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[Christian PLANTIN, ed., Lieux Communs, topoi, stéréotypes, clichés, Ed.

Kimé, Paris]

Capítulo 40

Lugares comunes en la interacción


argumentativa
Christian PLANTIN

A partir de Toulmin, las teorías clásicas de la argumentación acordaron en


considerar que los lugares comunes revisten interés para el estudio de la
argumentación en la medida en que proporcionan “leyes de paso”. Nos
proponemos discutir los dos términos de esa posición, basándonos en estudios
de casos: por una parte, cuestionando la generalidad de la noción de ley de
paso, y por otra parte, remitiendo la intuición de “lo común” a las operaciones
y a los esquemas discursivos específicamente activos en la interacción
argumentativa. En primer lugar vamos a precisar a qué tipo de interacción nos
referimos mediante esta expresión.

1. La interacción argumentativa

Definiremos a la interacción argumentativa como una situación de


confrontación discursiva en la que se construyen respuestas antagónicas a una
pregunta común, y la representaremos mediante el siguiente esquema:

...D1 Arg1 =› Concl = R1 =


D1ÑÑlL_+=
Pregunta
...D2 Arg2 =› Concl = R2 =
D2ÑÑlL_+=

Este esquema cuyo fondo es clásico (Patillon, 1988), corresponde al siguiente


desarrollo:

- Primera etapa: coexistencia de dos conjuntos de elementos discursivos


potencialmente incompatibles, D1 y D2.
- Segunda etapa: estos discursos se ponen en contacto y de ese contacto nace
una pregunta, sostenida por un tercero, que construye como contradictorias
dos proposiciones A1 y A2, elaboradas en base a los datos discursivos D1 y D2.

- Tercera etapa: se plantean argumentaciones para sostener conclusiones que


a su vez son propuestas como respuesta a la pregunta.

Por lo tanto, globalmente, la argumentación será tratada aquí como un modo


de construcción de respuestas antagónicas a cierto tipo de preguntas. Se trata
de un proceso contextualizado, que involucra a protagonistas en un debate
público; la figura del tercero es la que materializa ese carácter público de las
posturas (ver Plantin 1993, y 1994 en prensa).

No nos ocuparemos aquí de los problemas relacionados con los desarrollos


posteriores de la interacción, que conducen a las múltiples formas de
resolución del intercambio argumentativo.

La argumentación se construye, así, bajo una doble determinación: está


orientada por una pregunta y se hace bajo la “presión” de un contra-discurso.
Algunas de sus características están vinculadas a esta configuración:

- atracción de los locutores terceros interesados, que se identifican con los


argumentadores estrella, normalizan su lenguaje y lo alinean con uno u otro de
los discursos presentes; simétricamente, exclusión de los que sostienen el
discurso opuesto (nosotros vs ellos);

- semantización argumentativa de los discursos confrontados, producción de


antinomias (de "pares antagónicos"), tendencia a la estereotipia, fijación de los
argumentos en argumentaciones armadas, listas para ser enunciadas;

- preeminencia de la refutación, redefinida en el marco de la interacción: la


refutación argumentativa se refiere al decir y no a lo dicho; un discurso es
refutado cuando desaparece de la interacción, sea cual fuere la razón que lo
haya vuelto imposible de sostener;

- correlativamente, aparición de mecanismos de resistencia a la refutación:


tendencia a presentar las argumentaciones bajo forma de enunciados auto-
argumentados, remedando el carácter analítico, etc.

Desde nuestro punto de vista, el objeto simple de los estudios de la


argumentación debe buscarse en ese tipo de confrontación discurso / contra-
discurso, orientados por una misma cuestión públicamente planteada. En este
marco, no se trata de trabajar con ejemplos inventados o equivalencias a priori
entre enunciados – cuyo interés evidentemente no es discutible en otros
marcos teóricos. Nuestros objetos son argumentaciones reales, cuya densidad
lingüística no se considera como un envoltorio, eventualmente decorativo, sino
como la condición misma de los funcionamientos de los que se trata de dar
cuenta.

Los puntos siguientes (§ 2 y 3) presentan dos casos en los que el discurso


busca construir una proposición sustancial, tomando como base de apoyo una
fórmula estereotipada – un lugar común cuyo papel no podría reducirse al de
una "ley de paso".

2. El rasgo argumentativo como alusión a un lugar común de fórmula

El problema fundamental para la teoría de la argumentación es hacer que un


enunciado sea aceptable – término al que nosotros le damos el sentido de
decible, repetible. El caso prototípico del enunciado repetible es el enunciado
analítico que se ha vuelto irrefutable por su organización lingüística; es en sí
mismo su propia prueba, no se lo puede enunciar sin su prueba. El otro polo
argumentativo es, sin dudas, el de la argumentación sintética, donde el
enunciado (E’) es aceptado dado el enunciado (E), y el vínculo (E) - (E’) queda
establecido en virtud de los mecanismos referenciales y de las leyes que rigen
las denotaciones de (E) y de (E’).

Las infinitas capacidades de implicitación (estrictamente lingüísticas o en


función del contexto, cf. Kerbrat-Orecchioni, 1986) autorizan la inmersión del
enunciado-argumento (E) en el enunciado-argumentado (E’) dando una
apariencia analítica a los enunciados sintéticamente más cuestionables.
Podemos considerar que se trata de un modo de estructuración intermedio
entre los polos mencionados. A este último tipo pertenecen los enunciados que
contienen un elemento de prueba, por ejemplo bajo la forma de una alusión a
un principio comúnmente admitido: el enunciado contiene, entonces, un rasgo
argumentativo (Plantin, 1990, p. 151-152).

Así, en un discurso frágil, se pueden infiltrar lugares comunes de tipo fórmula,


para volverlo irrefutable. El problema esencial resulta, entonces, el de la
alusión y la identificación de los lugares comunes a partir de marcas a veces
tenues. Consideremos el siguiente ejemplo:

(A1) [A propósito de la situación en Argelia]:


La lucha contra la corrupción – flagelo que también alimentó la propaganda del
FIS – es la muestra de una doble y loable preocupación: volver a lustrar el
blasón del régimen e iniciar un contraataque político en uno de los terrenos
favoritos de los islamistas. Sin embargo, el pueblo humilde está tan
decepcionado, que se corre el riesgo de que vea en ello solo un vil ajuste de
cuentas entre barones – nuevos y viejos - de la nomenclatura. Le Monde, 17-18
de mayo de 1992

Podemos leer este enunciado solo como la cita de un discurso-opinión,


sostenido potencialmente por los más desprotegidos, que hace de contrapunto
al discurso oficial sobre la corrupción. La siguiente lectura permite advertir allí,
además, un “rasgo de autoridad”, que puede describirse como sigue. En primer
lugar, hay una introducción del esquema argumentativo de autoridad X dice,
piensa, ve (solo)..., a través de la construcción consecutiva tan...que. Luego,
este esquema es saturado por la sustitución de X por un sintagma que designa
a un ser verídico, el pueblo humilde decepcionado. Aquí el adjetivo humilde
puede considerarse como intensificador argumentativo de pueblo, que resulta
más verídico en la medida en que es más bajo; el pueblo humilde es el pueblo
por excelencia.

Así, en este sintagma se hacen oír las voces de dos grandes lugares comunes,
por una parte la del pueblo cuya voz es divina, vox populi vox dei, pero
también la del pueblo humilde decepcionado, variante del pobre pueblo (ver
supra, J.-L. Roch, cap. 20). Desde un punto de vista lingüístico, el
apuntalamiento argumentativo del contra-discurso se obtiene mediante un
cambio de voz que le permite al locutor evadir el compromiso de su decir, para
hacer recaer la responsabilidad en dos grandes lugares comunes indiscutibles.

3. La ley de paso: alcance y límites

El modelo propuesto por Toulmin (1958) volvió a introducir sistemáticamente la


problemática de los topoi en el análisis argumentativo. En efecto, en su célebre
“esquema”, el encadenamiento “Argumento —> Conclusión” descansa en una
“ley de paso”, sostenida a su vez por “garantías”. Bird (1961) identificó este
dispositivo argumentativo con los topoi, en la variedad puesta a punto por los
lógicos de la Edad Media.

En esta función, el enunciado genérico llamado ley de paso funda la coherencia


discursiva de una secuencia {Argumento, Conclusión}. Garantiza la pertinencia
de la aserción de un enunciado en la perspectiva de la aserción de otro
enunciado; en ese marco, el primer enunciado adquiere el estatus de
argumento y el segundo el de conclusión.

Desde esa perspectiva, la ley de paso juega un papel fundamental en la


mecánica argumentativa. Quisiéramos discutir esta posición a partir de un
caso, al que vamos a aplicar dos análisis, de los cuales sólo el primero apela a
la noción de ley de paso. La argumentación (A2) fue planteada en defensa de
Paul Touvier, jefe de la Milicia de Lyon durante la Ocupación, condenado cuando
la Liberación. Se trata del extracto de una carta enviada por el R. P. Blaise
Arminjon, S. J., al Presidente de la República, Georges Pompidou, con fecha 5
de diciembre de 1970, con la finalidad de apoyar el pedido de indulto de Paul
Touvier:
(A2) ¿Cómo comprender que pueda ser un “criminal”, un “mal francés”, alguien
cuya conducta en los últimos veinticinco años y la educación que ha dado a sus
hijos son a tal punto admirables?
Se reconoce al árbol por sus frutos.

La argumentación está citada de este modo en p. 164 in R. Rémond et al., Paul


Touvier et l'église, Paris: Fayard, 1992. El texto completo de la carta aparece en
anexo en el mismo libro, en la p. 372. En primer lugar le aplicaremos un
análisis al estilo de Toulmin, que parece ser perfectamente adecuado.

3.1 Un análisis tópico

En efecto, se puede aplicar a esta argumentación la estructuración tópica


siguiente. El pasaje contiene dos argumentos que convergen hacia la misma
conclusión implícita C+ [Touvier es una buena persona; Touvier es (+) ] :

(1) [la] conducta [de Touvier] en los últimos 25 años [es admirable]
(2) la educación que ha dado a sus hijos [es admirable]

Se llega a esta conclusión aplicando a estos enunciados una ley de paso


particular, la máxima argumentativa del acto (Perelman 1952; Plantin 1990, p.
254), que autoriza la transformación de un juicio referido a los actos de una
persona en un juicio referido a esa persona:

(M) si el acto de P es (+), entonces (P) es (+)

Puede transcribirse en forma de máxima práctica:

la calidad de una persona se reconoce en su conducta

El enunciado lugar común se reconoce al árbol por sus frutos expresa


metafóricamente la ley de paso; esta ley da el sentido argumentativo de la
metáfora.

Dentro de este marco es posible hilar más fino. Podemos sostener que la
máxima del acto deriva de un postulado de tipo causal:

la persona es la causa de sus actos.

Se combina con un segundo postulado sobre el modus operandi de la


causalidad:

la perfección (el grado de perfección) de la causa se transmite a sus


consecuencias

para producir la máxima fundamental de la persona:

si la persona es (+), sus actos son (+).


Los diversos momentos de la articulación causal que intentamos despejar
pueden recibir un estatus de tipo “garantía”, en un esquema al estilo Toulmin.

Nuestra argumentación utiliza el lugar del acto, correspondiente a la recíproca


del lugar de la persona:

la perfección de la causa es visible en sus consecuencias;

dicho de otro modo:

si los actos son (+), la persona es (+).

Reconocemos aquí el esquema de las argumentaciones que prueban la


excelencia divina por los esplendores del mundo.

Nótese, además, que para acercar los enunciados (1) y (2) a la máxima (M) se
hacen necesarias dos hipótesis de lectura suplementarias:

(H1) su conducta = el conjunto de sus actos


(H2) la educación que ha dado a sus hijos = un subconjunto de sus actos

En otras palabras, hay que categorizar como “actos” a los sintagmas su


conducta y la educación que ha dado a sus hijos. Si somos rigurosos, la
máxima no basta, sino que hay que conectarla a los datos literales. La manera
en que el argumentador dispone sus conexiones cumple un papel esencial en
la argumentación. Aquí, su proceder sigue las líneas de estructuración del
léxico en (cuasi-) sinónimos y en hipónimos / hiperónimos.

Al hacer esto, no estamos saliendo del modelo tópico, que es capaz de tener en
cuenta la materia del argumento, así como también el soporte de la ley de
paso (Bird, 1962). Este modelo ve la progresión argumentativa como
esencialmente entimemática, apelando, según la necesidad, a la noción de
premisas faltantes. Pero tal vez todo esto sea solo la consecuencia de una
decisión fundamental, la de tomar un episodio argumentativo monológico
relativamente breve y destacado como objeto simple de los estudios de
argumentación. Examinemos ahora los efectos que produce un cambio de
perspectiva que consiste en poner en primer plano el debate en el que se
encuentra inmersa la argumentación.

3.2 Problemas

¿Ley de paso o pregunta?

Volvamos a nuestra argumentación, apoyándonos en las informaciones


brindadas por R. Rémond et al (op. cit.) El episodio argumentativo que ha
concitado nuestro interés se plantea en una carta que forma parte de una
“campaña de firmas para solicitar al presidente de la República el indulto de
Paul Touvier” (p. 255). Esta acción, realizada durante el verano y el otoño de
1970, representa la “tercera fase” de la “campaña en favor de Paul Touvier” (p.
217), cuyas dos primeras fases habían sido las siguientes (p. 217-221):

– la presentación del pedido de indulto (16 de julio de 1969);

– “la conmoción del informe Delarue” (primavera de 1970), cuyas conclusiones


inquietaron al campo de Touvier.

La cuarta fase fue la del rechazo del pedido de indulto (principios de 1971); la
quinta, la del “cambio”, que terminó en la firma del decreto de indulto; y
durante la sexta, estalló el escándalo. Evidentemente estamos ante un caso de
manual.

El discurso de Arminjon defiende conclusiones de tipo (+), como: Touvier es


“un inocente perseguido” (op. cit., p. 141), una víctima, etc. Se trata de un
contra-discurso que se opone al discurso que sostiene la conclusión inversa, (-):
Touvier es un culpable que intenta escaparse de su castigo, es un canalla, etc.
El informe Delarue es evidentemente el que corresponde a ese contra-discurso
que debe destruir a Arminjon.

Hay que insistir en el hecho de que este debate preexiste a la intervención de


Arminjon. La pregunta creada por el debate en el que se sitúa esa intervención
puede esquematizarse como sigue:

(Q) ¿Cómo hay que evaluar a Touvier?


¿Touvier es (+) o (-) ?

Pensamos la pregunta con el número de elementos fundamentales de la


interacción argumentativa. De su determinación depende la interpretación de
los argumentos planteados en la interacción, y en función de la misma se
podrá eventualmente criticarlos y evaluarlos. Cuando se plantea una
argumentación, su conclusión ya está ahí, en la pregunta que la gobierna. De
hecho, en el análisis precedente, si hemos podido transformar los juicios
realizados sobre los actos en juicios sobre la persona es solo porque sabíamos
que era la persona la que estaba en juego. En otros términos, es la pregunta la
que provee la proposición que el análisis llamado tópico encuentra en el
consecuente de la ley de paso.

¿Ley de paso o metonimia?

Pero ¿hay que hablar de ley de paso? La intervención positiva de Arminjon se


sitúa en el marco preexistente planteado por la pregunta (Q). De ahí en más, la
orientación a favor / en contra de todo discurso es impuesta por la pregunta:
todo discurso que hace un elogio de Touvier, todo rasgo asociado
positivamente a su persona, vale por una intervención a favor de Touvier; e
inversamente, toda crítica o asociación negativa planteada a propósito de
Touvier, vale en su contra. Lo que queremos sugerir es que, en cuanto se abre
una pregunta argumentativa, ningún discurso sobre su tema puede ya
pretender la inocencia de la aserción fáctica; queda preso en un campo
“imantado” por la pregunta, y en muchos casos basta con observar la
distribución de los valores positivos y negativos que opera.

Se supone que la ley de paso da razón del “salto” del argumento a la


conclusión. Se podría sostener igualmente que la transferencia de los valores
obedece a mecanismos de figuras. En el contexto de la pregunta (Q), hablar de
“la conducta de Touvier en los últimos 25 años” es designar metonímicamente
a Touvier; decir que esa conducta es “admirable”, es decir metonímicamente
que Touvier es admirable. Del mismo modo, no se puede juzgar “la educación
que Touvier ha dado a sus hijos” sin juzgar a Touvier, y admirar esa educación,
es admirar a Touvier. Lo que hay de general en la llamada ley de paso que
manipula la causalidad se expresa igualmente bien, o igualmente mal,
mediante los mecanismos de asociación conocidos con el nombre de
metonimia de la causa.

Para qué sirve el lugar común

Si admitimos que los mecanismos metonímicos tienen un papel en la


argumentación, ¿qué función vamos a reconocerle al lugar común se reconoce
al árbol por sus frutos, que inicialmente interpretamos como una formulación
metafórica de la ley de paso? La expresión fue extraída de un pasaje del
evangelio que ofrece un magnífico ejemplo de amplificación trabajada
mediante el juego de los contrarios:

Por cierto, no es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen
fruto; pues todo árbol se conoce por su fruto: ya que no se cosechan higos de
los espinos ni de las zarzas se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen
tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su
corazón saca lo malo, porque de la abundancia del corazón habla la boca.
(Luc, 6, 43; véase también Mt 16, 20 ; 12,33. Trad. E. Osty et J. Trinquet.
Rencontre, 1973) (el subrayado es nuestro) 1

Ubicado junto a un elogio metonímico del ser de Touvier, el lugar común


evangélico marca la intervención de Arminjon. Funciona como signo de
reconocimiento y de identificación de una comunidad de “Palabra”, la
comunidad católica, a la que pertenece el R. P. Arminjon, S. J., y en la cual el
destinatario de la argumentación, el presidente de la República, que por
entonces era Georges Pompidou, podía reconocerse. El discurso está basado en
la Autoridad de la Escritura, lo cual determina su modo de recepción.

Si vemos en esta máxima una ley de paso, se deberá al menos admitir que es
polifuncional: la formulación elegida es argumentativa; dicho de otro modo,
aquí la elocución es invención argumentativa.

1
N. de la T.: la versión en español corresponde a la traducción Reina-Valera 1995.
3.3 Argumentación sobre la estructura de la interacción

Debemos reconocer un nivel más de argumentatividad en este discurso. Su


estructura argumentativa global es la siguiente:

¿Cómo comprender que P ?


P = [X que (Arg. para (C+)) es (C-)]

Los predicados (C-) “ser un criminal, ser un mal francés” formulan


argumentativamente, en forma de citas, las conclusiones del discurso de
acusación contra Touvier. Los dos argumentos están contenidos en la relativa
que designa a Touvier por medio de una descripción definida:

X que (Arg. para (C+))


Alguien cuya conducta en los últimos veinticinco años y la educación que ha
dado a sus hijos son a tal punto admirables

En este sentido, tienen un estatus de tipo presuposición que tiende a


sustraerlos al cuestionamiento; la retórica del testimonio utilizada por Arminjon
garantiza su veracidad. La estructura P es contradictoria entre el predicado
planteado y el predicado presupuesto; la descripción definida que se da de X
(= alguien que) hace inaplicable a X los predicados “ser un criminal, ser un mal
francés”, (ser (-)).

Evidentemente, esta situación de contradicción entre diversos tipos de


predicaciones realizadas sobre una misma persona en un mismo enunciado no
tiene nada de excepcional; a priori, se puede rechazar uno u otro término de la
contradicción, o incluso evitar la conclusión favorable, indecible, y mantener
esa contradicción, como en el ejemplo siguiente:

(A3) Joseph Baumeister, maestro en Guinzbourg, ciudad natal de Mengele,


escribe acerca de este último: «Era famoso en la escuela por sus buenas
acciones. ¿Un ser humano puede degenerar así convirtiéndose en un
monstruo?” No, el maestro Baumeister que estudió la juventud de Mengele
llegó a esta conclusión: «Beppo Mengele es un personaje trágico.”
Libération, 24-6-85 (cf. Plantin 1990, p. 259)

El caso que nos ocupa explota en forma diferente la oposición, que se recupera
como una instancia del esquema argumentativo (S) que sostiene (C+) :

(S) ¿Cómo admitir (C-) en presencia de un argumento para (C+)?

La técnica argumentativa utilizada en esta pregunta llamada retórica recuerda


las argumentaciones basadas en la ignorancia y la falta de prueba (Woods y
Walton, 1992). Esas argumentaciones obedecen a un principio que se puede
formular así:

(R) : mantener C, en ausencia de prueba de no C.


Este principio regula la atribución de la carga de la prueba y, por lo tanto, está
vinculado a la estructura misma de la interacción argumentativa: si C es una
afirmación aceptada, se mantendrá hasta que sea refutada. Es una forma de
argumentación “por defecto”.

Entonces, junto a las reglas sobre la estructura discursiva de la argumentación,


intervienen reglas sobre el buen desarrollo del juego argumentativo mismo, de
un nivel distinto a las primeras. No se trata de leyes de paso sino de reglas que
definen un modo de cierre posible de la interacción en sí. De este modo, es
inherente al juego argumentativo, por ejemplo, que hay que (van Eemeren &
Grootendorst, 1992):

(R) : admitir P cuando se argumentó P


(R) : rechazar no-P, en presencia de una prueba de P.

Como la argumentación por la ignorancia, que plantea un handicap en la


carrera hacia la conclusión, esta regla, que determina quién gana y quién
pierde, se refiere a los comportamientos de los jugadores, en cuanto a una
forma de llevar el juego mismo. Esta regla es la que proporciona el esquema
argumentativo del cual el enunciado (S) es una instancia. Su elocución en
forma de pregunta retórica remite al adversario la carga de tener que sostener
la contradicción: es imposible satisfacer la obligación de respuesta. El
adversario se encuentra ipso facto reducido al silencio, lo cual constituye una
modalidad de la refutación argumentativa referida al decir y no a lo dicho
(Plantin 1993).

En los puntos 4 y 5 se abordará un modo de refutación propiamente


argumentativa, que podríamos denominar “ad litteram”, en la medida en que
la refutación no se refiere a los contenidos “dichos”, sino que se aplica a un
segmento lingüístico tomado del discurso del adversario, a ese discurso en su
aspecto literal. En el caso anterior, la conclusión debía imponerse por la fuerza
positiva del argumento; ahora, las técnicas utilizadas estarán emparentadas
con un “judo de palabras”, que vuelve en contra del adversario la punta de
lanza de su argumento.

4. Manipulaciones sobre los contrarios

En un episodio reciente de la novela Touvier encontramos un buen ejemplo de


ese tipo de contragolpe. El siguiente intercambio argumentativo-refutativo
muestra cómo el contra-discurso “le aplica una toma” al discurso al que intenta
dar vuelta:

(A4) En la parte político-histórica de su fallo, los magistrados utilizan un


argumento que deja pasmado: reconocen que la Milicia tenía "un propósito
hegemónico”, pero agregan: “Si el movimiento tenía tal propósito, es porque el
estado no era totalitario y no practicaba una política de hegemonía ideológica.”
Dicho de otro modo, si hoy existiera una milicia y declarara que tiene un
propósito democrático, esto significaría ¡que la Vª República no es democrática!
Le Monde, 15-04-92

La argumentación citada está seguida de una refutación introducida por el


conector de reformulación dicho de otro modo. Una y otra deben ponerse en
relación con la pregunta que orienta el debate, fijando las intenciones
argumentativas y dando el sentido de las intervenciones:

………
=> SI, el estado era totalitario
¿El estado era totalitario?

La milicia era hegemónica
=> NO, el estado no era totalitario

Como en el caso anterior, la conclusión a la que se apunta está determinada


por la pregunta; el argumento que viene a soportarla es libre y depende de la
creatividad del argumentador.

El discurso D1 citado es de la forma “Si A, es que B”:

Si [la Milicia] tenía ese propósito [hegemónico], es porque el estado no era


totalitario y no practicaba una política de hegemonía ideológica.

Se lee “A es un argumento para B”, con encadenamiento de una reformulación


de la conclusión B. Se hace un argumento del hecho de que la Milicia haya
tenido un propósito hegemónico, para concluir que el estado no era totalitario.
Si se expresa esta construcción Argumento-Conclusión en forma predicativa, se
obtiene el enunciado siguiente:

La existencia de movimientos que tenían un propósito hegemónico prueba que


el estado no era totalitario

Se le opone el contra-discurso refutativo:


si hoy existiera una milicia y declarara que tiene un propósito democrático, esto
significaría ¡que la Vª República no es democrática!

Como pasa con frecuencia, la exclamación que se le aplica al enunciado marca


el rechazo de ese enunciado por parte de su locutor.

Se “reconoce” entre estos dos enunciados un paralelismo del tipo que


caracteriza el lugar de los contrarios:

Un lugar de los entimemas demostrativos se extrae de los contrarios: hay que


examinar si el contrario de un sujeto tiene un predicado contrario al del primero;
refutar en la negativa, confirmar en la afirmativa. (Aristóteles, Retórica, II, 23,
1397a 7; topos ≠ 1)

El problema está en precisar las condiciones de ese “reconocimiento”. En el


marco de la interacción, se puede dar la siguiente esquematización de este
topos (Ryan, 1984, p. 51-2; 97) :

Tomar un segmento E del discurso del adversario, segmento que se pueda llevar
a la forma Sujeto + Predicado.
Inversión: construcción de un enunciado E’ = (Contrario de Sujeto) + (Contrario
de Predicado)]
Rechazo de E’
Rechazo de E.

Apliquemos esta técnica a nuestro ejemplo.

E = (Sujeto + Predicado)
(E) la existencia de movimientos que tenían un propósito hegemónico supone
que el estado era no-totalitario

Los contrarios se construyen como sigue:

– [movimiento que tiene] un propósito democrático se plantea como contrario


del sujeto [movimiento que tiene] un propósito hegemónico;

– ser un estado totalitario se plantea como contrario del predicado ser un


estado democrático.

Como en el punto anterior, esta construcción de la palabra recibe un apoyo


mitigado por datos de la lengua; estamos en el terreno de la evidencia
polémica, seudo-analítica.

Estos contrarios forman el enunciado E’1, que se trata de examinar desde el


punto de vista de su verdad:

E' = [(Contrario de Sujeto) + (Contrario de Predicado)]


La existencia de movimientos que tienen un propósito democrático supone un
estado no-democrático
E’ es rechazado
por lo tanto E debe ser rechazado

A priori, si hablamos de “lugar común” para designar a este método puramente


lingüístico de prueba de los enunciados, es en un sentido ad hoc
completamente diferente del que habíamos dado a esta expresión en el punto
§ 1, desde el momento mismo de la ausencia de un enunciado “aceptable” en
una comunidad; aquí la aceptabilidad se refiere a una equivalencia
esquemática, más o menos anclada en el lenguaje, que varía con las
construcciones de la palabra. Se trata de una aceptabilidad formal, no
sustancial.

Desarrollos evaluativos

La reconstrucción precedente solo es evidente para quien hace descansar la


eficacia del argumento en la oposición hegemónico / democrático y totalitario /
democrático, y relega a un segundo plano la expresión “tener un propósito ”.
Poniendo el acento en esta expresión, se podría construir una argumentación
que confirmara el argumento de la corte. Propósito tiene como sinónimos
objetivo, meta, intención; no puedo tener como propósito sino lo lejano, lo que
no existe aún, lo que no tengo en mi poder. El deseo de tal objeto supone la
ausencia de ese objeto: hay que ser pobre para desear ser rico, etc. La
dependencia de estas argumentaciones respecto de su soporte lingüístico se
ve en los siguientes enunciados, el primero de los cuales parece más verdadero
que el segundo:

si deseo ser rico, es porque no lo soy


si deseo tener mucho dinero, es porque no soy rico

El pasaje no tiene otra plausibilidad que la que resulta del desarrollo del
contenido lingüístico de las palabras tener un propósito, desear. Estas
argumentaciones no hacen más que apoyarse de manera seudo evidente en
contenidos lingüísticos perfectamente indeterminados; sacan su fuerza del
hecho de estar atrapados en ese esquema.

Si avanzamos en el sentido de la refutación, se verá que la existencia actual de


un Rassemblement pour la République2 no parece incompatible con la
existencia actual de un estado republicano.

Lógica o poética de los contrarios

Se ha intentado formalizar esta manipulación argumentativa sobre los


contrarios con la ayuda, exclusivamente, de los recursos de la lógica elemental
(Schepers, 1972, col. 530). Esta operación, por cierto, no es lógicamente
válida; la noción de contrario no puede aplicarse a un sujeto sustantivo. Sea el
siguiente enunciado (E):

(E) los cuervos son negros


Para confirmarlo o refutarlo, construyamos y probemos el enunciado E’:
(E’) los no-cuervos son no-negros
pero E’ es falso; por lo tanto E queda refutado

2
N. de la Trad.: Reagrupamiento por la República (R.P.R.), partido político francés de
ideología conservadora, de la línea de De Gaulle.
Se concluye, entonces, que el enunciado “los cuervos son negros” es falso.
Pero el color de los cuervos no puede decidirse por fuera de una investigación
empírica sobre el plumaje de esas aves; no basta con mostrar un sombrero
negro (que es negro aunque sea un no-cuervo) para probar que no todos los
cuervos son negros.

Así como antes hemos hablado de funcionamiento de tipo metonímico, aquí


podemos ver que los procedimientos argumentativos no son diferentes de los
mecanismos poéticos que permiten construir antítesis eminentemente
aceptables, antropológicamente tan “justas” que nos dejan sin palabras, es
decir que son irrefutables:

La marea les trajo, la marea se los lleva


El negro carbón los enferma, la leche blanca los curará

Placer de amor no dura más que un instante


pena de amor dura toda una vida.

Los modelos lógicos o cuasi-lógicos, que utilizan “permisos de inferencia”


debilitados bajo la forma de leyes de paso, no permiten llegar muy lejos en la
descomposición y el análisis de los haces complejos de fenómenos que
interactúan en las argumentaciones y las refutaciones retóricas. La
argumentación se refiere a los temas más serios, pero no por eso se vuelve
más lógica; procede mediante ligeros desprendimientos, forzando relaciones
lingüísticas. En el caso de los contrarios, el análisis debe aplicarse al
tratamiento discursivo de los ítems construidos como equivalentes / opuestos
para ser puestos en equivalencia o en oposición – las dos operaciones se
llevan, evidentemente, a la par.

5. Marcadores de argumentaciones y construcciones semi-saturadas

Los casos reunidos en este último punto evidencian una táctica de


esquematización de las posiciones adversas conocida con el nombre de
argumentación de la “pendiente fatal”. Orientan la búsqueda del aspecto
“común” argumentativo hacia los marcadores discursivos y construcciones
semi-saturadas cuyas formas de base son perfectamente recuperables (Grunig,
1990). Sea el siguiente ejemplo:

(A5) Usted dice que cuarenta alumnos por clase es demasiado, que treinta no
está nada bien, que con veinticinco se comienza a poder funcionar, entonces
¿para usted la clase ideal es la de un solo alumno?

La argumentación (A5) es un ejemplo del movimiento de exageración hacia el


absurdo, cuyo análisis entra en el marco de la teoría de las escalas
argumentativas propuesta por Ducrot (1973): cuanto más se diminuye el
número de alumnos, más aumenta la calidad de la enseñanza.

Este caso permite ejemplificar una técnica argumentativa que es una variante
de la argumentación por las consecuencias. Se la conoce con diferentes
denominaciones, como argumentación “de la pendiente fatal”, “del dedito (en
el engranaje)”, o también como “¡no se puede poner límite!”. Sabemos que da
lugar a paradojas.

Categorización argumentativa

La argumentación (A6) plantea al menos un problema más, el de la


construcción discursiva de una serie orientada:

(A6) Usted legaliza el cannabis, bien. Luego, la cocaína, después el opio, luego
la heroína… Y con el crack, ¿qué va a hacer? Tendrá que legalizarlo también. Y
después la metanfetamina cristal, y luego nuevos productos, todas las basuras
que el hombre es capaz de crear.
(Le Nouvel Observateur, 12 de octubre de 1989)

Encontramos aquí la operación esencial de categorización, que podía pasar


desapercibida en el primer ejemplo, por el hecho de que se refería a una serie
numérica objetiva. Consiste en una puesta en serie homogénea de las
diferentes drogas: cannabis / cocaína / opio / heroína / crack / metanfetamina
cristal / todas las basuras que el hombre es capaz de crear.

Es una operación argumentativa, abierta al contraataque que representa la


acusación de amalgama: la distinción droga blanda / droga dura sirve
precisamente para oponerse a esa categorización.

Este modo de argumentación está lingüísticamente marcado. El desarrollo está


construido sobre una progresión temporal (Presente —> Futuro próximo —>
Futuro simple), así como también sobre los conectores llamados enumerativos:
y, también, y después, y luego. En los ejemplos siguientes, la argumentación
está marcada por sintagmas completos ad hoc.

Marcadores

La siguiente argumentación (A7) combina la utilización de una escala que


jerarquiza las lenguas según “la apertura” que procuran, y una operación de
puesta en relación analógica:

(A7) [A propósito de una argumentación tendiente a concluir que “enseñar el


corso a los niños equivale a encerrarlos en un ghetto cultural”] :
Pero ¿por qué detenerse en tan buen camino en este análisis objetivo y
racional?, […] cuando se comienza un análisis hay que seguirlo hasta el final.
Vayamos entonces más lejos… […] volvámonos angloparlantes, y entonces
consideraré como sinceras a las personas que despliegan su argumentación.
Le Monde, 25 de sept. de 1983 (Cf. Plantin, 1989, ficha 23)

Esta argumentación contiene las expresiones

Vayamos entonces más lejos


Pero ¿por qué detenerse en tan buen camino en este análisis objetivo y
racional?
cuando se comienza un análisis hay que seguirlo hasta el final.

Tenemos aquí una familia de expresiones que pueden ser consideradas como
marcadores explícitos de las refutaciones del tipo pendiente resbaladiza.
Constituyen un paradigma cuyas variaciones por cierto no son infinitas.
Encontramos una expresión de esta forma en la argumentación emparentada
(A8), con la forma “llevemos su razonamiento hasta el final”:

(A8) Usted dice que [la legalización de la droga] acabará con la mafia y la
delincuencia. En efecto, tal vez eso acabe con una parte del tráfico.
Admitámoslo… pero llevemos su razonamiento hasta el final: ¿por qué no
distribuir dinero una vez por mes a los ladrones de bancos para evitar los
asaltos? Ese razonamiento nos lleva a caer en la utopía.

Esquemas semi-saturados

En este último caso (A8), la analogía se apoya en una expresión estabilizada:

¿por qué no distribuir dinero una vez por mes a los ladrones de bancos para
evitar los asaltos?

Sea M la medida propuesta por el adversario. La táctica argumentativa se basa


en el esquema:

hacer M es como pagarle al ladrón para que no robe

por lo que este esquema funciona como un lugar común particular,


subordinado al macro-lugar de la analogía; se lo ve funcionar en otros
contextos:

(A9) Pero justamente, el principio mismo de ese negocio parece tan absurdo
como inmoral, ya que se trata de categorías suficientemente acomodadas como
para pagar las cargas sociales correspondientes al empleo doméstico. Persuadir
a algunos defraudadores de que no hagan fraude dándoles — del bolsillo de la
colectividad… - más que lo que ganan con el fraude, es ¡pagarle al ladrón para
que no robe!
Le Monde, 20-12-91.

Conclusiones

Los modelos de análisis que dejan en manos de la “ley de paso” el problema de


garantizar el “salto” argumentativo “Argumento – Conclusión” son de una
claridad, en primera instancia, satisfactoria y son de gran utilidad pedagógica.
Por otra parte, confieren una forma de legitimidad cognitiva a la actividad de
argumentación, al anclar el proceso en una “capacidad de
invención” prelingüística.

Hacemos cuatro observaciones sobre ese modelo:

– Las leyes de paso definen, en resumidas cuentas, tipos de argumentos (véase


Ehninger y Brockriede, 1960/1983). Este método centra el análisis
argumentativo en la identificación de episodios discursivamente destacados,
pero no dice nada sobre su contexto discursivo que parece no ser más que un
soporte inerte. Subestima la importancia de la articulación discurso / contra-
discurso, y, correlativamente, el modo de réfutation propio de los discursos
habituales.

– Así como el botánico no podría interesarse sólo en las flores que embellecen
el prado, desdeñando el pasto que forma su textura, hay que encontrar una
forma de tratar como un todo al entorno discursivo del argumento y al
argumento mismo; en última instancia, esa distinción debe ser desdeñada. El
hecho de tomar en cuenta la interacción puede permitir algunos avances en
ese sentido (véase Plantin, 1994).

– La transición argumentativa puede variar de la reformulación analítica


(petición de principio) hasta la deducción causal, que se basa en mecanismos
referenciales y que utiliza una ley física como principio transicional. Hay que
destacar que además puede basarse en cualquier mecanismo de figura. Si un
vendedor de muebles quiere que se les extienda a sus comercios una
autorización para abrir los días domingo que ya fue concedida a los
comerciantes de bienes culturales, puede argumentar como se indica a
continuación:

Entonces, ahora los domingos se podrá comprar libros ¡pero no una biblioteca!

Vincula el argumento (los domingos se podrá comprar libros) a la conclusión


(los domingos se podrá comprar bibliotecas), por la misma ley que asocia
metonímicamente contenido y continente; lo que es verdadero para lo uno
debería serlo para lo otro.
– Los resortes de la dinámica argumentativa deben situarse al nivel de las
operaciones lingüísticas practicadas por los locutores y de los esquemas
discursivos que circulan en su comunidad.

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