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Feminismos Prmiremicos Merwss y Democracia, Max tima (1992): El miedo a la Modernida. I London, Routledge, laideh (ed.) (1999): Feminism and Islamic Fundam: n: The uilysis. London, Zed Books. Nanpy, Ashis (1983): The Enemy. Loss and Recovery of se ialism. Oxford, Oxford University Press. (OvEwumt, Oyeronke (2000): «Family Bonds /Conceptual Binds: African’ Notes on Feminist Epistemologies», en Signs, vol. 25, ntim. 4, pp. 1093+ 1098. Rick, Adrienne : «Notes toward a politics of location», en Reina Lawis y Sara Mitis (2003), Feminist Postcolonial Theory. A Render. 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Traducci6n del inglés: Dra. PILAR RODRIGUEZ MARTINEZ El desplazamiento 0 el hecho de estar «fuera de lugar» se ha con- vertido en una de las mas poderosas imagenes del mundo moder- no. El desplazamiento ya presupone sui contrario, que puede ser pensado como «estar en su sitio». Pero la nocién de «estar en su o» tampoco es fécil de pensar, del mismo modo que no lo son otras nociones relacionadas, como la de la identidad o la pertenen- cia Las cuestiones sobre las fronteras y las Iineas divisorias, al gual que las cueestiones sobre las jerarqufas en la sociedad, son importan- tes para ayuclarnos a reflexionar sobre las ideas relacionadas de lu- at, localizacién y posicién, y sobre la identidad y la pertenencia, ten, ademas, pruebas suficientes para decir que la pertenencia es un proceso generizado y que el género es central para la forma- ion de las lineas divisorias que caracterizan la formacién étnica y Racional de los estados, asf como st transformaci6n. Es facil olvidar ue desde hace mas de veinte afios algunos de nosotros venimos reflexionando y escribiendo sobre las intersecciones de género, ad y clase. Hemos defencido que las mujeres se hacian cargo de los discursos sobre la reproduccién nacional, de las imagenes y también de las pr s, mientras que los hombres Ilevaban a cabo ‘les diferentes en los procesos nacionales. Las mujeres eran impor- fantes en la reproduccién de la ideologia y la cultura de la nacién y Pata producir sujetos nacionalizados a través de la transmisin de 49 ___Femunismos Penirenicos ideologias nacionales, asi como précticas nacionales y étnicas. Ellas eran los simbolos de la naci6n. Con frecuencia, la nacién era repre- sentada como tuna mujer, en particular cuando se reivindicaban de- rechos. Por ejemplo, en Chipre, después de la guerra e invasion de 1974, se pusieron muchos carteles en la isla que mostraban la foto de una mujer de luto con el lema de «nuestra Chipre martir». Chic 7 pre era esa mujer de luto, en duelo. Las mujeres desempefian pape- les especificos en acuerdos institucionales, tanto en lo que se refiere al estado-nacién como al mercado de trabajo 0 el ejército. Y en los procesos de migracién, por supuesto, las mujeres son muy importantes. Esto es asi no s6lo porque se haya feminizado la migracién, como ya sabemos. Las mujeres son en muchas ocasiones la piedra angular de la transmisién étnica, y de la transmisién y reproduccién cultural, asi como lo son en la reproduccién del patriarcado. Por tanto, necesitamos ir més all del estado-nacién, porque los procesos de globalizacién apuntan hacia un mayor mo- vvimiento transnacional de cultura, capital, modos de comunicacién y, por supuesto, de trabajo. Estos procesos de globalizacién supo- nen el creciente imperialismo de formas culturales occidentales que se han convertido en bienes consumibles en un creciente mercado, cada vez mas Avico de los productos de la abundancia, a menudo en naciones donde la pobreza y la explotacién por parte de los prin cipales paises occidentales contintia ycrece. También vivimos en un tiempo en el que las distinciones entre ricos y pobres, entre quienes tienen y quienes no tienen nada, han llegado a ser mayores, en_un. ‘mundo desgarrado por cuestiones de raza, nacionalismo y racismo. Por supuesto, estos conflictos entre etnicidad, nacionalismo y racis- mo estén apoyados por intereses econémicos y de otros tipos. Los debates sobre las fronteras, sobre la seguridad, sobre la cohe- si6n social, se convierten en algo muy importante, sobre todo en lo que los estadounicenses y los britanicos denominan «el mundo des- pués del 11 de septiembre», Esto ha reforzado la importancia de retomar de modo critico las nociones de pertenencia, Con esto quie- +0 decir trabajar sin aceptar los clichés conocidos sobre lo que signi- 50 [GeNeR0, ETNICIOAD, CLASE ¥ MIGRACION. las nociones de pertenencia, sino adoptando una posicién ex fica Tae Zs ‘con respecto a esas nociones. Tenemos que ir mas alla de las politias dela identidad 0 de las politics de pertenencia y relacio- Pe esas nociones com la continua importancia de la desigualdad de Ips recutsos-sociales en el mundo modemo. Necesitamos reflexio- rar sobre lo que se ha denominado «modos interseccionales», pero redefiniendo y desarrollando este concepto. En esta linea, intentaré ‘eflexionar sobre el concepto de interseccionalidad, porque pienso que es importante desarrollar un modo interseccional de andlisis de Jos procesos sociales. También desarrollaré la nocién de pertenencia translocalizacional. Pues, a medica que nos centremos en la inter~ seccionalidad de las nociones de pertenencia, nos podremos alejar de las nociones de pertenencia esencialistas. Por otro lado, evitare- jos también el rabioso deconstruccionismo de las aproximaciones postmodernas la pertenencia y a la identidad, que al final nos de- 1n vacios. Ahi es donde la nocién de pertenencia translocalizac nal nos puede ser de utilidad. Mi punto de partida es la espinosa cuestidn de como pensamos sobre la pertenencia y Ja identidad en una forma transnacional (y {que he denominado tin modo translocalizacional), que reconozea la diferencia y las multiples localizaciones, posiciones y pertenencias que la gente manifiesta. Y se trata de reconocer esta multiplicidad de una manera contextual y situada, sin acabar en una meticulosa n de la diferencia. Pero permitanme que les ofrezca ‘mi propia narrativa personal sobre la pertenencia. Nuestra propia posicién influyeen a manera en que pensamos sobre nuestras ideas en el mundo. Y yo misma soy hija de migrantes, primer momento en el que me di cuenta de la existencia de las fronteras y las lineas divisorias fue cuando era nia. Mi padre se fue ‘un pais extranjero, Inglaterra, unos meses antes que el resto de la familia. Luego vinieron los barcos y los trenes. Un viaje de siete dias que me llevaba del soleado Chipre, pasando por Venecia y Paris, hasta un Londres gris y con niebla. Y en los ojos impacientes de mi Papé, los trayectos, pérdida, anhelo, temor. Y ahora otra frontera, deconstrus 51 ae REE Feminisos PeRirenicos aia sa _GeNeRo, ETNIGIDAD, Ct encia contra et poder colonial —briténico—, pero se lt- como migrante, la frontera entre el hogar y la escuela. Un rect Trmando del ala derecha de os nacionalistas. Un dia, de muy vivo de una profunda exclusi6n y denigracién. Recuerdo en yaind haba baie“ rimera clase en una i aS is nr aoe Primaria local del norte de Londres, relta a casa, UNA nifia pequefta me dijo que los de EOKA habian ina maceta pequefia, pero.a m{no- gil wuigo ai pad. Mi padre eta come sta, y EOKA y los comu- qué yo no podia pertenecer al club de los niftos con maceta? Ahora creo que probablemente era porque legué tarde al curso cuando habian hecho el pedido de macetas y probablemente habian pa ad algiin dinero. Yo estaba llorando cuando mi madre vino a pee me. Pero no hubo explicaciones. “7 Cuando ya podia entender el idioma, recuerdo que me llamaban varegs ae Y yo odiaba la comida, odiaba las zanahorias her ee 3 es ay diferentes alas que yo estaba acostumbrada, ae a comida, griega grasosa, era lo que me coreaban 10s. Y luego senti mi mano golpeada por la profesora. Pero Pais llevarles a otra frontera. Unos afios después regresé a ee a Nicosia, cuando tenia unos ‘ocho afios mas o menos mi familia regres6 a Nicosa por un breve tiempo. Entonces fui a otro. ee an colegio greco-chipriota en Nicosia esta vez. Y ahi yo era’ wena «nifta inglesita», é Sona pele patatniloe ne quel grie- Aquella era la época de la EOKA®, de la lucha nacional y de los pclae alle empapados en sangre, por las calles. ees eran? 2De los suyos 0 de los nuestros? :Acaso importa- oe de los suyos 0 de los nuestros? Por supuesto, ésta era la pregunta que la gente siempre hacia. Los que han matando, 2s de los suyos o de los nuestros? Aquélla era la época de la luc ra ra as no se levaban bien (EOKA formaba parle del ala derecha del grupo de liberacion nacional en Chipre). Por supuesto que no era Berto, afortunadamente a mi padre no lo habjan matado, pero la mina pequena que me 10 dijo lo estaba haciendo de un modo mali- peo porque mi padre, como he dicho, era un comunista activo. ¥ sne acuerdo también de haber ido al ppuetilo de mi madre durante tinos dias y 1os amiguitos de mis primos estaban diciendo que mi padre era un comunista malo, 5 ‘comunista, y por primera vez Paclinea lo habia sabido antes— me enteré de que os ‘comunistas nen Dios, Me quedé muy sorprendida cuando me enteré lla nifita de que los comunistas no crefan en Dios. jertemente impresa nist no cre por aquel 'Y luego otra frontera, la frontera que esta fi cen todas las sociedades donde hay conflictos étnicos La frontera con y contra tu otro, que esté ala vuelta de la esquiina, pero que no puede entrar en tu casa. Porsupuesto, ls turcos chipriotas en nues- Pe caso, Nosotros viviamos en el casco antiguo de Nicosia, en callejon al que apenas iban los greco-chipriolasyy habia cerca Wn po de casitas donde vivian turco-chipriotas, o turcos, 0h noso- vy los llamabamos. Y los vecinos te decian que no fueses ali Pero apor qué? Por qué no podia ir yo all? Bra divertido, eran buenos jugancoa la pelota y saltandoa Ia comba. Pero noy ellos noson como sastios, tienen costumbres diferentes, segrin se nos decia Mejor quedarte en lo tuyo. Y algunas veces me paraba al egar ala esqui- na, a aquella frontera imaginaria, pero demasiado real. Noera nece- sario que hubiera una bandera, alambres de espinos © soldados. La jente. Aqui tens era existencia de aquella prohibicién era suf va de rechazo del otro. Donde no me encontraba en él ‘era una misma, coexistiendo con la otra Jesouda» 0 la «nifia inglesa», que toda- 30. FOKA—Eu Orgomasis Ki iton— es la Organizacion Nacio- contra el po- nacidn y la ica independiente en 3974, ¢n colabo ‘mos la frontet caso de ser yo una «otra ‘comunista y la pequefia «eng! via soy en esa sociedad. 53 he Feninswos PemieeRicos Un hogar, pues, como es tipico de los nifios migrantes, que est ‘en dos lugares al mismo tiempo y, por lo tanto, en ninguno. Todas estas fronteras de la migracién, del sentirse extranjero, porque yo lamaba la atencién; y las fronteras con los colonialistas ingleses, las fronteras entre los comunistas y los otros, y las fronteras de la perte- nencia relacionadas, desde luego, con la diferencia de género de la que todavia no hemos hablado; y, por supuesto, las fronteras de cla- se, de las que también podria hablar, pero no dispongo de tiempo ahora. También podrfamos hablar de las fronteras con los turco-chi- priotas y, por supuesto, de mi creencia actual en un Chipre que sea inclusivo y del rechazo a todas las fronteras étnicas. ‘Asi que simplemente a través de esta breve descripci6n personal dle mis propias fronteras y lineas divisorias, pueden ustedes ver que las fronteras y las lineas divisorias son de muchos tipos. La dificul-_ tad reside en intentar pensara través del complejo entrecruzamie! to y_de las contradicciones que estén implicadas. Y esto es lo que plantea retos a las feministas y antirracistas cuyos proyectos politi- cos muchas veces suelen llevarles a priorizar las fronteras y las iden- tidades que constituyen el foco de sus propias luchas. En el caso del _ femninismo, el proyecto significa priorizar la lucha de género y mu- chas veces en estos procesos las feministas se olvidan de otras lineas divisorias y de otras luchas que necesitan ser fraguadas. Por tanto, es importante ser conscientes de las otras Iingas divisorias de dife- rencia e identidad y de exclusién cuando estamos luchando en el frente feminista. De otro modo, podemos caer, creo, en la trampa del fundamentalismo feminista. He comenzado, pues, hablando de pertenencia y les he ofrecido, una especie de narrativa personal sobre mi propio tipo de experien- cias en relacién con.el movimiento a través de las fronteras naciona- les como migrante. De hecho, la identidad y la pertenencia han tle- gado a ser muy importantes en las discusiones actuales. Constitu- yen, particularmente después de los sucesos del 11 de septiembre, uno de los asuntos fundamentales de la vida moderna. Como nos identificamos colectivamente? ;Dénde nos colocamos cuando nos 54 GeneRo, ETNICIOAD, CLASE ¥ MIGRACION sitwamos colectivamente? Creo que es precisamente cuando nos sen- Fimos desestailizads, cuando buseamos respuestas Para las cues tlones suscitadas por la incertidumbre, la desconexion, la alienacién, In invisibilidad, la amenaza, cuando nos obsesionamos més con la jdea de encontrar, ¢ incluso fijar, un lugar social donde sentirnos en x ea o, por lo menos, més en casa. Intentamos buscar nuesttas rafces imaginarias, para tener un refugio seguro —o que por lomeros cree mos que es seguro— en nuestro grupo, nuestra familia o nuestra nin, de forma exagerada. Las cuestiones de la identidad y la per- tenencia se han convertido en particularmente importantes, sobre todo en situaciones de conflicto 0 de falta de estabilidad. Adénde pertenezco es un pensamiento recurrente para muchos de nosotros Pel mundo modemo. Y esta cuestién se magnifica con el senti- miento de que hay una serie de lugares, espacios e identidades, a las {que no podemos pertenecer. Como consecueneia, Ia pertenencia st pone una dimension afectiva o emocional en elaci6n con las obliga- ones y lazos sociales. Y, por supuesto, esto es relacional. La perte- rencia supone decir que pertenezco a éste y no a ese grupo. Sélo podlemos pensar que pertenecemos a un grupo posiciondndonos ‘como no pertenecientes a otro grupo o grupos. Se trata de un con cepto relacional. Sin embargo, cuando decimos que pertenecemos a tun grupo, por ejemplo la colectividad griega 0 espafiola, estamos ignorando 0 apartando a un lado y subestimando las diferencias que hay dentro de ese grupo: las pérdidas; las ausencias, las fisuras, las contradicciones que existen en el seno del grupo: Estamos asu= rmiendo que la colectividad griega o espaitola existe como una enti- dad no problematica a la que podemos pertenecer, que no hay con- tradieciones, que no hay diferencias en su seno. Es decir, constru- yendo nuestro sentido de pertenencia a un grupo concreto, disfrazamos las contradicciones, las ignoramos. Y en el proceso de realizar esas asunciones de pertenencia, naturalizamos el grupo, damos por sentadas las similitudes que hay en el grupo, Olvidamos que la pertenencia no es algo natural, que es construida, que tiene ‘unas resonancias politicas y que constituye una postura politica. Esto Fem 105 Penirenicos «iltimo es muy importante en ciertos contextos. En Chipre, por ejem= pplo, algunos greco-chipriotas afirman que ellos perfenecen al ethnos griego. Esa es una declaracién muy politica porque lo que estan di- ciendo es que st lealtad principal es con el grupo griego de Chipre, no con todo Chipre. Muchas veces no nos damos cuenta de hasta qué punto son politicas e ideolbgicas nuestras nociones de perte- nencia, por ejemplo, cuando hablamos de nuestros derechos territo- riales, o cuando debatimos asuntos sobre los derechos de los inmigrantes al bienestar social y asuntos por el estilo. Por tanto, ne- cesitamos evitar la idea de una comunidad natural de la gente. La pertenencia se produce socialmente, es contextual, situacional, y puede ser vista como un acto politico, asi como una manera de ubi- cat quiénes somos de un modo afectivo y emocional. La pertenencia, pues, no tiene que ver s6lo con quiénes nos sen- timos ser, sino que la pertenencia tiene multiples dimensiones. Exis- te, ciertamente, la dimensién de cémo nos sentimos con nuestra localizacién en el mundo social que, como he dicho, es producida, aunque sea dificil para nosotros ser conscientes de eso. ¥ la gente puede reforzar su sentido de pertenencia como sujetos étnicos o nacionales, como griegos, chipriotas, espafoles o briténicos, cuan= do existe algtin tipo de conflicto o cuando hay exclusién. La perte= nencia se genera, en parte, mediante experiencias de exclusién a través de reivindicaciones sobre los recursos sociales. Y la perte= nencia trata sobre experiencias formales e informales de pertenen= cia. Tiene una dimension experiencial as{.como-una-dimension afectiva. La pertenencia trata sobre las experiencias y sobre las préc= ticas. Expresamos nuestra pertenencia a través de nuestras practi- cas. Por tanto, la pertenencia no sélo trata sobre el hecho de ser miembro de una comunidad, de los derechos en la comunidad ¥ de los deberes que tenemos con esa comunidad (como en el caso de la ciudadania, pertenencia en el sentido de ser un ciudadano). Ni tiene que ver sélo con formas de identificacién con el grupo, como cuando digo que pertenezco a la colectividad greco-chiprio~ ta; no se trata sdlo de identificacién, sino que también tiene que 56 yer con una serie de procesos experienciales, practicos, ideolégi- ‘cos y politicos. ‘Un problema central en muchas discusiones sobre la identidad, especialmente en la literatura sociol6gica, es que generalmente se hha entendido como membresfa cultural a una comunidad. Esto su- pone que nos sentimos identificados con un grupo cuya cultura com- partimos. Como he argumentado anteriormente, la pertenencia y la jdentidad poseen cierto ntimero de rasgos que tienen que ver con la politica y la ideologia, con la préctica y Ia experiencia. Por eso es muy importante localizar la nocién de pertenencia en términos de diferencia: las diferentes localizaciones que ocupamos, a menudo al mismo tiempo. i pensamos en la pertenencia en relaci6n al género, en tanto que hombres y mujeres, y en la pertenencia en términos de la posi- cidn nacional o étnica, podemos afiadir también la pertenencia en términos de nuestra posicién de clase. A menudo solemos llevar la pertenencia a estos tres (y a otros) espacios o divisiones sociales juntos. Actualmente es bastante dificil separar nuestra pertenen- cia como mujeres, de nuestra pertenencia como miembros de una clase particular 0 como miembros de un grupo étnico particular, debido a que en nuestra experiencia vivida todas estas cosas se encuentran entrelagadas. me lo permite, una vez hechas estas aclaraciones para esta- blecer un modelo de andlisis, me gustaria volver a hablar ahora de la pertenencia en un contexto migratorio. Las investigaciones sobre las minorias muestran algunos de los problemas y de las contradic- ciones que afrontan los inmigrantes. Existen varios intentos de teo- tizar y entender la pertenencia en un contexto migratorio {Encon- tramos aqui algo singular en la pertenencia de los migrantes, de la Bente que se mueve de un lugar a otro? ;Se trata de algo mas que tuna diferente relacién con, por ejemplo, Grecia o Espana, 0 una rela- ci6n con América o Australia diferente de la de quienes se han que- dado en Grecia o Espafia? {Han desarrollado los migrantes un modo diferente de pensar sobre el mundo? Por ejemplo: zson ellos més 57 Feminsmos Penirenicos ‘comtinmente cosmopolitas en su modo de pensar? ¢Son con frecuens cia menos nacionalistas 0 menos etnocéntricos? Estas son algunas de las cuestiones que los investigadores han intentado responder cuando han observado a las poblaciones ‘igrantes. Y han existido dos posiciones diferentes que han emergidg en gran parte de la literatura. La primera es la idea de que estos ‘migrantes presentan en la actualidad modos muy distintos de pene sar sobre el mundo. Los migrantes y sus descendientes desarrollan relaciones muy complejas que incluyen redes migratorias y diasporicas, Por ejemplo, en mi caso en Gran Bretafia, yo podria pertenecer a una asociacién, por ejemplo la de mi pueblo de origen en Chipre, que tiene su propia asociacién de migrantes. Los migrantes mantienen lazos simb6licos, sociales y materiales con el pais de origen:Puede que inviertan en sus paises de origen, aunque su vida cotidiana se desarrolle en América 0 el Reino Unido. Y la tra complicacién es que frecuentemente los migrantes 0 las pobla- ciones en diaspora son objeto de presiones desde el pais de origen, En el caso de Israel, Grecia o Chipre, por ejemplo, el pais de origen intenta mantener la identidad en la situacién de diéspora. Quieren que las poblaciones en dispora les ayuden a construir su proyecto nacional. Toco esto crea una realidad multiple. El término «diéspo= ta» ha sido usado en sociologia de un modo teérico 0 conceptual para sugerir que si eres miembro de una diaspora, entonces desa- rrollas una nueva y diferente forma de conciencia compleja realidad. EL otro concepto que se ha desarrollado gira en torno al término thibridad». En este caso se pone el énfasis en la idea de que dentro de las poblaciones migrantes se produce una especie de sintesis de elementos culturales diferentes y de diferentes experiencias qué tienen que ver con la idea de la emergencia de conocimientos / comprensiones sintéticas / sincréticas. Al hacernos més hibridos en el modo de pensar sobre el mundo, se puede escoger y elegir mas — por ejemplo, los rasgos de la cultura materna o la ideologiao Jos modos de vivir que se quieren adoptar—. Esta idea podria supo- vineulada con esta 58 Genero, ETNICIOND, CLASEYMIGRACION ner por ejemplo, que yo puedo elegirque no vey a Sane tl Ticorme en la religién, o en otras tradiciones mantenidas p aim res. Que no voy a casarme por la iglesia, por ejemplo, pero 1s Pe eptar, por otro lado, la importancia que mi cultura le otorga ee ecceel familiares. Y puedo mezclar esto con la idea del ma- ae civil 0 incluso con la cohabitacién, que tomo de mi expe- vencia en Inglaterra. i ‘Creo, sin embargo, que la construccién de esa eleccion sat clemento principal que determina el coger y mezclar de los dife- sates elementos culturales es muy problematico. Y es que, en tan- ie que socidlogs lo que tenemos que expt ‘ar, prec soto por qué algunas personas eligen adoptar mas valores y elem - é: {ura dss pes, mena que ors personas eigen op tarmenos. ¥ pienso que las telaciones entre el género, la etnicida y la clase social son importantes aqui. Por ejemplo, necesitamos saber si actualmente las mujeres jévenes establecen. relaciones di- ferentes a las de los hombres en términos de hibt idad, fateh conel pais de origen como con el pais en el que viven. Ast, pues, A fencontramos con todo tipo de preguntas sobre la clase 0 sobre el género cuando abordamos el debate sobre la diaspora o las hibridades. Noes posible pensar en la diéspora o la hibridad como procesos que tienen lugar al margen del género y de la clase mo Gran parte de la literatura sobre las migraciones de los tlt mos aos ha puesto énfass en estas cuestiones qué ocurre con la cultura de los migrantes?, ;cudl es su sentido de pertenenci " Y¥a mime gustaria plantearles una critic, no porque rea que a cultura no es importante, sino porque podemos sobrevalorar la importancia de la cultura. Pues la cultura no existe en un vaclo social: existe en términos de estructuras, de procesos, como los dela clase o el género. Por tanto, no nos podemos centrar exclu= sivamente en las diferencias culturales 0 en los enfrécnuzarien= tos que tienen lugar en la situacién de la persona migrante, sino que se trata de localizarlos como parte de, y entenderlos como, rie Procesos estructurales. 59 Feaaiistaas PERiFERICOs Teniendo en cuenta esos asuntos, podriamos plantearnos, coma socidlogos, diferentes tipos de preguntas, que podrian incluir algus nas de las siguientes: ;Bajo qué condiciones, estructurales © politi= cas, se hace posible la sintesis de elementos culturales? {Qué ele: mentos de la cultura abandona la gente? Qué aspectos de la cultue aes més facil que sobrevivan? En muchas de las, investigacit que se han hecho en el campo de la sociologia se concluye que a menudo el género tiene una influencia continuada; las culturas en torno al género y las diferencias de género a menudo sobreviven, aunque otros elementos puedan desaparecer. Y esto ocurre debi ‘en parte a que el género es un elemento central de la-cultura y un elemento definitorio de la diferéncia cultural. El papel de las muje- | res también es crucial en la reproduccién y la preservacion de la cultura «de casa» en el asentamiento migrante. Hay ptesién sobre las mujeres en las familias y en las comunidades organizadas de migrantes para que transmitan las ideologias culturales tradiciona- les a sus hijas e hijos. No deberfamos olvidar las bases materialistas de la cultura, ése es el mensaje que me gustaria desarrollar cuando hablamos de cultura. Me gustaria volver brevemente ahora a un conjunto de cuestio= nes relacionadas con la pertenencia en el contexto de la migracién, que tienen que ver con el debate sobre el multiculturalismo, Desde 1990 aproximadamente, han llegado nuevas oleadas de poblacién migrante a las sociedades de Europa del Sur. Y tienen que hacer frente al desarrollo de una sociedad multi-étnica y multi-cultural. Por supuesto, en los paises del norte de Europa y el mundo occiden= tal se viene debatiendo sobre el multiculturalismo desde hace algin tiempo, se han puesto en practica ciertos tipos de politicas multicul- turales y se han desarrollado algunas practicas multiculturales. El propio multiculturalismo ha recibido eritieas. Una de las principa- les criticas al tipo de politicas multiculturales practicadas en paises como CanadA y el Reino Unido subraya el papel sobredimensionado que se da a la cultura. Es decir, que, por ejemplo en Gran Bretaiiay cuando se discute sobre multiculturalismo, se piensa en ensefiar la 60 [GENERO, ETNICIDAD, CLASE ¥ MIGRACION Jengun de origen 0s nites, © proveer fondos para que puedan Hr escuclas especiales o desarrollar grupos donde puedan en- hacttarse o dedicar tiempo a su cultura. Y esto pone la cultura en contjenos compartments a fj la museiza>, Se presupone peal gente que Viaja, que migra, en la actualidad desean preservar ultra y que su cultura es esttca, Pero la cultura, tal y como la Socemos, es un fenémeno dindmico y en movimiento. El multi- fulturalismo liberal «museiza» la cultura. (Otro de los aspectos relacionados con este énfasis en la cultura, y con la preservacién de la cultura através del multiculturalismo, ha Sido desarrollado mediante lo que podriamos denominar el relat tismo cultural. El relativismo cultural dice: en tanto que se trata de Ja cultura del grupo, uno tiene derecho a ejercitar su cultura, por sjemplo,siestoes lo que ellos quieren, tienen el derecho de hacerlo, ¥ debemos celebrar que lo hagan, Una de las dificultades desde un punto de vista feminista es, por supuesto, que muchas culturas, in- luyendo las culturas occicentales, estén basadas en la opresi6n de las mujeres. Asi, sise desarrolla una filosoffa multiculturalista y una practica que se base en el principio de que las culturas tienen ciertos derechos a desarrollar sus propias tradiciones y su propio modo de vida, entonces no se puede plantear el asunto de la opresién de las ‘mujeres y de su explotaci6n dentro de la cultura. Y ésta es otra ra- z6n por la que se tiene que pensar en un tandem no solo de los dere- chos de las minorias sino también de los derechos de sectores parti- culares de las minorfas, en los que hay mujeres y miembros de las clases subordinadas. No se puede decir que tenemos que construir luna sociedad que sea més democratica y multicultural y afirmat, al mismo tiempo, que a la gente les esté permitido ejercitar los dere~ chos que tienen en términos de su cultura, cuando eso implica la explotacién de las mujeres. Pero también tenemos que reconocet, Por supuesto, que la explotacién de las mujeres no sélo tiene que ver con lo que pasa con las acciones de los hombres. Esto lo pode- ™os ver en Grecia 0 en Espatia, donde las mujeres, particularmente |as mujeres griegas o espafolas de clase media que emplean a traba- 61 Feminismos Peiresicos jadoras domésticas, pueden oprimir también a mujeres de otros grus Pos sociales. Asi, pues, cuando pensamos en la opresién de las mu jeres, tenemos que pensar que la opresién de las mujeres no sélo__ tiene que ver con lo que sucede con los hombres (a pesar de que una de las nociones de opresién del feminismo clésico era que las mujex res eran oprimidas por los hombres). Sin embargo, cuando se tie en cuenta la etnicidad y la clase social se puede reconocer que lag mujeres pueden también explotar a otras mujeres. La explotacién de las extranjeras.o-de las «otras» mujeres, el uso de las mujeres pata desarrollar tareas tradicionales en el hogar por parte de muje- res que desarrollan sus carreras, puede ser visto, por un lado, de un modo positivo, Para las mujeres nativas significa que ellas (en nues- tro caso usamos como ejemplo a las mujeres espanolas 0 griegas) entran en el mercado de trabajo convirtiéndose en menos depen= dientes de los hombres. Pero al mismo tiempo ellas son creciente- mente dependientes del trabajo de otras mujeres a las que se les aga muy poco y mantienen pocos derechos de ciudadanfa, espe- cialmente si son ilegales. Ast, pues, por un lado puede ser visto como algo positivo el hecho-de que las.griegas o las espafolas estén me- nos oprimidas y explotadas pero, por otro lado, eso se basa en la explotaci6n de otras mujeres. Y otra cosa que pasa en este tipo de situaciones, este uso de otras mujeres, es que dificulta la transfor macién de las relaciones de género. Los hombres aceptan que sea otra mujer la que contintie trabajando en la casa, que cuide de los hijos y que desarrolle las tareas domésticas. Asi, pues, el uso de las mujeres extranjeras para desarrollar la mayorfa de las labores do- ‘mésticas mientras que, por ejemplo, las mujeres griegas o las espax folas salen a trabajar fuera de casa, significa que las relaciones de, género no se transforman, puesto que no ocurre nada con los hom=_ bres, que siguendependiendode otras mujeres para desartollar esas. tareas domésticas- Aqui es important@et papel debestado; especial- ‘mente en el caso de la migracién ilegal. Y, por supuesto, en el caso de la mayorfa de las migraciones hacia el Norte y el Sur de Europa Aquf es la ilegalidad que afrontan las migrantes, lo que las convier- 62 GENER, ETNICIDAD, CLASE ¥ MIGRACION. jeen muy vulnerables. El trfico de mujeres es un ejemplo especial- mente perturbador, que muestra cémo las mujeres son llevadas a menudo bajo falsos pretextos y forzaclas a entrar en la prostitucién, ” Construir una sociedad multicultural, una sociedad multi-étnica, se encuentra actualmente en la agenda de la mayoria de las socieda- des, dada la creciente globalizacién del trabajo y los movimientos transnacionales de poblacién. Pero cuando desarrollamos unas es- tructuras multiculturales, politicas 0 practicas, tenemos que tener cuidado de no fijar ni «museizar» la cultura y no podemos ignorar |a posicién de las mujeres dentro del debate sobre el multicultura- liso. De modo que en tandem con el asunto de los derechos multi- culturalistas deberiamos tener en cuenta los derechos de género y asegurar que los derechos humanos de las mujeres (y, por supuesto, los de clase y recursos econémicos) también tienen que ser tenidos en cuenta en estos procesos. Seguiidamente me gustaria pasar a destacar dos modos de pen- sar, los de la pertenencia interseccional y la translocalizacional, para considerar como podemos manejarnos con las complejidades de al- gunas cuestiones que he sefialado sobre la pertenencia, sobre el multiculturalismo, el problema de la cultura «fijada» y el problema de cémo relacionar los derechos de las mujeres con los derechos de los migrantes, particularmente cuando estamos interesados en tra~ bajareneste asunto. La interseccionalidad es un término que ha sido especialmente usado por las antirracistas y las feministas estado- unidenses. Tiene que ver con la importancia de conectar entre sf las divisiones y las identidades de género, etnicidad y clase social. Exis- ten, sin embargo, varias maneras de hacerlo. Una de las maneras es considerar que las subordinaciones pueden sumarse. Por ejemplo, si yo estoy subordinada como mujer (en tanto que parte del grupo

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