ALBERT LONDRES (Rgis Jauffret)

Filmamos esas escenas de tortura y de asesinato con el fin de denunciar su carcter intolerable y su barbarie. No se puede reprochar a una cadena informativa por mostrar la realidad. Si bien es obvio que censuramos su conducta, tambin tenemos que agradecerle a estos torturadores que nos hayan permitido apreciar en su justo valor el precio del bienestar y de la vida. Y hay que decir que nos hemos aproximado a ellos poco a poco. Ellos se han convertido, por as decirlo, en compaeros de trabajo. Al final hemos anudado ciertos lazos de amistad. Ellos nos han ayudado en nuestra tarea, evitando por ejemplo hacer explotar los prisioneros, lo que se habra traducido en la pantalla como una espesa humareda monocroma poco propicia para el incremento de la audiencia. La ejecucin de nios apiadaba por igual a las clases altas y a los menos favorecidos. Incluso llegamos a convocar varios millones de teleespectadores en mitad de la noche. Pero estas prcticas disgustaban a los anunciantes, que teman sobre todo que la imagen de marca de sus productos para beb se viera afectada. Nosotros les hemos pedido en consecuencia que nos ahorraran tales prcticas. Numerosos gamines nos deben la vida, aunque permanezcan detenidos en cuevas y canteras abandonadas cuyo emplazamiento, en concordancia con la tica profesional, en ningn caso vamos a revelar a la polica. Se nos acusa por haber filmado con una complacencia particular la tortura de las mujeres. Pero hay que recordar a pesar de todo que varios miembros de nuestro equipo eran de sexo femenino, y que nuestra directora de redaccin ha venido al lugar para comprobar personalmente la seriedad de nuestro trabajo. Ella ha podido constatar que, incluso aunque no se les inflingiera un tratamiento ms rudo, las mujeres lanzaban un grito agudo y angustioso y empezaban a llorar desde la primera descarga elctrica. De hecho las hemos filmado con respeto y afecto.

Es ms, hemos protegido su pudor solicitando que un chaleco fuera puesto delante de su pecho, para que los teleespectadores no pudieran ver sus pezones devastados. Pero tampoco podamos exigir que se las torturara bajo anestesia. En resumen, estamos orgullosos de esta serie de reportajes que hacen honor a nuestra profesin. Si an estuviera vivo, Albert Londres nos habra apoyado, participando en esta gran aventura periodstica. l nos habra servido de respaldo moral.