Informa EFE que la economía francesa “se mantuvo plana en el segundo trimestre al
crecer tan sólo un 0,1 por ciento”. En el anterior trimestre el crecimiento fue de
0,4 %, según datos del instituto estadístico francés INSEE.
Con ello el crecimiento total del PIB francés en el año se situaría en el 1,2 %.
Estos datos nos traen a la memoria un argumento muy utilizado contra la Unión
Soviética y contra el socialismo en general. Dicho argumento sostiene que la
economía socialista es ineficiente, y se ejemplifica esta tesis en el
“estancamiento soviético”. A su vez ese estancamiento es lo que habría forzado a
romper las ataduras del régimen socialista para sustituirlo por el régimen
capitalista liberal, el cual, sí “crea riqueza”.
Por ejemplo “el Instituto de Economía Mundial, [en] 1984, emitió un diagnóstico
cruel sobre la economía soviética”.
Sin embargo las estadísticas para la Unión Soviética durante la década de 1980
indican un crecimiento del Producto Interior Bruto para 1989 (último año del que
hemos hallado datos), del 3 %, mientras que el año anterior, 1988, indicaba un 5,5
%. El año más deficiente de esa década es 1985, con un 2,3 %.
Por supuesto hay que tener en cuenta muchos más factores económicos (y de otros
tipos), pero esto es precisamente lo que no hacen los enemigos del socialismo. De
hecho en esta misma página web se pueden consultar unas interesantes gráficas
sobre la economía soviética y rusa que contradicen igualmente el tema de la
ineficiencia del socialismo.
Que la economía soviética tenía que enfrentar una serie de problemas importantes
es cierto y nadie lo niega. En efecto, en comparación con los años de la
industrialización, el crecimiento de los años 80 era escaso. Lo que sólo demuestra
la fuerza del sistema de planificación económica del socialismo.
Lo que ocurre es que todas las decisiones tomadas a partir de mediados de los 80
por Gorbachov, en el marco de su “perestroika” (término que significa
“reestructuración” y que ya se había utilizado en la época de Stalin tras la IIª
Guerra Mundial), tienden a desmontar justamente el sistema de planificación.
En todo ello abunda Abalkin en su libro, que finaliza con las siguientes palabras:
“hemos emprendido firmemente la senda de la aceleración y no nos vamos a desviar
ni nos detendremos a mitad del camino. El proceso de la transformación cualitativa
iniciado es irreversible”.
Con todo esto vemos que no existían verdaderas razones, y menos aún razones
urgentes, para una transformación “cualitativa”, al menos, no si nos atenemos a
los datos económicos fundamentales.
Pero no, eso “no es posible”. Esta sería una postura “insensata” y “dogmática”,
propia de gente que piensa en teorías del pasado, que no ve la realidad. Así hemos
oído rebatir la necesidad de la transformación completa (revolucionaria) del
capitalismo hacia el socialismo.
Lo que podemos decir a eso es algo que queda claro tras observar un poco los datos
que hemos comentado anteriormente: que las decisiones sobre lo que hay que hacer y
lo que no hay que hacer son, ciertamente, económicas, pero principalmente
políticas, y se basan en una óptica de clase.