instante supremo me senti un poco més tran- quilo, Me habia hineado de rodillas ante él y por Sltima vez lo estreché en mis brazos. “Dame tu ben- dicién, joh Padre!”, le dije a media voz, levantando los ojos hacia él. Tuvo entonces una gran sontisa, su frente se ilumin6 al resplandor de las estrellas de la mafiana y sus miradas atravesaron los espacios ce- lestes. “\Protegedio”, exclamé, “joh vosotros, Espi- ritus de un tiempo mejor! ; Elevadlo a vuestra inmor- talidad, y vosotras, bienhechoras Potencias del cielo y de la tierra, no le abandonéis!” Después, afiadié con. voz més tranquila: “Hay un Dios en nosotros, que guia al Destino como guia las corrientes de agua, y del que todas las cosas forman parte, jQue él te ‘acompaie!” Asi nos despedimos. Adiés, mi querido Belarmino, MIPERION A BELARMINO gAdénde podrfa huir de mi mismo sino a los ree cuerdos de mis aiios mozos? A ellos vuelvo, como un alma que busca en vano el reposo en las orillas del Aqueronte, en las regiones desiertas de mi existencia. Todo envejece y todo se rejuvenece de nuevo. ¢Por qué, entonces, estamos nosotres_excluidos del ciclo generoso de Ja natura- leza? 20 tendriamos acaso también el nuestro? De buena gana lo creeria, si no hubiera en nosotros sta monstruosa ambicién que, como en el gigante Ei HIPERION 49 del Etna, eleva su vos iracunda desde los mis pro- fundos abismos de nuestro ser. Y sin embargo, zquién no preferiria sentir en si algo como un aceite hirviente antes que confesase que ha nacido para el litigo 0 el yugo? ¢Cudl es més, noble: un fogoso corcel de guerra, o un jamelgo de orejas colgantes? ; Mi querido amigo, hubo un tiempo en que mi corazén se calentaba a los rayos de 1a esperanza, en que el gozo de la inmortalidad hacia latir todas mis arterias, y mi espiritu se detenia en mi) proyectos, a cual mas hermoso, como las miradas en las floses de un vergel, en que, feliz como los peces del Océano, me sumergia cada ver més hondo en el espacio sin limites de mi porvenir, oe jOh feliz Naturaleza! ; Qué intrepidez no animaba al adolescente, cuando saité de la cuna que ti le habias preparado! ; Qué gozo al ceflirse por ver pri- mera su armadura! Su arco estaba tenso, sus flechas se estremecian en el carcaj, los sublimes genios de Ia antigiiedad, los inmortales, guiaban sus pasos, y entre ellos Adamas, Adondequiera que fuese, dondequiera que estuviese, esas sombras sublimes me escoltaban, las grandes acciones de todos los tiempos se confun- dian en mi espiritu como otras tantas llamas, y lo mismo que se ve, en una tempestad ardientemente deseada, amentonarsc las nubes en el cielo formando sigantescos cuadros, asi los centenares de victorias de Jas Olimpfadas se transformaban a mis ojos en una continua victoria. zCémo resistir, cémo no sentirse derribado por el formidable esplendor de la antigiiedad, semejante a los arboles j6venes del bosque al paso del huracan, cuando ese esplendor se apodera de vosotros como s¢ apoderé de mi, y os falta, como a mi, el elemento en el que poder, mediante la lucha, cobrar conciencia de vuestra fuerza y vuestro valor? 50. FRIEDRICH HOLDERLIN Pero lo que me hizo inclinar la frente, como Ta tempestad doblega el débil junco, fué la’ grandeza de Jos antiguos; ella fug la que empaiié la ter lozane de mi rostro, y jcudntas veces no me encontré en al suelo, bafiado en lagrimas, lejos de todas las roiradas, como un pino eaido al borde deb arroyo que ocults en las ondas su copa marchita! ;¥ de qué buena gana habrfa pagado con toda mi sangre un solo minuto de Ja vide de un gran hombre! Pero za qué todo ello, si nadie queria de mi? {No es coxa lamentable verse anonadado hasta ese punto?.., Que aquel a quien esto parezca incom. prensible se abstenga de preguntar; que dé gracias @ la naturaleza por kaberlo creado como cred tay mariposas, para la alegria, y que pase sin deci pala. ‘tra, mientras viva, del dolor y Is. tristeza! F¥o amaba a mis hémes como la mosca 2] sal; bus caba su peligrosa vecinda de nuevo adonde estaban. ‘Como el ciervo ensangrentada se arrefa a yo me pretipitaba a menude ex «t to-belilng gow, para refroscer en mi pecho brarme de los magwificos suefios de gloria y de gra deza que en 4 se entrechocaban. Pi emibarg Y cuando, « medianoche, mi coracén abrasado me impulsabe - heiar al jardiz, bajo ics drboles empa pados de rocio, ye} murmullo de la fuente por los prados, la brisa acarielasora y la tue de la iuna ccuaaban mis sentides, y pasaban sobre ini cals Yibres y apacibles, las nubes plateadas, y la yor io Henie de las olas resonaba 2 lo lejos, jde qué modo todas esas grandes sombras jugaban entances lelicio- samente con mi corazén y con jot fantaamas de mi amor! “[Adiés, seres maravillosos!", me decia a menudo, cuando por encima de mi la dulce melodia que acom- HIPERION 51 pafia a los primeros rayos del sol comenzaba a dejarse oir, “jadiés, Muertos magaificos! ;Que no pueda yo seguiros! | Que no pueda sacudir de mi fo que me dio mi tiemoo, y ‘partir también para el libre seino de las sombrast” Pero, remachado a mi cadena, peno y muero, reci- biendo con una alegria amarga la misera copa que tienden a mis labios, SEPLAION 4 BELARMING Desde la partida de Ademas, mi ida se ha vuelto demasiado pequefia para mi, Hacla ya tiempo que me hastiaba Tina y queria ver el mundo, “Ve primero a Esmirna”, me dijo mi padre, “apren- de allt les ciencias nduticas y militares, Jas lenguas Ge Tos pueblos cultos, estudie sus constituciones, sus usos y costom! 2 todo y elige Jo mejor de wl. Después pededs continuar tu viaje e it adonde quieras.” Nada inds delicioso que exot primetos dias en que uno se evade de su propia juventud. Me parecla como simi nacimiento datase verdaderamente de mi par- tida de Tina, Bi soi que briliaba sobre mi cabeas via nuevo, y yo gozaba de la campifia, del mar y del aire como si fuera por primera vex, La actividad desbordante que desplegaba entonces en Esinima para instrairme, y mis répides progre- 205, contribuyeron no poco a develver la tranquilidad 4 mi alma, Recuerdo también muchos placenteros atardeceres de esa época, ;Cudntas veces fui, bajo los dxbolas siompre verdes que bordean el Meles, al Jugar donde acid mi Homero, a coger flores, que er recuerdo suyo arrojaba a las ondas sagradas del rio! En [a proximidad de la gruta me abandonaba a mis ensuefios apacibles, “Alli era, dicen, donde el 52 FRIEDRICH HOLDERLIN viejo Homero canté su Hiada.” Yo lo encontraba, y ‘en su presencia, cada una de mis palabras expiraba en mis labios. Abria su divino poema, y era como si hasta aquel dia me hubiese sido desconocido, a tal punto despertaba en mi impresiones nuevas y vivas, ‘También gusto de recordar mis paseos por los alre- dedores de Esmirna, Es un pafs maravilloso, y cien veces he lamentado no tener alas para volar una ver siquiera cada afio al Asia Menor. ‘Dejando la lanura de Sardes, llegué a la cima de la montaiia por las murallas escarpadas del Tmolo, Habla pasado la noche al pie, en una cabafia hos. pitalaria, entre mirtos y matas aromosas de espliego, en un lugar donde los cisnes jugaban a mi lado sobre las ondas doradas del Pactolo, y donde aparccia, como un timido fantasma a los claros rayos de la luna, un viejo templo de Cibeles. Cinco deliciosas columnitas Toraban sobre las ruinas, y a sus pies yacian los restos de un pértico majestuoso. ‘Ahora mi sendero serpeaba hacia la cima a través de millares de setos florecidos. Sobre la abrupta per diente se inclinaban drboles de flores estremecidas, gue dejaban caer sobre mi cabeza sus dulces copos. Hacia mediodia llegué a la cima del monte. ¥ alli permaneci en pie, mirando jubilosamente ante mi y aspitundo cou deleite of aire pure del cielo. {Qué horas encantadas las que pasé alli! Semejante a un mar, el pais de donde yo Hegaba se extendia a mis pies, joven, feliz, lleno de vida; la variedad de los colores con que Ta primavera sal- daba el despertar de mi alma era infinita como el cielo; y como el sol recobrindose a si mismo en los mil reflejos de luz que la tierra le devolvia, mi esph ritu se reconocia en Ta plenitud de vida que to rodeaba y lo invadia de uno y otro lado, A mi it quicrda, el rio, como un gigante, se precipitaha con rugides’ de alegria hacia los bosques, desde lo alto HIPERION 33 de las rocas marméreas suspendidas sobre mi cabeza, en las que el aguila jugaba con sus polluclos, y donde Jas cumbres nevadas brillaban en el éter azulado; a mi derecha, nubes tempestuosas se congregaban sobre los bosques de Sipila; yo no sentia la tempestad que las arrastraba, sélo sentia una suave brisa en mis cabellos; pero ofa el retumbar del trueno, como se percibe la voz del porvenir, y vela Ja llama de los relampagos como la luz lejana de una deidad cuya presencia se adivina. Volviéndome hacia el sur, con- tinué mi ruta. Ante mi se abria toda esa comarca paradisiaca regada por el Caistro que tescribe alli sus meandros como si no pudiera decidirse a dejar todas las riquezas y gracias que lo rodean. Como el céfiro, espiritu encantado iba y venia de una belleza a otra, de Ia aldehuela desconocida, ocul:a alli lejos en el valle, hasta el fondo de los’ montss de Messogis cuya cadena de cumbres se esfuma a Io lejos, Volvi a Esmirna como un hombre ebrio después de un festin. Mi corazén estaba demasiado Ileno de goze para no dar algo de su exceso a las cosas per:- cederas. Me sentia demasiado contento de haber recogide en mi la belleza de la Naturaleza para no Henar con ella las lagunas de la vida humana. Mi pobre ciudad de Esmimna revistié Jos colores de mi cntusiasmo y tomé a mis ojos el aspecto de una novia. La urbanidad de los ciudadanos me atrajo. Lo absurdo de sus costumbres me divertia como la travesura de un nifio, y como yo estaba por natu leza por encima de todas las formas en uso y todas las costumbres, me divertia adoptindolas y dejindo- las alternativamente como disfraces de carnaval Pero lo que principalmente contvibufa a dar un atractivo particular a mis insignificantes relaciones con la sociedad eran los rostros acogedores y las fi nomias agradables que la compasiva naturaleza ba ia SN 54 FRIEDRICH HOLDERLIN cuidado de sembrar como estrellas en las tinieblas que ‘nos envuelven. iQué alegrfa sentla mi corazén! ;¥ con qué fe ingenua yo descifraha los amables jeroglificos! Pero me sucedié casi lo mismo que en ia primavera con los abedules. Habla ofdo alabar la savia de esos Arbo. les, y me imaginaha’ que sus tromcos graciles produ. cirian una bebida deliciosa, jAh!, fo que faltaba era Ja fuerza del espfritu, ;Qué desolador por consi- guiente cuanto vela y fal’! A veces tenfa a impresién, al frecuentar a ague- las _gentes cultivadas, de que la natursleza humana habla tomado los miltiples aspectos del reino animal, Aqui, como en todas partes, fueron Jos horahres tos que més me chocaron por su degradacién y su co- rrupefén, ‘Hay animales que aiillan cuando oyen musica, Las gentes bien educadas que he conocido refen cuando se hacia referencia ante elias a las bellezas del espi- tite o Jas cualidades del corszdn. Los lobes huyen cuando s¢ enciende fuego; lo misine que estas gente, cuando advertiay en alguien una chispa dé razdn, 18 alelaban ripidamente como ladrenes. Si por _acaso yo. hablaba con entusiesmo de la antigua Grecia, me decfan bostezands que en ks tiempos presentes Ja vida es también bastante sopor- table, y no faltaba quien afiadia, con aire importante, que el buen gusto tampoco habia desaparecido pot entero de este pais. Y, on efecto, al instante tuve la prueba de ello: pues uno empezd a soltar una ristra de bromas cuar- teleras, y otro, hinchando los carrillos, @ pronunciar sentencias presumidas. Un. tercero, adeptando aires de gran seiior que nada tiene ya que aprender, afirmé con un gran gesto, poniendo al cielo por testigo, que siempre ha valido mas un toma que dos te daré, Pero en cuanto se le hablé de la muerte, junté ps0 HIPERION 35 facto lai manos, y poco a poco, en el curso de la conversacién, vino a hablar del clero, haciende notar : lo peligroso que era que los sacerdotes de hoy hubie- ran peidide casi toda su influencia. Los wnicés con que a veces me gustabs conversar eran esos charlatanes que son como la crénica viva Ge las ciudades y paises extranjeros, o come esas cajas de vistas en las que puede verse, indistintamente, potentados x caballo, campanarios 'y mercados, A la larga, acabé por cansarme tanta prodigalidad, aburrido de pedir peras al olmo y buscar flores en el ventisquero. Desde entonces, preferi vivir apartado, EI suave espiritu de mi juventud habia desaparecido casi por completo de mi alma, El incurable mal que aque- jaba al siglo se me habia hecho visible por jas ‘tantas cosas que refiero o que paso por alto, y la esperanza que habia acariciado de hallar un mundo info en ova alma, y de poder un dia abrazar a mi semejante en la persona de un ser amable, no Hegaba nunca a realizarse. éY qué seria la vida sin la esperanza, amigo milo? Una chispa que salta del carbén y se extingue, una rifaga que pasa en la mala estacién y cuyos aullidos poco a poco se apaciguan: he aki lo que seriamos. La misma golondrina va a buscar un pais mas hospitalario en ei invierno; durante el caler del dia, Jos tismos animales salvajes buscan una fuente. zQuign dice al nifie que su madre no le rehusard al pecho? Lo que, sin embargo, no le impide bus- carlo, Ningin ser viviria si esta esperanza le faltara, Mi corazén entonces guardé sus tesoros, solamente a fin de darlos, en tempos mejores, al ser Unico, sagra- do y fiel que mi alma sedienta no dejaria de hallar, llegado el momento, ;Con qué felicidad me apegaba a él, cuanco, en A 56 FRIEDRICH HOLDERLIN Jas horas del deseo, venia a juguetear dulcemente, como un rayo de juna, en torno de mi frente apa- Ciguada! Yo te conocia ya; desde hacia tiempo sen- tia caer tus miradas sobre mi desde lo alto de las nubes como las de un genio benéfico, antes de que, Surgiendo de las revueltas ondas de este mundo, te me aparecieras en todo el tranquilo resplandor de tu belleza. Pero, entonces, el corazén cesé para siempre de Iuchar y de inflamarse. ‘Como el litio que se balancea dulcemente en la calma del aire, todo mi ser se mecia en su elemento, tn los suefios deleitosos en que la veia. HIPERION A DELARMINO A partir de ese momento me senti hastiado de Es. mira, y ademés, poco a poco,. mi corezén habia cedide a su cansancio, A veces, sin embargo, se apo- deraba de mi un stibito deseo de recorrer el mundo, de partir para una guerra, cualquiera que fuese, 0 de ira ver a mi querido Adamas, a fin de consumir ‘mi melancolfa en Ia ama de su alma; pero las cosas ‘no pasaban de ahi, y parecia como si de alli en adelante nada hubiese de alegrar jamés mi insigni- fivanie y triste existencia, ‘Terminaba el verano, Yo ya sentia la tristeza de los dias de Iluvia, ofa los silbidos del viento y el rugir de los torrentes. La naturaleza, que como una fuente espumante habla penetrado en todas las plan- tas y en todos los arboles, aparecia ya a mai espfritu, ensombrecido y_ languideciente, tacituma y reple- gada sobre si misma, como yo lo estaba : De esta vida que se iba, queria yo evarme ain lo que pudiera, Todo lo que alld en Ia campifia habia amado queria ponerlo en seguridad en el fondo ce mi mismo, seguro de que al aflo siguiente ya no HIPERION 37 taria bajo aquellos drboles ni al pie de aquellas montafias. De ahf que, a caballo o a pie, me pusicra a recorrer toda la regién como si antes jams lo hu- biera hecho. Pero lo que mis que todo me impulsaba era el misterioso deseo de ver aun ser humano que, desde hacia algiin tiempo, me encontraba cada vez que pasaba bajo los Arboles, ante la puerta de la ciudad Aquel soberbio extranjero marchaba como un jo- ven Titén entre el rebafio de enanos, que gozaban con medrosa alegria de su belleza, midiendo con Ia vista su talla y su Zuerza y deleitindose con ef brillo del color bronceado de su cabeza de romano, como se mira un fruto prohibido; y era un instante de- licioso aquél en que las miradas de ese hombre, para las cuales el espacio azul del ciclo parecia estrecho, buscaban, sin traslucir la menor altaneria, un ob- jeto deseado, hasta que, al encontrar ris ojos, nos mirabamos y nes ruborizdbamos en el cor en que pasdbames el uno junto al otro. Un dia que me habia adentrado muy lejos en el bosque de Mimas, regresé al anochocer con bastante retardo, Habla echado pie a tierra y Ilevaba de la brida a mi animal por un sendero abrupto y desierto, cubierto de piedras y raices de Arboles, Trataba de abrirme paso a través de los matorrales para bajar de nuevo al valle, que se abria ante mi como una enorme caverna, cuando me vi de pronto asaltado por dos bandoleros, Me costé, al principio, cierto trabajo defenderme de los sablazos que me lan zaban, pero como otra empresa los habia ya can- sado, consegui con bastante facilidad desembara- zarme de ellos. Entonces, volvi a montar tranguila. mente a caballo y continué mi camino, Al pie de la montaiia, entre Jos bosques y en me- dio de rocas hacinadas, se presenté a mis ojos una instante 58 FRIEDRICH HOLDERLIN Pequciia pradera. La luna acababa de clovarse Por Gneima de los Arboles escures, y au claridad phen Yer @ poca distancia unos caballos echades Y unos hombres tendidos en la hierba junto» elles, “eQuitnes sois?”, tes grité, “iEs Hiperién!™, exclamé una vox clare, con tong de agradable sorpresa. FTA me coneses”, contin ta misma von, "yo soy el que encuentras todos Jos dias baja los Arboles, a lx puerta de Ia ciudad” Mi caballo se dirigié a él como rostro estaba todo ifuminado por la hana efecto, y eché pie a tera “Buenas noches, sefior", me y dlavando en mi su’ mirada a strech’ la mano ex a significado sent i el fondo de mi alma, nares el fin dem Este momenso que los do: gue ve ha vestor en fuge por #f; que y se habla viso at doxde r-saha, “Des @acadamente, ests aventura me cuesis um xmigo", & adadié, movtrandame con el dedo su canslle muerte Yo ensregué ef mio a su sirviente, y continuamos 4 ple meso camino, “Aprovechémones de lo que sucede”, dije, sien tras, cogidos del brazo, saliamos del ‘bosque, “va que hemos cavilado tanto tiempo, pasande indife Tentes el uno junto al otro hasta que un mathechor nos ha acereado”, “Pero. permite que te diga”, replies Alabanels, “que la falta fue taya Principalmente; eres mas {rio HIPERION 59 aie Yo, Hoy, he sido yo el que te he seguido a caballo”, ji Amigo mio!, exclamé, “teanguilizate, ya verés ‘ig puedo quererte tanto como ti me quieres” Pos suntimos cada vez mds atraidos mutuae mente, mir al rumor de las aguas vivas de una fnente, bajo Arboles frutales y junto a praderas emoain’ madas, Resolvimos pasar all Ja noche. Durante large rato Permanecimes sentados juntos, con las ventanae uboo oftunde silencio que ‘nos enveleia tenia algo vestre, Tievra y mar callaban dehiciosamen- te, le mismo que los arboles que nos cobijaban, Ape- ero céfiro Hegaba desde leios a nuestro cuartd, seariciands delicadamente Ia tama de nues- tra bujfa; de una misica lejana, solamente los ones fuertes Hegaban a nosotros, ‘mientras nubes tem. Pestuosas Mlotaban en tos espacios infinitos, y de tiem. be en tetepo resonaba en el silencio de la’noche un sugido lejeto, come el resoptide ruidosa de un Sante sicrrentado por una pesadilla tremenda, Bra naturai que nuestras almas se unieran tanto més strechamente, después de haber penmaneeide Serradas ura a Ja otra contra Buestra voluntad. Nuestro encuentro ra como el de dos torrentes que saltando desde la Montafia rechazan contra sus ori- fas la Jas piedras, les maderos podrides y la ud scactica de objeto: que demoran su curso, Ente abritse paso cl uno hacia el otro hasta jlegay al punto en que, penetrindase con fuersa semejaate, forman un slo ‘majestueso que se encamina hee si inmenso mar, El aranendo al destino y a a barbatie de los Pombres, expuisado del techo patemo por los sues, 60. FRIEDRICH MOLDERLIN condenado a Hevar una vida errante entre extran. jeros, agriado y hosco desde su primera infancia, aun. que con un corazén desbordante de amor, que no ansiaba’ sino romper su ruda corteza pata derra. marse en cl de un amigo; y yo, ya tan completamente aislado de todo, y con mi alma entera extrafia y so- litaria en medio de fos hombres; yo, en quien las mils profundas melodias del corazén van siempre acom. Pafiadas del ruido grotesco de los cascabeles mun- danos; yo, antipatico a todas los ciegos y paraliticos, y sin embargo, ciego y paralitico yo mismo; profun. damente hastiado de cuanto recuerda a los sabios, a los sofistas y a los ingenios brillantes, y a pesar de todo, tan leno de esperanza, tan henchido de la es- peranza de una vida mas hermosa Dos jévenes como nosotros ¢no debian, en un im- pulso de entusiasmo, caer en brazos uno de otro? jOh v4, mi amigo y compaficro de lucha, mi que- rido Alabandal, ;dénde estas? Tentado me siento de creer que te has ido a descansar en las tierras desco- nocidas, y que has vuelto a ser lo que eras antes, cuando ambos éramos nifios. A veces, cuando una tormenta pasa sobre mi ca- beza y distribuye sus divinas fucrzas entre los bosques y los campos cultivados, o las olas del mar juegan entre si, 0 una bandada de Aguilas se remonta j vuela en torno de la cima de la montaiia que voy escalando, mi corazén palpita como si mi amigo estuviera cerca; y él continda viviendo en mi, mis visible, mas pre- sente, mas él mismo, y tal como era antes, el més ardiente, cl més severo, el mas despiadado de los acusadores cuando tenfa que enumerar Jos crimenes del siglo, ; Cémo, entonces, se exaltaba mi espiritu al contacto de sus pensamicntos profundos, y con qué facilidad me venian a los labios las duras palabras de una justicia inflexible! Nuestros pensamientos, como otros tantos mensajeros de la Nemesis, recorrian ia HIPERION a tierra y la limpiaban de todas las huellas de maldi- cién que atin se advertian en ella, Nada, ni el pasado mismo, dejamos de lamarlo ante nuestro tribunal, y ni Ja misma altiva Roma, en su impetuosa prosperidad, era capaz de asustamnos Como esas tempestades promisorias de Iuvia, que pasan incesantes a través de los bosques, por encima Ge las montafias, nuestras almas se sentian irresis tiblemente levantadas por proyectos colosales, No es que, por falta de caricter, nos hubiésemos creado un mundo imaginario, y como des mozos total- mente desprovistos de experiencia hubiéramos pen- sado que no ibamos a tropezar con resistencia al- guna. Alabanda era sobrado razonable y valiente para ello. Pero a menudo el entusiasmo poco com plicado se muestra a la vez belicoso y prudente. Y¥ he aqui, en efecto, lo que sucedid un dia. Habiamos ido juntos al campo, y familiarment: sentados uno al lado del otro, nuestros brazos enla- zados, en Ja semioscuridad de los laureles siempre verdes, tenfamos nuestros ojos fijos en el pasaje en que Platén nos habla de modo tan sublime de la vejez y del rejuvenecimiento, De vez en cuando nuestros ojos descansaban en el paisaje callado y desnudo, donde las luces del mas bello cielo jugaban con las nubes y los rayos de sol en torno de los arboles ya sumidos en su. suefio otofial, A continuacién hablamos de muchas cosas rela- tivas a la Grecia de hoy, ambos con el corazén san- grante, pues el suelo profanado de ese pais era Ja patria de Alabanda, Este se hallaba en verdad mas profundamente con- movido que de costumbre. “Cuando miro un nifio”, exclamé, “y pienso’ que Uegaré el dia en que lleve un yugo ignominioso y funesto, en que sera desgraciado, como nosotros, y SS a 62 FRIEDRICH HOLDERLIN buseard hombres, como nosotros, pata conacer Ip verdadero y lo bello, y vivird estériimente, como noe otros, porque se hallari igualmente solo, y... +Poro Ro! Arrancad a vuestros hijos de su cnna y arrojad. Jos al rio, para sustraerlos al Menos a yuestra ver. giienza”, “Pero, Alabanda”, le dij ramente cambiars", “2Géome ba de cambiar?" pregunté. “Les héroes hhan perdido su renombre y los sabios sus discipules Cuando las grandes acciones no son comprentide, Pes “una macién noble, son s6lo estocadas al aie, y las grandes palabras, cuando no encuentran eco et Sorazones grandes, son comparables a las holas seca que ccrujen en el polvo y las inmundicias del ca. mina, gQué més puedo decirte?” "Yo tomaré una pala”, le diie, “y echaré las ine ‘mundicias a tn foro. Un’ pueblo en el que la gram, deza y el espirity no engendran ya ni grandes ai espiritu nada tiene de comin con las otra naciener donde bay todavia hombres: ha ebcicada tures tue derechos; y no es més que una absurda farsa, una supersticién, pretender todavia honrar cadéverce on voluntad, como si un corazén de romano latiera en su pacho. sLejos de nosotros esas gentes! Bs press que el drbol padrido no permanezca mas ‘empo, donde est. Roba el aire y Ja Juz a las plantar (6. venes que meduran para un mundo nuevo", A estas palabras, Alabanda volé hacia mi, me abrazé y sus besos me llegaron al fondo del alma “;Oh hermano mio”, exclamé, “oh mi querido ca. marada! ;Ahora me sfento lo bastante fuerte para derribar_montafias!” “He abi al fin un canto que comprende”, guid con una voz que conmovié mi alma ct grito de guerra; ‘no hay més que decir, Hiperién, has hablado magnificamente, ;Cémo? jHabria el “eso camblard, segue HIPERION 63 dios de obedecer a una lombriz? EI dios que est’ en nosotros, ante el cual se abre el camino del in- finito, ztendrfa que detenerse hasta que el gusano se aparte de cu camino? No! jNo! {No se os pregunta, si queréis, lacayos y bérbares! ;De sobrasabemos que no queréis! ; Yano se trata de haceros mejores, puesto que toda tentativa seria vana! Se trata sdlo de que no sedis un cbstéculo en Ja marcha trunfal de la humanidad. “JAB, encended una antorcha para pegar fue- ji reparad le azae 7 todas las cepas iniitiles!” entonces, “es mejor apartarios suavemente del camino”, Alabanda guardé silencio unos instantes, Tengo confianza en el porvenir”, prosiguid, to- maindome las manos con impetuosidad. “Gradas a Dies, mi fin no se pareceré en nada al del comin de Jos mortales, Ser feliz significa, en boca de los la- ayos, dejarse vivir, jSer feliz! Pero, cuando me habléis de ser feliz, me parece tener la boca lena de agua tibia y de papilla, jAb, qué estipicas y marchitas son todas esas cosas a las que sacrificdis vuestros Jaureles y yuestra inmortalidad!” “1Ob luz sagrada, cuyos efectos se hacen sentir perpetiamente en tu imperio sin Himites, que flotas en Jo alto sobre nosotros, por tus rayos comunicas tu alma a la mfa y haces que tu felicidad sea la mia" “iLos hijos del Sol se nutren de sus acciones; viven de la victoria; se alfentan mutuamente con su propio espiritu, y'en su fuerza esté su alegria!" El espirity de este hombre se apodera de uro, a veces a tal punto, que casi le da a uno vergiienza tl deiasse Mevar ‘por € como una pluma par el viento. “jCielo y Tierral™, exelamé. “";Qué alegria! Es- f0s son otros tiempos, y esta vor no es la de mi siglo ot FRIEDRICH HOLDERLIN puetil, y este suelo no es tampoco aquél en que el hombre jadea bajo el Mtigo de su guardian, ; 8),

También podría gustarte