Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
SALVACION
Parte 14: Lo que Cristo llevo a cabo en sus sufrimientos y muerte 3
He 9:11-14, 28
11
Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros,
por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir,
no de esta creación, 12y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino
por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo,
habiendo obtenido eterna redención. 13Porque si la sangre de los toros y de
los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos,
santifican para la purificación de la carne, 14¿cuánto más la sangre de Cristo,
el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios,
limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?
28
así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de
muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar
a los que le esperan
Jn 1:29 “El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”
He 9:26 “De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces
desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se
presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en
medio el pecado”
Mt 26:28 “porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es
derramada para remisión de los pecados”
¿Cómo sella la sangre de Cristo el nuevo pacto? Las personas que estaban
bajo el viejo pacto (los que vivieron antes de Jesús) podían acercarse a Dios
sólo a través del sacerdote y un sacrificio animal. Ahora todos pueden venir
directamente a Dios por medio de la fe porque la muerte de Jesús nos ha
hecho aceptos ante sus ojos (Romanos 3.21–24). El viejo pacto fue una figura
del nuevo (Jeremías 31.31; Hebreos 8.11ss), y apuntaba al día en que Jesús
sería el último y final sacrificio por el pecado. En lugar de un cordero sin
mancha sobre el altar, el Cordero perfecto fue levantado en la cruz. Como era
un sacrificio sin pecado, todos nuestros pecados pueden ser perdonados una
vez y para siempre. Todos los que creen en Él reciben ese perdón
1 Jn 1:7 “pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos
con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”
¿De qué forma la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado? En la época
del Antiguo Testamento, los creyentes simbólicamente transferían sus pecados
a la cabeza de un animal, que después se sacrificaba (véase la descripción de
esa ceremonia en Levítico 4). El animal moría en su lugar, redimiéndolos del
pecado y permitiéndoles que siguieran viviendo en el favor de Dios. La gracia
de Dios los perdonaba por su confianza en Él y por haber obedecido los
mandamientos en cuanto al sacrificio. Esos sacrificios anunciaban el día en que
Cristo quitaría por completo los pecados. Una verdadera limpieza del pecado
vino por medio de Jesucristo, el «Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo» (Juan 1.29). El pecado, por su propia naturaleza, trae consigo muerte.
Ese es un hecho tan cierto como la ley de la gravedad. Jesucristo no murió por
sus propios pecados; no los tenía. En su lugar, por una transacción que nunca
lograremos entender totalmente, murió por los pecados del mundo. Cuando le
entregamos nuestra vida a Cristo y nos identificamos con Él, su muerte llega a
ser nuestra. Descubrimos que de antemano pagó el castigo de nuestros
pecados; su sangre nos ha limpiado. Así como resucitó del sepulcro,
resucitamos a una nueva vida de comunión con Él (Romanos 6.4)
Lc 24:46,47 “46y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo
padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; 47y que se predicase en su
nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones,
comenzando desde Jerusalén”
Hch 10:43 “De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él
creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre”
Hch 13:38,39 “38Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se
os anuncia perdón de pecados, 39y que de todo aquello de que por la ley de
Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree”
Ef 1:6,7 “6para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos
en el Amado, 7en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de
pecados según las riquezas de su gracia,”
«Con la cual nos hizo aceptos en el Amado» significa que Dios nos aceptó por
gracia (a pesar de que no lo merecíamos) y ahora pertenecemos a su querido y
amoroso Hijo. La gracia es el favor voluntario y amoroso que da Dios a los que
salva. No lo podemos ganar, no lo merecemos. Ningún esfuerzo moral ni
religioso lo puede ganar, viene solo por la misericordia y el amor de Dios. Sin la
gracia de Dios, nadie puede salvarse. Para recibirlo debemos reconocer que no
podemos salvarnos a nosotros mismos, que solo Dios puede hacerlo y que solo
hay un camino, el amoroso favor es a través de la fe en Cristo
Los colosenses temían a las fuerzas invisibles de las tinieblas, pero Pablo dice
que los creyentes verdaderos son trasladados de las tinieblas a la luz, de la
esclavitud a la libertad, de la culpa al perdón y del poder de Satanás al poder
de Dios. Fuimos rescatados de un reino rebelde para servir a un Rey justo.
Nuestra conducta debe reflejar nuestra lealtad
Cuando los israelitas vagaban por el desierto, Dios envió una plaga de
serpientes para castigarlos por su actitud rebelde. Los sentenciados a muerte
por causa de la mordedura de serpientes podían curarse al obedecer a Dios y
1 Ts 5:9,10 “9Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar
salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, 10quien murió por nosotros
para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él”
(2) La justificación. Acto por el cual el Dios tres veces santo declara que el
pecador que cree viene a ser justo y aceptable ante Él, por cuanto Cristo ha
llevado su pecado en la cruz, habiendo sido «hecho justicia» en su favor. (1 Co
1:30 “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios
sabiduría, justificación, santificación y redención”). La justificación es gratuita, esto
es, totalmente inmerecida (Ro 3:24); sin embargo, se efectúa sobre una base
de total justicia, por cuanto Dios no simplemente pasa el borrador sobre
nuestros pecados con menosprecio de su santa Ley, sino que las demandas de
su santidad han quedado plenamente satisfechas en Jesucristo que, no
habiéndola jamás quebrantado, sino siendo Él mismo totalmente santo y justo,
llevó en nuestro lugar toda la ira por la Ley quebrantada y por toda la iniquidad
del hombre. Los siguientes son los textos que atribuyen a la muerte de Jesús la
justificación:
Ro 5:8,9 “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros. 9Pues mucho más, estando ya
justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira”
Col 1:14 “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados”
He 9:12 “y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre,
entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención”
1 P 1:18,19 “18sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual
recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19sino con la
sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,”
Ap 5:9 “y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir
sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de
todo linaje y lengua y pueblo y nación”
Es una gracia suprema saber que «siendo enemigos, fuimos reconciliados con
Dios por la muerte de su Hijo» como dice (Ro 5:10). Y este acto no pertenece
sólo al pasado: el que cree de corazón en Jesucristo, obtiene la reconciliación
de una manera actual y presente (Ro 5:10-11).
2 Co 5:18,19 “18Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo
mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; 19que Dios estaba
en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los
hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación”
Ef 2:16 “16y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo,
matando en ella las enemistades”
Dios nos atrae hacia sí mismo (nos reconcilia), borra nuestros pecados (véase
también Efesios 2.13–18) y nos hace justos. Dejamos de ser enemigos,
extraños o extranjeros para Dios, cuando confiamos en Cristo. Al reconciliados
con Dios, tenemos el privilegio de animar a otros para que hagan lo mismo, y
de esa manera somos aquellos que tienen «el ministerio de la reconciliación»
Col 1:21,22 “21Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y
enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado
22
en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin
mancha e irreprensibles delante de él”
El apóstol Pablo enumera cinco beneficios que Dios les da a todos los
creyentes a través de Cristo:
(1) nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos (véase
también 2 Corintios 5:21 “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo
pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”);
(2) nos rescató del dominio de Satanás y nos hizo sus hijos de acuerdo a
(Col 2:14-15 “14anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que
nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, 15y despojando
a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre
ellos en la cruz”);
(3) Nos trajo a su reino eterno de acuerdo a (Efesios 1:5-6 “5en amor
habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de
Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, 6para alabanza de la gloria de su
gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, 7en quien tenemos redención
por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia”);
(4) Nos redimió, es decir, compró nuestra libertad del pecado y del juicio
(Hebreos 9:11-12 “11Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los
bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de
manos, es decir, no de esta creación, 12y no por sangre de machos cabríos ni de
becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar
Santísimo, habiendo obtenido eterna redención”); y
(5) Perdonó todos nuestros pecados como dice (Efesios 1:7 “en quien tenemos
redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia”).
Debemos responder con una vida agradecida que agrade a Dios por lo que
hemos recibido en Cristo
Ap 5:9-10 “9y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de
abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios,
de todo linaje y lengua y pueblo y nación; 10y nos has hecho para nuestro Dios reyes y
sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”. Este pasaje enseña que las personas de
todas las naciones están alabando a Dios delante de su trono. El mensaje de
salvación no está limitado a una cultura, raza ni nación específica. Todo el que
acude a Dios arrepentido y con fe es aceptado por Él y será parte de su reino.
No permita que los prejuicios ni las tendencias impidan que usted hable de
Cristo a los demás. Cristo acoge a todas las personas en su reino.
Concluimos este estudio con las palabras del apóstol Pedro en su segunda
epístola: 2 P 3:14-18 “14Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas,
procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz. 15Y tened
entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro
amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, 16casi en
todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas
difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las
otras Escrituras, para su propia perdición. 17Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de
antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de
vuestra firmeza. 18Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y
Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén”