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Erica Espiñeira
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El empedrado de la calle saca ampollas a mis inagotables pies, apenas protegidos por viejos y
destruidos zapatos que todavía me pongo. Para parecer uno de ellos me hace falta un pucho, el
diario bajo el brazo, un destino fijo y mirar con desaire a algún mendigo como yo...
Aún cuando el insoportable amargor de la vida me persigue como si me alimentase sólo con las
cortas y finas hojas de la radicheta, conservo la esperanza viva, fresca, intensa, profunda como el
mismo verde de éste follaje que me genera energía para seguir pateando, buscando un trabajo en
...Había perdido todo... todo. Hasta el aroma a salsa picante que alimentaba nuestras almas se
esfumó, desapareció junto a la casa el día que la remataron... Mi mujer me abandonó tres días
Cuatro pibes que dejaban de saborear el dulce de leche y de pintarse la boca con el chocolate de
la niñez, para probar el agridulce de la frutilla y terminar tomando el agrio jugo de limón que su
¡...Hoy tampoco es mi día de suerte!. ¡La pucha che!. Ya casi termino el recorrido y ni siquiera
aparece una miserable changa... Mi dignidad ya está bajo tierra, tan abajo como las papas y las
batatas que esperan la cosecha para surgir airosas en el mundillo del mercado; aunque
sinceramente... no quisiera ser papa y terminar en finas rodajas fritas, dentro de una practica bolsa
Cruzo la calle casi sin mirar; desesperado por quitarme la sed que me provoca este pensamiento
extremadamente salado y pastoso... El fresco kiosco va quedando vacío, pero me cuesta mojarme
los labios preguntando si hay trabajo, cualquier cosa, lo que sea, todo es bueno.
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- Que tenga buen día y ¡suerte!.
Mi vuelta es por un camino ríspido y desordenado... No tengo una ruta obligada para laburar.
No es cosa fácil encontrar buenos cartones, latas y botellas; somos muchos los que vivimos de esto,
luchamos cuerpo a cuerpo y hasta ¡nos matamos por quedarnos con lo mejor!.
¿Para qué?... Para terminar como salchichas apretadas en un paquete frente al Cachorro, el
peso pesado del negocio, con cien kilos encima, de pollos, choripanes y asados, una muy buena
dieta; casi envidiable... ¡En fin!. Él es quién le pone precio a lo que juntamos y terminamos
...Este tramo es el que más disfruto. Mi olfato se pone alerta y comienzo a saborear el plato de
cada restaurante. Aquí hay siempre buenos cartones y mientras los acomodo me deleito con la
El sublime perfume que da la cebolla y el ajo rehogados en aceite de oliva junto con el morrón y
el laurel, inunda mi boca de placer y en ese preciso instante de regocijo, advierto un precioso caldo
de pescado que cae como cascada para fusionarse y así elevar un místico aroma que llega al alma,
que intercepta nuestros sentidos y se apodera de nuestra conciencia; momento justo para
introducir la vida, el fruto del mar: el pescado trozado y los mariscos. Salpimentar en el instante
correcto es fundamental para luego llegar al éxtasis con la cazuela frente a frente; coronada
¿...Por qué tiene que salir justo ahora?. ¡Por qué, mi Dios!. Es tan hermosa... Sale siempre a la
Con ella se despide su encantador aroma a flores recién cortadas y mi exquisito plato.
... No es fácil volver a la realidad... Mis hijos me esperan en la plaza que está acá cerca, sólo
tengo un ratito para disfrutarlos, después debo acompañarlos hasta la esquina donde los espera su
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madre... Todos los días son iguales, esto me destroza. Pero lo grave es que se rompe mi corazón en
millones de pedazos cuando llega el momento en que ellos me piden con sus ojos inundados en
lágrimas, que los lleve a vivir conmigo, a casa... mi humilde e improvisada vivienda de chapas en
la villa cincuenta y tres, en la que por sus rendijas se escabulle el calor y también el efluvio de
puerro, verdeo y apio que en la verdulería de don Juan ya están pálidos, casi para tirar... ¡A mí
poco me importa!. Ese triste y desnudo caldo... calienta mi alma y me hace madrugar al día
...Ya van cuatro semanas que a la misma hora de siempre me encuentro en la parada de los
buenos cartones, deleitándome con diferentes sabores: picantes, suaves, dulces... Pero ella; ella ya
no sale del restaurante, no se lleva el aroma a flores, tampoco los sabores. ¡No sé que estoy
haciendo acá!. ¡Por una mujer le estoy quitando tiempo a mis hijos!.
La angelical música proveniente de sus labios y esa suave fragancia a jazmín estremecen mi
- No, no; está bien. ¡Por supuesto que es mejor tener un trabajo!. Yo salgo todos los días
Sus ojos almendrados del color de la miel no se distraen ni un instante, observan todo lo que
existe a su alrededor, mientras sus palabras impregnadas en almíbar endulzan sus labios de
frambuesa...
animaría?.
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- ¡Pero sí señorita!. ¿Cuándo puedo empezar?.
- José, señorita.
Sus pasos firmes y seguros se fusionan con una cautivante personalidad, mientras que su
arrolladora serenidad se adueña de cada uno de sus actos. Milagros no es cualquier mujer... Es la
mujer, la mujer de la que uno se enamora, con la que uno sueña día y noche. Es la mujer con la
- Si, llamó el contador y vuelve a llamar más tarde. Hay que hacer un nuevo pedido.
- Está bien.
Federico.
- Bienvenido, José.
- Gracias, señor.
- Estamos en mi oficina.
Es un sueño... ¡Un increíble sueño!. Estoy sentado frente a una encantadora mujer. A la que le
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- Hasta mañana, Milagros.
¡...Es asombroso como pasa el tiempo!. Y pensar que fue la primer preocupación del hombre;
poder medirlo.
- Que tal don Julio. ¿Me trajo el lomo de cerdo que le encargué?.
- ¿Cómo está José?. Acá lo tengo, mire que pinturita. ¡Está para comerlo así, vuelta y
vuelta!.
- Bueno, gracias.
Los tomates parecen recién cortados... Me llevo cuatro bien maduros y estos champiñones.
pero cómodo. Mis hijos se quedan conmigo los días que tengo franco. Y Milagros... Milagros es
todo para mí. Es la mujer con la que soñé. Es el amor de mi vida... ¡Ahí llegó!.
- Hola mi vida. ¡Mmm, que aroma!. Esto sí despierta el apetito. ¿Qué estas haciendo de
rico?.
- Es una nueva receta: lleva un lomo de cerdo cortado en rodajas, cuatro cebollas
también en rodajas, cuatro ajitos picados con el perejil, cuatro tomates pelados y sin
Mis brazos rodearon su cintura, mis labios se apoyaron en su suave cuello y casi como un
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Fin.