Nuevas teorías sobre la tolerancia y el pluralismo: Del aborto a la sociedad multicultural
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Tomando lo que dice el primero de ellos, la aborda desde el papel que adquiere en relación a la naturaleza de la argumentación moral en el foro público. Es así como toma la interpretación iusfilosófica del pensador y la desarrolla.
Desde la posición de Walzer, el autor dibuja el concepto en el ámbito de la relación entre grupos religiosos y culturalmente diferentes. Es decir, puntualiza en el carácter que toma el concepto de la tolerancia según los contextos históricos, políticos y culturales.
Finalmente, la aborda relacionada al punto de vista ético que funda las bases del reconocimiento en una sociedad multicultural, visión fundamentada en
la «ética del discurso» de Apel.
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Nuevas teorías sobre la tolerancia y el pluralismo - Mauricio Correa Casanova
Mauricio Correa Casanova
Nuevas teorías sobre
la tolerancia y el pluralismo
Del aborto a la sociedad multicultural
Fac.%20Filosofia-10.jpgRIL%20-%202013%20-%20Logo%20Trazado%20OK-01.tifNuevas teorías sobre la tolerancia y el pluralismo.
Del aborto a la sociedad multicultural
Primera edición: diciembre de 2014
© Mauricio Correa Casanova, 2014
Registro de Propiedad Intelectual
Nº 244.417
© RIL® editores, 2014
Los Leones 2258
cp 7511055 Providencia
Santiago de Chile
41490.jpg (56) 22 22 38 100
ril@rileditores.com • www.rileditores.com
Composición, diseño de portada e impresión: RIL® editores
Epub hecho en Chile • Epub made in Chile
ISBN 978-956-01-0160-0
Derechos reservados.
Agradecimientos
Este libro tiene una larga historia que dificulta mucho la tarea de mencionar a todas las personas a quienes debo mi agradecimiento. A pesar de esto, no puedo dejar de expresar mi gratitud con Adela Cortina, Jesús Conill y Agustín Domingo Moratalla, por su valiosa ayuda durante mis años de estudio de doctorado en la Universidad de Valencia, España. También agradezco a Mariano de la Maza, decano de la Facultad de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Chile, por apoyar la publicación de este libro. Debo mucho a Veritas (del Pontificio Seminario Mayor «San Rafael» de Valparaíso) y Revista de Filosofía (de la facultad de filosofía y humanidades de la Universidad de Chile), por haber publicado versiones anteriores de algunas partes de este libro. Finalmente, estoy muy agradecido con todas las personas que trabajan en RIL editores, por apoyarme una vez más con su excelente trabajo técnico.
Introducción
Es un hecho innegable que el discurso sobre la tolerancia que nace en Occidente durante los siglos XVI y XVII, tras la ruptura de la unidad religiosa provocada por la Reforma, ha retornado entre nosotros con nuevo ímpetu no solo en el discurso muchas veces demagógico de la práctica política, sino que también en el debate que se lleva a cabo al interior de la filosofía práctica contemporánea. Esta revitalización, a mi modesto entender, se debe en gran medida a los importantes aportes realizados por John Rawls en el marco de su imponente teoría de la justicia y el liberalismo político. Precisamente, no es casualidad que las tres versiones en torno a la tolerancia y el pluralismo propuestas en apretada síntesis en este libro tengan como telón de fondo al filósofo estadounidense. Como el lector podrá darse cuenta, tanto Michael Sandel, Michael Walzer y Karl-Otto Apel, cada uno desde su centro de interés filosófico, tienen a Rawls como referente principal de sus propuestas.
Que el pensamiento de Rawls contiene una teoría de la tolerancia y el pluralismo me parece, a estas alturas, indiscutible. Como he intentado demostrar en otro lugar¹, la tolerancia encarna una de las ideas cruciales que subyace a las condiciones constructivas de su monumental teoría de la justicia como equidad (justice as fairness), del mismo modo que ocupa un lugar primordial en el entramado de su liberalismo político. Esta importancia sobresale también en el intento por extender los principios del derecho de los pueblos de tal manera que sea posible incluir a los pueblos no liberales.
Muy brevemente, la teoría de la tolerancia rawlsiana es una construcción ética y política liberal. Se divide en dos grandes partes: una referida a la sociedad doméstica, y otra a la sociedad de los pueblos. En la primera, la tolerancia aparece como un principio y como una virtud. En cuanto principio se mueve hacia arriba, es decir, representa un «método de evitación» method of avoidance que sirve para eludir las diferentes doctrinas comprehensivas religiosas, filosóficas y morales, con la finalidad de obtener una concepción de la justicia independiente, o sea, estrictamente política. En este sentido, en Teoría de la justicia, el principio de la tolerancia religiosa sirve de idea intuitiva para la idea más abarcadora del velo de la ignorancia en la posición original; mientras que en El liberalismo político, se trata de aplicar el principio de la tolerancia a la filosofía misma, de manera que sea posible distinguir entre filosofía moral y filosofía política, o bien, entre doctrinas comprehensivas y concepción política. A su vez, y en un movimiento hacia abajo, la tolerancia es una virtud política característica de los ciudadanos democráticos que se expresa en su disposición a aceptar los principios, valores y normas que contiene una razón pública y que limita lo que puede ser expuesto en las deliberaciones que se llevan a cabo en el foro público político. Esto viene a decir que una concepción política de la justicia (tal como la justicia como equidad) representa el punto de vista moral dominante de la tolerancia política en un régimen constitucional, la cual se pone de manifiesto cuando los ciudadanos eluden la verdad global de sus propias doctrinas comprehensivas al momento de decidir en el foro público cuestiones que afectan a las esencias constitucionales o de justicia básica, como también cuando hacen uso del poder político siempre que lo poseen (por ejemplo, cuando ejercen su derecho a voto o cuando desempeñan cargos políticos o judiciales). Con todo, se puede sostener que en ambos casos la tolerancia sirve para llevar a cabo una especie de «abstinencia epistémica» (usando la expresión de Joseph Raz) cuya finalidad consiste en mitigar o, si es el caso, eliminar por completo los conflictos existentes entre democracia y doctrinas comprehensivas, como también entre las mismas doctrinas comprehensivas.
En la sociedad de los pueblos, en cambio, la cuestión de la tolerancia se expresa en los términos de la política exterior de una sociedad liberal, cuya disposición moral consiste en abrir el derecho de gentes a los pueblos no liberales y decentes. En este caso, la tolerancia significa fundamentalmente dos cosas: en primer lugar, significa abstenerse de imponer sanciones políticas, militares, económicas o diplomáticas a un pueblo no liberal para obligarlo a cambiar sus costumbres; y, en segundo lugar, significa también reconocer a los pueblos no liberales como miembros iguales y de bona fide de la sociedad de los pueblos, con ciertos derechos y deberes, incluido el deber de civilidad, que exige justificar con buenas razones sus acciones ante los otros pueblos. Así, y dado que los pueblos jerárquicos decentes cumplen ciertas condiciones razonables de justicia política a los ojos de los pueblos liberales, la tolerancia en la teoría ideal implica lo siguiente: un principio general que expresa una abstención deliberada del ejercicio del poder coercitivo de los pueblos liberales sobre los no liberales decentes, del que se deriva, por consiguiente: a) un principio de no intervención coercitiva en los procesos internos de esos pueblos decentes con la finalidad de que cambien sus estructuras sociales y políticas; y b) un deseo de inclusión de dichos pueblos en el marco de una razonablemente justa sociedad de los pueblos.
*
Ahora bien, si atendemos a los postulados filosóficos de los autores que expongo en este libro, es evidente a simple vista que existe una importante diferencia, incluso puede dar la impresión que existe una distancia insalvable hasta el punto de no haber más conexión entre ellos que el mero uso del término «tolerancia». Sin embargo, y aunque lo anterior pueda ser cierto, creo que considerar sus propuestas alternativas a la tolerancia liberal resulta de un gran interés. En este sentido, cada uno de los autores propuestos desarrolla su propia teoría de la tolerancia desde su peculiar perspectiva de interés filosófico: en el caso de Sandel, se trata del papel de la tolerancia en relación a la naturaleza de la argumentación moral en el foro público; en Walzer, de la tolerancia en el ámbito de la relación entre grupos diferentes que persiguen arreglos institucionales que hagan posible la coexistencia pacífica; y, finalmente, en Apel, la cuestión versa sobre la tolerancia y el punto de vista ético que funda las bases del reconocimiento en una sociedad multicultural más allá del nivel constitucional.
En general, debo advertir al lector que no es mi propósito llevar a cabo un estudio exhaustivo de la obra ni del pensamiento de ninguno de los tres autores mencionados. Tampoco busco dar cuenta detallada del amplio debate que han suscitado sus respectivas posiciones filosóficas, o los cambios o transformaciones que se han introducido posteriormente a sus respectivos planteamientos a la luz de las discusiones y las críticas. Para este fin se pueden consultar los abundantes estudios ya existentes que iré indicando en su momento oportuno. Aunque ciertamente voy a tener presente una serie de afirmaciones sustantivas y de diverso tipo, mi manera de exponer las cuestiones presupone —aunque me resulta muy difícil, sino imposible, determinar en qué grado— un conocimiento amplio o generalizado de las posturas principales de cada autor. Esto es así porque, como es obvio, en mi caso solo me interesa aclarar, revisar y criticar (en la medida en que esto último sea pertinente) el tratamiento de la tolerancia en el contexto de sus propias posiciones filosóficas.
*
He dividido mi exposición en tres capítulos. El capítulo I está dedicado a Michael Sandel. Como se sabe, sus propuestas filosóficas inspiradas en una interpretación del yo inserto en la comunidad han estado desde el principio dirigidas al blanco de la teoría rawlsiana, y la tolerancia no ha sido la excepción. Al respecto, su posición resulta de especial interés por dos motivos: primero, porque aunque su crítica se dirija sobre todo a la noción de tolerancia expuesta por Rawls en El liberalismo político, lo cierto es que su modelo alternativo, que él llama judgemental toleration o tolerancia crítica, contrasta de manera bastante notoria con la interpretación y valoración que Rawls nos ofrece de Tomás de Aquino en Teoría de la justicia; y, segundo, porque su análisis sigue una interpretación iusfilosófica en la que siempre están implicadas cuestiones prácticas moralmente conflictivas, tales como la esclavitud o el aborto, lo cual nos ofrece una oportunidad excelente para evaluar esos mismos casos prácticos en la teoría de Rawls.
El capítulo II está dedicado a Michael Walzer, quien ha expuesto de forma sistemática sus ideas sobre la tolerancia, cosa que Rawls evidentemente no hizo. En este sentido, una de las ausencias importantes de la formulación rawlsiana de la tolerancia son los problemas concernientes a la llamada política del multiculturalismo. A la luz de este aspecto las reflexiones de Walzer resultan de un especial interés, pues, para tratar el tema de la tolerancia, toma como punto de partida un método histórico y particularista, el cual dista mucho de la concepción rawlsiana de la abstracción en la filosofía política. Aquí nos detendremos en la noción de tolerancia y en los cinco regímenes que Walzer distingue desde su peculiar método. A mi juicio, más que desarrollar una formulación de la tolerancia opuesta a la de Rawls —como es el caso de Sandel y Apel—, Walzer amplía el ámbito de visión exclusivamente liberal aportando sus puntos de vista sobre las distintas formas que puede adquirir la tolerancia según los contextos históricos, políticos y culturales en los que se aplica.
Para finalizar, en el capítulo III examino la propuesta de Kart-Otto Apel y la así llamada affirmative tolerance o tolerancia afirmativa, la cual es formulada por el autor desde la perspectiva de exigencias éticas contenidas en su conocida «ética del discurso». En general, Apel propone una concepción más exigente de la política de la tolerancia liberal en el marco de una sociedad multicultural, en la medida que va más allá de la tolerancia negativa del liberalismo. El problema de su propuesta surge precisamente del carácter afirmativo o incluso promocional de la tolerancia frente a las diferencias etnoculturales. En este sentido, y aunque considero muy valiosos los postulados éticos de Apel, creo que es conveniente atender a la alternativa del «respeto» (activo) indicada por Adela Cortina como superación —en sentido hegeliano— de la tolerancia negativa, la cual puede ser considerada como una exigencia más coherente, al menos en cuanto a la necesidad del reconocimiento positivo.
A tenor de los resultados obtenidos en el desarrollo de estos tres capítulos, finalizo mi exposición con unas breves valoraciones conclusivas.
1 Vid. M.
Correa Casanova
: La tolerancia liberal. Una aproximación a la propuesta ética y política de John Rawls. RIL editores, Santiago de Chile, 2013.
Capítulo Primero
Tolerancia crítica
A estas alturas el debate entre liberales y comunitaristas es bastante conocido, tanto que los estudios al respecto son casi inabarcables². En tal debate se enfrentan, por un lado, autores tales como Rawls, Dworkin, Nagel y Scanlon (por el equipo L); y, por el otro lado, Sandel, MacIntyre, Taylor y Walzer (por el equipo C)³. Hay quienes suelen entender este debate como si se tratara de equipos compactos y bien alineados entre dos polos opuestos, pero lo cierto es que existen marcadas diferencias no solo entre los dos equipos, como es evidente, sino también entre los mismos integrantes que forman cada uno de los lados en discusión. Esta dificultad nos advierte de lo inadecuado e impreciso que resulta encasillar a un autor dentro de un movimiento intelectual como si este fuese homogéneo y no tuviese fisuras.
En el caso particular de Michael Sandel, nuestro autor ha manifestado desde hace algunos años que la etiqueta de «comunitarista», que en principio recibió una inmensa difusión y, en gran medida, aceptación por parte de los entendidos, hoy le parece inadecuada por cuanto puede sugerir la idea errónea de que los valores que prevalecen en cada comunidad, en cada momento histórico, son justos. También porque puede resultar muy populista, en el sentido que la justicia sería el resultado de las opiniones que la mayoría tiene en cada comunidad. O, por último, sintetizando las dos anteriores, porque puede vincularse a una visión moral relativista que dependa de la comunidad o de las opiniones de la mayoría dentro de ella en su estrecho espacio histórico⁴.
De ahí, entonces, que en su obra Democracy’s Discontent⁵, Sandel prefiera precisar la etiqueta y considerarse partidario de un «republicanismo cívico» —como siempre en oposición al proyecto liberal rawlsiano—, cuya tradición tiene como idea central el hecho de que la libertad depende del autogobierno, y que este autogobierno requiere ciudadanos capaces de deliberar acerca del bien común. En la visión de Sandel, la tradición republicana enfatiza que la actividad política debe tender a formar o cultivar ciertas cualidades del carácter —ciertos hábitos y disposiciones— entre los ciudadanos, de tal modo que se encuentren suficientemente equipados para asumir el autogobierno.
Lo dicho hasta aquí podría eximir a nuestro autor de la etiqueta de comunitarista, sin embargo, no creo que esto sea tan fácil, a pesar de los peligros que, para Sandel, tal denominación lleva implícitos. En principio porque, siguiendo a Kallscheuer, podemos entender el comunitarismo como «una orientación filosófico-moral, que somete a una crítica metódica y moral la fundamentación individualista de la sociedad y de las normas sociales características de la autocomprensión racionalista «de la» (o de una determinada) modernidad»⁶. En este sentido, podemos estar de acuerdo en que Sandel, sin duda, pretende llevar a cabo esta empresa crítica del individualismo teniendo como especial referente el pensamiento de Rawls. No obstante, esta razón, aun siendo correcta, no es todavía suficiente.
En efecto, a mi juicio, creo que además sería necesario añadir que el comunitarismo puede entenderse también como un heredero de la tradición republicana que, en gran medida, continúa el debate que tuvo lugar en los inicios de la modernidad con la Ilustración y los partidarios liberales de un nuevo orden político de signo individualista⁷. De ahí que, por tanto, podamos sostener que la filosofía política y moral desarrollada por Sandel representa una versión comunitarista que recupera la idea de virtud cívica de naturaleza republicana al sostener que la libertad precisa el conocimiento de los asuntos públicos y que la actividad política es el centro de la formación moral de los ciudadanos⁸. En este sentido, el republicanismo cívico evocaría la existencia de una alternativa —quizás parcialmente practicable, o incluso parcialmente utópica— para la vida apolítica que llevan los ciudadanos de las democracias modernas y que solo se reanima políticamente cuando se perfilan dificultades en el horizonte de la vida privada⁹.
En lo que sigue vamos a comenzar recordando brevemente y en general las críticas de Sandel al liberalismo político de Rawls (1). Luego, entrando en materia, examinaremos la distinción entre dos modelos de tolerancia dependientes de la aceptación