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La leyenda del Santo Bebedor
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La leyenda del Santo Bebedor

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About this ebook

Toda la desgarrada dispersión de la vida de Roth se transparenta en esta imagen de un hombre ajeno a cualquier sociedad, visitado por jirones de recuerdos, generosamente disponible respecto a todo lo que le sale al paso.

La leyenda del Santo Bebedor fue publicada por primera vez en 1939, pocos meses después de la muerte de Roth, exiliado en París, y puede ser considerada, por muchos motivos, su testamento, la parábola transparente y misteriosa que encierra la cifra de su autor, hoy redescubierto como uno de los más extraordinarios narradores del siglo XX.

El clochard Andreas Kartak, originario como Roth de las provincias orientales del Imperio austrohúngaro, encuentra una noche, bajo los puentes del Sena, a un enigmático desconocido que le ofrece doscientos francos. El clochard, que tiene un puntilloso sentido del honor, en principio no quiere aceptarlos, porque sabe que nunca los podrá devolver. El desconocido le sugiere restituirlos, cuando pueda, a la santa Teresita de Lisieux de la iglesia de Sainte Marie des Batignolles. Desde ese momento, la vida del clochard es un continuo acercarse y perderse en el camino hacia la iglesia para cumplir su imposible compromiso. Es como si el clochard deseara una sola cosa en su vida –devolver aquel dinero– y, al mismo tiempo, no esperase sino ser desviado por innumerables absentas, por mujeres casualmente encontradas, por viejos amigos que reaparecen como comparsas fantasmales. Toda la desgarrada dispersión de la vida de Roth –y en especial de sus últimos años, cuando, también en París, encontraba una suprema, última lucidez en el alcohol– se transparenta en esta imagen de un hombre ya tranquilamente ajeno a cualquier sociedad, visitado por jirones de recuerdos, generosamente disponible respecto a todo lo que le sale al paso y, en secreto, fiel a un voto único y aparentemente inútil.

Asimismo, este texto –como señala Carlos Barral en su feliz prólogo– es un apólogo sobre la sacralidad del vino: «De cómo el vino transforma el mundo, cambia sus leyes, todas, incluso la virtud de los santos, para hacerlo habitable y grato a los que creen en él».

LanguageEspañol
Release dateNov 1, 1981
ISBN9788433940506
La leyenda del Santo Bebedor
Author

Joseph Roth

Joseph Roth (1894-1939) nació en Ucrania y fue oficial del Imperio austrohúngaro en la Primera Guerra Mundial. En 1933, después del triunfo nazi, tuvo que exiliarse de Alemania, donde residía; murió en París. Entre su obra narrativa figuran "La marcha de Radetzky", "La cripta de los capuchinos" y, publicados por Anagrama, "La noche mil dos", "La leyenda del Santo Bebedor", "A diestra y siniestra" y "Confesión de un asesino". Está considerado, con Broch y Musil, como uno de los mayores escritores centroeuropeos de este siglo.

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  • Rating: 3 out of 5 stars
    3/5
    Von einem anonymen Fremden erhält der Pariser Stadtstreicher und Trinker Andreas Kartak eine finanzielle Zuwendung. Da er sich selbst als "Mann von Ehre" sieht, verpflichtet er sich, das Geld zurückzuerstatten. In der Folge erlebt der Clochard zahlreiche glückliche Wendungen, die Rückgabe des Geldes scheitert aber letzlich immer an der Unzuverlässigkeit des Trinkers.Joseph Roths Novelle überzeugt durch klare Prosa und erinnert ein wenig an die Geschichte von "Hans im Glück". Der aufgrund glücklicher Fügungen mögliche soziale Aufstieg des Hauptprotagonisten wird aber letztlich durch dessen Trunksucht vereitelt. Bei Joseph Roths letztem Werk handelt es sich auch um eine Selbstreflektion der eigenen Alkoholprobleme und die Selbsterkenntnis der eigenen Unverbesserbarkeit.
  • Rating: 3 out of 5 stars
    3/5
    I preferred this to "Confession of a Murderer;" it was so much more spirited, if you'll forgive the pun, and a worthy little book to pass an afternoon with. A confessed alcoholic buys a new wallet and finds it full of money; he determines to give some of it to charity, but on the way to the church gets dragged into several heavy bouts of drinking. Wonderfully philosophical, even if you are sober when you read it.
  • Rating: 3 out of 5 stars
    3/5
    I'm not happy with the translation of this simple tale. The translator admits to occasionally translating simple words into more complicated ones (French and Latin words) because he felt Roth's book faithfully rendered in English without the translator's intervention would have sounded bland, raw, simple-minded and like Hemingway... You what? Bad idea, bad, bad, bad idea.
  • Rating: 5 out of 5 stars
    5/5
    A beautiful dream of Catholic spirituality and alcoholism (those not unrelated phenomena).
  • Rating: 5 out of 5 stars
    5/5
    Uno de los libros más hermosos que he leído. No hagas caso de la introducción de esta edición: es una bobada. Este libro es sobre el catolicismo: el Hombre, el pecado, la acción de Dios, la Gracia. Y pura literatura. Maravillosa.
  • Rating: 5 out of 5 stars
    5/5
    Uno de los libros más hermosos que he leído. Roth, maravilloso escritor (La Marcha Radetzky...) borda una fábula católica bella y profunda: el Hombre, el pecado, Dios, la Gracia... accesibles para no-católicos. Y literatura maravillosa. No hagan ni caso del prólogo: el autor no se enteró de nada.

  • Rating: 5 out of 5 stars
    5/5
    Libro corto y con muy buen ritmo. Una buena lectura comodín para descansar de lecturas más extensas.
  • Rating: 4 out of 5 stars
    4/5
    This autobiographical novella reads like a 20th century fable. The protagonist, Andreas Karnak, is a Polish immigrant in Paris who has been through rough times and is now an alcoholic who lives on the streets. A stranger lends him two hundred francs, which he fails to return despite his best intentions. Andreas is a tragic and flawed yet dignified figure, who is a "saint" because he seems to live in the world without ever actually being part of it. His simplicity makes him appreciate "miracles" which more fortunate citizens simply miss.

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La leyenda del Santo Bebedor - Michael Faber Kaiser

Índice

Portada

PRÓLOGO

La leyenda del Santo Bebedor

A MODO DE EPÍLOGO

Créditos

PRÓLOGO

Para Rosa y Ana María

Mi colega el editor Herralde me ha pedido unas líneas preliminares, tal vez un prologuillo, para la traducción de un relato de Joseph Roth, Die Legende vom heiligen Trinker (La leyenda del Santo Bebedor), el ultimo libro que publicó en vida. Es un texto curioso. Se trata de un apólogo que aborda de manera indirecta la relación del alcohol con los milagros, no de los milagros que produce el alcoholismo de la sacralidad del vino, y es, sin duda, una narración admirable, escrita en un estilo trémulo que no daña la sencillez y que pondrá constantemente en apuros al esforzado traductor. Cuenta Roth la historia de un clochard parisiense a quien, por intermedio de un misterioso noctámbulo, hace santa Teresa de Lisieux repetidos préstamos y favores a condición de que restituya los dineros en su cepillo de la iglesia de Sainte Marie des Batignolles, santuario de pintores devotos. Lo que no ocurre, porque el alcohol se interpone, consume los dineros y los multiplica en una aventura que terminará con la muerte al pie del altar de la santa. El esquema del cuento descansa sobre la paralela reiteración del favor de la santa y de los favores del alcohol y la buena voluntad constantemente impedida del honorable vagabundo, decidido a restituir el préstamo y a no preferir el milagro del vino a la caridad del cielo. Me pregunto por qué mi amigo y colega Jorge Herralde me ha escogido como prologuista del librito de Roth, por qué, sabiéndome tan perezoso para prólogos, me considera la persona adecuada para introducir un texto haciendo hincapié no ya en la dignidad del vino –o de la absenta, l’absinthe aux verts piliers, que es otro género báquico–, sino de su consentido abuso. Quizá porque en los últimos tiempos me ha oído decir con frecuencia toda clase de desatinos sobre las funciones sacrales del alcohol, mi respeto cultural a la embriaguez y mi asco a los abstemios. Herralde es abstemio a temporadas, por decencia no muy largas, y yo lo soy ahora, desde hace unos meses, transitoriamente y a la fuerza. En un momento de debilidad, para proteger mi hígado ya fatigado, me dejé convencer por los médicos para hacerme una implantación de pastillas revulsivas y me colocaron en la espalda, entre el omóplato y el espinazo, un rosario de satánicas pildoritas incrustado bajo la piel. Desde entonces no bebo absolutamente nada, contando como los presos o los conscriptos los meses que me quedan hasta reanudar una relación normal con el mundo circundante, no descarnado y espectralizado por esa molesta lente de lucidez que el alcohol tan oportunamente mitiga cuando conviene. Sueño, como con la licencia militar, con el alta sanitaria que me declare exento de la cuarentena de las pastillitas. Confesaré que hace tiempo que no padezco las molestias del síndrome de carencia y que no me atormenta el deseo de beber ni siquiera en las veladas muy prolongadas, cuando la legalidad imaginativa de los que han bebido mucho o poco se va alejando de la mía y me va poniendo progresivamente en ridículo ante mí mismo. Me he acostumbrado a no beber, a sabiendas y con el consuelo de que es decisión transitoria; pero no me he acostumbrado a tolerar a los abstemios dogmáticos, a esas gentes que, no se sabe por qué, se alegran de que uno no beba e ignoran que la embriaguez alcohólica, controlada hasta donde sea posible, es un método de conocimiento cultural y de interpretación del mundo en general, absolutamente imprescindible. Los que no han bebido nunca no podrán saber jamás come è fatto il sapere, al decir de Leopardi, ni qué clase de

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