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SALVACION
Parte 14: Lo que Cristo llevo a cabo en sus sufrimientos y muerte 3

He 9:11-14, 28
11
Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros,
por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir,
no de esta creación, 12y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino
por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo,
habiendo obtenido eterna redención. 13Porque si la sangre de los toros y de
los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos,
santifican para la purificación de la carne, 14¿cuánto más la sangre de Cristo,
el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios,
limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?
28
así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de
muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar
a los que le esperan

Nuestro estudio de hoy es tomado de la teología de Lewis Sperry Chafer, para


continuar el tema de:

LO QUE CRISTO LLEVO A CABO EN SUS SUFRIMIENTOS Y EN SU


MUERTE

Iniciamos este tema estudiando los conceptos de la “sustitución por los


pecadores”. Con respecto a este punto: “Una sustitución por los pecadores”,
comenzamos subdividiendo este tema en cuatro aspectos particulares, a
saber, (1) el sufrimiento vicario en general, (2) la mediación, (3) la sustitución
con referencia al juicio del pecado, y (4) la sustitución en el plano de las divinas
perfecciones.

En el programa pasado estuvimos examinando: el sufrimiento vicario de


nuestro Señor Jesucristo en general considerando la obra vicaria de Cristo
como una de las provisiones más fundamentales de la gracia salvífica; también
estudiamos la mediación y vimos que con respecto a Cristo, Su mediación
personal es la tarea combinada de su obra como Profeta, como Sacerdote y
Rey: como Profeta, representa a Dios ante los hombres; como Sacerdote,
representa a los hombre ante Dios, ya que, en Su oficio sacerdotal, ofrece un
sacrificio que satisface las demandas de la justicia divina y la más profunda
necesidad del pecador sentenciado, de esta manera vimos que Cristo pone
Sus manos sobre Dios y sobre el hombre y que en Su relación con el pecador,
la obra del Mediador no es otra que la obra sustitutoria de Cristo y en esta
mediación, Cristo es el que ofrece el sacrificio y el mismo es la ofrenda; en su
obra como Rey vimos que el reinado de Cristo será mediatorial por el hecho de
que, estando entre Dios y el hombre, Cristo, como Rey, habrá derribado toda
autoridad y a todos los enemigos de Dios. Finalmente también examinamos el
tercer aspecto de “Una sustitución por los pecadores”, viendo “la sustitución
con relación al juicio del pecado”, observando que lo que el pecador agobiado
necesita es la verdad de que Cristo murió realmente en su lugar. En este
aspecto comenzamos a revisar una extensa clasificación de los pasajes que
tratan de lo que Cristo llevó a cabo en Su muerte en el siguiente orden:

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Salvación Parte 14_ Lo que Cristo llevo a cabo en sus sufrimientos y muerte 3
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1. PASAJES QUE HABLAN DE CRISTO


(1) Como muriendo por los pecadores:
(2) Los pasajes que hablan de Cristo como sufriendo por los pecadores:
(3) Los pasajes que hablan de Cristo Como llevando nuestros pecados:
(4) Los pasajes que hablan de Cristo como siendo "hecho pecado" y "hecho
maldición por nosotros

Hoy continuamos estudiando

2. LOS PASAJES QUE ATRIBUYEN A LA MUERTE DE CRISTO:


(1) La remoción y remisión de los pecados, y la liberación de sus
consecuencias penales
(2) La justificación
(3) La redención
(4) La reconciliación con Dios

(1) La remoción y remisión de los pecados, y la liberación de sus


consecuencias penales: La palabra remisión significa despido, liberación. Se
utiliza del perdón de los pecados, y se traduce «remisión» en RV y «perdón» en RVR.
Se traduce con el verbo remitir en Jn 20:23, dos veces: «A quienes remitiéreis los
pecados, les son remitidos». Las Escrituras dejan claro que las palabras del Señor no
tenían la intención de otorgar el ejercicio de la absolución, la cual las Escrituras
declaran que es la prerrogativa exclusiva de Dios. No hay ningún caso en el NT de
tal acción por parte de los apóstoles. Los términos se deben entender en un sentido
«declarativo»; esta afirmación tiene que ver con los efectos del ministerio de ellos, con
su doble efecto de remisión o de retención. No podían, ni nadie podía después de ellos,
perdonar los pecados.

Los siguientes son algunos pasajes que atribuyen a la muerte de Cristo la


remisión o perdón de nuestros pecados:

Jn 1:29 “El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”

En el AT, cada mañana y tarde, se sacrificaba un cordero en el templo por los


pecados del pueblo (Éxodo 29.38–42). Isaías 53.7 profetizó que el Mesías, el
Siervo de Dios, sería ofrecido como un cordero. Para pagar la culpa por el
pecado, tenía que entregarse una vida; y Dios quiso darse a sí mismo en
sacrificio. Los pecados del mundo fueron quitados cuando Jesús murió como el
sacrificio perfecto. De esta manera se perdonan nuestros pecados (1 Corintios
5.7 “Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como
sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros”). «Pecado
del mundo» significa el pecado de todos, el de cada individuo. Jesús pagó el
precio de nuestro pecado con la muerte. Usted puede recibir perdón al
confesarle a Cristo su pecado y pedirle su perdón.

He 9:26 “De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces
desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se
presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en
medio el pecado”

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La «consumación de los siglos» se refiere al tiempo de la venida de Cristo a la


tierra en cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento. Él entró en la
nueva época de gracia y de perdón. Todavía estamos viviendo en «la
consumación de los siglos». El día del Señor ha empezado y terminará cuando
Cristo regrese

Mt 26:28 “porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es
derramada para remisión de los pecados”

¿Cómo sella la sangre de Cristo el nuevo pacto? Las personas que estaban
bajo el viejo pacto (los que vivieron antes de Jesús) podían acercarse a Dios
sólo a través del sacerdote y un sacrificio animal. Ahora todos pueden venir
directamente a Dios por medio de la fe porque la muerte de Jesús nos ha
hecho aceptos ante sus ojos (Romanos 3.21–24). El viejo pacto fue una figura
del nuevo (Jeremías 31.31; Hebreos 8.11ss), y apuntaba al día en que Jesús
sería el último y final sacrificio por el pecado. En lugar de un cordero sin
mancha sobre el altar, el Cordero perfecto fue levantado en la cruz. Como era
un sacrificio sin pecado, todos nuestros pecados pueden ser perdonados una
vez y para siempre. Todos los que creen en Él reciben ese perdón

1 Jn 1:7 “pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos
con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”

¿De qué forma la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado? En la época
del Antiguo Testamento, los creyentes simbólicamente transferían sus pecados
a la cabeza de un animal, que después se sacrificaba (véase la descripción de
esa ceremonia en Levítico 4). El animal moría en su lugar, redimiéndolos del
pecado y permitiéndoles que siguieran viviendo en el favor de Dios. La gracia
de Dios los perdonaba por su confianza en Él y por haber obedecido los
mandamientos en cuanto al sacrificio. Esos sacrificios anunciaban el día en que
Cristo quitaría por completo los pecados. Una verdadera limpieza del pecado
vino por medio de Jesucristo, el «Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo» (Juan 1.29). El pecado, por su propia naturaleza, trae consigo muerte.
Ese es un hecho tan cierto como la ley de la gravedad. Jesucristo no murió por
sus propios pecados; no los tenía. En su lugar, por una transacción que nunca
lograremos entender totalmente, murió por los pecados del mundo. Cuando le
entregamos nuestra vida a Cristo y nos identificamos con Él, su muerte llega a
ser nuestra. Descubrimos que de antemano pagó el castigo de nuestros
pecados; su sangre nos ha limpiado. Así como resucitó del sepulcro,
resucitamos a una nueva vida de comunión con Él (Romanos 6.4)

Lc 24:46,47 “46y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo
padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; 47y que se predicase en su
nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones,
comenzando desde Jerusalén”

Hch 10:43 “De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él
creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre”

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Hch 13:38,39 “38Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se
os anuncia perdón de pecados, 39y que de todo aquello de que por la ley de
Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree”

Ef 1:6,7 “6para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos
en el Amado, 7en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de
pecados según las riquezas de su gracia,”

«Con la cual nos hizo aceptos en el Amado» significa que Dios nos aceptó por
gracia (a pesar de que no lo merecíamos) y ahora pertenecemos a su querido y
amoroso Hijo. La gracia es el favor voluntario y amoroso que da Dios a los que
salva. No lo podemos ganar, no lo merecemos. Ningún esfuerzo moral ni
religioso lo puede ganar, viene solo por la misericordia y el amor de Dios. Sin la
gracia de Dios, nadie puede salvarse. Para recibirlo debemos reconocer que no
podemos salvarnos a nosotros mismos, que solo Dios puede hacerlo y que solo
hay un camino, el amoroso favor es a través de la fe en Cristo

Col 1:13,14 “13el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y


trasladado al reino de su amado Hijo, 14en quien tenemos redención por su
sangre, el perdón de pecados”

Los colosenses temían a las fuerzas invisibles de las tinieblas, pero Pablo dice
que los creyentes verdaderos son trasladados de las tinieblas a la luz, de la
esclavitud a la libertad, de la culpa al perdón y del poder de Satanás al poder
de Dios. Fuimos rescatados de un reino rebelde para servir a un Rey justo.
Nuestra conducta debe reflejar nuestra lealtad

Ap 1:5,6 “5y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el


soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros
pecados con su sangre, 6y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a
él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén”

Jesucristo se describe como un rey todopoderoso, victorioso en batalla,


glorioso en la paz. No es solo un maestro terrenal humilde sino el glorioso Dios.
Cuando lea la descripción de Juan acerca de su visión, tenga presente que no
es solo un buen consejo sino la verdad del Rey de reyes. No lea su Palabra
solo por su interesante y sublime perfil del futuro. Deje que la verdad de Cristo
penetre en su vida, profundice su fe en Él y afirme su decisión de seguirlo,
cueste lo que cueste

Jn 3:14-17 “14Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es


necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, 15para que todo aquel que en
él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 16Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna. 17Porque no envió Dios a su Hijo al mundo
para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”

Cuando los israelitas vagaban por el desierto, Dios envió una plaga de
serpientes para castigarlos por su actitud rebelde. Los sentenciados a muerte
por causa de la mordedura de serpientes podían curarse al obedecer a Dios y

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mirar a la serpiente de bronce que se levantó, creyendo que Él podría sanarlos


si lo hacían (véase Números 21.8, 9). Mirar a Jesús en busca de salvación
tiene los mismos efectos. Dios nos preparó este modo de ser salvos de los
efectos mortíferos de la «mordedura» del pecado

1 Ts 5:9,10 “9Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar
salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, 10quien murió por nosotros
para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él”

(2) La justificación. Acto por el cual el Dios tres veces santo declara que el
pecador que cree viene a ser justo y aceptable ante Él, por cuanto Cristo ha
llevado su pecado en la cruz, habiendo sido «hecho justicia» en su favor. (1 Co
1:30 “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios
sabiduría, justificación, santificación y redención”). La justificación es gratuita, esto
es, totalmente inmerecida (Ro 3:24); sin embargo, se efectúa sobre una base
de total justicia, por cuanto Dios no simplemente pasa el borrador sobre
nuestros pecados con menosprecio de su santa Ley, sino que las demandas de
su santidad han quedado plenamente satisfechas en Jesucristo que, no
habiéndola jamás quebrantado, sino siendo Él mismo totalmente santo y justo,
llevó en nuestro lugar toda la ira por la Ley quebrantada y por toda la iniquidad
del hombre. Los siguientes son los textos que atribuyen a la muerte de Jesús la
justificación:

Is 53:11 “Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su


conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de
ellos”

«Justificará mi siervo justo a muchos» nos habla de la enorme familia de


creyentes que serán justos, no por sus obras, sino por la gran obra del Mesías
en la cruz. Se tienen como justos porque han clamado a Cristo, el Justo, como
su Salvador y Señor (véanse Romanos 5.18; 2 Corintios 5.21). Se despojarán
de su vida de pecado y se vestirán con la bondad de Cristo (Efesios 4.22, 23)

Ro 5:8,9 “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros. 9Pues mucho más, estando ya
justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira”

“Siendo aún pecadores” son palabras maravillosas. Dios envió a Jesucristo


para que muriera por nosotros, no porque seamos buenos, sino porque nos
ama. Cuando no se sienta seguro del amor de Dios, recuerde: si Él lo amó
cuando usted aún era rebelde, puede sin duda fortalecerlo ahora que le
corresponde. El amor que motivó a Cristo a morir es el mismo que envió al
Espíritu Santo a vivir en nosotros y a guiarnos cada día. El poder que levantó a
Cristo de la muerte es el mismo que nos salva y está a nuestro alcance en la
vida diaria. Asegúrese de que, habiendo empezado una vida con Cristo, tiene
una reserva de poder y amor que puede usar todos los días al enfrentar cada
desafío o problema. Puede orar pidiendo el poder de Dios y su amor cada vez
que lo necesite

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Ro 3:24-26 “24siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la


redención que es en Cristo Jesús, 25a quien Dios puso como propiciación por
medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber
pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26con la mira de
manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que
justifica al que es de la fe de Jesús”

“Justificados” significa declarados no culpables. Cuando en la corte el juez


declara inocente al acusado, se eliminan todos los cargos del acta.
Legalmente, es como si la persona jamás hubiera sido acusada. Cuando Dios
perdona nuestros pecados, limpia nuestros antecedentes penales. Desde su
perspectiva es como si nunca hubiéramos pecado

Redención se refiere a que Cristo libra a los pecadores de la esclavitud del


pecado. En los tiempos del Antiguo Testamento, a una persona con deudas
podían venderla como esclava. Luego el pariente más cercano podía redimirla
comprando su libertad. Cristo compró nuestra libertad. El precio fue su vida

(3) La redención El término redención significa «liberado, devuelto mediante el


pago de un rescate» En el NT significa liberación, desatar, indicándose la
liberación mediante el pago de un rescate. Cristo compró todo, pero sólo los
creyentes son «redimidos». «Redención» se usa en ocasiones en el sentido del
derecho o título a redimir (Sal 130:7; Ro 3:24); este derecho Dios lo ha
adquirido con toda justicia en Cristo, y en virtud de él se presenta al hombre
como Aquel que justifica. Así, Dios se aseguró la redención antes de que el
hombre entrara en su esfera. Los creyentes disfrutan ahora de ella por la fe, en
el sentido del perdón de los pecados, en Cristo, donde se halla la posición del
creyente (Ef 1:7). Así, el creyente es puesto en Cristo, en quien tiene redención
por Su sangre. Como resultado de ello, la redención se extiende al cuerpo (Ro
8:23; Ef. 4:30) y a la misma creación (Ef 8:19-21 ss.). En su aplicación, el
término redención denota el poder en el cual es hecha efectiva, así como la
base o condición sobre la que se basa. Los siguientes son otros textos que
atribuyen a la muerte de Cristo nuestra redención:

Col 1:14 “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados”

He 9:12 “y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre,
entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención”

Esta metáfora viene de los ceremoniales del día de la expiación descrito en


Levítico 16. Redención se refiere al proceso de pagar el precio (rescate) por la
libertad de un esclavo. Cristo pagó nuestra libertad de la esclavitud del pecado
para siempre mediante su propia muerte. A pesar de que usted conoce a
Cristo, tal vez todavía esté procurando presentarse delante de Dios como una
persona buena. Pero las normas y ceremoniales nunca han podido limpiar el
corazón de nadie. Mediante la sangre de Jesucristo (1) se limpia nuestra
conciencia, (2) se nos libra de la muerte y podemos vivir para servir a Dios, y
(3) se nos libra del poder del pecado. Si usted lleva sobre sí un peso de culpa
porque no puede llegar a ser lo bastante bueno delante de Dios, dé una nueva
mirada a la muerte de Jesucristo y piense en lo que ella significa para usted.

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Cristo puede sanar su conciencia y librarlo de la frustración de tratar de ganar


el favor de Dios

1 P 1:18,19 “18sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual
recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19sino con la
sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,”

Un esclavo era «redimido» cuando alguien pagaba el dinero para comprar su


libertad. Dios pagó por nuestro rescate para librarnos de la tiranía del pecado,
no con dinero sino con la sangre preciosa de su propio Hijo (Romanos 6.6, 7; 1
Corintios 6.20; Colosenses 2.13, 14; Hebreos 9.12). No podemos escapar del
pecado por nuestros propios medios; solamente la vida del Hijo de Dios puede
librarnos

Ap 5:9 “y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir
sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de
todo linaje y lengua y pueblo y nación”

(4) La reconciliación con Dios: Habiéndose alejado el hombre de Dios, su


Creador, al desobedecerlo, la justicia y santidad de Dios debían ser vindicadas.
El Señor rompió la comunión con el pecador (Gn. 3:23-24), juzgando un mundo
lleno de violencia por el pecado en el Diluvio (Gn. 6:5-7) y dejando tras Babel
que las naciones siguieran sus propios caminos (Gn. 11:8-9).

Para Israel, es en la expiación que se muestra la posibilidad de la


reconciliación. Se trata de una propiciación: una vez que se había hecho
expiación por el pecado, y la sangre de la víctima estaba sobre el propiciatorio,
la Ley quedaba cumplida, la justicia satisfecha y vindicada, y Dios podía
libremente exhibir Su misericordia y amor. El propiciatorio era el único lugar
dado en el que Dios se podía encontrar con Aarón, que representa a todo el
pueblo (Éx. 25:22). El gran Día de la Expiación expresaba así de una manera
simbólica y profética la gran amnistía que se proclamaría un día con la venida
del Mesías (Lv. 16).

«Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo» dice (2 Co 5:19). Por la


cruz, Cristo quitó el pecado, destruyó la enemistad, estableció la paz y
reconcilió a los hombres (judíos y paganos), no sólo con Dios, sino también
entre ellos (Ef. 2:16). La reconciliación operada en el Calvario tuvo efectos
hasta en el cielo (Col. 1:20-22; Ef. 1:10). Es el mismo Jesucristo que pagó el
precio de nuestra reconciliación, la paga del pecado que demandaba la
vindicación de la justicia divina para mantener Su santidad. Desde entonces
puede tomar la mano del pecador arrepentido, y ponerla en la del Dios de
santidad y de amor con toda justicia (cfr. Ro. 3:23-25).

Sin embargo, es de todo punto necesario que el rebelde reconozca su culpa y


que acepte «ser reconciliado con Dios». En efecto, ¿cómo podrán reconciliarse
con Dios los que pretenden «no haber hecho nunca nada malo»? El corazón de
Israel era «falso y rebelde» según (Jer 5:23), y somos todos por naturaleza
«hijos de desobediencia» de acuerdo a (Ef 2:2-3).

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Es una gracia suprema saber que «siendo enemigos, fuimos reconciliados con
Dios por la muerte de su Hijo» como dice (Ro 5:10). Y este acto no pertenece
sólo al pasado: el que cree de corazón en Jesucristo, obtiene la reconciliación
de una manera actual y presente (Ro 5:10-11).

Además, Dios confía a los creyentes «el ministerio de la reconciliación». Hace


de ellos embajadores de Cristo, que suplican a los hombres en todo lugar que
se reconcilien con Él (2 Co 5:18-20). No se trata de una simple proclamación de
una salvación universal que todos los hombres ya posean. La reconciliación es
para todos aquellos que no rechacen la provisión de Dios para su salvación. El
hecho trágico es que son muchos los que no dan la respuesta de obediencia de
fe a Dios en Cristo, y de los que, por tanto, se puede decir que permanece la
ira de Dios sobre ellos de acuerdo a (Jn 3:36 y Mt 23:37). Los siguientes son los
textos que atribuyen a la muerte de Cristo la reconciliación:

Ro 5:10,11 “10Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la


muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su
vida. 11Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor
nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación”.

2 Co 5:18,19 “18Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo
mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; 19que Dios estaba
en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los
hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación”

Ef 2:16 “16y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo,
matando en ella las enemistades”

Dios nos atrae hacia sí mismo (nos reconcilia), borra nuestros pecados (véase
también Efesios 2.13–18) y nos hace justos. Dejamos de ser enemigos,
extraños o extranjeros para Dios, cuando confiamos en Cristo. Al reconciliados
con Dios, tenemos el privilegio de animar a otros para que hagan lo mismo, y
de esa manera somos aquellos que tienen «el ministerio de la reconciliación»

Col 1:21,22 “21Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y
enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado
22
en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin
mancha e irreprensibles delante de él”

Debido a que éramos extraños de Dios, desconocíamos su manera de pensar y


éramos «enemigos en nuestra mente». El pecado arruinó nuestra manera de
pensar respecto a Dios. Una forma equivocada de pensar nos conduce a pecar,
lo que pervierte y destruye nuestros pensamientos acerca de Él. Cuando no
estábamos en armonía con Dios nuestra condición natural era de hostilidad a
sus normas

El apóstol Pablo enumera cinco beneficios que Dios les da a todos los
creyentes a través de Cristo:

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(1) nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos (véase
también 2 Corintios 5:21 “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo
pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”);
(2) nos rescató del dominio de Satanás y nos hizo sus hijos de acuerdo a
(Col 2:14-15 “14anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que
nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, 15y despojando
a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre
ellos en la cruz”);
(3) Nos trajo a su reino eterno de acuerdo a (Efesios 1:5-6 “5en amor
habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de
Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, 6para alabanza de la gloria de su
gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, 7en quien tenemos redención
por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia”);
(4) Nos redimió, es decir, compró nuestra libertad del pecado y del juicio
(Hebreos 9:11-12 “11Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los
bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de
manos, es decir, no de esta creación, 12y no por sangre de machos cabríos ni de
becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar
Santísimo, habiendo obtenido eterna redención”); y
(5) Perdonó todos nuestros pecados como dice (Efesios 1:7 “en quien tenemos
redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia”).

Debemos responder con una vida agradecida que agrade a Dios por lo que
hemos recibido en Cristo

Ap 5:9-10 “9y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de
abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios,
de todo linaje y lengua y pueblo y nación; 10y nos has hecho para nuestro Dios reyes y
sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”. Este pasaje enseña que las personas de
todas las naciones están alabando a Dios delante de su trono. El mensaje de
salvación no está limitado a una cultura, raza ni nación específica. Todo el que
acude a Dios arrepentido y con fe es aceptado por Él y será parte de su reino.
No permita que los prejuicios ni las tendencias impidan que usted hable de
Cristo a los demás. Cristo acoge a todas las personas en su reino.

La canción del pueblo de Dios alaba la obra de Cristo. Él


(1) fue inmolado,
(2) Nos compró con su sangre,
(3) Nos reunió en un reino,
(4) Nos hizo sacerdotes, y
(5) Nos escogió para reinar sobre la tierra.

Jesucristo ya murió y pagó la penalidad por el pecado. Él nos congrega ahora


en su reino, haciéndonos sus sacerdotes, y en el futuro reinaremos con Él.
Adore y alabe a Dios por lo que ha hecho, lo que hace y lo que hará en favor
de todos los que confían en Él. Cuando nos demos cuenta del futuro glorioso
que nos aguarda, hallaremos las fuerzas para afrontar las dificultades
presentes.

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Jesucristo vino a la tierra a completar su obra redentora (He 9:26). Posteriormente


«entró» al cielo, abriendo el camino de acceso a Dios (He 9:24); y un día regresará para
salvar a los que esperan

Concluimos este estudio con las palabras del apóstol Pedro en su segunda
epístola: 2 P 3:14-18 “14Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas,
procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz. 15Y tened
entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro
amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, 16casi en
todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas
difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las
otras Escrituras, para su propia perdición. 17Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de
antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de
vuestra firmeza. 18Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y
Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén”

Pedro concluye su breve epístola de la misma forma que empezó, exhortando


a sus lectores a crecer en la gracia y el conocimiento del Señor y Salvador
Jesucristo, conociéndolo cada vez más. Este es el paso más importante para
refutar a los falsos maestros. Sin que importe dónde nos hallemos en nuestro
viaje espiritual ni cuán maduros seamos en nuestra fe, el mundo pecaminoso
siempre se enfrenta a nuestra fe de una u otra forma. Nos queda todavía
mucho camino por recorrer. Si cada día hallamos formas de acercarnos más a
Cristo, estaremos preparándonos para defender la verdad en todas las
circunstancias

Escuela Bíblica de la Iglesia Evangélica Central


Salvación Parte 14_ Lo que Cristo llevo a cabo en sus sufrimientos y muerte 3

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