LA EDUCACION POR EL ARTE
por Manuel Pantigoso Pecero
Sefior Director de la Academia Peruana de la Lengua;
Sefiores Académico.
Sefioras y Sefiores:
Resulta dificil hilvanar ideas para expresar una emocion
tan intima e intrasferible como la que acompaiia al agradecimien-
to més sincero por esta hospitalidad que me brinda la Academia
Peruana de la Lengua, en donde reconozco, desde su ilustre Di-
rector, la presencia de tantos maestros que me ofrecieron lo
mejor de su calidad personal, de su sensibilidad, inteligencia
y empefio, y a los que en estos momentos, con mi inmerecida
presencia al lado de ellos, quiero rendir mi homenaje mas en-
trafiable.
A mis antiguos y siempre actuales maestros que tuvieron
sus espectativas depositadas en mi, y a todos los que ahora,
con la misma fe y confianza, son mis colegas, les ofrezco este
discurso que hablaré también de la esperanza, es decir, del
compromiso con la vida en tanto revelacién esencial y
hechura permanente y renovada del hombre.
1.— El Arte como transformador de la realidad
En relacion a las normas o a los preceptos establecidos
-que homologan y codifican—, el Arte, en tanto una forma
de lenguaje, se distingue porque es capaz de romper amarras
y crear desvjos tanto a nivel de la forma de expresion --que
se da en las relaciones entre el significante y el significado—,
171cuanto en la forma del contenido, que aparece en las relaciones
de los significados entre si. El grado de lo artistico esta, pues,
fenomenoldgicamente hablando, en relacién con esas transgre-
siones de sistemas y subsistemas manifestados en la expresion
y/o en el contenido. De esta manera —lo dice Maulnier-- el
Arte “es capaz de vivir por su propia cuenta” (1).
Existe verdaderamente una nueva estructuracion de la
tealidad en ese “lenguaje” o expresién creado por el artista,
por el emisor; en él] hay una ruptura que luego, por causa de
la participacién de] receptor, por la comunicacién que con él]
se establece, se recompone dentro de otra estructura, peculiar
y nueva. Debido a este fendmeno de descomposicion y com-
posicién el ser humano puede recrearse, rearmarse, reestruc-
turarse. Y es que el Arte dispone de un estatuto particular,
heteréclito, que le permite al hombre contemplar en é] las
distorsiones de su imagen y reencontrarse, asi, de alguna
manera, con la plenitud de su espiritu y con la capacidad de
integrarse en el universo; y todo por esa capacidad que tienen
Jas formas de ser no solamente algo, sino de “revelar esencia’’.
Esencia que el artista capta y a través de la cual se capta tam-
bién a si mismo (2).
Este factor de cambio, de modificacion interna, tanto
del emisor como del receptor, es lo que le da sentido humano
y educativo al Arte, ya que al buscar éste, consciente o incons-
cientemente, una nueva significacion no habitual a las cosas,
al transformarlas, se produce también, desde la perspectiva
antropologica y ética, un cambio mental o una distinta redi-
mension 0 transmutacion del ser, a través de lo que podriamos
denominar una “légica afectiva’’, ordenada debido a una re-
presentacion emotiva que le da sentido a aquello que en un
primer momento, o en base a un criterio elemental, puede
aparecer como un absurdo, pero que, sin embargo, al movilizar
toda la personalidad, demuestra que el Arte no es mera con-
templacién o informacion efusiva o complacencia sino, mds
bien, renovacién afiadida y resolucién vigorizante, propias de
su sentido de totalidad, a través del cual el hombre se revela
a sf mismo para sentirse plenamente vivo, Pero esta metamor-
172fosis provocada por el Arte no es solo patrimonio de algunos,
sino la forma natural —como lo reafirma John Dewey—, peculiar
a todas las energias organizadas.
Deciamos que el Arte crea otros caminos, sin restricciones
ni medidas. Al proyectar el artista, en tanto disidente, una sig-
nificacion més alld de la norma, lo que estd haciendo es sesgar
la union entre el significante y la nocion —cuyo sentido
convencional ha sido impuesto y consagrado por el “status”
cultural, y en su lugar esté colocando ia union entre el sig-
nificante y la emocién. Entre nocién y emocién la diferencia
es clara: en el primer caso se trata de una herencia involuntaria
de teorias y conceptos establecidos, producto de un sistema sus-
tentado, de una u otra forma, en el dominio y en Ia explotacion
del hombre por el hombre. En el segundo caso, la emocién, que
surge en contacto con lo que se ve, oye, palpa, etc., es decir,
sensorialmente, es siempre una perspectiva y una posibilidad de
libertad. Efectivamente, lo artistico posee un lenguaje superior
por insumiso, por ser la ultima resistencia del repliegue humano,
por no estar sometido ~en principio— al totemismo del consu-
mo propio de los sistemas organizados en vigencia; debido a
ello el Arte es el camino para que el hombre sea otro, o mejor
—utilizando un préstamo psicolégico, reflexivo y de descubri-
miento vital—, para que el hombre “se sea otro”, més humano,
mas libre, capaz de ir construyendo para si y al mismo tiempo
construyéndose, sin presiones ni tormentos, tal como lo sefialara
Bernard Shaw cuando decia que el Arte es la Gnica forma de
educacion que no es tortura.
Hegel, en contra de lo que legislaba Plat6n al referirse al
quehacer poético como una imitacién secundaria de lo real, y
expulsar, por eso, a los poetas de su “Repiblica”, advertia que
el hombre no desea quedarse como la naturaleza lo hizo, y es-
tando comprometido en sus relaciones practicas con el mundo
exterior siente la necesidad, por una relacién de convenio, de
cambiarlo, de transformarlo. En este resultado, de sintesis dia-
Kctica, el hombre —el artista, para el caso que nos interesa—
puede reconocerse en Ja redimensién que proyecta la forma
de las cosas. En consecuencia el Arte, por ser creacién, no es