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2 LOS ANORMALES conducta monstruosa, de la criminalidad monstruosa. No es més que el punto de partida de ese movimiento y esa transformacién. Pero, para resumir todo en. pocas palabras, diré lo siguiente. Hasta mediados del siglo XVil, habia un starus criminal de la monstruosidad, en cuanto ésta era transgresién de todo un sistema de leyes, ya fueran las naturales o las jurdicas. De modo que la monstruosidad era criminal en sf misma. La jurisprudencia de los siglos XVII y XVIII borta lo :més posible las consecuencias penales de esa monstruosidad en si misma criminal. Pero creo que, hasta avanzado al siglo XVI, sigue siendo ain esencial, fanda- mentalmente criminal. As pues, lo criminal es la monstruosidad. Luego, hacia, 1750, en medio del siglo XVII (por razones que trataré de analizar a concinus- cién), vemos aparecer otra cosa, es decit, el ema de una nacuraleza monstruosa de la criminalidad, de una monstruesidad que surte efecto en el campo de la conduct el campo de la ers ‘mediados del siglo XVit, la criminalidad era un exponente necesario de la mons- truosidad, yéta no era todavia lo que llegé a lifcativo eventual de aquélla. La figura del ‘monstruo moral, va a aparecer bruscamente, ‘extraordinariamente diferentes. El monstruo moral estalla en teratura, con la novela gética, a fines del la con Sade. Aparece ‘también con toda una serie de temas pol é de la criminalidad monstruose? Qué ‘como una especie de monstruosi- imo es que no se compard el grado extremo del crimen con la aberra- cién de la naturaleza? ¢Por que hubo que esperar hasta fines del siglo XVII y principios del X1X para que apareciera la figura del pérfido, la figura del mons- que aquélla remite, como a su origen, su cause, su excusa, su marco, poco im- porta, a algo que es Ia aberracién misma de la naturaleza. Esto es lo que intentaré explicar la préxima ver. Desde luego, el principio de esa transformacién se encuentra, creo, por el lado de una especie de econo- ia del poder de castigar y de modificacién de esta economia. > posibilidad de ser un criminal. Clase del 29 de enero de 1975 El monstruo moral — El crimen en el derecho cldsico ~ Las grandes exenas de suplicin— La eansformacién de los mecanismos de poder ~ Desaparicién del derroche ritual del poder de castigar ~ De la navuraleca parolégica de la eriminalidad — El monstruo politico ~ La pareja monsiruosa: Luis XVI y ‘Maria Antoniera ~ El monsoruo en la literatura jacobina (el sirano) y anti- Jacobina (el pueblo sublevado) — Incest y ancropofagia, Ho VoY A HABLAR de la aparicin, en los umbrales del siglo x0K, de un perso- que tendré un destino tan importante hasta fines de ese mismo siglo y principios del xX, y que es el monstruo moral ‘Creo entonces que hasta el siglo XVI! o XVIII podia decrse que la monstruosi- dad, la monstruosidad como m: ural de la contranacuralza, lleva- baen si misma un indicio de criminalidad.” En el nivel de las reglas de las espe- cies naturales y el de las dstinciones de esas especies, el individuo monstruoso iempre se referia, sino sistematicam al menos virtalmente, a una cri- lo XIX, vamos a ver que la relacin se Une probs, por To TaN: ;cémo se prodyjo la transformacién? ;Cul fue su operador? Creo que para poder resolver la cuestién, antes hay que plantear otra, desdoblarla y preguntarse cémo fue posible que en el ya encrado el XVitl la lectura de la monstruo 4 LOS ANORMALES razén hay que buscarla por el lado de lo que podriamos llamar la economfa del poder puntive. Enel deecho cisco ~cieo que toque este asun vara recs, de modo que voy a ir répido-.! el crimen era, aunque no tinicamente, el daiio voluntario hecho a oro. Tampoco ers solamente na lesign y un tra los intereses de la sociedad en su toralidad. El crimen era crimen en la medi- da en que, ademés, y por el hecho de serlo, afectaba al soberano; afectaba los luntad del soberano, presentes en [a ley: af za, el cuerpo, el cuenpo fisico del soberano. En todo crimen, por lo habia enfenamiento de fuera ebelin,inauteccén conta el sober ee eee ode reid. Por wo. y er fates em yo eens Ms le oe ar che de eased ‘igo, a cambio -como podrén comprenderlo claramente-, no era simplemente ni reparacién de los dafios, desde luego, ni reivindicacién de los derechos o los inverse fundamentals de la sociedad, Eleatgo er algo més la venganta.del__ soberano, su revancha, el contragolpe de su fuerza. El castigo era siempre vine ica, y vindicta personal del sberano. Este volvia a enfrenar al criminal; pero cesta vez, en el despliegue ritual de su fuerza, en el cadalso, lo que se producta era sin dud I inversin ceremonial del crimen. En el cargo del cmina se asst a la reconstuecién ritual regulada dele invpridad del poder Ene el ctimen y su castigo no habia, a decir verdad, algo asi como una medida que sir- viera de unidad comin a uno y otto. No habia un lugar comin al crimen y al eS sg tclacén entre cmen ycatigo nose planeabs en eines de\medida, gual "eae el eso La Soi punitive yx ceado (en patos, case el 10 de enero de 1973). CLASE DEL 29 DE ENERO DE 1975, 85 dad de elementos constitutivos de ese terror. En primer lugar el terror inherente i smo la manifestacién del crimen; en cierto mo- presentarse, acrualizarse_o.seactualizarse. en el ‘axtigo mismo. El propio horror del crimen debia estar ahi, en el cadalso. Por lo que podrfamos llamar la en y su castigo no era una me- atroz era la forma o, mejor, la intensidad que asumia cuando alcanzaba cierto grado.de.rareza, violencia o.es- céndalo. Un crimen Uegado a certo nivel de intensidad se.consideraba atroz, y al crimen atroz tenfa que responder Ia atrocidad de la pena. Los castgos atroces estaban destinados a responder, a retomar en si mismos, pero para anularlas y derrorarlas, las atrocidades del crimen. Con la atrocidad de la pena se trataba de hacer que la atrocidad del crimen se inclinara ance el exceso del poder triunfante. Réplica, por consiguiente, y no medida.? El erimen y su castigo s6lo se comunican en esta especie de desequilibrio que gira en rorno de los rcuales de la atocidad. Por lo tanto, y como se darn cuenta, ro habia enormidad del crimen que pudiese susctar una cuestién porque, preci- samente, por enorme que fuera, por atroz que se manifesta, siempre habia po- der de mas; como caracteristco de la intensidad del poder soberano, habia algo que permitia a ese poder responder siempre a un crimen, por atroz que fuera No haba crimen en suspenso, en la medida en que, por el lado del poder encar- ido de responder 2 4, siempre existfa un exceso susceptible de anulalo. Es por ‘so que, ante un crimen atroz, el poder nunea tenfa que retroceder 0 vacilar: una provisidn de atrocidades De tal modo se desarrollaron las grandes escenas de suplicio del siglo Xvi € incluso del Xvi. Acuérdense, por ejemplo, del crimen espantoso perpetrado contra Guillermo de Orange. Cuando lo asesinaron, la respuesta fue un supli- cio que era tan atroz como el crimen. Esto ocurtia en 1584, y quien lo cuenta «3 Brantome, El asesino de Guillermo fue sometide al suplicio durante 18 dias: 1a dscusign que sigue, M. Fo coma y desacolla temas abordados en Suir 0b. de, pp. S161 (ep. 2: "Lela des suppliers) 86 LOS ANORMALES CLASE DEL 29 DE ENERO DE 1975 7 ‘a medida, no es necesario y, en el limite es incluso imposible, que haya algo ast como una naturaleza del crimen enorme. No hay naturaleza del crimen n@ de dl. No hay mecénica del crimen que dependa : no hay sino una estrategia del poder, que despliega su fuer- za alrededor y a propésito del crimen. Es por eso qui, hasta fines det siglo ‘nunca hubo un verdadero interrogante sobre la naturaleza del criminal. La rnomfa del poder era tal que esta pregunta no se habia planteado 0, mejor, slo sea encuentra de una manera niuy marginal, que les seRalo al pasar. En cierca ‘antidad de textos, y en particular en uno de Bruneau que data de 1715, las Observasions es Maximes sur les matiéres riminelles, puede leerse lo siguie juez debe estudiar al acusado. Debe estudiar su esprit, sus costumbre, el vigor de sus cualidades corporales, su edad, su sexo. Debe adentrarse cuanto pueda en sies posible, en su alma. Evidentemente, un texto egramente todo lo que yo les deca, de una ma- ra, hace un momento. Pero en realidad, cuando se observa el texto, se advierte que si bien en el juez se requiere el saber del cxi- ‘minal, no es en absoluto para comprender el crimen, sino tnicamente para sa- ber si fue cometido. Bs decir que el juez tiene que conocer el alma del criminal para poder interrogarlo como es debido, para poder pescarlo en la trampa con sus preguntas y tejer a su alrededor toda la astucia capciosa de los incerogatorios yy atrancazle la verdad. El saber del juer debe cercar al criminal en cuanto sujeto poscedor de la verdad; nunca en cuanto criminal, en cuanto autor del crimen. Puesto que una vez que confiesa,rodo ese saber se vuelve ini en lo que respec. ‘2a la determinacién del castigo. De tal modo, el saber invite al sujto sapiente y no al sujero criminal. Creo que pedemos decir, en consecuencia, que hasta f- nes del siglo XVitl la economia del poder punitivo era tal que la naturaleza del czimen, sobre rodo la del crimen enorme, no tenia que plantearse. Ahora, goémo se produce la ransformacién? Y con ello pasamos a la segun- da parce de la euestién. Més precisamente, gde qué manera el ejercicio del po- der de castigar necesitd, en un momento dado, referrse a la naturaleza del cri- minal? ;Cémo, a parti de cierto momento, la dvisién encre los actos los actos ilicitos se vio obligada a duplicarse con una distribucin de l duos en normales y anormales? Quert n la siguiente direccién. Sabemos bien el siglo XVIU invents toda una serie de tecnolog I del poder a fines del smado de la jurisprudencia de Avifion (se trata de 1ego de darle la ben- que usan en los ma- desdichado, que cae nera un poco esqueméti smo y en el momento en que su objeto yz ha desaparecido, para encaenizar- se, por lo tanto, en un cadaver. No bien el desdichado cae muerto, el verdugo, lo degiella, cosa que lo lena de sangre y constieu- fas; le cercena los nervios junto con los bre el vientre, del que saca el corazén, el higar do, el bazo y los pulmones. los cuales cuelga de ganchos de hierro para cortae- los y dividirlos en fragmentos que pone en los oxros ganchos @ medida que los corta, como se hace con los de un animal. Que mire quien pueda mirat”.* ‘Asi pues, podrén darse cuenta de que los mecanismos de poder son tan fuer- wey #8 exo et an snalente cca, quel casio de cximen munca tiene que reinscribirlo, por enorme que sea, en algo que se erija en naturaleza 7 Jor Ihismes lo sufeicmemence fares pra ab. la enormidad del erimen. En es- cs Mémeie contenant lve det hammer ilar grande 1665). sur les masires rine, 2c, Pats, F715, p. 259. > Foucault resume aqui aA, Brunens, Observations t Maxime. ob it ij

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