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Donación de órganos. Una lectura psicoanalítica. México 2007. eleazarcorrea@yahoo.

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Donación de órganos y su discurso. Una lectura psicoanalítica.


Presenta: Eleazar Correa González. eleazarcorrea@yahoo.com

Resumen

Se presentan los avances de mi investigación sobre las implicaciones psíquicas que tienen lugar en la
práctica médica de la donación de órganos. Con el apoyo en los conceptos de la teoría psicoanalítica
(Freud y Lacan) se hace el estudio de la manera cómo se presenta a la sociedad el requerimiento de
órganos y cómo opera a través de una demanda pública lo que he denominado discurso pro donación de
órganos y su correspondiente respuesta: ‘otorgamiento’ de órganos. El carácter imperativo del
‘otorgamiento’, el ‘amoldamiento’ del derecho romano y anglosajón para permitir a los sujetos disponer de
partes de su cuerpo, son aspectos que se imponen al sujeto bajo la seductora y encubridora palabra de
‘donación’ pero que lo dejan abandonado en la tiranía de la hoy llamada donación de órganos y sus
implicaciones psíquicas.

Palabras clave: Discurso pro donación de órganos, otorgamiento de órganos, Sujeto, Propiedad del
cuerpo, psicoanálisis y antropología.

1. Introducción

La intervención en el cuerpo con fines de trasplante de órganos da cuenta hoy del


progreso de la medicina. Tal práctica, no debe reducirse sólo a lo médico, sino que es
también un hecho social. Ella se presenta como demanda pública de donación de
órganos que el Estado mexicano dirige a sus ciudadanos y a su respectiva sociedad.
La problemática que se desprende de la donación de órganos es muy amplia.
Esta práctica médica rebasa con creces cualquier interés unidisciplinario de dar cuenta
de este fenómeno, pues trastoca en lo profundo el campo de lo social, de lo cultural y
de la subjetividad.
Realizar un trasplante debe tener como un requisito previo, la aceptación de la
donación (en vida o post mortem) del donador. Quien acepta donar, debe privarse del
derecho de reclamar algo de regreso, según el discurso oficial pro donación. Pero
desde la antropología y el psicoanálisis sabemos que el concepto ‘donación’ no es el
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más conveniente para designar la práctica médica de los trasplantes llamada ‘donación
de órganos’, práctica que por tratarse de una intervención en el cuerpo tiene
consecuencias para el que ‘otorga’ un órgano y para el receptor. En consecuencia
analizaremos la lógica psíquica y antropológica que subyace a lo que proponemos
denominar, ‘otorgamiento’ de órganos y sus efectos.
La estructura del texto es la siguiente: después de esta introducción, presenta en
el punto 2, un estado del arte o de la cuestión con únicamente los trabajos más
representativos y que además han estado en la base de mi investigación. En el punto 3
abordo legislación de los trasplantes en México, enseguida (punto 4) abordo lo que he
denominado discurso pro donación de órganos, su carácter de obligatoriedad implícita,
es decir, pongo en tensión la significación de “donación” y propongo en su lugar la
denominación de “otorgamiento’. Posteriormente en los puntos 5 y 6 señalo que a
pesar de la diferencia de matices entre el derecho anglosajón y el derecho romano, el
cuerpo es considerado una cosa, un accesorio, algo que se puede donar o mejor
dicho, ‘otorgar’. En contraste se describe la significación antropológica de la donación.
En el punto 7 finalmente analizo conceptualmente algunos efectos psíquicos que
tienen lugar cuando se trata de la donación en vida, -en anonimato o no-, es decir, los
efectos en la relación -o no relación- del receptor con su donador, particularmente en
torno a la identidad. La negativa del receptor al contacto con el donador y la familia de
este, puede representar para él una amenaza en su identidad simbólica. Se muestra
cómo este hecho permite decir a la antropología que la donación es un acto tirano,
afirmación que se apoya en la afirmación de que la obligación de recibir es
generalmente la más fuerte de las tres obligaciones y la más universal.

2. Estado del arte o antecedentes

Respecto de las implicaciones psíquicas que tienen lugar en la práctica médica


de la donación de órganos los trabajos más representativos que desde el psicoanálisis
han abordado esta problemática son Alby, N. et Baudin, M. (1989, 1994); Léon, E.,
Baudin, M. L. et Consoli S. M. (1990); Antonelli, P. Pucheu, S. (1994, 1998); Collange,
J. F. (2000); Crowbez J. Ch. Lefebvre, P. (1973); Consoli S. M., Danion Grilliat A.

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(1998); Gueniche, K. (2000); Schwering, K. L. (1988, 1992, 1998, 1999, 2001) ;


Carvais, R. et Sasportes, M. (2000) ; Leroux, J. R. (2000) ; Brun (2006) ; varios trabajos
publicados en la Revue Psychologie Médicale No. 26 (1994), en la revista francesa
intitulada : « Le soi et l’autre », «problématique psychologique des greffes d’organes».
Respecto de la problemática del cuerpo pensada desde el derecho, el autor que
más se aproximado a esta problemática es Borrillo, D. (2000). En lo referente a la
problemática del cuerpo, pensada desde el psicoanálisis: Freud (1978); Lacan, (1973);
Gerber, D. (2005), Le Breton, D.; (1985, 1999, 2000).
En lo que concierne a la idea del carácter imperativo del discurso, los trabajos
contemporáneos de mayor impacto son Gori, R.; Del Volgo, M. J. (2008). Y finalmente
los autores que han abordado la problemática del don o donación: Mauss (1950),
Godbout, J. (1997, 2000), Godelier, M. (1996), la Revue La célibataire, Revue de
Psychanalyse. Clinique, logique, politique. « Le don et la relation d’objet », No. 11
(2005), y evidentemente los interesantes trabajos de Caillé y los textos publicados en
Revue DE MAUSS, Particularmente el no 27–2006/1 que aborda el tema De
l'anti-utilitarisme, (2006).
Estos autores han abordado las problemáticas señaladas, pero no han abordado
el fenómeno de la donación de órganos desde la perspectiva que aquí lo hacemos.
Pese a ello, han sido trabajos pioneros en nuevo campo de investigación. Estos
importantes me han permitido avanzar en la comprensión del fenómeno, de su
dinámica y consecuencias, pero sobre todo, a partir de lo que no han problematizado,
me han permitido delimitar un nuevo objeto de estudio, el cual presento enseguida.

3. La legislación de los trasplantes en México.

La legislación que le da marco jurídico a los trasplantes de órganos y tejidos de


seres humanos en México, se basa en la Ley General de Salud, la cual contempla dos
grupos de donantes: donante vivo y donante cadáver. Lo que el donante vivo puede
donar es: un riñón, una parte de hígado o pulmón, médula ósea, sangre o células. En
el 2003, se autorizó la donación de órganos a personas sin parentesco. Por otra parte,
en cuanto al donante cadáver, este puede donar en el dominio de órganos: los riñones,

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el hígado, el corazón, los pulmones, el páncreas, glándula o islotes y en lo que se


refiere a los tejidos: las corneas, las válvulas cardiacas, la paratiroides, los vasos o la
piel y los huesos.
La Ley General de Salud contempla que todos somos donantes de nuestro cadáver
(desde los 2 años hasta los 65) a no ser que en vida se haya expresado lo contrario en
un documento debidamente registrado. En efecto y con base en la legislación, el
Centro Nacional de Trasplantes (CENATRA) considera al donante cadáver a “toda
persona fallecida que no haya manifestado en vida oposición expresa a la donación”.
Para la Ley General de Salud, la donación se define como el consentimiento
expreso o tácito de la persona para que, en vida o después de su muerte, su cuerpo o
cualquiera de sus componentes se utilicen para trasplantes.
La donación expresa debe ser por escrito y podrá señalarse que la donación se
hace a favor de determinadas personas o Instituciones. También el donante podrá
expresar las circunstancias de modo, lugar y tiempo y cualquier condición a la
donación. Es importante mencionar que cuando se trata de una donación expresa, de
mayores de edad, la ley no considera que pueda ser revocada por terceros, pero el
donante podrá revocar su consentimiento en cualquier momento, sin responsabilidad
de su parte. Independientemente a lo anterior, se requerirá el consentimiento expreso
tanto para la donación en vida de órganos, tejidos, sangre y células progenitoras
hematopoyéticas.
Respecto de la donación tácita, se considera consentimiento tácito del donante
cuando no haya manifestado su negativa a que su cuerpo o componentes sean
utilizados para trasplantes, siempre y cuando se confirme médicamente la pérdida de
la vida del disponente y se obtenga también el consentimiento de alguna de las
siguientes personas: él o la cónyuge, el concubinario, la concubina, los descendientes,
los ascendientes, los hermanos, el adoptado o el adoptante.
Además de otras particularidades que señala la Ley, nos interesa mencionar
algunos de los requisitos con los que tiene que cumplir el donante en vida:
I. estar en pleno uso de sus facultades mentales.
II. donar un órgano o parte de él que al ser extraído su función pueda ser compensada
por el organismo del donante de forma adecuada y suficientemente segura.

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III. Tener compatibilidad aceptable con el receptor.


IV. Los trasplantes se realizarán, de preferencia, entre personas que tengan
parentesco por consanguinidad, civil o de afinidad. Cuando no exista un donador
relacionado por algún tipo de parentesco, será posible realizar una donación, siempre y
cuando se cumpla con los siguientes requisitos:
a) Obtener resolución favorable del Comité de Trasplantes de la institución hospitalaria,
previa evaluación médica, clínica y psicológica;
b) El interesado en donar deberá otorgar su consentimiento expreso, manifestando que
ha recibido información completa sobre los riesgos de la operación y las
consecuencias de la extracción del órgano, así como precisar que el consentimiento es
altruista, libre, consciente y sin que medie remuneración alguna, y
c) Haber cumplido todos los requisitos legales y procedimientos establecidos para
comprobar que no se está lucrando.

4. El discurso pro donación de órganos (DPD).

Fuentes estadísticas señalaban en 2004 que en México existe menos de un


donador por millón de habitantes, mientras que en Argentina existen 6, 32 en España,
25.2 en Costa Rica, 18 en Francia, 10 en Alemania, y 16 en los Estados Unidos. Frente
a la preocupación alarmante de los médicos por la escasez de órganos se promueve
un discurso (discurso pro donación que de ahora en adelante escribiremos como DPD)
que intenta inscribir a la donación de órganos como una promoción de la solidaridad y
proximidad social y desde ahí convoca. Se trata de un discurso que se basa en una
racionalización en el sentido que se ocupa de modernizar una economía, una
administración. Racionalización que es ligada a una gestión técnica, que busca
optimizar sus recursos al máximo. A esta práctica la Escuela de Frankfurt le llamó
‘razón instrumental’. Otro término vinculado a esta práctica es el concepto foucoultiano
de ‘biopoder’ el cual explica cómo los cuerpos humanos han devenido objeto de una
gestión instrumental y racional para el poder sobre la vida colectiva e individual, de
esta manera los trasplantes han devenido el procedimiento técnico y racional del
tratamiento del humano a través del fragmento del cuerpo de otro humano.

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Asimismo el DPD se apoya en la bioética y el derecho, que están ahí para hacer
una gestión racional y administrativa de los cuerpos, usando nociones como ‘la
dignidad de la persona humana’, ‘calidad de vida’, nociones que ‘regulan’ pero que en
realidad pulverizan el sentido mismo del vínculo social, de los límites del lenguaje.
Bajo esta lógica, el DPD señala que en la donación se rechaza tratar a los prójimos
como medios al servicio de los propios fines, argumenta derivarse de una ética y de
una lógica que no son las del mercado, beneficio o negocio social, incluso señala que
se les opone, pues se trata de una donación caritativa.
Este discurso enfatiza que la donación de órganos no se trata de la donación
recíproca de cosas equivalentes, tampoco de la donación que produce la obligación,
en la persona quien lo recibe, de devolver, e incluso devolver más como sucedía en la
donación que caracterizaba al festín ceremonial llamado ‘potlach’ y que reforzaba las
relaciones sociales.
Nuestro trabajo consiste en analizar el DPD y mostrar sus puntos de quiebre a partir
de un análisis minucioso que tiene el alcance del término ‘donación’, concepto
antropológico que puede ser leído desde el psicoanálisis y que ya de entrada podemos
señalar que el DPD encubre varias cosas sobre la práctica médica de los trasplantes.
El uso ya de la palabra “donación” en “la donación de órganos” nos obliga a reflexionar
en lo que implica una donación y que queremos distinguirla de un puro “otorgamiento
de órganos”. Volveremos sobre esto.

5. La obligación de otorgar un órgano y donación.

Cuando se aborda el término ‘donación’ en antropología, no se está hablando de


intercambio, ni de venta. Tampoco por el hecho de que sea gratuito lo que se cede y
no se espera nada, se trate de una donación, tampoco se reduce al hecho de hacer un
favor a otro, no se dona por una razón utilitaria. Mucho menos la donación se limita a
ser un acto basado en un consentimiento altruista, libre, consciente y sin que medie
remuneración alguna como lo demanda el DPD y la Ley oficial. Más adelante
definiremos lo que entendemos por donación, ahora sólo queremos analizar algunas

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situaciones y contextos en las cuales se da la llamada ‘donación’ de órganos afín de


mostrar sus puntos de quiebre.
En un estudio hecho en donadores potenciales sobre el sentido de la donación
algunos de ellos expresan: “ya muerto para que me sirven, mejor que los utilice otra
persona, o que les dé vida a otra persona que los necesita”. Estas frases perfilan una
razón utilitaria en la llamada donación de órganos.
Asimismo cuando un donador vivo acepta donar un órgano a algún familiar
enfermo, no lo dona sólo porque espontáneamente quiera donarlo, sino porque su
familiar lo requiere. En realidad no busca donar para fortalecer un vínculo, sino que en
términos racionales se otorga un órgano para que el otro pueda seguir viviendo. Sólo
como efecto secundario puede transformarse o fortalecerse el vínculo. Además la
existencia del DPD y la demanda de la institución médica, ejercen una coacción que
puede ser leído como un imperativo de salud y vida a todo costo, este hecho nos aleja
más del carácter propio a la donación.
Veamos ahora qué entendemos por donación en si y no la ‘donación de órganos’.
El carácter esencial de la donación es fortalecer el vínculo social, que de lo que se
trata en la donación es “la importancia universal afirmada de la gratuidad y de la
espontaneidad de la donación”. Gratuidad que hace referencia a que es un acto libre,
que la cosa dada no tiene utilidad evidente, sin valor de uso, que es sin obligación y sin
exigencia de regreso y que quien recibe no tiene que pagar o devolver algo, es sin
costo alguno, y que para quien dona significa sacrificio, pérdida (sublimada y con
placer); y espontaneidad, rasgo que remite a un ‘gesto gratificante’ tanto para quien
dona como para quien recibe, se liga al afecto, al instinto, a una dimensión primaria,
“surge en el universo del deseo”.
Gratuidad y espontaneidad no deben buscar ser comprendidos en un contexto
mercantil. Si así se hiciere se entendería a la gratuidad como ‘explotación’, el mejor
ejemplo de la donación es la relación de una madre que dona su seno a su bebé.
Ahora bien, si no se trata de donación, en la práctica de la llamada donación de
órganos, ¿de qué se trata entonces? La donación no es acto de intercambio
contractual, tampoco de donar algo para que el objeto tenga una razón utilitaria, y
aunque si tiene un carácter de gratuidad, (aunque el que reciba devuelva algo) no se

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espera nada a cambio. La donación es una experiencia social, expresa una


pertenencia y solidaridad comunitaria, con ella se experimenta los fundamentos de la
sociedad, aquello que Mauss llamaba un ‘hecho social total’, una experiencia que
concretiza la tensión entre el individuo y la sociedad, entre libertad y obligación.
Los antropólogos muestran que el valor de la donación, lo que constituye a la
donación consiste en el “uso de un bien al servicio de un vínculo”, se dona para
vincularse. Ahora bien, cuando se ‘dona’ un órgano, lo que está en juego es el
funcionamiento del órgano en el cuerpo del receptor para mantener su vida, se trata de
una funcionalización, de una pura instrumentalización del órgano ‘donado’. Este es el
punto de quiebre en el que se encuentra la práctica llamada ‘donación de órganos’,
pues no responde a esta caracterización propia de la donación, consideramos que
conviene mejor llamarle ‘otorgamiento de órganos’, pues es servirse de un vínculo para
empujar a la ‘donación’.
El DPD no busca alimentar los lazos sociales, pero cree que sí y no puede darse
cuenta, su lógica es teñir de rosa la práctica de la donación de órganos. Lo que sucede
en la donación de órganos es que se suprime el valor del vínculo transformándolo en
valor de uso, o también de manera más clara, cuando se objetiviza reduciendo el
órgano a su valor de intercambio contractual cuando el que ‘dona’ espera algo del
orden del intercambio del que recibe, ya sea dinero o alguna retribución de cualquier
orden. Que no se olvide que con la llegada de la modernidad se promocionó al
individuo como tal y su derecho al goce privado, hoy es la característica de nuestras
sociedades contemporáneas. ¿No entra el individualismo en contradicción con la
dimensión obligatoria de la donación en el intercambio con otro y en particular con la
donación de órganos?, ¿cómo conciliar la lógica individualista con los valores
universales del altruismo y de la solidaridad, valores necesarios para la donación y
trasplante de órganos?

6. Cuerpo y donación.

En la donación de órganos está de por medio el cuerpo, el cual tiene un estatuto


muy diferente a los bienes u objetos materiales. Hoy la ciencia considera al cuerpo

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como un objeto disociado del sujeto, el conocimiento científico lo ha objetivado, una


expresión clara de esto es que el derecho lo entiende como un objeto adscrito al
derecho de propiedad privada. Toda persona puede abrogarse el derecho de
propiedad de si mismo, de su cuerpo, de sus células y de su esperma.
En otra época, se tenía una idea del cuerpo en la que se establecía que el hombre
no tenía un dominio ni sobre su vida ni sobre su cuerpo porque eran un regalo y templo
de Dios; en consecuencia, el hombre no podía disponer de su cuerpo a su antojo. Hoy
se tiene una idea diferente, la del dominio sobre la vida como lo expresó en su
testamento Sanpedro: “tengo derecho a ser dueño de mi mismo, de mi conciencia, de
todo. Tengo el derecho a morir cuando quiera. Quiero morir para vivir, y dominio sobre
el cuerpo, como lo expresa el derecho actual para quien el cuerpo presenta dos
formas, una «individual» (el cuerpo como propiedad privada) y otra «común» (el cuerpo
como propiedad pública). Hoy se considera al hombre como amo y dueño de sí mismo,
de su vida, y de su cuerpo hasta en los niveles moleculares.
El sistema jurídico fundado en la diferencia entre las personas y las cosas
reconoce que la persona es una entidad global y abstracta, y que el cuerpo es una
cosa, pues las partes separadas de él son cosas. Los atributos materiales e
inmateriales del cuerpo (voz, imagen...) son disponibles y detentan un derecho de
propiedad para la persona. Para el derecho francés y norteamericano, el cuerpo es
una cosa, pero a diferencia del sistema jurídico norteamericano, en el derecho francés
no se trataría de una mercadería, sino de una “cosa fuera de comercio”. En Europa la
Convención de Bioética del Consejo de Europa también prohíbe la patente y la
circulación mercantil de partes del cuerpo humano. Pero más allá de una diferencia de
matices entre el derecho anglosajón y el derecho romano, así como de los avances de
la ciencia el cuerpo es considerado una cosa, un accesorio, posición teórica-jurídica en
la que subyace una filosofía que viene desde el dualismo cartesiano.
Por otro lado, las aportaciones de algunas disciplinas sociales que han explicado
que entre la persona y el cuerpo se mantiene una interacción íntima e indisociable,
asimismo con el medio ambiente, el lenguaje y la cultura han sido ignoradas por el
discurso de la ciencia y el derecho. Desde la antropología David Le Breton confronta la
noción de cuerpo en las sociedades tradicionales con las del mundo contemporáneo.

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En las primeras el cuerpo no se distingue de la persona. El sujeto sólo existe en


función de su relación con los demás y su cuerpo resulta un elemento masa,
indiscernible del conjunto simbólico que lo engloba. Se trata de sociedades con un
funcionamiento holista, donde el cuerpo no resulta un signo de individuación sino que
se funde en un continuo con el cosmos, la naturaleza y la comunidad. En cambio, el
cuerpo en la modernidad remite a un orden diferente. Comporta la ruptura del sujeto
con los otros, acorde a un funcionamiento social de tipo individualista y a una
disociación del cosmos, pues las materias primas que constituyen el cuerpo no
conservan ninguna referencia fuera de su campo específico. El cuerpo ha dejado de
ser simple materia destinada a pudrirse, hoy puede ser modificado en todos sus
estados por la intervención de una tecnología médico-científica, y por último, se ha
alienado respecto del sujeto mismo, quien, más que ser un cuerpo, ha pasado no solo
a poseer un cuerpo, sino a disponer de partes de él con fines de trasplante.
Desde el psicoanálisis se ha insistido en que el cuerpo no es la otra parte o el
opuesto de la mente o de lo psíquico, no se trata de dos instancias, sino que cuerpo y
psiquismo son uno. Tampoco el cuerpo es sólo un conjunto de órganos y funciones
ordenadas según las leyes de la anatomía y la fisiología. El cuerpo es mucho más que
la complejidad física y química de una estructura o función orgánica. El está
atravesado por el lenguaje y por eso es fundamentalmente una estructura simbólica. El
psicoanálisis fue más allá del paradigma del dualismo clásico que oponía el cuerpo a la
psique y planteó que el cuerpo se encuentra atravesado por el placer y el goce, es
decir, el cuerpo es para el psicoanálisis un cuerpo erotizado y erógeno.
Con estos antecedentes teóricos y los casos estudiados de ‘donadores’ y
receptores, en otro trabajo desarrollamos las implicaciones para el sujeto cuando se
interviene en el cuerpo con fines de trasplante, y que aquí sólo podemos enunciar de
manera breve las diversas líneas problemáticas que hay en la relación de palabras
donación y cuerpo: 1) el carácter de ajeneidad o extrañamiento del cuerpo propio,
incluidos ahí los órganos, así como el del otro prójimo o semejante, 2) el carácter de
dominación y sometimiento en que las relaciones humanas se hallan y que empujan al
goce y al usufructo del otro y de su cuerpo, dicho de otra manera, me refiero al hecho
de poder disponer del cuerpo propio así como el cuerpo del otro para ‘otorgar’ un

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órgano, bajo el imperativo superyoico de gozar. 3) la dinámica subjetiva y los efectos


en el sujeto (donador y receptor) a nivel de los registros imaginario, real y simbólico,
cuando se interviene médicamente en su cuerpo, hecho al que se agregaría la
especificidad de la significación conciente e inconsciente que puede tener ‘donar’ o
recibir determinado órgano para las respectivas y diferentes estructuras psíquicas:
neurosis, perversión y psicosis.

7. Algunos efectos psíquicos en el ‘otorgamiento de órganos’.

Si tenemos en cuenta lo dicho anteriormente, quien acepta donar debe privarse


del derecho de reclamar algo de regreso según el discurso oficial pro donación. Pero a
partir de la antropología y el psicoanálisis sabemos que la donación tiene muchas
implicaciones tanto para el donador y receptor. De ello se puede deducir que la
práctica del ‘otorgamiento de órganos’ tiene consecuencias psíquicas delicadas, o al
menos pone en tensión algo del orden de la subjetividad tanto en el donador como en
el receptor de órganos.
La práctica del otorgamiento de órganos no responde a las condiciones de la
donación, pero si se ajusta muy bien a una necesidad instrumental y funcional, aunque
esté de por medio un vínculo social e incluso en algunos casos lo fortalezca. Las
condiciones de la donación son otras.
El antropólogo francés Marcel Mauss en su Ensayo sobre el don escribe algo
fundamental: la donación es un sistema que comprende tres momentos: dar, recibir y
devolver. ¿Por qué donar engendra una deuda? ¿Por qué es una obligación? Godbout,
otro antropólogo contemporáneo considera que esta obligatoriedad en devolver está
dada por la posibilidad o libertad de devolver o no. Siguiendo la lógica planteada por
Mauss, todo receptor de un órgano otorgado y trasplantado estaría en deuda y tendría
la obligación de devolver algo.
Esta situación no siempre es posible pues cuando se trata de una donación
cadavérica, los hospitales deben mantener el anonimato del donador y por ello la
obligación de devolver algo no se materializa. Sin embargo las investigaciones en
quienes han recibido un órgano (por ejemplo un riñón) la presencia de esta obligación

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‘moral’ es identificable fenomenológicamente pues frecuentemente -a través de una


carta transmitida por la institución responsable del trasplante o verbalmente- expresan
su deseo de manifestar su gratitud al donador o a la familia quien decidió donar en el
caso de donación cadavérica. Pero lo más interesante es que muy comúnmente no
quieren establecer contacto con los familiares quienes han autorizado finalmente la
donación.
Esto se debe quizás a que tengan miedo de que la familia les demande alguna
forma de pago o directamente dinero. Esta negativa al contacto con la familia
representa para el receptor una red de personas que quieran ver en él (el trasplantado)
a su ser querido que han perdido. Esta “relación con la familia del donador es el
vínculo el más amenazante para la identidad simbólica del receptor”.
Godbout señala que “la deuda es vista negativamente”, es decir, hay una
imposibilidad evidente del receptor de devolver algo al donador, se trata entonces de la
instauración de un estado de ‘deuda negativa’ y que permite caracterizar a la donación
como un acto tirano.
Este autor escribe que la obligación de recibir es generalmente la más fuerte de
las tres obligaciones y la más universal, es decir, recibir es más importante que donar y
devolver. Incluso considera que es justamente la obligación de recibir lo que genera
esta obligación de devolver. Es en la obligación de recibir, en la relación que se
establece entre eso que es recibido y el receptor, es en esta relación que se define la
forma social que tomará la circulación de lo que es recibido. Aquí se está señalando
que no es el donador el que convierte en deudor al receptor, sino en el hecho de
recibir, en la manera cómo se recibe. En el caso de un receptor de órganos
proveniente de una donación cadavérica, ¿cómo hace frente a sus ‘obligaciones’ el
receptor? Es claro que existe una imposibilidad material de devolver. Y este es un
problema para el receptor.
Si bien el receptor comienza una nueva vida, sus dificultades van desde el plano
de la funcionalización del órgano hasta el plano de lo psíquico y lo social. La literatura
sobre el tema muestra las diferentes formas en que se expresa la deuda del receptor,
ellas van desde encontrar sólo una vez a la familia que aceptó la donación cadavérica
hasta negar que se trata de una donación y rechazan toda relación real o simbólica con

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la familia. ¿Por qué sucede esto, por qué el receptor no desea encontrar o establecer
vínculos con la familia que aceptó la donación u otra cosa que sólo un encuentro con
ella para agradecerles?
Diferentes investigaciones han encontrado que la obligación experimentada por
los receptores consiste en contraer una ‘deuda eterna hacia la vida’ y/o donar a la
sociedad sin considerar la deuda personal potencial contraída con el donador, salvo en
el caso de donadores vivos emparentados, aunque aquí es frecuente que quieran
devolver algo pero no al donador vivo sino a la familia y a otros. Se constata que se
busca devolver manteniendo una relación simbólica con el donador pero huyendo de la
familia, hecho que no permite saldar la deuda.
En efecto, la identidad simbólica del receptor se ve amenazada ante el temor de
que la familia los considere como simples receptores de un órgano, de ser un medio
para un fin, un instrumento de la familia, tienen miedo de ser vistos por la familia
donadora como uno de los suyos, como un sustituto de aquel que perdieron o como
alguien que aun continua viviendo en el cuerpo del receptor.
No es entonces la deuda lo que inquieta a los receptores sino la mirada de la
familia sobre ellos, la cual es sentida como una invasión, como potencialmente
destructora de su identidad simbólica.
El ‘otorgamiento’ de órganos revela entonces un quiebre para no ser considerada
como una donación. La razón principal es el poder que el donador adquiere sobre el
receptor por el hecho, no de donar sino por el hecho de recibir. El origen del temor es
recibir porque al hacerlo se ve en peligro la identidad del receptor. Quizás el receptor
intente devolver de muchas maneras, con dinero, cosas concretas o con
agradecimiento, pero se trata de algo que va mucho más lejos, de alguna manera se le
‘donó la vida’ y por ello existe la amenaza potencial de no ser más él mismo, de ser
otro, aquel que falleció. Esta potencialidad negativa de la donación implica un rechazo
del órgano sobre el plano biológico y que tiene su equivalente psicosociológico en el
plano de la identidad psíquica y el temor de adquirir otra identidad, la del donador, o
aun una tercera, híbrida, fenómeno llamado por Le Breton, la “contaminación de la
identidad por lo imaginario”. En breve, hay una imposibilidad de devolver en la
donación de órganos, hecho que no quiere abordar el DPD.

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Bibliografía.

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4. Godbout, Jacques T. Le don au-delà de la dette. En La célibataire. Revue de Psychanalyse. Clinique, logique,
politique. « Le don et la relation d’objet ». 2005, No. 11. Éditeur EDK. Paris, France.
5. Godbout, J., Le don, la dette et l’identité, Éditions La Découverte, France, 2000.
6. La jornada. Diario nacional de México. Viernes 1 sep 2006.
7. Le Breton, D., L’Adieu au corps, Éditions Métailié, France, 1999.
8. Ley General de Salud. Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión. Secretaría General. Secretaría de
Servicios Parlamentarios. Centro de Documentación, Información y Análisis. Última Reforma DOF 19-09-2006.
pp. 94 de 151.
9. http://www.juridicas.unam.mx/publica/rev/derpriv/cont/8/dtr/dtr4.htm
10. Marcel Mauss. L’essai sur le don. Forme et raison de l’échange dans les sociétés archaïques. En Sociologie et
anthropologie, PUF, 1989. Pp. 143-279.

Résumé
On peut trouver ici les avancements de ma recherche à propos des enjeux psychiques au sein du don d’organes. À partir des
travaux de Freud et Lacan, on discute la façon dans laquelle se présente à la société la demande publique et que j’appelle discours
pro don d’organes, ainsi comme la réponse qui vient ensuite : l’attribution d’organes.
Le caractère impérative qui est autour de l’attribution, l’adéquation du droit (romain, et anglo-saxon) de permettre aux sujets
disposer des parties de leurs corps, sont des aspects qui s’imposent au sujet sous la séduction du mot de ‘don’ mais qui laissent
au sujet abandonne à la tyrannie de ce qu’aujourd’hui on appelle le ‘don d’organes’ et ses enjeux psychiques.
Mots clés: Discours pro don d’organes, attribution, Sujet, propriété du corps, psychanalyse et anthropologie.

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