Está en la página 1de 149
Treduccitn de ‘Tests Aczonés Rey 303.44 B 393 2002 ce LA SOCIEDAD DEL RIESGO GLOBAL Unnicy Beck siglo veintiuno de espafia editores, s.a. siglo veintiuno de argentina editores ‘Todos fos derechos reservados. Prohibida la reproducciéa total o parcial de esta obra por cualquier procedimiento (ya sea grélico, electr6nieo, optico, quimico, mecinico,fotoco pia, etc.) y ef almacenamiento 0 transmision de sus con tenidos en soportes magnétices, sonoros, visuals 0 de cual ue oto tipo sin permiso expreso del editor. © de esta edicion, marzo de 2002 SIOLO Ni DE ESPANA EDITORES, 5.4, Principe de Vergara, 78, 28008 Madtid © Ultich Beck 1999 : : Primera edicion en inglés, Polity Press en asociacién con Blackwell Publishers, Lid, 1999 Titolo ovginal: World Rsk Society © de la traducciSn; 2001 Jenis Alborés Rey DERECHOS HESEEVADOS CONFORDE ALALEY Ipresoy hecho en Espatia Printed and made in Spain Diseno de la eubierta: Juanjo Bareo/Alins hstracion ISBN: 84:523-1083.2 Depésito legal: M. 11331-2002 Fotocomposicin: INFORTEX 5. Julin Camarillo, 26, 1° 6 28037 Madrid Impreso en Closas Orcogen, 5. L. Poligono lars. Paracuclos de Jarama (Mack) INDICE AGRADECIMIENTOS. 1 2 INTRODUCCION: EL MANIFIESTO COSMOPOLITA. ¢LA SOCIEDAD DEL RIESGO GLOBAL COMO SOCIE- DAD COSMOPOLITA? CUESTIONES ECOLOGICAS EN UN MARCO DE INCERTIDUMBRES FABRICADAS DE LA SOCIEDAD INDUSTRIAL A LA SUCIEDAD DEL RIESGO: CUESTIONES DE SUPERVIVENCIA, ES. ‘TRUCTURA SOCIAL E ILUSTRACION ECOLOGICA LA SOCIEDAD DEL RIESGO Y EL ESTADO DE BIE- NESTAR SUBPOLFTICA: LA ECOLOGIA Y LA DESINTEGRA- CION DEL PODER INSTITUCIONAL... i «CONOCIMIENTO © DESCONOCIMIENTO? DOS PERSPECTIVAS SOBRE LA “MODERNIZACION RE. FLEXIVA” ee RETORNO A LA SOCIEDAD DEL RIESGO: TEOR{A, PouiTica, CRITICAS Y PROGRAMAS DE INVESTIGA- CION Sees é - 29 5 1B 143 173 2u NOTAS... BIBLIOGRAFIA. INDICE ANALITICO, 2493 255 265 AGRADECIMIENTOS El autor y los editores desean manifesta su agradecimiento por el uso de material sujeto a derechos de autor: «ntroduction: The Cosmopolitan Manifesto», versién am- pliada y revisada, trabajo publicado por primera vez en inglés en The New Statesman, 20 de marzo de 1998, © The New Sta. fesman, reimpreso con permiso de The New Statesman. «World Risk Society as Cosmopolitan Society? Ecological Questions in a Framework of Manufactated Uncertainties», versién revisada, publieada por primera vez en alemén, © Ulrich Beck, en Kaler Zeitschrift fir Soziologie und Sazialpsjchologe, aimero especial 26, Unaellsoxiologie; traduccién inglesa de Ul. rich Beck, publicada por primera vez en Theory, Culture & So. * ciety, vol. 13 (4) (1996), © Sage 1996, reimpreso con permiso del editor, Kolner Zeitschrift fir Soziologie und Sozialpsychologic, y Sage Publications Ltd, «From Industrial Society to Risk Society: Questions of Sur- vival, Social Structure and Ecological Enlightenment», version revisada, publicado por primera vez en alemén por la Bundes- zentrale fir Politische Bildung, 1990, © Ulrich Beck 1990; tra duccin inglesa de Mark Ritter, publicada por primera vez en Theory, Culture and Society, vol. 9 (1992), © Sage 1992, reim- preso con permiso de Sage Publications Ltd. «Risk Society and the Welfare State», versiOn original pu blicada en alemén como «Risikogesellschaft und Vorsorgesteat vm Agradecimientos + Zwischenbilanz einer Diskussion», en Frangois Ewald, Der Vorsorgestaat, © Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main, 1993; traduccién inglesa de Martin Chalmers en S. Lash, B. Szerszyns: kiyB. Wynne, eds., Risk, Environment and Modemity: Towards 4 New Ecology (Sage, 1996), reimpreso con permiso de Subr- kamp Verlag y Sage Publications Ltd. : ; «Subpolities: Ecology and the Disintegration of Institutional Power, versién revisada, publicada por primera vez en inglés en Organization and Environment, vol. 10 (1) (1997), © 1997 por Sage Publications, reimpreso con permiso de Sage Publi- cations, Ine «Knowledge or Unawareness? Two Perspectives on “Refle- xive Modernization”, versién revisada y ampliada, publicada por primera vez en alemén como «Wissen oder Nicht-Wissen> por Suhrkamp en Reflexive Modernisierung, de Ultich Beck, Ant- hony Giddens y Scott Lash, © Suhrkamp 1996; traduecién in- glesa de Mark Ritter, publicada por primera vez como «Mi- sunderstanding Reflexivity: The Controversy on Reflexive Mo- dernization», capitulo 7 de Democracy without Enemies, © Polity Press 1997. «Risk Society Revisited: Theory, Politics, Critiques and Re- search Programmes», publicado por primera vez en inglés en Barbara Adam, Ulrich Beck y Joost van Loon, eds., Repositio ning Risk, © Sage 1999, reimpreso con permiso de Sage Pu- blications Lid. a clitoral ha puesto todo su empefio en adits las cesiones del copy sight. Cualguier ezorinadverd seré subsanado de inmediato 1. INTRODUCCION EL MANIFIESTO COSMOPOLITA En todo el mundo, la sociedad contemporiinea esté sometida a.un cambio radical que plantea un teto a la modeznidad basada en la Hastracién y abre un émbito en el que las personas eligen formas sociales y politicas nuevas e inesperadas. Los debates socioldgicos de los noventa han inientado captar y conceptua- lizar esa reconfiguracién. Algunos autores ponen gran énfasis en la apertura del proyecto humano en medio de las nuevas contingencias, complejidades ¢ incertidutubres, sea su término operative “posmodernidad” (Bauman, Lyotard, Harvey, Hata. way), “modemidad tardia” (Giddens), “eta global” (Aibrow) 0 “modernidad reflexiva” (Beck, Giddens, Lash). Otros dan prio- ridad a la investigacion de nuevas formas de identidad (Melucci) y socialidad (Maffesoli) experimentales, a la relacién entre la individualizacién y la cultura politica (Touraine), a la “cons telacién posnacional” (Habermas) o a los premequisitos de “de mocracia cosmopolita” (Held). Y hay ottos que han aportado tuna oleada de libros sobre la “politica de la naturaleza” (Van- dana Shiva, Gemot Bohmé, Maarten Hajer, John S. Dryzek, Tim Hayward, Andrew Dobson, Barbara Adam, Robin Gro. ve-White y Brian Wynne). Todos estén de acuerdo en que sa las décadas venideras nos enfrentaremos a profundas contra- diceiones y paradojas desconcertantes, y en que experimenta- remos esperanzas envueltas en desesperacion, 2 Ulrich Beck En un intento de resumir y sistematizar estas transforma ) ya forman parte de la agenda politica: en los municibios-yregiones, en los gobiernos y esferas piblicas nacionales ¢ internacionales. Pero s6lo se pueden plan- tear, debatir y resolver adecuadamente en un marco transia- cional, Para esto tiene que producirse una reinvencién de la politica, una fundacién y fundamentacién del nuevo sujeto po- litco; es decir, de partidos cosmopolitas. Estos representan a los intereses transnacionales de forma transnacional, pero también funcionan dentro de los ambitos de la politica nacional. Por tanto, se hacen posibles, tanto programatica como organiza- tivamente, s6lo en tanto que movimientos nacional-globales y partidos cosmopolitas, Lo que aqui subyace es una comprensién de que las prin- cipales preocupaciones humanas son problemas “mundiales”, y no s6lo porque en su origen y consecuencias hayan deshor- dado el esquema nacional de la politica. Son también problemas “mundiales” en su misma concrecién, en su misma situacién, aqui y ahora, en esta ciudad 0 en esta organizacién politica. Consideremos el caso de la totalidad de las diversas indus- trias sujetas a estrictas regulaciones que han sido liberalizadas durante los stimos aiios: las telecomunicaciones son el principal 2 ich Beck ejemplo; otros son Ja energia, los servicios financieros y la in- dusitia de la alimentacién. La mayor competencia en esta érea ha provocado conflictos entre los regimenes interiores que las regulaban, pero entretanto los problemas se han hecho globales. Yesto no es més que el principio, En el horizonte se vislumbran nuevos problemas —legislacién medioambiental y laboral— en Jos que la regulaci6n es todavia més delicada, todavia mas eru- cial. Este es el desafio de los afios venideros. Una primera olea- da de desregulacién nacional impone una segunda oleada de regulacin transnacional. Sin un paso decisivo hacia la demo- cratizacién cosmopolita nos estamos encaminando hacia una sociedad mundial tecnocritica pospolitica’ Las primeras expresiones de una politica cosmopolita ya se estan configurando dentro del marco de los estados nacionales: ‘expresiones que requerirén puntos especificos para cristalizar como movimientos politicos dentro y entre estados nacionales, Esto ctea oportunidades para movimientos y partidos cosmo- politas que, incluso aunque inicialmente solo retnan y movilicen minorias en favor de los intereses cosmopolitas, tienen como base de su poder la apertura del émbito transnacional, Se trata de una tarea dificil, La resolucién de problemas cn todos estos terrenos ya esta provocando bastantes conflictos entre los Estados Unidos y la Unién Europes; por ejemplo, en lo tocante a la seguridad alimentaria. Les dificultades sern aun mayores entre paises mis divergentes en cuanto a sus su puestos culturales, formas politicas y niveles de renta. Por tanto, los partidos cosmopolitas tendrén que organizar debates glo- bales sobre estos asuntos, sumamente controvertidos, tanto des- de dentro como desde fuera de cada uno de los paises. Al igual que las sociedades agratias corporativas y las sociedades indus- triales 0 de servicios de ambito nacional, también la sociedad mundial desatrolla sus propias formas de desigualdad social y Introduccion 2 sus ideas de justicia, sus propios valores ¢ ideas politicos, sus propies histerias y dilemas y sus propios problemas de orga- nizacién y representacién. Como he aprendido de Martin Albrow y su grupo, las co- munidades no territoriales organizadas, por ejemplo, en tomo una divisién transnacional del trabajo deben entenderse como (S086-paisajes (Albrow, 1996; Eade, 1997), Pero vuelve a plantearse la pregunta: équé posibilidades existen de que las comunidades posnacionales sean la base de la accidn politica y de decisiones colectivamente vinculantes? La vida tiene mél- tiples tiesgos, y s6lo algunos son adecuados como base de la comunidad. Pero el compartir riesgos 0 la “socializacién del riesgo” Elkins, 1995) puede, en mi opinién, convertirse en un poderosa base de comunidad, ina base que tiene aspectos tersitoriales no téititotiales. Hasia ahora el riesgo se ha contemplado como fenémeno puramente negativo, que hay que evitar 0 minimizar. Pero también puede considerarse simulténeamente como fe- n6meno positive cuando implica el compartir riesgos’sin fron- teras. Las comunidades posnacionales pueden, por tanto, cons- ttuirse y reconstruirse como comunidades de riesgo, En efecto, las definiciones culturales de los tipos o grados adecuados de tiesgo definen la comunidad como aquellos que comparten las hipétesis relevantes, El “compartir riesgos” implica ademés la asuncién de responsibilidades, lo que @ su vez implica con- Vehciones y fronteras en torno a-una “comunidad de riesgo” f que comparte la carga. Y en nuestro mundo de alta tecnologia) ‘muchas comunidades de riesgo son comunidades potencialmen- \ te politicas en un nuevo sentido: en el sentido de que tienen | ue vivir com los riesgos que aceptan otros. Existe una estructura | baisica de poder dentro de la sociedad mundial del riesgo, que | divide a quienes producen y se benefician de los riesgos y a} Jos muchos que se ven afectados por esos mismos riesgos. 7 % Ubich Becle La idea de comunidades no territoriales de riesgo compar- tido no puede desarrollarse aqui en todos sus aspectos. Pero Jos interrogantes clave que plantea son los siguientes: los riesgos y los costes asociados a ellos, édeben compartirse entre deter- minadas categorias de ciudadanos o entre los residentes en un lugar determinado? ¢Cémo es posible compartir riesgos glo- bales? Como muestra tan conyincentemente la obra de Barbara 4 ‘Ukich Beck Adam (1995, 1996, 1998), el centrarse de forma explicita en el tempo social profundiza los andlisis ecofeministas y enfatiza Ia aculturaci6n de la naturaleza, Como la titmicidad y la sincronizacién, el crecimiento y a corrupeién, el “tiempo natural” esta implicado en el ser y devenir, en la experiencia yen el conocimiento humanos. Como la memoria y la anticipacién, constituye nuestro horizonte temporal. Como medida fisica y fuente de sincronizacion, forma parte integrante de la organizacién social y de la regulacién de la actividad cultural. Como maquina exterio- rizada, el tiempo esta vinculado a la produccién industrial, al papel del intercambio abstracto de valor y al control social del tiempo. Re- conocernos como quienes han desarrollado y, por tanto, quienes son ¥ quienes crear los tiempos de la naturaleza, permite que los aspectos construides y simbolizados se conviertan para la humanidad en una captesin entre otras (Adam, 1996, p. 92) Los significados y dimensiones del tiempo “natural” y “so- cial” vinculan las perspectivas realista y constructivista de forma sumamente reflexiva Partiendo de la teorfa del capitalismo tardio, algunos autores que trabajan en la investigacién teérica y empirica en el campo de la ecologéa social han identificado lo que denominan una orsis social en la relacin com la naturaleza. Aunque manifes- téndose en contra de las vias muertas del naturalismo y del sociocentrismo, intentan no obstante combinat los logros de ambos. Ni los problemas materiales susceptibles de descripcién por las ciencias naturales, ni el (sobre-)modelado simbélico- cultural de la destruccién natural que tanto enfatiza el cons- tructivismo pueden por sf solos constituir ef néicleo de la crisis ecol6gica. Lo que tiene una importancia central, sostienen, es ‘que estos enfoques y certidumbres, aparentemente excluyentes, deberfan considerarse de forma conjunta y combinarse en la a sociedad del riesgo global como sociedad cosmopolita? 45, investigacién concreta, con todos los conflictos, histéricamente inevitables, entre las disciplinas cientificas. Por tanto, el enfoque socioecalégico trata de resolver el di- ema del naturalismo o sociocentrismo mediante la interaccién de diferentes formas de ciencia y conocintiento. Los rasgos distintivos de este enfoque son, en primer lugar, que, entre un determinado mimero de relaciones naturales diferentes, cada una de ellas se capte como campo especifico por el que combitir; en se undo lugar, que su manipulacién cientifica se vincale a la demanda de una nueva interdisciplincridad, una nueva relacin entre las ciencias naturales y sociales; en tercer fugar, que la pluraidad esté integrada en un modelo explicativo general de la sociedad, un modelo de «nt cleo transformacional y envoltura cultural» (Scharping y Gog, 1994, p. 190; néase también Becker, 1990) Sin embargo, para que puedan ser adecuadamente enten- didos y evaluados, estos tres temas de una «crisis de las relaciones sociales con lx naturaleza» tendrfan que formularse y traducirse dentro del contexto de la investigacién (social-\ientifca El esencialisino presente al hablar sobre Ja naturaleza y la destruccién de la naturaleza se sustituye aqui por el correspon- diente conocimiento experto y antiexperto: tal ¢s la opinion de Bryan Wynne y Maarten Hojer. Este tltimo, sobre todo al cri- ticar el discurso angloamericano y la teoria cultural, ha desarro- lado un enfoque a esta dimensién del conocimiento que es mis radical tanto desde el punto de vista politico como enalitico. Por paradéjico que pueda parecer, el contenido naturalista esencialista presente al hablar sobre «la destruccién de la na turaleza» se transforma de este modo en una ‘eoria de Jos actores _y las instituciones referida a la accién, En el centro de la cuestién se encuentran ahora “coaliciones de discursos” que se extienden a través de las fronteras de clases, estados naciones y sistemas. 46 Ubich Bec Son, por decitlo asf, arquitectos del paisaje discursivo: crean, disefian y modifican los “mapas cognitivos”, los “guiones” 0 Jos “tabties”. La realidad se convierte, en sentido estricto, en el proyecto y el producto de la accién, de manera que astme una importancia considerable una ambigledad, durante mucho tiempo no clatificada, en el discurso sobre la “produccién” 0 la “fabricacién” [Hersteller] de la realidad, Pues el énfasis prin. Cipal en este tipo de discurso puede ser cognitivo (en cuyo caso se refiere ssicamente a la construccién del conocimiento) o pue- de tecaer més estrictamente sobre la accién (decisién, trabzjo, ptoduccién material (Produbtion}) y, por tanto, sobre la trans- formacién configuracién de las realidades. Frecuentemente puede ser muy dificil en casos concretos desmarcar estos dos aspectos de la produccién, Muchas veces puede ser muy diffil, ‘en casos concretos, demarcar estos dos aspectos de la produc. ién [Herstellen], pero se refieren a formas diferentes de “crea- cién de la realidad”; de la “configuracién del mundo”. El logro de Hajer es, entre otras cosas, haber corregido el sesgo cognitive del discurso y de la teoria cultural dentro de una perspectiva de accién-institucién, Ya no se trata simplemente de cémo se construyen las realidades en Ia sociedad del riesgo global (por cjemplo, en Ja esfera pablica, mediante la informacién sobre Jos peligros de los medios de comunicacién); se trata también de como la realidad en si es (re-)producida por politicas y coa- liciones de discurso dentro de contextos institucioneles de de cisin, accién y trabajo. Las “construcciones de la realidad” pueden, por expresarlo ast, distinguirse segiin su mayor o menor contenido de “rea- lidad”. Cuanto més cercanas estén a instituciones 0 dentro de Jas instituciones (entendiendo por éstas la institucionalizacién de las pricticas sociales), tanto més poderosas son y tanto més cercanas estin a la decision y a la accién, y, por tanto, mas Le sociedd del riesgo global como socieded cosmopelita? 47 “reales” devienen parecen. El esencialismo, cuando es ilu- minado por la sociologie del conocimiento, se transforma en una especie de institucionalismo estratégico orientado al poder yal accién. En una civilizacién mundial que lo disuelve todo cen decisiones, la realidad en si se deriva de poderosas estruc- turas de accién, rutinas de decisién y trabajo profundamente arraigadss, en las que se “realizan” o simplemente se redibujan Jos mapas cognitivos. La forma tan directa en que la gente habla hoy en la vida cotidiand de la “naturalera” y de la “destruccién de la naturaleza” puede indicar una estrategia paraddjica de construccién de la deconstrucciéa, De este modo se destruye (en mayor o menor medida) reflexiva y poderosamente la im presion de que este discurso ha sido construido, produciéndose la apariencia de realidad en si, Maarten Hoajer s6lo se refiere a estas cuestiones en lo con: cemiente a la posibilidad de Jas construcciones (por tanto de constrnidas) “realmente reales” de la realidad social. Pero en dliversos estudios comparativos intemacionales, expone e ilustra toda una setie de estrategias discursivas (politicas): la politica +simbélica de las modas pasajeras; la definicién selectiva de de- terminados temas y cuestiones como “tinicos”; los intentos de inspitar confianza mediante una representacién visual de las amenazas; la construccién discursiva de macroactores; las cons- trucciones sociales del desconocimiento; el uso de procesos de “opacamiento” (especialmente importante como una medida de ejercicio de poder) para producie verdades autoevidentes que devienen realmente autoevidentes; e] trazar analogias funcio- nales para encubrir contradicciones, creando de este modo la apariencia de integrabilidad, etcétera, «Lin mis términos, la crisis ecolégica es, pues, un “discurso de autoconfrontacién” que exi- ge una reconsideracién de las précticas institucionales que lo han producidon® 8 Uich Beck Riesgos inasegurables Teniendo en cuenta estos aspectos, la teorta de la sociedad del Hesgo global puede concretarse algo mis, Compare la despe- dida al dualismo sociedad-naturaleza que Bruno Latour, Donna Haraway y Barbara Adam desarrollan con tanta competencia intelectual. La Gnica pregunte es: éedmo podemos manejar la naturaleza después de su fin? Esta pregunta, que tanto el eco- feminismo como la teoria de la crisis de las relaciones social- naturales tratan de dluminar de formas diversas, es desarzollada or la teorfa de Ia sociedad del riesgo global (que zecoge el giro politico-institucional de Hajer a la teorfa del discusso) en la diveceion del constrictioiono institucional. La ‘asturaleza” y la “destruccién de Ja naturaleza” son producidas institucional mente y definidas (en los “conflicios entre profanos y expertos”) dentro de la naturaleza interiorizada industrialmente. Sn eon- tenido esencial se correlaciona con la capacidad institucional de actuar y modelar, La produccién y la definicién son, pues, dos aspectos de la “produccién” material simbélica de la “na. turaleza y de la destruccién de la naturaleza”; cabria decir que se reficren a coaliciones de discurso dentro y entre redes de accién bastante diferentes y, en tiltima instancia, de aleance mundial. Futuras investigaciones tendrén como tatea examinar detalladamente cémo —y con qué recursos y estrategias dis cursivas ¢ industriales— se producen, suprimen, normalizan e integran estas diferencias en la “naturalidad” de la naturaleza, en su “destruceién” y “renaturalizacién” en las instituciones y en el conflicto entre actores cognitivos. La teorfa de la sociedad del riesgo global traduce la pregunta por la destruccién de la naturaleza en otta pregunta, Como aborda la sociedad modema las incettidumbres fabricadas au- La sociedad del riesgo global como sociedad cosmopolita? 49 togeneradas? Lo esencial de esta frmula es distinguir entre lis resgos glie dependen de decisiones, y que en principio pue- den controlatse, y peligros que han escapado o neutralizado los requisitos de control de la sociedad industrial. Este tltimo pro- ‘eso puede adoptar dos formas al menos. A En primer lugar, as normas e institucionesidesarrolladas den- tro de la sociedad industrial pueden fallar: el célculo de riesgos, el principio de asegurabilidad, el concepto de prevencién de ac- cidentes y desastres, las medidas profiliticas (Ewald, 1991; Bonss, 1995). ¢Existe un indicador claro de que esto sea as? Si, existe. Las industrias y tecnologias controvertidas frecuen- temente son aquellas que no sélo no cuentan con wn seguro privado, sino que de ninguna forma pueden acceder a él. Este es el caso de Ia energia atémica, la ingenieria genética (inchuida Ja investigacién) e incluso sectores de alto riesgo de la produccién guimica. Lo que es palmario para los conductores —no utilizar el coche sin la cobertura de un seguro— parece haber sido tran- quilamente desdefiado por sectores industriales enteros y por Jas nuevas tecnologias, émbitos en los que, simplemente, los pe- ligros plantean demasiados problemas. En otras palabras, existen “pesimistas tecroldgicos”, dignos de todo cxédito, que no estén de acuerdo con el juicio de los téenicos y las autoridades re- levantes respecto al carfcter inofensivo de sus productos 0 tec- nologias. Estos pesimistas son los agentes de seguros y las com- pafifas de seguros, cuyo realismo econémico les impide tener relacién alguna con un supuesto “riesgo cero”. La sociedad del riesgo global, pues, avanza haciendo equilibrios rads alld de Jos mites de la asegurabilided. O, a la inverse, los criterios que la modemnicad industrial utilize para cubrir los peligros que genera ella misma pueden convertirse en normas para la critica’. En segundo lugar, el modelo de decisiones de la sociedad industrial y le globalidad de sus consecuencias agregadas varia 7 Ubich Bees entre dos épocas diferenciadas. En la medida en que las de- cisiones ligadas a la dinémica cientifica, técnico-econdmica s- suen organizéndose en el nivel del estado-nacién y la empresa individual, las amenazas resultantes nos convierten a tocdos en miembros de una sociedad del riesgo global. En el sistema del industrialismo desarrollado del peligro nada puede hacerse en el nivel nacional para garantizar la salud y la seguridad de los ciudadanos. Esa es una de las lecciones esenciales de la crisis ecolégica, Con a aparicién del discurso ecologico, todos los dias se habla sobre el fin de la “politica exterior”, el fin de los “asuntos intemos de otro pais’, el fin del estado nacional. Aqui podemos observar directamente una de las estrategias cen- trales'de la produccién de diferencia y de la falta de diferencia. Les normas establecidas de atribuciéa y responsabilidad —cau salidad y culpa— se derumban, Esto significa que aplicarlas a pesar de todo en la administracién, la gestion y la terminologia legal produce shora el resultado opuesto: los peligros aumentan debido a que se hacen anénimos. Las antiguas rutinas de de- cisién, control y produccién (en el derecho, la ciencia, la ad- ministracion, la industria y la politica) causan la destruccién material de Ja naturaleza y su normalizacién simbélica, Ambos Procesos se complementan y acentiian mutuamente, En con- czeto, no es la euptura de las normas, sino que son las propias normas las que “normalizan” la muerte de especies, tos o lagos. Elconcepto de “irresponsabilidad ozganizada” indica el mo- vimiento circular entre 1a normalizacién simbélica y las perma- entes amenazas y destruccién materiales. La administracién del estado, la politica, la gestién industrial y la investigacién negocian los ctiterios que determinan qué ha de considerarse “tacional y seguro”: con el resultado de que el agujero en la capa de ozono aumenta, las alergias se extienden masivamente, etcétera. Ls sociedad del riesgo global como sociedad cosmopolita? 51 Al lado (e independientemente) de su explosividad fisica, la accién discursivo-estratégica tiende hacer polfticamente ex. plosivos los peligros normalizados en el circulo de legitimacién de Ia administracién, la politica, el derecho y la gestién, que se extienden de forma incontrolable hesta alcanzar dimensiones slobales. Podriamos decir, tanto con como contra Max Weber, que la burocracia intencional-racional transforma la culpa com. partida por todos en exculpacién y, por tanto, como conse- cuencia no’descada, amenaza la base misma de su pretensién de control racional, De este modo, la teorla de Ia sociedad del riesgo global sustituye el discurso sobre la “destruccién de la naturaleza” por la siguiente idea clave. La conversion de los efectos colaterales invisibles de Ia produccién industrial en conflictos ecoldgicos globales criticos no es, en sentido estricto, un problema del undo que nos rodea —no es lo que se denomina un “problema medioambiental— sino, antes bien, una profieada criss insite cional de la primera fase (nacional) de la maodernidad industrial (“modemizacién reflexiva”). En tanto que estos nuevos desarro- “llos sigan capréndose dentro del horizonte conceptual de la so- ciedad industrial, seguirin percibiéndose como efectos cola- terales negativos de una accién aparentemente calculable y respecto a la que, aparentemente, pueden exigitse responsa- bilidades (“riesgos residuales”), en vez de como tendencias que estén erosionando el sistema y deslegitimando las bases de la zacionalidad, Su principal relevancia politica y cultural s6io se evidencia en el concepto y desde el punto de vista privilegiado de la sociedad del riesgo global, desde donde pueden llamar la atenci6n sobre la necesidad de una autodefinicién (y rede- finicién) reflexiva del modelo de modemnidad occidental. En a fase del discurso sobre la sociedad del riesgo global puede llegar a aceptarse que las amenazas generadas por el 52 ‘Ukich Beck desarrollo tecnolégico industrial —medido de acuerdo con los ctiterios institucionales existentes— no son ni calculables ni controlables. Esto obliga a la gente a reflexionat sobre las bases del modelo democritico nacional y econémico de la primera modemnidad y a examinar las institucionales dominantes (la ex- tetiotizacion de los efectos en la economia, el derecho, la cien- cia, etcétera) y su devaluacién histérica de las bases de la ra- cionalidad. Surge aqu{ un reto auténticamente global, a partir del cual pueden “forjarse” nuevos contflictos globales ctiticos € incluso guerras, pero también instituciones supranacionales de cooperacién, regulacién de los conflictos y constzuceién de consenso (véase la seccidn siguiente) La situacién de le economia sufre, pues, un cambio radical ‘Hubo un tiempo —en el paraiso empresatial del capitalismo tem. prano— en el que la industria podia lanzar proyectos si so. meterlos a controles y regulaciones especiales. A continuacién vino el petfodo de regulacién estatal, en el que la actividad eco. nnomica solo fae posible en el marco de la lepislacién laboral, las normatives de seguridad, acuerdos arancelarios, etcétera. En |a sociedad del riesgo global —y éste es un cambio decisive todas estas instancias y regulaciones pueden desemperiat su pa- bel, y todos los acuerdos vilidos pueden respetarse, sin que de esto se derive ningin tipo de seguridad. Incluso aunque respete Jas normas, la opinién publica puede poner repentinamente en |a picota a un equipo gestor y tldarlo de “cerdos medioambien- tales’. Los mercados de bienes y servicios se hacen en principio inestables: es decis, quedan fuera del control de las empresas ue aplican remedios domésticos. De este modo apatece la i segutidad fabricada en ércas centrales de la accién y la gestién basadas en la racionalidad econémice, Las reacciones notmales # esto son que se bloquean las exigencias de una reflexién seria ¥ que se condenan como “irracionales” o “histéricas” las tor. La sociedsd del riesgo global como sociedad cosmopolita? 53 mentas de protestas que se desatan a pesar de los acuerdos oft ciales. Queda abierta la via a una serie de errores, Llenos de orgullo por representar la propia Razén en un océano de irra- cionalidad, la gente cae en la trampa de conflictos de riesgo que son dificiles de controlar (sobre Ja légica del conflicto de riesgo, véase Lau, 1989; Nelkin, 1992; Hildebrandt et al, 1994). En Ia sociedad del riesgo global, los proyectos industriales se convierten en'una empresa politica, en el sentido de que las grandes inversiones presuponen un consenso a largo plazo. Tal consenso; sin embargo, ya no esté garantizado —sino mas bien ‘amenazado— por las antiguas rutinas de la simple modemiza- cién. Lo que anteriormente podia negociarse ¢ implementarse a puerta cetrada, mediante la fuerza de las limitaciones précticas {por ejemplo, los problemas de eliminaci6n de residuos ¢ incluso los métodos de produccién 0 el diseiio de los productos) queda shora potencialmente expuesto a la critica ptiblica™ Pues, probablemente, ya no exista incentivo alguno @ la an- tigua “coalicién de progreso” de estado, economia y ciencia Este es el caso, indudablemente, en el ejemplo més significativo, el del acceso de Los Verdes al gobierno, como ocutrié en Ale- mania en 1998: la estructura estado-ciencia-economia de la pri- mera modernidad, construida y mantenida en su mayor parte de forma bésicamente informal, amenaza entonces con derrum- barse. La consecuencia principal es una politizacién de supo- siciones e instituciones que se daban por descontadas. Por ejem- plo, équién tiene que “demostrar” qué en condiciones de in- certidumbres fabricadas? (Qué debe considerarse una prueba suficiente? €Quién tiene que decidir sobre las indemnizaciones? La industria, indudablemente, aumenta la productividad, pero al mismo tiempo corre el riesgo de perder legitimidad, El orden legal ya no garantiza la paz social porque generaliza y legitima Jas amenazas a la vida... y también a la politica, FT Ulich Bec Una tipologia de las amenazas globales En las aplicaciones de esta teoria pueden distinguirse tres tipos de amenazas globales. En primer lugar, existen conflictos sobre qué puede deno- minarse “males” (en oposicién a los “bienes”): es decir, des- truccién ecologica y peligros tecnolégico-industriales motivados or la rigueza, tales como el agujero en la capa de ozono, el efecto invernadero o las carestias regionales de agua, asf como los riesgos impredecibles que implica la manipulacién genética de plantas y seres humanos. ‘Una segunda categoria, sin embargo, comprende los riesgos que estén directamente relacionados con la pobreza. La Co- misién Brundtland fue la primera en sefialar que la destruccién ambiental no es el Gnico peligro que ensombrece la modemidad asada en el crecimiento, sino que también es cierto exacta- anente lo contrario: existe una estrecha vinculacién entre la po- breza y la destrucci6n ambiental. «Esta desigualdad es el prin- cipal problema “ambiental” del planeta; también es el principal problema del “desarrollo”» (Comisién Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, 1987, p. 6). Por consiguiente, un andlisis integrado de la vivienda y la alimentacién, de la pérdida de especies y recursos genéticos, de la energia, la industria y Ja poblacién humana muestra que todas estas cosas estén mu ‘tuamente relacionadas y no pueden tratatse de forma separada. Michael Zinn (1995, p. 51), de quien hemos tomado las ideas y los datos para esta tipologia, escribe: Entre la destruccién medioambiental como resultado del bienestar y la destruccién medioambiental como resultado de la pobreza existe, sin embargo, una diferencia esencial, Mientras que las amenazas eco- ligicas causadas por la riqueza se derivan de la exteriorizacin de los La sociedad del riesgo global como sociedad cosmopolita? 55, costes de producci6n, en cl caso de la destruccién ecolégica motivada por la pobreza son los pobres quienes se destrayen a st misms con efectos colatctales para los ticos, En otras palabras, la destruccié medioasn- biental ceusada por la riqueza se distrbuye igualitariamente en todo el mundo, mientras que la destruccién medioambiental causada por la pobreza golpea en lugares concretos y sélo se intemacionaliza en forma de efectos colaterales que se manifiestan a medio plavo, El ejemplo mejor conocido de esto es la tala de los bosques tropicales, de los que se estén perdiendo unos 17 millones de heciéreas anualmente. Otros ejemplos son los residuos téxicos (en ocasiones importados de terceros paises) y las tecnologias obsoletas (por ejemplo, en la industria quimica, nuclear y—en el futuro— genética, asf como en la investigacién sobre inge nieria genética). Estos peligros son caracteristicos de procesos de modemizacién iniciados o interrumpidos, Se desarrollan de este modo industrias que tecnolégicamente son capaces de ame- nazar el entorno y la vida humana, en tanta que los paises en cuestién no tienen los medios institucionales y politicos pare evitar la posible destruccién. Los peligtos ocasionados por la riqueza o por Ia pobreza son, por exptesatlo asi, “normales”: generalmente surgen de acuerdo con las normas, mediante Ia aplicacién de normas de seguridad que se introdujeron precisamente porque no ofrecen. ninguna proteccién en absoluto porque estin llenas de a- gunas. La fercera amenaza, sin embargo, la procedente de las armas de destruccién masioa NBC (oucleares, biol6gicas, quimi- as), se despliega de hecho (en ver. de utilizarse con la finalidad de producir terror) en Ia situacién excepcional de guerra. In- cluso al finalizar la confrontacién entre el Este y Occidente el peligto de la autodestruccién regional o global mediante ar- ‘mas NBC no ha sido de ningém modo exorcizado; por el con- tari, ha escapado a Ia estructura de control del “pacto até- 56 Ulich Beck mico” entre las superpotencias. Junto a la amenaza de conflicto militar entre estados, ahora también se cierne la amenaza del fundamentalismo o el terrorismo privado. Cada vez es mds pro bable que la posesién privada de armas de destruecién masiva y el potencial que proporcionan para el terror politico se con- vierta en una nueva fuente de peligros en la sociedad del riesgo global. Estas diversas amenazas globales muy bien pueden com- plementarse y acentuarse mutuamente: es decir, serd necesario considerar Ia interaccién entre la destruccién ecolégica, las, guerras y las consecuencias de la modernizacién incompleta. De este modo, la destruccién ecolégica puede promover la guerra, bien sea en forma de conflicto armado por recursos vitelmente necesarios, como el agua, o porque los mentalistas de Occidente exijan el uso de la fuerza r detener una destruccién que ya se esté produciendo (como la de los bosques tropicales). Fs facil imaginar que un pais que vive en creciente pobreza exploraré el entomo hasta agotatlo. En casos de desesperacién (0 como cobertura politica de la desesperacién) puede producirse un intento militar de hacerse ‘con recursos vitales para la existencia de otto pais. O la des- truccién ecol6gica (por ejemplo, la inundacién de Bangladesh) puede desencadener la emigracién masiva, que a su vez lleva a la guerra. O, una vez mis, los estados amenazados con la derrota en la guerra pueden recurrir al “arma tiltima” de volar las plantas nucleares 0 quimicas de su pais o de otras naciones, para amenazar a las regiones y ciudades vecinas con la ani- quilacién, Nuestra imaginacién no tiene limites para los esce- natios de horror que pueden desencadenar las diversas ame- snazas en su relacién mutua, Zim habla de una “espiral de des- truccién” que podria desarrollarse en una gran crisis en la que convergieran todos los demas fenémenos de crisis" ‘La sociedad del riesgo global como sociedad cosmopolita? 57 Todo esto confirma el diagnéstico de una sociedad del ries- g0 global. Pues las denominadas “amenazas globales” han con- ducido a un mundo en el que se ha erosionado Ja base de la logica establecida del riesgo y en el que prevalecen peligros de dificil gestién en Ingar de tiesgos cuantificables. Los nuevos peligros estén climinando los cimientos convencionales del cél- culo de seguridad. Los daiios piercien sus limites espacio-tem- porales y se canvierten en glabales y duraderos. Ya es a duras, penas posible responsabilizar a individuos concretos de tales daiios: el principio de culpabilidad ha ido perdiendo su eficacia, En numerosas ocasiones, no pueden asignarse compensaciones financieras a los dafios causados; no tiene sentido asegurarse contra los peores efectos posibles de Ia espiral de amenazas elobales. Por tanto, no existen planes para la reparacién en el caso de que ocutra lo peor. Considerando asi las cosas, esta claro que no existen ame- nazas globales como tales; antes bien, estén cargadas y mez- cladas con los conflictos étnicos, nacionales y de recursos que han azotado al mundo sobre todo des frontacién Oriente-Occidente, hasta, tadas por Eva Senghaas-Knoblocy. En las-teptblicas pos-so- vigticas, el diagnéstico despiadado|d? lajdestraccién:medioam- biental va acompagiado de la critica idé'la explotacion imperial de los recursos naturales, lar del “suelospativo” se convierte, en este sentido, en una reivinidicaciéit-dé los re- cursos naturales y la soberania nacional, No es una casualidad que los movimientos militantes separatstas que buscan la autonomia en las antiguas septblicas de la Union Sovietica (igual que ocurre en Bretafia, Occitenia o Cércega) generalmente se aglutinen en tomno a dos temas: el idioma y la conservacién del entomo 38 Ulrich Beck natural. Ambos son temas de proteccién de la patria nativa, que se dirigen ante todo contra fas consecuencias de un modelo de creci- rmiento industrial que se experimenta como econémicamente injusto pero que también esté asociado a cuestiones de identidad cultural [..] Las nuevas lineas de conflicto [..] ya no se establecen primor- dialmente a lo largo del eje “ganador con el riesgo"/"perdedor con cl riesgo”, En la media en que ese eje tenga algin tipo de sentido, se trata mas bien de una cuestién de flujos masivos de refugiados, que subsiguientemente pueden contribuir a nuevos contflictos sociales, politicos y culturales. La conciencia del dafio medioambiental y de Jas amenazas 2 las condiciones naturales de vida esta regional y lo- calmente ligada a las aspiraciones de autonomia y las demandas de justicia, Especialmente en las regiones en las que todavia no se ha podido desarrollar una “sociedad civil” auténoma (sobre todo en las “sociedades estatales" del antiguo bloque del Este), esta conexién puede abocar a Is saturaciGn de las amenazas glabales con conflictos étmico-nacionalistas, parciclmente militantes, separatists (Seng- aas-Knoblock, 1992, p. 66). LAAPARICION DE UNA OPINION PUBLICA MUNDIAL Y DE UNA SUBPOLITICA GLOBAL El concepto de “subpolitica” Cuando bablamos de una sociedad del riesgo global, ¢s también necesario decir que las amenazas globales motivan o motivarén ala gente a actuar, Caben aqui dos perspectives (émbitos o actores) distintas: en la primera, tenemos la globalizacién desde arriba (por ejemplo, mediante tratados ¢ instituciones intera- cionales); en la segunda, la globalizaci6n desde abajo (por ejem- plo, a través de nuevos actores transnacionales que operan all margen del sistema de politica parlamentaria y desafian las o- {La sociedad del riesgo global como sociedad cosmopolta? 59. ganizaciones politicas y los grupos de intereses establecides). Existen importantes manifestaciones de ambos tipos de glo- balizacién, Asi, puede demostrarse que la mayorfa de los acuer- dos intemacionales sobre el medio ambiente se han alcanzado en un periodo extraordinariamente breve: de’ hecho, a lo largo de los tltimos veinte aftos (sobre la cuestién de las condiciones bsicas en las que-establecen las regulaciones internacionales, véase Ziimn, 1995, pp. 49-56). Richard Falk identifica cierto namero de ambitos politicos en los que la globalizacién desde arriba se negocia e impulsa: La respuesta a las amenazas a las reservas estratégicas de petréleo en Oriente Medio, los esfuerzos por ampliar el marco del Garr, ta aplicacisn coercitiva del régimen de no proliferacién nuclear, la con: tencién'de la migracion sur-norte y de los flajos de refugiados (.. Las implicaciones legales de la globalizacién desde arriba tendevian «a suplantar el derecho interestatal por una especie de derecho global, derecho que, sin embargo, est en conflicta en la mayaria de sus aspectos con el “derecho de humanidad” (Falk, 1994, p. 137). Apenas es necesatio seguir esforzindose en demostrar que, en el campo de la politica medioambiental global, hasta ahora se ha logrado poco més, en el mejor de los casos, que pro- verbiales gotas de agua en cl océano. Sin embargo, al mismo tiempo los diversos movimientos espectaculares de boicateo ‘que se han desarrollado en todo el mundo trascendiendo la diversidad cultural han evidenciado que la impotencia de la po- litica para tratar con el bloque industrial es una impotencia re- ferida al escenario clésico, dado que han aparecido en escena poderosos actores de una globalizacién desde abajo, especial- mente organizaciones no gubernamentales (oNG) como Robin Wood, Greenpeace, Amnistia Internacional o Terre des Hom- mes. La ONU calcula que existen ahora unos 50,000 grupos de o Ulich Bec este tipo en el mundo, dato que no es demasiado revelador porque cada uno de ellos, o casi cada uno de ellos, es diferente de los demés. Die Zeit habla de la “Nueva Internacional” ?, que, por definicién, ocupa un terreno de nadie entre el mercado y el estado pero que, como tercera fuerza, obtiene cada vez mis influencia y exhibe su potencia politica respecto a gobier nos, corporaciones intemacionales y autoridades. Podemos ver aqui los primeros despuntes de una “ciudadania global” (Ri- chard Falk y Bart van Steenbergen) 0, como lo expresarfamos nosotros, [a nueva constelacién de una subpolitica global. A continuacién, examinaremos eémo se ha hecho esto posible y como esta surgiendo. Con la marcha triunfal dela modemidad industrial, en todas partes se esté afirmando un sistema politico intencional-racio- nal. El sentido comin de esta época est tomado de una menta- lidad de “todo bajo control”, que se aplica incluso a la incon- trolabilidad que ella misma produce. Sin embargo, el cumpli- miento de esta forma de orden y control produce su contratio: cl regreso de Ia incertidumbre y la inseguridad. Se presentan entonces “peligros de segundo orden” (Bonss, 1995) como la otra cara de cualquier intento de “superar” esto. De forma no intencionada, a la sombra de los “efectos colaterales” de los peligros globeles, la sociedad se abre entonces a lo (sub)politico. En cualquier esfera —en la economia tanto como en la ciencia, en la vida privada y en la familia tanto como en la politica— Jas bases de la acci6n sleanzan un punto de inflexién decisivo: tienen que volver a justificarse, negociarse, equilibrarse. €Cémo puede reconceptualizarse esto? El de “crisis” no es el concepto adecuado, como tampoco el de “disfuncién” © “desintegracién”, pues son precisamente las victorias de la modernizacién industrial sin trabes lo que la ponen en tela de juicio, Esto es precisamente lo que quiere La sociedad del riesgo global como sociedad cosmopolita? 6 decir el término “modemizacién reflexiva”: tedricamente, apli- cacién a si misma; empfticamente, autotransformacién (median- te los procesos de individualizacién y globalizacién, por ejem- plo); politicamente, pérdida de legitimidad y un vacio de poder. ‘Thomas Hobbes, el te6rico del estado, puede clatficar qué que- remos decir con esto. Como es bien sabido, Hobbes defendis un estado fuerte y autoritario, pero también mencioné wn de- recho individual de resistencia civil. Si un estado produce con- diciones que amenazan la vida, o si exige « un ciudadano «abs- tenerse de usar alimentos, aire, medicinas o cualquier otra cosa sin la que no pueda vivir», entonces, segtin Hobbes (1968, p. 269), «ese hombre tiene la Libertad de desobedecer». En términos de politica social, pues, la erisis ecoldgica im- plicauna violacién sistemdtica de los derechos basicos, une crisis de los derechos bisicos cuyo efecto a largo plazo en el de- bilitamiento de la sociedad dificilmente cabe subestimar. Pues {os peligros se estén produciendo en Ja industria, son exterio- tizados por la economia, individualizados por el sistema legel, legitimados por las ciencias naturales y presentados como ino- {fensivos por la politica. El que esto esté desmoronando el poder y la credibilidad de las instituciones sélo se evidencia cuando se pone en apuros al sistema, como ha intentado hacer Green- peace, por ejemplo. El resultado es la subpolitizacién de la so- ciedad mundial. Elconcepto de “subpolitica” se refiere ala politica al margen y més alla de las instituciones representativas del sistema po- litico de los estados-nacién, Centra la atencién en los signos de una autoorganizacion (en élkima instancia global) de la po- litica que tiende a poner en movimiento todas las éreas de la sociedad, La subpolitica quiere decir politica “directa” —es de- cir, la partcipacién indivictual en las decisiones politicas, sor- teando las instituciones de la formacién representativa de la a ‘Ulich Beck opinién (partidos politicos, parlamentos) y muchas veces en ca- rencia incluso de proteccién juridica. En otras palabras, sub- politica quiete decir configurat la sociedad desde abajo. La eco- noma, la ciencia, la carrera profesional, la existencia cotidiana, la vida privada han quedado atrepadas en las tormentas del debate politico. Pero éste no se ajusta al espectro tradicional de las diferencias de la politica de partidos. Lo que es catacte- ristico de la subpolitica de la sociedad mundial son precisamente las “coaliciones ad hoc de opuestos” (de partidos, naciones, re giones, religiones, gobiemos, rebeldes, clases). De forma cru: cial, sin embargo, la subpolitica libera a la politica al modificar las normas y limites de lo politico, de forma que se hace més abierta y susceptible de nuevos vinculos, asf como capaz de nnegociarse y reconfigurarse. El boicoteo masivo simbélico: un caso para el estudio de la subpolitica global En el verano de 1995, Greenpeace, el moderno paladin de las buenas causas, logeé por primera vez obligar a Shell a desha- cetse de una de sus plataformas petroliferas obsoletas en tietta yno en el mer. A continuacién, esta multinacional de las cam- ppaiias intent6 detener la reanudacién de las pruebas nucleares francesas poniendo en Ia picota al presidente Jacques Chirac por violacién deliberada de la normativa internacional. Muchos se preguntaron si no era el final de ciertas reglas basicas de la politica (exterior) el que un actor no autorizado, tal como Greenpeace, pudiera desempefat su propia politica mundial interior sin respetar la soberania nacional ni las normas diplo- méticas. Quizé mafiana les tocara a los moonitas, y luego a una tercera organizacién privada que intentara, a su modo, ha- cer feliz al resto del mundo, a sociedad del riesgo global como sociedad cosmopolita? 63. Lo que estas pullas pasaban por alto es que lo que puso de rodillas a la multinacional petrolifera no fue Greenpeace, sino un boicoteo piblico masivo, reunido gracias a declaracio- nes de condena televisadas en todo el mundo. No es Green- peace por si sola la que sacude el sistema politico; lo que hace es poner de manifiesto un vacio de poder y de legitimided que tiene mucho paralelismo con lo que ocurrié en la RDA. En todas partes hay indicios de este modelo de coalicién de la subpolitica global o de la “politica directa”. Se estin pro- duciendo alianzas de fuerzas “totalmente” incapaces de aliarse entre si. Asi, el antiguo canciller alemén, Helmut Kohl, pro- testando como ciudadano que también presidia un gobierno, apoy6 la accion de Greenpeace contra el entonces primer mi- nistro briténico, John Major. Repentinamente, se descubrieron y desplegaron elementos politicos en la actividad cotidiana: al Ienar el depésito de gasolina, por ejemplo. Los automovilistas se aliaron frente a la industria petrolifera (no hay més que pro- barlo una vez para “cogerle el gusto”). Y, al final, el estado se sumé a la accién ilegitima y a sus organizadores, utilizando asi su poder para legitimar una violacién deliberada y extra- parlamentaria de las normas, en tanto que, por su parte, los protagonistas de la politica directa intentaban escapar —me- diante una especie de “justicia ecol6gica autoadministrada” al estrecho marco de los organismos y normas indirectas y jurt- dicamente respaldadas. La alianza anti-Shell desembocé final- mente en un cambio de escenario entre la politica de la primera y la de la segunda modernidad. Los gobiemos nacionales ob- servaron desde la barrera, mientras que los actores no auto- rizados de la segunda modernidad dirigieron el rumbo de la accién, En el caso del movimiento mundial contra Ia decisién del presidente Chirac de reanudar las pruebas nucleares, se de 6 Ulrich Beck sarrollé de hecho una alianza global esponténea entre los go- biemnos, los activistas de Greenpeace y los grupos de protesta mis diversos. El error de célculo francés se reflej6 en dos as- pectos de la situacién: (a) la decisién de Mururoa coincidis con las conmemoraciones del 50° aniversario de Hiroshima y Nagasaki, y (b) fue rotundamente condenada por una reunién del Foro askan, que inclufa a Estados Unidos y Rusia. Todo esto apunté a una alianza eventual de politica directa que tras- cendfa las diferencias nacionales, econétpicas, teligiosas y po- Iitico-ideol4gicas. Por tanto, surgié une coalicién global de fuer- zas simbélicas y econémicas contradictotias. Un rasgo especial de esta politica de la segunda modernidad es que, en la practica, su “globalidad” no excluye a nadie ni a nada: no sélo social- mente, sino también moral o ideolégicamente. Se trata, a fin de cuentas, de una politica sin oponentes o fuerza de oposicién, una especie de “politica sin enemigos”. La principal novedad no fue que David venciera 2 Goliat, sino que David, mds Goliat, actuando en un nivel global, su- maron con éxito sus fuerzas, primero contra una corporacién mundial, después contra un gobierno nacional y una de sus politicas. Lo novedoso fue la alianza en todo el mundo de fuer- zas extruparlamentarias y parlamentarias, ciudadanos y gobier- ‘nos, en pro de una causa que era supremamente legitima: la salyacién del medio ambiente mundial [(Um) Welt]. Pero se ha evidenciado algo més. El mundo postradicional sélo parece disgregarse en la individualizacién. Paradéjicamen- te, el desafio de los peligros globales le proporciona una nueva fuente de Ja juventud: de una nueva moralidad y activismo ‘tansnacional, de nuevas formas (y foros) de protesta, pero tam- bién de nuevas histerias. El satus o la conciencia de clase, la creencia en el progreso 0 en la decadencia, la imagen del ene- migo comunista podtfan sustituirse por el proyecto, que se ex Le sociedad del iesgo global como sociedad cosmopolita? «65 tiende a toda la humanidad, de salvar el entorno mundial. Las amenazas globales generan comunidades globales de riesgo: al menos comunidades ad hoc para el momento histérico. Por supuesto, la alianza anti-Shell era moralmente sospe- chosa, De hecho, estaba basada en pura hipocresta. Kohl, por ejemplo, podia utilizar esta accién simbslica (que no le costaba nada) para distraer la atencién de su politica de no limitar la velocidad en las autopistas alemanas, que contaminaba el aite de Buropa (y que sigue contaminandolo bajo su sucesor, Ger- hard Schréder, y su ministro verde de medio ambiente, Jiizgen Trittin), El nacionalismo verde-alemén y las actitudes de sabelotodo también se dejan sentir bejo la superficie. Muchos alemanes desean una especie de Gran Suiza verde, Suefian con una Ale- mania que seria la conciencia ecolégica mundial. Quiza haya entre bambalinas una segunda ronda de “teparaciones” por mo- tivos ecaldgicos, combinuda con una dosis renovada de “su- petioridad” respecto a cuestiones medioambientales que son cualquier cosa antes que medioambientales: en particular, una especie de nueva religion de una sociedad seculatizada ¢ in- Gividualizada. Sin embargo, las lecciones de la politica difieren de las de la moralidad. Precisamente en la alianza entre cteen- cias mutuamente excluyentes —desde el canciller Kohl a los activistas de Greenpeace, desde fetichistas del Porsche hasta Jos que arrojan artefactos incendiarios— empieza a manifestarse la nueva cualidad de lo politico. Hasta qué punto es asi ha empezado a evidenciarse a partir de 1998 en Alemania, donde Los Verdes, ahora en una nueva posicién de influencia dentro del gobierno de Gerhard Schréder, estén empezando a imponer un “impuesto ecolégico” que se utilizard para reducit los costes del trabajo esalariado, Ademés, han propuesto el abandono na- cional de la encrgia nuclear. 66 Ulrich Beck ‘También se ha producido un cambio radical en la situacién para la economia. Shell, por ejemplo, desde su punto de vista no dejé nada por hacer para controlar el problema. Se habia Ilegado a un acuerdo con los gobiemos, expertos y gestores para Tlevat a cabo el hundimiento de la plataforma, y ésa era la so- lucién éptima para la propia Shell. Pero cuando intent6 llevarla a cabo ocurrié exactamente lo contrario: los mercados amena- zaron con desplomarse, Por tanto, la leccién es: no hay solu- ciones de expertos en el discurso sobre el riesgo, porque los expertos sélo pueden aportar informacién fctica, y nunca sexén capaces de evaluar qué soluciones son culturalmente aceptables, Esto también es nuevo. La politica y la moralidad estén al- canzando priotidad sobre el razonamiento experto. El que esta politizacién pueda trascender temas concretos pata constituir una politica medioambiental con autoridad es una cuestion bas- tante distinta, Probablemente estén aqut los limites de la sub- politica global, que no deberia confundirse con la politica de los gobiernos nacionales (naturalmente, esto cambia cuando, como en Alemania, la subpolitica verde empieza a convertirse en politica de estado). Por otta parte, el proceso de subpo- litizacién no deberfa considerarse en absaluto como itracional, porque tiene todos los rasgos de la modernidad republicana en contraste con la democracia de partidos representativa y na- cional-parlamentaria, La actividad de les comporaciones mun. diales y de los gobiernos nacionales se esté sometiendo a la presion de una esfera pablica mundial, En este proceso, la pat- ticipacién individual-colectiva en las redes de accién global es sorprendente y decisiva; los ciudadanos estn descubriendo que el acto de comprar puede ser un voto directo que siempre pue- den wilizar de forma politica. De este modo, mediante el boi- coteo, una sociedad de consumidores activos se combina y alia con la democracia directa... a escala mundial, Ln sociedad del riesgo global como sociedad cosmopolta? 67 Esto se acerca, de forma ejemplar, a lo que Kant bosquejé hace doscientos afios en su ensayo sobre la “paz perpetua” como utopia de una sociedad cosmopolita en contraposicion a lo que denominaba el “despotismo” de la democracia representativa. Habrfa un nexo global de responsabilidad mediante el que los individuos —y no s6lo sus representantes organizativos— po- dian participar de forma directa en las decisiones politicas, Esto nos permite comprender de forma inmediata qué se discute actualmente en los Estados Unidos bajo el concepto de “ciu- dadanfe tecnoldgica”, a saber: la recuperacién de los derechos democréticos basicos frente al “gobierno de nadie” de los de- satrollos tecnol6gicos. En su libro Awonomous Technology, Langdon Winner (1992) extrae Ja conclusién de que la mayorla del andlisis que ha desarrollado la ciencia social sobre el desarrollo tecnolégico no consigue reconocer Ja diferencia entre el hecho de que la “tecnologia requiena legislacién” y el qe Ta “tecnologia es le- gislacién”, Lewis Mumford, hace més de treinta afios, escribié que los sistemas tecnoldgicos a gran escala son las formas y fuentes més influyentes de tirania del mando moderno. Y en opinién de Andrew Zimmerman (1995, p. 88), la autonomia tecnoldgica esta vaciando de contenido a la autonomia social; en tanto que en la primera modernidad el bienestar y la “li bertad” del ciudadano eran una funcién del bienestar y la li bertad de los sistemas técnicos. Por contraste, el enfoque de Philip Frankenfeld intenta justificar la demanda de participa- cién tecnologica: El status de ciudadania teenolégica puede disfrutarse en el nivel na- ional, estatal, local o global, o en los niveles intermedios. Por con- siguiente, uno puede ser wn cindadano tecnolégico de [..] la ecosfera Cherobil, de la produccién de explosivos plésticos y utilizar la “noos- “8 hich Beck fera” —que tiene una escala global— de una determinada zona des- ssuclearizada en la red no contigoa que forman en el dimbito cubierto por el tratado de no proliferacion nucleat [...] Sin embargo, uno seria un ciudadano teenolégico de cualquiera de estas esferas de impacto si sus habitantes se cigaran crear una serie de onganismos, un colchén de protecciones 0 beneficios sociales, o un colchén de derechos y responsabilidades que respaldaran el status de sus ciudadanos respecto al impacto de las tecnologias con une finalidad especifica global (Fran kenfeld, 1992, pp. 462 s., citado en Zimmerman, 1995, P. 89; véase también van Steenbergen, 1994; Archibuggi y Held, 1995), Como objetivos normativamente comprehensivos de la ciu- dadania, Frankenfeld menciona: «(1) le autonomia, (2) la dig- nidad, (3) la asimilacién —frente a la alienacién— de los miem- bros de la comunidad politica». Por consiguiente, ésta incluye: «1, Los derechos al conocimiento o a la infozmacién; 2. Los derechos a la participacién; 3. Los derechos a la garantia del consentimiento informado, y 4. Los derechos a que se limite Ia suma total de peligros a los que pueden estar expuestos co- lectividades e individuos» (Frankenfeld, 1992, pp. 462, 464). La inmediatez de la participacién tecnolégica global se es tablece, por ejemplo, en la unidad de los actos de compra y voto. iAgui no hay intermediatios organizativos, ni organismos re- presentativos de la voluntad popular, ni burocracias, ni censo electoral, ni policfa, ni cafiones de agua, ni formularios pata pedir que se autorice una manifestacién! Es una forma de po- litica y protesta directa, anarquista, aqui, ahora y en cualquier lugar, que muchas veces no cuesta nada y que, por expresatlo asi, puede aitadirse al menti. Por tanto, la politica puede con vertirse en parte integral de la actividad cotidiana y al mismo tiempo implicar la integracién activa en el (no-Jorden cosmo- polita (postradicional). ero cuéles son los lugares, los instrumentos y los medios ‘La sociedad del riesgo global como sociedad cosmopolita? 69 de esta politica directa de “ciudadanta tecnolégica global”? El lager politico de la sociedad del riesgo global no cs Ia calle sino la televisin. Su sujeto politico no es la clase trabajadora y su organizacién, ni el sindicato. En vez de esto, los simbolos culturales se escenifican en los medios de consunicacién de masas, donde puede descargarse la mala conciencia acumulada de los actores y de los consumidores de la sociedad industrial. Existen tres formas de ilustrar esta apreciacién, En primer Ingar, en Ja omnipresencia abstracta de los pe- ligros, la destruccién y la protesta estén simbélicamente me- diadas. En segundo luger, al actuar contra le destruccién eco- logics, todo el mundo es también su propio enemigo. En tercer lugar, la crisis ecoldgica est generando le conciencia de una Cruz Roja cultural. Aquellos que, como Greenpeace, escriben esto en su emblema son elevados a la nobleza ecoléica y se les otorga un cheque en blanco por una cantidad de confianza pricticamente ilimitads, lo que tiene la ventaja de que, en caso de duda, se da crédito @ la propia informacién y no a la de las organizaciones industrales. Aqui esiriba una limitacién crucial de la politica directa. So- mos niios perdidos en un “bosque de simbolos” (Baudelaire). En otras palabras, nos vemos obligados a depender de la politica simbolica de los medios de comunicacién. Esto es especialmen- te cierto eri cuanto al cardcter abstracto y omnipresente de la destruccion que mantiene en funcionamiento la sociedad del riesgo global, Los simbolos tangibles, simplificadores, que tocan y alarman a las fibras nerviosas culturales adquieren aqui una relevancia politica clave. Es preciso producir 0 fabricar estos simbolos en el fuego ebierto de la provocacién del conflicto, ante los aterrados ojos televisivos de la opinién pablica. La pre- gunta decisiva es: équién descubre (o inventa), y c6mo, los sim- bolos que revelan o demuestran el caréeter estructural de los

También podría gustarte