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UN LLANTO EN LA NOCHE Desde hace 400 aos, una mujer llora a sus hijos.

Al dar la medianoche se escucha en el corazn de la ciudad de Mxico un pavoroso grito que viene repitindose desde hace ms de cuatro siglos. La lgubre voz es la de una mujer que se lamenta diciendo; Hay mis hijos, mis pobrecitos hijos, mis desdichados hijos 90! Es la Llorona, que con la ropa rasgada y manchada de sangre anda errante por las noches llorando su pesar. Segn una leyenda del siglo XVI, en la ciudad de Mxico fue ajusticiada en la horca una mujer acusada de haber dado muerte a sus hijos. La tradicin conserva el nombre de aquella desdichada Medea americana que como la herona de la tragedia griega mat a sus hijos para vengar el abandono de su amante. Se llamaba Doa Luisa de Olveros, y era una bella mujer de los primeros aos de la Colonia, descendiente de indgena y espaol, que seducida por Nuo de Montesclaro, tena dos hijos de tan apuesto y noble capitn espaol. La tradicin agrega otros detalles, cuando doa Luisa, cada vez ms olvidada de si antes solcito y rendido amante, se decide a rondar la opulenta mansin de los Montesclaros, llegan a sus odos los ecos de la rumbosa fiesta en que don Nuo celebra su matrimonio con rica dama de la nobleza. La infeliz logra hablar con l, y al ser rudamente rechazada, comprende que a causa de su sangre indgena jams ser considerada como una mujer digna de si seductor. Rasgando sus vestidos y baada en lgrimas llega a donde se hallan sus inocentes hijos, a quienes da muerte, en un acceso de locura, con un pequeo pual que conserva como regalo de don Nuo. Tinta en sangre recorre luego las calles de la ciudad lanzando un grito de dolor inacabable, hasta que es aprehendida por la justicia virreinal. Desde entonces, por todo el territorio de la Nueva Espaa se escucha a la medianoche el grito penetrante que eriza los cabellos: Hay mis hijos, mis pobrecitos hijos, mis desdichados hijos 90! Y no es difcil desentraar el verdadero sentido de la leyenda: se trata de la raza vencida, simbolizada en la imagen de la Llorona, que mata a sus hijos para que no sean esclavos en la misma tierra en donde antes fueron seores, y que con sus rotos ropajes ensangrentados cruza la noche de Mxico llorando el dolor de la Conquista.

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